Cristo Simbolo Del Sendero Hodson

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CENTRO DE ESTUDIOS RELIGIOSOS

MONSEÑOR JAMES INGALL WEDGWOOD

AÑO: I
Materia:
LA TEOSOFIA EN LA ANTIGUEDAD
Módulo: II
Material Adicional:
CRISTO : SIMBOLO DEL SENDERO
Nº de orden de Estudios: 3
Material de estudio adicional con relación al Capitulo del Fascículo: III
Origen:
Capitulo:
Autor : Rev. P. Geodfrey Hodson
Traductor:
Edición: Reimpreso Revista El Cáliz Nº 9

CRISTO: SIMBOLO DEL SENDERO


Rev.Padre G. Hodson

La integración es la llave para el entendimiento de nuestra tradición


esotérica. Solamente cuando un devoto consigue incorporar el relato bíblico en su
realidad interior es que el mensaje de Jesús, realmente comienza a trabajar en su
alma. Esto ocurre cuando despertamos a los hechos de que los relatos evangélicos
no son meramente acontecimientos históricos de un pasado distante, pero sí, una
historia de nuestra propia alma. La llave que abre ese entendimiento es una
comprensión del simbolismo y de la alegoría, implícitos en el mensaje evangélico.

1
Basaremos nuestro estudio sobre la tradición esotérica del cristianismo en
uno de los aspectos mas velados de los evangelios, la propia vida de Cristo. La
emocionante historia de la vida de Jesús, como está relatada en los cuatro
evangelios, mas que un relato biográfico exacto de la vida del Maestro, retrata,
siguiendo un método velado en la tradición milenaria de los Misterios, enseñanzas
esotéricos profundos sobre a vida de cada hijo de Dios, de cada uno de nosotros.

No es nuestro propósito cuestionar la historia del relato bíblico que por


tantos siglos sirvió de fundamento de devoción de millones de fieles. El Vaticano,
sin embargo, consciente, de una serie de incongruencias en los relatos bíblicos de la
vida de Jesús, viene estimulando estudios para dilucidar diversas cuestiones
históricas, inclusive la verdadera fecha del nacimiento y de la muerte de Jesús, un
problema indisoluble para los historiadores desde hace siglos. En el relato bíblico la
fecha del nacimiento de Jesús es fija, sin embargo, la de su muerte es variable, una
indicación de que el relato es mítico e no histórico. El recién nacido Jesús habría
sido perseguido por Herodes, por lo tanto, es sabido que ese personaje histórico
reinó en Palestina en el período de 37 a 4 años antes de nuestra era, habiendo
muerto, por lo tanto, cuatro años antes del supuesto nacimiento de aquel a quien,
habría mandado matar. Este y otros problemas históricos relativos a la vida de
Jesús no son objeto de nuestro estudio.

Tampoco examinaremos las semejanzas de la vida de Jesús con los relatos


de la vida de otros grandes personajes de las más diversas tradiciones, como
Krishna, Odin, Baal, Indra, Zoar, Alcides, Mikado, Thor, Quexalcote, Fohi, Tien,
Adônis, Quirinus, Prometeu, Maomé, Mitra, Hórus, Dionísio, Zaratustra y Buda,
para citar algunos.[1] Aún que algunos estudiosos han sugerido que la vida de Jesús
es un ejemplo del mismo mito solar representado en otras tradiciones,
especialmente en la tradición egipcia, en la cual Jesús estaba versado, esas
consideraciones no son centrales para nuestra tesis. [2]

Para el verdadero cristiano, convencido de que el Reino de Dios, está en su


interior y que él, puede ser alcanzado por la metanoia, lo importante es saber que el
relato de los evangelios, describe de forma alegórica los cinco aprendizajes, o
iniciaciones, por los cuales, todo buscador tendrá que pasar hasta alcanzar la meta
suprema de perfección. Si el Reino está en el interior de cada uno, con mas razón
todavía estará el Cristo. La importancia de esta enseñanza fue reiterada por Pablo
que, en innumerables pasajes de sus epístolas, nos orienta para el Cristo en
nosotros, la esperanza de gloria. La madurez espiritual hace que las barreras de
la separatividad, sean progresivamente destruidas. Para el místico, el Cristo no es
mas una figura separada en el tiempo y en el espacio, pero si una realidad
permanente en su corazón, que debe ser vivenciada aquí y ahora.

Procuraremos examinar, por lo tanto, el relato evangélico como una


descripción de la verdad eterna, de las grandes características iniciáticas, de la vida
de todo hijo de Dios, en la etapa final de retorno a la casa del Padre. Este enfoque
no disminuye en nada el respeto y veneración que debemos sentir por Jesús, el
Maestro que demostró de forma dolorosa, como es posible alcanzar la medida de l

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estatura de la plenitud de Cristo. El personaje central, Jesús, simboliza al Cristo
interior, que procura de forma interna traer su mensaje redentor a nuestra
naturaleza inferior. Los principales eventos de la vida de Jesús serán interpretados,
como referencias a imitar, de las cinco grandes iniciaciones, por las que pasan
todos los Grandes Maestros. [3]

Primera iniciación: El Nacimiento

El primer paso en el sendero de perfección es el nacimiento de Cristo. Él es


la luz del mundo, que permanece dormida en todos los seres hasta ser despertada
en nuestra conciencia. Los relatos evangélicos presentan una riqueza de detalles
sobre el evento. La luz de Cristo nace siempre cuando las tinieblas son mas
profundas en el mundo, por eso su nacimiento la Iglesia, lo presenta como
ocurriendo un 25 de diciembre, fecha del equinoccio de invierno, la noche mas
larga del año en el hemisferio norte, donde ocurre el ejemplo histórico. La luz del
sol aparece en esa fecha sobre el signo de virgo.

Jesús representa la centella divina en el hombre, el Cristo. Su madre, María,


simboliza el alma espiritual, situada en el plano mental superior. José, su padre,
figura como la mente inferior. Por eso, no fue José quien generó la criatura, pues la
luz de la intuición, no puede ser generada por la mente concreta. Mientras tanto,
después del nacimiento de la criatura divina, ella pasa a ser cuidada por ese padre
adoptivo. María y José, por lo tanto, forman una pareja, la mente superior y la
inferior, siendo, en ese sentido, los padres de Cristo. El Cristo es concebido por el
Espíritu de Dios, siendo la concepción inmaculada anunciada a María, por el
mensajero divino, el Arcángel Gabriel, la expresión de la voluntad divina creadora.
La anunciación es una experiencia interior por la cual, todo iniciado debe pasar.

En esa ocasión, la conciencia del hombre, comienza a expandir su capacidad


intelectual y percepción psíquica. Tratase de un verdadero nacimiento dentro del
alma, aludido por Pablo alegóricamente: “mis hijos, por quien yo sufro de nuevo de
dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gl 4:19.

En el plan de Dios la armonía está siempre presente. Toda vez que el


péndulo de la vida se extiende para un extremo, debe inevitablemente oscilar hacia
el otro lado.

Así, después del despuntar de la luz, la buena nueva del nacimiento divino,
la fuerza de las tinieblas se hacen sentir, procurando traer la muerte. Herodes, el
gobernante exterior, personifica las fuerzas de las tinieblas que combaten a la luz.
[4] En el ser humano, Herodes, representa a la personalidad auto centrada, la
fuerza del pasado, que teme el nacimiento de la luz en el interior del ser, pues el
Cristo, la esperanza del futuro, necesariamente provocará una revolución,
amenazando el control a las fuerzas de materialidad y de egoísmo que mantienen
al hombre prisionero. Para que las fuerzas tenebrosas del mal no maten al recién
nacido, la divina familia debe huir para Egipto, tierra de los misterios y santuarios
donde los iniciados eran y todavía son instruidos.

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La cena de Navidad, rememorada con profunda alegría por millones de
cristianos todos los años, está repleta de símbolos. El establo, la gruta, representa
el cuerpo físico que representa en su interior todos los miembros de la familia
divina, que son los diferentes principios del hombre. El pesebre, donde el Cristo
pequeño está reclinado, utensilio usado en la alimentación de los animales,
representa al cuerpo vital o etérico que preserva y distribuye el prana, o fuerza vital
del sol, por todo el cuerpo físico. Las ovejas y las vacas, representan las emociones.
Para que el Cristo pueda nacer, se supone que esos animales tienen que haber sido
domesticados, o sea, que las emociones del candidato a la iniciación tienen que
haber sido disciplinadas y purificadas.

Los pastores representan los hermanos mas ancianos y guías de la


humanidad, los Maestros que siempre comparecen a las ceremonias de iniciación.
Pablo se refiere a esos guías como “Los justos que llegaron a la perfección” (Hb
12:23). Los tres Reyes Magos, que vieron de Oriente (de donde viene la luz),
simbolizan los tres aspectos de la divinidad. Ellos traen presentes (oro, incienso y
mirra) al joven iniciado, expresando los aspectos espirituales del poder, del amor y
de la sabiduría. Con esos presentes el alma recién iluminada, o el Niño Cristo
recién nacido, está capacitada para emprender su misión. Los Reyes Magos son
guiados por la estrella de Belén, o pentagrama que brilla encima de la cabeza del
hierofante siempre que un rito iniciático se lleva a cabo.

Los cuatro evangelistas, como iniciados, conocían claramente el lenguaje


sagrado y así presentaron un relato alegórico que preserva para todos los que
tienen ojos para ver el mensaje auspicioso de que Cristo aguarda la oportunidad
para nacer en la conciencia de todos los que aspiran alcanzar el Reino de Dios.
Cuando ese nacimiento virginal ocurre, la luz crística en el alma del iniciado
derramará sus bendiciones sobre toda la naturaleza inferior del hombre,
estimulando su capacidad intelectual, percepción y sensibilidad. La expansión de
conciencia hace que la unidad de todos los seres deje de ser meramente un
concepto intelectual para volverse, aunque momentáneamente, una profunda
experiencia de vida.

Segunda iniciación: El Bautismo

El bautismo de Jesús por Juan el Bautista representa la segunda gran


iniciación. La inmersión en las aguas del Jordán tiene un profundo significado
místico. El agua siempre fue usada como símbolo de las emociones y pasiones. Para
que un iniciado pueda capacitarse para actuar como un instructor y salvador de
almas, es necesario que pase por esas experiencias, que comparta el dolor del
mundo. Así, el sumergirse en las aguas simboliza esa profunda experiencia de
sintonía con el dolor de todos los que sufren y ansían una vida de felicidad, salud y
armonía. Al aceptar voluntariamente compartir el dolor del prójimo, el iniciado
asimila ocultamente que está pronto para recibir la Gracia divina.

El Poder divino es conferido cuando, simbólicamente, Jesús emergió de las


aguas y “Los cielos se abrieron y Él vio al Espíritu de Dios descendiendo como una

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paloma que se posó sobre Él” (Mt 3:16). El iniciado que se compromete a servir a
Dios en la labor de salvación de la humanidad demuestra ser un hijo dilecto del
Padre, el que es confirmado por una voz celestial que afirma: “Este es mi hijo
amado, en quien me complazco” (Mt 3:17).

La segunda iniciación confiere una nueva expansión de conciencia y


mayores poderes al iniciado. El principio intelectual, en particular, recibe un
considerable estímulo. La capacidad analítica es considerablemente aumentada,
que puede volver al individuo demasiadamente crítico, orgulloso y hasta
materialista. Ese peligro es la contrapartida de los nuevos poderes concedidos. Así
como después de la primera iniciación los poderes de la materia se hicieran sentir
en la persecución simbólica de Herodes, ahora el iniciado enfrenta el mismo
proceso en una vuelta mas alta del espiral. Jesús es, entonces, llevado al desierto
para ser tentado por el diablo (Mt 4:1).

El diablo simboliza el lado sombrío del hombre, los resquicios de orgullo,


egoísmo y ambición por el poder. El desierto simboliza el período de aridez
espiritual que sigue a toda experiencia de exaltación espiritual, como lo es
testificado por todos los místicos. Durante ese estado interior de aridez,
simbolizado por los cuarenta días de ayuno de Jesús, la personalidad es tentada a
usar sus nuevos poderes para saciar su hambre, para obtener posesiones y
prestigio. Lo mismo Jesús que mas tarde alimentaría con sus poderes teúrgicos
cinco mil hombres (Lc 9:14-17), se rehusa a usar sus poderes para transformar
piedra en pan para satisfacer sus necesidades personales. Al contrario de Jesús,
que responde con sabiduría y determinación a todas las tentaciones del diablo
interior, muchos iniciados no resisten las tentaciones del mundo, especialmente el
orgullo y la ambición. En cuanto esas tentadores tenebrosos no fueran
definitivamente derrotados, el iniciado continuará marcando el paso en esa etapa
del sendero. Por eso, sea dicho que el período entre la segunda y la tercera
iniciación tiende a ser uno de los mas demorados a ser vencido por la mayor parte
de los iniciados, llevándole, en general, varias encarnaciones.
Después de recibir sus nuevos poderes, el iniciado inicia su misión en el
mundo, lo cuales simbolizado por el pasaje en que: “Jesús recorría toda Galilea,
enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda
dolencia o enfermedad del pueblo” (Mt 4:23).

Tercera iniciación: La Transfiguración.


La tercera iniciación es generalmente representada en la vida de Jesús por la
transfiguración. Es posible que ese acontecimiento halla sido colocado en el lugar
errado en el relato bíblico, pues, en el texto de Pistis Sophia, la transfiguración
ocurre después de la resurrección de Jesús de entre los muertos como parte del
proceso de iluminación suprema del Maestro, simbolizado por la Ascención a los
cielos.[5] En las dos hipótesis, la transfiguración retrata el proceso de iluminación,
que en la tercera iniciación es parcial, en cuanto en la quinta es total y definitiva.
El relato menciona que la escena ocurre en un monte (Mt 17:1-8), lo que significa
una elevación del estado de conciencia. Así como en la primera iniciación los
pastores de alma estaban presentes, también en esa ocacion los predecesores de

5
Jesus en el camino de perfección (Moisés y Elias) participan de ese momento de
glória.

Mas, si la transfiguración realmente hubiera ocurrido como parte de la


quinta iniciación, ¿cual seria, entonces, el pasaje bíblico representativo de la
tercera iniciación? Ciertamente la eucaristía, o misterioso banquete divino. Jesús
anuncia que deseaba participar de la Pascua con sus discípulos y que no la comería
hasta que ella se cumpliese en el Reino de Dios (Lc 22:16). Ahora, como fue dicho
anteriormente, el Reino de Dios es el estado de consciencia de unidad, que es
justamente alcanzado cuando la naturaleza superior del hombre comulga con su
naturaleza inferior, que es simbolizado por la Eucaristía.

La Tercera Iniciación seria, entonces, simbolizada por la comunión del pan y


del vino de los doce apóstoles. Toda la cena y sus personajes, no solo en el sentido
esotérico, debe ser entendida como simbólica. Jesús y sus doce apóstoles
simbolizan la totalidad de el ser humano, siendo la casa donde ocurre la cena la
representación del cuerpo físico, el templo de Dios. La cena tiene lugar en el piso
superior (Lc 22:11), o sea, en un estado de conciencia elevado. Jesús representa la
naturaleza divina del hombre, el Cristo interior. Los doce apóstoles personifican las
características del hombre en el mundo, con sus cualidades y flaquezas.[6] Pedro,
por ejemplo, representa la impulsividad y pusilanimidad del hombre que todavía
no aprendió a controlar sus emociones. Judas, el traidor, con su codicia y ambición,
simboliza el lado sombrío que acompaña a todo discípulo hasta las últimas etapas
del sendero. Juan, el discípulo que Jesús amaba, retrata el alma, la unidad de
conciencia, que busca la inspiración de lo Alto, simbólicamente reclinando su
cabeza (símbolo de la mente) sobre el corazón de Jesús (símbolo del Cristo
interior), para ahí permanecer al aguardo de la Gracia Divina.

La Sagrada Eucaristía representa la integración del ser humano. Los


aspectos de la naturaleza humana, con sus negatividades y cualidades, los doce
discípulos, reciben de Jesús, el pan y el vino, símbolos de la carne y la sangre de
Cristo, como la admonestación lo indica: “Si no comierais la carne del Hijo del
Hombre y no bebierais de su sangre, no tendréis la vida eterna” (Ju 6:53).
Obviamente Jesús estaba hablando en lenguaje cifrado, indicando que la carne de
Cristo significa el conocimiento espiritual, o sagrado alimento que confiere
iluminación al intelecto humano. La sangre de Cristo simboliza la vida divina, o
fluido esencial que constantemente se vierte sobre todo el universo, sin la cual
ningún ser podría vivir. La conciencia de la divina presencia en el hombre
iluminado confiere la certeza de inmortalidad de la naturaleza superior del
hombre, la vida eterna de que nos habla la Bíblia.[7]

Después de la exaltación conferida por la Tercera Iniciación, la inexorable ley


divina de armonía lleva al iniciado a experimentar a su opuesto. En el relato bíblico
esto es presentado como la experiencia en Getsêmani, que ocurre apropiadamente
después de la cena pascual (Mt 26:36-45). Jesús invita a tres de sus discípulos
mas próximos a acompañarlo, para que juntos oraran. Mas en aquel momento de
angustia, en que el iniciado observa su misión y los sacrificios y sufrimientos que le

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sobrevendrán, él verifica que está solo. No conseguirá ningún apoyo externo o
interno en ese momento de soledad, lo cual es simbolizado en los evangelios por los
discípulos durmiendo durante la oración (Mt 26:40-45). Una actitud normal a
cualquier ser humano, al percibir el intenso sufrimiento que le aguardaba, Jesús
invoca a Dios y dice: “Padre, si quieres, aparta de mi este cáliz” (Lc 22:42). Sin
embargo, como iniciado comprometido con su misión de redención de humanidad,
acepta las consecuencias de una vida altruista de total desapego, aunque el precio,
sea su propia vida, y se somete humilde .

CUARTA INICIACION: MUERTE Y


RESURRECCIÓN
El portal de la cuarta iniciación, se abre para el servidor resuelto y dedicado
que acepta beber el Cáliz amargo de la vida de servicio.
Los sufrimientos intensos por los cuales pasa el iniciado que acepta cargar la
cruz del mundo y asumir parte del pesado Karma de la humanidad, son
representados en los Evangelios por los dolorosos relatos de la Pasión del Señor.
La muerte para el mundo y la resurrección para la vida eterna, los dos
aspectos complementarios que simbolizan la cuarta iniciación, tienen lugar en
Jerusalén, la ciudad santa.
El iniciado debe entrar en ese elevado estado de conciencia en plena
posesión de sus facultades humanas, o sea, en un cuerpo físico. Esto es simbolizado
por la entrada de Jesús en Jerusalén montado en un burro, un cuadrúpedo
domesticado, que representa los cuatro cuerpos inferiores del hombre (físico,
entérico, emocional y mental concreto) debidamente disciplinados).
En ese estado, el sufrimiento parece ser el compañero inseparable del
iniciado. La historia de Jesús, comienza con el sufrimiento psíquico anticipado en
el Getsemaní, donde él se siente terriblemente solitario y sin el apoyo de sus
discípulos. En el desarrollo de los acontecimientos, se sigue la tradición de un
discípulo y la fuga de los otros cuando se sienten amenazados.
Cristo es escarnecido e insultado por la multitud enfurecida, representando
las pasiones de los hombres que siempre se mofan de la naturaleza divina. Después
él es azotado y golpeado por los soldados, que son los condicionamientos de la
naturaleza inferior que siguen a las órdenes de nuestro inconsciente, siempre
preocupado con el mantener el status que da nuestra vida mundana.
El juicio es hecho por Pilatos, el gobernante de carácter exterior, que
simboliza la personalidad. Jesús es debidamente presentado como aquel que
procura subvertir a la nación, y, cuando interrogado por Pilatos, confirma que es el
Cristo, Rey de la naturaleza humana. La personalidad, el lavar las manos, como
siempre, se justifica alegando no tener culpa por condenar a un inocente, pues está
atendiendo al clamor de la plebe ( las pasiones) y la recomendación de los
sacerdotes, los líderes de la naturaleza inferior, que representan el egoísmo, la
ignorancia, el orgullo y la ambición. Según la tradición, Pilatos pregunta al pueblo
si prefiere la libertad de Jesús o del criminal Barrabás. Las pasiones piden la
crucificción de la naturaleza divina y la libertad del criminal con lo cual, en su
ignorancia, se identifica. Por esto, Barrabás significa, en arameo, el hijo del padre.
Por lo tanto, la naturaleza inferior, que es la personalidad, jamás conseguirá
matar al Cristo. Al exigir la liberación del usurpador Barrabás, estará simplemente

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permitiendo que el hijo del Padre celestial, que es un alma ignorante de su
verdadera naturaleza, continúe vagando por el mundo hasta redimirse de todos sus
crímenes contra la gran Ley, hasta retornar a la casa paterna como el Cristo
triunfante.
El relato de la pasión de Jesús representa el vía crucis de todos los que pasan
por la cuarta iniciación: deben morir para el mundo, para alcanzar la conciencia
permanente del Reino de Dios, la conciencia de la vida eterna. Pablo describe esa
experiencia: “Fui crucificado junto con Cristo. Ya no soy yo quien vivo,
mas es Cristo que vive en mí “(Gálatas 2: 19-20). Es interesante notar que la
crucificción tiene lugar en el monte Gólgota, el calvario, que significa la calavera. La
culminación de esa importante iniciación, ocurre más de una vez en un monte, una
clara indicación de un estado elevado de conciencia. El Gólgota representa el
cráneo humano, el lugar físico donde la conciencia divina es crucificada. Jesús,
representando la conciencia divina, es crucificado entre dos malhechores, uno de
los cuales sería un buen ladrón (Lucas 23: 39-43). Los dos ladrones simbolizan los
dos aspectos de la mente, uno de los cuales se vuelve hacia lo alto y sigue al
Salvador rumbo al Reino de los Cielos. El sepulcro en la roca en el cual Jesús
habría sido enterrado es también otra representación de que el Cristo espiritual es
enterrado en el plano más denso de manifestación, el plano físico, de donde sólo se
libera después de haber cumplido su misión terrena.
Se dice en el Credo de los Apóstoles que, después de la muerte, Jesús ,”
descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos”.
En la Biblia se dice que: “Muerto en la carne, fue vivificado en el
Espíritu, en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados
“…... (1 Pedro 3:19).Para los antiguos el infierno no tenía la connotación de
tormento eterno establecida por la Iglesia. El infierno era tenido como una región,
un lugar oculto, el Hades de los griegos, en fin, un submundo habitado por las
personas que dejaban el cuerpo físico. Ese pasaje puede ser interpretado de dos
maneras: una psicológica y otra esotérica. La connotación psicológica es que el
iniciado solo puede alcanzar la liberación cuando desciende al infierno de su
inconsciente y libera su lado oscuro. El solo puede ser libre cuando no existen más
condicionamientos inconscientes en su naturaleza inferior. La interpretación
esotérica es que todo iniciado debe descender al mundo emocional y llevar la luz
de la esperanza para las almas atormentadas por el remordimiento de los errores
cometidos cuando estaban encarnadas en el mundo. (8).

La muerte y resurrección de Cristo representan alegóricamente la Cuarta


Iniciación. El que muere no es el cuerpo físico, mas sí el sentido personal de
separatividad. Lo que resurge de los muertos, es el alma ahora consciente de la
unidad como un Todo y con todos los seres. A partir de ese momento, el alma
puede dejar el sepulcro terreno, que es el cuerpo físico, sin ningún lapso de
consciencia y entrar en las regiones superiores del mundo celestial (9).La vivencia
de la unidad confiere al iniciado una profunda compasión. Él ahora, trata de
procurar aliviar los dolores de los que sufren injusticias, y violencias, busca ayudar
a los injustos y criminales. Él sabe que el ajusticiado, estará terminando su ciclo
kármico, encuanto que el criminal estará iniciando sobre si un nuevo ciclo
kármico, atrayendo pesada carga de sufrimiento, en la justa medida del

8
sufrimiento que causó. El iniciado solo estará pronto para la cuarta iniciación
cuando, pueda perdonar a aquellos que a él le hicieron algo, como a los que
hicieron algo a los débiles y oprimidos, como Jesús, que en medio de la agonía de la
crucificción, dice: “ Padre perdónalos ; no saben lo que hacen” ( Lucas 23:
34 )

QUINTA INICIACION: La Ascensión a los cielos


Para los budistas e hinduistas, aquel que recibió la cuarta iniciación, es
llamado Arhat, siendo conocido como que está libre de retornar al mundo de los
hombres, habiendo merecido el descanso en el paraíso al que llaman Nirvana. La
mayor parte de los Arhats, no entran, movidos por la suprema compasión,
comprometiéndose, a permanecer en la esfera terrena para ayudar en la liberación
de todas las almas sufrientes, hasta el fin de los tiempos.
El alma (Jesús) ahora venció la muerte, porque murió para el mundo.
Simbolizando el término de su ministerio terreno. El iniciado dice, como Jesús en
la cruz: “ Todo está terminado “(Juan 19:30) y “Padre, en tus manos
entrego mi espíritu” (Lucas 23:46).
En el relato bíblico, Jesús vuelve de los muertos y queda algún tiempo
instruyendo a sus discípulos, preparándolos para seguir con el ministerio de
salvación de las almas. Ese volver al mundo terreno, sea con un cuerpo físico, sea
con un cuerpo sutil, depende de los textos consultados, comprueba el compromiso
del iniciado de permanecer en nuestra esfera terrena instruyendo y ayudando a la
humanidad. Llega finalmente el día que, en gran gloria, él asciende al cielo. En el
texto Pistis Sophia la ascensión es descripta de forma tocante, como un descenso de
ángeles trayendo sus mantos de luz. Una vez envuelto en la luz, Jesús es
transfigurado y sus discípulos no pueden aguantar el brillo de su luz, hasta que
Jesús desaparece en lo alto. Jesús, como todo adepto que recibió la quinta
iniciación, puede ahora decir: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:30).

La quinta Iniciación, indica el término del aprendizaje humano. El Maestro


de Compasión y Sabiduría alcanza la perfección y pasa a ser un salvador de almas.
Todas las tentativas de describir la naturaleza de estos excelsos Seres son
infructuosas, pues no existe término de comparación en nuestro mundo terreno, ya
que ellos ahora pertenecen a otra categoría de seres, muchas veces descritos como
divinos. Son verdaderos mensajeros plenipotenciarios de Dios, trayendo, como
Jesús, el eterno mensaje de salvación para las almas sufrientes. Y esa es la meta que
el Padre celestial estableció para todos nosotros.

Como vimos anteriormente, la armonía del proceso evolutivo requiere que


cada experiencia de exaltación del iniciado sea contrabalanceada por una
experiencia en sentido contrario. Así, después de las tres primeras iniciaciones,
Jesús debía enfrentarse a las fuerzas de las tinieblas: la persecución de Herodes, la
tentación en el desierto y la agonía en el Getsemaní. En la cuarta iniciación el orden
se invierte, primero la noche obscura del alma culminando en la crucificción, para
después alcanzar la exaltación en la resurrección de los muertos. ¿Y en la quinta
iniciación?. ¿Cual sería la posible contraparte penosa para quien alcanzó la unión
con Dios?, ¿Para quien pertenece constantemente en la buen bienaventuranza de

9
perfecta unidad con Dios, o su estado opuesto es justamente dejar ese estado del
Paraíso?. ¡Esa es justamente la probación del Maestro de Compasión y Sabiduría!
Encarnarse de tiempo en tiempo, asumiendo las limitaciones inherentes a un
cuerpo humano, sometido a los bombardeos de las vibraciones externamente
pesadas de nuestro mundo, siempre que el Plano Divino requiera su atención en la
Tierra, para dar un nuevo impulso al proceso evolutivo. Una imagen que talvez
pueda transmitir una vaga idea de que debe ser esa probación para un Maestro,
sería el grado de sacrificio que un individuo de clase media haría al decidir
voluntariamente abandonar su vida confortable para vivir en una barraca
inmunda, en un inmerso terraplén sanitario (lo que comúnmente llamamos de
inmundicia) para dedicarse a ayudar a las pobres almas que viven buscando
inmundicia y morando en aquella condición subhumana.

LA VIDA MISTICA

Muchos cristianos sinceros, al percibir en los relatos de la vida de Jesús una


representación alegórica de las cinco grandes marcas de vida del discípulo hasta
alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13), desean
también pasar por la misma experiencia. En ese caso, sigue naturalmente la
pregunta: ¿cómo puedo ser iniciado?. El proceso iniciatico es un misterio que es
mantenido en secreto por aquellos que fueron admitidos al ámbito sagrado.
Sabemos que el primer paso es ser aceptado como discípulo de un Maestro que
asumirá la tarea de prepararlo para las iniciaciones (10). ¿Que es lo que debemos
hacer para ser aceptados por un Maestro? Pensamos que la aspiración ardiente de
la unión con Dios y el uso del material transformador descrito en ese libro abre el
camino para eso. Además, existe en la tradición esotérica un lema auspicioso para
todo buscador: “Cuando el discípulo está pronto el Maestro aparece “.

En los primeros siglos, después de la muerte de Jesús, los cristianos


dedicados que llevaban una vida pura podían ser admitidos a los grupos internos
creados por los discípulos de Jesús. En esos grupos, una vez debidamente
preparados, los devotos podían recibir progresivamente los sacramentos, los
misterios, instituidos por Jesús. Esos sacramentos eran: el bautismo, la
confirmación, la eucaristía, la redención y la cámara nupcial (11). Los sacramentos
tenían un estrecho paralelo con las iniciaciones como descriptas anteriormente. El
bautismo equivalía al nacimiento del Cristo Interior ( “ Porque todos vosotros
que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:
27 ) ; la confirmación era el bautismo del Espíritu Santo, equivalía al bautismo de
Jesús en las aguas del Jordán, la Eucaristía equivalía a la comunión de la
naturaleza superior con la inferior del hombre, que ocurría en la tercera iniciación;
la redención tenía un paralelo con la cuarta iniciación, representada por la muerte y
resurrección del Señor, finalmente, el sacramento supremo de la cámara nupcial,
representaba la unión completa y permanente de conciencia del hombre con la de
Dios, representada por la ascensión de Jesús al cielo para permanecer a la derecha
del Padre.
Con las persecuciones instituidas por la ortodoxia, principalmente a partir
del siglo IV de nuestra era, los grupos esotéricos cristianos que mantenían la

10
tradición de los misterios de Jesús se tuvieron que esconder para sobrevivir. La
historia del ocultismo indica que innumerables grupos, a lo largo de los siglos,
parecen haber recuperado de alguna forma esa tradición. Así como esos grupos
existieron en el pasado, es lícito suponer que todavía existan en los días de hoy,
aunque totalmente velados para la curiosidad pública. De esta manera, en vez de
lanzarse a una búsqueda desenfrenada por grupos ocultos, que probablemente
muchos podrán redundar en la afiliación a grupos no idóneos, el devoto debe
cuidar de su preparación interior, acordándose de la verdad milenaria mencionada
anteriormente de que “cuando el discípulo está pronto el maestro aparece”.

Pero otra alternativa existe en los sacramentos externos, que son esos
mismos misterios ministrados a los interiormente sinceros devotos. Ése es el
camino que es transitado por miles de místicos a lo largo de los siglos. Esos
buscadores incansables transitaron el camino de la perfección arduamente,
recibiendo en su corazón probablemente de una manera inconsciente, los
sacramentos de Jesús, cuando ellos progresaron en el camino espiritual. Si
analizamos la vida de los místicos es obvio la correlación de las enseñanzas del
camino místico con las iniciaciones y los sacramentos de Jesús.

Aunque no todos los místicos exactamente siguen la misma sucesión de


experiencias interiores, algunos investigadores sugieren que existen cinco etapas
generales por las qué la mayoría de esos ardientes buscadores, transitan el camino
de unión final con el Bien-Amado (12).
El despertar. La primera fase se caracteriza por el despertar de la conciencia
hacia la Realidad Divina. Ella es abrupta y muy marcada en muchos casos, pero
también puede ser gradual. Normalmente, se acompaña de intensos sentimientos
de alegría e incluso de éxtasis espiritual, que proporcionan un incentivo al
individuo que se dedica integralmente «seguir Dios.»

Purificación. En la segunda fase, el místico se vuelve consciente de la


disparidad entre la belleza y la pureza divina que fueron experimentadas en su
interior frente a la realidad de su estado exterior, caracterizado por las
imperfecciones, apegos, ilusiones e impurezas.Empienza entonces, la fase dolorosa
de la purificación en la cual, él intenta eliminar, por la disciplina y mortificación,
aquello que él juzga ser una barrera o impedimento para su progreso, mientras se
encamina hacia la unión ideal con Dios. Ellos son años normalmente largos de
esfuerzo y sufrimiento, en la ingente lucha contra la naturaleza inferior.

Iluminación. Después del sufrimiento de la purificación, viene la intensa


felicidad de la iluminación, o la comunión, con Dios. Habiéndose liberado
considerablemente de ‘las cosas del mundo’, a costa de mucho sudor y lágrimas, el
místico puede recoger los frutos de la realidad espiritual, que en nada se parecen
con la gratificación de de los sentidos Ocurren visiones de Unidad, de Luz Divina,
percepciones intuitivas de naturaleza humana y de la realidad de las cosas, voces
angélicas y celestiales que lo instruyen, arrobamientos y viajes fuera del cuerpo. El
místico entra en una nueva dimensión y pasa a contribuir de forma más capaz y
dedicada a las necesidades que los rodean.

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La noche obscura del alma. Continua alternando entre la Luz y la sombra de
las primeras tres fases. Después de haber visto metafóricamente el Sol, el místico
ahora penetra en las profundidades de las tinieblas. Habiéndose deleitado con la
experiencia de la presencia de Dios, ahora él sufre con la ausencia divina. Él
enfrenta la mas terrible de todas las experiencias del camino místico, descripta por
San Juan de la Cruz como la noche obscura del alma y, por otros, como
“sufrimiento místico”, la “muerte mística”, la “purificación mística”, la “purificación
del Espíritu”. Es una verdadera “crucificción espiritual” al que el buscador debe
someterse para alcanzar la glorificación subsiguiente de la ascensión a las alturas
de unión con Dios. En cuanto estaba en la etapa de purificación, el místico buscaba
extirpar los intereses por las cosas del mundo y por la gratificación de los sentidos,
ahora él debe extender el proceso de purificación a la esencia de su naturaleza
inferior, eliminar el sentido de ser un “yo separado”. Solamente cuando la
personalidad se entrega interiormente a Dios, con fe inquebrantable, a pesar de
sufrir como que él es abandonado por la Divina Presencia, cuando no espera nada
para su yo personal, se cortan los últimos lazos con la conciencia egoísta,
capacitando al alma a unirse con el Supremo Bien.

Unión. La bienaventuranza experimentada en ese estado y enteramente


diferente de cualquier experiencia de felicidad, hasta ahora experimentada, pues
ahora el místico no experimenta algo fuera de si como un observador lo mismo que
como participante, como acontece en la etapa de iluminación. En esa etapa él se
une a Dios, y tiene una experiencia absolutamente indescriptible de ser divino. Esa
es la meta final del camino místico y de la vida espiritual. Es generalmente
alcanzada en estado de profunda contemplación, cuando cesan todas las imágenes
del mundo de las formas y de los conceptos, y el místico se identifica con el Vacío,
el estado contemplativo sin formas y conceptos, que es simultáneamente la
plenitud de Vida y del Ser.

......................................
La rica tradición cristiana siempre estuvo inclinada hacia la transformación del
hombre viejo en un hombre nuevo. El objetivo de esa tradición, no es formar
meros devotos, los cristianos tradicionales, pero sí verdaderos Cristos, nacidos en
la gruta del corazón, siendo bautizados, transfigurados, muertos y sepultados,
resurreccionando de entre los muertos, y, finalmente, ascendiendo en gloria a los
cielos, para permanecer a la derecha del Padre. Esta es la vía mística, transitada
por tantos millares de buscadores sinceros a lo largo de los siglos. En ella todas las
enseñanzas y pasajes de la Vida de Cristo, retratan la vida de su propia alma. Si
esto ocurre correctamente, el místico percibirá que las palabras de Cristo son
dirigidas a él:
“Yo os digo, verdaderamente, que algunos que aquí están
presentes, no probarán la muerte, hasta que vean el Reino de los
Cielos “(Lucas 9:27). Será excelsa la gloria de aquellos que alcanzaren la
perfección, conforme se puede apreciar en las palabras de Cristo registradas en el
Apocalipsis: “Al que venciere, le concederé sentarse conmigo en mi
trono, así como yo también vencí estoy sentado con mi Padre en su

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trono “(Apocalipsis 3:21)

[1] Un exhaustivo trabajo de Kersey Graves, titulado The World’s Sixteen Crucified Saviors, or
Christianity before Christ (reprint, Montana, Kessinger Publishing Co) indica que varias
características son comunes a casi todos esos salvadores de la humanidad. Entre ellas vale
mencionar: nacimiento milagroso, de madres vírgenes, en el 25 de diciembre; sus vidas habrían sido
profetizadas anteriormente; una estrella brillante indicaría el lugar del nacimiento; ángeles, pastores
y magos estarían presentes; eran de descendencia real; fueron amenazados de muerte en la infancia
por el gobernante del país donde nacieron; dieron pruebas de su divinidad; apartáronse del mundo
por algún tiempo para ayunar; dijeron que su reino no era de este mundo; fueron ungidos; fueron
crucificados por los pecados del mundo; después de tres días enterrados, resurgirían de los muertos;
al final de su misión ascenderían al cielo.
[1] Un exhaustivo trabajo de Kersey Graves, titulado The World’s Sixteen Crucified Saviors, or
Christianity before Christ (reprint, Montana, Kessinger Publishing Co) indica que varias
características son comunes a casi todos esos salvadores de la humanidad. Entre ellas vale
mencionar: nacimiento milagroso, de madres vírgenes, en el 25 de diciembre; sus vidas habrían sido
profetizadas anteriormente; una estrella brillante indicaría el lugar del nacimiento; ángeles, pastores
y magos estarían presentes; eran de descendencia real; fueron amenazados de muerte en la infancia
por el gobernante del país donde nacieron; dieron pruebas de su divinidad; apartáronse del mundo
por algún tiempo para ayunar; dijeron que su reino no era de este mundo; fueron ungidos; fueron
crucificados por los pecados del mundo; después de tres días enterrados, resurgirían de los muertos;
al final de su misión ascenderían al cielo.

[2] El lector podrá obtener mas informaciones sobre esas cuestiones el exhaustivo estudio de
Gerald Massey, The Historical Jesus and the Mythical Christ (republicado em N.Y. por A&A
Books Publishers, 1992).

[3] Las interpretaciones presentadas fueron basadas en los libros siguientes: Geoffrey Hodson,
The Hidden Wisdom in the Holy Bible, vol. I, op.cit., e A Vida do Cristo do Nascimento a
Ascensão, (Brasília: Editora Teosófica, 1999); Annie Besant, O Cristianismo Esotérico, op.cit.;
C.W. Leadbeater, A Gnose Cristã, op.cit.; Alice A. Bailey, From Bethehem to Calvary, The
Initiations of Jesus (N.Y.: Lucis, 1981); Rudolf Steiner, From Jesus to Christ (Sussex, Inglaterra:
Rudolf Steiner Press, 1991).

[4] Es interesante notar que en Hebreo, Herodes quiere decir ‘un terror’, talves derivado de la
palabra egípcia “heru”, aterrorizar.

[5] Pistis Sophia, op.cit., pg. 93-95.

[6] Algunos autores sugieren que los doce apóstoles representan los doce signos del zodíaco.
Gaskell, un estudioso de simbología esotérica propone la siguiene correspondência: Pedro – la
mente analítica inferior; Andrés – fé e investigacion; Tiago – esperanza y progreso; Juan – amor y
filosofía; Felipe – corage y determinación; Bartolomeu – perseverancia; Tomás – busqueda
intelectual de la verdad; Tiago Alfeu – modéstia y receptividad; Simón Zelote – gentileza y
atención; Judas, hermno de Tiago; mente abierta; Mateos – deliberación crítica; Judas – prudencia.
(vide G.A. Gaskell, Dictionary of the Sacred Language of all Scriptures and Myths (Londres: G.
Allan & Unwin).

[7] Vide G. Hodson, The Hidden Wisdom in the Holy Bible, op.cit., vol. I..

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[6] Algunos autores sugieren que los doce apóstoles representan los doce signos del zodíaco.
Gaskell, un estudioso de simbología esotérica propone la siguiene correspondência: Pedro – la
mente analítica inferior; Andrés – fé e investigacion; Tiago – esperanza y progreso; Juan – amor y
filosofía; Felipe – corage y determinación; Bartolomeu – perseverancia; Tomás – busqueda
intelectual de la verdad; Tiago Alfeu – modéstia y receptividad; Simón Zelote – gentileza y
atención; Judas, hermno de Tiago; mente abierta; Mateos – deliberación crítica; Judas – prudencia.
(vide G.A. Gaskell, Dictionary of the Sacred Language of all Scriptures and Myths (Londres: G.
Allan & Unwin).

[7] Vide G. Hodson, The Hidden Wisdom in the Holy Bible, op.cit., vol. I..

[8] Ver Gnosis Cristiana de C.W. Leadbeater, op.cit., pg. 125-131.

[9] Ver La Sabiduría oculta en la Sagrada Biblia, op.cit., vol. I, pg. 263-64.

[10] Ver, para mas informaciones, C.W. Leadbeater, Los Maestros y el Sendero

[11] Ver Evangelio de Felipe, en The Nag Hammadi Library, op.cit., pg. 150.

[12] Las cinco etapas presentadas a seguir fueron resumidas del libro de Evelyn Underhill,
Mysticism, op.cit., pg. 169-70.

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