Mateo 12-34-37
Mateo 12-34-37
Mateo 12-34-37
(Mateo 12:34-37)
Walter Cuadra 10:44:00 Evangelio según Mateo
Introducción
Para comprender estos versículos es importante no olvidar el contexto bíblico que los antecede. Debido
al odio que se había despertado en los líderes religiosos hacia la persona de Jesús y ante la impotencia de
encontrar algo de que acusarlo para desacreditarlo delante de la gente, estos hombres no tuvieron más que acudir
a la falsa acusación diciendo que las obras que Jesús hacía eran porque el diablo le ayudaba. Esto provoco que
cometieran el pecado imperdonable, la blasfemia contra el Espíritu Santo, y ahora nuestro Señor nos dice lo
importante que es cuidar de nuestras palabras ya que por un lado reflejan lo que hay en nuestras vidas, y
segundo, de toda palabra dicha por nuestra propia boca daremos cuenta en el juicio venidero.
De la abundancia del corazón habla la boca
Después de haberlos amonestado por su blasfemia imperdonable, el Señor les dice que es imposible
que alguien malo haga una buena obra, porque ellos decían que las buenas obras que Jesús hacía eran porque
hacía uso de poderes malignos, y esto es ilógico. Por eso les dice que mejor deberían evaluar un árbol por sus
frutos, si sus frutos eran buenos eso significaría que el árbol es bueno, pero si su fruto es malo no cabe duda
que se trata de un árbol malo. Así las buenas obras de Jesús testificaban que era bueno, y no solo eso, sino
también el Mesías. En contraste, estos perversos hombres que criticaban las buenas obras de Jesús difamándolo
no sabía que sus malas obras reflejaban lo que realmente eran y por ello les dice: ¡Generación de víboras!
¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Era difícil esperar algo bueno de estos hombres ya que eran
malos, y por tal razón su boca estaba llena de palabras venenosas como una víbora: ¡Generación de víboras!
¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Si hay algo que podemos ver en el ministerio de Jesús es su
franqueza hacia todos sabiendo que estaba en este mundo no para ser popular o agradar a todos los hombres,
sino para hacer la voluntad de su Padre. En esta ocasión utiliza una palabra fuerte para referirse a sus enemigos,
y los llama Generación de víboras. Realmente eran eso, descendientes de una generación que escondida en una
apariencia de piedad iban en contra de la voluntad de Dios, sus antepasados fueron personas que habían
perseguido a los profetas, los habían encarcelado y hasta matado, todo por una falsa religión, y por tal razón,
¿cómo podrían hablar algo bueno si eran malos? También es importante hacer notar que siempre que Jesús uso
palabras fuertes como generación de víbora, o sepulcros blanqueados, o hipócritas, o similares a estas, las dirigió
a sus enemigos, a aquellos que en su plena condenación se oponían a toda la verdad y se aferraban a sus
creencias y tradiciones pensando que eso los salvaría del juicio. Nunca veremos a Jesús utilizando este tipo de
palabras fuertes en contra de sus discípulos. De esto uno puede aprender dos cosas. La primera es que debemos
evitar insultar a la gente desde el púlpito, especialmente a los hermanos ya que esto seria una mala aplicación
de este pasaje. Por otro lado, si bien en cierto que Jesús fue duro con los fariseos, esto no significa que nosotros
haremos lo mismo con los incrédulos que se oponen al evangelio ya que no olvidemos que el principio
predominante en la Biblia no es devolver mal por mal, sino solamente bien. Lo cierto es que debemos siempre
estar prestos a proclamar el evangelio y defender nuestra fe y para esto debemos pedirle sabiduría a Dios para
hacerlo de manera eficaz, sin caer el vanas discusiones y sin ofender la dignidad de nadie, solamente denunciar
las falsas doctrinas y a quienes las enseñan: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de
nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la
fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde
antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia
de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo”, (Judas 3-4). Por tanto, como
Jesús los cristianos también estamos llamados a contender ardientemente por la fe y denunciar sin temor a
aquellos enemigos que se atrevan a oponerse a la verdad.
Ahora Jesús refuerza la gravedad que tienen las palabras ociosas diciendo que aun por ellas los
hombres serán juzgados en el día del juicio. La palabra “ociosa” proviene del griego argós (ἀργός), la cual
significa algo inservible, completamente inútil. Así son todas las palabras que no agradan a Dios: son
maldicientes, llenas de vanagloria, blasfemas y completamente inservibles, solamente nos condenan. La Biblia
advierte del peligro que las palabras ociosas tienen, por ejemplo, Santiago dice que la lengua es un miembro
difícil de controlar que se jacta a sí misma, que provoca grandes estragos con sus palabras y es alimentada por
el mismo infierno si no se controla: “He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos
obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de
impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así
también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque
enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros
miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el
infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido
domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede
ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los
hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición.
Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede
dar agua salada y dulce”, (Santiago 3:3-12). Tan peligrosos son los pecados de la lengua que nos pueden
arrastrar al infierno y por ello debemos buscar la forma de refrenarla porque en la eternidad los hombres darán
cuenta hasta por sus palabras: Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán
cuenta en el día del juicio. Por tal motivo nuestra lengua debe abstenerse de pronunciar cualquier palabra ociosa
y solamente proclamar las grandezas de Cristo. En la vida solo tendremos dos opciones, o usamos nuestra
lengua para confesar nuestra fe para salvación, o nuestras mismas palabras nos condenan: Porque por tus
palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Aquellos hombres que blasfemaron contra Jesús
tenía un corazón malo y por eso sus palabras eran ociosas a tal punto que se atrevieron a blasfemar contra el
Espíritu Santo. Así muchas personas sin saber lo grave de sus palabras se condenan a una eternidad en el
infierno, pero muchos se salvaran asegurándose que su boca solo confiese su fe en Jesús: “que si confesares
con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”, (Romanos 10:9-10).