Agridulce Entrega Final

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Autor: Juan David Ríos Santa.

Agridulce

¿Acaso no se les ha detenido el tiempo, se les ha ido el aliento, o paralizados


por un beso? sé que sí, lo mismo me pasó aquel día de enero cuando fue mi primer
día de clases en aquella institución fría y poco pintoresca donde iniciarían los días
más grises gracias a ella. Isa, el sabor más agridulce que he probado.
Recuerdo bien al salir de casa, organizado, con camisa dentro mis pantalones
y zapatillas lustradas, mi madre siempre se preocupó por estos detalles. Ya siendo
las 7:00 daban inicio las clases, y entre gritos, llantos y risas de los demás niños y
niñas me encontraba en silencio, mirando a cada uno de ellos, pensando en lo
“tontos” que se veían, sólo había una diferencia, y fue la que llamó mi atención, en
silencio, meticulosa y poco sonriente, aislada de los demás niños porque no todos
podían encajar en su entorno, uno que sólo yo entendía y al cual quería pertenecer.
Pasaron 5 minutos hasta que todos pudieran guardar silencio y allí estaba yo,
sentado y solitario en un escritorio para dos, esperando que transcurriera el tiempo,
dejando que ella se robara mis pensamientos a sólo minutos de conocerla. Siendo
las 13:30 terminaba el primer día de clases y después de este pasarían varios años
sin poder decirle nada, conservando únicamente su nombre. Isabel.
2009, día del paseo del colegio, sabía que este sería una buena oportunidad
para poder decirle lo mucho que me gustaba. Para mi fortuna me senté a su lado
cuando subimos al bus, al principio no cruzamos palabra alguna y después de unos
quince minutos comenzamos a hablar, llegamos al parque, nos cambiamos y no
esperamos para meternos a la piscina, toboganes, rio lento, zona de campin, todo se
prestaba para los dos.
Ese día dejé atrás todos mis miedos y pude decirle lo mucho que me gustaba,
durante todo el día permanecimos juntos, y arriesgándome, por fin puede cambiar
palabras por besos, ese día finalmente lo había logrado y de ahí en adelante
permanecimos juntos unos dos años.
Julio 20 de 2010, me preparaba para el concurso de poesía que se realiza
cada año en la institución, di un paso al frente y cogí el micrófono, estaba atónito con
tanta gente observándome, empecé con mis letras, detallando cada situación vivida,
cada momento, lo dejé plasmado todo en un verso. Fuimos dos los finalistas
quedando yo como ganador, la felicidad de ese momento no se comparaba con
nada, subí rápidamente las escalas del auditorio buscándola, y estaba allí, tan
hermosa, de vestido corto y escote sutil, abierto a un sinfín de pensamientos.
Sin que me viera, observé como un hombre la tomaba de la cara y la besaba,
un sentimiento de angustia sacudió mi cuerpo, quedé perplejo, no dejaba de pensar
en esa escena, y sin que ella me viera preferí salir del auditorio, con tristeza, con
dolor. Transcurrió el viernes y con él, el fin de semana, no la llamé, decidí que
dejaría de importarme.
Día lunes, estaba más tranquilo ya había pensado lo suficiente, quería
sacarla de mi vida, arrancarla de mi memoria y no recordarla más, para el siguiente
descanso me preguntó que tenía, ¿por qué no la saludaba? no sabía qué pensar,
me confundían sus palabras, pero yo no quería jugar donde sabía que saldría
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perdiendo, le dije que parara esta farsa, que ya sabía la verdad, mis palabras fueron
como un témpano de hielo porque la dejé fría, no hubo respuesta, solo obtuve
silencio y su cabeza inclinada me confirmaba lo visto, después de ese día no volví a
cruzar palabra alguna con ella.
Noviembre 2010, es día de grados, daba inicio la despedida del grado décimo
hacia nosotros, compartimos la cena, recordamos momentos y no podía faltar algo
de licor para celebrar el momento, siendo ya de madrugada algunos estaban
saliendo, sabía que pronto era la hora de volver a la realidad, me despedí de todos
menos de ella, me tomo la mano y me dijo que si la podía llevar a su casa, vivía a
sólo unas cuadras por lo que fuimos caminando, quería decirles tantas cosas,
tomarla de la mano, besarla, un sin fin de pensamientos pasaban por mi cabeza, y
de repente en un salto se tumbó sobre mi pecho, sin decir una sola palabra sólo lloró
por quince minutos, pude sentir su tristeza y su dolor, sólo una palabra salió de sus
labios, “perdón”.
Continuamos hacia su casa, me dio las llaves para que entrara a su
habitación, para sorpresa mía, tenía colgadas todas las cartas que había escrito
durante dos largos años, quede impactado, ver esto me transportaba a cada lugar,
cada momento, pasaron unos diez minutos esperando en su alcoba, sentí que puso
música suave, apagó la luz, cerró la puerta y me abrazó fuertemente.
Aún recuerdo sus labios susurrándome al oído, su voz diciéndome que nunca
me podría olvidar, supe que era nuestra despedida, sentía su respiración, su olor ya
había impregnado todo el cuarto, busqué sus labios y deje salir los deseos más
profundos hacia ella ,mis manos la buscaban, mis besos recorrían cada rincón, cada
espacio de su cuerpo, mis caricias esculpían cada milímetro de su ser, mis palabras
estimulaban sus sentidos, no había límites, no había consecuencias, sólo éramos
ella y yo, dos cuerpos, un solo sólo ser y aquel deseo insaciable de recorrer su
cuerpo, de que sintiera suyas mis caricias, sólo éramos nosotros y el deseo de
amarnos.
Aquella noche fue inolvidable, un sueño hecho realidad y a su vez una
realidad que tenía que aceptar, aceptar el hecho que lo vivido solo sería un recuerdo
y en su memoria su mejor aventura, y para mí, fue mi palabra, pensamiento, poesía
y mi dolor. Finalmente, ya hace ocho años que no estas y podría recordar la dulzura
de sus labios y lo amargo que eran mis días cuando en ellos con otro te veía pasar,
te recuerdo en la distancia con este sabor agridulce que no se puede quitar.

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