Yo Tambien Tengo Mi Orgullo (SP - Sophie Saint Rose

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Yo también tengo mi orgullo

Sophie Saint Rose


Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14
Capítulo 15

Epílogo
Capítulo 1

Leda giró su silla para abrir el cajón del escritorio de su compañero,

cogiendo el sello de la oficina del sheriff. Se volvió gruñendo por dentro al


ver como el señor Barber se metía un dedo en la nariz mirando la puerta de la
oficina del jefe. —¿Seguro que no está?

—No, señor Barber. Su mujer está en el hospital, ¿recuerda? —Se


colocó ante el teclado del ordenador y le miró dispuesta a mecanografiar. —
Bien, ¿de qué se trata?

—Alguien ha entrado en mi propiedad. —Se pasó la mano pensativo


por su sucia barba cana y Leda gimió pensando en lo que viviría ahí dentro.
Pero era un contribuyente y había que hacer el trabajo.

—¿Allanamiento de morada o solo han entrado en sus tierras?

—En mis tierras. Vi las pisadas.

Serían dos adolescentes dándose el lote. Suspiró empezando a teclear.


Que tuviera que hacer eso dos veces a la semana… Qué ganas tenía de irse a
casa. —¿Cuántos eran?

—Había cinco pisadas. —Leda levantó una de sus cejas rubias


mirándole fijamente con sus ojos verdes. —A uno debía faltarle una pierna.

Sí, y seguro que eran verdes con antenas y con ojos saltones. Ah, no.

Que esa había sido la denuncia de la semana pasada. Tecleando siseó —


Cinco pisadas. Hecho. Ahora la imprimo…

—¡Espera! ¡Qué no te he hablado del resplandor!

—El resplandor.

—Sí, estaba en la cocina cuando vi un fuerte fogonazo al final de mis


tierras. Las que lindan con los Markley.

Leda entrecerró los ojos apoyando los codos sobre la mesa y preguntó
interesada —Cuente, cuente, señor Barber.

Él sonrió mostrando que le faltaban dos dientes y que el resto por


mucho que fuera al dentista ya no tenía arreglo. —Pues verás. Era de noche y
se veía perfectamente. Me estaba preparando la cena. Sobre la una siempre
me entra el hambre, ¿sabes?

—Sí, ya me lo ha dicho antes.

—Pues miraba por la ventana mientras se calentaban las judías y vi la


luna…

—La luna.

—Estaba enorme. Nunca la había visto tan grande. Impresionante.

Leda chasqueó la lengua apoyando la espalda en el respaldo de la


silla. —Pues no me había fijado. Debía ser que a la una estaba aquí muerta
del asco.

—Pues has de fijarte, guapa. La luna influye mucho en el


comportamiento de los criminales. ¿Nunca lo habías oído?

—Sí, algo me ha llegado. —Tendría que mirar el calendario lunar


para asegurarse de no tener guardia en luna llena. Seguro que sus visitas a la

comisaría coincidían totalmente. —Hablábamos de las tierras de los Markley.

—Oh, sí. El fogonazo. —Apoyó el codo sobre la mesa mostrando el


enorme roto que tenía en el codo. —Pues lo que te comentaba. Un enorme
fogonazo salió de cerca de sus tierras. Como si se encendiera un foco de
repente en mitad de la noche. De esos que se ponen en las fiestas para
iluminar a las bandas, pero miraba hacia el cielo. Fue algo rarísimo porque
era enorme. Tan grande como una casa porque se veía perfectamente desde la
mía y ya sabes que está a unas millas del linde.

—¿Y cómo sabe que el fogonazo fue en sus tierras y no en las de


Markley?

—Por el suelo. —Leda parpadeó sin entender. —¡El suelo,


muchacha! Está totalmente calcinado. Un círculo tan grande como una casa
como yo suponía.

Eso sí que la sorprendió, porque aunque Lester ponía denuncias


continuamente, nunca había habido pruebas de nada.

—¿Dice que hay un círculo calcinado enorme al borde de las tierras

de los Markley?

—Sí, en mis tierras. —Se acercó con cara de susto. —Yo creo que se
les ha estropeado la nave porque normalmente no hacen tanto escándalo.

—Ya… —Leda sonrió mirando el ordenador antes de seguir

tecleando. —¿Y las pisadas estaban muy lejos de esto?

—Oh, al otro lado de la finca.

Le miró sorprendida. —¿Se recorre la finca todos los días, señor


Barber?

—¿Por qué eres tan formal conmigo cuando te conozco desde que
llevabas pañales y los mocos colgando?

Leda sonrió. —Porque son las nuevas normas del jefe, Lester. Tengo
que hablar así a todo el mundo mientras estoy de servicio. Te lo he dicho mil

veces.

Él gruñó. —¿Vienes conmigo o vienes luego? He llegado hasta aquí


caminando. Hay que caminar para mantenerse joven.

¿Ir? ¡Si acababa el turno en diez minutos después de estar toda la


noche de guardia muriéndose del aburrimiento! ¡Joder, y si tan bueno era
caminar por qué no se iba de vuelta a su casa de la misma manera! Intentó
sonreír para dar una excusa, pero él dijo —Va a llover. Se van a ir las pruebas

con el agua. Tú verás. Como se entere el jefe de que no has hecho tu

trabajo…

Mierda. —Terminamos la denuncia y te llevo.

Él sonrió encantado. —Si quieres te hago el desayuno. Tengo los


mejores huevos de la zona.

—Lo sé. —Imprimió la denuncia y él la firmó acostumbrado a firmar


ese tipo de papeles habitualmente.

En ese momento entró Harry, su nuevo compañero que al ver a Lester


puso los ojos en blanco antes de decir —Buenos días.

—Buenos días, caballerete —dijo Lester levantándose—. ¡A ver si


trabajamos más que en este pueblo pasan muchas cosas! Menos mal que
tenemos a Leda que pone las cosas en orden y siempre está pendiente de
todo. Vamos, niña. No vaya a ser que se ponga a llover con fuerza y lo

perdamos todo. Cógete la cámara.

—Ahora los móviles llevan cámara, señor Barber.

—Dichosos chismes.

Salió de la oficina refunfuñando y Harry levantó una ceja. —Lo sé.


Pero si algún día pone una denuncia auténtica y no hacemos algo, se nos cae
el pelo. Ya has oído al jefe.
—Es ridículo —dijo molesto quitándose el sombrero y pasándose la
mano por su pelo castaño antes de ver como cogía la radio de la mesa—.

¿Quieres que vaya yo? Llevas toda la noche de guardia.

—No, tú vete a hacer la ronda. Le llevaré a la casa y echaré un


vistazo. Tampoco está tan lejos. Si ocurre algo, llámame a mí. No molestes al
jefe.

Harry asintió preocupado. —¿Crees que es grave?

Cogió la gorra del uniforme y se la puso acercándose a su mesa. —


Pues si te digo la verdad no pinta muy bien. Ya lleva una semana ingresada.
Simon no ha querido entrar en detalles y eso es precisamente lo que me
mosquea.

Su compañero suspiró levantándose. —Voy a tomar café.

—Lo he acabado. Vete a comprar más.

Sorprendido miró a su alrededor. —¿Y Rita?

—Nuestra querida secretaria no ha aparecido por aquí. Seguro que


está de resaca después de otra noche de fiesta. Ayer vi su coche en el
aparcamiento del Slane´s.

—¿Y quién va a coger el teléfono? —preguntó indignado.

—Pues desvía las llamadas a tu móvil, guapo.

—¡No fastidies!
Sonrió radiante yendo hacia la puerta. —¿A que ahora te hubiera
encantado el turno de noche?

Se echó a reír al escuchar el juramento de su compañero y al salir a la


calle miró el cielo que estaba completamente despejado. Sería cabrito. Lester
esperaba ya sentado en su coche como si fuera de su propiedad y sintiéndose
un chófer se subió al cuatro por cuatro. Cerró de un portazo y asombrada vio

que tenía un gato callejero sobre las piernas. —¿Qué coño es eso? —preguntó
horrorizada por su aspecto. Le faltaba pelo por varios sitios y no tenía pinta
de ser muy amistoso por como la miraba con sus intensos ojos azules.

—Un gato. Me lo acabo de encontrar.

—¡Lester no puedes acoger a todos los animales que te encuentres! —


Mirando al bicho con desconfianza arrancó el coche. —Te gastas la pensión
en el veterinario.

—Bah, tengo de sobra para vivir.

Era un pesado, pero tenía un corazón de oro. Salió a la carretera y


siseó —Como se me tire encima, le pego un tiro.

—Menuda mentira —dijo como si nada—. Si no lo hubiera acogido


yo, te lo llevabas tú a casa. Sé de sobra que lo haces a veces hasta que les
encuentras hogar.

—Pero no me los quedo, Lester.


—Claro, tú tienes un trabajo muy importante. No quieres que se
queden solos todo el día hasta que llegas a casa.

Le miró de reojo sorprendida porque era exactamente lo que había


pensado. Y durante un segundo pensó horrorizada que terminaría como él.
Sola en ese caserón rodeada de animales. ¡Tenía que cambiar su vida de
inmediato!

Pasaban ante la casa de Rita y maliciosa dio varias veces al claxon


haciendo reír por lo bajo a Lester. —¿La has llamado?

—Ha apagado el móvil.

—Esa niña… Y mira que necesita el trabajo. Suerte ha tenido de


encontrarlo con las notas que sacaba en el instituto y los líos en los que se
metía. Y la culpa es tuya.

—¿Mía? —preguntó sorprendida.

—Claro que es tuya. La acogiste como yo a este gato. —La miró

fijamente con sus ojos castaños. —Y ya me ha arañado tres veces el muy


cabrito.

Leda se echó a reír a carcajadas y Lester sonrió. —Así me gusta.


Hacía mucho que no te oía reír de verdad.

Hizo una mueca. —Últimamente no he tenido muchas ocasiones con


todo lo que ha pasado.
—Lo has pasado mal, pero la vida es muy larga. Te queda mucho por
vivir ahora que falta tu padre.

—Todavía no he sido capaz de entrar en su habitación. —Le miró


dándose cuenta de algo. —¿Quieres su ropa? Está nueva y tenéis más o
menos la misma talla.

La miró sorprendido. —¿Crees que la necesito?

—¡Lester no me fastidies! Siempre vas con eso.

—Porque estoy en la granja.

—Cuando te acercas al pueblo vas igual. ¿Hace cuánto que no te


compras ropa?

—¿Para qué?

—¿Quieres la ropa o no? Si no la llevaré a la parroquia.

Él gruñó por lo bajo —Le echaré un vistazo.

Suspiró del alivio. Al menos se cambiaría el jersey. Salió de la


carretera torciendo a la derecha y apretó el volante viendo varias reses de los
Markley.

—¿Sabes que Rexton ha comprado un tractor nuevo? Es una


maravilla. Casi se conduce solo.

—Pues muy bien —dijo por lo bajo intentando no mostrar que estaba
de lo más interesada.
—Sus hermanos quieren comprar fincas por la zona. Me han hecho
una oferta, pero yo no vendería mi casa por nada del mundo.

Giró a la derecha en la bifurcación y frenó en seco al ver el enorme


círculo al lado de la valla. —Dijiste que lindaba con las tierras de los
Markley. Pensaba que era al norte.

—No. El camino es suyo por eso dije que lindaba con sus tierras.

El hombre bajó del cuatro por cuatro y Leda miró hacia su casa
bajando del coche. La casa en la colina se veía a lo lejos. El resplandor debía
haber sido enorme para verlo desde allí. Se bajó del coche y cerró la puerta
rodeando el vehículo para ver la zona quemada. ¿Como una casa? Debía
medir doscientos metros de diámetro. Pasó la pierna a través de la valla
blanca y se agachó para pasar cuando escuchó el motor de un coche. Se
enderezó al otro lado de la valla para ver la ranchera negra de Rexton que
frenó en seco ante su coche patrulla.

Se bajó furioso y cerró de un portazo. Al parecer no estaba de buen


humor. Aunque nunca lo estaba, pero era impresionante verle acercarse con
sus casi dos metros de altura, vestido con una camisa vaquera azul y unos
pantalones desgastados. Su pelo negro brillaba por el sol y se dio cuenta de
que ya necesitaba un corte. Juró para sí por darse cuenta de esas cosas. Tenía
que ser profesional. ¿Y qué si era el hombre más guapo de la zona? ¿Y
soltero además? Con todas las que tenía haciendo cola si se fijara en ella sería
un auténtico milagro. No pudo evitar suspirar cuando se puso a su lado y sin

darse cuenta aspiró de nuevo cuando llegó a ella el olor de su after shave.

Ignorándola totalmente gritó —¡Lester! ¿Se puede saber qué coño es


esto?

Su vecino que estaba en el centro del círculo se encogió de hombros


con el gato en brazos. —Para eso está aquí Leda. Para averiguarlo.

Rexton la fulminó con sus ojos azules. —¡Tengo tres de estos en mis
tierras!

Vaya, aquello se ponía interesante. ¡Iba a hablar con él! Sonrió como
si fuera la mejor noticia que le habían dado jamás. —Así que tres, ¿eh? —
Sacó el block para apuntar intentando no ponerse nerviosa e impresionarlo
con sus técnicas de trabajo. —¿Tamaño?

—¿Te crees que los he medido? —Puso los brazos en jarras. —¡Hay
algún gracioso que quiere llamar la atención! ¡Tienes que detenerle porque

como le pille yo, no le va a gustar el resultado de su broma, eso te lo aseguro!

—Señor Markley…

La fulminó con la mirada. —¿Por qué me llamas así?

—Nueva política del departamento —dijo como si nada apuntando.

—Chorradas del ayuntamiento —añadió Lester acercándose—. Al


parecer nos deben respeto.
—¿Si sabías el motivo por qué me lo has preguntado antes? ¡Y varias
veces además! —preguntó asombrada.

—Por si me enteraba de algo más. A veces hay que hacerse el tonto.

Gruñó apuntando antes de mirar a Rexton, sonrojándose ligeramente


por su escrutinio. ¡Madre, y ella con esas pintas! Odiaba su uniforme. —¿Por
qué a él le tuteas?

—¿Queréis dejarme en paz con eso? —preguntó maldiciendo a su jefe


por lo bajo. Con esa estúpida norma estaba quedando en ridículo ante medio
pueblo y lo que era peor, ante Rexton. —¿Qué tal si vamos al grano? —Miró
a Rexton a los ojos sintiendo que su corazón pegaba brincos de felicidad. —
¿Así que tres? ¿Por aquí cerca?

—¡Qué va! Uno está en el linde norte. —Rexton frunció el ceño. —


Pueden quemarme los pastos. Esto es muy serio.

—Intentaremos aclararlo lo antes posible. —Se agachó y tocó la tierra

llevándose los dedos a la nariz mientras miraba sus botas de piel marrón.
Esas eran nuevas. Al escuchar que Lester carraspeaba dijo a toda prisa —No
huele a gasolina ni a nada por el estilo. Tendría que coger una muestra para
analizar. —Pasó el dedo pulgar por sus dedos porque parecía que había algo
oleoso en la tierra.

—Algún gracioso quiere salir por internet —dijo Rexton agachándose


a su lado—. ¿Esto le ha pasado a alguien más?

Sonrió sin poder evitarlo porque se había acercado a ella. Qué mono.

—No que yo sepa. Pero si ha ocurrido en otras tierras nos enteraremos


rápidamente.

Rexton se enderezó de golpe y ella apretó los labios haciendo lo


mismo. Carraspeó caminando hacia la valla y en cuanto la atravesó, se acercó

a su cuatro por cuatro. Metió la mano a través de la ventanilla y cogió la


radio. —Harry.

—Dime Leda.

—¿Ha aparecido Rita?

—¡Sí, con una borrachera que he tenido que enviarla a casa!

Chasqueó la lengua mirando a su alrededor. —Necesito que vengas a


las tierras de los Markley. Y trae bolsas de pruebas. Seguro que en tu coche
no tienes.

—Enseguida estoy ahí.

—Desvíame las llamadas a mi móvil.

—Pero si has acabado el turno.

No sabía por qué, pero aquello no le gustaba. Sobre todo porque había
altas temperaturas en esa época del año y podían tener un problema muy
serio. —Hazlo. —Dejó la radio en su sitio y cogió la portátil colocándosela al
hombro. Sintió la presencia de Rexton tras ella y dándose fuerzas se volvió
con una sonrisa profesional. —Intentaremos solucionarlo lo antes posible,

señor Markley. Como ha dicho, seguro que son unos chavales queriendo
hacerse los graciosos.

Mirandola fijamente vio cómo se alejaba de nuevo hacia el círculo


ignorándole y se agachaba al lado de Lester que le mostraba algo. Muy

consciente de que no le quitaba ojo, intentó concentrarse en lo que Lester le


decía —Yo creo que esto es cosa de extraterrestres, ya sabes. Si te fijas por
aquí se quemó más. Seguro que es por la propulsión.

—¿En serio? —preguntó Rexton alucinando.

Leda levantó una ceja por su exabrupto. —Solo expresa su opinión


como ha hecho usted, señor Markley.

—Eso, que yo también soy un contribuyente. ¡Además, yo puse la


denuncia!

Se incorporó girándose y empezó a caminar por el círculo mientras


ambos la observaban. Había sido un combustible rápido. Algo que provocara
un fogonazo y después se consumiera rápidamente, pero había provocado
buenas quemaduras. La suela de su bota chocó con algo que parecía metálico
y la levantó lentamente agachándose. Apartó algo de tierra ennegrecida y
encontró algo que parecía de acero. Era como una chapa alargada. Tiró de
ella por si era algo del combustible y frunció el ceño cuando vio que de la
chapa salía una cadenita. La giró y su corazón saltó en su pecho viendo un

nombre grabado en ella. Sintiendo que todo se detenía, se la quedó mirando


sin poder ni respirar. La dejó caer cuando su mano tembló y se volvió pálida
llevando esa mano a la pistolera. Sus ojos se encontraron con los de Rexton
que dio un paso hacia ella. —¡Salid de aquí!

—Niña, ¿qué pasa?

Les señaló con el dedo. —¡Salid de aquí! ¡Al otro lado de la valla,
ahora!

Lester asintió mientras ella cogía la radio del hombro mirando


fijamente a Markley y sintiendo un dolor en la boca del estómago, porque lo
que acababa de descubrir puede que destruyera su vida para siempre.
Capítulo 2

En cuanto acordonó la zona con su compañero, entró en el círculo con

él y ambos se agacharon poniéndose los guantes. —Mierda, no tenía que


haberlo tocado —dijo preocupada.

—Después de once años no hay huellas, Leda. —Cogió la pulsera y la


metió en el sobre de pruebas. —Joder, Eloise Williams. Creía que se había
largado del pueblo.

—Como todos. Pero esto demuestra que esa noche ocurrió mucho
más de lo que sabemos. Debemos excavar para averiguar si su cuerpo está
aquí. Pero si no es así, aquí le ocurrió algo.

—Sí. —Harry se incorporó mirando la finca antes de mirar hacia la


carretera donde Lester y Rexton no les quitaban ojo. —Hace once años esta
carretera no estaba aquí.

—No. Los Markley la hicieron para tener mejor acceso a la carretera


principal con los camiones de carga. Eso fue hará cinco años.

—Sería una torpeza hacer una carretera donde has enterrado el


cuerpo, ¿no crees?
—Totalmente. Además, esta colina se ve desde la casa de Lester, pero
de todas maneras excavaremos. No quiero que la señora Williams tenga algo

que decir por no ser minuciosos.

Harry asintió cerrando la bolsa de pruebas. —Etiquétala. —Le


advirtió con la mirada. —No quiero fallos. Sin el jefe, yo soy la responsable.

—Entendido —respondió muy serio.

—Niña, ¿por qué no nos dices qué ocurre? —preguntó Lester


enfadado desde el otro lado de la valla.

—Mierda, a ver qué digo.

—Intenta desvelar lo menos posible.

Tomó aire y se volvió caminando hacia ellos. Tenía que hablar con
Lester porque eran sus tierras, pero lo que iba a decir no sería agradable y
sabía que Rexton se lo tomaría fatal. Llegó a ellos y miró al anciano a los
ojos. —Vamos a excavar en tus tierras. ¿Necesito una orden del juez o me

das permiso?

—¿Excavar? —preguntó Rexton asombrado—. ¿Pero qué coño pasa?


¿Por qué te has puesto así antes?

Le miró a los ojos intentando ser suave. —Porque la investigación ha


dado un giro y tengo que excavar. Ahora si no te importa estoy hablando con
Lester ya que son sus tierras.
Rexton se tensó por su tono. —Oye, guapa... Creo que esa placa que
luces en tu pecho se te ha subido a la cabeza.

Dio un paso hacia él. —Te aconsejo que te vayas a casa, Rexton.

Él se tensó. —¿Por qué? ¿Qué has encontrado? ¿Qué lleva Harry en la


bolsa?

—Una pulsera. La pulsera de Eloise Williams.

—La hostia —susurró Lester impresionado antes de mirar a Rexton


que se había tensado con fuerza—. Chico, vete a casa. Esta mierda ya te ha
salpicado bastante.

Rexton apretó las mandíbulas. —¿Crees que está ahí? ¿Por eso
quieres excavar?

—No podemos dejar ninguna pista por seguir. Tengo que hacer mi
trabajo.

Él asintió apretando los puños de la impotencia. —Está al lado de mis

tierras. Sabes lo que dirá todo el mundo. Volverán a echarme la culpa.

Leda lo sintió muchísimo por él, porque sabía de sobra lo mal que lo
había pasado años antes cuando todo el pueblo especulaba sobre que la huida
de Eloise había sido por su causa. O que había pasado algo peor de lo que él
era responsable porque esa noche estaba borracho. Pero su padre era muy
respetado en el pueblo y los rumores terminaron por cesar cuando habían
llegado otros escándalos. —Vete a casa —dijo mirándole a los ojos—. Yo me
encargaré de la investigación.

—Pues averigua qué mierda pasó esa noche, Leda. Estoy dejando mi
vida en tus manos. —A ella se le cortó el aliento viendo cómo se subía a su
ranchera y la encendía. La miró por la ventanilla girando el volante antes de
acelerar en dirección a su rancho.

—¿Yo también tengo que irme?

Ella miró a los ojos a Lester. Eran sus tierras, pero todo el mundo
sabía que el jamás mataría ni a una mosca. —No, Lester. No si no quieres.

—¿Traigo el tractor con la pala excavadora? Me llevará una hora


montarla, pero será más rápido que cavar con la pala.

Harry se puso tras ella y le miró sobre su hombro. Tenía músculo,


pero no tanto como para cavar una zona así. —¿Qué opinas?

—Habrá que tener cuidado de no dañar el cuerpo si está ahí. No

somos especialistas en criminología, pero si dañamos el cuerpo…

—También podríais dañarlo con las palas —dijo Lester como si fuera
tonto.

Leda sonrió al ver que su compañero tenía ganas de pegarle cuatro


gritos. —Lester vete a por la excavadora.

—Pero…—protestó su compañero.
—Cuanto antes averigüemos si está ahí mucho mejor. No quiero que
los rumores corran por el pueblo. Para cavar esta zona necesitaremos días.

Lester lo hará en unas horas.

Harry asintió. —¿Informamos a Simon?

Leda lo pensó. Bastante preocupado estaba por el estado de su mujer


como para sacarle este tema que hacía años no había podido resolver. —No,

mejor esperemos a que regrese al trabajo. No quiero que vuelva de Austin por
esto hasta que no tengamos algo en claro.

—Bien. —Harry sonrió. —Por casos así me hice del cuerpo.

—Pues ha llegado la hora de que demuestres lo que vales, Sherlock.

Hinchó el pecho. —Estoy listo.

Leda miró fijamente el círculo. —Y yo también. No sabes cuánto.

Detuvo el cuatro por cuatro ante el rancho Markley. Tomó aire


abriendo la puerta y viendo a través de la luna delantera a Clark, el hermano
pequeño de Rexton, sentado en la barandilla del porche. Con veinticinco años
era el terror de los contornos. No había mujer a la que no se le cayera la baba
mirando esos preciosos ojos grises rodeados por sus oscuras pestañas negras.
Eso y un cuerpo de infarto provocaban que todas las quinceañeras de la
región se volvieran locas a su paso como si fuera una estrella de cine.

Él entrecerró los ojos al verla subir los escalones de su casa. —Leda,

al parecer no me libro de ti, estirada.

Sonrió sentándose a su lado como cuando iban juntos al colegio y


eran compañeros de pupitre. —¿Cómo te va, desastre?

—Joder, Rexton tenía veintidós años y han pasado más de diez. ¿Es

que nunca va a poder olvidarse de eso?

—Han pasado once y el caso sigue abierto, Clark. Mi trabajo es


descubrir qué pasó con ella.

—Se largó. Que hayas encontrado su pulsera no significa nada.

—Algo pasó esa noche y debo investigar. —Sacó el block y su amigo


la miró asombrado. —No me mires así. Si fuera tu hermano quien hubiera
desaparecido, tú querrías que actuara de la misma manera. Por nuestra
amistad no voy a dejar de hacer mi trabajo.

—Sí, ya me di cuenta con la multa que me metiste el otro día —dijo


con rencor.

Chasqueó la lengua. —Te saltaste el límite. Sigue haciéndolo y


seguiré poniéndotelas. Eso me hace recordar que tengo que coger otro
talonario de multas de la oficina. Con vuestra familia gasto muchas.

La risa desde dentro de la casa la hizo sonreír y cuando se abrió la


puerta vio a la madre de los Markley mostrando la figura de una quinceañera

con sus vaqueros y su camisa vaquera sin mangas. Su cabello moreno estaba

recogido en una cola de caballo y Leda no pudo menos que desear que
cuando tuviera cincuenta y cuatro años estar la mitad de atractiva. —Buenos
días, señora Markley —dijo levantándose.

—Oh por Dios, qué formal. ¿Te siguen obligando a esa tontería? —

Sonrió sentándose en una de las sillas del porche mirándola fijamente con sus
preciosos ojos grises.

Bufó sentándose en la barandilla. —No sabes las veces que se me


olvida. La gente piensa que soy tonta o algo por el estilo. Tengo que dar
explicaciones continuamente.

—Este alcalde no sé de dónde saca estas cosas —dijo fastidiada.


Apretó los labios disimulando lo tensa que estaba y preguntó suavemente —
Leda, ¿tengo que contratar un abogado para mi hijo?

—Todavía no sabemos nada. Ni siquiera hemos empezado a cavar.


Me he acercado unos minutos para hablar con vosotros de lo que va a ocurrir.
He dejado a Harry allí.

—Se nos van a tirar encima. —Clark se puso a pasear de un lado a


otro y se pasó la mano por el cuello.

—No adelantemos los acontecimientos. Puede que no sea nada.


—¿Que no sea nada? —preguntó incrédulo—. ¿Sabes lo que pasó
Rexton la otra vez?

—He oído cosas como todo el mundo. Sobre todo lo que tú me decías,
Clark. —Miró hacia la casa. —¿Dónde está?

—¡Se ha ido a trabajar! ¡Al menos así se olvida de que estáis a punto
de joderle la vida de nuevo!

—Clark… Leda solo hace su trabajo —dijo su madre.

Le miró incrédula. —¿Cómo que se ha ido a trabajar? Le dije que se


viniera a casa.

—Y está en su casa. ¡No saldrá de sus tierras!

Se enderezó guardando la libreta en el bolsillo. —Muy bien. Veo que


no me lo va a poner fácil.

Laura Markley se levantó. —No tenemos que hacértelo fácil ni difícil.


Solo queremos que se sepa la verdad.

La fulminó con la mirada. —Pues si quieres que se sepa la verdad…


Si es lo que todos queréis, debería estar aquí como le dije que hiciera. Dile
que regresaré esta tarde sobre las siete para hablar de aquella noche.

—Ya hizo una declaración en su momento. Léela y déjale en paz.

Se tensó con el tono de Clark y entrecerró los ojos. —No soy vuestra
enemiga. Como ha dicho tu madre solo hago mi trabajo. Y haríais bien en
colaborar conmigo si es cierto que no hay nada que ocultar, para resolver este
tema de una buena vez y que Rexton pueda vivir en paz.

—¡No sabemos lo que le pasó, joder! ¡Y nadie lo sabe! ¡El sheriff


Faull lo investigó en su momento!

—Habla con Simon —dijo Laura muy seria—. ¿Le has informado de
esto?

—No he querido molestarle —respondió molesta porque al parecer no


la creían capaz de llevar la investigación—. Sabes de sobra cómo está su
mujer. Puede que mejor que nadie, ya que eres su mejor amiga. —Laura
levantó la barbilla demostrando que estaba en lo cierto. —No pienso contarle
nada hasta que no sea estrictamente necesario. Él me ha dejado al cargo y
creo que tengo la suficiente experiencia como para dirigir el departamento en
su ausencia. —Fue hasta las escaleras y las bajó diciendo —Volveré a las
siete. Espero tener noticias. —Abrió la puerta del coche. —Por cierto... Ya he

leído el informe de la desaparición de Eloise. De hecho, he leído todas


vuestras declaraciones y si lo recuerdas yo estaba allí como tú, Clark. Pero yo
no pude hacer las preguntas en su momento y si las tengo que repetir veinte
veces, lo haré si creo que es necesario. Ah, se me olvidaba. Cambia la luz del
freno de tu ranchera porque si no tendré que multarte de nuevo. —Forzó una
sonrisa. —Buenos días.

Entró en el cuatro por cuatro cerrando de un portazo molesta porque


se pusieran así cuando ella solo quería terminar con aquello lo más rápido

posible por el bien de Rexton. Bueno, si tenía que ir contra corriente lo haría,

pero resolvería el tema lo antes posible. Como si no podía dormir en las


próximas semanas.

Con los brazos en jarras observaba como Lester levantaba la pala con
la tierra y la amontonaba en un lateral. Suspiró de alivio por cuarta vez al no
ver nada extraño. Se pasó la mano por la frente porque ya empezaba a apretar
el calor e inclinó la gorra hacia atrás mientras Harry movía la tierra con una
pala buscando restos. Sudando profusamente levantó la vista hacia ella
negando con la cabeza. En ese momento alguien tocó su hombro y
sobresaltada se volvió para ver a su jefe ante ella con cara de mala leche
vestido de paisano. El sheriff Faull le gritó para que le escuchara por encima

del ruido del tractor —¡Ven conmigo!

Juró por lo bajo siguiéndole. Estaba claro que Laura le había llamado.
Estupendo. Aquello empezaba pero que muy bien.

Rodearon su coche privado lo que indicaba que había ido


directamente desde la ciudad. Su pierna que había sido mal operada después
de una misión cuando estaba en el ejército, tenía su cojera más pronunciada
lo que indicaba que estaba agotado.

Simon se volvió furioso. —¿Qué coño estás haciendo? —le gritó

dejándola en shock porque nunca le había hablado así. En los cinco años que
llevaba trabajando con él jamás le había levantado la voz.

—Cálmate, jefe. Te va a dar algo y no tienes el corazón a prueba de


bomba.

—¿Que me calme? ¡Me han llamado veinte personas preguntándome


si habían encontrado el cadáver de Eloise!

Iba a matar a Harry. O a Lester. Solo podían haber sido ellos los que
se habían chivado porque dudaba que los Markley lo publicaran por ahí.

—Te he dejado al cargo y mira lo que pasa.

—¡He encontrado su pulsera! —Por su reacción supo que ya lo sabía


y sonrió irónica. —Te ha llamado Laura, ¿verdad?

—Da igual quién me ha llamado. ¡No tienes una orden del juez para

excavar ahí!

—Tengo el permiso del dueño de las tierras. No necesito una orden —


dijo muy seria.

—¡Esa chica se fue del pueblo! Si tienes la pulsera, la perdería o no


será suya.

Le miró incrédula. —He visto su pulsera millones de veces, Simon.


¿Qué diablos te pasa? ¡Es una pista! ¿La primera que tenemos en once años y
pretendes que no la siga?

—Haz que detengan la excavación. Es una orden.

—Me has dejado al cargo y…

Que se silenciara el motor de la máquina la detuvo en seco y sin que


él pudiera evitarlo corrió hacia el círculo llegando al agujero. La imagen la

hizo temblar por dentro al ver lo que parecía un fémur al lado de una tela roja
de un color muy oscurecido. —Dios mío —susurró sabiendo que aquello no
era nada bueno para Rexton.

Su jefe se puso a su lado y juró por lo bajo pasándose la mano por su


cabello cano antes de fulminarla con la mirada. —Tú lo has empezado, tú lo
terminas. No quiero saber nada más de esto. Me vuelvo a Austin con mi
mujer.

Atónita vio cómo se largaba y Harry se acercó. —¿Qué está pasando?

—preguntó su compañero sin entender nada.

—No tengo ni idea. Pero es mucho más gordo de lo que pensamos y


nuestro jefe acaba de lavarse las manos.
Capítulo 3

Agotada porque llevaba más de treinta horas sin dormir, aparcó ante

el rancho de los Markley y después de apagar el contacto se pasó la mano por


los ojos antes de abrir la puerta. La puerta se cerró de nuevo y sobresaltada
miró por la ventanilla para ver a Rexton furioso. —Fuera de mi propiedad.

—Pero…

—¡Lárgate!

La puerta de la casa se abrió mostrando a los dos hermanos de Rexton


y a Laura que la observaron fríamente. —Rexton estás cometiendo un error.
¡No me hagas tener que llevarte a la oficina del sheriff para interrogarte!

—¡No tengo nada que hablar contigo! —La señaló con el dedo. —¡Se
lo habéis contado a todo el mundo, joder! —La miró como si le hubiera
defraudado y a Leda se le retorció el corazón porque aunque su orgullo
intentaba no demostrarlo, estaba dolido y la culpa era toda suya. —Confié en
ti y me has fallado. Vete de mis tierras.

Él no la perdió de vista mientras se alejaba para que no se bajara del


coche. Leda apretó el volante impotente viendo cómo se reunía con su
familia, que se acercaron a él como si quisieran protegerle. Su madre acarició

su hombro colocándose a su derecha y Roy gritó —¡Si no te vas, hablaremos


con nuestro abogado!

Ella le miró fijamente. Era el único de la familia que tenía el cabello


castaño como su padre que había fallecido dos años antes. Su viva imagen.
Recordaba como a veces riendo bromeaba diciendo que era el único hijo que

estaba seguro de que era suyo porque tenía sus ojos negros y su cabello
castaño. Miró a Laura que como una leona protegía a los suyos. En respuesta
a su esposo, ella siempre le daba un codazo con cariño y riendo contestaba
que la broma después de tantos años ya no tenía gracia. Habían sido una
familia idílica hasta aquella maldita noche y si quería que esa familia siguiera
igual de unida, tenía que averiguar la verdad. Y la iba a averiguar muy a su
pesar. Miró a Rexton a los ojos y tomando aire abrió la puerta del coche. La
rodeó sin molestarse en cerrarla llevando la mano a la pistolera. —Vas a

venir conmigo por las buenas o por las malas.

—¡Leda, joder! —gritó Clark.

—¡Clark cierra la boca! —ordenó con autoridad antes de mirar a


Rexton a los ojos—. Por las buenas o por las malas, tú decides.

—Intenté hacerlo por las buenas la otra vez y me sirvió de poco.


¡Todo el mundo me señalaba como el culpable de que hubiera desaparecido!
—Sonrió con ironía. —Que sea por las malas.
—No me obligues a detenerte, Rexton. —Dio un paso hacia ellos sin
temor. —Solo quiero hablar de esa noche. No lo compliques.

—Hijo…

—Esta vez me acusarán de asesinato, madre. No pienso colaborar.


Llama a nuestro abogado.

Su madre corrió al interior de la casa y se retaron con la mirada. —

Rexton… solo será una conversación.

—Yo lo llamo interrogatorio.

—¡Resistiéndote solo complicas las cosas y pareces culpable!


¡Recapacita!

Clark miró a su hermano preocupado. —Tío, si solo quiere hablar…

—¡Luego vendrá lo siguiente! Haz lo que tengas que hacer que yo me


defenderé como pueda.

¡Era idiota! Estaba claro que había que protegerle de sí mismo. —


Rexton Markley, queda detenido por sospechoso del asesinato de Eloise
Williams. —Subió los escalones y señaló a Clark. —No intervengas.

—Joder Leda… Vas a destrozarle la vida.

—Empiezo a pensar que si se encuentra en esta situación, es por su


propia estupidez. —Le fulminó con sus preciosos ojos verdes sacando las
esposas de la parte de atrás del cinturón. —Date la vuelta.
—Oblígame —dijo con chulería.

Leda hizo una mueca antes de decir —Esto me va a doler más a mí

que a ti, te lo aseguro. —Se puso ante él y sonrió. —¿Seguro que no quieres
hacerlo por las buenas?

—Seguro, nena.

Ella entrecerró los ojos. Oh, eso había sido una clara provocación. De

eso no tenía ninguna duda. Chasqueó la lengua girándose antes de pegarle


con el codo en el estómago. Él gimió doblándose hacia delante y ella le cogió
del brazo girándole sobre sí mismo provocando que cayera de espaldas ante
los escalones de su casa. Sus dos hermanos gimieron de dolor y ella sonrió
encantada. —Bueno. No ha sido para tanto. —Bajó los escalones
tranquilamente y se acuclilló al lado de su cara. —¿Te giras o te giro?

—Leche, Leda —dijo Roy impresionado—. ¿Dónde has aprendido


eso?

—En clase de defensa personal. Dos noches a la semana durante


cuatro años. —Sonrió encantada de la vida. —¿A que se me da bien? Tengo
que defenderme de los abusones. —Cogió la muñeca de Rexton y la giró
provocando que se volviera y antes de darse cuenta ya estaba esposado. Se
incorporó y se palmeó las manos —Vamos allá. —Se agachó de nuevo
tirando de sus esposas y como le hacía daño no tuvo más remedio que
ponerse de rodillas.

—Hermano, me has defraudado. No le ha costado nada tumbarte —

dijo Clark sin salir de su asombro.

Rexton la fulminó con la mirada. —Esto es abuso de autoridad.

Rió por lo bajo. —No te pongas tonto que te tiro de las orejas.

La puerta se abrió de golpe y Laura salió con una escopeta en las


manos tensándola. Llevó la mano a la pistolera justo antes de que la apuntara.
—Laura baja eso.

—¡Suéltale!

—Madre, baja el arma —dijo Rexton levantándose.

—¡No voy a dejar que te lleves a mi hijo!

—¿Es que has perdido el juicio? —preguntó Roy asombrado—.


¡Madre, baja la escopeta!

—Y una mierda. Que suelte a Rexton. ¡Ahora!

—Laura no me obligues a hacer algo que no quiero. Baja el arma


antes de que pase algo irreparable.

—¡Madre! ¡Baja el arma! —gritó Rexton poniéndose ante Leda.


Parpadeó sorprendida mirando su espalda. Oh, qué mono. Quería protegerla.
Sonrió encantada mientas se gritaban y sin poder evitarlo miró su duro
trasero. Sintió que los calores la recorrían. ¿Pero qué haces, Leda? Céntrate o
se te va a ver el plumero. Sacó el arma del cinturón y pegó un tiro al aire.

Rexton se volvió hacia ella sorprendido. —¿Estás loca, mujer? —le

gritó a la cara.

Le apuntó a la nariz. —¿Qué has dicho? Creo que se te olvida que


estás hablando con un agente de la ley. Más respeto.

Él entrecerró los ojos. —Cuando te pille desarmada…

—¿Me estás amenazando? —Miró a Laura de reojo que se había


quedado blanca. —Tira el arma al suelo. No te lo digo más. —Sin dejar de
apuntar a su hijo levantó una ceja al ver que no le hacía ni caso. ¡Iba a tener
que ponerse dura! —Laura... Llevo muchas horas sin dormir. Estoy
empezando a cansarme de tener el brazo en alto. Mira que si se me dispara
por error, nos vamos a llevar un disgusto tonto. —La miró fijamente a los
ojos. —¿O no me crees capaz de hacerlo?

Laura tiró la escopeta ante los escalones y encantada fue hasta ella y

la cogió bajando la pistola. —Bien. A ver si ahora puedo hacer mi trabajo. —


Se metió el arma en el cinturón como si nada y con la escopeta en la mano se
acercó a Rexton cogiéndole del brazo. Menudos músculos tenía, aunque los
había visto en la feria del pueblo cuando se había quitado la camisa en el
rodeo, pero tocarlos era otro cantar. Madre mía, qué suerte tendrá la que le
cate.
Tiró de él hacia la derecha y Roy frunció el ceño. —¿A dónde te lo
llevas?

—¡Vamos a hablar! ¡Y no nos molestéis más! ¡Qué pesados estáis!

Menos mal que se dejó llevar porque si se resistiera tendría que


patearle el trasero hasta el garaje que era donde quería llegar. Cuando
llegaron a la puerta le miró deslizando el cerrojo. La observaba con el ceño

fruncido. —¿Qué?

—¿No vas a detenerme?

Gruñó por dentro cogiéndole del brazo de nuevo y tirando de él al


interior. Estaba muy oscuro y preguntó —¿El interruptor?

—No puedo encenderlo —respondió con recochineo.

—Rexton esta actitud no te va a llevar a ningún sitio. —Palpó la


pared jurando por lo bajo cuando su mano chocó con algo metálico.

—Al otro lado.

Palpó hacia su derecha. —¿Por aquí?

—Al otro lado de la puerta.

Pasó ante él molesta por hacerle perder el tiempo. —Serás crío. —Él
mascullo algo por debajo y ella que estaba ya palpando al otro lado de la
puerta le miró. —¿Qué has dicho?

—Nada, agente.
—Qué mal te sienta perder.

—Eso no es cierto.

Leda siguió palpando, pero allí no había ningún interruptor. —Claro


que sí. Siempre te pones así cuando no te sales con la tuya. Como cuando
gané el campeonato de póker de la parroquia. Te sentó fatal. O el tiro al
blanco de la feria. Otro cabreo porque conseguí el peluche que querías

regalarle a Dotty Mayers. O cuando…

—Está delante de mí. Un cordón en el techo.

Sonrió radiante. —El peluche queda genial encima de mi cama.

—Será lo único que tengas en tu cama —dijo por lo bajo.

Ella jadeó indignada y tiró del cordón molesta. —¡Por qué has dicho
eso!

Puso cara de inocente. —Pues no lo sé. Debe ser porque nunca sales
con nadie. —Leda se sonrojó con fuerza y él levantó una de sus cejas

morenas. —¿O estoy equivocado?

—Pues sí. —Mintió con descaro. —Y no es asunto tuyo.

Él dio un paso hacia ella. —¿Así que sales con alguien? Pues no es
del pueblo.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí. —Sonrió maliciosa. —


Como las clases de defensa personal, por ejemplo. Allí hay hombres muy
interesantes, te lo aseguro. Pero no hablemos más de mí, que estoy cansada y
quiero terminar de una maldita vez. —Miró a su alrededor y se rascó la nuca

viendo un par de cajas de herramientas en un lateral. —Esto servirá. —Se


acercó y se sentó sobre una de las cajas suspirando antes de sacar su block.
—Perfecto, empecemos. ¿Qué recuerdas de la noche en que desapareció
Eloise? —Levantó su vista y vio que no se había movido del sitio. —¡De

verdad, Rexton! ¡Me estás haciendo perder la paciencia! ¿Quieres dormir en


una celda?

—¿Vas a interrogarme aquí?

—Lo hubiera hecho tranquilamente en el salón de tu casa, pero sois


muy pesados. Aquí tendremos intimidad. ¡Siéntate de una vez!

Rexton frunció el ceño acercándose y cuando se sentó a su lado, abrió


tanto las piernas que la rozó en el muslo. Se sonrojó ligeramente intentando
disimular y apartando la pierna, porque esa tontería había hecho que las

mariposas que tenía en el estómago cada vez que estaba a su lado, se


volvieran locas dando botes de un lado a otro. Se pasó la mano por un
mechón de cabello que se le había soltado del moño que llevaba a la nuca y
carraspeó. —¿Qué recuerdas?

—Ya declaré en su momento —respondió cabezota.

Leda suspiró pasándose la mano por el tabique nasal —Mira, no me


conoces mucho…

—Te conozco de toda la vida, Leda.

—No, no me conoces. Apenas hemos hablado en todos estos años.


Pero si me conocieras, sabrías, que no lo sabes, que siempre termino lo que
empiezo. —Le miró a los ojos como si quisiera cargárselo. —Y esto lo voy a
acabar. ¡Así que habla de una vez porque quiero irme a la cama!

—Con tu oso.

—No sé por qué, pero te prefiero pegando gritos. ¡Esa vena chistosa
me pone de los nervios!

Él sonrió y a Leda se le cortó el aliento. Sin poder evitarlo miró sus


labios y sintió que su estómago se ponía del revés. Al darse cuenta de lo que
estaba haciendo, apartó la vista de golpe poniéndose nerviosa. —Fuiste a la
fiesta.

—¿Sabes? Siempre he pensado que yo no te gustaba nada —dijo con

la voz enronquecida provocando que le mirara a los ojos—. Casi no me


hablas, solo me multas, en tu época del instituto cuando venías al rancho con
Clark ni me mirabas… Creía que tu padre te había advertido de mí por lo de
Eloise. ¿Lo hizo?

Leda enderezó la espalda. —Supongo que todos los padres advirtieron


a sus hijas en su momento. Era lógico. Pero mi padre nunca me dijo nada de
ti, aunque en el instituto se habló de ello y todas mis amigas fueron
advertidas.

—Sí, pero la actitud de desconfianza de esas mujeres fue


desapareciendo con los años. La única que ha seguido teniendo un
distanciamiento, incluso siendo vecinos de toda la vida, eras tú. Pero es que
me acabo de dar cuenta de que tú ya me tratabas así antes. Me pregunto la

razón.

Incómoda se revolvió. —Pues no sé… Supongo que al tener ocho


años más que yo... Generaciones distintas. —Se encogió de hombros. —Con
Clark me llevo muy bien.

La miró con desconfianza. —Sí, ya me he dado cuenta. Uña y carne.

—Pues sí. Sobre la fiesta…

—¿Te incomoda el tema?

Se puso como un tomate. —No, qué va. Pero como te he dicho tengo

pris…

—Así que tienes novio. ¿Es de la ciudad?

Parpadeó sorprendida. —¿Me estás interrogando?

—Curiosidad.

—¡Pues aquí interrogo yo! Sobre la fiesta…

—¿Quieres besarme?
—¿Qué? —Se puso como un tomate y muy nerviosa se le cayó el
bolígrafo al suelo antes de negar con la cabeza. —No, claro que no.

—Como me mirabas los labios… —Se encogió de hombros como si


le diera igual. —Me ha dado la sensación de que querías besarme.

Se agachó maldiciendo por lo bajo y cogió el bolígrafo del suelo de


cemento. —Pues estás equivocado. ¿Quieres centrarte de una vez?

—¿Se te han endurecido los pezones? —A Leda se le cortó el aliento


y separó los labios sin darse cuenta mirando sus ojos. —Parece que sí —dijo
acercándose demasiado para su paz mental y todo su cuerpo gritó de la
alegría cuando sus labios llegaron a unos centímetros de los suyos—.
¿Quieres que te bese yo, nena? ¿Te da vergüenza? —Su aliento la volvió loca
y sin poder evitarlo pasó la lengua por su labio inferior. —Te mueres porque
te bese, ¿verdad?

Leda le arreó un guantazo que le puso la cara del revés y Rexton

gruñó mientras ella le miraba sorprendida antes de enderezar la espalda para


recibir una mirada que helaría el desierto. Aún sonrojada siseó —Ahora que
te has centrado… ¿qué tal si me cuentas qué ocurrió en la fiesta del cuatro de
julio?

—Ya he hecho una declaración —dijo furioso—. ¡De hecho, la hice


hace once años!
—¡De verdad Rexton, acabarías con la paciencia de un santo! —le
gritó a la cara.

—¿Por qué no me sueltas y te demuestro lo santo que soy?

Era una oferta de lo más tentadora, pero tenía que hacer su trabajo
para librarle de aquel problema lo antes posible. Le miró sin comprender. —
¿No quieres que todo salga a la luz?

—¡Lo único que saldrá a la luz será la malicia de la gente, que creerá
de nuevo que yo he tenido algo que ver con su muerte! ¡Eso es lo único que
saldrá a la luz! ¡Hace once años todo se centró en mí y nadie se molestó en
averiguar si yo era culpable! ¡Si hubieran descubierto el cadáver entonces, me
hubiera podrido en la cárcel!

—Simon…

—¡Simon no hizo una mierda! ¡No le interesaba descubrir nada,


Leda! ¡Se jugaba el puesto!

Se le cortó el aliento. —¿Qué estás diciendo?

La miró fijamente. —¿Por qué crees que no se hicieron batidas para


buscarla? ¿Por qué crees que ni la prensa apenas se hizo eco de su
desaparición? Lo encubrieron entre todos. ¡Mi padre hizo que nadie se fuera
de la lengua para no ensuciar más el nombre de los Markley!

—Pero si eras inocente…


La miró con desprecio. —Exacto. Ni mi propio padre me creyó en su
momento. ¿Por qué habrías de hacerlo tú? —Se echó a reír. —Durante un

tiempo la gente murmuraba a mi paso. Pero después de un año o así y gracias


al dinero que mi padre aportaba al pueblo, nadie se atrevió a sacar el tema de
nuevo. Ese jefe a quien aprecias tanto no debe estar muy contento contigo
porque vas a sacar la mierda que él intentó esconder. ¡Le has dejado en

evidencia, Leda! No vas a durar mucho en el puesto, eso te lo aseguro.

Se tensó con fuerza por sus palabras. —Pues haré mi trabajo. ¡Así que
empieza por el maldito principio de una vez!

—¿Quieres el principio? Me volvía loco —dijo con rabia haciéndola


palidecer—. Desde el instituto quería tirármela y te aseguro que hacía
maravillas en la cama. En la cama y fuera de ella. ¡Tenía un cabello rubio tan
sedoso que me encantaba agarrárselo mientras me la follaba por detrás! ¿Es
eso lo que quieres oír? —gritó fuera de sí—. ¡Durante los tres años que nos

acostamos nunca la consideré mi novia! Me la tiraba de vez en cuando, pero


ella decía que me amaba. Se enamoró de mí. Le dije que nunca me casaría
con ella y una semana antes del cuatro de julio estábamos en mi coche
después de hacerlo y me soltó que estaba embarazada. Imagínate mi cara.
Siempre usaba condón. Sabía que no era mío. Le dije que era una zorra y que
no quería verla más. Se echó a reír en mi cara y me dijo que me había
esperado demasiado tiempo. —Se detuvo en seco muy tenso y desvió la
mirada. —Que estaba harta.

—Hirió tu orgullo.

—Pues la verdad es que sí. Me jodió que me pusiera los cuernos,


aunque no éramos novios.

—¿De quién era?

—No lo sé ni me importa.

A Leda le dio la sensación de que estaba mintiendo y sonrió sin


ganas. —Debe ser alguien a quien quieres y a quien tienes que proteger. Si yo
quisiera vengarme de ti y no tuviera escrúpulos me acostaría con Roy. —
Rexton se tensó. —O Clark. O incluso tu padre.

—No les metas en esto —siseó furioso.

—¿Qué pasó después? —preguntó fríamente.

—La eché del coche. No volví a verla hasta la fiesta porque tuve

mucho trabajo.

—Continúa.

—Muy simple. Yo había quedado con mis amigos y bebí de más. Ella
apareció y me cogió del brazo como si nada.

—Y reaccionaste mal.

—¡Estabas allí, joder! ¿Por qué lo preguntas?


—Estaba allí pero no oí lo que ella te dijo.

—Me dijo que era mío. Que como me lo había tomado mal, había

dicho que era del otro de la rabia. Me miró inocente con sus ojitos negros e
intentó convencerme. Entonces le pregunté de cuánto estaba y me dijo que de
seis semanas.

—Mentía.

—A pesar de estar borracho recordé que seis semanas antes yo había


estado en un congreso de ganaderos en Houston. Por mi cara debió darse
cuenta de que había metido la pata e intentó rectificar diciendo que estaba de
siete. Asqueado la alejé dándole el empujón en el hombro que visteis todos.
—Apartó la vista y Leda pudo ver que estaba arrepentido. —No fue mi
intención tirarla al suelo. Solo quería que me soltara. Se puso a llorar y a
gritar como también viste. Su madre apareció de la nada y la cogió
apartándola de mí mientras la consolaba. ¡Fue la última vez que la vi, joder!

¡Yo no le hice nada!

—¿Qué hiciste después?

—Seguí bebiendo. No sabía ni cómo había vuelto a casa. Al día


siguiente fue Todd quien me dijo que había sido él quien me había traído —
dijo mencionando a su mejor amigo—. Y unos días después apareció por aquí
el sheriff preguntando por Eloise. Nunca volvimos a saber nada hasta hoy.
—¿De quién te dijo que era el niño?

—No me lo dijo.

Se retaron con la mirada. —Lo voy a descubrir.

—Pues que tengas suerte.

—Si era cierto que estaba embarazada de otro hombre, es relevante

para el caso.

—Repito, que tengas suerte.

—Era Roy, ¿no es cierto? Siempre ibais juntos a todos lados. Solo os
lleváis dos años. Sabía que Roy te dolería más que otra persona. ¿Era él? —
Al ver que no respondía se levantó. —¡Dímelo!

—Detenme o quítame las esposas porque no pienso decir nada más


sin la presencia de un abogado.

—¿Por qué mentiste en tu primera declaración? ¡No salía nada del

embarazo! —Rexton sonrió irónico y a Leda se le cortó el aliento. —


¿Amañaron la declaración?

—Yo conté la verdad cuando vino el sheriff a casa, pero mi padre


consideraba que el tema del embarazo podía incriminarme. Y eso había que
evitarlo. Así que llegamos al acuerdo de decir oficialmente que discutimos
porque ella había estado con otro hombre. Un hombre desconocido.

—¡Y así dejabais la puerta abierta a la teoría de que después de


discutir, Eloise se escapó con él! —gritó furiosa.

—¡No fue idea mía!

—Pero a ti te vino de perlas, ¿no es cierto? —dijo con desprecio


sintiendo que la rabia la recorría porque no se lo esperaba. Sobre todo
viniendo de él porque siempre le había tenido en un pedestal—. Nadie se
puso de su lado.

—¡Tenía veintidós años, joder! ¡Y toda la vida por delante!

—¡Ella tenía veintiuno! También tenía la vida por delante.

—¡Te aseguro que en aquel momento todos pensábamos que se había


largado!

Leda se enderezó. —Pues alguien la mató. Y voy a descubrir al


culpable. Espero que no me hayas mentido, porque no me temblará la mano
al meterte en chirona.

Él sonrió irónico. —¿Por qué crees que te lo he contado? Podía haber

mantenido la versión de hace once años.

—Sí, pero hace once años no teníais el cuerpo —dijo sin creerse una
palabra—. Como dijiste, nadie se encargó de buscarla.

Se volvió para largarse de allí y Rexton se levantó furioso. —Si


hubiera dicho esta versión hace once años, hubiera acabado en la cárcel. ¡Era
un móvil! ¡Mi padre tenía razón! ¡Hice lo correcto para salir adelante!
Se giró con ganas de matarle. —¡Dejasteis libre a un asesino!

—¡Y tenía que arriesgarme a que me culparan a mí!

Entendía su postura, pero lo sintió muchísimo por Eloise a la que todo


el mundo había dado la espalda. —¿Cómo conseguisteis que la señora
Williams cerrara la boca? —Él apretó los labios y dio un paso hacia él
gritando —¿Cómo?

—Su coche, un Mustang azul, había desaparecido y su madre confesó


al sheriff que tomaba cocaína. Dos semanas antes de que desapareciera
discutieron porque se negó a darle más dinero, pero sabía que se seguía
drogando. Ella también pensaba que se había largado, Leda.

Dio un paso atrás impresionada. —¿Lo sabías? ¿Sabías que tomaba


drogas?

—Sí. Le dije mil veces que no tomara esa mierda delante de mí, pero
Eloise hacía lo que le daba la gana.

—Y a ti te daba igual —dijo asqueada—. ¡Te acostabas con ella


cuando te convenía! ¡La utilizabas! ¡Pero nunca te importó lo suficiente como
para intentar ayudarla!

Él rió con desprecio. —Te aseguro que Eloise no quería ayuda en


absoluto. ¡Y era ella la que me utilizaba a mí para irse de juerga con gastos
pagos!
—La odias. Hablas de ella con desdén.

—¡Intentó joderme y seguro que no soy el único! ¡Se le fue la mano y

no controló las consecuencias!

—Dios mío hablas de ella como si fuera una puta.

Rexton apretó los labios. —Ahora crees que soy un cabrón sin
sentimientos.

—¡Sí! ¡Es exactamente lo que pienso!

—Pues ya que tienes tanto interés en conocerla, ¿por qué no hablas


con el alcalde?

Se quedó helada. —¿El alcalde? ¿Y qué sabe él de ella?

—Oh, sabe mucho, eso te lo aseguro. Porque Roy la vio una vez bajar
de su coche a unas millas de aquí. Tenía el coche tras unos setos y creía que
no se veía desde la carretera, pero mi hermano la vio claramente.

—¿Y lo pasaste por alto? —preguntó irónica—. ¿El gran Rexton


Markley iba a pasar por alto que su novia le pusiera los cuernos?

—Es que eso fue antes de que empezáramos. Y nunca fuimos novios,
¿recuerdas? Solo me la tiraba.

Entonces Leda entendió. —Te volvía loco, la deseabas, pero no ibas a


tolerar que a tu novia se la hubieran tirado otros en el pueblo.

Rexton se tensó. —Exacto. Lo que es mío, es solo mío.


—¡Cerdo machista!

Sonrió revolviéndole las tripas. —¿Me estás juzgando? Creía que tú

tenías que ser objetiva.

Apretó los puños con rabia y le lanzó un derechazo que le tumbó


sobre el capó de su Mercedes. —Soy objetiva. ¡Y como lo soy, solo te pego
una hostia por el comentario de que lo tuyo es solo tuyo cuando tú te has

tirado a medio Texas! —Tomó aire viendo cómo se incorporaba y sonrió. —


Gracias por la declaración, señor Markley. Si necesito una declaración
formal, me pondré en contacto con usted. Buenas noches.

—Nena, se te va la mano. —Gruñó saliendo del garaje. —¡No me has


pegado por haberme acostado con ella! —gritó furioso—. ¡Me has pegado de
rabia porque te hubiera gustado estar en su lugar!

Se detuvo en seco y se volvió mirándole con odio. —Eso crees, ¿eh?

—¿No es hora de confesarse, nena? ¡Me deseas! ¡Por eso te escondías

de mí! ¡Te he decepcionado y no lo soportas!

—Tienes razón. Me has decepcionado totalmente —dijo con


desprecio—. ¡Tanto que cualquier cosa que pudiera sentir por ti ha
desaparecido por completo! —Se volvió yendo hacia su camioneta y le lanzó
las llaves de las esposas a Clark que como todos los demás les observaban
con la boca abierta desde el porche. —Ya me las devolverás. —Se metió en
el coche y cerró de un portazo. Aceleró saliendo de la finca y nerviosa miró

por el retrovisor para ver que Rexton la observaba alejarse con los labios

apretados. Apartó la vista sintiendo unas increíbles ganas de llorar. No solo


de la vergüenza porque Rexton supiera lo que sentía por él, sino de la
decepción y la pena porque después de esa conversación ya no le veía igual.
Seguramente la culpa era suya por haberlo idealizado. Le había admirado

tantos años… no se podía creer que estuviera tan equivocada respecto a su


manera de ser.

Al llegar a la carretera donde estaba la fosa en la que había estado


enterrada Eloise y ver que su tumba aún estaba abierta, se detuvo sin poder
evitarlo y los faros alumbraron la zona. Una lágrima recorrió su mejilla
deseando no haber encontrado nunca aquella pulsera porque puede que
hubiera soñado con Rexton, pero esos sueños, esas ilusiones la habían
aliviado en los momentos más duros de su vida y ahora ya no le quedaba

nada.

Se quedó allí sentada unos minutos mirando la fosa y sorbió por la


nariz limpiándose las lágrimas. Lo superaría como había superado todo en su
vida. La muerte de su abuela, la de su madre y hace un mes la de su padre
después de una larga enfermedad. Era hora de olvidar a Rexton e iniciar una
nueva vida.
Capítulo 4

Detuvo el coche ante la casa de Lolly Williams. Odiaba tener que ir,

pero los rumores ya corrían por el pueblo y seguro que estaba esperando
noticias.

Se bajó del vehículo y caminó por la entrada empedrada de su


pequeño jardín pulsando el botón del timbre. Le extrañó no ver luces en el
salón y se preguntó si estaría durmiendo, pero de repente se abrió la puerta
mostrando a la mujer en bata iluminada por la luz del pasillo que tenía detrás.
Se quedó impresionada porque tenía una aspecto lamentable y se notaba que
había bebido.

La pobre mujer sonrió con pena dándose la vuelta sin decir palabra,

antes de caminar por el pasillo yendo hasta la cocina que estaba al fondo.

—Señora Williams…

—Ya me he enterado —dijo entrando en la cocina como si nada.

Leda entró en la casa y cerró la puerta mirando a su alrededor porque


nunca había estado allí. Al pasar ante la puerta del salón vio las fotografías de
Eloise sobre la chimenea y tomó aire antes de seguirla. Nunca había hecho
eso y no sabía muy bien cómo tratar el tema. Entró en la cocina y allí estaba

sentada ante la mesa mirando un vaso de whisky. —Hacía seis años que no
probaba el alcohol. —Sonrió con tristeza antes de beberse el vaso de golpe.

—Todavía no sabemos los resultados. Se hará un análisis de ADN


para confirmar que es Eloise —dijo sentándose ante ella.

—Habéis encontrado la pulsera. Jamás se la quitaba. —Se echó a

llorar. —Se la regalé dos Navidades antes.

Ella metió la mano en el bolsillo de la camisa y puso la bolsa de


pruebas sobre la mesa. —La he visto en su muñeca, pero quería confirmar
con usted que es la de su hija.

Intentó contenerse, pero al ver la pulsera en la bolsa, se echó a llorar


desgarrada y a Leda se le rompió el corazón. Se levantó abrazándola y la
mujer se aferró a ella. —Mi niña…

—Lo siento muchísimo, señora Williams.

—No era mala, ¿sabes? Solo estaba muy perdida. —La miró
fijamente. —No te creas lo que dicen de ella. Todo es mentira.

Entrecerró los ojos incorporándose. —¿Qué quiere decir?

—Ellos lo ocultaron. Estoy segura de que fueron ellos. El sheriff no


me hizo caso, pero lo sé. ¡Yo lo sé!

—¿Qué es lo que sabe? —Se sentó a su lado cogiendo sus manos. —


¿Qué ocurrió esa noche?

—Le quería con locura. —Se echó a llorar. —Intenté quitárselo de la

cabeza mil veces, pero ella decía que sería la señora del rancho Markley. Que
lo conseguiría. Era una ilusa. La hija de la empleada de un supermercado no
iba a casarse con el hijo del dueño del rancho más importante de la zona. Y
más con su historial. Su padre me advirtió.

—¿Su padre?

—El padre de Rexton. Fue al supermercado un día y simulando


comprar, cuando él nunca compraba nada, me dijo altanero que tenía una hija
preciosa. Yo le di las gracias orgullosa. Entonces me dijo que hablara con
Eloise porque estaba perdiendo el tiempo con su hijo. Y a veces se cometían
errores que se pagaban el resto de la vida. No queremos que les pase eso a
nuestros hijos, ¿verdad Lolly? Le entendí de inmediato. Jamás dejaría que
Rexton se casara con ella. Y mi hija al ver que pasaba el tiempo y no

conseguía nada… —Se echó a llorar de nuevo.

—Intentó atraparle.

—No la reconocía. No me hacía caso y se iba de casa cuando le daba


la gana.

—¿Tomaba drogas?

Agachó la mirada avergonzada. —Mi hija no tuvo una vida fácil. Yo


bebía, ¿sabes? —Sonrió sin ganas cerrando los ojos y negando con la cabeza.
—Mi niña... Todo fue culpa mía.

—No diga eso. La quiso y eso es lo único importante.

Abrió los ojos mirándola con los mismos ojos negros de Eloise. —
Fueron ellos. Estoy segura. Puede que mi hija cometiera errores, pero no
dudes de que fueron ellos. No la querían en su vida.

—¿Estaba embarazada? ¿Tomaba drogas? —insistió porque eso era


demasiado importante como para pasarlo por alto—. Necesito saberlo.

—Empezó fumando mariguana con dieciséis. Me enteré cuando me


llamó el director del instituto porque la encontraron fumándola en el baño. A
partir de ahí vino lo demás. Pastillas que me robaba a mí, alcohol y cocaína.
Pero cuando empezó con Rexton me dijo que lo iba a dejar. Me lo juró. Y
durante un año estuvo limpia.

—Estaba enamorada.

—Lo hubiera dado todo por él. Pero una noche llegó irreconocible.
Estaba pálida y cuando le pregunté qué ocurría no quiso contármelo. A partir
de ahí volvieron las drogas y todo lo demás. Me negué a darle dinero y… —
Sollozó y se tapó la boca.

—¿Qué hizo?

—No era mala, te juro que no —dijo angustiada.


—Lo sé. —Acarició su hombro. —Pero es mejor que me lo diga todo
por si intentan ponerlo contra ella. Debo conocerla, ¿entiende?

La miró a los ojos. —¿Quieres conocerla?

Asintió sinceramente. Lolly se levantó y preocupada la siguió


saliendo de la cocina. La miró sobre su hombro subiendo la escalera. —Sí,
sígueme. Te voy a mostrar a mi hija. A la auténtica Eloise que solo conozco

yo.

Sintiendo un hueco en el estómago vio como abría la puerta de


enfrente a la escalera y se hacía a un lado para que pasara. Se le cortó el
aliento al ver varios dibujos buenísimos de Rexton colgados en la pared.
Estaban tan detallados que se le retorció el corazón porque demostraba con
cada trazado que le amaba con locura. Locura obsesiva porque al mirar la otra
pared vio que había seis dibujos más de él. La impresionó uno especialmente.
Rexton estaba tumbado en una cama con el brazo tras la cabeza desnudo de

cintura para arriba y le sonreía. Pero lo que se le quedó grabado a fuego en su


corazón fue una mirada que no le había visto nunca. Parecía un hombre muy
enamorado. Dio un paso hacia él. —Ese lo dibujó el primer año.

Lolly se acercó a una carpeta de dibujo. —No teníamos dinero para


enviarla a una de esas escuelas de artistas —dijo con pena—. Intentó que le
dieran una beca, pero sus notas no eran precisamente brillantes. —Abrió la
carpeta y le mostró un dibujo de Rexton realmente furioso. —Este lo dibujó
más adelante. Las drogas habían vuelto.

Sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho, se acercó a ella y

vio como pasaba los dibujos con sumo cuidado como si no quisiera perderlos
por nada del mundo. —Tenía talento —susurró viendo a sus amigos sentados
en el banco del campo de futbol tomando cervezas.

—Los dibujaba de memoria. Le daba vergüenza que la gente lo

supiera.

Leda clavó la vista al ver un autorretrato de ella. Parecía un baile y


ella se había rizado su precioso cabello rubio. Miraba enamorada a Rexton
que de smoking miraba sobre su hombro. —Este fue el último que dibujó —
susurró su madre acariciando la imagen de su hija.

—¿Estaba embarazada? ¿Intentó atraparle?

La miró con rencor. —¿Y qué si lo hubiera hecho? ¡Él se acostaba


con mi niña cuando le daba la gana! ¡La enamoró y no pensaba casarse con

ella! ¡Si quiso atraparle, se lo merecía!

Dios… Se volvió no queriendo replicar a esa mujer y frunció el ceño


mirando una de las estanterías que estaban a la derecha de la cama. Caminó
hacia allí y cogió la foto de periódico enmarcada. Era el alcalde. Se volvió
sorprendida. —¿Qué hace esta foto aquí?

Lolly se la arrebató de la mano. —¡No toques nada! ¡Todo está como


ella lo dejó!

Asombrada vio que la ponía en su sitio exactamente como estaba. —

Será mejor que te vayas.

Iba a salir de la habitación. —¡Señora Williams!

Con los ojos cuajados en lágrimas se volvió a regañadientes y susurró


—Era su padre.

Se quedó de piedra mirando la foto de nuevo. —Pero…

—Ya estaba casado. Fue una noche y destrocé mi vida. Y la de mi


hija porque nunca aceptó que él tuviera una familia y que la rechazara
públicamente. Yo nunca dije nada por su mujer. Es buena persona y no se
merecía sufrir por lo que fue una noche de inconsciencia.

No se lo podía creer. Si había una familia que nunca dudaría que era
perfecta, era la del alcalde. La señora Hayman se moriría de la pena si lo
supiera. La miró de nuevo. —¿Qué ocurrió aquella noche?

—¿Aquella noche? —preguntó confundida.

—La noche de su desaparición. Usted la recogió del suelo. Yo lo vi.


¿Qué ocurrió después?

—Quise llevarla a casa. —Sus ojos estaban vacíos como si estuviera


recordando. —Y conseguí llevarla hasta su coche. Pero… se escapó. Se subió
al coche y desapareció para siempre. —Se sentó sobre la cama y se echó a
llorar cubriéndose el rostro. Era evidente que sentía remordimientos. —Me

enfadé con ella por comportarse así. Le dije que debía tener más dignidad.

Nos gritamos.

—Eloise le recriminó su actitud en el pasado.

—Sí, me dijo que yo sí había perdido la dignidad desperdiciando mi


vida en este pueblo, contemplando la vida del hombre al que amaba sin hacer

nada por retenerle. Que ella no era así y que haría lo que fuera por conseguir
a Rexton.

—¿Haciendo qué?

Su madre cerró los ojos. —Hablaba sin sentido. Estaba drogada.

—Yo la vi muy bien. Y recuerdo que estaba bebiendo cervezas como


todos los demás. ¿Estaba embarazada? ¿Si o no? —preguntó levantando la
voz perdiendo los nervios.

—¡Sí!

Apretó los labios intentando digerirlo. —¡Pero no era de Rexton!

—¡Sí que lo era!

—¡No, no lo era! Por eso decía que haría lo que fuera por estar con él.
Creía que podía colárselo a Rexton, pero por las drogas o por el alcohol metió
la pata, ¿no es cierto? Se equivocó de fecha y él se dio cuenta.

La miró asombrada. —¡Has hablado con él!


—¡Por supuesto que he hablado con él!

—¡Era suyo! ¡Qué no mienta!

—No trabajaba, ¿de dónde sacaba el dinero para las drogas si usted no
se lo daba?

—Se lo daba él.

—¿Rexton? —preguntó incrédula.

—Su padre.

Madre mía. Suspiró pasándose la mano por la sien porque empezaba a


dolerle la cabeza de la tensión. —Su padre. ¿Le chantajeaba? —Asintió sin
ser capaz de hablar. —¿Mantenía relaciones con otros hombres aparte de
Rexton?

—Una noche un coche rojo la trajo a casa. ¡Pero el niño era suyo!

—¿Un coche rojo?

—Una ranchera. Le pregunté quién era, pero se encerró en la


habitación sin contestarme.

—¿Qué pensaba hacer?

—¿Hacer?

—Estaba embarazada de alguien que no era el hombre que quería y él


lo había descubierto. La despreciaba. Estaba a punto de perderle para
siempre. ¿Qué pensaba hacer?

—¡Ella no abortaría! ¡Y era hijo de Rexton! ¡Él miente!

Leda se la quedó mirando durante unos segundos mientras se echaba a


llorar de nuevo. —No abortaría —susurró una y otra vez.

Se dio cuenta de que su madre no estaba preparada para aceptar esa


parte de su vida. Era como si la traicionara si lo hiciera y no podía presionarla

más. —Será mejor que se acueste. La mantendré al tanto de los resultados de


las investigaciones.

Lolly levantó la vista hacia ella. —Encontrarás a quien hizo esto,


¿verdad?

—Le juro que haré todo lo posible por encontrarle.

Sonrió con tristeza. —El sheriff Faull no hizo nada. —Se tumbó en la
cama de costado encogiendo las piernas. —No hizo nada por mi niña. Nadie
hizo nada por ella jamás. Veían como se hundía y ni yo pude salvarla.

Leda salió de la habitación sintiendo una pena enorme por esa mujer.
Enamorada de un hombre que tenía otra vida de la que ella nunca formaría
parte, tenía una hija de soltera y había intentado mitigar el dolor con el
alcohol. Su hija viendo que iba por el mismo camino, intentó lograr su
objetivo a cualquier precio. Y ese precio había sido su vida.
Leda estaba riendo con sus amigos, que jugaban a intentar encestar en

un puesto de la feria, cuando llegó Eloise con un vestido rojo entallado y unas
botas vaqueras del mismo color con un vaso de cerveza en la mano. Su
melena rubia y sus labios rojos mostraban a una mujer preciosa que
provocaba que los hombres se volvieran a su paso. Clark le susurró al oído —

Ahí viene esa lagarta. Ya no sabe qué hacer para colgarse de Rexton.

Leda soltó una risita y disimuló su disgusto, cuando Eloise se acercó a


Rexton seductora y pasó la mano por encima de su camisa blanca acariciando
su pecho para decirle algo al oído. Él se tensó y bebió de su cerveza
mirándola de reojo antes de decir algo en voz baja que solo ella podía oír,
mientras sus amigos se reían sacándose fotos. Molesta porque le doliera
verlos juntos, se volvió hacia Clark y sus amigos. —¡Dejadme a mí! Os vais
a enterar.

Varios se rieron y cogió la pelota que le tendió el hombre del puesto


guiñándole un ojo. La verdad es que se le daba fatal el baloncesto y todos lo
sabían de sobra, así que la broma estaba asegurada. Lanzó el primer tiro y
todos la abuchearon haciéndola reír. Cogió otra pelota mirando sobre su
hombro y vio que Clark daba un paso fuera del grupo. Todos se volvieron y
Leda escuchó los gritos por encima de la música. Se metió entre sus amigos
para ver a Rexton intentando soltar su brazo y como ella no le soltaba
suplicando que la escuchara, la empujó por el hombro provocando que cayera

sobre el prado. Sentada le gritó —¡Escúchame! ¡No lo entiendes!

—¡Lo entiendo muy bien! —gritó Rexton furioso tirando la cerveza a


un lado—. Y a mí no intentes joderme, porque lo pagarás muy caro. Eso te lo
juro por lo más sagrado.

Impresionados todos vieron como Lolly corría hacia su hija y se

agachaba a su lado abrazándola. La madre de Eloise miró con odio a Rexton


y dijo algo que ella no pudo escuchar antes de levantar a su hija y sacarla de
allí mientras Eloise lloraba desgarrada.

Sin aliento e impresionada porque jamás le había visto así, miró a


Rexton que juró por lo bajo antes de alejarse de su grupo que le pidió que no
se fuera. Ella se quedó mirando su espalda mientras se alejaba.

Sobresaltada se sentó en la cama con la respiración agitada porque


nunca había soñado con esa noche y no recordaba que Rexton se había ido de

la fiesta. Apartó las sábanas jurando por lo bajo y saltó de la cama corriendo
hacia sus pantalones. —Maldito caso. No voy a pegar ojo hasta que lo
resuelva. —Después de ponerse la camisa se estaba cerrando el cinturón
cuando se detuvo en seco mirando el reloj sobre la mesilla. —¡Estupendo
Leda, son las tres de la mañana! ¿A dónde coño vas?

Suspiró sentándose en la cama y se pasó la mano por la cara antes de


apartar su larga melena rubia. Un mechón de pelo cayó sobre su muslo y ella
lo cogió pensativa acariciándolo entre sus dedos. Separó los labios

sorprendida pensando que más o menos era del mismo color que el de Eloise
y lo tenía tan largo como ella. Nunca había llevado el cabello tan largo de
joven. Fue sobre los dieciséis cuando decidió dejárselo crecer. Impresionada
soltó el mechón. ¿Se lo había dejado crecer porque sabía que le gustaba? Con

el corazón retumbando en su pecho se levantó lentamente y abrió la puerta


del armario. Allí estaba. El vestido rojo entallado que había comprado dos
años antes y nunca se había atrevido a poner. Se tapó la boca de la impresión
y cerró la puerta de golpe. —Es una casualidad —susurró poniéndose muy
nerviosa—. Una maldita casualidad. Tu subconsciente que te está jugando
una mala pasada.

El sonido del teléfono móvil la tensó y se volvió hacia la mesilla


viendo la pantalla encendida mostrando un número que no tenía grabado.

Juró por lo bajo porque seguro que las llamadas de la oficina seguía
recibiéndolas ella y suspiró sentándose en la cama antes de responder —Al
habla la ayudante del sheriff Leda Towson.

—Leda tienes que venir al rancho.

Frunció el ceño al escuchar la voz de una mujer. —¿Quién es?

—Soy Laura Markley. Necesito que vengas.


Tenía que ser importante para que llamara a esas horas. —¿Qué
ocurre? —preguntó cogiendo la pistolera y saliendo de la habitación.

—Acaba de llamar Joshua, el capataz, y han encontrado otro de esos


círculos aún ardiendo en los campos del este donde tenemos ganado. Ha
habido una estampida. Al parecer hemos perdido unas reses y tienes que
venir de inmediato porque los chicos han salido de casa y los ánimos están

muy caldeados. Temo que Rexton haga una tontería como está en este
momento, ¿entiendes? ¡Tienes que venir!

—Ya salgo para allá —dijo bajando las escaleras.

Bajó los escalones del porche sin cerrar la puerta con llave y corrió
hacia su cuatro por cuatro. En apenas unos segundos salía de su rancho y en
cuanto entró en la interestatal puso la sirena acelerando todo lo que podía.
Para llegar a los campos del este tenía que atravesar hacia el norte las tierras
de Lester y para eso tendría que rodear sus pastos. Juró por lo bajo entrando

en la carretera al rancho derrapando sobre la gravilla y frunció el ceño al ver


a un kilómetro más adelante algo azul corriendo por los campos de Lester.

—Mierda. —Giró el volante a la derecha atravesando la valla blanca


del viejo que le echaría una buena bronca y bajó la colina sin aminorar. El
chico sin dejar de correr miró hacia atrás cuando el cuatro por cuatro se puso
tras él y Leda sonrió. —Te tengo. —Cogió la radio y apretó el botón antes de
decir por el altavoz —Sean McKenna o te detienes o vas a acabar en el
hospital. No hagas que me cabree.

El chico corrió más si eso era posible y Leda puso los ojos en blanco

antes de acelerar poniéndose a su izquierda. Él la miró asustado antes que ella


abriera la puerta dándole un buen porrazo que le hizo salir despedido. Frenó
viendo su cuerpo tendido en el suelo. —Te lo advertí. —Bajó del coche
después de apagar el motor y se acercó lentamente. Él gimió mirando sus

botas. —Vaya, vaya. Sean, ¿qué te dije la última vez?

Volvió a gemir tumbándose boca arriba. —Esto es un agresión en


toda regla. Te van a empapelar.

—No, guapo. Es a ti a quien van a empapelar. De hecho, lo voy a


hacer yo misma. Irás a la cárcel. —Hizo una mueca. —Bueno, al
reformatorio.

—¡Leda no fastidies! ¡Era un experimento!

—¡Para ser el más listo del instituto, eres de lo más idiota! ¡No

puedes ir haciendo experimentos por las tierras ajenas!

—Es que mamá se enfada si los hago en casa.

—¡Ahora sí que se va a enfadar!

Sean se sentó gimiendo lastimero. —Tengo que ir al hospital.

—Serás mentiroso si casi ni te he rozado.

—¿Sabías que la segunda ley de Newton dice que la fuerza es igual a


la masa por la aceleración? Si ibas a una velocidad de sesenta kilómetros por
hora, eso es un kilómetro por minuto. Mil metros minuto. Dieciséis con

sesenta y seis metros por segundo y yo peso sesenta kilos, así que me has
impulsado con una fuerza de novecientos noventa y nueve, con seis newtons.
—Frunció el ceño como si lo estuviera pensando. —Creo.

—Vaya, me has impresionado —dijo con burla—. Levanta el trasero

de una vez antes de que me cabree de veras y te pegue un tiro con mi


superpistola que saca balas a la velocidad de la luz, listillo. Entonces sí que te
llevaré al hospital y podrás soltarle el rollo ese de los newtons al cirujano que
te saque la bala.

Escucharon los cascos de los caballos acercándose y Leda miró sobre


su hombro jurando por lo bajo al ver que se acercaban un grupo de seis
hombres. —Sean sube al coche —dijo fríamente girándose. El chaval que no
era tonto se levantó rápido como una flecha y se metió en el cuatro por cuatro

sentándose en el asiento del copiloto. Cerró las dos puertas y Leda susurró
por lo bajo viendo la mirada de Rexton que iba a la cabeza con cara de querer
matar a alguien —Chico listo.

Rexton y los demás se detuvieron a unos metros de ella y el jefe miró


hacia el coche. —Sean McKenna.

—Tiene un pequeño problema de control, Rexton. Pero no es mal


chico.
—¡He perdido seis reses con sus tonterías! ¡Quién me pagará los
gastos!

—Hablaré con su madre. No volverá a hacerlo.

Él apretó los labios y miró a su hermano Roy que estaba a su lado.


Éste se encogió de hombros. —Id a ver cómo está la manada. Que Joshua
empiece con el traslado de los cadáveres.

—Sí, jefe.

Los jinetes se volvieron y se alejaron a galope mientras Rexton se


bajaba del caballo. Leda se tensó cuando vio sus intenciones de acercarse al
coche y con la mano en la pistolera se interpuso. —Ni se te ocurra acercarte a
él. No quiero más problemas. Ya me estáis dando bastantes.

Sonrió fríamente. —Solo voy a hablar con el chico.

Miró fijamente sus ojos azules que parecían más oscuros en plena
noche, aunque la luna estaba llena, y se apartó para dejarle pasar. Sean cerró

el seguro al verle acercarse y Leda reprimió la risa al ver su cara de susto.

—¡Abre las puertas, Sean! —gritó Rexton mostrando que estaba


furioso.

El chico negó con la cabeza alejándose de él lo máximo que pudo.


Rexton le señaló. —¿Crees que vas a poder huir de mí? ¡Te encontraré y
machacaré esos pequeños huesos como vuelvas a acercarte a mi finca a diez
kilómetros, enano! ¡Quien daña a un Markley lo termina pagando! —A Leda
se le cortó el aliento. —¡Más te vale que tu madre me pague los daños,

porque sino vas a tener que irte del pueblo, renacuajo!

Sean asintió desde el coche y Rexton con el ceño fruncido se volvió


acercándose a ella con grandes zancadas y parándose a su lado. —¿He estado
creíble?

Leda parpadeó sorprendida y se volvió ligeramente para que el chico


no les escuchara. —¿Quieres asustarle?

—Este termina haciendo explotar el instituto o medio pueblo. Hay


que amenazarle un poco. —Chasqueó la lengua. —Hay que ver que blandas
sois las mujeres.

Jadeó indignada. —¡Perdona, pero si alguien ha intentado meterle en


cintura, esa he sido yo!

—Sí, ya lo veo. ¡He perdido seis reses! —le gritó a la cara.

—¡Su madre te las pagará!

—¡No veré un centavo! ¡Si trabaja en la biblioteca, por el amor de


Dios! Y su padre tiene un hotel ruinoso. ¿De dónde va a sacar el dinero?

—¡Ese no es problema tuyo!

—¡Claro que sí porque no cobraré!

—¡Qué pesado estás con las reses! ¡Al menos ya sabemos quién hacía
los fuegos!

—Sí, lo sabemos, pero no sabemos el motivo, ¿o sí?

—¡Un experimento!

—¿Y ya está?

—Eso me ha dicho, pero hablaré con él para enterarme bien del

asunto y… —Se volvió dejando caer la mandíbula al ver su coche vacío y la


puerta del copiloto abierta.

—¡Se te ha escapado!

Gruñó entrecerrando los ojos. —¿Quieres dejar de gritarme, idiota?


¡No puede estar lejos! Si no me distrajeras…

—¿Yo? ¿Ahora la culpa es mía? ¡Si ni siquiera le has esposado!

Se retaron con la mirada con ganas de pegarse cuatro gritos más,


cuando Rexton miró sus labios provocándole un vuelco en el corazón y sin

darse cuenta los separó ligeramente. —Joder, nena. No tenías que haber
hecho eso —dijo él con voz ronca antes de cogerla por la cintura pegándola a
su cuerpo.

Leda suspiró al sentir su fuerza y medio mareada de placer susurró —


¿El qué?

Él llevó la mano a su pecho y se lo acarició por encima de la camisa


haciéndola gemir de placer. —Esto —respondió antes de acariciar su
endurecido pezón con el pulgar. Rexton atrapó sus labios besándola de una
manera tan exigente que Leda sintió que se le doblaban las piernas. Él agarró

su nuca invadiendo su boca y ella le abrazó por la cintura. La mano de


Rexton bajó hasta su trasero haciéndola gritar de placer. Jamás había sentido
algo así y daría la vida por tenerlo, aunque fuera una sola vez. Él amasó sus
glúteos con pasión y Leda tiró de su camisa sin darse cuenta necesitando

tocarle. Su interior se tensó de necesidad y Rexton lo percibió apartando sus


labios para mirarla a los ojos mientras sus manos iban al cierre de su pistolera
y se la abría a toda prisa.

Con la respiración agitada Leda susurró —No podemos…

—Pues detenme —dijo con voz grave antes de atrapar su boca de


nuevo. Los pantalones de Leda cayeron hasta sus botas y él amasó sus
glúteos de nuevo por encima de sus braguitas antes de tirar de ellas hacia
abajo con impaciencia. La volvió y Leda apoyó las manos sobre el capó de su

coche, gritando de placer cuando se colocó tras ella metiendo las manos bajo
su camisa para acariciar sus pechos mientras besaba su cuello. —Voy a
follarte —susurró estremeciéndola de arriba abajo haciendo que arqueara su
cuello hacia atrás con los ojos cerrados solo pendiente de lo que le hacía
sentir. Una de sus manos bajó hasta su cintura y Leda gimió de necesidad al
sentir su miembro endurecido en su trasero. La acarició con él—. Estás
húmeda, nena. ¿Me quieres dentro?
—¡Sí! —gritó desesperada por su contacto. Le necesitaba dentro y
cuando él empezó a invadir su cuerpo todo su ser se tensó de anticipación.

—Eres una cajita de sorpresas, preciosa —dijo con voz ronca—. Estás
muy estrecha.

Ella alargó su mano hacia atrás por encima de su cabeza sujetándole


por la nuca y Rexton llevó las suyas a sus pechos antes de mover la cadera

con fuerza llenándola por completo. Leda gritó sintiendo el dolor de la


pérdida de su virginidad y clavó las uñas en su cuello arqueando su espalda.
—Shusss… Preciosa, espera un minuto. Acostúmbrate a mí. —Besó su cuello
e incómoda movió el trasero hacia él, provocando que gimiera sujetándola
por la cintura y pegándola a su pecho. —No lo hagas…

Leda se movió de nuevo y él gruñó cogiendo su mano y colocándola


sobre el capó otra vez antes de sujetarla por el hombro. —Nena, eres muy
impaciente —dijo antes de salir de ella para entrar con fuerza. Leda gritó de

placer apretando los dedos contra el capó y Rexton entrecerró los ojos
moviendo sus caderas de nuevo. Su vientre se tensó con fuerza en cada
embestida. Y muerta de necesidad suplicó por más. Rexton la abrazó con
fuerza pegándola a su cuerpo antes de entrar en ella con una fuerza que la
catapultó al paraíso.

Se mantuvieron así unos minutos y aún recuperándose se sintió segura


entre sus brazos. Rexton la besó en el cuello antes de acariciar con su nariz el
lóbulo de su oreja. Eso la espabiló de golpe. Dios, ¿qué había hecho? ¡Se

había acostado con un sospechoso! Puede que llevara enamorada de él media

vida, pero había metido la pata hasta el fondo. Él notó como se tensaba entre
sus brazos y susurró —¿Qué pasa, nena?

—Suéltame.

Rexton la giró de golpe cogiéndola de los brazos para mirarla a la

cara. —¿Qué coño pasa? ¿Acaso no querías esto?

Se puso como un tomate porque ambos estaban desnudos de cintura


para abajo e intentó apartarse para subirse los pantalones, pero él no la soltó.
—¡Suéltame Rexton!

—Antes dime qué ocurre.

—¡Esto no tendría que haber pasado! ¡No deberías haberme tocado!


—gritó muy nerviosa y muerta de la vergüenza.

Rexton perdió el color de la cara dando un paso atrás. —¿Qué estás

diciendo, Leda? ¡No te he forzado!

—Oh, por Dios… —Se agachó subiéndose los pantalones. —No he


querido decir eso.

—¿Y qué has querido decir? —preguntó furioso—. ¡Actúas como si


tuviera la peste!

Leda se volvió para meterse en el coche y él se subió los pantalones


antes de seguirla cogiéndola por la muñeca con fuerza. —Ni se te ocurra. ¡No

vas a irte sin darme una explicación! —le gritó a la cara.

—¡No debería haber pasado! Eres…

Él se tensó enderezando la espalda. —¿Soy que, Leda? ¿Un asesino?


¿Eso era lo que ibas a decir?

Los ojos de Leda se llenaron de lágrimas de la impotencia y le miró a

los ojos. —Llevo la investigación. Soy la responsable y…

Soltó su mano como si le diera asco. —Crees que lo hice yo.

—¡No te atrevas a juzgarme! Si no ocultaras cosas, yo… —Él se


volvió y gritó con rabia —¡Te fuiste de la fiesta! ¡Te alejaste solo! ¿A dónde
fuiste? ¿Qué te dijo ella en voz baja antes de que os gritarais? ¿Quién era el
padre de su hijo? ¿Por qué Eloise volvió a las drogas?

Rexton con las riendas en la mano al lado de su montura se detuvo en


seco. Con el corazón a mil vio cómo se volvía para mirarla fríamente. —Las

dejó cuando empezó contigo, ¿no es cierto? ¿Qué ocurrió para que volviera a
tomarlas? —Una lágrima recorrió su mejilla. —Si no me dices lo que ocurrió,
no podré ayudarte.

Sonrió con desprecio. —¿Por eso has dejado que te follara? —


preguntó cortándole el aliento—. ¿Para interrogarme después? Debo
reconocerlo, Leda. Te entregas a tu trabajo.
—¡No me trates como si fuera una puta! —gritó con rabia.

Él se subió a su caballo —Lo has dicho tú, no yo.

Sintió que su corazón estallaba en mil pedazos viendo como hincaba


los talones antes de salir a galope sin mirar atrás. Se llevó una mano al pecho
por el dolor que la traspasó sin darse cuenta de que lloraba. Con las piernas
temblorosas se subió a su coche y se tapó la cara con las manos, llorando

desgarrada porque sabía que no se lo perdonaría nunca. Rexton era muy


orgulloso y se había sentido traicionado por no ponerse de su lado. Que la
insultara diciéndole que haría lo que fuera por enterarse de lo que había
ocurrido como si fuera una zorra, era algo que ella tampoco podía perdonar.
Se limpió las lágrimas con furia antes de casi tumbarse sobre el asiento del
pasajero para cerrar la otra puerta. Frunció el ceño al ver algo en el suelo del
copiloto. Alargó la mano para cogerlo y vio que era una bolsita de plástico
con un polvo gris oscuro dentro. Abrió la bolsa y olió. Parecía pólvora.

Apretó los labios cerrándola de nuevo y la dejó sobre el asiento del copiloto
antes de incorporarse y arrancar el motor. Se mordió el labio inferior viendo a
lo lejos la casa de Lester. Esperaba que no se hubiera enterado de nada
porque entonces estaría en problemas bien gordos.
Capítulo 5

Entró en la oficina del sheriff con un café en la mano y gruñó viendo

a Rita en su puesto.

—No me eches la bronca, ¿vale? —dijo con chulería masticando el


chicle que tenía en la boca—. Un día libre se lo toma cualquiera.

—Mira rubita… —dijo con una mala leche que no podía con ella—.
¡Estarás en tu puesto en tu horario laboral o la próxima vez que hagas algo
así, te irás a la calle! —gritó sobresaltándola. Rita la miró con sus ojos
castaños como platos porque nunca le había hablado así—. ¿Me has
entendido?

La chica asintió viendo cómo se alejaba y Harry sonrió satisfecho. —


Así me gusta, jefa. Poniendo orden.

—No soy la jefa.

—De momento sí.

Decidió dejar el tema porque también era de lo más delicado. —¿Qué


tenemos? ¿Se sabe algo del forense?
—No. Pero he estado revisando el caso. —Levantó una de sus cejas
castañas y Leda suspiró sentándose en la esquina de su escritorio bebiendo de

su café. —Los informes de hace once años. ¿Los has leído?

—¿Tú qué crees? Aquí hay muchas horas muertas y la conocía.

—Pues como seguro que te lo sabes de memoria… —Abrió una


carpeta y levantó una hoja. —¿Dónde está su coche? En aquel momento

creyeron que se lo llevó con ella, pero ahora sabemos que no es así. ¿Cómo
es que nunca se encontró?

Leda cogió la hoja para ver que era la declaración de su madre. —Sí,
ya sé que dijo que su hija se había subido al coche y no la había visto más.
Me lo corroboró ayer noche.

—¿Fuiste a verla? —preguntó sorprendido—. ¿Por qué no me has


llamado?

Al mirar sobre su hombro vio que Rita tenía la oreja puesta pendiente

de su conversación. —Entremos en el despacho del jefe. Tengo mucho que


contarte.

Harry cogió el expediente de la desaparición de Eloise y entró en el


despacho tras ella. Leda cerró la puerta y bajó las persianas. —¿Estás bien?
No tienes muy buena cara.

—Será porque me he pasado toda la maldita noche buscando a Sean


McKenna.

—¿Qué ha hecho ese mocoso ahora?

Sacó la bolsa del bolsillo de la camisa tirándola sobre la mesa del jefe.
—Mejor empiezo por el principio.

Cuando acabó de relatarlo todo Harry de pie ante su escritorio puso


los brazos en jarras y no podía evitar mostrar que estaba de lo más
sorprendido. —¿Te has acostado con él?

Se puso como un tomate. —Joder, Harry.... ¿Por qué no lo gritas a los


cuatro vientos?

—¿Es que estás loca? Puedes perder tu puesto.

Muy tensa asintió. —Lo sé, por eso precisamente te lo cuento. Tienes

que implicarte en este caso tanto como yo por si me dan la patada. No confío
en que Rexton no se vaya de la lengua si le presionamos.

—Ya estoy implicado, joder. Ayer me pasé todo el día en el forense


esperando resultados, pero hay que hacer análisis y esas cosas. Eso lleva su
tiempo.

Leda asintió. —Bien, ¿y qué opinas de todo lo demás?

—¿Lo del embarazo puede confirmarse?


—Llama al forense. Quiero saber si es posible confirmar su
embarazo. Creo que es la clave de todo el asunto. Pondremos aquí el tablón.

Será nuestro centro de operaciones y Harry… Cierra con llave. No quiero que
Rita meta la nariz en esto. Cuanto menos gente sepa cómo nos movemos
mejor.

—De acuerdo, jefa.

—Por cierto, ¿ayer dijiste algo a alguien cuando encontré la pulsera?


—La miró sin comprender. —Laura llamó al jefe y él me dijo que le habían
llamado varias personas del pueblo.

—Entonces fue el viejo cuando fue a buscar el tractor con la pala.

Apretó los labios molesta. —Muy bien. Pongámonos a trabajar.

Horas después ambos observaban el tablón con la cronología de la

noche de autos. Harry observaba los nombres y las fotos de todos los
implicados pensativo. —¿Qué opinas?

—Opino que hasta que no tengamos los resultados, estamos en un


callejón sin salida. Voy a ir a hablar con el alcalde. Ya es hora de que cuente
lo que sabe. Después interrogaré a Roy. Estaba allí esa noche y su
declaración no está por ningún sitio.
Su compañero asintió levantándose de su silla. —Voy contigo.

Ella se volvió para coger la radio de la mesa cuando llamaron a la

puerta. Harry la abrió sin dejar ver el despacho. Miró sobre su hombro
diciendo con aburrimiento —Es el chivato.

—¡Mozalbete, más respeto! La gente tiene derecho a estar informada.


—Leda puso los ojos en blanco al ver que intentaba abrir la puerta. —¡Quiero

hablar con la niña! ¡Tengo que poner una denuncia!

Leda suspiró abriendo la puerta. —La valla la rompí yo, Lester.

El anciano frunció el entrecejo mirándola fijamente. —Oh, pues muy


bien. Supongo que en tus pesquisas tuviste prisa.

—Exactamente.

—Sigue así.

Para sorpresa de todos se volvió saliendo de la oficina del sheriff y


ambos parpadearon sin poder creérselo. —¿No te pide explicaciones? —

preguntó su compañero.

—Demos gracias porque no las pide —dijo aliviada. Salió a la sala


acercándose a su mesa mientras su compañero cerraba la puerta con llave.

—¿Qué escondéis ahí? —preguntó Rita muerta de curiosidad—. ¿Por


qué cerráis la puerta del jefe y yo no puedo pasar? ¿Acaso no os fiais de mí?

—¡Debe ser porque la última vez que hubo una investigación


importante, lo contaste todo en el bar del pueblo y se nos escapó el ladrón! —
exclamó Harry mosqueado.

—Bah, habían robado dos ovejas. Tampoco era para tanto. —Abrió
los ojos como platos. —Esto es un asesinato en toda regla. Quiero participar.

—Tú no eres agente, Rita. Contesta al teléfono como es tu obligación.


Si puedes después de la resaca.

Leda apoyó la cadera en el escritorio viéndolos discutir.

—¡Es que no todos podemos ser monjes que están en casa a las seis!
—protestó Rita fulminándolo con sus ojos castaños—. ¡Tiene que haber de
todo en esta vida!

—Pues si tiene que haber de todo, te recuerdo que falta una


enfermera. ¿No querías ser enfermera? Podrías haberte sacado los estudios en
lugar de zanganear en la barra moviendo el trasero de un lado a otro.

Rita sonrió con descaro. —Es que este trasero hay que lucirlo, guapo.

¡No lo voy a tener así toda la vida y menos sentada en esa silla tantas horas!
¡Ella es la jefa si no está Simon y ella decide!

Ambos la miraron y Leda levantó sus cejas rubias divertida. —¿Estáis


liados?

Rita abrió los ojos como platos. —Es buenísima en su trabajo —


susurró a Harry que le dio un codazo haciéndola gruñir—. Eh, que la culpa es
tuya por protestar tanto. Vaya perra que te ha entrado con el bar de las
narices. Te dije que vinieras.

—Cierra la boca.

—¡Me callaré cuando me dé la gana!

—Vale, estáis liados. —Leda se cruzó de brazos. —¿Desde cuándo?

—Eso entra dentro de nuestra privacidad —dijo Harry altanero.

—Serás estirado. —Rita miró a Leda y cruzó los brazos como ella. —
Tres meses. ¿Qué pasa?

—¿Y por qué no lo dijisteis?

—Porque Harry cree que empañaría su imagen ante el jefe. Quiere


hacer méritos o algún rollo por el estilo. —Le miró dolida. —Al parecer no
soy suficiente.

Harry suspiró como si ya lo hubieran hablado mil veces. —¿Ya

empezamos otra vez? ¡Quiero que piense que estoy totalmente centrado en el
trabajo!

—¡Mentira! ¡Lo que pasa es que te avergüenzas de mí! ¡Por eso no


quieres ir al bar conmigo!

Leda perdió la sonrisa al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas. Su


novio la miró impotente. —Preciosa, no llores, es que…

—¡Déjame en paz! —Salió corriendo hasta el baño y cerró de un


portazo.

Harry la miró sin saber qué hacer y molesta siseó —Los hombres sois

gilipollas.

—Jefa…

—¡Qué me dejes! —Caminó hasta la puerta de salida y pegó un


portazo al salir.

Harry se quedó allí de pie sin saber qué hacer antes de ir tras su jefa.
—¡Cariño, tengo trabajo! —dijo a gritos—. ¿Hablamos luego?

—¡Imbécil!

—Estupendo —gruñó abriendo la puerta—. Las tengo contentísimas.

Leda estaba ya dentro de su coche dando marcha atrás. —¡Espérame!


—Corrió hacia el cuatro por cuatro y abrió la puerta cuando frenó. —Jefa, no
tiene gracia.

—Sube de una vez. ¡Estamos perdiendo el tiempo! —Puso la directa


y aceleró, aunque no había cerrado la puerta.

—¡Oye, yo no tengo la culpa de que lo tuyo con Rexton no funcione!

Apretó el volante entre sus manos antes de frenar ante el


ayuntamiento y le dirigió una mirada que helaría el desierto. —¿Y quién te ha
dicho que no funciona?

—Es evidente. Es un sospechoso y…


—¡Cierra la boca!

—Sí, jefa —dijo por lo bajo viéndola salir del coche. Suspiró bajando

también y se puso a su lado mirando la fachada de ladrillo rojo del


ayuntamiento—. ¿Poli bueno, poli malo? Yo soy el malo.

—¿No te había dicho que cerraras la boca? Yo hablo y tú apuntas. —


Subió los diez escalones sin molestarse en esperarle. Estaba que se la

llevaban los demonios por la conclusión de su compañero. Estaba claro que


su relación no funcionaba, pero era solo por aquel maldito caso. Aunque si no
hubiera caso, estaba casi segura de que ni de broma se hubiera acostado con
ella porque casi no habían hablado más de diez frases seguidas en toda su
vida. Era la amiga de Clark. Punto. La pesada que de vez en cuando le ponía
una multa y como había demostrado el día anterior, ni la tomaba en serio
como ayudante del sheriff al retarla cuando había querido detenerle. Gruñó
entrando en el hall del ayuntamiento ignorando al conserje que la observó ir

hacia las escaleras sin abrir la boca. Harry carraspeó y ella se detuvo en la
escalera volviéndose. —¿Qué?

—¿Estás segura de que no quieres que sea el poli malo? —Se sonrojó
ligeramente. —Siempre he querido serlo y me da que no vamos a tener
muchas oportunidades.

Le rogó con sus ojitos castaños. —Vamos, tú puedes ser mala otro
día.
Sin poder evitarlo sonrió. —Sabes que si metes la pata puedes
quedarte sin empleo, ¿verdad?

Entrecerró los ojos. —Me arriesgaré.

Se hizo a un lado y le hizo un gesto con la mano para que pasara ante
ella. —Todo tuyo, novato.

Sonrió encantado. —Gracias jefa.

—De nada —dijo con ironía. Mathew Hayman se lo iba a comer vivo.

Sonrió divertida siguiéndole y su compañero tomó aire como si


estuviera nervioso levantando el puño para llamar a la puerta. —No me
defraudes Harry, espero mucho de ti.

—Lo haré bien, jefa. —Llamó a la puerta y una voz les dijo que
pasaran desde dentro. —Vamos allá.

Entró tras él cerrando la puerta y en cuanto Harry se apartó vio a


Mathew sentado tras su escritorio en mangas de camisa. El hombre que tenía

la edad de su padre la miró fijamente con sus ojos azules. Estaba preocupado,
eso era evidente por la tensión de su rostro. Leda sonrió para tranquilizarle
sin perder detalle. Parecía que había envejecido diez años de golpe. Estaba
claro que todo aquello no le gustaba un pelo. —Agente esperaba su visita.

—Es rutina —dijo sonriendo sin darle importancia mientras se


acercaba a la mesa.
—Veo que lo sabéis. Simon me llamó para decirme que tú te harías
cargo de la investigación.

—Debes entender que esto no se va a quedar así por mucho que


intentarais ocultarlo hace once años.

—Hará once años dentro de siete días —dijo fulminándola con la


mirada.

Se le cortó el aliento porque parecía que tenía esa fecha grabada en la


memoria. —Exacto.

—¿Podemos sentarnos? —preguntó Harry sentándose sin esperar


permiso. Ella gruñó por dentro e hizo lo mismo—. ¿De qué conocía a la
víctima? —Leda le miró como si fuera idiota y Harry se sonrojó. —Era por
iniciar la conversación.

—Creo que ya sabéis de sobra que era mi hija. Una mala noche la
tiene cualquiera —dijo el alcalde fulminándole con la mirada—. Y que yo

sepa la investigación la lleva Leda, así que cierra la boca. Si quiere preguntar
que pregunte ella.

Harry se sonrojó y Leda reprimió la sonrisa. —¿Cuándo te enteraste


de que era hija tuya?

—Lo supe desde el principio. Lolly se encargó de perseguirme para


decírmelo. Pretendía que dejara a mi esposa.
—¿Cómo se lo tomó ella cuando te negaste a ejercer de padre?

—Se volvió loca. —Con desprecio dejó el bolígrafo sobre el

escritorio. —Lolly nunca fue muy estable, la verdad, pero ese día me
sorprendió. Me los puso por corbata. Hasta me amenazó con un cuchillo al
ver que yo no entraba en razón como ella decía.

—¿Informaste a Simon?

—Tuve que hablar con él cuándo se presentó un día en mi casa.


Kimberly casi se topa con ella.

—¿Quería contárselo?

—No, quería intentar convencerme de nuevo y no la recibía en la


oficina. En aquel momento no era alcalde. Llevaba el despacho de abogados
de mi suegro únicamente.

Ella asintió porque lo sabía. —¿Qué hizo Simon?

—Habló con ella. Simplemente eso. No volvió a molestarme.

Se le cortó el aliento porque si ella quisiera hablar con urgencia con el


hombre que amaba ni Simon ni nadie se lo impediría. —¿Qué le hizo? —
Volvió a preguntar.

El alcalde golpeó el escritorio con el puño. —¡No lo sé! ¡Me dejó en


paz que era lo que quería!

Leda apretó los labios antes de continuar —¿Le pasabas una pensión?
—¡No!

—¿Por qué no te la reclamó judicialmente?

—¡No lo sé! —Se levantó nervioso y les dio la espalda mirando por la
ventana el pueblo que dominaba con el dedo meñique.

—Así que nunca te pidió nada.

—¡No, joder! ¡Ya te lo he dicho!

—¿Veías por el pueblo a tu hija y simulabas que no era nada tuyo?

—Te puedo asegurar que no fue difícil.

A Leda se le revolvieron las tripas por su desprecio. —¿Te


avergonzabas de ella?

—Cualquiera se avergonzaría de un hijo así.

—Igual si la hubieras educado tú, habría salido mejor —dijo con


ironía. Él la miró con odio, pero no abrió la boca—. ¿Cuándo se enteró ella

de que eras su padre?

—Con quince años.

—¿Ahí empezaron las drogas?

—¡No lo sé! Pero antes no había sido una santa, te lo aseguro.

—¿Por qué dices eso? No tenía antecedentes.

—¿Y quién crees que los ocultó?


Simon. Era increíble como manipulaban lo que querían. —¿Qué hizo?

—Robos en las tiendas. Cogía lo que quería y cuando se dio cuenta de

que no le ocurría nada todo fue a más. Una vez acabó en el hospital por robar
un coche. Ni tenía carnet y se estrelló con él a la salida del pueblo. Iba
borracha. Su madre no podía controlarla. Fue cuando se enteró de que yo era
su padre cuando todo empeoró.

—¿Cómo?

—Empezó a acosarme y yo para acallarla empecé a darle dinero.

—¿Te chantajeaba con decírselo a Kimberly?

—Sí. Hasta me hizo comprarle el coche. Incluso amenazó con pedir la


paternidad en el juzgado. —Se volvió muy tenso. —Ahí fue cuando me di
cuenta de que no podría detenerla y que siempre querría más. Así que le dije
que se había acabado y que hiciera lo que le diera la gana.

—¿Hablaste con Kimberly?

—Sí. Se llevó un disgusto enorme, pero era lo mejor para todos. Hasta
mis hijos lo saben.

—¿Cuándo se lo contaste? ¿Cuántos años tenía Eloise?

—Dieciocho.

Asintió viendo por el rabillo del ojo como Harry lo apuntaba todo. —
Ahí empezó a salir con Rexton.
Mathew apretó los labios. —No salían juntos. Ella misma me dijo que
solo quería hacer daño a los Markley.

A Leda se le cortó el aliento. —¿Por qué?

—Laura Markley dejó en evidencia a Lolly en una de las reuniones de


la Iglesia porque había ido bebida. La reprendió diciéndole que no tenía
vergüenza en presentarse en ese estado en la casa de Dios. Mi esposa que ya

lo sabía todo, le gritó que saliera de allí y el Padre Hopkins las apoyó
echándole en cara que antes que ayudar a los pobres, debía encargarse de su
propia casa.

—¿Así que Eloise decidió hacer daño a Rexton?

—Creo que le atraía, pero lo que más quería era pasarle por los
morros a su madre que tenía una relación con el primogénito. Quería que se
volviera loca pensando que podía atraparle de alguna manera.

—¿Cómo se lo tomó el padre de Rexton?

—¿Cómo se lo tomó Eduard? Se llevó las manos a la cabeza y perdió


todo el color de la cara. Yo mismo se lo dije en este despacho.

—Eduard conocía la historia, ¿verdad?

—¡Era mi mejor amigo!

—¡Como Simon!

—Exacto. —Sonrió irónico. —Y tu padre. No olvides a tu padre,


Leda. ¿Por qué crees que conseguiste el trabajo? ¿Por tus buenas actitudes?
Lo necesitabas y te lo pusimos en bandeja.

Sonrió fríamente. —Pues voy a demostrar lo que valgo, alcalde. No lo


dude.

—No lo he dudado nunca.

Harry la miró de reojo y apretó los labios antes de continuar —¿No

intentasteis alejarla de él?

—¡Claro que sí, pero era imposible! Eduard se quedó más tranquilo
después de hablar con Rexton. Éste le aseguró que nunca se casaría con ella.
Que eso no pasaría jamás. Que se estaba divirtiendo como ella.

Leda recordó los dibujos. —Pero se enamoró de él.

El padre de la víctima se sentó de nuevo en su sillón y dijo indiferente


—Yo de eso no sé nada.

—¡Mientes!

—No sé nada, agente.

Mirando sus fríos ojos azules sintió nauseas. —Le diste la espalda.
¡La ignoraste hasta que ella te hizo ver que no te lo permitiría! ¡Te chantajeó!
¡Intentó hundirte porque si esto se sabía no saldrías reelegido! ¿Y me dices
que se lo dijiste a tu esposa como si nada y esperaste acontecimientos que no
llegaron nunca? ¡Te odiaba! ¡Has desviado la conversación al problema de
Rexton, pero ella no pudo dejarte en paz, así como así! ¿Qué ocurrió en esos

años hasta que murió?

—¡No ocurrió nada! ¡Me dejó en paz!

A Leda se le cortó el aliento al ver que estaba asustado. —¡Dios,


seguís ocultando cosas que tarde o temprano van a salir a la luz! ¡Cómo el
cadáver de Eloise! ¡Su madre me ha dicho que le comunicó a su hija quien

era su padre con dieciocho años! ¡Tres años después de lo que tú dices!

—Me pedía dinero. Lo supo mucho antes.

Leda se quedó pensando en ello un momento. —¿Crees que era su


cómplice?

—Comprueba cuándo se compró el coche. ¿Su madre ve llegar a su


hija de dieciséis años con un coche nuevo y no le pregunta de dónde lo ha
sacado? Miente. Se beneficiaba de ese dinero tanto como su hija. Se pavoneó
delante de mí en la Iglesia con un abrigo nuevo y me dio las gracias con

descaro. Supe de inmediato lo que quería decir.

Vaya con Lolly y parecía una mosquita muerta. —¿Qué pasó


después?

—No volví a hablar con ella nunca más.

—¡Mientes! ¡Roy vio tu coche en el bosque y ella salió de él!

—¡Eso fue el día en que le dije que no iba a darle más dinero!
—¡Pues alguien se lo daba! ¡Alguien pagaba sus drogas!

—Yo no hablé con ella de nuevo. ¡Le dije que hablara con mi

abogado!

Ella entrecerró los ojos porque parecía sincero, pero con ellos nunca
se sabía. Simon la había engañado totalmente y le conocía de toda la vida.
Como a él. Tendría que presionarle un poco. —Voy a hablar con Kimberly.

—¡Deja a mi mujer fuera de esto! —gritó furibundo.

—Es afectada. Conocedora de la historia y por lo tanto tan sospechosa


como tú.

—¡No molestes a Kimberly con esto!

—¿Por qué? ¿Acaso no lo sabe ya?

—Sí, pero… —Desvió la mirada como si estuviera derrotado. —Ha


sufrido muchísimo por su causa.

—¿Cómo por su causa? Si cuando se enteró de que se lo habías dicho,


Eloise te dejó en paz. ¿O es que mientes?

La miró directamente a los ojos. —No hablo de Eloise.

Separó los labios comprendiendo. —¿Lolly?

—En cuanto corté el grifo empezaron los anónimos a nombre de


Kimberly. Y las cartas.
—¿Qué cartas?

—Cartas donde le contaba lo que habíamos hecho cuando estuvimos

juntos. Muy específicas, te lo aseguro. Muy hirientes. A la tercera carta


Kimberly se desmayó. No pudo evitar leerla y me la encontré desmayada en
la cocina. Fue cuando me enteré de lo que ocurría porque hasta ese momento
mi esposa no quiso contármelo.

—Lo tomó como si fuera una venganza de ellas.

—Sí. No quería que me torturara más por el asunto. Sabía que llevaba
dieciocho años sufriendo por ello, intentando ser mejor marido, y no quería
que pensara más en esas mujeres. Me dijo que lo dejáramos en manos de la
justicia. Pero al leer esa tercera carta…

—¿Qué decía? —preguntó Harry intrigado.

Él le fulminó con la mirada. —¡No tengo por qué contarlo!

—Mathew… —Él la miró furioso. —Estáis retrasando lo inevitable.

No me interesa airear tu vida privada. Si encuentro al culpable no tengo por


qué contar nada más que lo imprescindible. Todo lo demás…

El alcalde tragó saliva. —¿Me lo prometes?

—No quiero que nadie más salga perjudicado por esto. Te lo prometo.
Si no tenéis nada que ver en el asunto, nada de esto se sabrá. Pero necesito
conocer todo lo que ocurrió. Y cuando digo todo, quiero decir todo.
Él tomó aire por la nariz uniendo las manos sobre el escritorio. —Te
conozco desde niña y confío en ti. En las dos primeras cartas describía con

detalle nuestro encuentro aquella noche. En concreto en la primera carta


hablaba de como fui yo quien me acerqué en la fiesta y contaba cómo la
seduje. Una maldita mentira porque fue ella la que se me insinuó. Me dijo
que llevaba enamorada de mí años. En la segunda carta contaba guarradas

que se supone que yo le había hecho. ¡Una maldita mentira tras otra! Fue un
encuentro clandestino y rápido en el aparcamiento. ¡Ni duró diez minutos,
joder!

—¿Leíste esas cartas?

—Me lo contó Kimberly. Las había quemado. Leí la tercera que ponía
los pelos de punta. La escribió una psicótica, te lo aseguro. ¡Era una queja
tras otra de todo lo que había pasado durante esos años porque yo que era un
cabrón sin sentimientos le había dado la espalda! ¡Hasta tenía marcas de sus

lágrimas en las veinte hojas que le envió a mi mujer!

—¿Os amenazó?

—Algunas eran frases sin sentido que decían que debería destriparme,
pero ni me lo tomé en serio porque seguro que estaba bebida. Hablé con
Simon y él se encargó del asunto de nuevo. No volví a saber nada de ellas
directamente, aunque por supuesto las veía por el pueblo.
—¿Simon no te dijo que había hecho?

—No. Y nunca se lo pregunté. Solo le di las gracias pasado un

tiempo.

Harry apretó el lápiz contra el block antes de apuntar lo que él había


dicho, pero Leda ni se dio cuenta apoyando el codo en el escritorio. —¿Mi
padre sabía lo que ocurría?

—Claro que sí. Me desahogaba con mis amigos. Troy me apoyó


mucho. Aunque estaba hecho polvo con la muerte de tu madre. Fue un trago
para todos ese accidente de coche.

Leda agachó los párpados. Había sido el trago más duro de su vida.
Un día su madre la había llevado al instituto porque había perdido el autobús
y dos horas después su padre la había ido a buscar porque tenían que ir al
hospital a Austin. Cuando llegaron su madre ya había fallecido y nunca más
la había vuelto a ver.

Intentó centrarse en el caso intentando olvidar ese dolor. —¿Qué hizo


Eduard?

El alcalde frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?

—Su primogénito se relacionaba con una mujer sin escrúpulos. ¿Qué


hizo?

—¡Hablar con su hijo, ya te lo he dicho!


—Mientes. ¡Todo el que conocía a Eduard Markley sabía que no se
amilanaba ante nadie y menos una muchacha de dieciocho años! ¿Qué hizo?

—Fue a ver a su madre al supermercado. Le dejó claro que su hija se


alejara de Rexton.

—¿Cómo?

—¡Joder, Leda! ¿No puedes dejar las cosas como están? ¡Solo quería

proteger a su hijo!

—¿Cómo? —preguntó de nuevo fríamente.

—Amenazó con echarla de su trabajo en el supermercado. Como


sabes el supermercado pertenece a la familia de Laura y ya estábamos hartos
de ellas. Eso y la visita de Simon hizo que Lolly no volviera a molestarnos.

—¡Pero Eloise no dejó a Rexton!

—No, fue Rexton quien la dejó a ella. Incluso salió con otra
muchacha durante un tiempo.

A Leda de dio un vuelco al corazón porque Rexton dijo que se había


estado acostando con ella tres años. Dios, había estado enamorado de ella y
había simulado ante todos que se habían separado. Por eso Eloise había
vuelto a las drogas. Había buscado esa salida, defraudada por quien
consideraba el amor de su vida. Porque si de algo estaba segura después de
ver esos dibujos, es que en ese año sí que le amó. Igual empezó con él por
vengarse de Laura, pero se había enamorado de Rexton y cuando la había
dejado en apariencia ante todos por la presión familiar, la decepción pudo con

ella porque lo consideró igual que su padre. Pero eso no lo sabía el alcalde.
—Volvió con él.

—Se acostaban de vez en cuando. Lo sabía todo el mundo porque ella


se encargaba de decirlo a los cuatro vientos. Pero no eran novios. Se

divertían. Como se divertía con otros. Eso se lo dijo a Laura en una de las
fiestas de primavera. Riendo dijo que estuviera tranquila. Que no se quedaría
preñada para atraparle porque ni sabría de quién era. Eso fue unos meses
antes de morir.

Para alguien del orgullo de Rexton tuvo que ser un golpe terrible que
la chica que amas vaya diciendo por ahí que solo estás con él para divertirte.
Aunque él aparentaba lo mismo. Dios, que lío.

Miró a Harry. —¿Lo has apuntado todo?

—¿Puedo hacer una pregunta? —preguntó su ayudante irónico.

—Claro, dispara. Puede que tú hayas visto algo que se me haya


escapado.

—¿Dónde estuvo usted la noche de autos?

El alcalde le miró como si quisiera matarle. —¿Qué has dicho?

—Es una buena pregunta. ¿Dónde estabas tú cuando ella montó el


espectáculo en la fiesta del cuatro de julio?

—Pues estaba con tu padre y con Simon en el palco de la fiesta.

Dábamos el premio a la mejor tarta, ¿no lo recuerdas? Lo recuerdo porque


cuando bajamos, Laura le dijo a Simon lo que había ocurrido.

Mierda, era verdad. Después de eso su padre la recogió para irse.


Estaba enfadado. Se le cortó el aliento porque después de dejarla en casa dijo

que tenía que salir a hacer un favor a Eduard en el linde de una finca porque
sus peones estaban en la fiesta. Se levantó de golpe sintiendo el corazón a
mil. —¿Cómo te tomaste su desaparición?

—Debo decir que fue un alivio —respondió algo sorprendido por su


actitud—. Pero siempre pensé que regresaría tarde o temprano para seguir
torturándonos.

—Pues ha aparecido. ¿Nunca te preguntaste cómo desapareció de


repente?

—Simon me dijo que no me preocupara. Pero fue inevitable hacerlo,


sobre todo cuando se empezó a rumorear que Rexton tenía algo que ver por
su pelea en la fiesta. Pero el sheriff y Eduard dijeron que seguramente se
había ido con otro y que no la volveríamos a ver. —Agachó la mirada. —Sé
que todo fue culpa mía. Si yo la hubiera criado nada hubiera sido así. Lolly es
inestable y lo sabía…
Su compañero se levantó. —Ya es tarde para arrepentimientos.
Gracias por responder a nuestras preguntas.

Ambos fueron hasta la puerta y Harry la abrió para dejarla pasar. —


Leda…

Se volvieron para ver que el alcalde se había levantado. —¿Dejarás a


mi mujer en paz?

—De momento sí. A no ser que la investigación me lleve hacia ella


no la interrogaré.

—Te lo agradezco.

Salieron del despacho y Harry susurró bajando las escaleras —¿Estás


loca? Es clave para el caso.

—¿Por qué hablar con ella cuando puedo hablar con alguien que sabe
mucho más?

Harry se detuvo sorprendido mirando su espalda pues ella seguía

bajando. —¿Quién?

—Laura Markley. Ella sí que es la clave de todo.


Capítulo 6

Se estaban subiendo al coche cuando por el rabillo del ojo vio algo

azul a su derecha. Su cabeza giró hacia allí como un resorte y gruñó por lo
bajo al ver la punta de una deportiva llena de barro saliendo de la esquina del
callejón de la heladería. —Harry, rodea la heladería por tu izquierda.
McKenna se esconde en el callejón.

Su compañero cerró la puerta del coche antes de gritar —¡Eh Bill,


espera que tengo que hablar contigo de las luces de tu coche!

Sabía que estaba disimulando como si hablara con el dueño de la


heladería que no estaba ante la puerta, pero había que ser exagerado. Éste
había visto muchas películas.

Como si nada se subió a su coche y arrancó dándole unos segundos


para correr rodeando el edificio. Dio la vuelta al coche como si fuera a frenar
ante la heladería, pero aceleró bloqueando la salida al callejón. El chico saltó
hacia atrás y cuando se dio la vuelta para echar a correr allí estaba Harry
observándole con los brazos cruzados. Ella abrió la puerta del pasajero. —
Buenos días, Sean. ¿Has dormido bien?
—A pierna suelta.

Sería cabrito. —¡Sube al coche antes de que me cabree!

Resignado subió al coche y dijo algo por lo bajo. Ella le dio una
colleja. —¡Eh! ¡Eso es brutalidad policial!

—Claro que no. —Le cogió una oreja y se la retorció haciéndole


gemir. —¡Esto es brutalidad policial, capullo!

—Jefa, ¿cierro los ojos? —preguntó divertido sentándose al lado de


Sean.

—Ah, ¿pero has visto algo?

—No, claro que no.

—La corrupción en el ámbito policial es un problema… —Ambos


miraron al chaval con ganas de matarle. —¡Vale, me callo! —Se cruzó de
brazos. —¿Me vais a detener?

—¿Qué había en la bolsa? Y te advierto que ya lo he enviado a


analizar —dijo Leda mosqueada porque ese niñato la había tenido toda la
noche sin dormir. Ese niñato y el otro niñato. ¡Estaba rodeada de críos!

—Yo no he hecho nada.

Perdiendo la paciencia le retorció de nuevo la oreja. —¡Ay! ¡Ay! —


gritó intentando apartarse—. ¡Pólvora, joder!

Le pegó una colleja. —¡No digas tacos! ¿Para qué la querías? ¿Para
hacer los círculos?

Tocándose la cabeza la miró con rencor. —No lo entenderías. Nadie

me entiende nunca.

—Oh, pobrecito. Será que cuando reventaste la cerradura del


laboratorio de química, tenía que haber sido más comprensiva contigo al
encontrarte haciendo una bomba. —Se quedó sin aliento. —¿Eso quieres?

¿Hacer una bomba?

—¿No serás uno de esos pirados que quieren vengarse de alguien? —


Harry sacó las esposas. —Mejor te enchironamos.

—¡No! —gritó el chico apartándose—. No es por eso.

—Pues explícate.

—Aquello era porque quería un sobresaliente en la asignatura y mi


madre no me deja practicar en casa. —Se sonrojó ligeramente. —Desde que
hice explotar el microondas me ha quitado los tubos de ensayo.

—¿Y qué estabas haciendo en los campos de Lester? —preguntó ella


expectante.

Bufó avergonzado. Era obvio que no quería contarlo. —¿Sean?


Vamos… si no es nada no lo contaremos. Haremos la vista gorda.

—Jefa, haces la vista gorda mucho hoy. ¿Estás bien?

Ambos la miraron como si estuviera enferma. —¡Estoy


perfectamente! ¿Quieres soltarlo de una vez?

El chico se mordió el labio inferior antes de susurrar —Lo vi por

internet. En un video de YouTube.

—¿Qué viste?

—Un artista hace un dibujo con pólvora sobre un lienzo y después la


enciende. La pólvora deja el dibujo grabado en el lienzo después de una

llamarada que se apaga sola. Entonces yo pensé que podía hacerlo a lo bestia.
Como esos dibujos que la gente hace en los sembrados de trigo imitando
símbolos extraterrestres. Eso llamaría la atención en la zona y mis padres no
tendrían que cerrar el hotel.

Leda sonrió. —Atraería a los curiosos.

—Exacto. Pero me pillasteis. —La miró de reojo. —¿Te chivarás?

—¿De dónde has sacado tanta pólvora? El círculo de Lester es


enorme.

—Oh, eso fue fácil. Mi madre tenía en el granero tres bidones de


cuando mi abuelo hacía sus balas. Pesan veinte kilos —dijo como si se
hubiera deslomado.

—Pero ayer solo llevabas la bolsita.

—Esa me la llevaba a casa. —Se sonrojó de nuevo. —Era lo que


quedaba.
Frunció el ceño. —Sean, ¿quieres ser artista?

—¿Qué pasa? ¡Me ha gustado el resultado!

—¿Qué hiciste con los barriles? —preguntó Harry.

—¡No iba a dejarlos allí! Tenía que aparentar que lo hacían los
extraterrestres. Por eso hice el de Lester primero. Para que diera la voz de
alarma. Él siempre está muy pendiente de esas cosas. Se ve todos los

reportajes de la tele de ese tema, ¿sabéis? No hay nadie que sepa más en el
pueblo que él. Y lo sabe todo de todos. Lester me da trabajillos para sacarme
algún dinero. Me subo al tejado para arreglárselo porque él no puede y esas
cosas. Hemos hablado mucho, por eso sé que sabe mucho del asunto.

Harry entrecerró los ojos. —¿El viejo sabía que habías sido tú?

—No, claro que no. Lo acabo de decir. Lo hice allí porque sabía que
él sabría de qué se trataba.

—¡Tú no eres tonto, Sean! ¡Lo habéis ideado juntos! Él para que no

descartemos sus denuncias a la primera y tú por lo de tus padres. Te ayudó a


trasladar los bidones y él se deshizo de ellos, ¿no es cierto? ¡Por eso los
hombres de Rexton no encontraron rastro y tiene los mejores rastreadores de
la zona! —Sean se sonrojó y ella juró por lo bajo arrancando el coche furiosa.
—Voy a matar al viejo —dijo con ganas de pegar cuatro tiros.

—Si no te importa a mí déjame en casa —dijo Sean como si nada.


Le fulminó con la mirada. —¡Cierra la boca!

—Él no tiene la culpa de que descubrieras un cadáver.

Leda aceleró porque tuvo un mal presentimiento.

—Jefa…

—Lo sé, Harry. —Le miró a los ojos. —Lo sé.

Al pasar ante la oficina del sheriff vio que Rexton salía de su ranchera
y se les quedaba mirando mientras le pasaba apretando el volante. —¿Querría
algo importante? —preguntó Harry sacando su arma y abriendo el tambor
para comprobar que estaba cargada.

—Pues tendrá que esperar. Guarda el arma, Harry.

—¿Qué coño pasa? —preguntó Sean sorprendido—. ¡Harry el sucio


tiene cara de querer cargarse a un mafioso o algo así!

Harry levantó una ceja. —¿Harry el sucio? —Hizo una mueca. —Me

gusta. Clint Eastwood está de muerte en esa película.

—¡Eh, qué hablo en serio! —Sean la miró preocupado. —Leda, ¿qué


pasa?

—Nada, enano. Vamos a conversar con él, eso es todo. Y tú vienes


porque eres un testigo.

—¿Testigo de qué? —Impotente añadió —Vale, él me ayudó. Vino a


casa con el coche y recogimos la pólvora. En cuanto oscureció, hicimos los
círculos y yo los encendí.

—¿De quién fue la idea de hacer un círculo en su finca?

—Suya. Dijo que él sabía de esas cosas y que así daría la voz de
alarma.

—Vaya con el viejo —siseó Harry metiendo la pistola en su funda.

Leda pensó en ello y frenó en seco en la cuneta. —¿Qué coche?


Lester solo tiene una vieja ranchera que casi nunca funciona.

Sean negó con la cabeza. —No, tiene coche. Es azul. Si lo sabré yo


que me pagó diez pavos por limpiarlo. Como una patena se lo dejé. Hasta lo
aparca en el granero para que no le dé el sol.

Se le pusieron los pelos de punta. —¿De qué modelo?

—Un Mustang. Es precioso. Un clásico.

—Joder… Vamos jefa. No sea que se nos escape.

Leda salió a la carretera derrapando y un coche frenó en seco tocando


el claxon. —¡Hala! ¿Te pondrás una multa a ti misma? —preguntó Sean
impresionado.

Harry encendió la sirena y Sean sonrió. Al parecer se le habían ido los


nervios de golpe.

—La ranchera de Lester es roja —siseó sin poder creerse que Lester
estuviera metido en eso.
—Como la que la llevó a casa de su madre —apostilló Harry muy
serio.

—Exacto.

—¿De qué habláis?

—Enano, habla cuando la jefa te lo diga.

—Oye, ella te manda a ti, pero este es un país libre y…

Harry le cogió por su camiseta azul acercándole a su rostro. —


Después de lo que has hecho, ¿estás seguro de que quieres terminar esa frase?

—Soy una tumba.

—Precisamente de eso va esto, así que a callar.

Le soltó como si fuera una molestia y Leda ordenó —Apaga la sirena.


No quiero que se alerte.

—Bien, jefa.

Entraron en el camino que llevaba al rancho Markley, pero al llegar a


la tumba giraron a la derecha tomando el camino que llevaba a la granja de
Lester. En cuanto rodearon la valla y entraron en el camino que llevaba a la
casa, le vieron sentado en el porche bebiéndose una cerveza. —Empieza
temprano —dijo Harry por lo bajo.

—Bebe cerveza como si fuera agua —dijo Sean encogiéndose de


hombros.
Leda aparcó el coche ante el porche y susurró —Tiene una escopeta
en el suelo. Atento.

Harry asintió abriendo la puerta y sonrió. —Hola Lester.

—Mozalbete. ¿No me debes respeto? —dijo dándose importancia


mientras se levantaba.

—Lo siento, señor Barber. A veces se me olvida.

—Tonterías del alcalde que es idiota.

Leda salió del coche y le hizo una seña al chico para que saliera por
su lado. —Lester, tengo que hablar contigo de este vándalo.

—Eh, más resp… —Cuando le fulminó con la mirada cerró la boca.

Lester se echó a reír. —Te han pillado, ¿eh? Te dije que tenías que ser
rápido, chaval. —Apoyó el hombro en el poste de madera de las escaleras.

—¿Le has ayudado tú? —preguntó poniendo los brazos en jarras.

—¿Te ha dicho eso? —Miró a Sean como si realmente fuera idiota.


—¿No te han dicho que nunca hay que delatar a nadie? ¡Chico, así te va a ir
muy mal en la vida!

—Lo siento Lester. —El chico estaba realmente compungido. —Lo


descubrió ella. Es muy lista. Me preguntó qué había hecho con los bidones.

Lester se echó a reír a carcajadas. —Este niño.


—¿Es cierto? —preguntó Harry frunciendo el ceño—. ¿Es cierto que
le ayudaste?

—Tiene miedo por el trabajo de sus padres. Y no se ha hecho ningún


daño.

—Han muerto varias reses.

—Bah, Rexton tiene dinero de sobra. —Se encogió de hombros como

si le diera igual y la miró a los ojos. —¿Has venido a detenerme, niña? Yo no


he hecho nada. Simplemente recogí algo de su casa y lo traje a la zona.

—Eres tan vándalo como él. Cooperador necesario.

Bufó como si le diera igual. —¿Queréis una cerveza o estáis de


servicio?

Harry iba a aceptar, pero ella le fulminó con la mirada. Se sonrojó con
fuerza. —No, gracias.

Lester se echó a reír. —¿Un café?

—No te molestes, viejo —dijo ella mirando sus ojos—. ¿Dónde está
el coche de Eloise?

El anciano enderezó la espalda. —¿Qué coche?

—El Mustang. Tú nunca usas un Mustang. Es más, estoy segura de


que si investigo un poco, solo tienes a tu nombre esa vieja camioneta roja que
se cae a pedazos.
—Esa es la que tengo.

Sean entrecerró los ojos, pero no abrió la boca.

—¿Seguro? ¿Si registro el granero no voy a encontrar un Mustang


azul? ¿Recuerdas que el coche de Eloise era así?

—Me lo vendió. —Levantó la barbilla. —¿Qué pasa? ¡Nunca lo puse


a mi nombre porque solo queréis sacarnos el dinero con malditos impuestos!

—¿Cuándo lo compraste? ¿Antes de que la enterraran en lo alto de tu


maldita colina? —preguntó Harry poniéndose nervioso.

Lester bajó un escalón furioso. —¿Qué has dicho?

Decidió mediar. —Lester, estás metido en un buen lío. ¡Tienes el


coche de la víctima! ¡Joder, se estuvo buscando hace once años! ¡Tuviste que
ver como la enterraban allí o tuviste que ver la tierra removida porque tú
recorres tu finca a menudo! Y para colmo haces el círculo… —Se le cortó el
aliento mirándole con los ojos como platos. —Querías que lo descubriera,

¿verdad? ¡Querías que todo saliera a la luz!

—No sé de qué me hablas. Yo no sé nada de nada.

Dio un paso hacia él llevando su mano a la culata de su pistola. —


¿Qué ocurrió esa noche, Lester? No me hagas tener que detenerte.

—¿Detenerme a mí? ¡Menuda tontería! ¡Yo no he hecho nada!

Que dijera eso fue un alivio, la verdad. Era un pesado, pero nunca
hubiera imaginado que fuera un asesino. Aunque nunca se sabía porque
últimamente se llevaba un montón de sorpresas.

En ese momento sonó el móvil de Harry que se volvió respondiendo


—Rita ahora no puedo hablar.

Increíble. Llamada de la novia en medio de un interrogatorio crucial.


Decidió continuar —¿Qué ocurrió, Lester?

El viejo se sentó en los escalones mostrando el roto que tenía dentro


del muslo. —¡Joder, se te ve un huevo! —gritó Sean con cara de asco—. ¡Tío
tapate!

Ella que también lo había visto se sonrojó con fuerza. —¡Lester!


¡Mañana te llevo la ropa a la celda! ¡Porque es seguramente donde acabarás!

Lester se levantó rojo como un tomate. —Perdón. —Esa no era la


cara de un asesino.

—¡Qué pasó esa noche!

—Yo no le hice nada. —Carraspeó aún colorado. —Solo la enterré.

Leda frunció el ceño. —¿Estaba muerta?

Señaló el porche. —Aquí mismo. Parecía que dormía y creí que


estaba durmiendo la mona. Yo llegaba de la fiesta y le di palmaditas en la
mejilla para que se despertara. Fue cuando me di cuenta. Cayó sobre el suelo
desplomada.
Leche. —¿Y por qué no llamaste a emergencias?

—¡Fue cuando vi la sangre! ¡Me asusté! Su vestido era rojo y hasta

que no vi la sangre en la silla…

Harry se volvió. —Jefa… —Leda le miró molesta. —Ha llamado el


forense. Un tiro a la altura del corazón. Murió en el acto. El proyectil salió
por la espalda destrozándole la columna. La trayectoria es ascendente. Y del

embarazo no sabe nada. No hay pruebas.

—¿Embarazo? ¿Qué embarazo? —preguntaron Sean y Lester a la vez.

—La niña no estaba embarazada —dijo Lester molesto—. No podía


tener hijos.

Se quedó de piedra. —¿Qué dices?

Lester suspiró sentándose en la mecedora y cuando se dio cuenta se


puso de pie de nuevo. —¡Oh, habla de una vez! ¡Este caso me pone de los
nervios! ¡Todos ocultáis cosas!

—Yo no. A mí nunca me preguntó nadie.

—¡Pues bien que vas a contarme tu vida cada dos minutos! ¡Esto
podrías haberlo contado hace mucho tiempo!

—¡Claro, para que me cargaran la muerta a mí!

—¡Si tú no hiciste nada! ¿O sí?

—¡No! Solo la enterré.


—¿Entonces cómo sabes que Eloise no podía tener hijos? —preguntó
Harry asombrado. —¿Teníais relación?

—¡Claro que sí, Sherlock! Eres un lumbreras. La conocía desde que


era un bebé. Ni sé la cantidad de veces que mi mujer la trajo a casa porque su
madre tenía que trabajar. Ésta era su segunda casa.

A Leda se le cortó el aliento. —¿Su segunda casa?

—Si se escapaba, venía aquí. Si quería hablar, venía aquí. Siempre


que tenía un problema… —Se encogió de hombros. —Le gustaba hablar
conmigo.

—Eras su paño de lágrimas —dijo Leda impactada.

—Sí.

—Tuvo que ser muy duro encontrarla muerta. Era como una hija para
ti, ¿no es cierto?

El rostro de Lester se tensó. —Fue muy duro. Tanto como cuando

murió mi mujer.

—Y simplemente la enterraste.

—Me asusté. Ya te lo he dicho. Había tanta sangre….

—¿Por qué no podía tener hijos?

Lester se pasó una mano por la nuca. —Tuvo un aborto. Tenía quince
años. Salió mal.
—¿Cómo que salió mal?

La miró arrepentido. —Le di el dinero a espaldas de su madre para

que no se disgustara. Una mujer del pueblo los hacía de manera clandestina.
No podíamos llevarla a Austin sin que se enterara su madre, así que recurrió a
esa mujer.

—¿Nombre? —preguntó Harry ya con el block en la mano.

Lester le miró con desprecio. —Murió hace seis años.

—Ah, no. Pues entonces ahórratelo.

—Le salió mal. El doctor Carter tuvo que trasladarla a Austin en


helicóptero. Allí le dijeron que nunca podría tener niños. Que habían tenido
que vaciarla. Lo dijeron con otro nombre, pero no me acuerdo...

—Da igual, Lester —susurró ella impresionada porque estaba


sufriendo. Nunca le había visto así.

—Yo mismo estaba delante pero no lo recuerdo… Después de eso su

madre nos prohibió verla. Y a ella venir por aquí.

—Pero seguía viniendo.

Los ojos de Lester se empañaron sonriendo con tristeza. —La niña era
de armas tomar. Nos quería y le daba igual lo que dijera su madre. —Miró
hacia la tumba. —Aquel era su lugar favorito. Se sentaba en aquella valla y
contemplaba las tierras de los Markley desde que una vez Rexton pasó a
caballo por aquí para saludar. Me miró con sus preciosos ojos negros y me

dijo que sería su esposa. —Leda se tensó y Lester negó con la cabeza. —Y

durante un tiempo… Durante un tiempo pensé que su suerte cambiaría, pero


entonces llegó su diecinueve cumpleaños. Ahí todo cambió.

—Rexton le dijo que tenían que alejarse. Al menos ante todos.

Lester asintió. —Le amenazaron con desheredarle si continuaba con

esa relación. Eduard era un hombre muy duro y no podía consentir que su
hijo se casara mal. Y hay que reconocerlo, con Eloise hubiera tenido un
matrimonio desastroso.

—Así que ella volvió a las drogas.

El viejo se echó a reír. —Nunca las dejó. Simulaba ante todos, pero
yo sé que nunca estuvo limpia. Si algo sabía hacer mi niña, era mentir.
Hubiera sido una actriz de Oscar. —Levantó la barbilla orgulloso. —Rexton
aparentó que la dejaba de lado, pero no podía vivir sin ella —dijo

retorciéndole el corazón—. La deseaba de tal manera que se volvía loco si no


le contestaba al teléfono. Muchas veces se encontraron en mis tierras. Al este
hay una cabaña. Sabían que yo no les delataría y que allí nadie les vería.
Estuvieron así un año hasta que Rexton decidió ignorar a su padre. —Dios, se
había enfrentado a su padre por ella. Podía haberlo perdido todo. —
Empezaron como si su relación fuera un pasatiempo, pero ella sabía que le
conseguiría. Rexton no puede vivir sin mí, me dijo varias veces. Al final me
lo pedirá incluso pasando por encima de los deseos de su padre.

—Eduard no lo hubiera permitido.

—Claro que no. Lo que ocurrió esa noche… Fue la excusa perfecta
para quitarla del medio. Rexton estaba enfadado con ella.

—¿Sabes la razón?

—Otro hombre, imagino.

—Le dijo que estaba en estado. Rexton sabía que no era suyo.

Lester frunció el ceño. —¡Cómo pudo ser tan tonta!

—Eso mismo me pregunto yo porque ese falso embarazo se


descubriría tarde o temprano.

—Además insinuó que el niño no era suyo en otra conversación,


Lester. Se dio cuenta de que había traspasado la línea y podía perderle e
intentó arreglar las cosas con Rexton en la fiesta, pero se equivocó de fecha al

decirle de cuanto estaba —añadió Harry.

—Qué tontería. —Lester negó con la cabeza. —Mi niña no cometería


errores. Todo eso es mentira.

—¿Por qué no denunciaste su muerte? —preguntó ella fríamente


empezando a no creer a nadie. Ni siquiera a él por mucha cara de inocente
que tuviera.

Lester apretó los labios. —Mi escopeta estaba en el suelo. Tropecé


con ella al agacharme para ayudarla.

—¿La mataron con ella?

—Se había disparado hacía poco. Olí el cañón.

Harry miró la escopeta que estaba sobre el porche. —¿Es esa?

Lester asintió. —Sí, es esa.

—Estupendo, viejo. Tenemos la escopeta que mató a la víctima ahí


mismo. ¡El coche de la víctima en el granero y su cadáver allí enterrado! —
gritó Leda señalando la tumba—. ¿Y me vas a decir que no llamaste a Simon
para que viniera a investigar? ¿Cuando la querías tanto? Cuéntame otra
historia.

—Por eso no dije nada. Porque alguien se encargó de que todo me


señalara a mí.

—¿Y por qué lo has descubierto ahora? —preguntó Sean sin salir de
su asombro—Fue idea tuya que hiciéramos el círculo ahí.

Él sonrió. —Me estoy muriendo. Tenía que poner mis cosas en orden
y esto es lo primero que tenía que hacer.

—¿Y qué era lo segundo? ¿Vengarte de los Markley por cómo la


trataron?

Lester sonrió. —El chico es el hijo que siempre he querido tener. Si


hubiera tenido uno y fuera como él no podría sentirme más orgulloso. Pero
mi niña necesitaba paz. La necesita.

—No entiendo nada, de verdad —dijo Harry frustrado pasándose la

mano por su cabello castaño—. ¿Qué se supone que quieres conseguir


contándolo ahora? ¿Si te estás muriendo por qué no dejar las cosas así
después de tantos años?

—Quiero justicia. A mí nadie va a meterme en la cárcel ahora.

—¡Seguro que su madre quería justicia hace once años! —dijo furiosa
por ser tan insensible respecto a los sentimientos de Lolly. Se quedó helada al
ver su mirada de desprecio—. Dios mío… Te da igual.

—No me da igual. ¡Pero Lolly ha demostrado en muchas ocasiones


que su hija le era indiferente! ¡Si no hubiera sido por mi mujer y por mí,
muchas veces no habría tenido ni que llevarse a la boca porque se gastaba
todo lo que ganaba en alcohol!

Se le heló la sangre. Menuda infancia había tenido esa muchacha. No

le extrañaba que hubiera salido así.

—Era una enferma —dijo Harry.

—¡Era una egoísta! ¡Y solo se dio cuenta de lo que tenía cuando lo


perdió! Mira como después dejó de beber. ¡Pues podía haberlo hecho antes y
encargarse de su hija que la quería con locura!

Leda apretó los labios mirando de reojo a Harry. Le hizo un gesto con
la cabeza y su compañero se acercó al porche y subió los escalones pasando
ante Lester que le observó recoger la escopeta del suelo. —Cuidado

mozalbete, está cargada.

—Me lo imagino.

Cogió del brazo al anciano y este intentó soltarse. —¿Qué rayos


haces?

—Quedas detenido, Lester —dijo ella muy seria.

La miró con sorpresa. —¿Piensas detenerme? ¿A mí?

—Lo siento, pero has cometido un delito y muy grave. Quedas


detenido por cómplice de asesinato, obstrucción a la justicia y un montón de
cosas más como enterrar un cuerpo en una zona no autorizada. Tienes
derecho a mantenerte en silencio…

—¡Y me lo dices ahora!

Hizo una mueca. —Da gracias a que no te esposamos. Fíjate, nos

fiamos de ti.

—Muy graciosa.

—Tranquilo que el juez será magnánimo contigo.

—¡Ese viejo de Thomas me meterá en chirona tan rápido que ni me


enteraré! ¡Me odia! ¿Por qué crees que no dije nada hace años? Tiraría la
llave y se olvidaría donde me había dejado. ¡Vaya que sí! Es un rencoroso.
Todo porque una vez me ligué a su novia.

—¿No me digas? ¿Era guapa?

—Bah, tenía dientes de conejo. Le hice un favor. —Harry


reprimiendo la risa le metió en la parte de atrás del coche.

—Entonces seguro que te lo agradecerá dejándote en libertad bajo


fianza. —Leda iba a cerrar la puerta, pero vio el roto de su pantalón a la

altura de la rodilla. —Eso si tienes dinero, claro.

—¡Oye, que no soy un pobretón!

—No, claro que no —dijo exageradamente antes de cerrar la puerta.


Vio que Sean miraba hacia la tumba y se puso a su lado—. ¿Estás bien?

—Es increíble que supiera que estaba ahí durante todo este tiempo. —
El chico la miró a los ojos. —¿No es macabro?

—Sí. Me pone los pelos de punta.

—¿Le meterán en la cárcel? Me cae bien.

Leda suspiró porque eso no se lo esperaba. —Veamos lo que decide el


juez, Sean. Sube al coche. Tenemos que irnos. Te dejaré en casa de la que
regresamos, tu madre estará preocupada.

—Me va a caer una bronca… Cuando se enteren de que venía por


aquí me matan. Mi padre siempre ha dicho que Lester era un tipo muy raro.

Se subieron al coche en silencio y Lester suspiró en la parte de atrás.


—¿Crees que tardaré mucho en volver? Dentro de dos días hay un eclipse de
luna y siempre pasan cosas en esas fechas. Seguro que vienen y no quiero

perdérmelo.

—Claro que sí, Lester —dijo Harry como si hubiera perdido un


tornillo—. Seguro que estás de vuelta en un periquete.
Capítulo 7

Después de su declaración, Harry y Leda estaban sentados sobre el

escritorio del jefe con un sándwich en la mano mientras miraban el tablón. —


Seguimos como al principio —dijo Harry antes de dar un buen mordisco
jurando por lo bajo cuando la mahonesa le cayó sobre el pantalón. Se la
limpió como pudo—. Lo siento, jefa. Luego iré a cambiarme.

—No es necesario. Esto es más importante. —Sin dejar de mirar el


tablón, bebió de su cola sorbiendo de la pajita.

—La dispararon desde abajo.

—Sentada en su silla vio llegar a su asesino y sin subir los escalones

la disparó antes de que llegara a levantarse.

—Pero la escopeta estaba en la casa, eso es lo que ha declarado el


viejo.

Leda giró la cabeza. —¿Cómo sabían que estaba allí? ¿Tú sabías que
la cuidaban de pequeña?

—Soy más joven que tú.


—Dos años.

—Te aseguro que Eloise se largara del pueblo a mí no me afectó en

absoluto. Era un crío y solo sabía que estaba buena y que era un poco…

—¿Fresca?

Harry se sonrojó. —Ahora me arrepiento de haber pensado eso.

—Su madre ha mentido en casi todo. Se beneficiaba del dinero del


alcalde. Sabía que no estaba embarazada. Solo quiere hacer daño. No es una
testigo fiable.

—Nunca fue fiable.

—Yo nunca tuve trato con ella hasta que desapareció Eloise —dijo
pensativa.

—Según tengo entendido antes no te la encontrarías mucho a no ser


que fueras al Slane’s. No puedo entender cómo consiguió mantener su
empleo durante todos esos años.

—¿Has preguntado por ahí?

—La casa de mis padres está al lado del supermercado. Una vez
empotró su coche contra los carritos. El gerente salió pegando gritos.

Leda frunció el ceño. —¿Y no la despidieron?

—No.
—Eso es rarísimo. El señor Márquez tiene mucho carácter.

—Mi padre decía que estaban liados. Una vez alquilaron una

habitación en el motel de la carretera. Les vio salir del coche.

Abrió la boca del asombro. —No fastidies. Si tiene seis hijos.

—Pues ya ves. Al parecer en este pueblo hay muchos cuernos.

—Sí. —Pensando en ello miró el tablón de nuevo. —Así que por eso
no la despedía.

—Me imagino que no. Conociendo la historia, si su affaire se acababa


seguro que Lolly le apretaría las clavijas con contárselo a su mujer. Este no
podía pagar, eso está claro.

Leda dejó el sándwich a medio comer sobre el papel y se levantó. —


Recapitulemos. —Señaló a Eloise en la foto. —Mintió sobre su embarazo.
¿Con qué fin?

—Joder a Laura Markley y a Rexton. Quería engañarle para conseguir

casarse con él. Igual se dio cuenta de que nunca le pediría matrimonio.

—Opino lo mismo. —Señaló a Rexton. —No tenía intenciones de


casarse. Puede que al principio estuviera fascinado con ella, pero la amenaza
de su padre y el posterior comportamiento de Eloise fue mermando lo que
sentía por ella. —Harry asintió.

—Es que tener un rollo con una tía así… Seguro que no sabemos de
la misa la mitad. —Ella levantó sus cejas rubias. —¡Rita no es así!

—¡Pues de menudos líos he tenido que sacarla! Y también va al

Slane’s a menudo, Harry.

—Mi novia no toma drogas. Es mucho más lista que esa.

—¿Tu novia? ¿Ahora es tu novia?

Él entrecerró los ojos. —Ya sé por dónde vas. ¡No me avergüenzo de


ella! ¡Solo fue porque el jefe no pensara que no me tomo el trabajo en serio!
¡Siempre he soñado con ser sheriff!

—¡Así se habla, cariño!

Leda puso los ojos en blanco antes de ir a abrir la puerta. —¿Qué


haces poniendo la oreja? ¡Al teléfono!

—Jefa, que me aburro. —Unió las manos. —Puedo ayudar, lo


prometo. Jo, si ya lo sabe todo el mundo. —Abrió los ojos como platos. —
¿Sabes que hay dos de la prensa esperando en la acera?

Se quedó de piedra. —¿Qué dices? —A toda prisa atravesó la oficina


y metió los dedos entre las láminas del estor para mirar la calle. Apartó los
dedos de golpe sonrojada y miró a sus compañeros. —Pues sí.

—¡Tu primera entrevista! —dijo Harry emocionado—. Vas a salir en


la tele hablando del caso.

—¡No se hacen declaraciones! —Les señaló con el dedo. —Hablo en


serio. Como salga una sola palabra de aquí, os corto… —Pensó en ello. —
¡La lengua!

—Eso es delito, jefa.

—¡Cierra la boca! ¡Del todo! ¡A trabajar! —Volvió a entrar en el


despacho y cerró de un portazo. Mierda, ahora sí que iba a enterarse todo el
mundo de todo. La foto de Eloise ante ella le puso los pelos de punta. Se

hablaría de su vida y Lolly sufriría las consecuencias porque se tirarían sobre


ella. Y sobre Rexton. La convertirían en la víctima porque ciertas cosas que
había hecho nadie las sabría nunca. Como quien era su padre. A no ser que…

Salió corriendo del despacho y sus compañeros se separaron


sobresaltados poniéndose como tomates, pero ella no les hizo ni caso
saliendo de la oficina del sheriff. Los periodistas le hicieron un par de
preguntas, pero al ver que ni les escuchaba dejaron caer los micros viéndola
encender el motor del coche y salir de allí marcha atrás quemando yanta.

Apenas diez minutos después frenaba ante la casa de Lolly y se bajó


cerrando de un portazo. Furiosa llegó hasta la puerta y llamó al timbre. —¡No
está, Leda! —gritó la voz de una mujer.

Se volvió a su izquierda y vio a la vecina en el porche. —¿Ha ido a


trabajar?

—No lo sé. Se ha llevado el coche. Parecía que había llorado, pero es

lógico, ¿no? —Apretó los labios con pena. —Pobre niña y todo el mundo
pensando que se había largado del pueblo. Ya sabía yo que ese Rexton tenía
algo que ver en el asunto después de como la trató el cuatro de julio.

Ya empezaba todo de nuevo. —¡Gracias señora Roberts!

Corrió hasta el coche y volvió a la carretera. Estaba claro que aquello


ya no se podía detener. La prensa había llegado al pueblo y seguro que Lolly
cantaría para vengarse de todos. Contaría su versión, por supuesto. Así que
solo ella podía arreglar ese desaguisado descubriendo al verdadero culpable,
porque le daba la sensación de que destrozarían a Rexton con tal de sacar
carnaza del asunto y por mucho que estuviera decepcionada con él no podía
consentirlo.

Frenó en seco ante el rancho de los Markley y salió lo más rápido que
pudo para ver que Clark salía del garaje limpiándose las manos de aceite.
Frunció el ceño al verla —¿Qué coño haces aquí?

—¿Tu madre está en casa?

Caminó hacia ella furioso. —¡Deja a mi madre en paz!


—La prensa ha llegado al pueblo. —Clark perdió el color de la cara.
—Si sabéis algo que pueda ayudarme en el caso, es el momento de decirlo.

—Sin detenerse subió al porche en dos saltos y entró en la casa. —¡Laura!

Miró hacia arriba y se le cortó el aliento al ver a Rexton en la


barandilla. —¿Tienes una orden para entrar así en mi casa?

—Es una visita amistosa. —Roy salió del salón y le señaló con el

dedo. —No quiero problemas. ¿Dónde está tu madre?

—Estoy aquí. —Se volvió para verla en la puerta de la cocina con el


delantal puesto, lo que indicaba que estaba haciendo la cena. Sonrió divertida
dejándola helada. —¿Vienes a interrogarme?

—Por supuesto, ya va siendo hora que hablemos tú y yo.

Sus hijos fruncieron el ceño. —Ella no sabe nada —dijo Rexton


bajando los escalones.

—¡No seas idiota! ¡Ella sabe más que ninguno de vosotros! ¡Conocía

la versión de todos! ¿No es cierto Laura? ¡Como amiga escuchó todas sus
lamentaciones! —Laura levantó la barbilla cruzándose de brazos. Dio un
paso hacia ella amenazante. —Y me lo vas a contar de una vez.

—¿Quieres un café?

—¿Ahora vas de perfecta ama de casa? ¿Después de todo lo que has


ocultado incluso a tu propio hijo?
—¡Oye, a mi madre háblale con respeto! —gritó Rexton cogiéndola
del brazo para volverla—. ¡No tienes ni idea de lo que hablas! ¡Mi madre

nunca me ocultaría nada! ¡Fuera de esta casa!

Soltó su brazo furiosa. —¡Claro que sí te ocultaba! ¡Como que Simon


amenazó a la madre de Lolly para que no dijera quien era el verdadero padre
de Eloise! —Rexton la miró sin comprender. —¿A que eso no lo sabías? —

preguntó con ironía—. Claro, había que proteger el buen nombre del alcalde,
no fuera a ser que Kimberly se disgustara.

—La hostia, ¿Eloise era hija de Mathew Hayman? —preguntó Clark


tras ella.

—¡Por eso la vi salir de su coche! —dijo Roy con asombro mientras


Rexton palidecía seguramente pensando que la había juzgado mal.

Leda apartó la mirada rabiosa porque aún sintiera algo por ella. —
Exacto. La hija bastarda que había que ocultar, pero ninguno contó con que

Eloise se revelara, ¿no es cierto?

Laura muy tensa descruzó los brazos. —No tienes ni idea de que estás
hablando.

—Claro que sí. Y él les daba dinero. ¿Cuándo te enteraste? ¿Cuándo


te lo dijo Kimberly? ¿Al recibir las cartas? —Sonrió con ironía. —No. Ella lo
sabía desde hacía tiempo, ¿no es cierto? Las mujeres notamos esas cosas y
más si la amante de nuestro marido se presenta ante nuestra casa reclamando

lo que le corresponde.

—Sabía que había pasado algo esa noche en que le fue infiel, pero no
sabía con quién.

—¿Eso lo averiguó más adelante? Qué conveniente. Vuelves a mentir.

—Madre, ¿sabías esto? —preguntó Rexton asombrado. Laura asintió

—. ¿Y por qué no me lo contaste?

—Era algo que no debía saberse. Por el bien de todos.

—Claro. Simplemente se dedicó a dejar que Eloise le chantajeara.


Hasta que se dio cuenta de que pediría más y decidió contárselo a su
mujercita. ¡Mujer que se había hecho la loca cuando sabía de sobra que
pasaba algo! ¿O no?

—Kimberly vio en las cuentas del bufete que faltaba dinero.

—¡Exacto! —Sonrió divertida. —Sois la leche. ¡Dejasteis que se

criara con una alcohólica! ¡Todos fuisteis cómplices!

—¡Solo quería aprovecharse de Mathew y destrozar un matrimonio!


¡Hicimos lo que hacía falta para proteger una familia!

—Claro. ¿Y la niña? ¿A quién le importaba la niña? —gritó fuera de


sí.

Laura muy tensa miró a su hijo mayor que se había quedado lívido. —
Tenía a su madre. ¡Mathew tenía hijos también! ¡Estaba obsesionada con él y
todos lo sabíamos!

—Todos lo sabíais. La mujer que intenta destrozar un matrimonio.


Había que protegerlo de ella. A él y su importante puesto porque si no
recuerdo mal el año del nacimiento de Eloise llegó al ayuntamiento.

—No fue por eso. Kimberly me pidió ayuda. Nos la pidió a todos,

incluido tu padre.

—Llegaremos a eso. ¿Qué le hizo Simon? Te juro que iría a Austin


para hablar con él en el hospital, pero me da la sensación de que hablando
contigo voy a descubrir todo lo que quiero.

Laura miró de reojo a Rexton. —¡Dilo de una vez, madre!

—Amenazó con echarla del pueblo. Las dos veces. Encontraría la


manera. No sería difícil.

—¿Las dos veces? —preguntó Roy impresionado—. ¿La amenazó

dos veces?

—Claro que sí, amigo. La primera vez cuando se quedó embarazada


para que no dijera el pecado del alcalde y la segunda vez cuando se pusieron
nerviosas porque dejó de llegar el dinero que el alcalde les pasaba desde que
Eloise se enteró de quien era su padre.

—¡Madre! —Clark la miraba sin poder creérselo.


Levantó la barbilla. —Yo hubiera protegido a mi familia de la misma
manera. ¡Era una aprovechada! ¡Una sabandija que solo quería el estatus de

Mathew! —Se echó a reír sin ganas. —Antes lo intentó con mi marido,
¿sabes? Le iban los hombres casados. —A Leda se le cortó el aliento
asimilando la información. —Claro que sí. Era preciosa y muy divertida.
Pero Eduard jamás hubiera cometido ese error. No se dejó tentar, pero

Mathew fue más débil y ella creyó que podría salirse con la suya.

—¡Cómo su hija!

—¡Exacto! ¡Eloise era aún peor que ella, porque ni disimulaba sus
intenciones! ¡Persiguió a Rexton hasta que él se fijó en ella en el instituto!
Temimos que le atrapara con un embarazo y hablé con mi marido para que
pusiera las cosas en orden. ¡Él habló con Rexton de hombre a hombre!

Sus hijos volvieron la cabeza hacia Rexton que apretaba los puños
mirando a su madre como si no la conociera. —No me mires así, cielo. Lo

hice por ti. Esa mujer no te convenía.

—¿Y qué hiciste, madre? —preguntó con voz ronca.

Le miró asombrada. —¡Yo no la maté! ¡Ya la habías dejado!

—Claro, pero estaba embarazada y no podrías soportar que lo que le


ocurrió a Mathew le pasara a Rexton. ¿No es cierto? Ella jugó muy bien sus
cartas. ¡Veía que la relación terminaba o que no conseguía tener su sitio al
lado de Rexton e hizo lo que había visto en casa! ¡Se quedó en estado!

Laura negó con la cabeza. —No lo sabía —susurró pálida—. Dios

mío… —Miró a su hijo. —¿Por qué no me lo dijiste?

—No era mío, madre. —Irónico sonrió. —Padre se enteró el día


después de la desaparición de Eloise. Es obvio que también te protegía
porque es evidente que no te dijo nada.

—Era de Troy —dijo Roy dejándoles a todos de piedra temiendo la


reacción de su hermano. Él no quiso decirte nada, pero…

—¡No te calles ahora, joder! —exclamó Rexton perdiendo los


nervios. A Leda se le rompió el corazón porque era obvio para todos que
estaba sufriendo por los engaños de su familia.

—Troy la llevó a casa una noche que tú no saliste por un problema


con la manada. Padre te envió a ti y tú que no querías salir, porque no querías
verla, te encargaste de ello muy a gusto. Pero yo salí y vi la actitud de Eloise

toda la noche. Era obvio lo que estaba buscando y Troy… Joder, se arrepintió
de haberte fallado. Es tu mejor amigo y sabía que la querías.

—¡No la quería! ¡Para mí no era nada!

Todos se quedaron en silencio y su madre se echó a llorar tapándose


la boca al ver el dolor en sus ojos azules. Clark se acercó a ella y pasó su
brazo por sus hombros pegándola a él para consolarla.
Leda tragó saliva por el dolor que fue inevitable sentir en ese
momento, porque se dio cuenta de que jamás amaría a otra mujer como la

quiso a ella. Cualquier ilusión que había tenido en el pasado, cualquier sueño
que hubiera imaginado, se rompió en mil pedazos en ese momento. —No
estaba embarazada.

Rexton la miró sorprendido. —¿Qué dices? ¡Sí que lo estaba! ¡En eso

no mentiría!

—Pues al parecer mentía en todo —dijo fríamente—, porque se le


realizó una histerectomía cuando tenía quince años debido a un aborto que
terminó muy mal. Lo he comprobado con el hospital de Austin.

—Dios… —dijo Roy mirando a su hermano que la observaba como si


no entendiera una palabra—. No podía tener hijos.

—Exacto. Jamás podría haber tenido hijos. Estaba mintiendo.

—Hija de… —dijo Laura rabiosa—. ¡Solo quería hacernos daño!

—Sí. —Se volvió hacia Laura. —¿Qué ocurrió esa noche? ¡A donde
fue mi padre después de dejarme en casa!

—Leda, ¿qué dices? —Rexton la cogió del brazo volviéndola. —¿Tu


padre? ¿Qué tiene que ver tu padre en esto?

—Oh, al parecer tuvo que ver. —Se volvió hacia Laura de nuevo que
se apretaba las manos nerviosa. —¿En qué tuvo que ver? ¿Qué pasó esa
noche? ¡Qué hicieron Simon, tu marido y mi padre! ¡Habla de una vez!

—No la encontraron.

—¡No mientas!

—¡No miento! Iban a hacerlo. Simon las escuchó discutir en el


aparcamiento. Lolly le recriminaba que había sido una estúpida al insinuar
que el hijo era de otro solo por darle celos.

—¡Así que sabías lo del embarazo! ¡Has vuelto a mentir! —gritó


Rexton furibundo.

—¡No quería hacerte más daño! —Laura se pasó la mano por los ojos
para borrar las lágrimas y suspiró intentando calmarse. —Simon se acercó sin
ser visto para escuchar como Lolly le recriminaba que lo había echado todo a
perder. Así nos enteramos de que había conseguido atraparte. Simon vino a
decírnoslo al parque donde ya estábamos hablando de la discusión que habías
tenido ante todos. Tu padre estaba muy preocupado por tu reacción. ¡Estabas

ciego con esa mujer! Eduard envió a Troy a buscarte para que no se separara
de ti en toda la noche y el padre de Leda la llevó a casa.

—Le envió a Troy para que así él tuviera coartada después de la


discusión, ¿no es cierto? ¿Qué pensaban hacerle?

—Asustarla, solo eso. Que abortara sin escándalos. Y Eduard le daría


dinero para que se largara del pueblo. Mucho dinero. Y si se llevaba a su
madre mucho mejor.

Leda dio un paso atrás de la impresión y cuando asumió lo que su

padre había hecho tomó aire apartando la mano. —Mi padre abrió la sucursal
para hacerle un cheque. ¿Por qué no lo hizo él mismo?

—No quería venir hasta el rancho a por la chequera. Si se iba de


nuevo en medio de la noche algún trabajador podía verle y le parecería

extraño. No queríamos eso. Queríamos aparentar normalidad, así que nos


quedamos en la fiesta.

—Eduard no podía regresar al rancho, pues tenía que estar a la vista


de todos y mi padre se encargó de preparar el dinero.

Laura asintió. —Cuando los chicos volvieron a la fiesta, nosotros nos


fuimos. Pero los hombres no la encontraron y eso que fueron a todos los
sitios. Tu padre como te había dejado sola en casa, se fue en un par de horas y
la buscaron Simon y Eduard.

—¿Y Mathew? —preguntó Rexton muy tenso.

—A él lo dejamos fuera de esto. El problema ahora lo tenía Rexton y


Simon decidió…

—¿Era mejor no decirle nada para que no sintiera remordimientos


porque creíais que la historia se repetía? —preguntó irónica.

—Era una situación muy difícil, ni te la imaginas —dijo Laura con


rencor—. ¡Hicimos lo que creíamos mejor para los nuestros!

—Pero es que ella también era de los vuestros —dijo con desprecio

—. Era hija del alcalde.

—Leda, por favor —dijo Clark impresionado.

Miró fijamente los ojos grises de Laura. —¿Quién la mató?

—¡Nadie! ¡Te digo que no la encontraron!

—¿Sabes cómo murió? —siseó con rabia. —¡Murió en la casa de


Lester! —Se volvió para mirar a Rexton que se había quedado blanco. —
¿Recuerdas la casa de Lester? ¡Al parecer te reunías con ella a menudo en sus
tierras!

—En una cabaña al este. Nunca estuve con ella en su casa.

—¡Mientes! ¡Ella iba allí a menudo! ¡Era como de la familia! —Pasó


su mirada por todos. —Qué casualidad, ¿no? ¿Estaba en las tierras vecinas y
no sabíais que tenía una relación estrecha con Lester y su mujer? ¡Volvéis a

mentir!

—Claro que la vimos allí alguna vez —dijo Clark—. Pero tanto como
una relación estrecha…

—Cállate, Clark —ordenó su hermano mayor fríamente.

—Os juro que como no me digáis quién fue el que apretó el gatillo, os
voy a enchironar a todos por cómplices de asesinato. —Les miró uno por
uno. —Sabíais que iba por allí. ¿Acaso Eduard no lo sabía? ¿O le dijo a
Simon que se fuera a casa para liquidar el asunto ahorrándose una buena

suma? —Laura palideció. —¿Fue así?

—¡Cierra la boca, zorra! —gritó Laura perdiendo los nervios


sorprendiéndola al abofetearla con fuerza volviéndole la cara—. ¡Cómo
ensucies la memoria de mi marido con tus mentiras, te mato!

—¡Madre! —Rexton la apartó y Leda pasó la lengua por la comisura


de la boca limpiándose la sangre. Pasó la lengua por el interior de la mejilla
para sentir la herida que le había provocado.

—¿Estás bien? —preguntó Clark dando un paso hacia ella. Leda llevó
la mano a la pistola. Él se detuvo en seco asombrado—. Leda…

—Agente Towson para vosotros. —Clark apretó los labios. —Ahora


da un paso atrás. —Sacó la pistola apuntando a Rexton. —Apártate de ella.

—No pienso moverme. ¡Joder, baja el arma!

—¿Que baje el arma? ¡Y una mierda! —gritó muy tensa porque la


rodeaban—. Aléjate Rexton. Aléjate de tu madre porque se viene conmigo.
¡Queda detenida por sospechosa de asesinato! ¡Porque ella estaba aquí y
sabía que Eloise iba por las tierras de Lester! ¡De hecho era la única que
estaba en el rancho mientras los demás la buscaban por el pueblo! ¡Era la que
estaba más cerca!
—Nena, estás sacando las cosas de quicio. —Levantó la mano
intentando calmarla. —No hizo nada.

—¿Estás ciego? ¡Qué necesitas para darte cuenta de que tu madre y


las demás creen que pueden dominar este maldito pueblo con su dedo
meñique, pero a mí no me va a manipular nadie! ¡Aléjate de ella o te juro por
lo más sagrado que terminas en urgencias!

Un golpe en la cabeza la hizo tambalearse a la izquierda viendo como


la imagen de Rexton se distorsionaba mientras gritaba acercándose a ella. Ni
escuchó la detonación antes de caer desplomada al suelo.
Capítulo 8

—¡Mierda, mierda! —gritó Clark fuera de sí—. ¡Hay que llamar a

una ambulancia! —El grito de su amigo la despertó y medio mareada se dio


cuenta de que estaba en el suelo. Suspirando porque tenía un dolor de cabeza
que parecía que le iba a estallar, se llevó la mano hacia allí tocando su cabello
rubio que estaba empapado en sangre. —¡Joder, Roy! ¿Estás loco? Mira lo
que has hecho.

—¡Creí que iba a disparar!

Sería imbécil. Le iba a meter un paquete que se iba a cagar. Escuchó


un gemido y se puso de costado. El llanto de Laura la estaba volviendo loca.
—¡Tapa la herida, joder! —dijo Clark con desesperación. Leda centró la

mirada y pudo ver las botas de Rexton ante ella. Frunció el ceño porque
estaba tumbado. —Sangra mucho.

Asustada se puso de rodillas y vio la pistola en el suelo.

—¿Llamo a una ambulancia? —preguntó Laura muerta de miedo.

—¿Qué pasa? —A gatas se acercó a Roy que estaba arrodillado al


lado de su hermano y le apartó con fuerza. Al ver la camisa manchada de
sangre perdió el poco color que tenía en la cara y aterrada gritó —¡Llamad a
una ambulancia!

Laura salió corriendo mientras sin saber de dónde sacaba las fuerzas
cogió la camisa y la abrió en dos. Suspiró del alivio al ver el agujero de bala
en el hombro. Se agachó sobre su rostro para comprobar que respiraba. Fue
un alivio sentir su aliento en su mejilla y levantó la vista hacia Clark que

estaba muy asustado. —Se va a poner bien. Trae toallas.

Salió corriendo mientras Leda taponaba la herida con la mano y miró


a Roy a su lado. Para ser un hombretón que trabajaba en el campo se había
quedado en shock. —Buena la has hecho.

—Temí… Joder, lo siento. —En ese momento llegó Clark con las
toallas y ella cogió una colocándosela sobre la herida. Él arrodillándose al
otro lado miró a Leda. —Estás sangrando.

—No es nada. Mierda, esto me va a salir caro. —Levantó la vista

hacia Laura que estaba con el teléfono inalámbrico en la mano y parecía


paralizada. —¿Has llamado?

Negó con la cabeza y Clark se levantó de golpe arrebatándole el


teléfono.

—¡Espera! —gritó Roy—. ¡Joder, voy a ir a la cárcel!

—Cierra la boca. ¡Mi hermano está en el suelo inconsciente con un


agujero!

—Dios… Vamos a ir todos a la cárcel —susurró Laura pálida.

En ese momento Rexton abrió los ojos y se encontró con la mirada


asustada de Leda. Sonrió ligeramente. —Estoy bien.

—¡Cómo que estás bien! —gritó histérica—. ¡Tienes un tiro! ¡Yo te


he pegado un tiro! ¡Por vuestra culpa me van a echar!

Clark frunció el ceño pulsando el botón que colgaba el teléfono. —


Muy bien, ¿qué hacemos? Está claro que mi hermano no se muere, así que
pensemos. Esto se nos ha ido un poco de las manos…

—¿Un poco? —gritó furiosa—. ¡Debería enchironaros a todos!

—Pero no lo vas a hacer.

Furiosa le pegó un puñetazo a Roy en la nariz y este puso los ojos en


blanco antes de caer hacia atrás tan largo como era. Rexton levantó la cabeza
haciendo una mueca. —Nena, tienes un carácter….

—¡Cierra la boca! —Volvió a apretar la herida. —Joder, qué desastre.

—Tenemos que sacar la bala —dijo Clark—. Tranquila, es duro de


pelar. Lo soportará.

Le miraron como si estuviera chiflado y éste levantó las cejas. —


¿Alguien tiene una idea mejor? ¡Si avisamos al médico, dará parte y todos
tendremos que dar muchas explicaciones porque Simon está en Austin para
cubrirnos el culo!

Laura dio un paso al frente. —Rexton lo soportará. Y yo te pondré los

puntos, Leda. Nadie se dará cuenta.

—Vosotros y vuestros planes para ocultar las cosas —dijo con rabia
antes de mirar los ojos azules de Rexton—. ¿Respiras bien?

—¿Qué puntos?

Le miró sin comprender y para sorpresa de todos Rexton se sentó y le


gritó a la cara —¿Qué puntos tienes que ponerte? —Entonces vio que una
gota de sangre caía sobre su hombro y la cogió por el hombro para volverla.
—¡Me cago en la leche! ¿Roy te ha hecho eso? —gritó a los cuatro vientos.

Laura frunció el entrecejo. —¿Estáis liados?

Leda se puso como un tomate. —No, claro que no.

—Soy un asesino, madre. ¡Nunca saldría conmigo!

Le miró sorprendida. —¿Cuándo me has pedido tú de salir si puede


saberse?

—¡Ni te lo voy a pedir!

Gruñó por dentro con ganas de arrearle. —¡Pues muy bien! ¡Porque
no diría que sí!

—¡Pues eso!
Laura sonrió irónica. —Vaya, vaya. Agente ¿no está prohibido
relacionarse con un sospechoso en una investigación en curso? ¿No deberías

haberte apartado del caso?

—¡Mira guapa, no me toques los ovarios que ya me los has tocado


bastante con tus mentiras!

—¡Lo hice para proteger a mi familia!

—¿Y qué hiciste si puede saberse?

Laura pareció pensarlo y sonrió satisfecha. —Pues al final no hice


mucho, la verdad. ¡Así que busca otro culpable!

—La madre que la parió.

—¡Leda!

Fulminó a Rexton con la mirada. —¿Qué? ¿Qué pasa? ¡Me tenéis


harta!

—¿Sacamos la bala? Mi hermano se desangra —dijo Clark como si


nada.

Leda se mordió el labio inferior apartando la toalla. Del agujerito salió


sangre y volvió a taponar con fuerza. Rexton gruñó y ella le miró a los ojos.
—¿Estás seguro de esto?

—¿Denunciarás a Roy?

Lo pensó durante unos segundos sin dejar de mirarle. Ella también


hubiera hecho lo que fuera por proteger a su familia. Y lo del tiro había sido
un accidente. No podía dejar que Roy pagara por algo así. —Laura, trae unas

pinzas.

Rexton sonrió satisfecho. —Madre, primero cósela a ella.

—¿Quieres dejar de discutir? ¡Lo tuyo es más importante!

—¡Tienes la camisa empapada por detrás! —le gritó a la cara. El

gemido de Roy hizo que le miraran y Rexton entrecerró los ojos al ver como
se sentaba con toda la barbilla llena de sangre y la nariz algo torcida—.
Hermano, espera que me levante de aquí.

Roy le miró sin comprender antes de pasarse la mano por debajo de su


nariz y mirar sorprendido la sangre. —¡Me la has roto, serás burra!

—¿Yo burra? —Rexton la cogió por el brazo deteniéndola y reprimió


la risa cuando alargó la pierna para darle de patadas, pero éste se arrastró
hacia atrás evitándola. —¡Espera que te pille, imbécil!

—Estáis hechos un cromo —dijo Clark exasperado.

Laura llegó en ese momento con un botiquín enorme de plástico


blanco. Al parecer estaban preparados hasta para operar a corazón abierto.
Laura sonrió. —Siempre han sido algo inquietos. No tienes ni idea de todas
las heridas que he curado.

—¿No me digas? —preguntó con ironía—. ¿Y cuántas has provocado


tú?

—Qué pesada está con el tema —dijo arrodillándose a su lado antes

de abrir el botiquín cogiendo un bote amarillo. Sonrió dulcemente a su hijo


—. ¿Preparado cariño?

Gruñó en respuesta y Leda sin saber si estaba haciendo lo correcto


apartó la toalla. Laura echó el líquido que por el olor tenía iodo y se preguntó

si eso sería suficiente para desinfectar la zona. —No sé. Esto no lo veo —dijo
preocupada por si le pasaba algo.

—Tranquila. Yo soy la primera que no quiero que le pase nada.

—¡Tú lo que no quieres es ir a chirona por resistencia a la autoridad!

—Eso también.

Cogió unas pinzas sonriendo como una loca y a punto estuvo de


volverse atrás, pero Rexton cogió su mano llamando su atención. Ella le miró
sin disimular que estaba muerta de miedo. —Y si…

—Así es lo mejor.

—Como la palmes sí que vamos a estar en un lío.

Rexton sonrió irónico provocándole un vuelco en el corazón. —Me


preocupas más tú. Clark mira cómo tiene la herida.

Su hermano se dispuso a revisarla, pero ella le dio un manotazo con la


mano libre. —¡Tócame y te parto la crisma!
—Vale —dijo levantando las manos en son de paz—. Cómo te pones.

Le miró con rencor. —¿Crees que no sé que tú sabías que iba a

arrearme? ¡Le tenías de frente!

—Es que no controla su fuerza.

El gemido de Rexton hizo que se volviera asustada y vio a Laura


hurgando en la herida. —¡La veo, la veo!

—¡Pues sácala! —gritó ella sobresaltándola y provocando que Rexton


gimiera de dolor.

Leda apretó su mano mientras Laura la fulminaba con la mirada—.


Eso intento, ¿sabes?

Ignorándola miró a Rexton a los ojos muy arrepentida. —¿Estás bien?

—Nena, me están sacando una bala. Muy bien no estoy.

—Lo siento. Ni me di cuenta.

—Lo sé. —Apretó los dientes cerrando los ojos cuando Laura metió
aún más las pinzas.

—¿Por qué no le pones algo para el dolor?

—¡Porque no soy cirujano, Leda! ¿Quieres cerrar la boca?

—¡Le duele mucho! —Inquieta pasó sobre sus rodillas cogiendo su


otra mano entre las suyas. —Dime algo.
—¿Qué quieres que te diga?

Pensó rápidamente. —¿La mataste tú?

Rexton la fulminó con la mirada. —¿Me estás interrogando? —gritó


furioso—. ¡Siempre escoges los momentos más inoportunos!

—¿Tú crees? —Pensó en ello. Igual no tenía que haberle preguntado


nada después de hacer el amor. Parecía que no se lo había tomado muy bien.

Negó con la cabeza. —Este es tan buen momento como cualquier otro. Así te
distraes.

—¡Mi hijo no ha matado a nadie!

—¡Tú a lo tuyo, bruja! ¡Te juro que como no pueda mover ese brazo,
vas a pasar un tiempo tomando clases de enfermería en la penitenciaría del
estado por muy madre suya que seas!

Laura jadeó indignada, pero ella la ignoró para preguntar a Rexton —


¿Lo hiciste?

—¡Estaba con Troy!

—Ya, ¿y quién me dice a mí que no te fuiste con él a buscarla como


los demás, pero tú si diste con ella?

Incrédulo respondió —¿Y por qué iba a buscarla? ¡La eché de mi


vida! ¡Lo menos que quería era verla de nuevo, te lo aseguro!

Leda frunció el ceño teniendo que saberlo. Era hora de preguntar


directamente —Y querías echarla de tu vida por…

—¿Aparte de por mentirosa y ponerme los cuernos?

—Bueno, no estabais saliendo, saliendo... Podía hacer con su vida lo


que le viniera en gana.

—¿Qué has dicho? —preguntó con voz suave, aunque en sus ojos
veía que estaba a punto de pegar cuatro gritos—. ¿Estás queriendo decirme

algo?

—¿Yo? —Sorprendida frunció el ceño. ¿Estaba desviando el tema?


—Te lo acabo de preguntar. ¿Ya no la querías?

—No has preguntado eso.

Puso cara de inocente mirando a los demás. —¿No lo había


preguntado?

—No —respondieron los demás sin perder detalle.

—¡Pues lo pregunto ahora! ¿Ya no la querías?

—¿Tengo que contestar a eso? —Miró de reojo a su madre que


parecía que sacaba la bala, pero no se había movido desde que Leda había
iniciado esa conversación.

—¡Sí tienes que contestar! ¡Y no solo eso! ¡También tienes que


decirme la verdad que ya me tenéis harta!

—Ya te contesté a esto el otro día —siseó furioso.


—¿Si? ¿Cuándo?

—En el garaje…—Levantó las cejas. —Ya sabes.

Sus hermanos carraspearon y ella les gritó —¿Queréis dejar de poner


la oreja, cotillas?

—Ah, ¿que no era un interrogatorio? —preguntó Roy divertido.

—Cierra el pico. —Al ver que Laura no sacaba la bala pasó una
rodilla sentándose a horcajadas por encima de Rexton y le arrebató las pinzas
—Oh, por Dios. ¡Aparta!

—Nena, ten cuidado —dijo con desconfianza.

Entonces se detuvo en seco y sonrió por dentro antes de meter las


pinzas en el agujerito. —Primera pregunta. ¿La querías?

—¡Leda! —gritó furioso.

—Contesta a la pregunta, cielo. —Él gimió cuando las pinzas rozaron

sin querer el interior de la herida. —Upsss, lo siento. Ha sido sin querer, te lo


aseguro.

—Levanta de encima —dijo con ganas de matar a alguien.

—Cuando contestes a mis preguntas. ¿La querías todavía?

Él apretó los labios y rabiosa miró la herida y las pinzas tocaron la


parte de atrás de la bala apartando la carne. Rexton gritó de dolor y todos
hicieron una mueca sufriendo como él. O casi. —¿La querías?
—¡No, joder! Dejé de quererla cuando me di cuenta de que me había
mentido.

—¿Con qué te había mentido?

La miró con odio. —Cuando una noche me robó dinero de la cartera


después de acostarnos. Me dijo que la perdonara, pero es que lo necesitaban
en casa y la creí, pero una hora después vi su coche en el Slane´s. ¡La había

dejado en casa, pero ella decidió irse de juerga! Como un gilipollas me quedé
a esperarla porque quería explicaciones. ¡Cuando salió del bar iba
acompañada de uno de mis peones! ¡Ahí me di cuenta de que no me quería!
—gritó furioso—. ¡Ahora saca la bala de una puta vez!

Leda sintiéndose aliviada miró el agujero y todos contuvieron el


aliento. —¿Entonces por qué seguiste acostándote con ella?

Todos bufaron impacientes, pero nadie le impidió que siguiera el


interrogatorio. Rexton les miró con odio. —¿No vais a hacer nada?

—Ella es la sheriff ahora —dijo su madre como si nada.

—¡Me voy a desangrar, joder!

—Solo ésta. Contesta solo ésta y la sacaré.

Rexton apretó los labios y Leda entrecerró los ojos retorciendo las
pinzas en su herida haciéndole gritar de dolor —¡Porque con ella me corría!

Laura se puso como un tomate mientras los demás le miraron con los
ojos como platos. —¿Qué has dicho? —preguntó Leda sin aliento.

Su madre carraspeó. —Cielo, ¿tienes algún problema que debamos

consultar con un médico?

Rexton miró a Leda como si ella fuera la causa de todos sus males. —
No, madre…—siseó—. No tengo ningún problema.

—¿Te cuesta llegar con otras mujeres? —preguntó su hermano Clark

interesado—. A mí eso no me pasa. Es más, muchas mañanas…

—¡Quieres sacarme la puta bala de una vez!

Leda sonrió radiante. —Pero conmigo llegaste, ¿no?

Rexton carraspeó incómodo. —Leda…

—Pues yo no tengo ese problema —dijo Roy dándole un codazo a su


hermano—. Yo siempre…

—Por eso tienes tan mal carácter, hijo. ¿Llevas once años en dique

seco?

Asombrados le miraron. —¡Joder, no entendéis nada! ¡No es que no


me excite! Es que puedo estar horas sin… A no ser que…

—¿Qué? Preguntaron todos de lo más interesados.

—Tiene que ser… ¡Lo necesito, joder!

Leda pensó en su manera de hacerle el amor. Había sido intenso. Se


sonrojó pensándolo. Mucho. Se le cortó el aliento al darse cuenta de lo que

necesitaba. Le gustaba dominar mientras hacía el amor. El calor subió por su

pecho sonrojándose intensamente. ¡Qué suerte tendría su mujer, leche! Era


injusto todo lo que les estaba pasando, porque por la manera en que la miraba
no pensaba tocarle un pelo nunca más.

Sus hermanos carraspearon mientras que su madre por su cara no se

había enterado de nada. Leda se pasó la lengua por su labio inferior nerviosa
antes de mirar la herida y susurrar avergonzada —Pues fue perfecto.

A Rexton se le cortó el aliento observando su rostro y antes de darse


cuenta ya se había levantado con la bala en las pinzas. —Ya está. Cósele.
Clark, llévame al pueblo para que me cosa el doctor. No estoy tan loca como
para dejar que me ponga los puntos tu madre.

Clark asintió. —¿Y qué decimos?

—Que buscando pruebas en el pajar de Lester me golpeé con una

herramienta. Así robaremos unos antibióticos para tu hermano. —Roy


levantó una ceja. —¡Es un robo justificado!

—Voy con vosotros para que me arregle la nariz.

—¡Perfecto! ¿Y me vais a dejar así? —preguntó Rexton indignado.

Los tres se volvieron como si les diera igual. Leda miró al suelo. —
Uy, mi pistola.
—¿No vas a interrogar más a mi madre?

—¡Rexton! —protestó su madre arrodillada a su lado.

—Uy, claro que sí. —Se mordió el labio inferior dudando. —Vuelvo
luego.

—¡Yo no sé nada! ¡No la maté! Sabía de sobra que si conseguía lo


que quería que era el dinero, la perderíamos de vista al menos hasta que se lo

gastara —dijo rabiosa—. Con la mierda de vida que tenía. Nunca hizo nada
de provecho. Se pasaba el maldito día ideando cómo conseguir casarse con el
hombre más rico del pueblo.

Leda separó los labios asombrada como todos los demás mientras
seguía desahogándose. —¡Y no lo consiguió porque mi hijo es muy listo!
Bueno, al principio tragó todo lo que le dijo y se enfrentó a su padre por ella
continuando una relación a escondidas. ¡Claro, le daba algo que él necesitaba
mucho y le enamoró al pobre, pero no era lo suficiente! Por supuesto que no.

¿Y cuando se dio cuenta de que le había perdido qué? ¿Qué hacía ahora?
Pues joder otra vez muriéndose. —A Leda se le cortó el aliento. —Y si le
culpaban a él mucho mejor. Seguro que lo hizo a propósito. Siempre estaba
maquinando.

Dio un paso hacia ella. —¿Qué has dicho?

Laura la miró sorprendida con el hilo en las manos ya preparado para


coser. —¿Qué?

—¿Crees que lo hizo a propósito?

Laura se sonrojó. —No, claro que no. Es que… Lo siento. Sé que es


muy mezquino pensar así de un muerto y…

Ella se volvió y señaló a Clark. —Date prisa. —Salió corriendo fuera


de la casa. —¡Mueve el culo, joder! ¡Tengo que seguir una pista!
Capítulo 9

Con una venda ridícula en la cabeza observaba a Rita sentada en la

silla del porche de Lester con su escopeta en las manos. —¿Por qué tengo que
hacer esto? —protestó la recepcionista.

—Porque tienes las mismas medidas que Eloise. Yo soy diez


centímetros más alta. ¡Y deja de protestar que no está cargada!

Harry se puso a su lado y cruzó los brazos. —Vamos, cielo.


Acabemos de una vez.

Rita suspiró poniéndose el cañón en el pecho a la altura del corazón y


llevó la mano al gatillo. —Pum.

—Así que es posible —dijo Harry por lo bajo.

—La trayectoria de la bala dice que es posible según el forense.

—¿Puedo dejarlo ya? ¡He quedado!

—¿Con quién? —preguntó Harry mosqueado poniendo los brazos en


jarras.

—Con Greta para ir al cine. —Maliciosa le lanzó un beso.


—Ah, vale. Luego te llamo.

—Mi niña no se mató —dijo Lester desde el coche esposado y

sentado en el asiento de atrás—. Estáis dando palos de ciego.

—¡Igual si hubieras dicho lo que había pasado hace once años todo
sería muy distinto, viejo! —dijo Harry con rabia.

—Igual si su madre hubiera denunciado su desaparición como Dios

manda y se hubiera molestado en buscarla…

Le miró con el ceño fruncido. —Denunció su desaparición.

—¡Días después! ¡Lo sabe todo el mundo! ¡Aceptó la versión de que


se había largado muy fácilmente cuando yo por un hijo hubiera removido
cielo y tierra!

Harry chasqueó la lengua. —Era alcohólica y pasaba de su hija.


Cuando no volvió a casa, creyó que se había largado como los demás.

—Simon apoyó esa teoría para exonerar a Rexton. —Volvió a mirar

la escopeta apoyada en la pared y se quedó sin aliento. —Lo hemos hecho


mal.

—¿Qué quieres decir?

—Hemos simulado el comportamiento de la víctima si se hubiera


suicidado, pero no hemos simulado la del asesino.

—Siéntate en la silla, cielo.


Rita lo hizo mientras que Harry cogía la escopeta y bajaba del porche
de nuevo. Sentada allí dijo —No salió del coche con la escopeta.

—Claro que no. ¡Estaba en mi casa!

—¡Si hubiera salido de la casa y hubiera disparado, la trayectoria no


sería la misma! ¡Y además hubiera tirado el arma ahí antes de salir corriendo!
—Rita señaló el suelo. —Pero el arma estaba aquí.

Harry asintió. —Yo no dispararía y subiría hasta ahí para dejar el


arma.

—Por supuesto que no. —Los ojos de Leda brillaron. —Porque esta
no fue el arma del crimen.

—¿Qué dices? Esta escopeta se disparó.

—Pero eso no indica que haya sido esa el arma del crimen, ¿no es
cierto? Pudo traerla su asesino. Solo sabemos que era de gran calibre. Pero no
había balas. Ni perdigones del cartucho. No se alojó nada en la columna, lo

que me indica que fue una bala y no un tiro de escopeta.

—Solo había restos óseos, Leda.

—Estaba el vestido. Era de licra. Se estira o encoge al ponérselo.


Podemos hacer el agujero tan grande como queramos. Solo podemos estar
seguros de una manera.

—¿No pensarás ponerte el vestido?


—Claro que no. Se lo pondré a un maniquí. Es la única manera de
saber si este es el arma del crimen. Vamos a simular el tiro. Y si no es el

arma… ¡Volvemos a estar como al principio, joder!

—No, como al principio no porque habremos descubierto que ella


sabía que su vida corría peligro y sacó la escopeta de la casa para protegerse.

—Y también sabremos otra cosa. Que la disparó antes de morir.

Levantó la escopeta apuntando al corazón al maniquí sentado en la


silla en el porche de Lester. Llevaba su vestido rojo que estaba segura de que
jamás se pondría y disparó. El agujero en el maniquí fue enorme. Harry se
acercó y lo cogió en brazos para colocarlo sobre el soporte al lado del otro
maniquí con el vestido de Eloise. No se parecían en nada.

Harry asintió antes de volverse y acercarse a ella. —Es otro arma. De

eso no hay duda.

—Si… ¿Pero cuál?

El agujero que le había hecho a Rexton ese mismo día le puso los
pelos de punta. —Un revolver. —Levántale el vestido hasta el pecho de
nuevo.

Harry asintió yendo hacia el muñeco y levantó el vestido dejando la


tela de la falda a la altura del pecho. Se apartó. —Dale, jefa.

Leda disparó y cerró los ojos después de ver que era exactamente

igual. Harry con los brazos en jarras dejó caer la cabeza pensando lo mismo
que ella. El arma del departamento. Un revolver Dan Wesson. Y usaban
precisamente ese arma por insistencia de su jefe cuando había armas más
ligeras y con más balas en el cargador. Esa solo tenía las del tambor.

Pero no podía demostrarlo porque no tenía la bala. Agotada se pasó la


mano por los ojos y susurró —Joder ayúdame un poco, Eloise.

Un tiro la sobresaltó y asombrada vio que Harry había disparado hacia


la casa. —¿Qué haces?

—Ver hasta donde penetra la bala.

Corrieron hasta el porche hasta donde había disparado y vieron que la


bala había traspasado la madera de la silla y la pared. Leda chilló al ver que
un agujero anterior había sido tapado con lo que parecía pasta de dientes,

amarilleada por el tiempo y lo señaló. Harry abrió la puerta que chirrió y pasó
al otro lado, arrastrando hacia delante un mueble de madera que hacía las
veces de perchero pero que estaba lleno de trastos. Allí estaban las dos balas
incrustadas en la madera de la parte de atrás del mueble. Se agacharon para
ver la nueva y brillante de Harry, y un poco más arriba la otra oscurecida por
el paso del tiempo y por la sangre.
—Dios mío. Le tenemos —dijo impresionado.

—Le tenemos. —Emocionada susurró enderezándose —Trae la

cámara y la bolsa de pruebas. Hay que documentar todo sin dejar un


resquicio de duda.

—Sí, jefa. —Se incorporó mirándola a los ojos. —Y ahora te llamo


jefa con todo el respeto porque te has ganado el puesto.

Sonrió con tristeza. —No quería ganarlo así.

—Lo sé. Pero así son las cosas.

Las imágenes de Simon siendo detenido en el hospital donde su


esposa estaba siendo sometida a quimioterapia salieron en todas las
televisiones. No fue difícil comprobar si su arma era la que había matado a
Eloise. Hacía prácticas todos los fines de semana detrás de su casa y todo el

mundo lo sabía, así que solo tuvieron que buscar una bala con un detector de
metales y cotejarla. Eran exactamente iguales.

Sentado ante ella en la sala de interrogatorios se miraron a los ojos y


él sonrió con tristeza. —Te he enseñado bien. Tu padre estaría orgulloso.

—¿Por qué, Simon? ¿Por qué lo hiciste?

—No fue intencionado. Solo quería asustarla. —Suspiró apoyando los


codos sobre la mesa y se pasó la mano por la frente. —Mi mujer…

—Laura está con ella. La llamé de inmediato en cuanto tuve la orden

de detención. Ahora explícame por qué no fue intencionado.

Apartó la mano y entrelazó los dedos apretándolos con fuerza. —


¿Hasta dónde sabes?

—Cuéntamelo todo. Sabes las ventajas que tiene una confesión.

Depende de ti.

—Les amargaba la existencia y son buenas personas. —Negó con la


cabeza. —Lolly le metió ese mal dentro. Me di cuenta desde pequeña. Una
vez cruzaba la calle para ir a la cafetería de enfrente cuando vi a Eloise
empujando a una niña al suelo para quitarle una pequeña muñeca que llevaba
en la mano. Cuando la niña se echó a llorar…—Apretó los labios. —Vi la
maldad en su mirada. Incluso se lo dije a Mathew. Le dije que nos iba a dar
problemas como la madre.

—¿Qué le hiciste a Lolly para que no le dijera a Kimberly que su


marido había sido infiel?

—La amenacé con meterla en la cárcel. No sería difícil acusarla de


tráfico y ella lo sabía. No tenía buena fama y dejó de molestar.

—Hasta que empezó su hija.

—Le dije a Mathew que no pagara. Se lo advertí, pero estaba


acojonado y le dio dinero para lo que quiso. Hasta que ya no podía justificar
esos gastos en el bufete. Eso le hizo detenerse antes de arruinar su vida y la

de su familia. Entonces ella dijo que iba a pedir la paternidad intentando


presionarle, así que decidió sincerarse con su mujer.

—¿No te extrañó que no dijera a los cuatro vientos quien era su


padre?

Simon sonrió. —¿Por una noche? Puede pasar, ¿pero no fue mucha
casualidad?

A Leda se le cortó el aliento. —¿Qué dices? ¿No era hija suya?

—Nunca lo creí. Vamos… Lolly no tenía precisamente una vida


sexual monacal. ¿Se acostó una noche con Mathew y le salió el gordo? Solo
jugaron con él porque sabía que no diría nada. Podían haberle demandado en
todos esos años si les hubiera dado la gana y no lo hicieron. Me pregunto por
qué. —Rió por lo bajo. —Aunque sí intentaron joder su matrimonio. Eso sí

que lo hicieron con las famosas cartas. Tuve que intervenir de nuevo. Esta
vez tenía el apoyo total de Laura para echarla del supermercado como no se
detuviera. Y lo hicieron porque ya tenían otra cosa en mente.

—Rexton.

—Exacto.

—Continúa.
—Pareció que durante unos meses estuvo tranquila. Hasta que les
vimos salir del bar de Slane´s una noche. Ella se colgaba de él y le besó en el

aparcamiento. Eduard que iba conmigo en el coche casi tiene un infarto


porque sabía todo lo que había ocurrido. ¿Quién querría una nuera así? Nadie
en absoluto.

—¿Qué ocurrió?

—Habló con él para que tomara precauciones siempre. Y Rexton fue


cauto. Hasta que un día Eduard perdió la paciencia cuando ella se presentó en
la fiesta de Navidad dándoselas de novia de Rexton. Tenías que verla. Quedó
totalmente en ridículo emborrachándose y diciendo a todo el mundo que se
casaría con él. Por Dios, si solo tenía diecinueve años. Rexton aún era un
chaval. Recuerdo que la cogió por el brazo y la sacó de la fiesta. Eduard
furioso habló con él al llegar y le dijo que como se le ocurriera casarse con
esa mujer le desheredaba. Fue un alivio para todos que se separaran.

—Pero no fue así, ¿no es cierto?

—De eso nos enteramos después. Como a los diez meses Eduard
escuchó hablar a sus hijos al llegar del pueblo. Roy discutía con su hermano
porque estaba harto de cubrirle cuando estaba con Eloise. Que no lo haría
más. Volvió a hablar con su hijo y ahí sí que se creyó que no debía
preocuparse. Que nunca tendría algo serio con ella.
—Rexton ya estaba desencantado.

—Eso creo. Y todo iba más o menos bien hasta que Rexton tuvo la

discusión con ella en la fiesta. Ahí nos imaginábamos que ella quería
presionarle de alguna manera. Como no me fiaba un pelo, las seguí al
aparcamiento y escuché lo del embarazo. Ella se subió a su coche llorando.
—Hizo una mueca. —¿Sabes? Creo que a su manera quería a Rexton. O se

había hecho ilusiones. No sé.

—¿Qué pasó después?

—Fui a decírselo a los demás. Imagínate la cara de Eduard y Laura


cuando se lo dije. Entonces él decidió tomar cartas en el asunto. Darle dinero
para que abortara y se largara del pueblo de una maldita vez. Solo iba a
hablar con ella, te lo juro.

—¿Qué ocurrió?

—La buscamos por todos los sitios y al no encontrarla llevé a Eduard

a casa porque su mujer se había llevado el coche. De la que salía de la finca,


recordé que muchas veces la mujer de Lester se quedaba con ella cuando era
niña. En el estado en que estaba, disgustada y llorando me pregunté si se
habría pasado por allí para hablar con Lester. Antes de llegar vi su coche y
entré en la finca. En cuanto detuve el vehículo ante la puerta estalló la
ventanilla del copiloto y salí del coche cubriéndome. Escuché su risa. Sheriff
¿qué hace por aquí? ¿Viene a meterme en cintura?

—Se burlaba.

—Todo era un juego para ella. Le grité que bajara el arma y me


asomé para decirle lo que quería. Se echó a reír. ¿Y de qué me sirve el
dinero? Eso se acaba. Yo quería algo más. Quería ser la esposa de Rexton.

—Quería lo que representaba.

—Exacto. No dejaba de decir que merecía respeto. No entendía que


eso se ganaba. Eso la enfureció. Sin levantarse de la silla me gritó que jamás
le hubieran dado una oportunidad porque nunca se la habían dado. Ni siquiera
su padre. Yo me incorporé intentando calmarla cuando vi que me apuntaba
con el arma. Le grité que se detuviera y antes de darme cuenta dejó caer la
escopeta al suelo y por su expresión supe que estaba muerta.

—¿Por qué huiste?

—No estaba de servicio. No tenía por qué estar allí. Si pedía ayuda,

como implicado no llevaría la investigación. Seguramente el forense o el


fiscal llamarían a alguien de fuera del pueblo. Esos desconocidos podían
rascar como tú y la gente se enteraría de su historia. Me echarían a mí las
culpas porque siempre había sido yo quien había solucionado esos temas.
Todo saldría a la luz y el único perjudicado sería yo porque creerían que se
me había ido la mano.
—¿Y el arma?

—No podía justificar que la había perdido. Es mi arma reglamentaria.

Pensé en…

—Manipular la bala cuando hubiera que llevarla a balística.

—Exacto. Era mucho más sencillo. Así que simplemente me fui. La


cambiaría por otra después de recogerla del depósito y nunca se descubriría al

culpable.

—Pero el cuerpo desapareció.

—Me pareció raro que Lester no llamara en las horas siguientes. Y


cuando pasaron dos días me puse de los nervios. Entonces tuve la excusa
perfecta.

—Su madre te llamó para denunciar la desaparición.

—Exacto. Fui hasta allí y sorpresa, no había cuerpo, no había silla


donde estaba sentada, ni coche. Todo se había esfumado.

—Perfecto para ti.

—Exacto. Hasta había limpiado la sangre y conociendo a Lester eso


es un milagro.

—¿Te preguntaste por qué lo hizo? ¿Por qué lo oculto?

—Supongo que tenía miedo de que le culparan a él y se deshizo del


cadáver.
—Exacto.

Simon asintió. —Eso suponía.

Tomó aire dejándolo salir lentamente mientras le observaba. —No


tenías que haberte metido, Simon.

—Ya me lo dirás dentro de unos años, Sheriff. A partir de ahora


tendrás que ensuciarte las manos como yo, porque a veces lo correcto no es lo

más justo. Buena suerte, la vas a necesitar.


Capítulo 10

Sentada en su coche apretó los labios al ver como Lolly reía saliendo

del Slane´s del brazo de un tipo con pinta de ser viajante. No sentía ningún
remordimiento por cómo había llevado su vida y en la manera en que esa
vida había afectado a la de su hija. Joder, si hasta le había mentido sobre
quien era su verdadero padre. Los resultados de ADN exoneraron al alcalde,
que al enterarse casi se muere de la impresión al igual que su esposa. Menuda
hija de puta. Hacía tres semanas que al fin había enterrado el cuerpo de su
Eloise y no se la veía demasiado apenada.

Hizo una mueca cogiendo su bolso y salió del coche cerrando de un


portazo. Echó un vistazo a su alrededor y el pastor Willis que estaba lavando

su coche en el autoservicio que había al lado, dejó caer la esponja en el


enorme balde de agua jabonosa que se utilizaba para los que querían lavar de
manera tradicional. Por su mirada estaba claro que le había impresionado.
Forzó una sonrisa saludándole con la mano. —Buenas noches.

—¡Te espero mañana en misa!

—Sí, claro.
Se estiró el vestido negro de licra sonrojándose por lo que pensaría de
ella. Que se iba a desmadrar seguramente. Y eso esperaba hacer. Tomó aire

caminando sobre aquellos tacones imposibles sobre la gravilla del


aparcamiento. Esquivó un charco de agua. Estaba claro que no era el calzado
adecuado para aquel sitio. Eran demasiado altos. No se dejaría aconsejar de
nuevo por la señora Thackeray. Todavía se moría de la vergüenza por cómo

reaccionó cuando la vio llegar a su tienda. Como si fuera una aparición. Se


alegró tanto que le sacó todos los modelitos.

—Necesitas algo sexy para tu cumpleaños —protestó la mujer cuando


la vio salir del probador con aquel vestido negro que marcaba cada una de sus
curvas—. Siempre vas con ese horrible uniforme que no muestra lo hermosa
que eres. Tranquila, que se quedarán con la boca abierta. Y así encontrarás
marido que ya va siendo hora, guapa. —Se puso como un tomate y pensó que
igual tenía razón. —¡Y déjate el cabello suelto! —ordenó como una directora

de instituto—. Lo tienes hermoso. ¿Para qué lo quieres tan largo si no lo


luces? A los hombres les gusta suelto.

—No, si yo no busco nada… —dijo con ganas de salir corriendo.

La mujer le guiñó un ojo. —Entiendo… Es un amor clandestino. Qué


romántico. Le vas a dejar impresionado. Te lo digo yo.

—Que no…
—¡Qué te llevas éste, leche!

Y hala, no tuvo más remedio que hacerle caso porque esa mujer era

muy capaz de montarle un escándalo y que se enterara todo el mundo de que


era su cumpleaños.

Bueno, estaba allí para divertirse un poco. Había quedado con Rita y
sus amigas para celebrarlo por todo lo alto. Y lo iba a pasar estupendamente.

Tiró del asa de la puerta cuando escuchó un silbido. Se volvió para


encontrarse con Clark que levantó una de sus cejas negras. —Di algo y te
pego un tiro.

Su amigo se echó a reír a carcajadas negando con la cabeza. —Ni se


me ocurriría. ¿Sabes que Rexton está ahí?

—¿Y a mí qué me importa? —preguntó orgullosa levantando la


barbilla.

—Seguro que te invita a algo por exonerarle ante todos. Y hace

tiempo que… ya sabes. Tiene que estar que arde. —Le guiñó un ojo
cómplice.

Se puso como un tomate. —¡Cállate! ¡Serás guarro!

Escuchó las carcajadas de su amigo mientras entraba en el bar y miró


a su alrededor mientras todos se daban la vuelta. Su mirada cayó en una mesa
donde Rexton estaba bebiendo una cerveza y al verla escupió poniendo
perdido a Troy que estaba ante él con la boca abierta mirándola asombrado.
Se puso como un tomate y carraspeó.

—Felicidades, estirada. —Clark la besó en la mejilla antes de alejarse


mientras ella sonreía mirando su espalda.

Rexton le fulminó con la mirada antes de mirarla a ella como si fuera


una de las plagas. Las chicas empezaron a cantar el cumpleaños feliz y miró

hacia la izquierda donde sus amigas cantaban a voz en grito. Sin perder la
sonrisa se acercó caminando entre las mesas. Los parroquianos iban
siguiéndola con la mirada hasta que llegó a las mesas que ocupaban y todas
se levantaron para abrazarla deseándole lo mejor en su día. Se emocionó
cuando Rita le guiñó un ojo cuando se separó. Era el primer cumpleaños que
no había podido celebrar con alguien de su familia. Ese día fue muy
consciente de que estaba sola en el mundo y no pudo evitar emocionarse. —
Felicidades, jefa.

—Gracias por organizarlo.

—Bah, menuda tontería. Te mereces eso y mucho más. —Se volvió


cogiendo un chupito y poniéndoselo en las manos. —¡Por la sheriff! ¡Qué es
la más lista y entregada que podemos tener, pero sobre todo por Leda que
tiene un corazón de oro y siempre está para echar una mano! —Sus ojos se
llenaron de lágrimas mientras todas gritaban su nombre y no queriendo
ponerse triste bebió del chupito tosiendo con fuerza.
Rita se echó a reír dándole palmadas en la espalda. —¿Qué rayos es
esto?

—Tequila.

—Ah. —Se sentó en la silla haciendo una mueca.

—Tú no sales de juerga a menudo, ¿verdad?

—Es la tercera vez que vengo y siempre he bebido cerveza.

Las chicas bufaron. —Chica, tienes que soltarte un poco la melena —


dijo Trudy que había ido al instituto con ella—. Entre tu trabajo y esas clases
que tomas en Austin casi no te vemos el pelo.

—Esta noche se va a soltar. Hoy trabaja mi chico —dijo Rita


orgullosa de su hombre—. Así que vamos a divertirnos. —Levantó las
manos. —¡Slane! ¡Una ronda más!

El dueño con pinta de motero levantó el pulgar desde detrás de la


barra para que supieran que había escuchado el pedido por encima de la

música country. Leda como estaba de espaldas a los Markley pudo relajarse y
se echó a reír con las tonterías de sus amigas. Entonces iniciaron un juego de
cartas. Rita embarajó y cada vez que a una le salía un naipe de corazones
debía beber un chupito. Se partía de la risa porque Trudy tenía una suerte
pésima y después de diez minutos era la única que había bebido. Cuando le
salió un dos de corazones Rita se levantó. —¡Basta! Debes tener las cartas
marcadas, guapa. Eso o el destino quiere que te emborraches en tiempo
récord y no puedo consentirlo. ¿Verdad, jefa?

Animada por el chupito anterior cogió uno. —Cierto. No podemos


consentirlo. —Bebió el chupito de un trago al igual que sus amigas que la
imitaron.

—Mejor cambiamos de juego. Verdad, consecuencia o beso.

—Ah, no. Yo a eso no juego que sois muy burras —dijo Rose
negando con la cabeza de un lado a otro—. La otra vez que lo hicimos, me
metí en un lío muy gordo. ¡Y fue culpa vuestra!

Se miraron las unas a las otras sin comprender. —¿Qué lío? —


preguntó Rita intrigada.

—¡Conocí a mi marido porque ellas me obligaron! —dijo indignada.

Todas se echaron a reír. Recordó ese día. Estaban en la


hamburguesería y en un reto Trudy le dijo que se acercara a la mesa de al

lado y le pidiera el número de teléfono al moreno. Y lo hizo. Ahora estaba


casada con uno de los peones de Rexton y era muy feliz. Esperaba tener esa
suerte.

—Encima que te encontramos marido —dijo Trudy como si de otra


manera hubiera sido imposible.

Se apretó el vientre viendo la cara de indignación de Rose. —Oye


guapa…

—¡Haya paz! ¡Jugamos porque lo digo yo que es mi día!

—Bien dicho, jefa.

Todas la miraron maliciosa y gimió por dentro. Rita se acercó y


susurró —Me da que se van a vengar.

—Ahora entiendo por qué trabajas para mí. Por lo lista que eres.

—Te vas a cagar guapa —dijo maliciosa.

—Os lo advierto. Tengo una imagen en este pueblo y…

La pedorreta que le hizo el grupo la puso como un tomate y


sintiéndose como si tuviera quince años de nuevo se echó a reír sin darse
cuenta de que la miraba medio bar. Un tío que estaba en la barra decidió
acercarse y Rexton frunció el ceño antes de silbar. Su peón le miró y Rexton
le hizo un gesto para que regresara a su sitio fulminándole con la mirada.
Distraída por el silbido Leda se volvió y sus ojos se encontraron con los de

Rexton, que sin saludarla ni nada se giró para hablar con Troy divertido como
si no la hubiera visto.

Eso la molestó un poco. Lo menos que podía hacer era acercarse para
felicitarla. ¡Era un maleducado! Pero no sabía de qué se extrañaba porque
solo le había visto dos veces desde que había ocurrido todo y solo para
declarar sobre el caso. ¡Ni una maldita llamada en esas semanas ni para darle
las gracias! Perdió la sonrisa poco a poco antes de volverse hacia su mesa. No
pensaba dejar que le estropeara la noche.

Forzó una sonrisa cuando las chicas empezaron a jugar. Se partió de


la risa viendo a Trudy haciendo de gallina por medio local. Su marido entró
en ese momento y puso los ojos en blanco viéndola cacarear bien fuerte.
Indignada dejó caer los brazos. —John, ¿y el niño?

—Con tu madre.

—Ah. —Sonrió radiante. —Pues hala, con tus amigos.

Medio bar se echó a reír al ver que le echaba antes de regresar con sus
amigas que silbaron y aplaudieron por su espectáculo. —Le toca a la
cumpleañera —dijo Rita emocionada frotándose las manos. Le puso un
chupito delante—. Hala, a beber.

Apenas había bebido cuando le preguntó —¿Verdad, consecuencia o


beso?

La miró como si fuera una bruja por su sonrisa de satisfacción. —


Verdad.

Todas iban a abrir la boca sin perder el tiempo, pero Rita levantó la
mano acallándolas. Antes de que lo preguntara ya sabía de qué iba la
pregunta por sus ojos castaños. —¿Es cierto que te has acostado con Rexton
Markley?
—Uyyy…—dijeron varias con los ojos como platos antes de
acercarse de lo más interesadas para escuchar la respuesta.

Se la iba a cargar. Y a Harry porque se había chivado, el muy cabrito.


Levantó la barbilla. —Prefiero cambiar. Consecuencia.

—Ah, no. Eso no vale —protestó Trudy.

—Vete a Rexton Markley y pídele una cita —dijo Rita con mala

leche.

—¡Y si cambias a beso vas a tener que morrearle, así que tú verás! —
protestó Rose mientras las demás asentían.

Carraspeó mirando de un lado a otro y se acercó. —Como esto salga


de aquí…

—Somos tumbas —susurró Rose. Leda cogió otro chupito y se lo


bebió de golpe antes de asentir. Todas jadearon llevándose la mano al pecho.
—Hala, ¿y cómo es?

—Eso es otra pregunta, hermosa. —Miró a Rita. —Te toca.

—Beso, prefiero empezar por ahí —dijo con chulería como si nada le
diera miedo.

Se volvió mirando el local y se echó a reír al ver llegar a Lester que se


había vestido con el traje de su padre de los domingos. Estaba en libertad
condicional y no podía meterse en líos. —Ahí está tu beso.
La miró con horror mientras todas se reían. —Serás…

—Ah, ah… Controla tu lengua. Sobre todo porque la necesitas.

Espero que se haya lavado los dientes.

—Te vas a cagar —dijo levantándose mientras las chicas no podían


dejar de reír.

Lester sonrió en cuanto la vio y se dispuso a acercarse apresurado.

Rita se colocó ante él e intentó esquivarla, pero su amiga dio un paso al lado
mirándole muy seria. —¿Qué te pasa, niña? Si yo doy un paso a la derecha,
tú al otro lado. Esto funciona así.

Rita le cogió por las mejillas y besó los labios del anciano mientras
todas hacían muecas de asco. La chica se alejó mientras que Lester se había
quedado de piedra con los ojos como platos.

—Hala, ya está. —Se sentó como si nada mientras todas aún seguían
con esa cara. —¿Qué? Tampoco es para tanto. Sabe a café.

—Puaj —dijo Trudy por lo bajo—. Hoy voy a tener pesadillas.

—Qué exageradas.

Riendo Leda se levantó de la silla para acercarse a Lester que aún no


se había movido del sitio mientras medio bar se reía por su reacción. —
¿Estás bien, Lester? Estamos jugando. Era un reto.

El viejo la miró a los ojos y carraspeó. —¿Un reto?


—Exacto.

—Pues lo ha hecho genial.

Leda asintió mirándole de arriba abajo. —Estás muy elegante.

—Es que es tu cumpleaños. —Sacó un paquetito del bolsillo de la


chaqueta y se lo puso delante. —Felicidades, niña.

Emocionada cogió la caja. —No tenías que haberte molestado.

—¿Después de sacarme de la cárcel? Sé que hablaste con el fiscal


para que me dejaran libre y que pasara lo que me queda en este mundo en mi
casa. Es lo menos que podía hacer. —Sonrió. —Vamos, ábrelo. Espero que te
guste.

Abrió la cajita de cartón y se le cortó el aliento cuando vio una cajita


de terciopelo azul. Sin poder creérselo levantó la tapa para ver un anillo
precioso con una piedra verde en talla baguette. Parecía muy antiguo. —Es
hermoso Lester.

—Era de mi esposa.

—Oh, no puedo…

—Tonterías. Ella estaría encantada de que lo tuvieras tú. De hecho,


creo que no hay nadie en el pueblo que lo merezca más, porque me cuidas y
me escuchas como hacía ella.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y le abrazó. —Gracias, Lester.


—De nada —dijo emocionado apartándose—. Me voy a tomar algo
antes de irme a casa. Vamos, vuelve con tus amigas y pásatelo muy bien.

Cuando le vio acercarse a la barra se volvió y sus amigas quisieron


verlo. —Qué bonito —dijo Rita antes de chasquear la lengua—. ¿Quién iba a
decir que el viejo tenía gusto?

—¿Te gusta, Rita? Mira que Harry se pondría celoso.

—Muy graciosa. Espera que llegues a consecuencia.


Capítulo 11

Y llegó. Después de dos chupitos más el alcohol estaba empezando a

afectarla sin darse cuenta. Hablaba por los codos y se reía sin razón. Lester
puso los ojos en blanco cuando vio a una de las chicas pasando la escoba por
el local. Slane estaba encantado mientras barría los cacahuetes. Se volvió
sobre su taburete y vio como Rexton apretaba los labios mientras la niña
tomaba otro chupito. Lester sonrió divertido mirando sobre su hombro. —
Otra cerveza Slane, que esto se pone interesante.

—Tu consecuencia es… —dijo Rita con voz gangosa por el alcohol
—. Sacar a Rexton a bailar un perreo de esos. Voy a decírselo a Slane. Se va
a partir de la risa.

Todas se echaron a reír porque eso era casi imposible y porque Rita
casi se cae de la silla en su prisa por ir a pedir la canción. Todo el mundo
sabía que Rexton no bailaba jamás.

—¡Vamos, eso es muy difícil! Bah, seguro que ni tiene esa música. —
Gimió por dentro cuando se cortó la canción que estaba sonando a la mitad y
empezó un reguetón. Abrió los ojos como platos mientras todo el bar
protestaba con ganas.

Gimió tapándose la cara con las manos mientras sus amigas la

animaban. Tomando aire se levantó y el tacón se le resbaló con un cacahuete


casi pegándosela. Se sujetó a la mesa haciendo caer unos cuantos vasos. Se
volvió enderezando la espalda y entrecerró los ojos porque la imagen estaba
algo distorsionada. Cuando se centró, caminó entre las mesas sin darse cuenta

de que no parecía muy estable. Llegó a la mesa de los chicos y todos


levantaron la vista hacia ella que puso los brazos en jarras mirando a Rexton
fijamente, pero éste pasaba de ella mirando el local. Ni borracha tenía valor
para eso, pero si no lo hacía las defraudaría a todas. —¿Bailas conmigo?

Rexton levantó una de sus cejas negras antes de mirarla a los ojos. —
Será una broma. Nena, ni te mantienes en pie.

—Claro que sí. —Se tambaleó a la derecha. —Estoy celebrando mi


cumpleaños.

—Ya me había dado cuenta.

—¿Bailas conmigo o no? —Levantó la barbilla orgullosa.

Clark se levantó. —Yo bailo contigo —dijo incómodo porque era


evidente que estaba avergonzada por su rechazo.

—¡No! —exclamó ella—. ¡Se lo he pedido a él! ¿Bailas conmigo o


no?
—No, nena. No bailo contigo —dijo fríamente—. Pídeselo a otro al
que le interese más.

Perdió todo el color de la cara antes de sonrojarse intensamente por su


rechazo ante testigos y Rita apareció a su lado forzando una sonrisa porque
ella se quedó allí mirándole sin saber cómo comportarse. —Ven, Leda. Todas
sabemos que si no fuera por el reto no se lo habrías pedido —dijo con

desprecio—. Vamos a bailar nosotras.

—Eso, vamos a bailar. —Clark miró con rencor a su hermano


mientras los demás apartaban la vista incómodos.

Mientras se alejaban hacia la pista que estaba tras su mesa escuchó


preguntar a Roy —¿Qué coño te pasa? Podrías ser un poco más amable con
ella, joder. Después de todo lo que ha hecho…

—Cierra la boca —dijo molesto.

—Baila —susurró Rita poniéndose a bailar ante ella de manera

provocativa.

Se le había cortado todo el rollo y algo tensa empezó a mover la


cadera al ritmo de la música mirando de reojo la espalda de Rexton que
parecía de lo más relajado mientras bebía su cerveza. Rita sonrió y sus
amigas se unieron a ellas rodeándola para animarla. Se sintió mucho más
avergonzada porque todo el mundo se había dado cuenta de lo mal que lo
estaba pasando y eso la humilló aún más si eso era posible. Entonces Clark

cogió su mano y sonriendo le dio una vuelta cogiéndola por la cintura para

inclinarla hacia atrás. —Que no te arruine la noche —susurró en su oído —.


Es tu noche. Nadie tiene derecho a fastidiártela, estirada.

Sonrió con tristeza y asintió, pero en cuanto acabó la canción dijo —


Voy al baño.

Todas se dieron cuenta de que no tenía ganas de que nadie la siguiera,


pero Rita no se dio por aludida. —Voy contigo. —La siguió hasta el baño
que era individual y tuvieron que esperar en la puerta porque estaba ocupado.
—Ni se te ocurra llorar —siseó furiosa—. Pareces nueva.

—¿Nueva?

—No tienes ni idea de hombres, tonta.

—Vaya, gracias.

—Si ni siquiera te diste cuenta de que Harry estaba loco por ti los

primeros meses que trabajó contigo.

Alucinada negó con la cabeza. —Eso es mentira.

—¿Ves cómo estás ciega? Te admira. No hay nada más afrodisiaco.


—Se miró en el espejo del pasillo y se apartó su melena del hombro. —Pero
claro, ahí estaba yo para consolarle.

—No fastidies.
—Y ahora está encantado. Tú eras demasiado mandona para él.

—¡Mira quien fue a hablar!

—Oye, si ahora estás arrepentida te fastidias. Harry es mío.

—Todo tuyo. —Miró la puerta empezando a cabrearse y golpeó dos


veces. —¿Qué guapa, te vas a quedar a vivir ahí?

—Esa es la mala leche que tienes que sacar con él. Pareces tonta. Yo
le hubiera soltado cuatro frescas.

—¡No sé si es el alcohol, pero ya me has llamado tonta dos veces!

—Eso a la cara. —Jadeó indignada y Rita se echó a reír. —Te reto.

—Déjate de rollos.

—No, en serio. Te reto. No eres capaz de salir ahí y demostrar que te


importa una mierda lo que piense Rexton. Y no hay nada que le joda más a
un hombre, que después de hacer creer a todo el mundo que no le importas

nada, tú sí pases de su culo y te ligues a otro en lugar de estar llorando por las
esquinas por su falta de interés. Eso a Harry le decidió, te lo aseguro.

—No pienso hacer nada de eso —dijo molesta antes de golpear la


puerta de nuevo—. ¿Qué? ¿Tienes un problema médico o te has caído al
wáter?

La puerta se abrió y mostró a Lester subiéndose la cremallera del


pantalón. Después de verle un huevo eso no la impresionó demasiado. —La
próstata. El de hombres estaba ocupado y no podía esperar. Y la chica tiene
razón. No te ha quitado ojo en toda la noche.

Sonrió alejándose mientras Leda se quedaba sin aliento porque


parecía convencido de lo que decía. —Será una broma. —Rita entró en el
baño colándose y ella golpeó la puerta. —¡Tendrás cara!

—¡A ver si te espabilas, pringada! ¡Vete a tomarte un chupito, que ese

imbécil te ha bajado la borrachera del disgusto, y lígate a otro para que se


joda!

Se sonrojó con fuerza cuando alguien carraspeó tras ella y gimió


cerrando los ojos antes de volverse y sonreír a Roy. —Vaya, el baño está
muy concurrido esta noche. —Él entró en el baño de al lado sonriendo
irónico, pero algo en su mirada le dijo que Rita tenía razón.

Entrecerrando los ojos esperó que Rita saliera y usó el retrete. Se bajó
el vestido todo lo que pudo por costumbre, pero cuando se dio cuenta de lo

que estaba haciendo se lo subió ligeramente por la mitad de sus muslos. Salió
del baño y se topó con Rexton de frente. Se bloqueó durante dos segundos
mirando sus ojos azules, pero reaccionó al recordar lo que le acababa de
hacer. —¿Te apartas para que pueda pasar?

—Nena, sobre lo de antes…

—No querías bailar. —Sonrió irónica. —No sé cómo se me ocurrió


que querrías. No pasa nada.

—Me tomaste por sorpresa y todos estaban pendientes —dijo muy

tenso.

Se echó a reír sin ninguna gana. —Pues nada, no has quedado en


ridículo por hacerlo fatal.

Se tensó con fuerza. —No lo hago fatal.

—¿Ah, no? Bueno… —Se encogió de hombros. —Pues no te


apetecía. Hiciste lo que creías adecuado. Este es un país libre. —Le fulminó
con la mirada. —Ahora déjame pasar.

—Estás enfadada.

—¿Yo? —Aparentó sorpresa empujándole por el pecho ligeramente


para que se apartara. —No me importa tanto. De hecho, no me importa nada.
Como tú. —Pasó ante él con la cabeza bien alta y salió al bar. Las chicas
seguían en la pista y se unió a ellas intentando disfrutar o al menos

disimularlo. Rexton sin quitarle ojo regresó a su sitio mientras ella movía las
caderas de un lado a otro.

Entonces se abrió la puerta principal y entraron un grupo de obreros


que estaban en la central eléctrica haciendo unas reparaciones para mejorar la
instalación. Ella les conocía porque se había pasado por allí por si
necesitaban algo como alojamiento y les recomendó el hotel de los padres de
Sean. Robert Monfort, el ingeniero, la saludó con la mano y ella sonriendo le
correspondió.

—¿Bebemos algo? Se me está bajando el pedo —dijo Trudy lo


suficientemente alto para que todas la oyeran con el sonido de la música.

—¡Sí, claro!

Las chicas fueron delante y ella intentando no mirar a Rexton miró al

grupo de Robert. Éste sonrió cortándole el camino. —Gracias por la


recomendación estamos muy a gusto. Los McKenna son muy amables.

—No es nada. Si necesitáis algo más…—Iba a rodearle cuando


Robert la bloqueó de nuevo y ella sonrió. —¿Si?

—Bueno, me preguntaba si tenías novio. —Se le cortó el aliento de la


sorpresa y debió notarse en su cara porque él sonrió. —No te lo esperabas.

—Pues no, la verdad. —Era guapísimo. Rubio y con unos bonitos


ojos castaños, tenía una sonrisa que volvería loca a cualquiera y por lo que

había visto esa tarde con la camiseta de tirantes que llevaba, tenía un cuerpo
de infarto. Se sonrojó sin poder evitarlo y Robert se echó a reír.

—Voy a quedarme una semana, pero me gustaría conocerte.


¿Quedamos mañana para cenar?

—Sí, claro. Y no, no tengo novio. —Escuchó que algo se rompía tras
ella y se volvió para ver que Clark había dejado caer su cerveza y la miraba
impresionado. —¿Ocurre algo?

—No, claro que no.

Se volvió sonriendo. —Perfecto, pues nos vemos mañana. Tienes mi


número.

—Te llamaré. De eso no tengas dudas —dijo comiéndosela con los


ojos.

Sintiéndose genial le miró mientras le rodeaba antes de acercarse a su


mesa y sentarse. Las chicas chillaron y Rita sonrió satisfecha. —Chúpate esa,
Markley. —Cogieron el chupito y lo bebieron de golpe.

—¿Continuamos con el juego? —preguntó Rita maliciosa.

—Por supuesto —contestaron a la vez con ganas de venganza.

A nadie le sorprendió que cuando la ronda llegó de nuevo hasta ella,


la retaran a que besara a su cita del día siguiente y sintiendo un valor que no
sabía de donde lo sacaba, porque para esas cosas era negada como decía Rita,

se levantó con descaro haciéndolas reír y aplaudir. Mirando a Rexton con una
sonrisa irónica en la cara caminó entre las mesas. Todos las habían visto
jugar y sabía lo que tocaba, así que cuando se acercó al nuevo por su espalda
se dieron codazos los unos a los otros esperando su reacción. Robert se
volvió con una sonrisa. —¿Quieres bailar?

—Quiero un beso. Me toca beso. Me han retado.


La miró sin comprender y de repente se echó a reír. —Entiendo.
¿Verdad o consecuencia? ¿No es un juego de niños? —La cogió por la

cintura pegándola a él. Rexton se levantó de golpe tirando la silla. Roy se


interpuso mientras ella sonreía.

—Me gusta jugar de vez en cuando —dijo maliciosa haciéndole reír


—. Así que no hagas que me arrepienta, que te quedas sin cita.

La miró con deseo. —No te vas a arrepentir, preciosa.

—¡Aparta, joder!

Robert acercó su rostro lentamente mientras nadie en el local perdía


detalle. Lester dejó caer la mandíbula por su descaro mientras Rexton
empujaba a su hermano quitándole del medio para ver como Robert atrapaba
su boca como si se la quisiera comer allí mismo. Leda gimió por como
succionaba sin sentir absolutamente nada. Le empujó ligeramente por el
pecho sonrojándose con fuerza y él sonrió encantado porque pensó que le

había gustado. Carraspeó incómoda. —Bueno, hasta mañana.

Al volverse vio a Rexton tras ella con ganas de matar a alguien y se


sonrojó aún más. Disimulando pasó ante él y suspiró del alivio cuando llegó a
la mesa sin ver como los hombres de Rexton se ponían tras él con ganas de
gresca. Todas miraban tras ella con la boca abierta. —No ha sido para tanto.

—¡Llama a Harry! —gritó Rita levantándose.


Sin entender se volvió para ver como Rexton pegaba un puñetazo a
Robert que le hizo tambalearse hacia atrás hasta caer sobre los suyos, justo

antes de que los unos se lanzaran sobre los otros dándose de puñetazos.
Chilló levantándose cuando Rexton recibió un puñetazo. —¡Alto! ¡Alto al
Sheriff!

Slane puso los ojos en blanco y cogió el bate de beisbol de detrás de

la barra. Lester le hizo un gesto para que lo dejara. —Necesitan desahogarse.

Leda al ver que dos tipos cogían a Clark por los brazos para que otro
le atizara gritó furiosa y corrió hasta el tipo tirándose sobre él para darle de
puñetazos. Cuando le dejó KO apartó su melena para volverse y se tiró sobre
el siguiente que por una casualidad era de los de fuera del pueblo. —¡Alto!
¡Lo ordena el sheriff! —le gritó al oído antes de arañarle la cara. Sin soltarle
pateó a otro en la espalda que estaba peleándose con Roy, clavándole el tacón
en la espalda. Mira, servían para algo más que para estar mona. Haciendo una

llave de yudo tiró al suelo al que tenía en las manos antes de volverse para
encontrarse frente a frente con Rexton, que se pasó la mano por la boca
limpiándose la sangre. —¿Estás loco? ¡Quedas detenido!

La miró sorprendido. —¿Qué has dicho?

—¡No puedes ir pegando golpes por ahí! ¡Esto no es el antiguo oeste!


—Le hizo un gesto con el dedo. —¡Date la vuelta, ahora!
Él entrecerró los ojos fuera de sí dando un paso hacia ella. —Nena…

—¿Qué? —Levantó la barbilla mirándole a los ojos sin sentir ningún

miedo.

La cogió por la cintura cargándosela al hombro y Rita hizo una mueca


mientras Lester se echaba a reír a carcajadas. Leda gritó que la soltara, pero
entre los que estaban en el suelo y los que no tocarían a Rexton porque se

jugaban su puesto de trabajo, nadie movió un dedo por ella mientras la sacaba
del bar. —¡Qué me bajes, chiflado! —Una palmada en el trasero la hizo
jadear del asombro. —¡Me has pegado! ¡Eso es agresión a un agente de la
ley! Y resistencia a la autoridad y… ¡Rexton bájame!

De repente la soltó y Leda gritó del susto cuando sintió que caía para
cortársele el aliento por el agua helada que la rodeó. ¡La había tirado al
depósito de agua de la gasolinera! Empapada se sentó en el depósito con todo
el cabello sobre la cara y furiosa lo apartó para ver a Rexton ante ella con los

brazos en jarras. —Necesitabas refrescarte.

—¡Imbécil! ¡No tienes ningún derecho!

—Necesitabas lavarte. Olías a zorra.

Leda perdió todo el color de la cara por el insulto. Sin ser capaz de
decir una palabra por el dolor que traspasó su pecho, agachó la mirada
apoyándose en los laterales del balde para levantarse, porque aunque ya creía
que le había roto el corazón, en ese momento se había resquebrajado por

completo y no podía ni mirarle. Salió como pudo haciéndose daño en la

planta del pie cuando se clavó un cristal porque había perdido los zapatos,
pero intentó no mostrarlo. Rexton al ver que tenía la cara desencajada dio un
paso hacia ella. —Nena…

Levantó la mano mirándole con odio. —¡No me toques! —gritó sin

ser consciente del dolor que reflejaba su voz—. ¡No tienes derecho, ningún
derecho a tratarme así! ¡No vuelvas a dirigirme la palabra!

—Leda yo… —Pasó ante él corriendo y abrió la puerta de su coche


subiéndose y cogiendo las llaves de la visera para encender el motor. Rexton
se acercó a la puerta e intentó abrirla. —Leda, joder lo siento. ¡No sé lo que
se me ha pasado por la cabeza! Tienes razón. ¡Leda!

Le miró sin darse cuenta de que lloraba mientras arrancaba el motor y


dio marcha atrás derrapando sobre la gravilla. Giró el volante acelerando.

—¡Leda! —gritó cuando entró en la carretera casi chocando con otro


coche que venía de frente que hizo tocar el claxon. Asustado corrió hasta su
ranchera. Varios que estaban en la puerta le vieron largarse tras ella y Lester
negó con la cabeza.
Capítulo 12

Frenó en seco ante su casa y salió del coche sin molestarse en coger

las llaves. Entró en su casa y cerró el pestillo de la puerta al pasar,


apoyándose en ella para gemir de dolor dejándose caer al suelo pues sus
piernas ya no la sostenían. No era la primera vez que la llamaba zorra. Había
querido olvidarlo porque estaba muy enamorada de él, pero ya lo había hecho
antes. Cuando se acostaron había insinuado que se vendía por la posibilidad
de un interrogatorio. Si no la respetaba, cómo iba a quererla. Eso jamás
pasaría.

Llevándose la mano al pecho arrugó el vestido entre sus dedos


intentando arrancar ese dolor, pero no se iba y sollozando ni escuchó como

un coche frenaba ante la casa.

—¡Leda! —le escuchó gritar fuera de la casa.

Asustada porque hiciera algo que provocara que volviera a olvidar


como se había comportado, se alejó de la puerta pateando hacia atrás hasta
que su espalda chocó con el primer escalón de la escalera.

—¡Leda, abre! —gritó al otro lado de la puerta antes de intentar


abrirla—. Nena, tenemos que hablar. Soy gilipollas y lo siento. No quería…

Joder, no tengo excusa. Abre la puerta, por favor. Solo quiero hablar.

Se volvió subiendo los escalones a toda prisa y cogió el teléfono que


tenía en la mesilla de su habitación.

—Leda, dame cinco minutos. Solo quiero comprobar que estás bien
—dijo preocupado—. Nena, dime que estás bien y que soy un cabrón, pero

dime algo.

—Harry —dijo al auricular con la voz congestionada—, necesito que


vengas a mi casa a llevarte a Rexton. Ahora.

—¿Qué coño ha pasado? —gritó su compañero.

—¡Llévatelo de aquí! —gritó perdiendo los nervios. Colgó el teléfono


y se sentó sobre la cama sin preocuparse si mojaba la colcha que había hecho
su madre. Mirando al vacío escuchaba como la llamaba.

—¡Nena, no me voy a ir hasta que sepa que estás bien!

El sonido de la sirena hizo que Leda se levantara y se acercara a la


ventana. Vio como Harry frenaba en seco ante la casa y bajaba con la mano
en la pistolera. —¡Aléjate de la puerta!

—¡Solo quiero hablar con ella, joder! ¡Leda! No quería hacerte daño,
nena.

—¿Le has hecho daño? —Sacó la pistola. —¡De cara a la pared!


—¡Lo dije sin pensar! —gritó él alejándose de la casa mientras que
Harry no dejaba de apuntarle. Miró las ventanas de arriba buscándola. Leda

dio un paso atrás ocultándose entre las sombras.

—¡Me estás tocando los huevos, Rexton! —Harry le cogió por la


parte de atrás de la camisa y tiró de él hasta el capó del coche. —¡Las manos
atrás!

Rexton se resistió intentando incorporarse, pero Harry le golpeó el


tobillo metiendo la pistola en la funda antes de coger las esposas. —¡No
puedes detenerme!

—¡Estás en propiedad privada! ¡Y la dueña no te quiere aquí! Eso si


no le has hecho algo, que si es así, se te va a caer el pelo. —Le esposó y
cogió las esposas incorporándole sin ningún miramiento. —¡Al coche!
Tócame los huevos y te juro que te voy a moler a golpes.

Rexton mirando hacia la casa apretó los labios y se dejó llevar hasta la

parte de atrás del coche patrulla. En cuanto Harry cerró de un portazo se


acercó a la casa a toda prisa. Leda corrió hasta las escaleras y las bajó para
abrir la puerta principal ligeramente. Harry la miró a través de la rendija y vio
que estaba llorando. —¿Te ha hecho daño? ¿Te ha pegado?

Negó con la cabeza. —Suéltale en cuanto su hermano vaya a buscarle


a la oficina.
—Pero…

—No voy a denunciarle por invadir mi propiedad. Haz lo que te digo.

Harry asintió, pero antes de que cerrara se lo impidió apoyando la


mano contra la puerta. —¿Estás bien?

Emocionada por su preocupación asintió. —Estoy bien. No pasa nada.


Te veo mañana.

—Bien, jefa. Tómate una pastilla para dormir. Te vendrá bien.

—Gracias, Harry. Lo digo en serio.

—No tienes que darlas. Llámame si necesitas algo. —Vio cómo se


volvía y sin poder evitarlo miró hacia el coche, pero no le vio por el
reposacabezas del asiento de delante. Mejor así. Aquello se había acabado del
todo. Y esta vez era de verdad.

Como todos los días llegó al trabajo con el café en la mano. —Buenos
días. ¿Se sabe algo del candidato a ayudante del sheriff? ¿Alguien que tenga
lo que necesitamos quiere el puesto?

—Todavía nada —dijo Rita preocupada levantándose—. ¿Estás bien?

Cogió los mensajes de encima de su mesa y asintió. —¿Ha llamado la


señora Smith?
—Ha perdido una vaca.

—¿Y tengo que encontrársela yo?

—Como no sabe si se la han robado… ¿A que es una buena excusa?


—Frunciendo el ceño rodeó su mesa. —Harry me ha dicho lo que ha…

—No quiero hablar de eso. —Fue hasta su nuevo despacho y entró


cerrando la puerta con los mensajes en la mano. Se sentó en su sillón y cerró

los ojos apretando los mensajes en su puño. Tomó aire y cuando abrió los
ojos vio que el vaso del café estaba arrugado. Intentó controlarse. Tenía que
hacer su trabajo. Ya había hecho el ridículo la noche anterior ante medio
pueblo como para perder el control.

Llamaron a la puerta. —¿Si?

Cuando se abrió sonrió a Lester. —Buenos días.

—¿Estás bien?

—Sí, por supuesto. ¿Ocurre algo?

El anciano frunció el ceño. —Vengo a poner una denuncia…

—Lester… —Agotada porque no había pegado ojo forzó una sonrisa.


—No puedes poner denuncias falsas. No más. Es un delito y estás en libertad
condicional.

Entró en su despacho y se sentó ante su escritorio. —Esta no es una


denuncia falsa. Quiero denunciar a los Markley.
Sin mover el gesto preguntó —¿Y la razón?

—Me han robado tierras. Puedo demostrarlo. Más de diez acres de

tierra.

—¿Estás seguro?

—Y no es la primera vez. Hace veinte años me robaron unos cuatro


acres. En ese momento no dije nada porque quería llevarme bien con los

vecinos y a mí me sobraba el terreno. Había muerto mi padre y tampoco


podía demostrarlo porque no tenía los papeles de los lindes, pero yo sabía que
tenía razón.

—Esos son unos sesenta mil metros cuadrados. Es mucho terreno,


Lester —dijo asombrada—. ¿Cómo lo puedes demostrar?

—Porque he ido al registro de la propiedad y me han dado los papeles


de los lindes. Estaba todo registrado. Mi abuelo era concienzudo. Quiero
denunciar a Rexton por robo.

—Eso es un conflicto civil. Tendrás que reclamarlo acudiendo a un


abogado.

—¿No vas a hacer nada?

—Es un problema de lindes entre vecinos. Debes acudir a tu abogado.


Yo solo actúo si se está cometiendo un delito. —Lester pareció pensarlo. —
El abogado es lo mejor. Si tienes razón la ley estará de tu parte, te lo aseguro.
Gruñó levantándose. —¿Seguro que no puedes hacer nada?

—No, lo siento.

—Muy bien. Volveré.

Sonrió sin darse cuenta. —No lo dudaba ni por un momento.

Una hora después estaba rellenando unos informes cuando sonó el


teléfono varias veces. Frunció el ceño levantándose y abrió la puerta
asomando la cabeza para poner los ojos en blanco al ver que la centralita
estaba vacía. —¿Dónde se habrá metido ahora?

Exasperada fue hasta allí y cogió el teléfono. —Oficina del sheriff de


Legeng. Al habla la sheriff Towson.

—¿Leda? Tienes que venir al rancho —dijo Laura Markley.

Tensó la espalda enderezándola. —¿Qué ocurre?

—¡Me han robado las joyas! —gritó indignada—. ¡Han entrado en mi


casa y me han robado! ¡A mí!

Apretó los labios y se pasó la mano por la frente buscando la manera


de no acudir a la llamada, pero Harry había trabajado toda la noche. —Voy
enseguida.
—¡Y trae eso para tomar huellas! ¡Quiero que les pilles y les retuerzas
las pelotas!

—Enseguida voy, Laura.

—Aquí te espero.

—Estupendo —susurró colgando el teléfono.

Rita salió en ese momento del baño con el móvil en la mano soltando
una risita. —Tengo que ir al rancho de los Markley. Han robado las joyas a
Laura.

—No fastidies. Menuda casualidad —dijo con asombro.

—Pues sí. Precisamente ahora. —Frunció el ceño preocupada. —


¿Crees que es mentira?

—No, claro que no. ¿Cómo va a hacer eso? —Se sentó en su sitio
dejando el móvil sobre la mesa. —¿Quieres que llame a Harry? Puede ir él.
Ya ha dormido bastante.

Sonrió divertida. —Se nota que le quieres con locura. Apenas ha


dormido cuatro horas.

—Más que suficiente. Te lo digo yo.

—Déjale dormir. Avísame a la radio si ocurre algo.

Salió de la oficina y vio a Sean en la acera de enfrente comiendo lo


que parecía un bollo. Él la saludó con la mano y en cuanto se subió al coche,
Leda vio por el espejo retrovisor que hablaba con alguien por el móvil sin
quitarle ojo. Qué raro. Es más, se sintió vigilada incluso cuando salió a la

carretera porque seguía allí plantado mirando su coche. Ese chico cada vez
era más raro. Tendría que vigilarle. Seguro que estaba organizando alguna de
las suyas.

Al llegar al rancho gruñó viendo a Clark saliendo de la casa muy

enfadado y ya no dudó de que aquello iba en serio porque su amigo no sabía


disimular. Bajó del coche cerrando la puerta y caminó hasta los escalones. —
¿Han entrado en la casa?

—Ven, ya lo verás.

—¿Ha sido mucho destrozo?

—Las joyas no son lo peor.

Parecía como si no quisiera hablar allí y le siguió hasta la escalera.


Entró en lo que era el despacho de Rexton y Leda le vio sentado tras su

escritorio con la mirada perdida. En cuanto la vio se levantó de golpe. —


Hola, nena.

—Sheriff Towson —dijo fríamente mirando a su alrededor—. Todo


parece estar bien. ¿Qué han robado?

—Las monedas de oro de mi padre —dijo Clark mostrando la vitrina


a su derecha. Ella nunca había entrado allí, aunque sabía por su padre que ese
despacho existía. Y de las monedas también le había hablado. Era una
colección impresionante adquirida a lo largo de tres generaciones. Sabía que

Rexton también había aportado alguna de ellas. Los círculos de terciopelo


azul estaban vacíos. —¡Es un desastre! Es una fortuna.

—¿De cuánto estamos hablando?

—Más de dos millones de dólares —respondió Rexton muy tenso.

—Las tendríais aseguradas. —Escandalizada porque tuvieran tanto


dinero a la vista y sin ningún sistema de seguridad la hizo volverse hacia él.
—Esto ni siquiera tiene una alarma.

—No estaban aseguradas. Pensaba hacerlo precisamente esta semana.


Mañana venía el perito a tasarlas.

—¿Mañana? Pues menuda mala suerte. —Miró a Clark demostrando


que no quería ni hablar con él. —¿Dónde está tu madre?

—Arriba, llorando. Cuando te llamó todavía no habíamos descubierto

lo de las monedas. Eso la ha disgustado mucho más.

—¿Dónde estaban sus joyas?

—En su habitación. Dentro del primer cajón de la cómoda. Le han


robado su anillo de compromiso. Se lo quitó cuando murió mi padre porque
cada vez que lo veía se echaba a llorar. Ahora se lamenta de haberlo hecho
porque lo ha perdido para siempre.
—Intentaré recuperarlo.

—Leda… —Se volvió hacia Rexton y levantó una de sus cejas rubias.

Éste nervioso se pasó una mano por el cabello. —Clark, ¿puedes dejarnos
solos un momento?

—¿Tiene que ver con el robo?

—Joder, necesito hablar contigo.

—Es evidente que no tiene que ver con el caso. Continuemos.

Clark apretó los labios siguiéndola fuera del despacho. —Explícame


cómo han logrado entrar en la casa sin que os dierais cuenta. Tus
conclusiones.

—Aprovecharon que sonó la alarma del coche de mi padre. Todos


fuimos hasta el garaje. Por alguna razón la alarma no se apagaba y Rexton
tuvo que cortar los cables. Debimos tardar unos veinte minutos. Cuando
regresamos ni nos dimos cuenta de que habían entrado. Fue cuando mi madre

subió a su habitación para vestirse para la misa cuando vio que le faltaban las
joyas. Entonces revisamos lo demás.

—¿A vosotros os han robado algo aparte de las monedas? Relojes,


dinero…

—No. Roy está revisando su habitación. Llegó hace diez minutos.


Nosotros no podíamos saber si le faltaba algo.
En ese momento Roy llegó a lo alto de la escalera. —Está todo.

Leda empezó a subir la impresionante escalera y pasó a su lado. —

¿La habitación de tu madre?

Él la señaló. —La del fondo.

Fue hasta allí sin perder detalle de lo que la rodeaba porque nunca
había estado en esa parte de la casa. Con la mano en el cinturón se detuvo

ante una puerta que estaba entornada y la empujó lentamente. Entró sin pedir
permiso al ver una foto de Rexton con sus hermanos. El trofeo a ranchero del
año le indicó que era la habitación del dueño de la casa. Era enorme y con
una gran cama. Clark la observó desde la puerta. —¿Él ha revisado su
habitación? —preguntó fríamente.

—No, creo que solo revisó el despacho porque es donde está todo lo
de valor del rancho. Como negocio, quiero decir. Supongo que pensaba que
lo que faltaba aquí se podía reponer.

Al volverse Leda vio que el primer cajón de la mesilla estaba


entreabierto. —Ese cajón se ha tocado.

Clark muy tenso fue hasta allí y lo abrió sin ningún pudor. No había
nada de interés. Un par de libros de misterio y una caja de preservativos.
Intentó cerrarlo de inmediato, pero Leda la había visto y tembló por dentro al
darse cuenta de que desde que se habían acostado todavía no le había bajado
la regla. Fue como una bala.

—No creo que aquí falte nada —dijo incómodo.

Intentando superar el golpe dijo muy tensa —Por supuesto. Si falta


algo de lo que te des cuenta después, siempre se puede ampliar la denuncia.

—Bien.

Fueron hasta la puerta y allí estaba Rexton mirándola fijamente. Se


apartó para dejarlos pasar y Clark susurró —La de mi madre es la habitación
del fondo. Rexton, ¿por qué no revisas tu habitación por si falta algo mientras
habla con mamá?

Laura salió en ese momento y por sus ojos enrojecidos era evidente
que estaba muy disgustada. —¡Tienes que encontrarlas!

—Te aseguro que voy a hacer todo lo necesario para dar con el
culpable. Enséñame donde las tenías.

Ella señaló el cajón de la cómoda y como le había dicho Clark era el

primero. —Hazme una lista con todas las joyas. Sé lo más específica posible.
Si tuvieras fotos sería mucho mejor. Imagino que tampoco estaban
aseguradas.

—¡No! ¡Aquí nunca pasa nada! ¡En este pueblo dejamos las puertas
abiertas continuamente, por el amor de Dios!

Leda asintió porque ella también lo hacía, así que no podía


reprochárselo. El pueblo era tan tranquilo que salvo problemas con los

animales entre vecinos y alguna disputa en el bar nunca pasaba nada. Al

parecer le tocaba resolverlo todo a ella.

—¿Habéis visto a alguien merodeando por vuestra finca? ¿Algún


extraño?

—No —dijo Rexton molesto—. Si lo hubiera visto, yo mismo me

habría encargado del problema. Y nadie se ha acercado a la casa. Tengo


peones, joder. Si hubieran visto algo raro, me hubieran avisado de inmediato
por los robos de ganado.

—Era una pregunta de rutina. Está claro que este robo se ha


organizado desde dentro.

Laura jadeó llevándose la mano al pecho. —¿Cómo que desde dentro?

—Madre, sabían dónde tenían que ir. Es alguien que ya ha estado en


la casa y sabía dónde tenías las joyas.

—Las monedas no será difícil recuperarlas. Es evidente que las


llevarán a una ciudad grande para venderlas lo mejor posible. Daré parte de
inmediato. Las joyas es distinto. Si no tienen algo en especial es más fácil
colarlas en el mercado negro. Veremos si tenemos suerte. Ahora voy a sacar
huellas por si encuentro algo. Dejadme trabajar. —Todos se dieron cuenta
que lo decía por Rexton. Leda fue hasta la puerta, pero Rexton no se apartó.
—¿Me permites? —preguntó empezando a cabrearse. Le miró a los ojos para

demostrar que le odiaba y Rexton apretó los puños dando un paso atrás.

Caminó por el pasillo con grandes zancadas y escuchó susurrar a


Clark —Joder tío. La has cagado pero bien.

—¿De qué habláis? —preguntó su madre en voz baja.

Leda decidió ignorarlo para ir hasta su coche. Abrió el portaequipajes

y cogió el maletín donde tenía todo lo necesario para sus investigaciones. No


se usaba casi nunca porque si era algo realmente grave como la muerte de
Eloise se llamaba al forense. Esperaba que le salieran bien las huellas. Simon
la había enseñado en una ocasión, pero no había practicado demasiado.

Estaba revisando que tuviera guantes cuando escuchó un ruido tras


ella. Volvió la vista sobre su hombro para ver allí a Rexton. Bufó harta y se
volvió cruzando los brazos. —¿Qué quieres?

—¿No es evidente? ¡Hablar contigo! ¡Te lo he dicho mil veces, joder!

—¡A mí no me hables en ese tono!

Se pasó una mano por su pelo moreno intentando contenerse. —Lo


siento, ¿vale? No sé lo que me pasó. No tenía que haberte insultado.

—Disculpas aceptadas —dijo fríamente antes de volverse.

—Leda, hablo en serio.

—Pues muy bien. —Cerró el maletín de nuevo y lo cogió por el asa.


—Joder, ¿por qué tiene que ser todo tan difícil?

Se volvió sorprendida. —No, es muy fácil. ¡Eres tú quien lo complica

todo! ¡No quieres estar conmigo, pues muy bien! ¡Pero si estoy con otro no
tienes ningún derecho a decir nada! ¡Y mucho menos a tratarme como a una
puta! —Él iba a decir algo, pero ella le interrumpió. —¡Mira, está claro que
tú no sabes lo que quieres y yo no tengo la paciencia necesaria para

soportarte! Así que lo mejor es que nos ignoremos mutuamente, ¿entendido?

Cerró el capó con fuerza llevándose el maletín con ella y caminó hasta
los escalones.

—Sí sé lo que quiero. ¡Y lo que no quiero también! ¿Y sabes lo que


no quiero, nena? ¡No quiero que te toque otro hombre! ¡Me revuelve las
tripas solo pensarlo! —Se quedó sin aliento y se volvió para mirarle a los
ojos. Rexton se acercó furioso. —¿Quieres saber otra cosa que no quiero?
¡Qué cuando te hago daño, huyas de mí cuando eres capaz de partirme la

crisma! ¡Grítame, joder! ¡Dime que soy un cabrón, pero no vuelvas a hacer lo
de ayer!

Leda le miró a los ojos y sonrió con ironía. —Eres tú el que huye,
Rexton —dijo haciéndole palidecer—. Te excusas en tu orgullo como cuando
me hiciste el amor. Me echaste la culpa por preguntar por Eloise cuando mis
dudas eran lo más lógico del mundo y te alejaste de mí porque no confiaba lo
suficiente en tu versión. ¡Y tenía razón porque me mentiste! —gritó
perdiendo los nervios—. Ayer simplemente buscaste otra excusa para hacer

lo mismo. ¡Dejarme claro que no soy importante para ti ante todo el pueblo y

después comportarte como un crío cuando tocan tu juguete! ¿Pues sabes qué?
—Rota de dolor le señaló con el dedo. —¡Yo no soy el juguete de nadie y no
voy a dejar que hagas conmigo lo mismo que con Eloise! ¡A mí no me vas a
manejar a tu antojo!

Dio un paso atrás como si le hubiera golpeado. —¿Qué dices? Sabes


mejor que nadie lo que pasó y…

—¿Lo sé? —gritó fuera de sí—. Lo que realmente ocurrió solo lo


sabía Eloise y no está viva para protestar, ¿no es cierto? —Levantó la barbilla
sin sentir ningún remordimiento, aunque sabía que le estaba haciendo daño.
—Igual tienes que empezar a asumir tu culpa Rexton, porque jamás diste la
cara por vuestra relación.

—¡Me utilizó!

—¡Te quiso! ¡Sabes que lo hizo, pero como todos los demás que
rodearon su vida le fallasteis! ¡Su padre, su madre y todo el rechazo que tuvo
que sentir siendo una niña la convirtieron en la mujer que te conoció y la que
soñaba con una vida distinta a tu lado! ¡Vi sus dibujos!

—¿Qué dibujos? —preguntó atónito.

Le miró con desprecio. —¿Ves como no la quisiste lo suficiente? Ni


siquiera la conocías.

Él la cogió por los brazos volviéndola. —¿Qué dibujos? —preguntó

pálido.

—Su habitación está llena de ellos. Se nota perfectamente el inicio de


su relación contigo. Y como esos dibujos van cambiando a lo largo de los
meses hasta convertirse en algo dañino y horrible que terminó como terminó.

—Soltó su brazo con furia. —¡Ella era como era, pero no te tienes que
extrañar de que si golpeas a un perro salvaje en lugar de darle cariño, éste te
muerda cuando menos te lo esperes!

La miró como si no la conociera y a Leda se le rompió el corazón,


pero no pensaba callarse ahora que había salido todo a la luz. —Me echas la
culpa.

—Ni siquiera le diste una oportunidad. Te divertiste con ella y puede


que la quisieras durante un tiempo, pero nunca la amaste porque cuando

llegaron las dificultades la trataste como todos. ¡Y eso es algo con lo que
tendrás que vivir el resto de tu vida, así que acéptalo y sigue adelante, pero a
mí no vas a joderme con esas paranoias mentales que se te pasan por la
cabeza!

Ignorándole subió los escalones del porche y pasó ante Roy que
observaba a su hermano apretando los labios.
Rexton se llevó las manos a la cabeza y se dio la vuelta. Roy se
acercó a él y le apretó el hombro provocando que se volviera. Su hermano

sintió su dolor. —Lo siento, hermano.

—Crees que tiene razón.

—Sabes que tiene razón, pero eras un crío y te dejaste llevar. Nadie
sabe lo que hubiera pasado si la historia hubiera sido de distinta manera. Si lo

hubieras dado todo por ella y hubieras luchado por tu relación, igual hubierais
terminado de la misma manera. Ya no es tiempo de lamentaciones. Es tiempo
de que te des cuenta de que ahí tienes una mujer preciosa e inteligente que no
tiene nada que ver con Eloise y tú pretendes tratarla igual.

Muy tenso dijo —No la trato como a ella.

—Es cierto. Porque Leda solo ha visto tu rechazo mientras que a


Eloise le diste un año perfecto donde le demostraste que la querías. A Leda
no le has dado ni eso.
Capítulo 13

Una hora después inspeccionaba el exterior de la casa y llegó a la

resolución de que los intrusos habían entrado por la puerta de la cocina.


Había una huella parcial en la tierra removida y era reciente. Además, la
puerta principal se veía desde el garaje y correrían el riesgo de ser vistos.

Entró por la puerta de la cocina y mirando el suelo vio un poco de


tierra al lado de la enorme mesa de madera. Frunció el ceño viendo que aún
estaban los platos del desayuno sobre la mesa. Seguro que Laura había subido
para cambiarse mientras los demás terminaban el desayuno. Se quedó
mirando la fuente central de cristal llena de croissants.

—Los hace mi madre, si quieres puedes servirte. Están deliciosos, te

lo aseguro.

Se sobresaltó al escuchar la voz de Rexton y se volvió para mirarle.


—No, gracias. Ya he desayunado.

Él la observó unos segundos antes de apretar los labios. —¿Sabes,


nena? Entiendo lo que has querido decir, pero te juro por lo más sagrado que
no era mi intención tratarte como a ella.
Leda agachó la mirada odiándose a sí misma por el nudo que sintió en
la boca del estómago. Se negaba a sentir algo por él. —No pasa nada. Y no

quiero hablar más de ello. Si no te importa, me gustaría terminar aquí cuanto


antes. Estoy cansada y me duele la cabeza.

Él asintió. —No estás acostumbrada a beber y…

—No hace falta que me des conversación —dijo a la defensiva

fulminándole con la mirada.

—Joder, solo quiero arreglarlo.

Le miró a los ojos y dijo fríamente —Esto ya no se puede arreglar.


Puede que tú no lo veas tan grave, pero no pienso dejar que nadie me falte al
respeto. Ni siquiera tú. Yo también tengo mi orgullo.

Por la expresión de su rostro Leda se dio cuenta de que no se lo


esperaba. —Pues tenemos un problema porque me he enamorado de ti y no
voy a parar hasta que me perdones.

A Leda se le cortó el aliento sintiendo que su corazón se le salía del


pecho y Rexton hizo una mueca por su cara de pasmo acercándose a ella. —
Sé que no te lo he demostrado y… —Leda le arreó un tortazo que le volvió la
cara. Muy tenso giró la cabeza entrecerrando los ojos. —No me voy a
detener. —Le golpeó de nuevo y rabiosa lo iba a hacer otra vez cuando cogió
su brazo pegándola a él.
—¡Suéltame! —gritó intentando apartarse.

—No pienso hacerlo. —Su voz enronquecida hizo que le mirara

sintiendo que la sangre fluía por sus venas de manera alocada. —¿Quieres
salir a cenar esta noche?

—Ya tengo plan —respondió con rebeldía.

Él sonrió. —No creo que te llame. Más le vale que no te llame.

—Ya me ha llamado. —Levantó la barbilla con chulería.

Rexton levantó una ceja. —¿Y para demostrar que te quiero, tengo
que dejar que otro tío te sobe? Nena, yo no soy así. Como te toque un pelo, le
parto las piernas.

—Y te meteré en la cárcel.

—No lo harías.

—¡Sí que lo haría! —Intentó soltarse y él bajó la mano de su cintura

hasta su trasero apretándoselo con fuerza. Jadeó de la indignación


disimulando lo bien que le hacía sentir. Le miró como si quisiera pegarle un
tiro. —O me sueltas o esta noche vas a dormir en una celda. Eso te lo
aseguro.

Él amasó su nalga antes de pegar su cintura para que notara su


masculinidad. Se derritió por dentro al sentir su deseo. —Vamos nena, hace
mucho que no estoy con una mujer, ¿sabes? Desde que estuvimos juntos no
he podido olvidarte, preciosa.

—Eso es sexo.

—¿A ti te gustó? Sé que fui algo brusco…

—Te gusta duro.

Él se sonrojó ligeramente antes de sonreír de una manera que casi la

vuelve loca. —Me gusta intenso. —Agachó la cabeza rozando su labio


superior con los suyos antes de recibir un rodillazo en la entrepierna que le
dobló de dolor llevándose las manos a sus partes.

Leda sonrió de oreja a oreja. —¿Ha sido lo bastante intenso, cielo?

Gimió antes de caer sobre el suelo de la cocina. En ese momento


entró Laura y gritó —¿Qué te pasa? ¿Rexton? —Se agachó a su lado y le
pasó la mano por la frente. —¿Un infarto? ¡Dime algo! ¡Roy! ¡A tu hermano
le está dando un infarto!

Su hermano llegó corriendo y al ver donde tenía las manos hizo una

mueca. —Tío, no se juega con fuego, que va a artes marciales de esas. —


Puso los ojos en blanco como si fuera idiota mientras Rexton gemía sin color
en la cara girando su cuerpo para apoyar la sien en el suelo.

Laura la miró asombrada. —¿Qué le has hecho?

—Nada que no se hubiera buscado. Bueno, yo me voy que ya he


resuelto el caso.
Se levantó asombrada. —¿De verdad?

—Casi. Te llamo luego —dijo yendo hacia la puerta principal—. Y

dile a tu hijo que si quiere seguir intacto no se acerque a mí o pienso hacerle


la vida imposible. Y cuando digo imposible, hablo de que nadie de este
rancho pueda salir a la carretera sin ver una patrulla tras él. ¡Un fallo y zas!
¡Multa al canto! —Les señaló con el dedo. —¿Capisci?

Los dos asintieron y ella sonrió radiante sintiéndose genial. —


Estupendo. Buenos días.

Sonriendo maliciosa salió del rancho. Así que ahora la quería. Pues si
la quería de veras iba a sudar sangre antes de que confiara en él. Vaya que sí.

Se cruzó de brazos delante de Lester y Sean que estaban en su


despacho mirando a todos los lados menos a ella. —¡Sé que tenéis algo que

ver, así que ya estáis diciéndome dónde están las joyas y las monedas porque
os enchirono! —Golpeó la mesa sobresaltándoles y Sean la miró asustado
porque seguramente nunca la había visto así. —¿Dónde están?

—¿Cómo sabes que hemos sido nosotros?

—¡Porque sois idiotas!

—Niña, sin insultar. —Reprendió al chico con la mirada. —Seguro


que has vuelto a meter la pata. Yo lo planeo muy bien y tú siempre la

fastidias.

—¡No! ¡He seguido el plan al pie de la letra! Esta vez la has


fastidiado tú.

Lester negó con la cabeza. —Imposible. Nadie nos vio salir de la


casa. Fue tan fácil como quitarle un caramelo a un niño. —Abrió los ojos

como platos. —Es tan fácil que da miedo.

—¿Por qué? —preguntó asombrada.

—Me robaron mis tierras. Yo les he robado sus monedas. —Se


encogió de hombros. —Ojo por ojo. No tengo tiempo para abogados.

Puso los ojos en blanco antes de dejar caer la frente sobre el escritorio
y gemir dándose de cabezazos. Sean forzó una sonrisa. —¿Estás bien?

Levantó la cabeza mirándole con rencor. —¡Debería enchironaros y


tirar la llave! —gritó furibunda.

Ambos se sonrojaron como niños. —Pero no lo harás, ¿verdad?

—¿Dónde están?

—En mi casa —contestó Lester como si fuera lo más evidente del


mundo. Encima tontos.

Sean frunció el entrecejo antes de apoyar el codo en el escritorio y


preguntar —¿Cómo nos pillaste?
—Por el bollo.

—El bollo —dijo sin comprender.

—¡El croissant que te llevaste de la cocina, Sean! ¡Por eso te pillé!


¡La pastelería no hace ese tipo de bollería! ¡Lo he comprobado!

El chico se sonrojó aún más antes de observarla con admiración. —


Eres la mejor, de eso no hay duda. ¿Sabes que aquí se está desperdiciando tu

talento? Deberías estar en el CSI, con Grisson y los suyos.

—¿Ves cómo fue culpa tuya? —Lester le miró enfadado. —Es que no
se puede tener nada planeado contigo. ¿Por qué te llevaste el bollo?

—¡Porque tenía hambre! No me dejaste desayunar. Me llamaste muy


temprano.

—Esta juventud no sabe levantarse temprano. Yo lo hago al alba.

—Tú no duermes, viejo.

Lester pareció pensarlo. —Pues no mucho, la verdad. Esta maldita


próstata va a matarme.

—¡Es que va a matarte! —dijo el chico asombrado—. ¿O no?

—Claro que sí. —Hizo una mueca. —Tarde o temprano me llevará a


la tumba.

Leda dejó caer la mandíbula del asombro. —¿No estás enfermo?


—¿Enfermo? ¡Niña, estoy como un toro!

Gimió pasándose la mano por la frente. —Vamos a ver, que parece

que estamos en ondas distintas. Lester, estás en libertad condicional porque le


dije al juez que estabas desahuciado.

Pareció sorprendido. —¿De verdad?

—¡Dijiste que te quedaba poco de vida!

—Ah, pero eso fue por la visión.

—¿Visión? ¿Ahora tienes visiones? ¡Me dijiste que te morías!

—Y me muero. Todos nos morimos desde que nacemos.

—¡Déjate de historias! —Se levantó poniendo las manos sobre la


mesa con ganas de matar a alguien. —¡Entonces si no te mueres por qué
revelaste lo de Eloise!

La miró a los ojos. —Porque quería saber la verdad antes de morirme.

Y estoy bien, pero a mi edad nunca se sabe. Igual la casco mañana. ¡Niña,
parece que quieres que la palme! —dijo con asombro.

Atónita ni sabía qué decir antes de dejarse caer en el asiento de nuevo


sin saber qué hacer con ellos. —Os estrangularía —siseó con cara de loca.

Sean hizo una mueca. —Viejo, no tiene buena cara.

—No, parece que no. Será que está preñada.


Leda perdió todo el color de la cara mirando a Lester con los ojos
como platos. —¿Qué has dicho?

—Tengo visiones. Y os vi retozando en mis tierras. Por cierto, ¿eso


no es delito? —preguntó malicioso.

Se puso como un tomate antes de gritar —¡Fuera de mi despacho!

Ambos se levantaron encantados de la vida. —¡Un momento! —Se

levantó y rodeó el escritorio. —Quiero que me traigáis las joyas cuanto antes.
¡Y cuanto digo cuanto antes, digo ya! O si no hablo con el juez. ¡Tenéis una
hora para poner el botín sobre mi mesa y que no falte una sola moneda
porque si es así me voy a cabrear! —les gritó a la cara.

—¿Más? —preguntó Sean arqueando la espalda hacia atrás.

—¡Mucho más! ¡Ahora largo!

Los dos se miraron antes de volverse. —Qué carácter se le está


poniendo desde que es sheriff —dijo Sean con rencor.

—Es que tiene mal de amores. Se le pasará en cuanto Markley le haga


caso.

Jadeó indignada y furiosa cogió la puerta para cerrar de golpe


haciendo que temblaran los cristales. Gruñó volviéndose y recordó las
palabras de Lester. —Mierda, tengo que hacerme la prueba.

Se mordió el labio inferior porque ni loca iría a la farmacia. Metió los


dedos en el estor para ver a Rita riendo mientras hablaba por teléfono. Esta

chica no pegaba golpe. Bufó soltando el estor y negó con la cabeza. No se lo

podía pedir a ella. Aunque no le había dicho a nadie que se habían acostado.
No había rumores por el pueblo. ¿O sí? Metió los dedos en el estor tirando de
las tiras hacia abajo y Rita giró su silla viendo que la observaba. Sonriendo
como si nada la saludó con la mano. Gruñó apartándose y abrió la puerta. —

Rita cuelga.

—Cariño, hablamos luego, que la jefa ya quiere desahogarse. —


Colgó en el acto y se levantó corriendo hacia el despacho. —Soy toda oídos.
—Se apretó las manos algo nerviosa y Rita entrecerró sus ojos castaños. —Te
lo has tirado.

—¡Claro que no! —protestó indignada—. Pero me ha dicho que me


quiere.

—¡Eso se demuestra!

—Ya, por eso le he pegado una patada en las pelotas.

Rita hizo una mueca de dolor. —Mira que si luego no puede tener
hijos… Te vas a buscar un problema muy gordo. Te lo digo yo que una
amiga mía está teniendo problemas y… —Abrió los ojos como platos al ver
su angustia. —¡Uy, uy, que ya tenemos bombo a la vista!

—Shusss, habla más bajo.


—¡Si no hay nadie! —Puso las manos en jarras. —¿Te has hecho la
prueba?

—¿Y que se entere todo el mundo? —Levantó la barbilla. —Soy el


sheriff.

—Pues vamos a tener un sheriff preñado sin casar... No sé qué dirá el


alcalde de ello.

—Como para criticarme está ese.

—Pues tienes razón. ¿Y qué piensas hacer? —Leda forzó una sonrisa
mirándola fijamente y Rita jadeó. —Ni hablar, como se entere mi madre me
mata.

—Por favor…

—¡Haberte puesto gomita, guapa!

—¡Se la tendría que haber puesto él!

—Pues eso.

Gimió sentándose en una de las sillas y Rita lo hizo ante ella. —


Tengo una idea. Llamo a Harry y le digo que vaya a comprar una al centro
comercial de las afueras de Lockhart. No le verá nadie. Y para que te quedes
tranquila y lo haga rápidamente, le diré que tengo un retraso. Perderá el culo
por llegar a Lockhart. Te lo digo yo.

—¿En serio lo harías?


Sonrió maliciosa. —Así compruebo su reacción. —Leda no pudo
evitar reír porque se le ocurría cada cosa... Pero estaba desesperada por saber

la verdad, así que asintió. —Perfecto. Voy a llamarle. —Fue hasta la puerta y
le dijo —Jefa, ¿has buscado la vaca?

—Mierda.

—Hala, que así te entretienes. Te llamo en cuanto la tenga.

Suspiró levantándose. —Muy bien. Si viene Lester que deje la bolsa


sobre el escritorio y llamas a Laura Markley para que venga a buscarla. Si te
pregunta de dónde ha salido no sabes nada, ¿de acuerdo?

—Qué misteriosa estás.

—El viejo que está perdiendo la cabeza.

—Así que él robó en la casa. No es tonto ni nada, menuda fortuna.


Las monedas y las joyas…

—¿Cómo sabes lo que robaron?

—Ya lo sabe todo el pueblo. Los Markley no han sido discretos


precisamente.

—Estupendo. Vete buscando una excusa que yo ya tengo la cabeza


saturada.

—¿A que soy buena maquinando? Tranquila, jefa. Yo me encargo.


Un anónimo.
—Perfecto. —Salió de la oficina. —Te veo luego. A ver dónde está la
maldita vaca.

—Si alguien puede encontrarla esa eres tú.


Capítulo 14

—¡Me cago en la maldita vaca y en todo lo que se mueve! —gritó

tirada sobre la vaca mirando el agujero del foso donde había caído. Sacó su
móvil del bolsillo del pantalón para ver que la pantalla estaba rota. Y encima
se había dejado la radio en el coche. Gimió tocándose la cadera y miró hacia
arriba de nuevo. Estaba oscureciendo. Intentó sentarse y chilló cuando la rozó
un cuerno de la vaca. Suspiró del alivio. Al menos estaba muerta. Se apoyó
en su cadáver sentándose y miró a su alrededor. Aquello estaba excavado.
Sería bruja la tía. ¡Había denunciado la desaparición de la vaca para cobrar el
seguro! ¿Y por qué no había tapado el agujero?

Se puso de pie reprimiendo el dolor que tenía en el tobillo y se estiró

como pudo. Le faltaba al menos un metro para llegar al borde. —Estupendo,


Leda. Esto es estupendo.

Puso los brazos en jarras pensando en ello y estiró los brazos a los
lados. Nada, tampoco podía subir apoyando los pies y la espalda en las
paredes. Se miró el cinturón y frunció el ceño sacando la pistola. La granja de
los Smith estaba algo lejos pero igual la oían.
Disparó dos veces al aire y esperó, pero oscureció y empezó a
asustarse de veras porque no la encontrarían de noche. Disparó dos veces sin

saber si la estaban buscando siquiera. Miró su móvil, pero estaba totalmente


muerto. Además, no se veía mucho porque el cielo estaba totalmente
encapotado. Cuando escuchó un trueno se estremeció mirando al cielo y una
gota le cayó en la mejilla. —No, no. —Empezó a llover con fuerza y unos

segundos después estaba totalmente empapada gritando pidiendo ayuda. Era


una tormenta horrible y tembló con fuerza al ver que el agua empezaba a
cubrir a la vaca. Resbaló sobre su pelo y la pierna cayó al suelo hundiéndose
en la tierra blanda por la excavación. Dios, no podía morir allí. —¡Ayuda! —
gritó subiéndose al cadáver y hundiendo las manos en una de las paredes
mientras miraba hacia arriba. Su cabello cayó por la espalda por el peso del
moño mojado y cayó un rayo muy cerca de ella haciendo retumbar la tierra.
—Dios mío, Dios mío. —Al mirar hacia arriba las gotas de lluvia le

obligaron a cerrar los ojos y se echó a llorar de la frustración y el miedo. Se


estaba helando, pero eso no era lo que más la preocupaba porque recordó que
el programa meteorológico del día decía que las lluvias les acompañarían
toda la semana. Pensar que no la encontraran era una posibilidad porque
después de hablar con la señora Smith había dado una vuelta por donde decía
que había estado la vaca, pero no había visto nada. Se había despedido de ella
diciéndole que iba a preguntar a sus vecinos por si la habían visto y la mujer
la despidió con una sonrisa en el rostro encantada de la vida. Salió de sus
tierras y rodeando la valla con el cuatro por cuatro para ir a las tierras de sus
vecinos, vio una marca en la valla blanca. Se detuvo al lado de la carretera
para ver lo que era. A veces los ladrones de ganado hacían marcas después de
estudiar el terreno para avisar a sus cómplices de que esa era una buena zona
de entrada para el camión y cargar el ganado. Pero ella al ver la marca se dio
cuenta de que era una de las marcas de los de la central eléctrica para colocar
los nuevos postes. De todas maneras, atravesó la valla y caminó por allí por si
encontraba algo. Distraída con lo que iba a hacer si estaba embarazada
caminó un buen trecho tierra adentro. Dios, cuando Harry encontrara su

coche ni se imaginaría que había entrado de nuevo en esas tierras porque la


mujer le habría dicho que se había ido. Encontraría el coche, de eso estaba
segura porque tenía un dispositivo GPS, pero pensaría que le había pasado
algo. —Mierda, tendría que haber informado —susurró asustada—. Piensa

Leda.

Empezó a llover con más fuerza y agachó la mirada viendo como el


agua ya le llegaba a los tobillos. Al menos si lloviera con la bastante fuerza
podría mantenerse flotando hasta llegar arriba, pero si dejaba de llover con el
pozo a la mitad moriría ahogada porque en algún momento le fallarían las
fuerzas. Hundió más las manos en la tierra de la pared y pegó una patada
intentando trepar, pero al intentar impulsarse se resbaló cayendo de espaldas
sobre la vaca. Gimió cuando sintió una punzada en la espalda a la altura del

omoplato. Se había clavado el maldito cuerno.

Entonces sí que se estremeció de miedo porque al intentar levantarse


sintió como se le estiraba la carne y gritó por el dolor que la recorrió hasta
que el hueso salió. Se echó a llorar de miedo poniéndose de rodillas como
podía. —Dios mío, ayúdame.

Con la mano temblorosa sacó el arma de la pistolera y disparó al aire


una y otra vez. Cuando se quedó sin balas, abrió el tambor dejando caer los
casquillos y con esfuerzo, porque casi no podía mover el brazo, sacó balas de
la cartuchera. Fue poniéndolas una por una y levantó el arma para disparar
todo el tambor de nuevo. Ahora no podía esperar porque se desangraría.
Tenían que sacarla de allí y esperaba que hubiera alguien buscándola porque
si no estaba muerta. Recargó el arma todo lo que pudo hasta que se acabaron
las balas y cuando disparó la última se quedó allí de rodillas pensando que

tenía que haber estudiado económicas como había querido su padre. Para que
llevara el banco como él. Pero nunca había sido buena estudiante, así que
cuando la echaron de la universidad por sus desastrosas notas, tuvo que
regresar a Legeng y trabajar. Sonrió con tristeza sintiéndose agotada. Estaba
claro que no había querido estudiar económicas porque para leer todos los
libros de criminología que encontraba y para aprenderse las leyes no había
tenido ningún problema. Y las semanas que había pasado en la academia para
que no pudiera negarse Simon a darle el trabajo, pues nunca había cogido un
arma, habían sido la mejor experiencia que había tenido hasta ese momento.

Le había encantado su trabajo desde el primer minuto y había soñado con ser
sheriff y que sus vecinos la votaran para el puesto. No había llegado al puesto
de la manera en que ella hubiera querido, pero lo había conseguido y sabía
que su padre estaría orgulloso, aunque igual le hubiera pegado cuatro gritos

por haber enchironado a uno de sus amigos. Al recordar cómo se enfadaba,


recordó a Rexton y se echó a llorar tapándose el rostro con las manos.
Recordó cuando con quince años pasó ante ella inclinando la cabeza en señal
de saludo y como un año después en la fiesta de Navidad se puso a su lado en
el árbol del pueblo para poner su adorno junto al suyo. Recordó como su
corazón brincaba por el olor de su after shave y como se le cortó el aliento
mientras le decía “Feliz Navidad, Leda”. Para ella fue como si le hubiera
dicho mil cosas con una sola frase y se mantuvo de sueños hasta la siguiente

vez que le dirigió unos buenos días o que la invitaban a la casa grande para
merendar con sus amigos. Toda su vida había estado marcada por él y no
podía vivir sin sentir esa emoción solo con verle. No podía. Y tenía que
pensar en su hijo porque en ese momento estuvo segura de que estaba
embarazada.

Miró hacia arriba y gritó de rabia porque tenía que salir de allí.
Entonces su mano rozó uno de los cuernos y lo palpó. ¿Podría hacerlo? Por
probar no perdía nada. Solo necesitaba impulsarse un metro. Llevó su brazo a

la pistolera y tiró de la solapa de la funda del cuchillo. No tenía la hoja muy

larga pero no tenía otra cosa. Tocó el cuerno hasta llegar a la cabeza y rasgó
por el borde una y otra vez impacientándose porque la cornamenta no se
desprendía. Ni supo cuánto tiempo estuvo cortando con el pequeño cuchillo,
pero cuando se movió chilló de la alegría cortando más rápido, sin darse ni

cuenta de que en su prisa por hacerlo se cortaba el índice de la otra mano. Rió
cuando cogió la cornamenta entre sus manos y se levantó de inmediato
calculando donde tenía que clavarlo. Levantó la pierna intentando mantener
el equilibrio lo suficiente para apoyarse en el cuerno. Dejó caer la pierna
mirando hacia el borde del pozo y asintió. Se giró mirando la pared y clavó la
cornamenta con fuerza gritando del esfuerzo por el dolor que le recorrió la
espalda, hasta que consiguió meterlo casi entero solo dejando la punta del
otro extremo del cuerno. —¡Sí! —gritó de la alegría. Tomó aire mirando el

borde—. No te caigas Leda. La hostia sería de primera.

Agarrándose en la pared donde tenía el apoyo, levantó la pierna


apoyando el tacón de la bota en el hueso. Empujó hacia abajo y apenas se
movió, pero en cuanto cargara su peso seguramente no aguantaría mucho. Se
impulsó hacia arriba y sin pensarlo mucho saltó quedándose sin aliento
cuando su vientre chocó con el borde. Gritó al sentir que se resbalaba y clavó
los dedos en la tierra todo lo que podía antes de levantar una pierna para
apoyar la rodilla en el borde. En cuanto salió rodó hasta ponerse de espaldas,

llorando de la alegría antes de echarse a reír. Lo había conseguido. Se miró

las manos, pero apenas vio las heridas que sabía que tenía. Daba igual.
Curarían.

Consiguió ponerse de rodillas y se resbaló, pero consiguió


enderezarse para caminar hacia la carretera. Ni supo cuánto tiempo caminó

bajo la lluvia y hubo un momento en que pensó que se había equivocado,


pero las luces de la sirena de uno de sus coches la hicieron sonreír. Al llegar a
la valla vio que el coche de Harry estaba allí y varios más. En su prisa por
tocar la valla tropezó y cayó al suelo. Alguien gritó y Leda sintió que la
cogían por los hombros. Al levantar la vista se sorprendió de ver allí a
Rexton. —¿Qué haces aquí? —preguntó sin aliento.

Muy preocupado gritó cogiéndola en brazos. —¡La ambulancia!

Roy apareció ante ellos al otro lado y alargó los brazos para cogerla.

En cuanto lo hizo Rexton pasó la valla por debajo y la cogió de nuevo


corriendo hacia la camilla que los sanitarios acercaban a toda prisa. En cuanto
la tumbó cogió sus manos y Leda sonrió. —Estás aquí.

Empapado apretó su mano. —Nena, no vuelvas a hacerme esto. —Se


agachó y besó sus labios casi con desesperación sin dejar de caminar hacia la
ambulancia. Ella sintió que le fallaban las fuerzas y muy cansada cerró los
párpados. —No, no. ¡No te duermas! —gritó asustado.
—Estaré bien.

Rexton vio cómo su cabeza caía a un lado sin sentido justo cuando

subían la camilla a la ambulancia. Gritó su nombre, pero ella no abrió los


ojos. Harry le palmeó la espalda. —Sube a mi coche. Te llevo al hospital.

—¡No, voy con ella!

—Déjales trabajar, Rexton. Sube al coche. Con la sirena iremos justo

detrás. No te preocupes.

—Hermano hazle caso. No pierdas el tiempo.

Atormentado miró a Clark. —Si le pasa algo…

—Se pondrá bien. Vamos, te acompañaremos.

A Rexton se le cortó el aliento viendo que llegaba otro vecino

preguntando por su estado y sus ojos se empañaron emocionado al ver que


llegaba Lester pálido. Agachó la mirada porque la sala de espera estaba llena
de gente esperando noticias de su sheriff. Se pasó la mano por los ojos y se
apretó las manos de nuevo. —Se pondrá bien —susurró Rita sentada ante él.

Rexton asintiendo sonrió sin ganas. —Claro que sí. Es muy fuerte.

En ese momento salió un médico y todos se volvieron hacia él. —


Familiares de Leda Towson.
Harry se acercó al médico. —No tiene. Yo soy su compañero.

El hombre asintió. —Y yo soy como su padrastro —dijo Lester.

—Dejaos de chorradas. Rexton es su novio —protestó Rita.

Todos miraron a Rexton como si le hubieran salido cuernos y éste


pálido dio un paso al frente. —¿Cómo está?

—Está bien dentro de lo que podía haberle pasado. Tiene varios


hematomas y heridas. La más profunda en la espalda de una cornada.

—¿Una cornada? —preguntaron todos a la vez.

El médico sonrió. —Sí. Al parecer es algo largo de contar.

—¡Eso ha sido la vaca! —dijo Rita enfadada haciendo que todos la


miraran—. Bah, os lo contaré luego.

—¿Pero se pondrá bien? —preguntó Rexton impaciente.

—Sí. Tendrá que tomar antibióticos y antiinflamatorios. Aunque en su

estado no es lo más conveniente, es inevitable. Mañana la revisará el médico


de planta y si todo va bien a casa.

Clark carraspeó. —¿En su estado?

El médico miró a los que le rodeaban uno por uno y al ver sus caras
de extrañeza carraspeó. —No creo que deba hablar de esto con tanta gente
alrededor sin saber si tengo el consentimiento de la paciente.
Rexton dio un paso hacia el amenazante. —¿En qué estado
exactamente?

Asustado el hombre dio un paso atrás y todos los demás se pusieron


tras Rexton con cara de psicópatas. —Bueno, pues…

—¿Qué estado? —gritó Rexton sobresaltándole.

—Está embarazada. De muy poco, pero lo está. Unas cinco semanas.

No se había hecho la prueba y se lo he confirmado.

—Ay, madre… —dijo Rexton pálido como la nieve antes de que


medio pueblo le felicitara ignorando al doctor que aprovechó para huir.

—¡Voy a ser tío! —gritó Clark emocionado—. Ya verás cuando se


entere mamá. Vas a hacerla abuela. —Se echó a reír. —Se va a morir de la
impresión.

—Ahora tienes que casarte, Markley —dijo Lester cruzando los


brazos con el ceño fruncido.

—Eso será si la novia acepta porque no quiere ni verme. —


Preocupado pasó la mano por el cuello.

—Venga, iros a casa que mañana os cuento cómo va —dijo Harry a


los parroquianos.

—Sí, hombre... ¿Sin enterarnos del final de la historia? ¿Y la vaca no


sería la mía? —preguntó la señora Smith indignada.
—Señora que su relación no se va a resolver hoy. Y lo de la vaca
también lo dejaremos hasta que se recupere. Ella está descansando. ¡Venga,

fuera antes de que os desaloje con gas lacrimógeno, leche!

—Dile que pasaremos a verla —dijo la mujer empecinada.

Fueron saliendo uno por uno hasta que solo se quedaron los más
allegados. Lester incluido que se sentó suspirando. —Muy bien. No nos

vamos a mover de aquí hasta que no resolvamos esto, porque tú te casas con
la chica como yo me llamo Lester.

—Esto como tú lo llamas lo tienen que resolver entre ellos. —Rita se


cruzó de brazos.

—¡Yo quiero casarme! ¡Es ella la que está cabreada!

—¿Quieres casarte? —preguntó Rita asombrada—. Vaya, para pasar


de ella ayer noche, corres tú mucho.

Rexton apretó los labios. —Sé que metí la pata, ¿vale?

—Y tanto —dijo Lester—. Menudo disgusto se llevó a lo tonto. Y


encima en su cumpleaños. Muy sensible, Markley.

—¡Intento arreglarlo, joder! ¡Pero casi no me ha dado tiempo! Entre


asesinatos, robos y multas…

Lester entrecerró los ojos levantándose. —Muy bien. Déjame esto a


mí.
Cuando el viejo se fue Harry metió los pulgares en el cinturón. —
¿Qué habrá querido decir? Mira que como se meta en otro lío, yo no le cubro

el trasero. No soy tan blando como la jefa.

Rexton miró hacia la puerta. —¿Creéis que me dejarán verla?

La puerta se abrió de golpe y Leda gritó dándoles la espalda. —¡Qué


estoy bien! Deme la maldita receta y… —Se quedó de piedra al verlos a

todos a su alrededor levantando las cejas.

—¿Qué coño haces? —preguntó Rexton furioso.

—Irme a casa —dijo como si fuera tonto.

—¡No, de eso nada!

Parpadeó sorprendida. —¿Pero qué te pasa? ¡Puedo hacer con mi vida


lo que me venga en gana! ¡Y me voy a casa! ¿Harry?

—¿Si, jefa?

—A casa.

—En cuanto cojas tus recetas.

—Eso. —Alargó la mano sin dejar de retar a Rexton con la mirada y


el doctor suspirando le puso los papeles en la mano. —Gracias majo.

—Leda… —siseó furioso viendo el estado desastroso en el que se


encontraba. —¡Te vas a quedar!
—Porque tú lo digas —dijo caminando con una evidente cojera hasta
la puerta.

Rita soltó una risita por lo bajo y él la fulminó con la mirada. —Eso te
pasa por no aceptar bailar cuando te lo proponen.

—¡Pues tienes toda la razón!

—También te ayudaría pedir una cita como Dios manda —dijo

siguiéndole hasta la salida.

—Eso ya lo he hecho y no te cuento el resultado.

Rita rió por lo bajo. —No, si ya lo sé.

Se detuvo en seco. —¿Te ha hablado de mí?

—Bah, por encima.

Gruñó saliendo tras ella y vieron como Harry abría la puerta del
acompañante para ayudarla a subir. —Será cabezota —siseó caminando hasta

el coche con grandes zancadas—. ¡Leda!

Le miró como si estuviera sorprendida de que aún estuviera allí. —


¿Qué?

—Vuelve al hospital.

Sonrió radiante porque parecía realmente preocupado. —Me han dado


el alta.
—Mujer… —Harry cerró la puerta y Rita divertida se sentó en la
parte de atrás del coche patrulla. Apretó los puños impotente al ver que su

mujer se iba con Harry y juró por lo bajo cuando pitorreándose Rita se
despidió con la mano.

Clark carraspeó. —Hermano, esto de seducir a una mujer no se te da


muy bien.

Le fulminó con la mirada. —¡Cierra el pico!

Roy reprimió la risa. —¿Crees que conseguirás casarte antes de que


dé a luz al niño?

—Muy graciosos.
Capítulo 15

Doce semanas después

Leda entró en la oficina con cara de aburrimiento y miró a Rita que se


echó a reír. —¿Nada que hacer?

—No lo entiendo, de verdad. Es que no soy ni capaz de pillar a


alguien con exceso de velocidad. Desde hace semanas ni una maldita multa.
Este es el condado más aburrido del mundo. —Se acarició su pequeño vientre
por encima de la cazadora y suspiró. —Me voy a casa.

Alguien chasqueó la lengua y sorprendida se volvió para ver a Rexton

sentado en las sillas de la sala de espera. Puso los ojos en blanco. —¿Qué
haces ahí? ¿Es que no tienes un rancho que atender?

—Hasta que no entres en razón no. —Se levantó y se acercó a ella


mirándola de arriba abajo como todos los días como si quisiera asegurarse de
que estaba bien. Ahora venía la pregunta —¿Estás bien?

—¿Es que no tengo pinta de estar bien?


—Estás preciosa. —Alargó la mano con intención de acariciar su
mejilla y ella dio un paso atrás volviéndose.

Rexton suspiró mientras ella decía —Me voy. Si hay algo y pasa esta
mala racha, que me avisen los chicos.

—Vale, jefa. Tómate el día libre, que te lo mereces.

Salió de la oficina porque sabía de sobra que la seguía. Como

siempre. Harta se volvió. —¡Rexton, estoy trabajando!

—No, acabas de decir que te vas a casa. Mira como respeto el horario
laboral de mi mujer.

—¡No soy tu mujer! —dijo indignada, aunque por dentro saltaba de la


alegría.

—Para lo que te queda. —Se encogió de hombros. —Nena, ¿quieres


un helado? Las embarazadas tenéis antojos. ¿Te apetece uno?

—¡Estamos en noviembre!

—Por eso se le llama antojo.

—Vete a casa Rexton.

—Tú no quieres que me vaya a casa.

—¿Ah, no?

Sonrió acercándose de esa manera que le alteraba el alma. —¿Una


hamburguesa? ¿Un beso?

—¿Un beso? Te veo muy suelto, Markley. —Se volvió y reprimió una

sonrisa yendo hasta su coche.

—Nena, que vamos a tener un hijo. No creo que un beso sea ir muy
suelto.

—Esto no lo catas más. —Abrió la puerta. —¿Por qué insistes? Ya te

he dicho que no de mil maneras distintas. Como no te pegue un tiro…

—Eso ya lo hiciste, ¿recuerdas? —preguntó tan cerca de su oído que


le cortó la respiración—. No me has visto la cicatriz. ¿Quieres echarle un
vistazo? Así tú me enseñas la tuya, que estoy muy intrigado.

—Más quisieras.

Él se echó a reír mientras se subía al coche. —Leda algún día dirás


que sí.

—¿Y si eso no pasa nunca? —preguntó cerrando la puerta.

Rexton perdió la sonrisa de golpe. —Nena, no lo digas ni en broma.


¿Acaso ya no me quieres?

—¿Por qué te imaginas que te he querido alguna vez? —Vio el dolor


en sus ojos y como daba un paso atrás como si no se lo esperara. Arrepentida
quiso decir algo, pero Rexton asintió antes de alejarse a toda prisa hasta su
ranchera. Salió a toda velocidad y Leda apretó el volante jurando por lo bajo
porque su maldito orgullo le había hecho decir eso. Lo golpeó varias veces y

sintió como el pánico la recorría. Se había sentido tan bien por su atención

durante esas semanas que había seguido comportándose como una idiota.
Agachó la mirada sujetándose en el volante y gimió apoyando la frente en las
manos. ¿Por qué lo había hecho? Por orgullo. Por su maldito orgullo.

En aquel agujero no tenía nada. No sabía si estaba embarazada y

aunque deseaba estar con Rexton por encima de todo, no esperaba su


atención. Que todo el mundo viera que quería cortejarla la halagó. Esa
atención, su preocupación y que fuera a verla todos los días intentando
convencerla, la emocionó y quería disfrutarlo. Torturarle un poco para ver
hasta donde llegaba. Y lo había echado todo a perder por una estúpida frase.
Se le cortó el aliento levantando la cabeza. No se lo había dicho. Nunca le
había dicho que era parte de ella. Entonces recordó la reacción de Rexton el
día en que hicieron el amor, como se comportó en el bar, su mirada cuando la

encontró… Todos esos momentos juntos tenían sentido porque si alguien


había tenido miedo a que le hicieran daño había sido él. No había querido
mantenerla alejada. Simplemente no quería que ella le hiciera daño como
acababa de hacer. Se echó a llorar arrepentida. Tenía que arreglarlo. Tenía
que demostrarle que era todo para ella y que le amaba. Solo esperaba que aún
estuviera a tiempo.
Detuvo el coche ante el rancho y gimió por dentro al ver que Laura

con una sonrisa de bienvenida salía limpiándose las manos con un trapo.
Esperaba que se lo tomara bien.

Salió del coche en vaqueros y con un grueso jersey rojo. La saludó


con la mano. —Hola.

—Veo que no estás de servicio.

—Me he tomado el día libre. —Fue hasta el portaequipajes y lo abrió


apartando su larga melena rubia del hombro.

—¿Traes algo pesado? No debes coger pesos. ¡Clark! —Se acercó a


ella y parpadeó al ver el montón de maletas que casi no cabían. —¡Clark,
mueve el culo! —gritó cogiendo una a toda prisa sin pedir explicaciones—.
¿No habrás cargado todo esto tú sola?

—Me ha ayudado Harry. —Miró a su alrededor algo nerviosa.

Esperaba que Rexton no la echara a patadas. —¿Dónde está?

—Está intentando cambiar el aceite al coche de su padre. No quiere


que se estropee. Mi Eduard adoraba ese trasto —dijo cargada yendo hacia la
escalera—. ¡Clark, de verdad, como no vengas te quedas sin cenar! ¡Me da
igual esa tontería de que ya eres adulto! ¡Puedo patearte el trasero igual que
cuando tenías quince años!
Se volvió hacia el garaje y se mordió el labio inferior intentando
encontrar las palabras para convencerle de que no era una estúpida caprichosa

que no sabía lo que quería. Tenía la puerta cerrada seguramente porque


empezaba a hacer frío y escuchaba la música desde allí. Sorprendida porque
no era música country si no de los noventa abrió la puerta para ver sus
piernas bajo el coche. —Clark cierra la puerta. No quiero que entre el perro

para morderme las botas. Ese bicho se pone muy pesado cuando quiere jugar.

Pues no había sido por el frío. Divertida cerró la puerta y se acercó a


él apoyando la cadera en la carrocería. Leda miró sus botas rojas y se
preguntó si las había visto.

—Clark pásame la llave inglesa. —Vio su mano en el suelo de


cemento palpando para intentar cogerla. Leda se agachó y se la puso en la
mano. —Gracias.

—De nada. —Escuchó un golpe bajo el coche y Leda hizo una mueca

de dolor. —¿Estás bien?

—¡Joder!

Salió por delante del coche arrastrándose sobre la plataforma de


ruedas, mostrando su vieja camiseta del equipo de futbol del instituto llena de
manchas. Leda hizo una mueca cuando vio su frente enrojecida. —¿Te has
hecho daño?
—Me has sorprendido. Eso es todo —dijo fríamente levantándose.

Vio que le daba la espalda y dejaba la llave sobre la mesa de las

herramientas.

—¿Y lo hago mucho? —La miró sobre su hombro como si no supiera


de lo que hablaba. —Sorprenderte.

Rexton apretó los labios mirando al frente y Leda se mordió el labio

inferior porque no parecía muy contento de verla. —Porque tú me sorprendes


continuamente, ¿sabes?

—¿No me digas? —dijo con ironía.

—Sí. Aunque te conozco desde que nací siempre que nos


encontrábamos había algo que me sorprendía de ti. Tu manera de hablar,
cuando te reías con tus amigos, la manera en la que regañabas a Clark… —Se
sentó sobre el capó del coche. —Observaba cada una de tus reacciones. Me
parecían fascinantes. —A Rexton se le cortó el aliento, pero no se volvió.

Preocupada se miró las manos. —Pero claro yo era una cría y tú eras muy
mayor para mí, así que intentaba disimular que esa fascinación se estaba
convirtiendo en algo más. ¿Te imaginas las carcajadas de Clark? Cualquiera
le soportaría. —Sonrió apenada. —Y entonces llegó Eloise… Tenía catorce
años y quise matarla. —Rió sin ganas. —Tan guapa, tan abierta y simpática
que tenía la atención de todos los chicos. Todo lo contrario a lo que era yo,
tímida y retraída. Parecidas por fuera pero totalmente distintas por dentro y
encima ella te tenía a ti. Sí, tuve ganas de matarla. Una reacción infantil,

supongo. Me cogí una rabieta que no salí de mi habitación en una semana. —


Se echó a reír. —Mi padre no sabía qué hacer conmigo. —Perdió la sonrisa
poco a poco pensando en su padre y en sus consejos. —Mi padre me dijo que
esperara a hacerme mayor. Que disfrutara de la vida. Que saliera con otros

chicos y que me olvidaría. —Rexton se volvió para mirarla a los ojos. —Y no


lo hice. —Se emocionó mirando esos ojos azules que parecían inseguros. —
Porque con verte, aunque solo fueran unos segundos, me daba la felicidad
suficiente hasta la siguiente ocasión. Y cuando estaba inquieta, te ponía una
multa. —Una lágrima cayó por su mejilla y sonrió. —Te cabreabas y la
cogías con mala leche, pero para mí era todo un acontecimiento, te lo
aseguro. —Rexton caminó hacia ella con grandes zancadas y la abrazó
levantándola del capó para pegarla a él. Leda cerró los ojos disfrutando de su

contacto. —Y esto es… No puede haber nada mejor que sentirte. —Le
abrazó por el cuello no queriendo separarse de él jamás. Sollozó mojando su
cuello y susurró —Lo siento.

—¿Por qué, nena? Fui yo quien te hice daño. Soy estúpido y no supe
ver lo bueno cuando lo tenía delante.

—Te quiero y que dudes de ello solo es culpa mía porque estoy
acostumbrada a disimularlo. Tú me abriste tu corazón y no supe
corresponderte, aunque lo único que quiero en esta vida es pasarla a tu lado.

—¿Eso significa que tendremos que casarnos?

Sorprendida se apartó para mirarle a los ojos. —Lo dices como si


fuera una obligación. ¡Vamos a tener un hijo! —Rexton se echó a reír y la
besó en los labios. Leda le miró preocupada. —Me quieres, ¿verdad?

—Tanto que me vuelvo tan loco por verte como tú a mí. —Se sonrojó

de gusto y sonrió.

—Pues me vas a ver mucho.

—Lo mismo digo, nena. —Besó con erotismo su labio inferior antes
de pasar la lengua por él provocando que el fuego recorriera su vientre. Leda
gimió enterrando sus dedos en su cabello negro entrando en su boca y Rexton
llevó las manos a sus nalgas apretándolas con pasión. Rodeó sus caderas con
las piernas y él apartó su boca apretando su pelvis contra su sexo. —Te
quiero, preciosa. No sé cómo ha pasado y no me importa. Lo único que sé es

que te necesito y quiero que seas mi esposa.

Leda sonrió. —Sí, quiero.

Rexton rió girando y ella se aferró a él sintiendo que estallaba de


felicidad. Cuando se detuvo ella estaba totalmente pegada a él y besó su
cuello. —Te deseo. —Sus labios subieron hasta el lóbulo de su oreja. —Te
deseo tanto… —Se apartó y acarició su mejilla mirándole a los ojos,
expresándole todo lo que le amaba antes de besar sus labios. —Te amaré
siempre.

—Dímelo, nena. Aunque grite y me enfade, pero dímelo porque lo


único que temo en esta vida es perder lo que tenemos. —La besó
apasionadamente y la puerta se abrió sobresaltándolos y allí estaba toda la
familia gritando de felicidad.

—¡Tenemos boda! —gritó Laura loca de contenta.

Rexton gruñó dejándola en el suelo a regañadientes y Clark les miró


divertido. —¿Interrumpimos algo?

—Muy gracioso hermano.

Leda sonriendo le abrazó por la cintura mientras Laura reía. —No


aguantábamos más. —Le dio dos besos a Leda. —Felicidades.

—Gracias, suegra.

Entrecerró los ojos. —Mejor llámame Laura.

Todos se echaron a reír y por fastidiar Leda replicó —Lo que digas,
suegra.

—Con esta no vas a poder, madre —dijo Roy acercándose y dándole


un beso en la mejilla—. Felicidades. ¿Cuándo es la boda?

—¡Dejad de fastidiar! ¡Acabamos de reconciliarnos! Largo de aquí


que quiero hablar con mi mujer.
Se sintió genial al escuchar que la llamaba así. Ellos se fueron y Clark
le guiñó un ojo antes de cerrar la puerta. —Así que tu mujer, ¿eh?

—Y por muchos años. —La pegó a él mirándola de tal manera que se


sintió amada. Amada de verdad. —Porque eres mía.

—Así se habla, Markley. Y que no te quede ninguna duda.


Epílogo

Leda entró en casa y corrió hasta la cocina deteniéndose en la puerta y

mirando de un lado a otro. —¿Laura? —gritó esperando su respuesta.


Perfecto no estaba como habían quedado. Se había llevado a la niña y había
amenazado a sus cuñados con que si no se habían largado antes de que ella
llegara del trabajo, iba a poner al novato a seguirles para crujirlos a multas.
Eso siempre funcionaba. Sobre todo desde que lo había hecho una vez y
Clark se ganó doce multas que le alegraron un montón la existencia.

Sonrió encantada y corrió escaleras arriba. Esa noche era su


aniversario y pensaba celebrarlo por todo lo alto. Pensaba estar muy sexy
cuando Rexton llegara a casa. Se había comprado un picardías negro por

internet y se le iba a caer la baba. Se desabrochó la camisa yendo hacia la


habitación del fondo que era la que ahora ocupaban ellos y cuando abrió la
puerta se quedó de piedra al ver allí a su marido tumbado en la cama con la
sábana por la cintura. Y por la pinta debajo de esa sábana no había nada salvo
un cuerpo estupendo. Leda entrecerró los ojos. —¿Quién se ha chivado?

Rexton se echó a reír. —¿Sorprendida?


Se mordió el labio inferior viendo su musculoso pecho y ese vello
negro que cubría sus pectorales. —Mucho —dijo con voz ronca quitándose la

camisa para dejarla caer sobre el suelo de madera mostrando su sencillo


sujetador blanco de algodón.

—Desnúdate entera, nena. —Rexton salió de la cama como Dios lo


trajo al mundo cortándole el aliento por lo perfecto que era y medio mareada

de anticipación, miró sus ojos que prometían una noche inolvidable. —


Quiero verte.

Llevó las manos a su cinturón y lo abrió lentamente como sabía que le


gustaba, dejándolo caer al suelo antes de abrir el cierre de su pantalón. Él se
puso ante ella y acarició el costado de su seno e intentó besarle, pero Rexton
se apartó. —No, espera. Te veo impaciente.

—¡No tiene gracia! —Dejó caer los pantalones con las braguitas y
Rexton sonrió cogiéndola en brazos para sentarla en la cama. Medio

hipnotizada siguió con la mirada sus manos que acariciaron sus muslos hasta
llegar a sus rodillas. Su marido se acercó pasando la lengua por la aureola de
su pecho cubierto por el sujetador, endureciendo su pezón con fuerza. Leda
gimió cuando lo mordisqueó suavemente y le cogió por la nuca queriendo
más sin darse cuenta de que su sujetador desaparecía. Sorprendiéndola se
apartó cogiéndola por las rodillas y levantándose, provocando que cayera
tumbada en la cama. Sonrió seductora cuando él cogió una de sus piernas
para quitar su bota y cuando liberó su pierna de los pantalones y las braguitas,

cogió el otro tobillo para hacer lo mismo.

Rexton la miraba fijamente y colocando sus piernas sobre sus


hombros se agachó de nuevo. —Nena… ¿me deseas?

—Sí —respondió con la respiración alterada. Nunca le había deseado


tanto como en ese momento.

—Vamos a comprobarlo.

Se le cortó el aliento cuando metió la cabeza entre sus piernas y


cuando su lengua acarició su sexo gritó de placer agarrando las sábanas entre
sus dedos intentando asirse a algo. —¡Dios! —Arqueó su espalda moviendo
la cadera sin darse cuenta y él la agarró por los glúteos lamiéndola de nuevo
antes de chupar como si fuera un manjar exquisito. Leda pensó que se
volvería loca de placer y él volvió a hacerlo una y otra vez hasta que todo su
cuerpo se tensó de ansias de liberación. Rexton se levantó y Leda jadeó

indignada. —¿Qué haces?

—No puedes amenazar a mi familia cada vez que quieras algo, cielo.
Eso no está bien. —La cogió por los tobillos y la volvió haciéndola gritar del
susto.

—¡No tiene gracia, Rexton! —Se apoyó en sus codos para mirarle. Se
le cortó el aliento cuando se tumbó sobre ella y cerró los ojos de placer al
sentir su miembro acariciando su trasero. —Sí.

—Claro que sí. —Se movió sobre ella y lo sintió entre sus nalgas.

Atrapó su boca y la besó demostrando todo lo que la quería. Leda gimió


intentando volverse bajo su cuerpo para abrazarle, pero Rexton cogió sus
manos y apartando sus labios la miró a los ojos antes de colocarlas sobre su
cabeza en el colchón. Su miembro se deslizó de nuevo haciéndola gemir de

placer y apoyó la mejilla sobre las sábanas simplemente sintiendo. —Eso es,
nena. Sabes que mando yo.

Besó el lóbulo de su oreja bajando por su cuello. Acarició su espalda


llegando hasta su cicatriz y la besó bajando por la columna provocando que
todo su cuerpo ardiera. Suspiró cuando abrió sus piernas y cuando la yema de
su dedo pasó por los pliegues humedecidos, cerró las manos agarrando con
fuerza las sábanas. —¡Sí!

—Claro que sí, preciosa. —Su miembro entró en ella con fuerza y

Leda gritó de placer. Tumbado sobre ella acarició sus pechos arqueando
ligeramente su espalda y los amasó con pasión antes de apoyarse en el
colchón y mover las caderas con contundencia una y otra vez. Leda no era
capaz de pensar y alargó su brazo hacia atrás sujetándose en su nuca. Rexton
sintió como su interior se tensaba alrededor de su sexo. —¿Me sientes, nena?
¿Vas a correrte? —Gimió de necesidad y él buscó sus labios besándola casi
con desesperación sin dejar de moverse hasta que ambos estallaron en un
placer tan intenso que jamás dudarían que estaban hechos el uno para el otro.

Minutos después Rexton aún sobre su mujer acariciaba el contorno de

su cadera subiendo por su cintura hasta llegar al costado de su pecho. Ella


suspiró de placer. —Me quedaría así siempre.

—Y yo. Nena, ¿lo has hecho? —Se movió ligeramente haciéndola


gemir de placer y se volvió boca arriba acariciando su torso. —¿Lo has

hecho? —Insistió él mirándola a los ojos.

—No, porque…

Él suspiró. —Leda, lo habíamos hablado. Cuando el novato estuviera


listo, lo dejarías. Harry puede encargarse.

—Sé que lo habíamos hablado, pero me gusta mi trabajo, ¿sabes? Hoy


he ayudado en un accidente.

—Por Dios, Leda. —Se levantó molesto. —¡Eres madre! ¿Y si te pasa


algo?

—Elisabeth está perfectamente cuidada y no es justo que hagas eso.


Tú trabajas en lo que te gusta. —Él se pasó la mano por su pelo negro. —
Cariño, puede pasarme algo en cualquier sitio. Como a ti.

—¡Yo no me expongo a que un pirado borracho saque un arma


porque le detenga en la carretera y me pegue un tiro!

—¿Y los ladrones de ganado? ¿Y si tienes un accidente con el caballo


o simplemente te da un infarto como a tu padre? Esas cosas pasan. Mira

Simon, nunca tuvo ningún problema. —Cogió la sábana y se cubrió.

—Simon está en el prisión.

—Bueno es que se le fue la mano.

—¿Y si a ti se te va la mano? Porque no eres muy objetiva.

Jadeó indignada. —¡Retira eso!

—¡Nena, a Sean McKenna se lo permites todo!

—Es curioso y todo le llama la atención. ¿Sabes que le he pillado


intentando echar un líquido azul en la depuradora de agua? Quería comprobar
si el agua teñida llegaba a nuestras casas. Era una cuestión de sanidad. No
tiene malas ideas.

—¿Y Lester? ¡Ese viejo sigue vivo y coleando! ¡Menuda cara tiene!

—Pobrecito. —Soltó una risita. —Mira que decirle a todo el mundo

que se portara bien para que nosotros nos reconciliáramos. Deberías estarle
agradecido. —Frunció el ceño. —Tengo que echarle la bronca por lo de Sean.
Seguro que algo tuvo que ver.

—¿Ves cómo se lo permites todo?

—Como a ti.

—¿A mí? —preguntó con asombro.


—El otro día hice la vista gorda con lo del piloto roto. ¿O no?

—¡Me pusiste una multa!

—Pero no te requisé el coche. Era la segunda vez que te avisaba.

—¡Deja el trabajo!

—No. —Levantó la barbilla. —Quizás más adelante.

—¿Cuándo? —preguntó a voz en grito.

—Mmm. —Se volvió mostrándole el trasero y mirándole sobre su


hombro susurró seductora —¿En el próximo embarazo?

Él gruñó sentándose a su lado y mirándola con deseo acarició su


nalga. —¿Me lo prometes?

—No.

Su marido sonrió. —Lo dejarás cuando tú quieras, ¿verdad?

—Que bien me conoces. No discutamos, cielo. Es nuestro

aniversario. —La cogió por la cintura y la sentó sobre él a horcajadas. —¿Te


alegras de haberte casado conmigo?

—No sabes cuánto.

—Pues dímelo.

—Cada día me despierto deseando que estés a mi lado. Y cada día


doy las gracias a Dios porque estás ahí.
Leda entrecerró los ojos. —¡Serás chantajista emocional!

Rexton se echó a reír y abrazándola la besó demostrándole todo lo

que la quería. —¿Contenta? —Besó suavemente sus labios de nuevo. —Te


amo.

Acarició su nuca. —Tanto como yo a ti. Por eso… —Se levantó


yendo hacia la mesilla de noche y regresó tendiéndole un paquete. —Feliz

aniversario.

Él sonrió cogiendo la caja. —¿Qué es?

—Sorpresa.

Rexton rasgó el papel y vio una caja plateada de cartón. Sonriendo


abrió la tapa perdiendo la sonrisa poco a poco antes de mirarla a los ojos. —
No quería decírtelo antes de darte tu regalo. No sería sorpresa.

Él sacó su placa de la caja. —Nena, me acabas de decir…

—Amo mi trabajo. Pero amo mucho más a mi familia y sé los riesgos

que corro a diario. Y te prometí que lo dejaría en el siguiente embarazo, así


que ya toca.

Los ojos de Rexton brillaron. —¿Estás embarazada?

Riendo se sentó sobre él abrazándole por el cuello. —¿Te gusta tu


regalo?

—Joder nena, te juro que no te arrepentirás. —La besó emocionado y


la miró a los ojos. —Gracias.

—¿Por qué, mi amor?

—Porque te has entregado para demostrarme continuamente que me


amas. Por eso… —Se levantó llevándosela con él.

Leda se echó a reír. —¿Qué? ¿A dónde me llevas? —Salieron al


pasillo. —Anda que como venga alguno de tus hermanos… —Rexton se

detuvo ante la puerta de una habitación de invitados.

—Abre la puerta, nena.

Extrañada estiró la mano para girar el pomo y se quedó sin aliento al


ver una habitación de bebé pintada de azul, decorada como en las revistas. —
Lo sabías.

—Claro que lo sabía. Como sé que para demostrarme que me quieres,


no tienes que renunciar a otro amor por mí.

Sonrió acariciándole y le abrazó. —Gracias, mi vida.

—Te amo, preciosa. Para siempre.


FIN

Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años
publicando en Amazon. Todos sus libros han sido Best Sellers en su categoría
y tiene entre sus éxitos:

1- Vilox (Fantasía)
2- Brujas Valerie (Fantasía)
3- Brujas Tessa (Fantasía)
4- Elizabeth Bilford (Serie época)
5- Planes de Boda (Serie oficina)
6- Que gane el mejor (Serie Australia)
7- La consentida de la reina (Serie época)

8- Inseguro amor (Serie oficina)


9- Hasta mi último aliento
10- Demándame si puedes
11- Condenada por tu amor (Serie época)
12- El amor no se compra
13- Peligroso amor
14- Una bala al corazón
15- Haz que te ame (Fantasía escocesa) Viaje en el tiempo.
16- Te casarás conmigo

17- Huir del amor (Serie oficina)


18- Insufrible amor
19- A tu lado puedo ser feliz
20- No puede ser para mí. (Serie oficina)

21- No me amas como quiero (Serie época)


22- Amor por destino
23- Para siempre, mi amor.
24- No me hagas daño, amor (Serie oficina)
25- Mi mariposa (Fantasía)
26- Esa no soy yo
27- Confía en el amor
28- Te odiaré toda la vida

29- Juramento de amor (Serie época)


30- Otra vida contigo
31- Dejaré de esconderme
32- La culpa es tuya
33- Mi torturador (Serie oficina)
34- Me faltabas tú
35- Negociemos (Serie oficina)
36- El heredero (Serie época)
37- Un amor que sorprende

38- La caza (Fantasía)


39- A tres pasos de ti (Serie Vecinos)
40- No busco marido
41- Diseña mi amor

42- Tú eres mi estrella


43- No te dejaría escapar
44- No puedo alejarme de ti (Serie época)
45- ¿Nunca? Jamás
46- Busca la felicidad
47- Cuéntame más (Serie Australia)
48- La joya del Yukón
49- Confía en mí (Serie época)

50- Mi matrioska
51- Nadie nos separará jamás
52- Mi princesa vikinga (Vikingos)
53- Mi acosadora
54- La portavoz
55- Mi refugio
56- Todo por la familia
57- Te avergüenzas de mí
58- Te necesito en mi vida (Serie época)

59- ¿Qué haría sin ti?


60- Sólo mía
61- Madre de mentira
62- Entrega certificada

63- Tú me haces feliz (Serie época)


64- Lo nuestro es único
65- La ayudante perfecta (Serie oficina)
66- Dueña de tu sangre (Fantasía)
67- Por una mentira
68- Vuelve
69- La Reina de mi corazón
70- No soy de nadie (Serie escocesa)

71- Estaré ahí


72- Dime que me perdonas
73- Me das la felicidad
74- Firma aquí
75- Vilox II (Fantasía)
76- Una moneda por tu corazón (Serie época)
77- Una noticia estupenda.
78- Lucharé por los dos.
79- Lady Johanna. (Serie Época)

80- Podrías hacerlo mejor.


81- Un lugar al que escapar (Serie Australia)
82- Todo por ti.
83- Soy lo que necesita. (Serie oficina)

84- Sin mentiras


85- No más secretos (Serie fantasía)
86- El hombre perfecto
87- Mi sombra (Serie medieval)
88- Vuelves loco mi corazón
89- Me lo has dado todo
90- Por encima de todo
91- Lady Corianne (Serie época)

92- Déjame compartir tu vida (Series vecinos)


93- Róbame el corazón
94- Lo sé, mi amor
95- Barreras del pasado
96- Cada día más
97- Miedo a perderte
98- No te merezco (Serie época)
99- Protégeme (Serie oficina)
100- No puedo fiarme de ti.

101- Las pruebas del amor


102- Vilox III (Fantasía)
103- Vilox (Recopilatorio) (Fantasía)
104- Retráctate (Serie Texas)

105- Por orgullo


106- Lady Emily (Serie época)
107- A sus órdenes
108- Un buen negocio (Serie oficina)
109- Mi alfa (Serie Fantasía)
110- Lecciones del amor (Serie Texas)
111- Yo lo quiero todo
112- La elegida (Fantasía medieval)

113- Dudo si te quiero (Serie oficina)


114- Con solo una mirada (Serie época)
115- La aventura de mi vida
116- Tú eres mi sueño
117- Has cambiado mi vida (Serie Australia)
118- Hija de la luna (Serie Brujas Medieval)
119- Sólo con estar a mi lado
120- Tienes que entenderlo
121- No puedo pedir más (Serie oficina)

122- Desterrada (Serie vikinga)


123- Tu corazón te lo dirá
124- Brujas III (Mara) (Fantasía)
125- Tenías que ser tú (Serie Montana)

126- Dragón Dorado (Serie época)


127- No cambies por mí, amor
128- Ódiame mañana
129- Demuéstrame que me quieres (Serie oficina)
130- Demuéstrame que me quieres 2 (Serie oficina)
131- No quiero amarte (Serie época)
132- El juego del amor.
133- Yo también tengo mi orgullo (Serie Texas)

Novelas Eli Jane Foster

1. Gold and Diamonds 1


2. Gold and Diamonds 2
3. Gold and Diamonds 3
4. No cambiaría nunca
5. Lo que me haces sentir

Orden de serie época de los amigos de los Stradford, aunque se


pueden leer de manera independiente

1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada
4. Dragón Dorado
5. No te merezco
6. La consentida de la Reina
7. Lady Emily
8. Condenada por tu amor

9. Juramento de amor
10. Una moneda por tu corazón
11. Lady Corianne
12. No quiero amarte (Serie época)
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