ELENA ANDRÉS - La Educación de La Interioridad Un Proceso de Desvelamiento
ELENA ANDRÉS - La Educación de La Interioridad Un Proceso de Desvelamiento
ELENA ANDRÉS - La Educación de La Interioridad Un Proceso de Desvelamiento
Taller
Elena Andrés
L A ED U CA CI ÓN D E
L A IN TERI ORI D AD :
UN PROCESO D E D ESV EL A MI EN TO
Leo en el documento sobre el carácter propio de los centros de La Salle que la interioridad y
la trascendencia son dos de los valores que proponéis a los alumnos/as. Esto me lleva a
hacerme una pregunta ¿Es la interioridad un valor o más bien una dimensión constitutiva del
ser humano? ¿y la trascendencia?. Respondo con las palabras de un jesuita catalán
antropólogo y especialista en diálogo interreligioso: “El espíritu del hombre- esa semilla de
divinidad que hay oculta en él- no puede desvelarse ni despertarse por sí misma. Pero sí que
es tarea suya prepararse para tal desvelamiento”1
“El espíritu del hombre”, ese lugar interior más allá de los sentimientos, los recuerdos, las
imágenes y las palabras. La educación de la interioridad, desde la clave evangélica, se
propone ayudar a ese desvelamiento del espíritu porque ciertamente la interioridad es una
dimensión de toda persona, pero hay diferentes maneras de entender la misma, en este
sentido “el Evangelio es un itinerario para abrir en profundidad la interioridad humana”2.
Precisamente uno de los dramas de los hombres y mujeres del mundo occidental, habitantes
de la sociedad del bienestar, está siendo la pérdida de la vida interior, la emigración del
interior hacia lo de fuera que se concreta en tantas ocasiones en el aparecer (culto a la
imagen) y tener. “Exterioridad e interioridad son los dos planos de la condición humana, lo
que significa que el ser humano es capaz de un doble movimiento: de un movimiento hacia
“los adentros” (como diría María Zambrano) y de un movimiento hacia “el afuera”, es decir,
hacia el exterior, hacia el mundo y las cosas que hay en él. Habitante entre dos mundos, ser
de frontera, la persona puede moverse ad intra y ad extra, y ambos movimientos configuran
su modo de ser”3. Precisamente el modo de vida de las llamadas sociedades desarrolladas ha
ido, poco a poco, paralizando uno de los dos movimientos que nos configuran, justamente el
que va hacia dentro, hacia el hondón de la persona. Sin embargo, esta falta de contacto con el
interior no es patrimonio de esta época histórica. En el siglo XIV M. Eckhart, místico y
maestro espiritual, ya nos avisa de esta tendencia del ser humano de habitar fuera de sí:
“Dios está siempre dispuesto, pero nuestra falta de preparación es grande; Dios está cercano
a nosotros, pero nosotros estamos lejos de Él; Dios está en nosotros, nosotros estamos fuera
de nosotros; Dios está en su casa en nosotros, nosotros somos los extranjeros”4.
1
Javier MELLONI S.J.: La mistagogía de los ejercicios. Mensajero-Sal Terrae, Col. Manresa nº 24, Santander-
Bilbao, 2001, pág. 100.
2
Joseph María Rovira BELLOSO, Intimior intimo meo”, en AA.VV.: La interioridad un paradigma emergente.
PPC, Madrid, 2004, pág.18.
3
Francesc TORRALBA, “Interioridad y ética”, en: AA.VV.: La interioridad: Un paradigma emergente. PPC,
Madrid, 2004, pág. 153.
4
Maestro ECKHART, sermón nº 8.
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Actualmente esta orfandad de interioridad es una realidad con la que nos encontramos todos
aquellos/as que nos dedicamos a la pastoral de una u otra mera. En mi caso el trabajo con los
adolescentes me ha ido mostrando la urgencia de un serio trabajo de búsqueda de un proceso
de adentramiento en el interior que sea significativo y asequible a estos adolescentes, es lo
que yo entiendo como educación de la interioridad. Para comprender el porqué y el como de
esta propuesta previamente es necesario recordar el modelo de hombre-mujer que proviene
de la antropología cristiana.
DIMENSIÓN CORPORAL
DIMENSIÓN PSICOLÓGICA
DEBIR
DIMENSIÓN ESPIRITUAL
Se trata de un esquema muy simple de las dimensiones humanas, pero que nos permite ver
con claridad las diferentes fases de la educación de la interioridad. La dirección que
emprendemos va desde las capas más exteriores (cuerpo) hacia lo más profundo, el Debir.
Todo ello para abrir la puerta de la unificación y la unidad.
Según este esquema, cada persona lleva en sí la presencia de Dios, es templo del Espíritu
(1Cor 3, 16). Estas dimensiones que representamos como círculos concéntricos, forman una
unidad, ninguna puede dejarse al margen en este camino hacia el interior y todas quedan
iluminadas y resituadas a la luz de la experiencia de Dios. En este sentido, la educación de la
interioridad sería un proceso de desvelamiento que lleva al adolescente y al joven a ir
descubriendo, a partir de la experiencia de la riqueza de ser persona, del contacto con sus
luces y sombras, con sus sentimientos y sueños, a partir de un nuevo enfoque de su manera
de relacionarse y de entender al otro, la presencia de un Tú diferente a sí mismo y a todos
pero que está presente en todo y en todos. Del mismo modo que Jesús de Nazaret desvelaba
en las personas con su mirada, con su acogida, con su perdón, la presencia de Dios, así a
nosotros nos toca ir corriendo el velo del templo que hace pensar a los jóvenes que Dios está
fuera, separado de su vida, al margen de sus sueños y conflictos.
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En el centro de los tres círculos concéntricos se encuentra ese lugar interior del que
hablábamos al comienzo, en el esquema viene nombrado como Debir, para que entendamos
su significado acudo a la imagen del Templo de Jerusalén. El Templo o casa de Yahvéh era
un edificio alargado con tres piezas sucesivas: el Ulam o vestíbulo (atrio), el Hekal o Santo
(Santuario) gran sala de culto y el Debir (Santo de los Santos), la cámara del fondo, la parte
más sagrada en la que está el Arca de la Alianza, lugar sagrado separado del resto del Templo
por un velo o mampara. Allí únicamente entraba el Sumo Sacerdote judío una vez al año y lo
hacía con una cuerda atada a su tobillo: si moría estando en el Debir, nadie podía entrar a
recoger su cuerpo, así pues, tirando de la cuerda lo sacaban de allí. Como veis, en el plano
del templo observamos una progresión de lo más exterior a los más interior hasta llegar al
centro, al lugar oculto donde mora Dios.
Cuando en los sinópticos leemos que el velo del Templo se rasgó de parte a parte lo que se
nos está diciendo es de un importancia capital. El velo cae, se rompe, es decir, ya no hay
distancia entre Dios y el hombre, todos podemos entrar en la presencia de Dios, es más, Dios
mismo mora en nuestro Debir interior. Es por esa razón que Pablo nos dice que Jesús es ya el
único y sumo sacerdote y Él ha querido adentrarnos de una vez para siempre en la presencia
de Dios a través de su propio cuerpo, de su entrega (Hb 5, 1ss).
Saber y gustar esta verdad de nuestra fe no es ni mucho menos ajeno al trabajo pastoral.
Desde esta perspectiva nuestra labor de acompañamiento de los adolescentes y jóvenes no es
otra cosa sino un trabajo consistente en ayudar a descorrer ese velo que opaca la presencia de
Dios. Nos toca acompañar a los chicos y chicas en el recorrido por esas sendas que les van
llevando progresivamente hacia el centro, sendas no carentes de peligros, escollos y cantos
de sirena. Al final, nosotros nos detendremos justamente en el umbral que da paso al Debir,
porque el adentramiento en ese lugar interior es pura gracia, don de Dios. Sin embargo, hasta
ese momento, podemos ayudar a generar las condiciones interiores que posibiliten la
experiencia de Dios, objetivo último de la educación de la interioridad.
1) Objetivos principales:
a. Unificar la persona, tanto en su dimensión física, como psicológica y
espiritual.
b. Construir la unidad con los demás, con la naturaleza y con el Absoluto.
2) Contenidos esenciales:
a. El trabajo corporal.
b. La integración emocional.
c. La apertura a la trascendencia.
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a) El trabajo corporal:
Por medio de técnicas de relajación, conciencia corporal, ejercicios de estiramiento y ritmos
respiratorios se intenta potenciar el equilibrio físico y unificar el cuerpo con la dimensión
interior de la persona.
b) La integración emocional:
A través de las dinámicas, de la reflexión personal, del diálogo y del acompañamiento
individualizado se pretende aportar herramientas que permitan el autoconocimiento, pero,
también, el descubrimiento de la individualidad del otro.
c) Apertura a la trascendencia:
Partiendo de la experiencia interior generada a través de ejercicios sencillos de iniciación a la
meditación se intenta conducir a los adolescentes y jóvenes hacia el planteamiento de las
cuestiones fundamentales de la condición humana.
El trabajo corporal. La mayoría de las personas tenemos un contacto muy superficial con
nuestro cuerpo. Hablamos de cuerpo y decimos tengo un cuerpo o este es mi cuerpo, pocas
veces hablamos de corporalidad o dimensión corporal y decimos yo soy mi cuerpo. El
descubrimiento del cuerpo como amigo, como interlocutor que me avisa de tantas cosas
internas (dolores y enfermedades psico-somáticos), como el medio que tengo para
expresarme ante los demás y ser yo en el mundo, es algo necesario, bueno, que prepara el
terreno para irse adentrando en capas más profundas de sí mismo. Además el trabajo a partir
del cuerpo es una forma amable, divertida y natural de ir entrando en el silencio. Comparto
con vosotros/as algunas de las posibles técnicas que llevan hacia el silencio corporal:
Los ejercicios de conciencia corporal. Son ejercicios de duración variada
que nos posibilitan entrar en contacto con la totalidad de nuestro cuerpo
haciéndonos conscientes de detalles que en la vida diaria nos pasan
desapercibidos. Además este ejercicio nos lleva, poco a poco a estar presentes
en el presente, es el mismo principio de fondo de ejercicios como la caminata
zen: experimento cada paso desde el interior, no hay prisa, no pienso en lo que
he caminado ni en lo que queda por caminar (al estilo del barrendero de
Momo)
¿Cómo realizarlo en un grupo? Previamente es necesario explicarles lo que
vamos a hacer y por qué, eso les ayuda a no verlo como algo desconectado del
trabajo interior y también les ayuda a no sentirse ridículos. Saber hacia donde
vamos y por qué nos ayuda a todos. La explicación iría en la línea de hacerles
caer en la cuenta del escaso contacto que tenemos con nuestro cuerpo, de que
hay zonas del cuerpo de las que sólo nos acordamos cuando nos duelen, etc.
Les avisamos de que lo único que tiene que hacer es caminar libremente por la
sala y estar atentos a lo que se les irá proponiendo.
Comenzamos llevando la atención a la planta de los pies, como si sólo
existiera esa zona del cuerpo. Les indicamos que se hagan conscientes de
todas las sensaciones que notan en las plantas de los pies: frío, calor, el
contacto de la piel con los calcetines o el suelo, en qué zona de la planta del
pie recae el peso corporal con cada paso... Lentamente, sin prisa. Así iremos
recorriendo el cuerpo hacia arriba: rodillas, caderas, abdomen, manos, brazos,
hombros, columna vertebral, cuello, rostro. Se trata de hacerse consciente de
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esa parte del cuerpo e investigar todos los movimientos que podemos hacer
con ella. Entre parte y parte del cuerpo nos detenemos, respiramos hondo y
nos preguntamos ¿Cómo estoy?¿Qué me hace sentir esta forma de mover mi
cuerpo?
Relajación. Puede hacerse tumbados, sentados o de pie, lo más indicado es
comenzar a hacerlas tumbados (bocarriba, piernas sin cruzar, brazos estirados
a ambos lados del cuerpo, cabeza apoyada sobre la nuca, ojos cerrados).
Podemos relajar el cuerpo a través de la concentración en la respiración o a
través de la alternancia tensión-relajación de diferentes partes del cuerpo. Las
relajaciones son también ejercicios de conciencia corporal cuando les
invitamos a visualizar diferentes partes del cuerpo relajándolas a través de la
respiración.
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Las dinámicas: Son propuestas arriesgadas a través de las que colocamos a los
adolescentes en el disparadero, es decir, hacen experiencia de algo, por ejemplo, el
lastre de las etiquetas, la esclavitud de vivir pendiente de los juicios propios o ajenos:
les envolvemos e inmovilizamos con un plástico a cada uno en el que previamente
han escrito las etiquetas que les han ido colgando durante toda su vida: Te guste o no
esto eres tú, decimos a cada uno. Las reacciones surgen, después comentamos
dejando fluir. A nadie nos gustan las etiquetas pero, ¿sabemos quienes somos de
verdad o quién queremos llegar a ser? ante la experiencia del agobio anterior hacen
falta pocas palabras.
La expresión artística. Poder pintar libremente sobre una sábana blanca con las
manos y los pies embadurnados de pintura, escribir un poema o una canción sin
pensar demasiado, dejándose llevar por los sentimientos y sensaciones nacidos de una
dinámica, de una relajación, modelar arcilla o plastilina con los ojos vendados o
cerrados dejando fluir lo que sale de dentro, aprender una danza contemplativa, son
algunas de las posibilidades para dejar salir, para expresarse. No se trata de hacer
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obras bella para exponerlas después, se trata de encontrar diferentes vías de expresión
de muchas cosas para las que las palabras se quedan cortas.
Los juegos. Juegos que nos permiten ayudar al grupo, a la clase a sacar energía
acumulada y que les prepara para adentrarse en un trabajo más silencioso; juegos que
nos darán la pista de por donde van las relaciones grupales: chavales aislados, líderes,
enfados, etc; juegos que de manera suave van ayudando a que todos estén con todos y
nadie quede al margen, en definitiva, el juego como medio para crear buen ambiente
y para conocernos y relacionarnos mejor sin darnos cuenta. Pero también existe una
forma de secuenciar determinados juegos que permite ir generando en el grupo un
ambiente de sinceridad e intimidad que favorezca la expresión de sentimientos y la
práctica de ejercicios encaminados al trabajo de las relaciones interpersonales vivido
desde los más interior.
A través de todo lo anterior vamos preparando el terreno, labrando la tierra, para que, a su
tiempo, se dé la eclosión de Dios que mora en nuestro interior. Nuestros jóvenes, ante un
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Si de verdad creemos que Dios está dentro de nosotros y allí espera nuestra llegada para
derramar su amor, para hacer fiesta con nosotros, entonces eso ha de traslucirse en nuestra
forma de acercar a los jóvenes a su interior, una forma de hacer respetuosa, que tenga en
cuenta los procesos individuales, pero también una forma de hacer arriesgada, creativa,
ecuménica, en diálogo con lo mejor de cada experiencia religiosa.
Los jóvenes de hoy, como los de todas las épocas, tienen sed de verdad, de alegría, de vida,
de sentido, y de todo eso no anda escaso el evangelio de Jesús. Preparemos los caminos no a
Dios que ya está dentro, sino a nosotros. adultos y jóvenes, que tantas veces estamos fuera
de nosotros.
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