RESUMEN Larga Duracion
RESUMEN Larga Duracion
RESUMEN Larga Duracion
Braudel, clasifica el tiempo histórico, el cual posee multiplicidad, en tres tipos de duración social (es
decir, los tiempos múltiples y contradictorios de la vida de los hombres que no son únicamente la
sustancia del pasado, sino también la materia de la vida social actual): larga duración, coyuntura y
acontecimiento o corta duración.
El tiempo corto está hecho a la medida de los individuos, de la vida cotidiana, de las rápidas tomas
de conciencia; es el tiempo por excelencia del cronista o el periodista. Está relacionado con el
acontecimiento y a la historia tradicional, que es la que según Braudel, atenta al tiempo breve, al
individuo y a lo episódico. Este tiempo corto, que existe en todos los aspectos de la vida, es la más
engañosa de las duraciones, y por eso es rechazada por las ciencias sociales y los historiadores,
que sienten fuerte desconfianza hacia la historia de los acontecimientos y por eso mismo a la
historia tradicional, que centrada en su conjunto sobre el drama de los grandes acontecimientos,
trabajó en y sobre el tiempo corto durante el siglo XIX y parte del XX.
La coyuntura es el nivel del tiempo histórico intermedio entre la larga duración y los
acontecimientos, que es empleado principalmente por la nueva historia económica y social, que
coloca en primer plano la oscilación cíclica y apuesta por su duración, estudiando, por ejemplo,
ciclos económicos, revoluciones y crisis que no necesariamente tienen una breve duración. Así,
este segundo recitativo de la coyuntura para estudiar al pasado lo divide en amplias secciones
como decenas, veintenas o cincuentenas de años.
La larga duración es una historia de amplitud secular que se sitúa por encima de este segundo
recitativo coyuntural. Corresponde a las estructuras, que cambian lentamente y tienen, por lo tanto,
una estabilidad grande en el tiempo que puede abarcar varios siglos y resulta muy útil para la
observación y la reflexión comunes a las ciencias sociales.
Braudel afirma que las ciencias sociales tienen siempre tendencia a prescindir de la explicación
histórica; se evade de ello mediante el proceder de una sociología empírica (que desdeña a todo
tipo de historia y actualizaen exceso los estudios sociales limitándose a los datos del tiempo corto y
del trabajo de campo) y mediante un procedimiento que rebaja al tiempo, imaginando en el término
de una “ciencia de la comunicación” una formulación matemática de estructuras casi intemporales.
Esta división entre pasado y presente se da todas las ciencias sociales, entre ellas la demografía, la
economía y la geografía.
Braudel niega esta división, afirmando que no se debe pensar tan sólo en el tiempo corto y
acontecimental, no creer que “sólo los aspectos que meten ruido sean los más auténticos”, puesto
que “también los hay silenciosos”. Según él, presente y pasado se iluminan con luz recíproca: frente
a lo actual, el pasado confiere perspectiva, y situando los estudios de casos presentes en su
duración histórica, se puede realizar una reconstrucción del tiempo de la historia y comprender el
pasado. Así, la historia como dialéctica de la duración es, a su manera, una explicación de lo social
en toda su realidad, y por eso también de lo actual.
Braudel afirma que la concepción del tiempo entre sociólogos e historiadores defiere. Para los
primeros es mucho menos imperativo, menos concreto y no se encuentra nunca en el corazón de
sus problemas y de sus reflexiones; los segundos no se evaden nunca del tiempo de la historia,
éste se adhiere a su pensamiento.
Para los sociólogos, el tiempo social es una dimensión particular de una realidad social
determinada: es interior a la realidad de la que constituye uno de los aspectos o particularidades
que la caracterizan como ser particular. Al sociólogo no le estorba este tiempo, que se presta a ser
administrado a su voluntad, mientras que el tiempo de la historia se presta menos al doble juego de
la sincronía y la diacronía.
Para el historiador, todo comienza y termina por el tiempo imperioso e irreversible del mundo, que
parece exterior a los hombres y les arranca de sus tiempos particulares. El tiempo del historiador es
medida.
En la trayectoria de las exigencias del historiador, éstos aspiran a conocer la duración precisa de
los movimientos, positivos o negativos. Lo que le interesa a un historiador es la manera en que se
entrecruzan estos movimientos de las estructuras concomitantes, su interacción, integración y sus
puntos de ruptura, los que se pueden registrar con relación al tiempo uniforme de los historiadores y
no con relación al tiempo social multiforme de los fenómenos. La animadversión que los sociólogos
experimentan no va dirigida contra la historia, sino contra el tiempo de la historia; imposición de la
que ningún historiador logra escapar mientras que los sociólogos se escabullen prestando atención
ya sea a los fenómenos de repetición, o bien en lo más episódico o en la más larga duración.