441 PB
441 PB
441 PB
GÉNERO, CIENCIA
Y CONOCIMIENTO
Esmeralda Broullón
(Ed.)
UNIVERSIDAD DE MURCIA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
Daimon. Revista Internacional de Filosofía
Suplemento 6 (2017)
Alfonso García Marqués (Universidad de Murcia), Manuel Liz Gutiérrez (Universidad de La Laguna), María Teresa López
de la Vieja de la Torre (Universidad de Salamanca), Claudia Mársico (Universidad de Buenos Aires), José Luis Moreno
Pestaña (Universidad de Cádiz), Eugenio Moya Cantero (Universidad de Murcia), Diana Pérez (Universidad de Buenos
Aires), Jacinto Rivera de Rosales Chacón (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid), Antonio Rivera
García (Universidad Complutense de Madrid), Salvador Rubio Marco (Universidad de Murcia).
Florencia Dora Abadi (Universidad de Buenos Aires y CONICET), Atocha Aliseda Llera (Universidad Nacional Autónoma de
México), Mauricio Amar Díaz (Universidad de Chile), Diego Fernando Barragán Giraldo (Universidad de La Salle, Bogotá),
Eduardo Bello Reguera (†), Noelia Billi (Universidad de Buenos Aires), Germán Cano Cuenca (España), Cinta Canterla
González (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla), Fernando Cardona Suárez (Colombia), Adelino Cardoso (Universidade
Nova de Lisboa), Salvador Cayuela Sánchez (Universidad de Murcia), Luz Gloria Cárdenas Mejía (Universidad de Antioquia,
Medellín), Pablo Chiuminatto (Chile), Jesús Conill Sancho (Universidad de Valencia), Adela Cortina Orts (Universidad de
Valencia), Kamal Cumsille (Universidad de Chile), Juan José Escobar López (Colombia), Ángel Manuel Faerna García-Bermejo
(Universidad de Castilla-La Mancha), Hernán Fair (Universidad Nacional de Quilmes y CONICET), María José Frápolli
Sanz (Universidad de Granada), Àngela Lorena Fuster (Universidad de Barcelona), Domingo García Marzá (Universitat
Jaume I, Castellón), Mariano Gaudio (Universidad de Buenos Aires), Juan Carlos González González (Universidad Autónoma
del Estado de Morelos, México), María Antonia González Valerio (Universidad Nacional Autónoma de México), María José
Guerra Palmero (Universidad de La Laguna), Valeriano Iranzo Garcia (Universidad de Valencia), Rodrigo Karmy Bolton
(Universidad de Chile), Elena Laurenzi (Università del Salento y Universidad de Barcelona), Juan Carlos León Sánchez
(Universidad de Murcia), Gerardo López Sastre (Universidad de Castilla-La Mancha), José Lorite Mena (Universidad de
Murcia), Alfredo Marcos Martínez (Universidad de Valladolid), António Pedro Mesquita (Universidade de Lisboa), Marina
Mestre Zaragoza (ENS de Lyon), Javier Moscoso Sarabia (Instituto de Filosofía, CCHS-CSIC, Madrid), Paula Cristina Mira
Bohórquez (Universiad de Antioquia, Medellín), Jose María Nieva (Universidad Nacional de Tucumán), Laura Nuño de la
Rosa (KLI, Austria), Patricio Peñalver Gómez (Universidad de Murcia), Angelo Pellegrini (Italia), Francisca Pérez Carreño
(Universidad de Murcia), Manuel de Pinedo García (Universidad de Granada), Miguel Ángel Polo Santillán (Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, Lima), Hilda María Rangel Vázquez (Universidad Pontificia de México), Concha Roldán
Panadero (Instituto de Filosofía del CSIC, Madrid), Adriana Rodriguez Barraza (Universidad Veracruzana, México), Miguel
Ruiz Stull (Chile), Vicente Sanfélix Vidarte (Universidad de Valencia), Merio Scattola (Università degli Studi di Padova),
Francisco Vázquez García (Universidad de Cádiz), José Luis Villacañas Berlanga (Universidad Complutense de Madrid).
© Daimon. Revista Internacional de Filosofía, de todos los trabajos. Para su uso impreso o reproducción del material publicado en
esta revista se deberá solicitar autorización a la Dirección de la revista. Esta no se hace responsable de las opiniones vertidas por los
autores de los trabajos que en ella se publican.
Administración: Daimon es una revista cuatrimestral, editada y distribuida por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Murcia. Apartado 4021. 30080 Murcia (España). Tfno.: 868883012. Fax: 868883414.
Artículos
Las grandes crisis de la historia: una óptica de género. Teresa Pérez del Río............... 9
Nota crítica
Reseñas
MUÑOZ PÁEZ, Adela, Sabias. La otra cara de la ciencia, Barcelona, Debate, 2017
(por A. Daza)............................................................................................................. 153
Presentación:
Género, Ciencia y Conocimiento
* Universidad de Cádiz.
6 María Luisa de la Flor Fernández y Francisca Fuentes Rodríguez
El éxito de este encuentro en cuanto a la cantidad y calidad de las aportaciones nos llevó
a pensar en la posibilidad de su publicación como un número Monográfico de esta revista,
para lo cual se hizo la oportuna “llamada”. Tras un riguroso proceso de selección, de revisión
inter pares, el resultado ha sido el número que se presenta, con los trabajos de Teresa Pérez
del Río, Eulalia Pérez Sedeño, Alicia Puleo, María Jesús Santesmases, Valentín Galván,
Silvia Gil, Sonia Reverte Bañón, Juana María Gil Ruíz y Alejandro Foncubierta, a los que se
añade la nota crítica de Jesús García de la Blanca y las reseñas de Rosalía Romero respecto
de la obra de Ana de Miguel y de Aure Daza respecto de la obra de Adela Muñoz Páez.
Nuestro agradecimiento a todas estas personas por su valiosa contribución al desarrollo
de las ciencias como medio de poner de manifiesto y superar las desigualdades de género.
Nuestro agradecimiento asimismo al Instituto de la Mujer por la financiación que hizo posi-
ble la celebración del Congreso en el que convergieron numerosas voces e inquietudes desde
diversos ámbitos del conocimiento. Nuestro agradecimiento a la Universidad de Cádiz, por
su clara apuesta por la igualdad de género, y a la Revista Internacional de Filosofía Daimon,
por la divulgación de la presente propuesta. Nuestro agradecimiento, finalmente, a todas
las personas que con su participación en el Congreso nos permitieron conocer y compartir
análisis necesarios para una correcta y completa percepción de la realidad desde una pers-
pectiva de género.
Resumen: Cuando se estudia la sociedad contem- Abstract: When studying modern society it
poránea debe estudiarse el papel de las mujeres en becomes also necessary to study women’s role in
el desarrollo histórico y también analizar cómo the development of History and to analyze how
han afectado a las mismas los distintos hitos del the different milestones of historical development
devenir histórico, pues nunca en la historia muje- have affected them, because women and men
res y hombres han estado en la misma posición have never been in the same social position in
social. Se ha afirmado reiteradamente que “la History. It is true that “Poverty has a woman’s
pobreza tiene rostro de mujer”. Y, efectivamente, face”. Indeed, in every crisis, women have been
en toda crisis las mujeres se han visto especial- especially affected in a singularly repeated way,
mente afectadas de una manera singular reiterada, except, of course, by the the patriarchal system
salvo, claro está, en la crisis del sistema patriar- crisis that provoked the feminist movement:
cal que provocó el movimiento feminista, que many researchers have described it as the true
muchos investigadores han calificado como la revolution of the twentieth century.
verdadera revolución del Siglo XX. Key words: History, knowledge, women, crisis,
Palabras clave: Historia, conocimiento, mujeres, gender.
crisis, género.
Si hay algún término utilizado hasta la saciedad en los últimos años y en todos los medios
de comunicación, este sin duda es el término crisis. Se habla de crisis financiera y econó-
mica, institucional y democrática, de principios y valores, y finalmente de crisis sistémica,
es decir, del sistema capitalista.
Han existido otras situaciones de crisis en la historia. Se podría decir que las situaciones
de crisis, y no solo las de tipo financiero y económico, son consustanciales a la historia de
la humanidad y no hay que olvidar la razón que tenía quien dijo que El pueblo que olvida
su historia está condenado a repetirla. En mi opinión, la historia no es otra cosa que una
sucesión de situaciones de crisis. Aquí quiero realizar un análisis general de los efectos
que las grandes crisis han producido respecto de las mujeres a lo largo de la historia1. Creo
que será algo más novedoso para algunas personas aunque es obvio que algunas otras ya
conocerán suficientemente el tema.
Para empezar debemos de tener en cuenta a los largo de este trabajo cuatro cuestiones
esenciales.
La primera es que la causa última de casi todas las crisis sucedidas a lo largo de la his-
toria tienen como transfondo la avaricia2: su causa es casi siempre la codicia, la ambición y
el afán de lucro de individuos y/o colectivos poderosos en los diferentes países, sobre todo
de los poderosos en el ámbito financiero: concretamente en las últimas grandes crisis los
bancos, las compañías de seguros, los fondos de inversión, las agencias evaluadoras etc., y
en esos ámbitos la presencia de mujeres es meramente testimonial; salvo alguna excepción,
el ámbito financiero constituye un bastión de poder masculino que toma las decisiones que
después afectarán a toda la población y especialmente a las mujeres.
La segunda cuestión a tener en consideración es que en toda crisis, los mayoritariamente
perdedores son siempre los carentes de poder, los más pobres, y los ganadores son los ricos
y poderosos, es decir, los mismos que las provocan. Y entre los primeros sí que hay mujeres;
se ha afirmado reiteradamente que “la pobreza tiene rostro de mujer”.
La tercera cuestión a recordar es que la historia la han escrito los hombres y los grandes
hitos históricos han estado siempre relacionados con ellos. Aquí se pretende releer la historia
en clave femenina, y la necesidad de hacerlo la sugiere Mary Nash3, fundadora del Centro
de Investigación Histórica de la Mujer en la Universidad de Barcelona. Como señala esta
investigadora, releer la historia en clave femenina no significa sólo rescatar el protagonismo
de las mujeres en el pasado, resaltando exclusivamente aquellas que han pasado a los libros
de historia, lo que no sobra en absoluto porque sistemáticamente la contribución de las
mujeres en momentos centrales de la historia contada hasta el momento, las han ocultado
voluntaria o involuntariamente, sino repensar la dinámica histórica en su conjunto, incluir
en el análisis a la colectividad de las mujeres. Implica que cuando se estudia la sociedad
contemporánea debe estudiarse el papel decisivo de las mujeres en el desarrollo histórico y
también analizar cómo han afectado a las mujeres los distintos hitos del devenir histórico
porque, nunca en la historia, mujeres y hombres han estado en la misma posición social
y por tanto cada suceso histórico las ha afectado de diferente manera y las situaciones de
crisis de cualquier tipo, ideológicas y filosóficas, políticas, financieras y económicas las han
afectado de forma mucho más intensa y perjudicial como se demostrará a continuación y no
sin dificultades, porque no es fácil encontrar datos sobre las mujeres en los libros de historia.
1 B. Anderson y J. Zinsser: Historia de las mujeres: una historia propia (2 vol.), Barcelona, Crítica, 1991.
2 Historia de las relaciones internacionales durante el siglo XX: los inicios del Siglo XX. Recuperado de:
http://www.historiasiglo20.org/ISXX/conflictos.htm
3 J. Merlang y M. Nash: Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Valencia, Alfons
el Magnanim, 1990.
La cuarta cuestión a considerar es que a pesar de que las crisis han afectado a las mujeres
normalmente de forma mucho más desfavorable que a los hombres, a lo largo de la historia
y en todas estas situaciones han existido siempre mujeres que han roto los roles de género
asignados, y otras primero individualidades pioneras y después colectivos de mujeres que,
con la ayuda excepcional de algunos hombres, han luchado contra la injusticia de la situación
económica, social y legal de más de la mitad de la población y a muchas de estas mujeres
esta lucha les ha costado hasta la vida.
góticas llegó a haber hasta el 30% de mujeres4. Si bien la Baja Edad media significó al
principio una mejora en la situación de las mujeres, esta fue empeorando con el tiempo: se
les fueron cerrando las puertas de acceso a los gremios y sólo en el caso de ser viudas de
un maestro o tener un hijo mayor que se hiciera cargo del negocio se les permitía continuar
con él. A finales del siglo XV y dada la creciente crisis económica, las mujeres fueron
expulsadas de los gremios y se hizo todo lo posible para impedir que siguieran trabajando.
La Edad Moderna comienza, según los historiadores, con el Renacimiento5. Este ha sido
descrito como el movimiento que dio fin a la época medieval y que anunció el comienzo
de la era moderna y sin duda se trata de una situación de crisis en el significado que aquí
estamos utilizando: cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o
una situación.
Sus causas son muchas, todas profundamente interconectadas y los expertos en la
actualidad debaten la importancia relativa de cada una de ellas. Su nacimiento se suele
situar a mediados del siglo XIV, y Florencia ha sido identificada como la ciudad de ori-
gen del movimiento Renacentista, pero algunos historiadores amplían su zona de origen
a toda Italia. Entre las múltiples causas del Renacimiento se encuentra la creación de la
imprenta; era generalizado en toda Europa, al menos entre los intelectuales, el interés por
hacer revivir los textos clásicos olvidados durante parte de la Edad Media, y fue el invento
de la imprenta el que permitió a estas obras su reproducción en masa, es decir, llegar a
un público mucho más amplio, al que los antiguos métodos de reproducción literaria
(mediante transcripción) no habrían logrado nunca. Pero no olvidemos que las mujeres
no tenían derecho a la educación y en su mayoría eran analfabetas por lo que no tuvieron
acceso a los libros como fuente de conocimiento.
Así mismo, se incluye entre las causas del Renacimiento el hecho de que las clases
mercantiles de la región italiana, incrementaron notablemente su riqueza debido al inter-
cambio comercial en las rutas marítimas. Los ingresos producidos por el comercio fueron
aumentando a medida que avanzaba el movimiento renacentista y los comerciantes, al
igual que los príncipes mecenas, (como los Medici, Borgia, Gonzaga, Sforza, etc.) comen-
zaron a patrocinar a los artistas6. Las mujeres en general no estuvieron representadas entre
los mecenas posiblemente por carecer de la independencia y los recursos suficientes para
hacerlo. Una notable excepción fueron Beatriz e Isabel d’Este, de la ciudad de Ferrara,
dos de las pocas mujeres adineradas, poderosas independientes y lo suficientemente inte-
ligentes como para convertirse en mecenas del arte renacentista.
Entre los pintores del Renacimiento tampoco podemos contar con muchas mujeres
salvo notables excepciones, como Sofonisba de Anguissola, Artemisa Gentileschi y
Elisabetta Sirani en Italia, Levina Teerlinc y Clara Peeters en los Países Bajos, Caterina
4 http://www.uned.es/dptohdi/museovirtualhistoriamasoneria/12mujer_y_masoneria/Mujer%20en%20M%20
operativa.htm
5 P. Burke: El sentido del pasado en el Renacimiento, Madrid, Akal, Colección Universitaria, 2016.
6 La Riqueza y el Comercio en el Renacimiento Italiano. Ciudades Renacentistas. Recuperado de: http://historia-
ybiografias.com/riqueza/
van Hemessen en Suiza7. En el campo de la escultura –en España– Luisa Ignacia Roldán
Villavicencio (Sevilla 1652-1706), conocida popularmente como La Roldana, que fue la
primera escultora española registrada, considerada una de las principales figuras de la
escultura del Barroco.
Por lo que se refiere a la literatura, la situación es diferente. M. Serrano y Sanz, en
su obra Apuntes para una Biblioteca de escritoras españolas, desde el año 1401 al 1833
menciona aproximadamente unos quinientos nombres de autoras en el siglo de oro, es
decir, el período entre 1500 y 1700. Anteriormente el número de escritoras españolas había
sido verdaderamente escaso8. Es de reconocer que las nuevas pautas, introducidas en el
siglo XVI a partir del humanismo cristiano propugnado por Erasmo de Rotterdam, bastante
misógino por cierto que afirmó La Mujer es, reconozcámoslo, un animal inepto i estúpido,
aunque agradable i gracioso9, aunque también se manifestó favorable a su educación,
repercutieron favorablemente en algunas mujeres que se refugiaron en los conventos para
poder dedicarse al estudio y la escritura, pero también pueden encontrarse excepcionales
mujeres humanistas, cultas e independientes, como las artistas referidas anteriormente,
y otras muchas a lo largo de Europa, incluida España, que posiblemente contaron con
medios suficientes para su supervivencia porque en caso contrario no hubieran podido ser
calificadas de “independientes”.
También se pueden encontrar en esa época mujeres humanistas con niveles elevadísimos
de formación como Beatriz Galindo, La Latina a la que apoyó enormemente Isabel la Cató-
lica, que la contrató como su profesora de latín y de los infantes; esta labor se mantuvo en
tiempos de Carlos I, cuya propia hija, Juana de Portugal, fue mujer de gran cultura, mecenas
de artistas, coleccionistas y fundadora del riquísimo convento madrileño de las Descalzas
Reales. Juliana Morell (1594-1653) es una de las mujeres más importantes del humanismo.
Tuvo la suerte de tener un padre dispuesto a facilitarle el acceso al saber a pesar de haber
nacido mujer. Su formación dio sus frutos, con tan solo 4 años ya sabía leer y escribir; con
7 años conocía el griego, el latín y el hebreo y otras lenguas como el francés o el italiano
hasta completar la lista de doce; a los diecisiete conocía catorce idiomas distintos.
Así pues, el Renacimiento supone un periodo de profundas transformaciones que
van a constituir las bases del mundo contemporáneo: sin embargo, el descubrimiento de
América, el encuentro de diferentes culturas, el aumento del poder del estado, la pérdida
de poder de la Iglesia y la aparición de nuevos valores basados en el humanismo y en la
ciencia experimental, fueron cambios que no afectaron positivamente a generalidad de
las mujeres, se podría afirmar que casi todo lo contrario, afectaron negativamente la vida
de la mayoría de éstas10. Las funciones de las mujeres siguen dominadas por los roles de
género. El ámbito de actuación femenino es el doméstico y en una situación de dependen-
cia absoluta e inferioridad legal11. Autores como Fray Luis de León, en su obra “La Perfecta
Casada” anima a la mujer a leer, pero solo ciertos libros como La Biblia, Cicerón o Séneca,
etc., y por el contrario la disuade de adentrarse en otro tipo de Literatura que la lleve “fuera
del buen camino”; Luis Vives sigue la misma tónica y desaconseja a la mujer leer libros de
caballería, siguiendo los cánones establecidos por Tomás de Aquino.
Su situación laboral fue agravada; se las excluyó de las profesiones que venían realizando
y se las recluyó cada vez más al ámbito familiar. A pesar de que las manufacturas artesanales
a domicilio también les estaban asignadas, por ejemplo estaban encargadas de escardar, hilar
y tejer la ropa de la familia, las mujeres participaron en escaso número en la producción
industrial de esos mismos productos en las ciudades. Como única excepción sobre todo en
los Países Bajos, a partir de los siglos XVII y XVIII se ampliaron los trabajos de encajes y
bordados; las empresas encargadas de elaborarlos quedaron en manos femeninas debido a
la posibilidad de realizarlas en el propio hogar.
En el ámbito rural la mano de obra campesina estaba muy feminizada; las labores agrí-
colas les eran asignadas como rol de género y sus condiciones de vida de las mujeres no
variaron desde la Edad Media: todo el peso del trabajo en la casa recaía sobre ellas desde la
mañana hasta la noche y debían participar, además, en las tareas agrícolas y trabajar como
temporeras en épocas de vendimia, aunque su salario era siempre inferior al del hombre.
Respecto de su posición legal, la burguesía ciudadana terminó apartando a las mujeres de la
herencia, que pasó a transmitirse únicamente por vía masculina y primogénita.
A pesar de todo, una minoría de mujeres, las más cultas e independientes, siguen luchando
por la igualdad. En el Siglo XVII comienzan a funcionar en Francia los denominados Salo-
nes, considerados como espacio público capaz de generar nuevas normas y valores sociales.
En estos salones, las mujeres tenían una notable presencia y protagonizaron el movimiento
literario y social conocido como preciosismo. Las preciosas, que declararon preferir la aris-
tocracia del espíritu a la de la sangre, revitalizaron la lengua francesa e impusieron nuevos
estilos amorosos; establecieron sus normativas en un terreno en el que las mujeres rara vez
habían decidido.
En definitiva, el Renacimiento supuso un “renacer” primero ideológico y después artís-
tico casi exclusivamente para los varones, que ven mejoradas en esa época sus posibilidades
educativas y laborales. Para las mujeres esta crisis supuso todo lo contrario: en su mayoría
no pudieron acceder a la educación humanista y los nuevos estados, centralistas y unifor-
madores, dictaron leyes que restringieron aún más sus posibilidades de autosuficiencia y
de empoderamiento. La posición de inferioridad jurídica y económica de las mujeres en
la sociedad del Antiguo Régimen, tanto en la edad Media como en la Moderna, se veía
gravemente empeorada por las situaciones de escasez de subsistencias, es decir, por las
situaciones de crisis económica. Eran las principales afectadas en periodos de hambruna,
de un lado porque eran las encargadas de alimentar a sus familias y de otro porque les era
vetado el acceso a medios de autosubsistencia, puesto que eran expulsadas de los escasos
trabajos a los que tenían acceso que se suponía debían de ser desempeñados por hombres
“ganadores del pan”.
Como es sabido el siglo XIX es el siglo de las revoluciones y por tanto de las crisis. El
sistema económico cambia de forma absoluta con la Revolución Industrial que da comienzo
en Gran Bretaña y se va expandiendo por los Países Bajos primero, y más tarde por áreas
de Alemania, el norte de Francia, para saltar también a Estados Unidos, dando lugar al sis-
tema industrial capitalista al que acompaña un sistema político basado en el liberalismo. Es
decir, se monta un sistema político-ideológico al servicio de este nuevo sistema económico
y productivo. El poder cambia de manos y pasa de los señores feudales y los terratenientes
a ser ostentado por el empresariado industrial, y los bancos.
En este supuestamente nuevo sistema, siguen siendo los mismos los que pagan las con-
secuencias de las crisis. Los efectos de las sucesivas crisis económicas que se comienzan
a producir en este periodo siguen siendo demoledores para buena parte de la población,
efectos que son agravados en el XIX por la existencia de un Estado no intervencionista, que
como hemos dicho está al servicio del sistema económico capitalista, organizado intelectual
y políticamente por el pensamiento económico y político liberal, que propugna la libertad
del individuo en todos los órdenes. Bajo el lema laissez faire, laissez passer, esto es, dejad
hacer, dejad pasar, se garantiza la absoluta libertad de actuación de los poderes económi-
cos, que resulta ser la mejor forma de garantizar el triunfo de la ley de la selva, es decir,
la ley del más fuerte y poderoso económica y socialmente. El sistema imposibilita, incluso
constitucionalmente, la intervención en la protección de los más débiles. Desde estas Cons-
tituciones denominadas liberales como la española de 181213 no es admisible una legislación
que proteja los derechos sociales, el Estado no debe intervenir en el mercado. La ley que
rige el mercado, incluido en el mercado de trabajo, determinando la posición social de cada
persona es la ley del mercado: la ley de la oferta y la demanda.
¿Cómo afecta a las mujeres esta situación de crisis económica y política? Pues afecta de
forma esencial y muy perjudicial. El proceso de industrialización, que desmantela el sistema
de producción artesanal encargado a las mujeres y a realizar en su domicilio, lanzó a las
mujeres a las fábricas, sobre todo textiles14 provocando una situación de exceso de mano de
obra que determinó la existencia de un espeluznante nivel de explotación de las denomina-
das “medias fuerzas”: mujeres y niños pasaron a constituir una buena parte de la mano de
obra de la época. En el año 1839, la mitad de la clase obrera británica estaba constituida
por mujeres y se calcula que trabajaba el 28% de la población comprendida entre los 10 y
15 años. Los salarios eran muy bajos y satisfacían a duras penas las necesidades básicas de
los trabajadores. El trabajo infantil estaba mucho peor remunerado, lo mismo que el de las
mujeres, que percibían alrededor de la mitad del salario de los hombres15. Jornadas agota-
doras de 16 horas, despido libre, falta de asistencia sanitaria, hacinamiento en los lugares
de trabajo y en las viviendas y ausencia de seguridad laboral constituyeron las condiciones
de vida y trabajo de las medias fuerzas. En el sector de la confección las mujeres se esfor-
zaban del amanecer hasta el anochecer dirigidas por oficiales y patrones que regentaban los
talleres. En definitiva sobrevino la denominada Cuestión Social: las condiciones de vida y
trabajo de las mujeres pusieron en riesgo incluso la posibilidad de sustitución de la mano
de obra debido a los abortos blancos producidos durante el trabajo y la mortandad infantil
llegó a niveles insoportables.
En cuanto a la situación jurídica, el Código Civil Napoleón (1803), que sirvió como
modelo de otros muchos europeos, entre otros el español de 1889, seguían disponiendo que
la mujer casada carecía de autonomía personal pues tanto solo podía trabajar con autoriza-
ción del marido y tanto sus bienes como sus ingresos eran administrados por este.
El siglo XIX contempla el surgimiento del movimiento feminista que desde el principio
tuvo por objetivo conseguir el estatus de ciudadanía de primera clase para las mujeres. Los
13 Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. En Historia Universal: Historia del España. La crisis del Anti-
guo Régimen 1908/1833. Recuperado de: http://www.historiasiglo20.org/HE/9b-2.htm#
14 VVAA: El trabajo de las mujeres a través de la historia, Madrid, Ministerio de Asuntos Sociales. Instituto de la
Mujer, 1992.
15 Entre otras muchas publicaciones sobre la denominada “cuestión social”, véase Montagut, E.: Las condiciones
laborales de los obreros del siglo XIX, 2014. Recuperado de: http://losojosdehipatia.com.es/cultura/historia/
las-condiciones-laborales-de-los-obreros-en-el-siglo-xix/
movimientos feministas del siglo XIX asumieron como objetivo principal pero en absoluto
único, conseguir el sufragio para las mujeres por eso el movimiento se denominó “sufra-
gismo”. La primera convención sobre los derechos de la mujer fue celebrada en Estados Uni-
dos en 1848 en Seneca Falls (Nueva York). Organizada por Lucretia Mott y Elizabeth Cady
Stanton; el resultado de esta Convención fue la publicación de la “Declaración de Seneca
Falls”16, documento basado en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en
el que se denunciaban las restricciones, sobre todo políticas, a las que estaban sometidas las
mujeres: no poder votar, ni presentarse a elecciones, ni ocupar cargos públicos, ni afiliarse
a organizaciones o asistir a reuniones políticas. La Declaración de Seneca Falls17, marca un
hito en la evolución de la democracia porque significa el inicio del movimiento sufragista,
es decir, el derecho de participación en los asuntos públicos de toda la ciudadanía no solo
de una parte de ella inferior a la mitad.
El movimiento sufragista en Europa fue dirigido por las mujeres inglesas, que crearon
una organización propia dentro del partido socialista. La obtención del voto femenino fue
posible tras un siglo de lucha. En Francia e Italia el derecho a sufragio femenino no se con-
siguió hasta 1945. La primera vez que se reconoció en España el sufragio activo y pasivo
femenino fue en la Constitución de 1931 de la Segunda República Española, aunque en las
elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931 que se realizaron por sufragio universal
masculino, a las mujeres se les reconoció el derecho al sufragio pasivo, por lo que pudieron
presentarse como candidatas. Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken resul-
taron elegidas. Clara Campoamor y Carmen de Burgos fueron las líderes del movimiento
sufragista en España y provocaron una seria crisis en el sistema político español; la exigencia
de reconocimiento del derecho de sufragio activo para las mujeres españolas enfrentó a todos
los partidos provocando una enorme crisis política, e incluso las escasas mujeres presentes
en el Parlamento en ese momento se enfrentaron defendiendo posturas contrarias18.
6. Las mujeres europeas en las crisis del siglo XX. Guerras Mundiales y Crac de 1929
Este periodo está marcado por dos Guerras Mundiales y la Gran Crisis de 1929, para-
digma de todas las crisis económicas del XX, cuya afectación a la sociedad en su conjunto
fue brutal y cuyas causas son muy similares a las que han motivado la crisis económica
actual.
En primer lugar quiero dejar claro que las situaciones de conflicto y guerra en ningún
caso son favorables para las mujeres al menos mientras están en curso. Se ha repetido insis-
tentemente que si bien la población civil es a menudo el blanco principal de las hostilidades,
en particular en los conflictos armados no internacionales, las mujeres son en general las
víctimas más fuertemente afectadas. Los tratados de derecho internacional humanitario
contienen disposiciones especiales destinadas a proteger a las mujeres en la guerra, en
particular contra los actos de violencia sexual. También se ha resaltado la situación de la
16 http://www.amnistiacatalunya.org/edu/docs/e-hist-senecafalls-1848.html
17 A. Miyares: (1999), «1848: El Manifiesto de Seneca Falls», Madrid, Revista Leviatán, 1999, nº 75, pp. 135-
158. Véase el Texto en Declaración de Seneca Falls. 1848. Texto completo http://www.mujeresenred.net/spip.
php?article2260
18 C. Campoamor: El voto femenino y yo: Mi pecado mortal, Madrid, Horas y horas, 2006.
mujer en su calidad de madre o de jefe de familia ya que, cuando los hombres están comba-
tiendo, son las mujeres las que garantizan la supervivencia de la familia y de la comunidad,
muchas veces en muy difíciles condiciones de acceso a alimentos y medicinas19. Aunque soy
profundamente antibelicista ha de reconocerse que la Segunda Guerra Mundial significó un
esencial hito en la evolución de la situación de desigualdad de las mujeres.
La Primera Guerra constituye sin duda una situación de profunda crisis, que tuvo un
importante impacto sobre la sociedad europea, en primer lugar y esencial, costó la vida de
10 a 31 millones de personas, entre civiles y militares y desde el punto de vista económico el
más visible fue que acabó con el desempleo. El desvío de millones de hombres del mercado
de trabajo a los campos de batalla, combinado con la elevada demanda de armas y en general
de productos bélicos como camiones de transporte, ambulancias etc., dio como resultado la
oferta de puestos de trabajo para todo el que pudiese trabajar, incluidas las mujeres. Esto
significó un cambio momentáneo en sus roles de género. Al haber tantos hombres luchando
en el frente, las mujeres fueron llamadas a asumir trabajos y responsabilidades de los que
habían sido excluidas anteriormente20. En total 1.345.000 mujeres obtuvieron nuevos traba-
jos o sustituyeron a los hombres durante la guerra solo en Gran Bretaña. Se las contrataba
para trabajos que antes se consideraban más allá de su “capacidad” incluyendo oficios insa-
lubres, nocivos para la salud y peligrosos como deshollinadoras, conductoras de camiones y
autobuses y, sobre todo, obreras fabriles de la industria metalúrgica. En Francia, por primera
vez, 684.000 mujeres trabajaron en las fábricas de armamento; en Gran Bretaña, la cifra
fue de 920.000. En Alemania, en 1918, el 38% de trabajadores de la fábrica de armamentos
Krupp estaba compuesto por mujeres.
La guerra supuso el comienzo del cambio. Las pérdidas humanas, básicamente hombres
y el regreso de gran cantidad de inválidos, obligaron a tolerar la permanencia de un conjunto
importante de mujeres en el mercado laboral. Ante la realidad consumada de su incorpora-
ción al mercado de trabajo y por tanto el comienzo de su independencia, y a través de una
lucha permanente, las mujeres comenzaron a obtener el voto. Señalaban que si eran iguales
para trabajar y luchar, deberían serlo para votar.
Después de la Primera Guerra Mundial en Europa se produce una situación muy conflic-
tiva debida en parte a la destrucción de infraestructura y vivienda producida por la guerra
y los bombardeos, y en parte a unas economías muy endeudadas a causa de la misma,
especialmente la de Alemania. Asimismo Gran Bretaña y Francia son deudoras de Estados
Unidos. Esta situación produce grandes tensiones en Europa que tratarán de solventarse en
1925, en Locarno. Tras los acuerdos logrados en ese momento la economía europea mejora
sustancialmente, iniciándose la senda de la verdadera recuperación y crecimiento. Se inten-
sifica enormemente la producción industrial incentivada por la necesidad de reconstrucción
de Europa.
Pero al tiempo ocurre algo que advierte de una nueva crisis que comienza en el ámbito
agrario. Fueron años de muy buenas cosechas, que lejos de beneficiar a los campesinos les
19 Ch. Lindsey: «Las mujeres y la guerra», Revista Internacional de la Cruz Roja, nº 839, 2000, pp. 561-580.
20 C. Pellini: La Mujer en la Primera Guerra Mundial Efectos Sociales Modelo Social (2014), en http://historia-
ybiografias.com/mujer_guerra/; D. F. Fígares: «Las mujeres y la Primera Guerra Mundial», Revista Esfinge
(2015). Recuperado de: http://www.revistaesfinge.com/culturas/item/1208-las-mujeres-y-la-primera-guerra-
mundial
Ante esta situación, surgen dos fenómenos bien distintos. De un lado, como efecto
positivo, el Estado empieza a cobrar un protagonismo importante, distanciándose así de los
principios del liberalismo económico. Los estados, que hasta entonces habían seguido del
lema de dejar funcionar libremente a la economía sin ningún tipo de control, van a adoptar
un intervencionismo creciente para intentar evitar la repetición de una crisis como esta.
Resurge con fuerza la Social Democracia23 comenzándose a construir el denominado “Estado
del Bienestar”. Pero también se produce un efecto muy negativo: en Europa, debido a la
crisis, van a aparecer con fuerza partidos de corte autoritario que proponen un control total
de la economía por el Estado. Hitler sube al poder en Alemania en 1933 y anteriormente lo
había hecho Mussolini en Italia y posteriormente lo haría Franco en España. El triunfo en las
elecciones de partidos de corte fascista y autoritario condujo a la Segunda Guerra Mundial,
que constituye sin duda una tercera situación de crisis extrema en el siglo XX.
De nuevo, al marchar los hombres a los campos de batalla (65 millones de soldados entre
todos los contendientes) las mujeres tuvieron que hacerse cargo del trabajo productivo en la
retaguardia, aunque también hubo muchas mujeres en primera línea de combate básicamente
ocupadas en servicios sanitarios y de resistencia24. Todas las industrias, incluidas la de arma-
mento, tuvieron que recurrir a las mujeres para mantener la producción; 430.000 mujeres
francesas y 800.000 británicas pasaron de ser doncellas y amas de casa a obreras asalariadas.
Las estructuras sociales comenzaron a cambiar. Las modas impusieron faldas y cabellos más
cortos, que permitían una mayor libertad de movimiento a las mujeres, empezaron a crearse
guarderías para los hijos de las trabajadoras y comenzó a admitirse en los sindicatos obreros
la participación femenina, que hasta entonces había sido denegada.
En este caso los efectos fueron más duraderos que en el anterior y toda Europa comenzó
colectivamente a transitar por el camino de la igualdad. La Europa de la posguerra vio cómo
las mujeres se resistían a abandonar sus trabajos para volver a encerrarse en el hogar o a
trabajar en el servicio doméstico. Tras la Segunda Guerra Mundial, en los países capitalistas
la mano de obra femenina representaba un tercio de los trabajadores, mientras que en el
mundo socialista era de un 50%, ya que la Revolución Rusa de 1917 fue la primera en legis-
lar que el salario femenino debía ser igual al masculino: a igual trabajo, igual salario. Las
mujeres de la Unión Soviética se instalaron en todos los sectores de la producción incluidos
los más peligrosos y pesados como el metal y la construcción. También habían participado
en primera línea de combate durante la guerra25.
Por lo que se refiere a la situación legal, en general, hasta la víspera de la Segunda Gue-
rra Mundial, la mujer seguía siendo un individuo absolutamente dependiente sobre todo si
estaba casada: debía solicitar el permiso del marido para ejercer una profesión, no podían
matricularse en una universidad, presentarse a un examen, abrir una cuenta bancaria, solicitar
un pasaporte o un permiso de conducir sin permiso de su marido. Tampoco podía actuar
ante la justicia: para iniciar una acción procesal había de solicitar una autorización especial,
salvo casos excepcionales.
cuidado no remunerados (...). ONU Mujeres insta a los Estados a respetar sus obligaciones
en materia de derechos humanos adoptando un enfoque transformador de la política social
y económica y diseñando políticas de recuperación que promuevan la igualdad de género
y los derechos de las mujeres.
De su parte, el Comité Económico y Social de la UE señalaba ya en el año 200928 que está
claro que las medidas anticrisis y las políticas de recuperación económica deberían tener en
cuenta la distinta posición que ocupan en la sociedad mujeres y hombres, sin embargo, las que
se están adoptando en los diferentes Estados miembros de la UE carecen generalizadamente de
esta óptica. Es decir, son ciegas al género. Las medidas anticrisis consisten en rebajas gene-
ralizadas en la financiación de las políticas sociales, que en algunos países como Grecia, han
producido una catástrofe humanitaria, que se ha agravado por la masiva llegada de personas
refugiadas que huyen de los conflictos bélicos. Los servicios básicos como la sanidad, la edu-
cación, la salud y los servicios sociales, reducen su oferta en un momento en el que las familias
y especialmente las mujeres más los necesitan y además, al constituir sectores que concentran
mano de obra femenina, ello está teniendo efectos negativos sobre el empleo femenino. Nos
están afectando como usuarias y como prestadoras de servicios de cuidado de la vida.
En otras palabras, resulta obvio que las denominadas medidas anticrisis –es decir, aque-
llas que impuestas por los “mercados” que condujeron a una situación de crisis, primero
financiera, después económica y realmente “sistémica”–, tienen como objetivo real terminar
con el Estado de bienestar tan costosamente conseguido a lo largo de los años en Europa en
general y en nuestro país en particular. Y ello afecta muchísimo más perjudicialmente a las
mujeres. El último informe comparativo a nivel mundial, sobre la brecha de género en cuatro
áreas clave: educación, política, trabajo, salud publicado por el Foro Económico Mundial
en 2015, pone de manifiesto que en el único ámbito en el que la situación ha mejorado en
los últimos años es en el de “participación pública”, en todos los restantes ha empeorado.
España puntúa peor en materia de sanidad (ocupa el puesto 87) y en oportunidades laborales
(el puesto 84). En esta última área, el país ha perdido ocho puesto en un año, acrecentando
así las diferencias entre hombres y mujeres. Y además la presencia de las mujeres es y ha
sido meramente testimonial en los centros del poder real, los financieros, es decir, bancos
y fondos de inversión29, lo que significa que no han tenido poder alguno de decisión en la
gestación de la crisis que están sufriendo.
8. Conclusiones
28 SOC 350: “Informe intermedio sobre el Plan de Trabajo para la igualdad entre las mujeres y los hombres”,
Bruselas, Octubre, 2009.
29 A. Kauffman: Mujer, poder y dinero, Madrid, Loquenoexiste, 2015.
Se señala que lo que está pasando en estos momentos en los movimientos feministas
suscita una serie de reflexiones30: en primer lugar, el feminismo está actualmente visible
básicamente en los ámbitos académicos, en la investigación y en el enunciado de los cambios
sociales, pero más escasamente en la opinión pública y sobre todo entre las mujeres jóvenes
que son las que van a ser afectadas en el futuro. Como movimiento social, aparentemente
es poco activo. No podemos decir que no haya mujeres trabajando por el feminismo, rei-
vindicando la igualdad, luchando por ella, pero no se facilita su presencia pública, con el
argumento de que no interesa, que carece de sentido dedicar a un tema marginal dinero que
es más necesario en otros ámbitos. Ciertos sectores de la sociedad, a los que no les interesa
la igualdad, siguen intentando como siempre, aislarlo, ocultarlo, afirmando que el feminismo
es una cosa de mujeres y para mujeres, pero que no merece mucho la pena compartir entre
todos porque lo que ahora interesa es la crisis.
Quiero creer que a pesar de ello, el movimiento por la igualdad es imparable. El proceso
es tan imparable que la mayoría de la opinión pública, al menos la más culta e informada,
ha asumido que se trata de uno de los principales motores actuales del cambio social. Los
cambios logrados para alcanzar la igualdad formal y las acciones positivas para avanzar en
la igualdad real han sido instrumentos de utilidad para la igualdad de la mujer pero también
para el progreso social en general. Este es el camino para que interpretemos adecuadamente
la Declaración Universal de Derechos Humanos, que empieza diciendo: Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Este es el camino para reconocer
el estatus de ciudadanía, es decir, personas libres iguales, autosuficientes, a las que su
comunidad reconoce el derecho a ejercer todas sus capacidades y potencialidades, porque
ser ciudadano o ciudadana no es sólo tener derechos civiles (libertades individuales), ni
sólo derechos políticos (participación en los órganos de gestión de los asuntos públicos, en
la “res pública” que decían los romanos), es también tener derechos sociales (económicos,
culturales y sociales) para poder sentir que todos y todas formamos parte de una comunidad.
Pero no se puede olvidar que en otros momentos históricos la mala situación de la mujer ha
retrocedido a otra aún peor. Y termino como comencé, no se debe olvidar la historia para
evitar tener que repetirla.
Referencias
30 S. Cabo y L. Maldonado: «Los movimientos feministas como motores del cambio social» en, Mujeres en Red.
El periódico feminista, 2005, nº 3. Recuperado de: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article135
Burke, P. (2016): El sentido del pasado en el Renacimiento, Madrid, Akal, Colección Uni-
versitaria.
Cabo Mesonero, S. y Maldonado Román, L. (2005): Los movimientos feministas como
motores del cambio social, Mujeres en Red. El periódico feminista, nº 03. Recuperado de:
http://www.mujeresenred.net/spip.php?article135
Campoamor, C. (2006): El voto femenino y yo: Mi pecado mortal, Madrid, Horas y horas.
Canfora, L. (2004): La Democracia. Historia de una ideología, Barcelona, Crítica.
Castellanos González, E. (2014): Las trementinaires: historia de una transgresión femenina,
Instituto de Investigaciones Feministas, Universidad Complutense de Madrid.
De Miguel, A. (2007): «El feminismo a través de la historia I. Feminismo premoderno»,
Mujeres en Red. El periódico feminista, nº 01.
Recuperado de: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1309
F. Fígares, M.D. (2015): «Las mujeres y la Primera Guerra Mundial», Revista Esfinge
Recuperado de:
http://www.revistaesfinge.com/culturas/item/1208-las-mujeres-y-la-primera-guerra-mundial
González Fonseca, J. (2011): La mujer a través de la historia. Recuperado de:
http://jesusgonzalezfonseca.blogspot.com.es/2011/04/la-mujer-traves-de-la-historia.html
Gordon, L. (2009): Dorothea Lange: A Life Beyond Limits, New York University. Recupe-
rado de: http://www.xatakafoto.com/fotografos/dorothea-lange-la-fotografa-del-pueblo
Iza Goñola de Miguel, F.J. (2011): «Las crisis económicas a lo largo de la historia», Zenba-
kia, nº 591. Recuperado de:
http://www.euskonews.com/0591zbk/gaia59103es.html
Kauffman, A.E. (2015): Mujer, poder y dinero, Madrid, Loquenoexiste.
Lindsey, Ch. (2000): «Las mujeres y la guerra», Revista Internacional de la Cruz Roja.
Recuperado de: https://www.icrc.org/spa/resources/documents/misc/5tdp9q.htm
Martín, J.C. (2013): La Revolución Francesa, Barcelona, Crítica.
Martínez, C. (trad.) (2010): Vindicación de los derechos de las mujeres 1792, Cátedra,
Biblioteca Libre.
Merlang, J. y Nash, M. (1990): Historia y género: las mujeres en la historia moderna y
contemporánea, Valencia, Alfons el Magnanim.
Miyares, A. (1999): «1848: El Manifiesto de Séneca Falls», Revista Leviatan, nº 75, pp.
135-158. Recuperado de: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article2260
Montagut Contreras, E. (2014): Las condiciones laborales de los obreros del siglo XIX,
Recuperado de: http://losojosdehipatia.com.es/cultura/historia/las-condiciones-laborales-
de-los-obreros-en-el-siglo-xix/
Moreau, J. (1977): Rousseau y la fundación de la democracia, Madrid, Espasa-Calpe.
ONU Mujeres (2014): «Informe. La crisis económica mundial y la igualdad de género».
Recuperado de: http://www.unwomen.org/es/digital-library/publications/2014/9/crisis-
paper s/in-focus/poverty
Pellini, C. (2014): La Riqueza y el Comercio en el Renacimiento Italiano Ciudades Rena-
centistas. Recuperado de: http://historiaybiografias.com/riqueza/
Pellini, C. (2014): La Mujer en la Primera Guerra Mundial Efectos Sociales Modelo Social.
http://historiaybiografias.com/mujer_guerra/.
1. Introducción
a los sesgos sexistas de determinadas teorías científicas. Como he señalado en otro lugar
(Pérez Sedeño, 2016) las editoras de este volumen anticiparon los debates y las críticas que
surgirían del acercamiento crítico feminista a la ciencia1.
Como institución social que es, la ciencia (y la tecnología) reproduce y replica las estruc-
turas de poder que hay en ella. Dicho de otro modo, la ciencia y la sociedad se co-producen
y se co-constituyen mutuamente. Lejos de esa neutralidad valorativa afirmada por cierta
filosofía de la ciencia, la política la impregna y, por tanto, el sexo, el género, la raza, la clase
social y otras variables, están en ella, como estructuras de poder que son.
La irrupción de la biotecnología en el panorama de la investigación y la innovación, ha
puesto de relieve nuevos problemas. Y desde el feminismo debemos plantearnos las dimen-
siones de género de la biotecnología, en especial cómo y en qué medida las ideologías e
ideas de género conforman las innovaciones en biotecnología, qué cuestiones o problemas se
plantean (y cuáles no) y cómo la biotecnología afecta o conforma las vidas de las mujeres,
para bien o para mal: es decir, si mejora la vida de las mujeres, si las empodera o si, por el
contrario, las mantiene en los márgenes y las sigue manteniendo como grupo vulnerable.
1 En español, el primer número de una revista dedicado exclusivamente a género y ciencia fue el editado por mí
misma en la Revista Arbor, 1992.
2 Estas reuniones se celebraron en Asilomar, California, desde el año 1973 y (al igual que las directrices emana-
das de otros organismos) pueden entenderse como una propuesta de gestión y regulación de la propia comuni-
dad tecnocientífica (Larrión, 2011).
que en el 2020 habría tratamientos exitosos que repararían los genes mutados. La idea se
basaba en la promesa de que el conocimiento del genoma proporcionaría nuevas perspecti-
vas importantes en la etiología de la enfermedad, lo que posibilitaría una serie de avances
tales como pruebas genéticas, fabricación de fármacos para perfiles genéticos específicos
y el uso de terapia génica para corregir o compensar las mutaciones en el ADN (Collins et
al., 2003). Así, se aceptaba el supuesto de que todas las características de los individuos, y
también las enfermedades, se pueden explicar en términos biológicos, en este caso por la
genética. Y aún más, se suponía una relación lineal entre ADN y rasgos fenotípicos. Este
determinismo biológico reduccionista se manifiesta en el campo médico cuando se concibe
la salud como una propiedad intrínseca y exclusiva del organismo, en vez de una relación de
equilibrio entre los cuerpos humanos y su entorno. La diversidad genética natural presenta
problemas de incompatibilidad o malos ajustes al entorno que el reduccionismo genético
trata exclusivamente como síntomas de enfermedad orgánica, de ‘defectos’, en vez de varia-
ciones socialmente inadecuadas del funcionamiento del cuerpo.
En cierto sentido, las promesas de lo que ofrecería la secuenciación masiva están bien
fundamentadas. Evelyn Fox Keller (2002), aunque bastante reacia con respecto a los méritos
del HGP, argumentaba que lo más valioso de este programa de investigación es que dejaría al
descubierto las incoherencias del determinismo biológico y la veneración casi religiosa que
se tiene por los genes. Parece que tenía razón, pues los científicos revelaron en 2001 que su
análisis del mapa genético humano, completado ocho meses antes, había expuesto notables
defectos en el conocimiento anterior. Al examinar el genoma humano, en vez de los previstos
100.000 o 150.000 genes, el consorcio público estimó que el genoma humano tenía unos
31.000 genes y que sus secuencias codificadoras de proteínas equivalían tan sólo al 1,5 %
del ADN total. Ahora sabemos que los 20.500 genes de los humanos (International Human
Genome Sequencing Consortium, 2004) son apenas 5.000 más que los de una mosca de la
fruta (15.016) y unos 5.000 menos que los que tiene la planta herbácea Arabidopsis Thaliana
(25.498), la primera planta de la que se secuenció el genoma. No parecía haber relación con-
sistente entre la complejidad biológica de los diferentes organismos y el volumen de ADN
y de cromosomas en sus genomas (las células de las ranas, por ejemplo tienen mucho más
ADN que las de los seres humanos). Quedaba en entredicho la mencionada relación lineal
entre ADN y rasgos fenotípicos.
Sin embargo, la genética médica sigue adoptando un reduccionismo genético que se
manifiesta en la obsesión por enfermedades “causadas” por defectos en un solo gen. Aunque
no dudamos de que a los científicos les animen fines humanitarios o intelectuales, centrarse
en las enfermedades de un solo gen es bueno para los intereses comerciales, pues se pueden
crear mercados para intervenciones médicas nuevas y más provechosas. Esas intervencio-
nes pueden ser tan intrusivas para el cuerpo humano que provoquen riesgos considerables,
debido a la complejidad del funcionamiento del organismo. Y, sin embargo, popularmente
se nos presenta una etiología de la enfermedad a través de una explicación lineal de los
desórdenes de un solo gen, realzando la posibilidad de que se pueda corregir genéticamente.
Lo cierto es que los desórdenes producidos por un solo gen son una fracción muy
pequeña de todas las enfermedades, aproximadamente el dos por ciento. Algunas de estas
enfermedades, además, afectan a un número muy pequeño de personas. Hay tres tipos de
enfermedades monogénicas: las autosómicas recesivas, las autosómicas dominantes (ambos
tipos transmitidos por los cromosmas no sexuales) y las ligadas al cromosoma X. Unas 200
condiciones hereditarias están registradas como desórdenes autosomáticos dominantes3.
Por ejemplo, la hipercolesterolemia (1 por cada 500 nacidos vivos) la enfermedad de riñón
poliquístico (1:1.000), la retinitis pigmentosa (1:4.000), la esclerosis tuberosa (1:5.800), la
distrofia miotónica (1:8.000) o la enfermedad de Huntingdon (1:10.000). Los desórdenes
recesivos autosómicos son más numerosos (se han identificado unos 900), pero se presentan
con menos frecuencia, con una media de alrededor de 2,5 por cada 1.000 nacidos vivos. La
proporción de los desórdenes vinculados al cromosoma X es mucho menor y su incidencia
menos común que las anteriores debido a que el cromosoma X constituye sólo el cinco por
ciento del genoma total. Éstos incluyen defectos de la visión del color (8:100), o la hemofilia
A (1:5.000 en varones).
En numerosos casos, esas enfermedades resultan ser mucho más complicadas y varia-
bles que lo que implican “desórdenes monogénicos”, e incluso algunos científicos médicos
rechazan dicha noción, pues hay una gran variedad de mutaciones genéticas asociadas a
fenotipos idénticos y una amplia variedad de fenotipos asociados a mutaciones genéticas
idénticas. Los genetistas reconocen que las enfermedades denominadas “multifactoriales”,
como el cáncer, son mucho más numerosas y son el resultado de la interacción de nume-
rosos factores internos y externos; pero el peligro del reduccionismo genético continúa. El
problema es que, en la imaginación popular (y médica) la enfermedad desencadenada por
patógenos externos se reduce a “defectos heredados” susceptibles de intervención correctora
o preventiva. Igual que sucede cuando se centran en los desórdenes de un solo gen, también
aquí es preocupante que deje de prestarse atención a las causas sociales colectivas de la
enfermedad o la discapacidad.
Muchas de estas enfermedades son dolorosas y angustiosas, pueden producir incapacida-
des y deterioros serios, que requieren cuidados médicos frecuentes y que a menudo acortan
terriblemente la vida. Sin embargo, la explicación estándar médica de estas enfermedades
como enfermedades de un solo gen y que, debido a la simplicidad de su etiología, son
objetivo primordial de intervenciones genéticas, tiene sus errores. Un buen ejemplo es la
fibrosis quística4, la más letal y común de las enfermedades recesivas autosomáticas entre
los caucásicos. La fibrosis quística está causada por la mutación de un gen en el cromosoma
siete. Dos tercios de los pacientes con fibrosis quística muestran una mutación que produce
que no se exprese un determinado aminoácido, la felilalanina. Pero, la frecuencia de esta
mutación entre las personas con fibrosis quística varía considerablemente según diferentes
grupos étnicos y poblaciones. Además, se han descubierto otras mutaciones. La imagen se
complica más si vemos que en 1995 se habían identificado unas 100 alteraciones secuencia-
les en el gen CFTR y se habían clasificado como variaciones “benignas” o polimorfismos.
Este es un ejemplo que muestra que una condición heredada se resiste a la reducción genética
simple, pero no es la única. Los síntomas de la hemofilia B, por ejemplo se han asociado
3 En este caso, sólo se necesita una copia mutada del gen para que la persona esté afectada. Basta con que uno
de los dos progenitores padezca la enfermedad y la probabilidad de transmitir el gen mutado a su descendencia
será del 50%.
4 Afecta principalmente a los pulmones, aunque también puede afectar al páncreas, hígado e intestino, provo-
cando la acumulación de moco espeso y pegajoso en estas zonas. Común en niños y adultos jóvenes puede ser
mortal debido a infecciones pulmonares.
con 200 variaciones nucleótidas diferentes, y lo mismo sucede con la talasemia en la que
diferentes variaciones del ADN causan la enfermedad. Los expertos en esta enfermedad
reconocen que no es un solo desorden de hecho, sino un grupo de síntomas clínicos, según
el tipo y número de genes afectados así como según el grado de alteración y que puede ir
de una anemia suave, a una potencialmente fatal. Resumiendo, hay muchos ejemplos de
enfermedades supuestamente provocadas por un solo gen que tienen síntomas variados,
mutaciones distintas, etc.
Por todo lo que hemos visto, está claro por qué ahora muchos genetistas médicos mantie-
nen que no hay enfermedades de un solo gen y que los genes no pueden ejercer su influencia
solos. Y eso resulta aún más claro cuando pasamos de las enfermedades congénitas y consi-
deramos la inmensa mayoría de condiciones médicas que no se ajustan al modelo determi-
nista de “un-gen-un-fenotipo”. Aunque han fallado la mayoría de los intentos por efectuar
asociaciones firmes entre genes y condiciones como el asma, la obesidad, la hipertensión,
la esquizofrenia, y por supuesto con rasgos más borrosos como la agresión, la adición, la
preferencia sexual, la inteligencia y la creatividad, se han correlacionado con éxito algunas
condiciones médicas con genotipos que se considera que aumentan la “susceptibilidad”5 de
las personas a padecerlas. Nos referimos a ciertas enfermedades genéticas como el cáncer de
mama, el cáncer de colon, algunas formas de diabetes tipo dos y la enfermedad de Alzheimer.
Pero en estos casos las mutaciones identificadas dan cuenta de menos del 3% de todos los
casos y se considera que estos casos son causados por la acción combinada con las interac-
ciones de más de un alelo, o “multifactoriales” (causadas por la interacción de genotipos
heredados con factores medioambientales y fisiológicos).
Cuando se considera que las enfermedades con orígenes externos son genéticas, se
medicaliza, de forma efectiva, lo que a menudo son problemas esencialmente sociales,
económicos y medioambientales. El caso del cáncer de mama y lo sucedido en EEUU es
interesante. En 1990, se fundó en San Francisco la Breast Cancer Action (BCA). El grupo
fundador, que en su mayoría tenía cáncer de mama por metástasis, pretendía prevenir el
aumento y reducir el número de casos. En el año 2000 el BCA se unió a otros grupos para
lanzar la campaña “parar el cáncer donde comienza”. Su objetivo fundamental era llamar
la atención sobre las causas medioambientales de dicha enfermedad, como la exposición
a pesticidas. Su lema no es sólo “lo personal es político”, sino también “lo personal es
científico” y “la ciencia es política”. El surgimiento de organizaciones de este tipo ha
desafiado el paradigma científico institucional que mantiene que el origen del cáncer de
mama es una mezcla de herencia genética y de estilos de vida. Según este paradigma, los
factores de riesgo incluyen “antecedentes familiares, sobrepeso, sedentarismo, consumo
de alcohol, fumar tabaco, menarquía precoz, menopausia tardía, no haber tenido hijos o no
haber dado el pecho” (de Michele, 2017: 24). Sin embargo aproximadamente el 70% de
las mujeres que tienen cáncer de mama no presentan ninguno de esos factores de riesgo.
Además, aunque se descubrió que, si se alteran los genes BRCA1 y BRCA2, la proba-
bilidad de desarrollar la enfermedad es muy alta, este tipo de casos sólo supone entre el
cinco y el diez por ciento del total (de Michele, 2017). Por otro lado, y como señala esta
misma autora, es completamente erróneo separar los estilos de vida del contexto social en
que se producen. Por ejemplo, una familia pobre no puede elegir qué comer y se sabe que
la pertenencia a grupos vulnerables (clase social o raza) aumenta el riesgo de exposición
a sustancias tóxicas relacionadas con el cáncer.
En efecto, se ha comprobado que diversos factores ambientales también son riesgos a
tener en cuenta. Los organoclorados, sustancias utilizadas en la elaboración de insectici-
das, tienen una larga vida media en el cuerpo humano (hasta 40 años), especialmente en
el tejido adiposo, suero y leche. Uno de los principales, el DDT, fue prohibido en 1972
(en España en 1977), pero aún se está utilizando en países africanos como Marruecos y
puede volver a entrar en la cadena alimentaria humana a través de comida de origen animal
o del agua. También hay evidencia de incremento de riesgo de cáncer de mama por la
exposición laboral a radiaciones electromagnéticas y lo mismo pasa con mujeres expuestas
a radiaciones ionizantes. Lo mismo sucede con los FTALATOS, una familia de productos
químicos “de los que se producen millones de toneladas en todo el mundo y constituyen
el principal componente de muchos productos ampliamente usados en le trabajo, en la
vida doméstica y en los hospitales” (Valls Llobet, 2017: 19) y con los parabenes, también
muy usados como preservantes en comidas, productos cosméticos y preparaciones farma-
céuticas (Valls Llobet, 2017).
Las estrategias nacionales para luchar contra el cáncer se centran en la detección,
la terapia y el tratamiento médicos, puesto que un enfoque preventivo exigiría cambios
socialmente organizados en la forma de vida y los entornos de trabajo de las personas
e incluso puede que un modelo completamente nuevo de desarrollo económico y social
del que se beneficiarían las personas y las empresas. Eso ha hecho que sistemáticamente
se efectúen campañas “supuestamente preventivas” pero que no lo son, sino que son de
detección, como aquella sobre el cáncer de mama que utilizaba el eslogan “la detección
temprana es la mejor prevención” recomendando el autoexamen regular y la explora-
ción médica. Está claro que un cáncer detectado no se puede prevenir, por lo que se ve
claramente que la intención de estas campañas es un modo de cambiar el propósito y
definición de intervención sanitaria en este área, pasando de la prevención del cáncer a la
prevención de la muerte por cáncer (el eslogan luego pasó a ser “la detección temprana
es tu mejor protección”. Sin embargo, sigue apareciendo el término “prevención” en las
campañas habituales bien de las comunidades autónomas, ayuntamientos, o firmas que
se unen a la lucha contra el cáncer. Hay que señalar también que las mamografías, que
es el mejor instrumento de exploración del cáncer de mama, no son un instrumento de
detección muy sensible.
Los programas de cribado del cáncer de mama siguen en vigor, a pesar de que la
proporción riesgo/beneficio es desfavorable, es decir, causan más daño que beneficio.
Además de la posibilidad de dar falsos positivos –algo que sucede en casi todas las
pruebas médicas– las mamografías pueden detectar cánceres reales pero clínicamente no
significativos, con las consecuencias de tratamientos innecesarios con efectos secundarios
nocivos y la consiguiente angustia (Forcades i Vila, 2017). Y diversos estudios han mos-
trado (Forcades i Vila, 2017) que los duros tratamientos de quimioterapia para canceres
no-hematológicos sólo han servido en el 90 % de los casos para prologar la vida de los
pacientes 3 meses. La causa es que, desde hace 20 años los medicamentos oncológicos
aprobados y comercializados no tienen que demostrar que aumentan la supervivencia, sino
la disminución del volumen del tumor o que no crece. Pero un tumor puede dejar de crecer
y eso no significa que el o la paciente esté mejorando o vaya a vivir más tiempo (Forcades
i Vila, 2017). Por otro lado, el coste de estos programas de cribado, puede detraer fondos
de otras partidas sanitarias.
En primer lugar debe quedar claro de lo anterior que las enormes cantidades de dinero
que se meten en la ciencia genética y el gran interés público y la esperanza de promesas del
proyecto genoma humano es desproporcionado tanto por lo que se refiere a las interven-
ciones terapéuticas que el nuevo conocimiento genético probablemente proporcione como
con respecto a la eliminación de las posibles mutaciones genéticas que puedan tener los
seres humanos. En el primer caso debemos ver más allá de la afirmación extravagante de
que un amplio conocimiento del genoma humano va a tener beneficios clínicos evidentes
y directos. Como ya señalaba Lewontin en el año 1993, los avances más importantes en la
práctica médica del último siglo se han logrado con poca ayuda de la revolución en biología
molecular que supuso el descubrimiento de la estructura del ADN. Esos logros “consisten
en métodos sumamente mejorados para examinar el estado de nuestro interior, de notables
avances en micro aparatos y en modos temáticamente determinados de corregir desequili-
brios químicos y matar invasores bacterianos. Nada de esto depende de un conocimiento
profundo de los procesos celulares y de ningún descubrimiento de la biología molecular. El
cáncer todavía se trata atacando química y físicamente el tejido afectado. Las enfermedades
cardiovasculares se tratan mediante cirugía, cuya base anatómica se retrotrae al siglo XIX,
y mediante la dieta y tratamientos farmacológicos pragmáticos. Los antibióticos se desarro-
llaron originariamente sin la más mínima noción de cómo funcionaban. La diabetes sigue
tratándose con insulina, igual que hace 60 años, a pesar de toda la investigación sobre la
base celular del mal funcionamiento del páncreas” (Lewontin, 1993: 10).
Incluso podríamos ir más allá y considerar, como Lewontin, que la causa última de
la mayoría de la mala salud y sufrimiento del mundo no son ni los genes internos ni los
patógenos externos, sino las desigualdades estructurales y las formas de carencia de poder
que permiten que los patógenos hagan daño. La genética médica, al igual que el desafío
biomédico a la enfermedad infecciosa que la precedió, confunde esencialmente el agente
o el medio de la enfermedad con su causa y al hacerlo así no ofrece medios creíbles de
reemplazar los agentes fijos de la enfermedad por unos nuevos. El genetista “aísla una
alteración en el denominado gen del cáncer como la causa del cáncer, mientras que la
alteración en el gen puede a su vez haber sido causada por ingesta de algo contaminante,
que a su vez fue producido por proceso industrial, que a su vez fue la consecuencia inevi-
table de invertir dinero al 6%” (Lewontin, 1993: 46). “El amianto y las fibras de algodón
no son las causas del cáncer. Son los agentes de causas sociales, de formaciones sociales
que determinan la naturaleza de nuestras vidas como productores y consumidores, y, en
última instancia, sólo transformando esas fuerzas sociales podremos llegar a la raíz de los
problemas de salud. El desplazamiento de la causalidad de las relaciones sociales hacia
agentes inanimados que, así, parecen tener poder y vida propios, es una de las mayores
mistificaciones de la ciencia y de sus ideologías” (Lewontin, 1993: 41). Dicho de otro
modo, centrarse en esos agentes inanimados, impide ver las auténticas causas - sociales
y de desigualdad muchas veces – y las consecuencias, en especial para las mujeres como
trabajadoras en, y consumidoras de muchos de esos productos.
gobiernos. Y, a menudo, los intereses de las mujeres, los ideales democráticos y feministas se
quedan a un lado a la hora de obtener financiación. Lo hemos visto en los ejemplos anteriores
y queda aún más de manifiesto en los debates sobre la gestación por sustitución6.
La gestación por sustitución consiste en implantar un embrión previamente desarrollado
por fertilización in vitro (FIV) en una mujer a la que se ha contratado para que lleve a tér-
mino el embarazo, renunciando a sus derechos de maternidad y entregándose el bebé a quie-
nes han contratado a la mujer. Los actores implicados son muchos, no solamente la madre
gestante o el vientre de alquiler, sino también los padres que pueden ser de distinto sexo o
del mismo sexo o un solo progenitor, pueden aportar todo el material genético (esperma y
óvulos) o sólo parte y que la otra provenga de alguna otra persona no necesariamente de la
pareja, e incluso de la propia madre de sustitución. Los casos que se han dado son múltiples
en ese sentido. Además intervienen el personal médico, las propias tecnologías y las clínicas
donde se llevan a cabo la implantación de los embriones y también el posterior parto.
La creencia subyacente es que la madre de sustitución no aporta ningún “material gené-
tico” al feto y, por tanto, carece de cualquier relación con él. El determinismo genético gana
una vez más al influjo del medioambiente, a pesar de que el medio en que se desarrolla el
feto es el útero de la madre de sustitución, a través del cual se alimenta y crece. Lo paradó-
jico es que es un hecho científico que las informaciones genéticas que hay en el cigoto no
son suficientes para que alcance la capacidad de existir con vida autónoma, pues el desarrollo
embrionario requiere, obligatoriamente, informaciones operativas exógenas, que, por ahora,
solo la madre puede proporcionar en la especie humana.
Pero, además, las TRA, y la maternidad por sustitución como una de ellas, permiten
ampliar nuestra noción de parentesco y familia y qué personas pueden tener hijos. Dicho
de otro modo, estas tecnologías están cambiando nuestra concepción de la maternidad, de
la paternidad, las enfermedades, la naturaleza del ser humano, etc. Y no son sólo un pro-
cedimiento para ‘atajar’ temporalmente la infertilidad, pues son procedimientos para que
personas fértiles, pero del mismo sexo o sin pareja, puedan tener descendencia, “por lo
que son procedimientos creadores u originadores de maternidades o paternidades” (Pérez
Sedeño y Sánchez Torres, 2014: 238).
La gestación por sustitución es una técnica prohibida en España, lo que hace que se con-
vierta en una empresa privada fuera de nuestro país a la cual acuden determinadas personas,
por supuesto de determinada clase social, elevada, debido a los altos costes (en Estados
Unidos, cuesta entre 100.000 y 150.000 €, aunque podría ser mayor si surge alguna compli-
cación médica; en Kazajistán, el precio es de unos 80.000 €, en Rusia entre 60.000-70.000
€ en Ucrania, unos 50.000 € - aunque en estos dos países no se permite para parejas homo-
sexuales - y en Tailandia, entre 35.000 y 40.000 €). Al no estar permitida en España, no hay
registros oficiales sobre cuántos niños nacen de esta forma, pero basándose en el número
de niños que se registran en los consulados españoles en el extranjero, la Asociación Son
Nuestros Hijos (SNH) estima que son unos 1.000 al año7. Según la ley española, los contratos
6 Siguiendo a Natalia Fernández (2017), utilizamos esa expresión en lugar de las más populares “maternidad
subrogada” o “vientre de alquiler” porque es la que utiliza la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas De
Reproducción Humana Asistida.
7 http://www.rtve.es/noticias/20140801/preguntas-respuestas-sobre-gestacion-subrogada-vientres-alquiler/976260.
shtml (último acceso, mayo de 2017).
de gestación por sustitución son nulos de pleno derecho, correspondiendo la filiación a los
padres biológicos, pero es posible registrar a esos niños como hijos de los padres que han
contratado la maternidad subrogada en determinados casos8. Debido a tal prohibición, han
proliferado los centros en otros países donde se pueden alquilar mujeres - esto es, una fuerza
de trabajo marginalizada y vulnerable económica y tecnológicamente - en las que aplicar
estas sofisticadas tecnologías reproductivas, como en India, Ucrania, USA, Rusia o Canadá.
Y a pesar de la prohibición, en nuestro país existen empresas que ofrecen esta tecnología y
asesoramiento desde el inicio hasta la conclusión, es decir la inscripción de la criatura en
el registro (por ejemplo http://officialgestlife.com/, con oficinas en Madrid, Barcelona y los
países en los que esta práctica es legal). Así pues, esto se ha convertido en una industria
global en el que hay múltiples circuitos de viaje a veces muy complejos.
Los informes y reportajes que aparecen en los medios de comunicación dan cuenta de
las complejas narrativas que hay alrededor de esta práctica y los debates que ha suscitado
recientemente. Por lo general, estos debates están muy polarizados y se centran en si la
globalización del trabajo reproductivo es una explotación de la madre de sustitución o una
oportunidad para ella y también si hay que entender estas narrativas como de altruismo de
género o como empoderamiento de género. Así pues, se presenta un debate ético entre si
esto es un liberalismo reproductivo o una explotación reproductiva (Subramaniam, 2015).
Por un lado, se considera que la gestación por sustitución es una forma tecnológica de
reproducción en la que lo más notable es que no media ni el sexo ni la sexualidad. Además,
los cuerpos de las mujeres se mercantilizan, al contratar sus úteros. Una de las cosas que
hay que tener en cuenta, y que se puede apreciar en los diferentes precios que alcanzan
estas técnicas en los distintos países, es que el valor del útero varía dependiendo del país,
la clase e incluso el nivel educativo de las mujeres (Sama, 2012). Por ejemplo en la web
de la clínica del Centro de Maternidad por Sustitución del Dr. Feskov, ucraniana, pero que
ofrece su información en español, aparece un listado de futuras madres sustitutas, en el que,
además de una fotografía y datos físicos tales como la edad, altura, peso o grupo sanguíneo,
se informa del nivel de estudios o la profesión de la mujer en cuestión9.
También hay que tener en cuenta que en las narrativas de las clínicas, la maternidad
por sustitución no se presenta como un modelo afectivo de maternidad, sino como un pro-
ceso biomédico, en el que la biotecnología toma carta de naturaleza. Así, estas ‘madres de
alquiler’ dan a luz un bebé tras un estricto proceso regulado biomédicamente. Aunque no
siempre es así, pues se sabe de la existencia de granjas de mujeres (por ejemplo en India,
donde existen actualmente más de 2.000) y en las que viven hacinadas como animales cuya
única función es comer y reproducirse10.
8 El BOE publicó “Instrucción de 5 de octubre de 2010, de la Dirección General de los Registros y del Notariado,
sobre régimen registral de la filiación de los nacidos mediante gestación por sustitución” debido al problema
que planteaban los niños nacidos por este procedimiento fuera de España, dado que muchos registros civiles
consulares se negaban a inscribirlos debido a que las madres gestantes habían renunciado a su filiación materna
en virtud de un contrato de gestación por sustitución.
9 http://www.mother-surrogate.com/the-base-of-surrogate-mothers.php
10 http://www.huffingtonpost.es/yolanda-dominguez/la-nueva-forma-de-someter_b_11830088.html http://blogs.
publico.es/puntoyseguido/3743/vientre-de-alquiler-y-mercaderes-de-bebes-en-el-oriente-proximo/
En India, por ejemplo, ha surgido toda una narrativa a favor de esta TRA, por conside-
rarla un nuevo nicho de trabajo para las mujeres, que les permite ganar, en nueve meses,
lo que sus maridos ganan entre cuatro y diez años. En un reportaje de la CNN en español,
de 2013, una mujer, que se identificó como Manjula, de 30 años, y con un hijo y dos hijas,
cuenta que ha gestado a un niño por dinero por segunda vez, pues cobraría unos 8.000 $
por dar a luz ese niño para una pareja canadiense. Ella y su esposo solían ganar menos de
dos dólares al día trabajando en el campo. “La primera vez que vine, construí una casa…
Ahora vine por mi hija. Tengo que educarla y casarla. Quiero enseñar las computadoras
a mis hijas; tengo que educarlas… lograr que (se) casen con un buen chico”11. Como ha
señalado Sharmila Rudrappa (citada en Subranamian, 2015), para algunas mujeres este tipo
de ‘trabajo’ es menos explotador que, por ejemplo, trabajar en la industria textil, donde no
sólo las jornadas de trabajo son largas y extenuante, sino que, además, en muchas ocasiones
sufren violencia y acoso sexual. En cambio, estas ‘madres de alquiler’ obtienen comida,
descanso y cuidados médicos, a los que raras veces pueden acceder.
Pero la maternidad por sustitución también ha recibido muchas críticas. En efecto, se
presenta como un modelo desexualizado y medicalizado en el que el cuerpo de la mujer,
su útero, se convierte en un bien de consumo, se comercializa. Y la medicalización hace
que cambie nuestro concepto de embarazo, pues todo el proceso está sometido a protocolos
estrictos que abarcan desde la alimentación, al ejercicio y los periodos de descanso, casi
siempre según criterios occidentales aunque las madres por sustitución sean de Tailandia o
de India. Y gran parte del dinero, sólo se recibirá si se siguen estos protocolos y se lleva a
buen término el embarazo, tal y como se estipula en el contrato.
Por otro lado, y esto es una cuestión que atañe a todas las tecnologías de reproducción
asistida, los procedimientos son costosos no sólo económicamente sino también física y
psicológicamente. No hay que olvidar que, para implantar un embrión en una mujer, ésta
tiene que seguir unos tratamientos hormonales etc. de los que apenas se saben grandes cosas,
pues es una técnica que no ha seguido los pasos experimentales que siguen otros tratamientos
médicos (Pérez Sedeño y Sánchez Torres, 2014). Psicológicamente también es muy costoso
y puede producir ansiedad. Una mujer que ahora trabaja en una plataforma en contra de la
legalización de los vientres de alquiler (sic) tuvo dos hijos para una pareja homosexual. Ellos
querían un niño y una niña, pero resultó que lo que gestó fueron dos varones. Cuando ella lo
supo le produjo mucha angustia el pensar que quizá no querrían quedarse con los dos niños,
tuvo preclampsia y estuvo a punto de morir12. También hay otras cuestiones implicadas
como por ejemplo cuando el bebé resultante tiene algún problema físico o psíquico (como,
por ejemplo, síndrome de Down). Ha habido casos en los que la mujer ha querido abortar,
pero la firma del contrato previo ha hecho que los “propietarios del vientre de alquiler”
no lo permitieran. También casos en los que, con un bebé con problemas, la gestante ha
querido seguir adelante con el embarazo, pero los “propietarios,” no han querido hacerse
cargo del bebé. Esto tiene una doble lectura: por un lado, a la madre gestante se le priva de
la maternidad y del amor, mientras que se le concede a otros. Por eso, algunas feministas
11 http://cnnespanol.cnn.com/2013/11/04/vientres-de-alquiler-bebes-hechos-en-india/
12 http://www.noalquilesvientres.com/2017/05/07/una-madre-de-alquiler-no-volvere-a-hacerlo-es-comprar-y-
vender-un-nino/
abogan por la regulación, para así proteger los derechos de las madres por sustitución, que
poco o nada tienen que decir en el proceso. Pero el que sea bueno o malo para las mujeres,
depende de en qué mujeres pensamos.
Sin embargo, la explotación de mujeres vulnerables no es el único problema que pre-
sentan los vientres de alquiler. Incluso si las madres gestantes recibieran un trato exquisito,
o si sólo se permitiera esta práctica de forma altruista, persistiría el problema de fondo:
la cosificación y explotación tanto de la madre gestante como del niño, que –siguiendo el
camino abierto por las técnicas de reproducción asistida– se convierte en un producto de
consumo, que se puede encargar cuando se quiera… y devolver cuando la necesidad ya no
exista, o no la satisfaga.
4. Últimas reflexiones
El feminismo no tiene una voz única con respecto al HGP y la maternidad por sustitu-
ción, pero hay un eje común: aboga por un análisis profundo sobre la utilización (actual
y futura) de los descubrimientos y las invenciones, pues pueden modificar la vida de las
mujeres y hacerla más difícil. En especial, el diagnóstico genético prenatal, la medicina
fetal, la anticoncepción y las Tecnologías de Reproducción Asistida –últimamente centrando
la atención en la maternidad por sustitución– que tienen una relación especial con el HGP,
son blanco de críticas por parte del feminismo. En la reproducción humana asistida no están
demarcadas claramente las fronteras entre diagnóstico genético prenatal y “control de calidad
total”. Dicho de otro modo, la medicina preventiva y el control genético que se aplica en
la maternidad por sustitución pone de manifiesto un control de calidad del ‘producto’ a ser
concebido (o ya creado). Este control evitará el riesgo de aparición de “defectos de fabrica-
ción”. La medicina fetal ampliará enormemente su mercado, mediante la medicina preven-
tiva, desarrollada por el Proyecto Genoma Humano, asegurando una clientela específica, el
embrión, transformándolo en un “paciente” independiente de quien lo gesta y aboliendo,
así, la autonomía de las mujeres para protagonizar la gestación. Son algo secundario para
los futuros propietarios del bebé que nacerá.
Al explorar estos casos tan diferentes, a saber la medicina genómica y la maternidad por
sustitución, se ve perfectamente cómo los fines, objetivos e imaginarios de la biotecnología
contemporánea impactan de manera desigual en las mujeres y en el género. La biotecnología
y sus imaginarios parecen reproducir de manera exacta los intereses de poder dentro de la
economía política o la bioeconomía, marginalizando a una gran parte de la población, las
mujeres.
Para entender la biotecnología debemos contextualizarla, situándola dentro de su con-
texto político, económico, cultural y nacional, aunque esto último sea problemático, debido
al carácter trasnacional y global que ha adquirido. Además, a pesar de las esperanzas libe-
radoras –de curar enfermedades congénitas, de producir fármacos a la carta o de cumplir
los deseos de algunas personas– la biotecnología es cada vez más empresarial, más comer-
cializada y más privada.
Pero esto no debe conducirnos a posturas anti-ciencia o tecnofóbicas, sino a examinar
esas prácticas o disciplinas que tienen la capacidad de dañar a los grupos vulnerables o
marginalizados, así como las que tienen la capacidad de beneficiar a los grupos poderosos,
en especial si estos últimos beneficios se extraen de los grupos vulnerables. Por eso es
importante la regulación pública de la actividad científica y sus productos, de modo que
se puedan utilizar libremente. A la vez, es fundamental garantizar la autonomía de las per-
sonas y la soberanía del patrimonio genético de los países, lo que significa ser contrario a
la concesión de patentes para la vida, por las implicaciones éticas, sociales, económicas y
políticas que ellas conllevan.
Como he señalado en otra parte (Pérez Sedeño, 2017), la ciencia y la tecnología pueden
ser poderosos aliados en la lucha por la igualdad de las mujeres y la defensa de sus derechos.
Pues pueden mostrar los prejuicios de la sociedad contra las mujeres, por el hecho de serlo,
y justificar que se eliminen y se sustituyan por una perspectiva más adecuada. Pero la bio-
tecnología también puede ayudar a perpetuar las inferiores oportunidades de empleo y edu-
cativas de las mujeres, así como su posición subordinada en las instituciones de la familia,
gubernamentales y otras sociales, a la vez que medicaliza, comercializa e instrumentaliza sus
cuerpos. El análisis crítico desde el feminismo podría alertar y ayudar a minimizar los daños.
Referencias
Bliss, Catherine (2012): Race Decoded: The Genomic Fight for Social Justice, Stanford,
CA: Stanford University Press.
Collins, Francis S. et al. (2003): “A vision for the future of genomics research: a blueprint
for the genomic era”, Nature, 422 (24 abril): 835-47.
De Michele, Grazia (2017): “Cáncer de mama y medio ambiente: deteniéndolo donde
comienza”, Mujeres y salud, nº 42.
Fernández Jimeno, Natalia (2017): “Nuestros cuerpos, nuestra decisión: Tecnologías repro-
ductivas y participación pública”. Ponencia presentada en el XII International Workshop
on Science, Technology and Gender: Knowledge, Practices and Activisms from the
Feminist Epistemologies. Madrid, June 21-23.
Forcades, i Vila (2017): “Cáncer y negocio: consideraciones éticas. Mujeres y salud, número
42.
Fox Keller, Evelyn (2002): El siglo del gen, Barcelona: Península.
García Dauder, S. y Pérez Sedeño, Eulalia (2017): Las ‘mentiras’ científicas sobre las muje-
res, Madrid: La Catarata.
International Human Genome Sequencing Consortium (2004): “Finishing the euchromatic
sequence of the human genome”. Nature 431 (7011): 931-45.
Larrión, Joseán (2011): “Historia de las reuniones de Asilomar. Éxitos y fracasos de
la autorregulación en las comunidades tecnocientíficas”, Sociología y tecnociencia.
Revista digital de sociología del sistema tecnocientífico, Nº 1, Vol. 1, pp. 63-82. Dispo-
nible en https://miaulario.unavarra.es/access/content/user/josean.larrion/Publicaciones/
Historia%20de%20las%20reuniones%20de%20Asilomar.%20%C3%89xitos%20y%20
fracasos%20de%20la%20autorregulaci%C3%B3n%20en%20las%20comunidades%20
tecnocient%C3%ADficas.pdf. Último acceso, 15 de mayo de 2017.
Lewontin, Richard (1993): Biology as ideology. The Doctrine of DNA, Nueva York: Harper-
Collins.
ALICIA H. PULEO*
Resumen: Este artículo sostiene que la crítica Abstract: This article argues that feminist
feminista de la ciencia alcanza su máxima intensi- critique of science is at its strongest in
dad con la teoría ecofeminista porque, en ésta, el ecofeminist theory because in this theory, the
análisis del androcentrismo conecta con el intento analysis of androcentrism is linked to an attempt
de superación del antropocentrismo. Conside- to overcome anthropocentrism. Considering that
rando que androcentrismo y antropocentrismo se androcentrism and anthropocentrism are deeply
hallan profundamente ligados, el ecofeminismo linked, ecofeminism seeks an empathic scientific
busca un modelo científico empático que reem- model that replaces the paradigm of the mastery
place el paradigma del dominio de la naturaleza of nature associated with an hegemonic techno-
propio del complejo tecno-científico hegemónico. scientific framework. But in order to successfully
Pero, para lograr con éxito este cometido, sus teó- achieve this goal, theorists must avoid falling
ricas deben evitar caer en una mística biocéntrica into a biocentric mystique that ends up denying
que termine negando los derechos de las mujeres women’s rights over their bodies. They must also
sobre sus propios cuerpos y en un relativismo cul- be wary of cultural relativism which does not
tural que debilite su objetivo de superación del prioritise overcoming andro-anthropocentrism
andro-antropocentrismo y disuelva la realidad del and uses the ideal space of discourse to ignore the
cuerpo sufriente en el espacio ideal del discurso. reality of the suffering body.
Palabras clave: género, ciencia, ecofeminismo, Key-words: Gender, Science, Ecofeminism,
androcentrismo, antropocentrismo. Androcentrism, Anthropocentrism.
Abordar el tema de las relaciones entre ciencia, conocimiento y género requiere comen-
zar recordando que las mujeres han sido excluidas del conocimiento a lo largo de la His-
toria. A menudo se ha utilizado argumentos “científicos” para justificar esta exclusión y
1. El origen científico
1 Así, por ejemplo, el informe presentado el 7 de febrero de 2017 por la Unidad de Mujeres y Ciencia del Minis-
terio de Economía, Industria y Competitividad español señala que, en el Área de Ciencias Naturales, 30 comi-
siones técnicas de evaluación de Proyectos de I+D Excelencia, Proyectos de I+D+i de Retos de la Sociedad
y Proyectos Jóvenes sin vinculación o con vinculación temporal presentaban infrarrepresentación de mujeres.
Según el criterio de equilibrio de género, se considera que hay infrarrepresentación cuando un sexo no está
representado en al menos el 40 % de las personas que integran la comisión. Ninguna de las comisiones tenía
infrarrepresentación de hombres. La tasa de éxito en las convocatorias de proyectos continúa siendo menor en
el caso de las mujeres. Asimismo, el porcentaje de investigadoras y catedráticas es del 21%, una proporción
muy baja, similar a la del resto de países europeos. Este informe fue elaborado a partir de datos de la Agencia
Estatal de Investigación. (Científicas en Cifras 2015. Estadísticas e indicadores de la (des)igualdad de género
en la formación y profesión científicas, 2017).
hay que destacar el impacto de un importante estudio antropológico sobre la relación entre
las mujeres y la Naturaleza, el interés de algunas pensadoras y activistas feministas en la
ciencia de la Ecología y en las proyecciones demográficas y ambientales que auguraban un
futuro catastrófico para la humanidad. El influyente artículo de la antropóloga Sherry Ortner
(1972) sobre las evidencias empíricas de la existencia, en el imaginario de las diferentes
culturas humanas, de una constante asociación de la figura de la Mujer a la de la Naturaleza
puede considerarse como un punto de partida clave para la teoría ecofeminista, tanto en sus
corrientes esencialistas como constructivistas. La hipótesis de este estudio buscaba dar una
explicación al origen de la subordinación universal de las mujeres y la encontraba en el
hecho de que éstas realizaban funciones y ocupaban espacios de mediación entre Naturaleza
y Cultura: transformación de lo crudo en lo cocido y procreación y crianza de los niños que
los sacaba de un estado natural cercano a la animalidad para integrarlos en el logos. Puesto
que la Cultura era considerada por todos los pueblos como superior a la Naturaleza, el
estatus degradado de ésta se extendía al colectivo femenino2. Cierto es que, si atendemos al
contexto de descubrimiento tal como requiere la perspectiva CTS, el estudio de Ortner sólo
había sido posible gracias a las reflexiones previas de una filósofa feminista. El Segundo
Sexo de Simone de Beauvoir, publicado en 1949, ofrecía, sin lugar a dudas, el marco que
posibilitó las preguntas que guiaron su investigación y la hipótesis que planteara. Pero lo
que en Beauvoir era fruto de un estudio erudito, filosófico, basado en fuentes bibliográfi-
cas, en Ortner se convierte en Antropología Cultural que revertirá a su vez, con resultados
diferentes, en la filosofía feminista y en la ecofeminista.
La nueva ciencia de la Etología, consolidada gracias a las investigaciones de Konrad
Lorenz, también ejerció un importante influjo, no exento de polémica3, en el pensamiento
ecofeminista. Dejando atrás el conocimiento estereotipado de los animales producido en
los laberintos artificiales del conductismo, la Etología mostraba la vida silvestre en una
realidad no constreñida por reglas humanas. Las teóricas ecofeministas no tardarán en
poner los nuevos conocimientos etológicos en relación con las propuestas del psicólogo
británico Richard Ryder y del filósofo utilitarista australiano Peter Singer. Recordemos,
asimismo, que en 1970 Richard Ryder forjó el término speciesism4 para referirse al pre-
juicio de especie que lleva a no incluir a los animales en la consideración moral a pesar de
tratarse de seres capaces de sufrir. Continuó usándolo en las publicaciones que realizó con
el grupo de filósofos de Oxford al que se uniera posteriormente. Peter Singer se sirvió de
este término en su libro Animal Liberation, publicado en 1975. Esta obra marca el inicio
del movimiento animalista internacional y es contemporánea de la formación de los pri-
meros grupos ecofeministas en EE.UU. El “especismo” será incluido en las intersecciones
2 Hacia mediados de los noventa del siglo XX, por la influencia del post-estructuralismo en la Antropología,
Sherry Ortner (1996) modera sus tesis de los setenta, sin desestimarlas por completo. Reconoce la dificultad de
afirmar con carácter universal su hipótesis, pero la mantiene en lo que concierne a Occidente y gran parte de
Oriente.
3 Cf. Collard (1988) sobre la universalización de una supuesta naturaleza agresiva de los seres humanos en Kon-
rad Lorenz.
4 El Oxford English Dictionary lo incluye a partir de su edición de 1985. La RAE aún no ha aceptado su traduc-
ción castellana (“especismo”), a pesar de que es ampliamente utilizada en las obras de Ética Animal del ámbito
hispanohablante.
centrales del género abordadas por el ecofeminismo, junto al sexismo, racismo, clasismo
y otras formas de opresión por razón de orientación sexual o discapacidad.
La labor investigadora y de divulgación de la bióloga estadounidense Rachel Carson
ocupa un lugar central en el pensamiento ecofeminista. Una de sus teóricas más tempranas,
Mary Daly, la llamó “Casandra del ecologismo” por su obra Silent Spring (1962), obra en
la que advertía de los peligros, tanto para los animales silvestres como para los humanos,
de la fumigación con DDT y su transmisión a través de la cadena trófica. El poético título
de la obra se refería a la muerte de los pájaros debido a los insecticidas. Enferma de cáncer
de mama, se definió como una víctima de esa peculiar guerra contra la naturaleza llevada
a cabo por la agricultura industrial5. La reacción de las grandes empresas químicas fue
muy agresiva. Trataron de restarle credibilidad como científica, utilizando estereotipos de
género que la presentaban como una solterona mística y sensiblera (Guerra, 2004). Tras su
fallecimiento, su figura fue debidamente reconocida y recordada por el movimiento ecolo-
gista y ecofeminista como una pionera que desveló la vulnerabilidad humana que genera la
destrucción del ecosistema.
Finalmente, hay que señalar que puede considerarse determinante para el surgimiento de
las teorías ecofeministas la preocupación ecologista por la insostenibilidad del crecimiento
descontrolado de la población mundial y la imposibilidad de la expansión económica indefi-
nida en un planeta. Dos de los estudios más influyentes que abordaron estas temáticas fueron
The Population Bomb (1968), libro de Paul Ehrlich, profesor en la Universidad de Standford,
y el informe Limits to Growth de 1972, obra de un equipo de investigación del Instituto
Tecnológico de Massachusetts, entre cuyos miembros se encontraba la científica ambiental
Donella Meadows. Françoise d’Eaubonne, teórica del círculo de Simone de Beauvoir, creó
el término “écofeminisme” en 1974 y comenzó el desarrollo sistemático de esta corriente
basándose justamente en las proyecciones de la ciencia que planteaban la insostenibilidad
del crecimiento indefinido de la población mundial y de la economía, dada la imposibilidad
de alimentar a tantos millones de seres humanos sin dañar las bases ecológicas de la vida en
la Tierra, superando su capacidad de regeneración. D’Eaubonne conectará estas previsiones
científicas con las demandas feministas de control sobre el propio cuerpo (D’Eaubonne,
1997). Advierte que si las mujeres no hubieran sido sometidas, a través de los siglos, a
la maternidad forzada, no existiría el problema contemporáneo de la sobrepoblación: “En
un mundo, o simplemente un país, donde las mujeres (y no, como puede ser el caso, una
mujer) estuvieran realmente en el poder, su primer acto habría sido limitar y espaciar los
nacimientos. Desde hace mucho tiempo, desde mucho antes de la superpoblación, es lo que
siempre han intentado hacer” (D’Eaubonne, 1997, 42). En consonancia con las propuestas
feministas de la época, consideró positivos los avances farmacéuticos en el terreno de la
contracepción. La solución que propone a la preocupación ecologista sobre la superpo-
blación consiste, como lo hiciera Simone de Beauvoir, en dar libertad a las mujeres para
decidir si desean ser madres. Pero su visión ecológica la lleva a ver las conexiones entre las
barreras que encuentran las mujeres para controlar su fertilidad y la necesidad de nuevos
consumidores propia de un sistema productivista basado en el crecimiento sin límites de
5 Observemos que el glifosato, utilizado actualmente como herbicida, es un derivado del agente naranja triste-
mente conocido por su uso como arma durante la guerra del Vietnam.
Por su papel en la reproducción de la especie, las mujeres han sido sometidas a un control
intenso a lo largo de la Historia. A partir de la Ilustración, la utilización de argumentos bio-
logicistas para acotar el espacio legítimo de desempeño de actividades de las mujeres cobró
gran importancia. Era el relevo secular de las antiguas justificaciones religiosas (Puleo,
2000). El pensamiento feminista se vio obligado, por lo tanto, a esforzarse en desmontar
el discurso de los llamados “médicos-filósofos” que, basándose en la oposición cerebro/
genitales, adjudicaban a los varones la tarea de hacer avanzar la civilización y a las mujeres
la de perfeccionar la especie. Por esta división de funciones, el mundo del saber quedaba
reservado a los primeros. A las mujeres se les dejaba el ámbito doméstico, debidamente
mejorado por la nueva disciplina de la Higiene y el reemplazo del confesor por el médico
de cabecera. Tras esta primera batalla, el feminismo se dedicó en la segunda mitad del siglo
XX a examinar las formas en que la opresión patriarcal se ejercía sobre los cuerpos. El
concepto foucaultiano de “biopolítica” (Foucault, 1974), si bien en este autor era utilizado
sólo marginalmente para referirse a la histerización del cuerpo de las mujeres, facilitó el
reconocimiento académico de las interpretaciones feministas que mostraban la conexión
entre discurso científico y política, entendida esta última en un sentido amplio frankfurtiano.
Por otra parte, puede decirse que los estudios CTS han hecho del cuerpo un tema pri-
vilegiado de su reflexión por influencia del feminismo (Pérez Sedeño y Ortega Arjonilla,
2014). No se trata de un cuerpo uno, sino múltiple, construido por las interacciones con el
medio y por la misma actividad científica. Entre los múltiples avances en la investigación
sobre el androcentrismo de la ciencia, corresponde señalar que la perspectiva de género en
los estudios de la Medicina ha permitido mostrar ciertas inadecuaciones terapéuticas debido
a la preeminencia de modelos de estudio masculinos (Valls-Llobet, 2009, Prendergast,
Onishi, Zucker, 2014). Así, se ha reclamado mayor atención a la morbilidad diferencial y a
los factores de riesgo específicos de las mujeres.
En tanto heredera de las preocupaciones del feminismo de la segunda ola, la teoría
ecofeminista aborda el tratamiento del cuerpo de las mujeres en tres dimensiones funda-
6 Inspirada por las demandas y los estudios feministas, en 1989, la artista plástica estadounidense Bárbara Kru-
gger realizaba Your body is a battleground (Tu cuerpo es un campo de batalla), una obra que se convertiría en
un ícono del feminismo.
7 Prueba del éxito de esta obra son los más de cuatro millones de ejemplares vendidos en su primera edición, así
como su traducción a 29 idiomas.
8 Este concepto ha sido forjado por el economista Joan Martínez Alier para referirse a aquellos movimientos
ecologistas que no se autodenominan como tales pero realizan un activismo claramente ecológico al defender
sus intereses inmediatos.
rosos niños nacen con malformaciones o presentan una alta incidencia de enfermedades tan
graves como la leucemia. Los estudios clínicos han mostrado que el cuerpo de las mujeres,
por sus ciclos hormonales y por tener una mayor proporción de grasa que el de los hom-
bres, funciona como un bio-acumulador químico de toxinas. El incremento de los cánceres
ginecológicos (de mama y de útero) se encuentra vinculado a la proliferación ambiental de
xenoestrógenos, compuestos químicos similares al estrógeno, que se hallan presentes en los
pesticidas organoclorados, los plásticos, los conservantes de cosméticos, dioxinas de inci-
neradoras, etc. (Valls-Llobet, 2015). La praxis de algunos grupos ecofeministas ha intentado
romper el sorprendente silencio que se mantiene sobre las consecuencias de la contamina-
ción medioambiental para las mujeres. En esta problemática se constata una intersección de
clase y hasta de raza, ya que las más afectadas suelen ser campesinas pobres, indígenas o
trabajadoras de industrias contaminantes en las que a menudo se concentran miembros de
minorías étnicas.
Algunas teóricas ecofeministas, como la alemana Maria Mies, han rechazado las nuevas
tecnologías reproductivas por considerarlas contrarias a la ética. Su ecofeminismo, basado,
como el de Vandana Shiva, en el principio de la santidad de la Vida, la llevará incluso a
cuestionar las prácticas anticonceptivas en sí mismas (Mies y Shiva, 1998) y a militar con-
tra la legalización de la eutanasia en Australia. Este ecofeminismo biocéntrico que apela al
sentido de lo sagrado aplicado a la Naturaleza es, a mi juicio, altamente problemático para el
feminismo. Por ello, he propuesto un ecofeminismo de raíz ilustrada basado en el principio
de la calidad de la vida, lo cual permite rechazar la hybris tecnocientífica favorecida por la
globalización neoliberal sin renunciar a los beneficios de la ciencia y de la técnica cuando
se cumple el principio de precaución y se atiende a la dignidad, al bienestar y a la disminu-
ción del sufrimiento. Desde esta posición, las NTR pueden ser criticadas cuando implican
daños, riesgos, abusos y/o mercantilización, como suele suceder, por ejemplo, en el caso de
la hormonación para la donación de óvulos9. La ciencia no es el enemigo a abatir, sino una
aproximación a la realidad que es necesario mejorar. Tampoco lo es el legado ilustrado que
tan acerbamente critica Shiva (1995). La libertad y la igualdad de las mujeres en el siglo
XXI necesitan de ambos.
La teoría del standpoint feminism (Hartsock, 1983) sostiene que las mujeres, como grupo
oprimido, se encuentran en una posición privilegiada para captar y comprender aspectos de
la realidad que permanecen invisibles para los miembros del grupo dominante. La pensadora
ecofeminista belga Andrée Collard, discípula de Mary Daly, sostiene: “Women’s experience
with oppression and abuse, as well as their experience of mothering, can make them more
sensitive to the oppression and abuse of nature, as well as better situated to remedy it”10
(Collard, 1988, 138). Tal era también la convicción de algunas pensadoras sufragistas –ver-
9 Las “donantes” reciben una suma de dinero “por las molestias” sin que, por lo general, se les dé suficiente
información sobre los riesgos y el carácter del proceso.
10 “La experiencia de opresión y abuso sufrida por las mujeres, así como su experiencia con los cuidados mater-
nales, pueden hacerlas más sensibles a la opresión y al abuso de la naturaleza, y mejor situadas para ponerles
remedio” (Mi traducción).
daderas ecofeministas avant la lettre– que consideraron a mujeres y animales como víctimas
de la violencia patriarcal. No sólo observaron que ambos eran objeto de malos tratos no
sancionados por la justicia en el ámbito doméstico, sino que vieron conexiones entre el
creciente carácter agresivo de la Ginecología y el auge de la experimentación con animales.
A finales del siglo XIX, advirtieron una tendencia a practicar cada vez más operaciones de
histerectomía y que este incremento era paralelo al auge de la vivisección animal. Denun-
ciaron también el tratamiento que numerosos médicos daban a las mujeres pobres en los
hospitales, su falta de respeto cuando las utilizaban para enseñar casos de enfermedades
a los estudiantes y su negativa a administrarles anestesia bajo el pretexto de que, por su
rusticidad, no eran suficientemente sensibles para experimentar dolor (Bianchi, 2015). En
1875, la leader sufragista Frances Power Cobbe creó la primera liga para la abolición de
la vivisección. El Brown Dog Affair11 llevaría incluso a enfrentamientos callejeros entre
sufragistas y estudiantes de Medicina.
El fenómeno altamente feminizado de la oposición a la vivisección no se daba solamente en
Gran Bretaña. En Francia12, la feminista Marie Huot, presidenta de la Ligue Populaire contre
la Vivisection, se enfrentará a Pasteur y sostendrá en sus conferencias que las mujeres poseen
un instinto maternal que las lleva a asistir a todo aquel que sufre (Traïni, 2011). En la segunda
mitad del siglo XIX, “para los fisiólogos, la vivisección era el símbolo de la libertad de la cien-
cia, un principio que no permitía excepciones; para las antiviviseccionistas era el símbolo de
la separación entre la ética y la ciencia, de la voluntad de dominio de la naturaleza” (Bianchi,
2015, 42). Esta parte de la historia del feminismo ha sido olvidada. Actualmente, los Animal
Studies y la Ética Animal son áreas de investigación emergente con una importante presencia
en las investigaciones de vanguardia de la Academia. Pero como sucediera con otras áreas de
conocimiento, se ignora u oculta que tiene una historia y unas bases (eco)feministas (Adams
& Gruen, 2014; Velasco Sesma, 2017). La compasión por los sufrimientos de los animales
sigue siendo hoy un fenómeno más frecuente en mujeres que en varones, si bien un número
creciente de éstos también la experimentan13. Y la conexión entre ecologismo y antiespecismo
tiene también a las mujeres como protagonistas principales: “el ecologismo feminista se da,
mayoritariamente, vinculado a su versión animalista” (Balza y Garrido, 2016, 302).
La preocupación de las proto-ecofeministas del XIX por el animal como desdichado
objeto de la ciencia estaba acompañada de la conciencia de su relación con la construcción
androcéntrica del sujeto de la ciencia: un sujeto marcado por un sesgo claramente patriarcal
11 La vivisección sin anestesia de un perro callejero marrón realizada por un profesor en su clase y denunciada por
dos sufragistas.
12 Como señala L. Desblache (2011), el racionalismo impregna aún en nuestros días la cultura francesa, estable-
ciendo mayor distancia entre los humanos y el resto de los seres vivos que la cultura anglófona, marcada por el
Romanticismo. Para una revisión de las razones que llevan a la insistencia en el abismo ontológico en el campo
de la Filosofía, ver C. Velayos (2013).
13 La conciencia ética ante el sufrimiento animal se halla en aumento. Y no sólo con referencia a la industria
cárnica o a los laboratorios científicos, sino también atendiendo a otros ámbitos aparentemente menos crueles
como los zoológicos. El supuesto objetivo didáctico de los zoológicos no se alcanza, ya que los seres allí apri-
sionados no son lo que eran en libertad. Marta Tafalla se pregunta cómo educar para que la atracción estética
que despiertan los animales no lleve a encerrarlos y concluye: “procura que aquello que amas y admiras, que
te fascina y te produce placer, no sea destruido por tu propia fascinación” (Tafalla, 2013, 90). La dominación
conduce a un conocimiento falso.
que en la compasión sólo veía una debilidad femenina. Comprendieron que la adhesión
entusiasta a la práctica de la vivisección creaba un nuevo modelo de masculinidad violenta
que ya no era el del hombre brutal sin instrucción, sino la calculada crueldad del científico en
búsqueda de objetividad. Es la figura del “testigo modesto” teorizada por la tecnofeminista
Donna Haraway como representativa de las transformaciones epistémico-productivas de la
Modernidad (Haraway, 2004).
Todavía hoy, durante sus estudios, a los futuros médicos y veterinarios se les enseña
a despreciar el sufrimiento y la vida de los animales de experimentación. Esta actitud se
normaliza y pasa a formar parte de la rutina por la influencia de los profesores –que son
modelos en el entrenamiento– y por la necesidad de los mismos estudiantes de bloquear los
sentimientos para evitar la angustia generada por las prácticas que realizan. Así se va for-
jando su perfil profesional (Thomas, 2013), un perfil que en la época victoriana, advirtieron
las sufragistas (Bianchi, 2015), creaba profesionales altivos, distantes y despreciativos que
llegaban a reírse ante los sufrimientos de los animales de experimentación y de las mujeres
pobres utilizadas en los hospitales como ejemplos en las clases de Medicina.
La inquisitio científica revela su pudenda origo en el imaginario de Francis Bacon y de
otros hombres de su época. En Bacon, la Naturaleza aparece como mujer a la que hay que
acosar para que se entregue al que la desea, útero al que hay que extraer la riqueza, bruja a
la que hay que torturar para que revele sus secretos (Merchant, 1981). Se producía, así, el
paso de la filosofía hermética de la antigua alquimia con su imagen del matrimonio entre el
principio masculino y el femenino, el espíritu y la materia14, al conocimiento experimental
de la Nueva Ciencia como dominio viril (Evelyn Fox Keller (1991). “For Bacon, as for
Harvey, sexual politics helped to structure the nature of the empirical method that would
produce a new form of knowledge an a new ideology of objectivity seemingly devoid of
cultural and political assumptions” (Merchant, 1981, 172). Las violentas metáforas que
emergen en esta época de transición mostraban que la separación sujeto/objeto no sería de
mera contemplación. En la filosofía mecánica, el sujeto actuaría sobre el objeto reducido
a mera extensión. La distancia infinita entre sujeto y objeto sería la de la indiferencia res-
pecto a cualquier otra cualidad que no fuera relevante para los fines buscados. Más tarde,
las prácticas de laboratorio encontrarían una justificación cómoda en la teoría del animal-
máquina de Descartes. Los aullidos de dolor de las criaturas viviseccionadas no eran
signos de que poseyeran sensibilidad. Según los cartesianos, eran un simple chirrido de
la maquinaria. En los siglos XVII y XVIII, esta teoría encontró una enconada resistencia
en las mujeres que la conocían. Robert Boyle cuenta que las “bellas damas” que asistían
a los experimentos científicos en calidad de observadoras le habían obligado en alguna
ocasión a detener su demostración de la producción de vacío con extracción de aire porque
no soportaban ver agonizar los pájaros encerrados en la campana (Bowerbank, 2004). Para
los miembros de las recientemente creadas sociedades científicas, este hecho constituía
una confirmación de la incapacidad femenina para la investigación y una justificación más
para la exclusión de las mujeres del conocimiento. Dominadas por los sentimientos, no
eran aptas para el acceso al saber.
14 Como bien señala Fox Keller (1991), observar este cambio no significa sostener que los filósofos herméticos
fueran feministas, sino que conservaban cierta reverencia hacia la fertilidad de la mujer y de la naturaleza.
15 Así, Andrew Night observa: “Las diferencias entre especies en las vías o las tasas de absorción, distribución,
metabolismo y eliminación pueden, todas ellas, influir en la toxicidad química, incluso en la carcinogénesis.
Dado que muchos carcinógenos deben ser metabolizados como electrófilos reactivos para que produzcan
sus efectos cancerígenos, las diferencias entre especies en las vías o las proporciones pueden afectar a los
niveles de actividad de los metabolitos cancerígenos” (Mi traducción). «Species differences in absorption,
distribution, metabolism, and elimination pathways or rates can all influence chemical toxicity, including
carcinogenicity. Since many carcinogens must be metabolised to reactive electrophiles to produce their
carcinogenic effects, species differences in pathways or rates can affect activity levels of carcinogenic meta-
bolites.» (Knight, 2011, 81)
16 El 11 de marzo de 2013, entró en vigor en la UE la prohibición total de la experimentación de productos cosmé-
ticos en animales. Con la prohibición de la comercialización de productos testados en animales, se completaba,
así, un proceso iniciado en 2003.
17 Sobre la relación entre cuidado y responsabilidad con relación a los no humanos, ver López de la Vieja (2015).
4. A modo de conclusión
La teoría ecofeminista mantiene una relación estrecha pero también tensa con las cien-
cias. Por un lado, su génesis está vinculada a ellas, en particular, a la Ecología, la Antropo-
logía y la Etología. Por otro, plantea importantes críticas al conocimiento hegemónico. Ha
denunciado los efectos de la iatrogenia y de la contaminación ambiental en los cuerpos de
las mujeres, así como los sesgos de género que limitaban las investigaciones médicas. Pero
en un nivel aún más profundo, ha señalado que el paradigma epistemológico moderno de
la separación sujeto/objeto y de la represión de los sentimientos imprime un sesgo andro-
céntrico a las prácticas consideradas científicas, favoreciendo una visión distorsionada y
escindida de naturaleza y humanidad.
La crítica ecofeminista examina la epistemología bajo la luz de la filosofía moral y
política en clave de género, mostrando los sesgos de sexo, clase, raza y especie que afectan
a la pretendida objetividad científica. Con ello, no realiza un ejercicio ocioso de nihilismo. Su
finalidad es ética y transformadora. En sus enfoques más prometedores, llevada por la urgencia
de la crisis ecológica y por la compasión ante el sufrimiento de seres humanos y no humanos,
busca una ciencia empática que no produzca un sujeto escindido y un objeto reducido a una
sola de sus cualidades y dimensiones. Llama a una ciencia que sepa escuchar las voces del
Otro, las voces de las y los oprimidos y que sepa aprender de los conocimientos excluidos.
Es importante subrayar que el objetivo de la crítica ecofeminista no ha de ser la des-
trucción de la ciencia y su sustitución por algún tipo de pensamiento místico que recorte
los derechos de las mujeres. Reconocer saberes silenciados no implica la equiparación y
aceptación de cualquier discurso. Es necesario mantener una postura que no sea ni tecnofó-
bica ni tecnólatra.
La crítica ecofeminista puede colaborar en el reencuentro de las ciencias sociales con las
ciencias naturales, sin caer en el biologicismo ni en la disolución nominalista radical. Desde
la experiencia de quienes vienen de una larga historia de opresión y de lucha por acceder al
logos y ser reconocidas como sujetos, y en la escucha de otras culturas más respetuosas de
la Naturaleza pero sin olvidar el legado ilustrado, la teoría ecofeminista posee un potencial
inestimable para impulsar un conocimiento menos antropocéntrico, o, lo que es lo mismo,
más ajustado a la diversidad del ser. Pero más allá de la epistemología, su crítica al andro-
antropocentrismo es una invitación a que la ciencia y el conocimiento estrechen lazos con
la ética para que un mundo sin dominación sea posible.
Referencias
Adams, C., Gruen, L. (2014): “Groundwork”, in Adams, C., Gruen, L. (eds.) (2014): Eco-
feminism. Feminist Intersections with other Animals & the Earth, New-York-London:
Bloomsbury, pp. 7-36.
Amorós, C. (1997): Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmo-
dernidad, Madrid: ed. Cátedra, Col. Feminismos.
Balza, I., Garrido, F., (2016): “¿Son las mujeres más sensibles a los derechos de los anima-
les? Sobre los vínculos entre el animalismo y el feminismo”, en ISEGORÍA. Revista de
Filosofía Moral y Política, nº 54, enero-junio, pp. 289-305.
Bianchi, B. (2015): “¿Es compatible la ciencia con la ética? El pensamiento de las sufra-
gistas antiviviseccionistas del siglo XIX”, en A. Puleo, G.A. Tapia González, L. Torres
San Miguel, A. Velasco Sesma, (coords.) (2015), Hacia una cultura de la sostenibilidad.
Análisis y propuestas desde la perspectiva de género, Ed. Departamento de Filosofía de
la Universidad de Valladolid y Cátedra de Estudios de Género, pp. 41-64.
Bowerbank, S. (2004): Speaking for Nature. Women and Ecologies of Early Modern
England, Baltimore: The John Hopkins University Press.
Collard, A. (1988): Rape of the Wild, London: The Women’s Press Limited.
D’Eaubonne, F. (1997): “La época del ecofeminismo”, en: M.X. Agra (1997), Ecología y
Feminismo, trad. A. C. Rodríguez Buján, Granada: Ecorama.
Desblache, L., La plume des bêtes. Les animaux dans le roman, Paris: L’Harmattan.
Donovan, J. (2014): «Participatory Epistemology, Sympathy, and Animal Ethics», en: C.
Adams, L. Gruen (eds.) (2014), Ecofeminism. Feminist Intersections with other Animals
& the Earth, New-York-London: Bloomsbury, pp. 75-90.
Donovan, J. (2016): “La voz de los animales: una respuesta a la reciente teoría francesa del
cuidado en ética animal”, Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, Año
III, Vol. II, pp. 63-84.
Fox Keller, E. (1991): Reflexiones sobre género y ciencia, trad. A. Sánchez, Valencia: Alfons
el Magnànim.
Foucault, M. (1974): La volonté de savoir, I vol. Histoire de la sexualité, París: Gallimard.
García Dauder, S., Pérez Sedeño, E. (2017): Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres.
Madrid: Ed. de la Catarata, Colección Mayor.
González, M. I. (2004): “Creer para Ver: Primates, homínidos y mujeres”, en: VV.AA.,
Mujeres Pioneras, Col. La Historia no contada, Albacete: Editora Municipal-Instituto
de la Mujer.
Guerra, M. J., “Un vínculo privilegiado mujer-naturaleza? Rachel Carson y el tránsito de
la sensibilidad naturalista a la conciencia ecológica”, en: M. L. Cavana, A. Puleo, C.
Segura (coords.) (2004): Mujeres y Ecología. Historia, Pensamiento, Sociedad, Madrid:
ed. Almudayna, pp. 119-127.
Rodríguez Carreño, J. (2012): “Frances Power Cobbe y la lucha contra la vivisección como
causa femenina en la Inglaterra del siglo XIX”, en: J. Rodríguez Carreño (ed.), Animales
no humanos entre animales humanos, Madrid: Colección Dilemata, Plaza y Valdés ed.,
pp. 85-116.
Haraway, D. (2004): Testigo_Modesto@SegundoMilenio. HombreHembra©_Conoce–Onco-
ratónâ. Feminismo y tecnociencia, trad. E. Torres, Barcelona: Ed. UOC.
Haraway, D. (2008): When Species Meet, Posthumanities, Volume 3, University of Min-
neapolis-London: Minnesota Press.
Hartsock, N. (1983): “The Feminist Standpoint. Developing the Ground for a Specifically
Feminist Historical Materialism”, en: Harding, S., Hintikka, M., Discovering Rality.
Feminist Perspectives on Epistemology, Metaphysics, Methodology, and Philosophy of
Science, New York: Kluwer Academic Publishers, pp. 283-310.
Knight, A. (2011): The Costs and Benefits of Animal Experiments, Basingstoke, UK: Pal-
grave Macmillan.
Technorituals of pregnancy:
Women’s bodies at the origin of medical genetics
Resumen: El objetivo de este artículo es mostrar Abstract: This article aims at showing how
la participación de las mujeres y de su descenden- women’s bodies and those of their children
cia en la construcción de la genética médica. Las participated in the construction of medical
mujeres y la infancia han sido el foco de atención genetics. Genetics has focused in women and
de la genética desde que este espacio biomédico children since this biomedical space emerged in
apareció en la clínica entre finales de la década de the clinic between the late 1950s and early 1960s.
1950 y principio de la de 1960. Esto fue así por- It was so because the fertility agenda guided the
que la agenda de la fertilidad ha guiado en buena studies and ways of thinking on traits’ heredity in
parte los estudios y los razonamientos sobre la medical genetics. In order to develop this idea I
herencia de caracteres en la genética médica. Para present a history of genetics’ images during that
desarrollar esta idea presentaré una historia de period. Visual narratives transited from human
las imágenes de la genética durante ese periodo, bodies to their chromosomes, to be back to
narrativas visuales que transitan de los cuerpos bodies, so as to finally include medical genetics
humanos a las imágenes de sus cromosomas, and its diagnosis among the rights that the culture
para regresar a los cuerpos, e incluir a la genética of reproduction has provided to women during
medica y sus diagnósticos entre los derechos que the era of foetal press and obstetrics ultrasound
la cultura de la reproducción han concedido a las scanning.
mujeres en la era de la prensa fetal gráfica y la Keywords: citogenetics, pregnancy, chromosomes,
ecografía obstétrica. history, ultrasound scanning.
Palabras clave: citogenética, embarazo, cromo-
somas, historia, ecografía.
(Nilsson et al 1965). Ese conjunto de imágenes popularizaban el feto al tiempo que la clínica
se centraba en la fertilidad y el retraso mental. La citogenética médica se combinó en la clínica
con la pediatría y la obstetricia al poner el foco de atención en los cuerpos embarazados de las
mujeres y en su descendencia: niños y niñas y muy poco después, embriones y fetos.
Inspirada en los análisis de Barbara Duden (1993) sobre la historia fetal, se repasan aquí
los primeros usos de la ecografía en las prácticas de diagnóstico prenatal situados en los
orígenes de la genética médica (antecedentes en Santesmases 2008, 2014, 2017). El pro-
tagonismo de los cuerpos de las mujeres, sometidos al proceso de biomedicalización de la
salud y el embarazo, se desplazó a los seres por nacer (Clarke et al., 2003). La introducción
del diagnóstico de unos pocos desórdenes cromosómicos fetales creó un nuevo escenario
en el que las redes expertas y la cultura material, los aparatos y las técnicas estudiaban
embriones y fetos en el interior de los cuerpos de mujeres embarazadas. La transparencia
ontológica del cuerpo de la madre se combinaba con el protagonismo creciente del feto para
el estudio clínico.
El diagnóstico prenatal, de la salud del feto, empezaba a componerse de un conjunto
de técnicas e instrumentos cuyos orígenes son los procedimientos de laboratorio puestos a
punto desde el periodo de entreguerras hasta la década de 1960 en estudios de cromosomas
y manejo de técnicas citológicas, es decir, de cultivos de células para su estudio. La forma
que toman los procedimientos de cultivo celular después de la Segunda Guerra Mundial
marcan diferencias que son de género, conceptuales y epistémicas.
En ese trayecto, los cromosomas emergieron como locus sub-celulares en los que la
biología y la medicina se encontraron en un momento singular del siglo XX, para observar
en ellos y calificar y clasificar lo normal y las anomalías – lesiones, daños o simplemente lo
inusual (Kevles 1985, Martin y Lynch 2009, Kottler 1974). El contenido y los significados
de esos términos sobre normalidad y patología se construían a partir de evidencias visuales,
a través de sucesivas miradas y de sus sesgos. La geografía celular exhibía una iconografía
hecha de cromosomas que se sumaba a la morfología humana compuesta de cuerpos y ros-
tros, de facciones cuya relación con los cromosomas estaba construyendo la genética como
práctica médica diagnóstica.
Como espacio biomédico, la citogenética humana habría cercado a la medicina, según
Peter Keating y Alberto Cambrosio (2003). El laboratorio habría rodeado a la práctica médica
y la habría condicionado en buena parte, según estos autores, de forma que la biomedicina
consistiría en un desarrollo paralelo del estudio de la biología de lo normal y de las lesiones
patológicas. El cuerpo humano sería el producto del reconocimiento médico y del biológico.
La biología tomaba forma en los cuerpos y hay una parte del pensamiento y la práctica expe-
rimental que se dedicó y se dedica todavía a dilucidar cómo se forma cada parte del cuerpo
de cada especie – cómo es que el óvulo fecundado sabría cómo crecer. La vida resultó ser un
mecanismo reproductivo y con esa carga de capacidad reproductora llegó a definirse.
Mientras tanto, los cuerpos, a su vez, se desmembraron en partes para dar cuenta de su
forma y de sus especificidades, de sus singularidades como especies. A lo largo del siglo
XX, el cuerpo se reconstruyó en las muestras extraídas de ellos –la sangre y la orina entre
aquellas cuya extracción resultó menos invasiva y su estudio más habitual– de forma que la
consulta médica no ha podido separarse del laboratorio sinio que, al contrario, ha estrechado
su relación con él.
1. Cuerpos y rostros
Las imágenes de los cuerpos recogidas en dibujos y fotografías se usaron como repre-
sentaciones de éstos desde los primeros estudios de la herencia humana en la práctica
médica en el siglo XVIII, como ha contado Carlos López Beltrán (2005, 2007). Esas
imágenes se tomaban como evidencias, saberes y prácticas incorporados al conocimiento
movilizado por la herencia biológica humana desde sus manifestaciones más tempranas.
Circularon en papel, enviadas y reenviadas por quienes las producían y las incluían en
publicaciones. Y, lo que es más importante pero más difícil de explorar, estaba en el ima-
ginario colectivo el conjunto de facciones clasificables como de retraso o con defectos
recogidas por los términos que circulaban – “débiles mentales”, “idiotas”, “retrasados”.
Esos términos son hoy hirientes y discriminatorios pero pueden recordarse para dar cuenta
de la historia de ese imaginario de la herencia de “defectos” y de sus trayectos (Hogan
2016; Lindee 2006). Aunque el término genética acuñado por William Bateson en Cam-
bridge resultó muy popular, antes de eso la herencia biológica se desplegaba en dibujos
y en fotografías. La iconografía genética se concentró en el cuerpo identificado por la
medicina, en su anatomía, sus siluetas y contornos.
El protagonismo británico en los orígenes de la genética médica ha situado a Lionel
Penrose como agente principal en los primeros años de la genética humana. Esto fue así
por sus estudios genéticos de poblaciones humanas, herederos de la cultura eugenésica. Los
conceptos y métodos eugenésicos – la promoción de la reproducción de los “seres mejor
dotados” – permanecen en permanente revisión desde que los propuso su inventor, Francis
Galton, entre 1860 y 1870 (Kevles 1985). A falta de figura semejante en la historiografía
de otros países, o al menos a falta de una comunidad heredera de saberes y prácticas de
antecesores con un reconocimiento comparable a la británica, la bibliografía sobre Penrose
permite repasar aquí algunas de sus ideas y de las imágenes incluidas en sus libros más
citados (Laxova 1998).
El libro de Penrose sobre la biología del retraso mental, The biology of mental defect
(London: Sidwick and Jackson, 1949), circuló mucho, si hacemos caso del número de rese-
ñas publicadas sobre él. Los asilos y las clínicas para quienes se consideraban con enferme-
dad mental han sido instituciones útiles para estudiar datos recogidos de forma sistemática
sobre de rasgos físicos y su herencia, y su relación con el retraso mental estuvo entre los
primeros que se consideraron susceptibles de ser hereditarios (sobre los españoles, del Cura
González 2011, 2016). Así presentaba Penrose en ese libro sobre las excepciones y los casos
raros que había encontrado en sus estudios – estilos propios de la historia natural asimilados
en el conocimiento biológico y en el médico.
La historia del número de cromosomas humanos –cada especie parecía desde principios
del siglo XX tener un número característico propio–, del cariotipo humano de 46 cromoso-
mas, que se contaron de forma reproducible desde 1956, es una historia rápida que incluye
sucesivas identificaciones de anomalías cromosómicas –numero de cromosomas menor o
mayor a los 46 que se tomaron como referencia de normalidad– que se difundieron entre
1959 y los primeros años de la década de 1960 (Tjio y Levan 1956; Ford y Hamerton 1956).
El número de esas partículas diminutas encontradas en el núcleo de las células a finales del
siglo XIX y así llamadas por que se dejaban teñir para distinguirlas de otros componentes
nucleares, permitió diagnosticar el síndrome de Turner y el de Klinefelter como anomalías
en los cromosomas que determinan el sexo –el par xx y el par xy– en mujeres y hombres,
respectivamente, con problemas de fertilidad (Delgado Echeverría 2007; Sanz 2017). Se
identificó también, de forma casi simultánea, el número 47 como propio de la mayoría de
los niños y niñas que la clínica diagnosticaba como “mongólicos”, que comenzaba a deno-
minarse “síndrome de Down” desde 1960, cuando un grupo de médicos británicos llamó la
atención sobre los sesgos racistas que acarreaba el nombre que le había dado John Langdon
Down en Inglaterra en 1866 (Down 1866; Wright 2011).
Fue Marthe Gauthier quien en 1959 puso a punto, a petición de Jerome Lejeune y Ray-
mond Turpin, una técnica de cultivo de tejidos que le permitió identificar a cinco niños y
cuatro niñas del Hospital des Enfant Malades de París diagnosticados con “mongolismo”
como poseedores un cromosoma adicional al considerado normal. Con aquellos 47 cro-
mosomas, el grupo infantil así clasificado proporcionó un número de cromosomas para
el síndrome de Down (Lejeune, Gauthier, Turpin 1959; Gauthier 2009). Aquellas formas
faciales y sus capacidades intelectuales asociadas se encontraron con un rasgo en el núcleo
de las células somáticas que consistía en un cromosoma adicional, al que se asignó la causa
de un defecto congénito.
En 1960 se había diseñado el procedimiento de observación de cromosomas en leuco-
citos en muestras de sangre periférica. Desde entonces pudieron estudiarse los cromosomas
extraídos de muestras de sangre, el número de pruebas y de centros que podían realizarlas
aumentó rápido porque la extracción de sangre era ya un práctica médica habitual en los
consultorios. Durante unos años, este diagnóstico cromosómico, inicialmente en niños y
niñas con síndrome de Down o con desórdenes ligados a la asignación de sexo genital y
en parejas infértiles, se realizaba para confirmar o desmentir un diagnóstico obtenido por
reconocimiento médico, es decir por la observación clínica de los cuerpos.
Uno de los inicios de las técnicas puestas a punto con fines de diagnóstico genético en
España fue el laboratorio de citogenética que se creó en la Clínica de la Concepción de la
Fundación Jiménez Díaz en Madrid, dirigido por Andres Sánchez Cascos y Emilia Barreiro.
Andrés Sánchez Cascos se había formado en el uso de las técnicas de diagnóstico genético
en Londres, junto a uno de los pioneros de la genética médica en Gran Bretaña, Paul Polani.
A su regreso, organizó con la joven licenciada en Medicina Emilia Barreiro un servicio de
diagnóstico citogenético con las técnicas puestas a punto por Joe Hin Tjio y Albert Levan
en Suecia en 1956, y las de Hungerford y Nowell sobre su determinación en sangre basadas
en métodos citológicos (Tjio y Levan, 1953; Ford y Hammerton 1956; Nowell, Rowley y
Knudson 1998, Lindee 2006)1.
Sánchez Cascos se había especializado en cardiología e hizo su tesis para el grado de
doctor en Medicina sobre “Correlación electrodinámica de las cardiopatías congénitas” en
1960 en la Universidad de Madrid.2 Es decir, se había interesado por la genética humana, y
su relación con las cardiopatías.
Uno de los primeros desórdenes en estudiarse por técnicas citogenéticas fue el síndrome
de Down. Había sido descrito a mediados del siglo XIX por John Langdon Down asociado a
“deficiencia metal” y a caracteres anatómicos concretos, y fue en la década de 1950 cuando
se estableció la correlación entre esos caracteres anatómicos y lo que él denominó “mongo-
lismo” con la presencia de un cromosoma más del habitual.
En 1964, Sánchez Cascos y Emilia Barreiro describieron veinte casos de síndrome de
Down en un estudio citogenético. Las muestras analizadas procedían de pacientes de la
Clínica de la Concepción (Fundación Jiménez Díaz) y del Hospital Clínico, del Hospital de
1 Los experimentos por los cuales Tjio y Levan establecieron en 1956 que el número de cromosomas humano
era 46, y no 48 como hasta entonces se creía, fue posible por el uso de técnicas citogenéticas descritas a prin-
cipios de la década de 1950. Véase Tjio y Levan 1956, y para una reconstrucción histórica del experimento,
Martin, 2004.
2 Tesis inédita, Facultad de Medicina, Universidad de Madrid 1960.
Niño Jesús, del Hospital Militar y del Hospital de la Cruz Roja. El diagnóstico tenía “utili-
dad en la práctica por la posibilidad de existencia de portadores sanos entre los familiares
de los casos con algún tipo de mongolismo” así como “la futura profilaxis de más de un
caso” (Sánchez Cascos, Morales y Barreiro 1964: 23). Es decir, como se habían conocido
casos de lesiones hereditarias, podía aconsejarse a la mujer, o a las parejas, no tener más
descendencia.
Lo que se denomina “profilaxis” solo podía consistir en evitar un embarazo –con
el uso de anticonceptivos en ese momento ilegales todavía en varios países, entre ellos
España– o en interrumpirlo (Ignaciuk y Ortiz Gómez 2016, Ortiz-Gómez e Ignaciuk 2018).
La promoción de la natalidad y la ilegalidad del aborto, ambas política del franquismo,
intervinieron de esta forma en la construcción de los intereses y los objetivos de la genética
médica en aquel momento en España. Esas normas limitaron el impacto de las nuevas
capacidades diagnósticas también de la citogenética y en algunos casos contribuyeron a
que los resultados llevaran a abortos en el extranjero (Nash 1996, Scanlon 1986). Pero no
fueron los únicos participantes, pues informaciones y publicaciones médicas y científicas
sobre novedades diagnósticas intervinieron en el proceso.
Mientras se empezaban a practicar estas nuevas técnicas, se mantenía al mismo tiempo
el valor del diagnóstico del síndrome de Down basado en la uniformidad fisionómica.
La importancia atribuida al diagnóstico clínico por los pediatras en la década de 1960
en España se mantenía, sin embargo, y lo hizo hasta la actualidad. A este respecto, son
expresivas las afirmaciones del pediatra López Linares, de la Fundación Jiménez Díaz,
quien afirmó en 1967 que el “mongolismo” podía diagnosticarse “con una sola mirada”
y que “el diagnóstico realizado por un clínico experto era superior, en la mayoría de los
casos, al estudio citogenético” (López Linares 1967; Santesmases 2008). Lo cual sugiere
que había debates entre genetistas y pediatras en ese momento de mediados de la década
de 1960, debates que eran entre dos prácticas epistémicas, la del ojo clínico experto y
las nuevas experiencias de diagnóstico genético. En ese debate se concedió superioridad
ontológica al laboratorio, de forma que los cromosomas hablarían desde entonces de los
cuerpos. Los cromosomas proporcionaban explicaciones de la anatomía y los rasgos facia-
les y corporales, procedentes del dispositivo subcelular preparado para ser observado al
microscopio, superioridad que ya Fiona Miller (2006) había asignado a la determinación
del sexo en casos dudosos por métodos anteriores a los estudios cromosómicos.
A medida que fueron descritos, se difundieron las técnicas de identificación de ano-
malías cromosómicas en análisis citogenéticos, que se incorporaron con rapidez al depar-
tamento de Citología de la Fundación Jiménez Díaz. Estas anomalías eran en 1967 un
número “casi inagotable”. Hasta ese año y desde la creación en 1962 del Departamento
de Genética de la Fundación Jiménez Díaz se había hecho el cariotipo a 500 personas: a
portadoras de enfermedades, desórdenes o anomalías congénitas y a sus familiares (Sán-
chez Cascos y Barreiro, 1967, 201).
En cuanto a las técnicas, el segundo curso de genética humana impartido por Sánchez
Cascos, Barreiro, Carlos San Román y María Jesús Lautre, publicado en 1967, estaba en
buena parte dedicado precisamente a ellas. La “más rápida, cómoda y barata”, según ese
texto, usaba muestras de sangre, y otra era la extracción del líquido amniótico. Sánchez
Cascos menciona que la determinación de cromosomas obtenidos del líquido amniótico
de mujeres embarazadas por punción del abdomen, podía establecer “con exactitud” el
sexo, se entendía que del feto; pero añadía que “dicha punción puede terminar en aborto,
no siendo por tanto una técnica recomendable”. Finalmente, concluye que la principal
aplicación de la genética humana era resolver “el angustioso problema del matrimonio que
acaba de tener un hijo malformado o mongoloide y que nos pregunta si tendrá más hijos
afectos”3. El texto sugiere que se hacían análisis citogenéticos a niños y niñas de poca
edad, y que los resultados se relacionaban con la descendencia futura. La genética incluía
rasgos de salud y de enfermedad, y rasgos cromosómicos –desórdenes cromosómicos o
anomalías–, y los correlacionaba con la conveniencia o no de tener más descendencia.
Durante la década entre 1965 y 1975 se extendieron esas prácticas diagnósticas del
síndrome de Down, tras ponerse a punto la amniocentesis, método de extracción del
líquido amniótico por punción abdominal en el cuerpo de las mujeres embarazadas. El
procedimiento de estudio de las células fetales contenidas en el líquido amniótico esta-
bilizó la tecnología de identificación de cromosomas humanos y dotó a esta de indepen-
dencia respecto del examen clínico. La representación de los cuerpos en sus cromosomas
empezó a hablar por sí misma, en ausencia de un diagnóstico médico previo del cuerpo de
la persona de la que procedía la muestra, ya que el cuerpo fetal no podía ser examinado
(Santesmases 2014b). Mientras tanto, desde 1968 el desarrollo de técnicas de ultrasonidos
produjo la ecografía, que proporcionaba una imagen fetal de aspecto fotográfico borroso,
y cuya tecnología se desarrolló en buena parte asociada a las prácticas clínicas propias
de la obstetricia.
El cariotipo fetal –los cromosomas fetales, de un ser por nacer– fue el primero de los
pasos en un proceso histórico que situó la representación de ese cuerpo por nacer como
autónomo, extraño al cuerpo de la madre. Esa autonomía estaba representada en imá-
genes. Los secretos que encerraban los cuerpos de las mujeres se habían examinado en
las anatomías de sus cadáveres, a la búsqueda de los territorios en los que se generaban
los nuevos seres (Park 2006). Una vez abierto, el útero agrandado exhibía su elasticidad
como continente y su contenido: un embrión que muchas veces sobrevivía a su madre. El
embrión en crecimiento dejó de ser muestra del cuerpo de la madre del que se extrajo y
terminó por vivir por su cuenta. El cuerpo materno devino contenedor biológico y legal.
La ecografía fetal fue una de las tecnologías que consolidó esa autonomía al producirse
las imágenes de su cuerpo en formación. Los contornos aparecían retratados, identificados
en los primeros registros de ultrasonidos del ecógrafo “en tiempo real”, presumían los
textos. El ecógrafo permitía observar el movimiento del cuerpo y el latido del corazón
embrionario. Y aunque otras técnicas permitían registrar esos gestos, las imágenes del
cuerpo por ultrasonidos son el origen de la consolidación posterior del cuerpo por nacer
como sujeto autónomo, desprovisto de su sitio en el útero materno.
En 1970 empezaron a realizarse en el servicio de ginecología del Hospital Clínico
de Madrid seguimientos del embarazo y diagnósticos de placenta previa con el ecógrafo
Vidoson, a achacar las hemorragias a la localización de la placenta previa a partir de la
semana vigésima del embarazo (Parache Hernández y Martínez Hernández 1970). Uno
de los usos más eficientes del ecógrafo fue el de participar en las amniocentesis. La pun-
ción se realizó al menos desde 1972 en el servicio de ginecología del Hospital Clínico
de Madrid con el uso de este aparato que permitía encontrar el lugar “correcto” para tal
punción, con el fin de no dañar al feto. La extracción de líquido amniótico es, sin embargo,
anterior a la observación fetal. Se realizaba en circunstancias extraordinarias para eliminar
exceso de líquido y desde la década de 1950 para determinar el sexo fetal en casos de
familias con hemofilias. Durante la década de 1960, la amniocentesis empezó a practi-
carse para estudiar los cromosomas fetales en búsqueda de un exceso de cromosomas
que pudieran asignarse al síndrome de Down. El riesgo de pérdida del embarazo que la
extracción misma podía provocar fue disminuyendo a medida que aumentaba la destreza
de la extracción (Gaudillière 2001).
En 1973 Parache y María Jesús Lautre mostraron la utilidad del Vidoson en la amnio-
centesis. Si el palpado contribuyó a ubicar el pinchazo sin perjudicar al feto, y la monitori-
zación proporcionaba el sonido del corazón fetal, que latía más rápido que el de la madre,
la ecografía ofrecía certezas visuales (Parache et al. 1973). El conjunto de tecnorituales del
embarazo incluía la superioridad ontológica de la instrumentación técnica y en general de los
aparatos que desvelaban el interior de los cuerpos, respecto del examen clínico. Cromosomas
y nuevos instrumentos se asentaban más poderosos que la observación clínica, en un proceso
que ya se había producido en la asignación del sexo “verdadero” en función de la presencia
o ausencia de la cromatina de Barr (Ha 2011, Miller 2006, Morgan 2004).
Un vez observada la presencia de células fetales en el liquido amniótico, las técnicas
para cultivarlas y observar sus cromosomas fue paulatinamente mejorada con el fin de
poder estudiarlas en las primeras semanas del embarazo. En 1975, María Jesús Lautre, que
se había formado en la Unidad de Genética de la Fundación Jiménez Diaz con Sánchez
Cascos y en el Guy’s Hospital de Londres, presentó un conjunto de resultados de estas
prácticas. Describió la amniocentesis como una práctica de extracción “por vía transab-
dominal bajo control ecográfico”, lo que minimizaba el riesgo de daños al feto y a la
madre. Consistía en la extracción de diez centímetros cúbicos, que se cultivaban después
con suero fetal hasta obtener células adecuadas para el estudio de sus cromosomas. La
duración del cultivo hasta obtenerlas variaba, pero la premura para obtener resultados
no era importante en España, pues el aborto terapéutico no estaba autorizado por la ley,
añadía Lautre. De los 67 casos presentados en aquella primera ocasión, dos presentaron
alteración cromosómica. Se estaba haciendo posible “el control genético del feto”, según
Lautre. La prevención “total”, que consistiría en realizar análisis del líquido amniótico
a todas las embarazadas, parecía “imposible”, escribió, aunque sugirió que podían esta-
blecerse algunos criterios en función de riesgos ya descritos. La edad de la madre y la
historia familiar eran los principales. “Es misión del médico, concretamente del genetista,
informar del riesgo existente”, concluyó (Lautre 1976).
El Parlamento aprobó la ley de interrupción del embarazo en junio de 1985, que fue
promulgada el 5 de julio. El 31 de julio se publicó una “orden sobre la práctica del aborto
en centros o establecimientos sanitarios”. En septiembre, un estudio del Instituto de la Mujer
sugería que ese bajo número se debía a que las mujeres seguían abortando en la clandes-
tinidad. Finalmente, el ministerio de Sanidad modificó la norma, de forma que los abortos
empezaron a practicarse en centros privados en número creciente mientras en los centros de
la red sanitaria pública los servicios alegaban objeción de conciencia, también regulada por
la norma, para no realizarlos (Barreiro 2000).
Los procedimientos de la citogenética centraron la atención en los embriones y en los
fetos mientras el concepto mismo de embarazo se genetizó, tras medicalizarse (Akrich y
Pasveer 1996). La ecografía se sumaban a este conjunto de circunstancias que forman parte
de la historia social de las mujeres y del embarazo. La creciente claridad de las fotografías de
cromosomas obtenidas por amniocentesis consolidó la autonomía que la cultura y la política
contemporáneas adjudicaron al feto. La ecografía, por su parte, no era un retrato químico,
sino ultrasónico cuya complejidad técnica incluía desde sus inicios la conversión en imá-
genes fetales de las ondas de ultrasonidos emitidas y detectadas por el propio instrumento.
Las imágenes fetales públicas, sin embargo, son anteriores a las obtenidas por ecografía.
En 1965 la portada de la revista estadounidense Life reproducía una fotografía de un feto
suspendido en el espacio. Tomadas por el fotógrafo sueco Lennart Nilsson a embriones obte-
nidos en cirugías practicadas por razones médicas, fueron publicadas en 1966 por Gaceta
Ilustrada en España y por Paris Match en Francia.
La iconografía fetal, por lo tanto, disponía de un conjunto de retratos fotográficos
fetales que se constituyó como referente poderoso, y tomaba su forma en esa ampliación
al microscopio en color realizada por Nilsson (1965). La observación en vivo, en directo,
del movimiento fetal es, por su parte, una representación obtenida por ultrasonidos –con
la base tecnológica propia del rádar- que se desarrolló de forma casi simultánea en varios
espacios clínicos de Alemania y Gran Bretaña, ligada al diagnóstico prenatal y a la obste-
tricia, y luego también a otras especialidades médicas. Este conjunto de procedimientos del
diagnóstico prenatal cobró con la ecografía un protagonismo intenso, mientras la claridad
de las fotografías de Nilsson se mantuvo como referencia.
Entre las prácticas de recolección de formas anatómicas y rasgos físicos asociados a la
diversidad funcional y las imágenes fetales en movimiento se extiende el paisaje temporal de
construcción de la genética médica contemporánea, que se articuló en torno a la descenden-
cia, la fertilidad y el embarazo. El cuerpo de las mujeres se instalaba así en el primer plano
de la agenda biomédica durante la segunda mitad del siglo XX. Se trata de una práctica que
discriminaba y regulaba a través de las culturas visuales de una ciencia en imágenes com-
puesta por cuerpos, cromosomas y árboles genealógicos en el origen de la genética médica.
Las culturas contemporáneas han participado en la facilidad con la que se aceptó la
posibilidad de diagnosticar desórdenes en el feto mediante extracción del líquido amniótico.
Un resultado positivo de 47 cromosomas, uno más del considerado como correspondiente a
un ser sano, puede conducir al denominado aborto terapéutico, a la interrupción voluntaria
del embarazo por parte de las mujeres. La autoridad social de la medicina y del laboratorio
explicarían, siquiera en parte, la escasa polémica que generaba la interrupción del embarazo
en casos de fetos identificados con 47 cromosomas. Junto a ello, una cultura post-eugenésica
puedo haber acompañado a la expansión de las culturas de salud pública a lo largo de toda
la segunda mitad del siglo XX. La complejidad de la práctica está relacionada también con
los derechos de las mujeres a controlar su cuerpo, la anticoncepción y el derecho al aborto.
Los médicos conservaron su autoridad al adjudicarse la autorización de anticonceptivos, la
práctica de la interrupción voluntaria del embarazo y la asistencia a los partos. Ese conjunto
de circunstancias configuraba la medicalización creciente no solo del embarazo sino de la
cultura científico-médica contemporánea. Esa medicalización incorporó desde sus inicios
las imágenes de los cuerpos, la de los cromosomas y las imágenes de embriones y fetos
proporcionados por la ecografía y la prensa fetal gráfica desde la década de 1960. Puesto el
foco en el ser por nacer, el de las mujeres adquirió una transparencia ontológica creciente
mientras participaba en ese proceso.
Referencias
Akrich, M. y Pasveer, B. (1996): Comment la naissance vient aux femmes: les techniques
de l’accouchement en France et aux Pays-Bas, Paris: Synthélabo.
Barreiro, B. (2000): Democracia y conflicto moral: la política del aborto en España e Italia,
Madrid: Istmo.
Clarke, A., L. Mamo, J. R. Fosket, J. R. Fishman, and J. K. Shim (2003): “Biomedicali-
zation: Technoscience, Health, and Illness in the US,” Annual Review of Sociology 18,
pp. 209-32.
del Cura González, M. (2011): Medicina y pedagogía: la construcción de la categoría
infancia anormal en España: 1900-1939, Madrid: CSIC.
del Cura, M. (2016): “La subnormalidad a debate: discursos y prácticas sobre la discapaci-
dad intelectual en el segundo franquismo”, História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 23,
pp. 1041-1057.
Delgado Echeverría, I. (2011): El descubrimiento de los cromosomas sexuales, Madrid:
CSIC.
Down, J. Langdon H. (1866): “Observation on an ethnic classification of idiots”, London
Hospital Reports, 3, pp. 259-262.
Duden, B. (1993): Disembodying women: Perspectives on pregnancy and the unborn, Cam-
bridge, Harvard University Press.
Duden, B. (1991): The Woman Beneath the Skin: A Doctor’s Patients in Eighteenth-Century
Germany, Cambridge, MA: Harvard University Press.
Ford, C., and Hammerton, J. (1956): “The chromosomes of man”, Nature 178, pp. 1020-3.
Gaudillière, J.-P. (2001): ‘Bettering Babies: Down’s Syndrome, Heredity and Public Health
in Post-war France and Britain’, en I. Löwy y J. Krige (eds.) Images of Disease. Science,
Public Policy and Health in Post-war Europe, Luxemburgo, Office for Official Publica-
tions of the European Comunities.
Gauthier, M. (2009): ‘Cinquentenaire de la trisomie 21. Retour sur une decouverte’, Medi-
cine/Sciences 9 25, 310-316.
Ha, Nathan Q. (2011): “The Riddle of Sex: Biological Theories of Sexual Difference in the
Early Twentieth-Century”, Journal of the History of Biology 44: 505-546.
Hogan, A. (2016): Life Histories of Genetic Disease, Baltimore: Johns Hopkins University
Press.
Ignaciuk, A., y Ortiz Gómez, T. (2016): Anticoncepción, mujeres y género. La “píldora” en
España y en Polonia, Madrid, La Catarata.
Jiménez Díaz, C. (1965): La historia de mi instituto, Madrid: Paz Montalvo.
Keating, P. and Cambrosio, A. (2003): Biomedical platforms: realigning the normal and the
pathological in late-twentieth-century medicine, Cambridge, MA, MIT Press.
Kevles, D. J. (1985): In the name of eugenics: Genetics and the uses of human heredity,
Cambridge, MA: Harvard University Press.
Kottler, M. J. (1974): “From 48 to 46: Cytological technique, preconception, and the
counting of human chromosomes”, Bulletin of the History of Medicine, 48, pp. 465.
Lautre, M. J. (1976): “Predicción antenatal de las anomalías cromosómicas”, en: J. Botella
and L. Izquierdo (eds.), Problemas actuales de genética humana, Madrid: Instituto de
España, pp. 177-91.
Laxova, R. (1998): “Lionel Sharples Penrose, 1898-1972: A personal memoir in celebration
of the centenary of his birth”, Genetics, 150, pp. 1333-1340.
Lejeune, J., Gauthier, M., Turpin, R. (1959): “Study of somatic chromosomes from 9
mongoloid children”, Comptes rendus hebdomadaires des seances de l’Academie des
sciences, 248, pp. 1721-22.
Lindee, M. S, (2005): Moments of truth in genetic medicine, Baltimore: John Hopkins
University Press.
Lippman, A. (1991): “Prenatal Genetic Testing and Screening: Constructing Needs and
Reinforcing Inequalities”, American Journal of Law and Medicine, 17, pp. 15-50.
López Beltran, C. (2004): El sesgo hereditario: ámbitos históricos del concepto de herencia
biológica, Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México.
López Beltran, C. (2007): “Hippocratic bodies. Temperament and Castas in Spanish America
(1570-1820)”, Journal of Spanish Cultural Studies, 8, pp. 253-89.
López Linares, M. (1967): “Síndrome de Down”, en: Sánchez Cascos, A., y Barreiro
Miranda, E., Curso de genética humana, Madrid, Fundación Jiménez Díaz, pp. 83-96;
en pp. 92-93.
Martin, A. (2004): “Can’t any body count? Counting as an epistemic theme in the history
of human chromosomes”, Social Studies of Science, 34, pp. 923-948.
Martin, A., y Lynch, M. (2009), “Counting things and people: The practices and politics of
counting”, Social Problems, 56, pp. 243-266.
Miller, Fiona A. (2006): “‘Your true and proper gender’: the Barr body as a good enough
science of sex”, Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical
Sciences, 37, pp. 459-483.
Morgan, L. M. (2004): “A social biography of Carnegie embryo no. 836”, The New
Anatomist, 276, pp. 3-7.
Nash, M. (1996): “Pronatalismo y maternidad en la España franquista”, en: G. Bock y P.
Thane (eds.), Maternidad y políticas de género, Madrid, Cátedra-Instituto de la Mujer,
pp. 279-307
Nilsson, L., A. Ingelman-Sundberg, and C. Wirsén (1965): Ett barn blir till, Stockholm:
Bonnier. Versión cast, Un niño va a nacer: el primer drama de la vida. Barcelona:
Doyma 1967, trad. cast. J. Masoliver.
Nowell, P., J. Rowley, and A. Knudson (1998): “Cancer Genetics, Cytogenetics—Defining
the Enemy Within”, Nature Medicine, 4, pp. 1107-11.
Ortiz-Gómez, T. e Ignaciuk, A. (2018): The fight for family planning in Spain during late
Francoism and the transition to democracy, 1965-1979, Journal of Women’s History, (en
prensa).
Parache Hernández, J., y Martínez Hernández, H. (1970): “Diagnóstico mediante ecografía
bidimensional en obstetricia y ginecología”, Acta Ginecológica XXI: 727-765.
Parache, J., L. Izquierdo, P. Fernández, M. J. Lautre (1973): “Cultivo de líquido amnióticos.
Detección de anomalías genéticas”, Acta Ginecológica, 24, pp. 389-396.
Park, K. (2006): Secrets of women: gender, generation, and the origins of human dissection,
New York: Zone Books.
Penrose, L. S. (1938): A clinical and genetic study of 1, 280 cases of mental defect (Colchester
Survey). Special Report Series, Medical Research Council, No 229. Londres: HMSO.
Penrose, Lionel S. (1949): The biology of mental defect, London: Sidwick and Jackson.
Penrose, Lionel S. (1951): “Maternal Age in Familial Mongolism”, British Journal of
Psychiatry, 97, pp. 738-747.
Sánchez Cáscos, A., Morales, A. y Barreiro, E. (1964): “Estudio genético de veinte casos de
síndrome de Down (mongolismo)”, Revista Clínica Española, XCIII, pp. 23-26.
Santesmases, M. J. (2008): “Hacia descendencias saludables: algunos orígenes del diagnóstico
prenatal en España”, Asclepio, 60, pp. 129-150.
Santesmases, M. J. (2014a): “Superfemale: cromosomas humanos y representaciones del
sexo”, en: E. Pérez Sedeño y E. Ortega Arjonilla, eds., Cartografías del cuerpo.
Biopolíticas de la ciencia y la tecnología, Madrid, Cátedra, pp. 393-422.
Santesmases, M. J. (2014b): “The autonomous karyotype and the origins of prenatal testing:
Children, pregnant women and early Down’s syndrome cytogenetics, Madrid 1962-
1975”, Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences, 47,
pp. 142-153.
Santesmases, M. J. (2017): “Circulating biomedical images: Bodies and chromosomes in the
post-eugenic era”, History of Science, doi: 0073275317701145.
Sanz, V. (2017): “No Way Out of the Binary: A Critical History of the Scientific Production
of Sex”, Signs: Journal of Women in Culture and Society 2017, 43, pp. 1-27.
Scanlon, G. (1986): La polémica feminista en la España contemporánea, 1868-1974,
Madrid: Akal.
Tijo, Joe H. and Levan, A. (1956): “The chromosome number of man” Hereditas 42, pp. 1-6.
Wright, D. (2011): Downs: the history of a disability, Oxford: Oxford University Press.
VALENTÍN GALVÁN*
Este trabajo indaga sobre la estructura jerárquica entre los sexos desde su dimensión
política y cultural, producto de las desigualdades históricas desplegadas en la arena política
española durante una etapa que posibilitó un punto de inflexión hacia la inclusión e igualdad
de las diferencias como cauces de superación de la marginalidad. Giros subjetivos e identi-
dades escindidas que traemos a colación a través de la confluencia de los movimientos de
liberación sexual del estado español durante el período referido.
Desde la perspectiva teórica abordada la identidad es una categoría histórico-cultural
transferida en valores y actitudes, diversificada por el género, la etnia, la clase y/o la cultura
profesional, por lo que las transacciones socio-existenciales recrean identidades1. Por su
parte, el imperio civilizatorio del siglo XX acabó imponiendo una determinada economía
afectiva heterosexual, configurada por un pensamiento binario complementario y definida
por unas relaciones y usos amorosos bajo el ideal romántico donde el matrimonio y la
institución familiar permaneciera como la más alta culminación y logro emocional. Como
consecuencia, las identidades sexuales se presentaban bajo un destino biológico y una pre-
determinación antropológica, dependiendo de su relación con la normalidad definida, en pri-
mera instancia, por los expertos. Sin embargo, a finales de los años sesenta del siglo pasado
se produjo un giro copernicano respecto a las teorías de la sexualidad: del esencialismo que
mostraba una sexualidad instintiva e impulsiva –representada por el modelo heterosexual
con dominio genitalfalocéntrico– se pasó a conceptualizar la sexualidad como un complejo
proceso en construcción en relación a su socialización2.
En esta línea metodológica primamos al sujeto sobre el objeto, a las estrategias y tácticas
sobre las estructuras donde constatamos valores y normas que circunscriben diferencial-
mente a los sexos, en derechos y obligaciones, a partir de la resistencia de los movimientos
de liberación sexual durante la transición política. Sin duda, estas experiencias generaron
dinámicas, discursos y prácticas desafiantes, sin constreñirse a binomios excluyentes, y así
realizar una revisión conjunta del sistema sexo-género3.
El orden moral impuesto por la dictadura franquista se inscribía en una de las tradicio-
nes más sólidas y arraigadas del nacional-catolicismo, como la aversión al goce sexual, la
intangibilidad de la familia y la función biológica de la mujer limitada a las estructuras
1 Anna Jónasdóttir sostiene, en contraposición a otros tipos de valores y bienes como los socio-económicos, que
los valores y bienes sexuales no pueden comprarse ni extraerse a la fuerza –otra cuestión es la prostitución y
la trata de seres humanos– sino que han de ponerse a disposición sin condiciones en una relación sexualmente
diferenciada con los demás. Para la autora las relaciones sexuales de poder son el resultado de un “amor entre-
gado libremente” que recrea identidad, bajo la tutela de una larga trayectoria de educación sexista; de ahí que
dichas relaciones no se reduzcan a una mera cuestión de dependencia económica. Véase A. Jónasdóttir: El
poder del amor: ¿le importa el sexo a la democracia?, Madrid, Cátedra, 2000, p. 274.
2 A. Puleo: Dialéctica de la sexualidad. Género y sexo en la filosofía contemporánea, Madrid, Cátedra, 1992, p. 5.
3 J. Scott: «Gender: A useful category of historical analysis», American Historical Review, vol. 91, nº5, 1986, pp.
1053-1075; G. Rubin: «The Traffic in Women: Notes on the ‘political economy’ of the sex», en: R. Reiter (ed.):
Toward and anthropology of women, Monthy Review Press, Nueva York-Londres, 1975. De la misma autora,
«Reflexionando sobre sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad», en: C. S. Vance (comp.): Placer y
Peligro, Madrid, Revolución, 1989, pp. 113-190.
patriarcales4. Esta ideología reaccionaria y represiva atentaba contra el desorden de los ins-
tintos, la concupiscencia y el libertinaje. Como consecuencia, en las familias se fomentaba
el rechazo y el encierro de homosexuales, lesbianas y transexuales, considerados como
enemigos de los principios católicos y puritanos. Durante décadas, desde las altas esferas del
poder, se esforzaron en inculcar las nociones de norma y desviación, mandamiento y pecado,
con el deliberado propósito de transformar a la mayoría en un rebaño de seres culpables y
enfermos, encerrados en la problemática sin salida de una lucha permanente y estéril contra
su propio cuerpo.
Un policía conocido como Mauricio Kart escribió Sodomitas en 1956, alcanzando su
décimo segunda edición en 1973. En el ensayo, sin ningún rigor científico, podemos leer
pasajes como este: la manada de fieras sodomitas, por millares, se lanza a través de la
espesura de las calles ciudadanas en busca de su presa juvenil. Disfrazada de persona,
la fiera sodomítica ojea entre el matorral ambulante de las aceras su pieza preferida, el
cándido muchacho, más grato a su ávida pupila cuanto más inocencia lleva retrasada
en su fisonomía (...) Vuestro hijo puede volver a casa corrompido, guardando su bochor-
noso secreto, que nada delatará; la monstruosa relación continuará y, dada su edad, su
instinto sexual se torcerá y será para siempre un invertido5. Todavía en 1967 se dictaban
Sentencias del Tribunal Supremo donde el Juez utilizaba los siguientes calificativos contra
los actos homosexuales: contranatura, torpes, impropios de personas cultas, libidinosos,
obscenos, impúdicos, repugnantes, inmorales, viciosos, de extravío sexual, lúbricos, ofen-
sivos contra la moral media de los pueblos cultos, lascivos, que ponen al descubierto los
bajos fondos sociales6.
A su vez, en los años 70 constatamos una sociedad en proceso de cambio con el fin de
la autarquía, el relevo generacional, un mayor contacto con el exterior a través de la emigra-
ción y el turismo, más presencia de las mujeres en los distintos niveles educativos y en el
ámbito laboral, etc. Con estos antecedentes y ante la oleada de expresiones homosexuales,
la proliferación de la prostitución y pornografía, el consumo de drogas y alcohol, el van-
dalismo juvenil etc., se iniciaron los trabajos parlamentarios de reforma que condujeron a
la aprobación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS) en 19707. Antonio
Sabater y Tomás redactó el Anteproyecto de la LPRS, cuyo texto revela criterios subjeti-
vos, discriminatorios y denigratorios hacia diferentes grupos marginados, en especial a los
homosexuales y gitanos. Valga como anécdota el comentario del célebre Juez Especial de
Peligrosidad Social de Barcelona: La actitud de los Beatles, con sus canciones en pro de la
droga, causó efectos perniciosos en las mentes inmaduras e impresionables de los jóvenes8.
4 A través de los preceptos patriarcales, falocráticos y misóginos, consolidados en el largo invierno franquista
por la connivencia del Estado y la Iglesia, las mujeres fueron meros sujetos destinados a la procreación, cons-
tituyendo un pecado capital la práctica sexual sin tal objetivo, y erigiendo la unidad familiar en una comunidad
natural anterior a la sociedad civil.
5 M. Carlavilla: Sodomitas, Madrid, Editorial NOS, 1973, pp. 11-12.
6 M. Mapelli y M. Grosso: «La cuestión homosexual. El problema legal», El Viejo Topo, nº 23, Agosto, 1978,
pp. 18-20.
7 A. Fernández: «Justicia y sociedad bajo el franquismo: de la Ley de Vagos y Maleantes a la Ley de Peligrosi-
dad y Rehabilitación Social, Franquismo, delincuencia y cambio social», en: J. Tusell (y otros): El régimen de
Franco (1936-1975). Política y relaciones exteriores, Madrid, UNED, Tomo II, 1993, pp. 87-96.
8 A. Sabater: Peligrosidad social y delincuencia, Barcelona, Nauta, 1972, p. 128.
9 A. Arnate: Redada de violetas. La represión de los homosexuales durante el franquismo, Madrid, La esfera
de los libros, 2003; F. Olmeda: El látigo y la pluma: homosexuales en la España de Franco, Madrid, Oberon,
2004; A. Mira: De Sodoma a Chueca, Madrid, Egales, 2004; M. A. Soriano: La marginación homosexual en la
España de la Transición, Madrid, Egales, 2005.
10 Citado por R. Llamas y F. Vila: «Spain: pasión for life. Una historia del movimiento de lesbianas y gays en el
estado español», en: X. Buxán: Conciencia de un singular deseo, Barcelona, Laertes, 1997, pp. 189-224, p. 193.
11 C. Lorenzo: Cárceles en llamas. El movimiento de presos sociales en la Transición, Barcelona, Virus Edito-
rial, 2013.
12 En Diciembre de 1972, AGHOIS contaba con un centenar de suscriptores. Para evitar riesgos el Boletín se
imprimía en París por el grupo Arcadie, apareciendo desde el número 5 como Suplemento de Arcadie para
los amigos de España. El Boletín se publicó en Francia hasta 1974, aunque ya en el 73 el Ministro de Asuntos
Exteriores, López Rodó, intervino para que no se publicase en París.
13 A. Fluviá: «Los movimientos de liberación homosexual en el Estado español», en: M. S. Weinberg y C. J.
Willians (eds.): Homosexuales masculinos. Sus problemas y adaptación, Barcelona, Fontanella, 1977, pp.
485-501. También véase, A. Fluviá: Aspectos jurídico-legales de la homosexualidad, Barcelona, Instituto
Lambda, 1979.
14 M. A. Soriano: Homosexualidad y represión. Iniciación al estudio de la homofilia, Madrid, Zero, 1978. El grupo
de liberación homosexual Dignitat publicó el “Documento de los 24” en su Boletín del 11 de Enero de 1976. Tam-
bién véase, M. A. Soriano: «El comportamiento homosexual», Ozono, Diciembre, 1978, nº 39, pp. 46-58.
15 M. A. Larumbe: «El feminismo en la transición democrática», Revista de cultura aragonesa, nº 111-112, 2005,
pp. 22-25.
16 A. Moreno: «La réplica de las mujeres al franquismo», en: P. Folguera (ed.): El feminismo en España. Dos
siglos de Historia, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2007, pp. 123-156. Sobre la lucha feminista española
bajo el franquismo, véase del mismo autor: Mujeres en lucha. El movimiento feminista en España, Madrid,
Anagrama, 1977.
17 P. Folguera: «De la transición política a la paridad», en: P. Folguera (ed.): El feminismo en España. Dos siglos
de Historia, opus cit. (2007), pp. 157-200.
Con posterioridad las mujeres reivindicaron una tercera vía: la de aquellas que aún acep-
tando la doble militancia insistían en la necesidad del movimiento feminista para definir sus
prioridades y elegir sus estrategias. Esta postura la sostuvo el Frente de Liberación de la
Mujer que se constituyó en Madrid en enero de 1976. También se organizaron en Barcelona
las I Jornades Catalanes de la Dona –mayo de 1976– que junto con las anteriores jornadas
marcaron no sólo el período de expansión del movimiento feminista en nuestro país, sino
también una auténtica eclosión de organizaciones de mujeres, aunque muchas de éstas de
carácter efímero. Asimismo cabe mencionar el tercer gran encuentro del feminismo español
durante la Transición, las II Jornadas Estatales de la Mujer celebradas en Granada en mayo
de 1979. Al anterior debate sobre la militancia única o doble, se le añadió otro más novedoso:
el del feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia18.
A pesar de los distintos enfoques grupales, desde 1978 existía cierta coordinación para
acciones conjuntas mediante la Plataforma de Organizaciones y Grupos de Mujeres. Ésta
impulsó campañas, como las acaecidas en 1976 y 1977, por la amnistía para los delitos de
aborto, anticoncepción, adulterio y prostitución que mantenían en las cárceles a cientos de
mujeres. Con sus reivindicaciones consiguieron despenalizar en 1978 tanto el adulterio y
amancebamiento como el uso, propaganda y difusión de los anticonceptivos; mientras que
la disputa por el divorcio y el derecho al aborto seguiría abierta durante años. El papel de
las mujeres, como consecuencia de los diferentes encuentros del feminismo español, fue
adquiriendo más relevancia en los partidos políticos y organizaciones sindicales. A su vez
la recuperación del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora sirvió de
punto de confluencia para las acciones de solidaridad del movimiento feminista con las
trabajadoras y sus conflictos laborales. Con el triunfo del PSOE en las elecciones generales
de 1982 finalizaba la transición y la desmovilización política, que también afectó al movi-
miento feminista. Por su parte, en 1983 se creó el Instituto de la Mujer que comportaba un
feminismo institucionalizado, extendiéndose a las Comunidades Autónomas con la creación
de organismos similares.
20 «Aspectos reivindicativos del FAGC y del FHAR», El Viejo Topo, nº 8, Mayo, 1977, pp. 36-37.
21 P. Viladegut y D. Solís: «Todos somos bisexuales» (Entrevista con el secretario general del FAGC), El Viejo
Topo, nº 8, Mayo, 1977, pp. 34-35.
22 Mesa redonda: «Homosexuales, una lucha marginal», Teoría y práctica. La lucha de clase analizada por sus prota-
gonistas, nº 12, Octubre, 1977, pp. 78-87. En el coloquio intervinieron miembros del FAGC, Dignitat y una repre-
sentación de homosexuales independientes. Véase, Front D’Alliberament Gai de Catalunya: «Aspectos diversos de
la tortura infligida a los homosexuales», Clínica y análisis grupal, Noviembre-Diciembre, 1977, nº 7, pp. 66-82.
23 Helios: Documento «Hacia la total liberación sexual», en: VV. AA.: Mujeres Libres. Aproximación a Muje-
res Libres, Barcelona, Memorial Democràtic, 1977, pp. 231-233, p. 233. Véase, M. Sanfeliu: «Educando y
viviendo en la libertad sexual. Mujeres libres y Lucía Sánchez Saornil», en: R. Osborne (ed.): Mujeres bajo
sospecha. Memoria y sexualidad, 1930-1980, Madrid, Fundamentos, 2012, pp. 331-345.
24 M. Nash: Mujeres libres: España 1936-1939, Barcelona, Tusquets, 1976. Sobre Mujeres Libres véase, L. Qui-
ñonero: «Sueños y pesadillas de las Mujeres Libres», Viento Sur: Por una izquierda alternativa, nº 93, 2007,
pp. 107-116; J. Mª Montero: Anarcofeminismo en España. La Revista Mujeres Libres antes de la guerra civil,
Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2003; S. Berenguer: Mujeres Libres. Luchadoras libertarias, Madrid,
Fundación Anselmo Lorenzo, 1999; M. Ackelsberg: Mujeres libres. El anarquismo y la lucha por la emancipa-
ción de las mujeres, Barcelona, Virus, 1999.
autónoma subrayaban la división sexual tanto en la vida cotidiana como en la acción polí-
tica: aún estando en contra del capital y del trabajo asalariado hicieron suya la proclama “a
igual trabajo, igual salario”. Por supuesto, exigían la derogación de la LPRS y rechazaron la
división entre presos comunes y políticos; así como el derecho de todas y todos a disponer
de sus cuerpos preservando el amor libre. Es decir, se opusieron al matrimonio y a la familia
por ser los pilares básicos de reproducción de la sociedad autoritaria.
Tras el Manifiesto surgieron varios grupos de liberación homosexual. En Madrid destaca-
mos: el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), el Movimiento Democrático
de Homosexuales (MHD) y la Agrupación Mercurio para la Liberación Homosexual25; en
Málaga, la Unión Democrática de Homosexuales de Málaga (UDHM); y en Bilbao, Euskal
Herriko Gay Askaten Mugimendua (EHGAM). La mayoría de estas organizaciones se carac-
terizaron por sus pretensiones radicales y revolucionarias de tipo social y político. El FHAR
no estuvo adscrito a ningún partido político, pero fueron conscientes de la convergencia
imprescindible entre los movimientos de liberación de la mujer y los de liberación homo-
sexual, por lo que colaboraron con el movimiento feminista. Para la Agrupación Mercurio26
–democrática, asamblearia y abierta a todas las ideologías– era necesario subvertir el orden
socio-económico para conseguir la liberación sexual por otro que permitiese la superación
de la lucha de clases. Por su parte, el MDH pretendía encontrar alternativas democráticas en
vías del socialismo, en tanto que la sociedad de clases y las instituciones fueron histórica-
mente la base de la represión, y de la incesante condena y persecución de la homosexualidad.
En el mismo mes de Marzo de 1977 coincidieron, en la Universidad Complutense de
Madrid, la Primera Semana de Solidaridad con los Presos Comunes27 y la Semana contra la
Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, organizadas respectivamente por la Facultad de
Derecho y por la Coordinadora de Grupos Marginados a la que pertenecían el FHAR y la
Agrupación Mercurio. Se abrieron las jornadas con la presentación “El pregón de la fiesta”
del coordinador J. López Linage, para después tomar la palabra los colectivos de mujeres,
homosexuales, presos comunes, psiquiatrizados, minusválidos y algunas organizaciones
políticas que reclamaban el derecho a ser diferentes28. Estos informes constituyen un texto
imprescindible para la comprensión de los movimientos sociales durante la transición que
vio la luz con el título de Grupos marginados y Peligrosidad Social29. El primer comunicado
–Abril de 1977– de la Coordinadora de Grupos Marginados lo firmaron las siguientes orga-
nizaciones: Acción Comunista (AC), Comités de Apoyo a COPEL, Confederación Nacio-
nal del Trabajo (CNT), Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), Frente de
Liberación de la Mujer (FLM), Juventudes Comunistas Revolucionarias (JCR), Juventudes
Socialistas (JJSS), Liga Comunista Revolucionaria (LCR), Mujeres Libres, Organización
36 El antecedente inmediato se halla en las revueltas acaecidas durante en 1969 en el barrio neoyorkino de Green-
wich Village y el pub “Stonewall Inn”, por el hostigamiento a transexuales, gays y lesbianas y su disidencia
en el movimiento de liberación. Un activismo en el que destacaron líderes marginales como las transexuales
Marsha P. Johnson y Silvia Rivera. En los años sesenta, ambas mujeres encabezaron proyectos insurreccionales
y antiasimilacionistas, creando una red de autogestión, apoyo mutuo y disidencia sexual. Entre sus acciones
autogestionaron una casa financiada con el ejercicio de su propia prostitución para alojar a travestis –sin forma-
ción y en precariedad– con la finalidad de alejarlas del comercio sexual y de la drogodependencia. Presas de un
“género variante” que hoy conformarían parte del legado del movimiento queer, antecedieron a la normatividad
y la heterodesignación mediante continuas acciones revolucionarias y fracturas con otros grupos disidentes a
quienes habían apoyado, especialmente a gays y lesbianas que más tarde las despreciaron. Sobre la autoorgani-
zación, revolución queer y transfeminista del grupo STAR (Street Transvestite Action Revolutionaries), véase
S. Rivera y M. Johnson: STAR: Acción Travesti Callejera y Revolucionaria. Supervivencia, revuelta y lucha
trans antagonista, Madrid, Ed. Imperdible, 2015.
37 El diario catalán Mundo Diario publicaba en sus columnas: En la pasada madrugada fue presentada una
demanda en el Juzgado de Guardia por los presuntos malos tratos inferidos por la Policía a un detenido en la
manifestación gay del pasado domingo en las Ramblas. La denuncia fue admitida a trámite por el juez, que, al
parecer, habló con la denunciante y una testigo de la paliza inferida a Oriol Martí Casas, militante de OCE-
BR (Organización Comunista de España-Bandera Roja), médico y PNN de la Universidad Autónoma. Oriol
Martí fue ingresado en la cárcel Modelo, y al parecer, se le ha abierto sumario por posible agresión a la fuerza
armada por parte de la jurisdicción militar. Véase, Mundo Diario, 29 de Junio, 1977.
38 Para una revisión de los movimientos sociales “trans” en España, véase S. Rivera y M. Johnson: STAR: Acción
Travesti Callejera y Revolucionaria. Supervivencia, revuelta y lucha trans antagonista, opus cit. (2015), pp.
127-136; J. B. Eres y C. Villagrasa (coord.): Homosexuals i Transsexuals. Els altres represaliats i discriminats
del franquisme, des de la memòria històrica, Barcelona, Bellaterra, 2000; R. Platero: «Transexualidad y agenda
política: una historia de (dis)continuidades y patologización», Política y sociedad, vol. 46, nº 1 y 2, 2009, pp.
107-128; R. Platero: Trans*exualidades: Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos, Barcelona,
Bellaterra, 2014.
que se eliminaron varios artículos de la ley, entre éstos el de los actos de homosexualidad. No
sólo se trataba de cambiar y derogar leyes sino también de que los gays y lesbianas tomaran
la palabra para cambiar estructuras y derribar prejuicios. En el siguiente comunicado, conside-
rado como uno de los primeros manifiestos públicos del Col·lectiu de Lesbianes de Barcelona
leemos: es preciso, pues, que nuestra voz se oiga para des-velar y re-velar los aspectos comu-
nes de nuestra realidad como mujeres y reivindicar nuestra diferencia como lesbianas39. Las
mujeres durante el franquismo tuvieron que tolerar la dominación ejercida como instrumento
de placer del hombre, mientras que las mujeres lesbianas sufrieron la invisibilidad. A principios
de 1977 constituyeron un Colectivo de Lesbianas independientes pero incluidas en el Front
d’Alliberament Homosexual del País Valencià (FAHPV), con discrepancias sobre el enfoque
de sus reivindicaciones e incluso por el modo de entender la sexualidad. El Colectivo de les-
bianas perteneció, hasta Febrero de 1978, a los denominados Frentes Mixtos para incorporarse
posteriormente al Movimiento Feminista (MF) como Colectivos de Lesbianas Feministas40.
Hemos podido constatar que la mayoría de los movimientos de liberación sexual eran
afines o simpatizantes a los partidos marxistas. Durante la dictadura y la transición se iden-
tificó al marxismo con la ideología enfrentada al régimen, sin poner en tela de juicio su
postura generalizada respecto a la homosexualidad. La relación entre los sexos fue un tema
secundario en la teoría marxista, centrada en el antagonismo de clases. Si bien, el ensayo
de Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, se utilizó como base
de explicaciones posteriores que desde el marxismo se dieron al conflicto de sexos. A partir
de la teoría evolucionista del antropólogo Lewis Morgan, Engels identificaba el origen de la
humanidad con un comunismo sexual donde no existía el tabú del incesto, para más tarde
establecerse la monogamia a medida que el varón fue mostrando sus preferencias por una
de sus mujeres41. En general, el marxismo y sus ideales de revolución antiburguesa conde-
naron la homosexualidad como un vicio habitual de las clases en el poder, e incluso Engels
la rechazó por ser antinatural42. Con el triunfo de la Revolución rusa en 1917 se suprimieron
las leyes antihomosexuales, y al menos legalmente el homosexual fue libre. Con la llegada
de Stalin al poder, la homosexualidad se identificó como tara de la burguesía, así los países
comunistas orientales y occidentales reprimieron la homosexualidad, e incluso omitían el
término para evitar el debate en el partido. Por tanto, en los denominados países socialistas, la
homosexualidad se condenaba públicamente como residuo decadente de la sociedad burguesa,
al tiempo que no cuestionaron el modelo sexual burgués, ni tampoco la moral y la familia.
39 Citado por R. Llamas y F. Vila: «Spain: pasión for life. Una historia del movimiento de lesbianas y gays en el
estado español», en: X. Buxán (ed): Conciencia de un singular deseo, opus cit. (1977), pp.189-224, p. 193.
40 Colectivo de Lesbianas, en: J. E. Enríquez (compilador): El homosexual ante la sociedad enferma, Barcelona,
Tusquets, 1978, p. 181 y ss.
41 A. Puleo: «Dos escuelas de la sospecha: hombre y mujer en el materialismo histórico y el psicoanálisis», en: A.
Puleo (y otros): La Filosofía, ¿es un arma cargada de futuro?, Madrid, Publicaciones del Ministerio de Educa-
ción y Ciencia, 1993, pp. 65-82.
42 F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Madrid, Fundamentos, 1971.
43 F. Ruiz y J. Romero (Edición a cargo de): Los partidos marxistas. Sus dirigentes, sus programas, Barcelona,
Anagrama, 1977, p. 164. El trabajo recoge nueve entrevistas con líderes de partidos marxistas y sus respectivos
programas, más otros trece programas de partidos políticos cuya incidencia era relevante en algunas comunidades.
44 Ibidem, p. 93.
45 Ibidem, p. 108.
46 Ibidem, p. 98.
común llama normal, aquí tampoco debe haberlas. En esto los socialistas somos muy claros:
nosotros defendemos posiciones que se refieren a un consenso generalizado sobre lo que es
bueno o malo. Puede que no nos pongamos cada día a discutir sobre lo que es bueno o malo,
pero hay un consenso general que admitir. El viejo profesor utilizaba el mismo binomio de
normalidad versus anormalidad que el sistema, no cuestionándose el significado y origen
de lo bueno y lo malo sino que admitía el consenso general. Es decir, para él la normalidad
era todo aquello que permitía conservar intacto el sistema, en cuya defensa y perpetuación
actúan las instituciones, definidas desde y por el Poder.
El argumento de Tierno Galván no está exento de contradicción: si la mayoría o la opi-
nión común juzgaba que la homosexualidad era un mal y ésta tenía que prohibirse, equivale
a defender que cuando la mayoría de las sociedades admitían como un bien la esclavitud o
el colonialismo, éstos debían de ser aceptados. Con estos antecedentes, las normas tradicio-
nalmente acogidas por el consenso común son sagradas e inviolables: el hombre y la mujer
deben ser educados en el orden intelectual y sexual para que sus instintos estén de acuerdo
con una cierta normativa, no para que las normas sigan a los instintos. De esta manera, si
una mujer o un hombre no pueden reducir sus instintos al canon de lo que se entiende por
el sentido mayoritario que es normal, si no saben mantener unos principios ascéticos para
que sirvan de modelo generador y de ayuda al proceso revolucionario, es que no tienen
energía revolucionaria y, por tanto, eso es castigable, no tolerable47.
Es obvio que durante la transición la mayoría de los partidos revolucionarios eludieron
enfrentarse a las normas y costumbres imperantes de la sociedad, en aspectos tan decisivos
como la sexualidad, el erotismo, las relaciones interpersonales, las instituciones familiares,
etc. El escritor Juan Goytisolo reflexionaba con lucidez sobre la paradoja de algunos líde-
res marxistas-leninistas, ya que denunciaban la explotación de los obreros en las fábricas,
pero no en cambio la alienación que sufrían las mujeres en sus propias casas: se puede
ser antiesclavista, pero burgués. Se puede ser republicano y colonialista. Se puede ser
obrero, pero machista. Se puede ser defensor de los derechos de la mujer, los negros y
los obreros, y perseguir a los homosexuales. Pero no se puede pretender el nombre de
revolucionario sin extraer el común denominador de todas las opresiones, a fin de denun-
ciarlas y combatirlas48.
Referencias
Ackelsberg, M.: Mujeres libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las muje-
res, Barcelona, Virus, 1999.
Agrupación de homosexuales Mercurio: «Declaración de principios y objetivos», Plata-
forma. Revista universitaria de información nacional, nº 27, 3 de Marzo, 1977.
Arnate, A: Redada de violetas. La represión de los homosexuales durante el franquismo,
Madrid, La esfera de los libros, 2003.
47 Las citas de Enrique Tierno Galván se encuentran en las páginas 131-147 del cuestionario citado.
48 J. Goytisolo: «Remedios de la concupiscencia según Fray Tierno», El Viejo Topo, nº 16, Enero, 1978, Pág. 8-11,
p. 11.
SILVIA L. GIL*
Desde la década de los 90, asistimos a la proliferación de una serie de debates que
han insistido en la importancia de interrogar uno de los pilares de las luchas feministas: la
categoría «Mujer». Aunque afirmar la crisis del sujeto del feminismo que tiene lugar con
esta crítica parece ser una fórmula recurrente –que, según las críticas, sería producida desde
En este sentido, se trata de repensar las identidades y, desde ahí, la política de la identidad
dominante en los movimientos del siglo XX. En esta discusión, se citan planteamientos de
distintas corrientes: postestructualistas, desde donde se dibuja una ontología de la diferen-
2 El libro editado por Joan Scott y Judith Butler recoge buena parte de estos importantes debates: Butler, J. y
Scott, J. (eds.) (1992), Feminist therize the political, New York, London: Routledge.
3 Scott, J. W. (1996), «El género, una categoría útil para el análisis histórico», en Lamas, M. (comp.) (2013), El
género. La construcción cultual de la diferencia sexual, México: PUEG/UNAM, pp. 265-302, p. 286.
4 Butler, J. (2004/2006), Deshacer el género, Barcelona: Paidós, pp. 252-253.
cia5; psicoanalistas, con su preocupación por la sexualidad y el sujeto6; y, por supuesto, femi-
nistas, que resituarán la importancia de las diferencias, el cuerpo y el género para interpretar
los órdenes simbólico y socioeconómico. Y tiene lugar al calor de una inquietud política:
¿Es posible la transformación sin categorías fuertes que la sustenten? Dicho de otra manera:
¿Cómo conciliar las implicaciones de la deconstrucción del sujeto con las exigencias para
resistir al poder contemporáneo? La insistencia posmoderna en los discursos, en la contin-
gencia de los significantes o en la crítica a los universales parecería precipitar a la pospolí-
tica7, donde solo habría lugar para confirmar lo dado, pero no para su transformación. Sin
embargo, veremos que las prácticas feministas que surgen al mismo tiempo que este debate,
a las que podemos referirnos como nuevos feminismos, ofrecen claves fundamentales para
pensar otra política cuando las diferencias son condición inherente de nuestro mundo.
5 La lectura filosófica de Gilles Deleuze, Michel Foucault y Jaques Derrida resulta clave al respecto.
6 Flax, J. (1990/1995), Psicoanálisis y feminismo. Pensamientos fragmentarios, Madrid: Cátedra.
7 En este volumen se recogen varios ensayos críticos con el feminismo de lo «post» con la hipótesis de que se
debilita el feminismo: Tubert, S. (ed.) (2003), Del sexo al género. Los equívocos de un concepto, Valencia:
Universidad de Valencia.
8 Beauvoir, S. (1949/1989), El segundo sexo. I. Los hechos y los mitos. II. La experiencia vivida, Buenos Aires:
Siglo Veinte.
9 Hay quienes ven en ese momento no la Segunda Ola del movimiento, sino la tercera (de modo que actualmente
estaríamos en la cuarta). Sin embargo, consideramos que se trata de una lectura que se adapta más a la realidad
anglosajona que a otras como la española o la latinoamericana donde los nuevos discursos y prácticas cobran
más fuerza en la mitad de los noventa y principio de los dos mil y no en la segunda mitad de los ochenta como
en EE.UU.
10 Casado, E. (2003), «La emergencia del género y su resignificación en tiempos de lo “post”», Foro Interno.
Anuario de teoría política, nº 3, pp. 41-66.
11 Firestone, S. (1976), La dialéctica del sexo. En defensa de la revolución feminista, Barcelona: Kairós.
12 Davis, A.(1981/2005), Mujeres, raza y clase, Madrid: Akal.
13 Millet, K. (1970/1995), Política Sexual, Madrid: Cátedra, p. 70.
14 Pineda, E., Oliva, M. y Uría, P. (1985), Polémicas Feministas, Madrid: Revolución; y VVAA. (1977), Aporta-
ciones a la cuestión femenina, Madrid: Akal.
15 Heidi Hartmann había sido contundente al afirmar en «Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más pro-
gresiva entre marxismo y feminismo» que «las categorías marxistas, como el mismo capital, son ciegas en lo
referente al sexo». Z. Eisenstein, por su parte, también había declarado la insuficiencia de estas herramientas y,
en el contexto español, feministas como Lidia Falcón se lanzaron a analizar el modo de producción doméstico
introduciendo la idea de que las mujeres constituyen en sí mismas una clase social: Hartmann, Heidi (1980),
«Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresista entre marxismo y feminismo» en Eisenstein,
Z. R. (1980), Patriarcado feminista y feminismo socialista, Madrid: Siglo XXI; Falcón, L. (1981), La razón
feminista. La mujer como clase social y económica, el modo de producción doméstica, Barcelona: Fontanella.
16 Para un estudio amplio de la historia del movimiento feminista en España hasta 1985 véase Agustín Puerta,
M. (2003), Feminismo: Identidad personal y lucha colectiva (Análisis del movimiento feminista español en los
años 1975 a 1985), Granada: Universidad de Granada.
17 Precarias a la Deriva (2004), A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina, Madrid: Traficantes de
Sueños.
18 La feminista Sira del Río explica la importancia de la crisis de cuidados: «Efectivamente, el modelo mediante el
cual se resolvían las necesidades de cuidados se tambalea. Las mujeres, que habían dedicado todo su tiempo y
energías a este trabajo no remunerado, se empiezan a incorporar masivamente a un mercado laboral masculino,
cuya estructura está diseñada para personas que no tienen que cuidar de nadie. De este modo, la tensión entre la
lógica del mercado y la lógica del cuidado emerge con gran intensidad y las mujeres empiezan a experimentar
esta tensión en su propio cuerpo, que se convierte en lugar de batalla entre las exigencias de uno y otro escena-
rio. Este hecho, que no pasa desapercibido para casi nadie, pretende solventarse con políticas y leyes denomina-
das de “conciliación”. Pero difícilmente puede conciliarse lo irreconciliable. En este caso, la centralidad de los
mercados en la organización social se traduce en la priorización absoluta de los imperativos del mercado laboral
frente a cualquier otro argumento. Sus necesidades productivas organizan el tiempo social y son inapelables
frente a las necesidades de cuidados». Del Río, Sira, «La crisis de los cuidados: precariedad a flor de piel»,
Rebelión, 2004. Disponible en https://www.rebelion.org/hemeroteca/economia/040308sira.htm
19 Para un análisis sobre la institucionalización en el feminismo español en el contexto de la transición democrá-
tica, véase Gil, Silvia L. (2011), Nuevos feminismos. Sentidos comunes en la dispersión, Madrid: Traficantes de
Sueños, pp. 102-124.
invención, deber por deseo, vanguardia por caminar preguntando… Cabe pensar que hoy
aún estamos experimentando las consecuencias históricas de este cambio de paradigma.
Estos cambios hay que entenderlos en un marco socioeconómico más amplio en el que
las condiciones de reproducción de la existencia empeoran a escala global (la crisis de
reproducción se intensifica en los países del Sur y se extiende al Norte), hasta el punto de
evidenciar una crisis estructural del mismo sistema capitalista. Un sistema que, como dice
la economista Amaia Pérez Orozco, ataca la vida20. No se trata de una crisis que pueda solu-
cionarse con un parche, no es solo un accidente en el buen desarrollo del neoliberalismo;
se trata de una crisis estructural, de los propios fundamentos que la sostienen y que, como
explica Bolívar Echevarría, es consustancial a la modernidad21. Las feministas argumentan
que esos valores estructuran además el vínculo entre violencia, modernidad, capitalismo y
masculinidad22. Pero se trata también de una crisis de representación del sistema político,
del sistema de partidos y de la democracia parlamentaria. Esta crisis, que expresan los movi-
mientos autónomos desde los ochenta llegará a su cumbre con la explosión de la Primavera
Árabe en 2011 y la ola de movilizaciones posteriores –15M español, YoSoy132 mexicano,
los estudiantes chilenos, el movimiento Passe Livre de Brasil, Occupy Wall Street…–23. En
esta crisis, se hace evidente la brecha cada vez mayor entre la ciudadanía y los lugares de
toma de decisión que determinan el rumbo del mundo –organismos supranacionales, mer-
cados financieros, etc.–. Por tanto, nos encontramos antes una doble crisis: crisis estructural
del capitalismo, de sus valores fundantes, y crisis de representación.
En este sentido, puede afirmarse que las nuevas prácticas feministas surgen en un con-
texto que es cada vez más hostil a la vida y que, al mismo tiempo, impone enormes dificulta-
des para pensar lo político: no se cuentan con grandes relatos como el marxista que permitan
saber con anterioridad a la propia acción qué hacer. Esta dificultad, expuesta con claridad por
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en Hegemonia y estrategia socialista en 198524, tiene un
aspecto positivo en la medida en que abre la puerta a una política antiesencialista. Un antie-
sencialismo que se decanta en una vertiente no solo discursiva (en la que se apoya la teoría
20 Orozco, A. (2014), Subversión feminista de la economía. Apuntes para una reflexión sobre el conflicto capital/
vida, Madrid: Traficantes de Sueños.
21 «[…] es una crisis de la calidad misma de la vida civilizada, una crisis que no sólo es económica y política,
no es sólo una crisis de los estados nacionales y sus soberanías sino que está afectando y que lleva afectando
mucho tiempo a los usos y costumbres de todos órdenes: sexuales, culinarios, habitacionales, cohabitacionales
Echeverría, B. (2010), «Crisis civilizatoria», Estudios Ecológicos, Crisis Financiera o Crisis Civilizatoria, nº 6,
Quito, pp. 3-10, p. 5.
22 Silvia Federici explica el profundo vínculo que existe entre el capitalismo, el exterminio de cientos de miles de
mujeres en la caza de brujas y la forma que adquiere la dominación masculina en la modernidad. Federici, S.
(2011), El Calibán y la bruja, Madrid: Traficantes de Sueños.
23 Para comprender la relación entre autonomía, zapatismo, movimiento de resistencia global y las movilizacio-
nes en red más recientes véase el imprescindible trabajo de Guiomar Rovira. Por ejemplo: «De las redes a las
plazas: la web 2.0 y el nuevo ciclo de protestas en el mundo», Acta Sociológica, Volumen 62, 2013, UNAM,
México, pp. 105-134.
24 La traducción al español es posterior: Laclau E. y Mouffe, Ch. (1987), Hegemonia y estrategia socialista,
Madrid: Siglo XXI.
5. Política de lo común
Por tanto, el contexto de la globalización está marcado por las diferencias y la dispersión.
¿Cuáles son las estrategias organizativas que se han puesto en marcha desde los feminismos?
A grandes rasgos, pueden señalarse dos: esencialismo estratégico y organización en red.
La primera, en el sentido de Gayatri Spivak, adquiere la forma de uniones temporales –la
unidad, la categoría Mujer– para acciones políticas concretas29. La segunda se hizo especial-
mente relevante en el movimiento de resistencia global: la percepción de los movimientos
a escala planetaria propició la creación de redes o alianzas en las que sin asumir una nueva
25 Una discusión desde la perspectiva micropolítica se encuentra en: VV.AA. (2005), Una Política de los Cuerpos,
cuadernillo nº 1, Área Cuerpo y comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires (disponible en: https://issuu.com/areadecuerpoycomunicacion/docs/cuadernillo_web_)
26 Bhavnani, K. y Coulson, M., «Transformar el feminismo socialista. El reto del racismo», en VVAA. (2004), Otras
inapropiables. Feminismos desde las fronteras, Madrid: Traficantes de sueños, pp. 51-62, p. 60. En el prólogo
colectivo del libro, elaborado por la Escalera Karakola se señala: «nosotras añadiríamos heteropatriarcal».
27 Dice Donna Haraway: «[…] patriarcado capitalista blanco (¿de qué otro modo podríamos llamar a esa Cosa
escandalosa?) que transforma todo en un recurso apto para ser apropiado […]», Haraway, Donna (1991/1995),
Ciencia, cyborg y mujeres, la reinvención de la naturaleza, Madrid: Cátedra, p. 340. Pero es Amaia Pérez
Orozco quien retoma esta idea de Haraway para expresar esta compleja realidad.
28 La influencia de los trabajos de Foucault en este sentido será clave. Sobre todo Foucault, Michel (1987), Histo-
ria de la sexualidad. 1. La voluntad de saber, Madrid: Siglo XXI.
29 Spivak, G. (1987), In Other Worlds. Essays in Cultural Politics, Methuen, Routledge: New York.
identidad se trabajaba de manera interconectada. Pese a que ambas estrategias son espe-
cialmente útiles como punto de partida en tanto que consideran una realidad de diferencias,
se encuentran con el siguiente escollo: son estrategias que presuponen sujetos formados
políticamente, personas que ya están organizadas o comparten ciertos códigos entre sí; y,
por tanto, conducen a un modelo de articulación entre organizaciones políticas. Pero, ¿qué
ocurre con las personas que no participan en éstas, más si cabe en un momento histórico
en el que las estructuras políticas se encuentran en crisis y el conflicto entre capital y vida,
entre poder y condiciones de reproducción de la existencia, se intensifica? En este sentido,
parecería que hay un nudo en relación a la identidad que no termina de romperse. Aquí es
donde aparece la necesidad de pensar desde los parámetros de una política de lo común.
¿En qué consistiría ésta?
La política de lo común ya no trataría de sujetos únicos –como en el feminismo de la
Segunda Ola–, ni tampoco múltiples –como en el marco de la explosión de las diferencias,
comprendidas como micro-identidades–, sino que, en un sentido distinto, procuraría abrir
procesos que puedan interpelar a diferentes; procesos desde los que dar cuenta, nombrar y
elaborar aquello que, aunque de manera diversa, se está viviendo, a fuerza de las imposicio-
nes neoliberales a escala planetaria, de manera común. Desgraciadamente, la extensión del
despojo de los bienes comunes, la mercantilización de los servicios, la vida como posible
desecho del capitalismo, la violencia como ejercicio estructural, la distribución diferencial
de los cuerpos que importan y los que no, la precariedad e incertidumbre como normas o
la desestructuración de los límites sociales (que se traduce en estructuras polimorfas donde
las instituciones del Estado se confunden con paramilitares, policía o narcotraficantes30)
producen experiencias similares en distintas partes del mundo: las condiciones de pobreza,
exclusión y violencia se extienden a pasos agigantados por el cuerpo social. Hoy, a tenor
de, entre otras cosas, la crisis de refugiados sirios en Europa, los lugares seguros parecen
haberse extinguido.
Pero esta inseguridad no tiene solo un carácter externo, también se interioriza como
sentido concreto de vivir. El paradigma del capitalismo contemporáneo se desarrolla a través
de un ideal de independencia que afirma tres cosas. La primera: que ser tiene la forma de
una sustancia preconcebida y cerrada sobre sí, independiente de las alteridades que la sos-
tienen y atraviesan. La segunda: la vida es un proyecto individual que nada tiene nada que
ver con lo colectivo: se produce una expropiación primaria del pensamiento de lo común.
Y la tercera: la vida no necesita ser cuidada, se le asigna la cualidad de ser autosuficiente
en el plano físico y emocional, contribuyendo a invisibilizar el trabajo que la sostiene. Esta
premisa solo se hace posible en la medida en que el conjunto de tareas que posibilitan la
vida cotidianamente son desvalorizadas. Como han sostenido las feministas marxistas, el
trabajo doméstico y de cuidado deviene invisible, se privatiza y es feminizado con el objeto
de explotarlo de manera gratuita31.
Sin embargo, en el desarrollo de la vida, se producen fricciones y crisis que cuestionan
la validez de este ideal; lo cuestionan no desde la teoría, sino como vivencia corporal, ten-
30 Segato, R. (2006/2013), Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres, Buenos Aires: Tinta Limón.
31 Como explica Amaia Orozco, esta explotación se produce a escala global: las migraciones Sur-Norte o campo-
ciudad generan flujos de cuidados que sostienen la vida a escala planetaria, pero que, además de no ser recono-
cidos, son fuente de desigualdad, mostrando que estamos en un sistema que es esencialmente injusto.
sión cotidiana y malestar del conflicto entre las exigencias de acumulación capitalista (el
beneficio por encima de todo) y las necesidades vitales (imposibles de resolverse cuantifi-
cando costes o sometiéndolas a un fin externo). Aquí, la verdad del ideal de independencia
se desmorona, se pone en entredicho, sus preceptos son desplazados, la vida se abre en su
vulnerabilidad. ¿Qué otro significado adquiere «vivir» a la luz de esta experiencia? En tér-
minos ontológicos, la vulnerabilidad muestra que el Ser no es una sustancia autosuficiente,
sino que siempre ser es relación con Otros. Ser en relación, ser interdependiente, implican
una apertura, un estar expuesto a algo que no se es. Algo que no se es y que sin embargo
constituye aquello que somos. Desde aquí, puede afirmarse que la vida es inestable, está
inacabada: no hay presencia absoluta. Judith Butler lo explica del siguiente modo:
Los cuerpos empiezan a existir y dejan de existir: como organismos físicamente per-
sistentes que son, están sujetos a incursiones y enfermedades que ponen en peligro la
posibilidad del simple persistir. Éstos son unos rasgos necesarios de los cuerpos –no
pueden «ser» pensados sin su finitud y dependen de lo que hay «fuera de sí mismos»
para sostenerse–, unos rasgos que pertenecen a la estructura fenomenológica de la
vida corporal. Vivir es siempre vivir una vida que se halla en peligro desde el princi-
pio y que puede ser puesta en peligro o eliminada de repente desde el exterior y por
razones que no siempre están bajo el control de uno»32.
Por último, la experiencia de la vulnerabilidad pone en evidencia que la vida pueda tener
lugar sin el trabajo que permite sostener los cuerpos física y emocionalmente. Aquí se revela
la interdependencia en su dimensión material. Tanto la inversión ontológica señalada como
esta dimensión material proporcionan un punto de vista privilegiado para comprender que no
hay vida posible sin los otros –los otros no humanos también– y recuperar el sentido prio-
ritario de la dimensión común de la vida. Es importante notar que esta inversión ontológica
–los cuerpos dependen de algo que no son ellos mismos– cuestiona los preceptos asociados
a la modernidad –autosuficiencia, dominio, desarrollo–. De modo que esta ontología de
los cuerpos en relación puede constituir un interesante punto de partida para repensar los
presupuestos de la modernidad (y, por tanto, la crisis civilizatoria mencionada más arriba).
No obstante, hay que señalar que reconocer la dimensión común de la vida no implica
que nos encontremos con una realidad buena o transformadora per se. Al respecto, surgen dos
interrogantes. La vida no es una realidad dada, no se trata de un concepto estable, acabado y,
por ello, su contenido resulta variable. Desde aquí, cabe preguntar por su articulación histórica:
¿cómo se organiza hoy la vida, aquellos marcos de inteligibilidad cultural que, como dice Judith
Butler33, predisponen las visibilidades? Hay vidas que son dignas, otras menos y otras directa-
mente no cuentan. ¿Cuáles son las jerarquías que se mantienen en el interior del concepto de
vida que operan en la actualidad? ¿Y cuáles son las condiciones de posibilidad que las reprodu-
cen? ¿Qué vidas cuentan y cuáles son prescindibles, desechables, invisibles? ¿Qué presupuestos
culturales se activan para legitimar estas desigualdades?34. Por otro lado, el modo en el que se
32 Butler, J. (2009/2010), Marcos de guerra. Las vidas lloradas, Paidós: Madrid, p. 52.
33 Ibídem.
34 A raíz de los atentados de París, surgió un intenso debate en países no occidentales como México, éste sumido
en la violencia y en la muerte permanentes: ¿Qué hacer con el malestar provocado por la importancia concedida
resuelve la interdependencia hoy es injusto: el mundo sigue su curso, entre otras muchas cosas,
gracias al trabajo de sostén de las redes comunitarias del que se responsabiliza principalmente
a una parte de la población (las mujeres). Si tenemos en cuenta esta realidad, debemos pregun-
tar: ¿Cómo organizar las sociedades para que el trabajo de cuidado no recaiga injustamente
sobre aquéllas? ¿Qué construcciones de género son funcionales al sistema socioeconómico
actual –una feminidad volcada sobre los otros, una masculinidad volcada sobre sí–?35. En este
sentido, si bien es importante descubrir lo que de común ya hay en la realidad –darnos cuenta
de aquellos gestos microscópicos o grandiosos que muestran los lazos que atan unas vidas con
otras– también es importante redefinir con otros criterios ético-políticos en qué queremos que
consista la vida común: cómo organizarla, a partir de que prioridades, en busca de qué intereses,
desde que escenarios. Es decir, es necesaria una política imaginativa y creativa que acompañe
a la anterior; una política desde la que debatir cómo vivir juntas y juntos. Debemos preguntar:
¿En qué consistiría una buena vida en condiciones de igualdad?
Por tanto, la política de lo común tiene una doble dimensión: como algo a descubrir y
a construir, como ontología y organización social, como acontecimiento y creación, como
política de la escucha y al mismo tiempo como invención. Para mantener este doble sentido,
lo común no debe comprenderse como una sustancia, sino como un espacio abierto en el
que la identidad plena, definitiva, se hace imposible. Aquí, cabe afirmar que es necesario
dejar que la política se vea atravesada por la vulnerabilidad. Esto nos permite acercarnos al
mundo de otro modo: muestra que nuestra posición es parcial y limitada. Pero, al mismo
tiempo, es necesario que la vulnerabilidad se vea atravesada por la política: una palanca
para reconstruir el mundo desde otros criterios ético-políticos que rompan con la exclusión
y la injusticia, que permitan imaginar lo imposible. Percibir el inacabamiento del ser es la
condición para no clausurar el sentido de la realidad, para no ceder a la pospolítica; es lo
que permite producir desplazamientos no previstos, líneas inesperadas en los itinerarios. De
esta forma, la vulnerabilidad se torna potencia, no como aquello que lo puede todo, sino
como aquello que, sabiendo que no lo puede todo, es capaz de inventar nuevos sentidos de
vida. Este es quizá el desafío –potente, creativo– al que nos interpela la experiencia de la
dispersión contemporánea –con sus violencias y dificultades–: ¿Cómo volver a decir «noso-
tras» de un modo diferente?
Referencias
Agustín Puerta, M., (2003): Feminismo: Identidad personal y lucha colectiva (Análisis del
movimiento feminista español en los años 1975 a 1985), Granada: Universidad de Granada.
Bhavnani, Kum-Kum y Coulson, Margaret, «Transformar el feminismo socialista. El reto
del racismo», en VVAA. (2004), Otras inapropiables. Feminismos desde las fronteras,
Madrid: Traficantes de sueños, pp. 51-62.
a las vidas europeas cuando las más cercanas no ocupan ni una mención en la prensa? Este texto de César Alan
Ruiz que circuló por la red esos días condensa las preguntas y posibilidades para salir tanto del resentimiento
como del eurocentrismo: «Nosotros podemos rezar por Francia, pero ¿quién rezará por nosotros?», en Tercera
Vía: http://terceravia.mx/2015/11/nosotros-podemos-rezar-por-francia-pero-quien-rezara-por-nosotros/
35 Para el debate en torno al cuidado, no como revalorización de una cualidad femenina, sino como palanca crítica
para la transformación véase Gil, Silvia L. (2011), op. cit., pp. 279 y ss.
SONIA REVERTER-BAÑÓN*
Resumen: En el presente trabajo se exponen las Abstract: The aim of this paper is to analyze
carencias más importantes en la investigación de and expose the most important shortcomings
la denominada “diferencia sexual en el cerebro”. in the investigation of the so called “sexual
Desde la revisión y análisis crítico del grupo de difference in the brain”. Departing from the
científicas NeuroGenderings Network se propone work of the academic group NeuroGenderings
una superación de los prejuicios que, de manera Network this paper will review and analyze
obvia o solapada, continúan manteniéndose en critically its proposals to overcome the
la investigación en relación a las diferencias prejudices that, obviously or not, continue to
sexuales en el cerebro. La tarea de “guerrilla be maintained in scientific research in relation
epistemológica”, como la he llamado, que este to sexual differences in the brain. The task of
grupo feminista lleva a cabo con el fin de ir con- “epistemological guerrilla”, as we call it, that this
formando un conocimiento rigurosamente cien- feminist group carries out in order to conform a
tífico se podrá ver con el ejemplo concreto de la rigorous scientific knowledge can be seen with
propuesta que hacen a una revista neurocientífica. the concrete example of the proposal they have
Palabras clave: Neurofeminismo, diferencia recently made to a neuroscientific journal.
sexual, neurociencia de la diferencia sexual, neu- Key-words: Neurofeminism, Sexual Difference,
rosexismo. Neurosciences of Sexual Difference, Neurosexism.
dimórfica y consistente observamos en los genitales. Es decir, que los cerebros humanos
no pueden categorizarse en dos clases distintas. Su argumentación es la siguiente:
Here we show that, although there are sex/gender differences in brain and behavior,
humans and human brains are comprised of unique “mosaics” of features, some more
common in females compared with males, some more common in males compared
with females, and some common in both females and males. Our results demonstrate
that regardless of the cause of observed sex/gender differences in brain and behavior
(nature or nurture), human brains cannot be categorized into two distinct classes: male
brain/female brain (Joel et al, 2015: 1568)1.
Cien años antes de esta investigación, en 1915, el neurólogo Dr. Charles Dana2 ofreció
sus conocimientos profesionales en el entonces polémico tema del voto de la mujer en
las páginas de opinión de The New York Times. El Dr. Dana advertía que las mujeres no
son eficaces a la hora de evaluar iniciativas políticas, y por tanto el voto podría afectarles
negativamente. Tanto que, advertía, tendrán un incremento del riesgo de demencia de un
25%. La argumentación científica de este riesgo se asentaba en que la mitad superior de la
médula espinal, que controla la pelvis y las extremidades, es menor en las mujeres. Como
conclusión el Dr. Dana afirmaba que la participación política de las mujeres, es, por ello,
“peligrosa para su salud” (en Fine, 2010: 131).
El contexto histórico del siglo XIX fue de gran auge en la investigación neuronal, y en
concreto de investigación sobre las diferencias humanas, siendo especialmente relevante la
que concierne a las diferencias sexuales. Fisiólogos como George Romanes han pasado a la
historia como representantes no sólo de la diferencia sexual en el cerebro, sino por afirmar,
de forma acientífica, cómo la diferencia de tamaño entre los cerebros masculino y feme-
nino impediría por “muchos siglos” a las mujeres llegar a equipararse a los hombres en su
potencia mental (Romanes, 1887: 666; en Wood, 2001: 172). El libro de Romanes, titulado
ilustrativamente “Mental Differences Between Men and Women” comporta de sí un fallo
cometido repetidamente, incluso hoy, a la hora de extraer consecuencias comportamentales
(y mentales) no justificadas de diferencias cerebrales (en este caso el tamaño del cerebro).
La jerarquía de los cerebros, como en los ejemplos de Romanes y de Dana, han supuesto en
el pasado la elaboración de un discurso pseudocientífico que argumenta que existen diferen-
cias innatas entre los sexos que reflejan diferencias en la capacidad mental. El viaje de estas
afirmaciones pretendidamente científicas no ha ido, como podríamos esperar, de la expe-
rimentación a la conclusión, sino más bien al contrario: la supuesta “evidencia” empírica
se utiliza para acomodar una jerarquía que se pretende “natural” (Reverter-Bañón, 2016).
1 Traducción propia: “Aquí se demuestra que, aunque existen diferencias entre el sexo y el género en el cerebro
y el comportamiento, los seres humanos y los cerebros humanos están compuestos de “mosaicos” únicos de
rasgos, algunos más comunes en las mujeres comparados con los hombres, algunos más comunes en los hom-
bres comparados con las mujeres y algunos comunes en mujeres y hombres. Nuestros resultados demuestran
que, independientemente de la causa de las diferencias observadas entre el sexo y el género en el cerebro y el
comportamiento (naturaleza o crianza), los cerebros humanos no pueden clasificarse en dos clases distintas:
cerebro masculino / cerebro femenino.”
2 Este neurólogo es precisamente el que da nombre a la Dana Foundation, la cual organizó en 2002 el famoso
congreso en San Francisco “Neuroethics: Mapping The Field”, el cual da inicio a la neuroética como disciplina.
Los cien años que separan las afirmaciones con las que hemos empezado este artículo,
las del Dr. Dana y las de la neuropsicóloga Joel, son años de investigación tenaz, contun-
dente y profusa sobre el cerebro humano. Es de esperar que el cúmulo de conocimiento
científico adquirido en este tiempo ayude a formalizar las creencias sobre el cerebro de
forma que vaya más allá de creencias culturales, meras opiniones o incluso prejuicios. La
afirmación del Dr. Dana en 1915 no mostraba ningún estudio científico que apoyara sus
palabras en The New York Times, más allá de la evidencia del tamaño de la médula espinal,
la cual no comporta en ningún caso la legitimidad científica que necesitarían las conclusio-
nes a las que llega el Dr. Dana. En contrapartida, la investigación de Joel y su equipo se
basa en las resonancias magnéticas de 1.400 cerebros humanos, junto con los análisis de
personalidad, actitudes, intereses y comportamientos de 5.500 personas más, para observar
las diferencias sexuales estructurales en el cerebro “más allá de los genitales”.
Podemos decir, de forma bastante convincente, que las palabras del Dr. Dana son fruto
de sus creencias culturales, de su opinión y, probablemente, de sus prejuicios. Las afir-
maciones de la neuropsicóloga Daphna Joel y su equipo son conclusiones de un proyecto
científico de largo recorrido y utilizando la metodología requerida en este momento por los
estándares científicos más exigentes. También es cierto que hay cien años de diferencia,
y probablemente este dato nos pueda llevar a pensar que lo que se ha llegado a conocer
en ese tiempo sobre el cerebro pueda llevar a conclusiones opuestas. Posiblemente esta
sería la explicación en muchos temas que exigen investigación científica; es decir, que en
cien años el conocimiento científico pueda haber llevado a conclusiones muy diferentes
respecto a las que se mantenían (incluso de manera científica) hace un siglo. Sin embargo,
a la dificultad del objeto de estudio, el cerebro humano, se suman otro tipo de dificulta-
des, que son precisamente las que intentamos analizar en este texto; y que se relacionan,
en general, con lo que podríamos llamar “pensamiento pseudocientífico”, es decir, un
pensamiento falso pero que conlleva creencias erróneamente consideradas científicas y
basadas presumiblemente en el método científico o teniendo el estatus de verdad científica
(Hansson, 2015).
La “mala ciencia” ha sido uno de los objetivos del cuerpo de conocimiento denominado
“epistemologías feministas”, la cual cuenta con una sólida tradición, tanto en la crítica a
las epistemologías patriarcales como en las propuestas para superar la mala ciencia. Las
diferentes teorías y modelos epistemológicos que elaboran tienen el objetivo de mejorar la
ciencia, acercándose a una objetividad que pueda corregir los prejuicios sexistas y andro-
céntricos que ofrecen una visión parcial del mundo, orientada principalmente a descubrir
(y a veces construir) verdades que sirven a intereses muy particulares, como son el control
material y el mantenimiento de ciertas jerarquías sociales, económicas, políticas y cul-
turales. Pensadoras como Sandra Harding, Helen Longino, Elizabeth Anderson, Miranda
Fricker, Evelyn Fox Keller, Iris M. Young, Donna Haraway… son una buena muestra de
elaboración de propuestas epistemológicas que buscan la verdad científica en sintonía con
normas democráticas e igualitarias de funcionamiento.
En este contexto podemos entender la frase del historiador del sexo Thomas Laqueur
en su clásico estudio de 1990 Making Sex: Body and Gender From the Greeks to Freud:
“casi todo lo que se desea decir sobre el sexo ya ha sido reivindicado para el género”
(1994, 33). Es decir, que el conocimiento científico sobre la diferencia sexual se encuentra
profundamente sesgado por los mandatos de género, que no olvidemos que en el sistema
patriarcal dominante comportan desigualdades entre hombres y mujeres precisamente
basadas en las diferencias. Así, de forma acrítica sigue mantiéndose la diferencia como
sustento de la desigualdad, algo profunda y profusamente denunciado por las teorías femi-
nistas del conocimiento. La comunidad científica parte así, en sintonia con el concepto
feminista de “conocimiento situado”, de una perspectiva de sujeto particular, de sujeto
conocedor con una situación de género determinada, la de género varón. Esto es clara-
mente cierto para gran parte de la ciencia relativa a la diferencia cerebral de los sexos
producida en el siglo XIX y parte del siglo XX.
Como nos cuenta Cynthia Russett (1989) en su clásico texto Sexual Science: The
Victorian Construction of Womanhood, podemos trazar cómo el interés del estudio cien-
tífico de la humanidad a finales del siglo XIX y principios del XX vertebró el debate
naturaleza/cultura en gran parte a través del estudio de las diferencias entre los sexos. En
este debate se asume claramente que la naturaleza humana no es unitaria, sino diversa y
separada. Tanto el color como el sexo, al ser las dos características físicas más evidentes,
se convierten en objeto de estudio de esa diversidad, y pronto las disciplinas biológicas en
crecimiento en la época de cambio hacia el siglo XX, como la fisiología, se centrarán cada
vez más en el cerebro como el elemento que puede explicar los fundamentos de diferen-
cias comportamentales, y rápidamente se pasa a utilizar estas para legitimar las posibles
desigualdades. Textos clásicos como los de Ruth Bleier (1984), Ruth Hubbard (1990) y
Ethel Tobach y Betty Rosoff (1994) lideraron el camino hacia la revisión crítica de las
teorías biológicas sobre las mujeres. Si bien ese camino cuenta cada vez con métodos y
teorías más conscientes y vigilantes de la calidad de la producción científica, no es menos
cierto que el peso de lo ideológico, en este caso lo patriarcal, y de intereses espurios puede
contaminar eventualmente la ciencia.
La producción de un conocimiento sexista es un claro ejemplo de construcción de
no-conocimiento, como García Dauder y Pérez Sedeño (2017) afirman. El concepto de
“epistemologías de la ignorancia” que Tuana acuñó (2004, 2006) visibiliza bien estas
prácticas de no saber sobre el cuerpo de las mujeres. Esta autora cree necesario, no sólo
entender y visibilizar las prácticas de conocimiento, sino también las prácticas respon-
sables de la ignorancia, el no-conocimiento. En el caso de la diferencia sexual en los
cerebros las manifestaciones de la ignorancia se relacionan con prácticas de poder, en el
sentido de que la ignorancia, el no saber, se produce y mantiene desde posicionamientos
de poder, como es la apelación a la misma autoridad científica. El discurso de la ignoran-
cia produce así un no saber que se sitúa, desde el poder de la autoridad científica, como
evidente, aun sin serlo. La fundamentación científica de tales discursos es nula o confusa,
pero tiene la legitimidad y la fuerza de los poderes que la arropan. La resistencia a tal
manifestación de ignorancia, la gestión de la ignorancia, como nos dice Spelman (2007),
no sólo ha de desvelar la ignorancia y sus falsedades, sino proveer los conocimientos
que han sido negados o suprimidos. Y esto será muy complicado si no se pueden romper
los circuitos de producción y mantenimiento de conocimientos, los cuales, y para el caso
que nos ocupa, están arduamente tramados con largos siglos de pensamiento patriarcal,
con prácticas de opresión y exclusión, como hemos podido comprobar en el ejemplo del
Dr. Dana.
3 https://neurogenderings.wordpress.com/
4 http://www.genna.gender.uu.se/themes/bodyembodiment/
Con vistas a poder mejorar el conocimiento científico sobre las diferencias sexuales en el
cerebro y en la cognición humana el NeuroGenderings Network mantiene una lista de distribu-
ción gestionada desde la Universidad de Viena. El equipo de personas integradas en esta lista
participa desde 2012 en una conversación permanente en la que se revisan tanto los artículos
y publicaciones científicas como divulgativas en relación al tema de la diferencia sexual en los
cerebros humanos. Una de las preocupaciones constantes generadas en la conversación que en
esta lista se mantiene es la usual y casi permanente confusión sobre los conceptos de sexo y
género en las publicaciones científicas5. Se trata de una confusión de gran trascendencia, pues
los conceptos de sexo y género van a estructurar el marco de investigación sobre las diferencias
y/o similitudes sexuales. Separarlos como analíticamente diferentes o unirlos, entendiéndolos
en co-implicación superando así la dicotomía naturaleza/cultura, son dos posicionamientos
sobre los que las mismas teorías feministas están debatiendo desde hace décadas (Nicholson,
1994; Scott, 1997). Ahora bien, confundirlos, como algunas investigaciones científicas sobre
el cerebro hacen, produce un efecto distorsionante que anula cualquier posible conclusión
científica. Por ello, aclarar los conceptos de sexo y género es el primer paso para acabar con
los persistentes equívocos en la investigación sobre el cerebro humano.
La confusión entre sexo y género llega a ser tan grande que las diferencias entre mujeres y
hombres (independientemente de si son neuronales o comportamentales) son a veces llamadas
“diferencias de sexo” y a veces “diferencias de género”. Como ejemplo, una de las miembros
del NGN, Kaiser (2012, 131), incide en la constante confusión terminológica en los casos de
importantes publicaciones neurocientíficas como Cerebral Cortex o Nature Neuroscience. Los
estudios de Gur et al., (2002, en Kaiser 2012), publicados en la primera, nos hablan de dife-
rencias sexuales en el volumen cerebral frontal, y los estudios de Lüders, Narr, &Thompson
(2004, en Kaiser 2012), publicados en la segunda revista, establecen las diferencias de género
en la complejidad cortical. Como la misma Kaiser nos advierte, esta indecisión terminológica
puede bien reflejar una incerteza más profunda acerca de cómo observar y explicar el origen de
las diferencias entre hombres y mujeres. Como Schmitz (2012) ha observado ello implica que
hay inseguridad y/o desacuerdo respecto a si las diferencias comportamentales entre hombres
y mujeres son atribuibles al sexo del cerebro, o al contrario, si esas diferencias en el cerebro
son explicables por las diferencias en el comportamiento.
5 También preocupa esta confusión en las publicaciones divulgativas, en las que además es más llamativa por el
alcance de público que tienen tales publicaciones. Aunque el grupo NGN se ocupa principalmente de evaluar
y ayudar a corregir tesis y experimentos en las mismas revistas científicas que los publican, no es inusual que
de forma esporádica emitan alguna nota de prensa o escriban algún artículo en medios divulgativos. Como
ejemplo podemos poner el artículo de opinión aparecido recientemente en el periódico The Guardian (6 de abril
de 2017), con el ilustrativo título de “We’ve been labelled ‘anti-sex difference’ for demanding greater scientific
rigour” (firmado por Cordelia Fine y Rebecca Jordan-Young).
Es desde este acercamiento de revisión crítica que podemos entender la tarea de obser-
vación que realiza el grupo NGN. A modo de ejemplo relataremos el caso reciente en el
que cinco de las líderes del grupo han escrito una nota a la revista Journal of Neuroscience
Research, una revista importante en el campo de la investigación neurocientífica.
En el año 2014 el National Institute of Health (NIH) de Estados Unidos anunció que
implementaría un nuevo plan de política de financiación de la investigación6 (Clayton &
Collins, 2014). Este consistió en exigir (a partir de enero de 2016) la inclusión del sexo como
variable biológica (el conocido como SABV) en las investigaciones preclínicas animales y
con humanos, con el objetivo de corregir posibles disparidades en la salud de los dos sexos.
La idea que respalda esta decisión es que hay muchos desórdenes de salud que afectan de
forma diferente a hombres y mujeres, y en consonancia el tratamiento médico y farmacéutico
requerirá ser diferente.
Esta nueva política motivó, principalmente en Estados Unidos, a partir de 2014, un
debate público, no sólo entre los y las profesionales e investigadores, sino también en el
público general. El debate se ha mantenido en conferencias, congresos y workshops, así
como en revistas científicas, y también en medios de comunicación masiva, como periódicos
y revistas de divulgación. El impacto que ha tenido esta nueva política ha llevado a muchas
revistas científicas a trasladar esta exigencia a las investigaciones que publican.
Así es el caso de la revista Journal of Neuroscience Research, la cual en su editorial del
número de enero de 2017 anuncia un cambio en su política editorial en correlación con la
exigencia del NIH. Este consistirá en “requerir a todos los autores asegurarse de la conside-
ración apropiada del sexo como una variable biológica” (Prager, 2017, 1). El número en el
que se anuncia este cambio trata de manera monográfica, además, el tema de la diferencia
sexual en el cerebro7. El monográfico tiene el prometedor título de An Issue Whose Time
Has Come: Sex/Gender Influences on Nervous System Function. En este número, por tanto,
se anuncia una nueva política editorial y se presentan artículos que investigan las diferencias
sexuales en el cerebro.
El equipo de NeuroGenderings Network (NGN) entiende que la nota editorial de la
revista Journal of Neuroscience Research necesita ser matizada con criterios específicos
sobre cómo asegurar esa “consideración apropiada del sexo como una variable biológica”. Y
ello es lo que hacen varias neurocientíficas del NGN en una reciente carta al editor publicada
en un número posterior de la misma revista (22 de febrero 2017). Las investigadoras Rippon,
6 En la Unión Europea contamos con el programa de la Comisión Europea “Horizon 2020”. Uno de sus objetivos
es integrar la dimensión de género en la investigación e innovación, tanto en su programación y planificación
como en contenidos (Véase “Promoting Gender Equality in Research and Innovation”, en https://ec.europa.eu/
programmes/horizon2020).
7 Tengamos en cuenta que en principio se trata de dos cuestiones diferentes: una es la exigencia del NIH y de la
revista en cuestión de considerar el sexo como variable biológica en todo tipo de experimentos y pruebas preclí-
nicas; la otra cuestión es la investigación de las diferencias sexuales. En este número de esta revista coinciden
las dos: ofrece un monográfico sobre diferencias sexuales (en concreto en el cerebro y en la cognición), y se
publica la nota editorial haciéndose eco de la nueva política del NIH.
Jourdan-Young, Kaiser, Joel y Fine (2017) ofrecen en esa carta comentarios constructivos a
este respecto. En especial sus advertencias van dirigidas a la investigación neurocientífica
con humanos, ya que es en los seres humanos donde las potenciales influencias de un con-
junto amplio de variaciones deberían ser consideradas y valoradas.
La primera apreciación que hacen es aclarar que si bien hay dos fuentes de influencia
biológica clara, como son los genes XX versus XY, y las hormonas gonadales; hay, a su vez,
muchos factores adicionales que pueden influir en las diferencias entre sujetos femeninos
y masculinos, como Joel y McCarthy (2017) o Ainsworth (2015) también señalan. Dife-
rencias en los genitales, en el tamaño global o en la masa muscular, por ejemplo, pueden
tener influencia en el comportamiento. Así, el peso global de una persona puede ser más
importante que el sexo a la hora de calcular la dosis de un fármaco. Los atributos físicos
impactan, además, en la forma como interactuamos a nivel individual. Y ello además, tiene
correlación con el componente de género, con las expectativas sociales según el género y
con los comportamientos en relación a las normas diferenciadas por sexo en las sociedades
(Joel y MacCarthy, 2016: 2).
Como Eliot y Richardson (2016) han alertado, el nuevo requisito del NIH tiene el obje-
tivo de visibilizar las diferencias de salud en relación al sexo, pero tal mandato puede no
ser siempre la solución, otras cautelas habrán de incluirse. Como estas autoras señalan las
disparidades en la salud humana en referencia al sexo tienen un fuerte componente socio-
cultural íntimamente vinculado al sexo biológico, que puede no tenerse en cuenta si no se
estudia la variable de género, o nos remitimos a la base del modelo animal. Según aclaran
Eliot y Richardson (2016) la exigencia de introducir la variable de sexo en la investigación
animal parte de la presunción de que el cerebro humano y las diferencias comportamentales
tienen un origen eminentemente biológico, despreciando así la importancia que los aspectos
sociales, psicológicos y culturales puedan tener en las diferencias neuronales entre hombres
y mujeres. Esta asunción, sin embargo, es contraria a algunas de las conclusiones relacio-
nadas con la plasticidad cerebral y la epigénesis, las cuáles nos informan de que el circuito
cerebral no está fijado de forma unidireccional por la genética o las hormonas, sino que el
sistema nervioso humano, tanto a nivel funcional como estructural, es un proceso dinámico
y continuo que persiste a lo largo de la vida (Gergen, 2010; Ainsworth, 2015, McCarthy,
2016). En coherencia con esta plasticidad cerebral las miembros de NGN nos dicen en un
artículo titulado precisamente “Plasticity, plasticity, plasticity. . . and the rigid problema of
sex” (Fine et al, 2013, 551):
8 Traducción propia: “La comprensión del género como una estructura compleja, multinivel y jerárquica que
moldea no sólo las instituciones, las interrelaciones, la cognición y la percepción, sino también el cerebro,
el sistema endocrino y la manifestación de procesos evolutivos, puede producir una ciencia mejor y más
informativa”.
El Neurofeminismo frente a la investigación sobre la diferencia sexual 105
Los
Los resultados muestran
resultados muestran Se
Se publican los resultados
publican los resultados
diferencias
diferencias de sexo/género
de sexo/género
Experimento
Experimento
Los
Los resultados muestran
resultados muestran Resultadosnulos,
Resultados nulos,
se
similitudes de sexo/género
similitudes de sexo/género sepierden
pierden
o
Se rediseña
Se rediseña el
el experimento
experimento para aumentar
para aumentar la
lasensibilidad
sensibilidad
Los
Los resultados muestran
resultados muestran Test de
Test de sensibilidad
sensibilidad y y
diferencias
diferencias de sexo/género confiabilidad de diferencias
confiabilidad de diferencias
Experimento
Experimento de sexo/género
observadas
observadas
Los
Los resultados muestran
resultados muestran
similitudes de sexo/género
similitudes de sexo/género Publicar
Publicar todos todos los
los resultados,
resultados,
describiendo describiendolas las
distribuciones, asícomo
distribuciones, así comoloslos
medios medios
9 Traducción propia: “…, debido a que las diferencias sexuales son tan fácilmente malinterpretadas y la desin-
formación potencialmente dañina, necesitamos mantener a los demás ya nosotros mismos a un alto nivel al
reportarlos”.
Project”10 (OSC, 2012) afirma un grave fallo de reproducibilidad en las ciencias psicológi-
cas. El grupo que conforma este proyecto, 72 voluntarios de 41 instituciones, lleva adelante
el proyecto de replicar de forma transparente estudios publicados desde 2008 en las tres
principales revistas de psicología (muchos de esos estudios relacionados directa o indirec-
tamente con las diferencias sexuales).
La monitorización al más alto nivel de los hallazgos científicos es una exigencia ineludible
si pensamos las consecuencias que muchas conclusiones científicas tienen en nuestras vidas,
personales y colectivas. Buena prueba de ello es el ejemplo con el que empezábamos este
artículo en relación a las afirmaciones del Dr. Dana en 1915 sobre las mujeres y el derecho al
voto. Actualmente, y en un contexto de creciente desigualdad en la distribución de recursos
de todo tipo, afirmaciones falsamente científicas en relación a las diferencias de capacidades
neuronales entre los sexos puede tener el efecto de sedimentación de discursos que reorganicen
y renaturalicen la desigualdad de los géneros en base a las pretendidas diferencias cerebrales.
Ciertamente no es lo mismo diferencia que desigualdad, y sabemos que las diferencias no han
de conllevar desigualdades, como algunos neurocientíficos de la diferencia sexual también
alertan en sus conclusiones (Cahill, 2017), pero no es menos cierto que hemos aprendido por
experiencia que en el caso de la dominación de las mujeres toda diferencia etiquetada como
“sexual” ha sido utilizada como fundamento para crear desigualdad. Será necesario, por ello,
una profilaxis rigurosa a la hora de anunciar diferencias cerebrales entre los sexos, y a la hora
de interpretar consecuencias comportamentales de esas diferencias.
4. Conclusión
10 Puede verse la planificación, coordinación y ejecución del proyecto en su página “Open Science Framework”
(http://openscienceframework.org/).
podríamos decir incluso su “seductor atractivo” (Skolnick Weisberg et al, 2008), vuelve a las
neurociencias una especie de guía para mucha gente a la hora de entender sus propias vidas.
Los excesos de las promesas “bio” y “neuro” relacionadas con la concepción omniabarcante
de lo neuro-biológico han conllevado recientemente, según Rose y Abi-Rached (2013), una
cierta apertura de las concepciones neurocientíficas, lo cual puede significar una nueva
relación más productiva entre las neurociencias y las ciencias sociales. En este marco de
diálogo crítico (Sprague, 2016) y de “neurociencias críticas” (Kraus, 2011) pensamos que
las propuestas aquí planteadas desde la epistemología feminista pueden permitir algo que
debe estar siempre presente en la investigación científica, el debate robusto y riguroso entre
la comunidad científica. Ello permitirá la generación de mejor conocimiento, pero para ello
sigue haciendo falta, como hemos pretendido mostrar, un “activismo científico” que se ocupe
de una tarea de monitorización constante. Los vicios científicos y las asunciones prejuiciosas
siguen estando hoy presentes en la actividad científica. Los grandes intereses económicos
relacionados con la investigación científica junto a la deriva de las políticas científicas en
cuanto a subvenciones pueden trasladarse a la comunidad científica en forma de presiones
para favorecer un conocimiento científico que sea prometedor y de rápida aplicación. Estas
presiones, englobadas en lo que comúnmente se denomina “sistema de incentivos científi-
cos”, afectan a la selección de cuestiones y temas de investigación, a la preparación y diseño
de experimentos, a la interpretación de resultados y a la traducibilidad de esos resultados
a la aplicación práctica. El peligro que conllevan estas presiones y estas malas prácticas es
el de quebrantar el principio de una ciencia que sirva y proteja a las sociedades humanas y
al mundo. En la denominada “era del cerebro” estas prácticas acientíficas pueden acarrear
catastróficas consecuencias, como advierten diversas voces dentro de la misma comunidad
científica (Littlefield y Johnson, 2012). Por ello, la tarea vigilante, a modo de “guerrilla
epistemológica”, es más que nunca necesaria.
Referencias
Eliot, Lise & Richardson, Sarah S. (2016): “Sex in Context: Limitations of Animal Studies
for Addressing Human Sex/Gender Neurobehavioral Health Disparities”, Journal of
Neuroscience, 36 (47): 11823-11830.
Fausto-Sterling, Anne (2000): Sexing the Body: Gender Politics and the Construction of
Sexuality, Basic Books, New York.
Fine, Cordelia (2008): “Will working mothers’ brains explode? The popular new genre of
neurosexism”, Neuroethics 1 (1): 69-72.
Fine, Cordelia (2010): Delusions of Gender: How Our Minds, Society, and Neurosexism
Create Difference, W. W. Norton, New York.
Fine, Cordelia & Jordan-Young, Rebecca (2017): “We’ve been labelled ‘anti-sex difference’
for demanding greater scientific rigour”, The Guardian, 6/4/2017.
Fine, Cordelia; Jordan-Young, Rebecca; Kaiser, Anelis & Rippon, Gina (2013): “Plasticity,
plasticity, plasticity and the rígid problema of sex”, Trends in Cognitive Sciences, 17(11):
550-551.
Fox Keller, Evelyn (2010): The Mirage of a Space between Nature and Nurture, Duke Uni-
versity Press, Durkham & London.
García Dauder, Silvia & Pérez Sedeño, Eulalia (2017): Las ‘mentiras’ científicas sobre las
mujeres, Los libros de la catarata, Madrid.
Gergen, Kenneth J. (2010): “The acculturated Brain”, Theory & Psychology 20 (6): 795-816.
Gottlieb, Gilbert (2000): “Environmental and behavioral influence on gene activity”, Current
Directions in Psychological Science, 9, 93-97.
Gottlieb, Gilbert (2002): “Developmental-behavioral initiation of evolutionary change”,
Psychological Review, 109: 211-218.
Greenfield, Susan (2000): The private life of the brain, Penguin Press, New York.
Grosz, Elizabeth (1994): Volatile Bodies: Toward a Corporeal Feminism, Indiana University
Press, Bloomington.
Hansson, Sven Ove (2015): “Science and Pseudo-Science”, The Stanford Encyclopedia
of Philosophy (Spring 2015 Edition), Edward N. Zalta (ed.). Disponible: <http://plato.
stanford.edu/archives/spr2015/entries/pseudo-science/>. Consultado 24 Febrero 2016.
Hubbard, Ruth (1990): The Politics of Women’s Biology, New Brunswick, Rutgers Univer-
sity Press, New Jersey & London.
Joel, Daphna et al (2015): “Sex beyond the genitalia: The human brain mosaic”, Proceedings
of the National Academy of Sciences (PNAS), 112 (50): 15468-15473.
Joel, Daphna & Mccarthy, Margaret M. (2017): “Incorporating Sex As a Biological Variable
in Neuropsychiatric Research: Where Are We Now and Where Should We Be?”, Neu-
ropsychopharmacology, (2017) 42: 379-385.
Kaiser, Anelis (2012): “Re-Conceptualizing ‘Sex’ and ‘Gender’ in the Human Brain”, Zeits-
chrift fur Psychologie, 220(2): 130-136.
Kraus, Cynthia (2011): “Critical Studies of the Sexed Brain: A Critique of What and for
Whom?”, Neuroethics, 5(3): 247-259.
Laqueur, Thomas (1994): La construcción del sexo. Cuerpo y genero desde los griegos
hasta Freud, Cátedra, Colección Feminismos, Madrid. Traducción del original de 1990
por Eugenio Portela.
Severin, Laura & Wyer, Mary (2000): “The Science and Politics of the Search for Sex
Differences: editorial”, NWSA Journal, 12(3): vii-xvi.
Simmons, Joseph P., Nelson, Leif D., Simonsohn, Uri (2011): “False-Positive Psychology.
Undisclosed Flexibility in Data Collection and Analysis Allows Presenting Anything as
Significant”, Psychological Science, 22(11): 1359-1366.
Skolnick Weisberg, D., Keil, F.C., Goodstein, J., Rawson, E., & Gray, J. (2008): “The
seductive allure of neuroscience explanations”, Journal of Cognitive Neuroscience, 20:
470-477.
Spelman, Elizabeth V. (2007): “Managing Ignorance”, en Sullivan, Shanon & Tuana, Nancy,
eds. Race and Epistemologies of Ignorance, Suny Press, New York, pp. 119-134.
Spivak, Gayatri Ch. (1993): Outside in the Teaching Machine, Routledge, New York &
London.
Sprague, Joey (2016, 2005): Feminist Methodologies for Critical Researchers: Bridging
Differences, Rowman & Littlefield, London.
Tobach, Ethel & Rosoff, Betty, eds. (1994): Challenging racism & sexism: Alternatives to
genetic explanations, The Feminist Press, Cuny Press, New York.
Tuana, Nancy (2004): “Coming to understand: Orgasm and the epistemology of ignorance,
Hypatia: A Journal of Feminist Philosophy, 19(1): 194-232.
Tuana, Nancy (2006): “The Speculum of Ignorance: The Women’s Health Movement and
Epistemologies of Ignorance”, Hypatia: A Journal of Feminist Philosophy, 21(3): 1-19.
Wood, Jane (2001): Passion and Pathology in Victorian Fiction, Oxford University Press.
Resumen: El Pacto Europeo por la Igualdad de Abstract: The European Pact for Gender Equality
Género (2011-2020), en el contexto de la Estra- (2011-2020), in the context of the 2020 Strategy
tegia 2020 deja claro tres áreas de intervención makes clear three areas of urgent intervention on
urgente en torno a la desigualdad estructural: structural inequality: unemployment and poverty,
desempleo y pobreza, el trabajo de cuidado y la care work and gender violence. However, an
violencia de género. Sin embargo, un análisis con analysis with a gender perspective to the current
perspectiva de género a los actuales Presupuestos General State Budgets allows to conclude
Generales del Estado permite concluir el aban- abandoning the protection of the European
dono de la protección de los objetivos europeos objectives initialed by Spain, which have to do
rubricados por España, que tienen que ver con with non-compliance with the binding principle of
el incumplimiento del principio vinculante del gender mainstreaming. This article, based on the
gender mainstreaming. Este artículo, partiendo diagnosis of the position of women in the labour
del diagnóstico de la posición de las mujeres en sphere, will analyze the abandonment of these
la esfera laboral, analizará el abandono de estas three areas of intervention and the consequent
tres áreas de intervención y la consecuente deja- abandonment of responsibilities on the part of the
ción de responsabilidades por parte del Estado Spanish State.
español. Keywords: Structural inequality, gender
Palabras clave: Desigualdad estructural, gender mainstreaming, Welfare State, budget cuts, labour
mainstreaming, Estado Social, recortes presu- market, citizenship.
puestarios, mercado laboral, ciudadanía.
1. Introducción
Si el conflicto de clases fue un elemento clave para entender la existencia del Estado
Social o de Bienestar en el siglo pasado, lo cierto es que el llamado conflicto de Género lo
es para la comprensión de la Crisis Global del siglo XXI y enmarca, sin duda, los nuevos
desafíos de esta nueva era. Se trata de la expresión más cruda de la crisis sistémica y global
en la que estamos inmersos que, a su vez, descansa en una crisis acumulada y multidimensio-
nal que afecta a la Sociedad del Trabajo y, cómo no, a la crisis de los cuidados. Sin embargo
sorprende que, pese a la urgencia de recuperar este tipo de análisis con perspectiva de género,
éstos apenas aparezcan en los discursos dominantes y menos aún en los académico-jurídicos.
Y el dilema se reduce a la reflexión –comprometida– de si la situación de las mujeres, en
tanto que ciudadanas y más de la mitad de la población, ha cambiado sustancialmente en
las últimas décadas o si, por el contrario, aún persiste un importante nivel de desigualdad
que cuestiona los valores democráticos.
Los datos hablan por sí solos –apenas se eche un vistazo al contexto socio-laboral– y
ponen de manifiesto que las constantes denunciadas por la Teoría jurídica-política feminista
insisten y persisten. Las mejoras legales no han traído consigo “mejoras” para las mujeres,
sino una peligrosa apariencia de igualitarismo y un reloj hipotecado que obliga a las muje-
res a tener que decidir –no haciendo uso de su libre albedrío–, si dedicarse a la función
doméstica, si participar en el mercado laboral o, las más atrevidas, si hacerse un hueco en
el mundo de la política. Compatibilizar todo es casi una “misión imposible”, frente al uso
del tiempo de los varones, libre de ataduras y reconocido en las estadísticas oficiales. Si el
tiempo de trabajo no remunerado se realiza mayoritariamente en el hogar y su volumen se
está comenzando a estimar tímidamente1 y con bastantes limitaciones, a partir de encuestas
y estudios; el tiempo de trabajo remunerado, que es el reconocido, se considera desde una
amplia cobertura estadística. En este sentido, las mujeres españolas engrosan las listas de
“población inactiva”2 ya que “no trabajan” por dedicarse a las labores del hogar travestidas
bajo el título de “amor de casa”–y entenderse que no producen bienes o servicios para la
comunidad–, frente al número de varones activos y ocupados que duplican al de mujeres.
Asimismo, buena parte de las mujeres “productivas” se ven obligadas a desertar del
ámbito público laboral, al no poder compatibilizarlo con el trabajo doméstico cada vez más
cargado por las nuevas circunstancias socio-culturales (incremento de la tercera y cuarta
edad por inversión de la pirámide demográfica) y carecer de medios y recursos económicos
y temporales. En estas circunstancias, pensar en promoción laboral de las mujeres es, entre
otras razones, prácticamente quimérico en tanto que se ven abocadas a la renuncia profe-
1 Para subsanar dicha laguna, merecen destacarse los esfuerzos realizados por la Economía feminista. Entre los
trabajos más recientes, véase Gálvez Muñoz, L. (dir.) (2016), La economía de los cuidados, Sevilla: Deculturas.
2 Las personas que se incluyen en el ítem de Población inactiva son aquéllas que no producen bienes o servicios
para la comunidad. A esta categoría pertenecen pensionistas y personas jubiladas, las y los estudiantes, las
personas con incapacidad permanente y las “amas de casa”. La población activa es la población ocupada más
la población parada, y se define como el conjunto de personas de una edad determinada (entre los 16 y los
65) que, en un período de referencia dado, suministran mano de obra para la producción de bienes y servicios
económicos o que están disponibles y hacen gestiones para incorporarse a dicha producción. Se encuentran en
este grupo aquellas personas que cuentan con un empleo o están en disposición de tenerlo, es decir, la población
ocupada y la parada entre los 16 y los 65 años.
3 Frente al 30% de los hombres empresarios que prefieren contratar a un varón en su empresa, al 75,5% de las
mujeres empresarias le es indiferente que sea hombre o mujer. El porcentaje que tiene preferencia (24,5%) se
reparte equitativamente entre la opción de trabajador o trabajadora. En cambio, los hombres empresarios que
muestran neutralidad representan sólo el 69,5% del total y el 30% restante, como decíamos al inicio, prefiere
con exclusividad a un hombre para su empresa. Datos provenientes de un estudio elaborado por el Instituto
Andaluz de la Mujer, el Centro de Estudios Andaluces y la Universidad de Málaga, 2017, realizado por Óscar
Marcerano. Asimismo, no debe desconocerse la aportación y datos de la obra de Castaño, C. (dir.) (2015), Las
mujeres en la gran recesión: políticas de austeridad, reformas estructurales y retrocesos en la Igualdad de
Oportunidades, Valencia: Cátedra, Colección Feminismos.
4 Tamar Pitch se refiere a la necesidad de “tomar en serio las experiencias de las “mujeres” y partir de las mismas
bien para hacerlas visibles al Derecho, bien para crear derechos a su medida”, en Pitch, T. (2003), Un Derecho
para dos. La construcción jurídica de género, sexo y sexualidad, Madrid: Trotta, p. 259.
extradoméstico donde tiene, sin duda, una menor penetración, apenas un 26,8%. ¿Quién
podría poner en duda, con estos datos en la mano, la legitimidad y la urgencia de las nece-
sarias medidas de acción positiva diferenciadora y la necesidad y urgencia de intervención
estatal que apueste por una red de servicios sociales solventes?
Ante esto, hago mías las palabras que Berit Äss publicara hace ya casi treinta años, aún
de suma actualidad: “(r)etener información es algo muy grave. En Suecia se han calculado
que en nuestros días, las mujeres realizan nueve mil millones de horas de trabajo al año,
y los hombres seis mil trescientos millones de horas. Cuando la sociedad masculina nos
pregunta: ¿por qué no competís con nosotros en los sindicatos, en los lugares de trabajo, en
los partidos?, deberíamos contestar: Hay una cierta cantidad de trabajo extra que nosotras
no hemos pedido. Siempre nos ofrecéis que compitamos basándonos en vuestras premisas
y estáis reteniendo información”5.
Esta situación “emancipatoria” para las mujeres se manifiesta, pues, y ante todo, con
una carencia de tiempo de vida6: tiempo para el ocio, para la formación y el reciclaje, para
la participación social y política, para el desarrollo personal, para la promoción profesio-
nal... Y el uso del tiempo es algo más que un tema puntual de reflexión. El uso del tiempo
implica una forma de vida, en tanto que la vida, en definitiva, no es más que tiempo. Y si
se adjudica a las mujeres un tiempo de vida hipotecado, habrá que admitir que ésta no hará
un uso libre y legítimo de su voluntad para dirigir y disfrutar ésta, sino que dependerá de
las necesidades reproductivas (no remuneradas) que volquemos sobre ellas. No olvidemos
que los grandes productores son a su vez grandes consumidores de necesidades sociales que
alguien debe cubrir; y esto tiene un coste.
Los indicadores de igualdad evidencian, con carácter general, que la posición social de
los hombres es casi cuatro veces mejor que la de la mujer, en atención al uso que hacen de su
tiempo. De hecho, el porcentaje de horas semanales en días laborables dedicadas al trabajo
doméstico según sexo y rol familiar, en el estrato de más de 20 a 30 horas, se eleva a 21,4
en la variable madre, frente al tímido 4,7 en la variable padre, 14,9 en la de hija y un exiguo
3 en la de hijo. En los días festivos, el porcentaje de horas dedicadas al trabajo doméstico no
parece alterar el grado de co-participación de los distintos miembros familiares. A saber: en
el mismo estrato de 20 a 30 horas, se eleva a 12,9 en la variable madre, frente a un ridículo
0,8 en la variable padre; 1,8 en la de hija y un 1,2 en la de hijo. La calidad de vida, índice
medido a través del uso del tiempo, indica, pues, un nivel, en las mujeres (28,35), tres veces
inferior al de los hombres. Y con respecto al grado de autonomía, esto es, a la capacidad de
decisión en la distribución de su tiempo, su valor es de 32,20 en las mujeres. El grado de
autonomía de las mujeres es tres veces menor que el de los hombres.
5 Berit Äs (1990), «El papel político de la mujer», en: J. Astelarra (comp.): Participación política de las mujeres,
Madrid: CSIC y Siglo XXI, p. 206.
6 Según el Estudio de la Fundación Pfeizer “Conciliación y familia”, 2014, realizado sobre 1500 entrevistas a
mayores de 16 años de todo el territorio nacional, un tercio de la población activa española afirma que tiene
problemas para conciliar su vida laboral y personal, sobre todo por la incompatibilidad de los horarios (24%),
por el hecho de pasar demasiadas horas en el trabajo (16,8%), lo que se traduce en falta de tiempo para estar con
la familia (17%) o la ausencia de ocio (16%). Este informe es accesible en la web www.fundacionpfizer.org.
Ante este panorama, pueden entenderse perfectamente los últimos datos ofrecidos por la
experticia en Psicología y Psiquiatría7. Las mujeres padecen de depresiones8, no diagnosticadas
muchas de ellas, ocasionadas por el estrés que implica el tener que compatibilizar todas las
tareas productivas y reproductivas y que afectan especialmente a las comprendidas en la edad
de 35 a 50 años9. En paralelo, las abuelas10 han adquirido el rol imprescindible de cuidado y
atención de los nietos. El síndrome de la superwoman11, y el de la abuela esclava, síndromes
que han pasado a formar parte de los anales de la psiquiatría –pero que no pasan de moda–,
avanzan posiciones en una sociedad que se califica de democrática, igualitaria y de bienestar.
Todo este panorama obliga a que las relaciones entre el mundo laboral, la esfera doméstica,
el Estado y las necesidades sociales, sean transformadas. Y ello es así porque de su superación
depende tanto la reproducción social, como el logro de la igualdad material ciudadana.
Pero, quizás, el quid de la cuestión radica en la exclusión de las mujeres del modelo
de ciudadanía construido por y para el hombre en la Modernidad; y la no recuperación,
en la actualidad, de ciertos aspectos emancipadores que podían haber resignificado el
concepto, dotándolo de cierta legitimidad. El no hacer mención expresa de la situación
de subordinación estructural12 que arrastran desde siempre las mujeres impulsa un modelo
7 Entre las investigaciones más recientes, y que vienen a confirmar que: “La mayor incidencia de la depresión en
las mujeres no debe buscarse en la biología, en su fisiología, en su cuerpo, sino en las condiciones de vida y en
las características de su subjetividad”. Dio Bleichmar, E. (1992), La depresión en la mujer, Madrid: Ed. Temas
de Hoy; véase Zarragotía Alonso, I. (2013), «Las diferencias de sexo y género en la depresión: proclividad en
la mujer», Medwave, 13(3):e5651 doi: 10.5867/medwave.2013.03.5651. Véase también Monteso Curto, M.P.
(2015), La depresión en las mujeres. Una visión multidisciplinar desde la perspectiva de género, Tarragona:
Publicacions Universidad Rovira Virgili.
8 Según la OMS existen 400 millones de personas que sufren alguna clase de depresión en el mundo (4 millones
en España). De la totalidad, 20% se concentran en las llamadas depresiones endógenas, y el 80% restante, a
razones exógenas. De este último grupo, el 70% es padecido por las mujeres (1.600.000 depresiones exógenas
femeninas en España), lo que apunta a lo que se ha denominado “depresión de género”, cuyas causas no son
biológicas, genéticas ni hereditarias, sino propias de la situación de subordinación estructural que padecen las
mujeres. Datos consultables en www.mujeresparalasalud.org/spip.php?article55
9 El Estudio Somos un equipo de la Asociación Yo no renuncio, de 2017 antes referido en torno a la correspon-
sabilidad en las familias españolas destaca que al agrupar las tareas según la actividad, el 48,3% de las mujeres
comenta que es la principal responsable de las labores domésticas (10,5% de los hombres), el 48,9% de la
alimentación (frente al 12,9%), y el 50,5% del cuidado de la prole (5,5% en el caso del hombre). La mujer tam-
bién lidera, en un 54%, la responsabilidad de las tareas invisibles y organizativas, tales como la planificación
y seguimiento médico y escolar de lo/as niño/as, frente al 17% de los varones. El informe se inclina a valorar
que aunque se haya podido detectar una ligera implicación de los hombres en las labores del hogar, no parece
seguirse el mismo proceso evolutivo en la mejora de las condiciones laborales para las mujeres.
10 Según el Estudio de la Fundación Pfizer “Conciliación y familia”, 2014, un tercio de la población española
encuestada, dice estar ayudando a familiares o personas de su entorno cercano afectados por la crisis, ofre-
ciéndoles dinero, comida y apoyo. Las abuelas se encuentran dedicadas en su mayoría (59,3%) al cuidado y
atención de los nietos. Asimismo tampoco puede desconocerse su imprescindible colaboración económica a la
familia. El 33,3% lo hacen. Este informe es accesible en la web www.fundacionpfizer.org
11 Las demandas y quejas de las mujeres hacia el supuesto nuevo orden emancipatorio, libertador entre los sexos,
y las consecuencias psico-físicas que la doble y triple jornada estaba ocasionando en la población femenina, ya
fueron puestas de manifiesto desde hace más de tres décadas por numerosas autoras. Un ejemplo de ello es la
obra de Fitoussi, M. (1990), Le Ras-le-bol des superwomen, Paris: Calmann-Lévy.
12 Al respecto y centrado en la brecha salarial, véase Cabeza Pereiro, J. (2012), «La discriminación retributiva
por razón de sexo como paradigma de discriminación sistémica», Lan Harremanak/Revista de Relaciones
Laborales, nº 25.
13 A nivel comunitario, Mª Ángeles Barrère ya lamentó la oportunidad perdida de refundar el concepto de ciu-
dadanía europea tanto por el Tratado de Maastricht de 1992 como por las modificaciones introducidas en
Ámsterdam e insiste en la importancia de elaborar un concepto europeo de ciudadanía basado en la igualdad
de género. Véase Barrère Unzueta, M.A (2003), «Ciudadanía europea e igualdad de género», Revista Vasca de
Administración Pública, nº 66, pp. 47-66.
14 Al respecto, la referencia al trabajo de Carole Pateman es obligada. Pateman, C. (1988), The Sexual Contract,
Cambridge; Policy Press. Existe traducción al castellano (1995), El Contrato Sexual, Barcelona: Anthropos.
Sin embargo, un inevitable análisis con perspectiva de género a los actuales Presupues-
tos Generales del Estado de 2016 nos permitirá concluir el abandono de la protección de
los derechos de las mujeres como ciudadanas. Partamos de tres áreas de intervención, pro-
pias de los tres principales objetivos que se deben alcanzar según el Pacto Europeo por la
Igualdad de Género (2011-2020), en el contexto de la Estrategia 2020, a saber: reducir las
desigualdades en cuanto a empleo y protección social, promover un mejor equilibrio entre
la vida laboral y privada de mujeres y hombres y combatir todas las formas de violencia
contra las mujeres.
El Estado español, en estos años de crisis global, ha apostado por una política de recortes
que, sin duda, repercute desde un análisis de género, directamente sobre las mujeres15 como
ciudadanas. Algunas de estas medidas son: la incentivación de la contratación a tiempo par-
cial (modificando el régimen de las horas complementarias, para flexibilizarlo, o suprimiendo
la preferencia de acceso a un puesto a tiempo completo), la congelación (o nula subida) del
salario mínimo interprofesional, o los recortes en la Protección de desempleo: RAI, desvir-
tuándose el carácter asistencial de esta prestación, o el aplazamiento sine die de una mejora
sustantiva de la pensión de viudedad. En este sentido, la reducción de un 22% de la partida
de prestaciones ahondará la ya existente brecha de género (22,55% o trabajar 82 días más al
año que el varón y ser diplomada universitaria), habida cuenta de que las mujeres cuadru-
plican su presencia en trabajos a tiempo parcial y de corta temporalidad. Son empleos con
pobreza e implican a su vez parcialidad salarial, de promoción profesional y de prestaciones
sociales incluidas las de jubilación. En estos últimos cuatro años (2012-2015) la brecha entre
la Tasa de paro de mujeres y hombres se ha triplicado. Asimismo, resulta obligado insistir en
la omisión del análisis de género en los ingresos y Seguridad Social, cuando las pensiones
contributivas y no contributivas vuelven a subir en 2016, el 0,5%, y las pensiones de viudedad
están en el centro del debate, siendo las mujeres el 93% de los 2,3 millones de personas que
viven de ellas. En la actualidad, y tras estos años de crisis16 y austericidio, la situación de las
mujeres pensionistas se presenta peor y con mayor brecha de género que la existente en 2008.
Todo apunta a la necesidad de revisar el sistema de Seguridad Social, diseñado en su
origen, en concordancia con el modelo laboral masculino, en donde el sustentador es el varón
trabajador versus la esposa dependiente (que no sujeto), objeto de los derechos derivados.
Las reglas del sistema retroalimentan esta desigualdad y empuja a las mujeres a la preca-
riedad durante su vida laboral y a la dependencia económica durante el resto de su vida.
Asimismo, se ha reducido la financiación a los ayuntamientos –Ley 27/2013 de reforma
de la Ley de Régimen Local– que deja sin recursos a los servicios sociales base, lo que
15 En este sentido, véase también Ballester Pastor, M.A. (2015), «Desigualdad y mujer tras la crisis», Anuario de
Relaciones Laborales en España, nº 6, pp. 181-183.
16 Al iniciarse la crisis, entre las pensiones medias de uno y otro sexo había una diferencia del 28,7%, manteniéndose
prácticamente hasta 2011. En los dos años siguientes, inmersos en ella, la brecha se abrió abruptamente elevándose
al 29,6% en 2012 y al 32,6% en 2013. En la actualidad, pese a la leve recuperación, no ha sido posible compensar el
decalage entre pensiones. Datos recogidos recientemente por Vicente Clavero en su artículo “Desigualdad. La brecha
entre las pensiones de hombres y mujeres se ha ensanchado durante la crisis”, Público, 8 de febrero de 2017.
desde una visión de género alerta del abandono de las mujeres y de su prole a la más abso-
luta pobreza. Es lo que se ha venido llamando feminización de la pobreza. Como muestra,
un botón: el 72% de las personas beneficias del programa de solidaridad para personas con
riesgo de exclusión social de la Junta de Andalucía, son mujeres.
Fuente: Manifiesto Feminista sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2016.
Fuente: Manifiesto Feminista sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2016
3.2. Trabajo de cuidados y conciliación
3.2. Trabajo de cuidados y conciliación
El trabajo reproductivo (sin remuneración ni reconocimiento) sigue estando en manos
de las mujeresEl lo que repercute,
trabajo reproductivo ineludiblemente,
(sin remuneración en ni
lasreconocimiento)
condiciones laborales, nivel en
sigue estando de ocu-
pación y manos
tipo dedeempleo. Si aloello
las mujeres que le sumamos
repercute, la suspensiónende
ineludiblemente, laslacondiciones
ampliación del permiso
laborales,
de paternidad
nivel hasta enero dey 2017,
de ocupación tipo dela empleo.
falta de Sidotación
a ello ledesumamos
escuelas lainfantiles
suspensiónde de
0 ala3 años
o la nimia subida en dependencia, destinada a disolverla (dentro y fuera de los domicilios),
ampliación del permiso de paternidad hasta enero de 2017, la falta de dotación de
ineludiblemente el empuje y destierro de las mujeres al hogar es inevitable. En 2014 se
tramitaronescuelas
31.435infantiles
excedenciasde 0 por
a 3cuidado
años o de hijo/as,
la nimia de lasencuales
subida el 94%destinada
dependencia, fueron tomadas
a
por mujeres, porcentajes
disolverla (dentro yque se de
fuera ha los
mantenido enineludiblemente
domicilios), 2015 (92%). No olvidemos
el empuje tampoco
y destierro de que
el 97% delaslasmujeres
personas que cuidan a personas dependientes son mujeres
al hogar es inevitable. En 2014 se tramitaron 31.435 excedencias por –tanto en el caso
de las auxiliares de las residencias, como mujeres que se ocupan de ello dentro del hogar– y
cuidado de hijo/as, de las cuales el 94% fueron tomadas por mujeres, porcentajes que se
que 500.000 personas perdieron la ayuda a domicilio.
Si a ello le sumamos
ha mantenido que(92%).
en 2015 España Nosólo destina
olvidemos a las familias
tampoco que el 97% el de
1,31% del PIB,
las personas que frente
al 2,2% de media
cuidan europea
a personas 17, y que las
dependientes sonprestaciones
mujeres –tantofamiliares
en el caso españolas apenas
de las auxiliares de suponen
las
el 59% deresidencias,
la comunitaria, entenderemos la falta de compromiso político
como mujeres que se ocupan de ello dentro del hogar- y que 500.000 y la dejación de
responsabilidades reproductivas en las espaldas de las mujeres.
personas perdieron la ayuda a domicilio.
17 Frente a España y superando la media europea, nos encontramos con países con una inversión significativa del
PIB en las familias; a saber: Dinamarca invierte el 4,1% del PIB, Luxemburgo el 3,6% e Irlanda el 3,4%, lo que
repercute en un aumento de la natalidad y en la consecuente mejora de la calidad de vida de los miembros que
conforman la unidad familiar.
Fuente: Manifiesto Feminista sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2016.
Fuente: Manifiesto Feminista sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2016
Y es que las últimas modificaciones acometidas por la Reforma Laboral18 de 2010 y
2012 han considerado el derecho a la conciliación como un espacio más, susceptible de
recortes flexibilizadores unidireccionales (en interés de la empresa) y no como un ámbito
Si a ello le sumamos que España sólo destina a las familias el 1,31% del PIB,
que requiere especial protección19, tal18y como exige la Ley de Igualdad y la normativa comu-
nitaria.frente
Algunos ejemplos
al 2,2% de europea
de media esta política delas
, y que “reprivatización de la reproducción
prestaciones familiares social”20
españolas apenas
son: el suponen
cambio en el alcance
el 59% del derecho entenderemos
de la comunitaria, subjetivo a lalalactancia; la reformulación
falta de compromiso políticodel
y alcance
la
de las reducciones de jornada 21 por cuidado de menores o familiares (cómputo diario), el
dejación de responsabilidades reproductivas en las espaldas de las mujeres.
debilitamiento de la negociación colectiva y el empoderamiento de los criterios establecidos
por ConvenioY es Colectivo paramodificaciones
que las últimas la concreciónacometidas
horaria deporla lareducción de jornada
Reforma Laboral 19 por cuidado
de 2010 y
(art. 37.6 E.T.) y la distribución irregular del 10% de la jornada de trabajo (art.34 E.T), la
2012 han considerado el derecho a la conciliación como un espacio más, susceptible de
desaparición de las bonificaciones establecidas en el art. 4.2 de la Ley 43/2006, para facilitar
la reincorporación de la mujerunidireccionales
recortes flexibilizadores trabajadora tras (enlainterés
maternidad o la excedencia
de la empresa) y no como por un
cuidado
de hija/os o las
ámbito quemodificaciones
requiere especialenprotección
la movilidad
20
, tal ygeográfica
como exige(art. 40 E.T.)
la Ley y modificación
de Igualdad y la
sustancial de condiciones
normativa de Algunos
comunitaria. trabajo (art. 41 E.T.)
ejemplos
22.
de esta política de “reprivatización de la
21
18 Estareproducción
gran Reforma se social” ha instrumentalizado son: el cambio en eldel
a través alcance del derecho
Real Decreto subjetivo
Ley 10/2010, de 16a la
de lactancia;
junio, de medidas
urgentes para la reforma del mercado de trabajo, de la Ley 35/2010, de 17 de septiembre, de igual título, del
Real
Decreto Ley 3/2012, de 10 de febrero,
de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral y de la Ley
3/2012,
18
de 6 dea julio,
Frente España de yigual superando título. la media europea, nos encontramos con países con una inversión
19 Al respecto,
significativa merece del PIB la pena en laslafamilias; lectura adesaber: Ballester Pastor,invierte
Dinamarca M.A. (2012), «DePIB,
el 4,1% del cómo la reformaeloperada
Luxemburgo 3,6% e por el
RealIrlanda
Decreto el Ley 3,4%, 3/2012 lo queha degradado
repercute en un el derecho
aumento fundamental
de la natalidada la conciliación
y en de responsabilidades»,
la consecuente mejora de la calidadRevista
de vida de
de Derecho Social, los miembros nº 57, pp. que conforman la unidad familiar.
99-100.
19
Esta gran Reforma se ha instrumentalizado a través del Real Decreto Ley 10/2010, de 16 de junio, de
20 Al respecto, véanse las siempre interesantes aportaciones de Lousada Arochena, J.F. (2013), «La reforma labo-
medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo, de la Ley 35/2010, de 17 de septiembre, de
ral en
igual perspectiva título, deldeReal género», Decreto recogidasLey 3/2012, en eldeXIV10 Congreso
de febrero,Nacional
de medidasde Abogados Laboralistas,
urgentes para la reformaorganizado
del
por la Asociación
mercado laboral Nacional
y de la Ley de Abogados3/2012, de Laboralistas, A Coruña,
6 de julio, de igual título. 26/10/2013.
21 Véase20 el artículo de Pazos Pérez, A. (2012), «La reducción de jornada tras las últimas reformas legislativas»,
Al respecto, merece la pena la lectura de Ballester Pastor, M.A. (2012), «De cómo la reforma operada
en: M.
por Fernández el Real Decreto Prieto y Ley J. Cabeza 3/2012Pereiro (ed.): Políticas
ha degradado de conciliación,
el derecho fundamentalpermisos parentales ydeempleo,
a la conciliación
Albacete:
responsabilidades», Bomarzo, pp.Revista 242 y ss. de Derecho Social, nº 57, pp. 99-100.
21
22 Para unAldesarrollo respecto,yvéanse reflexiones las siempre en tornointeresantes a esta “reprivatización
aportaciones de de laLousada
reproducción social”,
Arochena, J.F. permítanme
(2013), «La remitir
a mireforma
trabajo Gil laboral Ruiz, enJ.M. perspectiva (2017), de «Crisis género», recogidas
del Estado en el XIVy desafíos
de Bienestar CongresodelNacional de Abogados
siglo XXI: dualismo vital y
Laboralistas, organizado por la Asociación Nacional de Abogados Laboralistas, A Coruña, 26/10/2013.
brecha ciudadana», Revista Vasca de Administraciones Públicas (en prensa), o a las aportaciones de Ballester
Pastor, M.A. (2013), «La flexibilidad interna o el fortalecimiento del ius variandi empresarial en el contexto:
Los Presupuestos Generales del Estado han aumentado en un 6,3% los recursos destinados
a violencia de génerodel
centralización en el contexto
enfoque de de
la pareja, pero
violencia en siguen estando
el plano penal por
(aundebajo de losenniveles de
deficitaria)
2009 (baja el 10,92%), resultando claramente insuficientes para afrontar esta lacra
detrimento de la igualdad y del consecuente recorte en medidas educativas, preventivas
social. Con
la crisis, en apenas tres años, se han reducido en 30% los fondos para prevenir la Violencia.
y sociales. Un dato más de la confluencia de factores discriminatorios en las mujeres lo
Ya en 2015 se pretendió corregir la cifra incrementando un 8.6% estas partidas (aumentando
la partida de Igualdad
constata además Efectiva a 20,82 millones
el nada desdeñable y 23,7
incremento de lamillones
violencialade
deun
Violencia
33% en de las Género),
pero esto supone,
mujeres en conjunto el 0,01% del presupuesto total, además de ser una cantidad
con discapacidad.
insuficiente para suplir el recorte de los Ayuntamientos antes referido. Esto ha supuesto el
cierre de casas de acogida, Centros de la Mujer y la destrucción de 5.000 puestos de trabajo23.
Fuente: Manifiesto Feminista sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2016.
Fuente: Manifiesto Feminista sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2016
Por supuesto, mucho hay que decir sobre la escasez de recursos para formación en
género, exclusión en los curricula de asignaturas formativas24 al respecto, y centralización
del enfoque4. deA la violencia
modo en el plano penal (aun deficitaria) en detrimento de la igualdad
de conclusión
y del consecuente recorte en medidas educativas, preventivas y sociales. Un dato más de la
confluenciaEste
de breve
factores discriminatorios
repaso en las mujeres
por la situación socio-laboral lo mujeres
de las constataviene
además el nadaladesdeña-
a confirmar
ble incremento de la violencia de un 33% en las mujeres con discapacidad.
situación penalizada de éstas como ciudadanas y el abandono de un Estado, que se hace
llamar social y democrático de Derecho, pero que por mor de argumentos de austeridad
ha vuelto
los defectos del amodelo», posponer Revista –y a cargar Generalsobre de Derecho las espaldas del Trabajo de éstas– y de la el Seguridad
reto de laSocial, consecución nº 34. Algunos de
estosde desajustes –incluso
la igualdad material ciudadana. anteriores a las reformas laborales restrictivas– los anuncié en Gil Ruiz, J.M. (2007),
Los diferentes rostros de la Violencia de Género, Madrid: Dykinson.
23 Al respecto, véase Gil Ruiz, J.M. (2014), «La Violencia Institucional de Género», Anales de la Cátedra Fran-
cisco Suárez, nº 48, p. 11.
24 Esta exclusión en los curricula de asignaturas formativas en género, así como la necesidad y urgencia de incor-
porarlas de manera contrastada, ha sido ampliamente referida y denunciada en algunos de mis trabajos a los que
me permito dirigir. Véanse Gil Ruiz, J.M. (2014), «Introducción de la perspectiva de género en las Titulaciones
Jurídicas: hacia una formación reglada», Revista de Educación y Derecho. Education and Law Review, vol. 10;
Gil Ruiz, J.M. (2015), «Formación en Derecho Antidiscriminatorio: carencias e incumplimientos instituciona-
género en las Titulaciones Jurídicas: hacia una formación reglada», Revista de Educación y Derecho.
les», Education
Revista ACADEMIA, and Law Review, vol. vol. 26. 10; pp. Gil 49-77. Ruiz, J.M. (2015), «Formación en Derecho Antidiscriminatorio:
carencias e incumplimientos institucionales», Revista ACADEMIA, vol. 26. pp. 49-77.
Daimon. Revista Internacional de Filosofía, Suplemento 6 (2017)
Laissez faire, laisser passer: desigualdad estructural laboral y recortes presupuestarios 123
4. A modo de conclusión
Este breve repaso por la situación socio-laboral de las mujeres viene a confirmar la
situación penalizada de éstas como ciudadanas y el abandono de un Estado, que se hace
llamar social y democrático de Derecho, pero que por mor de argumentos de austeridad ha
vuelto a posponer –y a cargar sobre las espaldas de éstas– el reto de la consecución de la
igualdad material ciudadana.
Es cierto que el paso del siglo XX al XXI ha supuesto la apuesta jurídica –tanto a nivel
internacional como europeo– de un nuevo marco de trabajo25 y se ha detectado –aunque a
veces, de manera bipolar– una evolución y construcción de lo que se ha venido a llamar un
nuevo orden antidiscriminatorio26. No obstante, apenas si hemos empezado lo que se plantea
como el auténtico reto del nuevo siglo, que sin duda requiere de una apuesta por un nuevo
modelo ciudadano que supere la plantilla del varón (blanco, adulto y propietario), y un reco-
nocimiento de las mujeres, retravesadas por los distintos cortes sistémicos, con sus especiales
reivindicaciones e intereses propios a su sexo y humanidad. Ello implica enfocar las nuevas
medidas hacia el objetivo de restaurar a las mujeres en su estatuto de ciudadanía, sin perder
de vista tres ejes centrales de esta violencia estructural: los modos en que mujeres y hombres
son socializados, el plus valorativo que tienen las actividades consideradas masculinas y la
falta de reconocimiento de autoridad a las mujeres. En este sentido, no sólo se necesita ser un
sujeto formal de derechos, sino que el otro con el que interactúo me considere un igual y no
valore ni desmerezca mis derechos como una mera concesión, ahora obligada por el Derecho.
Referencias
Ballester Pastor, M. A. (2012): «De cómo la reforma operada por el Real Decreto Ley 3/2012
ha degradado el derecho fundamental a la conciliación de responsabilidades», Revista de
Derecho Social, nº 57, pp. 99 y ss.
Ballester Pastor, M. A. (2013): «La flexibilidad interna o el fortalecimiento del ius variandi
empresarial en el contexto: los defectos del modelo», Revista General de Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social, nº 34.
Ballester Pastor, M. A. (2015): «Desigualdad y mujer tras la crisis», Anuario de Relaciones
Laborales en España, nº 6, pp. 181-183.
Barrère Unzueta, M. Á. (2003): «Ciudadanía europea e igualdad de género», Revista Vasca
de Administración Pública, nº 66, pp. 47-66.
Barrère Unzueta, M. Á. (2014): El Derecho Antidiscriminatorio y sus límites, Perú, Grijley.
Berit Äs (1990): «El papel político de la mujer», en: J. Astelarra (comp.), Participación
política de las mujeres, Madrid, CSIC y Siglo XXI, pp. 206 y ss.
Cabeza Pereiro, J. (2012): «La discriminación retributiva por razón de sexo como para-
digma de discriminación sistémica», Lan Harremanak/Revista de Relaciones Labora-
les, nº 25.
25 Al respecto, remito a Gil Ruiz, J.M. (2012), Las nuevas Técnicas Legislativas en España, Valencia: Tirant lo
Blanch; Gil Ruiz, J.M. (2017), «En torno al artículo 14 de la CEDH: concepto, jurisprudencia y nuevos desafíos
de (y ante) el Consejo de Europa», Revista Quaestio Iuris, vol. 10, nº 02, pp. 919-954.
26 Al respecto, véase Barrère Unzueta, M. (2014), El Derecho Antidiscriminatorio y sus límites, Perú: Grijley.
Castaño, C. (dir.) (2015): Las mujeres en la gran recesión: políticas de austeridad, reformas
estructurales y retrocesos en la Igualdad de Oportunidades, Valencia, Cátedra.
Dio Bleichmar, E. (1992): La depresión en la mujer, Madrid, Temas de Hoy.
Fernández Prieto, M. y Cabeza Pereiro, J. (ed.) (2012): Políticas de conciliación, permisos
parentales y empleo, Bomarzo, Albacete.
Fitoussi, M. (1990): Le Ras-le-bol des superwomen, Paris, Calmann-Lévy.
Gálvez Muñoz, L. (dir.) (2016): La economía de los cuidados, Sevilla, deculturas.
Gil Ruiz, J. M. (2007): Los diferentes rostros de la Violencia de Género, Madrid, Dykinson.
Gil Ruiz, J. M. (2012): Las nuevas Técnicas Legislativas en España, Valencia, Tirant lo Blanch.
Gil Ruiz, J. M. (2014): «La Violencia Institucional de Género», Anales de la Cátedra Fran-
cisco Suárez, nº 48, pp. 9-18.
Gil Ruiz, J. M. (2014): «Introducción de la perspectiva de género en las Titulaciones Jurí-
dicas: hacia una formación reglada», Revista de Educación y Derecho. Education and
Law Review, vol. 10.
Gil Ruiz, J. M. (2015): «Formación en Derecho Antidiscriminatorio: carencias e incumpli-
mientos institucionales», Revista ACADEMIA, vol. 26, pp. 49-77.
Gil Ruiz, J. M. (2017): «En torno al artículo 14 de la CEDH: concepto, jurisprudencia y
nuevos desafíos de (y ante) el Consejo de Europa», Revista Quaestio Iuris, vol. 10, nº
02, pp. 919-954.
Gil Ruiz, J. M. (2017): «Crisis del Estado de Bienestar y desafíos del siglo XXI: dualismo
vital y brecha ciudadana», Revista Vasca de Administraciones Públicas (en prensa).
Lousada Arochena, J. F. (2013): «La reforma laboral en perspectiva de género», XIV Con-
greso Nacional de Abogados Laboralistas, organizado por la Asociación Nacional de
Abogados Laboralistas, A Coruña.
Montesó Curto, P. (2015): La depresión en las mujeres. Una visión multidisciplinar desde
la perspectiva de género, Tarragona, Publicacions Universidad Rovira Virgili.
Pateman, C. (1988): The Sexual Contract, Cambridge, Policy Press. Existe traducción al
castellano (1995): El Contrato Sexual, Barcelona, Anthropos.
Pazos Pérez, A. (2012): «La reducción de jornada tras las últimas reformas legislativas»,
en: M. Fernández Prieto y J. Cabeza Pereiro (eds.), Políticas de conciliación, permisos
parentales y empleo, Albacete, Bomarzo, pp. 223-244.
Pitch, T. (2003): Un Derecho para dos. La construcción jurídica de género, sexo y sexua-
lidad, Madrid, Trotta.
Zarragotía Alonso, I. (2013): «Las diferencias de sexo y género en la depresión: proclividad
en la mujer», Medwave, 13(3):e5651 doi: 10.5867/medwave.2013.03.5651.
1. Introducción
Hay una tensión entre dos concepciones del mundo y su relación con cualquier posible
sujeto cognoscente que tiene consecuencias profundas para la teoría feminista. Según una de
estas concepciones, la realidad es objetiva e independiente de las prácticas sociales humanas,
de manera que hay una clara diferencia entre lo que es el caso y lo que creemos que es el
caso. Por otra parte, hay una tendencia filosófica a considerar que todo es una construcción
social, y la distinción anterior ya no puede trazarse claramente. En el caso del debate femi-
nista, la última posición esbozada tiene que ver con cómo el poder social y político conforma
nuestras prácticas y con cómo, en general, determinados grupos de personas pueden ejercer
dicho poder en su propio interés. Al primer tipo de posición se le puede llamar realista,
mientras que al segundo se le llamará antirrealista.
El problema que esta tensión plantea al feminismo puede ser resumida en la siguiente
pregunta: ¿cómo es posible una crítica feminista de las distintas formas de injusticia social
asociadas al género? En el caso de la posición antirrealista, el problema puede formularse
fácilmente. Un ejemplo pueden ser las prácticas discriminatorias en los procesos de selec-
ción para cubrir una vacante laboral. Dado que en dicho ejemplo se ejerce, claramente, una
posición de poder, y si asumimos que todo es una construcción social resultado del ejercicio
de poder, ¿cómo debe entenderse cualquier intento de cambiar y de oponerse a este tipo
de práctica? ¿No podría decirse que la crítica feminista es un intento de lograr tener una
posición política más influyente con el fin de favorecer a un grupo social particular? Según
esta posición, ¿cómo se puede dar cuenta de las injusticias sociales en general?
Una reacción natural a este problema es asumir que hay cierta conexión entre la injusticia
social y lo que es el caso, con independencia de que haya un interés social particular, de manera
que solo algo similar a una posición realista parece ser un fundamento para la teoría feminista.
No obstante, ¿cuánto realismo es necesario, teniendo en cuenta que ideas como las de “reali-
dad independiente” o “lo que es el caso” son ambiguas? Por otra parte, una noción demasiado
fuerte de “realidad independiente” podría no ser útil para los propósitos del feminismo. Según
una posición fuertemente realista, podríamos estar sistemáticamente equivocados respecto
al mundo y sería difícil contrarrestar argumentos escépticos respecto a lo que es el caso. En
consecuencia, una verdad inalcanzable puede ser tan paralizante como una verdad relativista.
Este artículo trata de aclarar algunas de las dificultades que el debate entre las dos posi-
ciones esbozadas plantea al proyecto feminista. En primer lugar, trataré de distinguir varias
nociones de construcción social. En segundo lugar, mostraré que una noción abstracta de rea-
lidad independiente no puede fundamentar ni una noción sustantiva de construcción social,
ni una crítica de las injusticias sociales. A continuación, introduciré la noción de “explica-
ción desenmascaradora” como una herramienta que permitirá distinguir entre las prácticas
cotidianas de crítica de ciertas creencias y comportamientos, y el intento de ocupar un punto
de vista externo respecto a estas prácticas que permita evaluarlas. Finalmente, teniendo en
cuenta las consideraciones anteriores, esbozaré un criterio inmanente a nuestras prácticas
que permita identificar injusticias sociales y que, a su vez, apoye la reivindicación feminista.
2. Construcciones sociales
La noción de construcción social es clave para la teoría feminista, así como para cual-
quier crítica de la ideología. El proyecto feminista de desacreditar las relaciones sociales
tradicionales y las estructuras sociales conformadas por la categoría de género se basa,
precisamente, en que lo que ha sido considerado como necesario y objetivo en relación a
las mujeres es una construcción social, resultante de una relación subyacente de poder y
dominación. Ejemplos de los objetos de esta teoría son la justificación de la distribución de
tareas en una sociedad en la que los hombres ocupan los cargos políticos más importantes
o la cosificación de las mujeres como objetos sexuales.
Sin embargo, la misma noción de construcción social plantea inmediatamente varias cues-
tiones. En primer lugar, la idea de construcción social se puede entender de distintas mane-
ras, de modo que no es un concepto unívoco y es necesario determinar qué significados del
mismo son relevantes para la crítica feminista. Por otra parte, aun si se acepta la existencia de
construcciones sociales, parece que debería haber una idea de lo que no es una construcción
social o, de otro modo, todo sería una construcción social. Como apunta Sally Haslanger:
Pero este tipo de construcción es todavía demasiado ambiguo. Por una parte, refiere a la cate-
goría general de factores sociales, que en sí misma necesita ser clarificada; por otra parte, el
hecho de que algo se defina necesariamente por referencia a factores sociales no excluye que
sea independiente, en cierto sentido, de nuestras prácticas. Dado un aparato clasificador con-
dicionado socialmente, hay muchas consecuencias impredecibles vinculadas a su aplicación,
de modo que todavía habría lugar para la idea de que hay una realidad independiente que, en
cierto sentido, no puede ser enteramente una construcción social.
Finalmente, hay un tercer tipo de construcción social que tiene que ver con ciertas
metas sociales. Un ejemplo de Haslanger es la categoría cool, que en español podría
traducirse como guay o chévere en Latinoamérica. Según Haslanger, no hay un rasgo
intrínseco u objetivo que determine la distinción entre ser cool o no serlo, sino que su
aplicación se encuentra ligada al cumplimiento de una función social como resaltar el
estatus de un grupo o formar dicho grupo. El rasgo relevante de este ejemplo es su depen-
dencia necesaria de una finalidad social y, en general, esto es lo que Haslanger llama una
construcción pragmática; la condición que debe satisfacer un esquema clasificador para
ser considerado una construcción pragmática es la determinación de “su uso, al menos
en parte, por factores sociales”. Y una construcción es fuertemente pragmática, y no solo
débilmente pragmática, “si los factores sociales determinan completamente su uso, y no
puede representar con precisión ninguna verdad” (Haslanger, 1995, 100).
Esta última distinción es importante en la medida en que en que el uso de casi todo
concepto está, en algún sentido, determinado por factores sociales. Por ejemplo, ciertas
razones ideológicas y económicas hicieron posible el desarrollo de la física moderna, pero
este hecho, en sí mismo, no contradice la idea de que dicho periodo llevó a una mejora
de nuestro conocimiento. El conocimiento y el proceso por el que se adquiere el cono-
cimiento son cosas diferentes, y este último es, normalmente, una cuestión contingente,
asociada a una coyuntura social. Pero una distinción fuertemente pragmática debe su
entera existencia a factores sociales. Respecto al uso del término cool, ¿qué podría contar
como un hecho frente al que se pudieran evaluar distintos usos del término “cool”? Parece
que ser cool no es nada más allá de mostrar cierto comportamiento que se ajusta a los
estándares de un grupo determinado. Sin embargo, esta es una conclusión a la que se ha
llegado por medio de un análisis; no es algo que la gente tenga en mente cuando usa un
término como “cool”. En una discusión sobre quién es cool y quién no lo es, la gente que
usa esta distinción no piensa que está haciendo algo diferente a contar el número de sillas
en una habitación o pesar unas frutas. Por otra parte, enunciados como “S es cool” y “S
es un mamífero” tienen la misma estructura gramatical. Afirmar que las construcciones
fuertemente pragmáticas no representan ninguna verdad no será de gran ayuda, a menos
que se dé una caracterización más substantiva de verdad. Haslanger apunta a un rasgo de
distinciones como cool que resulta relevante. Parece que puede trazarse una diferencia
entre “ser cool” y “actuar de un modo cool”, de manera que se puede fundamentar un
proyecto de desacreditación de estas nociones:
hecho acerca de su cualidad de ser cool que esté representando de un modo preciso,
incluso si mi uso de los términos se corresponde con otros rasgos de los individuos,
por ejemplo, con si me gustan o no. De modo que las construcciones fuertemente
pragmáticas son, en un sentido importante, ilusiones proyectadas en el mundo; su
uso podría rastrear, no obstante—sin representar de un modo preciso—una distin-
ción genuina. […] [P]odríamos concluir que deben funcionar completamente como
un medio para una meta social. (Haslanger, 1995, 100-101).
Estos rasgos de las construcciones sociales fuertemente pragmáticas permiten definir una
concepción más sustantiva no solo de la misma noción de construcción, sino del carácter desen-
mascarador con el que está comprometido el feminismo. Sin embargo, esta descripción no está
exenta de dificultades. En primer lugar, la distinción parece basarse en una asimetría entre lo que
es intrínseco y lo que no lo es. Desde el punto de vista del sentido común, esta es una distinción
legítima. Hay un sentido claro en el que ser padre es una propiedad relacional, mientras que ser
rojo o ser de madera no lo es. Pero no está claro en qué medida esta noción puede ampliarse para
servir a propósitos teóricos. Aunque podría decirse que no hay tal cosa como un carácter cool
intrínseco, ¿es esta una diferencia específica del término “cool”? Por una parte, una propiedad
como “cool” no es relacional en el mismo sentido en que “ser padre” lo es. Una propiedad como
“cool” no es intrínseca en la medida en que su existencia depende completamente de factores
sociales, incluyendo determinadas metas sociales. Pero ¿qué podría contar como paradigma de
una propiedad intrínseca? Pensemos en los colores. Es difícil determinar hasta qué punto nues-
tras distinciones cromáticas están determinadas por factores y metas sociales, y parece plausible
que si hubiese en una sociedad en la que la supervivencia dependiese de distinguir diferentes
tonalidades de rojo, su lenguaje conceptual se enriquecería con distintos términos para referir
a rojo. Por otra parte, los colores no son un ejemplo de objetividad en la tradición filosófica.
Desde la época de Galileo, suele aceptarse la idea de que los colores no son propiedades de las
cosas en sí mismas, sino disposiciones de los objetos a causar en nosotros ciertos efectos, a saber,
experiencias cromáticas. El mundo tal y como es en sí mismo, según esta posición, carece de
colores. Las propiedades que podrían considerarse como existiendo en el mundo con indepen-
dencia de nosotros serían el volumen, el movimiento, la posición o, en general, las propiedades
que aparecen en los enunciados de la física básica. Pero ¿cómo se le puede dar sentido a la idea
de que las propiedades físicas son intrínsecas en un sentido especial? ¿Acaso las propiedades
físicas no dependen de las prácticas científicas y de los diferentes instrumentos de medición?
En segundo lugar, el análisis propuesto por Haslanger se sirve de la idea de proyección,
de manera que el proyecto feminista trata de desacreditar o desenmascarar proyecciones
que se asumen como hechos objetivos, con el fin de servir a los intereses de un grupo
social determinado. Esta proyección es, de hecho, una forma de distorsionar la realidad,
ya que aparentemente introduce una distinción que rastrea lo que es el caso. Pero una vez
más, esto genera algunos problemas metodológicos. Para que la noción de proyección
tenga algún significado, ha de existir una idea clara de qué significa que una determinada
distinción rastrea lo que es el caso de un modo apropiado. Esto parece apuntar a la idea
de que hay objetos en el mundo que son independientes de cualquier interés humano, pero
¿en qué sentido un objeto es independiente de cualquier interés humano? ¿Sugiere esta
idea que hay algo así como un punto de vista de Dios?
Parece que al tomar ejemplos cotidianos, la idea de que el mundo es una construcción
social resulta absurda. Entender qué es un objeto físico, por ejemplo, implica que este sea
considerado como independiente de que sea percibido, conocido y, en general, como existiendo
con independencia de cualquier sujeto; un objeto físico no es una alucinación. A pesar de los
argumentos escépticos que apuntan a la imposibilidad sistemática de distinguir los casos de
percepción genuina de los casos de experiencias delusivas o de sueños, en la vida real estos
casos son más bien anecdóticos. Por otra parte, respecto a las cuestiones sociales, a veces
hay un acuerdo amplio, que puede llegar a ser más amplio que incluso el que hay respecto a
teorías científicas bien fundamentadas. Posiblemente, hay más gente que piensa que la escla-
vitud está mal, que gente que piensa que la teoría de la evolución por selección natural es
verdadera. Por supuesto, hablar de amplia aceptación y de acuerdo no es lo mismo que hablar
de objetividad o de independencia. La esclavitud no existiría si no fuese porque existen cier-
tos intereses específicamente humanos; sin embargo, los árboles existen, sin importar que los
seres humanos existan o no. No obstante, trataré de mostrar que, si bien ambas cuestiones no
deben ser confundidas, algún tipo de acuerdo básico es necesario para dotar de contenido a
la idea de objetividad. Pero en primer lugar, presentaré algunos sentidos en los que el mundo
es independiente de nosotros que no pueden fundamentar una crítica de la injusticia social.
En general, cuando hablamos acerca de lo que es el caso, no tenemos en mente una
concepción determinado, y menos filosófica, de la realidad. Cada una de las siguientes ora-
ciones expresa describe algo que es el caso: “París está en Francia”, “La sangre es roja”, “El
agua es H2O”. Ser una oración verdadera es una propiedad compartida por toda oración que
exprese lo que es el caso, pero a menos que se diga algo más, esta caracterización no afirma
nada filosóficamente interesante. ¿Qué hay acerca de oraciones como “Matar personas está
mal”, “La pena de muerte debería ser abolida” o “Es injusto que las mujeres reciban menos
salario que los hombres, por el mismo trabajo”? Aunque estas afirmaciones serían objeto
de un amplio acuerdo, podría decirse que, en contraste con las afirmaciones anteriores, no
recibirían un apoyo unánime. De hecho, hay personas que defienden la falsedad de estas
oraciones, pero no está claro en qué medida este desacuerdo es relevante. Por una parte, no
se cree una oración verdadera en virtud de que esta exprese lo que es el caso; de hecho, hay
muchas verdades que nunca creeremos ni conoceremos. Por otra parte, la investigación sobre
las cosas verdaderas no suele ser fácil; un desacuerdo respecto a una verdad particular puede
durar para siempre, sin que esto implique que no haya una verdad unívoca y objetiva res-
pecto a la cuestión objeto del desacuerdo. El problema es que estas consideraciones no son
de mucha ayuda para comprender las construcciones pragmáticas. En este sentido superficial
de independencia del mundo respecto a nuestras creencias, la propiedad de ser cool no es
diferente de otras propiedades. Todavía no se ha dicho nada de cómo la referencia a factores
sociales se relaciona con la idea de que el mundo es independiente de dichos factores. Es
necesario mirar en otra dirección para dar con esta idea de independencia.
Parece que la realidad es estable en un sentido en que no lo son los sueños o las alucina-
ciones, pero ¿de dónde proviene esta sensación de estabilidad? Quizá no se puede tener una
idea de realidad independiente si no se tienen en cuenta las diferentes maneras en que las
cosas y sus propiedades están interrelacionadas y, más concretamente, la idea de causalidad.
Algunos filósofos han defendido que las propiedades se individúan por su perfil causal, de
manera que la ejemplificación de determinada propiedad no es más que ejemplificar un
rol causal correspondiente (Shoemaker, 2007). La discusión filosófica sobre la causalidad
excede los propósitos de este artículo, pero, como mínimo, resulta plausible pensar que la
idea de que el mundo es independiente de nosotros difícilmente podría tener contenido sin
la existencia de regularidades estables entre sucesos, cuya ausencia es, precisamente, carac-
terística de los sueños y las alucinaciones. Al enumerar los distintos tipos de construcción
social, la construcción causal no parecía constituir el tipo de construcción que desafía la
noción relevante de realidad en discusión, precisamente porque asumir que las acciones
humanas tienen un impacto causal en el mundo presupone la idea de que hay un mundo
independiente de nosotros, con el que interactuamos. Podría generarse, por ejemplo, como
hasta cierto punto sucede con los animales domésticos actuales, una nueva especie animal,
pero la existencia de dicha especie no estaría completamente determinada por factores socia-
les, como ocurre con la existencia del dinero. ¿No podría este tipo de independencia ser lo
suficientemente fuerte para dar un fundamento a la crítica feminista?
Hay un problema más básico que la preocupación de que no exista un mundo indepen-
diente que permita decidir entre dos afirmaciones en conflicto, que tiene que ver con cómo
debería ser la relación entre nosotros y ese mundo independiente. Un rasgo general de las
regularidades causales es que estas solo pueden ser descubiertas mediante investigación
empírica, de manera que las regularidades causales son, en cierto sentido, hechos brutos.
La idea de que el mundo es independiente de nosotros significa que el mundo es, en cierto
sentido, independiente de nuestro esquema conceptual y de factores sociales. Por supuesto,
la única manera que tenemos de saber sobre el mundo, dada la posición epistémica que
ocupamos, es a través de nuestros conceptos, pero ¿cómo se relaciona el mundo, en caso
de ser independiente con nuestros conceptos? ¿Cómo constriñe el mundo la formación de
nuestros conceptos? Desde un punto de vista naturalista estándar, el mundo constriñe nuestro
pensamiento causando determinados inputs en nuestro cuerpo. Pero como ya se ha dicho, las
relaciones causales son brutas e incluso si el mundo produjese efectos muy similares en todo
sujeto, ¿podría este tipo de convergencia fundamentar la crítica de las injusticias sociales?
Tal y como John McDowell señala:
Lo que pasa ahí es el resultado de una fuerza ajena, el impacto causal del mundo,
operando fuera del control de nuestra espontaneidad. Pero una cosa es estar exento
de culpa, sobre la base de que la posición en la que nos encontramos pueda ser ras-
treada, en última instancia, hasta una fuerza bruta; y otra cosa muy distinta es tener
una justificación. En efecto, la idea de lo Dado ofrece disculpas donde queríamos
justificaciones. (McDowell, 1994, 8).
con la constatación de que se está produciendo una injusticia o de que existe una práctica
opresiva? La denuncia de una injusticia, como acto de habla, no solo trata de afirmar lo que
es verdadero, sino que también es una manera de cambiar determinado estado de cosas, de
modo que también afirma cómo deberían ser las cosas. En este sentido, ¿cómo podría un
mundo independiente de nosotros, con el que nos relacionamos, en el mejor de los casos,
a través de un conjunto complejo de nexos causales, fundamentar los aspectos normativos
de nuestras prácticas?1
Quizá esta discusión es algo exagerada. Puede que no sea necesaria una reflexión episté-
mica o metafísica profunda para fundamentar la distinción entre lo que es el caso y lo que es
el resultado de una distorsión interesada de la realidad. El problema es que no siempre está
claro cuándo se está hablando sobre una cuestión de sentido común y cuándo comienza la
reflexión filosófica. Recurrir a ejemplos cotidianos no parece ser útil en la medida en que la
concepción de verdad de sentido común no es muy determinada. Por otra parte, si aceptamos
que en el seno de nuestras prácticas la crítica de las injusticias es posible, pero que una con-
cepción demasiado fuerte de una realidad independiente no puede, en sí misma, dar cuenta
de aspectos centrales de nuestras prácticas, parece que la idea de una realidad independiente
necesita, adicionalmente, de una reflexión sobre cómo se relacionan nuestras prácticas con
lo que es el caso. En la siguiente sección se analizarán casos paradigmáticos de supuestos
estados de hechos que han sido desenmascarados, con el fin de profundizar en esa relación.
Las explicaciones que apuntan a que determinadas creencias son falsas son familiares,
no solo en discusiones filosóficas, sino cotidianamente. Estas explicaciones no solo mues-
tran la falsedad de una u otra creencia, sino que también explican por qué dicha creencia se
consideró verdadera en primer lugar. Siguiendo a Barry Stroud:
Llamaré a una explicación que explica la apariencia de algo, o que explica la creen-
cia en esto sin tener que suponer que dicha creencia es verdadera, una explicación
“desenmascaradora”. Esta revela la base o la fuente de una creencia como no estando
conectada del modo adecuado con su verdad. De este modo, desenmascara o muestra
una creencia o apariencia como lo que es—una ilusión, una creencia falsa, o una mera
apariencia. (Stroud, 1999, 75).
Según esta definición, parece que el proyecto de desenmascarar una creencia falsa
debería cumplir, al menos, con tres requisitos. En primer lugar, debe haber algún tipo de
evidencia o argumento que muestre la falsedad de la creencia, o el carácter ilusorio de algo.
En segundo lugar, debería haber una manera de contrarrestar las razones o el fundamento
que llevaron a la aceptación de la creencia falsa. Finalmente, no puede presuponerse la
verdad de la creencia a desenmascarar. Está claro que el primer y el segundo requisito son
1 El problema planteado por McDowell es todavía más radical. No se trata solo de que, dada cierta concepción de
la relación entre la mente y el mundo, el aspecto normativo de nuestras prácticas no puede ser explicado, sino
que ni siquiera podemos dar sentido a la idea de que el contenido de nuestros pensamientos representa el mundo
y, en general, de que nuestros pensamientos representen el mundo.
buir colores a las cosas? Por otra parte, ¿cómo podemos llegar a una concepción del mundo
independiente de nosotros y de nuestras prácticas? Estas cuestiones no pueden tratarse en
este artículo y requerirían una investigación especial.2 No obstante, hay dos consecuencias
interesantes que pueden extraerse a partir de las consideraciones precedentes. En primer
lugar, el hecho de que la respuesta a las cuestiones planteadas a propósito del proyecto de
desenmascarar colores no sea autoevidente hace que el tercer requisito de las explicaciones
desenmascaradoras, que la verdad de la creencia a ser explicada no pueda suponerse, no
sea redundante. En segundo lugar, el intento de aplicar el modelo general de desenmascara-
miento a los colores ha mostrado de un modo claro la distinción sustantiva entre cuestiones
de sentido común respecto a lo que es el caso y cierto punto de vista metafísico según el
cual es necesario el distanciamiento respecto a nuestras prácticas para poder llegar a una
concepción del mundo tal y como es en sí mismo.
En este sentido, no hay nada problemático en la idea de que hay un hueco entre lo que es
el caso y lo que creemos que es el caso: si no fuese así, no podríamos dar sentido al hecho de
que podemos equivocarnos y los desacuerdos como el del movimiento de la Tierra no serían
inteligibles. No obstante, es necesario que haya un terreno común de comprensión entre
distintos sujetos, para que pueda haber una discusión sobre la verdad. Podríamos imaginar
unos astrónomos extravagantes interesados en maximizar las predicciones erróneas, incluso
excediendo el número de predicciones erróneas por azar, y que se adhieren al principio de
que llevar a cabo predicciones erróneas de un modo sistemático es el paradigma al que ha
de ajustarse la práctica científica. Pero un diálogo con tales astrónomos sería imposible.
Aunque un principio tan extraño como el enunciado puede resultar arbitrario, piénsese en
la dificultad de justificar principios como la parsimonia o la simplicidad por razones inde-
pendientes a la práctica científica.
5. Un criterio de injusticia
2 En Stroud (1999), hay un tratamiento detallado de estas cuestiones, y su respuesta es que el proyecto desenmas-
carador respecto a los colores no puede llevarse a cabo coherentemente, en la medida en que la única manera de
fijar el contenido del explanandum a ser desenmascarado es, precisamente, atribuir colores a las cosas.
conocer se reduce a llevar a cabo una práctica dirigida a cumplir con una meta particular
que tiene prioridad sobre otras, ¿cómo pueden entenderse nociones como “hecho”, “ser
el caso”, “realidad” u “objetividad”? La idea de conocer algo está vinculada a algún tipo
de convergencia, de modo que no todas las prácticas pueden tener el mismo estatus y ser
evaluadas de la misma manera. Por otra parte, parece que no se trata de cuán importante
sea una meta social en relación a la verdad, ya que siempre permanecerá la cuestión de la
verdad como algo independiente. Sin embargo, esta no puede ser toda la historia. Entender
que puede haber un conflicto entre adquirir creencias verdaderas y algún tipo de meta social
presupone situaciones particulares en las que se da un complejo conjunto de prácticas. Tal y
como veíamos en el ejemplo de los colores, incluso dentro del marco de nuestras prácticas
es posible darle sentido a la idea de una explicación desenmascaradora y, en general, a la
idea de que podemos estar equivocados respecto a lo que es verdadero, sin asumir ningún
punto de vista metafísico. Esta línea de argumentación apunta a que tiene que haber algún
tipo de jerarquía entre nuestras prácticas, de manera que algunas prácticas juegan un rol
central o transversal en nuestras vidas, mientras que otras tienen un carácter más periférico.
Si fuésemos seres inestables, carentes de toda regularidad en nuestro comportamiento, de
manera que, por ejemplo, reaccionásemos arbitraria e impredeciblemente ante dos situacio-
nes semejantes, sería muy difícil que pudiésemos tener el sentido robusto de realidad que
tenemos. De algún modo, muestras prácticas determinan el modo que tenemos de mirar a
las cosas y si determinado conjunto de prácticas está fuertemente arraigado en nosotros, la
reflexión abstracta puede llegar a generar la ilusión de que hay un punto de vista distanciado
de la realidad que es el punto de vista metafísico.
Veamos cómo este análisis general puede aplicarse a una situación concreta. Imaginemos
que S está convencido de que ofrecerle a una mujer un ascenso en su trabajo a cambio de
sexo es una práctica legítima. Suponiendo que S esté dispuesto a tener una discusión racio-
nal con alguien que mantenga una posición feminista al respecto, en el sentido de que está
dispuesto a dar razones a favor de su posición, así como de aceptar argumentos en contra
de la misma si dichos argumentos funcionan, debería haber algún tipo de terreno común
para que se pueda dar dicho diálogo. Un argumento contra una posición tan palmariamente
antifeminista podría apelar a la incoherencia de S al mantener una determinada actitud ante
un subconjunto de los seres humanos, las mujeres, en los casos en los que trata de propo-
nerles sexo a cambio de un ascenso, y el comportamiento que S mostraría en una situación
semejante ante un ser humano hombre, aprovechándose de esta diferencia en su compor-
tamiento con el fin de favorecer cierto interés particular. Ser un ser humano consiste, en
parte, en mantener ciertas relaciones con otros seres humanos, que incluyen mostrar cierto
reconocimiento hacia determinados rasgos que se comparten con otros seres humanos, así
como reaccionar y tener ciertas actitudes que son el resultado de dicho reconocimiento. Si
alguien estuviese manteniendo prolongadamente una conversación amistosa con otra per-
sona y de repente comenzase a golpear a la otra persona violentamente no entenderíamos
su comportamiento a menos que ocurriese algo que desconocemos; dicho comportamiento,
así descrito, no resultaría inteligible.
Hay cierto tipo de opacidad cognitiva que puede ser considerada responsabilidad del
sujeto y que constituye un instrumento para perpetuar situaciones de dominación. Esta opa-
cidad puede ser el resultado de ciertas maniobras que tratan de bloquear las reacciones y las
No pretendo decir que un lenguaje fuertemente neutral acerca de los seres humanos
no sea alcanzable. Los estadísticos, compiladores de informes de inteligencia, depar-
tamentos de investigación, sociólogos y economistas de cierto tipo, compiladores
cuya tarea sea proporcionar datos a los historiadores o políticos pueden aproximarse
a este y se espera de ellos que lo hagan. Pero esto es así porque estas actividades no
son autónomas, sino que están diseñadas para proporcionar el material básico para
aquellos cuyo trabajo aspira a ser un fin en sí mismo. (Berlin, 2002, 22-23).
Sin una idea de algo que es un fin en sí mismo es difícil dar sentido a la idea de que
algo es el caso, en la medida en que el supuesto distanciamiento considerado como consti-
tutivo de un acercamiento adecuado a los hechos es, en realidad, dependiente de un interés
determinado, asociado a una meta particular. Por otra parte, entender que algo es un fin en
sí mismo no implica comprometerse con la existencia de un ítem con algún tipo de estatus
metafísico, sino que más bien apunta a una distinción entre prácticas y metas que expresan
fuertemente las necesidades asociadas al reconocimiento propio del tipo de seres que somos,
y que son propias de todo individuo en dicha sociedad, y prácticas y metas que responden
a un interés particular o parcial. Cuando los intereses que se reflejan en estos dos tipos de
prácticas entran en conflicto, como cuando el placer, el impulso de dominio o la obediencia
a la autoridad prevalecen sobre el reconocimiento de los demás como iguales o sobre el
sufrimiento de los demás, de modo que diferentes mecanismos de inhibición bloquean lo
que podrían considerarse reacciones y actitudes razonables, el tipo de acción derivada de esta
ceguera responsable da lugar a la injusticia social. En este sentido, el tipo de construcción
social que el feminismo trata de desenmascarar podría definirse como aquella que existe
completamente como resultado de un propósito social que entra en conflicto con las expec-
tativas básicas de reconocimiento social (que el mismo perpetrador de la injusticia espera
de los demás). Entre otras cosas, estas expectativas básicas están ligadas a la idea de que
somos seres humanos y de que no podemos ser tratados de cualquier manera (como un objeto
o como un animal), y sería difícil negar coherentemente el vínculo entre ser humano y tener
dichas expectativas, al menos para alguien que pretenda mantener un intercambio racional.
En ocasiones, se rompe con estas expectativas con el fin de favorecer algún tipo de interés
particular o grupal, que no es, por tanto, el interés de cualquier ser humano, pero esta ruptura
se produce sobre el trasfondo de una práctica extendida de reconocimiento general básico
entre seres humanos. Por otra parte, para no responder a estas expectativas, son necesarios
constructos como cierto tipo de discursos, el uso de determinado lenguaje o ciertas prácti-
cas, que permiten suspender el punto de vista que subyace a nuestro reconocimiento como
seres humanos; dichas construcciones permiten cosificar a los miembros de un determinado
grupo. Lo que convierte a estas construcciones sociales en injustas, así como en objetos
de desenmascaramiento, no es su correspondencia con la existencia de un mundo metafísi-
camente independiente, sino su incompatibilidad con un conjunto de expectativas básicas
y fundamentales propias del tipo de seres que somos. Finalmente, esta definición permite
comprender por qué las reivindicaciones feministas y el punto de vista de un acosador no
se encuentran en el mismo nivel de justificación. Si aceptamos que un acosador ocupa una
posición de ceguera responsable, como resultado de la inhibición de las reacciones y acti-
tudes razonables que constituyen una expectativa entre todos los miembros de la sociedad,
esta maniobra requeriría de una justificación adicional que no puede suponerse por defecto.
En cambio, a una víctima de acoso sexual no debería preguntársele por la justificación de la
relevancia de su sufrimiento, o por la necesidad de erradicar la práctica que la ha convertido
en una víctima, porque el agresor ha roto con el terreno común entre él y su víctima que en
general habría hecho posible tanto el reconocimiento básico que todos los miembros de una
sociedad esperan, como cualquier intento de intercambio racional.
Referencias
Resumen: Como parte central de la medicaliza- Abstract: As a central part of the medicalization
ción de la vida humana en todos sus aspectos, of human life in all its aspects, I briefly analyze
analizo brevemente la medicalización de las the medicalization of mothers that causes a distor-
madres, que provoca una distorsión de los proce- tion of the vital processes in the beginning of life:
sos vitales en los comienzos de la vida: concep- conception, pregnancy, childbirth and breeding.
ción, embarazo, parto y crianza. Partimos de la Since the process of medicalization is carried
hipótesis de que el proceso de medicalización se out from a reductionist and mechanistic medical
realiza desde un modelo médico mecanicista que model that is based on a reductionist reading of
se apoya en una lectura reduccionista de la ciencia modern science, the effects it causes are neces-
moderna, así los efectos que provoca son necesa- sarily mechanistic and involve a distortion with
riamente mecanicistas y suponen una distorsión power effects and with serious consequences for
con efectos de poder y con graves consecuencias the health of Mothers and their creatures.
para la salud de las madres y sus criaturas. Keywords: medicalization, mecanicism, health,
Palabras clave: medicalización, mecanicismo, childbirth, breeding.
salud, nacimiento, crianza.
El modelo médico que domina los sistemas sanitarios, las instituciones y el imaginario
popular en la mayor parte del mundo tiene su origen en el siglo XVIII, cuando la ciencia
comienza a sustituir a la religión y aparece la autoridad médica, que pone en marcha un
ritual para curar las dolencias clasificándolas y definiéndolas como “enfermedades”. Como
parte de ese proceso, la iglesia es sustituida por el hospital como dispositivo de control y
normalización, primero de los propios médicos y luego de los enfermos1. Durante el siglo
XIX, el pensamiento mecanicista surgido de la Ilustración2 y la gestación de la industria
farmacéutica, facilitan el triunfo de la Teoría Microbiana, hito clave del modelo hegemó-
nico, que inicia la guerra contra las bacterias mediante el empleo masivo de antibióticos
y vacunas, una guerra que cien años después se demostrará autodestructiva3. La Teoría
Microbiana facilita el proceso de industrialización de la medicina en varios sentidos:
sustitución del tratamiento de enfermos por el tratamiento de enfermedades mediante
diagnósticos progresivamente más tecnologizados y la fabricación en serie de “remedios”
farmacológicos que consiguen aparentar eficacia haciendo creer que la curación consiste
en suprimir síntomas y esconder su toxicidad atribuyendo sus efectos a nuevos microbios.
El Modelo Médico Hegemónico se consolida durante el siglo XX, favorecido por la
reconversión de las multinacionales farmacéuticas, especialmente tras la Segunda Guerra
Mundial, transformándose en una poderosa herramienta de poder que controla la forma-
ción, la información, la investigación y los servicios sanitarios progresivamente dominados
por la súper especialización y la tecnología. Actualmente, el Modelo Médico Hegemónico
mantiene una amplia credibilidad e influencia debido, no a razones científicas sino socio-
políticas: son los enormes intereses de poder académicos, políticos y económicos los que
mantienen vigentes los dogmas de un modelo que no solamente ha fracasado a la hora de
resolver la mayor parte de las patologías crónicas y degenerativas, sino que ha causado
muchas de ellas y empeorado otras.
Este modelo se apoya en un enfoque reduccionista y mecanicista de la ciencia –que
comienza con las propuestas de Comte4, se alimenta de autores positivistas en lo filosófico5
y mecanicistas en lo biológico6, y llega a su paroxismo con la genética determinista7–. Como
modelo es reduccionista en su mirada, ya que se limita de modo generalizado a lo pura-
mente corporal, podríamos decir a lo físico-químico, a poder ser con criterios cuantitativos,
mecanicista en sus fundamentos teóricos e “industrial” en su ejercicio práctico. El enfoque
mencionado caracteriza sobre todo las zonas más cercanas al poder, constituyendo las posi-
ciones oficiales que muchas veces se presentan como las de una “comunidad científica” que
no existe como tal y que en realidad responde a un reducido grupo de científicos investidos
de poder académico, que a cambio ofrecen legitimidad a los poderes políticos y económicos
que posibilitan sus privilegios.
1 Foucault, M. (1963) Naissance de la clinique. Une archéologie du regard médical. [El nacimiento de la clínica,
una arqueología de la mirada médica, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.] Foucault, M. (1973) La verdad y las
formas jurídicas. Barcelona, Gedisa, 2017.
2 A partir de los trabajos de numerosos investigadores, como William Harvey (1578-1657), Thomas Willis (1621-
1675), William Croone (1633-1684), uno de los primeros fellows de la recién creada Royal Society británica,
Robert Hooke (1635-1703)… todos ellos figuras clave en el desarrollo de las especialidades que configuran la
visión atomizada de la medicina: anatomía, fisiología, neurología, etc.
3 Sandín, M. (2010) La guerra contra bacterias y virus: una lucha autodestructiva. A debate, volumen 3, número
117, enero-febrero.
4 Comte, A. (1852) Catéchisme positiviste, ou Sommaire exposition de la religión universelle, en onze entretiens
systématiques entre une femme et un prêtre de l’humanité. [Catecismo positivista. Madrid, Editorial Nacional,
1952]
5 John Stuart Mill, Herbert Spencer, empirocriticismo, neopositivismo.
6 Rudolf Virchow, Charles Darwin, neodarwinismo, biología molecular.
7 George Mendel, Watson y Crick, Proyecto Genoma Humano, biotecnología.
Así, esa ciencia oficial desprecia lo cualitativo para quedarse con lo medible y contable,
un desprecio por lo esencial cuyo origen se halla en el racionalismo cartesiano, que a su vez
hunde sus raíces en el Renacimiento y ha desembocado en el materialismo moderno. Para-
dójicamente fue un movimiento humanista el que sentó las bases de la deshumanización8:
para servir a la máquina, el hombre mismo se ha convertido en máquina que contempla a
los seres vivos y al universo como máquinas, lo que nos conduce a otra paradoja: la ciencia
de la vida estudia lo no vivo, la biología –la oficial– dice estudiar máquinas9 que pueblan
una civilización cada vez más reducida a lo material que ha roto su conexión vertical con
lo trascendente, e incluso su conexión horizontal con el ecosistema.
3. Patrones de normalidad
de los descendientes. Solo en España se practican cada año 56000 tratamientos, fruto de los
cuales nacen unos nueve mil niños15. Durante el embarazo se acumulan las intromisiones del
estamento médico: la conocida Talidomida, fabricada por Chemie Grünenthal en Alemania,
se comercializó en 1958 para “combatir” los vómitos habituales en las primeras semanas o
meses de embarazo. Una vez más, un fármaco de cuyos efectos dan cuenta más de 20000
bebés mutilados16, se utiliza para distorsionar un proceso natural necesario: la limpieza que
el cuerpo hace para recibir a la criatura en su seno. Menos conocido, el Dietilestilbestrol
es un estrógeno sintético que se receta durante el embarazo para prevenir abortos y que fue
retirado en 1978 –aunque prohibido desde 1971– debido a los centenares de casos de cáncer
de vagina que produjo en las hijas de quienes lo habían tomado17.
A estos y otros fármacos debemos añadir los problemas generados por la práctica
rutinaria de ecografías: una recopilación de cincuenta estudios realizados en China in
utero demuestran el riesgo extremo de los ultrasonidos: en casos leves pueden producirse
desordenes de la personalidad y TDAH, en los peores casos enfermedades oftalmológicas,
malformaciones, alergias, ictericia, restricción del crecimiento intrauterino, trastornos del
espectro autista u otras formas de daños neurológicos graves18.
4. El bebé es un mamífero
21 Portman, A. (1942) Die Biologie und das neue menschenbild. Citado por Carballo, R. (1952) Cerebro interno y
mundo emocional. Barcelona, Labor.
22 Jakatis, B. M. Denning, P. W. (2014) Human Breast Milk and the Gastrointestinal Innate Immune System. Clini-
cal Perinatology, 2014, 41 (2): 423-435 (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4414019/). Rodrí-
guez, J. M. (2014) The origin of human milk bacteria: is there a bacterial entero-mammary pathway during
late pregnancy and lactation. Advances in Nutrition, Nov, 2014. Vol. 5: 779-784. Aagaard, K. et al. (2014) “The
placenta harbors a unique microbiome”. Science Translational Medicine, 21 May 2014: Vol. 6, Issue 237, pp.
237ra65. Funkhouser, L. J. Y Bordenstein, S. R. “Mom Knows Best: The Universality of Maternal Microbial
Transmisión”. PLoS Biol 11(8): e1001631: (http://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.
pbio.1001631). Cabrera-Rubio, R. et al. (2012) “The human milk microbiome changes over lactation and is
shaped by maternal weight and mode of delivery”. Am J Clin Nutr September 2012 vol. 96 no. 3 544-551.
(http://ajcn.nutrition.org/content/96/3/544.full).
23 Reich, W. (1951) Children of the Future [Farrar, Strauss & Giroux, 1985].
24 Wilhelm Reich, Frederic Leboyer, Konrad Stettbacher, Michael Balint, James Prescott, Michel Odent, Nils
Bergman, Casilda Rodrigañez, Xavier Serrano.
25 Rodrigañez, C. (1996) La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente, Mur-
cia, Cauac Editorial Nativa, 2008.
26 Blázquez García, M. J. (2006) Maternidad entrañable y gozosa. Zaragoza, Prensas de la Universidad de
Zaragoza.
Referencias
Aagaard, K. et al. (2014): “The placenta harbors a unique microbiome”. Science Translatio-
nal Medicine, 21 May 2014: Vol. 6, Issue 237, pp. 237ra65.
Blázquez García, M. J. (2006): Maternidad entrañable y gozosa. Zaragoza, Prensas de la
Universidad de Zaragoza.
Broder, M.S., Kanouse, D.E., Mittman, B.S., Bernstein, S.J. (2000): The appropriateness of
recommendations for hysterectomy. Obstet Gynecol. 2000 Feb; 95(2):199-205 (https://
www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10674580).
Cabrera-Rubio, R. et al. (2012): “The human milk microbiome changes over lactation and
is shaped by maternal weight and mode of delivery”. Am J Clin Nutr September 2012
vol. 96 no. 3 544-551. (http://ajcn.nutrition.org/content/96/3/544.full).
Comte, A. (1852): Catéchisme positiviste, ou Sommaire exposition de la religión universelle,
en onze entretiens systématiques entre une femme et un prêtre de l’humanité.
Dawkins, R. (1976): The selfish gene. [El gen egoista. Grupo Anaya Comercial, 2000].
De Miguel, J. M. (1990): Salud y poder. Madrid, Siglo XXI Editores.
Edmon, K. M. et al. (2006): Delayed breastfeeding initiation increases risk of neonatal
mortality. Pediatrics, marzo 2006. Vol. 117, No. 3 (http://pediatrics.aappublications.org/
content/117/3/e380.short).
Foucault, M. (1963): Naissance de la clinique. Une archéologie du regard médical. [El
nacimiento de la clínica, una arqueología de la mirada médica, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2008].
Funkhouser, L. J. y Bordenstein, S. R. “Mom Knows Best: The Universality of Maternal
Microbial Transmisión”. PLoS Biol 11(8): e1001631: (http://journals.plos.org/plosbio-
logy/article?id=10.1371/journal.pbio.1001631).
Jakatis, B. M. Denning, P. W. (2014): Human Breast Milk and the Gastrointestinal Innate
Immune System. Clinical Perinatology, 2014, 41 (2): 423-435 (https://www.ncbi.nlm.
nih.gov/pmc/articles/PMC4414019/).
Landaburu, E. (2000) Cuídate, Compa. Tafalla, Txalaparta.
Leavitt, J. W. (1988): Joseph B. DeLee and the Practice of Preventive Obstetrics. American
Journal of Public Health, 1988, Vol. 78, No. 10.
Portman, A. (1942): Die Biologie und das neue menschenbild. Bern, Univ. Bern.
Reich, W. (1951): Children of the Future [Farrar, Strauss & Giroux, 1985].
Rodrigañez, C. (1996): La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión
inconsciente [Murcia, Cauac Editorial Nativa, 2008].
Rodríguez, J. M. (2014): The origin of human milk bacteria: is there a bacterial entero-
mammary pathway during late pregnancy and lactation. Advances in Nutrition, Nov,
2014. Vol. 5: 779-784.
Sandín, M. (2010): La guerra contra bacterias y virus: una lucha autodestructiva. A debate,
volumen 3, número 117, enero-febrero.
Sabato, E. (1951): Hombres y engranajes, Madrid, Alianza Editorial.
West, J. (2015): 50 Human Studies, in Utero, Conducted in Modern China indicate extreme
risk for Prenatal Ultrasound: A new Bibliography.
http://dx.doi.org/10.6018/daimon/291331
DE MIGUEL, Ana (2015): Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Madrid:
Cátedra. [colección “Feminismos”].
afirma en sus primeras páginas que el femi- ría queer y critica la falacia que entraña la
nismo de la Igualdad “tiene un rumbo claro creencia en las virtualidades emancipato-
y formula la necesidad de una alianza fuerte rias de la llamada revolución sexual de las
y consistente con todas las personas y gru- últimas décadas del siglo XX.
pos que se oponen al neoliberalismo y la La crítica al neoliberalismo sexual nos
conversión del ser humano en mercancía” plantea, de nuevo, repensar las relaciones
(pp. 11-12). entre capitalismo y patriarcado, si bien Ana
Ana de Miguel critica la socialización de Miguel concluye defendiendo que sin el
diferenciada por sexos porque per se es feminismo de la Igualdad no puede darse
generadora de desigualdad entre niñas y una transformación radical de las condicio-
niños, y entre mujeres y hombres. En las nes de vida de las mujeres. No hay que olvi-
sociedades contemporáneas, el centro neu- dar que su propuesta ético-política incluye
rálgico generador de la diferencia sexual se que ningún ser humano sea tratado como
localiza en potentes sectores del mundo de mercancía. El espíritu de esta obra converge
la creación y se transmite en los medios de con el humanismo al que apelaba Clara
comunicación de masas, generando podero- Campoamor, quien mejor ha representado
sas industrias. Los temas a través de los que en nuestra historia el espíritu universalista
se analiza la situación de desigualdad de las del liberalismo político en clave feminista,
mujeres en el mundo contemporáneo son la que nació con la Ilustración. La riqueza de
socialización diferenciada en las distintas referentes de pensamiento crítico que en
edades de la vida, el amor, la sexualidad, esta obra de Ana De Miguel se recogen nos
la prostitución, los nuevos movimientos permite afirmar, con toda legitimidad, que
sociales, la violencia de género y, como nos encontramos ante una excelente mirada
corolario a una prospectiva feminista, se crítica del patriarcado neoliberal. Se trata de
vuelve a repensar el Sujeto del feminismo. un sistema social y político que impregna no
Esta obra es una apología de la liber- solo a las propuestas políticas neoconserva-
tad de las mujeres, de la libertad como doras, sino también a las pseudoliberado-
desiderátum. Por ello, a lo largo y ancho ras. Y, precisamente por ello, hay que dar
de sus páginas se argumenta por qué las a conocer in extenso, para poder plantear
mujeres no son libres, entrando de lleno en alternativas que deslegitimen un estado de
el entramado filosófico del determinismo cosas que pervive y/o se reproduce haciendo
e indeterminismo. El análisis que aquí se un uso androcéntricamente interesado del
despliega es el conjunto de factores que venerable concepto de “libertad”.
condicionan la libertad de las mujeres. Por
ello, Ana de Miguel defiende el abolicio- Rosalía Romero Pérez
nismo en el debate sobre la prostitución, (Doctora en Filosofía.
disiente de los ejes vertebradores de la teo- Profesora e Investigadora).
http://dx.doi.org/10.6018/daimon/ 305161
MUÑOZ PÁEZ, Adela (2017): Sabias. La cara oculta de la ciencia. Barcelona: Debate.
368 págs.
Cuenta Adela Muñoz Páez, catedrática les, con Hildegarda de Bingen a la cabeza,
de Química Inorgánica de la Universidad de abadesa alemana del siglo XII que gozó de
Sevilla, en los agradecimientos que cierran la admiración y el respeto de papas y empe-
su libro que cuando hace años leyó Historias radores y que escribió el más importante
de mujeres, de Rosa Montero, le sorprendió tratado de botánica de la época, a la que se
que no hubiera ninguna científica. debe, por citar una de sus contribuciones
Eso le llevó a preguntarse por la escasez más populares, la incorporación del lúpulo
de mujeres que se hubieran dedicado al cul- a la cerveza y cuyos métodos curativos se
tivo de las ciencias a lo largo del tiempo y encuentran entre los más prestigiosos de las
por el motivo de que las pocas que lo habían medicinas alternativas aún en la actualidad.
hecho fueran tan desconocidas, incluso para A esta le siguen las mujeres del Renaci-
las feministas. miento, movimiento cultural en el que
Y lo que comenzó siendo una curiosidad triunfó la razón por encima de las creencias
se convirtió en una labor apasionante que le religiosas y cuya influencia llegó a España
ha llevado más de veinte años pues cuando a mediados del siglo XV procedente del
empezó a buscar en los sitios apropiados reino de Nápoles, encontrando un ambiente
se encontró con que a través de la historia propicio en la corte de los Reyes Católicos,
había habido muchas mujeres destacadas en dada la afición de la reina Isabel por todos
distintas disciplinas científicas, desconoci- los campos del saber y su gran interés en
das la mayoría de ellas porque sus trabajos que sus hijas recibieran una educación exce-
habían sido olvidados, borrados o usurpa- lente, llegando a reunir en su corte como
dos, según cuenta la autora en ‘Sabias, la profesoras a varias mujeres sabias que fue-
cara oculta de la ciencia’ (Huffintong Post, ron conocidas como las doctae puellae, las
11/02/2017). “niñas sabias”. Encontramos después a Oli-
Como resultado de las investigaciones via Sabuco, súbdita de Felipe II y autora
mencionadas nace este catálogo de científi- de una obra sobre filosofía y medicina
cas a lo largo de la historia de la humanidad revolucionaria, cuya autoría le fue usurpada
que comienza con Enheduana, suma sacer- póstumamente –siempre según la autora del
dotisa sumeria, poeta, astrónoma y astróloga libro–. Y a Maria Sibylla, dibujante en los
a la que se deben las primeras obras litera- gremios alemanes de finales del siglo XVII,
rias de autoría identificada que se conocen. primera entomóloga [femenino genérico] de
Le siguen las sabias griegas, entre las que campo; a la francesa Emilie de Châtelet,
destaca Aspasia de Mileto, musa y mujer introductora de las teorías de Newton en el
de Pericles, arconte de Atenas en la época continente europeo aunque durante siglos
más brillante de esta ciudad, y la filósofa y fue recordada solo como la amante de Vol-
maestra neoplatónica Hipatia de Alejandría, taire; y a Caroline Herschel, la ‘Cenicienta
la más grande entre quienes se dedicaban a de Hannover’, que vivió a la sombra de
las matemáticas en su época, muy notable su hermano, también astrónomo, llegando a
también en el campo de la astronomía. Con- descubrir un cometa y convirtiéndose, gra-
tinúan las sabias de los conventos medieva- cias a su trabajo, en la primera mujer en la
historia que obtuvo una remuneración ofi- de espíritu libre, valientes y apasionadas,
cial como científica. No podían faltar –dice que si bien en algunos de los casos recibie-
la autora- la polaca nacionalizada francesa ron el apoyo de los hombres de su entorno
Marie Sklowdoska-Curie, descubridora de la inmediato, conscientes de su enorme valía,
radiactividad, primera persona en recibir dos por lo general tuvieron que hacer frente a
premios Nobel de ciencias –en las especia- las muchas dificultades y prohibiciones que
lidades de Física y de Química respectiva- les impusiera la iglesia y la sociedad de su
mente– y primera mujer en ocupar un puesto época para que se desarrollaran en toda su
de profesora en la Universidad de París; ni potencialidad.
la química inglesa Rosalind Franklin, cuyo Y entre las prohibiciones que cayeron
trabajo en cristalografía fue aprovechado sobre las mujeres –como muestra la autora–
por científicos oportunistas que se lleva- una de las más estrictas fue la del acceso a
ron los laureles por el descubrimiento de la las fuentes del conocimiento: desde la Grecia
estructura del ADN; o la también cristaló- clásica, donde las mujeres tuvieron que vivir
grafa inglesa Dorothy Hodking-Crawfoot, recluidas en el gineceo, a la Edad Media,
descubridora de la estructura de la penici- época en la que, si bien algunas encontraron
lina y de la insulina, merecedora de otro una cierta liberación profesando como mon-
premio Nobel; y, finalmente, la judía Rita
jas, la reforma gregoriana las expulsó de las
Levi-Montalcini, médica italiana que obtuvo
bibliotecas de los conventos –lugares en los
otro premio Nobel por el descubrimiento del
que se había refugiado el saber–, hasta las
factor de crecimiento nervioso, que cierra
universidades, que tras ser fundadas en los
el libro, precedida por un capítulo dedicado
siglos XIV-XIV una de las primeras medi-
a científicas en la España de 1936, como
das que tomaron fue prohibir el acceso a las
las hermanas Barnés, y algunas otras pos-
teriores que encontraron múltiples dificulta- mismas a las mujeres, medida secundada
des para desarrollar su carrera docente y de por las Academias de Ciencias fundadas en
investigación en la época franquista. la Ilustración.
En las científicas mencionadas y en otras Sorprende, pues –sigue diciendo la
menos señaladas se va deteniendo la autora autora–, que a pesar de todo en todas las
en el libro siguiendo para ello un orden épocas haya habido mujeres que dedicaran
cronológico. Pero –como dice la misma sus vidas a la ciencia. También cabría cues-
en el artículo mencionado anteriormente–, tionarse por qué, si el género femenino his-
a pesar de comprobar que las contribucio- tóricamente se ha considerado tan limitado
nes a la ciencia de mujeres fueron notables, en sus capacidades intelectuales, no se han
sorprende que su producción sea incompa- reconocido sus logros y se han reprimido tan
rablemente menor que la de los hombres. duramente sus ansias de saber hasta época
Para entender este hecho, esgrimido durante muy reciente –al menos en el mundo occi-
siglos como muestra de la inferioridad men- dental–, pudiendo ser la respuesta a esta pre-
tal de las mujeres, la autora comenzó a estu- gunta que el saber empodera, por lo que no
diar las vidas y los mundos en que vivieron interesaba que las mujeres se consideraran
estas mujeres, descubriendo –y descubrién- iguales a los hombres. Así, la negación del
donos con ello– a mujeres de grandes facul- acceso al saber, unido al resto de injusticias
tades no solo para la ciencia sino también en impuestas, dio lugar finalmente al movi-
muchos otros campos, también los artísticos, miento de liberación de las mujeres.
En este sentido destacar dos apartados de origen hispano Flora Tristán, a quien se
del libro. El primero de ellos es el capí- debe la célebre consigna “Proletarios del
tulo 13, titulado 'Feministas y universi- mundo, uníos”, autora, entre otras obras, de
tarias', dedicado a la historia general del 'La emancipación de la mujer', publicada en
movimiento feminista y de la conquista del 1846; y más adelante a la sufragista britá-
acceso de las mujeres a la universidad. Aquí nica Emmeline Pankhurst, quien, habiendo
cuenta la autora que aunque el término femi- constatado la ineficacia de las acciones
nismo no adquirió el sentido que le damos pacíficas que durante más de treinta años
en la actualidad hasta la década de 1890 había llevado a cabo otra organización feme-
en que empezaron a usarlo las inglesas, el nina, decidió que para que el movimiento
movimiento en realidad había comenzado en defensa de los derechos de las mujeres
antes, poniendo como punto de partida fuera efectivo tenía que hacerse más radical
la Revolución francesa, que marcó el fin y en 1903 montó una nueva organización
del Antiguo Régimen, ya que en la última reivindicativa y radical en sus acciones para
década del siglo XVIII hubo dos mujeres lo que contó con el apoyo de sus dos hijas.
excepcionales que publicaron los que se También merecen mención en este capí-
consideran los primeros tratados feministas. tulo algunos hombres notables defensores
Una de ellas fue la revolucionaria francesa de la causa de las mujeres, entre ellos el
Olympe de Gouges, antiesclavista a quien se inglés John Stuart Mill, que proporcionó
debe la 'Declaración de los derechos de la unas sólidas bases teóricas al movimiento
mujer y de la ciudadana', publicada en 1791, de emancipación femenino y que en 1869
que terminaría ajusticiada en el cadalso en firmó 'El sometimiento de la mujer', si bien
la llamada época del Terror y cuya vida en su biografía reconoció a su mujer, Harriet
y obra no fueron estudiadas seriamente Taylor Mill, como fuente de inspiración y
hasta bien entrado el siglo XX; y la otra coautora de la obra; o el dirigente socialista
fue la inglesa Mary Wollstonecraft, que en alemán August Bebel, autor de 'La mujer y
1790 publicó 'Vindicación de los derechos el socialismo', obra publicada en 1879 que
de la mujer', obra condenada al ostracismo se tradujo a todos los idiomas de Europa
hasta que fuera redescubierta por la escri- y que tuvo una importancia extraordinaria
tora británica Virginia Woolf en el periodo para la difusión de las ideas sobre la igual-
de entreguerras. Después de que las obras dad de los sexos. Finaliza el capítulo con la
mencionadas vieran la luz, cada vez más batalla de las mujeres inglesas para entrar en
mujeres se rebelaron contra la situación de la Universidades del país, más larga y dura
subordinación a las que eran relegadas, pero aún que la del derecho al voto, conseguido
ya no lo hicieron de forma aislada porque plenamente por las mismas en 1928.
los movimientos obreros y antiesclavistas También de interés histórico especial,
en los que participaban habían puesto de dado el ámbito geográfico en el que nos
manifiesto la fuerza que podía llegar a tener encontramos, es el capítulo 17 titulado
un grupo organizado, y así surge con fuerza 'España siglo XX, un comienzo esperan-
el sufragismo americano, que tiene como zador', época definida por la autora como
punto álgido de partida el célebre congreso la Edad de Plata de la ciencia española,
celebrado en 1848 en Seneca Falls, en el que trata sobre el acceso a la educación de
estado de Nueva York. Volviendo a Europa las mujeres españolas, impulsado en gran
nos encontramos a la socialista francesa medida por las primeras feministas del país,
entre las que cita como especialmente rele- el enviar a jóvenes que aspiraban a la carrera
vantes a Concepción Arenal, Emilia Pardo científica a los laboratorios europeos más
Bazán, Carmen de Burgos y María Laffitte, prestigiosos y bajo cuyos auspicios se crea-
así como por un grupo de catedráticos que, ron la Residencia de Estudiantes y también
bajo la dirección de Francisco Giner de la Residencia de Señoritas, esta última en
los Ríos, fundaron en 1876 la Institución 1915, con la que María de Maeztu consiguió
Libre de Enseñanza, entidad que proponía ver hecho realidad su sueño de proporcionar
la formación integral de niñas y niños en un lugar digno donde alojarse a las chicas
un marco laico y coeducativo, y también que llegaban a estudiar a Madrid en aquella
por los movimientos obreros de la Interna- época, y que llegó a disponer de biblioteca
cional Socialista. Con un avance lento en y de programas educativos, también para
la alfabetización del país llegamos a 1910, alumnas libres, de bachillerato y comercio,
año en que la conocida como ley Burrell cultura general, biblioteconomía y cursos
establece por fin el libre acceso de las muje- prácticos de química, llegando a contar
res a la universidad. Además encontramos con un laboratorio puesto en marcha por la
en el capítulo a las fundadoras del Lyceum profesora Mary Louise Foster, formada en
Club de Madrid, entre las que se citan a el Massachusetts Institute of Technology,
Zenobia Camprubí, traductora y escritora donde pudieron hacer prácticas las estudian-
que sacrificó su propia carrera en pos de la tes de química, farmacia y medicina, ya que
de su marido, Juan Ramón Jiménez; María a las mujeres no se les permitía el uso de
Lejárraga, esposa y 'negra' de Gregorio los laboratorios universitarios. Resultado de
Martínez Sierra, que firmaba sus obras; y a todo lo cual hubo una importante prolifera-
Carmen Baroja y Nessi, intelectual de gran ción de científicas españolas cuyas carreras,
personalidad que se vio forzada a vivir a la como tantas cosas en España, fueron sega-
sombra de los hombres de su familia y que das por la guerra incivil, como dice la autora
dejó escritas sus memorias bajo el título en su artículo.
'Recuerdos de una mujer de la generación Otra aportación interesante de la obra
del 98'. También es mencionada, si bien muy la constituyen los distintos recursos docu-
de pasada, la gran Clara Campoamor, mujer mentales que se van citando a lo largo de
de orígenes humildes que estudio Derecho los diferentes capítulos –muchos de ellos
ya de mayor, llegando a ser diputada en la disponibles en el Centro de Documentación
Segunda República y que consiguió que se María Zambrano del Instituto Andaluz de la
recogiera la igualdad de derechos de muje- Mujer–, que se complementan con la biblio-
res y hombres, entre ellos el del voto, en la grafía que aparece al final de la misma, junto
Constitución de 1931. Con un papel rele- con una cronología y un completo índice
vante para el acceso de las mujeres españo- alfabético.
las a la formación universitaria de calidad Aunque quizá se puedan echar en falta
encontramos en este capítulo a la Junta de imágenes ilustrativas o la mención de alguna
Ampliación de Estudios e Investigaciones figura de las llamadas ciencias sociales –como
Científicas, presidida por Santiago Ramón podría ser María Moliner– o mujeres en la
y Cajal y cuyo secretario y alma mater fue moderna ciencia informática.
José Castillejo y Duarte, discípulo predilecto En cualquier caso, estamos ante una
de Giner de los Ríos, organismo que tuvo obra importante que reivindica el papel de
como uno de sus objetivos más importantes las mujeres en la ciencia y que pretende
servir de homenaje a aquellas que, a pesar Para concluir con las pretensiones y
de las muchas dificultades, consiguieron logros de este estudio, yo iría más allá,
logros importantes en los diversos campos pues al hablar de mujeres científicas, de
del saber, con la intencionalidad, además, su obra y del ambiente que las rodeó, el
de servir de inspiración a niñas y jóvenes libro se constituye como una historia de la
de hoy en su orientación profesional, aunque ciencia que pienso que debería estudiarse
bien podría hacerlo también con los chicos, en todas las facultades del ramo, además
ya que proporciona referentes universales, de una historia general muy amena y bien
independientemente de su sexo. escrita, por lo que su lectura constituirá
Mencionar, en este sentido, que la autora un gran placer para cualquier persona que
forma parte de un grupo de profesoras de decida abordarla.
la Universidad de Sevilla que ha creado Un libro, en definitiva, que corrobora
‘Científicas: pasado, presente y futuro’, como pocos la afirmación de que la ciencia
una representación teatral para despertar es cultura, en este caso de género y, por
en la juventud referentes femeninos en el extensión, universal.
mundo de la ciencia, información que se
puede ampliar en el Canal Ciencia de dicha Aure Daza
Universidad (http://canalciencia.us.es/cien- (Centro de Documentación María Zambrano
tificas-pasado-presente-y-futuro/). del Instituto Andaluz de la Mujer)
1. Por favor, suscríbame a Daimon. Revista Internacional de Filosofía, desde el año ................., número.............,
inclusive.
2. Por favor, deseo adquirir los volúmenes o números atrasados: ...............................................................................
3. Deseamos obtener Daimon, Revista Internacional de Filosofía por intercambio con la revista:
............................................... cuyos datos (temática, dirección postal, etc.) se adjuntan.
FORMA DE PAGO
Pago mediante recibo. Una vez recibido el Boletín de Suscripción o Compra, le enviaremos un Recibo, que
deberá hacer efectivo antes de que podamos proceder al envío de los ejemplares correspondientes.
PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN
Suscripción anual tres números al año (IVA y gastos de envío incluidos) / Annual Subscription rates,
including postage and packing cost, for a year volume with three numbers:
Suscripción normal: 35 €
Número atrasado (number delayed): 15 €
DATOS PERSONALES