Arteterapia Barbecho La Dimensión Del Apuntalamiento Por Osvaldo Bonano
Arteterapia Barbecho La Dimensión Del Apuntalamiento Por Osvaldo Bonano
Arteterapia Barbecho La Dimensión Del Apuntalamiento Por Osvaldo Bonano
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Psiquis
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La dimensión del Apuntalamiento Lic.Osvaldo Bonano 2
Lo psicobiológico y lo histórico
Vamos a ver el momento lógico de la construcción de las primeras formas de
la fantasía. No podemos menos que aceptar que los seres humanos tienen
fantasías ¿pero de dónde vienen? ¿Cómo es que cada ser humano tiene fantasías?
Se presentan una serie de variantes, según las cuales hay quienes sostienen que
los humanos tienen fantasías porque les vienen dadas desde la herencia.
Una de las maneras posibles del reduccionismo psicologista consiste en
concebir un desenvolvimiento endógeno del mundo psíquico; según este planteo el
sujeto cuando nace ya trae puestas las fantasías, sobre todo las más arcaicas o
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primitivas. Por lo tanto ya existe un mundo fantasmático absolutamente antes de la
intersubjetividad y de la interacción con el mundo social, son fantasías a-priori de la
experiencia. Frente a aquellas corrientes que plantean que esa estructura
fantasmática originaria o arcaica, con los afectos que le corresponden, las pulsiones
de carácter hostil o amorosas son factores últimos, inmanentes al sujeto, están los
que se oponen y sostienen que esas fantasías y afectos existen pero que son un
producto construido en la interacción con los otros, con la familia, con el mundo
histórico-social; que el mundo psíquico se construye, aún en sus elementos más
arcaicos y primarios, en el intercambio intersubjetivo y con la marca instituyente y
estructurante en cada subjetividad, del imaginario social y las significaciones
socioculturales. En nuestra cátedra nos inclinamos más bien por lo segundo
Sostener esta posición teórica en absoluto implica aceptar que el mundo
psíquico sea una copia o reflejo simple de lo que sucede en el mundo social. Es
también una tesis reduccionista enfatizar que no hay nada en el mundo psíquico
que no sea producto de la interacción con los familiares, los grupos y la sociedad,
pero sobre la matriz de pensar mundo psíquico como reflejo o copia del mundo
histórico y político
El concepto de apuntalamiento trata de proponer una visión de la fundación,
estructuración y despliegue del psiquismo que no sea ni un reflejo simple de lo
social ni tampoco algo en que lo histórico social interviene cuando lo básico ya está
constituido. La articulación del psiquismo con el mundo histórico social es una
relación de inherencia, como sostiene Castoriadis. Una cosa no puede ser pensada
sin la otra; en el ámbito de la génesis de las estructuras no puede pensarse en un
despliegue del histórico social si no mediara el juego de la imaginación radical,
creadora del mundo de lo simbólico, de las instituciones y recíprocamente tampoco
puede pensarse un psiquismo que no esté constituido desde la institución social.
Nivel psíquico
Pulsiones sexuales
Objeto: pecho
Realización del Deseo
Placer
Nivel biológico
Necesidades (luego: pulsiones de autoconservación)
Objeto: leche
(Satisfacción de la necesidad por acción específica de la madre)
Imaginemos la escena: el bebé nace; se produce una modificación brusca de
las condiciones de existencia. Es el momento en que el bebé es recibido la madre,
quien satisface su necesidad a través de suministro de la leche, mediante lo que en
psicoanálisis se llama acción específica. Ahora bien, ese es el nivel biológico, el de
la necesidad, y el objeto en ese plano es la leche La satisfacción de las necesidades
ya no es automática, como lo era a través del cordón umbilical, sino que, y este es
uno de los requisitos para el surgimiento del psiquismo, al no haber una satisfacción
automática de los desequilibrios del medio interno, va surgiendo algo tan bien
reflejado por el famoso refrán criollo: el que no llora no mama. En el estado de feto
no es necesario llorar, ni hacer ninguna cosa para obtener lo que se necesita. La
acción específica es la cancelación de una tensión de necesidad en su fuente; el
estado de falta de alimento y la sensación de hambre, tienen una fuente, se tratará
de la carencia de glucosa en sangre, en fin, es aquello que estudia la fisiología; y la
acción específica es la acción que logra cancelar esa tensión porque altera ciertos
parámetros bioquímicos del interior del cuerpo. Va de suyo que el bebé es
absolutamente incapaz de realizar acción específica alguna para satisfacer
cualquiera de sus necesidades. Durante un larguísimo período todas las acciones
específicas que logran resolver las necesidades del bebé van a ser cumplidos por la
madre o, para decirlo más precisamente: por el objeto auxiliar. Freud ya decía en
Psicología de las masas que la psicología individual es Psicología Social en el
sentido lato del término porque el otro siempre está incluido en el aparato psíquico
como objeto, auxiliar o adversario. Precisamente, una de las posiciones del otro en
el psiquismo es la de auxiliar.
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En el vínculo en que el bebé está puesto en el pecho de la madre, al tiempo
que se cumplen con estas funciones biológicas, se estructura la relación con el
pecho, que para el psicoanálisis no es ya el objeto de la necesidad sino del deseo.
En las sucesivas experiencias de alimentación y contacto, la madre envuelve al
bebé en un baño sonoro; le habla, lo mira en un intenso contacto de piel y sonidos.
En el marco de las experiencias de satisfacción, se va constituyendo un operador
fundamental, que el psicoanálisis define como sexualidad.
La dimensión crítica
El concepto de apuntalamiento es impensable si no actúa en conjunto la
dimensión de la crisis. El apuntalamiento es una estructura intermediaria que se
construye en aquellas situaciones críticas que no son excepcionales, sino que son
regulares. La dimensión crítica no sólo es propia del psiquismo, sino que esta
perspectiva de las cosas como emergentes desde lo crítico es propia de una visión
del mundo en su conjunto, tal como lo plantean los nuevos paradigmas. A diferencia
de lo que planteaban los paradigmas clásicos de un mundo pensado en su
permanencia, repetición, en el que siempre todo es igual y reducible a unos pocos
elementos atómicos o básicos, el mundo que describe la actual epistemología es un
mundo diverso, lleno de convulsiones y eventos, de los cuales emergen órdenes
nuevos y absolutamente desconocidos. El universo que habitamos es producto de la
crisis del Big Bang, antes de lo cual no existía un universo tal como hoy lo
conocemos. La aparición de los sistemas planetarios, implica situaciones de crisis
de las cuales emergen estructuras diferentes y novedosas.
La dimensión crítica implica también una proposición antropológica, porque
plantea que es inherente al ser humano, como lo es al mundo y a la sociedad, una
propensión, una probabilidad alta de que se vayan cursando situaciones críticas
cada tanto y que el desarrollo de ciertas estructuras sea precisamente un efecto
posible de las crisis. El nacimiento implica una situación de crisis decisiva, hay
ciertas condiciones que ya están agotadas y las otras apenas existen. La estructura
del apuntalamiento permite que se curse esa crisis y que de su resultado emerje la
estructura psíquica. De allí en adelante todo cursa bajo esa condición: cada etapa
evolutiva va a ser el agotamiento de la estabilidad de la seguridad anterior, el
desapuntalamiento sobre los apoyos que se habían construido, la búsqueda e
instalación de una estructura intermediaria, entre la que estaba y la que puede
advenir, y un proceso de trabajo que va a permitir cursar y resolver esa crisis, hasta
su extinción o la precipitación del hundimiento, la catástrofe.
Se sabe que en la noción clásica del concepto, la crisis implica una
bifurcación: una de las ramas conduce a la superación o resolución de la crisis por
vía de la creación de una estructura más compleja, superadora, y otra de las vías
conduce a la catástrofe. Toda relación de crisis siempre implica esta bifurcación
posible. Desde este punto de vista se concibe al ser humano como producto de
crisis sucesivas, de la cual la primera sería la del nacimiento, y precisamente allí
trabaja la estructura del apuntalamiento, tal como vimos.
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La transicionalidad
D.W.Winnicott es el autor que propuso el concepto de objetos y fenómenos
transicionales. El prototipo del objeto transicional es el osito de peluche, la
frazadita, la sabanita, que el bebé muerde, chupa. Se sabe que el objeto
transicional calma la angustia de separación. El osito como objeto transicional está
representando el vínculo contenedor y amparador con la madre. Al chico le cuesta
dormirse, y la madre tiene que quedarse un rato con él; el osito con el que el chico
se duerme tocándolo, no por casualidad es de felpa, de una textura parecida a la
piel, a los pelos que recubren la piel de los primates; algo suave y prensil que tiene
que ver con la función membrana puesto que representa el contacto del bebé con la
piel materna. Está vinculado, más que a la piel materna, a esa impronta de las
viejas estructuras de apego que poseen los seres humanos desde los antepasados
monos, donde le cuerpo de la madre está totalmente revestido de pelos. Ese objeto
está en el lugar lógico de la madre, pero no es la madre; es lo que media entre el yo
del bebé y la madre en su función protectora. El objeto transicional no se abandona
nunca, siempre está disponible
El objeto transicional tiene la característica de ser un reaseguro contra la
angustia o la pena. Además de las características físicas que describimos, tiene
también ciertas características lógicas, en especial su estatuto paradojal. Porque no
es la madre, no es el bebé. Está entre los dos y además está prohibido preguntar de
quién es; está prohibido denunciar la paradoja, puesto que hacerlo destruiría su
carácter intermediario. Se pone en juego activamente enlazando dos campos
mentales. No es la mamá pero la representa. No es el bebé pero representa el
vínculo del bebé con la madre. Esto es lo básico del objeto transicional.
Desde esta plataforma podemos pensar en lo que Winnicott enuncia como
espacios y fenómenos transicionales que tienen esta característica de ser lo que
está en el medio de, lo que permite la articulación de dos campos, sin ser ni uno ni
el otro, sino justamente estar operando en la transición. No son cosas, por eso es
importante despegarse de la idea del objeto transicional (que en definitiva es una
cosa, pero no es la cosa que es, sino que importa lo que representa) para pensar
más bien en un espacio transicional, donde sucede algo del orden del vínculo y del
enlace de alguna cosa con otra. Es un lugar donde sucede un trabajo.
El trabajo del apuntalamiento sucede precisamente en un espacio
transicional. De allí que sea importante entender que si pensamos a lo transicional
como un espacio, ese espacio no puede ser tan pegado como era en el momento de
la fusión inicial. Si hay absorción mutua de los elementos de la relación, al no haber
separación, no emerge el psiquismo, ya que para que el psiquismo emerja tiene que
haber separación. Cuando hay absorción mutua de los dos elementos, no hay
espacio de transcripción; el puntal y lo apuntalado hacen un cuerpo común. La
escansión presencia-ausencia del objeto auxiliar es necesaria para que el objeto
pueda ser representado; un objeto permanentemente presente no es necesario
representarlo. En la clínica se constata esto, cuando una madre está demasiado
encima de su hijo, se anticipa a sus movimientos pulsionales antes de que éstos
surjan, lo despierta para comer antes de que llore, literalmente lo asfixia; pero no
por 'sobreprotección', como se suele decir sino por su propia necesidad de estar
encima de la criatura para sostenerse ella. Se percibe también en esas familias
donde alguien habla, pero las cosas que dice pertenecen al aparato psíquico de su
madre, o su padre; no son propias, no están subjetivadas por su propia fantasía; el
que habla es evidente que es hablado por el otro todo el tiempo. Una persona que
nunca pudo nacer psicológicamente, que implica separarse del otro que a uno le dio
vida.
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A esto se lo llama espacio transicional suturado. Cuando hay sutura no hay
posibilidad de desarrollo del psiquismo, no se dan las condiciones necesarias para
que el psiquismo sea un proceso permanente de creación, de juego, de invención.
La invención no hay que pensarla sólo como la invención de lo nunca inventado;
también es lo que ya está inventado pero para el que lo crea es una invención.
Lo que a nivel clínico es la psicosis, a nivel de lo social es la alienación, que
implica - como diría Castoriadis - un incremento monstruoso de la heteronomía del
sujeto. El espacio psíquico del sujeto va a estar calcado de lo que el otro social,
generalmente en posición hegemónica, dice. Nosotros hemos estudiado los
procesos de alienación social que se produjeron bajo la dictadura. En ese caso,
como producto en buena medida de la presión por el terror, personas que en su
momento tuvieron ideas al menos progresistas y cuestionadoras del orden social,
por efecto del terrorismo de Estado empezaron a decir y a pensar que era cierto
que en Argentina no había represión, que no era cierto lo de los campos de
concentración, y que "los argentinos somos derechos y humanos". Repetían tal cual
el discurso del poder, sin la menor distancia o diferencia crítica. Eso es la
alienación: una subordinación completamente acrítica y en posición de
sometimiento a los enunciados del poder, que en términos psicológicos sería el amo
del objeto, el amo de la situación, el amo de la significación.
El otro extremo patológico es cuando el espacio transicional es tan grande
que no se puede sostener la esperanza razonable de que se va a encontrar algo del
otro lado. Lo que se abre es el vacío, la vivencia del desamparo se impone en toda
la línea y arrasa con lo poco o mucho que se haya formado del psiquismo. Es lo que
antes decíamos del marasmo, en el que, al no haber habido alguien del otro lado
que libidinice al sujeto, el bebé muere o queda con un severo daño en el psiquismo:
son sujetos con un tipo de esquizoidía muy especial que nunca llegan a conectarse
con nadie. En este caso, el espacio intermediario es tan grande que el psiquismo
naciente, que tiene esperanza de encontrar al otro del otro lado, no lo encuentra
porque está tan lejano e inalcanzable que es como si allí no hubiese nada, sólo
vacío. Hay allí una escena a nivel de la fantasía que podría ser algo así como estar
solo en medio del desierto y alrededor de uno no hay nada ni nadie que se vea en el
horizonte; una de las formas más regresivas de esta fantasía es la vivencia de ser
un granito de arena disperso en un desierto frío y árido.
Winnicott habla de los objetos y de los fenómenos transicionales que implican
el juego y la creación. Para el chico, en primer lugar, el juego. Un ejemplo, precursor
de lo que luego se va a dar en la articulación psicosocial, es el espacio en el que los
chicos pueden jugar: hay un tiempo en que para jugar, tienen que estar al lado de
la madre. En otro momento posterior, pueden jugar en otro espacio donde no ven a
la madre, pero saben que está; el chico juega en otra pieza y cada tanto llama a la
madre solo para saber si está. Esta es una estructura que persiste: uno puede estar
solo, pero puede seguir pensando, mentalizando, en la medida en que sabe que en
algún otro lugar hay alguien a quien uno puede acudir si lo necesita.
Esta estructura se va refinando hasta que el adulto puede seguir "jugando"
en el espacio de la creatividad. La creatividad es el heredero adulto del juego
infantil, el sujeto puede estar solo en la medida en que sabe que en algún
momento, en algún lugar hay alguien con el que va a poder retomar el vínculo. Si se
pierde esta dimensión, inmediatamente se produce una inundación de angustia y
sucede una parálisis. Un chico que ha tenido una estructuración defectuosa de su
espacio transicional, no puede jugar, porque al quedar fuera del espacio materno
entra en crisis de angustia. El espacio transicional está representando
simultáneamente (este es su carácter paradojal) la conexión y la separación. Por
eso el osito no es la madre. Es la escansión de contacto y separación con la madre.
La capacidad de estar solo está basada en la posibilidad de separarse, de soportar,
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de acoger bien la separación con el otro, en la medida en que se pueda tener cierta
esperanza de que cuando se lo vaya a buscar al otro va a haber alguien allí.
Entonces las patologías de la transicionalidad son por un lado el vacío y por el
otro la sutura. Estos dos polos, contrastan con la transicionalidad verdaderamente
lograda, donde existe ese espacio de entreapertura, que permite el juego y la
creación de representaciones que articulan el elemento propiamente fantasmático,
la realización de deseos, con formulaciones que son tanto formas como contenidos
provistos por la cultura, por el imaginario social. Winnicott sostiene que la
experiencia cultural es una extensión de la idea de los espacios y fenómenos
transicionales, dice:
"Al utilizar la palabra cultura, pienso en la tradición que se hereda. Algo que
es la parte común de la humanidad a la que pueden contribuir individuos y grupos,
y de la que cada uno de nosotros podrá obtener algo, si tenemos un lugar donde
poner lo que encontramos"
Detengámonos en esta frase: cada uno podrá obtener algo (de la cultura), si
tiene un lugar donde poner lo que encuentra. Esta es una cuestión clave para la
creatividad, que consiste en crear algo que, en general, ya está inventado, pero esa
invención mental puede sostenerse en la medida que se tenga la convicción que
hay un recepción del otro y de la cultura para eso que germina en la mente
individual. El antecedente y la estructura básica se dan cuando el bebé crea el
pecho porque lo necesita, y una madre "bastante buena'" es capaz de no
desilusionarlo prematuramente. La progresiva capacidad para tener criterio de
realidad, que implica un proceso de desilusión también progresivo, se va dando al
compás de la construcción de las estructuras psíquicas que permiten que el chico
pueda apuntalarse en los recursos que hay en su propio aparato psíquico.
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