El Nombre de La Rosa

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El nombre de la rosa

En mis clases utilizo la película y el texto con los alumnos de 1º de Bachillerato,


aunque ocasionalmente también lo he hecho con los de 2º, especialmente cuando
llega Tomás de Aquino. Tanto el texto como la película constituyen un excelente
material a partir del cual están pensados los ejercicios. También pueden usarse en
la asignatura alternativa a la Religión. Y, por último, son posibles actividades
interdisciplinares con las asignaturas de Historia y Religión, aunque no sé si lo que
en la película y el libro se narra es concordante con la ortodoxia que los nuevos
rumbos de la Iglesia pueden exigir...

Hace unos años utilicé estos ejercicios como material curricular para los alumnos
que no escogían la asignatura de Religión. En la Comunidad Valenciana, donde
trabajaba entonces, existía una especie de temario, en el que esta película
encajaba perfectamente, pues se trataba –hablo de 1º de Bachillerato– de un
híbrido entre filosofía de la religión, teología comparada y sociología de las
religiones (Diari Oficial de la Generalitat Valenciana, 31.VII.97). Este material
procede en buena medida de aquellas clases.

Ficha técnica y artística

Título original: Le nom de la rose.

País y año: Francia, Reino Unido e Italia, 1986.

Duración: 131 minutos. Color.

Dirección: Jean-Jacques Annaud.

Guión: Gérard Brach, Alain Godard, Howard Franklin y Andrew Birkin, basado en
la obra homónima de Umberto Eco.

Intérpretes: Sean Connery, Christian Slater, F. Murray Abraham, Feodor Chaliapin


Jr., Valentina Vargas, Ron Perlman, etc.

Música: James Horner.

Sinopsis
Estamos en 1327. Guillermo de Baskerville (que no es otro que el filósofo
Guillermo de Ockham) y su discípulo Adso de Melk llegan a un monasterio
benedictino del norte de Italia para participar en una disputa teológica en torno a la
riqueza de la Iglesia. Esta discusión es apenas una excusa, y la acción transcurre
de inmediato por otros derroteros: Guillermo averigua que un monje ha muerto
asesinado y se enfrenta a la investigación de éste y sucesivos crímenes.

La clave del misterio parece hallarse en la biblioteca, concretamente en un libro de


Aristóteles, “La Poética”, aunque las creencias y supersticiones acientíficas de
muchos apuntan al demonio y a profecías bíblicas. La llegada del inquisidor
Bernardo Gui complica la investigación y enfrenta a Guillermo con su propio
pasado y con la imposibilidad de una investigación libre en un contexto opresivo
de verdad única.

Completan el argumento las alusiones a los grupos heréticos y la importancia


dada a la figura de la joven campesina que introduce contrapuntos de pathos y
sensualidad en la vida de Adso frente al oscurantismo, represión y hermetismo del
convento.

No es fácil sintetizar la película: hay demasiados temas que se entrecruzan (y en


el libro aún hay más). Es un largometraje intelectualista, pero también vitalista,
histórico, filosófico, detectivesco, etc.

Análisis

Introducción

Lo peor que se puede decir de una película es que el libro es mejor. Los puristas
recomiendan que se lea antes de ver la película; mejor aún en lugar de. Pero en
esto hay mucho de tópico, pues contraejemplos no faltan: ¿cuáles, si no, son los
excelentes textos en los que se basa la mayor parte de la filmografía de Alfred
Hitchcock?
La película proviene de un grandísimo libro (en los dos sentidos: literario y
voluminoso), cuyo autor es un catedrático de semiótica, rara especialidad a medio
camino entre la filosofía y la lingüística, italiano para abundar más en la rareza, y
especializado en la estética de Santo Tomás. Para mayor escarnio, no son pocos
los fragmentos en latín, y sus protagonistas suelen hablar de teología, de filosofía,
etc. Es decir, lo tiene todo para ser un minoritario y hostil libro de culto.

Una de las claves de su éxito es que no tiene un lector-tipo: Eco es avaricioso en


esto, quiere abarcar un amplio espectro. En primer lugar, el lector es, por
definición, alguien que desea saber, un curioso. Por ello, la estructura aparente de
la novela es policíaca: un problema, una investigación, un resultado. Pero el lector
todavía más curioso tampoco queda defraudado: el problema no es uno sino
muchos: cadáveres, claves religiosas que ocultan causas materiales, profecías
que parecen cumplirse, referentes filosóficos, un enigma en griego, evocaciones a
antiguos misterios, etc. Dicho de otro modo, esta novela contenta a los lectores del
género detectivesco, pero también a muchos otros que quieren algo más. La obra
está concebida para más de un lector (no es tan cierto que tenga “varias
lecturas”). Lo maravilloso del libro, la clave de su éxito es probablemente esta
posibilidad de que casi cualquier lector pueda disfrutar con él: desde el que sólo
busca entretenimiento hasta el paladar más sutil.

Jean-Jacques Annaud, el director de la película, obsequió a los amantes del texto


de Eco con una versión muy fiel al espíritu del libro. Desde luego, quienes
esperasen una traslación literal de la novela quedaron decepcionados, pero tal
cosa no es posible por la extensión de la obra escrita, como tampoco lo es todo el
conjunto de latinismos, ni las pormenorizadas discusiones que mantienen los
frailes sobre cuestiones filosófico-teológicas.

Es cierto que hay algunas diferencias entre el libro y la película. Empiezan en las
primeras páginas/minutos con el epatante episodio del caballo, sustituido en la
película por una indagación sobre el lugar donde están las letrinas. Algo mayor es
la diferencia respecto al protagonismo de la campesina, que apenas interviene en
la novela (salvo para la escena de iniciación sexual de Adso), y que en la película
es recurrente. Annaud, además, incide mucho más que Eco en el asunto de la
ejecución de los herejes, entre los cuales incluye a la muchacha (hay aquí mayor
maniqueísmo que en el texto). Igualmente, y tal vez sea éste el punto más
discutible de la adaptación, reaparece al final, cuando Adso y Guillermo parten tras
el incendio y ella los espera en un recodo del camino. Se trata de un recurso que
parece demasiado fácil, una concesión excesivamente comercial, y por un
momento creemos que vamos a asistir a un happy end. Sin embargo, creo que
hay aquí una lección de cine porque la cámara lo dice todo, no es necesario el
diálogo con palabras (el cine no es literatura, su lenguaje es otro); la escena se
desarrolla en un magistral juego de miradas apenas subrayado por la susurrante
voz en off de Adso. La campesina le mira pidiendo angustiosamente que la lleve
con él, que la saque de la pobreza y del hambre, incluso que la convierta en su
concubina, pues todo ello es preferible a tener que ceder su cuerpo a malolientes
frailes a cambio de despojos. Adso se detiene, la mira a su vez, duda. Guillermo
también se detiene, sus ojos le recuerdan la obligación del monje que aún ha de
aprenderlo todo, pero también hay en esa mirada la comprensión del franciscano
que hubiera entendido, casi que hubiera envidiado. Y Adso mira a uno y a otra,
duda radicalmente, de un modo casi existencial… y parte tras su maestro que va
desapareciendo entre la bruma, tomando su camino sin exigir, invitando. Concluye
el Adso anciano que narra la historia que nunca se arrepintió de su decisión,
excepto, tal vez, de no haber sabido nunca su nombre.

Rasgos biográficos de Guillermo de Ockham

Guillermo de Ockham nació en Surrey entre 1280 y 1290. Ingresó muy joven en la
orden franciscana y cursó estudios en Oxford. En 1323 algunas de sus doctrinas
fueron consideradas heréticas, por lo que tuvo que acudir a defenderse ante la
corte pontificia de Avignon. Pero la Iglesia se hallaba sumida en problemas
mayores: Miguel de Cesena, general de la orden de los franciscanos, estaba
enfrentado con el Papa Juan XXII al defender la pobreza de Cristo y sus
seguidores, postura que proponía como dogma de fe, lo que era rechazado por el
Papa.

El conflicto de Ockham no guardaba relación con esta polémica, pero Ockham fue
requerido por Miguel de Cesena para que le ayudase en su defensa, lo que
terminó con la huida de ambos de Avignon. Al mismo tiempo, el Emperador Luis
de Baviera se enfrentaba con el poder del Papa. Los franciscanos, al tomar partido
por el Emperador, sufrieron las consecuencias, pues la confrontación bélica fue
favorable al Papa. Ockham fue excomulgado y se retiró a Munich, al igual que Luis
de Baviera. Allí profundizó en un pensamiento en el que fe y razón se separaban
cada vez más como dos verdades distintas aunque con espacio para ambas.
En 1342 murió Miguel de Cesena y cinco años más tarde Luis de Baviera.
Ockham intentó reconciliarse con la Iglesia, pero el perdón papal no llegó a tiempo
y murió en 1349, probablemente por la peste negra.

El nominalismo ockhamista y la crisis de la Escolástica

En el siglo XIV hay un conflicto cada vez más acusado: la vinculación entre el
poder político y el religioso (Emperador y Papa) se deteriora para siempre.
Además, el Imperio comienza a desmembrarse en territorios que reclaman
independencia. En el seno de la Iglesia la situación no es mejor: estalla el Cisma
de Occidente.

En este contexto, una serie de pensadores someten a crítica los supuestos y


afirmaciones fundamentales que sostenían la filosofía y teología medievales. Ha
llegado el momento de alumbrar algo nuevo. Es la llamada via modernorum frente
a la via antiqua. Esta última remite a las escuelas del pasado (la Escolástica), que
siguen con los mismos temas de los siglos anteriores; son los tomistas,
agustinistas, etc. Los moderni, por su lado, son los que abren una nueva vía que
desembocará en la modernidad. Son los nominalistas, a cuya cabeza se sitúa
Guillermo de Ockham.

Si tuviéramos que resumir las principales líneas de su pensamiento, y hacerlo en


relación a El nombre de la rosa, podríamos centrarnos en los siguientes cuatro
grandes ejes temáticos:

- Las relaciones entre fe y razón. Agustín de Hipona (354-430) había establecido


el sometimiento absoluto de la razón a la fe, lo que matizó en el siglo XIII Tomás
de Aquino: hay verdades racionales autónomas, aunque no puedan entrar en
contradicción con las de la revelación. Aquino no llegó a aceptar la teoría de la
doble verdad, introducida en Occidente por Averroes. Pero Ockham sí dio un paso
más allá: hay verdades de la razón que no son verdades de la fe; no se excluyen,
pero tampoco se limitan. En la película esto es un tema que, aunque parece estar
al fondo de los acontecimientos, es central: Guillermo de Ockham/Baskerville
ahonda en las verdades racionales, quiere averiguar el enigma con leyes de este
mundo, quiere observar, medir, inferir, analizar con reglas y procedimientos de
este mundo, desde el empirismo y la razón.

- La presencia e influencia de Aristóteles. La trama de la película gira en torno a un


libro perdido parcialmente, “La Poética” de Aristóteles, pero la presencia del
filósofo griego es mayor. De hecho, su importancia en Occidente gracias a Tomás
de Aquino supuso la ruptura del paradigma platónico-agustiniano, de cuño
idealista, para que se abriese paso una nueva actitud: el análisis a partir de lo
físico –como muestra atinadamente Rafael en su célebre cuadro– frente al
idealista Platón, que señala hacia las elevadas ideas puras. Sin embargo, los
aristotélicos lo convirtieron en pensamiento terminado, doctrina oficial y
escolasticismo. Por eso Guillermo dice amar a Aristóteles, pero teme a los
aristotélicos y debe esconder los instrumentos de observación.

- El nominalismo y la cuestión de los universales. La filosofía anterior concebía los


conceptos universales teniendo una existencia independiente del mundo físico
(Agustín de Hipona) o con cierta base en el mundo material (Tomás de Aquino).
Sin embargo, Ockham sostenía que no hay fundamento extramental para los
conceptos universales, es decir, que su base es únicamente la semejanza entre
los individuos. Así, el concepto “hombre” no es verdadero porque todos los
hombres posean la misma esencia, sino porque los hombres se parecen entre sí,
y damos el mismo nombre a lo que es similar. Los conceptos universales son,
pues, realidades de carácter lingüístico, signos, nombres (de ahí el nominalismo).
A lo largo de toda la película hay interpretación de signos, lectura de signos: la
tarea del sabio es buscar la verdad que los signos indican. El propio título de la
obra es un signo: no conocemos la rosa, lo que sea esencialmente la rosa, sino
tan solo su nombre. Tampoco Adso conoció nunca el nombre de su campesina.

- El principio de economía. Probablemente es el elemento más conocido y


característico de la filosofía ockhamista. Es también llamado “la navaja de
Ockham”, y sostiene que no hay que multiplicar los entes sin necesidad, esto es,
que no hay que suponer más que lo estrictamente necesario para la explicación de
cualquier realidad. Este principio será un eje desde el que toda ciencia trabaje en
adelante, y servirá para eliminar toda adherencia metafísica, digresión inútil o
palabrería hueca para quedarnos con lo estrictamente necesario. La ciencia
caminará hacia el conocimiento por el camino más corto en busca de un saber
riguroso.
En conclusión, Ockham no fue en rigor ningún científico, no inventó ni hizo
descubrimientos, pero sus ideas están en la base de la modernidad y la ciencia de
los siglos siguientes, que no ignoran principios tan elementales como el principio
de economía o la teoría de la doble verdad.

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