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La Lechera

La niña ayuda a su madre enferma a vender la leche de la granja en el mercado para ganar dinero e invertirlo en huevos, pollitos y eventualmente una ternera, pero tropieza y rompe el cántaro, perdiendo la leche y sus sueños de riqueza. Aprende que es mejor no ser demasiado ambicioso y vivir el presente.

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La Lechera

La niña ayuda a su madre enferma a vender la leche de la granja en el mercado para ganar dinero e invertirlo en huevos, pollitos y eventualmente una ternera, pero tropieza y rompe el cántaro, perdiendo la leche y sus sueños de riqueza. Aprende que es mejor no ser demasiado ambicioso y vivir el presente.

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1 Adaptación de la fábula de Félix M.

Samaniego

Había una vez una niña que vivía con sus padres en una
granja. Era una buena chica que ayudaba en las tareas de
la casa y se ocupaba de colaborar en el cuidado de los
animales.

Un día, su madre le dijo:

– Hija mía, esta mañana las vacas han dado mucha leche y
yo no me encuentro muy bien. Tengo fiebre y no me
apetece salir de casa. Ya eres mayorcita, así que hoy irás tú
a vender la leche al mercado ¿Crees que podrás hacerlo?

La niña, que era muy servicial y responsable, contestó a su


mamá:

– Claro, mamita, yo iré para que tú descanses.

La buena mujer, viendo que su hija era tan dispuesta, le dio


un beso en la mejilla y le prometió que todo el dinero que
recaudara sería para ella.

¡Qué contenta se puso! Cogió el cántaro lleno de leche


recién ordeñada y salió de la granja tomando el camino
más corto hacia el pueblo.

Iba a paso ligero y su mente no dejaba de trabajar. No hacía


más que darle vueltas a cómo invertiría las monedas que
iba a conseguir con la venta de la leche.
– ¡Ya sé lo que haré! – se decía a sí misma – Con las
monedas que me den por la leche, voy a comprar una
docena de huevos; los llevaré a la granja, mis gallinas los
incubarán, y cuando nazcan los doce pollitos, los cambiaré
por un hermoso lechón. Una vez criado será un cerdo
enorme. Entonces regresaré al mercado y lo cambiaré por
una ternera que cuando crezca me dará mucha leche a
diario que podré vender a cambio de un montón de dinero.

La niña estaba absorta en sus pensamientos. Tal y como lo


estaba planeando, la leche que llevaba en el cántaro le
permitiría hacerse rica y vivir cómodamente toda la vida.

Tan ensimismada iba que se despistó y no se dio cuenta


que había una piedra en medio del camino. Tropezó y ¡zas!
… La pobre niña cayó de bruces contra el suelo. Sólo se hizo
unos rasguños en las rodillas pero su cántaro voló por el
aire y se rompió en mil pedazos. La leche se desparramó
por todas partes y sus sueños se volatilizaron. Ya no había
leche que vender y por tanto, todo había terminado.

– ¡Qué desgracia! Adiós a mis huevos, mis pollitos, mi


lechón y mi ternero – se lamentaba la niña entre lágrimas
– Eso me pasa por ser ambiciosa.

Con amargura, recogió los pedacitos del cántaro y regresó


junto a su familia, reflexionando sobre lo que había
sucedido.
Moraleja: a veces la ambición nos hace olvidar que lo
importante es vivir y disfrutar el presente.

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