Ensayo Idiomas Arbitraje

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El Arbitraje como una alternativa al Proceso Judicial

Introducción:

En el presente ensayo, el propósito de este trabajo, es realizar un análisis


profundo sobre el fuero arbitral como una forma alterna de resolución de
conflictos entre las partes, comparándolo con el proceso judicial de la jurisdicción
ordinaria, para ver cuáles son las ventajas de este órgano jurisdiccional
autónomo, y si es una mejor alternativa de resolver los conflictos de intereses.

Para lograr la realización tal objetivo analizaremos con detenimiento los


beneficios y aplicabilidad del arbitraje en la realidad, así también sus desventajas
y complicaciones que acarrea para centrarnos en un enfoque mucho más
objetivo.

El arbitraje es un procedimiento por el cual se somete una controversia, por


acuerdo de las partes, a un árbitro o a un tribunal de varios árbitros que dicta una
decisión sobre la controversia que es obligatoria para las partes. Al escoger el
arbitraje, las partes optan por un procedimiento privado de solución de
controversias en lugar de acudir ante los tribunales.

Desarrollo:

El arbitraje es un proceso en el cual se trata de resolver extrajudicialmente los


conflictos que surjan en las relaciones entre dos o más partes, quienes acuerden
la intervención de un tercero (arbitro o tribunal arbitral), para que los resuelva.

Es un mecanismo típicamente adversarial, cuya estructura es básicamente la de


un litigio. El rol del arbitro es similar al del juez; las partes le presentan el caso,
prueban los hechos y sobre esa base decide la controversia. Sin embargo, no
obstante sus similitudes el arbitraje mantiene con el sistema judicial una gran
diferencia, la decisión que pone fin al conflicto no emana de los jueces del
estado, sino de particulares libremente elegidos por las partes.

En el campo del derecho, el arbitraje es una alternativa para resolver conflictos


de intereses sin que sea necesario llegar a la jurisdicción habitual. Las partes en
conflicto deciden elegir a un tercero que goce de independencia (el árbitro), quien
se encargará de solucionar el litigio y de pronunciar lo que se conoce como el
laudo arbitral. Para esto, deberá actuar con equidad y respetar la legislación
acordada por las partes.
Al arbitraje se llega comúnmente mediante forma voluntaria a través de cláusulas
mediante las cuales las partes deciden someter determinadas cuestiones a ser
resueltas por el árbitro en lugar de acudir a la justicia ordinaria. (Rivera, 2008, p.
8)

Nuestra Constitución Política vigente de 1993, en su artículo 138 establece: "la


potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por él, poder
judicial a través de sus órganos jerárquicos con arreglo a la constitución y a las
leyes", y en su artículo 139 menciona: "no existe ni puede establecer jurisdicción
alguna independiente, con excepción de la militar y la arbitral", del mismo modo
el artículo 62 señala: "los conflictos derivados de la relación contractual solo se
solucionan en la vía arbitral o en la vía judicial, según los mecanismos de
protección previsto en el contrato o contemplados en la ley", para terminar en
relación al propio estado, en la parte final del artículo 63 señala: "el estado y las
demás personas de derecho público pueden someter las controversias derivadas
de relación contractual a tribunales constituidos en virtud de tratados en vigor.
Pueden también someterlas a arbitraje nacional o internacional en la forma en
que disponga la ley".

Como lo señala la constitución al mismo tiempo que garantiza el acceso a la


justicia ordinaria, permite a los particulares y aun al estado, a dejar de lado ese
medio y recurrir al arbitraje como un medio alternativo.

También el estado reconoce la decisión arbitral el valor de cosa juzgada,


considerando para tal efecto el procedimiento de ejecución de sentencia judicial,
como expresamente señala el art. 83 de la ley Nº26572, "el laudo arbitral
consentido o ejecutoriado tiene el valor equivalente a una sentencia y es eficaz
y de obligatorio cumplimiento desde su notificación a las partes. Si lo ordenado
en él no se cumple por la parte o partes a quienes corresponda hacerlo, el
interesado podrá solicitar su ejecución forzada ante el juez especializado en lo
civil del lugar de las sede del arbitraje que corresponda".

Podemos referir que el laudo arbitral es la decisión que emiten los árbitros para
finalizar un litigo, de tal forma dan cumplimiento a su designación como árbitro,
a diferencia del juez de jurisdicción, que al provenir de la estructura orgánica del
estado tiene carácter permanente y genérica, con delimitaciones, propias en
materia territorial y funcional, y su labor no culmina con la emisión de una
sentencia definitiva. Es más el juez tiene la potestad para hacerla cumplir
disponiendo las medidas pertinentes para ello. Los árbitros en cambio nacen de
una fuente convencional y por lo tanto limitada al caso de la resolución de una
situación concreta, así una vez finalizado el conflicto desaparecen sus
facultades.

El artículo 9 del Decreto Ley 25935 define el convenio arbitral: “El convenio
arbitral es el acuerdo por el que las partes deciden someter a arbitraje las
controversias que hayan surgido o puedan surgir entre ellas respecto de una
determinada relación jurídica contractual o no contractual, sean o no materia de
un proceso judicial. El convenio arbitral obliga a las partes y a sus sucesores….”

El objeto del convenio arbitral debe ser lícito y posible. La ley de arbitraje ha
regulado las materias susceptibles de someterse a arbitraje, como son las
materias determinadas o determinables sobre la que las partes tengan la libre
disposición; exceptuándose las cuestiones que verse sobre el estado o
capacidad civil de las personas, ni las relativas a bienes o derechos de los
incapaces, sin la previa autorización judicial. Aquellas sobre las que ha recaído
resolución judicial firme, salvo consecuencias patrimoniales provenientes de su
ejecución.

En cuanto se refiere a las partes del proceso; las que interesan al orden público,
o que versen sobre delitos o faltas, sin embargo, cabe arbitrarse respecto a la
cuantía de la responsabilidad civil cuando no ha sido fijada en resolución judicial
firme.

En una palabra no son competentes los arbitras en las que esté interesado el
orden público.

Cuando existe un convenio arbitral, ya no es competente el juez en lo


jurisdiccional, debiendo declinar su avocación. Si el convenio es anterior evita el
proceso judicial, que pueda promoverse y si fuera celebrado estando pendiente
un trámite judicial, produce el efecto de extinguirlo.

Los jueces deben su jurisdicción a la constitución y al marco jurídico previsto


para la administración de justicia en el poder judicial. En el caso de los árbitros
su jurisdicción depende en forma mediata de la constitución y de la norma que
establece la administración de su sentencia particular de administración de
justicia, en la que los litigantes que los nombran para resolver un caso concreto,
los facultan a juzgar en forma inmediata. Su jurisdicción es limitada al no poder
pronunciarse sobre asuntos que no le han sido sometidos y deben laudar
(resolver), dentro de un plazo expresa o tácitamente concedido por las partes.

Por lo demás la jurisdicción de los árbitros, a diferencia de los jueces estables,


no es permanente ni genérica, sino limitada a cuestiones comprometidas y a un
tiempo determinado que las partes o en defecto de pacto expreso, le otorga para
la expedición del laudo.

Mientras que el proceso judicial es una serie gradual, progresiva y concatenada


de actos jurídicos procesales cumplidos por órganos predispuestos por el Estado
y por los particulares que intervienen en él, en forma voluntaria o coactiva, en
ejercicio de las facultades y en cumplimiento de las cargas dispuestas por la ley
para la actuación del derecho sustantivo, el restablecimiento del orden jurídico
alterado y la realización del valor justicia.

El arbitraje y el proceso judicial son formas o medios heterocompositivos de


resolución de controversias. Es decir, mecanismos por el que dos partes en
conflicto acuden a un tercero imparcial para que dirima el conflicto. En esto se
distinguen de la conciliación, ya que en ésta el tercero no impone una solución a
las partes, sino que ayuda a que ellas mismas lleguen a una solución.

El proceso judicial y el arbitraje comparten elementos comunes, pero a la vez


grandes diferencias. Esto hace que los particulares deban valorar
adecuadamente las ventajas e inconvenientes de ambos mecanismos, a fin de
decantarse por la solución que mejor se acomode a sus intereses.

Las partes pueden escoger libremente por cuál de estos dos medios
heterocompositivos van a resolver sus controversias. Para esto se guiarán de
diferentes cualidades como:

1. La Neutralidad: El árbitro, al igual que el juez, tiene la obligación de


juzgar de modo imparcial. Esta imparcialidad es la base y sustento del
proceso judicial y del arbitraje, ya que no es posible concebir un proceso
en el que, quien dirime, carezca de tal cualidad.

Pero la neutralidad a la que hacemos referencia se refiere a algo diferente.


En la jurisdicción las partes están sujetas a normas casi inmodificables en
materia de competencia judicial.

En el arbitraje, las reglas de atribución de asuntos a un determinado


tribunal arbitral son más flexibles. Pudiendo no solo escogerse alguna que
no tenga necesariamente algún punto de conexión con las partes o el
objeto del litigio, sino que también es posible escoger la nacionalidad y/o
lugar de residencia de los árbitros. Esta característica otorga al arbitraje
una ventaja sobre la jurisdicción, porque permite que además de la
imparcialidad que le asiste, a pesar que el conflicto deba ser resuelto por
un tribunal arbitral residente en el país de la nacionalidad de alguna de las
partes, la nacionalidad de los árbitros no coincida necesariamente con
ella.

2. Elección del árbitro: En el proceso judicial esto es imposible, ya que


impera el derecho al juez predeterminado por Ley y un sorteo de causas,
lo que otorga cierta seguridad a las partes de que, quien juzgue el pleito
no tendrá favoritismos hacia ellos.

En el arbitraje, las partes pueden escoger la institución administradora


del arbitraje pero también pueden elegir la concreta persona que decidirá
la controversia. Pero, sea cual fuere el criterio de designación, por las
partes o por la institución arbitral, el árbitro tiene un deber-obligación de
actuar con imparcialidad a lo largo del procedimiento arbitral: sobre todo
al momento de emitir su fallo. Y es que la designación del árbitro por las
partes no significa que su voto está comprometido con quien lo designó.
(Parada, 2016, p. 3)

3. Especialidad del árbitro: Relacionada con la facultad de elección del


árbitro, está la ventaja de escoger a la persona que, de acuerdo a la
naturaleza del conflicto y los criterios personales de las partes, sea la más
idónea para resolver la controversia.
El juez del proceso judicial difícilmente alcanzará la especialización que
se logra en el arbitraje. Y esto por una razón natural: la gran cantidad y
variedad de causas que se sustancian en la jurisdicción civil y comercial.

En el arbitraje sin embargo, existe una mayor garantía sobre estos


conocimientos, ya que las partes podrán escoger de una nómina de
árbitros conforme está acreditado por el centro administrador del arbitraje.
Por último, aun existiendo dificultades en comprobar esta especialización,
juzga quien ha sido elegido por las partes, y no alguien que ha sido
impuesto por el Estado.

4. Confidencialidad: La actuación de los órganos jurisdiccionales es y debe


ser, por esencia, pública. Esta publicidad se justifica por los fines que
persigue: evitar la arbitrariedad y discrecionalidad, al permitir que las
partes y en general cualquier persona pueda acceder al contenido de la
sentencia, para valorar no solo la racionalidad o justicia de la decisión,
sino también que han recibido un trato equitativo en similares situaciones.

Paradójicamente, se alega la confidencialidad del arbitraje como ventaja


frente a la jurisdicción. Esto no significa que las garantías procesales
estén ausentes. Estas garantías también deben ser respetadas en el
proceso arbitral.

Pero la ventaja de la confidencialidad se aprecia con mayor claridad


cuando en temas comerciales y empresariales las partes prefieren
solucionar sus diferencias en un ambiente privado y no en el espacio
público que significa el proceso judicial. En este sentido, el arbitraje
propicia un espacio abstraído de la generalidad de las personas donde
los particulares pueden resolver sus diferencias. Esta confidencialidad o
privacidad del arbitraje no tiene nada de extraño si se toma en cuenta que
quienes litigan son personas particulares sobre asuntos también
particulares y que solo a ellos interesan. (Parada, 2016, p. 6)

5. Rapidez: El tiempo empleado para dictar un laudo hace del arbitraje un


método apropiado para solucionar conflictos o controversias en materia
civil y mercantil.

Todos sabemos que por las circunstancias propias del proceso judicial,
resolver un conflicto en materia comercial por vía jurisdiccional requiere
un costo excesivo de tiempo y dinero. El tiempo que los procesos
judiciales duran o tardan en tramitarse es increíblemente excesivo. Sin
embargo, en sede arbitral, un conflicto comercial puede resolverse en
menos tiempo.

El arbitraje, desde la instalación del tribunal, cuenta con un plazo


predeterminado que otorga seguridad a las partes sobre el tiempo de
duración del arbitraje. Esta previsibilidad se encuentra bastante diluida en
el proceso judicial en materia civil y mercantil.

Además, el arbitraje está sujeto a un plazo preclusivo para dictar el laudo.


Su incumplimiento desencadena responsabilidad para los árbitros, pero
también la nulidad del laudo dictado fuera de término. Lo que invita a que,
en la mayoría de los casos, las causas sean resueltas conforme los plazos
indicados por las partes o las reglas procesales adoptadas. En el proceso
judicial, si bien esta responsabilidad también existe, la sentencia es válida
aún si se emite fuera de los plazos señalados en la Ley.

También, el proceso judicial está sujeto a un régimen de doble instancia y


recursos (apelaciones, casación) que demoran y encarecen la decisión
definitiva sobre el conflicto. A diferencia de este, el arbitraje se sustancia
en una única instancia, que es definitiva para las partes, siendo
generalmente la única vía de impugnación el recurso de anulación.

6. Flexibilidad: El arbitraje se caracteriza por ser un procedimiento menos


estático y riguroso que el jurisdiccional. En este, el principio de legalidad
es garantía para el justiciable ya que aporta seguridad jurídica sobre las
reglas de la contienda judicial. La aplicación escrupulosa de las normas
procesales son una necesidad del sistema, dado el poder del juez para
llamar a cualquiera aun contra su voluntad, lo que significa que, con o sin
su real participación en el proceso la sentencia será efectiva contra ellos.

El arbitraje en cambio se sustenta en la voluntad de las partes. En la


decisión que estas han tomado, antes o durante el conflicto, de resolver
sus diferencias por caminos distintos del judicial. Esto se traduce en la
posibilidad, autorizada por la ley, de acomodar el procedimiento a sus
necesidades concretas.
La flexibilidad y adaptabilidad del procedimiento a las necesidades
específicas de las partes y la finalidad del arbitraje.

7. Elección del idioma: Las actuaciones del proceso judicial generalmente


se desarrollan en el idioma del país de la norma procesal. Lo que significa
que si alguna de las partes habla un idioma diferente se le deberá nombrar
traductor o intérprete y, en caso de prueba presentada en idioma distinto
del utilizado en el proceso se deberá acompañar la respectiva traducción
y, si la contraparte lo exige, esta deberá ser una traducción oficial, con los
costos y tiempo que requiere. Todo esto puede obviarse en el arbitraje.

La posibilidad que las partes puedan elegir el idioma del arbitraje facilita
enormemente el desarrollo del proceso arbitral y por ende de la solución
del conflicto.

8. Ejecución del laudo: El arbitraje resuelve el conflicto de modo definitivo


e irrevocable. La decisión del árbitro es título ejecutivo suficiente para
exigir su cumplimiento forzoso ante los tribunales de justicia. Lo que
significa que podemos resolver el conflicto en menos tiempo, sujetos a un
procedimiento que se acomode a las necesidades de las partes, pero que,
a la vez, en caso de incumplimiento de la decisión final el laudo será
ejecutable de la misma manera que lo es una sentencia judicial. Por lo
que, una vez declarado el laudo, salvo el recurso de nulidad, las únicas
opciones posibles son su cumplimiento voluntario o el forzoso mediante
el proceso de ejecución.
Conclusiones:

 El arbitraje es un procedimiento por el cual se somete una controversia,


por mutuo acuerdo de las partes, a un árbitro o a un tribunal arbitral que
dicta una decisión conocido como laudo arbitral, sobre la controversia que
es obligatoria para las partes. Al escoger el arbitraje, las partes optan por
un procedimiento privado de solución de controversias en lugar de acudir
ante los tribunales.
 Tanto como por su neutralidad, confidencialidad, la posibilidad de elección
del árbitro, la reducción de tiempo y costos, considero que el arbitraje es
un medio heterocompositivo que posee muchas ventajas y funcionalidad
con respecto del proceso judicial.
 El arbitraje es un procedimiento que se debe aplicar con mayor frecuencia
para resolver las controversias entre las partes, para contrarrestar el
exceso de carga procesal en la jurisdicción ordinaria.
Referencia Bibliográfica:

1. Alarcón, L. (2010) El Arbitraje en el Perú. Perú: Lima. Recuperado de:

http://www.monografias.com/trabajos27/arbitraje-peru/arbitrajeperu.shtml

2. Parada, A. (2016). Ventajas del arbitraje frente al proceso judicial. Bolivia:

Santa Cruz de la Sierra. Recuperado de:

http://paradaabogados.com/es/blog-parada/785-ventajas-del-arbitraje-

frente-al-proceso-judicial

3. Rivera, W. (2008). El Arbitraje en el Perú. Lima: Universidad de San Martin

de Porres

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