MERINHO, DEL VALLE - Español Castellano
MERINHO, DEL VALLE - Español Castellano
MERINHO, DEL VALLE - Español Castellano
9 cop
VOCABULARIO
DE LAS FILOSOFÍAS
OCCIDENTALES
DICCIONARIO DE LOS INTRADUCIBLES
1
dirigido por
BARBARA CASSIN
coordinación general
JAIME LABASTIDA
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Russell Bertrand, Principles of Mathematics, Londres, Cambri cicio de la traducción. Piénsese sin ir más lejos en
dge UP, 1903; Los principios de la matemática, trad. Juan cómo arreglárselas para traducir, a cualquier len-
Carlos Grimberg, Madrid, Espasa-Calpe, 1977.
Séneca, Entretiens, Lettres à Lucilius, ed. P. Veyne, París, Robert gua, la oración que se construye en torno a “no só-
Laffont, “Bouquins”, 1993; Lettres à Lucilius, 4 vols., ed. F. lo ha traicionado […] sino porque pretende […]”
Préchac, trad. H. Noblot, París, Les Belles Lettres, 1945- Pero no es esta dimensión del texto lo que nos inte-
1962; Epístolas morales a Lucilio I-II, trad. Ismael Roca Meliá,
resa subrayar, sino la tematización de la traducción
Madrid, Gredos, 1994 y 1989.
——, Questions naturelles, ed. y trad. P. Oltramare, t. 1, libros que hace el autor de aquellas líneas a través de un
I-III, París, Les Belles Lettres, 1929; Naturales quaestiones, episodio concreto: la publicación, en Madrid y en
ed. y trad. C. Codoñer Merino, Madrid, csic, 1979, 2 vols. 1973, de la versión española de un libro escrito ori-
Sexto Empírico, Outlines of Pyrrhonism, ed. y trad. G. Bury,
ginalmente en inglés y publicado en 1936. Acaso, y
Cambridge (Mass.), Harvard UP, Londres, Heineman, “Loeb
Classical Library”, 1933; Esquisses pyrrhonniennes, introd., si seguimos, por ahora, atentos a la superficie for-
trad. y com. P. Pellegrin, París, Seuil, 1997; Hipotiposis Pi- mal del texto, lo que más llame la atención sea el
rrónicas, ed. y trad. Rafael Sartorio Maulini, Madrid, Edicio modo en que el filólogo español re-produce el títu-
nes Akal, 1996.
Suárez Francisco, Disputationes metaphysicae, en Opera om-
lo original: The Spanish, together with Portuguese,
nia, t. 25-26, ed. C. Berton, Vivès, 1866; repr. Hildesheim, Catalan and Vasque. Para quien conoce las versio-
Olms, 1965; Disputaciones Metafísicas, trad. S. Rabade Ro nes de aquel libro, esta referencia al título en inglés
meo, S. Caballero Sánchez y A. Puigcerver Zanon, Madrid, contrasta con la que de hecho adorna la portada
Biblioteca Hispánica de Filosofía, Gredos, 1963, vol. V.
Tomás de Aquino, Dietrich de Freiberg, L’être et l’essence. Le
del de William J. Entwistle, tanto de la primera edi-
vocabulaire médiéval de l’ontologie, trad. A. de Libera y C. ción, de 1936, como de la segunda, de 1962: The
Michon, París, Seuil, 1996; Suma teológica, trad. y notas Co Spanish Language: Together with Portuguese, Cata
misión de PP. Dominicos presidida por fray Francisco Barba lan and Basque. Notamos en aquella la ausencia de
do Viejo, Madrid, Editorial Católica, 1957.
Tomás de Vio [Cayetano], en De ente et essentia D. Thomae “language”, la “,” donde el original usa “:” y la “V”
Aquinatis Commentaria, ed. M. H. Laurent, Turín, Marietti, donde esperaríamos “B”. ¿Errores de transcripción?
1949. Probablemente. Sin embargo, en un universo inte-
lectual posfreudiano como el que habitamos cual-
Bibliografía de consulta
SVF: Arnim Johannes von, Stoicorum Veterum Fragmenta, Leip quier desliz, por inofensivo que parezca, nos con-
zig, 1903-1905, reed., 4 vols., Stuttgart, Teubner, 1964; Stoi- voca inevitablemente a adoptar una epistemología
ci antichi: tutti i frammenti, trad. y ed. bilingüe R. Radice, de la sospecha y a buscar en él huellas de las posi-
Milán, Rusconi, 1998.
bles razones que lo habrían causado. Por ello repa-
ramos en las singularidades que exhibe la translatio
de Mondéjar y enseguida sentimos latir tras ellas la
traducción que —por poco inglés que supiera— él
“ESPAÑOL” Y “CASTELLANO” hubiera preferido: El español, junto al portugués, ca
talán y vasco. El filólogo español, evocando el co-
Por este camino, llega a desnaturalizarse no sólo el nocido tópico del traduttore traditore, reprocha a
título de los libros traducidos, sino incluso su con- los responsables de la versión española la selección
tenido. Por poco inglés que se sepa, ¿quién no se da del nuevo título. No sería simplemente una mala tra
cuenta de que el traductor o editor del libro de W. J. ducción, según Mondéjar, sino una distorsión per-
Entwistle, The Spanish, together with Portuguese, Ca petrada en beneficio de una posición concreta con
talan and Vasque, no sólo ha traicionado el pensa-
respecto a los debates lingüístico-ideológicos que
miento del autor al titularlo Las lenguas de España:
se libraban en la España de los años setenta, cuan-
castellano, catalán, vasco y gallego-portugués, sino
porque pretende eliminar la gradación comparativa do la nación una, grande y libre veía amenazadas
establecida por el autor en su obra? sus credenciales históricas bajo diversas presiones,
José Mondéjar Cumpián (1981, p. 29). entre ellas las ejercidas desde regiones que ambicio
naban el reconocimiento de sus lenguas y culturas
propias —y con ellas del derecho a un grado de au-
El epígrafe con que abrimos este texto ilustra —con togobierno. En aquel proyecto de reorganización
cierta vehemencia incluso— algunos de los laberín cultural y política de España —que daría en llamar
ticos senderos por los que siempre discurre el ejer- se “Transición”—, tan españoles serían el catalán,
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el gallego y el vasco como el español, el cual, en con de condicionar el uso corriente de los dos términos,
secuencia, habría de ser llamado “castellano”. El he- seleccionando y privilegiando uno sobre el otro.
cho es que, a un cierto nivel de análisis, a Mondéjar El vibrato léxico-semántico en torno a “castella-
no le faltaba razón. La Constitución de 1978 daría no” y “español” no era nuevo en el decenio de los
sello de legalidad a tal arreglo al organizar España en setenta, sino que parece haber estado presente a lo
comunidades autónomas y al optar por enmarcar largo de la historia de este idioma. Tanto que nos
el orden glotopolítico del país en el conocido artícu vemos tentados incluso a pensar en él no como una
lo 3, que si bien reproducía la jerarquía histórica de anomalía sino como un elemento constitutivo de
los idiomas usados en el país, es cierto que conce- su ser —o no ser. Pero el hecho es que, para bien o
día ciertos espacios sociales a las “otras” lenguas de para mal, esta variación no sólo ha existido sino
España y optaba por oficializar el término “castella- que ha sido objeto de reflexión desde tiempo atrás
no”. Mondéjar leía la traducción del título de En- —ya la Útil y breve institución para aprender los
twistle históricamente y señalaba en ella las huellas principios y fundamentos de la lengua española pu-
de un debate antiguo que, de nuevo en la España de blicada en Lovaina en 1555 trataba el tema argumen
los años setenta, despertaba para cuestionar las len tando, contra sí misma, que “esta lengua propia-
guas, sus nombres y el incierto destino del país co- mente se debe llamar Castellana”.
mo nación legítima. Aparte del extenso tratado —371 páginas— pu-
Si bien la publicación que citamos es de 1981, blicado por el mismo Mondéjar en 2002 —escrito
Mondéjar había expresado su visión del asunto pú- a partir de un estudio de 1974—, el recorrido his-
blicamente en una conferencia pronunciada en 1979 tórico más notable y acaso influyente por el asunto
—es decir, meses después de la aprobación de la nue es el que Amado Alonso, discípulo de Ramón Me
va constitución— en la Facultad de Filosofía y Le- néndez Pidal y miembro destacado de la Escuela
tras de la Universidad de Granada con motivo de la Filológica Española, publicó en 1938 bajo los aus-
clausura del Curso de Estudios Hispánicos. El tex- picios del Instituto de Filología de la Universidad
to de la conferencia con tres addenda sería publicado de Buenos Aires que él mismo dirigía. El libro, titu-
dos años más tarde por la granadina Editorial Don lado Castellano, español, idioma nacional. Historia
Quijote, bajo el título “Castellano” y “Español” dos espiritual de tres nombres, se proponía exponer los
nombres para una Lengua. Mondéjar apostaba por usos y significados cambiantes de estas palabras, des
intervenir en el debate, y lo hacía siguiendo una tra de el origen del romance hasta la actualidad —la
dición no inaudita en la filología española: abrir las actualidad de Alonso—, teniendo en cuenta las im
ventanas del edificio universitario para, desde ahí, plicaciones asociativas de uno u otro término en
pertrechado en los saberes filológicos, proyectar su cada país y en cada región —entre 1942 y 1979 la
voz hacia la esfera pública respondiendo críticamen Editorial Losada de Buenos Aires publicaría cuatro
te, en este caso, a la solución constitucional y a las ediciones más con adiciones y enmiendas. Recorra
opiniones que la habían justificado. mos brevemente algunas zonas de esa historia si-
En la base de este episodio se halla la inestabilidad guiendo, aunque a contrapelo, el relato del filólogo
léxica y semántica que envuelve la asignación de un navarro.
vocablo a una lengua; más inestable aun cuando son
dos las palabras que compiten por el monopolio de I. “Castellano” y “español”: dos vocablos
la designación. Pero más allá del problema lingüísti en la historia
co per se —si es que tal cosa existiese—, se nos reve Toda delimitación de la extensión denotativa de un
la, en el movimiento de Mondéjar entre el ámbito vocablo se hace en relación contrastiva con aquello
académico y la esfera pública, el carácter glotopolíti que el vocablo no designa. Así, si existe la palabra
co del asunto. El filólogo lleva los saberes producidos “vertebrado” es porque hay animales sin esqueleto
en el espacio legítimo de la Universidad al terreno interno; si existe el adjetivo “verde” es porque, en el
donde se planifica la forma y distribución social de desarrollo histórico de la organización dominante
la lengua; interviene en las disputas en torno al de- del espectro cromático en un colectivo humano,
venir de un elemento puntual pero crucial del campo también se han identificado colores cuyas propie-
léxico-semántico, el nombre del idioma, tratando dades cromáticas no se corresponden a esa zona del
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espectro. De la misma forma, el término “castella- Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, ni si-
no” no surgió, en un momento dado de la historia, quiera en el gran relato de unidad lingüística y pro-
sólo porque una comunidad de hablantes hubiera greso cultural que produjo la Escuela Filológica Es-
identificado, primero, el objeto o entidad al que se pañola. De hecho, la necesidad de afirmar la unidad
hace referencia aplicándole después un nombre. La es consecuencia de su fragilidad; y el acto de afir
extensión denotativa del gentilicio “castellano” pa- marla convoca inevitablemente a su negación. El
ra pasar a hacer referencia a un hecho lingüístico se propio libro de Alonso no puede articularse sino a
produjo, en origen, por contraste con otros hechos través de la constante visibilización del potencial y
lingüísticos que serían, por oposición, no castella- actualidad polémica del par de vocablos. Observa,
nos. Por ello, para entender la historia semántica de por ejemplo, que en España el campo tiende a de-
“castellano” y “español” —que no es unívoca ni cir “castellano”, mientras que la ciudad, más cons-
constante— es necesario conocer a qué se oponen ciente de la dimensión internacional de la lengua,
y se han opuesto históricamente. usa “español” en mayor proporción. Es decir, que el
En la Hispania medieval —así como en otras par uso de cada miembro del par pudiera haberse espe-
tes de Europa—, la oposición metalingüística fun- cializado como marcador de identidad rural y ur-
damental, la concepción opositiva más importante, bana. Asimismo, al criticar las opiniones del segun-
era la que se percibía que existía entre el “latín” y el do anónimo de Lovaina —Gramática de la lengua
“romance” o “lengua vulgar”. El uso de “romance vulgar de España, de 1559—, afirma:
castellano” se irá imponiendo con el dominio polí-
tico del reino de Castilla y con el cultivo que en su En la joven nación unificada, castellano sonaba a lo
corte se hacía del romance. En la General Estoria de peculiar y privativo de Castilla, precisamente porque
Alfonso X —siglo xiii— se encuentran referencias estaba muy presente en la vida y en la conciencia de
a que está escrita en el nuestro lenguaje de Castilla, en todos los españoles la gigante personalidad de Cas-
el nuestro romanz de Castilla, en el lenguaje de Cas tilla como región confirmadora y directora de Espa-
ña. Cuando en la vida real de los andaluces, aragone
tilla, segund el propio romanz castellano, en el caste
ses, catalanes, valencianos, gallegos, se tenía que contar
llano, segund el castellano, en nuestra lengua, en el a todas horas con la presente vitalidad de Castilla, al
lenguaje. En opinión de Alonso, “español” habría llamar castellano al idioma interregional, a menudo
aparecido como “neologismo oportuno”, como res asomarían reservas mentales en los espíritus culti-
puesta lingüística al “despertar renacentista de las vados, cuando no celos de región (54).
conciencias nacionales” y a la “unificación de Espa-
ña” (Alonso 1942: 15). Ambos vocablos continua-
rán coexistiendo del Renacimiento en adelante, si Aquí, por detrás de la parcial retórica de Alonso, se
bien en este periodo el par irá adquiriendo nuevos declara que el uso de “castellano” o “español” signi-
sentidos. Para explicar la transformación de la distri ficaba una toma de posición en torno a la progresi-
bución de “castellano” y “español”, Alonso inserta la va organización del reino en favor de los intereses
coexistencia de ambos vocablos en el glorioso relato de Castilla y en detrimento de los de otras regiones
histórico de la lengua que, articulado con erudición peninsulares. El rechazo de “castellano” sería, nos
filológica y destreza narrativa por la Escuela Filoló dice Alonso, un rechazo de esa dinámica de centra-
gica Española, vincula unidad idiomática, progreso lización.
y proyecto imperial: “El nombre de castellano ha- Al llegar a la “actualidad” —la del momento en
bía obedecido a una visión de paredes peninsulares que aparecen las distintas ediciones del libro de Alon
adentro; el de español miraba al mundo” (Alonso so— el uso de ambos vocablos en América se vuel-
1942: 33). La preferencia por “español” fuera de Es- ve central. Alonso reconoce la coexistencia de am-
paña no haría sino confirmar, según Alonso, esta bos, pero subrayando la preferencia americana por
lectura. En definitiva, las ideologías nacionales del “castellano”. Ahora bien, a quienes se manifiestan
Renacimiento, la unificación de España y su expan- por este último los divide el filólogo español en dos
sión mundial habrían dado lugar a un cambio en la grupos. Están quienes abrazan “castellano” como
forma interior del lenguaje que reorganizaría la ex- efecto de su compromiso con el buen uso y su res-
tensión denotativa de “castellano” y “español”. peto del valor tradicional del idioma. Tal posición,
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que según Alonso representaría Andrés Bello me- con el gran relato de unidad cultural— y la movili-
jor que nadie, sería merecedora del máximo respe- zación de los afectos —en general atribuida a quie-
to y admiración: “Una actitud académica en la mejor nes perturban aquella visión.
acepción cultural de este término, con sentido cons
tructivo y no como timorata desecación” (132). Y II. Mirada glotopolítica hacia la lengua
aquí se ve aparecer al segundo grupo, el de quienes y sus nombres
optarían por “castellano” rechazando “español” por Adoptar una perspectiva glotopolítica significa afir
su proximidad formal con “España”, proximidad que mar que existen —al menos— zonas de la vida del
evocaría por medio de un proceso semiótico de ico lenguaje inseparables de lo político y que asimismo
nización la dependencia cultural de la antigua me- hay —al menos— zonas de lo político inseparables
trópolis. Para éstos dice Alonso, del lenguaje. Significa también partir de la inscrip-
ción social de ambas entidades, de la permanente in
castellano es un nombre señalativo del idioma; espa teracción del lenguaje y lo político con la agrupación
ñol resulta todavía connotativo y significativo. Cas de los seres humanos en categorías socialmente re-
tellano no se identifica con ningún estado constitui- levantes. Significa pensar lo político no sólo como
do; español sí. Y así como este valor significativo de la actividad que se desarrolla en torno al acceso y
español fue la principal causa de su triunfo y aun hoy gestión de las instituciones que rigen la vida de una
lo es de su perduración en España, así en algunos es-
comunidad sino al amplio espectro de procesos que
píritus americanos es causa de resistencia (140).
dan lugar a la constitución o desarticulación de sub
jetividades implicadas en el acceso y reparto de re-
El “espiritual” es el ámbito de la experiencia huma- cursos de distinta naturaleza. Mirar glotopolítica-
na en el que Alonso sitúa el principio explicativo mente significa abordar los textos —sea cual sea su
del devenir de estos vocablos, y así lo revela el sub- materialidad— como discursos, no sólo como es-
título del libro: Historia espiritual de tres nombres tructura sino como praxis social. Significa además
—conviene recordar aquí la influencia que el idea- pensar históricamente, abordar la observación de
lismo, vía Karl Vössler, ejerció sobre la Escuela Fi- las experiencias sociales partiendo de su carácter di
lológica Española. Sobre la preferencia por “caste- námico y cambiante. Y significa, finalmente, adop
llano” en la América del siglo xx dice: “es cierto que tar una actitud intelectual reflexiva que interrogue
hay personas y, sobre todo, muchas ha habido has- las condiciones materiales de producción de cono-
ta hace poco, a quienes este sentimiento [patrióti- cimiento, incluso las que dan lugar al desarrollo y la
co] inclina al uso de castellano para evitar español” defensa de la perspectiva glotopolítica.
(139). Y sobre la misma solución en la España del Lo que pretendemos proponer en lo que resta
momento dice: del ensayo es precisamente la conveniencia de mi-
rar la questione del nombre de la lengua desde una
Así como en el siglo xvi el neologismo español triun perspectiva glotopolítica. Es ésta, creemos, la que
fó porque se vio el idioma referido a una esfera de nos revelará la intraducibilidad de estas palabras o,
objetos constituida por los idiomas nacionales, así acaso, todo lo contrario, es decir, su condición de
los bilingües de hoy vuelven a castellano en cuanto se vocablos cuya existencia es imposible afuera del ac-
refieren a una esfera de objetos constituida por las to de traducción.
lenguas peninsulares. Ni aquella referencia obedecía
Recordemos que Amado Alonso encontraba las
ni ésta obedece a razones dialécticas, sino a afectos,
impulsos, fantasías, anhelos. (127)
razones del zigzagueante devenir léxico-semántico
de “castellano” y “español” en el terreno del espíritu.
La movilización de los afectos y de la racionalidad
En este pasaje se aprecia la estructura del tratamien académica —pretendidamente científica a partir del
to que hace Alonso del problema —en cualquier siglo xix— serían las fuerzas a que estaría someti-
caso, siempre poliédrico, sugerente y revelador. La da aquella historia. Y esta visión, hemos de recono-
adopción de uno u otro término en distintos con cer, no es incompatible con la mirada glotopolítica
textos históricos y geográficos responde a dos crite- que adoptamos; necesita, eso sí, una reconducción
rios: la razón científica —en general de acuerdo que inscriba los afectos y el conocimiento en el ám-
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bito de la construcción y negociación de las formas lítico que permite definir a España como Estado
del poder. Alonso, de algún modo, nos prepara el nacional moderno, Mondéjar se implica en un ejer
terreno para que reconozcamos que la coexistencia cicio de higiene verbal-semántica que afirma la “pro
de “castellano” y “español” —como toda variación en piedad” filológica de “español” y niega la de otros
el lenguaje— fue y es siempre terreno propicio pa- usos incompatibles con la “propiedad” política y
ra la construcción de diferencias sociales y subjeti- simbólica de España. Un aspecto notable de este
vidades políticas varias. texto es el modo en que Mondéjar se construye co-
Saltemos desde aquí al presente que se correspon mo enunciador apropiándose de un “nosotros” que
de —más o menos— con la escritura de este ensayo socializa su identidad como científico e historiador
y pensemos sobre las actuales defensas de “español”. de la lengua —gremio cuyos miembros, por lo de-
Y volvamos, en primer lugar, a Mondéjar Cumpián, más, usan, con frecuencia indistintamente, “caste-
quien en 1985 expresaba de nuevo su descontento llano” y “español” para referirse a la misma entidad
con el orden glotopolítico constitucional español: con resonancias diferentes ya mencionadas.
Un segundo elemento del discurso de Mondéjar
Para nosotros, lingüistas e historiadores de las len- es el modelo de racionalidad que exhibe: si España es
guas románicas, esto es histórica y gramaticalmente la nación, la lengua nacional ha de llamarse, en con
inaceptable: a) porque hoy castellano designa una secuencia, “español”, de forma análoga a como se lla
variedad del diasistema del español en la misma me- ma “italiano” a la lengua de los italianos, “francés” a
dida y proporción que lo es el andaluz, canario o cual la lengua de los franceses, etcétera. Al hilo de este
quiera de los especímenes lingüísticos correspondien
razonamiento se despliega un proceso semiótico de
tes a cada uno de los países de la América española;
y b) porque entre el sustantivo precedido de la pre-
proyección recursiva o, como lo denominan Judith
posición de con el valor de ‘cosa propia’ o de ‘cosa per Irvine y Susan Gal (2000), recursividad fractal. Tal
teneciente a’ y el adjetivo correspondiente a ese sus- proceso consiste en juzgar un contexto determina-
tantivo la diferencia semántica es notable. Respecto do según las categorías simbólicas y semióticas de
del punto a, voy a formularles la siguiente pregunta otro contexto, categorizado apriorísticamente co-
retórica: ¿Qué pensarían si les dijese que Il toscano é mo patrón, para así determinar la bondad o maldad
la lingua italiana dello Stato, habida cuenta que desde del primero por su correspondencia o divergencia
el punto de vista genético toscano y castellano están respecto al segundo. Si el francés es la lengua de Fran
respecto de italiano y español en relación histórica cia y el italiano la de Italia, ¿no será una “anormali-
idéntica? En cuanto al punto b, creo que es evidente dad” que llamemos castellano al idioma de España?
la diferencia de significado existente entre española
Una fácil analogía nos llevaría a concluir que tan nor
y de España, francesa o de Francia, italiana o de Ita
lia, etc., en el estricto sentido lingüístico, no político,
mal o anormal resulta esto como que inglés y no bri
del adjetivo española, francesa o italiana, toda vez tánico, australiano y estadunidense (o americano)
que los hablantes de cada uno de los paises románi- sea, respectivamente, el idioma del Reino Unido de la
cos en que se han desarrollado diversas lenguas neo Gran Bretaña, de Australia y de los Estados Unidos
latinas han coincidido en asignar a la lengua más di- de América. Esta nomenclatura, por cierto, queda
fundida en ellos, que regularmente coincide en ser fuera de la comparación realizada en el artículo ci-
la de mayor prestigio —por lo tanto, por causas ex- tado, evidenciando otro de los procesos semióticos
tralingüísticas— como nombre de la misma el adje- típicos de la construcción ideológica: el borrado u
tivo derivado del nombre propio del país correspon ocultamiento, llamado por Irvine y Gal, en inglés,
diente: francés o lengua francesa, italiano o lengua erasure. Este proceso consiste en la omisión de los
italiana, español o lengua española, etc.; hecho histó-
elementos argumentales o factuales que resultan in
rico que justifica que sea científicamente correcto que
hablemos de dialectología francesa y de dialectolo-
coherentes o incluso contradictorios con la repre-
gía occitánica; de dialectología española y de dialec- sentación producida por el discurso establecido por
tología catalana, por ejemplo (1985: 48). el enunciador. Así pues, por medio de estas estrate-
gias se articula un discurso que especializa los dos
términos de “castellano” y “español”, reservando el
Ante la evidente polisemia de “castellano” y “espa- segundo para la lengua general y el primero, una
ñol” y su potencial perturbador del orden glotopo- vez vaciado de otro de sus sentidos tradicionales, pa
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ra una acepción en realidad relativamente nueva: el de los años noventa del siglo xx: el valor del idioma
de “dialecto” de esa lengua general. en los mercados lingüísticos globales y la incuestio-
Para esta última transformación es necesaria la nable ventaja competitiva que supone la adopción
reificación del propio “dialecto” que se pretende de de este vocablo por razón de su reconocimiento de
signar con el término, ahora empequeñecido en sus marca. Ángel López García (2010) califica el sesgo
dimensiones geográfica, histórica y funcional, de de este punto de vista bajo el nombre de “ideología
“castellano”. El castellano será ahora, en la acepción emolingüística”: se trata de ver las lenguas con un
propugnada, bien una variedad geográfica más, co- enfoque utilitarista, que las concibe fundamental-
mo es el andaluz —otro haz de isoglosas reificado a mente como instrumentos, como recursos, desde
su vez— o el canario, bien el conjunto de realidades una visión utilitaria que reduce el componente cul-
lingüísticas que presentaba el romance español en tural e histórico de las lenguas y aproxima su con-
la Edad Media, cuando estaba limitado a una franja cepción a la que podría tener un bien económico.
de la península, antes de su expansión. Es decir, el Los ejemplos de esta ideología emolingüística
castellano sería el español antes de ser español. El apo aplicada al español son innumerables desde hace al
yo teórico de esta designación podemos verlo en El gunos años. Acaso un texto que lo ilustraría de mo-
rumor de los desarraigados de Ángel López García. do representativo —entre otros muchos posibles—
Se trata de un apoyo más discursivo que propiamen sea el artículo publicado por Juan Ramón Lodares
te filológico-lingüístico, pues de entrada se presen- en El País del 28 de febrero de 2004, con el título de
ta explícitamente como ensayo y de hecho gana el “Las cifras de las letras”. Su primer párrafo es de por
Premio Anagrama de Ensayo de 1985. Se hace aquí sí esclarecedor:
una distinción en origen entre un castellano dialectal
que surgió como confluencia del latín con el vasco y Mucha gente en el mundo es capaz de hablar inglés.
un castellano koinético, que toma elementos del an- El resto lo intenta. Gracias a ese resto, el idioma se
terior pero que se elabora para facilitar la comunica ha convertido en una fuente de ingresos para los bri
ción interregional, más allá de los límites originales tánicos comparable a las rentas del petróleo. Sole-
del castellano dialectal. El castellano koinético, se- mos considerar las lenguas como cosa del espíritu y
la cultura; sin embargo, hace ya algún tiempo que
gún se caracteriza en la obra de López García, es mu
son poderosas materias primas para industrias pro-
cho más que una entidad lingüística: deviene, por pias de nuestros días.
su carácter —presuntamente— interregional, en íco
no de la solidaridad histórica no sólo entre los es-
pañoles sino también entre éstos y los hispanoha- El resto del artículo es un perfecto despliegue del
blantes de América, todos ellos herederos simbólicos “emolingüismo”, con sus recursos discursivos de pro
de aquellos desarraigados fronterizos que constru- ducción ideológica. El primero, señalado por López
yeron un país, España, y un imperio —hoy llama- García, es su crítica general a este tipo de discursos,
do comunidad panhispánica— que trasciende, co- la valoración de todo hecho cultural en términos
mo su símbolo lingüístico, a la etnia y a la tierra. La cuantitativos, lo que otorga al texto una pátina de
lengua llamada “español” se figura, así, como una len tecnicismo economicista: “en el año 2030 […] el
gua desarraigada, despegada de la tierra, que por su 7.5% de la población mundial podrá comunicarse en
propio carácter interno no podría servir —como sí español, porcentaje muy superior al esperable para
lo harían las demás lenguas de España, las lenguas el francés (1.4%), el ruso (2.2%), el árabe (4.6%), el
indígenas de América o el cultivo autónomo de va- japonés (1.4%) o el alemán (1.2%)”. El español, ar-
riedades regionales del español— de sustento a un gumenta implícitamente la ideología emolingüís
nacionalismo localista sino a una idea —ideología, tica, es más (o mejor) porque tiene más. El segundo,
la llama López García— de encuentro superior. una interesante (desde el punto de vista de nuestro
La defensa decidida de esta pretendida trascen- análisis) confusión metonímica entre tales cifras
dencia del espacio y tiempo de esta dimensión su- del español y su (supuesto) valor económico. Éste
prahistórica del idioma, por así decir, nos conduce nunca se argumenta de forma debida para mostrar
hacia otro argumento relativamente novedoso que, su auténtico valor diferencial respecto a otras posi-
esgrimido en favor de “español”, cobra fuerza a partir bilidades glotopolíticas o de sociología lingüística.
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Observamos esto en afirmaciones como que “en posee, por ideológico, la voluntad de ponderar la
tre 1995 y 2004 el porcentaje del pib vinculado a la variedad real de factores en los que pretende funda
lengua española —no sólo en materia cultural— mentarse, y en ello vemos su continuidad pragmá-
ha pasado en España del 14.2% al 15%”, o que los tica histórica, por debajo de las diversas formas dis-
sectores que más contribuyen al “incremento” de esa cursivas que ha adoptado: el significante “español”
parte del pib son los de servicios: “publicidad, edi- y su referente conceptual se imaginan, dentro de un
ción, administración, transportes y comunicacio- cierto discurso ideológico propagado desde las ins-
nes”. En una asociación in crescendo entre los con- tituciones académicas y mediáticas españolas, co-
ceptos de ‘lengua española’ y ‘riqueza’, Lodares asume mo asociados a las ideas positivas de “encuentro”,
el ideologema de que “la lengua es riqueza” (“Lan “paz”, “cultura”, “lo común”… en oposición —im-
guage is money”, en la cita original de Ronald Bu- plícita o explícita— a “lo particular”, “lo disgrega-
chanan), de que “el español se ha convertido a co- dor”, “lo conflictivo”… que no son sino asociacio-
mienzos del siglo xxi en un material estratégico de nes ideológico-lingüísticas ligadas, dentro del mismo
primer orden” y acaba con un corolario tan signifi- discurso, a proyectos glotopolíticos opuestos al na-
cativo como la ya citada introducción: cional-estatal español, o divergentes de éste.
En este sentido, conviene entender dos hechos: pri- III. La perenne traducción de dos vocablos
mero, estamos en la hora industrial del español (en intraducibles
realidad, llevamos algún tiempo en ella, pero toda in Millones de personas usan en la vida cotidiana “cas
sistencia en este hecho es poca); segundo, es impor- tellano” y “español”. Las palabras, queremos decir.
tante que los centros de decisión política entiendan Porque lo que en realidad hablan es lo mismo. ¿O
la circunstancia y, asimismo, entiendan que la lengua
será que no lo es? En cualquier caso, lo que pasa en
española, al aglutinar a una de las escasas comunida
cada ocasión concreta en que un hablante pronun-
des lingüísticas multinacionales que hay en el mundo,
supone un bien económico de primer orden —si no cia una de estas palabras depende de las múltiples
el primero de todos— para que los países hispanoha condiciones en que se desarrolle el acto de habla. Ca
blantes se integren exitosamente en la sociedad de la da una de estas ocasiones será apenas un instante
información y comunicación que se avecina; una so en la permanente lucha normativa que es el lengua
ciedad que cada día tendrá más peso. Algunos se han je. Por muy automática, instintiva o habitual que
referido al español como nuestro “petróleo” particu resulte la enunciación del término, ingresará ipso
lar. Efectivamente lo es: un petróleo de palabras. facto en un proceso histórico donde “castellano” y
“español” se han ido desplazando en los planos lé-
En este panegírico del español “global”, el implícito xico-semánticos siempre susceptibles de articularse
no evidenciado —y por lo tanto no explicado— es con el ejercicio del poder y la construcción de sub-
la idea de que todo lo que se hace en español tiene, jetividades políticas. Son esta perenne movilidad y
por sí, un valor económico que no tendría si fuera esta susceptibilidad política los que hacen que estas
hecho en una lengua diferente y más “local”. Cabría dos palabras vivan en un estado de permanente
preguntarse si la publicidad que un español consu- traducción, especialmente sensibles, a lo largo de su
me en español, y que produce una empresa españo historia, a la resignificación consciente por parte de
la, generaría un ingreso económico de menor cuan quienes participan en un acto de comunicación ver
tía para dicha empresa si lo hiciera en catalán para bal. Adelantábamos arriba nuestro dilema: acaso
que los catalanes recibieran esa publicidad. Lo mis- sea esta perenne traducción lo que hace a estas pa-
mo se podría decir de la “industria” cultural. Tam- labras merecedoras de ser incluidas en un dicciona
bién se podrían valorar el hipotético rendimiento rio de intraducibles.
económico vinculado al multilingüismo —las acti- Vítor Meirinho y José del Valle
vidades de traducción, por ejemplo—, nunca in-
cluidos en el discurso emolingüístico laudatorio del Bibliografía
Alonso Amado, Castellano, español, idioma nacional. Historia es
español, que rebaja correlativamente el valor de las piritual de tres nombres, 2a. ed. Buenos Aires, Losada, 1942.
“otras lenguas” presentes en el espacio geográfico Irvine Judith y Susan Gal, “Language Ideology and Linguistic
de la Hispanofonía. Pero el discurso ideológico no Differentiation”, en Regimes of Language: Ideologies, Poli-
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ties, and Identities, ed. Paul V. Kroskrity, 35-83, Santa Fe, 4. Escogimos estudiar aquí la modulación del sentido de
School of American Research Press, 2000. Estado tal como la transmiten las lengua y las historia na
López García Ángel, El rumor de los desarraigados. Conflicto de
cionales: por ejemplo, el italiano stato y el inglés state no
lenguas en España en el siglo xx, Barcelona, Anagrama, 1985.
——, Anglohispanos. La comunidad lingüística iberoamericana y articulan del mismo modo la relación entre territorio, po
el futuro de Occidente, Barcelona, Península, 2010. der, régimen político y gobierno: véase State/Govern
Mondéjar Cumpián José, “Castellano” y “Español” dos nombres ment, Stato; cf. Autoridad, Gobierno, Herrschaft,
para una lengua, Granada, Editorial Don Quijote, 1981.
——, “El español, el español meridional y la Constitución de 1978”,
Macht.
Revista de Filología Románica, núm. 3, pp. 47-67, 1985. 5. Sobre el “Estado benefactor”, véase Welfare; cf. Li
beral, Multiculturalism.
estado
Estado proviene del latín status, que designa la acción de
tenerse y la forma de tenerse, la postura, la posición, de sto, estado de cosas
stare, “estar de pie, inmóvil, firme”, de donde se deriva sta- Es una de las traducciones posibles del alemán Sachverhalt,
tuo, “establecer, estimar, decidir”; encontramos el mismo que designa las “circunstancias” en el lenguaje corriente.
radical en el griego hístemi [ἵστημι], “erigir, ubicar” y, en sen Sólo que esta traducción insiste en las propiedades de los
tido intransitivo (por ejemplo en el aoristo esten [ἔστην]), objetos de la experiencia, en detrimento de la captura pro
“mantenerse en pie”, en el español estar, ser (véase Espa posicional del objeto del juicio. La otra traducción, no me
ñol y Ser), al igual que, por supuesto, el inglés stand, el nos frecuente, por contenido proposicional, sufre de la ca
alemán stehen, etc. El griego stasis [στάσις] puede así de rencia inversa. Véase Sachverhalt.
signar al mismo tiempo la estabilidad política y moral, el Estamos ante una terminología lógica ligada a temas
estado de una persona, de una ciudad, de una pregunta mayores (relación cosa-palabra-espíritu y definición de ver
(cf. lat. status quaestionis, status causae, véase Cosa), y la dad), que permite pasar de un latín medieval (Dictum-
sedición, la sublevación, la guerra civil, cuando una parte Enuntiabile), derivado del estoicismo en su competencia
de la ciudad “se levanta” contra otra. La estela, la estatua, con el aristotelismo (véase lektón en Significante, II), al
el estatuto, la estancia están también emparentados con el alemán de fines del siglo xix-comienzos del xx, y abre so
estado, que, se comprende, puede expresar a la vez la for bre el inglés analítico más contemporáneo (véase
ma de ser, física y moral, y la institución entre todas las ins Truth-maker), terminología para la cual el francés pro
tituciones: el Estado, que hoy se escribe con mayúscula. duce traducciones descriptivas que ponen de manifiesto el
problema. Compárese, por una parte, con Dictum, Inten
1. Sobre el estado como disposición o forma de ser, véase ción, Proposición, Sentido, y por otra con Cosa (Res),
Disposición (II), Stand, Sujet. Hecho, Erscheinung, Ser, Gegenstand, Hay, Matter
2. El concepto de Estado propiamente dicho designa un of fact, Objeto, Tatsache; finalmente con Truth-Mak
modo de organización del poder político que supone un er y Verdad.
gobierno especializado, separado de la sociedad e institu
cionalizado; a esto se debe que la tradición dominante de contenido proposicional
la filosofía política, de acuerdo con los grandes teóricos del
derecho público, tiende a reservar el nombre “Estado” a las
formas políticas nacidas con el desarrollo de la doctrina
moderna de la soberanía. Pero puede ocurrir que se hable ESTADO DE DERECHO, estado legal
de Estado para designar aquello que conforma la consisten
cia propia de una comunidad política, independientemente alemán Rechtstaat
francés état de droit, état légal
de los elementos empíricos que la componen: véase Polis, inglés Rule of Law
la “ciudad”, a la vez Estado, sociedad, nación y nada de lo
anterior; cf. Política, Patria, Sociedad. deber, estado, herrschaft, law, ley, liberal,
3. Sobre la relación entre el Estado y el derecho, véase macht, polis, política, sociedad civil, sollen
Estado de derecho; cf. Derecho, Ley.
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