Psicologia en La Vida Consagrada II
Psicologia en La Vida Consagrada II
Psicologia en La Vida Consagrada II
Introducción.
Os invito a continuar profundizando en nuestro ser, desde las actitudes que nos
configuran, tal y como os propuse en la primera entrega. Un reto, que como ya comenté,
es bastante ambicioso, pero aunque solo suponga una pequeña aproximación, ya habrá
valido la pena. Mi intención, es meramente, despertar el interés, lanzando algunas pistas
que valgan para cuestionar.
En la primera parte trazamos algunas pinceladas sobre el autoconocimiento. El objetivo,
era abordar el aspecto cognitivo de nuestra existencia. En este segundo momento, os
propongo adentrarnos en la dimensión social.
Aclarar, antes de continuar, que no podemos perder de vista que la persona es UNA.
Somos una unidad, con distintas dimensiones. Debido a la complejidad de nuestro Ser,
para conocernos, la invitación que os hago es a profundizar en nosotras mismas, desde
algunos de los aspectos que nos configuran. Advertir, que solo voy a comentar tres:
cognitivo (el primero que tratamos), social (el que voy a desarrollar) y el afectivo (que
será el último) A su vez, y debido a la amplitud y hondura de estos temas, casi lo voy a
hacer de pasada, pero eso si, con la idea de que por lo menos suscite un interrogante al
que intentar darle respuesta en la medida de nuestras posibilidades.
La disertación filosófica está servida. Sería una pregunta que exigiría un buen rato
contestar. Sin embargo, y como ya he advertido, solo voy a lanzar algunas ideas para
que vosotras continuéis con vuestra propia reflexión,
Los hombres y las mujeres pasamos de individuos a personas en la relación, por ese
dinamismo que nos abre a los/as demás. Nos transformamos de individuos a personas
en el trato con los/las demás. La relación nos hace ser con los/as otros/as, y cuando esa
relación es comunitaria, familiar, donde nos unimos a quienes queremos y a aquellos/as
por cuya suerte nos interesamos, nuestra personalidad se reafirma, se crece, se asienta.
Yo soy yo, o mejor escrito, yo soy persona porque me relaciono, y soy más plenamente
yo cuanto mayor y más << don de mi misma>> en el amor es mi relación.
Aquí casi estoy dando un salto a la siguiente dimensión, pero es algo inevitable si
tenemos presente nuestra unicidad. Todas nuestras dimensiones están profundamente
entrelazadas. Viven unas de otras. Por eso voy a intentar hacer el esfuerzo de centrarme
en la que nos ocupa.
Cultura y sociedad
Este es el tema, meollo de toda la cuestión. Decía que pasamos de individuos a personas
en la relación, pero toda interacción se produce en un contexto social y cultural. Este es
un aspecto fundamental del que tenemos que tener conciencia, sobre todo por la
importancia que tiene al definirnos como personas.
¿Qué es cultura? Es la pregunta obligada en este momento. Para no perderme en mil
definiciones, me voy a centrar en la que más consenso tiene entre los antropólogos: Se
habla de Cultura humana para referirse al estilo de vida total, socialmente adquirido,
de un grupo de personas, que incluye los modos pautados y recurrentes de pensar,
sentir y actuar. Para no perdernos mucho en palabras que parecen demasiado técnicas,
vamos a ir desgranando esta definición.
Cultura y sociedad están muy ligadas, aunque para no confundirnos, y ya que estamos
en este punto, también la vamos a definir. El término sociedad designa un grupo de
personas que comparten un hábitat común y que dependen unos/as de otros/as para su
supervivencia y bienestar. Hechas las diferencias, ahora haremos las relaciones. De
hecho hay una palabra que fusiona los dos términos y sus significados: sociocultural. Y
es que en ocasiones en muy difícil separarlas, porque sociedad y cultura forman una
unidad. Y así, podemos unificarlas afirmando que la cultura es un todo complejo, que
comprende: conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y muchas otras
capacidades y hábitos adquiridos por la persona, en tanto que es miembro de una
sociedad.
Sociedad y persona
Como hemos visto la sociedad deja una impronta en nuestro ser. Vivimos y nos
desarrollamos en un medio sociocultural muy determinado. El contexto en el que nos
movemos nos plantea también unos límites. Podemos llamarlos derechos y deberes.
Nuestras tendencias, se educan en la relación. Los instintos se canalizan. Una labor que
exige tiempo y esfuerzo. La adaptación al medio es algo personal, que nadie puede
hacer por nosotras.
En las relaciones es donde se pone a prueba realmente quienes somos. Son una fuente
de crecimiento, pero también de conflicto. Las otras, son para mi un infierno porque sus
opciones de voluntad chocan con las mías, y me limitan, y me marcan el campo de mi
libertad. Nos hacemos personas en la relación, entre el dolor y la alegría. Nos hacemos
personas desde el conocimiento de quien soy dentro de mi entorno social.
Había una vez un señor que vivía como lo que era: una persona común y corriente.
Un buen día, misteriosamente, notó que la gente empezaba a halagarlo diciéndole lo alto
que era.
- ¡Qué alto estás!
- ¡Cómo has crecido!
- Envidio la altura que tienes…
Al principio, esto lo sorprendió, así que, durante unos días, notó que se miraba de reojo
al pasar junto a los escaparates de las tiendas y en los cristales de los autobuses.
Pero el hombre siempre se veía igual, ni tan alto ni tan bajo…
Él trató de restarle importancia, pero cuando después de unas semanas empezó a notar
que tres de cada cuatro personas lo miraba desde abajo, empezó a interesarse por el
fenómeno.
El señor compró un metro para medirse. Lo hizo con método y minuciosidad, y después
de varias mediciones y comprobaciones, confirmó que su estatura era la de siempre.
Los demás seguían admirándolo.
- ¡Qué alto estás!
- ¡Cómo has crecido!
- Envidio la altura que tienes
El hombre empezó a pasar largas hora delante del espejo mirándose. Trataba de
confirmar si era realmente más alto que antes.
No había manera: él se veía normal, ni tan alto ni tan bajo.
No contento con aquello, decidió marcar el punto más alto de su cabeza con una tiza en
la pared (de manera que tendría una referencia fiable de su evolución) La gente insistía
diciéndole:
El hombre era muy racional y pensó que todo aquello debía tener una explicación. Tanta
admiración recibía y era tan bonito recibirla que el hombre deseo que fuera cierto.
Y un día se le ocurrió que, quizás, sus ojos le estaban engañando. Él podía haber crecido
hasta ser un gigante y, por algún conjuro o hechizo, ser el único que no lo podía ver…
-¡Eso! ¡Eso era lo que debía estar pasando!
Montado en esta idea, el señor empezó a vivir, desde aquel momento, una época
gloriosa. Disfrutaba de las frases y de las miradas de los demás.
Había dejado de sentir aquel complejo de impostor que tan mal le sentaba. Un día
sucedió un milagro. Se puso frente al espejo y realmente le pareció haber crecido. Todo
empezaba a aclararse. El hechizo había terminado. Ahora él también podía verse alto.
Se acostumbró a caminar erguido. Caminaba echando la cabeza hacia atrás. Usaba ropa
que lo estilizaba y se compró varios pares de zapatos con plataforma. El hombre
empezó a mirar a los demás desde arriba. Los mensajes de los demás lo llenaron de
asombro y fascinación:
A modo de conclusión
La socialización es un misterio de las relaciones que nos enseña a ser personas. Vivimos
en un mundo en continuo cambio. Estamos insertas en este mundo. El mundo que Dios
soñó para nosotras. Un mundo y un tiempo donde vivir nuestra consagración, con lo que
otras personas nos han aportado, y con nuestro esfuerzo para dejar una sociedad mejor.
Vivir nuestra consagración en secularidad., discerniendo los signos de los tiempos,
desde nuestra identidad.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS.
1-Manuel de Unciti “Teología en Vaqueros”. PPC. Madrid 2000.
2-Marvin Harris “Introducción a la antropología general” Alianza editl. Madrid 1991
3 Jorge Bucay “Cuentos para pensar”.RBA. Navarra. 2002