Boris Cyrulnik Hay Vida Despues Del Horror

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Boris Cyrulnik: hay vida despu�s del horrorEntrada Sumario B�squeda

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Cyrulnik, el inclasificable
Boris Cyrulnik
Hay vida despu�s del horror

Entrevista realizada por Sophie Boukhari, periodista del Correo de


la UNESCO.

Boris Cyrulnik

En Ulan Bator, Mongolia, hay ni�os de la calle que en invierno


duermen en alcantarillas.

Un centro de rehabilitaci�n para ni�os soldados en Sierra Leona.

�Cuando uno no sabe qui�n es, est� encantado de que una dictadura se
haga cargo de su persona.�

Cyrulnik, el inclasificable
Cyrulnik es un resiliente. Su infancia aniquilada por la
guerra y la deportaci�n de sus padres no le impidi�
convertirse en un hombre de provecho, feliz entre los suyos,
respetado por sus pares y autor de primer plano en las
disciplinas por las que se interesa.
Nacido en Burdeos en 1937, este hombre que s�lo habla de sus
heridas �en tercera persona�, al escribir sobre los ni�os, ha
sabido transformar sus debilidades en ventajas. �Como no fui a
la escuela�, afirma, �no estoy en �la autopista�; sigo mi
propio camino, haciendo apenas lo necesario para ser
considerado normal�. En vez de alejarlo de los hombres, el
drama que vivi� lo llev� a tratar de entender qu� es lo
humano. �Tras realizar estudios de medicina, se convirti� en
�psi� en todas sus formas (neuropsiquiatra, psic�logo y
psicoanalista) y franque� las sacrosantas barreras entre
disciplinas. As�, recurri�, entre otras, a la etolog�a
(ciencia del comportamiento de las especies en su medio
natural), con riesgo de crearse enemigos en la comunidad
cient�fica.
Este antiespecialista, gran viajero y curioso inagotable, no
vacila tampoco en cuestionar ciertos dogmas del psicoan�lisis.
Contrariamente a Freud, que hac�a de la culpabilidad el
fundamento de la neurosis y del malestar en la cultura,
Cyrulnik piensa que existe una � culpabilidad buena�, la que
�invita a evitar hacer da�o porque uno se pone en el lugar del
otro, y que tal vez sea el fundamento de la moral�.

�En la mayor parte de las culturas, se es culpable de ser v�ctima.�A


ra�z de la violencia y la decadencia de la familia, cada vez m�s
j�venes viven traumatizados o, en el mejor de los casos,
angustiados. Pero no por eso est�n condenados a las peores
desviaciones. Ayud�moslos a hacerse �resilientes�, clama el
neuropsiquiatra franc�s Boris Cyrulnik.

Usted debe de haber le�do con atenci�n los perfiles de terroristas


publicados recientemente en la prensa. Esos j�venes hab�an vivido
una infancia m�s bien equilibrada, eran diplomados� Sin embargo,
cayeron en el fanatismo y la violencia. �C�mo lo explica?
Por la ausencia de empat�a. Los alemanes se hicieron nazis
exactamente del mismo modo: por incapacidad de representarse el
mundo del otro. Para ellos, hab�a que ser rubio, dolicoc�falo (de
cr�neo alargado) y no jud�o. Todos los dem�s seres eran inferiores.
Los terroristas implicados en los atentados de Nueva York hab�an
sido ni�os bien educados, bien desarrollados, diplomados, pero no
hab�an aprendido que hay otras maneras de ser humano distintas de la
suya.

�Por qu�?
En algunos pa�ses musulmanes existen f�bricas de fan�ticos. Del
mismo modo, en Francia se inculc� a los ni�os el odio a los alemanes
despu�s de la guerra de 1870. Se pagaba a los profesores para que
les dijeran que alg�n d�a se cubrir�an de gloria liquidando
alemanes. Vi lo mismo en el Oriente Medio. Tuve en mis manos libros
en los que se dec�a a los alumnos que si mor�an por la religi�n
ir�an a sentarse a la diestra de Al�. Esas escuelas que ense�an una
sola verdad son escuelas del odio.

Pero algunos eran hijos de inmigrantes bastante bien integrados en


Europa�
Deb�an de formar parte de esos individuos que no han logrado superar
la adolescencia. Cada vez hay m�s en nuestros pa�ses: 30%, como
t�rmino medio, porque no sabemos ocuparnos de ellos. Esos j�venes
que flotan son presa f�cil de las sectas y los movimientos
extremistas. Cuando uno no sabe qui�n es, est� encantado de que una
dictadura se haga cargo de su persona y, desde el momento en que uno
se somete a un amo, a un texto �nico, se convierte en fan�tico.
Adem�s, la mundializaci�n angustia a muchos individuos, que tienen
la impresi�n de despersonalizarse. Las personas angustiadas se
sienten m�s seguras al obedecer a alguien que les dice: �as� es como
tienes que comportarte�. La sumisi�n provoca en ellos la
desaparici�n de la angustia.

�Usted no piensa entonces que la mundializaci�n econ�mica provoca


una �mundializaci�n ps�quica�, la aparici�n de una suerte de
�inconsciente colectivo mundial� que nos permite adaptarnos al
caudal de ideas venidas de todas partes?
No. Puede haber una mundializaci�n de car�cter t�cnico, pero no en
el plano psicol�gico. Al contrario, si quiero ver el mundo, es
preciso que acepte no percibirlo todo. La identidad es como la
palabra. Cuando un beb� llega al mundo, posee varios millares de
fonemas. Pero para hablar, est� obligado a reducir su n�mero, que
fluct�a entre 100 y 300, seg�n las lenguas. La identidad tambi�n es
una reducci�n: renuncio a mil cosas que nunca podr� asimilar para
ser la persona en la que espero convertirme. Hoy, con la
mundializaci�n, muchas personas tratan de encontrar sus ra�ces para
poder �reducirse� a fin de adquirir una identidad.

�El repliegue identitario se deber�a entonces a la expansi�n


demasiado brutal del �modelo occidental�?
Hay efectivamente un retorno a una identidad fren�tica, que se
convierte en una alienaci�n. Como Occidente es el que tiene las
armas, el dinero y la tecnolog�a, hay fuertes probabilidades de que
las mentalidades occidentales se mundialicen. En ese caso, o bien
los individuos se pliegan a ellas pero son desdichados o, por el
contrario, aumenta el odio a Occidente, como ocurre en la
actualidad. Seguir�n resurgiendo identidades imaginarias, con varios
siglos o incluso varios milenios de antig�edad. Tenemos entonces que
optar entre la �desidentificaci�n� y la alienaci�n.

�No hay una soluci�n intermedia?


S�. Para evitar ser alienadas por una identidad, es preciso que las
personas sepan que est�n constituidas por una combinaci�n de
diversos elementos. Todas las identidades son producto de la
herencia de un padre, de una madre y de una religi�n que cada cual
interpreta seg�n su contexto cultural. En Francia, por ejemplo, los
bretones se enorgullecen de la vajilla pintada de Quimper, pero muy
pocos saben que ese estilo fue creado por un italiano que emigr� a
Breta�a hace un siglo.

Usted ha aludido a los graves problemas de los adolescentes de hoy,


que �flotan� cada vez m�s. En realidad, nunca se ha entendido a los
ni�os tan bien como ahora y, sin embargo, jam�s ha habido tantas
neurosis precoces, suicidios de adolescentes, delincuencia�
No son cosas contradictorias. Todos los progresos se pagan. El
precio de la libertad es la angustia. Hoy se ayuda a los ni�os a
desarrollar su personalidad, a cobrar conciencia de much�simas
cosas. Son m�s inteligentes, m�s despiertos, pero est�n m�s
angustiados. En la escuela primaria se les cuida muy bien, pero en
la adolescencia se les abandona. La sociedad no toma el relevo de
los padres. Y, como consecuencia, uno de cada tres adolescentes se
derrumba por lo general despu�s del bachillerato. Para evitarlo, se
necesitar�an m�s estructuras sociales y culturales que les
permitieran dar sentido a sus vidas, estimulando en ellos la
creatividad, la palabra, el estar juntos, el impulso hacia los
dem�s. Pero eso no se hace.
El problema del adolescente es �qu� voy a hacer con lo que han hecho
de m�? Para responder a esa pregunta debe estar rodeado de
estructuras afectivas (grupos que realicen la misma actividad,
amigos) y poder trabajar. Pero la tecnolog�a ha provocado una
revoluci�n social tan importante que actualmente la escuela tiene el
monopolio de la selecci�n social. Si un chico o una chica se siente
a gusto all�, tiene �xito en sus estudios y aprende un oficio
formar� parte de los dos adolescentes sobre tres que se benefician
de la mejora de las estructuras de la primera infancia. Pero uno de
cada tres ni�os no est� satisfecho en la escuela, se siente
humillado y no tiene posibilidad de realizarse en otro sitio. Queda
entonces abandonado en el barrio, sin trabajo y a menudo sin
familia� �Qu� hace para recuperar su autoestima? Realiza actos con
los que se pone a prueba, vuelve a ritos arcaicos de integraci�n,
como la violencia, la pelea, las drogas.

Usted afirma que no hay familia. �No es m�s bien que la familia
cambia?
No hay familia. Y la familia cambia, como siempre ha ocurrido.
Cuando esos menores vuelven a casa, no hay nadie. El padre no est�,
la madre tampoco. �Por qu� habr�an de aislarse en una casa vac�a
cuando hay amigos en la calle? En algunos pa�ses de Am�rica Latina
donde he trabajado, los chicos cuentan que se pelearon con su madre
o con su padrastro y que se fueron. En la calle, donde la vida es
f�sicamente muy dura, siempre pasa algo, una fiesta, un robo, alguna
cosa que compartir; se habla y se vive. Esos ni�os se adaptan a la
falta de familia a trav�s de la delincuencia. Un ni�o de la calle
colombiano que no es delincuente tiene una esperanza de vida de diez
d�as; si no se incorpora a una banda es eliminado. La delincuencia
es una funci�n de adaptaci�n a una sociedad loca.

Pero, �qu� hacer?, �devolver a las mujeres a su casa?


No. Pero es necesario que haya alguien, hombre o mujer. En ciertas
culturas, donde a�n existen las familias ampliadas, siempre hay un
adulto en casa. En otros lugares, es preciso innovar. En Brasil, por
ejemplo, hay personas que deciden fabricar familias que nada tienen
que ver con la sangre, con lo biol�gico. Un se�or de edad dice a una
anciana: �Estoy cansado de bajar las cuestas empinadas de las
favelas, voy a preocuparme de la casa�; y la anciana afirma: �Yo voy
a ocuparme de los ni�os del barrio�. Y luego otro, m�s joven,
declara: �Yo traer� dinero, pues tengo un trabajito.� Son familias
verbales, que llegan a un entendimiento para protegerse, unirse,
pasarlo bien y tener disputas, como en todas las familias. En esos
hogares la delincuencia desaparece instant�neamente.

En Occidente la familia cambia muy dif�cilmente; no en los hechos,


pero s� en las leyes y las mentalidades.
Cuando hablamos de �familia tradicional� partimos de un
contrasentido. En realidad, �sta apareci� en Occidente en el siglo
XIX, al mismo tiempo que las f�bricas. Era una adaptaci�n a la
sociedad industrial: el hombre era un anexo de la m�quina y la mujer
un anexo del hombre. Si la f�brica funcionaba, el hogar funcionaba,
las iglesias funcionaban. Y reinaba el orden. Los individuos, casi
todas las mujeres y la mayor parte de los hombres, eran masacrados
psicol�gicamente. Pero una minor�a, 2% de la poblaci�n
aproximadamente, pod�a desarrollarse correctamente. Se casaban para
transmitir sus bienes. En esa �poca, semejante familia tradicional
era por lo dem�s muy poco corriente, pues la mayor�a de los obreros
no se casaban, ya que no ten�an nada que transmitir.
Esa sociedad ha desaparecido; la familia tradicional existe cada vez
menos, pero el modelo persiste en los esp�ritus. Y las leyes reci�n
comienzan a cambiar. Cuando existe una sola teor�a, la evoluci�n de
las mentalidades es muy lenta. Hay que librar �guerras verbales�,
debatir, publicar, para que haya progresos. Es posible inventar mil
formas de familias diferentes, pero los ni�os necesitan un lugar de
protecci�n, de afecto y de desarrollo, con tab�es: el incesto y
otras prescripciones, que pueden negociar.

La noci�n de resiliencia que usted desarrolla en sus �ltimas obras1


tiene gran aceptaci�n. �A qu� se debe ese �xito?
Cuando uno estudia las encuestas epidemiol�gicas mundiales de la OMS
(Organizaci�n Mundial de la Salud), observa que actualmente una
persona de cada dos ha sufrido o sufrir� un grave trauma durante su
vida (guerra, violencia, violaci�n, maltrato, incesto, etc.). Una de
cada cuatro personas experimentar� al menos dos traumas graves. En
cuanto a las dem�s, no escapar�n a las pruebas a que las someter� la
vida. Sin embargo, el concepto de resiliencia, que designa la
capacidad de desarrollarse en condiciones incre�blemente adversas,
no hab�a sido estudiado cient�ficamente hasta una �poca reciente. En
la actualidad tiene extraordinario �xito. En Am�rica Latina hay
institutos de resiliencia, en Holanda y en Alemania, universidades
de resiliencia. En Estados Unidos la palabra es de uso corriente.
Las dos torres del World Trade Center acaban de recibir el
sobrenombre de �the twin resilient towers� dado por quienes
quisieran reconstruirlas.

�Por qu� ese concepto no se ha estudiado antes?


Porque durante mucho tiempo las v�ctimas fueron despreciadas. En la
mayor parte de las culturas, se es culpable de ser v�ctima. Una
mujer violada, por ejemplo, a menudo es condenada tanto como su
agresor: �se lo habr� buscado�, suele decirse. A veces se castiga a
la v�ctima incluso con m�s severidad que al agresor. No hace mucho
tiempo, en Europa, una joven que ten�a un hijo fuera del matrimonio
era arrojada a la calle, mientras que el padre del ni�o no corr�a
ning�n riesgo. Por otra parte, las v�ctimas de las guerras tienen
verg�enza y se sienten culpables de sobrevivir. La familia, la aldea
las mira con sospecha: �si vuelve, debe de ser porque se escondi� o
se entendi� con el enemigo�. Despu�s de la Segunda Guerra Mundial,
que fue la m�s mort�fera de la Historia, se cay� en el extremo
inverso. Las v�ctimas pasaron a ser h�roes, ten�an que hacer una
carrera de v�ctimas pues se pensaba que si sal�an adelante se
relativizar�an los cr�menes de los nazis. En esa �poca Ren� Spitz y
Anna Freud 2 describ�an as� a los ni�os cuyos padres hab�an sido
masacrados por los bombardeos de Londres: �Todos est�n sumamente
alterados, son pseudoautistas, tienen tics y problemas de
esf�nteres.� Cuando a�os m�s tarde volvieron a verlos, Spitz y Anna
Freud se extra�aron de su recuperaci�n y escribieron claramente que
esos menores abandonados pasaban por cuatro etapas: protesta,
desesperaci�n, indiferencia� todos los alumnos aprend�an eso. Pero
nadie se interesaba por la cuarta etapa, la curaci�n.

�C�mo se impuso la resiliencia en psicolog�a?


La palabra, que viene del lat�n resalire (re saltar), surgi� en
ingl�s y pas� a la psicolog�a en los a�os sesenta, con Emmy Werner.
Esta psic�loga estadounidense se fue a Hawai a evaluar el desarrollo
de los ni�os que no ten�an escuela ni familia, y que viv�an en una
gran miseria expuestos a enfermedades y a violencia. Los sigui�
durante 30 a�os, y, transcurrido ese plazo, 30% de ellos sab�a leer
y escribir, hab�a aprendido un oficio y fundado una familia; 70% se
encontraba en un estado lamentable. Pero, si el hombre hubiese sido
una m�quina, se habr�a llegado a 100%.

�Hay un perfil sociocultural del ni�o resiliente?


No, pero hay un perfil de ni�os traumatizados que son aptos para la
resiliencia, los que han adquirido la �confianza primitiva� a una
edad que fluctuaba entre 0 y 12 meses. �Me han querido, luego soy
digno de ser querido, conservo entonces la esperanza de encontrar
alguien que me ayude a reanudar mi desarrollo�, se dicen. Esos ni�os
est�n afligidos, pero siguen orient�ndose hacia los dem�s, haciendo
ofrendas de alimentos, buscando al adulto que van a transformar en
padre. A continuaci�n, se forjan una identidad narrativa: yo soy el
que� fue deportado, violado, transformado en ni�o soldado, etc. Si
se les dan posibilidades de recuperaci�n, de expresi�n, muchos de
ellos, 90 a 95%, se volver�n resilientes. Hay que brindarles
tribunas de creatividad pensadas para ni�os: integrarse a un grupo
de scouts, preparar un examen, organizar un viaje, aprender a ser
�tiles. Los menores en situaci�n de dificultad se sienten humillados
si se les da algo (y m�s todav�a si se les dan lecciones de moral).
Pero cuando se les brinda la ocasi�n de dar restablecen una relaci�n
de equilibrio. Transformados en adultos, esos ni�os se sienten
atra�dos por los oficios altruistas. Quieren que los dem�s
aprovechen sus experiencias. A menudo se convierten en educadores,
asistentes sociales, psiquiatras, psic�logos. Haber sido �ni�os
monstruos� les permite identificarse con el otro herido y
respetarlo.

1. La maravilla del dolor (Editorial Granica), y Les Vilains Petits


Canards (Odile Jacob, 2001, no traducido al espa�ol). Boris Cyrulnik
es autor adem�s de una docena de obras, entre las que figuran
Naissance du sens (Hachette, La Villette, 1991) y L�ensorcellement
du monde (Odile Jacob, 1997).
2. Respectivamente, psicoanalista estadounidense (1887-1974) e hija
de Sigmund Freud (1895-1982).

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