MONOGRAFIA Seminario 1
MONOGRAFIA Seminario 1
MONOGRAFIA Seminario 1
SEMINARIO I
ESTRUCTURA PSIQUICA DE LA CORTEZA CEREBRAL
LIMA - PERU
ESTRUCTURA PSIQUICA DE LA CORTEZA CEREBRAL
Las neurociencias no ponen en duda que el psiquismo tiene su estructura funcional en el
órgano biológico, que denominamos cerebro y su manifestación motora a través del cuerpo
humano. La estructura psíquica fue descripta brillantemente por el creador del psicoanálisis
Sigmund Freud quien se basó especialmente en los trabajos de George Groddeck. Freud
acuñó el concepto del inconsciente (el ello) hace alrededor de un siglo, cuando la
neurobiología solo podía observar el cerebro en preparados de autopsias.
Actualmente se puede establecer relación entre el psiquismo descrito por Freud, con la
neurobiología. Donde el ELLO pulsional inconsciente, estaría relacionado con los
fenómenos instintivos adjudicados al sistema límbico. Estos instintos son controlados por
el SUPER YÓ, inconsciente y consciente; cuya ubicación está relacionada con el lóbulo
prefrontal. Lugar que al lesionarse libera la conducta pulsional humana. El YO como
sistema negociador entre las pulsiones y su control, estructura también consciente-
inconsciente factible de ubicar en el sistema del ingreso sensorial. Sector relacionado con
el tálamo; que filtra la información y controla el arribo a la conciencia de la información
de los criterios de realidad.
Hoy las neurociencias le han descubierto más relaciones con la supervivencia instintiva.
Por ejemplo: la ubicación espacio - tiempo, la cooperación, la comunicación, la conducta,
el placer, serian procesos de supervivencia innatos; algunos de los cuales usan al placer,
sin embargo en el humano las emociones son complejas dado al grado de desarrollo del
sistema nervioso y el psiquismo único producto del ambiente donde se desarrolla cada
individuo.
Los genes forman la base intrauterina primaria del ser. La segunda base es la conformación
del psiquismo durante la infancia, importante resaltar que de primeros años no
recordaremos casi nada, sin embargo los aprendizajes emocionales almacenados impactan
la construcción de la personalidad. Este proceso implica la plasticidad neuronal por la poda
de neuronas, las nuevas sinapsis e incluso la reproducción neuronal en el hipocampo,
durante los dos primeros años de vida. Esto imposibilita el recuerdo consciente de la
primera infancia. Manifestándose la Epigenetica, es decir genes que se expresan luego de
nacer; pudiendo ser fisiológicos o patológicos.
Situación que le llevó a Kandel a tener un cambio epistolar con reconocidos psicoanalistas,
que lo objetaron. A los que les respondió que les estaba dando la razón. Que el medio
ambiente modifica tanto al cerebro, que hasta cambia las conductas inconscientes más
esenciales; como el cuidado de las crías. Sólo que había descubierto un firma molecular de
ese cambio en la toma de decisiones.
Sin embargo, falta mucho para poder descubrir todo lo que esconde el cerebro humano,
dado el complejo sistema de redes, de millones de neuronas que lo constituyen. Este
enjambre neuronal es denominado Conectoma; procesando aproximadamente 1000
exaotetos de información (unidad gigantesca de almacenamiento informático).
El cerebro animal y humano es el producto del desarrollo histórico del mundo material
desde la abiogénica, biogénica y antropogénica, considerando también su relación con la
transformación social.
El psiquismo es el reflejo, imagen o producto superior del mundo subjetivo del ser humano.
La vida va de la materia inorgánica a la orgánica y de esta, al psiquismo. Filosóficamente,
al psiquismo en su explicación ha ido del idealismo, primero el espíritu, segundo la materia;
al dualismo o psicofísico, el espíritu y la materia como dos entidades separadas; de éste al
materialismo mecanicista, el cerebro como un órgano pasivo receptor de estímulos y
emisor de respuestas y por último al materialismo dialéctico, el psiquismo como producto
de la interacción dialéctica entre el cerebro y la sociedad.
Los contenidos del psiquismo cambian en función del desarrollo histórico social. A esto
nos referimos cuando hablamos del condicionamiento histórico y social del psiquismo: al
hecho de que en el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo o el
socialismo; el psiquismo se explicita en sensaciones, percepciones, representaciones,
pensamiento, lenguaje, etc.
La Neuropsicología tiene como objetivo principal explicar cómo el encéfalo produce el
psiquismo humano.
Las neurociencias surgen a partir de las investigaciones y estudios del sistema nervioso. La
tarea de la neurociencia, ciencia del encéfalo, es aportar explicaciones de la conducta y
psiquismo, en términos de actividades del encéfalo, explicar cómo actúan millones de
células nerviosas individuales del encéfalo para producir el psiquismo y la conducta,
explicar cómo las células están influidas por el medio ambiente, incluyendo el
comportamiento de otros individuos.
El encéfalo es una red precisa de más de 100 millones de células nerviosas delimitadas,
interconectadas en sistemas que producen nuestra percepción del mundo externo, centran
nuestra atención y controlan la maquinaria de la acción. Por lo tanto, nuestro primer paso
en el conocimiento de la mente, es entender cómo las neuronas llegan a organizarse en vías
de comunicación y cómo células nerviosas individuales del encéfalo se comunican con
otras células, mediante la transmisión sináptica.
Edwin Smith, encuentra el año de 1862, el Papiro Quirúrgico de los egipcios y que
probablemente tienen una antigüedad de 2,500 a 3,000 a.d.c. En este documento se
encuentran descripciones de anatomía, fisiología y patología; de 48 casos reales de
fracturas de cráneos y del cuello en soldados de guerra y que repercutían en el
comportamiento de los mismos.
En el Imperio de los Incas, los historiadores refieren que los curanderos utilizaban el Tumi,
para ingresar al interior del cráneo y curar las hematomas, hemorragias internas
ocasionadas como producto de las piedras que eran arrojadas en las hondas, en los campos
de batalla. Después de haber curado las heridas, trepanaban o cerraban los espacios
craneales con placas metálicas de oro, plata e incluso con la corteza del poro. Esta técnicá
dio lugar al surgimiento de la Craneotomia o apertura quirúrgica del cráneo. Otros pueblos
de la antigüedad, utilizaron en las trepanaciones, piedras filudas de la obsidiana de fonnas
circulares, ovaladas, rectangulares, triangulares, cinceles, osteotomas, escalpelos y
retractares, vendas y torniquetes.
Para Claudio Galeno ( 131-201 a.d.c.) los nervios eran considerados como canales que
conducen un fluido secretado por el encéfalo y la médula espinal hasta la periferie del
cuerpo.
Para San Agustín (356-430 d.c.) localizaba al psiquismo en las cavidades ventriculares del
cerebro. Esta tesis falsa duró más de mil años. La guerra y la lucha entre los gladiadores
eran la mejor escuela de cirugía. En el primer ventrículo localizaban la sensibilidad para
los objetos, en el segundo, la imaginación, el razonamiento y la reflexión y en el tercer
ventrículo la memoria.
Entre los siglos XV al XVIII, aportan los estudios de Ándres Vesalio (1514-1564), Silvio
(1478-1555) y René Descartes (1596-1650). La teoría Cartesiana planteaba que la glándula
pineal era el asiento del alma o el órgano del alma.
El médico y fisico italiano Luigi Galvani (173 7-1798) descubrió que el músculo excitable
vivo y las células nerviosas, producen electricidad.
El médico y neuroanatomista alemán Franz Joseph Gall (1758-1828) propuso que las
regiones delimitadas del córtex cerebral controlan funciones específicas. En el cerebro hay
“más de 3 5 porciones y cada una de ellas correspondiente a una facultad mental
específica”. Sostenía además, que cada función aumentaría de tamaño cuando se la ejercita,
así como el músculo aumenta de tamaño con el ejercicio.
Fundó la Frenología o disciplina que explica: para cada función mental, una porción del
cerebro específico. Alegria, la codicia, el cálculo, la cautela, el sigilo, la destructividad, la
autoestima, la combatividad; tendrían su asiento en porciones específicas del cerebro. Esta
tesis fue criticada y desechada por Pierre Flourens ( 1823) sostenía que el cerebro trabaja
de manera concertadas y no en porciones aisladas.
Ramón y Cajal (1852-1934) al igual que Sherrington, demostraron que el tejido nervioso
no es una masa continua, sino una red de células delimitadas. Cajal elaboró la teoría sobre
la Doctrina de la Neurona, reconociendo por primera vez la existencia de la sinapsis y
Sherrington planteó su teoría sobre el Conexionismo Celular.
A finales del S XIX y principios del S XX, siguieron los aportes de autores como: Claude
Bernad en Francia, Paul Erlich en Alemania y John Langley en Inglaterra; descubrieron y
demostraron que las drogas interactúan con receptores específicos de las neuronas; dando
lugar en el futuro al descubrimiento de las llamadas endorfinas o encefalinas y que actúan
en la protección contra el dolor de las especies animales inferiores y del ser humano. Las
investigaciones de Charles Danvin sobre la evolución de las especies (selección y
supervivencia de las más fuertes) fueron el punto de partida de las observaciones
sistemáticas de los actos y la conducta. Estos estudios dieron lugar al surgimiento de la
Etología, al estudio de la conducta animal en condiciones naturales.
Paul Broca (1824-1880), afirmaba que existía una selección cruzada entre la preferencia
de la mano y el predominio del hemisferio para el lenguaje. Inicia sus investigaciones en
su paciente “Tan” quien había perdida el habla. Después de su muerte comprobó que la
pérdida del habla, se debía a una lesión en la tercera circunvolución posterior del lóbulo
frontal izquierdo. El año de 1885, publicó su frase histórica “‘hablamos con el hemisferio
izquierdo”. Broca descubrió la afasia expresiva o de Broca.
Karl Vernicke, el año de 1874 descubre la Afasia Comprensiva, por las lesiones que
presentaban sus pacientes con transtornos del lenguaje en el tercio posterior de la
circunvolución temporal superior izquierdo. Posteriormente Geschwind (1965) apoyó a
Wernicke con su teoría del Síndrome de Desconexión.
Pavlov plantea su Teoría de la Actividad Nerviosa Superior, proponiendo como tesis que
todo el comportamiento animal y humano, así como su temperamento y carácter se debe al
tipo de sistema nervioso.
El concepto de Sistema Funcional, tiene como base anatom1ca mucha zonas corticales y
subcorticales que trabajan en conjunto mediante la acción de vías de fibras. También la
idea de función puede usarse en otras dos acepciones: función, como actividad de
determinada células u órganos y función como participación integrado de una cantidad de
tejidos, órganos en un proceso funcional (digestión, circulación, respiración).
En el futuro, como dría l\’fario Bunge en una de sus conferencias sobre Epistemología de
las Ciencias Sociales, Arequipa, año de 1997, la Neuropsicología es la única disciplina de
la Psicología que garantiza un futuro promisor para el ser humano.
Por última diremos que la Neuropsicología, como rama de la Psicología, estudia la relación
entre el cerebro y el comportamiento y psiquismo del ser humano. Esta definición no
excluye la participación de los otros sistemas, como el periférico, autónomo, digestivo,
circulatorio, hormonal, etc.
Su sistema se puede considerar uno de los primeros ensayos que plantea el problema de la
'localización' directa de los fenómenos psíquicos en las estructuras del cerebro. Estimaba
que las impresiones del mundo exterior recibidas por el hombre, entran en forma de fluidos
a los ventrículos cerebrales a través de los ojos, y expresó la idea de que la cámara interna,
que contiene estos fluidos, constituye el 'templo' [...] donde se encuentran con los fluidos
vitales [...] que parten del hígado y, mediante una red de vasos, se transforman en fluidos
psíquicos [...].1
Anatomistas, médicos y pensadores del siglo XVII y XVIII buscaban el "órgano cerebral"
clave, responsable pleno de los procesos y funciones psíquicas. Hubo entonces diversas
"soluciones" concretas,2 pero todas ellas eran expresión del deseo de "localizar" de forma
inmediata, los fenómenos psíquicos en algún sitio de la sustancia cerebral.
Hacia fines del siglo XVIII fue perdiendo fuerza la idea de la conciencia como un todo
indivisible y no diferenciado. Surge la idea de que habría capacidades y propiedades
especiales y diferenciadas en el contexto de los procesos psíquicos y se comienza a pensar
en el cerebro como un agregado de varios "órganos" dedicados cada uno a determinada
capacidad o atributo psicológico. Fueron principalmente los anatomistas quienes, en un
ejercicio de naturaleza predominantemente especulativa, comenzaron a "localizar" las
capacidades y propiedades espirituales en distintas zonas de la masa encefálica. Así, por
ejemplo, en 1779 A. Mayer afirmaba que en la corteza cerebral estaría localizada la
memoria, en la sustancia blanca la imaginación y la razón, en las porciones basales del
cerebro la voluntad y la apercepción, y en el cuerpo calloso y el cerebelo la integración de
todas estas funciones. Con mayor repercusión en los círculos científicos de principios del
siglo XIX, F. G. Gall por su parte desarrolló la concepción de que cada facultad psíquica
se apoya en determinado grupo de células cerebrales y que la corteza cerebral -considerada
ya la sección más importante de los hemisferios cerebrales- constituía la conjunción de
varios "centros", cada uno de ellos responsable de una u otra capacidad psíquica. Gall ubicó
funciones relativamente simples como la "memoria auditiva" junto a otras "capacidades"
de mayor complejidad tales como "amor a los padres" o "ambición" en áreas contiguas de
la corteza cerebral. Se presentó todo un "mapa frenológico" sin duda precursor de la
llamada tendencia del "localizacionismo estrecho". Resulta interesante observar cómo este
científico ubicaba las "cualidades espirituales superiores" precisamente en las áreas
superiores de los lóbulos frontales, junto a la "esperanza" y a la "idea de futuro"; mientras
que los aspectos no tan elevados como el "amor al vino" o los "instintos destructivos" los
localizaba en zonas temporales "bajas" alrededor de la oreja izquierda.3
A pesar del carácter ingenuo y especulativo del sistema "frenológico" de Gall, sus trabajos
son importantes en la historia de la neuropsicología por cuanto afirmaron la idea de
diferenciar funciones psíquicas en la masa aparentemente homogénea del encéfalo. En
cualquier circunstancia la tendencia al localizacionismo encontró resistencias importantes
en otros pensadores que desde la segunda mitad del siglo XVIII configuraban ya una
interpretación "antilocalizacionista" de las funciones psíquicas. Es el caso de A. Haller
primero, y de P. J. M. Flourense después, quienes en esencia planteaban que el cerebro
habría de considerarse un "todo único" -sensorium comune- cuyas partes son equivalentes
y homogéneas fisiológicamente, tal como puede ser la masa del hígado o de cualquier
glándula. Flourense -basándose en experimentos con aves- pensaba que la corteza cerebral
era un todo homogéneo que al dañarse provocaría la destrucción uniforme de la
"sensibilidad y las facultades intelectuales". Acerca de Flourense, Luria señala:
En el contexto del debate descrito, surgieron también pensadores que de una forma u otra
renunciaban a considerar el sustrato material de la psique en la lógica del sensualismo
materialista de la neurología clásica, y concebían el psiquismo como complejas funciones
simbólicas, como una actividad de tipo abstracto realizada por el cerebro convertido en
instrumento del espíritu. La función simbólica sería la base de toda la vida espiritual, y por
tanto, cualquier alteración del cerebro produciría "asimbolia". Algunos investigadores de
esta tendencia son Finkelburg; Kussmaul e incluso el propio Bergson. La influencia de
estos trabajos se sintió en la neurología de la primera mitad del siglo XX (P. Marie,
Bouman, Grumbaum, entre otros) en la llamada escuela "noética",5 poniéndose de nuevo
en un segundo plano la localización y el sustrato material de las funciones psíquicas. Con
esta tendencia se enriqueció sin duda el análisis psíquico de los cambios en la actividad
cognoscitiva en los casos de lesión local del cerebro, pero se desatendió el estudio de los
mecanismos cerebrales de tales alteraciones. Una vez más se enfatizó que la perturbación
del proceso psíquico se relaciona más con la masividad de la lesión que con su localización.
Por último se puede destacar que en la trayectoria de toda esta polémica acerca de los
mecanismos cerebrales de la actividad psíquica hubo posiciones intermedias que trataron
de armonizar las teorías localizacionistas con las nuevas teorías antilocalizacionistas o de
orientación noética. Un ejemplo claro se encuentra en las ideas del neurólogo K. Goldstein,
cuyas posiciones en definitiva cotejaban mecánicamente ambos polos conceptuales.6
A diferencia del animal, el hombre nace y vive en un mundo de objetos creados por el
trabajo social y en un mundo de personas con los que entabla determinadas relaciones.
Esto, desde su comienzo, forma sus procesos psíquicos. Los reflejos naturales del niño (de
succionar, asir, atrapar y otros) se reorganizan radicalmente por la acción del trato con los
objetos. Se forman nuevos esquemas motores que crean una especia de 'molde' de estos
objetos, los movimientos se van sometiendo a las propiedades objetivas de ellos. Lo mismo
se debe decir de la percepción humana, que se forma bajo el influjo directo del mundo
objetivo de las cosas, las cuales poseen origen social [...].12
En otros trabajos Luria plantea:
[...] las funciones psíquicas superiores son el resultado del complejo desarrollo histórico
social. Estas funciones se han ido formando bajo la influencia de la actividad objetal de los
hombres, en el proceso de relación entre ellos y, prácticamente, consisten en sistemas
funcionales múltiples, que se apoyan en el complejo de zonas del córtex cerebral, y trabajan
conjuntamente. Nosotros sabemos que la percepción de los objetos se lleva a cabo con la
participación muy estrecha de los movimientos de los ojos que 'palpan' el objeto y destacan
sus rasgos más informativos, y del lenguaje, que relaciona el objeto percibido con una
determinada categoría. Esto permite apreciar la complejidad de la estructura funcional de
un acto aparentemente tan simple como es la percepción óptica.13
I. Pavlov llamó al lenguaje "segundo sistema de señales", el cual implica "una adición
extraordinaria que introduce un nuevo principio en la actividad nerviosa y se constituye
como el regulador superior del comportamiento humano".15 Incluso, procesos psíquicos
relativamente elementales como la audición de la altura tonal de los sonidos se forman bajo
la influencia de condiciones sociales de vida, de la cultura y en relación con las
características del idioma en el contexto del cual se forma la audición humana.16 Ante tales
condiciones, la posible localización de las funciones psíquicas superiores obliga a
considerar una amplia distribución dinámica por toda la corteza cerebral y a pensar en
"constelaciones de complejos territorialmente muy dispersos" de células que funcionan
sincronizadamente, formando en todo caso, "centros combinatorios funcionales",
mencionados ya en su momento por Pavlov.17 Se puede afirmar entonces que la base
fisiológica de los procesos psíquicos superiores es todo el cerebro pero visto como un
"sistema altamente diferenciado, cuyas partes garantizan los diversos aspectos del todo
único".18 Por otro lado, los sistemas funcionales complejos de las áreas de la corteza -que
actúan conjuntamente- no aparecen de forma definitiva al momento del nacimiento del niño
(como sí ocurre, por ejemplo, con el sistema respiratorio) y no maduran "por sí mismos"
sino en relación con los procesos de comunicación y de actividad específicos de la cultura
humana. El cerebro humano y sus funciones se desarrollan en la acción cultural, tanto en
el plano filogenético como ontogenético; luego entonces, el despliegue sucesivo de las
funciones mentales superiores no presenta una estructura única sino variable, y además la
organización cortical no permanece inmutable, puesto que tales funciones psíquicas, a lo
largo de la ontogénesis, son realizadas por constelaciones corticales diferentes, aunque
implicando ciertas regularidades.
Las zonas nucleares tienen también los llamados "campos periféricos o secundarios"
situados justamente en los sectores periféricos de tales zonas nucleares, y que se relacionan
con formas más complejas de los procesos preceptúales. Cuando los campos secundarios
de las zonas nucleares se lesionan, el sujeto, aunque conserve sensaciones elementales,
tiene dificultades con la capacidad de reflejar adecuadamente grupos completos de objetos,
así como la relación mutua entre los elementos que componen los objetos percibidos. Los
campos secundarios, entonces, son muy importantes en el establecimiento de conexiones
recíprocas de distintos estímulos y por tanto en la integración funcional.
Fuera ya de las zonas nucleares, se encuentran las llamadas "zonas de sobreposición",
conocidas también como "campos terciarios". Estas formaciones se relacionan con los
niveles más complejos de integración de la actividad conjunta de los órganos de los
sentidos visual, auditivo y cutáneo-cinestésico y están ubicadas en la región parietal
(superior e inferior), así como en las subregiones temporal media y temporoparietooccipital
(área de transición entre zonas auditivas y visuales de la corteza). La posible lesión de los
campos terciarios -en vista de que están fuera de las zonas nucleares- no produce pérdidas
marcadas o alteraciones específicas de los analizadores, sino más bien desorganización de
las actividades corticales más generalizadas que implican el trabajo simultáneo y
combinado de varios órganos de los sentidos y que permiten la orientación compleja del
sujeto en el mundo, así como el análisis y la síntesis de los complicados ámbitos de relación
entre los diversos estímulos. Las neuronas de los campos terciarios son casi totalmente
libres de la especialización sensorial, y se ocupan en cambio de la interacción entre los
analizadores y de la integración funcional de la corteza a través de conexiones asociativas
multilaterales.
Resulta interesante señalar que en el ser humano existe una diferenciación marcada de los
campos en la corteza cerebral, lo cual es producto del progresivo desarrollo de la
organización neuronal. En el ser humano crecen las áreas de los campos terciarios (que en
suma total representan más de la mitad del territorio cortical), en comparación con los
campos primarios que ocupan extensiones relativamente pequeñas. A través del devenir
ontogenético, los campos periféricos de las zonas nucleares se desarrollan mucho más
tardíamente que los campos primarios o centrales (primeros meses de vida). Las zonas de
sobreposición o campos terciarios y sus conexiones son las últimas en madurar y en
particular la región frontal, lo cual va ocurriendo solo con los primeros años de vida del
niño. La particularidad especial del ser humano es que experimenta transformaciones
esenciales de la organización cortical a partir de la presencia e incidencia del lenguaje y de
la actividad práctica de carácter cultural. Esta influencia es notoria sobre todo en los
campos secundarios y terciarios de la corteza. Así, por ejemplo, se desarrollan áreas
neuronales especializadas y cuya estructura y diferenciación funcional se dirigen al análisis
y síntesis de estímulos de significación clave en la realización de los procesos del habla o
de la programación y realización de complejos movimientos sucesivos y hábitos motores.
Como consecuencia de esto, se perfecciona también el funcionamiento de los campos
primarios, que llegan a ser capaces de percibir o reproducir las más finas diferenciaciones
sensoriales o motrices. De nuevo, Luria afirma:
En segundo lugar, está la unidad que recibe, analiza y almacena la información, de la cual
forman parte las áreas posteriores de los dos hemisferios, es decir, la corteza parietal,
temporal y occipital del cerebro. Esta unidad "es un complejísimo sistema que proporciona
la recepción, análisis y almacenaje de la información que llega a través de los sistemas
táctil, auditivo y visual",23 en otras palabras, acepta la información captada por los
receptores periféricos, analiza sus componentes, sintetiza lo percibido y almacena tal
información. Incluye zonas nucleares -sensoriales- (campos primarios o de proyección y
campos secundarios o de asociación), así como zonas de sobreposición (campos terciarios
o de integración).
En tercer lugar se encuentra la unidad que programa, regula y verifica la
actividad, constituida por la parte anterior de los hemisferios cerebrales, es decir, los
lóbulos frontales. Este bloque o unidad "proporciona la programación de los movimientos
y de los actos, la coordinación de los procesos activos y la comparación del efecto de las
acciones con las intenciones iniciales (verificación)".24 Dicho de otra manera, este bloque
o unidad contribuye a organizar en esencia, la actividad consciente del individuo25 y
cuenta también con zonas nucleares -motoras-, o sea campos corticales primarios y
secundarios, así como zonas de sobreposición o campos terciarios relacionados con la
formación de intenciones y, precisamente, con la regulación y verificación de conductas
complejas del ser humano.
Es comprensible entonces -continúa Luria- que las posibles lesiones o procesos morbosos
ocurridos en una u otra unidad o bloque del cerebro van a provocar alteraciones psíquicas
diferentes según su ubicación y su relación sistémica. Así, por ejemplo un tumor, o una
hemorragia cerebral localizados en la primera unidad o bloque podría provocar un descenso
patológico en el tono del córtex cerebral, la atención del sujeto se haría inestable,
aumentaría la fatiga fácil, se dormiría rápido y cambiaría su vida afectiva, probablemente
hacia la apatía o al contrario, hacia la agitación patológica entre otras posibles alteraciones
(no se perturbaría la percepción visual, auditiva o el ámbito sensorial, no se perturbaría
tampoco el movimiento, el habla o los conocimientos de la experiencia pasada).
Un tumor u otro tipo de lesión localizado en el segundo bloque o unidad del cerebro podría
provocar, en cambio, alteraciones intensas en la información sensorial recibida, así como
en su análisis y almacenamiento, casi siempre con un alto grado de especificidad de la
perturbación producida según la zona cortical afectada: si la lesión se circunscribe a la
región parietal, se altera la sensibilidad superficial del sujeto, su capacidad de reconocer
objetos con el tacto, así como la sensación adecuada de la posición del cuerpo y las manos
con lo cual se perdería precisión en los movimientos; si la lesión ocurre en la región
temporal se perturbaría la audición; y en la región occipital se alterarían las funciones
visuales (no se perturbaría el tono psíquico general o su vida afectiva, tampoco se alteraría
la conciencia ni la atención).
Por último, una lesión localizada en el tercer bloque o unidad funcional del cerebro podría
provocar perturbaciones importantes en los movimientos y los actos organizados según
determinado programa. Si el daño se ubica hacia las circunvolución frontal ascendente, el
sujeto puede sufrir alteraciones en los movimientos voluntarios de la mano o pie
contralateral a la lesión; si el daño está en la zona premotora, la fuerza muscular de las
extremidades se conserva pero se pierde la organización de los movimientos en el tiempo,
se pierde fluidez y precisión y los hábitos motores previamente adquiridos se van
desintegrando; y si la lesión afecta la región frontal propiamente dicha, los actos dejan de
poder controlarse por los programas propuestos, es decir, la conducta orientada al
cumplimiento de determinada tarea se desintegra y el sujeto tiende a tener reacciones
impulsivas ante impresiones aisladas o a realizar comportamientos estereotipados o
repetitivos sin sentido y fuera del objetivo conscientemente previsto. El sujeto no puede
verificar críticamente el resultado de su acción, no realiza correcciones en el desarrollo de
sus actos (no hay perturbaciones de la vigilia o de la recepción de la información sensorial
y el sujeto puede inclusive mantener la capacidad del habla).
Respecto a los trastornos de las funciones psíquicas superiores producidos por lesiones
focales en el cerebro, Luria insiste en que el hecho de que una lesión cortical focal
específica provoque la alteración de una función cualquiera (por ejemplo el cálculo o la
escritura) no significa que tales funciones estén "localizadas" aisladamente en dichas zonas
de la corteza. Lo que pasa es que para la alteración de la función es suficiente el daño de
cualquier eslabón del sistema funcional complejo. Es decir, existe una estructura
sistemática de las funciones y su localización es por etapas. Entonces, si se pierde -por
cualquier tipo de lesión o afectación- un eslabón participante en la realización de la función,
el sistema funcional completo falla, o se reestructura para cumplir su actividad mediante
nuevas conexiones. Es por eso que: "Las funciones psíquicas superiores se pueden
perturbar con la lesión de uno de los muchos eslabones del sistema funcional, sin embargo,
al lesionarse distintos eslabones, dichas funciones sufren de modo diferente".26 Así, por
ejemplo, el acto de la escritura no es producto exclusivo de la actividad de un "centro"
cortical, sino de todo un sistema de zonas corticales interrelacionadas pero al unísono,
diferenciadas: escribir al dictado implica: efectuar el análisis de la composición sonora de
la palabra; recodificación de la composición fonética de la palabra en imágenes visuales de
las letras correspondientes; recodificación de los esquemas visuales de las letras en un
sistema cinestésico de movimientos sucesivos necesarios para escribir esas letras, todo esto
en un proceso de automatización. En otras palabras, la escritura bien desarrollada es posible
solo cuando se conserva una constelación compleja de puntos en la corteza -que abarcan
prácticamente todo el cerebro- y que no obstante tienen en lo individual funciones
específicas. Pero además, esta constelación compleja de puntos neuronales varía en la
escritura de los distintos idiomas. En otros trabajos Luria plantea:
La lesión de la región temporal izquierda del cerebro, en los diestros, provoca por esta
razón serias perturbaciones en la escritura. Esto sucede entre las lenguas indoeuropeas pero
no tiene lugar en el idioma chino, en el cual la escritura jeroglífica representa, mediante
signos convencionales los conceptos y no los sonidos del lenguaje, y en la escritura no
participan las áreas temporales (auditivas) del córtex cerebral.27
En relación con la diferenciación de los hemisferios cerebrales se conoce que aunque existe
simetría morfológica básica,30 no hay identidad funcional. Así, en la mayoría de las
personas diestras, el hemisferio izquierdo es el que se relaciona con las funciones del
lenguaje y se le reconoce entonces como el hemisferio dominante (en este caso, el
hemisferio derecho se reconoce como subdominante). En consecuencia, se ha demostrado
que lesiones en determinadas áreas frontotemporoparietales del hemisferio izquierdo
producen en los diestros perturbaciones en el habla mientras que lesiones similares en el
hemisferio derecho no las producen. No obstante, tal dominancia hemisférica respecto a
las funciones del habla resulta tener carácter relativo: su grado varía de persona a persona
y también de función a función. De hecho, se ha desarrollado la idea del trabajo conjunto -
pero no homogéneo- de los hemisferios en el despliegue de las funciones corticales
superiores. Se continúa investigando el tipo de participación específica de cada uno de
ellos. En cualquier circunstancia, se asocia en la mayoría de los casos el hemisferio
izquierdo con funciones del lenguaje y el habla y también con actividades lógicas, es decir
de carácter predominantemente digital. El hemisferio derecho se asocia en cambio a
funciones espaciales, creativas, artísticas y musicales, es decir, de carácter
predominantemente analógico. En este sentido, N. Geschwind afirma:
Las funciones más especializadas están distribuidas de un modo totalmente diferente y son
muy asimétricas. Indicamos antes que la capacidad lingüística depende primariamente del
hemisferio izquierdo. Hay razones para creer que el lado derecho del cerebro es más
importante para la percepción de melodías; una de las pruebas de ello lo evidencia la
facilidad con que pacientes afásicos, que tienen lesionado el hemisferio izquierdo pueden
cantar. La percepción y el análisis de modelos visuales no verbales, tales como dibujos de
perspectivas, son en gran parte función del hemisferio derecho, aunque también el
izquierdo contribuye de forma apreciable a estas tareas. Asimetrías así se manifiestan
también en defectos parciales de la memoria, que pueden ser resultado de lesiones en solo
uno de los lóbulos temporales.31
Debe insistirse en que la posible lesión del hemisferio dominante altera de manera desigual
las funciones del habla y su restablecimiento es variable según el caso concreto. Luria
puntualiza:
Por lo visto, el grado de dominancia de un hemisferio, incluso con respecto a los procesos
'lateralizados' como el habla varía mucho de caso a caso, lo que introduce considerable
variedad en la patología focal de las funciones corticales superiores. Lo probable es que
esta circunstancia explique el hecho de que focos idénticos por su ubicación en diferentes
casos pueden ocasionar diferente manifestación sintomática.32
lo cual exige, por supuesto, determinada experiencia por parte del investigador. A esto
Luria le llamó "principio dinámico estructural" de la investigación neuropsicológica. Se
afirma que en el proceso del diagnóstico han de apreciarse el carácter de las alteraciones
observadas durante el cumplimiento de las tareas encomendadas, así como el análisis de la
extenuación del sujeto y la influencia de los estímulos secundarios durante la realización
de los ejercicios. Eventualmente pueden utilizarse "procedimientos especiales", tales como
el cambio de ritmo del experimento o la ampliación del volumen de las tares propuestas
con el fin de analizar el ámbito neurodinámico de los defectos presentados.
Las funciones que se conservan después de la lesión, los eslabones no afectados que
pertenecen a determinado sistema funcional complejo, son las herramientas del sujeto que
deben explorarse para conseguir la reorganización de la conducta, compensando las
funciones alteradas. El lenguaje es una de las formas fundamentales de regulación de la
conducta humana, elevando las distintas reacciones involuntarias al nivel de los complejos
actos voluntarios y realizando el control sobre el transcurso de las formas conscientes,
superiores de la actividad humana.41 El uso del lenguaje en el proceso rehabilitatorio nos
ayuda a mejorar el acto voluntario, entendido éste como una acción de estructura
mediatizada que se apoya en aspectos verbales, representados por el lenguaje externo y el
externo (segundo sistema de señales). En el desarrollo, el lenguaje exterior pasa a interior;
se abrevia, convirtiéndose de desplegado en plegado, en lenguaje interior. El rasgo
característico del lenguaje interior es que es un lenguaje puramente predicativo, que se
refiere al hecho de que por su semántica nunca designa al objeto, nunca tiene un carácter
nominativo estricto, no tiene "sujeto"; el lenguaje interior indica lo que es necesario
realizar, en qué dirección debe orientarse la acción. Éste carácter predicativo puede ser
desplegado si existe necesidad de ello, porque el lenguaje interior procede del exterior
desplegado y este proceso es reversible.42 Este aspecto se intenta explotar con fines
rehabilitatorios: partiendo del lenguaje desplegado, se intenta promover el lenguaje interno,
auxiliando en la reorganización del sistema funcional, regulando la conducta.
En resumen, la investigación comienza en una primera etapa con una serie de pruebas de
orientación que tienen por objeto esclarecer el estado general de los procesos psíquicos, el
estado del funcionamiento de los órganos de los sentidos y valorar reacciones
sensomotrices directas, organización mnésica y operaciones complejas mediatizadas en las
que juegan un papel clave las relaciones verbales, considerando siempre el contexto
cultural del sujeto. Continúa la investigación en una segunda etapa, la cual se dedica a
profundizar en el estudio del grupo de procesos psíquicos que presentaron dificultades en
la parte inicial orientadora de la indagación. Esta etapa es selectiva y estrictamente
individualizada. Es la parte más compleja y exige movilidad y creatividad por parte del
investigador. En esencia esta etapa debe permitir al neuropsicólogo, caracterizar a fondo el
defecto fundamental, valorarlo cualitativamente y esclarecer los aspectos que los sustentan.
La tercera y última etapa de investigación neuropsicológica consiste en la elaboración de
conclusiones y programación de actividades dirigidas a fortalecer las debilidades
funcionales.
Pero muchos filósofos y científicos ya han propuesto que el cerebro humano es tripartito,
así como lo es el individuo total. Se diría que al pensar de esta manera, se acentúan las
diferencias entre los animales y los hombres, pues estos tendría un cerebro de tres
componentes, uno más que el del animal: una porción emocional, otra cognitiva y otra
conductual; o bien: una formación límbica, otra neocortical y una menos definida, el lóbulo
frontal.
Esta, sin embargo, no es nuestra posición. Hemos argumentado a favor del modelo según
el cual el cerebro de los hombres es una estructura de dos niveles: uno paleocortical con
dos componentes, y otro neocortical con tres. Esto significa que el cerebro tripartito de los
hombres no lo es tanto porque tiene un componente más que el de los animales, sino porque
al nivel bipartito se ha añadido un nivel superior tripartito. Esta conclusión claramente aleja
o excluye a la sociedad (y los hombres) del reino animal: tiene un nivel informacional
neocortical o consciente de tres componentes –afectivo, cognitivo y conativo– que es
exclusivo de las personas, además de otros cuatro niveles: inconsciente, funcional,
metabólico y genético, que comparte con dicho reino animal, pero ya modificados en sus
procesos esenciales tanto por su epigénesis como por su sociocinesis.
El estudio de Bailey y von Bonin (1951) mostró que el cerebro tiene sólo dos clases de
áreas, paleocorticales y neocorticales, que se pueden diferenciar claramente, aunque con
zonas de transición entre ellas. Éste es el modelo que nos servirá para fundamentar, desde
un punto de vista histológico, la estructura de la inconsciencia y la conciencia. Debemos
destacar, sin embargo, que tanto los autores mencionados como muchos otros no han
modificado la visión clásica del cerebro del hombre animal. Así, por ejemplo, Daly (1974)
ha elaborado un diagrama que simplifica la comprensión de los hallazgos de Bailey y von
Bonin. Pero, si bien el diagrama resuelve las dificultades creadas por la sinonimia de los
términos propuestos para designar los tipos de corteza, incluye las áreas heterotípicas –
visual, auditiva y táctil– dentro del neocórtex eulaminar.
La cuestión es que sólo cuando se abandona el modelo del cerebro de los mamíferos, recién
podremos deducir que en el hombre sólo caben dos tipos de corteza: una paleocortical,
como la de los mamíferos, de naturaleza inconsciente, y otra neocortical de naturaleza
consciente. En consecuencia, la corteza heterotípica (cognitiva) no puede ser considerada
un neocórtex dado que está presente en toda la escala de los mamíferos, en el mismo nivel
del paleocórtex límbico (afectivo). No queda sino ubicar esta corteza heterotípica donde le
corresponde: en el nivel paleocortical, como un paleocórtex heterotípico, lógicamente
como la contraparte cognitiva del componente afectivo de la inconsciencia. No nos cabe la
menor duda de que ésta es la corteza ya desarrollada de los primates y del recién nacido.
Lógicamente que este modelo del cerebro personal no es una simple deducción lógica, o
una cuestión de armonía conceptual, sino un reflejo de la estructura social de la
personalidad y la conciencia.
En esta postura se sintetiza la estructura psíquica del cerebro personal, donde el sistema de
la inconsciencia comprende dos áreas paleocorticales. En este esquema, las áreas motoras
frontales no constituyen un tercer componente de la inconsciencia sino una extensión del
paleocórtex, límbico y heterotípico, que organiza la actividad emotivo-ejecutiva del
individuo.
El cerebro humano, durante las pocas semanas que siguen al nacimiento, no puede ser
todavía personal; sólo más tarde el cerebro personal incluirá al paleocórtex reestructurado
por la actividad consciente. Esto significa que cuando estudiamos el nivel inconsciente del
cerebro personal, ya no se podrá obviar el hecho de que el paleocórtex de una personalidad
ya está modificado por la actividad psíquica consciente que depende del neocórtex.
Como es lógico, esta forma de conceptuar del cerebro personal, exige un replanteamiento
del problema de “la localización de las funciones corticales”, recordando la controversia
entre el holismo y el localizacionismo no ha sido resuelto por la influencia negativa del
funcionalismo. Habrá que notar que las mencionadas “funciones” son, en realidad,
subcorticales, y son sólo el soporte activo de la actividad psíquica personal, consciente e
inconsciente. Dicha controversia puede superarse mejor en términos de las clases de
información que organizan al individuo y al mismo cerebro. Sostenemos el mapa de la
corteza cerebral obtenido por Bailey y von Bonin (1951) puede explicarse de modo
relativamente más fácil dentro de una teoría sociobiológica de la personalidad, sin tener
que hacer juegos malabares para ‘clasificar’ las áreas de la corteza cerebral sólo por sus
características histológicas, cuando de lo que en realidad se trata es de explicar cómo los
procesos sociales y psíquicos han determinado la diferenciación de las diversas estructuras
corticales del cerebro de las personas.
Según este modelo del cerebro personal, las áreas paleocorticales serán clasificadas
respetando la anatomía clásica del cerebro, pero entendidas como sistemas de memoria que
codifican y procesan información psíquica inconsciente. La estructura histológica de zonas
diferentes del paleocórtex. A pesar de las diferencias, estas formas de corteza tienen menos
de las seis láminas que caracterizan al neocórtex. Aunque este criterio deberá ser revisado
a la luz de observaciones más recientes, el cambio no implicará modificación alguna en
relación a su naturaleza psíquica, ya que sus diferencias son bien definidas cuando se la
compara con la corteza homotípica de más láminas. Mejor dicho, cualesquiera que fueran
los resultados, la diferencia se mantendrá, lógicamente con mayores detalles, que al final
servirán para explicar mejor el modo como cada tipo de corteza codifica la respectiva clase
de información.
CORTEZA HETEROTÍPICA
denominado también como palocortez cognitivo, comprende la corteza granular de áras
recpetivas primarias (tactil, auditiva y vsual) y la corteza agranulada del área motora
primaria. Quienes se conectan o relaciones con áreas secundarias.
Corteza Táctil
Las aferencias llegan a la capa IV. De los músculos al area 3a, la piel a las áreas 3b y 1 y
las del tejido subcutaneo y articulaciones al área 2.
Los axones procedentes del tálamo terminan en neuronas de la capa IV, donde se ha creado
un mapa tonotópico según la escala de frecuencias. Donde las bajas frecuencias se localizan
en la zona anterolateral, y las de alta frecuencia en la postero medial.
Dominancia. Cada columna se divide en dos partes, una donde predomína la información
del ojos ipsilateral y otra la contralateral.
Analisis de color. Cada columna tiene 8 Blobs, los cuales se encargan de diferenciar los
colores.
Campo orientado. Cada columna se relaciona con otras, consiguiento puntos continuos
de la retina, los cuales nos permiten diferenciar posición, bordes y figuras.
Las neuronas que llegan con inforaciónd e la retina son dos.
Magno celulas, que son parte 1 y 2 del cuerpo geniculado lateral, que se encargan de llevar
información de los bastones y nos ayuda a ver, el movimiento, profundidad y el brillo o
sombras.
Parvocelulas, que son del 3 al 6, que tran información de los conos, los que nos permiten
distinguir color, forma y detalles específicos.
BIBLIOGRAFÍA
A. R. Luria, Las funciones corticales superiores del hombre, Editorial Orbe, La Habana,
1977, p. 4. [ Links ]
L.S. Vigotski, Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores, Editorial
científico técnica, La Habana, 1987, pp. 197-206. [ Links ]
A. R. Luria , Las funciones corticales superiores del hombre , Editorial Orbe, La Habana ,
1977, p. 37. [ Links ]
Penfield, W., Rasmussen, T., The Cerebral Cortex of Man, Mac Millan, Nueva York,
1950. [ Links ]
A. R. Luria , Las funciones corticales superiores del hombre , ed. cit., p. 102. [ Links ]
E. Goldberg, The New Executive Brain, Oxford University Press, 2009. [ Links ]
M. M. Sohlberg, Cognitive Rehabilitation, Editorial The Guilford Press, Nueva York,
2001. [ Links ]
https://psicologiayempresa.com/cerebro-psiquismo-y-sociedad.html
BIBLIOGRAFÍA
Garcia-Porrero Pérez, J., & Hurlé Gonzáles, J. (2015). Neuranatomia Humana. España: MEDICA
PANAMERICANA S.A.