La Máscara
La Máscara
Máscaras teatrales
Máscaras teatrales
No se puede hablar de Máscaras teatrales sin nombrar a Jacques Lecoq, el gran maestro de
actores del siglo XX que desencadenó una corriente teatral basada en el Movimiento. Con m
mayúscula como él mismo decía.
Etienne Decroux y Marcel Marceau se basaron solo y exclusivamente en el mimo. Grandes artistas,
sin duda. Grandes mimos que sin embargo no supieron establecer una pedagogía y UNIR el arte
del mimo con el arte del teatro. J. Lecoq lo consiguió.
El teatro agonizante y anclado en el naturalismo del siglo XIX adquiere una renovación, un nuevo
epicentro de formación. Si el arte del teatro existe es para poetizar sobre la vida y no para imitarla
o representarla.
Máscaras teatrales
Máscaras Neutras
La primera máscara, la madre de todas ellas es la Máscara Neutra, rebautizada así, a partir de la
máscara noble de Jean Dasté (discípulo aventajado de Jacques Copeau). La máscara noble llegó
desde el teatro Noh japonés y se distinguía por aunar en su rostro equilibrio y acción. J. Lecoq la
recogió, la rediseñó junto a Amleto Sartori (el primer mascarero teatral contemporáneo de
occidente) y la rebautizó.
Sin duda, esta inclusión en su metodología otorgó el punto central de toda la corriente lecoquiana.
El punto de equilibrio, la página blanca necesaria, la definición de acción FÍSICA, es decir, acción
completa. Se creó un punto a través del cual, el desequilibrio tenía sentido. El desequilibrio, es el
teatro en sí mismo y depende hacia dónde se desequilibre, se encuentra un estilo u otro.
Máscara Larvaria
El siguiente paso en el aprendizaje de la máscara, por tanto, es obvio. Máscaras que definan un
primerizo y contundente desequilibrio. El paso debe ser gradual, el alumno debe encontrarse con
la particularidad desde conceptos claros e inspiradores, con líneas de acción muy concretas. Aquí
entran en juego las máscaras larvarias. Voluminosas, con formas que focalizan la atención en una
personalidad potencial.
El maestro Lassaâd afirmaba que había dos maneras de explicar las máscaras larvarias. Una
positiva y otra negativa. La negativa: seres que alguna vez habían sido humanos pero que se
habían degradado con el tiempo. La positiva: seres que llegarían algún día a ser humanos.
Sigamos hacia el personaje, ahora se necesita una máscara que pueda albergar toda la paleta de
colores que exige una hora de espectáculo. Las máscaras expresivas con un carácter definido,
capaces de cambiar de expresión, de albergar mil ritmos y lo más importante, capaces de
contradecirse, son las requeridas. La dimensión teatral de estas máscaras es equivalente a un
personaje de Shakespeare, de Eugène Ionesco, de Fernando Arrabal.
En todas las categorías anteriores, el uso de la palabra no tiene aún lugar, son máscaras enteras, la
voz no puede proyectarse. La proyección hacia el público es muda. Un estilo que ahonda en la
poesía y en la imaginación, dónde solo el cuerpo del actor es el conductor de la comunicación. Un
cuerpo vivo, despierto, que escucha desde los 5 sentidos y que, descubre , quizá por primera vez,
su capacidad de expresión.
Sin embargo, en la Comedia dell’Arte, utilizaban medias-máscaras. La boca del actor tenía libertad
para emitir sonidos. Llegar a la voz cuando el cuerpo es capaz de sostenerla es la manera menos
intelectual y más física posible. El mejor camino, teniendo en cuenta que la voz es física, es un
gesto sonoro.
El siguiente escaño (no más o menos interesante) es la Comedia humana, nombre con el que J.
Lecoq bautizó la Commedia del siglo XX. Personajes extraídos de la sociedad actual y para la
sociedad actual.
Máscara Expresiva
Pero no solo eso, a la definición hay que sumarle: conseguir que la máscara viva en escena.
Precisamente este concepto es el éxito rotundo de este estilo teatral. Fascina al público cuando
observa que la máscara parece que cambia de expresión en función de lo que el actor proyecte. La
magia creada a partir de un objeto inanimado que al contacto con el movimiento y la emoción
adecuados de un actor cobra vida.
Máscara Expresiva
El concepto de máscara, se ha extrapolado sin barreras a cualquier objeto sobre el rostro. Unas
gafas o un sombrero son objetos con una definición física que pueden identificar un carácter.
¿Cómo se movería una mujer con gafas redondas, pesadas y muy gruesas? Si la actriz no es
sensible a la utilización del objeto como parte de la identidad del personaje, es mejor que no lo
utilice, no aportaria nada más que una imagen abocada al desgaste en pocos segundos. Sin
embargo, si el público entiende que ese personaje no sería el mismo sin el objeto, la
caracterización cobra un sentido esencial e indispensable para la creación.
La manera de conseguir este objetivo es, indudablemente, adquirir físicamente las cualidades del
objeto. Ante la aparente apocalipsis escénica del siglo XXI, el teatro debe ofrecer algo único. El
carácter efímero es quizá lo más exclusivo. La máscara ofrece poesía efímera. El Movimiento en el
objeto inanimado es teatral desde su origen y por definición. La máscara no funciona ni funcionará
jamás en una pantalla.
La cámara mata los cambios de expresión. El rito nos conecta con los dioses y los demonios. Nos
da la oportunidad de entrar en un mundo mágico, en un espectáculo en el que la carcajada y el
llanto se despiertan en el espectador sin remedio ni fronteras.