Poemas de Laura Giordani
Poemas de Laura Giordani
Poemas de Laura Giordani
seguir en penumbra
se hunden en el vientre.
Tu vientre socavón,
desmoronamiento de la mirada.
II
hasta tu boca.
III
Cráneo crecido
y suma pellejo
IV
La luz desfallece
de la madre al hijo,
Clarice Lispector
Tormentas de tierra
sulquis
escuerzos
descascaradas
las paspaduras
bajo el cráneo
nostalgia: esta dulce podredumbre en la espalda esta pútrida dulcedumbre de las palabras que no
mueren del todo como esas hojas que antes de desaparecer agonizan juntas en parvas exudando
el fervor del verano y la savia
todo lo creado.
y frutos
habrá que hundir las manos
en tu corazón primero
en pértigas de compasión
la ilusión
de lo separado
II
sólo contigo
fondo solo
III
estrellas muertas
de los cuerpos
resquebrajar las compuertas
dejarse anegar
al suelo
prematuro
**Karuna es un vocablo sánscrito que se traduce como acción compasiva o acción emprendida
para disminuir el sufrimiento ajeno
su madriguera de temblores
en los labios.
sostiene el mundo.
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ante la gravedad.
donde se ponen
nocturna, pliegue
del desvelo.
Marsupiales
ese modo
el llanto.
abrevan la luz
convaleciente
en nuestros ojos.
al relámpago, la garganta
de la madre al desastre
inminente.
se desploman.
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la memoria, su ciudadela
ofreciéndome su cuerpo.
después de la lluvia
no pueden apagar
aún la frente
el paso austral
de la noche
reverberando en el cráneo
en una ciudad
abandonada
apagarlo.
el jamás contado
lo más hermoso
atropellado
latiendo todavía
John Burnside
Con tela de aquel vestidito azul vendar los párpados como quien cierra una casa para migrar a otra
patria. Con ojos otros -de cachorro ciego todavía- encontrar la ubre por su tibieza.
A ciegas, dar vueltas hasta caer borracha de la propia sangre, hasta no ser imantada por un norte
desmentido tantas veces.
Sólo el agua subterránea.
Presintiendo en la corteza recién arrancada la tormenta; a tientas como la gallinita ciega-por una
orilla que la violencia del agua desdibuja.
Donde los ojos sólo ofrecen ceguera, las varas de sauce como única guía: el temblor del agua en
las manos.
Dar la espalda a la luz para recobrar otra que no mienta: algo parecido a la agitación del péndulo
sobre ese lugar donde el desaparecido estaba.
[No sé qué palabra sobrevive, qué palabra no se disuelve como un fantasma en la elocuencia del
tacto:
Dendromantes, aprendimos a pedir una hoja al álamo plateado para leer su mano.
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Intercambiamos sangre con los eucaliptos, nos amamantamos de la perra más mansa.
Botones sueltos, fotografías de familia: los esposos en un muelle con cuatro hijos y dos baúles, un
viejo de ojos claros junto a su silla de enea, escarpines de lana amarilleando sin término, el ajuar
con las mismas iniciales de aquel ataúd chiquito y blanco.
Un mechoncito rubio en la mano, único consuelo. Mujeres pariendo en camas de hierro, niños
amamantados por cabras.
oininì
ninnavò fa
A la infancia a través de las manos, palpar el fondo de los cajones para conocer el revés nuestro,
las costuras de un relato siempre en hilachas.
Ella se fue y algo se rompió dentro
Llegaron como una peste las palabras y las llevamos a la boca creyendo en su alimento.
Los contornos adquirieron relieve, los pétalos del corazón fueron cayendo -uno a uno- como en
aquel juego.
la nervadura de la hoja:
crucifixión de la savia
y callan.
En esa luz,
y meridianos.
temblando
la mojaban la picaneaban
cada noche
para abrigarla
azul
sobre todo
[El sobretodo azul, Antes de desaparecer]
Cubierta-Papel-Laura
Olga Orozco
resucitado
después de la helada
potrillo desollado
todavía tibias
todavía crédulo
de llanuras intactas
Y sus poetas.
Ahora, habla de la inclinación de la hierba, del temblor de la hoja antes de precipitarse. Ahora
canta Laura, si puedes.
de la casa arrasada
contigo
Toda la intemperie que el lenguaje sea capaz de soportar, toda la intemperie que como lectores
podamos acoger.
Justo antes de su extinción, las cosas revelan una fulguración única, ya sea la nieve cayendo en la
noche o el humo remanente de una casa arrasada.
En esas líneas prontas a extinguirse, vale la pena dejarse quemar los párpados.
Nunca escribimos solos, así lo creemos para sostener esa superstición del “artista singular”. Si
miramos a los costados y sobre todo abajo, vemos que a medida que nos acercamos a esa palabra
oscura nos acompañan todos los insectos que aplastamos, el perro moribundo en la cuneta, las
madres insomnes que aún esperan.
La infancia llorando los pájaros derribados en la siesta, nuestros desaparecidos, esos árboles que
siguen creciendo dentro.
Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías Los centros de la calle (2008), Por donde
pasa la poesía (2011), En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis (2014) y Disidentes (2015).
Asimismo, ha colaborado con algunas publicaciones como La hamaca de Lona, Youkali, Viento Sur,
Ginebra Magnolia, Eclipse, Nayagua, The children’s book of american bird, Confines (Argentina),
Grumo (Brasil-Alemania) y Galerna (USA).