El Nombre de La Rosa
El Nombre de La Rosa
El Nombre de La Rosa
Hace unos años utilicé estos ejercicios como material curricular para los alumnos
que no escogían la asignatura de Religión. En la Comunidad Valenciana, donde
trabajaba entonces, existía una especie de temario, en el que esta película
encajaba perfectamente, pues se trataba –hablo de 1º de Bachillerato– de un
híbrido entre filosofía de la religión, teología comparada y sociología de las
religiones (Diari Oficial de la Generalitat Valenciana, 31.VII.97). Este material
procede en buena medida de aquellas clases.
Guión: Gérard Brach, Alain Godard, Howard Franklin y Andrew Birkin, basado en
la obra homónima de Umberto Eco.
Sinopsis
Estamos en 1327. Guillermo de Baskerville (que no es otro que el filósofo
Guillermo de Ockham) y su discípulo Adso de Melk llegan a un monasterio
benedictino del norte de Italia para participar en una disputa teológica en torno a la
riqueza de la Iglesia. Esta discusión es apenas una excusa, y la acción transcurre
de inmediato por otros derroteros: Guillermo averigua que un monje ha muerto
asesinado y se enfrenta a la investigación de éste y sucesivos crímenes.
Análisis
Introducción
Lo peor que se puede decir de una película es que el libro es mejor. Los puristas
recomiendan que se lea antes de ver la película; mejor aún en lugar de. Pero en
esto hay mucho de tópico, pues contraejemplos no faltan: ¿cuáles, si no, son los
excelentes textos en los que se basa la mayor parte de la filmografía de Alfred
Hitchcock?
La película proviene de un grandísimo libro (en los dos sentidos: literario y
voluminoso), cuyo autor es un catedrático de semiótica, rara especialidad a medio
camino entre la filosofía y la lingüística, italiano para abundar más en la rareza, y
especializado en la estética de Santo Tomás. Para mayor escarnio, no son pocos
los fragmentos en latín, y sus protagonistas suelen hablar de teología, de filosofía,
etc. Es decir, lo tiene todo para ser un minoritario y hostil libro de culto.
Es cierto que hay algunas diferencias entre el libro y la película. Empiezan en las
primeras páginas/minutos con el epatante episodio del caballo, sustituido en la
película por una indagación sobre el lugar donde están las letrinas. Algo mayor es
la diferencia respecto al protagonismo de la campesina, que apenas interviene en
la novela (salvo para la escena de iniciación sexual de Adso), y que en la película
es recurrente. Annaud, además, incide mucho más que Eco en el asunto de la
ejecución de los herejes, entre los cuales incluye a la muchacha (hay aquí mayor
maniqueísmo que en el texto). Igualmente, y tal vez sea éste el punto más
discutible de la adaptación, reaparece al final, cuando Adso y Guillermo parten tras
el incendio y ella los espera en un recodo del camino. Se trata de un recurso que
parece demasiado fácil, una concesión excesivamente comercial, y por un
momento creemos que vamos a asistir a un happy end. Sin embargo, creo que
hay aquí una lección de cine porque la cámara lo dice todo, no es necesario el
diálogo con palabras (el cine no es literatura, su lenguaje es otro); la escena se
desarrolla en un magistral juego de miradas apenas subrayado por la susurrante
voz en off de Adso. La campesina le mira pidiendo angustiosamente que la lleve
con él, que la saque de la pobreza y del hambre, incluso que la convierta en su
concubina, pues todo ello es preferible a tener que ceder su cuerpo a malolientes
frailes a cambio de despojos. Adso se detiene, la mira a su vez, duda. Guillermo
también se detiene, sus ojos le recuerdan la obligación del monje que aún ha de
aprenderlo todo, pero también hay en esa mirada la comprensión del franciscano
que hubiera entendido, casi que hubiera envidiado. Y Adso mira a uno y a otra,
duda radicalmente, de un modo casi existencial… y parte tras su maestro que va
desapareciendo entre la bruma, tomando su camino sin exigir, invitando. Concluye
el Adso anciano que narra la historia que nunca se arrepintió de su decisión,
excepto, tal vez, de no haber sabido nunca su nombre.
Guillermo de Ockham nació en Surrey entre 1280 y 1290. Ingresó muy joven en la
orden franciscana y cursó estudios en Oxford. En 1323 algunas de sus doctrinas
fueron consideradas heréticas, por lo que tuvo que acudir a defenderse ante la
corte pontificia de Avignon. Pero la Iglesia se hallaba sumida en problemas
mayores: Miguel de Cesena, general de la orden de los franciscanos, estaba
enfrentado con el Papa Juan XXII al defender la pobreza de Cristo y sus
seguidores, postura que proponía como dogma de fe, lo que era rechazado por el
Papa.
El conflicto de Ockham no guardaba relación con esta polémica, pero Ockham fue
requerido por Miguel de Cesena para que le ayudase en su defensa, lo que
terminó con la huida de ambos de Avignon. Al mismo tiempo, el Emperador Luis
de Baviera se enfrentaba con el poder del Papa. Los franciscanos, al tomar partido
por el Emperador, sufrieron las consecuencias, pues la confrontación bélica fue
favorable al Papa. Ockham fue excomulgado y se retiró a Munich, al igual que Luis
de Baviera. Allí profundizó en un pensamiento en el que fe y razón se separaban
cada vez más como dos verdades distintas aunque con espacio para ambas.
En 1342 murió Miguel de Cesena y cinco años más tarde Luis de Baviera.
Ockham intentó reconciliarse con la Iglesia, pero el perdón papal no llegó a tiempo
y murió en 1349, probablemente por la peste negra.
En el siglo XIV hay un conflicto cada vez más acusado: la vinculación entre el
poder político y el religioso (Emperador y Papa) se deteriora para siempre.
Además, el Imperio comienza a desmembrarse en territorios que reclaman
independencia. En el seno de la Iglesia la situación no es mejor: estalla el Cisma
de Occidente.