Porque La Clase Media Argentina Odia A Los Pobres
Porque La Clase Media Argentina Odia A Los Pobres
Porque La Clase Media Argentina Odia A Los Pobres
La pregunta parte de una afirmación. Quien aquí escribe da por hecho que el
odio a los pobres (aporofobia) por parte de un sector de la clase media
argentina, es una triste realidad. No se percibe, porque no se manifiesta a
menudo explícitamente y las personas que están impregnadas de este odio
no reconocen abiertamente que lo tienen. Solo de vez en cuando se hace
visible con algunos conocidos insultos y agresiones, tales como “negros de
m…”, “vagos de m…”, “hay que matarlos a todos”, “planeros”, etcétera. Esas
expresiones tan escuchadas son la prueba más irrefutable del odio que ha
enfermado a una parte de la sociedad argentina.
Admitir este odio implicaría aceptarse como una mala persona ante uno
mismo y ante los demás, y sería difícil para una persona dormir con eso. Es
un odio políticamente incorrecto porque está dirigido hacia alguien que en los
hechos es más débil. Por eso, el odio a los pobres se esconde detrás de
múltiples máscaras. Por ejemplo, se esconde detrás del color de piel; el
insulto “negros/as de m…”, no está dirigido, por ejemplo, al “morocho fachero”
que es un joven abogado de alguna prestigiosa firma o la morocha que es
una reconocida y glamorosa modelo. El insulto es hacia aquellos que viven
en barrios humildes y se desempeñan en trabajos que a menudo son
informales y requieren gran esfuerzo físico.
El odio a los pobres también se esconde detrás de un supuesto
“nacionalismo” que rechaza a bolivianos, paraguayos y peruanos. Alguno
podrá decir que se trata de xenofobia (odio a los extranjeros) pero no es así:
no se odia al extranjero estadounidense, al inglés o al alemán, o a las
multinacionales; se odia al boliviano, al paraguayo y al peruano, es decir, a
los extranjeros que son pobres. Es aporofobia, y no xenofobia. Es odio de
clase puro y crudo.
En el plano político se la odia a Cristina Fernández de Kirchner y se odia al
peronismo porque con sus políticas representan mejor que nadie los
intereses de los pobres. Los medios de comunicación tuvieron la inteligencia
de imponer la máscara de la corrupción. Duermo tranquilo creyendo que odio
a Cristina “porque se robó todo” cuando en realidad la odio “porque les daba
a esos negros”. Se la odia por la Asignación Universal por Hijo, pero como no
queda bien afirmar eso, entonces dicen la odian por “corrupta”. Los medios
de comunicación le dieron a los aporofobos un discurso moralmente correcto
detrás del cual esconden su odio a los pobres.
“Yo hice méritos para estar donde estoy y aquel que es pobre es pobre
porque quiere”. La verdad es que estos supuestos “méritos” no son medibles.
Es fácil hablar de “méritos” cuando no se nació en la pobreza y en la
marginalidad. Para que pudiéramos hablar de méritos al menos deberíamos
vivir en una sociedad donde todas y todos partamos desde el mismo escalón
social, pero una persona no elije dónde nacer.
La ideología de la meritocracia es peligrosa porque es una ideología de
superioridad-inferioridad: hay personas superiores (los que han hecho
méritos) y personas inferiores (los que no han hecho méritos). No por una
cuestión de raza, etnia, nacionalidad o creencia, pero sí por “méritos”. La
meritocracia es darwinismo social puro; es la “supervivencia del más apto”.
El odio a los pobres se manifiesta también en el plano laboral. “¡Agarren la
pala!”, exclaman desde una oficina con aire acondicionado. Para las y los
pobres les corresponde la pala, la zanja, la losa, la escoba, el trapo de piso,
el balde, es decir, el trabajo físico e informal, construir y limpiar cosas que
después le van a pertenecer a otros. ¿Y para la clase media que tipo de
trabajo hay? La oficina, la empresa, el estudio, es decir, el trabajo de cuello
blanco. Y si una persona, como quien escribe, es de clase media, pero
defiende a los pobres, le corresponde lo mismo que a los pobres; “el agarren
la pala” y el “choriplanero” no faltará para nosotros también.
¿Por qué la clase media argentina odia a los pobres? Porque particularmente
los pobres argentinos no son sumisos, se rebelan contra el sistema, no se
someten a los mecanismos explotadores e indignos que les quieren imponer.
Es decir, muchas de ellas y ellos no están dispuestos a pasarse las 24 horas
de los siete días de la semana al rayo del sol haciéndole una losa a otro y
limpiándole la casa a otra. Alteran el orden social meritocrático; el
razonamiento de las personas que adhieren a ese orden es algo así como lo
siguiente: “Vos no podés tener este celular, esta neetbook, etcétera, solo yo y
mis hijos podemos tener acceso a eso; yo soy superior a vos porque hice los
méritos para poder tener estas cosas”.
Esas mercancías son trofeos que simbolizan los logros meritocráticos y no
necesariamente son solo para el disfrute o satisfacción de una necesidad
como erróneamente solemos creer. Simbolizan una exclusiva superioridad de
clase. Según los meritócratas no todos deberían tenerlas, porque siendo así
perdería el sentido tenerlas. Si los pobres quieren tener algunas de esas
cosas, deben cumplir el “rol” que les asigna el orden social, que es “la pala”
que tanto exige la clase media.
El peronismo, y más particularmente y acentuadamente, el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner (digámoslo con todas las letras) insubordinó a
los pobres de este país.
En la página 559 de “Sinceramente”, Cristina cuenta que una vez le preguntó
a un reconocido empresario por qué odian tanto el peronismo, si con el
peronismo los empresarios ganan mucho dinero mediante el consumo
interno. La respuesta fue un prolongado y tenso silencio. No podía responder,
porque responder implica una verdad cruda. Y la verdad cruda es que no se
trata solo de dinero, porque el dinero y el capitalismo no tienen sentido si no
da poder-control sobre otros. Y si esos otros acceden al dinero, pierden la
desesperación, y si la pierden ya no se puede jugar con esa desesperación
para poder controlarlos-disciplinarlos; se insubordinan.
En el fondo, en el subconsciente para ser exacto, el asunto es más complejo,
es más hegeliano; el amo y el esclavo. En el acceso y no acceso a las cosas,
no está el deseo.
El deseo está en desear lo que el otro desea. No está en la cosa en sí, sino
que el otro quiere una cosa, pero la quiere porque esa cosa es el deseo, a su
vez, de otra persona. Es el deseo del deseo. Y quien logre en esa lucha,
acceder a ese deseo, representado en una cosa, y lo haga de su propiedad,
determinará quiénes son los amos y quiénes son los esclavos, quiénes
mandan y quiénes obedecen. A fin de cuentas, el deseo es el deseo de
someter a otros. Esa es la esencia intrínseca del capitalismo.
Ernesto Bertoglio
DNI 36.793.900