PATOLOGÍA
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PATOLOGÍA
org
MADRID, 18S0.
Imprenta de D. José Félix Palacios, editor.
A.
ABECEDARISTAS. Se dió este nombre á una ra
ma de anabaptistas que pretendian que para salvarse
era necesario no saber leer ni escribir, ni aun conocer
las primeras letras del alfabeto.
Cuando Lutero contradijo clara y abiertamente la
autoridad de la iglesia, de la tradicion y de los santos
padres, estableciendo que cada particular era juez del
sentido de la Escritura; su discipulo Stork enseñó que
todo fiel podia conocer el sentido de los libros santos lo
mismo que los doctores: que Dios mismo era quien nos
instruia: que el estudio nos impedia atender á la voz de
Dios, y que el único medio de evitar estas distracciones
era no aprender á leer: que los que sabian leer arries
gaban su salvacion.
Carlostadio se unió á esta secta, y abandonó la
universidad é hizo renuncia del grado de doctor para
ponerse á ganapan lomando el nombre de hermano An
drés. Esta secta se extendió por Alemania. Vease ana
baptistas.
Ya en el siglo séptimo de la iglesia habia habido
unos sectarios que hacian de la ignorancia una virtud
cristiana: llamaronse gnosimacos. Vease esta palabra.
ABELARDO (Pedro). Este sectario, célebre por
su ciencia, sus errores y sus aventuras, nació cerca de
Nantes el año 1079; descendia de una familia noble.
Su primer maestro de dialéctica fue el famoso Rosceli-
no, corifeo de la secta de los nominales: despues pasó á
estudiar á Paris con Guillermo de Champeaux y al prin
cipio se captó su amistad; pero la perdió bien pronto
haciendose inaguantable á su maestro por sus disputas
y terquedad. Impugnó con particular empeño la doc
trina de los realistas sobre los universales y obligó á
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Guillermo á abandonarla. Este triunfo le granjeó gran
nombradla. Abrió escuela en el monte de Santa Geno
veva , á donde acudieron infinitos oyentes. En seguida
pasó á Laon á estudiar teologia con el célebre doctor
Anselmo, que era considerado como uno de los teólogos
mas hábiles y una lumbrera de la iglesia de Francia.
Con todo Abelardo no quedó satisfecho de él y empren
dió enseñar teologia sin haberla estudiado; pero esta
presuncion le costó salir de Laon. Entonces se volvió á
Paris, donde continuó dando lecciones de dialéctica y
teologia. Consiguió entrar en casa del canónigo Fulber-
to y logró facilmente el proyecto que tenia formado de
seducir á Heloisa, sobrina de aquel, la cual fue madre
á poco tiempo. Abelardo para aplacar el justo enojo del
tio prometió casarse con Heloisa, y se celebró el ma
trimonio en secreto delante de Fulberto y pocos testi
gos; mas los parientes de la joven viendo manchada su
honra mutilaron infamemente á Abelardo en venganza.
Entonces Heloisa tomó el velo de religiosa, en Argen-
teuil, y Abelardo entró en el monasterio de san Dionisio,
de donde salió poco despues á instancias de algunos dis
cipulos para continuar sus lecciones en el priorato de
Deuil: tuvo como antes un séquito extraordinario.
No contento con enseñar de viva voz la teologia sin
ser doctor se propasó á escribir de esta sagrada facultad
sin aprobacion ni licencia del papa ó de los obispos, y
publicó la Introduccion a la teologia y la Teologia cris
tiana, de cuyas dos obras procuraremos dar una idea.
Segun Abelardo la teologia no tiene un objeto mas
grande que la Trinidad. Los nombres de las tres perso
nas comprenden la esencia sumamente perfecta: el po
der de Dios está expresado por el nombre de Padre, la
sabiduria por el de Hijo y la caridad de Dios para con
los hombres por el de Espiritu Santo; tres cosas, dice,
que hacen el sumo bien y el fundamento de nuestros
deberes con respecto á Dios.
La distincion de estas tres personas es propia para
persuadir a los hombres á que tributen la debida ¡ido
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racion á Dios, porque dos cosas nos infunden respeto,
el temor y el amor. El poder -y la sabiduria de Dios
nos le hacen temer, porque sabemos que es nuestro juez
y puede castigarnos; y su bondad nos le hace amar,
porque es justo amar á aquel que nos dispensa tanto
bien.
El objeto principal de que trató Abelardo, fue el
misterio de la beatisima Trinidad. A su juicio Jesucris
to no hizo mas que explicar este misterio. E1 le encuen
tra en los profetas y en los filósofos antiguos, y cree
que estos conocieron los profundos misterios de lu En
carnacion y de la Trinidad habiendoselos revelado Dios
en premio de sus virtudes. De esta idea procede para
alabar las bellas prendas, la pureza de costumbres y la
excelente moral de dichos filósofos, de cuya salvacion
cree que no debe desconfiarse.
Luego pasa á resolver las dificultades de los dialéc
ticos tratando de explicar las ambigüedades y palabras
equivocas, y al llegar á la naturaleza de cada una de
las tres personas y su diferencia dice que la propiedad
del Padre es no ser engendrado, la propiedad del Hijo
es ser engendrado y no hecho ni criado, y la propiedad
del Espiritu Santo no ser hecho ni engendrado.
Advierte que no hay ejemplo en las criaturas de
que se encuentren tres personas en una misma esencia,
y que solo por analogias ó comparaciones puede conce
birse, sin que tampoco haya una semejanza perfecta en
dichas comparaciones.
Respecto del misterio de la Trinidad se vale del
ejemplo de un sello, compuesto de la materia y de la fi
gura estampada en él: el sello no es ni la materia sola,
ni la figura sola, sino un lodo compuesto de la una y
la otra; y sin embargo el sello no es otra cosa que la
materia asi figurada, aunque la materia no sea la figura.
Distingue la procesion del Espiritu Santo de la ge
neracion del Verbo en que siendo este la sabiduria par
ticipa del .poder del Padre, porque la sabiduria es una
especie de poder, á saber, el poder ó facultad de distin -
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guir el bien del mal y de determinar loque se debe ha
cer y lo que no se debe hacer; y el Espiritu Santo seña
lado por el nombre de amor, el cual no es un poder,
no es (hablando con propiedad) la sustancia del Padre,
aunque el Espiritu Santo tenga una misma sustancia
con él.
Luego explica la coeternidad de las tres personas
por el ejemplo de la luz del sol, la cual existe al mis
mo tiempo que este astro.
Expuesto á su modo el dogma de la Trinidad exa
mina el poder de Dios y si puede hacer otra cosa de
lo que ha hecho. Para resolver esta cuestion sienta que
la sabiduria y la bondad de la esencia soberana dirigen
su poder; de cuyo principio deduce que lodo lo que ha
producido Dios, se lo han prescripto su sabiduria y su
bondad: que si algun bien no ha hecho, es porque su
sabiduria no se le permitia hacer. De aqui concluye
que Dios no podia hacer mas que lo que ha hecho, ni
podia dejar de hacerlo.
Estas son las dos obras principales de Abelardo , que
ostentó en ellas las frivolas sutilezas de su dialéctica y
un juicio falso. Es de notar el absurdo de dar un trata
do de la Trinidad para que sirviese de introduccion á
la teologia y querer explicar este misterio por medio de
comparaciones sensibles: si pudiera ser comparado á
alguna cosa, no seria ya un misterio ó un dogma in
comprensible (1).
Las obras teológicas de Abelardo recibidas con
aplauso por sus discipulos y admiradores contenían
doctrinas erroneas, opiniones extraordinarias y expre
siones desconocidas en la iglesia ; asi que no podian
(1) Ademas de estos tratados compuso Abelardo una
explicacion de la oracion dominical, del simbolo de los
apóstoles, del de S. Atanasio y de algunos lugares de la
Escritura, una obra intitulada El si y el no, que es una
compilacion de pasajes contrarios sacados de las santas
escrituras sobre diversas materias, y un comentario de la
epistola de S. Pablo á los romanos.
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menos de llamar la atencion de los doctores y teólogos, y
Alberico y Lotulfo, habiendo examinado los escritos del
filósofo intruso en la teologia, le denunciaron al arzo
bispo de Reims. Se convocó un concilio en Soissons, an
te el cual se vió obligado á comparecer Abelardo y fue
condenado á arrojar al fuego por su misma mano el libro
de la Introduccion á la teologia: no se le permitió de
fenderse ni entrar en disputa con sus acusadores, por
que aparte de los errores contenidos en su obra se le
juzgaba absolutamente indiscupable por lnber tenido la
temeridad de enseñar teologia sin ser doctor y haber
publicado un libro de esta facultad sin aprobacion del
papa ó los obispos. Fue encerrado en el monasterio de
san Medardo de Soissons; pero al poco tiempo volvió al
suyo de san Dionisio. No tardó en enemistarse con los
monjes y se evadió secretamente: luego habiendo con
seguido licencia del abad Sugero construyó un oratorio
retirado cerca de Nogent, á donde acudieron de todas
parles sus antiguos discipulos. Abelardo llamó aquel
retiro el Paracleto, porque al fin habia encontrado alli
consuelo; mas no gozó de tranquilidad por muchos años.
La inconstancia de su conducta y la singularidad de
sus opiniones infundian desconfianza hacia largo tiem
po, y su vanidad sobre todo le granjeaba enemigos. A
los pocos años supo que los monjes de san Gildas cerca
de Vannes le habian elegido abad y pasó allá con toda
diligencia; pero tambien se enemistó con estos religio
sos y resolvió abandonarlos. Entonces regresó á Paris
y abrió de nuevo su antigua escuela.
Diez y ocho años hacia que habia sido condenado y
habia suscrito su propia condenacion, cuando olvidando
aquella sentencia canónica y volviendo á su propósito
de desfigurar nuestros misterios, con los que confundia
las ideas extravagantes de su dialéctica, fue caritativa
mente amonestado por el sabio y santo abad de Clara-
val. Al principio prometió Abelardo retractarse; pero
su extremada presuncion y la memoria de los triunfos
que habia conseguidoen la controversia , le hicieron aban
10 ABE
donar su primera honrosa resolución. Sabiendo que san
Bernardo habia tenido una disputa con el arzobispo de
Sens se ofreció á justificar su propia doctrina en un
concilio que debia celebrarse en esta ciudad , y oonsiguió
que fuese citado el santo abad con urgencia. No nece
sitaba tanto la vanidad del filósofo para cantar victoria
de antemano con el enjambre de admiradores que le se
guian á todas partes. El concilio se tuvo el 2 de junio
de 1140, y concurrieron á él muchos y muy distingui
dos personajes. A mas de los prelados de las provincias
de Sens y Reinas asistian el rey Luis el joven, los con
des de Champaña y Nevers y una infinidad de personas
á quienes habia llevado la curiosidad para presenciar la
controversia.
San Bernardo despues de leer en alta voz las proposi
ciones erroneas sacadas de las obras de Abelardo le inti
mó que si las reconocia por suyas, las probase ó las cor
rigiese. Entonces cayó por tierra toda la soberbia y arro
gancia del dialéctico , y le faltaron á un tiempo el enten
dimiento, la memoria y hasta el uso de la palabra siendo
asi que la manejaba con tanta facilidad: despues confesó
á sus amigos que todas las potencias de su alma habian
quedado embargadas y suspensas. Apenas pudo tarta
mudeando apelar al papa, y se retiró confuso en compa
ñia de sus parciales igualmente desconcertados y son
rojados. La apelacion no era canónica, porque los jue
ces eran de su eleccion; con todo eso por deferencia á
la santa sede se abstuvieron los padres de fallar sobre
la persona de Abelardo. Pero como la condenacion de su
doctrina era mucho mas urgente por el peligro de la
seduccion, condenaron las proposiciones leidas por el
abad de Claraval despues de haberse convencido por la
tradicion de los santos doctores que eran falsas y aun
heréticas. Asi lo dice la carta sinódica que san Bernar
do escribió por encargo del concilio para que el papa
confirmase la sentencia.
Vamos á insertar á renglon seguido las catorce pro
posiciones que Guillermo, abad de san Teodorico, sacó
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de las obras de Abelardo, y que se leyeron y fueron con
denadas en el concilio de Sens.
1.a Hay grados en la Trinidad : el Padre es una
potencia plena; el Hijo es alguna potencia; y el Espiri
tu Santo no es ninguna potencia.
2.a El Espiritu Santo, si bien procede del Padre y
del Hijo, no es de la sustancia del Padre, ni de la sus
tancia del Hijo.
3.a El diablo no ha tenido jamas ninguna potestad
sobre el hombre, y el Hijo de Dios no encarnó para
librar al hombre, sino solo para instruirle con sus pa
labras y ejemplos, y no padeció ni murió mas que para
manifestar y hacer recomendable su caridad para con
nosotros.
4.a El Espiritu Santo es el alma del mundo.
5.a Jesucristo, Dios y hombre, no es la tercera
persona de la Trinidad, ó el hombre no debe ser lla
mado propiamente Dios.
6.a Nosotros podemos querer y obrar el bien por el
libre albedrio sin el auxilio de la gracia.
7.a En el sacramento del aliar la forma de la pri
mera sustancia queda en el aire.
8.a De Adam no se saca la culpa del pecado origi
nal, sino la pena.
9.a No hay pecado sin que el pecador consienta en
él y desprecie á Dios.
10. La concupiscencia, la delectacion y la ignoran
cia no producen ningun pecado.
11. Las sugestiones diabólicas se hacen en los hom
bres de un modo fisico, á saber, por el contacto de pie
dras, yerbas y otras cosas cuya virtud saben los de-
«ionios.
12. La fé es la estimacion ó el juicio que se hace
de las cosas que uno no ve.
13. Dios no puede hacer mas que lo que ha hecho
y lo que hará. *
14. Jesucristo no bajó á los infiernos.
A la carta del concilio respondió el papa que des
12 ABE
pues de tomar el parecer de los cardenales habia con
denado los capitulos de Abelardo y todos sus errores, y
juzgaba que los secuaces y defensores de estas doctrinas
debian ser separados de la comunion, mandando que
aquel fuese encerrado en un monasterio, que se le pro
hibiese enseñar en lo sucesivo y que se quemasen sus
libros. Abelardo logró quedarse en el monasterio de
Cluny, cuyo abad Pedro el Venerable logró reconciliarle
con san Bernardo; y en los dos años que vivió, edificó
á toda la comunidad con su penitencia. En este retiro
escribió una apologia en que hacia profesion de la fé ca
tólica sobre todos los articulos condenados, añadiendo
que aquellos errores se le habian imputado por igno
rancia ó por malicia á pesar de hallarse aun la mayor
parte en sus obras.
Tal fue Abelardo; y sin embargo los cinicos filóso
fos del siglo décimoctavo trabajaron por rehabilitar su
memoria, hacer la apologia de su doctrina y dar toda
la posible celebridad á los desórdenes de su juventud: al
efecto se valieron de lo que habia dicho Bayle en su
Diccionario bajo las palabras Abelardo, Berengario y
Heloisa. Alli se acusa á san Bernardo de haber perse
guido á Abelardo por envidia de su nombradla. Mosheim,
Brucker y otros protestantes no dejaron de prohijar es
ta calumnia. Pero á pesar de los esfuerzos de Bayle y
sus copiantes resulla de sus mismas confesiones que las
desordenadas costumbres de Abelardo no procedian de
fragilidad, sino de un fondo de perversidad natural,
pues que se habia propuesto seducir á Heloisa antes
que fuese su discipulo, y con este intento se hospedó en
casa del canónigo Fulberto y ofreció enseñar á su so
brina.
En segundo lugar la vanidad, la presuncion, la en
vidia y el caracter altanero de Abelardo estan probados
por sus escritos y su conducta. La ambicion de este fi
lósofo era vencer á sus maestros en la disputa, sentar
su celebridad sobre la ruina de la fama de estos, qui
tarles los discipulos y llevarse tras si una muchedumbre
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de ellos. Envidioso de la nombradla de san Norberto y
san Bernardo osó calumniarlos.
En tercer lugar se puso á enseñar la teologia sin ha»
berta estudiado bastante, introduciendo en el estudio de
esta facultad las frivolas sutilezas de su dialéctica y un
juicio falso; lo cual se evidencia por la primer obra que
publicó.
En cuarto sus mismos apologistas tienen que con
venir forzosamente en que se hallan algunos errores en
esta obra y en las demas; luego no fue condenado injus
tamente el autor en el concilio de Soissons el año 1121.
De las catorce proposiciones que se leyeron en el conci
lio de Sens y que dejamos estampadas mas atras, hay
cuatro pelagiauas; las tres sobre la Trinidad son heré
ticas en su sentido literal; en otra enseña el autor el
optimismo; y en la décimocuarta afirma contra el sim
bolo de nuestra fé que Jesucristo no bajó á los infiernos.
Los parciales de Abelardo ó mas bien los enemigos
delos doctores y defensores impertérritos de la sana doc
trina católica acusan á san Bernardo de que trató con
un lenguaje durisimo á aquel filósofo en las cartas que
escribió al papa y á los obispos de Francia; y de ahi
sacan que le aborrecia y aun le tenia envidia. Observe
se cuándo el santo abad llevado de su ardiente zelo por
la pureza de la fé habló en un lenguaje vehemente con
tra el orgulloso y deslumhrado filósofo; y se verá que
fue cuando este se resistió á explicar sus doctrinas er
roneas y á retractarse; conducta que debió persuadir al
santo abad que su adversario era un hereje pertinaz.
Una prueba concluyente de que san Bernardo no tenia
odio a Abelardo, es que cuando este se convirtió por la
diligencia de Pedro el Venerable, abad de Gluni, el de
Claraval se reconcilió de buena fé con el filósofo reco
nocido y arrepentido y no le turbó en su pacifico asilo.
Pero ya se ve, á los ojos de los incrédulos los herejes
siempre tienen razon, y los padres de la iglesia y los
apologistas de la religion cristiana siempre son culpables.
ABELONITAS, abeloitas ó abelinos. Bajo el
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imperio de Arcadio y gobernando la iglesia el sumo pon
tifice Inocencio I hácia el año 407 existió en la dióce
sis de Hipona en Africa una secta de herejes muy obs
cura y reducida, que en veneracion á Abel pretendian
que los cristianos debian casarse si como él, pero no
tener comercio con sus mujeres. El motivo de esta con
ducta singular era probablemente imitar la castidad de
aquel patriarca, de quien se supone que no tuvo hijos.
Pero á m8s de la incertidumbre de este hecho hubiera
sido mas sencillo abstenerse del matrimonio. Semejante
continencia mal entendida no podia menos de producir
muy pronto desórdenes en un clima como el de Africa.
Por fortuna la herejia de los abelonitas no progresó, y
muchos de los que habian sido seducidos abjuraron sus
errores y volvieron, al gremio de la iglesia.
Mosheim en su Historia eclesiástica toma á los abe-
linos por una secta de gnósticos; pero nos parece que se
equivoca. San Agustin habla de los de Africa como de
una secta que acababa de extinguirse y que no habia
durado mucho tiempo.
ABIS1NI0S ó etiopes, pueblos del Africa que son
eutiquianos y jacobitas. Como estos cristianos estan se
parados de la iglesia romana cerca de mil trescientos
años hace, conviene saber en qué estado se ha conser
vado entre ellos lu religion; lo Cual ha sido asunto de
disputa entre los protestantes y las teólogos católicos.
En el cap. VIH, v. 27 de los Hechos de los após
toles se lee que un eunuco de Gandaces, reina de Etio
pia, fue bautizado por san Felipe: presumese que este
hombre que tenia mucho valimiento con su soberana,
llevó el conocimiento de Jesucristo á sus compatricios.
Mas como se ha dado el nombre de Etiopia á varias re
giones de Asia y Africa, no puede saberse precisamen
te en cuál de ellas se sembraron las primeras semillas
del cristianismo.
Pasa por cierto que los habitantes de la Nubia, que
es la parte de Etiopia mas próxima al Egipto, fueron
convertidos á la fé por san Mateo: que ellos conservaron
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el cristianismo hasta cerca del1 año 1500; y que despues
se hicieron mahometanos por no tener pastores que
los instruyeran.
En cuanto á los pueblos de la Etiopia alta que se
llamaban axumilas y actualmente abisinios, se sabe
que los convirtió al cristianismo san Frumencio, nom
brado obispo de aquel pais por san Atanasio, patriarca
de Alejandria, hácia el año 319, y que no progresó en
tre ellos el arrianismo. Sumisos siempre al patriarcado
de Alejandria consejaron la fé pura hasta el siglo sex
to, en cuya época cayeron en el cisma de Dióscoro y en
los errores de Eutiques ó de los jacobitas. En ellos han
perseverado, porque no han tenido otros obispos que los
que les enviaban los patriarcas coptos de Alejandria su
cesores de Dióscoro.
A principios del siglo décimosexto habiendo penetra
do los portugueses en Etiopia trabajaron por reunir los
cristianos de esta parte de Africa á la iglesia romana. Se
enviaron varios misioneros que al pronto sacaron bastan
te fruto, y tal vez hubieran sacado mas si no se hubiesen
dado tanta prisa á introducir en aquel pais los ritos, la
liturgia, la disciplina y los usos de I» iglesia romana: to
do lo que no era conforme con esto pareció herético á
los misioneros, que no estaban muy instruidos de los an
tiguos ritos de las iglesias orientales. Los abisinios adic
tos á lo quehabian practicado en todo tiempo, se opusie
ron á un cambio tan completo y absoluto como el que
se les exigia, echaron y maltrataron á los misioneros, y
desde entonces ban sido vanas las tentativas para pene
trar en su pais. Si por de pronto se hubieran contenta
do los misioneros con hacerlos abjurar el eutiquianismo,
mas adelante se habria podido quitarles poco á poco
aquellos usos y prácticas que fuesen ocasion de error.
El malogro de las misiones de Etiopia ha sido un
motivo de triunfo para los protestantes. La Croze parece
no haber escrito su Historia del cristianismo de Etiopia
mas que para notar los yerros verdaderos ó falsos del
obispo portugués Mendez, que fue patriarca ó solo obis
16 ABI
po de aquella region: Mosheim habló en el mismo tono
en su Historia eclesiástica; y el principal objeto de Lu-
dolf en su Historia de Etiopia fue persuadir que la creen
cia de este pueblo es la misma de los protestantes, y que
si se hubiese hecho católico, su religion hubiera venido
a ser peor de lo que es.
Pero estos escritores no han sido muy escrupulosos,
ni han procedido de buena fé en su narracion. Por la li
turgia de ios abisinios, por sus profesiones de fé y por
sus libros eclesiásticos está probado que sobre todos los
puntos controvertidos entre los protestantes y nosotros
los cristianos de Etiopia ó Abisinia profesan los mismos
sentimientos que la iglesia romana. Este hecho no le pue
den disputar ya los protestantes con decoro, porque Re-
naudot dió pruebas irrecusables de él en la Perpetuidad
de la fé. Asi es que Mosheim, mas circunspecto que Lu-
dolf y La Groze, se contentó con copiar lo que estos
habian dicho de las misiones; pero tuvo la prudencia de
no añadir una palabra de la creencia ni de las prácticas
religiosas observadas por los abisinios.
Estos pueblos tienen la Biblia traducida en su idioma,
que se asemeja mucho al caldeo y por consiguiente al he
breo. Admiten como canónicos todos los libros sin excep
cion que admitimos nosotros por tales; pero no es verdad
que miren la sagrada escritura como la única regla de fé
y de conducta. Respetan mucho las decisiones de ios an
tiguos concilios, los escritos de los santos padres y sobre
todo los de sao Cirilo de Alejandria, pues que si desecha
ron el concilio calcedonense, fue por haberse persuadido
falsamente á que en él habia sido condenado el santo pa
triarca. Estan sujetos á los antiguos cánones que se lla
man cánones arábigos del concilio de Nicea: si perseve
ran obstinados en el cisma, es por adhesion no á la letra
de la sagrada escritura, sino á sus antiguas tradiciones.
No defienden ningun error acerca del misterio de la
santisima Trinidad: creen firmemente la divinidad de
Jesucristo; dicen igualmente anatema á Nestorio y Eu-
tiques, porque segun sus ¡deas este último confundió las
ABI 17
dos naturalezas de Jesucristo; convienen en que hay en
el Señor la naturaleza divina y la naturaleza humana
sin confusion, y por una contradiccion enorme afirman
que estas dos naturalezas han venido á ser una sola y
misma naturaleza por su union. Este es el error gene
ral de los jacobitas ó monofísitas.
Admiten siete sacramentos como la iglesia romana;
pero se les vitupera que renuevan su bautismo todos los
nños el dia de la Epifania; sin embargo algunos de ellos
han afirmado que no miraban este bautismo anual como
un sacramento, sino como una ceremonia destinada á ce
lebrar el bautismo de nuestro señor Jesucristo.
Sus presbiteros como los de las otras comuniones
orientales confieren el sacramento de la confirmacion;
pero creen que solo el obispo tiene potestad de conferir
órdenes. Algunos de sus patriarcas ó metropolitanos han
abolido la confesion; mas es cierto que la practicaron
antiguamente y que seguian en este punto la costumbre
de la iglesia de Alejandria.
En su liturgia que es la misma que la de los coptos
de Egipto, profesan claramente la presencia real de Je
sucristo en la Eucaristia y la transustanciacion y adoran
la hostia consagrada antes dela comunion; tienen el ma
yor respeto al altar y al santuario de sus iglesias; y mi
ran la Eucaristia como un sacrificio. Renaudot y el
P. Lebruo critican con razou á Ludolf por haber tradu
cido con mucha infidelidad los trozos que ha citado de
esta liturgia.
En ella se advierte la invocacion de los santos y es
pecialmente de la virgen santa Maria, á quien veneran
con un culto particular, la confianza en su intercesion y
el memento de los difuntos ó los sufragios por los mis
mos. Los abisinios tienen estampas y pinturas devotas
y practican todas tas ceremonias desechadas por los pro
testantes, las bendiciones, el uso del incienso, el culto
de la cruz, el uso de cirios y lámparas en sus iglesias.
Han conservado los ayunos y abstinencias y los votos
monásticos, y tienen muchísimos religiosos de ambos se-
t. 74. "2
18 ABI
xos. Lo singular es que Ludolf y sus copiantes, qué
censuran en la iglesia romana todas estas prácticas como
supersticiones y abusos, las disculpan ó aprueban en los
abisinios á causa de su odio contra el catolicismo.
Estos pueblos practican tambien la circuncision; y
cuando se les pregunta la mon, dicen que no la consi
deran como una observancia religiosa, sino como una
tradicion de sus padres. Quizá fue introducida en Etio
pia por razones de salubridad ó de limpieza como anti
guamente entre los egipcios.
El divorcio y la poligamia estan alli establecidos; sin
embargo en los tiempo» primitivos del cristianismo no
se conocían entre los etiopes tales desórdenes. Tambien
tienen sacerdotes y diáconos casados; pero no han per
mitido jumas que unos y otros se casasen despues de or
denados, y el matrimonio de los religiosos se mira como
sacrilego. Su obispo ó patriarca es ordinariamente un
monje sacado de uno de los monasterios coptos de Egip
to: le llaman abbuna, nuestro padre, y le tratan con el
mayor respeto. Conviene saber que la lengua etiópica en
la que celebran su liturgia los nbisinios, no es la lengua
vulgar del pais: se parece mucho al hebreo y aun mas
al arábigo.
Aunque el cristianismo de los abisinios ó etiopes no
es puro; sin embargo es cosa evidente que los dogmas
católicos conservados por ellos eran la doctrina univer
sal de las iglesias cristianas cuando se separaron de la
romana en el siglo sexto. De donde resulta cuan fuera
de razon han vituperado los protestantes ó la iglesia ca
tólica suponiendo que habia introducido todos estos dog
mas como novedades en la edad media, y cuán injusta
mente se han valido de este falso pretexto para separar-
se de su piadosa madre. Todas, las indagaciones que han
hecho en las diferentes sectas de cristianos cismáticos y;
herejes, se han convertido en confusion suya y. han ser
vido para evidenciar mas la temeridad de los pretendi
dos reformadores del. siglo décimosexto.
No hay un pais en el mundo donde existan mas cele-
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siáslicos, mas iglesias ni mas monasterios. No se puede
cantar en una iglesia sin ser oido en otra y á veces en
muchas: los abisinios cantan los salmos de David fiel
mente traducidos en lengua etiópica. Cada monasterio
tiene dos iglesias, una para los hombres y otra para las
mujeres. En la de los hombres se canta á coro y de pie
sin sentarse jamas; por lo cual se valen de ciertos arbi
trios para apoyarse y sostenerse con comodidad.
Sus instrumentos músicos consisten en unos tambor-
cilios que se cuelgan al cuello, y los tocan con las dos
manos: los eclesiásticos mas graves y distinguidos llevan
estos instrumentos. Tambien tienen unos bordones con
que golpean el «uelo moviendo todo el cuerpo. Empie
zan la música llevando el compas con el pie y tocan pau
sadamente estos instrumentos; luego se animan poco á
poco y comienzan á dar palmadas, á saltar, á bailar y &
levantar la voz con toda su fuerza; al fin ya no guardan
compas ni pausa en sus cantos. Dicen que David man
da celebrar asi las alabanzas de Dios en los salmos en
que dice: Omnes gentes, plaudite manibus: Jubilate
Deo etc.
La iglesia de Abisinia es gobernada por un metro
politano llamado abbuna segun hemos dicho, el cual no
tiene ningun obispo superior á él: es nombrado y con
sagrado por el patriarca de Alejandria, quien para te
ner aquella iglesia en mayor dependencia no elige nun
ca ningun metropolitano indigena.
Aunque este metropolitano es extranjero y por lo co
mun muy ignorante, tenia en lo antiguo tanta autori
dad, que el rey no era reconocido por tul hasta que no
le consagraba el abbuna por sus manos. Muchas veces
se valió este de tal autoridad para conservar la corona
á quien correspondia de derecho, y oponerse á los usur
padores.
Los reyes han hecho todos los esfuerzos posibles pa
ra conseguir que se consagrasen muchos obispos en Abi
sinia; pero el patriarca de Alejandria temiendo que si
llegaba 6 haber muchos obispos en Etiopia, eligiesen al
20 ABI
fin un patriarca de bu nacion, no ha querido consentir
jamas en ordenar mas obispo que el abbuna.
Este goza de muchos y dilatados estados, y en un
pais donde todos son esclavos, sus colonos estan exentos
de toda suerte de tributos ó no los pagan mas que á él
solo, excepto en los estados que posee en el reino de Ti
gré. Ademas se hace para él una colecta de lienzo y de
sal que le produce mucho.
El primer grado de la gerarquia eclesiástica es el
liamos 6 liuguemos, que es el que llamamos nosotros ar
cipreste. Hay canónigos y monjes: los canónigos se ca
san , y muchas veces pasan las canongfas á sus hijos. Los
monjes hacen votos y no se casan: tienen muchisimo va
limiento, y se los suele emplear en los negocios mas im
portantes.
En Abisinia no se conocen las misas rezadas ó pri
vadas.
Cuando los portugueses á principios del siglo décimo
sexto penetraron por el mar Rojo hasta Etiopia, consa
graron sus esfuerzos ó la reunion de la iglesia de Abi
sinia con la romana. La reina Helena, abuela y tulora
del emperador David, viendo invadido el imperio por sus
vecinos y turbado por guerras intestinas, ajustó alianza
con los portugueses y envió un embajador al rey Ma
nuel, quien despachó tambien otro para Etiopia. Inme
diatamente se empezó á hablar de la reunion de la igle
sia de Abisinia con la romana.
El emperador no parecia contrario á este proyecto,
y el patriarca Marcos nombró por sucesor suyo á Bermu
dez, médico del embajador portugués. En esto un princi
pe moro llamado Grané que mandaba las tropas del rey
Adel, entró en Abisinia y conquistó la mayor parte de
esta region. Sobresaltado David con la rapidez de las
conquistas envió á Juan Bermudez para que solicitase
auxilios de los principes cristianos: Bermudez pasó á
Boma y á Lisboa y consiguió del papa el titulo de pa
triarca y del rey de Portugal socorros para Abisinia.
Estevan de Gama armó una escuadra y penetrando
ABI 21
en el mar Rojo desembarcó en los costas de Abisioia
cuatrocientos soldados portugueses al mando de su her
mano Cristoval Gama, quien salvó aquella region y re
puso á David en el trono.
Despues de la expedicion de los portugueses contra
los moros quiso Bermudez obligar al emperador á que
prestase juramento de fidelidad al papa en sus manos.
E1 zelo precipitado del patriarca infundió al emperador
aversion hácia la religion católica y odio hácia la perso
na de aquel , á quien no trató ya con la debida conside
racion. El patriarca lo sintió en el alma, y se quejó
amargamente de que el rey no le pedia la bendicion ni
mandaba saliesen á recibirle; en lo cual pretendia que
se faltaba á lo que es debido á Jesucristo, cuya persona
representaba él. «Asi, le dijo Bermudez, sereis desecha
do, maldito y excomulgado, si volveis á las herejias de
los jacobilas y dioscorianos de Egipto.»
El rey respondió que los cristianos de Egipto no eran
herejes; pero que los católicos si lo eran, pues adoraban
cuatro dioses como los arrianos, y añadió que si Ber
mudez no era padre espiritual, mandaria descuarti
zarle.
El patriarca avisó á los portugueses de sus desave
nencias con el rey, y sus intrigas encendieron la guerra
entre los etiopes y sus libertadores. Sin embargo el em
perador Claudio se reconcilió con ellos; pero como los
temia, los dispersó en diferentes provincias, y obligó á
Bermudez á salir de Etiopia.
El papa y el rey de Portugal, informados de lo que
pasaba en Etiopia, enviaron un patriarca y dos obispos,
esá saber, el P. Juan Nuñez Barrelo, mas recomendable
por su dignidad y piedad que por su ciencia, y los
PP. Melchor Carnero y Andrés Oviedo. Estos prelados
llevaban consigo diez jesuitas. El arzobispo se quedó en
Goa, y Oviedo, obispo de Hierápolis, pasóá Abisinia con
algunos jesuitas; pero el emperador estorbó el fruto do
la predicacion , y su hermano y sucesor Adamas fue mu
cho mas contrario al proyecto de reunion.
22 ABI
El patriarca Barrelo murió y le sucedió Oviedo; pe
ro no fue mas feliz en su mision con la nueva dignidad,
y el papa le mandó que saliese de Abisinia ron los jesui
tas y pasase á otra parte. Oviedo respondió que estaba
pronto á obedecer; pero que no podia salir de Abisinia:
que los turcos tenian cerrados los puertos: que seria me
jor enviarle algun auxilio que llamarle: que si tuviese
siquiera quinientos soldados portugueses, traeria los abi-
sinios á buen camino y sojuzgaria muchos pueblos idó
latras: que por la parte de Mozambique y Sofala habia
muchos gentiles que no pedian mus que ser instruidos.
Se quedó pues en Abisinia solicitando tropas hasta que
murió, y persuadido de que los abisinios no se somete
rian voluntariamente á la iglesia romana.
A vuelta de las revoluciones que ocurrieron en Etio
pia, se sentó al fio en el trono Melasegud, quien tomó
el nombre de soldan Segud. Despues de la batalla que le
hizo dueño del imperio, los jesuitas que habian pasado
á Abisinia se presentaron á darle el parabien y fueron
muy bien recibidos: llamó al P. Paez, le trató con mu
cha distincion, y le manifestó en una audiencia que de
searia tener algunas tropas portuguesas. El P. Paez le
aseguró que las tendria facilmente si abrazaba la reli
gion católica. El rey se lo prometió, y el P. Paez escri
bió al papa, al rey de Portugal y al virey de las Indias
tres cartas que firmó el soldan.
Este al pronto no gozó tranquilidad en su reino,
porque tuvo que extinguir facciones y sofocar las sedi
ciones que se levantaron por espacio de unos dos años.
Mas cuando se afirmó en el trono dió un edicto prohi
biendo defender que no habia mas que una persona eu
Jesucristo y condenando á muerte los contraventores.
El metropolitano se presentó al emperador y le dió que
jas de que hubiese publicado un edicto sin consultarle:
los grandes y el pueblo murmuraron, los ánimos se
«caloraron, y el abbuna fulminó una excomunion solem
ne contra todos los que abrazasen la religion romana,
protegiesen la union con esta iglesia ó disputasen sobre
ABI 23
(as cuestiones en que estaban divididas las iglesias ro
mana y abisinia.
La audacia de! patriarca enojó al rey; pero este no
se atrevió á castigarle y se contentó con dar un edicto
otorgando la libertad de seguir la religion que habian
establecido los jesuitas.
El metropolitano fulminó otra excomunion contra
todos los que dijesen que hay dos naturalezas en Jesu
cristo. Las personas ilustradas previeron bien que estas
disputas producirian grandes turbaciones: la reina ma
dre, los próceres del reino, el patriarca y el clero se
echaron á los pies del rey suplicandole que no hiciese
ninguna innovacion en la religion; pero el principe se
mantuvo firme: los ánimos de la muchedumbre se exas
peraron y se resolvió morir en defensa de la antigua
religion.
Los jesuitas por su parte publicaban libros, en
señaban, trataban de desengañar á los abisinios, ani
maban al emperador y le exhortaban á que perseverase
firme en la resolucion que habia tomado.
Tras de una sorda agitacion que cundió por todo el
imperio, estalló la rebelion en muchas provincias: á
pesar de eso el rey dió un edicto prohibiendo trabajar
el sábado: esta providencia produjo nuevas sediciones
de que triunfó el monarca. Cuando creyó sometidos los
ánimos, hizo públicamente profesion de la religion ro
mana, y habiendo llegado el patriarca Alfonso Méndez
pedido por él al papa, se arrodilló el emperador é hizo
sobre los santos evangelios juramento de fidelidad al
sumo pontifice Urbano y á sus sucesores, prometiendole
entera obediencia y poniendo á sus pies con humildad
su persona y su imperio. La misma protesta hicieron de
rodillas los principes, los vireyes y los eclesiásticos.
En seguida se prestó juramento de fidelidad al em
perador y á su hijo. Ve aqui en qué términos juró Ras
Scella Christos, hermano del emperador: «Juro reconocer
al principe por heredero de su padre en el trono y obe
decerle como fiel vasallo mientras defienda y proteja la
24 ABI
sania fé católica; en caso contrario yo seré su primero
y mayor enemigo.»
Todos los capitanes del ejército y el hijo primogé
nito del rey prestaron el mismo juramento y con la misma
condicion. Acto continuo el emperador hizo publicar en
todo el ejército que todos los pueblos tenian que abra
zar la religion católica pena de la vida; y se dió orden
de condenar á muerte cuantos se resistiesen á obedecer.
En todas partes hubo levantamientos y los pueblos
eligieron reyes ó caudillos para defender el culto de sus
antepasados: el fuego cundió á todas las provincias y se
comunicó á todas las clases. Aqui los religiosos de ambos
sexos por huir de los católicos se precipitaban desde unos
peñascos horribles, cuya vista sola ponia espanto al mas
intrépido: alli los clérigos llevaban en la cabeza las aras
de los altares, animaban á los rebeldes prometiendoles la
victoria, y ellos mismos presentaban tranquilos su pe
cho á los dardos enemigos.
Entretanto Mendez seguia reformando la religion
y atendiendo á conservar los bienes de la iglesia; pero
hubo una ocurrencia que empezó á menoscabar su va
limiento con el emperador. Habia el patriarca excomul
gado al capitan de guardias, el cual se desmayó al sa
ber la excomunion: el monarca y la corte suplicaron á
Mendez que perdonase al capitan y lograron por fin
aplacarle. Mas este suceso ofendió grandemente á los
magnates y fue como la semilla del odio que llegó á ha
cerse general contra el patriarca. Los cortesanos que
habian descubierto su caracter, le pedian continuamen
te cosas leves de que esperaban obtener repulsa, y por
tal medio se proponian hacerle aborrecible: si no lo
lograron, por lo menos consiguieron que el emperador
no le mirase con tanto respeto.
Al mismo tiempo crecia el número de los rebel
des y alternaban los triunfos entre ellos y las 'tropas
reales. La corte y el ejército representaron al monarca
que era necesario mostrar alguna tolerancia con los
abisinios. El rey consultó con el patriarca, el cual vino
ABl 25
en ello; pero con la condicion de que fuese tácitamente
y no por una ley.
El rey se partió en seguida al ejército para comba
tir á los rebeldes y creyó necesario dar á conocer sus
disposiciones á favor de la tolerancia; para lo cual pu
blicó la variacion de algunas cosas leves y el permiso de
usar de los libros antiguos, con tal que fuesen revistos y
corregidos por el patriarca. Este escribió al monarca
acerca del nuevo edicto y le trajo á la memoria el ejem
plo del rey Ozias, que fue castigado con la lepra por
haber intentado una cosa propia solamente de los levitas.
El emperador respondió que cuando se publicó en
su reino la religion romana, no fue por la predicacion
de los jesuitas, ni por ningunos milagros, sino por sus
leyes y edictos y porque habió hallado que los libros de
la iglesia de Abisinia concordaban muy bien con los de
la romana.
Los temperamentos del emperador no calmaron los
ánimos y hubo que levantar mas tropas: de una y otra
parle se peleó con increible encarnizamiento y quedaron
tendidos en el campo mas de ocho mil cadáveres. Los
cortesanos llevaron al emperador para que presenciase
aquel lastimoso espectáculo, y procuraron conmoverle
y persuadirle á que si no dejaba á sus pueblos la liber
tad de seguir la religion antigua, ni él reinaria tranqui
lo, ni se acabarian las guerras y desastres. El monarca
cayó en una profunda melancolia, y despues de largos
combates interiores dió un edicto permitiendo que cada
uno siguiese el partido que mas le acomodara.
Indecible fue el júbilo que causó esta disposicion en
todo el reino: casi todos los abisinios dejaron la religion
católica. Se compusieron himnos y cánticos para perpe
tuar la memoria de este acontecimiento: en ellos se
pintaba á los misioneros como hienas que habian ido de
Occidente á devorar las ovejas de Abisinia.
El patriarca Mendez se presentó al emperador y le
manifestó que semejante libertad de conciencia promo
veria guerras civiles: el monarca solamente contestó:
I
36 ABI
¿Qué puedo hacer? Ya no tengo reino mio. De alli á
poco tiempo murió; y no bien se habia sentado en el
solio su hijo, cuando mandó prenderá su tio Ras Scella
Chrislos por el juramento que habia prestado, y ordenó
al patriarca que le entregase todas las armas de fuego
que tenia, y se retirase inmediatamente á Fremone en
el reino de Tigré. Mendez ofreció diversos temperamen
tos; pero el emperador no quiso admitir ninguno : pro
puso disputar con los sabios de la nacion; pero tambien
fue desechada esta propuesta. El patriarca tuvo que
retirarse á Fremone, desde donde envió á pedir tropas
al virey de las Indias; pero sabiendo el emperador su
intento le mandó embarcarse y salir de sus estados, y
no hubo mas remedio que obedecer.
El emperador llamó de Egipto un metropolitano y
fueron expulsos de Abisinia todos los misioneros católi
cos á los ocho años de su entrada en aquel imperio.
Informado el papa de todo cuanto habia ocurrido
en la mision de Abisinia, se la encomendó á los capu
chinos franceses. Seis de estos intentaron penetrar en
aquella region: pero habiendo sido conocidos fueron
condenados á muerte por sola su calidad de misioneros
latinos: el emperador tuvo en Sennaguen un embajador
para impedir que entrase en Abisinia ningun jesuita.
Como en este reino habia aun personas sinceramen
te adictas á la religion católica, el monarca mandó ha
cer rigurosas pesquisas y las condenó á muerte. Te
miendo á estos católicos ocultos procuró ganar aliados y
atrajo á su causa el Hiemen manifestando que permitia
la religion mahometana y hasta pidió doctores musul
manes. Conocido el proyecto del rey se levantó el pue
blo en todo el imperio: los monjes fueron los primeros
que tomaron las armas diciendo en público que eia
preciso destronar al principe y poner en su lugar otro
que fuese capaz de conservar y defender la religion.
Ño hay un soberano que tenga una potestad mas abso
luta sobre la vida y la hacienda de sus vasallos que el
emperador de Abisinia; sin embargo estuvo á pique de
ABR 97
perder la corona y (a vida. Mas despidió al doctor mu
sulman que habia llamado, y «desde entonces la única
religion de la Abisinia es la de los coplos ó el culiquia-
nismo.
ABLABIO: célebre orador y discipulo del sofista
Troilo en el siglo quinto. Fue ordenado presbitero por
el obispo Crisauto y cayó en el error de los novaciauo?,
cuyo corifeo fue en Nicea.
ABRAHAMITAS. En el año 1782 se descubrió en
Bohemia una nueva secta compuesta de unos cuantos
centenares de individuos esparcido; en dos lugares del
señorio de Pardubitz, circulo de Chrudimer. Dijeron
que eran abrahamitas, es decir que profesaban la reli
gion de Abraham antes de la circuncision, porque des
echaban esta práctica, aunque muchos de ellos estaban
circuncidados como que eran judios de nacimiento: otros
habian sido protestantes y quizá habia algunos católicos.
Su doctrina se conoce por las relaciones de aquella épo
ca y particularmente por una especie de catecismo, en
que uno de los interlocutores abrahamila dice que
cree en Dios, la inmortalidad del alma, los premios y
castigos de la vida futura. Niega la divina legacion do
Moisés y uo admite de la sagrada escritura mas que el
decálogo y la oracion dominical , desechando la doctrina
del pecado original y de la redencion, el bautismo, la
Trinidad y la encarnacion del hijo de Dios y dando á
Jesucristo solamente la humanidad y el caracter de un
sabio. «Yo soy (dice el abrahamila) ese hijo de Dios,
cuyo espiritu reside en mi; él es quien me inspira.»
Esta profesion de fé no es mas que una variedad
del deismo. Los mas de estos sectarios eran campesinos
muy ignorantes, que muchas veces no tenian ideas fijas
ni opiniones concertadas por lo que toca á la religion;
por lo demas hacian una vida arreglada. Presumese que
eran reliquias de los antiguos hussilas. Por evitar la
persecucion frecuentaban los unos las iglesias católicas
y los otros los templos protestantes. Fueron llamados
abrahamitas por su doctrina y adamitas por su conduc
28 AGA
ta real ó supuesta. Cuando se publicó el edicto de tote-
rancia de José II, manifestaron sus opiniones y le pre
sentaron un memorial. El emperador declaró que no
queria violentar sus conciencias; pero no les dio de
término mas que hasta el 24 de marzo de 1783 pa
ra incorporarse á una de las religiones toleradas en el
imperio; en el caso contrario serian deportados. A las
amenazas se siguieron las obras, y fueron conducidos
con escolta militar los unos á TransiWania y los otros
al banato de Temeswar. El regreso á Bohemia solamen
te se eoncedió á los que abjurando ó fingiendo abjurar
su secta se hicieron católicos (1).
ABSTINENTES; secta de herejes que aparecieron
en las Galias y en España á fines del siglo tercero. Cree
se que habian copiado parte de sus opiniones de los
gnósticos y maniqueos, porque vituperaban el matrimo
nio, condenaban el uso de las carnes y colocaban al Es
piritu Santo en la clase de las criaturas. Baronio pare
ce que los confunde con los hieracitas; pero lo que dice
de ellos siguiendo á san Filastro, conviene mejor á lo»
encralita», cuyo nombre se traslada exactamente por
los de abstinentes y continentes. Vease Encralilas y
Hieracitas.
ACACIANOS, discipulos de Acacio el tuerto. Afir
maban con los arrianos puros que el Hijo de Dios no
solo no era consustancial al Padre, sino ni aun se
mejante.
ACACIO, llamado el tuerto, discipulo y sucesor de
Eusebio en la silla de Cesarea: tuvo como él mucha
parte en las turbaciones del arrianismo. Era erudito y
elocuente; pero muy ambicioso, y este vicio malogró
sus talentos. Era uno de esos hombres turbulentos, in
trigantes y fogosos, que se meten en lodos los asuntos
y cuestiones, quieren valer á toda costa y solo tienen
religion en cuanto esta puede servir á sus intereses.
II.
BAANITAS; herejes sectarios de un tal Baanes
que se decia discipulo de Epafrodito y enseñaba los er
rores de los maniqueos hácia el año 810.
SACULARES. En el año 1528 se levantó una sec
ta de anabaptistas llamados asi porque á los errores ge
nerales de la secta matriz añadian el de mirar como un
delito llevar otras armas que un báculo ó baston y re
peler la fuerza con la fuerza, porque nuestro señor Je
sucristo manda que al que nos hiera en una mejilla le
presentemos la otra. Segun estos anabaptistas era con
trario al espiritu del cristianismo citar á uno en justi
cia. Asi mientras en Alemania creian unos anabaptistas
que Dios los mandaba despojar de la hacienda y quitar
la vida á los que no pensaban como ellos, llevandolo to
do á sangre y fuego, otros anabaptistas se dejaban qui
tar sus bienes y la vida sin quejarse ni reclamar. A ese
extremo habia conducido la pretendida reforma.
BAGEMIO; era natural de Leipsick y vivió á me
diados del siglo decimoséptimo. Indagando los motivos
que habian podido determinar á Dios á criar unos seres
distintos de él, vino á renovar el sistema de Platon que
Valentin habia tratado de unir con el cristianismo.
Los teólogos y los filósofos andaban muy divididos
en esta cuestion: los unos creian que Dios habia criado
el mundo únicamenie para que resplandecieran sus atri
butos, y los otros decian que para que le rindiesen ho
menaje unos seres libres. Bugemio creia que un ente
inteligente no podia determinarse á obrar sino por
amor; de donde inferia que Dios se habia determinado
á criar al hombre por amor hácia él. Como las criatu
ras no existian antes que Dios se hubiese determinado
á criarlas, es claro que no se habia determinado á
amarlas sino por la idea que las representaba: asi, re
petimos, Bagemio renovaba el sistema de Platon.
BAR 223
No aparece que este novator formase secta.
BAÑOLESES: es una secta de herejes que apare
cieron en el siglo séptimo y se llamaron asi de la villa
de Bagnols, diocesis de Uzes en el Langüedoc, donde
eran muchos en número. Tambien se les dió el nombre
de concordeses ó conzoqueses, sin que se sepa el verda
dero origen de estas voces.
Los bañoleses eran maniqueos y fueron los pre
cursores de los albigens.es: desechaban el antiguo tes
tamento y parte del nuevo. Sus principales errores eran
que Dios no cria las almas cuando las une á los cuer
pos; que no hay en él presciencia; que el mundo es
eterno etc. Tambien se dió este nombre á una secta de
cátaros en el siglo Xllí.
BARALLOTES. Asi se llamaron ciertos herejes
que parecieron en Bolonia, ciudad de Italia, y que ha
cian todos sus bienes comunes, hasta sus mujeres é
hijos. Segun Fernando de Córdoba en su libro De exi-
guis annonis se les dió tambien el nombre de obedien
tes por la suma facilidad con que se entregaban á los
torpes excesos de la liviandad.
BARBELIOTES; secta de los gnósticos que decian
que un eon inmortal habia tenido comercio con un es
piritu virgen llamado Barbeloth, á quien sucesivamen
te habia otorgado la presciencia, la incorruptibilidad y
la vida eterna: que un dia Barbeloth mas alegre que de
ordinario engendró la luz que se llamó Cristo: que
Cristo deseó la inteligencia y la obtuvo: que la inteli
gencia, la razon, la incorruptibilidad y Cristo se unie
ron: que la razon y la inteligencia engendraron á Autó-
genes: que Autógenes engendró á Adamas, el hombre
perfecto, y su mujer el conocimiento perfecto: que Ada
mas y su mujer engendraron el leño: que el primer án
gel engendró al Espiritu Santo, la sabiduria ó Prunico:
que Prunico habiendo sentido la necesidad de esposo
engendró á Protarcontes ó primer principe, que fue in
solente y tonto: que Protarcontes engendró las criaturas:
que conoció carnalmentc á Arrogancia y ambos engen
224 BAR
draron los vicios y todas las ramas de ellos. Para dar
aun mas realce á todas estas maravillas los gnósticos
las divulgaban -en hebreo, y sus ceremonias no eran
menos abominables que extravagante su doctrina.
BARBELITAS. Se apellidan asi los herejes nico-
laitas.
BARBELO: especie de diosa de los nicolaitas y
gnósticos.
BABDESANES. Era siro de nacion y vivia en el
siglo segundo de la era cristiana bajo el reinado de
Marco Aurelio. Si hemos de creer á S. Epifanio, Bar-
desanes fue primeramente católico y se distinguió tanto
por su ciencia como por su piedad. Al contrario Euse-
bio habla de él como de quien vivió siempre en el
error. Al principio siguió la secta de Valentin, y des
echando parte de los errores de este y añadiendo otros
de su cosecha formó una nueva herejia.
Pueden reducirse sus errores á tres principales: el
primero consite en admitir dos primeros principios de to
das las cosas, el uno bueno y el otro malo, y suponer que
este existe por si, se ha producido á si mismo y es el
autor de todo el mal que hay en el mundo. El segundo
en negar que el Verbo eterno ó el hijo de Dios tomó car
ne humana: segun este hereje el Verbo solamente habia
tomado un cuerpo celestial y aereo como los ángeles
que se han aparecido muchas veces á los hombres: asi
la carne del hijo de Dios no era mas que aparente , y
no pudo padecer, morir y resucitar sino en la apa
riencia. Este error era comun á la mayor parte de las
sectas de los gnósticos. El tercero consistia en negar la
resurreccion de la carne y sostener que los bienaventu
rados tendrán cuerpos celestiales semejantes al de Je
sucristo y los ángeles.
En vista de esta narraccion no concebimos cómo
puede Beausobre en su Historia del maniqueismo de
fender que Bardesanes, como todos los demas sectarios
que admitian dos principios, no reconocia sin embargo
mas que un solo Dios, bueno y todopoderoso» que tiene
BAR §25
el imperio del universo, sin que ningun ser pueda sus-
traerse de su potestad. 1.° Es un absurdo suponer que
un ser increado que existe por si y por consiguiente de
toda eternidad, es esencialmente malo y que no es Dios:
la nocion mas clara que tenemos de la divinidad es que
existe por si y necesariamente. Cuando Bardesanes de
cia que el mal principio se habia producido á si mismo,
desvariaba : lo que no existe aun ¿puede darse la existen
cia? 2.° ¿En qué sentido el Dios bueno es omnipotente
y señor absoluto del universo, si hay un ser malo cuya
accion no puede impedir y que no depende de él pues
que no le debe la existencia? 3.° Si es verdad que el
espiritu malo es contenido y conservado por el Dios
bueno; si no sucede nada sin la voluntad ó permiso de
este; es claro ó que el Dios bueno deja voluntariamen
te existir el mal, ó que ignora la existencia de él, ó
que no tiene poder para impedirle. 4.° No se trata de
saber si resultan ó no resultan estas mismas consecuen
cias del sistema ortodoxo como pretende Beausobre,
sino en qué puede servir la existencia supuesta de un
principio malo para explicar el origen del mal: una vez
que es evidente que no sirve de nada y que en esta hipó
tesis Dios es siempre responsable del mal que sucede en el
mundo, es ridiculo sostenerla. 5.° No se trata solamente
de explicar de dónde viene el mal moral y de saber por
qué le permite Dios , sino de decir cuál es la causa del mal
fisico, de los trabajos de las criaturas sensibles y de su
imperfeccion natural, que es en el fondo la primera
raiz del mal moral. Pues la opinion de Bardesanes no
resuelve esta dificultad. 6.° Aun cuando se supusiese en
el sistema ortodoxo que Dios crió á los hombres tales
como son, imperfectos, sujetos al dolor, inclinados al
mal moral y capaces de cometerle, todavia no se segui
ria nada de ahi contra la omnipotencia, sabiduria y bon
dad infinita de Dios. Es pues inutil y absurda la hipótesis
de Bardesane»y de los otros sectarios antiguos bajo todos
respectos; pero la mania de querer disculparlos hace á
sus defensores tan malos lógicos como eran aquellos.
t. 74. 15
226 BAR
De nada servia decir que el Dios bueno habia cria
do al principio las almas de los hombres puras y de una
naturaleza celestial; pero que el principio malo los se
dujo y los arrastró á pecar, y que Dios para castigarlos
permitió á aquel que los encerrara en cuerpos mate
riales y corruptibles que habia formado. Siempre se si
gue de ahi que aquellas almas por su naturaleza eran
capaces de dejarse seducir y de pecar y por consiguien
te débiles y muy imperfectas: ¿no habria podido el Dios
bueno criarlas mejores y preservarlas de la seduccion?
Queda pues siempre en pie la dificultad sacada de la
permision del mal, y nola resuelve de ninguna manera
la hipótesis de Bardesanes. Dicese que este escribió un
tratado contra los marcionitas; pero su sistema no valia
mucho mas que el de ellos.
El error de los que no admitian mas que una car
ne fantástica y aparente en el hijo de Dios, nació ya en
tiempo de los apóstoles, pues S. Juan le refuta en su
epistola II, v. 7. Le abrazaron la mayor parle de los
herejes del siglo segundo, y esta es una prueba de la
realidad y certeza de los hechos publicados por los após
toles. Si su testimonio no hubiese sido irrecusable, to
dos estos herejes filósofos mal convertidos le hubieran
contradicho. Como no podian conciliar las humillaciones
del hijo de Dios con la idea que habian formado de la
divinidad, habrian negado absolutamente que hubiese
nacido, muerto y resucitado como decian los apóstoles,
si hubieran podido contraponer á este testimonio el de
los judios ó el de algunos testigos oculares. Pero se limi
taron á decir que todo aquello se habia verificado sola
mente en la apariencia: que Dios habia fascinado á los
apóstoles y á los demas espectadores y los habia enga
ñado con ilusiones. Ahora bien el confesar la apariencia
de los hechos y recusar la certeza del testimonio de los
sentidos era hacer justicia á la sinceridad y probidad de
los apóstoles. No pedimos mas. Los incrédulos que se
atreven hoy á acusarlos de embusteros y calificar de
fabulosas sus narraciones, no pueden recusar á unos tes
BA.S 227
ligos que no lenian intereses comunes con los apóstoles,
y que sin embargo confirman la relacion de estos por el
modo mismo con que la refutan. Asi la divina providen
cia tuvo sus razones para permitir la muchedumbre de
herejias que nacieron en el siglo segundo.
BARDES ANISTAS: se dió este nombre á los sec
tarios de Bardesanes.
BARSANIANOS ó semidülitas: herejes que apa
recieron en el siglo sexto. Defendian los errores de los
gadianitas y hacian consistir sus sacrificios en tomar un
poco de harina de flor con la punta del dedo y llevarsela
á la boca (1).
BARULOS. Sander habla de estos herejes, que sos
tenian que el hijo de Dios habia tomado un cuerpo fan
tástico, y que las almas habian sido criadas antes del
origen del mundo y habian pecado todas á un tiempo.
Estos dos errores fueron comunes á la mayor parte de
las sectas nacidas en el siglo segundo de la iglesia. Los
filósofos que tuvieron noticia del cristianismo, no pudie
ron resolverse a creer ni la caida del género humano por
el pecado de Adam, ni las humillaciones á que se some
tió el hijo de Dios para repararla.
BASIL1DES. Al principio del siglo segundo Basili-
des de Alejandria infatuado con la filosofia de Pitagoras
y Platon quiso conciliar los principios de esta con los
dogmas del cristianismo y formo la secta de los basili-
dianos.
La gran cuestion que absorbía entonces la atencion
de los filósofos, era la de saber de dónde proviene el mal
en el mundo. Para resolverla habia discurrido Platon
que la esencia soberana infinitamente buena por natu
raleza no habia criado el mundo inmediatamente por si,
sino que habia dejado este cuidado a unas inteligencias
inferiores á quienes diera el ser; y que el mal que hay en
el mundo, procedia de la impotencia y torpeza de estos
espiritus secundarios. Esta suposicion no hacia mas que
C.
CABALA ó cabbala como se escribe en hebreo, en
cuya lengua significa tradicion. Bajo este nombre han for
mado los judios una ciencia vana, que no es mas que un
tejido de delirios. Vamos á dar á conocer lo disparatado
de la cábala y á refutar una falsa acusacion intentada
sobre este particular contra los padres de la iglesia. Se
gun la opinion de los mas de los sabios el origen de la
cábala es el siguiente.
CAB 279
Los caldeos que no podian comprender que un solo
Dios fuese el autor de todos los fenómenos de la natu
raleza, del bien y del mal que acontece á los hombres,
inventaron una multitud de inteligencias, de genios ó
de espiritus, los unos buenos y los otros malos, á quie
nes atribuyeron todo cuanto pasa en la tierra, persua
diendose á que el hombre podia entrar en comunicacion
con ellos, ganarse la. estimacion y cariño de los espiri
tus buenos y con su auxilio vencer ó ahuyentar la in
fluencia de los genios maléficos. Tal fue en todos los pue
blos el origen del politeismo, del culto tributado á unos
pretendidos dioses inferiores.
Para invocar el auxilio de los genios buenos y ga
narse su afecto era esencial saber sus nombres: forja
ronse pues, y se creyó que la pronunciacion de ellos
tenia la virtud de evocar y hacer obrar á los genios
buenos y de ahuyentar á los espiritus malos. De ahi
procedió la supersticion de las palabras eficaces, por las
cuales se creia poder obrar prodigios, la confianza en
los talismanes ó medallas en que estaban grabadas estas
palabras misteriosas etc. Asi la combinacion de las letras
del alfabeto y de los números de la aritmética, los dife
rentes modos de interpretar y descomponer una palabra
llegaron á ser un arte, á que se aplicaron formalmente
los hombres curiosos y crédulos.
Apenas admite duda que los judios fundaron en esta
preocupacion la opinion dominante entre ellos de que la
pronunciacion del nombre hebreo de Dios puede obrar
milagros: de ahi tambien la supersticion que tuvieron
sus doctores de variar sus puntos vocales, para que fue
se ignorada la verdadera pronunciacion de esta palabra,
de llamarle inefable etc. Forjaron un supuesto arte de
descomponer las palabras de la sagrada escritura, de
averiguar el valor numérico de las letras y de fundar
en esto unos misterios y dogmas que ellos creen grave
mente. Sus sephirolh no parecen ser otra cosa que una
lista y una genealogia de las inteligencias y genios se
gun el método de los caldeos.
280 CAB
Como Platón admitia tambien genios ó dioses infe
riores para gobernar el mundo y Pitágoras alribuia una
virtud maravillosa á los números, los primeros filósofos
que tuvieron conocimiento del cristianismo, hicieron una
mezcolanza de las ideas caldaicas, judaicas y platónicas
y quisieron acomodar á ellas los dogmas predicados por
los apóstoles. De ahi proceden los eones de los valenti-
nianos, la pretendida ciencia oculta de los gnósticos y la
magia que profesaron los mas de los herejes antiguos.
Esta preocupaciou se perpetuó entre los filósofos ecléc
ticos de los siglos tercero y cuarto y se renovó cuando
los árabes trajeron a Europa la filosofia de Pitágoras y
Platon: en el siglo décimoséptimo intentaron algunos re
sucitar las extravagantes aprehensiones de los cabalistas
judios.
Asi se formó segun la mayor paite de los criticos
la cábala de estos. Varios protestantes como Basnage,
Mosheim y Brucker no han dejado de observar que el
genio cabalislico nacido en Egipto entre los esenios y
los terapeutas judios se introdujo pronto en el cristia
nismo: que se inficionaron de él las diferentes sectas; y
que ni aun los padres de la iglesia se supieron preservar.
De ahi dicen estos razonadores que vino la aficion de los
santos padres á las interpretaciones alegóricas de la Es
critura; de ahi nacieron las opiniones filosóficas que de
siglo en siglo fueron mezclandose con la teologia cristia
na. Para llevar esta idea hasta el extremo á donde pue
de llegar, no faltaba mas sino que dijesen los incrédulos
que el mismo Jesucristo siguió la aficion cabalistica va
liendose de parábolas para enseñar al pueblo y que el
autor del Apocalipsis dio lecciones de cábala exhortan
donos á contar las letras y cifras del nombre de la bestia.
Un sabio académico de la de inscripciones de Paria
habló juiciosamente de la cábala judaica y de su origen.
«Principios falsos ó inciertos (dice en la enérgica pintu
ra hecha de esta vana ciencia), máximas supersticiosas,
interpretaciones arbitrarias, alegorias forzadas, abusos
manifiestos de los sagrados libros, misterios escudriña
CAB 281
dos en los acontecimientos, en los objetos reales y en
los simbolos , virtudes atribuidas á ciertos ejercicios de
la imaginacion sobre las palabras, las letras y los núme
ros, atento cuidado á consultar los astros, presunto co
mercio con los espiritus, narraciones fabulosas, histo
rias ridiculas, todo respira la impostura y la seduccion.»
¿Puede creer nadie que estuvieran infatuados con este
caos de absurdos los mejores ingenios de la antigüedad,
los filósofos caldeos y egipcios, Pitágoras y Platon y so
bre todo los padres de la iglesia?
El académico a quien nos referimos, se propone dis
culparlos y hace ver que la cábala judaica no tiene sino
una relacion muy remota é imperfecta con las ideas as
trológicas de los caldeos, los números de Pitágoras y los
abraxas ó talismanes de los basilidionos: que los eones
de Valentin se parecen todavia menos á los sephirolh de
la cábala que á las generaciones divinas de Sanconialon.
Nosotros añadiremos que se pueden encontrar los mis
mos errores y las mismas preocupaciones entre los in
dios, los chinos y aun los salvajes de América: sin duda
que estos últimos no irian a buscarlas á Egipto- Es una
preocupacion ridicula querer hallar en un solo lugar
del universo el origen de las opiniones verdaderas ó fal
sas que ocurren naturalmente á todos los pueblos.
El académico citado advierte muy juiciosamente que
la aficion de los antiguos á los simbolos, los geroglificos
y las alegorias provino de la necesidad y de la disposi
cion de la imaginativa de los orientales y no del intento
de ocultar la verdad al vulgo como han soñado nuestros
filósofos modernos, y que no es extraño que los padres
de la iglesia y aun los escritores sagrados se conforma
sen con el gusto dominante: todos los hombres doctos
é instruidos tenian que atender á él, porque si no nadie
les hubiera dado oidos. ¿Creeremos que los peruanos y
otros pueblos de América usaron de geroglificos á falta
de escritura para que no los entendiesen todos?
Prueba el docto académico que la cábala no es an
tigua aun entre los judios. En vano se ha creido encou
282 CAB
trar vestigios y un debil principio de ella en el Talmud
compilado en el siglo sexto: entonces los judios no cul
tivaban otra ciencia que su religion: asi la cábala no
pudo nacer entre ellos hasta el siglo décimo. En efecto
el rabino Hai Gaon que murió el año 1037 ó 1038, es
el primer autor en cuyas obras se anuncia claramente
la cábala. De donde debe inferirse que las primeras se
millas de este arte ridiculo vinieron de los filósofos ará
bigos y se comunicaron á los judios cuando estos vivian
bajo la dominacion de los sarracenos y por consiguiente
en los siglos séptimo, noveno y décimo. Desde esta épo
ca solamente empezaron los judios á cultivar los cien
cias profanas y en particular la astrologia y la gramática.
Asi quedan destruidas con pruebas positivas todas
las falsas conjeturas de los criticos protestantes y su
pomposo sistema tocante á los efectos contagiosos de la
filosofia oriental, en la que han creido encontrar el ori
gen de todas las opiniones falsas ó verdaderas del uni
verso: sistema que deslumhra á primera vista y que se
sostiene con un gran aparato de erudicion; pero que en
realidad no estriba en ningun fundamento.
En el siglo decimoséptimo se manifestó en Alema
nia y en Inglaterra un gran anhelo por estudiar las
lenguas orientales y el rabinismo. Como casi todos los
rabinos tienen alguna tintura de la cábala, los autores
que los leyeron abrazaron sus ideas; y algunos sabios
de Inglaterra y Alemania hicieron esfuerzos increibles
para restablecer la cábala y buscar en los principios de
esta todos los dogmas de la religion cristiana. Tales fue
ron Marco, Moro, tal vez Cudworth, Knorio, el autor
del libro Cabala denudala, en el que se advierte una
asombrosa erudicion: en fin el aleman Jonas Scharmio
escribió al principio del siglo décimoctavo en favor de
la cábala y presumió encontrar una completa confor
midad entre ella, la filosofia peripatética y la religion
cristiana.
Los principios de los cabalistas modernos se dife
rencian poco de los de los antiguos; y con respecto á la
CAI 283
Aplicacion, aunque sea diversa en cuanto á las circuns
tancias, es la misma en el fondo. Las explicaciones de
estos principios y sus consecuencias son tan arbitrarias
y tan obscuro el método de los cabalistas, que es in
util á la par que imposible seguir al entendimiento hu
mano en este laberinto de errores, de ideas extrava
gantes y de prácticas ridiculas, porque ordinariamente
no estriban en nada razonable ó ingenioso.
CABALLEROS DEL APOCALIPSIS. En el año
1695 se levantó enmedio de Roma una sociedad llama
da de los caballeros del Apocalipsis. Su fundador y co
rifeo Agustin Gabrino de Brescia hacia que le llamasen
unas veces el monarca de la Trinidad y otras el principe
del número septenal. Estando en la iglesia un domingo
de Ramos cuando se cantaba la antifona: Quis est isie
rex gloria? ¿Quién es ese rey de la gloria? corrió con
espada en mano hacia los cantores gritando que era él.
Se le tuvo con razon por loco, y sin dar escándalo ni
hablar de error ni de herejia fue encerrado. Sin em
bargo ya eran ochenta los caballeros del Apocalipsis y
llevaban en los vestidos las armas de su orden, á saber,
un baston de mando y una espada en aspa con una es
trella y los nombres radiantes de los arcángeles Miguel,
Gabriel y Rafael. Decian haber sido suscitados por Dios
para defender á la iglesia contra el Antecristo, que es
taba á punto de ser adorado. Sentaban otros muchos
principios de subversion tanto mas peligrosos, cuanto
que los acreditaban por su solicitud en socorrer ácuan
tos se hallaban necesitados. Despues de encerrado Ga
brino un pobre leñador que se habia dejado seducir y
habia entrado en la secta, reveló cuanto sabia de los
misterios de ella : fueron presos unos treinta iluminados
y los demas se dispersaron ó se obscurecieron.
CA1DOS 6 lapsos. En los primeros tiempos del
cristianismo se llamaban asi los que despues de haberle
abrazado volvian al paganismo. Se distinguian cinco es
pecies de estos apóstatas, que se llamaban libellatici,
mittentes, thurificali, sacrificati, blasphemali.
284 CAI
Por libellatici se entendian los que habían consegui
do un atestado del magistrado de que habian sacrifica
do á los idolos, aunque no fuese cierto. Müienies eran
los que habian diputado á alguno para que sacrificara en
su lugar; Ihurificali los que habian ofrecido incienso á
los idolos; sacrifican los que habian tomado parte en los
sacrificios idolátricos; y blasphemali los que habian re
negado formalmente de Jesucristo ó jurado por los falsos
dioses. Los que habian perseverado en la fé se llamaban
stantes. El nombre de lapsi se dio tambien mas adelan
te á los que entregaban los libros sagrados á los paga
nos para arrojarlos á la hoguera.
Los que cometian uno ú otro de estos delitos no po
dian ser promovidos á los órdenes eclesiásticos, y los
que caian siendo ya clérigos, eran castigados con la de
gradacion. Se los admitia á penitencia; pero despues de
hacerla quedaban reducidos á la comunion laical.
Hubo dos cismas nacidos del modo como debian ser
tratados los caidos: en Boma sostuvo Novaciano que no
se les debia dar ninguna esperanza de reconciliacion; y
en Cartago queria Felicisimo que fuesen recibidos sin
penitencia y sin prueba. La iglesia guardó un medio pru
dente entre estos dos extremos.
S. Cipriano en su tratado De lapsis hace una gran
diferencia entre los que se habian ofrecido voluntaria
mente á sacrificar en cuanto se declaró la persecucion,
y los que habian sido forzados ó se habian rendido á la
violencia de los tormentos; entre los que habian induci
do á sus mujeres, hijos y criados para que sacrificaran
con ellos, y los que solo habian cedido para preservar
del peligro á sus deudos, huéspedes ó.amigos. Los pri
meros eran mucho mas culpables que los segundos y
merecian menos indulgencia: asi es que los concilios les
habian señalado una penitencia mas larga y rigurosa.
Pero S. Cipriano clama con una firmeza verdaderamen
te episcopal contra la temeridad de los que solicitaban
reconciliarse con la iglesia y ser admitidos á la comu
nion sin haber hecho una penitencia proporcionada á su
CAI 285
culpa, y que para eximirse de ella acudian á la interce
sion de los mártires y confesores. El santo obispo decla
ra que por mucho respeto que deba tener la iglesia á
semejante intercesion, la absolucion arrancada por este
medio no puede reconciliar á los culpables con Dios.
CAINITAS: secta de herejes que apareció por los
años de 159 de la iglesia, y se llamaron asi á causa de
la veneracion que tenian á Cain y otros insignes malva
dos de quienes nubla la Escritura, como los sodomitas,
Esaú, Coré, Judas etc. Eran una rama de los gnósticos
y juntaban á las costumbres mas corrompidas unos er
rores monstruosos.
Como admitian un principio superior al Criador,
mas sabio y poderoso que él, decian que Cain era hijo
del primero y Abel producto del segundo. Afirmaban
que Judas estaba dotado de un conocimiento y sabidu
ria superior y que si entregó Jesucristo á los judios,
fue porque preveia el bien que habia de resultar á los
hombres: de consiguiente le tributaban acciones de gra
cias y honores y tenian un evangelio en su nombre; de
donde les vino tambien el nombre de judaitas.
Desechaban la ley antigua y el dogma de la resur
reccion de la carne: exhortaban los hombres á destruir
las obras del Criador y cometer toda suerte de crimenes;
y defendian que las obras malas conducian á la salvacion.
Suponian unos ángeles que dirigen el pecado y ayudan
á cometerle, y los invocaban y les tributaban culto. Por
último hacian consistir la perfeccion en desnudarse de
todo sentimiento de pudor y en cometer sin vergüenza
los actos mas infames. Tertuliano dice que enseñaban
tambien errores sobre el bautismo.
La mayor parte de sus opiniones se contenian en un
libro llamfdo por ellos la Ascension de S. Pablo, en
donde socolor de revelaciones hechas á este aposto! en
su rapto al cielo enseñaban las impiedades y blasfemias
de su propia invencion.
Quintila, mujer agregada á esta secta, pasó á Afri
ca en tiempo de Tertuliano y pervirtió á muchas perso
286 CAL
nas: sus sectarios se llamaron quintilianistas. Parece
que ella añadia otras horribles prácticas á las infamias
de los cainitas.
Dificilmente se persuadiria uno á que una secta en
tera pudiese llevar á tal extremo la demencia y la de
pravacion, si no atestaran este hecho los mas respeta
bles padres de la iglesia; pero S. Ireneo, Tertuliano,
S. Epifanio, Teodoreto y S. Agustin hablan del mismo
modo, y los dos primeros eran testigos contemporaneos.
Los errores y extravios de los herejes de los últimos si
glos hacen creibles los que se achacan á los antiguos.
Hornebec habla de un anabaptista que pensaba como
los cainitas acerca de Judas. Cuando el entendimiento es
arrastrado por un corazon depravado, no hay error ni
impiedad que el hombre no sea capaz de defender.
CALDEOS ó nestorianos de Siria. Llamanse asi
los nestorianos de Oriente para distinguirlos de los de
Occidente, que solo subsistieron en el imperio romano
hasta el siglo séptimo. El origen del nestorianismo entre
los caldeos sube hasta el tiempo de Nestorio. Este pa
triarca condenado y depuesto en el concilio de Efeso
por los obispos de Occidente fue absuelto y defendido
por los de Oriente, quienes depusieron á S. Cirilo y con
denaron los analemalJsmas ó escritos de este contra el
heresiarca: todas las iglesias de Oriente y entre ellas la
de Edesa siguieron el juicio de Juan de Antioquia y de
los obispos parciales de Nestorio y enemigos de S. Cirilo.
Habia en Edesa una escuela cristiana para la ense
ñanza de los persas, y se infundió á los que asistian á
ella un odio violento contra el santo patriarca y benévo
las disposiciones á favor del heresiarca y su doctrina:
alli se leian las obras de este y las de Teodoro de Mop-
suestia, de donde sacara Nestorio sus errfres. Ibbas
habia echado tambien semillas de nestorianismo entre
los persas por su carta á Maris.
Rabulas, obispo de Edesa, se reconcilió con S. Ci
rilo y echó de la ciudad todos los persas adictos á Nes
torio. Barsumas que era uno de ellos, llegó á ser obis
CAL 287
po de Nisibe en Persia y Tormó el plan de introducir el
nestorianismo. Supo aprovecharse del odio inveterado
y de la extremada desconfianza que reinaba entre los
reyes de Persia y los emperadores romanos, y logró ha
cer los católicos sospechosos y aborrecibles al monarca
persa Feroso. «Tienes muchos cristianos en tus estados,
le dijo, y son muy adictos á los romanos y aun á su em
perador: esta aficion proviene de su religion. El amor
que tienen á su rey y á su patria, no es nada en compa
racion de los vinculos formados por la creencia comun.
Asi los cristianos de tus estados son los amigos y los es
pias de los romanos y nuestros enemigos: todos desean
vivir bajo un principe que profese su religion y su fé.
Si quieres asegurarte de su fidelidad, romper toda cor*
respondencia entre ellos y los romanos é infundir á tus
subditos cristianos un odio implacable contra esos ene
migos de tu poder; siembra entre ellos la discordia en
punto á religion, haz nestorianos á todos los cristianos
de tus estados, y está seguro de que no tendrás que te
mer perfidia ni traicion de ellos en favor de los roma
nos. Los nestorianos profesan una adhesion particular á
los reyes de Persia, y este articulo de su doctrina es el
que los ha hecho aborrecidos de los romanos y ha cau
sado las bárbaras persecuciones que han ejercido los
emperadores en todos los nestorianos de sus dominios.»
Excelente pareció el proyecto de Barsumas á Fero
so, que prometió apoyarle. El obispo de Nisibe asoció á
su empresa algunos obispos y sus compañeros de estu
dio, convocó concilios donde fue recibido el nestorianis
mo, é hizo en la disciplina todas las variaciones que po
dian agradar al rey de Persia ó fomentar la licencia y
ganar el clero á su partido.
Se permitió á los monjes y clérigos casarse hasta
siete veces; pero con la condicion de que la séptima no
habian de poder casarse mas que con una viuda, que se
consideraba como media mujer.
Barsumas encontró resistencia, y muchos cristianos
eran firmemente adictos á la doctrina del concilio de
288 CAL
Efeso: asi pidió tropas al monarca y llevó el terror y la
desolacion por todas partes. No perdonaba á obispos, ni
á sacerdotes, ni á monjes, ni a los simples fieles que
rehusaban recibir su doctrina: mas de siete mil cris
tianos perecieron en esta excursion de Barsumas, y
otros inñnitos huyeron abandonando sus iglesias y su
patria. El apóstata llenó de criaturas suyas todas las
iglesias de las provincias que recorrió. Despues de ha
ber introducido el nestorianismu con la violencia, los
homicidios y la destruccion de la disciplina fundó escue
las para enseñar sus errores.
Muerto Barsumas los nestorianos eligieron por su
corifeo y colocaron en la silla de Seleucia á Babeas, que
era un seglar casado y con hijos y entrado ya en edad:
su primer acto fue juntar un concilio, donde se aprobó
la doctrina de Nestorio, se confirmó cuanto habia he
cho Barsumas, y se dió una ley para obligar á casarse á
los clérigos y á los fieles que vivian en el siglo.
Una muchedumbre de escritores intentaron justifi
car la doctrina de Nestorio y la conducta de sus prime
ros apóstoles en Persia.
El tiempo, la impostura, los sofismas, la audacia,
las maquinaciones y el valimiento de los nestorianos obs
curecieron la verdad y propagaron el nestorianismo en
la Siria, la Mesopotamia, la Caldea y todos los domi
nios de Cosroas, el cual no toleró mas que el nestoria
nismo y persiguió cruelmente á todos los católicos: to
das las sillas episcopales fueron ocupadas por nestoria
nos. Del mismo favor gozaron estos bajo el reinado de
los sucesores de Cosroas.
No menos pujantes fueron bajo el imperio de Ma-
homa, de Ornar y de los califas que subyugaron varias
provincias del imperio romano.
A mediados del siglo séptimo se habia propagado el
nestorianismo en la Arabia, el Egipto, la Media, la Bac-
triana, la Hircania, la India etc. Los nestorianos esta
blecieron iglesias en todas estas regiones y enviaron
obispos y misioneros á la Tartaria y al Catay, penetra
CAL 289
ron hasta la China y se extendieron por toda la costa
de Malabar. • .
Los obispos de Persia dependian del patriarca de
Antioquia: los caldeos ó nestorianos despues de su cis
ma eligieron un patriarca cuya jurisdiccion se extendia
á todas las iglesias cristianas diseminadas en las vastas
regiones donde se habia introducido el nestorianismo.
Cuando los tártaros destruyeron el imperio de lo-s
califas, concediéron á los cristianos el libre ejercicio de
su religion, y el nestorianismo conservó todas sus con
quistas bajo la dominacion de los primeros. Despues que
los turcos destruyeron el imperio de los tártaros en la
Siria, la Caldea y la Persia, se sostuvieron los nestoria-
nos; pero perdieron muchas iglesias. Las revoluciones
que sucesivamente experimentó el Oriente por las guer
ras de los sarracenos, las incursiones de los tártaros y
las conquistas de los turcos, arruinaron las escuelas nes-
torianas, interrumpieron la comunicacion del patriarca
con las iglesias sujetas á él, dividieron en diferentes
cuerpos á todos los nestorianos del Oriente, alteraron
sus dogmas y cambiaron su disciplina.
Los viajeros han hallado en la Tartaria y el Catay
nestorianos sumergidos y sepultados en una profunda
ignorancia: no tienen escuelas, ni obispos, ni párrocos
instruidos: de cincuenta en cincuenta años sobre poco
mas ó menos son visitados por un obispo que confiere
el orden sacerdotal á familias enteras y aun á los niños
de pecho.
Veamos ahora cuál es la doctrina de los caldeos.
1.° Los nestorianos de Siria no reconocen la union
hipostática del Yerbo con la naturaleza humana y ad
miten dos personas en Jesucristo. Este error se enseña
claramente en sus obras, como han demostrado Renau-
dot y Assemani citando libros ignorados de Ricardo Si
mon, Geddes y Lu Croze, quienes por consiguiente aven
turaron sin fundamento que el error de los nestorianos
de Siria es una vana aprehension ó una logomaquia.
2.° Creen la Trinidad; pero han abrazado el error
x. 74. 19
290 CAL
de los griegos sobre la procesion del Espiritu Santo, y
creen que esle no procede njas que del Padre.
3.° Niegan el pecado original.
4.° Creen que las almas fuerou criadas con el mun
do y que se unen á los cuerpos á medida que se forman
estos.
5.° Creen que despues de la muerte son privadas
las almas de todo sentimiento y relegadas al paraiso ter
renal: que en el dia del juicio las almas Üe los bienaven
turados volverán á tomar sus cuerpos y subirán al cielo,
al paso que las de los condenados se quedarán en la tier
ra despues de haber tomado tambien sus cuerpos.
G.° Creen que la felicidad consiste en la vista de la
humanidad de nuestro señor Jesucristo y en ciertas re
velaciones y no en la vision intuitiva.
7.° Juzgan que tendrán fin las penas de los demo
nios y de los condenados.
Los caldeos han conservado la creencia de la iglesia
romana sobre la Eucaristia y los sacramentos, como
convencen los mencionados autores Renoudot en su Per
petuidad de la fé y Assemani eu su Bibliolheca orien
talis.
La Croze ha incurrido en notables equivocaciones so
bre este particular 1.° cuando ha presumido hallar en
la iglesia de Malabar una iglesia que uo habiendo teni
do comunicacion hace mil y trescientos años con las de
Boma, Constantinopla, Alejandria y Anlioquia conser
va la mayor parle de los dogmas admitidos por los pro
testantes, pues son desechados en lodo ó en parte por
eslas iglesias: 2.° cuando ha pretendido que no hay nin
guna secta en el cristianismo que mas se acerque á la
verdad que los neslorianos, los cuales (dice él) solo
han sido difamados por la injusticia de sus enemigos:
3.° cuando intenta persuadir por este medio la antigüe
dad de las prácticas de las iglesias reformadas.
En efecto todos los libros y rituales de los caldeos
atestiguan que admiten como canónicos todos los libros
reconocidos como tales por la iglesia romana: profe
CAL 291
tan la doctrina de la presencia real, y si algunos se hoit
apartado de ella,- ha sido en la explicacion que han que
rido dur de este misterio.
Por lo demas aun cuando fuese cierto que la iglesia
de Malabar no habia tenido esta creencia, no se podria
inferir otra cosa sino que alteró la fé recibida, pues los
libros que conserva contienen esta doctrina y ha srdo
conservada por los caldeos despues de separarse de lu
iglesia romana. Dichos libros son una prueba incontes
table de que antes de la separacion de los nestoriunos
toda la iglesia enseñaba lo que enseña hoy la iglesia ro
mana, y lo miraba como la doctrina de Jesucristo y de
los apóstoles, pues que los nestorianos no se han atrevi
do á innovarlo.
CALIXTINOS; nombre de unos sectarios que se
levantaron en Bohemia al principio del siglo décimoquin
to. Se llamaron asi, porque defendian la necesidad de
la comunion bajo entrambas especies para participar de
la sagrada Eucaristia.
Inmediatamente despues del suplicio de Juan Huss
(dice Bossuet) se levantaron en Bohemia dos sectas con
su nombre, es á saber, los calixtinos ¡i las órdenes de
Roquesaue y los taboritas á las de Zislta. La doctrina de
los calixtinos consistia al principio en cuatro articulos:
el primero era relativo al caliz ó á la comunion bajo la
especie de vino y los otros tres a la correccion de los
pecados públicos y particulares sobre la cual llevaban
la severidad hasta el extremo, á la predicacion libre de
la divina palabra que no querian que se prohibiese á
nadie, y á los bienes de la iglesia contra los cuales de
clamaban. Estos cuatro articulos se arreglaron en el
concilio de Basilea de un modo que al parecer dejó con
tentos á los calixtinos, y se les concedió el caliz bajo
ciertas condiciones en que convinieron.
Esta concordia se llamó compactum, nombre céle
bre en la historia de Bohemia. Pero una parte de los
hussitas que no quisieron conformarse con ella, empe
zaron bajo el nombre de taboritas las guerras sangrien
892 CAL
tus que devastaron la Bohemia. Los otros hussitos lla
mados calixtinos que habian aceptado \d concordia, no
la cumplieron, y en vez de declarar segun lo convenido
en Basilea que el caliz no es necesario, ni está ordenado
su uso por Jesucristo, instaron por la necesidad de él
aun respecto de los niños recien bautizados. A excep
ción de este punto convenian en todos los dogmas con
la iglesia romana y hubieran reconocido la autoridad
del papa, si Roquesane despechado de no haber conse
guido la silla arzobispal de Praga no los hubiese mante
nido en el cisma.
Mas adelante juzgaron parte de ellos que tenian de
masiada semejanza con la iglesia romana y quisieron
llevar mas allá la reforma: estos al separarse de los ca
lixtinos formaron una nueva secta que se llamó de los
hermanos de Bohemia.
Los calixtinos parece que subsistieron hasta el tiem
po de Lutero, a quien se reunieron los mas. Mosheim
cree que los taboritas moderando su furia primera se
reunieron tambien á Lutero y demas reformadores,
miembros sin duda muy dignos de formar una nueva
iglesia de Jesucristo.
CALIXTINOS. Se da tambien este nombre á cier
tos luteranos mitigados que siguen las opiniones de Jor
ge Calixto, teólogo célebre entre ellos, el cual murió á
mediados del siglo décimoséptimo. Impugnó la doctri
na de S. Agustin sobre la predestinacion, la gracia y el
libre albedrio: sus discipulos son considerados como se-
mipelagianos.
Calixto defendia que en los hombres hay cierto gra
do de conocimiento natural y de buena loluntad y que
cuando hacen buen uso de estas facultades, Dios no de
ja de darles todos los medios necesarios para llegar á la
perfeccion de la virtud, cuyo camino nos muestra la re
velacion. Al contrario segun el dogma católico el hombre
no puede hacer un uso de ninguna facultad natural que
sea util á la salvacion, sino con el auxilio de una gracia
que nos previene y obra en nosotros y con nosotros. Es
CAL 293
una máxima generalmente admitida que el simple deseo
de la gracia es ya un principio' de gracia. Dicese que las
obras de Calixto son muy medianas no obstante los pom
posos elogios que han hecho de ellas los protestantes.
Por lo demas era mas moderado que muchisimos de sus
hermanos y habia formado el plan si no de reunir a los
católicos, luteranos y calvinistas, á lo menos de persua
dirlos á que se trataran mutuamente con mas manse
dumbre y se toleraran unos á otros. Este intento le gran
jeó el odio de la turba mulla de teólogos de su secta,
quienes escribieron con el mayor calor contra él y le
echaron en cara varios errores. Se le consideró como
un falso hermano que hacia traicion .á la verdad por
amor de la paz. Moslieim con buenos deseos de justifi
carle no se atrevió á hacerlo, ni á aprobar el proyecto
de mutua tolerancia.
CALVINISMO, doctrina de Calvino. Vamos á sa
carla de su obra titulada institucion cristiana que se
divide en cuatro libros.
Libro primero. La religion supone el conocimiento
de Dios y del hombre. La naturaleza entera expresa y
publica la existencia, los atributos y los beneficios de
la soberana esencia: el conocimiento de nuestra flaque
za y nuestras necesidades nos llevan continuamente á
Dios: su idea está grabad» en nuestras almas: nadie
puede ignorarlo. Todos los pueblos reconocen una divi
nidad; pero la ignorancia, nuestras pasiones y la ima
ginacion se han forjado dioses, y el Dios supremo era
desconocido en casi toda la tierra. Se necesitaba pues un
medio mas seguro que el espectáculo de la naturaleza
y la razon humana para guiar el hombre á Dios, y la
bondad divina nos concedió ese medio revelandonos el
Señor mismo lo que debiamos saber.
Hace mucho tiempo que Dios no concede ya reve
lacion á los hombres: hace mucho tiempo que ho ha
enviado profetas ni varones inspirados; pero su provi
dencia ha conservado las revelaciones que hizo á los
hombres y se contienen en la Escritura.
294 CAL
Tenemos pues en el antiguo y nuevo testamento
todo lo que se necesita {Sara conocer á Dios, su esen
cia, sus atributos, el culto que le debemos, y nuestras
obligaciones respecto de los demos hombres.
Pero ¿cómo sabemos que lo que llamamos escritura
santa, ha sido en efecto revelado? ¿Cómo sabemos que
la revelacion que contiene no ha sido alterada? ¿Cómo
distinguimos los libros canónicos de los apócrifos? ¿No
toca á la iglesia fijar nuestra creencia sobre todos estos
puntos?
Aqui Calvino monta en cólera y se desata en las
mas groseras injurias contra los católicos diciendo:
«Esos hombres .sacrilegos quieren que se refiera uno
á ellos sobre todos estos puntos solamente para dar á
la iglesia una potestad ilimitada y someter á ella to
dos los hombres, todas las potestades, todas las con
ciencias. »
Asi hablaba el que mandó quemar á Serveto por
que no se sometia a su dictamen, y el que hubiera he
cho perocer en la hoguera á Bolsee si se hubiese atre
vido, porque este decia que el reformador hacia á Dios
autor del pecado.
Volviendo Calvino á su objecion dice: «La autoridad
de la iglesia no es mas que un testimonio humano que
puede errar, y que -no es bastante seguro para tran
quilizar las conciencias: es necesario que el Espiritu
Santo confirme este testimonio exterior de la iglesia
por un testimonio interior y que el mismo espiritu que
habló por los profetas, entre en nuestros corazones pa
ra asegurarnos que los profetas no dijeron mas que lo
que Dios les reveló. Esta especie de inspiracion parti
cular es la que nos asegura la verdad de la sagrada
escritura.»
Por lo demas esta inspiracion no es sino para los
rieles, porque Calvino no niega que la autoridad de la
iglesia sea el único medio seguro para demostrar al in
crédulo la divinidad de la Escritura.
Expone bastante bien las pruebas de esta divi
CAL 295
nidad; pero pretende que no pueden producir una
completa certidumbre sin el testimonio interior del Es
piritu Santo. En el articulo Reforma haremos ver
cuán peligroso, falso y controrio á la Escritura es este
medio.
Pues que la santa escritura es revelflda y el Espiri
tu Santo nos instruye para conocer el sentido de ella y
descubrir las verdades que contiene, deben ser mirados
como unos fanáticos é insensatos aquellos sectarios qne
pe desdeñan de leer la Escritura y pretenden que el
Espiritu Santo les ha revelado inmediata y extraordi
nariamente todo lo que se debe creer y obrar: como si
no fuera suflciente la Escritura y como si S. Pablo y
los apóstoles no hubieran recomendado la leccion de los
profetas (cap. 9).
Calvino despues de establecer la Escritura ctrnio la
única regla de nuestra creencia indaga lo que nos ense
ña aquella de Dios, y ve que opone el verdadero Dios á
los dioses de los gentiles y nos da á conocer sus atribu
tos, su eternidad, su justicia, su bondad, su omnipo
tencia, su misericordia y su unidad.
La Escritura prohibe representar á Dios y fabricar
imágenes ó idolos; de donde infiere Calvino que los ca
tólicos que han autorizado el culto de las imágenes, han
vuelto á caer en la idolatria, porque si Dios tuvo tan
to cuidado de desterrar los idolos, fue por ser reve
renciado él solo. Los iconoclastas antes de Calvino ha
bian supuesto lo mismo: en su articulo refutaremos este
error.
Aunque la Escritura nos enseña que no hay mas
que un solo Dios, sin embargo se descubre que este
Dios tiene tres personas, Padre, Hijo y Espiritu San
to, las cuales no son tres sustancias, sino tres per
sonas. La Escritura nos enseña que este Dios trino y
uno es el criador del mundo; que formó el mundo
visible; que crió á los ángeles y los hombres. Calvino
trata particularmente del hombre, de las funciones de
su alma, de su estado primitivo, de su caida y de la
296 CAL
pérdida de la libertad de que gozaba en el estado de
inocencia.
Todas las criaturas de Dios estan sujetas á su pro
videncia. Calvino refuta los sofismas de los epicureos y
de los filósofos partidarios del acaso ó del destino (cap. 14,
15, 16 y 17). •
Halla en la Escritura que Dios lo ba dispuesto todo
y lo produce todo asi en el mundo moral como en el
fisico; que ha hecho en el cielo y la.tierra cuanto ha
querido; de donde colige que los pecados y las virtudes
de los hombres son obra de la voluntad divina; blasfe
mia horrible que refutaron los luteranos de Alemania
reunidos. Si Dios no obrase en nuestras almas todas
nuestras determinaciones (dice Calvino), nos engañaria
la Escritura cuando dice que Dios quila la prudencia á
los ancianos y el corazon á los principes para que se
pierdan. Sentar que Dios permite solamente los males
y no los quiere ni los produce es trastornar todas las
reglas del lenguaje y todos los principios de la inter
pretacion de la Escritura (cap. 18). Los predestinacia-
nos habian defendido esta doctrina antes que Calvino:
la refutaremos en el articulo relativo á aquellos he
rejes.
Libro segundo. En este indaga Calvino el estado del
hombre en el mundo y halla en la Escritura que nues
tro primer padre Adam fue criado en un estado de ino
cencia, que pecó y que su pecado se comunicó á lodos
sus descendientes; de suerte que todos los hombres na
cen hijos de ira y pecadores; todas las facultades del al
ma están inficionadas del pecado que han contraido, y
una concupiscencia viciosa es el principio de todas sus
acciones. De ahi nacen todas sus determinaciones (cap. 1).
El hombre no tiene fuerza para resistir á la concu
piscencia: la libertad de que se jacta y envanece, es una
imaginacion vana: confunde el libre con el voluntario y
cree que elige libremente porque no es violentado y
quiere obrar el mol que obro.
Calvino funda esta impotencia del hombre para el
CAL §97
Lien en todos los pasajes de la Escritura en que se dice
que el hombre no puede llegar á Dios sino por Jesucris
to: que Dios es quien obra el bien en él; y que sin Dios
no puede nada (cap. 2).
Pues que estan corrompidas todas las facultades del
hombre y no tiene él fuerza para resistir á la concupis
cencia viciosa que le domina continuamente, es claro
que no puede por si producir mas que obras vicios >s y
pecados. Calvino pretende tambien probar esta conse
cuencia por la Escritura, que asegura que los hombres
se apartaron del camino de la virtud y que su boca está
llena de maldiciones (cap. 3).
Aunque el hombre lleva dentro de si un principio
de corrupcion, el diablo sin embargo tiene mucha parle
en sus desórdenes (cap. 4).
Esto es lo que opinaba Calvino acerca de la influen
cia del diablo con respecto á nuestras obras: un siglo
despues el calvinista Bekker que presumia entender la
Escritura tan bien como su maestro, decia que el dia
blo no tenia ninguna potestad en el mundo.
Dios no dejó abandonado al hombre en su desgracia,
sino que envió su hijo para redimir á los hombres y sa
tisfacer por ello?. Calvino expone en todo lo restante de
este libro las pruebas que confirman que Jesucristo es
el mediador entre Dios y los hombres, que es Dios y
hombre, y que no tiene mas que una persona, aunque
con dos naturalezas. Examina en qué consiste la media
cion de Jesucristo y cómo nos mereció la gracia, y ha
lla en el Salvador tres caracteres principales que pue
den ilustrarnos sobre este gran objeto, á saber, la cali
dad de profeta, de rey y de sacerdote.
Libro tercero. Calvino trata de los medios de apro
vechar los méritos de Jesucristo.
La Escritura nos enseña que para participar de las
gracias del redentor es menester unirnos á él y hacer
nos miembros suyos. Por la operacion del Espiritu San
to y en especial por la fé nos conduce á Jesucristo y nos
hacemos miembros suyos. Para estar unidos á Jesucris
298 CAL
to es necesario creer, y ni la carne ni la sangre nos ha
cen creer del modo necesario para ser miembros de Je
sucristo: este es un don del cielo segun Jesucristo. Bien
aventurado eres lú (dijo el Señor á S. Pedro), porque ni
la carne ni la sangre te reveló quién soy yo, sino el
padre celestial. S. Pablo dice que los de Efeso fueron
hechos cristianos por el Espiritu Sonto de promision; lo
que prueba que hay un doctor interior por cuya mocion
penetra nuestras almas la promesa de la salud, y sin el
ciial esta promesa no seria mas que un sonido vano que
hiriese nuestros oidos sin mover ni penetrar nuestras
almas.
El mismo apóstol dice que los tesalonicenses fueron
elegidos por Dios en la santificacion del Espiritu Santo
y en la fé de la verdad; de donde infiere Calvino que
S. Pablo quiso ensenarnos que la fé proviene del Espi
ritu Santo y por ella llegamos á ser miembros de Jesu
cristo: por eso prometió este á sus discipulos enviarles
el Espiritu Santo, para que fuesen llenos de la sabiduria
divina que no puede conocer el mundo; por eso se dice
que este espiritu sugirió á los apóstoles todo lo que les
enseñó Jesucristo; por eso S. Pablo recomendó tanto el
misterio del Espiritu Santo, porque en vano anunciarian
la verdad los apóstoles y los predicadores, si el Espiritu
Santo no atrajese á si todos los que le han sido dados por
su padre (cap. 1).
La fé que nos une á Jesucristo y nos hace miembros
suyos, no es solamente un juicio por el cual fallamos que
Dios no puede engañarse ni engañarnos y que todo cuan
to revela es verdad; no es un juicio por el cual fallamos
que es justo y castiga el crimen: este modo de conside
rar á Dios nos le haria aborrecible.
La fé tampoco es un juicio por el cual decidimos en
general que Dios es santo, bueno y misericordioso: es
un conocimiento cierto de la bondad de Dios hácia nos
otros, fundado en la verdad de la promesa gratuita
de Jesucristo y producida en nuestras almas por el Es
piritu Santo: no hoy ningun verdadero fiel sin esta tir
CAL 299
me persuasion de nuestra salvacion apoyada en las pro
mesas de Jesucristo. Es menester que el verdadero fiel
como S. Pablo esté cierto de que ni la muerte, ni la vi
da, ni las potestades no pueden separarle de la caridad
de Jesucristo. Tal es segun Calvino la doctrina constan
te de aquel apóstol. Estos son en el fondo los principios
de Lutero sobre la justificacion: en su articulo refuta
remos los errores de semejante doctrina.
Esta certeza de nuestra salvacion no es incompati
ble con las tentaciones que asaltan á nuestra fé: no hay
una fé mas viva que la de David y se pinta en mil lu
gares como vacilante ó mas bien como tentado de des
confiar.
Estas tentaciones contra la fé no son dudas, sino di
ficultades que nacen de la obscuridad misma de la fé:
no vemos con tal claridad que dejemos de ignorar mu
chas cosas; pero esta ignorancia no debilita en el verda
dero fiel su persuasion (cap. 2).
La firme persuasion del verdadero fiel en cuanto á
su salvacion va unida con el conocimiento y uso de los
medios por los cuales ha resuelto Dios salvar á los hom
bres: asi el fiel que cree que se salvará, cree que sola
mente se salvará haciendo penitencia: esta pues se halla
necesariamente unida con la fé como el efecto y la cau
sa (cap. 3). "
Lo penitencia es segun Calvino la conversion del pe
cador á Dios producida por el temor saludable de sus
juicios; este temor es el motivo que emplearon los pro
fetas y los apóstoles: él cambia la vida del pecador, le
hace vigilante en punto á su conducta y sentimientos,
produce un deseo sincero de satisfacer á la divina jus
ticia, la mortificacion de la carne, el amor de Dios y
la caridad para con los hombres. Esta es la idea que
nos da la Escritura de la penitencia (cap. 3).
Segun el heresiarca francés los católicos estan muy
distantes de In verdad en punto á la penitencia hacien
dola consistir en la confesion y la satisfaccion. La nece
sidad de la contricion precipita á los hombres en lu des
300 CAL
esperacion á lo que dice él: nunca sabe uno si éste do
lor liene las calidades ó el grado necesario para conse
guir el- perdon de los pecados; luego nunca está uno se
guro de que los pecados estan perdonados; incertidum-
bre que destruye lodo el sistema de Calvino sobre el
principio de la justificacion que precede á la penitencia
como la causa á su efecto. •
Respecto de la confesion dice el reformador que no
está fundada en la Escritura y que es una invencion
humana introducida para tiranizar á los fieles. En el
articulo de Pedro de Osma se verá que Calvino reno
vó este error.
Últimamente los católicos estan en un error peli
groso cuando hacen depender de la satisfaccion el per-
don de los pecados, porque entonces dan á las obras de
los hombres un mérito capaz de satisfacer á la divina
justicia y destruyen la gratuidad de la gracia y de la
misericordia de Dios (cap. 4). Lo mismo habia dicho
Lulero antes que Calvino.
De estos principios concluye este heresiarca que las
indulgencias y el purgatorio mirados por los católicos
como un medio de que suplan la satisfaccion los peca
dores convertidos ó justificados son invenciones huma
nas que destruyen en el espiritu de los cristianos el
precio de la redencion de Jesucristo (cap. 5). Tambien
es este el sentir de Lulero, que refutaremos en su ar
ticulo correspondiente.
Calvino despues de exponer los principios y los
efectos de la justificacion manifiesta el modo cómo debe
conducirse el cristiano despues de su justificacion, y ha
bla de la negacion de si mismo, de las adversidades y
de la necesidad de meditar sobre la otra vida (cap. 6,
7, 8, 9 y 10).
En los siguientes capitulos vuelve á tocar la mate
ria de la justificacion, amplia y desenvuelve sus princi
pios, responde á las dificultades y combate el mérito
de las obras (cap. 11 , 12 hasta el 19). Lo mismo habia
hecho Lutero.
CAL 301
En el décimonono habla de la libertad cristiana. El
primer beneficio de esta es librarnos del yugo de la ley
y las ceremonias, no porque haya que abolir las leyes
de la religion, dice Calvino; pero un cristiano ha de sa
ber que no debe su justicia a la observancia de la ley.
El segundo beneficio es no cumplir la ley por obedecer
la, sino por cumplir la voluntad de Dios. El tercer be
neficio es la libertad de usar á su arbitrio de las cosas
indiferentes. Calvino pretende por ejemplo librar á los
cristianos del yugo de la supersticion y tranquilizar infi
nitas conciencias atormentadas con escrúpulos sobre una
infinidad de leyes que ordenan ó prohiben cosas que de
suyo no son ni buenas, ni malas. Este es el error de
Audio que hemos refutado en su articulo.
En el capitulo 20 habla de la necesidad de la ora
cion y de las disposiciones para orar; pretende que no
se debe pedir mas que á Dios; y condena la intercesion
de los santos como una impiedad. Este error fue conde
nado en Vigilancio. Vease su articulo.
Despues de examinar las causas y los efectos de la
justificacion indaga por qué todos los hombres no tie
nen la fé que justifica, y encuentra la razon de esto en
la eleccion que hizo Dios de los escogidos para la vida
eterna y de los réprobos para el infierno. Indaga la ra
zon de esta eleccion y halla en la Escritura que Dios
amó á Jacob y aborreció á Esaú antes que hubiesen
obrado bien ni mal; y colige que no se ha de buscar la
razon de esta preferencia fuera de Dios, el cual quiso
que unos hombres fuesen salvos y otros reprobados. La
causa de su reprobacion no es la prevision de su impe
nitencia ó el pecado de Adam.
Dios quiso que hubiese escogidos y réprobos para
tener subditos sobre quienes pudiera manifestar su jus
ticia y su misericordia; asi como preparó y dió á los
predestinados la fé que justifica, asi tambien lo dispuso
todo para evitar que los destinados por él para ser vic
timas de su venganza se aprovechasen de las gracias de
la redencion, y los cegó y endureció, haciendo de suer.
302 CAL
te que la predicacion que convirtió á los escogidos , su
mergiese eu el pecado á aquellos que queria castigar.
Tal es el sistema de Cal vino sobre la diferencia de la
suerte de los hombres en la otra vida y despues de la
resurreccion que es cierta. Ve ahi el sistema de los pre-
destinacianos menos mitigado ó mas bien un verdadero
maniqueismo.
Libro cuarto. Los fieles pues se aprovechan de los
méritos de Jesucristo uniendose á él, y la fé es la que
los une á Jesucristo: los fieles unidos á Jesucristo for
man una iglesia que encierra ó todos los fieles, todos
los escogidos, todos los predestinados: asi esta iglesia es
universal, católica; es la sociedad de todos los santos,
fuera de la cual no hay salvacion y en la cual sola se
recibe la fé que une á Jesucristo.
Pero todas las iglesias cristianas aspiran á este ti
tulo: ¿cómo se distinguirá la que en efecto es la ver
dadera? ¿Cuáles son sus caracteres, cuál su policia,
cuáles sus sacramentos? Esto es lo que se propone exa
minar Caltino en el libro cuarto de su Institucion cris
tiana que intituló: De los medios exteriores por los cua
les nos ha hecho Dios entrar y nos conserva en la so
ciedad de Jesucristo.
S. Pablo dice que el Señor para cumplirlo todo dió
apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y doctores, á
fin de que trabajen en la perfeccion de los santos, en las
funciones de su ministerio y en la edificacion del cuerpo
de Jesucristo, hasta que lleguemos todos á lu unidad de
una misma fé y de un mismo conocimiento del hijo de
Dios, atestado de un hombre perfecto, á la medida de
la edad y de la plenitud segun la cual debe formarse eu
üosotros Jesucristo.
Dios que por un solo acto de su voluntad podia san
tificar á todos los escogidos, ha querido que fuesen ins
truidos por la iglesia y en la iglesia y se perfeccionasen
en ella: asi estableció una iglesia visible, que conserva la
predicacion de su doctrina y los sacramentos instituidos
por él para la santificacion de los predestinados.
CAL 303
Los miembros de esta iglesia estan unidos por la
predicacion de la misma doctrina y la participacion de
los mismos sacramentos: se ha visto por S. Pablo que
esa es la esencia de la iglesia; luego la administracion
de los sacramentos y la predicacion de la divina palabra
son los caracteres y señales de la verdadera iglesia.
Por esta nocion de la iglesia sacada de la Escritura
(dice Calvino) se ve que encierra pecadores y que pue
den enseñarse en ella opiniones contrarias, con tal que
no destruyan la doctrina de Jesucristo y de los apósto
les. Nadie pues se puede separar de esta iglesia porque
se defienden opiniones diferentes ó porque sus miembros
no son santos y perfectos.
Por estos principios hace ver Calvino que los dóna
telas, los cátaros, Los anabaptistas etc. despedazan la
uuidad de la iglesia y pecan contra la caridad, cuando
pretenden que la iglesia no se compone mas que de
hombres perfectos y predestinados (cap. 1).
Pero cuando una sociedad enseña errores que minan
los fundamentos de la doctrina de Jesucristo y de los
apóstoles; cuando corrompe el culto que estableció Je
sucristo; entonces es preciso separarse de esta iglesia, por
extendida que esté y por antigua que sea, porque en
tonces no puede uno salvarse en ella, pues no se hallan
los medios exteriores establecidos por Jesucristo para la
salvacion de los hombres, á saber, el ministerio de la
palabra y la administracion de los sacramentos.
De aqui deduce Calvino que la iglesia romana no era
la verdadera iglesia, porque habia caido en la idolatria,
porque la cena se habia convertido en un sacrilegio, por
que ella babia sofocado con infinitas supersticiones el
culto establecido por -Jesucristo y los apóstoles.
En \auo se dice que la iglesia romana ha suce
dido á los apóstoles: es verdad; pero ha corrompido el
depósito de la fé; sin embargo Dios ha conservado en
todos tiempos en esta iglesia algunas personas que han
guardado el depósito- de la fé en su pureza y han con
servado el uso legitimo de los sacramentos.
304 CAL
La iglesia romana los ha separado de su gremio y
ellos se han separado de aquella, porque no podian su
frir mas la corrupcion de dicha iglesia. Asi pues la igle
sia romana no tiene ya ni un ministerio legitimo, ni la
administracion de los sacramentos, ni la predicacion de
la palabra pura de Dios (cap. 2). Aqui recae Calvino en
el error de los donalistas, de Wiclef.de Juan Huss y de
Lutero sobre la naturaleza de la iglesia. En el articulo
Reforma se encontrará su refutacion.
Los ministros de la iglesia en su origen fueron esco
gidos por el mismo Jesucristo: los apóstoles instituyeron
dos órdenes, pastores y diáconos: nadie entraba en el
ministerio sin ser llamado, y la vocacion dependia del
sufragio de los otros ministros y del consentimiento del
pueblo, manifestandose por la imposicion de las manos;
y Calvino quiere que se conserve esta, porque cree que
nada de cuanto practicaron los apóstoles es indiferente ó
inutil (cap. 3).
Despues examina las novedades que se han hecho en
el modo de llamar los fieles al ministerio, y se desata en
invectivas contra la iglesia romana y el papa, que segun
él han cambiado todo el orden de la iglesia primitiva
(cap. 4 y 5).
Contradice el primado del papa é investiga por qué
grados ha llegado á la potestad que posee (cap. 6 y 7).
En el fondo sus principios son los mismos que los de los
griegos sobre el primado del papa; pero Calvino avanza
infinitamente mas que ellos: este error se refuta en el
articulo Griegos.
Despues de probar que debe haber un ministerio en
la iglesia Calvino examina cuál es la autoridad de este
ministerio, que tiene tres objetos,- la doctrina , la juris
diccion y la potestad de hacer leyes.
El ministerio eclesiástico no puede enseñar como
doctrina de la iglesia mas que aquello que se contiene
en la Escritura: asi pues las decisiones conciliares no
pueden obligar á nadie, y en mala hora presumen los
concilios ser infalibles en sus juicios (cap. 8 y 9). Los
CAL 305
donalistas, los montanistas, los albigeoses, en una pa
labra lodos los herejes han pretendido lo mismo: la fal
sedad de esta doctrina se hará ver hablando de la re
forma.
El ministerio eclesiástico puede hacer leyes para la
policia de la iglesia, la conservacion de la paz etc.; pe
ro no puede hacer leyes sobre el culto y la disciplina
que obliguen en conciencia, y Calvino califica como una
odiosa tirania las de la iglesia relativas á la confesion,
al culto y las ceremonias (cap. 10).
La jurisdiccion de la iglesia pues no tiene otro ob
jeto que las costumbres y la conservacion del orden y no
castiga sino con penas meramente espirituales, separar
de su gremio por la excomunion á los que despues de
las moniciones ordinarias no se corrigen y escandalizan
y corrompen á los fieles. Sobre este objeto Calvino acu
sa á la iglesia de haber aburado de su potestad, y en es
pecial con respecto á los votos monásticos (cap. 11, 12
y 13). Vigilando antes que Calvino habia contradicho
los votos y fue condenado. Vease su articulo.
Segun el reformador francés la verdadera iglesia
tiene dos caracteres, la predicacion de la doctrina de
Jesucristo y la administracion de los verdaderos sacra
mentos: despues de haber tratado lo que toca á la pre
dicacion y la iglesia trata de los sacramentos. En el ar
ticulo Reforma se hace ver la falsedad de esta doctrina.
Todas las religiones tienen sus sacramentos, es de
cir, unos signos exteriores destinados á expresar las
promesas ó los beneficios de la divinidad. La verdadera
religion 4ia tenido siempre los suyos: tal era el arbol de
vida en el estado de inocencia , el arco iris respecto de
Noé y su descendencia, la circuncision despues de la vo
cacion de Abraham y los signos que dió Dios al pueblo
judio para confirmar las promesas que le habia hecho y
afirmar la fé: tales fueron los signos dados á Gedeon.
El Señor quiso que los cristianos tuviesen tambien
sus signos ó sacramentos, es decir, unas señales que los
confirmen en la fé de las promesas hechas por Dios.
t. 74. 20
306 CAL —
Como Calvino atribuye á la fé la obra de la salva
cion, los sacramentos no son medios de salvacion sino en
cuanto contribuyen á producir ó fortalecer la fé. Asi
define los sacramentos unos simbolos exteriores por los
cuales imprime Dios en nuestras conciencias las prome
sas de su bondad hacia nosotros para sostener nuestra
fé, y por los cuales damos testimonio de nuestra piedad
para con Dios en presencia de los ángeles y los hombres.
Los sacramentos pues no son ni unos signos vanos é
ineficaces destinados á ponernos delante de la vista las
promesas de Jesucristo, ni unos signos que contienen por
si una virtud oculta y secreta: estos signos son eficaces,
porque cuando se nos aplican, obra Dios en nuestras
almas.
Calvino quiere buscar un medio entre los católicos
y los luteranos, y es obscuro, confuso y parece no haber
entendido bien la doctrina de la iglesia romana sobre los
sacramentos y su eficacia: unas veces le echa en cara que
yerra en cuanto á los sacramentos, porque atribuye no
se sabe qué virtud oculta á los elementos de los sacra
mentos que obran como una especie de magia: otras la
acusa de que exagera la virtud de los sacramentos, por
que enseña que producen su efecto en nuestras almas
con tal que no pongamos óbice; doctrina monstruo
sa y diabólica (dice él) que condena á una infinidad de
gente, porque hace esperar del signo corporal la salva
cion que no puede conseguirse mas que de Dios. En el
articulo Lutero se explica la doctrina de los católicos y
se refuta el error de Calvino.
De que los sacramentos no son mas que uros signos
por los cuales imprime Dios en nuestras almas las pro
mesas de su bondad para sostener nuestra fé, y por los
cuales manifestamos nuestra piedad hácia Dios, conclu
ye Calvino que los católicos han andado descaminados en
establecer diferencia entre los sacramentos de la ley an
tigua y los de la nueva, como si los sacramentos de la
ley antigua no hubieran hecho mas que, prometer lo que
no dan los de la ley nueva.
CAL 307
Concluye que no hay sino dos sacramentos, el bau
tismo y la cena, porque solo estos dos son comunes á
todos los Beles y necesarios á la constitucion de la igle
sia. Los valdenses y albigenses habian sentado los mismos
errores antes de Lutero y Calvino: puede verse su re
futacion en el articulo Lutero.
El bautismo es el signo de nuestra iniciacion y de
nuestra entrada en la iglesia ó la muestra exterior de
nuestra union con Jesucristo.
Por este sacramento somos justificados y se nos apli
can los méritos de la redencion. Calvino pues asegura
que el bautismo no solo es una medicina contra el peca
do original y los pecados cometidos antes de recibirle,
sino tambien contra lodos los que pueden cometerse
despues de haberle recibido, de suerte que la memoria
de nuestro bautismo los borra.
La virtud ó el efecto del bautismo no puede ser
destruido por los pecados que se cometen despues de
recibido: asi un hombre que ha sido una vez justificado
por el bautismo, no pierde jamas la justicia. En esta
parte Calvino es tambien el eco de los herejes que le
precedieron. Vease Lutero.
Por medio de este dogma intenta tranquilizar las
conciencias timoratas, impedir que caigan en la deses
peracion y no dar rienda suelta al vicio.
Atribuye al bautismo de S. Juan el mismo efecto
que al de Jesucristo y los apóstoles. Condena en la ad
ministración de este sacramento todos los exorcismos y
todas las ceremonias de la iglesia católica; quiere que se
confiera el bautismo á los niños; y refuta a los anabap
tistas y en particular á Serveto que habia tomado la
defensa de ellos (cap. 15 y 16). "
El segundo sacramento que admite Calvino es la
cena, no instituida solamente para representarnos la pa
sion y muerte del Señor, como pretenden^uinglio, Eco-
lampadio etc., sino para hacernos participar realmente
de su carne y de su sangre. Calvino cree que es absurdo
y contrario á la Escritura no reconocer en la Eucaris
308 CAL
tia mas que la figura del cuerpo de Jesucristo. Nuestro
Señor promete muy terminantemente que nos dará á
comer su carne y á beber su sangre, y atribuye á esta
comida unos efectos que no pueden convenir á una sim
ple representacion.
Asi Cal vino desecha la opinion de Zuinglio y cree
que comemos realmente el cuerpo de Jesucristo; pero no
reside en el pan y el vino la carne y la sangre del Señor, si
no quese une á nosotros cuando recibimos los simboloseu -
carísticos: nosotros somos unidos á la carne de Jesucris
to como á su espiritu. Esta doctrina no se ha de im
pugnar por la dificultad de concebir cómo se une á nos
otros la carne de Jesucristo que está en el cielo: ¿hemos
de medir las obras de Dios por nuestras ideas? El poder
de Dios ¿no es infinitamente superior á nuestra inteli
gencia?
Calvino- pues confiesa que realmente comemos el
cuerpo de Jesucristo; pero no cree que está unido al
pan y al vino como Lulero, ni existente bajo las apa
riencias del pan y del vino por la transustancíacion co
mo los católicos.
Asi desde que los campeones de la pretendida refor
ma se separaron de la iglesia hasta Calvino, se cuentan
tres modos diferentes de explicar lo que nos dice la Es
critura sobre el sacramento de la Eucaristia; y estas
tres explicaciones contrarias son dadas por tres corifeos
(fe partido que presumen seguir solamente la Escritura,
y suponen que esta es bastante clara para que los sim
ples fieles descubran en ella cuáles son las opiniones ver
daderas ó falsas sobre las cuestiones suscitadas. respecto
de la religion (cap. 17).
Segun Calvino los católicos han destruido este sacra
mento por la misa, que considera él como un sacrilegio
(cap. 18). En el articulo Lutero explicaremos la doctri
na de la iglesja católica.
Calvino confiesa y reconoce que todas las iglesias
cristianas antes de la pretendida reforma admitian otros
cinco sacramentos á mas del bautismo y la cena: refu
CAL 309
ta esta doctrina y pretende que aquellos sacramentos no
son mas que unas ceremonias de institucion humana
que no se encuentran en la Escritura y que no pueden
considerarse como sacramentos, porque siendo estos unos
signos por los cuales imprime Dios sus promesas en
nuestras almas, él solo tiene la potestad de instituirlos
(cap. 19). Vease el articulo Lutero.
En el capitulo 20 y último refuta Calvino la doc
trina de los anabaptistas sobre la libertad cristiana y ha
ce ver que el cristianismo no es contrario al gobierno
politico; que un cristiano puede ser un magistrado
equitativo y un rey poderoso y bueno; que los cristia
nos deben respetar al magistrado y obedecer á las po
testades temporales; que no toca á los individuos particu
lares censurar la conduela de aquellas; que deben pres
tar una obediencia ilimitada á las órdenes de las mis
mas en las cosas temporales y siempre que no den pre
ceptos contrarios á la religion, porque entonces se debe
recordar aquel dicho de la Escritura: Conviene obede
cer á Dios antes que á los hombres. A los errores que
acabamos de especificar añade Calvino en sus demas
obras algunos otros que no merecen nos detengamos á
examinarlos.
En el año 1796 se publicó bajo el titulo de Calvi
nismo perfeccionado un nuevo sistema compuesto por
Jaime Huntington, ministro de Coventry en el estado
de Connecticut (Estados unidos de América). Segun él
la ley y el Evangelio son diametralmente opuestos. Las
amenazas de la ley son el grito deja justicia; pero el
Evangelio no contiene amenazas; es solo la buena nueva.
Por la ley somos dignos de todos los castigos; por Jesu
cristo somos dignos de la vida eterna. La ley proclama
lo que merecemos; el Evangelio lo que Jesucristo me
reció por nosotros; porque se subrogó á todos los reos;
todos nuestros pecados le son transferidos; él los expió
por nosotros y nos salvará á todos.
Resumiendo lo que dejamos expuesto sobre la doc
trina de Calvino pueden reducirse a seis capitulos prin
310 CAL
cipales sus dogmas esenciales: 1.° que Jesucristo no es
tá realmente presente en el sacramento de la Eucaristía
y que solamente le recibimos por la fé: 2.° que la pre
destinacion y la reprobacion son absolutas, independien
tes de la presciencia que tiene Dios de las obras buenas
y malas de cada particular, y que ambos decretos de
penden de la simple voluntad de Dios sin atender al mé
rito ó demérito de los hombres: 3.° que Dios da a los
predestinados una fé y una justicia inamisibles y no les
imputa sus pecados: 4.° que en consecuencia del pecado
original ha quedado tan debilitada la voluntad del hom
bre, que es incapaz de hacer ninguna obra buena me
ritoria de la salvacion y ni aun ningun acto que no sea
vicioso é imputable á pecado: 5.° que le es imposible
resistirse á la concupiscencia viciosa y que todo el libre
albedrio consiste en estar exento de coaccion y no de
necesidad: 6.° que los hombres son justiOcados por la
fé sola y de consiguiente que las buenas obras no con
tribuyen en nada a la salvacion y que los sacramentos
no tienen eficacia mas que para excitar la fé.
Vemos que este heresiarca para formar su sistema
reunió los errores de casi todas las sectas conocidas, los
predestinacianos, Vigilando, los donatistas, los icono
clastas y Berengario, y que repitió lo que habian dicho
los albigenses, los valdenses, los begardos, los fratrice-
los, los wiclefitas, los hussitas, Lutero y los anabap
tistas.
Acabamos de ver lo que enseña acerca de la Euca
ristia viniendo á formar el tercer sistema forjado sobre
este augusto sacramento desde el origen de la reforma.
Segun Zuinglio las palabras de Jesucristo Este es mi
cuerpo solamente signiücan: Estees el signo 6 represen
tacion de mi cuerpo. Calvino defiende que expresan al
go mas, pues que Jesucristo habia prometido darnos á
comer su sangre (S. Juan, c. VI, v. 52). Luego el cuer
po de Jesucristo (repone Lutero) está verdaderamente
alii con el pan y el vino. Nada de eso, replica Calvino;
si se admitiera una presencia real, habria que admitir
CAL 311
necesariamente la transustanciacion como los católicos
y el sacrificio de la misa. Asi concordaban estos' docto
res suscitados por Dios para reformar la iglesia é inspi
rados todos por el Espiritu Santo.
Si se compara lo que enseña Calvino sobre la pre
destinacion, con lo que dice de la falta de libertad en
el hombre, se conocerá que con razon le vituperaba
Bolsee que hacia autor del pecado á Dios; blasfemia que
horroriza. La única diferencia que hay entre los pre
destinados y los réprobos, consiste en que Dios no impu
ta los pecados á los primeros y se los imputa á los se
gundos; pero un Dios justo ¿puede imputar á los hom
bres unos pecados que no son libres, condenar á los unos
y salvar á los otros precisamente porque lo quiere asi?
E1 abuso que hacia Calvino de varios pasajes de la sa
grada escritura para probar esta odiosa doctrina, era
una demostracion del absurdo error por el cual preten
dia que la Escritura sola es la regla de nuestra creencia.
Asi es que el pretendido decreto absoluto de pre
destinacion y reprobacion causó las disputas mas acalo
radas entre los protestantes, dió origen á las sectas de
los infralapsarios y supralapsarios y provocó innume
rables escritos de ambas partes.
Para eludir el sentido de las palabras de Jesucristo
que nos aseguran su presencia real en la Eucaristia,
Calvino oponia otros pasajes en que hay que recurrir
al sentido figurado; y para explicar los lugares que pa
recen suponer que Dios es el autor del pecado, no que
ria hacer uso de aquellos en que se dice que Dios abor
rece, detesta y prohibe el pecado; que le permite sola
mente; pero que no es el autor de él.
La inamisibilidad de la justicia en los predestinados
y. la inutilidad de las buenas obras para la salvacion eran
otros dos dogmas que acarreaban las mas perniciosas con
secuencias. Por mas que Calvino las paliase con todas las
sutilezas posibles, los simples fieles no son capaces de
comprender esta obscura teologia: ademas es directa
mente contraria á los pasajes mas formales de la sagra
312 CAL
da escritura y no sirve sino para alimentar una loca
presuncion y apartar al cristiano de la práctica de las
buenas obras. •
Otra contradiccion habia en defender que Dios solo»
puede instituir sacramentos y que segun la Escritura
no instituyó 'mas que los del bautismo y la cena y su
poner que estos sacramentos no causan otro efecto que
excitar la fé. ¿Es necesaria la instilucion de Dios para
establecer un signo capaz de excitar la fé?
Evidentemente Galvino negaba por necesidad de
sistema la presencia real de Jesucristo en la Eucaristia:
porque si hubiera confesado que en virtud de la institu
cion del Salvador las palabras pronunciadas por él tie
nen la virtud de hacer presente su cuerpo y sangre ado
rables, ¿cómo habia de negar que por la misma insti
tucion tienen otras palabras la virtud de producir la
gracia en el alma de un fiel dispuesto á recibirla?
Mosheim y su traductor convienen en que la doc
trina de Calvino no es inteligible sobre este punto. Mas
adelante conocieron los inconvenientes del sistema de su
maestro y apenas conservaron integro uno solo de aque
llos dogmas: variaron los unos y mitigaron y modificaron
los otros. Casi todos han abrazado la opinion de Zuin-
glio sobre la Eucaristia, la que consideran únicamente
como un signo. Muchisimos han desechado los decretos
absolutos de predestinacion y se han hecho pelagianos.
Vease Arminianos y Gomctristas.
Los teólogos católicos han refutado individuadamente
todos los dogmas forjados por Calvino aun con los pa
liativos que les han aplicado los discipulos de este. Han
demostrado la oposicion formal de estos pretendidos
dogmas con la sagrada escritura, con la tradicion anti
gua y constante de la iglesia y con las verdades que es
tá obligado á admitir todo cristiano. Aquel reformador
acusaba á la iglesia romana de haber alterado la doc
trina de Jesucristo establecida por los apóstoles; mas se
ha probado hasta la evidencia que él es el que ha inno
vado; que no hay en el universo ninguna secta que ha
CAL 313
ya profesado el calvinismo; y que está proscripto y de
testado en las comuniones que se separaron de aquella
iglesia hace mas de mil cuatrocientos años. Lo que forma
ya una prevencion terrible contra este sistema es el ha
ber abortado al socinianismo y al deísmo. Vease Protes
tantes.
Desde su institucion se ha mantenido siempre en
Ginebra donde nació, y de los trece cantones suizos hay
seis que le profesan. Hasta el año 1572 fue la religion
dominante en Holanda, y aunque desde entonces acá se
hayan tolerado todas las sectas por razones politicas,
sin embargo el calvinismo rigido continúa siendo la re
ligion del estado. En Inglaterra ha ido en decadencia
desde el reinado de Isabel á pesar de los esfuerzos de
los puritanos ó presbiterianos para sostenerle. Desde
que la iglesia anglicana profesa sentimientos mas mo
derados, el calvinismo se cuenta en el número de las
sectas no conformistas y simplemente toleradas. En Es
cocia y en Prusia está en vigor. En algunas parles de
Alemania está mezclado con el luteranismo. En Fran
cia se propagó é hizo grandes progresos causando ter
ribles turbulencias como veremos en el articulo calvinis
tas: revocado el edicto de Nantes no se toleró su ejer
cicio hasta que la revolucion proclamó la libertad de
conciencia.
Mosheim reduce á tres ó cuatro capitulos los pun
tos de doctriua que separan á los calvinistas de los lu
teranos. 1.° Tocante á la cena dicen estos que el cuerpo
y sangre de Jesucristo se dan verdaderamente á los jus
tos y á los impios, aunque de un modo inexplicable:
segun los calvinistas este cuerpo y sangre no estan en
la Eucaristia mas que en figura ó -presentes solamente
por la fé; pero no lo entienden lodos del mismo modo.
El traductor de Mosheim ha trasladado muy mal este
punto de la creencia de los luteranos diciendo que ase
guran que el cuerpo y sangre de Jesucristo estan mate-
terialmente presentes en el sacramento: nunca confesa
rán los luteranos esta presencia material: dicen que el
3U CAL
cuerpo y la 9angre del Salvador se dan y reciben en él
por la comunion sin querer confesar que estan presen
tes prescindiendo y fuera del acto de comulgar. 2.° Segun
los calvinistas el decreto por el que Dios predestinó a be-
terno tal hombre á la bienaventuranza y cual otro á la
condenacion, es absoluto, arbitrario é independiente de
la prevision de los méritos ó deméritos futuros de la
criatura: segun los luteranos este decreto es condicio
nal y dirigido por la presciencia. 3.° Los calvinistas
desechan todas las ceremonias como supersticiones: los
luteranos creen que hay algunas indiferentes y que
pueden conservarse, como las pinturas en las iglesias,
los ornamentos sacerdotales, las hostias para consagrar
la Eucaristia, la confesion auricular, los exorcismos en
el bautismo, varias fiestas etc. Pero Mosheim conviene
en que estos diversos articulos de creencia suministran
materia para una multitud de cuestiones subsidiarias.
4.° Ninguna de estas dos sectas tiene ningun principio
cierto tocante al gobierno de la iglesia: en muchos lu
gares los luteranos han conservado obispos bajo el nom
bre de superintendentes; en otros no tienen mas que un
simple consistorio como los calvinistas: entre unos y
otros la potestad civil de los soberanos y de los magis
trados tiene mas ó menos influencia en las cosas ecle
siásticas segun los lugares y las circunstancias. Hablan
do con propiedad, el único punto en que estan reuni
das es en su odio y constante enemistad contra la iglesia
romana.
CALVINISTAS, sectarios de Calvino: tambien se
llaman protestantes, reformados, sacramentarlos y hu
gonotes.
Como estos sectarios se extendieron á muchas na
ciones de Europa, y en Francia donde habian nacido,
causaron tanta perturbacion y encendieron diferentes
veces una guerra civil sangrienta y temeraria; convie
ne examinar su origen, progresos y abatimiento.
Donde primeramente apareció la reforma en Fran
cia fue en la ciudad de Meaux. Guillermo Farel, San
CAL 315
tiagoLefevre, Arnaldo y Gerardo Roussel, maestros en
artes, habian ganado la confianza de Guillermo Bricon-
net, obispo de aquella diócesis, que los llamó cerca de
si, y ellos propagaron secretamente los nuevos errores
bajo pretexto de destruir las supersticiones introduci
das por la ignorancia. E1 obispo que no era reprensible
mas que por su indiscreta confianza, luego que echó
de ver que los mencionados maestros estaban imbuidos
en los errores de la reforma , los apartó de su lado. Mas
la mala doctrina habia cundido ya entre el pueblo, y
los sectarios eligieron por ministro á Juan Le Clerc,
cardador de lana en Meaux, el cual sin mas mision co
menzó á predicar y administrar los sacramentos.
Ve aqui la primera iglesia de'la reforma en Fran
cia: el zelo de los nuevos sectarios fermentó y se infla
mó: rasgaron públicamente una bula del papa que
prescribia un ayuno y concedia indulgencias, y fijaron
carteles en la plaza en que calificaban al pontifice de
Antecristo.
De estos sectarios unos sufrieron la pena de azotes
y otros la de marca y destierro: probablemente fue uno
de estos Le Clerc, porque se refugió en Melz, donde
rayando su zelo fanático en frenesi fue quemado vivo.
Entre tanto se multiplicaban en Francia los libros
deLutero, Carlostadio, Zuinglio y Melanchthon: la fa
cultad de teologia condenó estos escritos : se congrega
ron concilios en casi todas las provincias y se discutie
ron escrupulosamente y fueron condenadas las opinio
nes de los sectarios: el parlamento decretó contra ellos
severas pesquisas, y muchos fueron aprehendidos.
Francisco I contrarió al principio las providencias
de este tribunal y puso en libertad á muchos partida
rios de la reforma; pero al fin los atentados de estos
contra la religion
contra elcatólica, los laslibelos injuriosos
propalaban monarca, instancias■ de la que
fa
cultad de teologia y las reiteradas representaciones del
parlamento determinaron al rey á consentir que fuesen
juzgados los sectarios con todo el rigor de las leyes.
316 CAL
Fue revisto el proceso de un noble de Artois lla
mado Berquin, acusado de defender los errores de Lu-
tero y de haber traducido ó compuesto varias obras
heréticas; y se le sentenció á la hoguera, en la que pe
reció el dia 22 de abril de 1529.
Mas la vigilancia y severidad de los tribunales no
atajó los progresos de la herejia: los dogmas de la pre
tendida reforma se perpetuaron en Paris, Meaux y
Ruan, y algunos curas y frailes, varios doctores en
teologia y en leyes los abrazaron, los enseñaron y per
suadieron á la clase media y al pueblo.
Francia se vió inundada de libros de toda especie
en que se propalaba el error: en Paris se esparcieron
libelos y se fijaron pasquines atestados de blasfemias
contra la sagrada Eucaristia y de torpes invectivas con
tra todos los órdenes del clero, llegando la avilantez de
los sectarios hasta el extremo de poner dichos pasqui
nes en el palacio mismo del rey.
Francisco I publicó un edicto terrible contra los
herejes, y para reparar los ultrajes que hacian estos á
|a religion, celebró una solemne procesion, concluida la
cual fueron quemados seis de los principales reos de
aquellos alentados, todos franceses.
Los principes protestantes con quienes se habia co
ligado el rey de Francia contra el emperador Carlos V,
se quejaron de que fuesen tratados con tanto rigor unos
hombres que no tenian mas delito que pensar en punto
á religion como los protestantes de Alemania; pero
Francisco I respondió que los que habian perecido en
la hoguera, no solo eran herejes, sino hombres turbu
lentos y sediciosos, y manifestó á dichos principes que
se alegraria de tener en su reino algunos teólogos de la
reforma. #
El. cardenal du Bellay entabló una especie de nego
ciacion con Melanchthon, quien envió una memoria á
manera de confesion de fé, en la que desfiguraba y dis
frazaba los dogmas católicos que mas daban en que
pensar á los luteranos, de suerte que pudieran aluci
CAL 317
narse los simples fieles considerando aquel escrito como
muy conforme con la verdadera doctrina de la iglesia. La
facultad de teologia de l'aris hizo ver la falsedad de las
explicaciones deMelanchlhon; pero el escrito habia cun
dido bastante en la ciudad y seducido á mucha gente, que
no se desengañó por la censura de aquel sabio cuerpo.
Tal era el estado de Francia cuando Calvino publi
có su Institucion, que hizo partidarios y reunió bien
pronto a todos los reformados de aquel reino. El rey no
perdia de vista los intereses de la iglesia y multiplicaba
los edictos contra los sectarios a medida que cundia y
se hacia mas peligrosa la libertad de pensar.
La facultad de teologia de Paris pronunció muchas
censuras contra algunos frailes de diferentes órdenes y
contra los libros que se le denunciaban. El rey hizo
que esta corporacion extendiera una fórmula y prohi
bió bajo graves penas ensenar nada en contrario; mas
el error hacia progresos aun entre los- regulares y eu
el seno de la misma facultad.
Los herejes se juntaban en público y cantaban los
salmos de Marot. En Meaux fueron aprehendidos mas
de sesenta y condenados á la hoguera catorce, que
iban al suplicio como si fueran á un triunfo. Los erro
res de la reforma cundieron á Laon, Langres, Bourges,
Angers, Autun, Trojes, Issoudun y Ruan.
En tal estado dejó Francisco I la religion en Fran
cia cuando murió en 1557. Enrique II no fue menos
zeloso que su padre y lo mostró al hacer su entrada en
Paris. Despues de un magnifico torneo se celebró una
solemne procesion y el rey comió en el palacio del obis
po, donde le cumplimentaron todos los cuerpos. A la
caida de la tarde fueron ajusticiados varios herejes en
diferentes barrios de la ciudad, y el^ey al volver á su
palacio de Tournelles vió quemar á algunos.
Enrique renovó todos los edictos promulgados con
tra los herejes, vedó la impresion y venta de libros sin
la aprobacion de la facultad de teologia y prohibió á
toda persona no letrada disputar de religion y á lodos
318 CAL
indistintamente prestar ningun auxilio á los que habían
salido del reino por causa de herejia.
Despues de la promulgacion de este edicto no se
perdonó en ninguna parte á los novatores, y se hicieron
en ellos terribles escarmientos en Burdeos, Nimes, Pa
ris, Tolosa, Saumur y Leon. Mas el error hacia de dia
en dia nuevos progresos hasta en la magistratura. El
rey inhibió á los jueces civiles del conocimiento del cri
men de herejia y se le dióá los eclesiásticos, ordenando
á todos los gobernadores que castigasen á los que fue
sen condenados por los jueces eclesiásticos y los inqui
sidores sin atender á sus apelaciones. Las representacio
nes del parlamento suspendieron los efectos de este edic
to que no fue registrado.
Los calvinistas se reunian en Paris, y su aversion á
los católicos crecia mas y mas: un sectario arrebatado
de frenesi manifestó en una de sus juntas gran repug
nancia á que un hijo suyo recien nacido fuese bautiza
do por un sacerdote católico: en el acto se deliberó so
bre el apuro del escrupuloso calvinista y fue elegido un
joven llamado La Riviere para que desempeñase el ofi
cio de pastor. Desde entonces se estableció un consisto
rio conforme al que habia establecido Calvino en Gi
nebra.
El ejemplo de la capital llevó tras si á muchas
ciudades importantes. Las juntas de los sectarios se hi
cieron mas numerosas en Blois, Tours, Angers, Ruan,
Bourges y Orleans: casi en todas partes se establecian
consistorios: los mas de los pastores eran menestrales ó
jóvenes atrevidos sin ningun otro mérito.
Estas fundaciones no se hacian sin contradiccion, y
en todo el reino eran castigados los protestantes con el
último rigor cuarído se los podia descubrir. Renovaron
se los edictos dados contra ellos; pero con la cláusula de
sin perjuicio de la jurisdiccion real. El rey decretó pe
na de muerte contra todos los herejes y contra los que
habían ido á Ginebra despues de la prohibicion. Mas el
zelo de los parlamentos principiaba a entibiarse, y mu
CAL 319
chas veces estaban divididos respecto de los herejes de
nunciados.
Los principes de la casa de Guisa hicieron enérgicas
representaciones al rey acerca del progreso de la here
jia y la tibieza de los parlamentos: el monarca indig
nado se presentó en el parlamento y mandó prender á
los ministros de él que se atrevian á tomar la defensa
de la herejia.
La muerte'ntajó los proyectos de Enrique II, que
pereció cuando estaba celebrando fiestas y torneos por
las bodas de su hija y de su hermana.
A Enrique sucedió su hijo Francisco II: la reina
madre que queria gobernar y temia que se apoderasen
del timon del estado el rey de Navarra y el principa
de Condé, se unió á los principes de Guisa, y el mo
narca les encomendó el gobierno de la nacion.
La nobleza cuyo poderio era grandisimo en los dis
turbios domésticos, cansada de las guerras anteriores
vivia quieta y pacifica sin curarse de las cosas del esta
do: el pueblo se contentaba con pedir la diminucion de
los subsidios y en lo demos le importaba poco quién do
minaba en la corte: el clero era devoto de los princi
pes de Guisa que habian manifestado mucho zelo por
la religion católica y eran enemigos irreconciliables de
los protestantes.
Desplegóse nuevamente el rigor de las leyes con
tra los sectarios; mas estos envalentonados por ser ya
muchos esparcieron libelos atestados de mentiras y de
injurias contra la reina madre y los Guisas.
Aunque el reino estaba tranquilo; aunque el rey
era obedecido y venerado, y los gobernadores y magis
trados ejercian plena autoridad; aunque la nobleza y el
pueblo miraban con horror la seduccion y la rebelion;
era casi general el descontento entre los grandes, que
sufrian impacientes el gobierno de los Guisas. Los pro
testantes los detestaban como era consiguiente; y por fin
habia una multitud de personas que agobiadas de deu
das ó temerosas del castigo merecido por sus enormes
320 CAL
crimenes deseaban disturbios y revueltas en el estado.
Todos I0s enemigos de los Guisas se reunieron por
ese instinto que inclina á los malvados unos hácia otros,
se comunicaron sus deseos, y conociendo que no po
dian ponerlos por obra mientras mandasen aquellos va
rones preclaros, concibieron el plan de arrebatarles la
autoridad. El pretexto fue que los Guisas la habian
usurpado sin el consentimiento de los estados: que abu
sando de la debilidad del rey se habian hecho dueños
del ejército: que disipaban la hacienda: que oprimian
la libertad pública y perseguian á hombres inocentes
zelosos por la reforma de la iglesia; y que no se lleva
ban otra mira mas que la ruina de la monarquia.
Tambien se quisieron justificar estos planes faccio
sos con apariencias de justicia y formas judiciales; á
cuyo propósito hubo muchas deliberaciones secretas y
se consultó á diferentes jurisconsultos de Francia y Ale
mania y álos teólogos protestantesdemas celebridad, los
cuales juzgaron que debia contrarestarse con la fuerza
la dominacion segun ellos poco legitima de los Guisas,
con tal que se obrase bajo la autoridad de los principes
de la familia real, que son supremos magistrados natos
del reino en tales casos, y siempre que se pelease á lo
meno.s bajo el mando de un principe real y con el con
sentimiento de los órdenes del estado ó de la mayor y
mas sana parte de ellos. Tambien decian que no habia
necesidad de comunicar estos planes al rey, incapaz de
entender de negocios por sus años y poca experiencia
y que estando como cautivo por los Guisas no podia to
mar una resolucion saludable en pro de sus pueblos.
Los autores de esta empresa, quien quiera que fue
sen, pensaron en elegir un caudillo y pusieron los ojos
en el principe de Condé, inclinado por su valor, su po
breza y su odio á los Guisas á ofender á sus enemigos
mas bien que á recibir injurias de ellos. El nombrffde
este caudillo se tuvo oculto, y dió la cara y se puso al
frente de losconjuradosun caballero del Perigord llama
do Renaudie, valiente y determinado, que habiendo sido
CAL 321
desterrado por haber exhibido titulos falsos en un plei
to vivió algun tiempo en Ginebra y Lausana y entabló
amistad con los sectarios alli refugiados. Este novator,
hombre de entendimiento perspicaz y de eficaz persua
siva, corrió las provincias de Francia con nombre su
puesto, vió á todos los protestantes, se cercioró de sus
disposiciones y congregó á los mas notables en Nantes.
Aqui se extendió una fórmula de protesta por cuyo
medio creian tranquilizar su conciencia: se leyeron las
consultas é informes contra los de Guisa, asi como las
decisiones de los jurisconsultos y teólogos; y se toma
ron providencias para la ejecucion. Se acordó que ante
todas cosas pasasen á Blois una multitud de personas
no sospechosos y desarmadas: que se representase de
nuevo al rey contra los Guisas; y que si estos no
querian dar cuenta de su gobernacion y ausentarse de
la corte, fuesen acometidos con las armas: entonces el
principe de Condé que habia querido se tuviese oculto
su nombre, se pondria á la cabeza de los conjurados. .
Antes de separarse los caudillos de la conjuracion sor
tearon las provincias cuyas tropas auxiliares habia de
capitanear cada uno.
Los principes de Lorena ignoraban la conjuracion
fraguada contra ellos: recibieron cartas de Alemania en
que se les daba esta noticia; pero no la creyeron. Al fin
les abrió los ojos un protestante en cuya casa se hospe
daba Renaudie cuando iba á Paris: entonces conocieron
el peligro y trataron de evitarle. El rey se partió de
Blois para Amboisa.
Los conjurados no abandonaron su empresa y mar
charon á Amboisa; pero los de Guisa detuvieron parte
de ellos antes que se juntasen: muchos fueron muertos
en el camino y entre ellos Renaudie; otros cayeron pri
sioneros ó se escaparon. Los presos confesaron la conju
racion y declararon que solo iba dirigida contra los do
Guisa; pero que no maquinaban contra la vida ni contra
la autoridad del rey. El proceso se sustanció con mucha
celeridad: de los conjurados unos fueron colgados de no-
T. 74. 21
322 CAL
clie cu los almenas del castillo, otros echados al agua,
y otros ajusticiados de dia. Mas ni el malogro de la
conjuracion, ni estos severos castigos no desalentaron á
los sectarios; antes corrieron á las armas en diferentes
provincias encontrando caudillos y cabezas entre los des
contentos de todas clases, entre losque estaban sedientos
de venganza, los militares licenciados y la gente perdi
da y desalmada.. Encerraba pues la Francia dos partidos
poderosos é irreconciliables, que habian tomado los ar
mas el uno en defensa de la religion, del gobierno y de
si propios, y el segundo para trastornar la una y el otro
y satisfacer su sed de venganza.
Muerto Francisco II, subió ul solio Carlos IX, y la
reina fue declarada regente con el rey de Navarra. Ca
talina de Médicis, mujer intrigante y ambiciosa, sin ha
bilidad, ni virtudes, ni principios, codiciosa del mando
é incapaz de ejercerle, formada en las astucias de la po
litica italiana como por instinto y por los recuerdos de
su educacion y dispuesta á sacrificarlo todo por con
servar su autoridad, se aprovechó de los celos y ri
validad de los partidos para ponerse á la cabeza del go
bierno, y fue alternativamente el instrumento ó la es
clava de los mismos partidos a quienes pretendia do
minar. No quiso romper con los Guisas infinitamente
apreciados de los católicos por su talento, sus servicios y
su zelo en favor de la religion; mas para contrapesar la
influencia de aquellos hizo dar al rey de Navarra,-primer
principe de la familia real, el titulo de lugarteniente ge
neral del reino y restituyó la libertad al de Condé anu
lando el proceso por una providencia del consejo. Por esta
medida volvieron á congraciarse con la corte el almirante
Coligny y su tio Montmorency, condestable de Francia,
que á pesar de su adhesion al catolicismo se habia unido
con los calvinistas por envidia á los Guisas. Asi lodos los
partidos se hallaron desde luego frente á frente en los
consejos del rey: el de los católicos zelosos dirigido por
el duque de Guisa y el cardenal de Lorena; el de loa
grandes, envidiosos y descontentos, á cuya cabeza osta-
CAL 323
ba la familia de Montmorency ; el de los calvinistas cu
yos caudillos gozaban de las primeras dignidades; y por
último el de los politicos ó indiferentes representados
por Catalina de Médicis y el canciller Hospital. Mas no
tardó en cambiar esta situacion. El condestable Montmo
rency, viendo seriamente amenazada la religion católica
y temiendo se examinasen los titulos de las pensiones que
habia obtenido eu los reinados anteriores, se reconcilió
de veras con el duque de Guisa; y á poco tiempo el rey
de Navarra movido juntamente por la esperanza de al
canzar la soberania de Cerdeña y por el recelo de que
se entrase por sus estados el rey de España que habia
ofrecido ayudar al de Francia contra los sectarios, aban
donó el calvinismo y se unió al de Guisa y al condesta
ble. Esta union se llamó el triunvirato.
Con motivo de algunos tumultos ocurridos en Paria
y en las provincias se publicó en julio del año 1561 un
edicto, en que para sosegar y reprimir al mismo tiempo
á los sectarios se les concedia amnistia por los distur
bios pasados; pero se les prohibia toda junta pública y
privada, aunque fuese sin armas, y se mandaba que no
se apartasen del rito católico en la administracion de
los sacramentos: ademas se reservaba á los obispos el
conocimiento del crimen de herejia; pero se reducia al
destierro la pena contra los reos entregados al brazo se
cular: por último se prohibia severamente usar en nin
gun discurso público de palabras injuriosas ó que pu
dieran amotinar a los pueblos.
De alli á dos meses par» poner por obra lo pro
puesto en la asamblea de Fontainebleau se tuvo el fa
moso coloquio de Poissy, á que habian sido convidados
los principales sectarios para conferenciar con los cató
licos. Habiendo sabido el papa este proyecto se sobre
saltó extraordinariamente, y mas por cuanto la reina
madre entregada de todo punto á los consejos del obispo
de Valencia y del canciller Hospital le habia escrito una
carta en que se traslucia bien su propension á la here
jia. Catalina hacia en ella una especie de apologia de los
324 CAL
sectarios del reino diciendo que entre estos no se halla
ba ningun anabaptista, ningun implo, en fin nadie que
no tuviese los doce articulos del simbolo de los apósto
les; de donde inferió , como si todo lo demas fuese indi
ferente, que no habia motivos para separarlos de la co
munion de la iglesia; y preguntaba al papa qué incon
veniente habria en abolir las misas rezadas, quitar las
imágenes de las iglesias, suprimir los exorcismos y
otras ceremonias del bautismo, permitir la comunion
bajo ambas especies y por fin usar la lengua vulgar en
el oficio divino y en la administracion de la Eucaristia.
Inmediatamente que recibió Pio IV estu carta, envió á
Francia el cardenal Hipólito de Este, hermano del du
que de Ferrara, con el caracter de legado para impedir
el coloquio de Poissy ó á lo menos mirar en él por los
intereses de la religion; mas todas las representaciones
del legado, ni las del cardenal de Tournon y otros mu
chos obispos franceses no pudieron alterar la resolu
cion tomada.
Se abrió el coloquio el dia 9 de septiembre en pre
sencia del rey, de la reina madre, de los ministros y de
los principales oficiales de la corona; y la reina mandó
que presidieru el rey menor por condescendencia con los
sectarios, los cuales no querian reconocer por jueces á los
obispos. Concurrieron seis cardenales, cuarenta obispos,
muchos doctores católicos y doce ministros calvinistas,
siendo el mas célebre de ellos Teodoro de Bezn, enviado
por Cal vino, el cual no juzgó oportuno comprometerse.
Tambien habian sido convidados algunos luteranos ale
manes por consejo del cardenal de Lorena que se decla
ró á favor del coloquio, con la mira de ponerlos en
pugna con los sectarios de Francia y mostrar asi por
la division de la pretendida reforma la necesidad de
atenerse a la autoridad de la iglesia para terminar las
disputas; mas los luteranos llegaron larde. El canciller
abrió la sesion con un discurso en que mostró sin dis
fraz su sistema de indiferencia, y la reina dijo luego que
hablara Beza. Este se arrodilló con los demas ministros
CAL 325
reformados para implorar en alta voz las luces del cie
lo, y habiendo principiado su discurso por algunas que
jas sobre las persecuciones contra los calvinistas expuso
largamente su doctrina, insistió en la necesidad de ate
nerse á la sagrada escritura, y al tratar de la Eucaristia
no tuvo reparo de decir que el cuerpo de Jesucristo
está tan distante de ella como el cielo de la tierra. Al
proferir esta blasfemia se oyó un murmullo general de
indignacion que confundió al audaz ministro; no obs
tante continuó hablando, aunque con alguna mas caute
la En cuanto acabó dijo conmovido el cardenal de Tour-
non que los prelados se habian opuesto con mucha ra
zon á aquella conferencia previendo las impiedades que
se acababan de oir, y que solo el respeto á la majes
tad real los habia impedido retirarse.
De alli á pocos dios respondió el cardenal de Lore-
na al discurso de Beza; pero creyó deber reducir la dis
cusion á dos puntos principales, la autoridad de la igle
sia y la Eucaristia. Habló con tanta claridad , solidez y
erudicion, que se granjeó el aplauso universal; y ape
nas concluyó, acercandose al rey los cardenales y obis
pos le dijeron que aquella era la verdadera doctrina
católica y que estaban prontos a defenderla hasta mo
rir. Continuóse la discusion en algunas otras sesiones
menos solemnes á que no concurrió el rey. Beza expu
so las doctrinas de los calvinistas sobre la iglesia y otros
varios puntos, y fue refutado por dos célebres doctores
de la universidad de Paris Claudio de Espence y Clau
dio de Saintes, que mas adelante fue obispo de Evreux.
Pedro Martir, entonoes ministro en Zurich, trató de
nuevo la cuestion de la Eucaristia. El cardenal de Lo-
rena siguiendo su plan de hacer potentes y públicas la»
divisiones de la reforma instó á los sectarios a que de
clararan si se adherian á la doctrina de la confesion de
Augsburgo sobre la Eucaristia; y como respondiesen
que solo la adoptaban con algunas explicaciones, les
preguntó: ¿Admitis la consustanciacion como los pro
testantes de Alemania? ¿Y vosotros, replicó Beza, des-
326 CAL
«echais con ellos la transustanciacion? Esto era confesar
bastante su apuro y llenar el objeto del cardenal deLo-
rena, porque era manifiesto que los reformadores no
queriendo reconocer otra regla que la Escritura y pre
gonando que es clara para todos no podian concor
dar entre si sobre uno de los puntos mas importan
tes del cristianismo. El general de los jesuitas Lainez
que habia acompañado al legado del papa al coloquio,
tomó parte en la discusion y empezó haciendo algu
nas reflexiones enderezadas á la reina sobre la inuti
lidad é inconvenientes de aquella conferencia. Repre
sentó que no habia cosa mas peligrosa que negociar un
avenimiento con unos sectarios cuyos errores y obsti
nacion eran conocidos: que en todo tiempo habian tra
tado los herejes de engañar con la hipocresia de su ten-
guaje y doctrina: que asi los calvinistas no vacilaban en
confesar la iglesia católica y adulteraban todos los ca
racteres de ella: que reconocian pastores negando la
institucion divina del orden y de la gerarquia: por úl
timo que protestaban que se recibe el cuerpo de Jesu
cristo en la Eucaristia , al paso que afirmaban que so
lo está en el cielo. Añadió que ademas no tocaba á los
principes tratar de las cosas de la religion; lo cual cor
respondia únicamente á la potestad eclesiástica, y que las
causas mayores tales como la herejia estaban reservadas
al juicio del sumo pontifice. La libertad de este discurso
ofendió á la reina; no obstante disimuló en considera
cion al legado; y Lainez pasando á hablar de las materias
controvertidas refutó á Pedro Martir con tanto vigor y
solidez, que no pudieron responderle los calvinistas. Ago
tado la discusión se nombraron cinco doctores de cada
parte para conferenciar privadamente y acordar una con
fesion comun de fé si era posible; mas esta última ten
tativa no produjo tampoco resultado. Sucesivamente se
propusieron, modificaron y desecharon varias fórmulas.
Por fin como los calvinistas persistian eu usar expresio
nes ambiguas y habian extendido una fórmula en que
confesaban que el cuerpo de Jesucristo se nos da en la
CAL 3S¡7
Eucaristia, pero que solo se recibe por la fé, la univer
sidad de Paris á quien se remitió para que la examina
ra, la declaró capciosa y herética, y los obispos des
pues de tantas negociaciones inútiles revistiendose de su
carácter de jueces entregaron a la reina una confesion
de fé clara y precisa sobre la presencia real, la autori
dad de la iglesia, el primado del papa y el número y
eficacia de los sacramentos, y declararon que si los sec
tarios se negaban á firmarla, ellos estaban decididos á
romper el coloquio, que en efecto se disolvió el 25 de
noviembre. Con todo la reina mandó que se reunieran
algunos doctores de una y otra parte para conferenciar
sobre diferentes puntos y particularmente sobre la cues
tion de las imágenes; pero viendo que no podian poner
se acordes sobre este articulo dió fin á Ihs conferencias.
El coloquio de Poissy contribuyó á separar de la
herejfa al rey de Navarra; pero tambien envalentonó á
los sectarios que empezaron otra vez a celebrar sus jun
tas sediciosas en todas partes. La reina persuadiendose a
que los ganaria con algunas concesiones propuso que se les
otorgara la comunion bajo de ambas especies y el matri
monio de los clérigos y frailes apóstatas que se habian
hecho ministros de los herejes. Gomo los obispos decla
rasen que no tenian potestad de dispensar sobre estos
puntos de disciplina general, recurrió la reina al papa;
pero solo en cuanto al primer articulo, y esta peticion
fue desechada. Entre tanto so color de que no se cumplia
el edicto de julio y no servia mas que para irritar a los.
calvinistas, la reina aconsejada del canciller Hospital
mandó publicar otro por el que se les permitió congre
garse para el ejercicio de su religion, pero fuera de los
pueblos y sin armas. Ademas los obligaba á restituir las
iglesias usurpadas, restablecer las cruces, imágenes y
reliquias, no impedir la recaudacion de los diezmos y
otras rentas eclesiásticas, observar lus dias de fiesta,
los grados de parentesco para el matrimonio y toda la
policia exterior de la iglesia católica y por último abs
tenerse de palabra y por escrito da todu calificacion
328 CAL
injuriosa y de toda invectiva contra la misa y las otras
ceremonias religiosas. El parlamento de Paris no regis
tró este edicto sino en fuerza de reiteradas órdenes y
le modificó en muchas cosas. Lo mismo hicieron los
demas parlamentos, y el de Borgoña se negó absoluta
mente á registrarle.
El duque de Guisa descontento de estas medidas
abandonó la corte y se ausentó de Paris; mas no tarda
ron en llamarle los católicos. Pasando á la vuelta por
Vassy donde se detuvo á oir misa, los reformados que
se congregaban cerca de la iglesia , se pusieron por in
sulto á cantar los salmos en francés de un modo tan es
trepitoso que perturbaban el oficio divino. El duque les
envió á decir que suspendieran sus cánticos; pero ellos
respondieron con injurias. Al punto los criados que le
acompañaban se dirigieron en tropel al lugar de la jun
ta de los sectarios para dispersarlos, y el duque mis
mo corrió allá á fin de apaciguar el tumulto. Mas ha
biendo recibido una pedrada, irritados sus criados y
sin hacer caso de las órdenes de su amo embistieron á
los calvinistas, mataron sesenta é hirieron cerca de
doscientos. Esta matanza excitó los clamores de los sec
tarios de todo el reino contra el duque de Guisa, el
cual no cesó de disculparse de ella aun á la hora de la
muerte como de un acontecimiento fortuito en que no
habia tenido ninguna parte. Entró en Paris acompaña
do del condestable y del mariscal de S. Andrés en
medio de las mas afectuosas aclamaciones, y la reina
madre por conservar su pujanza resolvió echarse en
brazos de los calvinistas. Mas el de Guisa y el condes
table marcharon sin tardanza á Fontainebleau donde
estaba aquella princesa con su hijo, y manifestaron que
iban á buscar al rey para preservarle de la herejia, y
que ella, si no le acomodaban los servicios de ambos,
podia retirarse á donde mejor le pareciese. No tuvo otro
recurso que seguirlos. El principe de Condé habia junta
do tambien tropas para apoderarse de la persona del rey;
pero habiendo llegado muy tarde marchó á apoderarse
CAL 329
de la ciudad de Orleans, la ocupó, escribió á los cal
vinistas de todas partes excitandolos á tomar las armas,
y bien pronto se vió á la cabeza de un fuerte ejército.
Hubo levantamientos en casi lodos las provincias y so
bre todo en Normandia, cuyas ciudades principales se
declararon por los calvinistas. La reina madre recorrió
á las negociaciones para desarmar á los rebeldes: el
parlamento de Paris y algunos otros dieron providen
cias ordenando tomar las armas contra los sectarios y
matarlos donde quiera que fuesen hallados; y el rey
mismo publicó un decreto en que declaraba reos de
lesa majestad á todos los que habian tomado las armas
en Orleans, y los condenaba á pena de muerte, confis
cacion de todos sus bienes y privacion perpetua de todos
los empleos, honores y dignidades para ellos y sus hijos.
Mas los calvinistas arrogantes porque eran muchos,
estaban resueltos á emprender la guerra civil, y nada
pudo estorbarla.
No es cosa de exponer aqui todas las circunstancias
de aquella contienda, ni contar menudamente todas las
crueldades y horrores que se cometieron. El reino de
Francia sufrió la devastacion, el pillaje, el incendio y
la matanza: mujeres, ancianos y niños fueron degolla
dos sin conmiseracion y mutilados, pisoteados por los
caballos ó expuestos á atroces tormentos: un populacho
desenfrenado se arrojaba sobre los sacerdotes y magis
trados, y no contento con darles la muerte saciaba en
los cadáveres su rabiosa y refinada crueldad. Algunos
caudillos de los herejes sembraron el terror y la
muerte en las provincias del mediodia haciendo execra
ble su nombre por atrocidades inauditas. Citase entre
otros el famoso baron des Adrets que taló el Langüe-
doc, la Auvernia, el Leonés, el Delfinado y la Provenza:
entraba á saco, incendiaba y mataba con una ferocidad
que hacia estremecer á sus mismos oficiales. Un hecho
muy conocido pinta completamente el caracter de este
monstruo. Habiendo reducido la plaza de Montbrison
*«e divertia despues de comer en mandar que los oficia
330 CAL
les y soldados de la guarnicion católica saltasen ya des
de las rocas, ya desde las esplanadas de las torres al fo
so, donde, los recibian sus soldados en las picas. Blas de
Montluc y el duque de Montpensier Luis de Borbon
ejercieron tambien bastantes crueldades contra los cal
vinistas. Mas aunque los dos partidos cometiesen todos
los desórdenes inseparables de la guerra civil, es cons
tante por la historia que debe recaer la responsabilidad
sobre los sectarios que se habian rebelado y ponian al pa
recer su consto en provocarla indignacion general: de
gollaban á los sacerdotes y religiosos, violaban á las mon
jas, destruian las iglesias, derribaban los altares, profa
naban la Eucaristia, los vasos sagrados y lodos los objetos
del culto católico, hacian pedazos las imágenes y efigies
de los santos y quemaban las reliquias aventando las
cenizas. Este furor sacrilego obligó á tomar terribles
represalias: el parlamento mandó seguirles los alcances
y matarlos donde quiera que fuesen habidos como hom
bres rabiosos y enemigos declarados de Dios y de la
humanidad, y se hizo horrible carniceria de ellos en
Sens, Beauvais, Amiens y otros muchos pueblos.
Cuando la reina hubo apurado todas las negociacio
nes con los rebeldes, marchó el ejército real á Norman-
dia para poner el cerco de Buan. Alli murió el rey de
Navarra Antonio de Borbon; pero la ciudad fue toma
da por asalto el 26 de octubre de 1562 y entregada á
saco por tres dias. A los dos meses ganó el ejército real
la batalla de Dreux, donde cayó prisionero el principe
de Condé. Debióse esta victoria á la pericia del duque
de Guisa que inmediatamente fue á sitiar á Orleans;
mas el 18 de febrero de 1563 le asesinó á traicion Juan
Poltrot de Meré, furioso calvinista, disparandole un
pistoletazo con bala envenenada. Concibieronse vehemen
tes sospechas de que el almirante Collgny era cómplice
de este crimen. Puesto el asesino en el tormento varió
en sus declaraciones sobre diferentes personajes de la
secta; pero no cesó de culpar al almirante, y ademas
consta por memorias nada sospechosas que este supo asi
CAL 331
como los mas de los ministros el intento de Pollrot y no
le disuadió de él.
La muerte del de Guisa cambió completamente el
estado de las cosas. El condestable habia c >¡do prisione
ro en la batalla de Dreux; el mariscal de S. Andrés ha
bia perecido; y el partido realista quedaba sin caudillo.
No tardó la reina en ajustar un tratado de paz con el
principe de Condé bajo condiciones muy favornbles á
los calvinistas, porque el edicto de Amboisa publica
do con esta ocasion autorizaba las juntas religiosas de
aquellos en los estados de los señores que tenian mero
mixto imperio, y declaraba que en el territorio de cada
parlamento se les señalarian lugares donde pudieran
ejercer su culto. El almirante^no dejó de desaprobar
este tratado, y los católicos por su parte se quejaron
abiertamente; de suerte que Carlos IX declarado por
entonces mayor de edad publicó algunos decretos para
interpretar y limitar el edicto de Amboisa. Como varios
obispos se inclinaban a los nuevos errores é intentaban
introducirlos en sus iglesias 6 la sombra de dicho edic
to, se exceptuaron formalmente todas las posesiones
pertenecientes al clero del número de los lugares donde
podia ejercerse el calvinismo. Tambien se ordenó que
los frailes que hubieran quebrantado los votos para ca
sarse, ó volvieran al claustro, ó salieran del reino. En
tre los obispos que habian abrazado el calvinismo, se
hallaba el cardenal de Chatillon, obispo de Beauvais y
hermano de Coligny. El papa le citó para que* compare
ciera en Roma y luego le excomulgó y le depuso; mas
el obispo despreció esta sentencia y aun tuvo al año in
mediato la sacrilega osadia de casarse públicamente re
vestido de las insignias cardenalicias. Entonces se le obli
gó de orden del rey á renunciar el obispado, aunque
dejandole las rentas.
Comenzaba á arder en Flandes el fuego de la rebe
lion, siendo los autores de ella el principe de Orange y
los condes de Egmont y de Horn. El cardenal de Gran-
vela habia pasado á Borgoña de orden del rey Felipe TI
332 GAL
por causa de ciertos negocios propios con mucho con
tentamiento de los envidiosos, que no dejaban resorte
por mover para arrojarle de Flandes. Ademas rehusa
ban admitir los edictos severos publicados contra la he
rejia, los nuevos obispos y los decretos del concilio tri-
dentino, que eran los tres baluartes de la religion cató-
Jico, los cuales una vez destruidos quedaba esta expues
ta á una total ruina. Para solicitar la derogacion de
estas tres cosas vino en posta á España el conde de Eg-
mont, á quien el rey despues de haberle manifestado su
buena voluntad y amor á los flamencos respondió: Que
no les pedia otra cosa mas que la observancia de la re
ligion católica y el obsequio que á él se le debia. Esto
mismo les repitió en una carta concebida en términos
muy graves y sirvió de pretexto ú la conjuracion que
se siguió y de la que se originó un diluvio de calamida
des. Una vez conmovidas las cosas de Flandes no podia
restablecerse la tranquilidad sin embargo de haber sido
removido del gobierno y llamado á España el cardenal
de Granvela, pues aunque se quitó a los flamencos la
causa de sus quejas, permanecia en ellos el deseo de
trastornarlo todo. Crecia el mal mas y mas cada dia con
la andado de los pueblos y la connivencia de los gran
des, y hallandose doña Margarita consternada y sin
fuerzas para resistir á tan formidable tempestad pensa
ba retirarse de alli á lugar mas seguro, cuando uno de
los grandes de acreditada fidelidad al rey (se asegura
que fue el'conde de Barlemont) aconsejó á la goberna
dora desplegar firmeza y dijo que no habia nada que
temer de una turba de mendigos, usando la voz flamen
ca gueux. Los rebeldes tomandolo á buen agüero discur
rieron denominarse por ironia la confederacion de los
mendigos, y llevaban unas escudillas de madera en los
sombreros y una medalla ni cuello que tenia por anver
so el busto del rey D. Felipe y por reverso una alforja
con esta leyenda: Fieles al rey hasta la alforja. Los ca
tólicos por su parte pora oponerse á esta confederacion
adoptaron una medalla de la Vlrgea santisima , y el |>a-
CAL 333
pa bendijo muchas de ellas y concedió indulgencias á
los que las llevasen. Entre tanto los corifeos y caudillos
de los sectarios se derramaron por las provincias para
levantar los pueblos, y en breve estalló l¡> sedicion en
Amberes, Lila, Tournay, Valenciennes, Saint-Omer y
sobre todo en la provincia de Holanda. Los herejes pro
tegidos por los magistrados celebraron primero con
venticulos á pesar de las órdenes severas del gobierno,
y envalentonados luego por haberse reunido é infatua
dos con las arengas de sus ministros lomaron las armas,
se apoderaron de varias ciudades, saquearon las iglesias
y conventos, destruyeron las efigies de los santos, come
tieron las profanaciones mas horribles cuií la Eucaristia
y ejercieron todo género de crueldades y ultrajes con los
clérigos, frailes y monjas. Fueron tales sus desacatos y
atentados, que muchos señores espantados de aquel fre
nesi popular se separaron de la conjuracion. Felipe II
mandó con motivo de estas sediciones que los señores y
todos los empleados prestaran nuevo juramento de de
fender la religion católica contra los sectarios. Algunos
se resistieron á prestarle, entre ellos el conde de Nas
sau, principe de Orange, que se retiró á sus estados de
Alemania. Los sediciosos renovaron su confederacion,
levantaron cuerpos de tropas, se impusieron tributos y
se coligaron con los sectarios de Francia y Alemania;
mas debilitados por multiplicadas deserciones no pudie
ron hacer cara á las tropas reales. Muchas ciudades re
beldes fueron reducidas por la fuerza de las armas:
otras resolvieron someterse; y presos algunos caudillos
de la rebelion sufrieron la pena de muerte. Asi estoban
las cosas cuando el rey D. Felipe envió en 1567 al Pais
Bajo al famoso duque de Alba revestido de tan amplios
poderes, que la gobernadora viendose casi sin autoridad
pidió y obtuvo al fin permiso para retirarse á Italia. El
de Alba, uno de los capitanes mas grandes de su siglo,
pero quizá severo en demasia, instituyó un tribunal de
doce jueces, que fue llamado vulgarmente el tribunal de
la sangre. Este condenó innumerable muchedumbre de
334 CAL
personas á la pena capital, contandose entre ellas los
condes de Horn y de Egmont que habian acudido aun
coloquio con el duque. Las plazas públicas estaban llenas
de patibulos, y era tan grande el terror, que huyeron
mas de treinta mil personas de Flandes á Alemania. £1
principe de Orange y su hermano Luis de Nassau , fa
vorecidos por la reina de Inglaterra y otros principes
protestantes, volvieron á entrar en Flandes con dos
ejércitos: uno de estos fue completamente derrotado por
el duque de Alba; pero el otro consiguió algunos triun
fos, y á poco tiempo logró el de Orange ocupar la Ho
landa, donde no tardó en ser abolida la religion católica.
Es imposible formar una idea de todas las crueldades y
ferocidades inauditas que cometió el furor de los secta
rios. En muchos lugares degollaron á los católicos sin
distincion de edad ni de sexo, y se complacian en alar
gar los suplicios de las victimas con horribles tormentos
que estremecen: puede verse la relacion individuada de
esta bárbara ferocidad en el Theaírum crudelilalis hce-
reticorum que se publicó por entonces. Solamente cita
remos entre estas victimas de los sectarios al sabio Mu
sio y diez y nueve sacerdotes y religiosos llamados los
mártires de Gorco, á quienes quitó la vida con horri
bles suplicios el feroz Guillermo de la Mark en 1572
despues de haber tratado en vano de forzarlos en el tor
mento á negar el primado del papa y la presencia real
de Jesucristo en la Eucaristia. Clemente X los inscribió
en el número de los santos unos cien años despues de
haber sido martirizados. En 1573 hizo el duque de Alba
renuncia de su gobierno y le sucedió D. Luis de Re-
quesens, cuya moderacion y clemencia fueron inútiles
para conciliar los ánimos. La rebelion y la herejia ha
bian echado ya tan hondas raices, que no solo fue im
posible cortarlas, sino que en breve se propagaron á ca
si todas aquellas provincias.
Los sectarios de Francia habian contribuido con sus
intrigas á las turbulencias de los Paises Bajos y á poco
tiempo renovaron la guerra civil en el reino. Felipe II
CAL 335
y lo» otros principes católicos habian enviado de acuer
do una embajada solemne al monarca francés exhortan
dole á que publicara los decretos de Trente y repri
miera severamente á los herejes; mas á Carlos IX le
detuvo el temor de dar pretexto á nuevas rebeliones.
Sin embargo para interpretar ó restringir las concesio
nes hechas á los protestantes en el edicto de Amboisa
publicó por agosto de 1564 el de Rosellon declarando
que la libertad otorgada á los señores para el ejercicio
del calvinismo en sus estados no debia extenderse mas
que á sus criados y vasallos. Ademas se prohibia hacer
ninguna exaccion de dinero, y se reiteraba la orden pa
ra que los clérigos, frailes y monjas casados volviesen á
su antigua condicion ó abandonaran el reino. Los calvi
nistas disgustados importunaron á la corte con sus re
clamaciones y no cesaron de quejarse y de intrigar. El
rey indignado de las pretensiones de los sectarios que
siempre iban en aumento, les tapó la boca con esta res
puesta: No há mucho que os contentabais con ser tole
rados por los católicos: ahora pedis ser iguales; pronto
querreis ser los amos y echarnos del reino. En fin en
septiembre de 1567 bajo pretexto de que se atentaba á
la libertad del principe de Condé y demas caudillos de
la secta tomaron súbitamente las armas, ocuparon en
pocos dias muchas plazas é intentaron sorprender y lle
varse al rey, que estaba con la mas completa seguridad
en Monceaux, en la Bria. Retiróse precipitadamente á
Meaux , donde aguardó un cuerpo de seis mil suizos que
no se hallaban lejos, y con esta escolta logró llegar á
Paris. Los suizos formaron cuadro, dentro del cual colo
caron al rey, y mostraron durante el camino tanta fir
meza y presencia de ánimo, que en vano intentaron los
rebeldes romper las filas. No obstante tuvieron la auda
cia de ir á bloquear la capital; mas despues de algunas
negociaciones infructuosas los derrotó el condestable de
Montmorency en la batalla de S. Dionisio, donde desgra
ciadamente recibió una herida mortal. Los rebeldes se
retiraron hácia las fronteras de Alemania para esperar las
336 CAL
tropas auxiliares que lestraia el conde palatino, y con es
te refuerzo y los socorros llegados de diversas provincias
se acercaron otra vez á Paris. La reina Catalina de Mé
diéis que no sabia mas que intrigar sin objeto y sin
fruto, recurrió entonces á las negociaciones: abrie
ronse conferencias en Longjumeau y se ajustó la paz
en marzo de 1568 siendo todas las condiciones venta
josas á los sediciosos. Se renovó el edicto de 1562 que
concedia á los calvinistas el libre ejercicio de su culto,
y hasta 6e obligó la corte á pagar las tropas alemanas
que habian llamado aquellos en su auxilio. Mas esta
paz apenas duró seis meses. Los rebeldes retuvieron al
gunas plazas de que se habian apoderado, y publicaron
una porcion de quejas y escritos injuriosos contra el
gobierno. La reina por su lado tomó algunas disposicio
nes para someter al fin aquella faccion turbulenta: se
paró del consejo al canciller Hospital justamente sos
pechoso de adhesion al calvinismo; y como habia un
partido que propendia á la tolerancia y se llamó el
tercer partido ó la faccion de los politicos, mandó la
reina que en I» corte y en las provincias se firmase una
fórmula de juramento, por la cual se prometia no re
conocer otras órdenes que los del rey, desistir de toda
empresa que no tuviese su formal aprobacion, revelar
le las que se descubriesen, y unirse á los católicos en
defensa del estado. A poco tiempo se- revocó el edicto
de enero: se prohibieron pena de muerte ios conventi
culos de los calvinistas y el ejercicio de cualquier otra
religion que no fuese la católica: se intimó á cuantos
seguian la reforma, que renunciasen sus empleos; y el
parlamento añadió que nadie en adelante fuese admiti
do á la magistratura sin prestar juramento de vivir y
morir en la religion católica; cuya condicion se guardó
hasta la revolucion de 1789. La universidad solicitó y
obtuvo del rey una* provision que la facultaba para
proceder contra sus individuos ú oficiales de fé sospe
chosa ó que rehusasen conformarse con sus estatutos ó
asistir á las ceremonias públicas de la religion. En con-
CAL 337
secuencia obligó á todos los doctores y maestros á hacer
una profesion de fé católica con juramento y destituyó
á muchos conocidos por su adhesion á la herejia, entre
ellos el célebre Pedro Ramo, redor del colegio de
Preste.
En todas partes se levantaron los calvinistas y co
menzaron de nuevo la guerra con mas furia que antes.
El rey envió contra ellos un fuerte ejército mandado
por el mariscal de Tuvannes y el duque de Anjou, que
reinó luego con el nombre de Enrique III. Estas tro
pas persiguieron a los rebeldes en el Angumés y los
derrotaron en marzo de 1569 en la batalla de Jarnac,
donde hecho prisionero el principe de Condé fue muer
to en el acto de un pistoletazo; castigo merecido por
sus continuas rebeldias. La misma suerte sufrieron otros
varios caudillos de los hugonotes. Sin emburgo se les
dió tiempo de rehacerse, y la reina de Navarra les
llevó por general su hijo que luego fue Enrique IV
de Francia. Poco despues habiendo recibido un refuer
zo de ocho mil caballos que les traia el duque de Dos
Puentes, alcanzaron alguna ventaja en la encarnizada
refriega de la Roche Abeille donde no dieron cuartel. En
seguida pusieron el cerco de Poitiers que tuvieron que le
vantar, y eldia 3 de octubre fueron nuevamente derro
tados en la batalla de Montcoutour. Mas las intrigas de
la corte y la irresolucion y lentitud de la reina Cata
lina les dejaron tiempo otra vez de reparar las pérdida?.
El almirante Coligny que mandaba a las órdenes" del
principe de Navarra, se retiró con las reliquias de su
ejército al Langüedoc, donde juntandosele considerables
refuerzos lo llevó lodo á sangre y fuego. Luego se en
caminaron los rebeldes hácia el centro del reino hasta
cerca de Orleans, y en todas partes hicieron estragos y
cometieron profanaciones y crueldades espantosas. En
tonces se volvió á las tiegociaciones de paz y se ajustó
esta en el mes de agosto de 1570 con tan ventajosas
condiciones para los calvinistas, que debian sobrepujar
sus esperanzas. Se les concedia una amnistia general,
t. 74.. 22
338 CAL
el libre ejercicio de su religion, excepto en la corte, ía
restitucion de los bienes confiscados y cuatro ciudades
en rehen á su eleccion con facultad de poner guarnicion
en ellas. Los sectarios eligieron La Rochela, Montalban,
Cognac y la Caridad. A la sazon parte de los calvinis
tas se declararon contra la confesion de fé adoptada por
la secta y pidieron que se suprimiese la palabra sustan
cia en el articulo relativo á la cena. Con este objeto tu
vieron sus ministros al año siguiente un sinodo en La
Bochela, en que clamaron agriamente contra los di
sidentes. Mas habiendose quejado á nombre de los
suizos Bullinger, ministro de Zurich, se creyó que de
bia darseles una satisfaccion y en el sinodo celebrado
en Nimes el año 1572 se mitigó el decreto de La Ro
chela suprimiendo lo que indicaba una condenacion.
En el mes de agosto de este mismo año 1572 ocurrió
la matanza del dia de S. Bartolomé, que ha servido de
pretexto pará declamar tanto contra la religion. Los fi
lósofos del último siglo con especialidad no vieron en
ese aciago acontecimiento mas que un efecto de la in
tolerancia y del fanatismo, y para hacer odiosa la reli
gion la pintaron aguzando los puñales y exageraron el
número de las victimas. Mas sin tratar de disminuir el
horror que debe causar aquella matanza, conviene ad
vertir que fue una consecuencia del encono producido
por las guerras civiles y que la religion no tuvo abso
lutamente ninguna parte en ella. Hacia mas de doce
años que los calvinistas se habian empeñado en provo
car la indignacion pública: sus sediciones y revueltas
continuas habian expuesto la Francia á todos los des
órdenes y la tenian todavia en un estado de turbacion y
desasosiego: habian llamado tropas extranjeras y entre
gado á los ingleses la Havra y otras ciudades de Nor-
mandia: habian insultado y ultrajado de infinitas ma
neras la religion de la pluralidad de los franceses, sa
queado y talado las provincias y cometido espantosos
atentados llevandolo todo á sangre y fuego. Por un dis
curso del cardenal de Lorena en el concilio de Trento
CAL 339
se ve que en el espacio de tres ó cuatro meses habian
asesinado los sectarios cerca de tres mil religiosos; y el
historiador Thou, nada sospechoso, cuenta que en la
villa de Sully fueron degollados treinta y seis sacerdo
tes y otros muchos arrojados al Loira: los clérigos de
Nimes y gran número de católicos fueron ahogados en
el pozo del palacio episcopal. Por los registros públicos
de las ciudades se sabe que en Mompeller, Montalban
y en donde quiera que dominaron los protestantes, ha
bian empleado las multas, la confiscacion y el tormento
para compeler á los católicos á abrazar la reforma: mu
chas veces degollaban á cuantos se resistian á asistir á
sus prédicas; y nadie ignora las horribles violencias
ejercidas por la reina de Navarra, cuyo hijo era el ge
neralisimo de los rebeldes segun queda dicho. Por últi
mo esta faccion turbulenta tenia aun estrechado al rey
y no cesaba de importunarle con insolentes pretensio
nes: queria que fuesen separados los ministros y solici
taba que se ajustase alianza con los protestantes de In
glaterra y del Pais Bajo para hacer la guerra á Espa
ña pareciendo que ponia este precio á su obediencia.
Tales eran las causas que habian llevado al mas alto
grado la irritacion de la corte y del pueblo.
Son tantas las contradicciones y tal la falta de cri
tica de los historiadores que han hablado de esta ma
tanza, que es difícil conocer puntualmente las circuns
tancias de ella y saber si fue premeditada. Los mas han
repetido refiriendose unos á otros que el rey habia es
crito el dia antes del suceso á los gobernadores de las
ciudades y provincias que degollaran á los calvinistas; y
sin embargo cuentan que el 25 de agosto, á otro dia de
S. Bartolomé, escribió á todas partes achacando aque
lla bárbara matanza al furor del pueblo y declarando
que se habia ejecutado contra su voluntad. Añaden que
el conde de Tendes, gobernador de la Provenza, res
pondió al oficial portador de la orden de degüello que
no podia considerarla como emanada del rey, de quien
habia recibido mandatos enteramente contrarios; y que
340 CAL
Saint- Herem, gobernador de la Auvernia, contesté
igualmente que no obedeceria una orden tan cruel mien
tras no la recibiese del mismo rey. Es manifiesto que
tales respuestas asi como la carta del 25 de agosto no
pueden concillarse con la que se supone escrita dos dias
antes. Lo único que puede conjeturarse enmedio de es
tos relatos incoherentes, es que la corte se quiso desha
cer de las cabezas principales de la rebelion y que lo
demas lo hizo el pueblo.
Hallabanse reunidos en Paris buena parte de los se
ñores protestantes sea para asistir á las fiestas reales
celebradas con motivo de la boda del rey de Navarra y
Margarita hermana de Carlos IX, sea para hacer los
preparativos de una guerra contra España, cuando vol
viendo del palacio del Louvre el almirante Coligny el
dia 22 de agosto recibió un tiro de arcabuz, y las balas
le rompieron un dedo de la mano derecha y le atra
vesaron el brazo izquierdo. Se registró la casa de donde
habia salido el tiro; pero ya se habia fugado el asesino:
solo se supo que allí vivia un preceptor del duque de
Guisa; de donde dedujeron los calvinistas que este ha
bia querido vengar la muerte de su padre asesinado por
un agente del almirante. El rey pareció haber sentido
en extremo este suceso y hasta fue en compañia de la
reina y del duque de Anjou á visitar á Coligny, le dió
guardia y prometió castigar con todo rigor a los culpa
bles. Sin embargo mas de cuatrocientos calvinistas no
bles se dirigieron á palacio á pedir justicia y profirie
ron expresiones de amenaza. La reina madre se apro
vechó de este hecho para amedrentar al rey y hacerle
consentir en la matanza, cuya ejecucion se fijó para el
domingo 24 de agosto, dia de S. Bartolomé. En la no
che del 23 se pusieron los suizos sobre las armas, se
metieron tropas en el Louvre, se llamó al presiden
te de ayuntamiento, á quien declaró el rey que los
calvinistas habian tramado una conspiracion, y en su
consecuencia le mandó armar la milicia urbana; lo
cual se ejecutó en la misma noche. Tomadas todas
CAE 341
las medidas se tocó á rebato á las tres de la maña
na para hacer la señal, é inmediatamente el duque de
Guisa acompañado del de Angulema, hermano natural
del rey, se dirigió con tropas á la casa del almirante
que pereció con cuantas personas le rodeaban. El cada-
ver fue arrastrado y ultrajado de mil maneras por el
pueblo durante tres dias y colgado despues en las hor
cas de Moiilfaucon. Asustados los calvinistas con el lo
que de rebato y el estrépito que habia en la ciudad, se
levantaron precipitadamente para acudir a casa del al
mirante ó al Louvre y en todas partes fueron asesina
dos. Los que trataron de huir se vieron cercados por
la milicia urbana, que hizo en ellos horrible carniceria.
El pueblo se dirigió en seguida ó los casas particulares
donde su furor no perdonó á las mujeres ni á los ancia
nos: hasta dentro de palacio fueron degollados muchos
gentileshombres del rey de Navarra y del principe de
Condé; mas Carlos IX dejó la vida á Grammont, Du
ras, Gamaches y Bonchavanes, que prometieron serle
fieles y cumplieron su palabra. Entre las victimas prin
cipales se cuentan Teligny, yerno del almirante, el con
de de la Rochefoucauíd, Soubise, Lavardin, Crussol,
Levi, Caumont, Pardaillan, Piles, Chataigneraie, todos
los cuales habian tomado parte en las guerras civiles,
Laplace, primer presidente del tribunal de subsidios,
el librero Oudin-Petit y el famoso Pedro Ramo, cuyo
cadaver despedazaron y arrastraron por las calles los
estudiantes de la universidad. Cien señores calvinistas
que vivian en el arrabal de S. German, tuvieron tiem
po de escaparse, y el mismo duque de Guisa salvó casi
otros tantos en su casa. Muchos ciudadanos consiguie
ron ocultarse y otros salvaron la vida corriendo á abju
rar sus errores en las iglesias.
Tres dias duró la matanza que se extendió á las
provincias donde varias ciudades imitaron el ejemplo de
Paris; pero es de notar que fueron principalmente las
que habian sufrido los horrores y violencias de los cal,
vinistas, entre ellas Orleans, Meaux, Troyes, Ruan
342 CAL
Saumur, Angers, Bourges, Leon, Burdeos y Tolosa.
Algunos gobernadores se opusieron á esta medida, y en
otras partes el clero que tenia tanto por qué quejarse
de la crueldad de los sectarios, consiguió que fuesen
perdonados. Juan Hennuyer, obispo de Lisieux, de la
orden de santo Domingo, impidió la matanza en su dió
cesis y tuvo la satisfaccion de que á poco tiempo los he
rejes extraordinariamente admirados y movidos de esta
conducta hicieran casi todos abjuracion. Mas de tres
cientos calvinistas fueron acogidos en el palacio arzobis
pal de Leon; pero la turba los fue persiguiendo hasta
alli y los mató. Es imposible determinar el número de
personas que perecieron en aquellas jornadas sangrien
tas. Algunos escritores protestantes le hacen subir has
ta cien mil, otros á sesenta mil y otros solo á veinte
mil; pero indudablemente son exagerados estos núme
ros. El martirologio protestante publicado en 1582 no
cuenta mas que unas seis mil victimas tanto en Paris
como en las provincias , y nominadamente solo señala se
tecientas ochenta y seis. Es creible que duplicando este
último número nos acercariamos mucho á la realidad.
Calmado el primer furor de la matanza llamó Car
los IX á su presencia al rey de Navarra y al principe
de Condé y les manifestó que no les daba mas que tres
dias para abjurar: luego hizo que los instruyeran el
docto jesuita Maldonado y Durosier, famoso ministro
calvinista, que habia abjurado tambien y mas adelante
recayó en la herejia. A mediados de septiembre como
los principes fuesen dando largas, el rey enojado los
llamó otra vez, los trató de rebeldes y les dió á esco
ger en el acto entre la misa, la muerte ó un encierro
perpetuo. Entonces abjuraron y consiguieron del papa
la absolucion de las censura» por mediacion del cardenal
Borbon su tio; mas esta conversion forzada no fue muy
duradera. Despues de la jornada de S. Bartolomé de
cretó el rey solemnes procesiones en nacimiento de gra
cias, y el martes 26 de agosto fue al parlamento, de
claró que lodo se habia hecho con su consentimiento
CAL 343
para prevenir la conspiracion de los calvinistas y orde
nó que fueran procesados el almirante y sus cómplices.
De alli á poco tiempo dió el parlamento una sentencia
que hacia constar la conspiracion y condenaba con la
nota mus infamatoria la memoria del almirante. Brique-
niaut y Cavagne, señores calvinistas implicados en este
proceso, fueron ahorcados en la plaza de Greve. Este
juicio solemne se alegó á las potencias extranjeras para
justificar los horrores de la matanza, y el papa Grego
rio XIII á quien se manifestó que esta medida habia
salvado al rey y á la Francia, mandó celebrar fiestas
públicas en Boma; pero no pudo menos de derramar
lágrimas y exclamar suspirando: ¡Ay! ¡Cuántos inocen
tes habrán sido confundidos con los culpables 1
Los calvinistas creyendo amenazada su secta de una
completa ruina no pensaban mas que en buscar un asi
lo fuera del reino, cuando la corte los tranquilizó por
medio de un edicto dado en octubre que confirmaba el
tratado de pacificacion y les prometia toda seguridad
asi como la libertad de conciencia; pero con la res
triccion de que no pudieran reunirse para el ejerci
cio público de su culto. Sin embargo se resolvió qui
tarles La Bochela, una de las ciudades dadas en rehen,
que se habian resistido á restituir en el término conve
nido. Al cabo de algunos meses de sitio se decidió tra
tar con los rebeldes bajo condiciones vergonzosas, las
mismas poco mas ó menos que ellos quisieron exigir. Se
les otorgó el libre ejercicio de su religion no solo pa
ra ellos, sino para algunas otras ciudades, como Nimes
y Montalban, y para lodos los señores de horca y cu
chillo que no hubiesen abjurado: se amplió ia amnistia
y la restitucion de los bienes confiscados á cuantos ha
bian tomado las armas; y por último se prometió que
nadie seria molestado con motivo de la réligiop, ni aun
de las promesas de abjuracion. Habiendo tenido que
rendirse la ciudad de Sancerre que se habia rebelado y
aspirabá*al ejercicio público del calvinismo, perdió sus
fueros municipales y fue desmantelada. La faccion de
344 CAL
los politicos ó descontentos acaudillada por el duque de
Alencon, hermano del rey, y por los Montmorencys se
unió de alli á poco con los calvinistas y les dió ocasión
de volver á las turbulencias.
En esto murió Carlos IX á los veinticinco años de
su edad, dejando entregado el reino á la anarquia bajo
la regencia de la reina madre, cuyas intrigas y ambicion
habian contribuido tanto á las desgracias de su reina
do. Como no tenia sucesion directa, subió al trono su
hermano el duque de Anjou recien electo rey de Po
lonia, que tomó el nombre de Enrique III. Salió este
precipitadamente de aquel pais con pretexto de evitar
las turbaciones de su nuevo reino; pero empleó tres
meses en el camino y se entretuvo en diferentes ciuda
des de Alemania é Italia. Llegado á Francia se abando
nó á la indolencia de su caracter debil y frivolo, descui
dó el gobierno del estado, y no tardó en granjearse el
desprecio por su conducta extravagante y el desorden de
sus inclinaciones pueriles ó afeminadas. La corte ofrecia
entonces el espectáculo de una licencia sin limites y de
una devocion supersticiosa; cosa que guardaba corres
pondencia con la educacion y el ánimo apocado de Ca
talina de Médicis. Hombres y mujeres juntaban las
prácticas exteriores de la religion con las intrigas del
galanteo, la disolucion de costumbres, los escándalos y
desórdenes de todo género: empleaban el tósigo, el pu
ñal y los maleficios contra sus enemigos y rivales, y cor
rian en tropa á .casa de los astrólogos y adivinos que
habia atraido de Italia la necia credulidad de la reina
madre. El nuevo tnonarca llevó al último grado esta
mezcla de devocion exterior y de costumbres licencio
sas. Se rodeó de validos jó\enes cuya conduela era cor
rompida ó sospechosa, y no pocas veces se le veia con
esta turba de' hombres desenfrenados irá perturbar las
fiestas, los bodas, los mercados y otras concurrencias
públicas, bailar y triscar por las calles, andar disfraza
do en traje de mujer, insultar á los transeunte!, y mu-
chas veces sufrir él mismo los insultos del populacho.
CAL 345
Despues de estas bacanales daba ostentosamente las se
ñales mas aparentes de piedad: asistia á las procesiones
en hábito de penitente, hacia romerias y ejercicios es
pirituales, visitaba las iglesias é iba rezando por las ca
lles con un rosario gordo en la mano. De paso por Avi-
ñon se alistó en una cofradia de penitentes, y en Paris
fundó otra semejante en la que entraron los mas de los
cortesanos.
Entre tanto los calvinistas unidos al partido de los
descontentos y apoyados por el principe palatino conti
nuaban alterando el reino con sus revueltas, y a los po
cos meses de una guerra debilmente sostenida y á que
se siguió una tregua mal observada, hizo el rey la paz
con los rebeldes y les concedió por edicto de mayo
de 1576 unas condiciones mucho mas ventajosas que
cuantas habian obtenido hasta entonces. Se les permitia
levantar templos para el ejercicio público de su culto en
todo el reino, excepto en Paris y su rustro: se les con
cedian ocho ciudades en Tehen y el derecho de tener la
mitad de consejeros de su secta en cada parlamento:
eran restituidos al goce de sus bienes y dignidades; y se
restablecia la buena memoria del almirante Coligny y
demas caudillos de la secta. Se prohibia molestar á los
clérigos y frailes que se habian casado, y se declaraban
legitimos sus hijos. Por último el rey prometia reunir
próximamente los estados del reino en Blois. Como sus
locas prodigalidades habian dejado exhausto el tesoro,
obtuvo facultad del sumo pontifice Gregorio XIII para
enajenar parlé de los bienes eclesiásticos con pretexto
de defender la religion, y el producto se empleó en pa
gar á las tropas alemanas llamadas por los rebeldes.
Tantas concesiones hechas á los sectarios indignaron
á los católicos y dieron margen á la liga ó santa union
tan desacreditada por los historiadores cortesanos; pero
que en realidad era una consecuencia muy natural de
las circunstancias. Hacia mucho tiempo que los calvinis
tas formaban una faccion concertada, con sus caudillos,
sus tropas y sus ciudades en rehenes, que recaudaba
346 CAL
tribuios y contraia alianzas con los principes extranje
ros: á la cabeza del partido de los descontentos estaba
un hermano del rey, y estas dos facciones unidas por un
tratado acababan de dictar leyes á Enrique III, cuya
desidia é impericia presagiaban nuevas calamidades pa
ra la religion y el estado. Con el fin de defenderle á él
y defenderse á si mismos conocieron los católicos la ne
cesidad de coligarse, de oponer una confederacion á la
de los calvinistas y de buscar auxilio á ejemplo de estos
en alianzas extranjeras. El objeto de la liga, como se ve
por un instrumento firmado en Peronne el 15 de fe
brero de 1577, era mantener la religion católica, defen
der la autoridad real y las prerogativas de la corona
contra los atentados de los sectarios y hacer cumplir
como leyes inviolables las resoluciones que se tomasen
en la asamblea de los estados generales. A este efecto
prometian cou juramente los firmantes emplear sus
bienes y hasta exponer su vida, estar siempre prontos
a ejecutar las órdenes que les diese el rey ó sus lugar
tenientes para el sosten de la religion, socorrerse mu
tuamente, proteger y defender á los eclesiásticos con
tra toda via de hecho ó cualquier vejacion, y mirar como
desertores de la religion y traidores al rey y á la pa
tria lodos los católicos que no consintiesen en entrar en
esta liga y no tener ninguna relacion con ellos. Decla
rabase sin embargo que no se queria vejar de ningun
modo á los calvinistas, los cuales no serian molestados
en sus personas, ni en sus bienes y dignidades, con tal
.que se estuviesen quietos y se sometiesen á los acuer
dos y resoluciones de los estados generales. Asi la liga
no llevaba otro objeto que mantener la constitucion del
reino y el vigor de las leyes contra los facciosos. Dicese
que era cosa convenida entre los confederados que el
nombramiento de caudillo de la santa union quedase á
cargo del papa y que ellos ponian sus miras en el du
que de Guisa, sumamente querido de los católicos y cé
lebre ya por la defensa de Poitiers y una batalla ganada
á los alemanes cerca de Langres. Mas este plan se frustró.
CAL 347
En diciembre de 1576 se reunieron los estados ge
nerales en Blois. El rey hizo que le reconociesen por
jefe de la liga y mandó extender una fórmula que ha
bia de firmarse en todo el reino. Se revocó el último
edicto tan favorable á los calvinistas, se prohibió el
ejercicio público de su culto y se mandó á sus ministros
salir de Francia. Estos decretos sirvieron de pretexto
á los facciosos para una nueva guerra, que terminó 'por
un edicto de pacificacion dado en Poitiers en septiem
bre de 1577: contenia poco mas ó menos las mismas
condiciones que el de mayo del año anterior. No obs
tante se suprimian algunas salas de los parlamentos
compuestas por mitad de católicos y protestantes se li
mitaba el ejercicio del calvinismo á ciertos lugares so
lamente en cada bailia; y se decretaba el restableci
miento de la religion católica donde quiera que estu
viese abolida. Ademas el rey prohibia y anulaba toda
liga hecha ó que en adelante se hiciese en perjuicio de
este edicto. Mas continuaron los disturbios en la Guie-
na, el Langüedoc y el Delfinado, y el rey para termi
narlos ajustó en 1579 el tratado de Nerac, por el que
dió á los calvinistas mas amplia libertad para el ejerci
cio de su culto y les concedió catorce ciudades en rehe
nes en vez de nueve. Con todo eso el rey de Navarra,
el principe de Condé y el duque de Alencon volvieron
á tomar las armas y sacaron á la fuerza nuevas conce
siones. Tal fue el efecto de las contemplaciones tenidas
con los rebeldes.
Esla debilidad del rey junto con la alianza que por
entonces se ajustó con los reformados de Suiza y Gine
bra, los auxilios que dió á los herejes rebelados del
Pais Bajo, el continuo aumento de tributos, los extre
mados dispendio! de la corte, las prodigalidades escan
dalosas con los validos, la dilapidacion de los bienes ecle
siásticos y otra multitud de desórdenes produjeron un
descontento general entre los católicos y prepararon
poco á poco los ánimos al desprecio de la autoridad
real. Pura precaver el efecto de estas disposiciones y
348 CAL
atraer los graneles del reino al partido de la corte ins
tituyó Enrique III en 1579 la orden de los caballeros
de Sancti Spiritus fijando su número en ciento, de los
cuales habian de ser cuatro cardenales, cuatro prelados
y otras tantas dignidades. Su ánimo era señalar enco
miendas á cada caballero; pero se.opuso el papa á soli
citud del clero de Francia; con todo los caballeros con
servaron el nombre de comendadores. Todos debian
prestar juramento de exponer sus vidas y haciendas por
la defensa de la religion. El clero de Francia congrega
do en Melun por septiembre de este mismo año se que
jó al rey de los enormes tributos que no cesaba de exi
girle, y del estado deplorable á que habia reducido su
gobierno á la iglesia galicana. Representó que habia va
cantes veintiocho obispados y muchas abadias y benefi
cios: que se daban en encomienda varias abadias á se
glares y aun á mujeres; y que los frutos de los benefi
cios vacantes eran devorados por cortesanos dados á los
deleites. En consecuencia pidió como remedio de estos
abusos la publicacion del concilio tridentino y el resta
blecimiento de las elecciones. El rey lo denegó; mas
para satisfacer en parle á las quejas y deseos del clero
publicó la famosa ordenanza de Blois, que contiene se
senta y cuatro articulos de disciplina, conformes los roas
con los decretos de aquel concilio. El clero reiteró sus
peticiones en las congregaciones de 1582 y 1585, pero
con tan poco fruto como antes, y aun Enrique respon
dió á los prelados con desabrimiento que si hubieran es
tado en vigor las elecciones, no gozarian aquella dig
nidad muchos de los que las pedian con tantas ins
tancias.
Crecian los disturbios en el Pais-Bajo. Habiendo
muerto en 1576 el gobernador D. Luis de Requesens le
Bucedió el célebre I). Juan de Austria; mas antes que
este llegase, se apoderaron del gobierno los estados ge
nerales de Flandes, Brabante y provincias comarcanas,
y ajustaron alianza con los de Holanda contra las tro
pas españolas. Este tratado llamado confederacion de
CAL 349
Gante otorgaba la libertad de conciencia á los reforma
dos, quienes por su lado prometian no atentar contra la
religion católica. Aprobaronle una parte del clero y aun
algunos obispos; pero muchas ciudades sobre todo en el
Hainaut y el Artois, no quisieron consentir la intro
duccion del calvinismo.
El principe de Orange tenia el mando de la Holan
da y de las otras provincias donde se habia abolido la
religion católica: los confederados de Brabante llamaron
al archiduque Matias pura que los acaudillase, y las
dos facciones publicaron en una junta de los estados
generales un edicto declarando traidores á la patria los
que abrazasen el partido de los españoles. En 1578
ganó U. Juan de Austria una famosa batalla á los re
beldes; pero murió «1 poco tiempo dejando el gobierno
al duque de Parma, hijo de la antigua gobernadora.
Entretanto los sectarios quebrantaban sin cesar el tra
tado de Gante. La ciudad de Amsterdam que habia
abrazado el partido del principe de Orange con la ex
presa condicion de que serian nada mas que tolerados
los protestantes, vió ocupadas sus iglesias, expulsos los
sacerdotes y abolida la religion católica apenas entra- •
ron los sectarios. Los de Amberes cayeron á mano ar
mada sobre una procesion á que asistia el archiduque
Matias, apresaron doscientos entre clérigos y frailes y
los obligaron á salir de la ciudad. Estas tropelias de
terminaron sucesivamente á varias provincias a sepa
rarse de la confederacion. Los estados generales habian
ofrecido la soberania de los Paises Bajos al duque de
Alencon, ya duque de Anjou, quien les llevó un re
fuerzo de tropas casi todas calvinistas; y por un edicto
de julio de 1581 declararon al rey Felipe 11 destituido
de sus derechos sobre los Paises Bajos y á los pueblos
absueltos del jurameulo de Adeudad. Desde entonces
no tuvo ya limites la turbulenta audacia de los secta
rios: saquearon las iglesias y los conventos, destruyeron
las santas imágenes y prohibieron el ejercicio del cul
to católico donde quiera que llegaron á dominar. In
350 CAL
dignadas de tantas y tan sacrilegas profanaciones las
provincias de Henaut, Artois y algunas otras no tar
daron en hacer las paces con España; pero Holanda y
las demas maritimas lograron mantenerse indepen
dientes.
El papa Sixto V dictó desde el principio de su
pontificado algunas medidas para conjurar los peligros
que corria en Francia la religion católica. En junio
de 1584 murió el duque de Anjou, hermano único
del rey Enrique III; y como este no habia tenido suce
sion en diez años de matrimonio, el de Navarra era por
el orden regular heredero presuntivo de la corona. Los
católicos que componian la nacion entera menos una
parte mfnima, manifestaron en todas partes vivos re
celos y resolvieron no reconocer por rey a un enemigo
de su religion, resolviendose muchos á renovar la liga ó
santa union para excluir del trono á aquel principe
hereje y asegurar al cardenal deBorbon, lio de este, la
sucesion eventual del trono. Con este objeto ajustó el
duque de Guisa en nombre de la liga un tratado de
alianza con el rey de España, y por marzo de 1585 pu
blicó el cardenal un manifiesto, en que exponia que el
primer juramento prestado por los reyes de Francia a\
tiempo de su coronacion era mantener y defender la re
ligion católica , con cuya condicion y no de otra manera
recibian el juramento de fidelidad de sus vasallos: que
por consecuencia estos no estaban obligados á reconocer
ni consentir la dominacion de un principe hereje: que
sin embargo los que se persuadian ser herederos de la
corona y se habian mostrado constantemente persegui
dores de la fé , levantaban tropas, contraian alianzas con
los protestantes de Alemania y todo lo ponian por obra
para poder ocupar el trono y destruir la religion cató
lica: que por estos motivos él como primer principe de
la familia real y de concierto con los señores, obispos
y ciudades del reino habia juzgado necesario tomar
las armas para contrarestar los proyectos de los enemi
gos de la religion y del estado; pero que siempre fiel
CAL 351
al rey se hallaba pronto á soltarlas en cuanto este se
sirviese lomar como debia los medios de conjurar el
peligro que amenazaba al reino. Al manifiesto se si
guió una representacion al rey pidiendo que revocara
los edictos publicados en favor de los herejes y negara
su proteccion á los sectarios extranjeros y especialmen
te á la ciudad de Ginebra. La liga prosperó en poco
tiempo de un modo asombroso: la nobleza de Picardia,
Champaña y Borgoña acudió en tropa á reunirse con
el duque de Guisa; y muchas ciudades importantes se
levantaron en favor de la union. Pero donde produjo
un entusiasmo increible fue en Paris: alli los mas fogo
sos coligados se pusieron al frente del gobierno en los
diez y seis cuarteles de la ciudad y formaron una espe
cie de junta directiva, que fue famosa bajo el nombre
de consejo de los diez y seis. Estos rápidos progresos
asustaron á la corte, y el rey despues de dictar algunas
medidas para la reforma de los abusos resolvió negociar
con los caudillos de la liga y concluir un tratado en ju
lio de J585, á que se siguió un edicto en que se revo
caban todas las concesiones hechas á los calvinistas y se
prohibia pena de muerte el ejercicio de otra religion
que la católica. A los que no quisieran someterse solo
se les daba un plazo de seis meses para salir del reino.
Este tratado puso al rey de Navarra en una perplejidad
cruel; pero mejor quiso arriesgar la corona de Francia
y sumergir al reino en las calamidades de la guerra
civil que desistir de sus preocupaciones. Habiendo atrai
do á su partido al duque de Montmorency, gobernador
del Langüedoc, tomó las armas y ocupó el Delfinado,
la Guiena y el Poitou. Enrique III dictó algunas dispo
siciones para sostener la guerra; pero lo hizo con tanta
flojedad, lentitud y repugnancia, que los coligados le
acusaron de que estaba en connivencia con los re
beldes.
Entretanto Sixto V publicó en septiembre de 1585
una bula contra el rey de Navarra y el principe de Con
dé declarandolos herejes relapsos y como tales exco
352 CAL
mulgados, privados de todos sus estados é incapaces asi
como sus descendientes de suceder á ningun soberano en
el trono y determinadamente á la corona de Francia,
y mandando que nadie los reconociese por soberanos, ni
los obedeciese. El parlamento de Paris se resistió á ia
publicacion de esta bula, y el rey de Navarra respondió
á ella por una protesta en que no omitia ninguna de las
injurias tan comunes en boca de los sectarios cuando
hablan del papa, tratandole de hereje y Antecristo. En
vano intentó Enrique 111 diversas veces persuadir á
aquel principe que volviera al gremio de la iglesia: lo
único que adelantó con estas diligencias fue hacerse mas
sospechoso á los coligados, los cuales en breve no guar
daron ninguna consideracion. El monarca creyó quitar
todo pretexto á las .quejas de estos dando mas activo
impulso ¡i la guerra contra los herejes; pero en vez de
poner al duque de Guisa á la cabeza de un fuefle ejér
cito enviado contra el de Navarra dió el mando á su va
lido el duque de Joyeuse, el cual perdió la batalla de
Coutras en octubre de 1587. Desde entonces resolvió la
liga no contar mas que con sus propias fuerzas. El du
que de Guisa que acababa de rechazar á las tropas ale
manas llamadas por los herejes, llegó á Paris en mayo
de 1588 y fue recibido por el pueblo con extraordina
rias aclamaciones. Pidió al rey una declaracion formal
á favor de la liga, la separacion de los validos, la desti
tucion de todos los gobernadores sospechosos, la publi
cacion del concilio tridentino y la guerra á muerte con
tra los herejes hasta reducirlos enteramente. El rey po
co dispuesto á otorgar estas peticiones llamó á Paria
cuatro mil suizos que estaban acuartelados en las inme
diaciones; mas el pueblo tomó las armas, construyó
trincheras y acometió á los suizos, de los cuales perecie
ron ó salieron heridos muchos. Fue menester recurrir
al duque de Guisa para apaciguar la sedicion. Inmedia
tamente huyó el rey y se marchó á Chartres, á donde
le enviaron los parisienses varias diputaciones para que
volviera. A la cabeza de la primera iba fray Ángel de
CAL 353
Joyeuse, que habia abandonado la corte para tomar el
hábito de capuchino: era hermano del duque del mis
mo titulo que pereció en Contras. El religioso discurrió
presentarse bajo la figura del Salvador al tiempo de sa
lir para el Calvario, y asi cargó con una cruz á cuestas,
se puso uoa corona de espinas en la cabeza, hizo qué
le maniataran é iba rodeado de varios satélites que le
daban fuertes azotes en las espaldas. Todos los demas
diputados llevaban el hábito de penitentes. Al fin des
pues de muchas negociaciones entre la reina y el duque
de Guisa se ajustó una transacción en julio mediante el
famoso edicto de union, por el cual prometia con jura
mento Enrique III hacer la guerra á los herejes del
reino hasta destruirlos del todo, se declaraba jefe de
una nueva liga y ordenaba á todos sus vasallos que se
unieran á él y juraran por escrito no reconocer jamas
por rey á un principe hereje ó fautor de la herejia Por
entonces expidió Sixto V un breve dirigido al duque de
Guisa y al cardenal de Borbon alabando el zelo de es
tos señores por la religion y comparandolos á los Ma
ca beos.
Los estados generales fueron convocados en Blois
en octubre de 1588, y en ellos se confirmó y declaró
ley fundamental del reino el edicto de union. El rey y
todos los diputados juraron observarle; de suerte que
este edicto vino á ser una carta ó fuero sancionado por
el concurso de la autoridad real y de la voluntad de la
nacion. Mas antes dexonciuirse los estados fue asesina
do el duque de Guisa el dia 23 de diciembre por orden
del rey cuando iba á entrar al consejo, y su hermano
el cardenal del mismo nombre, preso en aquel instante
fue muerto al dia siguiente. Estos dos asesinatos junto
con la prision del cardenal de Borbon y del arzobispo
de Leon levantaron casi todo el reino contra Enrique III
Paris y las demas ciudades se rebelaron: el consejo de"
los diez y seis mandó encerrar en la Bastilla al primer
presidente del parlamento Aquiles de Harlay y a algu
nos otros magistrados de quienes desconfiaba: fue de-
t. 74. , 23
354 CAL
clarado lugarteniente genera) del reino el duque de Ma-
yenna, hermano del de Guisa; y la facultad de teologia
de Paria respondiendo á una consulta de los jefes de la
liga decidió el 7 de enero de 1589 en junta de setenta
doctores que los franceses estaban absucltos del jura
mento de fidelidad á Enrique III y que podian con se
guridad de conciencia coligarse y tomar las armas para
defender la religion contra los dañados intentos de aquel
rey perjuro; y añadió que esta decision se enviaria al
papa suplicandole que la confirmase y acudiese en au
xilio de la iglesia de Francia. Por último muchos pre
dicadores censuraron violentamente en sus sermones la
conducta de Enrique III. Este publicó algunas apologias,
trasladó el parlamento á Tours, y á poco tiempo se vió
reducido á ajustar alianza con el rey de Navarra. Ade
mas envió sin demora una embajada á Roma para jus
tificarse y pedir la absolucion de las censuras. Sixto V
nombró una comision que examinara este asunto y des
pues publicó un monitorio ordenando á Enrique III pe
na de excomunion que pusiera en libertad al cardenal
de Borbon y al arzobispo de Leon y que compareciese
en Roma personalmente ó por medio de procurador en
el término de dos meses. Mas el rey no hizo caso de
este monitorio, y algunos prelados cortesanos le dijeron
que la independencia de su corona le libraba de la ex
comunion.
Reunidas sus tropas fueron los reyes de Francia y
de Navarra á poner cerco á la ciudad de Paris, donde
los coligados no tenian mas .que un puñado de gente.
Entonces Santiago Clement, fraile dominico, concibió
el execrable proyecto de asesinar á Enrique III. Ha
biendo sacado cartas de recomendacion de algunos rea
listas logró llegar hasta la presencia del rey socolor de
hablarle de negocios importantes, y le clavó un puñal en
el vientre. El rey murió al otro dia 2 de agosto de 1589.
Al instante tomó el de Navarra el titulo de rey de
Francia con el nombre de Enrique IV. Algunos seño
res católicos de la corte y del ejército rea! se apresura
CAL 355
ron ¡i reconocerle: los mas no se determinaron á ello
sino imponiendole la condicion de instruirse en la re
ligion y volver al gremio de la iglesia; y por Qn otros
se retiraron con parte de las tropas gritando: Antes
morir que tener un rey hugonote. Esta desercion obli
gó al de Navarra á levantar el cerco. Los coligados
por su lado proclamaron rey al anciano cardenal de
Borbon con el nombre de Carlos X; pero apenas so
brevivió diez meses. Entretanto Enrique IV obtuvo al
gunos triunfos de las tropas de la liga, tomó muchas
ciudades, ganó la batalla de Ivri en marzo de 1590 y
fue á sitiar á Paris, donde el hambre hizo en breve
horribles estragos. Solianse encontrar en las calles hasta
doscientas personas muertas en un solo dia. El pueblo
sufrió esta calamidad casi sin quejarse, y para mante
ner vivo su entusiasmo se discurrió hacer una procesion
general á que concurrieron multitud de clérigos y frai
les con un crucifijo en una mano y una alabarda en la
otra. Tambien asistió á esta procesion el cardenal Ca
yetano, que Sixto V acababa de enviar á Francia en ca
lidad de legado. La facultad de teologia habia dado una
decision con fecha 7 de mayo declarando que no se po
dia en conciencia reconocer por rey á Enrique de Na
varra aun cuando abjurase, porque habia un peligro
evidente de disimulo y perfidia por parte de un hereje
relapso; y este era el asunto ordinario de los sermones
predicados al pueblo por los partidarios mas ardientes
de la liga, entre quienes descollaban Guillermo Rosa,
obispo de Senlis, y el sabio Geuebrardo, arzobispo de
Aix. Por fin llego un socorro de tropas españolas al
mando del duque de Parma y tuvo Enrique que levan
tar el sitio.
Sixto V queria al parecer esperar el efecto de la
condicion impuesta al rey de Navarra por los señores
católicos; pero murió el 27 de agosto de 1590, suce-
diendole el cardenal Castagna con el nombre de Urba
no VII, que falleció tambien á los trece dias. Entonces
fue elegido el cardenal Sfrondato, que en el solio ponti
356 CAL
licio se llamó Gregorio XIV. Informado el nuevo papa
de que una parte de los realistas empezaban á quejarse
de la lentitud del rey en cumplir su promesa se decla
ró abiertamente á favor de la liga. Primero dirigió al
nuncio apostólico en Francia un breve por el cual re
comendaba la eleccion de un rey católico, y luego envió
auxilios de gente y dinero á los coligados y mandó pu
blicar en dicho reino un monitorio, en que declaraba á
Enrique de Borbon escomulgado y relapso y como tal
destituido de sus derechos á la corona, y ordenaba á
todos los eclesiásticos que abandonasen el partido de
aquel principe pena de excomunion y privacion de be
neficio. El parlamento de Tours y la sala de Chalóos
que hacia parte de él, ordenaron que dicho monitorio
fuese quemado públicamente, prohibieron bajo riguro
sas penas publicarle y dieron auto de prision contra el
nuncio portador de él. Tambien se reunieron en íí an
tes algunos prelados para protestar contra las letras
pontificias declarandolas subrepticias y nulas en el fon
do y en la forma. Mas fueron publicadas de orden del
parlamento de Paris, que casó y mandó rasgar las provi
dencias del de Tours y Chaloos. Con esta ocasion reno
vó Enrique IV por una declaracion pública la promesa
de instruirse en la religion católica y protegerla. Sin
embargo revocó el edicto de union confirmado por los
estados generales del reino y restableció en su vigor los
edictos de Poitiers y Nerac en favor de los calvinistas.
Muerto Gregorio XIV su sucesor Clemente VIII
expidió una bula al cardenal de Placencia, su legado
en Francia, recomendandole que se procediera a la
eleccion de un rey sinceramente adicto á la religion
católica. Esta bula se registró en el parlamento de Pa
ris; pero la sala de Chalons la condenó por una provi
dencia semejante á la que habia dado respecto del mo
nitorio. Como había muchos obispados vacantes y no po
dia esperarse que el papa diese la institucion canónica
á los sugelos nombrados por un principe hereje; decre
tó Enrique que la confiriera el metropolitano; pero es
CAL 357
te decreto no se cumplió. A pesar de estas medidas no
dejaba el monarca navarro de manifestar deseos de re
conciliacion con la santa sede, á cuyo efecto recurrió á
la mediacion de la república de Venecia y del duque de
Toscana y envió á Roma en nombre de los realistas ca
tólicos al cardenal de Gondi, obispo de Paris, que con
dificultad consiguió audiencia del papa. Al mismo tiem
po continuando la guerra con diligencia puso el cerco
de Ruan despues de varias conquistas; mas tuvo que
levantarle, y el parlamento de esta ciudad dió una pro
videncia prohibiendo reconocer á Enrique y mandando
observar el edicto de union. La ciudad y el parlamento
de Tolos!i no menos adictos á la liga pidieron para que
mandara la provincia á Fr. Angel de Joyeuse, religioso
capuchino y hermano del arzobispo. Pusose Fr. Angel
á la cabeza de las tropas por consejo de los principales
coligados despues de haber obtenido del papa .dispensa
de los votos, y años adelante se volvió á su convento.
El duque de Maycnna habia convocado los estados
generales, que se reunieron en fin de enero de 1593 y
duraron muchos meses. Los embajadores españoles pro
pusieron en ellos que se diera la corona á la infanta hija
de Felipe II y de Isabel hermana de Enrique III; mas
los coligados rechazaron esta proposicion como contra
ria á la ley sálica, y despues de muchas intrigas y dis
cusiones determinaron los estados suspender la eleccion
de rey. Entonces fue cuando se publicó la sátira me-
nipea, que ridiculizando la liga contribuyó no poco á
desacreditarla. La conversion de Enrique IV cambió
tambien la disposicion de los ánimos. Los católicos de
su partido instados por los manifiestos del duque de
Mayenna y del legado para concurrir á los estados ge
nerales á fin de deliberar en comun sobre las necesida
des de la religion solicitaron conferenciar para este ob
jeto con los diputados de la liga. Comenzaron estas con
ferencias en abril y se tuvieron sucesivamente en Su-
resne y la Yillette. El arzobispo de Rourges á nombre
de los realistas publicó un largo discurso para persuadir
358 CAL
á los coligados á que reconocieran á Enrique IV, y no
dejó de insistir sobre las esperanzas que daba el rey de
convertirse. Mas el arzobispo de Leon respondió que
habiendo prometido este principe solamente instruirse
en la religion y dando largas sin cesar no podia fundar
se ninguna esperanza en esta promesa vaga é ilusoria,
hecha únicamente para entretener á los pueblos: que
ademas despues de tantas dilaciones, sobre todo por
parte de un hereje relapso que estaba todavia rodeado
de ministros protestantes, siempre habria un justo mo
tivo de poner en duda la sinceridad de su conversion y
mirarla como un efecto de la politica: por último que
le habia excomulgado la santa sede, y solo al papa cor
respondia absolverle y decidir sobre un asunto tan im
portante para la religion. Durante estas negociaciones
los realistas dieron á entender á Enrique IV que no
podia sin exponer la corona dilatar por mas tiempo el
cumplimiento de su promesa. Empezó pues á recibir
instrucciones del célebre Duperron que luego fue car
denal, y á poco tiempo convocó una conferencia en san
Dionisio, á la que convocó muchos doctores de Paris á
mas de los obispos de su parcialidad. Enrique hizo ob
jeciones con su franqueza acostumbrada; mas conoció
y confesó la solidez de las respuestas; y como Duper
ron obligase á los ministros protestantes á convenir en
que podia uno salvarse en la iglesia romana, les dijo el
rey que siendo asi dictaba la prudencia no vacilar un
punto en tomar el partido mas seguro.
Abjuró pues el calvinismo el 25 de julio de 1593,
hizo juramento de vivir y morir en el gremio de la igle
sia católica y fue absuelto de las censuras por el arzo
bispo de Bourges con la cláusula de salvo la autoridad
de la santa sede y la obligacion de enviar una embajada
al papa para pedirle nueva absolucion; lo cual era re
conocer implicitamente la insuficiencia de la que aca
baba de darsele. El rey oyó misa con mucha devocion,
asistió á visperas y luego pasó á la capilla de Montmar-
tre á dar gracias á Dios por su conversion. Segun ha
CAL 359
bia prometido envió sin tardanza una embajada solemne
al papa con una carta de su parte y otra de los obis
pos; mas el pontifice que queria antes de absolverle
cerciorarse completamente de la sinceridad de la con
version, rehusó dar audiencia pública á los embajado
res, y la cosa se trató en secreto por conducto del car
denal de Toledo. Al fin despues de dos años y de reite
radas instancias de Enrique le absolvió el papa en la
iglesia de S. Pedro de Roma, donde hicieron abjuracion
en nombre del rey Duperron y Ossat. Inmediatamente
se sometieron el duque de Mayenna y demas caudillos
de la liga, que se habian mantenido inflexibles hasta que
resolviese el papa.
Como las disposiciones de los calvinistas hiciesen te
mer la reiteracion de los disturbios, el rey Enrique pu
blicó en abril de 1598 el famoso edicto de Nantes, que
les otorgaba el libre ejercicio de su secta en los lugares
especificados y el derecho de tener ministros asalaria
dos y celebrar sinodos; pero con la condicion de con
formarse en cuanto á la policia exterior con las leyes
de la iglesia, no trabajar los dias festivos, pagar los
diezmos y observar los impedimentos del matrimonio,
prohibiendoles rigurosamente turbar de ningun modo
las ceremonias católicas. Ademas se los declaraba capa
ces de obtener lodos los empleos y se les concedia en
cada parlamento una sala compuesta por mitad de ca
tólicos y protestantes para juzgar sus pleitos. Fue me
nester una orden absoluta reiterada muchas veces para
que el parlamento registrara este edicto. En vano se
esforzó el clero á impedirlo con su oposicion.
Cuando el rey se disponia á salir á campaña des
pues de haber hecho grandes preparativos para una
guerra cuyo objeto se presume probablemente era sos
tener á la liga protestante contra la casa de Austria,
fue asesinado por Ravaillac. Al saber el papa la muer
te del rey vertió algunas lágrimas y dijo al cardenal
de Ossat: Habeis perdido un buen soberano y yo he
perdido mi brazo derecho. Los pérfidos y enconados
360 CAL
enemigos de los jesuitas aprovecharon esta ocasion pa
ra acusarlos de complicidad en el asesinato de Enri
que IV; pero consta de cierto por pruebas auténticas y
testimonios irrecusables que el asesino en todas sus de
claraciones y en el tormento afirmó constantemente no
tener ningun cómplice, ni haber hablado jamas á nadie
de su proyecto y que se habia determinado él solo por
la persuasion de que el rey era siempre hereje y fautor
de la herejia y que quitandole la vida haria un servi
cio á la Francia igualmente que á la religion.
Despues de muerto Enrique IV la reina pensó en
establecer su autoridad y los primeros ministros del es
tado en mantener la suya apoyando á la reina; los gran
des se esforzaron á salir del abatimiento en que yacian
en el reinado anterior; y los mas diestros ponian en
juego las pasiones de los otros para arruinar á sus ene.
rnigos ó sentar su dominacion.
El mariscal de Bouillon animado de estas miras
proponia á los protestantes que se reuniesen y pidiesen
el cumplimiento integro del edicto de Nantes segun se
habia concertado con ellos; y enviaron una diputacion
al rey suplicandole les diese alguna satisfaccion acerca
de veinticinco articulos.
La corte despreció á estos diputados, y el principe
de Condé aprovechandose del descontento de los secta
rios los persuadió á que se declararan por él; en fin se
determinaron á tomar las armas.
Volvieron á hacerse las paces y se confirmó el edic
to de Nantes registrandose el de pacificacion en 22 de
noviembre de 1622. Por este tratado debia arrasarse el
fuerte Luis que estaba á mil pasos de La Rochela; pero
dos años despues aun no se habia cumplido esta cláusu
la. Comenzaron pues nuevamente las hostilidades, y no
concluyó la guerra hasta 1629 por el tratado que res
tablecia el edicto de Nantes y otros en virtud de los cua
les se restituian los templos á los calvinistas. Mas fueron
demolidas todas las fortalezas que ocupaban, y se vie
ron privados de todas las ciudades que tenian en rehen,
CAL 361
quedando enteramente sujetos á la voluntad del rey.
Desde entonces la secta se disminuyó notablemente
y Luis XIV revocó el edicto de Nantes y empleó la se
veridad y la blandura para reunir los calvinistas á la
iglesia romana: muchos se convirtieron; pero buen nú
mero de ellos con seiscientos de sus ministros emigra
ron á pais extraño. No solo los sectarios, sino los impios
y los filósofos se han desatado en violentas diatribas
contra el gran monarca que decretó la revocacion del
edicto de Nantes. Aunque esas declamaciones y dicterios
sabemos bien de qué espiritu nacen, debemos decir pa
ra quitar todo pretexto ó sombra de justicia que las
guerras civiles promovidas por los calvinistas, sus exa
geradas pretensiones, su espiritu turbulento y sus dis
putas diarias con los católicos eran suficiente causa pa
ra que se considerase necesaria aquella resolucion; y
que no tenian razon de quejarse de que se prohibiese
en Francia el ejercicio público de su culto, cuando ellos
llevaban mucho mas allá la intolerancia é imponian se
veras penas á los católicos y disidentes de todas clases
donde quiera que dominaban. En cuanto á las resultas
de esta medida y al perjuicio que se dice causó al co
mercio y á la industria con la emigracion delos artesa
nos y comerciantes franceses, diremos, aunque es una
cuestion muy ajena de nuestro objeto, que se ha exa
gerado de una manera asombrosa el número de los
protestantes que salieron de Francia: que el duque de
Borgoña, discipulo de Fenelon, los reduce á menos de
ochenta mil en una memoria relativa á la revocacion
del edicto de Nantes : que los calvinistas contemporaneos,
tales como Benoit en la Historia de dicha revocacion y
Larrey en la Historia de Inglaterra, los hacen subir á
doscientos mil nada mas; y que aun admitiendo este
cálculo es evidente que la emigracion de tan corto nú
mero de personas en proporcion de los habitantes de
Francia no podia tener un influjo tan grande y tan fu
nesto sobre la prosperidad del comercio como se ha su
puesto. Pero en último resultado ¿sobre quién debian
362 CAL
recaer todos estos perjuicios, todas estas pérdidas, to
das estas desgracias? Sobre los autores y propagadores
de una reforma qué no hacia mas pura y acendrada la
fé, ni mus perfecta la moral, que renovaba una porcion
de errores condenados en los primeros siglos de la igle
sia, que con sus dogmas trastornaba los principios de la
moral , que negaba la libertad del hombre, le reduela á
la desesperacion ó le infundia una funesta seguridad, que
quitaba todo motivo para la práctica de la virtud y se
separaba de una iglesia, a la que confiesan los protes
tantes ilustrados que no se le puede achacar ningun er
ror fundamental ni en la fé, ni en la moral, ni en el
culto.
Revocado el edicto de Nantes quedaron muchos cal
vinistas en Francia como ya hemos dicho. Algunos fa
náticos conocidos con el nombre de camisardos (vease
esta palabra) se reunieron tumultuariamente en los mon
tos Cebenes, se vendieron por profetas y publicaron que
Dios les habia inspirado que tomasen las armas en de
fensa de su religion. Hasta el siglo décimoctavo y des
pues de muchos años de guerra tío se logró reducirlos á
la obediencia.
Los principes protestantes trabajaron en favor de /os
calvinistas franceses al hacerse la paz de Utrecht, y con
siguieron la libertad de los que estaban presos ó en ga
leras; pero el rey dió una declaracion prohibiendo salir
de sus estados á los sectarios ó volver sin licencia expre
sa á los que habian emigrado. En tal estado continuaron
hasta que la asamblea constituyente de 1789 decretó la
libertad de cultos.
Una turba de incrédulos siempre prontos á defender
el partido de los sediciosos quieren hacer recaer sobre la
religion católica las demasias y atentados cometidos por
los calvinistas y todos los males que de ahi se origina
ron, y dicen que los defensores del catolicismo clamaron
furiosamente contra los sectarios, armaron á las poten
cias contra ellos, les sacaron edictos sanguinarios, sepia-
ron la discordia, atizaron el fanatismo y achacaron des
CAL 363
caradamente á sus victimas los desórdenes que ellos so
los habian producido. ¿Es esto verdad? Veomoslo.
1.° Son conocidos los principios de los primeros re
formadores, de Lutero y Galvino: consigna ios estau en
sus obras. En 1520 antes que se hubiese promulgado
ningun edicto contra Lutero, publicó este su libro De la
libertad cristiana, en el que decidia que el cristiano no
está sujeto á ningun hombre y declamaba contra todos
los soberanos: esto fue lo que produjo la guerra de los
anabaptistas. En sus conclusiones dijo que era menester
pegar con el papa y con los reyes y los césares que to
masen el partido de él. En su trotado del fisco comun
queria que se saqueasen las iglesias, los monasterios y
los palacios episcopales. En consecuencia se publicó un
edicto de proscripcion contra él en 1521. ¿Fue el clero
quien dió esta providencia? La gran máxima del fogoso
reformador era que el Evangelio ha causado siempre
turbacion y que hay que derramar sangre para estable
cerle. De este espiritu se hallaban animados los discipu
los suyos que vinieron ó predicar en Francia.
Calvino escribia que era preciso exterminar á los le-
losos bribones que se oponian á la introduccion de la
reforma, y que debian ser ahogados semejantes mons
truos. Apoyó esta doctrina con su ejemplo y compuso
un tratado exprofeso para probarla. Veanse sus cartas
á Coet y la Fidelis expositio ele. Preguntamos ahora:
¿deben ser tolerados en ningun estado bien gobernado
unos predicantes que se presentan asi?
2.° El primer edicto dado en Francia contra los cal
vinistas se publicó en 1534. Entonces la reforma habia
puesto ya en combustion á la Alemania, y en Francia ha
bian sido destrozadas las imágenes, se habian esparcido
libelos sediciosos y se habian fijado pasquines insultan
tes hasta en las puertas del real palacio. Francisco I te
mió las mismas turbaciones en sus estados que las que
habian fomentado los herejes en Alemania: tal fue la
causa de los primeros suplicios ejecutados en Francia.
Cuando se quejaron los principes protestantes de Ale
364 CAL
manió, el rey Francisco respondió que no habia hecho
mas que castigar á unos subditos sediciosos. Por el edic
to de 1540 los proscribió como perturbadores del esta
do y de la tranquilidad pública, y nadie se ha atrevido
aun á acusar al clero de haber tenido parte en tales edic
tos. Un escritor célebre ha convenido en que el espiritu
dominante del calvinismo propendia á erigir una repú
blica. •
3.° Reiamos á los calumniadores del clero para que
citen una sola nacion, una sola ciudad donde los calvi
nistas luego que se han enseñoreado de ella, hayan to
lerado el ejercicio de la religion católica. En Suiza, en
Holanda, en Suecia y en Inglaterra la proscribieron,
muchas veces contra la fé de los tratados. En Francia
misma ¿la permitieron jamas en las ciudades que tenian
en rehen? Es una máxima sagrada de nuestros adversa
rios que no se debe tolerar á los intolerantes: ahora bien
no ha habido nunca otra secta mas intolerante que el
calvinismo; en lo que han tenido que convenir aun mu
chos autores protestantes. Desde el principio en Francia
y en otras partes los católicos tuvieron que escoger en
tre exterminar a los hugonotes ó ser exterminados por
ellos. *
4.° Si con toda la cachaza que pueden infundir la
caridad cristiana, el amor de la verdad, el respeto á las
leyes y el verdadero zelo por la religion, se hubieran de
dicado los primeros reformadores á probar que la igle
sia romana no es la verdadera iglesia de Jesucristo; que
su cabeza visible no tiene ninguna autoridad por dere
cho divino; que su culto exterior es contrario al Evan
gelio; que los soberanos que la protegen entienden mal
sus intereses y los de sus pueblos etc.; si al pedir la li
bertad de conciencia hubieran prometido solemnemente
no molestar á las católicos, no turbar el culto ni inju
riar á los sacerdotes de estos, y hubieran cumplido su
palabra; ¿estamos ciertos de que el gobierno habria to
mado medidas rigurosas contra ellos? Aun cuando el
clero hubiese solicitado edictos sanguinarios, ¿los ha
CAL 365
bria alcanzado? Todo el mundo sabe si la corte era
por entonces muy cristiana y muy zelosa por la re
ligion.
B.° Suponiendo que la matanza de Vassy fqpse un
crimen premeditado (lo cual no es asi), era obra del du
que de Guisa y de sus criados; mas ¿habia una causa le
gitima para tomar las armas en vez de quejarse al rey
y pedir justicia? Pero los calvinistas habian resuelto ya
hacer la guerra y solo esperaban un pretexto para de
clararla. Desde aquel punto no quisieron conseguir nada
sino á la fuerza y con las armas en la mano. El clero
pues no necesitó soplar el fuego de la discordia para
excitar los católicos á la venganza, porque los hugono
tes furiosos les dieron bastantes motivos de tomar re
presalias, y estos debieron esperar ser tratados como
enemigos siempre que el gobierno tuviera bastante fuer
za para castigarlos. Asi es una torpe calumnia achacar
al clero y á un zelo supersticioso por la religion los des
órdenes y atentados que se cometieron por entonces: el
foco de la supersticion fanática estaba entre los calvinis
tas y no entre Jos católicos.
6.° No necesitamos buscar las pruebas de lo que de
cimos mas que entre nuestros adversarios. Bayle que no
debe ser sospechoso á los incrédulos, que vivia entre los
calvinistas y los conocia muy bien, los acusó en 1690
en su Advertencia á los refugiados de haber llevado la
licencia de la sátira á un extremo de que no habia ha
bido aun ejemplo, y de haber introducido en Francia
desde su origen el uso de los libelos infamatorios que
casi no se conocian alli. Les trae á la memoria los edic
tos en que hubo necesidad de reprimir su audacia, y la
malignidad con que sus doctores con el Evangelio en la
mano calumniaron á los vivos y á los muertos. Les po
ne delante la moderacion y paciencia que mostraron en
igual caso los católicos de Inglaterra. Acusa á los calvi
nistas de haber enseñado constantemente que cuando un
soberano falta á lo prometido, quedan sus subditos ab-
sueltos del juramento de fidelidad, y de haber fundado
366 CAL
en este principio todos las guerras civiles que promo
vieron. Les hace presente que cuando se ha tratado de
escribir contra el papa han defendido con calor los de
rechos.}' la independencia de los soberanos, y cuando han
estado descontentos de estos, ios han colocado en la de
pendencia de los pueblos obrando siempre al son de sus
intereses y de las circunstancias. Les muestra las espan
tables consecuencias de sus principios tocante á la pre
tendida soberania inalienable del pueblo, y en el dia
nuestros politicos incrédulos se atreven á ponderar estos
mismos principios como un descubrimiento precioso he
cho pos ellos; no saben que es una doctrina de los hu
gonotes renovada. «No hay fundamentos de la tranqui
lidad pública (continúa diciendo Bayle) que vosotros no
mineis, ni freno capaz de contener á los pueblos en la
obediencia que no despedaceis Asi habeis verificado
los temores que se concibieron de vuestro partido en
cuanto apareció, y que hicieron decir que lodo el que
desecha la autoridad de la iglesia no está lejos de recha
zar la de las supremas potestades y que despues de haber
defendido la igualdad de las ovejas y los pastores no tar
dará en defender tambien la igualdad del pueblo y los
magistrados seculares.»
Bayle pasa todavia mas adelante y prueba que los
calvinistas de Inglaterra contribuyeron tanto como los
independientes al suplicio de Carlos I: que su secta es
mas enemiga de la potestad soberana que ninguna otra
secta protestante; lo cual los hace irreconciliables con
los luteranos y anglicanos; y muestra que los paganos
enseñaron una doctrina mas pura que la suya tocante á
la obediencia debida á las leyes y á la patria. Re
futa todas las viciosas razones con que han querido jus
tificar sus frecuentes rebeliones, y demuestra que la li
ga de los católicos franceses para excluir del trono á
Enrique IV porque era hugonote, fue mucho menos
odiosa y culpable (adviertase quién habla) que la liga de
los protestantes de Inglaterra para privar de la corona
al duque de York porque era católico. Tal es el auálisis
CAL 367
de la Advertencia á los refugiados, que ningun calvinista
se ha atrevido á refutar.
Ya en 1688 habia mostrado Bayle en su Respuesta
á la carta de un refugiado que los calvinistas son mucho
mas intolerantes que los católicos, que lo han sido siem
pre y lo son aun, y que lo han probado cdn sus escritos
y su conducta; que su principio invariable es que no
hay otro soberano legitimo que el que es ortodoxo á la
manera de ellos. Afirmó que ellos mismos habian obli
gado a Luis XIV á revocar el edicto de Nantes; en lo
cual no hizo cuando mas sino imitar el ejemplo de los
estados de Holanda, que no cumplieron ninguno de los
tratados celebrados con los católicos. Probó que todas
las leyes de los estados protestantes han sido mas seve
ras contra el catolicismo que las de Francia contra el
calvinismo. Recordó los emisarios que los hugonotes
enviaran á Cromwell en 1650, las ofertas que le hi
cieron, y las resoluciones sediciosas que tomaron en
sus sinodos de la Guiena baja. Por último se burla de
sus lamentos sobre la pretendida persecucion que su
frian, y les declara que su conducta justifica plenamen
te la severidad con que han sido tratados en Francia.
■
■
A.
Pdj.
Abecedaristas 5
Abelardo • ibid.
Abelonitas • 18
Abisinios 14
Ablabio 27
Abrahamitas ibid.
Abstinentes 28
Acacianos ibid.
Acacio ibid.
Acaóforos 29
Acéfalos ibid.
Acesio ibid.
Acindineo • • 30
Acuanitas ibid.
Acuarios ibid.
Acuáticos < ibid.
Adalberto ibid.
Ad amistas 32
Adamitas ibid.
Adelfio 35
Adelfo. ibid.
Adesenarios ibid.
Adiaforistas 36
Adimanto ibid.
Adopcianos . ibid.
Adrianjstas 37
Adrumetanos ibid.
Aecianos 38
Aecio ibid.
Aerianos ibid.
Aerio ibid.
Aftartedocetes. 40
Agapetas ibid.
Agarenos 41
t. 74. 24
370
Agitanes ibid.
Aginios ibid.
Agionitas ibid.
Agnini (fratres) ibid.
Agnoetes ibid.
Agoniclitas 43
Agonistas ibid.
Agricola ibid.
Agripinos 44
Agustinianos ibid.
Albancses ibid.
Aibigenses 45
Alegres 59
Ambrpsianos ibid.
Amsdorfianos ibid.
Anabaptistas ibid.
Andronicianos 71
Angélicos ibid.
Angelitas 72
Angelolatria. ibid.
Anglicana (religion) 73
Anomianos 113
Antiadiaforistas ibid.
Ant ¡asistas. '. ibid.
Anticoncordatarios ibid.
Anticonstitucionarios 117
Anticonvulsionistas ibid.
Antidemoniacos ibid.
Antidicomarianitas ibid.
Antiescriturarios 118
Antiluteranos ibid.
Antinomianos ibid.
Antioquia (cisma de) 121
Antipuritanos 12o
Antitactas ibid.
Antitrinitarios 126
Antropomorfas 151
Apelantes 153
Apeles 154
Apelitas 155
Apocaritas 156
Apofa,nita.s .ibid.
Apolinar
Apolinaristas
Apostólicos
Apotáctitos
Ara
Arábigos
Arcónticos
Aristotélicos
Armenios
Arminio
Arnaldo de Brescia
Arnaldo de Montaner
Arnaldo de Villanueva
Arnaldistas
Arrabonarios
Arrianismo
Artemon
Artotiritas
Ascitas
Ascodrugitas
Ascofitas
Astatianos
Atocianos.
Audio ó Audeo
A lidianos
Augustinianos
Auxencio
. . B.
Baanitas
Baculares
Bagemio
Bañoleses
Barallotes.
Barbeliotes
Barbelitas
Barbelo
Bardesanes
Bardesanistas
Barsanianos
Barulos
379
Basilides ibid.
Basilidianos 230
Bayauistas ó bayistas • 233
Bayo (sistema de) ibid.
Begardos 244
Berengario 2*8
Berilo 265
Biblistas ibid.
Bisacramentales ibid.
Blanchardismo ibid.
Blasto 271
Bogomilos ibid.
Bohemios 272
Bolingbroke ibid.
Bonosiacos ó bonosianos 275
Bonoso ibid.
Borboritas ibid.
Borrelistas ibid.
Bourignonistas - _276
Braquitas jbjd.
Brownistas ibid.
Buddas 277
Búlgaros
; c. .'. . .... ,
Cábak ó cábbala. . 278
Caballeros del Apocalipsis 283
Caidos [lapsi] ibid.
' Cainitas 2°»
Caldeos ó nestorianos de Siria. ................... 286
Calixtinos 291
Calixtinos ó calistinos • 292
Calvinismo • 293
Calvinistas "