Cívica, Octavo, Mier.

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Los estereotipos sexuales.

La Real Academia Española de la Lengua define estereotipo como: Imagen o idea


aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable; es decir,
como seres humanos damos por naturales ciertas prácticas de la sociedad, por
ejemplo que un hombre no puede cambiar bien un pañal de niños, o que a una
mujer le costará más aprender de mecánica.

Veamos un ejemplo, ha escuchado la frase ―Mujer al volante… peligro constante‖.


En realidad no podemos definir que una persona va a ser mala conductora por el
simple hecho de haber nacido mujer, así como tampoco se puede dar por sentado
que un hombre no puede cocinar por ser del sexo masculino.

Afirmar que alguien no es capaz de lograr ciertos proyectos por el simple hecho
biológico de su sexo, es desmerecer todas las capacidades humanas que puede
llegar a desarrollar. Cuando sometemos a un niño que le gusta jugar muñecas, a
usar carros y bolas, le estamos quitando la posibilidad de desarrollar su
paternidad, e incluso ser sentimental, una de las características más
extraordinarias que tenemos como seres humanos. En el momento que no le

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permitimos a una niña jugar fútbol o realizar cualquier deporte, le estamos
prohibiendo desarrollar todas sus habilidades físicas.
Pensemos por un momento cómo sería la sociedad sin los estereotipos sexuales

Es distinto comparar mujeres y varones con la intención de conocerse mejor, que


buscar diferencias entre unos y otras para postular la superioridad de un sexo
frente al otro y, lamentablemente, éste es el ángulo desde el que, con mucha
frecuencia, se aborda la cuestión de los estereotipos. El resultado es la falta de
respeto a uno y otro sexo. Conocer mejor unos a otros supone una actitud en la
que estén presentes los valores de la tolerancia, la igualdad y la justicia.

Así, uno de los aspectos de la vida humana donde la intolerancia resulta más
perniciosa es, precisamente, el de la sexualidad, pues allí se manifiesta como la
guerra del ser humano contra sí mismo, del varón contra la mujer y de la mujer
contra el varón. Nacemos en una sociedad que prescribe las conductas y los
comportamientos que considera idóneos para cada sexo. La familia, la televisión e
inclusive la escuela, enseñan a los individuos a comportarse de una forma que
consideran típica de cada sexo, y ello induce a que cada persona asuma un papel
sexual: un estereotipo masculino o femenino.

Estos estereotipos son adoptados por niños y niñas, pues están ahí como las
expectativas familiares y sociales a las que deberán ajustarse si quieren ser
aceptados: es lo que se espera de ellos y de ellas. En todas las sociedades han
regido ciertos estereotipos dominantes y, a pesar de que varían de lugar en lugar y
de tiempo en tiempo, todos se caracterizan por presentarse como la norma
promulgada, como lo que debe de ser sin que se consideren las tendencias
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particulares de cada individuo: "Los niños no lloran" o "Tú eres niña: no puedes
hacer eso" son fórmulas conocidas en las que se resumen los estereotipos
dominantes que nuestra sociedad prescribe para cada sexo desde la infancia.
A partir de concepciones de este tipo se establece un trato diferente para cada
sexo: en nuestra sociedad, de manera muy extendida, a las niñas se les enseña a
ser hacendosas y se les prepara para la crianza y el hogar; la maternidad se les
ofrece como su realización absoluta en la vida y, por el otro lado, a un gran
número de niños se les induce a considerarse fuertes, decididos para que lleguen
a ser los proveedores económicos, los jefes de sus futuras familias. Estos
estereotipos son la base de muchos desajustes de la sociedad, pues condicionan
las oportunidades, los deberes y los derechos no a partir de la capacidad real de
cada individuo, ni a partir de lo que cada quien elige para su vida.

Es verdad que la evolución de la cultura ha propiciado cierto cambio en los


estereotipos sexuales y que hoy, dicha visión, aunque todavía muchos la
suscriban, está variando. La mujer ha mostrado que puede elegir otro destino más
allá del ámbito doméstico, y también es cierto que muchos varones han
comenzado a romper con el estereotipo que les imponía la renuncia a manifestar
sus emociones y los condenaba a ser el único sostén de la familia; pero también
es verdad que este proceso no ha llegado aún a la fase en la que todos los
varones y todas las mujeres sean tratados igualitariamente, es decir, tratados
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como individuos, de acuerdo con su capacidad y no de acuerdo con su sexo:
individuos que compartan equitativamente los deberes y los placeres de la vida
doméstica y que cuenten con oportunidades equivalentes en el ámbito de lo
público y de su desarrollo como personas.
Los estereotipos tienen que ver también
con el concepto que las personas se
forman de sí mismas, pues si el Ingrese a la dirección electrónica:
contexto social que rodea al individuo www.coned.ac.cr/material.php
y realice las prácticas sobre este
hace que de él se espere un tema.
determinado comportamiento de las
mujeres sensibilidad, entrega, sumisión
y, en cambio, de los varones
competencia, independencia, capacidad
para vencer los retos entonces, mujeres y varones tienden a hacerse una idea
deformada de sí mismos, pues a unas y a otros se les limita su desarrollo: ellas no
tienen por qué reducir su capacidad para emprender acciones ni ellos, esconder
sus emociones.

Para que cada individuo haga de sí mismo una estimación adecuada y


constructiva es necesario que aprenda el valor del respeto y de la tolerancia.
Nadie es perfecto y la única manera de aceptar lo que somos y aceptar a los
demás es admitiendo las diferencias y, a la vez, esforzarnos por apreciarlas. No es
induciendo al niño o a la niña a adoptar el estereotipo sexual como se enseña el
respeto y la tolerancia: "no llores como niña", se le dice al varoncito; "no seas
marimacha", se le dice a la niña y de esa forma se cree que se les ayuda a
autoestimarse, devaluando al sexo opuesto. El auto-concepto ha de ser individual,
no genérico: valemos por las capacidades y limitaciones que tenemos como
individuos, no por pertenecer a uno u otro sexo. Hace falta que cada persona
adopte respecto de sí misma una visión adecuada, que sea equilibradamente
crítica hacia sus actos, no autocomplaciente ni autodenigrante. Ello la llevará a ser
más comprensiva y, al aceptarse como diferente, podrá aceptar a los demás.

El sexismo

Se suele llamar sexismo a la discriminación (e incluso odio) de las personas según


su sexo en lugar de por sus méritos individuales, si bien el término también puede
aludir a todas las diferenciaciones sistémicas basadas en el sexo de los
individuos.
El sexismo puede incluir diferentes creencias o actitudes:
 La creencia de que un sexo es superior al otro.
 La actitud de misoginia (odio a las mujeres) o misandria (odio a los
hombres).
 La actitud de imponer una noción limitada de masculinidad (género) a los
hombres (sexo) y una noción limitada de feminidad (género) a las mujeres
(sexo).

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Sexismo contra las mujeres

En su forma extrema, el sexismo contra las mujeres es conocido como


misoginia, que significa ‗rechazo a las mujeres‘. El término ―sexismo‖ en su uso
corriente suele aludir al sexismo contra las mujeres, debido a que éste fue la
primera forma de sexismo comúnmente identificada. Esta forma de sexismo
también se llama frecuentemente chovinismo, si bien éste es en realidad un
término más amplio para cualquier partidismo extremo y ciego con odio y malicia
hacia el grupo rival. Un término levemente relacionado es ―ginofobia‖, que alude al
miedo a las mujeres o a la feminidad.

Históricamente, en muchas sociedades patriarcales, las mujeres han sido vistas


como el ―sexo débil‖. La combinación de actitudes hostiles y subjetivamente
benevolentes (pero benevolentes) hacia las mujeres se conoce como sexismo
ambivalente, que tiene sus raíces en el hecho de que aunque las mujeres tienen
un estatus inferior al de los hombres, el hombre heterosexual depende de ellas
como esposas, madres y amantes. El estatus de amante de las mujeres es
evidente en los casos en los que éstas ni siquiera son reconocidas como
―personas‖ por la ley del país. El movimiento feminista promueve los derechos de
las mujeres, el acceso a la educación y el empleo, las víctimas femeninas de la
violencia doméstica y la posesión del propio cuerpo de la mujer.

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Sexismo contra los hombres

En su forma extrema, el sexismo contra los hombres es conocido como misandria,


que significa ‗odio a los hombres‘. Debido a que es la segunda forma de sexismo
comúnmente identificada, a menudo se conoce como sexismo inverso. Un término
levemente relacionado es ―androfobia‖, que aluda al miedo a los hombres o a la
masculinidad. Aunque la opinión de que las mujeres son superiores a los hombres
también es sexismo, sólo en los últimos años se ha empezado a tomar conciencia
de ello en el discurso público.

Otra fuente de sexismo es el ―antiguo patriarcado‖ y el ―antiguo matriarcado‖, que


históricamente han restringido y limitado el papel de los hombres en otras partes
de la sociedad y ha mirado con desprecio a los amos de casa. El movimiento
masculinista promueve los derechos de los hombres y de los padres para frenar el
sexismo contra los hombres tratando problemas tales como la igualdad ante la ley,
el ―permiso de maternidad‖ para los hombres, las víctimas masculinas de la
violencia doméstica y el acceso igualitario a los hijos.

Sexismo contra el LGBT

El movimiento LGBT (Lesbico – Gay – Bisexual – Transexual) se conforma por


personas con opciones sexuales diferentes y a lo largo de la historia ha sido
identificado como objeto de discriminación. Históricamente, la mayoría de las
culturas (con unas pocas excepciones) sostienen que hombre y mujeres son
entidades separadas y distintas con diferentes papeles de género y
responsabilidades asignados, de modo que romper con ese esquema, es hoy
visto, bastante sexista y discriminatorio.

El movimiento LGBT (Lesbico – Gay – Bisexual – Transexual) ha luchado


activamente contra el sexismo contra sí mismo. Desde su nacimiento, los
individuos no están en la ―caja‖ masculina ni en la femenina heterosexual, fallando
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en reflejar esta condición la clasificación usada por las políticas y leyes
gubernamentales. Hoy día, cada vez más se abren oportunidades para las
personas LGBT de acceder a una vida legal más igualitaria.

6. Mujeres y Hombres: Diversidad, la libertad sobre la determinación


social.

La palabra diversidad se refiere a las distintas formas en las que se percibe el


mundo, su significado es muy amplio, pues podría aplicar para el género, las
etnias, nacionalidades, etc.

Este concepto nos lleva a pensar, además, en el respeto hacia las diferencias.
Como seres humanos que somos, existen un sinnúmero de cualidades que hace
diferente a cada persona, y aunque muchas veces no estemos de acuerdo con lo
que alguien puede hacer, al menos, debemos respetar su espacio. Claro está que
si estamos ante un anti valor como un caso de corrupción, pues no vamos a
tolerarlo y se tiene que denunciar.

La diversidad lo que exige es que antes de juzgar a una persona nos demos la
oportunidad de conocerla, sin menospreciarle por su nacionalidad, género, etnia,
acento, etc.

Es importante que los seres humanos logremos analizar los estereotipos que nos
imponen en la actualidad para no repetirlos. La libertad no consiste únicamente
en ejercer el sufragio, o trasladarnos de un lugar a otro, estudiar o expresarnos.
La libertad es actuar más allá de los estereotipos, que los hombres puedan
expresar sus sentimientos y las mujeres su intelectualidad, sin temor a ser
juzgados por gente, muchas veces llena de miedos interiores y dispuestas a
burlarse de aquellos que rompen la norma del estereotipo.

Existen hombres y mujeres que no han aprendido a tolerar las diferencias, esas
formas de ser afectan nuestras vidas, en el sentido de que a través de burlas y

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bromas descalifican a otros que se salen de la ―norma‖, pretendiendo denigrar a
uno u otro sexo si no siguen las reglas culturales de la sociedad. Por ejemplo, una
mujer que decidió no casarse es una ―solterona amargada‖ y a través de ―chismes‖
o comentarios la descalifican. Un hombre que llora o es vanidoso ―podría ser
homosexual y se le hace a un lado.

En la sociedad actual, se aspira a un nuevo tipo de persona que reflexione su


papel como parte de un mundo sin estereotipos y abierto a la diversidad y el
respeto hacia las diferencias, donde nadie se considere superior a nadie por su
sexo, etnia, religión, preferencia política o sexual, al fin y al cabo, todos nacemos
para morir, y la vida es muy corta para vivir en función de otros.

7. Ciudadanía y sexismo.

La ciudadanía se refiere al ejercicio pleno de los derechos y deberes de una


persona, esto, muchas veces, se ve afectado por el sexismo, pues no se reconoce
socialmente, por ejemplo, que una mujer pueda estar en el poder, por eso es difícil
que ellas estén en altos mandos, como presidencias. Los hombres no escapan de
esta realidad, pues su participación política depende del rol social que ejercen; es
decir, existen puestos que se creen son diseñados para las mujeres (los que
tienen que ver con el cuidado de la niñez o ayuda social) y otros para el sexo
masculino (los relacionados con la economía, decisiones políticas internacionales,
etc.).

En esta realidad es difícil que tanto mujeres como hombres logren vivir su
ciudadanía de forma plena, sin que medien los estereotipos sexuales o las
relaciones de poder.

Desde la cotidianidad también es complicado ejercer el goce pleno de derechos y


deberes, un ejemplo de ello, es cuando a una mujer no se le da trabajo por estar
embarazada, o a una persona homosexual o lesbiana no se le permite estar en un
cargo político por sus preferencias sexuales.

En este sentido, es importante reflexionar que una persona vale por las
habilidades y capacidades que tiene, no es justo juzgarla solo por su género o
elección sexual.

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