ART-Pilar - Benito-El Gozo Intelectual Spinoziano
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Resumen
Este artículo se centra en el gozo intelectual spinoziano. Después de un breve
repaso de un libro de Jorge Wagensberg sobre la experiencia del gozo intelectual,
aludo al fenómeno contrario: el pensamiento sombrío y el pesimismo. Después,
remarco la defensa de Spinoza del gozo del conocimiento y su poder contra
la tristeza y el pesimismo. Finalmente, analizo el peculiar gozo intelectual en
Spinoza (el tercer género de conocimiento) y conecto este gozo con la experiencia
de eternidad y su expresión a través de categorías espaciales.
Abstract
This article is focussed on the intellectual joy in Spinoza. After a brief
review of Jorge Wagensberg’s book about the experience of the intellectual joy,
I allude to the opposite phenomenon: the dismal thought and pessimism. Then,
I remark the Spinoza´s defence of the knowledge´s joy and his power against
the sadness and the pessimism. Finally, I analyse the peculiar intellectual joy in
Spinoza (the third kind of knowledge) and I connect this joy with the experience
of eternity and his expression through spatial categories.
1. Introducción
2
Lev N. Tólstoi, Anna Karénina, Barcelona, Alba Editorial, 2017, p. 23.
3
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1980, p. 429.
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, nº 41.
Primer semestre de 2019. Pp. 117-138. ISSN 1575-6823 e-ISSN 2340-2199 doi: 10.12795/araucaria.2019.i41.06
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2. El gozo intelectual
4
Aristóteles, Metafísica, libro I, 980a, Madrid, Gredos, 1982, p. 2.
5
Ibídem, libro I, 982a14ss, p. 11.
6
Ivonne Bordelois, Etimología de las pasiones, Buenos Aires, Libros del zorzal, 2017, p. 148.
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, nº 41.
Primer semestre de 2019. Pp. 117-138. ISSN 1575-6823 e-ISSN 2340-2199 doi: 10.12795/araucaria.2019.i41.06
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Demuestra Kurath así que en las lenguas indoeuropeas las palabras que denotan
‘moverse con vivacidad, saltar, etc.’ son las que proveen el asiento para las
denominaciones de los afectos relacionados con la alegría…
En otros casos, patentes en el sánscrito o en las antiguas lenguas germánicas, la
fortaleza, el vigor, la hinchazón, el crecimiento se relacionan con la alegría –y
también, es cierto, con la arrogancia–9.
3. El pensamiento sombrío
16
Ibídem, p. 43.
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, nº 41.
Primer semestre de 2019. Pp. 117-138. ISSN 1575-6823 e-ISSN 2340-2199 doi: 10.12795/araucaria.2019.i41.06
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¿Por qué todos los que han sobresalido en la filosofía, la política, la poesía o las
artes eran manifiestamente melancólicos, y algunos hasta el punto de padecer
ataques causados por la bilis negra, como se dice de Heracles en los [mitos]
heroicos?18
Pigeaud, Jean Starobinski o Julia Kristeva20. Y por recoger alguno más reciente
y contestarlo, me voy a detener solo en el librito del ya aludido George Steiner,
Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento21. Amparándose en
un texto harto citado de Schelling donde se habla del fundamento oscuro de la
vida humana y del conocimiento22, Steiner despliega su aparato de razones bajo
la égida de un sutil escepticismo. Algunas ya manidas, otras muy elaboradas y
elegantes, las causas de la tristeza del pensar desfilan ante nosotros: la aparente
infinitud del pensamiento en toda su gama de posibilidades no conduce a nada
concluyente y definitivo; la concentración y esfuerzo sostenidos que exige el
pensar solo son accesibles a muy pocas personas y durante periodos de tiempo
breves; el pensar es un acto de íntima privacidad en su forma, a la vez que
revela su carácter común y repetitivo en su fondo, puesto que hay muy pocos
pensamientos originales en el flujo de la actividad cognitiva de las personas;
el pensamiento se enfrenta a una contradicción insoluble entre la búsqueda de
la verdad y nuestra precondición ligüística que nos aleja de ella y nos sume
en el juego de las ambigüedades, si exceptuamos el coto de las tautologías
matemáticas; la actividad del pensar es derrochadora y ruinosa, ya que de todo
lo pensado muy poco fructifica en logro del conocimiento; la correlación entre
pensamiento y acción es fallida y conduce al vacío y al desengaño; el hecho
de no poder dejar de pensar se convierte en una aterradora servidumbre; el
pensamiento propio es opaco para los demás e impone una barrera de extrañeza
entre los seres humanos; el pensamiento profundo pertenece a unos pocos y
no se puede extender a la sociedad, sino que se pierde la mayoría de las veces
20
Algunos títulos destacados sobre la melancolía: el clásico y monumental estudio de Robert
Burton, Anatomía de la melancolía, Madrid, Alianza, 2015 (Selección de textos a cargo de Alberto
Manguel); la reciente edición del Problema XXX, Aristóteles, El hombre de genio y la melancolía,
Barcelona, Acantilado, 2016; Marek Bienczyk, Melancolía, Barcelona, Acantilado, 2014; Jean
Starobinski, La tinta de la melancolía, Madrid, FCE, 2017; Jackie Pigeaud, La maladie de l´âme:
Étude sur la relation de l´âme et du corps dans la tradition médico-philosophique antique, París,
Belles Lettres, 2006, y Melancholia: le malaise de l’individu, París, Payot et Rivages, 2008; Julia
Kristeva, Sol negro. Depresión y melancolía, Terrados (Girona), Wunderkammer, 2017; Yves Hersant,
Mélancolies de l’Antiquité au XXe siècle, París, Bouquins, 2005.
21
George Steiner, Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, Madrid, Siruela, 2007.
22
Ibídem, pp. 9 y 10, cita que hace Steiner de los textos de Schelling, Sobre la esencia de la
libertad humana: “Ésta es la tristeza que se adhiere a toda vida mortal, una tristeza que, sin embargo,
nunca llega a la realidad, sino que sólo sirve a la perdurable alegría de la superación. De ahí el velo
de la pesadumbre, el cual se extiende sobre la naturaleza entera, de ahí la profunda e indestructible
melancolía de toda vida”… “Sólo en la personalidad está la vida; y toda personalidad se apoya en
un fundamento oscuro, que, no obstante, debe ser también el fundamento del conocimiento”. Steiner
acorta el primer texto. La cita exacta es ésta: “Esta es la tristeza inherente a toda vida finita, e incluso
si hay en Dios una condición al menos relativamente independiente, es también una fuente de tristeza,
que, empero, nunca se hace efectiva, sino que solo está al servicio de la eterna alegría de la superación.
De ahí el velo de tristeza que se extiende sobre toda la naturaleza, la profunda e inquebrantable
melancolía de toda vida”. Schelling, Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana
y los objetos con ella relacionados, Barcelona, Anthropos, 2000, p. 263. Respecto al segundo texto,
la traducción es muy similar: “Solo en la personalidad hay vida y toda personalidad reposa sobre un
fundamento oscuro, que por lo tanto tiene que ser también del conocimiento”. Ibídem, p. 297.
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23
Para citar las proposiciones de la Ética sigo la notación establecida: E de Ética, número que
indica la parte de la Ética citada, P de proposición y número de la misma, S de escolio, si ha lugar,
incorporando entre paréntesis la referencia a la edición canónica, Spinoza Opera (SO), de sus obras
completas. La edición de la Ética que utilizo es la siguiente: Spinoza, Ética demostrada según el orden
geométrico, Madrid, Tecnos, 2007. Traducción de Vidal Peña García. Op. cit., p. 213 (SO 2, 149).
24
Ibídem, p. 331 (SO 2, 241).
25
Ibídem, p. 213 (SO 2, 149).
26
Ibídem, pp. 331-332 (SO 2, 241).
27
Ibídem, pp. 335-336 (SO 2, 244).
28
Ibídem, pp. 214-216 (SO 2, 150).
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En efecto, del mundo no hay mucho que tomar: la necesidad y el dolor lo llenan,
y a aquéllos que han escapado de esos males los acecha el aburrimiento tras
cada esquina. Por lo demás, lo gobierna la maldad, y la estupidez tiene siempre
la palabra. El destino es cruel y los seres humanos son infelices. En un mundo
29
Spinoza, Correspondencia, Madrid, Alianza, 1988. Traducción de Atilano Domínguez. Ep. 17,
p. 157 (SO 4, 76).
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En contra de todo esto hemos de tener en cuenta, por otra parte, que los grandes
dones del espíritu, como consecuencia de una desmesurada actividad nerviosa,
producen una extraordinaria receptividad para el dolor en todas sus formas;
que, además, el temperamento apasionado que tales dones suelen tener como
condición y, a la vez, la mayor viveza y perfección de todas las representaciones
que este temperamento lleva aparejadas producen una extrema violencia de los
afectos provocada por éstas, siendo así que son muchos más los afectos penosos
que los agradables. Finalmente, ocurre también que los dones extraordinarios
del espíritu alejan a su propietario del resto de los hombres y de sus afanes,
[pues cuantas más cosas posee en sí mismo, muchas menos encuentra en ellos]
y cientos de cosas en las que aquellos encuentran gran satisfacción, a él le
resultan insípidas e incomestibles. Por eso quizá tenga también aquí validez la
ley universal de la compensación; en efecto, incluso se ha afirmado demasiado
a menudo que el hombre de espíritu limitado es, en definitiva, el más dichoso,
aunque ciertamente nadie le envidie ese dicha31.
Sólo veía una cosa: que, mientras mi mente se entregaba a esos pensamientos,
se mantenía alejada de dichos afectos y pensaba seriamente en la nueva tarea.
Esto me proporcionó un gran consuelo, puesto que comprobaba que esos
males no eran de tal índole que resistieran a todo remedio. Y aun cuando, al
comienzo, esos intervalos eran raros y de muy escasa duración, a medida que
fui descubriendo el verdadero bien, se hicieron más frecuentes y más largos34.
como cabría desear, a fin de que el mayor número posible de individuos alcance
dicha naturaleza con la máxima facilidad y seguridad35.
Por tanto, en este episodio aparecen con claridad las tres fases aludidas.
Y ello viene a confirmar que la experiencia de Spinoza sobre el deleite del
conocimiento es similar a la de todos aquellos que la han disfrutado. ¿Pero qué
hay de peculiar en ella? Es obvio que elementos específicos como su propio
carácter, los avatares de su corta vida, las relaciones tan importantes para su
estabilidad con su círculo de amigos, la época en que vivió, otorgan un sabor
singular a esa alegría, a ese contento de sí (E 3, def afectos, nº 25; E 3, P30S).
Sin embargo, la búsqueda de Spinoza no pretendía el logro en un campo acotado
del saber humano, como puede ser el caso de los avances en las diversas ramas
científicas, sino que su radiación de fondo tenía que ver con la empresa más
ambiciosa, quizá la más importante a la que podemos aspirar: la felicidad
(beatitudo) entendida como liberación en el transcurso de la propia vida y la
lucha contra la tristeza y sus derivados. Y a ella y con ahínco dedica su obra
magna, la Ética. Tan importante es la experiencia de felicidad para Spinoza que
incluso algún autor como Michel Henry36 defendió en su momento la hipótesis
de que el origen de la búsqueda filosófica spinoziana fue encontrar la felicidad,
y que esta finalidad última brotó de una experiencia subjetiva, prerreflexiva y
no de un a priori racional y sistemático; incluso llega a afirmar Henry que esta
experiencia fuerte prevaleció siempre, como lo probaría el libro V de la Ética,
y convertiría todas sus teorías en condiciones de la misma felicidad, generando
de esta manera una gran fecundidad cognoscitiva, fruto de esa interacción
entre experiencia y sistema, a la vez que produciría también algunas de las
contradicciones más sonoras de su filosofía. En palabras de Henry: “¿Por qué
Spinoza, buscando la felicidad, hizo una filosofía?”37. Puesto que constituye un
asunto tan importante para el autor holandés y para todos los seres humanos, lo
que ahora nos importa es abordar las siguientes cuestiones sobre la felicidad:
¿En qué consiste la felicidad o beatitud?, ¿es alcanzable?, ¿de qué manera?
Tanto del conocimiento racional como de la ciencia intuitiva puede brotar
el gozo, sin embargo es el amor intelectual de Dios, cúspide del tercer género de
conocimiento, el que nos proporciona una felicidad con mayúsculas, sin apartar
nunca la vía intermedia racional que nos ofrecen la firmeza y la generosidad,
y que el autor explica ampliamente en el Libro Cuarto de su Ética, como nos
recuerda en la recapitulación final de la Parte Quinta (E 5P41)38. La felicidad
35
Ibídem, TIE 14, p. 80 (SO 2, 8-9).
36
Michel Henry, La felicidad de Spinoza, Buenos Aires, Ediciones La Cebra, 2008 (ed. original:
2004). Esta obra es una memoria o disertación de graduación que elaboró en su juventud entre 1942
y 1943.
37
Ibídem, p. 35.
38
Spinoza, Ética, op. cit., p. 414 (SO 2, 306).
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Apenas una apreciación sobre el texto, que podrían ser muchas más, dada
su condensación expresiva tan propia de Spinoza. Este forzar el latín (invita
latinate) por parte del filósofo holandés ha sido percibido por diversos estudiosos
como André Tosel (que lo denomina “operación del sive”), Warren Montag
(que nos habla del torquere, o retorcer), o Guadalupe González que recoge
esta impronta interpretativa cuando descubre una “lexicografía subversiva” en
Spinoza con un claro uso estratégico de disidencia política40. Aunque desde
otra singular perspectiva, el teórico del lenguaje Henri Meschonnic también
ha destacado este uso forzado e intencionado de la lengua latina que incluso la
acerca al hebreo41.
39
Spinoza, Correspondencia, op. cit., Ep. 12, p. 131 (SO 4, 54-55).
40
Guadalupe González en su introducción a la edición de la obra de Spinoza, Compendio de
gramática de la lengua hebrea, Madrid, Trotta, 2005, pp. 9-54. González cita los siguientes libros:
André Tosel, Spinoza ou le crépuscule de la servitude, Aubier, París, 1984; Warren Montag, Bodies,
masses, power. Spinoza and his Contemporaries, Verso, London-New York, 1999. Hay traducción
castellana: Warren Montag, Cuerpos, masas, poder. Spinoza y sus contemporáneos, Madrid,
Tierradenadie ediciones, 2005.
41
Henri Meschonnic, Spinoza poema del pensamiento, Buenos Aires, Cactus, 2015, p. 300.
Meschonnic analiza en concreto este pasaje de la carta 12 y considera que el sentido de ser como existir
podría ser un hebraísmo. Para ello recurre a Sylvain Zac y a Maimónides: «Sylvain Zac , a propósito
de Éxodo (III, 14), ehie/acher ehie dice: “el verbo Ehieh deriva del verbo Hayah que significa en
hebreo, al menos según Maimónides, a la vez ser y existir”». Op. cit., p. 301. Meschonnic, que estudia
el latín de Spinoza en cuanto escritura de su pensamiento, plantea dos paradojas fundamentales: la
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En este caso concreto del texto, ¿por qué fuerza el latín el filósofo? Nada
más y menos que para unir ser y existir y dotar de un fuerte componente activo
al ser. Lo que hace es retorcer el sentido escolástico de esencia para que emerja
el núcleo fundamental de su ontología: la potencia activa de la existencia de la
substancia infinita. Y ahí reside la apuesta clara y fuerte de la filosofía de Spinoza:
en eso consiste el mayor gozo, existir, ser: la infinita fruitio existendi, esendi.
Si los diversos deleites que vivimos mientras avanzamos en los
conocimientos racionales nos permiten escapar a veces a la tiranía del tiempo,
es en esa crucial experiencia afectiva e intelectiva donde la duración parece
quedar suspendida y donde el ser humano que ha desarrollado más su potencia,
se ha perfeccionado más, puede atisbar que su mente es en su mayor parte
eterna (E 5P39)42. Cuanto más logremos ocupar nuestra mente con ese modo
activo de sentir y conocer, más libres seremos respecto a los afectos pasivos y
por ello, habrá menos sufrimiento y más felicidad (E 5P40, P42)43. Y destaco
por mi parte ambas expresiones en cursiva por sus connotaciones espaciales. Es
más, la vía liberadora que él nos propone consiste en esa visión de eternidad, en
ese bien verdadero y comunicable que invocaba en sus inicios filosóficos. Pero
esa eternidad no se explica como una defensa de la inmortalidad tradicional de
las religiones, sino como una experiencia inmanente y espacial que certifica la
persistencia del conatus en su línea expansiva, y que se vive como amplitud de
espacios de felicidad en los que saltamos por encima de la sucesión temporal
atada indefectiblemente a la imaginación y a la fluctuación afectiva. ¿Acaso
para acceder a esos territorios gozosos es necesario saltar por encima de la
duración sin que por ello deje de estar presente? Es obvio, ya que la perspectiva
exclusiva de la duración nos devuelve una y otra vez a nuestra vulnerabilidad y
mortalidad. De ahí que en numerosas ocasiones se haya vinculado la eternidad
spinoziana con la presencia intemporal, atmosférica y lumínica de las figuras
humanas y sus entornos cotidianos en los cuadros de Vermeer, con esa geometría
eterna e íntima de su pintura44. ¿Quién mejor que un pintor que dominaba y
trascendía el espacio gracias a su paleta cromática y a sus efectos ópticos para
trasladar a través de la materia el sentimiento de eternidad que irradian las
esencias singulares?45
primera la acabamos de ver en este ejemplo, el uso forzado del latín; la segunda, es que Spinoza,
que pensaba y escribía su pensamiento en latín, “veía el hebreo como la lengua que gramaticalizaba
su pensamiento” (p. 301). Meschonnic se hace eco del libro de Geneviève Brykman, La judéité de
Spinoza, cuando se habla de un retorno del latín al hebreo a través del Compendio de gramática de
la lengua hebrea, y la importancia que otorga Spinoza al nombre. Meschonnic llega a decir: “Spinoza
encuentra, en el hebreo, el principio de claridad y de unidad que piensa y elabora en latín” (p. 303).
42
Spinoza, Ética, op. cit., p. 411 (SO 2, 304).
43
Ibídem, pp. 413-414, 416-417 (SO 2, 306-308).
44
En mi libro Baruch Spinoza. Una nueva ética para la liberación humana, Madrid, Biblioteca
Nueva, 2015, y en uno de sus capítulos, trato ampliamente la relación de la filosofía de Spinoza con la
pintura holandesa, en concreto, con Vermeer y también con Rembrandt (pp. 119-133).
45
La bibliografía al respecto es harto numerosa. Recordemos solo algunos títulos: Filippo Mignini,
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, nº 41.
Primer semestre de 2019. Pp. 117-138. ISSN 1575-6823 e-ISSN 2340-2199 doi: 10.12795/araucaria.2019.i41.06
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tiene relación con él, aunque sintamos y experimentamos que somos eternos (E
5P23S)49, de ahí que tenga mucho más ver con la vinculación entre el concepto
y el afecto50. La mente humana siente y experimenta en ella la dimensión de
eternidad de la substancia infinita, y la siente desde siempre de modo natural
aunque sólo desde la firmeza (firmitas) –también natural– cognoscitiva y ética
pueda acceder a ella, ser plenamente consciente e integrarla en el hacer de la
vida a través de una potenciación activa de ideas adecuadas.
Sabemos que articular este doble plano, durativo y eterno, en la coherencia
del sistema inmanente de Spinoza es uno de los aspectos más problemáticos y
misteriosos de la Ética. Numerosos intérpretes se ha aprestado a dilucidarlo. No
es momento ahora de entrar en estas disquisiciones51. Por mi parte sostengo la
hipótesis que ya formulé en su día acerca de una “sabiduría de la inmanencia”
que permita conjugar eternidad y duración, a la vez que vivir su tensión
inevitable:
exactamente, integra con mayor grado de conciencia ese conocer que siempre
ha estado a su alcance. Y aquí hay dos niveles en juego que no conviene solapar:
por un lado, la eternidad es el substrato ontológico que posibilita el conocimiento
adecuado y solamente desde esa dimensión es posible avanzar hacia la ciencia
intuitiva; pero por otro lado y en el plano experiencial, es el acceso a esa visión
cada vez más amplia y siempre presente en el proceso afectivo-cognoscitivo,
desde el conocimiento racional al intuitivo, el que nos abre las puertas de la
eternidad. A la comprensión sincrónica de esos dos niveles cual dos caras de la
misma moneda es a lo que denomino ‘sabiduría de la inmanencia’ en Spinoza,
y aquello a lo que me refiero cuando formulo la hipótesis acerca de un nuevo
estado de evolución futura de la conciencia humana que puede ser anticipado
desde esta novedosa interpretación de la Ética52.
¿Acaso, me pregunto, vacía de contenido toda religión aquel que afirma que
hay que reconocer a Dios como el sumo bien y que hay que amarlo, como tal,
con libertad de espíritu; que en esto consiste nuestra suma felicidad y nuestra
suma libertad; que, además, el premio de la virtud es la virtud misma y que el
52
Pilar Benito Olalla, Baruch Spinoza. Una nueva ética para la liberación humana, 2015, op. cit.,
p. 541.
53
Spinoza, Correspondencia, op. cit., Ep. 21, p. 193 (SO 4, 127). Carta a Blijenbergh, Schiedam,
28 de enero de 1665.
54
Ibídem, p. 199 (SO 4, 131).
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, nº 41.
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Conclusiones
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Referencias bibliográficas:
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, nº 41.
Primer semestre de 2019. Pp. 117-138. ISSN 1575-6823 e-ISSN 2340-2199 doi: 10.12795/araucaria.2019.i41.06
138 Pilar Benito Olalla
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, nº 41.
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