La Experiencia de La Sin Razon El Papel PDF
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Introducción
P
artiendo de la premisa de la expresión emocional como el pun
to de confluencia de lo sociocultural y la expresión del yo,2 en
este capítulo analizaremos la función de la emoción, y pro
piamente dicho, la expresión emocional en la etiología de la histeria,
sus síntomas y tratamientos. Nos interesa analizar las explicaciones
clínicas y terapéuticas en torno a una enfermedad controvertida
que tiene su origen, como entidad patológica, en la segunda mitad
del siglo xix en Europa. La histeria, enfermedad nerviosa, cuyos
extraños síntomas comprometían el estado moral y emocional de
las mujeres y los hombres en la Edad Media, fue explicada bajo la
1 Histeria: Psiconeurosis cuyos síntomas se fundan en la conversión y que se caracterizan por la pérdida del
control sobre los actos y las emociones, ansiedad, exageración de los efectos de las impresiones sensori-
ales y simulación de varios trastornos. Los síntomas de la enfermedad son, hiperestenia (tonicidad mayor
de lo normal/aumento de la fuerza vital), dolor en la región ovárica, anestesia, parálisis musculares, tras-
tornos de la visión, espasmos tónicos, alucinaciones y catalepsia. Diccionario epidemiológico de ciencias
médicas, Salvat, México, 1976, p. 499.
2 Catherine Lutz, “Emotion, Thought, and Estrangement: Emotion as a Cultural Category”, en Cultural an-
thropology, 1986 ,1(3), pp. 287-309 y Claire Armon-Jones, “The thesis of Constructionism”, en Room
Harré (Ed.), The Social Construction of Emotion, Basil Blackwell, Oxford, 1986, pp. 31-57.
lógica de la posesión. Las alteraciones de sensibilidad, que en el
siglo xix fueron consideradas patológicas, fueron llamados por
los demonólogos y los magistrados «stigmata diaboli» refiriéndose
a las zonas insensibles de la piel y de los tejidos profundos, cuya
existencia en el cuerpo de las personas procesadas las delataba su
puestamente de hechicería.3 Los pretendidos signos de la posesión
demoníaca en la Edad Media, en el siglo xix, formaron parte de la,
nosografía de la histeria, cuyos síntomas han estado asociados a una
exagerada sensibilidad, lindantes con una sexualidad reprimida y
deseos genésicos provocados por la anormal posición del útero y ór
ganos aledaños, además de una gama de emociones desbordadas y
que en el siglo xx fue asignada al campo de la psiquiatría.4
El discurso médico decimonónico consideró cierto tipo de ex
presión emocional como irracional y patológica en las mujeres,5 lo
que justificó su clasificación como alienadas y su exclusión de la vida
sana.6 La emoción se observó como un acto disruptivo de la inteligen
cia, la cordura y la sensatez en los pacientes histéricos. Relacionada la
sensibilidad a la supuesta naturaleza femenina, los galenos decimonó
nicos fortalecieron la asociación entre mujer y emociones, emociones
e histeria, por tanto, se estableció un vínculo indisoluble entre lo fe
menino y la histeria como parte de la etiología, amén de todas las dis
cusiones y evidencias que fueron reformulando esta etiología de la
enfermedad hasta llegar a considerarla de posesión diabólica a una
neurosis y, posteriormente, una psicosis, ya avanzado el siglo xx.
En este caso, analizaremos cómo ciertas emociones desborda
das se han considerado evidencia de desviación de la salud mental
femenina, tal y como lo sostiene Catherine Lutz.7 Es de nuestro inte
rés mostrar cómo la orientación de ciertas emociones constituyó un
elemento de la cultura de género en la segunda mitad del siglo xix y
principios del xx en México, con una clara función reguladora de la
vida moral y mental de las mujeres de esa época.
3 José Ramos, “Algunos fenómenos oculares paradójicos de naturaleza histérica y su valor diagnóstico”, en
Gaceta Médica de México, 1905, tomo V, núm. 17, pp. 216-222.
4 Oliva López, El dolor de Eva. La profesionalización del saber médico en torno al cuerpo femenino en la
segunda mitad del siglo xix en México, Facultad de Estudios Superiores Iztacala Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 2010.
5 Catherine Lutz, óp. cit.
6 Michel Foucault, El nacimiento de la Clínica. Una arqueología de la mirada médica, Siglo xxi México,
1996.
7 Lutz Catherine, op cit.
8 Véase Oliva López Sánchez, “Reflexiones sobre una historia...”, en esta misma obra, p. 23.
9 Ibídem
10 José Ramos, óp. cit.; Oliva López, De la costilla de Adán al útero de Eva. La concepción médica y social del
cuerpo femenino en el siglo xix, Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma
de México. México, 2007.
11 Enrique Aragón, “La histeria y la interpretación pitiática de Babinsky”, La Gaceta Médica de México, 1929,
vol. 57, núm. 1, pp. 29-35.
12 Las citas textuales que aparecen a lo largo del trabajo y que provienen de estas fuentes respetan la orto-
grafía original.
a) El modelo útero-centrista
23 Región superior y media del abdomen, entre ambos hipocondrios y desde el apéndice xifoides y hasta
dos dedos por encima del ombligo.
24 Buenaventura Jiménez, La histeria en el hombre, Tesis de grado, Imprenta de Comercio de Dublan y Com-
pañía, México, 1882.
25 Hasta final del siglo xviii, con Pinel, el útero y la matriz estarán incluidos en la patología de la histeria,
su actividad se explicará por la posibilidad de difusión de los humores y de los nervios, y ya no por una
característica peculiar de su naturaleza como en la medicina hipocrática. Michel Foucault, Historia de la
locura…, óp. cit.
26 Catherine Jagoe, Alda Blanco y Cristina Enríquez, La mujer en los discursos de género. Textos y contextos
en el siglo xix, Icaria, Barcelona, 1998.
27 Citado en Buenaventura Jiménez, óp. cit.
b) El modelo neurológico
Hacia finales del siglo xviii y principios del xix, resurgió la teoría
del determinismo ginecológico como la génesis de la histeria, sólo
que ahora, la histeria fue considerada una enfermedad resultante
del exceso de los placeres y los goces sexuales. La terapéutica griega
cambió, y la recomendación del coito fue remplazada por la conti
nencia sexual.
Toda la vida puede juzgarse a partir del grado de irritación: abuso de las cosas
no naturales, vida sedentaria en las ciudades, lectura de novelas, espectáculos
de teatro, celo inmoderado por las ciencias, “pasión excesiva por el sexo, o ese
hábito criminal, tan reprensible en lo moral como dañoso en lo físico”.29
30 Es importante mencionar que en las fuentes médicas consultadas no se hace mención a los trabajos de
Sigmund Freud, quien en 1895, junto con Josef Breuer, había publicado Estudio sobre la histeria. La refe-
rencia a S. Freud en el contexto mexicano se dio hacia la década de 1920.
31 Para los médicos europeos, como Willis, la histeria era una afección del cerebro y de los nervios; Hygmor
aseguró que era consecuencia del desarreglo del curso de la sangre en el corazón y los pulmones. Para
Pomme, el sitio de la histeria estaba en el sistema nervioso; Whytt aseguraba que tenía su origen en las vís-
ceras abdominales, principalmente en el estómago y los intestinos. Jaccoud, médico francés, aseguró que
dependía de la subordinación natural e innata de la actividad espinal a la actividad cerebral; esta jerarquía
preestablecida era la condición absoluta de la armonía normal de las funciones nerviosas. La armonía se
rompía y seguía la histeria, dando como resultado una ataxia cerebro-espinal, que constituía la decaden-
cia de la acción cerebral y predominaba la acción espinal. Esta última teoría ofreció mayores elementos
convincentes en la explicación de la génesis de la histeria. Porque en la crisis histérica el cerebro perdía su
dominio. Esta explicación también encontró serias críticas, pues enfrentó el cuestionamiento del origen del
desarreglo ente el cerebro y la médula espinal. El médico mexicano Buenaventura Jiménez, óp. cit. dedicó
un espacio amplio para explicar todas las discusiones médicas de la época con respecto a la teoría de la
pérdida de equilibrio entre el cerebro y la médula espinal.
32 Alumno de la Escuela Nacional de Medicina, ayudante del consultorio gratuito de la Beneficencia Pública
y practicante interno del Hospital de Jesús.
33 Isaac Vázquez, Ligero estudio de algunos de los accidentes de la Gran Histeria, Imprenta del Comercio de
Dublan y Compañía, México, 1882. p. 8. [Énfasis nuestro]
34 Michel Foucault, El nacimiento de la Clínica…, óp. cit.
35 Richer lo llamó período de clonismo, derivado de la palabra inglesa clown, payaso, por el tipo de movi-
mientos exagerados y por el histrionismo de los mismos.
36 Bregma. Punto de la superficie del cráneo, unión de las suturas sagital y frontal, correspondiente a la
fontanela anterior. Sincipucio.
37 Lambda. Punto craneométrico en la unión de las suturas interparietal o sagital y parietooccipitales, que
en conjunto forman la sutura lambdoidea.
40 Luis Abogado, “La medicación alcaloidica en la práctica ginecológica”, en Crónica Médica, 1904, tomo vii,
núm. 9, pp. 240-244.
41 Véase Oliva López Sánchez, “La superioridad moral de las mujeres...” en esta misma obra, p. 59.
42 Buenaventura Jiménez, óp. cit., p. 13 [Énfasis nuestro]
43 Ibídem
44 Ibíd, p. 14.
c) El modelo psiquiátrico
Hacia las primeras décadas del siglo xx, la histeria fue definida
como una enfermedad mental polimorfa y pitiática, o sea una en
fermedad sugestiva exitosamente tratada por persuasión. La teoría
pitiática fue propuesta por Josef Francois Felix Babinsky, neurólogo
polaco radicado en París, quien nació en 1857 y murió en 1932.
La teoría de Babinsky fue considerada la continuación de las viejas
doctrinas, en unión con las modernas de Charcot,45 Bernheim,46
Grasset47 y James.48
La teoría pitiática, que suponía, como lo acabamos de mencio
nar, que la histeria se producía y se rectificaba por la persuasión y
la sugestión, tuvo como base la teoría emocional de James y Lange
quienes sostuvieron que la emoción era evocada por la posición
del cuerpo. Es decir, una histérica o un histérico se encolerizaba
porque tenía los puños cerrados, pero no tenía los puños cerrados
a consecuencia de la cólera. Dicha hipótesis resulta un tanto con
tradictoria con las explicaciones que los mismos médicos mexica
nos incluyeron para dar cuenta de sus pacientes histéricos. Como
Enrique Aragón,49 quien en 1929 aseguraba que las emociones eran
las que provocaban la afasia, pero también sostenía que su restable
cimiento curaba al histérico. Así pues, sostuvo que ante un evento
emocional impresionante, las mujeres, y en menor grado los hom
bre, podían quedar bajo los signos de la histeria, pero un histérico
sometido a una experiencia emocional fuerte podía recuperar su
condición normal. Al parecer, la intensidad de la experiencia emo
cional era lo que, según este galeno, definía el límite entre lo normal
y lo patológico.
Los médicos homologaron las historias clínicas de las pacientes
histéricas con la trama de una novela u obra de teatro por la excelsa
52 El efecto excitante del cloroformo, así como el de la morfina, generó el desuso como tratamiento viable.
53 Noriega reportó dos observaciones de mujeres que padecían alteraciones mentales y hemorragias uterinas,
ambos padecimientos habían sido controlados después de la castración. Véase “Comunicación por el Sr.
Noriega de dos observaciones: una referente á la operación de la castración hecha con resultado satisfacto-
rio en una enferma que padecía metrorragias y perturbaciones mentales, y la otra relativa a la amputación
supra vaginal de un fibromioma” en La Gaceta Médica de México, 1895, tomo. xxxii, núm. 22, pp. 500-505.
54 El médico inglés Richer llamó transfert a la aplicación de un metal en la zona corporal insensible; le llamó
transfert porque la aplicación de un metal en cierta zona conseguía volver la sensibilidad a una zona
anestesiada, pero al mismo tiempo, la región homóloga de la primera quedaba enteramente insensible.
La placa de metal intervenía al nivel vasomotor y la frialdad del metal sobre la piel generaba un efecto en
los músculos vasculares.
55 Luc Boltanski, Puericultura y moral de clase, Laia, Madrid, 1969. Este autor hace un análisis sobre cómo
el cuerpo del niño y del adolescente tuvo que ser vigilado y orientado para que no cayera en excesos
sexuales y no se masturbara. La puericultura es el conjunto de reglas y cuidados para el mejor desarrollo
físico y moral de los niños.
59 Julio David. “El amor considerado como neurosis. I Definición y pruebas”, en El Estudio. Semanario de
Ciencias Médicas, abril 28 de 1890, núm. 17, tomo. ii, México, pp. 258-261.
60 Ibídem, p. 259.
61 Enfermedad verde; anemia peculiar que afecta principalmente a las jovencitas. Se caracteriza por per-
versiones del apetito, trastornos digestivos, debilidad, dismenorrea, amenorrea, alteraciones nerviosas
y disminución ligera del número de glóbulos rojos, con mayor disminución de la hemoglobina. Dicciona-
rio epidemiológico de ciencias médicas, Salvat, México, 1976, p. 207.
Reflexiones finales
Por los textos que hemos revisado y citado, el discurso médico asoció
a las emociones con las pasiones en el sentido aristotélico, las cuales
fueron consideradas como accidentes de alma; padecimientos pasa
jeros que en los histéricos -hombres y mujeres- generaban una pato
logía específica llamada histeria. La emoción fue naturalizada con
una condición neurológica y física en la que la mujer y los hombres
débiles aparecieron más propensos a presentar brotes histéricos.
La emoción se naturalizó, se le asignó un género, el femenino,
y su manifestación abrupta se concibió como rasgo de enferme
dad, por lo que debía ser controlada. El control se ejerció desde
la misma identificación, luego a través de la clasificación, los trata
mientos y la educación vigilante de los excesos y los ambientes que
estimularan la sensibilidad y con ello la expresión emocional. Por
otro lado, al concebir cierto tipo de expresiones emocionales, con
determinada intensidad y frecuencia, como opuestas a la razón y la
condición masculina, se promovió desde la lógica médica no sólo
una estructuración del yo femenino-patológico, sino que, además,
reforzó la concepción de lo emocional como una categoría residual
que se utilizó para referirse a lo que bordeaba con lo patológico.
Es por eso que el discurso médico en torno a la histeria asoció la
emoción con vulnerabilidad. Mientras que la razón predice orden,
la emoción aseguraba desorden, por eso los síntomas emocionales
constituyeron la enfermedad misma. Y los tratamientos estuvieron
encaminados, por lo menos para los casos de varones, a fortalecer
el carácter y la razón.