Esposa Del Dios Mujer Egipcia Realeza y Culto Amon

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Esposa del Dios.

La mujer egipcia de la realeza y el culto a Amón

Desde los tiempos del Reino Antiguo encontramos en Egipto noticias acerca de mujeres que están
desarrollando funciones rituales en los templos. Ya en esos tiempos antiguos son frecuentes las
referencias a mujeres de clase alta que aparecen actuando como sacerdotisas de Hathor, Bastet o
Neith, lo que sucede también, aunque de modo más ocasional, en el Reino Medio, estando las
mujeres al servicio de divinidades que suelen ser femeninas. Hemet net-yer es la forma femenina de
un título masculino frecuente, Hem net-yer, que nos remite a un tipo de sacerdote incluido en la
jerarquía del templo. Lo usual es que estas sacerdotisas de los tiempos más antiguos sean hijas de
reyes o pertenezcan a familias de la nobleza.
A partir de la dinastía XII será frecuente que sean las esposas de los nomarcas. Se pretendía que la
actividad que estas mujeres desarrollaban en los templos resultase grata a la divinidad realizando
con esa finalidad actividades propias de su sexo, como el canto, la música y el baile. A modo de
ejemplo, podemos citar a la hija de un noble de Beni Hassan, de la dinastía V, que ostenta el título
de Gran Sacerdotisa de Hathor. Del mismo modo, en los textos y relieves de la tumba de Meresanj
III (Giza), que era nieta del rey Jufu, vemos que es distinguida con el título de Suma Sacerdotisa de
Thot y se la representa vistiendo la piel de pantera ceremonial que era propia de los ritos
sacerdotales.
A lo largo del Reino Medio estos puestos de las mujeres en los templos se fueron difuminando, si
bien todavía existen casos que confirman que al menos de modo residual se mantiene su presencia.
Así sucede con la estela de Taniy (Abidos) en la que está mujer fue representada cuando estaba
haciendo libaciones ante Osiris, que está situado ante una mesa de ofrendas.
Posteriormente, al menos desde inicios de la dinastía XVIII, ya en el Reino Nuevo, está atestiguado
que las mujeres ya no utilizan estos títulos en sus tumbas. Robins argumenta que en los reinos
Antiguo y Medio los sacerdotes eran funcionarios que dedicaban a los cultos solo una parte de su
tiempo. Después, en el Reino Nuevo, el sacerdocio pasará a ser una ocupación a tiempo completo,
de modo que ahora serán solo los hombres los que desarrollarán su vida profesional exclusivamente
como sacerdotes. Sería en este momento cuando las mujeres quedaron excluidas de estas funciones.
Ahora, las mujeres serán citadas solamente como Shemayet, es decir como instrumentistas
musicales, y servirán tanto a divinidades masculinas como femeninas.
Es el caso de los centros del culto a Amón en Tebas, en donde encontramos mujeres que son
instrumentistas de Amón o Mut, su esposa, o de la triada formada por Amón, Mut y su hijo Jonsu.
Lo usual en estos tiempos del Reino Nuevo es que sean las esposas de los sacerdotes las que
aparezcan actuando como instrumentistas en los mismos cultos que sus esposos. Estas mujeres son
representadas ahora realizando actuaciones musicales apropiadas a los cultos divinos. Eran mujeres
que pertenecían a las familias de la élite. Llama la atención que también había músicos varones,
pero cuando esto sucede se trata de personajes anónimos. No se encuentra el equivalente a ese título
entre los funcionarios. Es posible, como comenta Robins, que los hombres músicos no procedieran
de los mismos grupos sociales que las mujeres instrumentistas y que carecieran por tanto del estatus
social de estas. Todo sugiere así que las mujeres Shemayet actuaban de un modo voluntario y eran
reconocidas con ese título, en tanto que para los hombres, pertenecientes a las clases modestas, se
trataba de un trabajo remunerado, al que no se otorgaba ningún reconocimiento honorífico.
Acerca de las bandas musicales de los templos, que ya existían en el Reino Antiguo, sabemos que
en el Reino Nuevo estaban a cargo de La Grande de la Banda de Instrumentistas, Weret jener, que
usualmente era la esposa del sacerdote de más alto rango del templo o de algún alto funcionario.

Mano del Dios


En los Textos de las Pirámides se nos dice que Atum, el dios primigenio, una vez que tomó
conciencia de si mismo dio inicio a la creación del mundo y para ello utilizó su poder sexual,
masturbándose:
“Atum es aquel que (una vez) vino a ser, aquel que se masturbó en Iunu (Heliópolis). Cogió su falo
en su mano para poder tener así un orgasmo, y de este modo nacieron los gemelos Shu y Tefnut (los
primeros dioses creados)”.
En relación con estas creencias se desarrolló en Egipto la idea de la Mano del Dios, como un agente
femenino autónomo que estaba implícito en la idea de divinidad. En este sentido, ya en el Primer
Periodo Intermedio encontramos en algunos sarcófagos de Heracleópolis imágenes de Atum y de su
mano, como si fueran una pareja divina. En los tiempos del Reino Nuevo, el título de Mano del
Dios era aplicado a la esposa que acompañaba al heredero hasta el trono. Es ahora también cuando
surgirán en los templos mujeres sacerdotisas que ostentarán igualmente este título.
En este sentido, es posible que en el Reino Nuevo se llevaran a cabo en los templos rituales
destinados a estimular la sexualidad del dios que tenía allí su morada.
Con estos ritos lo que se pretendería sería facilitar la regeneración del mundo creado. Los egipcios
tenían miedo a las fuerzas enemigas del orden del cosmos. Tenían miedo al caos y sentían la
necesidad de proteger y regenerar de continuo lo que había sido creado.
José Miguel Parra sugiere que pudo existir algún tipo de ritual, del que nada se ha conservado, en el
que el rey, en cuanto símbolo viviente del dios, podía ser masturbado ceremonialmente por su
esposa, que actuaba como Mano del Dios. Es posible, incluso, que el semen fuese luego utilizado
mágicamente en ritos de execración destinados a aniquilar a los enemigos de Egipto. En todo caso,
el título de Mano del Dios, Dyeret neter, fue utilizado por sacerdotisas que estaban situadas a la
cabeza del harén, si bien no todas las reinas o hijas de reinas lo usaron. Era un título que
manifestaba una clara influencia del clero de Heliópolis, ya que estaba imbuido por la teología solar
acerca de la creación. Parece que dejó de usarse en los tiempos de la dinastía XXVI, con
Anjnesneferibre.

Divina Adoratriz
Los títulos de Esposa del Dios y Divina Adoratriz son títulos equivalentes, ya que se observa que a
partir de la dinastía XX son usados de un modo indistinto en los textos administrativos. El de
Divina Adoratriz es un título sacerdotal que aparece ocasionalmente en la dinastía XVIII, Duat
netyer. En tiempos de la reina Hatshepsut lo ejercía la hija del primer sacerdote de Amón, en tanto
que en el posterior reinado de Tutmosis III era utilizado por la madre de la esposa principal del rey.
A partir del Tercer Periodo Intermedio es cuando ambos títulos son claramente asociados, de modo
que la misma mujer portará ambos.
Ciñéndonos ya al título de Esposa del Dios, Hemet neter, desde la dinastía XII tenemos constancia
de que algunas reinas lo llevan ya en su titulatura. Es el caso de Imertnebes, hija de Duy. En estos
momentos tempranos parece que era un título honorífico, sin atribuciones concretas y será a partir
de la dinastía XVIII cuando alcance un gran prestigio. Será ahora cuando Amosis Nefertari, esposa
del rey Amosis, renunciará al cargo de Segundo Profeta de Amón y asumirá el de Esposa del Dios,
que pasará luego a su hija Meritamón, que se casará con Amenhotep I. Parece que el rey Amosis,
que expulsó de Egipto a los hyksos y a los nubios, se vio obligado a ausentarse frecuentemente de
Tebas, por lo que su esposa, transformada en Esposa del Dios, habría sido una herramienta poderosa
para mantener la Maat (el orden y la justicia) en el país. También utilizó este título Hatshepsut, hija
de Tutmosis I y que habría de llegar a ser reina. Un claro síntoma del prestigio de este título es que
tanto Amosis Nefertari como Hatshepsut lo utilizaron incluso como título único, prefiriéndolo al de
Esposa Principal del Rey.
Es de mencionar también que Hatshepsut, cuando se apropió de los títulos de rey, tuvo que dejar de
ser Esposa del Dios, ya que este no era compatible con el carácter masculino de un rey, de modo
que lo cedió a su hija Neferure.
Podemos citar diversas mujeres de la realeza que ostentaron este titulo de Esposa del Dios: Aset,
madre de Tutmosis III; Meritamón, hija de Tutmosis III; Meritre, madre de Amenhotep II, y Tiaa,
madre de Tutmosis IV. Después, en estos tiempos de la dinastía XVIII desaparece este título en los
registros, para volver a surgir en la figura de Satra, esposa de Ramsés I.
No sabemos la razón de todo ello, siendo de destacar, en todo caso, que el título solo aparece en la
región tebana, ya que fuera de ese territorio no se registran casos, y que para entonces, obviamente,
no existía la obligación de celibato para la mujer que lo portaba.
Cuando Amosis Nefertari recibió este título, su esposo, el rey Amosis, la dotó con un importante
dominio de tierras y funcionarios que actuaban como sirvientes. Los detalles se conocen a través de
la denominada Estela de la Donación y ponen de manifiesto que desde este primer momento, la
institución era muy poderosa. Se piensa que Hatshepsut pudo haber utilizado su poder como Esposa
del Dios para acceder a la regencia de Tutmosis III y para llegar incluso a proclamarse ella misma
rey. Todo sugiere que usó su notable poder religioso para acceder al poder político.

Clero femenino
En el periodo que transcurre entre las dinastías XVIII y XX la Esposa del Dios era una alta
sacerdotisa que desarrollaba sus funciones rituales en el templo de Amón en Karnak, para lo que
contaba con la colaboración de la Supervisora de las Concubinas, también conocida como La Más
Grande del Harén de Músicos de Amón, a cuyas órdenes estaban las demás sacerdotisas, que
estaban estructuradas en cuatro Phylaes, al frente de cada una de las cuales había una Supervisora
del Cuerpo Musical Sagrado de Amón. Es decir, aparte de la Esposa del Dios habría cinco grandes
sacerdotisas y un número amplio de sacerdotisas que integraban lo que podríamos llamar bajo clero,
agrupadas en Phylaes.
Tradicionalmente se pensaba que el cargo de Esposa del Dios señalaba a la heredera real, es decir a
la mujer de la familia real con la que se tenía que desposar el rey para encontrar su legitimación y
poder acceder al trono, pero esta idea se ha desestimado por Robins que piensa que el cargo
implicaba en esencia una función sacerdotal y que no fue establecido en la familia real hasta los
tiempos de Amosis. En la desmantelada Capilla Roja de Hatshepsut se ha representado a su hija
Neferure cuando está desarrollando precisamente diversas actividades de tipo ceremonial. Se
distinguen tres escenas
1.- Escena en la que se reproduce el rito de encender un brasero con una antorcha. Se piensa que
sería una representación simbólica de un acto en el que la Esposa del Dios estaría masacrando a los
enemigos de Egipto, a los que estaría quemando ritualmente. Se trataría, en suma, de materializar la
idea de la destrucción mágica de los nombres o las imágenes de los enemigos.
2.- Escena en la que se convoca a diversas divinidades a las que se ofrecen diversos manjares. Se ha
representado a diecisiete dioses que están situados ante listas de ofrendas. Ella tiene sus brazos
alzados en señal de veneración.
3.- Escena en la que la Esposa del Dios y otros sacerdotes, tras haberse purificado en el Lago
Sagrado del templo, entran en su interior. Es el Rey, Hatshepsut, quién está haciendo ahora los ritos
ante la estatua de Amón, pero esta escena nos confirma que la Esposa del Dios también participaba
en los rituales que se llevaban a cabo en el interior del santuario.
Uno de los ritos que se llevaban a cabo dentro del templo podría estar vinculado con lo que
antes comentamos acerca de la Mano del Dios. Parece tratarse de una referencia de tipo sexual de la
que desconocemos como se traducía en la realidad. En todo caso, todo sugiere que se trataría de
estimular la sexualidad y la fertilidad del dios, para que en palabras de Robins: “pudiese reactualizar
constantemente la creación original del universo y, así, proteger al mundo de un eventual regreso al
caos”. Se trataba de que estas mujeres habían de satisfacer sexualmente al dios, por lo que es
frecuente que se las represente bellas y carnales, a veces abrazando a Amón o como en el caso de
Amenirdis, sentada sobre sus rodillas.

Funciones
Las funciones de la Esposa del Dios, según Juan Carlos Estepa, serían las siguientes:
1.- Realizar actos de purificación en el Lago Sagrado del templo.
2.- Llevar a cabo ofrendas de ágapes ante el dios, al que apaciguaban con canciones y melodías.
3.- Ritos mágicos de destrucción de enemigos de Egipto, quemando sus imágenes en un brasero
ritual.
4.- Ritos de protección de Egipto. Para lo que la Esposa del Dios disparaba flechas mágicas a los
cuatro puntos cardinales.
5.- Era la responsable de la administración de los bienes asignados a la institución.
6.- Se ocupaba de que la estancia de Amón en la tierra le resultase grata. Para ello se encargaba de
diversas ceremonias: despertarle, asearle, vestirle, protegerle con talismanes, etc. Era también la
encargada de ofrecer la Maat a la divinidad, función que antes desarrollaba el Rey o el sacerdote en
el que delegaba.
Con el paso del tiempo y la llegaba al cargo de las esposas de origen etíope, estas mujeres llegaron a
ser en la práctica las soberanas de Tebas, ya que sabemos, y luego lo comentaremos, que no
dudaron en usar de muchas de las prerrogativas que eran propias de los reyes. Desroches comenta
incluso que llegaron a celebrar sus propios festivales Sed, algo que solo era propio de los faraones.
Tradicionalmente se venía pensando que la mujer que desempeñaba la función de Esposa del Dios
no podía desposarse con ningún hombre, sin embargo, al menos durante algunos periodos, esto no
fue así, ya que hoy sabemos que Amosis Nefertari y Hatshepsut, por poner dos ejemplos, estuvieron
casadas e incluso tuvieron hijos. En este sentido, durante la dinastía XVIII se puede distinguir, por
su vestimenta, cuando la mujer está actuando como Esposa del Dios, es decir, como sacerdotisa, y
cuando lo está haciendo como mujer de la realeza.
En tiempos posteriores, se la representará con las insignias que distinguían a las reinas, aunque
tengamos ante nosotros a una Esposa del Dios que es hija de un Rey, y no esposa de este.
Sabemos que las propiedades de la institución eran gestionadas por administradores, funcionarios
varones, de los que se conoce que llegaron a ser hombres poderosos y ricos. Para ellos, el
desempeño del cargo era un honor, ya que los aproximaba a la esfera del Rey, y también tenemos
constancia de que cuando estas mujeres fallecían eran enterradas en espacios especiales. Desroches
nos dice que en los tiempos del III Periodo Intermedio sus sepulturas estaban en el Rameseum, el
antiguo complejo funerario de Ramsés II, donde se ubicaban las capillas de las Adoratrices. Con las
dinastías etíopes, fueron enterradas en el entorno del templo de Medinet Habu, donde estaban
igualmente sus capillas.

Poder político
Tras la dinastía XX el sur de Egipto quedó de hecho bajo el poder del Sumo Sacerdote del templo
de Amón en Karnak y sabemos que solo gracias a la institución de la Esposa del Dios tuvieron los
reyes cierta autoridad en Tebas. En estos tiempos, el cargo era desempeñado por una hija soltera del
Rey, ya que de ese modo el faraón se aseguraba de que su hija, al no poder casarse, no pudiera
fundar una nueva dinastía y desalojarlo del poder. Corrían unos tiempos turbulentos y se trataba de
una medida pensada para evitar conflictos y asegurar que la hija que desempeñaba esta función tan
importante se mantuviera leal a su padre. Será, pues, ahora cuando la Esposa del Dios habrá de ser
una mujer virgen que vive en un estado de celibato terrenal que no debe ser perturbado por ningún
posible consorte. Antes, lo usual es que la función fuera desempeñada por una reina; ahora lo será
por una hija del Rey.
Desroches comenta el caso de Maatkare, hija de Psusennes I, cuyo cuerpo fue identificado en el
escondrijo de momias de Deir el-Bahari. A su lado estaba lo que en un primer momento fue
identificado como la pequeña momia de un niño de pecho, lo que produjo cierta sorpresa, ya que se
pensó que debía ser un hijo de esta Esposa del Dios. Estudios posteriores basados en radiografías de
esa pequeña momia confirmaron que lo que había en su interior era solamente el cuerpo de un
mono.
Entre las dinastías XXI y XXVI se han identificado doce mujeres que habrían sido portadoras del
título de Divina Adoratriz o Esposa del Dios. Según Estepa Carrillo serían: Maatkare Mutemhat y
Hénuttauy (dinastía XXI); Mehtusekhet, Karomama y Kedmerut (dinastía XXII); Shepenupet I
(dinastía XXIII); Amenirdis I, Shepenupet II y Amenirdis II (dinastía XXV), y Nitocris I,
Anjnesneferibre y Nitocris II (dinastía XXVI).
En esta etapa histórica, estas mujeres, que suelen aparecer con el título de Divina Adoratriz, se
convertirán en el elemento femenino más importante de la realeza, junto al faraón, que es el
elemento masculino, ya que ahora su cargo no es solamente sacerdotal sino que lleva implícitas
funciones políticas e ideológicas. En estos nuevos tiempos, la Gran Esposa del Rey verá como su
función queda relegada a ser la madre del heredero, asimilada a Mut, la esposa de Amón, que era la
diosa madre por naturaleza, que protegía a la familia, en tanto que la Divina Adoratriz es asimilada
a Hathor, y en sus funciones, al igual que esta diosa, se encarnarán la sexualidad, la seducción y el
encanto. La Divina Adoratriz es también la Mano del Dios y la que lleva la alegría a Amón.
Como símbolo de que estas mujeres han pasado a ser el instrumento político que garantiza el
control del Rey sobre Tebas y su entorno, en decir, en cuanto complemento femenino de la realeza,
podemos apreciar que en la dinastía XXV son representadas en las inscripciones monumentales al
mismo tamaño que el propio Rey y realizando funciones que hasta ahora eran propias de él. Vemos
también que están distinguidas con atributos hathóricos, como son el disco solar con cuernos, el
“ureos” y la piel de buitre junto a las dos plumas.
La titulatura que estas mujeres utilizan en estos tiempos nos confirma el papel político que están
desempeñando. Vemos que en la dinastía XXI Maatkare recuperó el de Mano de Dios, incluyendo
en su cartucho dos nombres, de un lado, Maatkare, que era su nombre de nacimiento, y de otro,
Mutemhat, que fue su nombre de coronación (es decir, su titulatura era en parte similar a la de un
faraón). En la dinastía XXII, sabemos que Koromama usó el título de Amada de Mut, y en la
dinastía XXVI, ya en época saita, Nitocris tuvo, además de su nombre de nacimiento, un nombre de
Horus y otro de coronación. Incluso utilizó el título de Hija de Re, propio del Rey, y pasó a
desempeñar el cargo de Primer Profeta de Amón en el templo de Karnak.

Estela de Nitocris
Estamos ahora en unos tiempos en que los gobernantes de Cush se han hecho con el poder de
Egipto y el rey Kashta, para asegurar su poder, gestionará con éxito que su hija Amenirdis sea
adoptada por Shepenupet, que venía actuando como Esposa del Dios/Divina Adoratriz, de modo
que quedaba asegurado que la hija de Kashta sería su heredera en ese cargo. Es en este momento
cuando se pone en marcha un plan de sucesivas adopciones que asegurarán en el futuro el poder de
los reyes. Vemos así que Amenirdis I (dinastía XXV) adoptará a Shepenupet II, hija del Rey Piy, y
que esta, a su vez, adoptará a Amenirdis II, hija del rey Taharqo, que habrá de ser la última Divina
Adoratriz de origen etíope.
Psamético I, monarca saita fundador de la dinastía XXVI, seguirá con esta política y logrará que
Amenirdis II adopte a su hija Nitocris I e incluso se ha conservado el texto que registra la toma de
posesión como Divina Adoratriz de esta mujer. Se trata de una estela en la que el Rey dice:
“Le he dado (a Amón) mi hija para que sea una Esposa del Dios y la he dotado mejor que a las que
lo fueron antes de ella. Seguramente él estará agradecido a su culto y protegerá la tierra de aquel
que se la dio a él.”
Esa dote que menciona el Rey fue importante. De siete nomos del Alto Egipto se aportaron 1.800
aruras de tierra, y de otros cuatro nomos del Bajo Egipto fueron cedidas 1.400 aruras. En total,
serían 3.200 aruras, lo que vendría a equivaler a unas 900 hectáreas de regadío. Además, del templo
de Amón y de otros templos habrían de aportarse 2.100 deben de pan diarios, más otras cantidades
diversas de bueyes, terneros, cerveza, leche, etc. Tenemos, pues, constancia del notable poder que
esta función otorgaba a la mujer que lo iba a desempeñar, poder no solo económico sino también
político, ya que gracias a la adopción de Nitocris I por Amenirdis II se pudo conseguir el control
pacífico de la Tebaida en el paso de la XXV a la XXVI dinastías.
Es en este contexto de tiempos revueltos en el que se entiende que el Rey quisiera que su hija,
colocada en el puesto de Esposa del Dios, se mantuviera célibe, como medio de impedir que
surgieran dinastías paralelas. En otro caso, los posibles hijos podrían haber representado una
potencial amenaza para el orden de sucesión que el propio Rey, su abuelo, deseaba. Comprendemos
también la importancia del papel jugado por las adopciones, ya que gracias a ellas los reyes
controlaban los posibles intentos de secesión por parte de las élites tebanas. Colocando a su hija
como Esposa del Dios en el templo tebano de Amón, el Rey evitaba posibles peligros para su
hegemonía en el sur de Egipto.
Sabemos que las dos Esposas del Dios que sucedieron a Nitocris I desempeñaron también la
importante función de Primer Profeta de Amón, al igual que aquella. Se trata de Anjnesneferibre,
hija de Psamético II, y Nitocris II, hija de Amosis. Que este cargo fuera ejercido por mujeres era
algo sin precedentes, que confirma el alto poder que habían alcanzado.
Tras la conquista de Egipto por los persas, que pone fin a la dinastía XXVI, se piensa que se
extinguió la función de la Esposa del Dios, si bien algún eco de la institución hubo de quedar
reflejado en los nuevos tiempos y al menos alguna mujer siguió realizando funciones similares, ya
que cuando Heródoto visitó Tebas (I, 182) nos transmitió noticias de “una mujer que se acostaba en
el templo de Zeus (Amón) y que no podía tener contacto carnal con ningún hombre.”

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Autor:
Ildefonso Robledo Casanova
[email protected]

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