Viacrucis Mariano. D. Jose María Feraud García O.D. (1890-1973)
Viacrucis Mariano. D. Jose María Feraud García O.D. (1890-1973)
Viacrucis Mariano. D. Jose María Feraud García O.D. (1890-1973)
TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
No te desanime el temor de que caerás; ¿No vez el ejemplo de
mi Divino Hijo? Él también cayó, no porque le faltara Poder
para evitar el golpe, sin porque preveía que tú habías de caer; y
como en todo quiere servirte de modelo, necesitaba enseñarte a
caer y a levantarte.
Las piedras del suelo y lo accidentado del camino, junto con los
empujones de la gente, le hicieron perder el equilibrio, y
cayó…, pero se levanta tan pronto su llagado cuerpo se lo
permite, y cargando de nuevo su amada cruz, prosigue su
doloroso camino… regándolo con la Sangre de sus múltiples
heridas, que se renovaron en su caída…
También en tu camino encontrarás dificultades, pruebas y
contradicciones, pero no sueltes por eso la Cruz, y si caes, acude
enseguida a mí, que te ayudaré a levantarte con más ternura que
la que tuvieron los soldados que, a golpes, levantaron a mi Hijo,
y pondré de nuevo la cruz sobre tus hombros, para que en nada
te diferencies del único Modelo, que sabe señalar con su Divina
Sangre el camino estrecho que conduce al Cielo.
CUARTA ESTACIÓN
JESÚS SE ENCUENTRA CON MARÍA
No puedes conocer el afecto que iba envuelto en mi mirada,
hacia Aquél que es mi Hijo, mi Dios, mi vida, mi respiración,
nadie más que El mismo , pudo explorar el amarguísimo mar de
mi Corazón.
Mi vista se encontró con la de mi Hijo, y en aquella mirada que
compartimos, nos compartimos todos nuestros dolores, pues los
límites del dolor, por el amor se igualan…
A la vista de nuestros dolores, nuestro sufrir se incrementó, y
nos dimos un martirio mutuo, a pesar de la ternura con la que
nos amábamos; ahí tienes una nueva lección, para que aprendas
a sufrir las cruces que te ocasionan los que te aman.
¡Cuántas cruces te esperan por todas partes!... Pero tú, ten la
vista siempre fija en Jesús. También Jesús y yo sabíamos que
íbamos a sufrir y nos miramos para unir nuestro dolor… ¡en
sufrir por amor, gozan los que se aman!
QUINTA ESTACIÓN
JESÚS ES AYUDADO A LLEVAR LA CRUZ
Ten ánimo, alma muy amada, y agranda tu corazón, viendo el
ejemplo de mi Divino Hijo, que también sintió el peso de su
Cruz, y también se vio abrumado por su desproporcionada carga
y necesitó ser ayudado a llevarla para poder llegar al monte del
sacrificio.
¡Cuánto sufrió entonces mi Corazón de Madre al no poder
ayudar con mis propios brazos al Hijo de mis entrañas! Pero
ahora contigo es muy distinta mi situación; cuando sufras y te
sientas agobiada por el peso de tu cruz, cuando te parezca que
no puedes continuar, acude a mí, llámame, y yo acudiré
inmediatamente, te ayudaré a llevarla: ¡haré contigo el oficio
que Simón de Cirene realizó con mi querido Hijo!
¡Teniendo mi ayuda, aceptarás soportar la cruz, que el Señor,
por tu bien, te envía! ¿Por qué no acudes a mí con mayor
frecuencia y confianza, cuando te sientas agobiada por su peso?
¿Olvidas que más que tu Reina, soy tu Madre?
SEXTA ESTACIÓN
JESÚS Y LA VERÓNICA
Mira, ahí tienes a Verónica, ve cómo se abre paso entre los
soldados y limpia con su velo el sudor, la Sangre, el polvo y
demás suciedades que afeaban aquel Rostro sin par, en que los
Ángeles se miraban con respeto y admiración…
De modo semejante haré que se compadezca de ti algún alma
sencilla y buena, procurando mediante ella, limpiarte de esas
imperfecciones y pecados que afean más a tu alma, por esos
pecados estaba desfigurado el bellísimo Rostro de mi Ho, tu
Salvador… Ocasionaré a tu lado un director espiritual, que con
el lienzo tosco de la mortificación te limpie de todos esos
defectos, que le ennegrecen y desfiguran… ¿te dejarás limpiar?
¿Impedirás que la dolorida Faz de mi amado Jesús quede
impresa en tu alma?
SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Contempla cómo se portan con mi Divino Hijo y Redentor del
mundo… le llevan atado cruelmente, a empujones le impiden
avanzar y entre todos le hacen caer por segunda vez… Pero no
se detiene ahí su crueldad inhumana, fíjate bien cómo le obligan
sin compasión alguna a levantarse, renovando con nuevos
golpes todas sus heridas… ¡heridas que se abrieron para lavar
sus culpas!
Así son los hombres mundanos, malos y perversos, ¡ayudan a
caer! Y ni siquiera tienen compasión de los caídos…
Huye del mundo, y no consientas nunca que tu corazón esté
atado a lo mundano. Pero si, a pesar de tus preocupaciones y
esfuerzos, caes, acude a Mí, que yo te levantaré con tiernos y
maternales cuidados, como las madres levantan a sus pequeños.
OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES
Tal vez encuentres en tu camino, algún alma, que sinceramente
llore tus contrariedades, pero ¡cuán pocas serán estas! En tal
caso agradece sus consuelos, procurando no dejarte vencer en
generosidad, pero no pongas en ello tu felicidad, pues es cosa
pequeña el humano consuelo.
Ya vez lo que hizo el Dulcísimo Jesús con aquellas hijas de
Jerusalén, a quienes vio derramar lágrimas de compasión; les
dijo que no lloraran por El, sino por ellas mismas y por sus
hijos, por las desgracias que les iba a suceder; porque si veían
tratar de aquel modo al Árbol lleno de frutos, ¿cómo sería con el
árbol seco y sin frutos?
Los consuelos exteriores, a veces impiden el propósito final de
nuestro fin sobrenatural. El alma que quiere ir adelante por el
camino que marca la Preciosísima Sangre de mi Jesús,
solamente debe desear junto conmigo, lo que desea Jesús…
NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Es verdad, hija mía, que el sufrimiento obstruye nuestros gustos,
y aún entonces el dolor fatiga y debilita nuestro cuerpo… pero
mira, para servirte de consuelo y ejemplo ahí tienes a mi
amadísimo Hijo, caído por tercera vez en tierra a causa de su
debilidad. Pero como en el alma no le faltaban fuerzas para
amar la Cruz, observa cómo suplen las fuerzas espirituales a las
que naturalmente debían faltar a su Cuerpo herido y desangrado,
y se levanta para proseguir con buen ánimo hasta la cima del
Calvario…
Aprovéchate de esta preciosísima lección y sustituye con los
grandes anhelos de tu corazón las fuerzas corporales, cuando
veas que te faltan para continuar el camino de la virtud. Dios no
quiere almas caídas y que quieran permanecer así; ¡ánimo! Yo
te daré mi mano para que te levantes y continúes por el camino
que te diseñará mi bendito Hijo, marcándolo con sus
ensangrentadas huellas.
DÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
¡Ah! Si tú pudieras conocer los misterios, que se desarrollaron
en estos momentos sobre el Calvario, que se convirtió en el altar
del sacrificio sangriento del mismo Dios. Ya que el
entendimiento nunca logrará comprender los íntimos
sentimientos del alma de mi Hijo, mira, al menos sus acciones
exteriores que bastante podrás aprender considerándolas…
¿Ves cómo le quitan sus vestiduras? ¿Cómo se reparten su ropa
y sortean su túnica que con tanto amor yo le tejiera? Una
lección de esto es que, para disponerte al sacrificio, necesitas
primero despojarte de todo, al menos con el afecto… Quien se
haya apegado a las cosas de la tierra, no puede estar dispuesto a
entregarse totalmente a Dios, si no tiene voluntad para
desligarse de ellas, aunque esto le cueste mucho y deba
derramar sangre, como la vertió mi amadísimo Hijo por las
heridas que le renovaron al quitarle su ropa.
UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Contempla cómo clavan en el santo madero de la Cruz a un
Cuerpo delicadísimo, fruto de mis virginales entrañas, que si no
fuera por la certeza de que es mi Hijo, apenas podría
reconocerlo por causa de las heridas que le han convertido en
una dolorosísima Llaga…
Míralo bien levantado sobre la tierra, regándola con su
Preciosísima Sangre que brota de los hoyos que le han hecho los
duros clavos…
Ahí tienes cómo trata el Cordero Inocente a su propio Cuerpo,
tan sólo por haber cargado con los pecados ajenos. ¿y tú, estás
esclavizada a tu cuerpo, a tus gustos de comida, bebida, vestido,
o tienes crucificado tus sentidos, para dar con ellos solamente
Gloria a Dios y servicio útil a los demás para su salvación?
Dios se deja crucificar por redimirte… ¿y tú me preguntas qué
debes hacer viendo tal ejemplo?...
DUODÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Aún te falta, alma mía, el último sacrificio, que es el resumen de
todos; es preciso, que a ejemplo de mi Jesús, mueras
simbólicamente y entregues tu espíritu en manos de tu Creador,
para que renazcas a nueva vida.
Debes de morir y sacrificarlo todo, para poder decir después que
ya no eres tú quien vive, sino mi Jesús el que vive en ti, porque
tu voluntad, es una sola cosa con el Querer Divino…
Para este cambio de vida, yo puedo encargarme de ayudarte a
ejecutarlo, si te pones totalmente en mis maternales manos,
siguiendo el encargo que me hizo mi Divino Hijo desde este
mismo árbol de la Cruz antes de expirar, cuando me constituyó
como Madre tuya.
Por los dolores que yo sufrí entonces al pie de la Santa Cruz, te
pido, que escuches a mi moribundo Hijo, y sacrificándolo todo,
muriendo a todo, te entregues a mí, para que yo te enseñe a vivir
en, con, para y por Cristo.