"Eyaculación Femenina", Nancy Prada Prada.
"Eyaculación Femenina", Nancy Prada Prada.
"Eyaculación Femenina", Nancy Prada Prada.
—Aquí está el clítoris y aquí la uretra. Aquí, muy cerca, las glándulas de Skene, las
que producen la eyaculación. No hay que confundirlas con las glándulas de
Bartolini, que están debajo de la entrada de la vagina, aquí.
Era el segundo piso de una casa en Santa Bárbara, en el norte de Bogotá. Treinta y
cinco personas, diez hombres entre ellas, habíamos atendido la convocatoria virtual.
“Eyaculación femenina - La danza de la lluvia”, decía la pieza publicitaria que citaba
para un viernes de agosto a las ocho de la noche y prometía un espacio para
conversar sobre “todo lo que siempre quisiste saber sobre el squirt y nunca te
atreviste a preguntar”. Incluía la imagen de un grupo de mujeres en bikini, muy
delgadas, muy blancas y muy rubias, que disparaban sonrientes sus pistolas de
agua.
—Primero habíamos puesto la imagen de una mujer que había eyaculado, aunque
no se veía ella, solo las sábanas mojadas, pero siempre hay alguien que se ofende —
me aclara Mario, el conferencista, cuando le digo que semejante publicidad casi me
disuade de asistir.
—Si por un lado hay tabú —concluye Mario, antes del tic—, por el otro hay
banalización, como en los torneos de squirt.
No obstante, las vacilaciones que llenan los textos virtuales al respecto confirman
que todo sigue estando bajo sospecha. Saldría. Sería. Dicen que. Se hallaría. Estaría.
“No tiene base científica alguna”. Es una “supuesta” eyaculación. Entonces Mario
arranca por el comienzo.
Luego nos cuenta que aprendió lo que sabe de manera empírica. A fuerza de ensayo
y error, con muchas mujeres. Una suerte de trabajo de campo en eyaculación
femenina.
***
Tiene 41 años, un tercio de ellos dedicado a una exitosa carrera corporativa como
gerente de mercadeo. El encaje rojo de la blusa añade color a su rostro bronceado de
frente amplia. No usa maquillaje. Su cabello castaño le cae sobre los hombros. Se
formó como profesora de esta corriente yóguica en Estados Unidos y desde hace
cinco años dirige la línea de tantra en Dhakini, fundación que abrió junto con
Samuel, su compañero, con quien tiene una hija pequeña. Mientras come una
porción generosa de melón en cuadritos rociados con menta fresca, continúa.
Me explica que por eso es necesario liberar las misconceptions, los prejuicios que se
tienen en torno a la sexualidad, y abandonar el enfoque goal oriented, porque al
perseguir una meta se deja de estar abierta a la magia del encuentro.
***
Entre los participantes del taller noto en particular a Nataly, la mujer de cabello largo
sentada en flor de loto sobre una silla alta, a un costado del salón, que interviene en
repetidas ocasiones. Cuando hablamos a solas comienza por aclarar que en cada
mujer resulta distinto, pero que para ella sucede así: primero estimulación oral, que
le provoca una eyaculación escasa, muy libre pero sin éxtasis. Luego penetración,
que la hace eyacular en abundancia. Solo al final viene el orgasmo.
—Es como caer en un mar, literal. Me dejo rendir y me caigo y floto. Hoy puedo
decirte que soy capaz de mojar un colchón entero —afirma cuando hablamos de la
cantidad.
Nataly Garzón dejó su trabajo como productora audiovisual hace seis años, cuando
abrió la tienda virtual Sexysentido.com, proyecto que concibe como boutique
sensual, “porque se trata de despertar los sentidos para de verdad amar desde la
conciencia”. Tiene 35 años, 54 kilos, dos carreras, un marido y una hija. Se inició en
tantra hace cuatro años, junto a Mario, en la escuela de María. El camino espiritual
le ofreció otros sentidos a lo que ya hacía desde el comienzo de su vida sexual:
eyacular.
—Hay unas parejas con las que sí y otras con las que no. Ahora entiendo que se debe
a la conexión.
Habla mucho de eso. De la confianza en la otra persona. De la entrega. Del amor que
se comparte en ese instante. De la dedicación que debe prodigársele a su cuerpo para
que ocurra. Me recomienda el libro La mujer multiorgásmica.
Eventos como en el que nos encontramos tienen lugar cada vez con mayor frecuencia
alrededor del mundo. En Toronto, Shannon Bell, profesora de Ciencias Políticas de
la Universidad de York, lleva más de dos décadas realizando talleres de eyaculación
femenina, fascinada con lo que el cuerpo es capaz de hacer una vez sabe cómo. Está
segura de que eyacular es posible gracias a una técnica corporal que deviene en
declaración política. “Me dio una increíble sensación de poder y control sobre mi
cuerpo, además de muchísima diversión”, declara en How to Female Ejaculate, el
video que produjo en 2002. En Minnesota, la activista lesbiana Deborah Sundahl,
autora del libro Female Ejaculation and the G-Spot, realiza sus propios talleres, que
considera urgentes, pues, como la cita el diario El Confidencial de Madrid, “hay 60
por ciento de mujeres que aguantan su eyaculación sin saber qué es eso”. En Lima,
el colectivo de jóvenes La Manada Feminista convocó a su primer taller de
eyaculación femenina en septiembre de 2016, nada menos que en el campus de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
***
Con una explicación parecida, Mario abrió el único de sus talleres que no se detuvo
en la teoría. Me cuenta que sucedió hace tres años. En aquella ocasión, catorce
personas, en su mayoría psicólogos y terapeutas sexuales, se dieron cita en la
habitación acondicionada para yoga de un apartamento capitalino. Cojines en el
piso, flores, velas aromáticas. El público, atento, aguardaba la anunciada
demostración en vivo.
—Antes habíamos dictado solo una charla y se había transmitido por Facebook. Una
sexóloga, dedicada a terapias de pareja, lo vio y me contactó. Elizabeth. Hablamos
mucho. Le conté que a mí me interesaba compartir esto, pero que tal vez la única
forma efectiva era mostrarlo. Muy loco yo que se lo propuse sin más, pero más loca
ella que me dijo “de una”.
Elizabeth está tendida en medio del salón, con las piernas abiertas y la vulva
expuesta. Mario, de pie junto a ella, comienza a estimularla con una mano, mientras
continúa las explicaciones directamente sobre su piel. Abre los labios, señala el lugar
donde deben estar las glándulas, enseña el movimiento correcto de los dedos, la
intensidad que debe imprimírsele, la constancia. Algunos toman apuntes.
—Entonces me doy cuenta de que no va a suceder. Se necesita que sea verdad lo que
uno está transmitiendo, pero lo vi solo en ese momento. Lo que estaba haciendo era
explicarle a un público mientras me olvidaba de ella. Supe que así nunca iba a pasar.
Mario se detiene, retira la mano de entre las piernas de Elizabeth, le da la espalda al
público y la mira a ella, a los ojos. Se le acerca al oído y le susurra un inconfesable
chiste interno. Instala en medio de la sala un espacio privado, solo para los dos. —
Confío en ti—, le responde ella. Él le acaricia los senos, sin dejar de mirarla y
continúa bajando. Cuando finalmente se instala de nuevo en su vagina, una pareja
comienza a besarse. Mario hace lo que antes dijo que debía hacerse, hasta que
Elizabeth eyacula. No ha dejado de mirarle el rostro, así que la ve abrir los ojos, al
final del placer, y sonreír. Él entiende que es suficiente.
***
En nuestro taller también hubo espacio para las preguntas. Casi siempre son las
mismas.
—No, igual que la masculina. Hay orgasmos sin eyaculación y eyaculaciones sin
orgasmo.
—En serio.
—¿Y entonces?
—No es tan chistoso cuando ves que el colchón se echó a perder. Pero ya venden
sábanas aislantes para eso.
—Sí, ayuda a la regulación hormonal. Y quien la recibe puede beberla. Los libros
sagrados dicen que el amrita debe ser tomado directamente de la fuente. Es como
tomar un trago muy fuerte. Y nutritivo.
—Pero ¿exactamente cómo se hace?
—Estimulando la zona G, con una parte del cuerpo o con un objeto. Hay posiciones
y movimientos que ayudan. También es posible con sexo oral, pero para
principiantes la mejor alternativa son los dedos.
—Seguro.
***
Noviembre de 2011. Una amiga cercana me pide que le explique cómo es que
algunas actrices porno tienen orgasmos en los que expulsan líquido a gran
velocidad. Tengo 31 años y ya he terminado mi maestría en Estudios de Género. Le
digo lo que sé: que una amiga de un videochat de sexo me contó que ellas tienen un
truco, una jeringa bien acomodada que, accionada en el momento adecuado, hace
parecer que el chorro sale de la vagina. Que la información seria es contradictoria.
Que solo conozco a dos personas que dicen haberlo visto, y que ambos son hombres.
Que aunque yo a veces dejo charcos en la cama, nunca ocurre así, con propulsión.
Que, dado lo anterior, creo que los tales chorros son un mito.
Noviembre de 2014. Por fin me ocurre a mí. No siento vergüenza. Estoy con mi
pareja de años, solas en nuestra cama, desconectadas del mundo, y nos dejamos estar
en la intimidad de ese acontecimiento, rito iniciático de los orgasmos renovados que
estaban por venir.