Polo Santillán, MIguel (2020) - Corrupción Política y Ética Cívica PDF

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Corrupción política y ética cívica

Miguel Ángel Polo Santillán


Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Introducción
En los últimos años, la lucha contra la corrupción ha sido impulsada por la sociedad
civil, como ha sucedido en el Perú, Guatemala y Haití, entre otros. Después se han
hecho presentes, por lo menos en el Perú, los mecanismos legales. Sin embargo, la
protesta ciudadana y la ley no son suficientes, especialmente cuando este fenómeno
social está arraigado en la sociedad y sus instituciones públicas. La insistencia en el
papel de la educación, una vez más, como solución, puede convertirse en un recurso
retórico de poco valor para dar cuenta de las soluciones.
Nuestro presupuesto metafísico es la contingencia de la existencia humana,
desde ahí pensar las instituciones, los procesos sociales y enfrentar la corrupción.
Asimismo, con este presupuesto, buscamos evitar tanto el moralismo como el
cinismo. El moralismo es creer que los seres humanos debieran ser todos morales,
por lo que tendríamos que perseguir la perfección moral de acciones e institu-
ciones. Mientras el cinismo asume que la corrupción solo es decadencia de la huma-
nidad, por lo que no podemos hacer nada al respecto y cada uno debiera salvarse
a sí mismo. La ética cívica —desde donde queremos pensar estos temas— tendría
que asumir la contingencia de las instituciones humanas, por lo que sabiendo que
estas se desgastan y las acciones humanas se corrompen, entonces habría que buscar
medios para fortalecerlas o reemplazarlas. En ese sentido, es necesario entender la
educación para una ética cívica, para que los ciudadanos puedan tener los medios
teóricos y éticos para hacer frente a las diferentes formas de corrupción de las insti-
tuciones humanas, especialmente las públicas y de negocios.
86 Miguel Ángel Polo Santillán

Hemos dividido nuestra reflexión en tres partes. La primera presentará la


importancia de la ciudadanía en la lucha contra la corrupción. En la segunda, anali-
zaremos algunos componentes de la corrupción política. En la última parte, nos
dedicaremos a pensar la ética cívica. El objetivo es abrir una perspectiva ética para
pensar la corrupción.

Corrupción e irrupción de la ciudadanía


Desde la vuelta a la democracia, en 1980, dos grandes males sociales han marcado al
Perú, impidiendo resolver los problemas heredados de su historia colonial y republi-
cana: el terrorismo de Sendero Luminoso y la corrupción del Estado y las empresas.
Y ambos procesos sociales no han permitido crear ciudadanía, sino siervos, vasallos,
lacayos y oportunistas, que se sirven del momento para capturar el poder y apro-
vecharse de este. Nuestra larga historia republicana de gobiernos militares sirvió
también a la forma de organización senderista, pues las órdenes de los mandos supe-
riores eran acatadas sin cuestionamiento alguno, dado el carácter político-militar de
esa organización. Y desde esta estructura se cometieron genocidios contra comuni-
dades campesinas y acciones terroristas en las ciudades. La justificación siempre era:
estaban en guerra. Gente sumisa al poder militar, sin capacidad de cuestionamiento
alguno, cuyo dogmatismo descalificaba al otro, hasta el punto de quitarle la vida.
¿Cómo se podía crear ciudadanía desde esas condiciones?
Por su parte, la corrupción política y empresarial, que también se manifestó
paralelamente a la violencia política, generó y genera gente que se aprovecha del
poder para enriquecimiento personal y empresarial, redes mafiosas enquistadas en
distintos niveles del Estado, que se articulan con los intereses políticos y econó-
micos del momento. ¿Qué ciudadano podría generarse desde el Estado y los nego-
cios? Solo gente cínica, incapaz de ver el daño social que estaban produciendo.
Así tenemos los dos opuestos que han marcado el tipo de ser social: por un lado,
gente dogmática, que quiere imponer sus verdades; por otro, gente sinvergüenza,
indiferente ante los criterios morales sociales. ¿Cómo generar una ética cívica en
medio de estos dos extremos? Ese es un reto para los que apostamos por ello, que
debemos sostenernos tanto en la esperanza como en una perspectiva ética capaz
del ejercicio de una razón pública. ¿Qué espacios estamos generando para el surgi-
miento de esa esfera pública, que pueda sostener una ética cívica? ¿Tenemos razones
para la esperanza?
La caída de los líderes de Sendero Luminoso se produjo no desde el Poder Ejecu-
tivo, sino desde mandos inferiores del Estado, cuyo trabajo silencioso condujo a la
captura de los dirigentes de esa agrupación, en 1992. Mientras las marchas ciudadanas
contra la corrupción, organizadas por sectores cívicos, presionan y están vigilantes
ante la posible impunidad de tales delitos. Es decir, han sido sectores ciudadanos,
La ciudadanía y lo político 87

con menos poder, los que se han manifestado contra el poder tanto del dogmatismo
terrorista como del poder corrupto y corruptor. Esta afirmación e irrupción de la
ciudadanía es lo que puede abrir la esperanza para cambiar de manera significativa
nuestra condición, marcada durante el siglo XX. Sin embargo, esto debiera ir parejo
con una apuesta por la formación ciudadana, especialmente en el contexto actual.
La educación escolar es más formal —derechos humanos, derechos de los niños y
del adolescente—, manteniendo la brecha entre lo que se debe y lo que es. La irrup-
ción del ciudadano es un buen inicio para renovar la democracia, pues significa que
las personas van comprendiendo que lo que está en juego son bienes compartidos, y
se requiere su participación para protegerlos y puedan distribuirse con justicia. Los
profesores colombianos Mejía e Hincapié (2019) lo han expresado así: “la única
contención que tenemos frente a la corrupción es la movilización ciudadana”.
Ahora bien, ¿no corremos el riesgo de hacer de la ciudadanía un ideal platónico
que puede quebrarse ante la historia factual? Debemos estar prevenidos de ellos,
por eso, asumiendo los aportes de Beuchot (2004) y Conill (2006), necesitamos
de una hermenéutica analógica crítica, capaz de enjuiciar los hechos sin caer en el
moralismo idealista. Claro que interpretamos los hechos, pero eso no significa que
toda interpretación sea subjetivista, sino que debemos someterla siempre al juicio de
los otros y a lo que suele llamarse “hechos”, para ir apostando por la mejor interpre-
tación posible hasta el momento. Esto tampoco significa que los filósofos tengamos
la interpretación “verdadera”, sino que con nuestras reflexiones aportamos al debate
contemporáneo y de ese modo encontrar salidas a nuestros problemas.

Corrupción política: prácticas e instituciones


Evitar el moralismo significa ver también los límites de la ética en la lucha contra
la corrupción, pues esta tiene componentes que escapan a la buena voluntad de los
agentes. Por eso, la ética cívica no se puede nutrir solo de teorías éticas, sino también
de las ciencias sociales, como la historia, la sociología y la antropología, para dar
cuenta de este fenómeno recurrente. En ese sentido, podemos decir, que parte de los
otros factores que conforman la dinámica de la corrupción tienen que ver —como
dice Sapelli (1998: 80)— con las luchas por el poder y los vínculos sociales. Veamos
brevemente estos factores.
Las luchas por el poder, en sociedades plurales y fragmentadas como las de
América Latina, han pasado de utilizar a los militares para hoy ser luchas políticas de
partidos y movimientos locales, que, en lugar de trabajar por un destino común, son
expresiones de intereses que no buscan desarticular el tejido institucional injusto
y colonial, sino hacerse cargo de él y aprovecharlo. Así, el Estado no se constituye
en una organización cuyo sentido sea la dignidad de las personas, sino el mantener
privilegios económicos, políticos, sociales, culturales, etcétera. Y esos privilegios
88 Miguel Ángel Polo Santillán

suponen mantener una sociedad jerárquica, donde unos grupos humanos valen más
que otros, en la práctica, no en la formalidad. Aceptamos, por ejemplo, la formalidad
de los derechos humanos, pero vivimos en sociedades excluyentes y desiguales. Por
eso, la lucha por el poder político ha sido básicamente por mantener esos privilegios.
Así, la lucha contra la corrupción de Odebrecht ¿ha llevado a desarticular las
estructuras institucionales de corrupción en América Latina? Hasta ahora no, más
aun, esta permanece tal como está, pues un actor desaparece y otros entran en escena.
Esta lucha contra la corrupción, que puede llevar presos a determinadas personas,
no indica que se cambien esas estructuras institucionales de poder ni se remuevan
a las mafias dedicadas a la corrupción. Mientras una empresa corruptora reparta los
beneficios a sus vasallos, todos estarán tranquilos. Es decir, si más homogeneizador
es la corrupción, mejor funciona en la sociedad, a pesar de que ella misma pague sus
altos costos. Y es que el beneficio individual se percibe más que el perjuicio difuso
de la corrupción.21
Esto nos lleva al tema de los vínculos institucionales de la corrupción, el clásico
patrimonialismo y clientelismo, cuyos tejidos básicos están institucionalizados, pero
que se crean y recrean según los actores en escenas. Por un lado, los gobernantes y
políticos asumen su poder como si fuese privado, es decir, para beneficio suyo y de
su entorno. Esto acompañado de clientelismo, una vieja práctica colonial, que se ha
adaptado bien a las formas “democráticas” de elegir autoridades y a los mecanismos
de los negocios capitalistas. Y estos lazos funcionan bajo el mismo principio de fide-
lidad que cualquier grupo delincuencial, es decir, con su propia moral, lazos que no
permiten que se quiebren las estructuras institucionales, sino aprovecharse de él.
Mientras los dirigentes políticos y económicos se sirvan de esos lazos y compartan
homogéneamente las prebendas, entonces, no se atreverán a ir contra esas alianzas
e instituciones. Esto nos hace pensar que el Estado mismo es el que está corrupto,
pues viven en él grupos y procedimientos que tienen un modus operandi difícil de
vencer. A la inoperancia ahora le sumamos los mecanismos corruptores que son
hábitos, modos de ser y de vivir, que se adecuan y hacen sus leyes (o la interpretan)
a la medida de sus clientes. Así, el Estado es asumido como una gran empresa, cuyos
negocios están a la medida de los clientes, pues ellos reconocen “generosamente” la
oportunidad de hacer negocios. Después de todo, solo son negocios, pues lo que
mueve no es tanto atender los bienes públicos sino las ganancias obtenidas. Recor-
demos que, en el Perú, como en muchos países, la principal empresa es el Estado, que
hace negocios con otras “empresas privadas”; así que los que están en cuestión es una
forma de hacer negocios y también la actual y fáctica concepción del Estado. Hemos
asumido, quizá por la influencia de la filosofía política tradicional, que el Estado es
una organización pública, cuando en realidad hoy actúa como una gran empresa,

21
Cada sociedad hace sus propios balances económicos del perjuicio social que ocasiona, en educación, salud, infraes-
tructura, los cuales indican que nos han robado nuestro presente.
La ciudadanía y lo político 89

por lo que su corrupción también deja entrever la corrupción del mundo de los
negocios. Por eso asumo que no es que el Estado se haya pervertido por las empresas
privadas, sino se trata de la corrupción misma entre empresas, la corrupción de los
modos de hacer negocios. Una prueba de ello es el pobre gasto público que hay en
sectores sociales como educación y salud, especialmente por la burocracia y las legu-
leyadas, pero los burócratas son efectivos en otorgar licitaciones a empresas donde
está en juego millones y millones de dólares, además a costa de la dignidad de los
pueblos.22 Así, es el Estado mismo el que está en cuestión en la corrupción política.
Cerutti (2019) nos dice que no se trata de Estados fallidos, sino de Estados
eficientes en corrupción. Puede pensarse también que se trata de Estados fallidos en
lograr el bien común y eficientes en corrupción. La pregunta es: ¿podemos esperar
Estados eficientes en el bien común y fallidos en corrupción? En cualquier caso, la
corrupción política no hace referencia solo a individuos o malas prácticas profesio-
nales, sino a organizaciones y estructuras estatales que la hacen posible.
En ese contexto de corrupción de los poderes del Estado, la ciudadanía debe
generarse en el ejercicio mismo de la protesta y la vigilancia, pues, de otro modo,
los poderes subalternos seguirán haciendo su “cueva de ladrones”, para tomar la
metáfora bíblica. En la antigüedad, la voz de Dios fue corrompida por el templo/
mercado, ante lo cual reacciona Jesús. Ahora, la voz del pueblo —que se supone es el
nuevo Dios de las democracias actuales— es corrompida por el Estado/empresa. Y
si fracasó el maestro judío en su intento de transformarlo, ¿ahora fracasará el ciuda-
dano en su lucha por hacer un Estado eficiente y justo? ¿O habrá que decirle adiós al
Estado y encerrarnos en nuestras vidas privadas o quizá comunitarias? Apostamos
a lo que Gertz & Maldonado (2009: 61) señalan, otorgarle poder constitucional al
ciudadano, para que puedan controlar, evaluar y calificar el ejercicio del poder. Y
con ello, la democracia misma volvería a sus raíces.
Dejar la visión empresarial del Estado requiere replantearnos su sentido y la
distribución de poder porque, después de todo, el poder del ciudadano continúa
siendo el sustento de la democracia. Al respecto, estamos de acuerdo con Gamio,
cuando sostiene:
La distribución del poder requiere tanto de una visión de la vida buena centrada
en la acción ciudadana como en un corpus institucional y jurídico en el que nos
reconozcamos como agentes sociales. Actuamos en el marco de las instituciones.
La sociedad civil es el escenario de la vida democrática, el estado de derecho es su
estructura básica, la deliberación, el sentido de pertenencia y la acción en común


22
Hasta junio de 2019, ningún sector del Estado había gastado el 50% de su presupuesto para inversión pública. Ver:
https://larepublica.pe/economia/2019/07/02/trabajo-y-ambiente-son-los-ministerios-con-menor-avance-de-in-
version. Y hasta mayo de 2019, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social no había realizado ningún gasto en
inversión social, ver: https://gestion.pe/economia/ministerio-invierte-sol-proyectos-mayo-268880-noticia.
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son su sustancia. La combinación de estas determinaciones configura la democra-


cia como ethos. (1999: 161)

Y dado esos elementos, la acción ciudadana y la deliberación serán clave para


entender la ética cívica. Ello implica que, en lo político, el Estado esté dispuesto a
distribuir el poder, compartiéndolo con la sociedad civil. Así las cosas, abrir este
espacio no será fácil, pues, como hemos sostenido, el Estado mantiene privilegios.
Pues, debiéramos convencernos de que, desde lo político, no puede resolver todos
los problemas, y, desde lo ético, implicaría reconocer que los ciudadanos tienen
derecho a ejercer su autonomía y regir sus propios destinos en comunidad.

Del realismo político a la ética cívica


Es en ese contexto que debemos pensar la ética cívica, que implica afirmar el valor
de la ciudadanía, entendida como personas conscientes de su aporte en el manteni-
miento y realización de los bienes comunes necesarios para la convivencia social. Y,
como se aprecia, esto no es tarea de los eticistas solo, pues la ética cívica pertenece al
campo de la ética aplicada, donde todos los ciudadanos están convocados a decir su
palabra, dado que son asuntos que les competen, pero cuyo ejercicio implica entrar al
campo de la deliberación pública. Comparto plenamente la afirmación de Cortina
(2000): “La moral cívica la harán las personas, o no se hará”. Sin embargo, en tanto
ética, requiere de fundamentos y criterios razonables para ejercer ciudadanía. Por
eso, la ética cívica guarda una relación dialéctica entre teoría y práctica. Teniendo en
cuenta esa distinción metodológica, separaremos en dos nuestra reflexión sobre la
ética cívica, una mirada desde la ética misma y otra desde la política.
a) La mirada ética de la ética cívica. Los ciudadanos éticos no son expresiones
de la naturaleza, por lo que requieren un cultivo de sí mismos. Siguiendo las viejas
líneas aristotélicas, se requiere un elemento racional y otro de buenos hábitos. El
primero es la prudencia, y el segundo, las virtudes éticas. Las preguntas entonces
serían: ¿cómo debiera caracterizarse una razón prudencial en nuestra época?, ¿cuáles
debieran ser las virtudes éticas para nuestro tiempo?
Si bien es cierto que la razón prudencial de Aristóteles estaba pensada según
las circunstancias, no debemos dejar de reconocer que dicha razón es histórica, y
que en su devenir ha formulado normas universales que, por frágiles que sean sus
consensos, son fruto de las luchas que expresaban indignación y sufrimiento de
millones de seres humanos. Me refiero a los derechos humanos, que ha abierto una
puerta a consensos internacionales para luchar contra los males sociales. De esa
manera, la razón prudencial no debiera excluir lo formal ni viceversa. En perspectiva
de Cortina, tanto las éticas teleológicas como las deontológicas son necesarias para
una ética cívica, o como dice otras veces, requerimos articular las éticas de máximos
La ciudadanía y lo político 91

y de mínimos. Y desde ahí es que propone su “fórmula mágica”: a la felicidad se


invita, pero la justicia se exige (Cortina 2000: 52). No obstante, es el espacio público
el ámbito de los diálogos y deliberaciones para lograr dicha articulación, nunca
realizada a priori.
A esto habría que agregar que la razón prudencial —con sentido hermenéu-
tico, analógico y crítico— no puede seguir subordinando las “pasiones”, viéndolas
como irracionales. El modelo paternalista, sumido por el estagirita, no nos ayuda
para pensar la relación entre razones y pasiones. Los ciudadanos autónomos no se
generan solo por pensar y evaluar bien sus decisiones, o por hacer cálculo de utilidad,
sino porque su autonomía es expresión de una correcta relación entre ambas dimen-
siones humanas. Por eso son particularmente importantes obras como la de Cortina,
Ética de la razón cordial (2009), y de Camps, El gobierno de las emociones (2011).
De manera previa, la obra de Honneth, La lucha por el reconocimiento (1997), en la
que nos mostró el potencial ético y transformador de los sentimientos de humilla-
ción en las luchas sociales. Si Aristóteles y Hume ya sostenían que las meras ideas
no mueven a las personas, ¿por qué los eticistas han demorado en incluir la impor-
tancia de las pasiones en la reflexión ética? ¿Quizá por la ingenuidad racional de
que bastaba pensar racionalmente bien para ordenar a la voluntad a someter a las
pasiones desordenadas? Luego de los trabajos de Damasio, seguimos necesitando
más propuestas de articulación entre razones y pasiones, pues, los actos de corrup-
ción y los feminicidios son síntomas de nuestra poca preocupación para educar las
“pasiones” en las escuelas y en las universidades.
Finalmente, el otro componente de la ética cívica continúa siendo las virtudes,
generadas de modo deliberado por hábitos, dentro de contextos de prácticas comu-
nitarias. Podemos asumir la definición de virtud de Camps:
Las virtudes son cualidades, modos de ser individuales, que tienen una dimensión
necesariamente pública porque están dirigidas a los demás. Si lo que identifica a
la ética como tal es la virtud de la justicia, todas las virtudes han de ser como los
complementos que esa virtud prioritaria requiere. (1990: 24)

Lo que la filósofa llama justicia, para nosotros es la otra cara del “bien común”,
pues su realización es el mejor signo de la justicia social. Y ambos —bien común y
justicia social— como sentido de la política y de la ética. Sin embargo, debiéramos
preguntarnos: ¿qué virtudes se hacen más importante en nuestros contextos? Estoy
de acuerdo con Marciano Vidal (2007) en la necesidad de repensar las virtudes para
nuestro tiempo y en su propuesta de virtudes: la veracidad, la honradez y el servicio,
pensadas y sentidas desde el “orden de la caridad”.23 Y señala que, dentro de ellas, es la

Mozi, filósofo chino del siglo V a.C., ya sostenía lo siguiente: “Cuando investigamos la causa del desorden, encon-
23

tramos que resulta de la carencia de amor mutuo” (2006: 111).


92 Miguel Ángel Polo Santillán

honradez la de mayor alcance antropológico y moral porque su significación incluye


la “integridad”, “rectitud”, “probidad”. El campo semántico de la “honradez” es muy
amplio, pues, además, abarca significados como justicia, honestidad y honorabilidad,
entre otros. No hace referencia solo al sujeto que cumple las normas cívicas, sino
a quien realiza una acción íntegra, plena, es decir, cuando hay una armonía entre
su ser-querer-deber, entre su pensar-decir-actuar. ¿Y cómo formar esta virtud tan
importante para hacer frente a la corrupción política? Esto nos lleva otra vez a las
condiciones para formar un buen ciudadano, capaz de asumir cargo público. Entre
esas condiciones están la comunidad de gente honrada, honesta, lo que implica a
su vez tener ejemplos de vida que seguir. Y desde esa perspectiva, por lo menos en
el Perú, la educación escolar centra su atención en líderes militares, no en ejemplos
de civiles que actúan íntegramente y puedan ser modelos de vida de otros. Sin duda
existen estos héroes civiles, pero invisibilizados por el orden formal y aristocrático.
Además, la otra condición son los espacios públicos deliberativos, que no se
limitan al Parlamento, sino a la vida social. Desde ahí, se han venido generando
asociaciones ciudadanas con diferentes finalidades, como de salud, educación,
economía, medioambiente, defensa de los consumidores y educación vial, entre
otros. Estas agrupaciones tienen un potencial ético y político, para hacer frente a
diversos problemas de nuestra sociedad. Su creciente número muestra que los ciuda-
danos también quieren asumir la responsabilidad de sus vidas, sobre todo cuando
el Estado no llega o no atiende las necesidades de todos. Así, las comunidades y sus
espacios deliberativos son las condiciones para generar las virtudes cívicas, necesa-
rias para la convivencia social.
Sin embargo, esto no agota la discusión, pues ¿dónde quedan las pasiones en
este orden de virtudes?, ¿cuál es el lugar de la empatía en las virtudes?, ¿en función
de qué debemos pensar la importancia de las virtudes?, ¿para contraponerlas a los
valores de la globalización, para enfrentar la corrupción o para que expresen nues-
tras visiones antropológicas?
b) La mirada política de la ética cívica. Entiendo la política en sentido aren-
dtiano, es decir, como la acción y el discurso en la esfera pública (1997). Por eso,
considero que hay condiciones políticas que influyen en la generación y afirmación
de la ética cívica y que tiene que ver con la participación ciudadana en el espacio
público. Dicho en términos negativos, la tarea de pensar y realizar la ética cívica no
se puede dejar solo a cargo del Estado, pues el paternalismo seguiría generando vasa-
llos o súbditos, manteniendo una sociedad de privilegios. Al respecto, asumimos
plenamente lo que sostiene Cortina:
Puede decirse, pues, que el estado paternalista ha generado un ciudadano depen-
diente, “criticón” —que no “crítico”—, pasivo, apático y mediocre; alejado de todo
La ciudadanía y lo político 93

pensamiento de libre iniciativa, responsabilidad o empresa creadora. Un ciuda-


dano que no se siente protagonista de su propia vida política, ni tampoco de su
vida moral, cuando lo que exige un verdadero estado de justicia es que los ciudada-
nos se sepan artífices de su propia vida personal y social. (2000: 33)

Así, en términos prácticos, la ética cívica es una forma de empoderamiento del


ciudadano, que busca ejercer sus derechos ante un sistema que se sostiene en privi-
legios y marginaciones sistemáticas. Este ciudadano autónomo no surge espontá-
neamente, sino requiere de condiciones sociales y culturales que lo posibiliten. Y
en ello, la educación y la filosofía juegan su función importante. En todo caso, una
preocupación teórica debiera ser ¿cómo generar esos sujetos autónomos?, ¿cuál es
el papel de la filosofía y la ética en esa finalidad? No asumo que la responsabilidad
exclusiva sea de la ética, aunque sí pienso que la filosofía debiera asumir su parte en
ese reto, sin caer en la ilusión que ella debe ofrecer la salida.
La ética cívica no debe renunciar a la mirada crítica, para no estar al servicio de
los nuevos grupos que buscan acceder al poder y servirse de los mismos mecanismos
corruptos tradicionales, como pasó con el expresidente Toledo, quien de liderar una
lucha contra la corrupción fujimorista hoy es acusado de haberse servido del mismo
poder corrupto. Desmantelarlos quizá sea afectar la estructura del propio Estado,
que ni los propios independentistas hicieron, pues al final repitieron los vicios del
poder colonial. Así, la pregunta que surge es: ¿qué Estado sería ese que rompa dichas
estructuras corruptas? Ni los llamados Estados socialistas o comunistas pudieron
vencer este flagelo social en otros países, salvo que se piense en la solución anar-
quista, que en las condiciones actuales no tenemos evidencia de su éxito ante la
corrupción política, a no ser que se piense en la eliminación misma de la política, lo
que en términos de Arendt sería renunciar al ejercicio de la palabra y al encuentro
con el otro diferente, es decir, sería la justificación de la violencia.
Además, la mirada política de la ética cívica debe incluir asuntos como el empo-
deramiento de las asociaciones ciudadanas, la autorregulación del orden social,
mayor presencia en los medios, la generación de una consciencia cívica en los ciuda-
danos. Como ética se trata de apostar por la formación y el debate en torno a los
problemas éticos centrales en la sociedad, para dejar de naturalizarlos y buscar alter-
nativas. Como política, se trata de animar a los ciudadanos a asumir sus respon-
sabilidades. No está de más recordar que la ética cívica no es tarea exclusiva de los
filósofos, pues se aleja del modelo platónico del filósofo-rey, sino apuesta por un
encuentro interdisciplinario e intercultural, para buscar salidas a los problemas que
nos competen a todos.
Joan Lara Amat y León (ed.)
LA CIUDADANÍA Y LO POLÍTICO. CIUDADANÍA Y CRISIS DE LA DEMOCRACIA
LIBERAL EN UN MUNDO EN TRANSFORMACIÓN

Lima: ONPE, Facultad de Letras y Ciencias Humanas y Escuela de Ciencia Política de la


Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1ra. edición, 2020

276 págs.

Participación Ciudadana/ Participación Política/ Ciudadanía/ Democracia/ Globalización

La ciudadanía y lo político. Ciudadanía y crisis de la democracia liberal en un mundo en


transformación
Oficina Nacional de Procesos Electorales
© 

Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE)


Gerencia de Información y Educación Electoral
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Equipo de Investigación Demos. Sección de Filosofía Práctica, Facultad de Letras y Ciencias Humanas
y Escuela de Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM)
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Teléfono: (51) 997 405 691
[email protected]
demos-unmsm.blogspot.com

Cuidado de la edición: Cristhian Jaramillo Huaman


Diagramación y carátula: Doris Isabel García Núñez
Corrección de estilo: Grafos & Maquinaciones SAC

1ra. edición: Lima, febrero de 2020


Tiraje: 500 ejemplares

Todos los derechos reservados

ISBN: 978-9972-695-82-7
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2020-02079

Tarea Asociación Gráfica Educativa


Pasaje María Auxiliadora 156 - 164 Breña.

El contenido de los textos son responsabilidad de los autores y no representan ninguna postura
institucional.
Tabla de contenido
Presentación ....................................................................................................................................13

A modo de introducción: tiempos de recuperación de lo político


para la ciudadanía.
Joan Lara Amat y León ...................................................................................................................15

PARTE 1: PENSAR LO POLÍTICO

Tres modelos sociales en el mismo territorio.


Carlos Amat y León Chávez......................................................................................................21

El peso del aire: la coerción estructural en tiempos de crisis hegemónica.


Gregory Pek Bardales Pereyra...................................................................................................28

“On English bullshit” (o en todas partes cuecen habas).


Víctor Méndez Baiges................................................................................................................36

Justicia social, poder y reconocimiento en la crítica del capitalismo.


Willian Hernández Hurtado....................................................................................................45

La crítica a la justificación liberal del Estado en Axel Honneth.


Miguel Ángel Nación Pantigoso................................................................................................51

La razón pública en el ejercicio de la libertad de conciencia.


Marc-Abraham Puig Hernández.............................................................................................56

Locke: tolerancia y filosofía moral.


Arturo Lucas Cabello..................................................................................................................63

PARTE 2: PENSAR LA CIUDADANÍA

Entre siervos y ciudadanos: transformaciones de la ciudadanía contemporánea.


Joan Lara Amat y León..............................................................................................................73

Ciudadanía global y ansiedad posfordista.


Nemrod Carrasco Nicola............................................................................................................80
Corrupción política y ética cívica.
Miguel Ángel Polo Santillán.....................................................................................................85

El caso Lava Jato ¿oportunidad para construir ciudadanía?.


Jaime Villanueva Barreto...........................................................................................................94

Apuesta por el modelo intercultural y comunitario frente a la fragmentación


identitaria de las sociedades actuales.
Joan Antón Mellón & Elisenda Antón Carbonell...............................................................101

La crisis de la ciudadanía en el espacio público urbano.


Karen Sayuri Susuki Ríos........................................................................................................108

La ciudadania comunal aymara: una introducción.


Antonio Peña Jumpa.................................................................................................................114

Ciudadanía y donación de sangre. Un debate entre lo público y lo privado.


Pol Cuadros Aguilera................................................................................................................123

PARTE 3: PENSAR LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA LIBERAL

Los desafíos de la comunicación ciudadana o democratizadora


en sociedades neoliberales en transformación.
Franklin Cornejo Urbina.........................................................................................................131

Crisis de la democracia liberal y de la representación política de la ciudadanía


en el Perú: los rostros del financiamiento privado ilegal de los partidos
políticos en el marco del caso Odebrecht.
Rosa Isabel Sánchez Benites.....................................................................................................138

El afianzamiento pluralista de la democracia.


Norbert Bilbeny.........................................................................................................................148

“Políticas del desconcierto” y redefinición democrática. Una síntesis macrofilosófica.


Gonçal Mayos Solsona..............................................................................................................156

Cuarto poder y democracia.


Héctor Silveira Gorski...............................................................................................................163

Corrupción, ética pública y democracia quebrantada.


Francisco Miró Quesada Rada................................................................................................170
¿Afecta la “forma de gobierno” el funcionamiento de la democracia
representativa? Algunas reflexiones a partir del caso peruano.
Gerson Julcarima Álvarez........................................................................................................179

Nuevos escenarios políticos en América Latina. Un estudio comparativo de las


transiciones democráticas y su devenir en Perú y México 2000-2018.
Edson Villantoy Gómez............................................................................................................187

La democracia en cuestión: ¿un modelo agotado?


Ricardo Velázquez Ramírez....................................................................................................196

Limitaciones y soluciones: Marketing político digital en Perú.


Lesly Katerine Hernandez Huaman.....................................................................................207

Conflicto y violencia electoral en Condorcanqui-Amazonas. Elecciones


Municipales Provinciales 2014.
Marté Sánchez Villagómez .....................................................................................................213

PARTE 4: PENSAR UN MUNDO EN TRANSFORMACIÓN

La deriva de un modelo o el fin de un mundo: breve análisis de economía


política internacional del mundo en el cual nos ha tocado vivir.
Henry Jishar Velarde García....................................................................................................225

Políticas de cuidados en el marco europeo neoliberal: de la crisis de los cuidados


a las cadenas globales de los cuidados.
Tomeu Sales Gelabert...............................................................................................................232

La gobernanza global en una encrucijada: ¿hacia un nuevo orden mundial?


Francesco Petrone.......................................................................................................................239

Conclusiones para seguir pensando lo político.


Joan Lara Amat y León..................................................................................................................247

Bibliografía.......................................................................................................................................249

Nota sobre los autores....................................................................................................................267

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