Caballero Rosacruz 17

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Manual del Caballero Rosacruz

Aldo Lavagnini - Magister


017

¡CONSUMMATUM EST!

El Misterio (que es al mismo tiempo ministerium) se ha cumplido,


habiéndose llegado a la mística comunión de la Vida y de la Sustancia Divina,
reconocida como la verdadera actual realidad, bajo la especies externa del
jugo de la uva y del producto de la espiga, que antiguamente revelaban la viva
presencia de Dionisio y de Deméter como Yaco y Coré (Liber y Libera).

Las palabras ¡Consummatum est! indican pues igualmente perfección y


el cumplimiento, realmente inseparables el uno de la otra, Íntimamente unidos
en el Sábado (o día séptimo) de Elohim, de Jehová y de Jesús.

El primer sábado (de Elohim, o sea los poderes titánicos) es aquel de


que habla el Génesis en los primeros tres versículos del cap. 2, al terminarse la
primera creación ideal, que trasciende su expresión relativa en el espacio y en
el tiempo; el segundo (de Jehová, el Adam Kadmon o Prometeo) debe
verificarse en el milenio a que se refieren las varias profecías apocalípticas, o
sea "la consumación evolutiva de los siglos".

En cuanto al tercero, es aquel que especialmente se indica en este grado:

“el descanso iniciático en la consecución del perfecto Magisterio, en un


estado de unión individual con lo Divino (Samadhi), habiéndose en el contacto
con lo Eterno trascendido en la conciencia interna el Espacio y el Tiempo”

El día séptimo ha sido siempre simbólico del cumplimiento y de la


perfección de cualquier ciclo, cuando se ha nuevamente superado en la unidad
la Dualidad y el Temario de cuya acción conjunta resulta: terminando el
recorrido de las seis divisiones naturales de la circunferencia, se vuelve al
centro en que se "descansa", como en el último golpe aislado de la batería.

Análogo sentido tiene la mesa de los doce alrededor de Jesús: el ciclo de


los doce signos zodiacales y la céntrica perfección solar o unitaria (Sol solus,
decían los alquimistas) de la conciencia cristica que se alcanza con aquél.
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Esas mismas palabras nos recuerdan el Ite missa est, e igualmente


aquellas que se usaban al despedirse los neófitos en los misterios eleusinos:
Konx Ompax.

Estas últimas, no perteneciendo al idioma griego, se han interpretado


como de origen egipcio o hindú; probablemente son antiquísimas, habiéndose
trasmitido, tal vez con pequeñas modificaciones (se encuentran también en la
forma Kot Om Phet) en varias órdenes de misterios de los que prueban la
filiación.

En cuanto a la triple aclamación de este grado, acompañada por el signo


conocido, que es también el nombre de uno de los profetas, se relaciona
etimológicamente con Moisés (el salvado) y Jesús (el salvador), con el
significado de salvación, celebrando el haberse encontrado la palabra por cuyo
medio dicha salvación se verifica.

La llama del fuego creador y regenerador en cuyo seno vuelve la misma


Palabra, luego de haber sido escrita, patentiza su significado; lo mismo, ha de
hacer todo Cab.·. R.·.C.·., manifestando su conocimiento de ella, por medio de
la propia llama silenciosa, activa y fecunda que arde en el secreto de su
corazón, mientras se verifica el Misterio de la Regeneración.

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PER ROSAM AD CRUCEM

"En principio (be-reshit) creó Dios los cielos y la tierra" (Gen. 1-1)...
"En principio (en arjé) era el Verbo... (Juan 1-1). Ese principio en el cual y
dentro del cual aparece inicialmente la Divina creación ideal o arquetípica (del
Arqueo), como Logos o Verbo que ha de producir la manifestación -
aparentemente ex nihilo, pero realmente ex todo-, es precisamente la
mística rosa en su sentido cósmico, en la cual y de la cual, por medio de la
cruz, nacen todas las cosas.

Es pues, la Unidad Madre, en cuyo seno nace, sin alterarla toda la


multiplicidad numérica, que la expresa transitoriamente y en la cual vuelve y
está eternamente; la Sustancia Amorfa que es origen, principio y substractum
geométrico de todas las formas; la Vida Eterna e Inmanente que origina todo
ritmo y todo ciclo -en Ella contenidos y en contacto actual desde el
"principio de los tiempos" hasta la "consumación de los siglos"- de la
existencia manifiesta.

Como Unidad -aritmética, geométrica y musical- esa Rosa se identifica


con el círculo de la creación, que es expresión inseparable del centro de la
misma, en cuanto el uno sólo puede existir relativamente y en función del
otro. La existencia del círculo presupone y patentiza la del centro de aquel; y
esto determina, con su aparecer como centro, la existencia del primero. Así
igualmente Shakti, la Madre Divina, como poder o cualidad activa de Shiva-
Brahman -el Padre, o sea el puro principio de la Conciencia en su sentido
más elevado- es inseparable de su celeste Padre y Esposo, del que es
igualmente Madre y Esposa. Dado que los dos forman el Uno y el Supremo,
que no cesa de ser tal, aunque aparezca creativamente como Dos: la
Conciencia o Esencia Animadora que vivifica (el vino de la Cena), y la
Sustancia Inteligente y Creadora, que aquella comprende y manifiesta (el pan
de la Verdad que alimenta la Sabiduría y produce todo crecimiento interior y
exterior). La rosa y la cruz, que igualmente los representan, son dos símbolos
cuya íntima unión patentiza esa Unidad, de la cual son las dos expresiones. En
esa unión inseparable, hay una constante relación de reciprocidad: del uno se
pasa al otro, y de esto a aquel, tanto en el círculo de la comprensión, como en
el ciclo de la manifestación, así como se pasa del centro al círculo y de éste al
centro, y como se sube y se desciende en la escalera de Jacob.

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Por lo tanto, antes de considerar la rosa en la cruz, hay que considerar la


cruz en la rosa, siendo ésta última, místicamente su Madre y Esposa. En el
círculo o esfera de la Sustancia Madre eternamente omnimpregnante, sin
diferenciación ninguna -y por lo tanto, anteriormente a la existencia, o
bien, trascendiendo la apariencia del Tiempo y del espacio- la Esencia o
Conciencia Padre (Sat-Chit-Ananda), manifiéstese como el cielo en la tierra, o
sea, como principio de distinción que origina las direcciones fundamentales
del Espacio (arriba y abajo) y el movimiento que produce una igual distinción
relativa de Tiempo, separando en el presente el Pasado del Futuro.

La distinción que así se verifica es la separación, natural para nosotros,


entre lo relativo y lo absoluto. Este último es el cielo, en que permanece el
Reino de la

Unidad, que aparece en la tierra (el dominio de lo relativo), como


multiplicidad. Sin embargo, el Cielo sigue permaneciendo en la Tierra, y la
Tierra en el Cielo; dado que lo relativo no puede existir sin lo absoluto, ni esto
expresarse sin aquel, y dado que los dos no son lugares o condiciones
distintas, sino aspectos interestanciales de la misma Realidad.

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