Weber - Etica Protestante y Espiritu Del Cap

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Introducción

¿Qué serie de circunstancias ha determinado que sólo en Occidente hayan surgido ciertos hechos
culturales sorprendentes? Es evidente que en todos los casos citados (racionalización clásica del
arte, ciencia, música racionalmente armónica, profesional experto, derecho racionalmente
estatuido, el capitalismo) se trata de un “racionalismo” específicamente constituido en la cultura
occidental. En todos los ámbitos de la vida y de la manera más dispar, han existido
racionalizaciones en todos los espacios culturales. Para una diferenciación cultural-histórica lo
determinante es establecer cuales esferas fueron racionalizadas y en qué dirección se produjo esa
racionalización. Por esto trata de explicar cómo ha surgido el racionalismo occidental moderno.

Así como el racionalismo económico depende de la tecnología racional y del Derecho racional, su
manifestación también depende de la capacidad y de la disposición del ser humano para
determinadas clases práctico-racionales de conducta y desempeño en la vida. En el pasado y en
todas partes, entre los más importantes elementos formadores del estilo de vida tuvieron los
poderes mágicos y religiosos, así como las imágenes éticas del deber ancladas en la creencia en
estos poderes. De esto trata este trabajo: el condicionamiento de una “mentalidad económica”
(un ethos), una forma de economía, por parte de ciertos contenidos de la fe religiosa; y esto
utilizado como ejemplo las relaciones entre el “ethos” de la economía moderna occidental y la
ética racional del protestantismo ascético. La ética determinada por la religión, profesada por
aquellos estratos que fueron los “portadores de la cultura” de las distintas regiones.

El poder más trascendental de nuestra vida moderna es el capitalismo. El “impulso emprendedor”,


el “afán de lucro”, la ambición de ganar dinero, la mayor cantidad posible de dinero, todo ello, en
sí mismo, no tiene nada que ver con el capitalismo. Este afán existió y existe en todas las épocas y
lugares. Hay que abandonar esta concepción. El afán de lucro ilimitado no es lo más mínimo igual
al capitalismo; mucho menos igual es su “espíritu”. El capitalismo puede incluso identificarse con
un freno/sujeción/control racional de este impulso irracional. En todo caso, el capitalismo se
identifica con el anhelo de obtener una ganancia dentro del marco de la continuidad y la
racionalidad de la empresa capitalista, aspira a una ganancia siempre renovada, a una
rentabilidad. Entonces, una acción económica capitalista puede ser aquella que se apoya sobre la
expectativa de ganancia por medio del aprovechamiento de posibilidades de intercambio, o sea,
sobre posibilidades lucrativas (formalmente) pacificas 1. La acción se halla orientada por un cálculo
capitalista: el ingreso se halla integrado a una utilización planificada de prestaciones útiles por
parte de personas y de cosas consideradas como medios para ese ingreso. En el caso de un
procedimiento racional, cada acto estará basado sobre un cálculo.

Capitalismo Aventurero: estos personajes juzgaron sus oportunidades principales, o bien de un


modo puramente irracional, o bien considerando la adquisición por medio de la violencia,
especialmente del botín, ya fuese éste guerrero ocasional o crónico fiscal. En todo el mundo,
1
Recordá lo que Weber entiende por Acción Social. Acción: conducta humana en la cual el/los sujeto/s de la
acción enlacen en ella un sentido; Social: cuando la acción tiene un sentido propio dirigido a la acción de
otros. Acción social: acción en donde el sentido mentado por su sujeto/s está referida a la conducta de
otros, orientándose por ésta en su desarrollo.
siempre han habido comerciantes mayoristas y minoristas, locales e internacionales, negocios de
empréstitos de todo tipo; han existido bancos con funciones muy dispares. También estuvieron
operativamente bastante difundidos los empréstitos navales, las consignaciones, los negocios y las
asociaciones con características similares a las comanditas. Allí en dónde surgieron instituciones
monetarias públicas, también apareció el prestamista. Sobre todo para la financiación de la guerra
y la piratería; para suministros y construcciones de toda clase; en la política de ultramar como
empresario colonial; como propietario y explotador de plantaciones con esclavos o con
trabajadores directa o indirectamente oprimidos; como arrendador de grandes dominios, cargos
públicos y, por sobre todo, de recaudaciones de impuestos; para el financiamiento de las
campañas electorales de jefes partidarios o a los condotieros para provocar guerras civiles; y
finalmente como “especulador” en chances de valor monetario de toda clase. Esta clase de
personajes emprendedores (la de los aventureros capitalistas) ha existido en todo el mundo.

Capitalismo Occidental Moderno: es la empresa y empresario capitalista, como emprendedor


permanente y no tan solo ocasional. Negocios relacionados con el comercio, el crédito y la banca.
Aparte de este capitalismo (del aventurero), Occidente ha conocido uno de otra clase,
completamente diferente y no desarrollado en ningún otro lugar de la tierra: la organización
racional capitalista del trabajo (formalmente) libre. La organización empresaria racional orientada
a las posibilidades que presenta el mercado de bienes (y no a las chances de la violencia política o
a las de una especulación irracional) no es el único fenómeno distintivo del capitalismo occidental.
La organización racional moderna de la empresa capitalista no hubiera sido posible sin dos
importantes elementos de desarrollo adicionales: la separación de lo doméstico y lo empresarial y
la contabilidad racional por medio de libros contables. Lo que hay es una organización racional del
trabajo libre. Este capitalismo moderno esta co-determinado por las posibilidades tecnológicas.
Actualmente, su racionalidad esta esencialmente condicionada por la previsibilidad de los factores
técnicos decisivos, que son los que constituyen la base del cálculo exacto. Pero la utilización
tecnológica de los conocimientos científicos estuvo condicionada por las ganancias económicas.
Pero esta posibilidad de ganancias, a su vez, provino de las peculiaridades del orden social de
Occidente, siendo sus factores más importantes: la estructura racional del derecho y la
administración. Porque el moderno capitalismo empresarial necesita tanto de previsibles medios
técnicos del trabajo como del Derecho previsible y de una administración sujeta a reglas formales
sin todo lo cual podrán existir capitalismos aventureros, especulativos, comerciantes y todo tipo
de capitalismo políticamente condicionado, pero no una empresa racional de economía privada
con capital permanente y cálculos seguros. Únicamente el Occidente le ofreció a la conducción
económica un Derecho y una administración, con este grado de perfección técnico-jurídica y
formal.

Ascesis y Espíritu Capitalista.2

Para ver la relación existente entre las concepciones básicas del protestantismo ascético y los
axiomas de la vida económica cotidiana utiliza escritos religiosos que surgieron de la actividad
pastoral práctica. Porque en una época el cielo lo era todo, el sacerdote, la disciplina de la Iglesia y
2
Invertí el orden de el capitulo para que se entienda mas.
la prédica eran muy influyentes en las personas. En una época como esa, los poderes religiosos
que se imponen en esta praxis se convierten en los formadores decisivos del “carácter del
pueblo”. Weber va a tomar el protestantismo ascético como un conjunto en su totalidad 3. Sin
embargo, puesto que el puritanismo inglés (surgido del calvinismo) ofrece el fundamento más
consecuente de la idea de la profesión, los toma como referentes. Dentro del Puritanismo toma
Baxter, R. representante más significativo de este movimiento.

Para Baxter las riquezas constituyen un peligro, las tentaciones son continuas, el afán de lograrla
no sólo carece de sentido frente a la superior importancia del Reino de Dios, sino que también es
algo moralmente dudoso. Aquí la ascesis está orientada en contra de cualquier afán de obtener
bienes terrenales. Para el puritanismo lo moralmente condenable, en realidad, es el relajarse en la
propiedad; el regodearse en la riqueza con sus consecuencias de ociosidad, sensualidad y de
alejarse de la aspiración por una vida santa. La propiedad es peligrosa solo por esto, ya que el
descanso solo es en el cielo. La acción es la única que contribuye a aumentar la gloria de Dios.
Perder el tiempo es pecado. Todavía no estamos ante la expresión de Franklin de “el tiempo es
dinero”, pero ya la frase resulta en cierto modo valida en un sentido espiritual: el tiempo es
infinitamente valioso porque cada hora perdida significa una hora restada al trabajo puesto al
servicio de Dios. El trabajo es el medio ascético más eficaz, es el medio preventivo específico
contra todas tentaciones que el puritanismo nombra como “vida sucia”. Pero por sobre todo, el
trabajo constituye la finalidad de la vida en absoluto. El trabajo era una ordenanza para todos, ya
que para Baxter no hay excepciones a la obligación ética de trabajar.

Una manera de ejecutar activamente la voluntad de Dios es por medio de la profesión. Dios en
todos puso una profesión y cada uno debe reconocerla, trabajar en ella y honrar a Dios a través de
su accionar. Para Lutero la integración del hombre en los distintos estamentos y profesiones es
una manifestación directa de la voluntad divina y, por tanto, la permanencia del individuo en la
posición y dentro de los límites que Dios le ha señalado se hace un deber religioso. Para el
puritanismo el objetivo de Dios respecto a la estratificación profesional se reconoce por sus frutos,
ya que la especialización de las profesiones aumenta la habilidad del trabajador y produce un
aumento de la producción, así como es útil para el bien común. Una vocación estable (el
profesional) es lo mejor para todos y es el que libra de la holgazanería. La vida profesional del
hombre es un ejercicio ascético de la virtud y una confirmación de estar bien con Dios. Lo que Dios
exige no es el trabajo en sí, sino el trabajo profesional racional. En la idea puritana de profesión el
énfasis esta puesto sobre este carácter de la ascesis profesional. El principio general es optar por
una profesión de mayor utilidad. Esta utilidad y su correspondiente agrado a Dios se rigen por
reglas morales, por la importancia de los bienes producidos para la comunidad y por el lucro de la
economía privada (la posibilidad de ganancia).

Sucede que la riqueza es objetable solo como tentación de holgazanería improductiva y como goce
pecaminoso de la vida; el afán de obtenerla lo es cuando se orienta a poder vivir luego en forma

3
Producto del desacuerdo dentro de la Iglesia Católica sobre ciertas prácticas, se produjo la Reforma
Protestante. Este grupo conformo el movimiento Protestante. Weber toma tres variantes del mismo
movimiento. Luteranismo (Luerto, M), Calvinismo (Calvino, J.), Puritanismo (Baxter, R.).
despreocupada y desprejuiciada. Pero como resultado del deber de trabajar, la riqueza no sólo
está moralmente permitida sino que es algo directamente exigido. Así como el inculcar la
importancia ascética del trabajo estable glorifica éticamente al profesional moderno, del mismo
modo la interpretación providencialista de las chances de lucro glorifica al comerciante. El hombre
es tan solo un administrador de los bienes que le han sido otorgados por Dios. El hombre debe
asumir obligaciones por la propiedad que le ha sido encomendada y a la cual debe subordinarse
como administrador o directamente como maquina lucrativa.

El puritanismo sostuvo el ethos de la empresa racional burguesa y de la organización racional del


trabajo. La concepción puritana de la profesión y la exigencia de una conducta ascética tuvieron
que influenciar directamente el desarrollo del estilo de vida capitalista. La ascesis se dirige con
toda su potencia contra una cosa: contra el goce desprejuiciado de la existencia y de las alegrías
que la misma tiene para ofrecer. Como tantos otro componentes del espíritu capitalista moderno,
la génesis de este estilo de vida puede rastrearse hasta la Edad Media pero recién en la ética del
protestantismo ascético encontró esta tendencia su fundamento ético consecuente. Su
importancia para el desarrollo del capitalismo es evidente.

Podemos resumir lo dicho hasta ahora: la ascesis protestante mundana actuó con toda energía
contra el disfrute irrestricto de la propiedad; limito el consumo. En contrapartida, en sus efectos
psicológicos libero la adquisición de bienes de las trabas de la ética tradicional; rompió las cadenas
que mantenían aherrojado el afán de lucro, no sólo legalizándolo sino viéndolo directamente
como deseado por Dios. No fue una lucha contra la ganancia racional, sino contra la obnubilación
irracional ante la propiedad. Obnubilación que consistía, sobre todo, en la valoración de las formas
ostensibles de lujo como algo opuesto al empleo racional y utilitario de los bienes, aplicado a los
fines existenciales del individuo y comunidad. La ascesis protestante mundana no pretendía
imponerle la privación al propietario. Lo condenable era el afán de riquezas que tenía como
objetivo último el ser rico, ya que la propiedad como tal era sólo una tentación.

Pero sucede4 que aquí la ascesis resultó ser esa fuerza “que siempre desea lo bueno y siempre
produce el mal” (entendiendo en este sentido por mal a la propiedad y a sus tentaciones). Esta
ascesis no sólo vio el colmo de lo abominable en el afán de riquezas como objetivo y la bendición
de Dios en la conquista de la riqueza como fruto del trabajo profesional. Más importante que eso
es que concibió la valoración religiosa del trabajo mundano profesional incansable, constante,
sistemático, como el más elevado medio ascético y, simultáneamente, como la más segura y
visible prueba, tanto de la salvación de la persona re-nacida como de la autenticidad de su fe. Esta
visión por fuerza tuvo que ser la palanca más poderosa imaginable para impulsar la expansión de
esa concepción de vida que aquí hemos llamado el “espíritu del capitalismo”. Si a este
desencadenamiento del afán de adquisición le agregamos la ya mencionada limitación del
consumo, el resultado visible se hace casi obvio: es la formación de capital a través de una ascética
imposición del ahorro. Las restricciones que se oponían al consumo de lo adquirido no podían sino
favorecer su empleo productivo como capital de inversión.

4
Acá desarrolla cuando se comenzó a separar la matriz religiosa del protestantismo.
Sin duda, estos ideales de vida puritanos fracasaron ante una prueba de resistencia demasiado
severa por parte de las tentaciones de la riqueza que los puritanos mismo conocían muy bien.
Cuanto más aumentó la riqueza, mas disminuyó la religión (Wesley). De este modo, la forma de la
religión permanece como matriz, pero el espíritu desaparece progresivamente. Estos poderosos
movimientos religiosos, cuya importancia para el desarrollo económico residió principalmente en
los efectos de su educación ascética, desplegaron en forma regular sus plenos efectos económicos
recién después de pasado el cenit del entusiasmo puramente religioso; después de que el
espasmo por la búsqueda del Reino de Dios comenzó a disolverse progresivamente en una sobria
virtud profesional y la raíz religiosa fue muriendo lentamente para dar lugar a una mundanalidad
utilitarista. Lo que aquella época vivamente religiosa le legó a su heredera utilitarista fue,
justamente y por sobre todo, una enorme tranquilidad de conciencia para ganar dinero, con tan
sólo la condición que se adquiriese bajo formas legales. Surgió un ethos profesional burgués. Con
la seguridad de contar con la plena Gracia de Dios y de estar visiblemente bendecido por Él, el
empresario burgués podía, y debía, perseguir sus intereses lucrativos, siempre y cuando se
mantuviese dentro de los límites de lo formalmente correcto, su evolución moral fuese impecable
y el empleo de sus riquezas no fuese ofensivo. Por otra parte, el poder de la ascesis religiosa ponía
a su disposición trabajadores sobrios, escrupulosos, extraordinariamente laboriosos, que se
aferraban al trabajo como un objetivo de vida deseado por Dios. Pero además, esta ascesis
religiosa le agregaba aun la tranquilizadora seguridad de que la desigual distribución de la riqueza
en este mundo constituía un muy especial designio de la Providencia Divina la cual, mediante estas
diferencias perseguía así sus misteriosos e inescrutables fines. Ya Calvino había pronunciado su
declaración en cuanto a que sólo manteniendo al “pueblo” (es decir: a la masa de los trabajadores)
en la pobreza podía esperarse que éste siguiera siendo obediente a Dios. Los holandeses (muy
influenciados por Calvino) “secularizaron” esto afirmando que la mayoría de los hombres sólo
trabaja cuando la necesidad la obliga a ello, y esta formulación de la economía capitalista terminó
desembocando en la teoría de la “productividad” de los salarios bajos. También aquí el giro al
utilitarismo se infiltró subrepticiamente en el pensamiento a medida en que agonizaba su raíz
religiosa.

El impulso psicológico a través de la concepción del trabajo como profesión, entendida como el
principal y en última instancia el único medio de estar seguro del propio estado de Gracia, fue el
aporte nodal que solo dio el Protestantismo. Y, por el otro lado, legalizó la explotación de esta
específica disposición al trabajo al interpretar la ganancia monetaria del empresario como una
“profesión”. Resulta evidente la poderosa forma en que tenía que promover la “productividad” del
trabajo el afán exclusivo de llegar al Reino de Dios a través del cumplimiento del deber laboral
como profesión y la estricta ascesis que la disciplina eclesiástica le imponía natural y precisamente
a las clases desposeídas. Para el trabajador moderno, el tratamiento del trabajo como “profesión”
se hizo algo tan característico como lo fue para el empresario la correspondiente concepción de la
ganancia.

La organización racional de la vida sobre la base de la idea de la profesión es uno de los elementos
constitutivos del espíritu capitalista moderno, y no sólo de él sino de la cultura moderna. Este
elemento nació del espíritu de la ascesis cristiana. Léase el tratado de Franklin y se verá que los
elementos esenciales de la concepción que allí denominamos como constitutivos del “espíritu del
capitalismo” son precisamente los que acabamos de descubrir como formando el contenido de la
ascesis profesional puritana, sólo que sin el fundamento religioso que, en Franklin, ya había
desaparecido.

El puritano quiso ser un profesional; nosotros tenemos que serlo. Es que la ascesis, al ser
transferida de las celdas de los monjes a la vida profesional y al comenzar a dominar la moralidad
mundana, contribuyó con su parte a construir ese poderoso Cosmos del moderno orden
económico que depende de las condiciones tecnológicas y económicas de la producción mecánico-
maquinista. Según la opinión de Baxter, la preocupación por los bienes materiales debería cubrir
los hombros de sus santos como “un delgado manto que puede ser arrojado a un lado en
cualquier momento”. Pero el destino hizo del manto una caparazón dura como el acero. A medida
en que la ascesis comenzó a reestructurar al mundo y a actuar plenamente en él, los bienes
materiales de ese mundo fueron adquiriendo sobre el hombre un poder primero creciente y al
final ineludible, como nunca antes había sucedido en la Historia. Hoy, el espíritu de aquella ascesis
se ha escapado de dicha caparazón. Desde que se basa sobre fundamentos mecanicistas, el
capitalismo triunfante ya no necesita este apoyo.

El “espíritu” del capitalismo.

Una ilustración de lo que se entiende por “espíritu” del capitalismo son las premisas de Franklin.
Acá la encontramos en un estado casi clásicamente puro pero que, al mismo tiempo, presenta la
ventaja de hallarse libre de toda relación directa con lo religioso. Las premisas son 5:

“Ten en cuenta que el tiempo es dinero. Quien podría ganar diez chelines por día con su trabajo y
se dedica a pasear la mitad del tiempo, o quedarse ocioso en su habitación, aunque destine tan
solo seis peniques para su esparcimiento, no debe calcular sólo esto. En realidad son cinco
chelines más los que ha gastado, o mejor dicho, desperdiciado”.

“Ten en cuenta que el crédito es dinero. Si la persona a quien le debo un dinero deja que éste siga
en mi poder, me estará regalando los intereses; o bien tanto como lo que yo pueda ganar con él
durante el tiempo transcurrido. De esta forma se puede acumular una suma considerable si se
tiene buen crédito y capacidad para emplearlo bien”.

“Ten en cuenta que el dinero es de naturaleza fecunda y fructífera. El dinero puede engendrar más
dinero; los descendientes pueden engendrar aún más y así sucesivamente. Cinco chelines bien
colocados se convertirán en seis; vueltos a colocar serán siete chelines y tres peniques, y así hasta
llegar a cien libras esterlinas. Mientras más dinero haya disponible, tanto más producirá ese dinero
al invertirlo y el beneficio aumentará con una rapidez cada vez mayor. Quien mata una cerda,
aniquila a todos sus miles de descendientes. Quien mata una moneda de cinco chelines, asesina (!)
todo cuanto habría podido producirse con ella: pilas enteras de libras esterlinas”.

5
No es necesario saber una por una, sino un sentido global o mínimo de cada una.
“Ten en cuenta que — según el refrán — un buen pagador es el dueño de la bolsa de todo el
mundo. Quien sea reconocido como pagador puntual en el plazo convenido siempre podrá
disponer del dinero que a sus amigos no les hace falta”.

“Esto puede ser muy beneficioso. Además de la laboriosidad y la mesura, no hay nada que
contribuya más al progreso de un hombre joven que la puntualidad y la rectitud en todos sus
negocios. Por ello, nunca retengas el dinero que has pedido prestado ni por una hora más de la
convenida a fin de que el enojo de tu amigo no te cierre su bolsa para siempre".

"Hay que cuidar los actos, aún los más triviales, que pueden influir sobre el crédito de una
persona. El golpe de tu martillo sobre el yunque, escuchado por tu acreedor a las cinco de la
mañana o a las ocho de la noche, lo dejará conforme por seis meses. Pero si te ve en la mesa de
billar u oye tu voz en la taberna a la hora en que debieras estar trabajando, no dejará de
recordarte tu deuda a la mañana siguiente y te exigirá el pago antes de que hayas podido reunir el
dinero”.

“Aparte de ello, debes demostrar que recuerdas tus deudas. Esto te hará aparecer como un
hombre tanto puntilloso como honrado, lo cual multiplicará tu crédito”.

“Ten cuidado de no considerar como de tu propiedad todo lo que posees y de no vivir conforme a
esa idea. Muchas personas que gozan de crédito caen en esa ilusión. Para prevenirla, lleva con
exactitud la cuenta de tus gastos e ingresos. Si te tomas el trabajo de prestarle atención a los
detalles advertirás que los gastos más increíblemente insignificantes se convierten en grandes
sumas, y te darás cuenta de lo que pudiste haber ahorrado y de lo que en el futuro todavía se
puede ahorrar...”.

“Por seis libras esterlinas anuales puedes tener el usufructo de cien libras, a condición de ser una
persona de reconocida capacidad y honradez. El que diariamente derrocha un centavo está
malgastando seis libras anuales y este es el costo por el uso de cien. Quien desperdicia su tiempo
en una fracción equivalente a un centavo (lo cual puede consistir en perder sólo un par de
minutos) malogra con el correr de los días la prerrogativa de beneficiarse con cien libras al año.
Aquel que desaprovecha un tiempo que vale cinco chelines, pierde cinco chelines como si los
hubiera tirado al mar. Quien perdió cinco chelines, no sólo ha perdido esa suma sino que ha
perdido todo lo que podría haber ganado con ella en una actividad lucrativa; algo que puede llegar
a convertirse en un monto considerable cuando el joven hombre llega a una edad avanzada."

Lo que se predica es una “ética” cuya violación no se cataloga simplemente de tontería sino que se
la considera como una falta de responsabilidad. Es un Ethos el que se manifiesta y que nos
interesa precisamente por esta cualidad. En Franklin adquiere el carácter de máxima con matices
éticos. Es en este sentido específico que aquí se emplea el concepto de espíritu del capitalismo.
Nos referimos al capitalismo moderno, naturalmente. Queda sobreentendido que se trata aquí
solamente del capitalismo europeo-occidental y americano. Los principios morales de Franklin
tienen una orientación utilitaria. Esta concepción se halla tan desprovista de consideraciones
eudemonistas y hasta hedonistas, está pensada tan puramente como un fin en sí mismo, que
(frente a la "felicidad" o la "utilidad" del individuo aislado) aparece como algo completamente
trascendente e incluso hasta irracional. De este modo la ganancia se convierte en el fin de la vida
humana y deja de ser un medio para la satisfacción de necesidades vitales. Esta inversión de lo que
una percepción desprejuiciada consideraría como el estado "natural" de las cosas es
evidentemente tan incondicionalmente típica del capitalismo como extraña resulta para las
personas que no han tenido contacto con él. Pero, simultáneamente, contiene una serie de
percepciones estrechamente emparentadas con ciertas ideas religiosas. El ganar dinero es el
resultado y la expresión de la idoneidad en la profesión, y esta idoneidad, constituye la moral de
Franklin. Ese valor característico del deber profesional, entendido como un compromiso que la
persona debe sentir y de hecho siente en relación con su actividad “profesional” es la idea de ese
valor la que constituye la “ética social” característica de la cultura capitalista. En el actual
capitalismo, la apropiación subjetiva de esas máximas morales por parte de sus portadores
individuales constituye una condición para su supervivencia.

Tres momentos:
1) Discurso religioso.
2) Salida de ese discurso.
3) Capitalismo como ethos, alejado totalmente de ese primer momento.

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