Cabaleero Rosacruz 13
Cabaleero Rosacruz 13
Cabaleero Rosacruz 13
Ese Fuego que adoraban, y siguen adorando los Parsis, como el más
puro elemento y la más pura expresión divina, es el mismo en que Dios
aparece a Moisés como un zarzal ardiendo, e igualmente como el Fuego que
quema y hace temblar la cumbre del Sinaí, al hacer manifiesta su voluntad. Y
es el mismo a que alude San Pablo, habiéndolo reconocido como mística
realidad (Hebr., 12-29): "Porque nuestro Dios en un Fuego Consumidor".
El Zeus del helenismo, como Señor del Rayo, así como el Thor de los
pueblos germánicos, encarna ese mismo principio; y al manifestarse, por
habérselo prometido, en toda su gloria divina a su amante Semelé, no puede a
menos de abrasada, ocasionando de esta manera la prematura salida del niño
Manual del Caballero Rosacruz - Aldo Lavagnini - Magister
Dionisio, todavía incompletamente formado, al que Júpiter tuvo que coser por
otros tres meses a su propio muslo.
LA RESURRECCIÓN HERMÉTICA
cuando el Sol entra en el signo de Aries, el Cordero celeste o Divino, y así una
nueva vida aparece para toda la naturaleza, y especialmente la vegetación.
En esa misma época (o sea, el mes de anthesterión), se celebran los
pequeños misterios de Eleusis, siendo el tiempo del año en que Coré-
Perséfona es restituida a la madre, saliendo de los infiernos en que reside
durante el período invernal.
Al fuego sagrado que se encendía en esta época del año -como también
lo acostumbra el ritual romano encendiendo el sábado santo el fuego nuevo y
el cirio pascual, por medio del triángulo (Ese triángulo nos recuerda el que se
halla en el cielo, precisamente sobre la cabeza de la constelación de Aries)
símbolo de la vida renovada de la naturaleza, ofrecían los arios primitivos pan
y soma (equivalente del vino, como la esencia espiritual y la sangre de la
vegetación), después de haberle ungido con manteca: de aquí el nombre de
akta-agni o Agnus, y de Christós en griego.
que regenera y renueva toda la naturaleza, y por cuyo ardor interno, que
consume y destruye todas las impurezas físicas y morales -el segundo
bautismo de que hablaba Juan- igualmente el ser del hombre se renueva
físicamente y se reintegra espiritualmente, resurgiendo en toda su fuerza la
Vida Elevada -crística o hirámica- de la Individualidad, por medio de la
crucifixión de la personalidad.
Para que el Ser Verdadero (la vida hirámica) pueda ser levantado o
exaltado, resurgiendo en su gloriosa plenitud, después de la muerte o
regeneración de la Piedra que, como sepulcro, le ocultaba en la ilusión de su
propia ignorancia, efecto del obscurecimiento tamásico. Es entonces, al
aparecer de la rosa, o del color rosado de la aurora, cuando la piedra bruta del
hombre ordinario, después de haber sido piedra labrada o cúbica en el hombre
cultivado o iniciado que se esfuerza en el sentido de la perfección -el sepulcro
formado por esa piedra, y la cruz de la pasión, son dos símbolos de una
misma realidad- llega a ser, por su resurrección hermética, la propia piedra
filosofal (que se identifica con la rosa mística), habiendo vencido el estado
tamásico que representa la sal, por medio del rajas del azufre, y finalmente
encontrado el mercurio filosófico, que representa el estado sátvico de la
pureza divina o ideal.