C-238 2012 Resumen
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I. ANTECEDENTES
Los hermanos carnales recibirán doble porción que los que sean
simplemente paternos o maternos.
III. LA DEMANDA
Señala que lo resuelto en la Sentencia C-174 de 1996 no constituye cosa juzgada, pues a
su juicio, “en dicha oportunidad la Corte Constitucional no analizó los derechos del
cónyuge equiparables al compañero permanente, cuando se forma unión marital de
hecho entre parejas del mismo sexo, [y] tampoco analizó la naturaleza jurídica de los
hechos herenciales ni las equivalencias que existen entre las uniones maritales de hecho
y las uniones matrimoniales, lo que permite vislumbrar que no resulta objetivo ni
razonable darles un tratamiento diferente”.
Sin embargo, dado que la cosa juzgada puede ser aparente si la declaración de
exequibilidad no se encuentra fundada en un análisis efectivo de la disposición a la luz de
la Carta o relativa de forma implícita cuando su referencia a algunas acusaciones no se
hace explícita en la sentencia, resulta claro que la sola revisión de la parte resolutiva es
insuficiente para establecer, a cabalidad, si el asunto puesto a consideración de la Corte
ha entrado o no en autoridad de cosa juzgada constitucional, siendo indispensable, por
consiguiente, examinar lo efectivamente considerado en la sentencia previa y confrontarlo
con la nueva demanda para determinar si hay cosa juzgada y, en caso afirmativo, cuál es
su alcance.
Así las cosas, en la demanda resuelta mediante la Sentencia C-105 de 1994, el artículo
1047 del Código Civil fue acusado bajo el cargo de prever una discriminación en contra
del hermano medio, por disponer que éste solo tiene derecho a la mitad de la porción
hereditaria que le correspondería al hermano carnal, discriminación que tendría
fundamento en los lazos afectivos que se presentan entre los hermanos carnales y que,
según el entonces demandante, implicaría la inconstitucionalidad de la disposición, debido
a no tener en cuenta que entre un hermano medio y uno carnal puede existir el amor y el
cariño predicable de los hermanos carnales.
Al estudiar los cargos formulados, la Corporación indicó que (i) el matrimonio es diferente
2de la unión libre y, por lo mismo, difieren entre sí las situaciones jurídicas de los
cónyuges y de los compañeros permanentes, que (ii) en razón de las diferencias que la
Constitución y la ley establecen entre el matrimonio y la unión libre, la ley establece
obligaciones y derechos diferentes para los cónyuges y compañeros permanentes, que,
en consecuencia, (iii) la Corte no podía asignar los derechos y obligaciones de quienes
tienen el estado civil de casados a quienes no tienen ese estado, sino uno diferente y que
(iv) como se trata de derechos y obligaciones recíprocos, los mayores derechos que la ley
asigna a los cónyuges, están en relación con los mayores deberes que les impone.
Ciertamente una aproximación inicial permitiría sostener que se está ante una cosa
juzgada de carácter absoluto, porque, además, en la parte considerativa de la sentencia
C-174 de 1996 se advierte que la constitucionalidad de las disposiciones que asignan
derechos y obligaciones a quienes tienen el estado civil de casados “no se discute y ni
siquiera se pone en duda”, por lo que se anunció la declaración de constitucionalidad de
“todas las normas demandadas, porque no contrarían en nada la Constitución”.
Sin embargo, no se puede perder de vista que en la reciente Sentencia C-283 de 2011, al
estudiar una demanda referente a la expresión “cónyuge”, contenida en preceptos
referentes a la porción conyugal, que también fueron demandados en el libelo que dio
lugar a la sentencia C-174 de 1996, la Corte consideró que no se configuraba cosa
juzgada constitucional en relación con las disposiciones sobre porción conyugal.
En segundo lugar, en la Sentencia C-283 de 2011 se estimó que no podía entenderse que
hubiese operado el fenómeno procesal de la cosa juzgada constitucional, en razón del
evidente cambio de contexto que, de acuerdo con la jurisprudencia, debe ser apreciado. Y
la cuestión relativa a las uniones de hecho de parejas del mismo sexo no fue planteada ni
considerada en la Sentencia C-174 de 1996 y que, con posterioridad, también ha sido
objeto de decisiones de constitucionalidad integradoras de una jurisprudencia que, en
determinados eventos, les ha reconocido como sujetos de derechos, de beneficios y
prerrogativas.
4. Lo que se debate
La Corte debe “constatar que la entrada en vigencia de la Carta de 1991 trajo consigo un
replanteamiento de la legislación anterior frente al nuevo ordenamiento superior, dados
los novedosos contenidos incorporados en él”. Si bien es cierto que, al entrar en vigencia,
la Constitución de 1991 no derogó en bloque la legislación preexistente, no lo es menos
que cuando son demandados preceptos vigentes pero anteriores a la Carta que ahora
rige, resulta “viable confrontar materialmente esa legislación con la nueva preceptiva
superior”.
La referencia al cónyuge contenida en los artículos 1040, 1046 y 1047 del Código Civil no
incluye a la persona que en vida del causante conformó con él una unión de hecho y, por
lo tanto, el compañero o la compañera permanente que le sobreviva carece de vocación
para heredarle, por cuanto se ha interpretado que esa vocación está expresamente
contemplada en la ley a favor de quien sobrevive y fue esposa o esposo del fallecido, de
conformidad con el contrato matrimonial entre ellos celebrado.
En este sentido cabe observar que, habida cuenta del fundamento constitucional que
tiene la familia originada en la unión marital de hecho, es evidente que la ausencia de un
soporte textual que expresamente prevea la vocación hereditaria del compañero o
compañera permanente que sobrevive al causante constituye una omisión de carácter
relativo, configurada en razón de la entrada en vigencia de la Carta de 1991 en la que
tiene su base el reconocimiento de este tipo de familia.
Ahora bien, conforme expuso la Corte en la citada Sentencia C-891A de 2006, no toda
omisión de carácter relativo es inconstitucional, luego corresponde ahora establecer si
la exclusión de la compañera o del compañero permanente de la vocación para
heredar al causante quebranta alguna exigencia superior o resulta contraria al
derecho a la igualdad y a la protección integral que, según el artículo 42 de la Carta,
el Estado y la sociedad deben garantizarle a la familia.
No obstante lo anterior, tanto el matrimonio como la unión libre dan origen a la familia y,
con independencia de la respectiva forma de constitución, así como existen aspectos que
implican diferenciación, los hay también que comportan similitud, por lo cual la sola
consideración de las diferencias no puede dar lugar a aceptar, prima facie, que todo trato
diverso deba ser aceptado, debiéndose, entonces, analizar si en relación con una
concreta materia cabe la asimilación o se justifica el tratamiento dispar otorgado por el
legislador.
Así pues, aunque la Corte ha reiterado que el vínculo originado en el matrimonio y el que
surge de la unión marital de hecho no son iguales, también ha reconocido que no existe
razón constitucionalmente atendible que impida extender a los compañeros permanentes
determinados derechos o ciertas garantías u obligaciones previamente reconocidas por el
legislador a la pareja unida mediante el vínculo matrimonial.
Puesto que no todas las situaciones ameritan la igualdad de trato, la Corte ha precisado
que cuando se pretenda la igualdad entre el tratamiento dispensado a los cónyuges y el
que debería conferírsele a los compañeros permanentes, es indispensable demostrar que
las situaciones son equiparables y que la diferencia implica discriminación en el derecho,
garantía u obligación que se radique en cabeza de los cónyuges y del cual se encuentren
excluidos quienes conviven en unión de hecho.
Así, en el ámbito patrimonial, la Corte estimó que los derechos de esta índole deben ser
reconocidos a los compañeros permanentes, quienes requieren una protección similar a la
que, en el caso de los cónyuges, brinda la sociedad conyugal y, a propósito de la porción
conyugal, la Corporación consideró que, si se entiende como una forma de compensar y
equilibrar las cargas propias de compartir una vida en común, no hay motivo válido para
estimar que solo se predica de los cónyuges, mas no de los compañeros permanentes,
pues estos, al igual que aquellos, actúan con la convicción y en la libertad de compartir un
proyecto de vida, prodigándose solidaridad, cuidado y apoyo mutuo.
En este orden de ideas, resta decidir si los artículos 1040, 1046 y 1047 del Código Civil
que únicamente reconocen al cónyuge sobreviviente la vocación hereditaria de la que, en
cambio, privan al compañero o compañera supérstite del causante incurren en
inconstitucionalidad a causa de esta exclusión derivada de una regulación cuya
insuficiencia, según lo visto, se ha tornado patente a partir de la entrada en vigencia de la
Constitución de 1991.
Así entonces, al reconocer el derecho a suceder, en los respectivos órdenes, solo a quien
en vida haya estado unido con el causante en virtud del vínculo matrimonial se priva de
esa concreta medida, de innegable base familiar, a la unión marital que, según se ha
visto, comparte con el matrimonio el efecto de dar lugar a una familia y, desde luego, al
compañero o compañera permanente que en vida del fallecido conformó con él una
familia de hecho.
Así las cosas y habida cuenta de que el matrimonio no es la razón sobre la que descansa
la vocación hereditaria, resulta indispensable determinar si la unión de hecho entre
personas del mismo sexo constituye una familia y si, como tal, es merecedora de la
protección que la Constitución ordena a favor de la familia y de sus miembros
individualmente considerados.
Al respecto procede recordar que ya la Corte señaló que los miembros de la pareja
homosexual que conviven en forma permanente forman una familia, porque el elemento
que confiere identidad a la familia no es la heterosexualidad o la consanguinidad, sino el
afecto que da lugar a su existencia, fundada “en el amor, el respeto y la solidaridad” y en
la conformación de una “unidad de vida o de destino que liga íntegramente a sus
miembros e integrantes más próximos”.
En cuanto al artículo 1233 del Código Civil, de acuerdo con cuyas voces, el cónyuge
sobreviviente que al tiempo de fallecer el otro cónyuge no tuvo derecho a porción
conyugal no lo adquirirá después por el hecho de caer en pobreza, el demandante estima
que también es insuficiente la alusión al cónyuge, por lo cual debería conferírsele un
sentido amplio que comprendiera, de una parte, al compañero o compañera permanente
que sobreviva a su pareja heterosexual con quien conformó una unión de hecho y, de la
otra, al compañero o compañera del mismo sexo que en vida del causante haya integrado
con él una unión de hecho.
De la porción conyugal ya se ha ocupado la Corte en la Sentencia C-283 de 2011 y, tras
entenderla como una figura de índole compensatoria que afecta el patrimonio del
causante mediante una asignación forzosa que le permita al supérstite contar con un
patrimonio adecuado, teniendo como referente el patrimonio del fallecido, la
Corporación juzgó que no existe razón válida para sostener que esa protección, de
carácter patrimonial, no pueda ser reconocida al compañero o compañera que sobreviva a
su pareja del otro sexo, con quien en vida integró una unión marital de hecho y de idéntica
manera, decidió que el miembro supérstite de la pareja del mismo sexo tiene derecho a
que se le llame como titular de la porción conyugal dentro de la sucesión de su
compañero o compañera.
Tratándose de las parejas conformadas por personas de distinto sexo la Corte indicó que
no existe sustento constitucional para considerar que a la porción conyugal solo tiene
derecho quien haya sido compañero o compañera del causante y, en el caso de las
parejas del mismo sexo, puntualizó que la posibilidad de obtener esa porción no puede
estar condicionada por la orientación sexual de quienes deciden vivir en pareja, en la
medida en que la finalidad de esta figura consiste en equilibrar las cargas propias de la
decisión de compartir una vida en común.
VII. DECISION
RESUELVE:
Motivo de la Aclaración:
No se deriva de una omisión relativa por parte del legislador, toda vez que, como lo
expresé en la sentencia C-238 de 2011, se presenta una inconstitucionalidad
sobreviviente en relación con lo normado en los artículos 5, 13 y 42 de la Carta, que
obliga a esta Corporación a un pronunciamiento que elimine dicho tratamiento
discriminatorio. Complementando lo anterior, considero pertinente traer a colación varios
aspectos relativos a la extensión derechos patrimoniales para los compañeros
permanentes que no fueron tenidos en cuenta dentro de la ponencia.
De esta forma se deja en claro que, si bien la decisión de declarar las normas
demandadas exequibles condicionalmente fue totalmente acertada, la determinación
adoptada por la Sala con respecto a la supuesta omisión relativa por el legislador, no fue
la mejor calificación jurídica que se pudo dar a la situación, toda vez que, en últimas, se
trasgredió el precedente constitucional al respecto, consagrado en la sentencia C-238 de
2011.