Eric Sadin

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LECTURAS SOBRE
FUTURO DEL TRABAJO

ERIC SADIN1

Adaptado de reportajes en 2017

-La inteligencia artificial se erige de aquí en adelante en una


suerte de superyo dotado de la intuición de la verdad y llamado
a guiar en toda circunstancia nuestras vidas hacia la mayor
eficacia y confort imaginables.
Dimensión emblemática que está en las aplicaciones de
asistentes personales, de eficacia todavía balbuciente, como el
Siri de Apple, Google Assistant o Alexa, de Amazon.
Se han dicho muchas cosas de la inteligencia artificial, en
especial que iba eventualmente a volverse contra sus
progenitores. Visión grotesca y fantasmática. Porque no es la
raza humana la que está en peligro, sino más bien la figura

1
Libros del autor:
La humanidad aumentada. La administración digital del mundo
Vigilancia Global
La Sociedad de Anticipación)
La Vida Algorítmica, Crítica de la razón digital
La silicolonización del Mundo:el irresistible ascenso del liberalismo digital
humana, en tanto que dotada de la facultad de juicio y de
actuar libremente y a conciencia.
Porque es nuestro poder de decisión el que va poco a poco a
ser desposeído, llamado a ser sustituido por sistemas que se
suponen omniscientes y más aptos para decidir el "perfecto"
curso de las cosas en el mejor de los mundos.
El sistema Watson por ejemplo, desarrollado por IBM y que no
deja de perfeccionarse, está destinado a guiar la acción
humana en los campos de la medicina, de la actividad
bancaria, de las aseguradoras, de la evaluación jurídica, del
trabajo en las empresas..
Son todos los sectores de la vida los que son llamados a
orientarse por sistemas supuestamente omniscientes, que
tienden a excluir la figura humana del círculo de las decisiones.
Por lo demás, esos sistemas proceden de un reduccionismo,
porque todas las cosas del mundo, contrariamente a lo que
afirma la ideología de silicolonización no pueden ser reducidas
a datos. Es sobre todo nuestra aprehensión sensible de las
cosas la que tiende a ser siempre postergada en favor de una
inteligibilidad de los fenómenos bajo el único prisma de los
datos numéricos.

-Todos somos ciudadanos, pero igualmente consumidores, y


podemos por medio de decisiones simples, pero de una
temible eficacia, mantener a raya ese modelo.
Por mi parte, llamo al rechazo de la compra de objetos
conectados y de protocolos llamados inteligentes, encargados
de asistirnos de manera continua, así como de contadores
eléctricos conectados que, por ejemplo, memorizan nuestros
gestos en el seno de nuestros habitats.
Nunca como hoy el rechazo del acto de comprar está revestido
de semejante alcance político, incluso civilizatorio.
Contra la ambición desmesurada del tecnoliberalismo de
querer pilotear el curso de nuestras vidas, debemos
salvaguardar la parte inviolable de nosotros mismos así como
nuestra autonomía de juicio y de acción.
Porque lo que está en juego es un modelo de civilización
contra otro, y hay que elegir. Uno, del que provenimos,
fundado sobre la libre expresión de los individuos y el derecho
a decidir libremente y por medio de la deliberación del curso de
nuestras sociedades. El otro, fundado sobre la algoritmización
sin cesar creciente de la vida, sobre el control de la industria de
lo numérico en todos los campos de la vida, que ejerce una
presión continua sobre la decisión humana con vistas a
satisfacer sólo intereses privados. Resulta urgente
movilizarnos.
Debemos esperar que una multitud de iniciativas y de acciones
concretas se pongan en marcha, firmemente decididas a
obstaculizar ese anarcoliberalismo numérico indigno y a hacer
valer modos de existencia plenamente respetuosos de la
integridad y de la pluralidad de la vida humana.

-Hoy, paralelamente a la era del acceso a la información que


no cesa de intensificarse, se ha franqueado una nueva etapa.
Entramos en lo que llamo "la era de la medida de la vida". Si
no estamos atentos, todo lo que hay en el mundo estará
conectado: cuerpos, colchones, espejos, biberones,
vestimentas, cadenas de producción en las empresas. En
teoría la lista es infinita.
Este entorno tecnológico conlleva una visibilidad en tiempo real
y eventualmente a un estado "integral" de nuestras vidas. Así
como a una cuantificación continua de nuestros gestos. Los
datos recogidos son tratados por sistemas de inteligencia
artificial capaces de actuar retroactivamente con vistas a dos
objetivos. El primero apunta a la propuesta de ofertas o de
servicios adaptados, supuestamente, a cada instante de la vida
cotidiana, y que conducen finalmente a un mercadeo integral
de la vida. El segundo apunta a orientar la acción humana.
Dimensión particularmente emblemática en las empresas, que
ve a sistemas dictar los comportamientos del personal en
función sólo de criterios de optimización y de fluidificación que
priva a los individuos de su espontaneidad y de su poder de
invención.
Lo que ultraja no solamente los derechos del trabajo, sino
también la integridad y la dignidad humana. Hay que subrayar
que esos sistemas salen directamente de lo que se llama "la
innovación numérica", este nuevo ídolo de nuestro tiempo
celebrado por todos con encandilamiento culpable.

-Silicon Valley encarna el insolente triunfo industrial de nuestro


tiempo. Rebosa de grupos que dominan la industria de lo
numérico y que acumulan cifras de negocios que hacen soñar
a los emprendedores del mundo entero. Todas las regiones del
globo buscan, de aquí en adelante, duplicar su núcleo actual
del negocio, ya sea en la economía de datos o de plataformas.
Desde hace un tiempo Silicon Valley no remite ya solamente a
un territorio, ha generado un espíritu que pasa a colonizar el
mundo, impulsado por numerosos misioneros: industriales,
universidades, think tanks. y por una clase política que alienta
la construcción de "valleys" sobre los cinco continentes, bajo la
forma de ecosistemas numéricos y de incubadores de start-
ups.
Lo que llamo la "siliconización del mundo" es la convicción de
que ese modelo representa el horizonte insuperable de nuestro
tiempo y que, por añadidura, encarnaría una forma luminosa
del capitalismo. Un capitalismo de un género nuevo, adornado
de "virtudes igualitarias", dado que ofrece a todos, desde el
"start-upper visionario" hasta el "colaborador creativo", o al
"autoemprendedor autónomo" la posibilidad de conectarse y de
expandirse.
Pero lo que no se ve, es que más allá de un modelo
económico, lo que se está instalando a toda velocidad es un
modelo civilizatorio, fundado sobre la mercadización integral de
la vida y la organización automatizada de sectores cada vez
más numerosos de la sociedad.

-En menos de una generación, los principios humanos que nos


fundan están siendo erradicados por los desarrollos de la
inteligencia artificial. Porque, según la visión siliconiana, lo
humano no es gran cosa. Dios no llegó a terminar la creación.
(Lo humano) es una suerte de cuerpo corruptible, falible, de
competencias cognitivas limitadas.
Las tecnologías llamadas "de lo exponencial" van a permitir
redimir nuestra pobre condición y conducirnos sin fin hacia "lo
mejor".
Es con esa perspectiva, en conformidad con ese positivismo
radical, que hay que entender el delirio transhumanista, que
considera que la técnica, a partir de ahora, está dotada de un
poder tal que podrá detener e invertir el proceso natural de lo
viviente. O que incluso fantasea con una grotesca descarga de
información del cerebro con chips de silicio, ignorando por
completo la irreductible complejidad de nuestros circuitos
neuronales.
Es hora de deshacernos de nuestra fascinación beata por las
tecnologías y de entrar individual y colectivamente en la era de
la responsabilidad. Y eso no tiene que ver sólo con prestar
atención a la cuestión de los datos personales. Porque creo
que sobre ese tema estamos en el meollo de uno de los
grandes malentendidos de nuestra época.
La cuestión crucial no tiene que ver con nuestra vida privada,
la cual, por cierto, nos importa a todos, pero que representa tan
poco en relación a lo que actualmente se trama y que debería,
por lo demás, movilizarnos.
Porque la gran cuestión no es una cuestión de sociedad, es
una cuestión de civilización. Aquella que busca a la larga
convertir todo en mercancía, automatizar y orientar la vida de
las personas con el fin de de satisfacer únicamente intereses
privados.
Ese modelo se desplegará sobre todo si los datos están
perfectamente protegidos instaurando una "confianza en la
economía numérica", apta para asegurar su expansión.
Hay que entender bien el control sobre la vida que está
operando el tecnoliberalismo, al cual sería apropiado oponerle
fuerzas contrarias. Porque de nuestro grado de movilización
ciudadana y política ante estos desafíos dependerá nada más
ni nada menos que la naturaleza presente y futura de nuestra
civilización.
–A finales de los años 90 vivimos lo que se conoce como la era
del acceso, es decir, la capacidad para millones de individuos
de tener accesos a corpus de textos, de sonidos y de
imágenes. Esa era no ha cesado de amplificarse, pero ahora
estamos en otra era: la era de la digitalización de la vida.
Ya no se trata más de digitalizar el sonido, la imagen o los
textos sino la vida misma. Estamos ahora exactamente en ese
presente, en la era de los censores, de los objetos conectados
y de la inteligencia artificial.
Esto nos lleva a que, si no tenemos cuidado, todos nuestros
gestos más íntimos serán escrutados: los censores en mi cama
informarán sobre mi sueño y, al igual que los espejos
inteligentes de Microsoft, habrá otros censores que informarán
sobre mis estados y, con ellos, sobre toda mi intimidad. Los
censores estarán presentes en todas las superficies de lo real.
Vamos hacia un testimonio integral de la vida, pero ese
testimonio es, de hecho, una explotación con dos finalidades:
la primera, consiste en instaurar un nuevo estado del
capitalismo, lo que he llamado el tecnoliberalismo, cuyo
propósito es no dejar ningún lugar vacío de la existencia, es
decir, se trata de lanzarse a la conquista integral de la vida.
Con censores a lo largo de toda la superficie de la vida se llega
a rentabilizar, a monetizar todo el conocimiento
comportamental. Ello acarrea de hecho la mercantilización
integral de la vida. Por ejemplo, una balanza conectada no es
sólo la curva evolutiva de mi peso sino, también, a través de
aplicaciones, la inclusión, la oferta,en función de mis estados,
de complementos alimentarios o de estancias en las montañas.
Los mismo va ocurrir con los demás objetos conectados:detrás
está la idea de una enorme potencia para penetrar en nuestros
comportamientos y, mediante sistemas de inteligencia artificial,
sugerir ofertas, bienes o servicios adaptados a cada perfil y a
cada instante de la vida cotidiana.
Allí donde el capitalismo encuentre un espacio vacío, sea un
paseo en el bosque o una cena entre amigos, se va a introducir
para sacar provecho de ello a través de los objetos
conectados.
El horizonte que se nos viene encima es el de la capacidad de
mercantilizar todos los momentos de la existencia humana. Es
el estado último del capitalismo.
Google nació con el negocio de las palabras claves y ahora
está en el de la cartografía en 3D, en el mercado de la salud,
de la educación, está presente con la Google Car y la casa
conectada. Google y la industria digital anhelan conquistar toda
la vida. Ello pasa, primero, por el conocimiento fino de los
comportamientos de cada individuo, de manera evolutiva,
detallada y a escala global.
Ese es el modelo y, paradójicamente, ese modelo es celebrado
por toda la sociedad cuando, en realidad, su efecto mayor
radica en reducir la vida y al ser humano a un objeto
perpetuamente mercantil y condenado eternamente a ofrecer
el testimonio de su vida.
La segunda funcionalidad de este medio ambiente tecnológico
apunta hacia la organización algorítmica o automatizada de
sectores cada vez más extensos de la sociedad. El ejemplo
más reciente es de las empresas piloteadas por los datos, el
Data Driven. Con la arquitectura tecnológica como base, este
dispositivo torna visibles y en tiempo real las performances y
dicta las acciones humanas en relación con la eficacia
constatada, los parámetros y los algoritmos. Esos sistemas
niegan la espontaneidad humanas, la creatividad y la
capacidad de las personas que trabajan para determinarse de
forma regular.
Los seres humanos se ven así transformados en robots de
carne y hueso. Esto conduce a que sean pisoteadas la
dignidad y la integridad humanas.
Pasamos así de la era del acceso, donde solo se trataba de
acceder a los documentos y a comunicar con otros individuos,
y la de ahora, donde el conjunto de la vida es captada para
ganar dinero con ello y optimizar la producción. La figura del
ser humano como ente libre y autónomo se aleja cada vez más
en beneficio de sistemas que deciden por nosotros.

–Todo esto es el resultado de la tan celebrada innovación


digital. Es la nueva heroína de nuestro tiempo, cuyo modelo
proviene de la Silicon Valley. Pero parece que nadie está
dispuesto a medir la amplitud de sus consecuencias, incluso
más allá de sus ventajas, que son muchas.
La socialdemocracia y los demás sistemas políticos liberales
han convertido a la innovación digital en una suerte de diosa.
La izquierda y la derecha celebran la duplicación de ese
modelo y nadie piensa en su impacto: todos buscan duplicar el
modelo de la Silicon Valley. Esto se plasma en lo real a
velocidades exponenciales. Y este carácter exponencial va
más allá de la velocidad misma: de hecho, lo que produce es la
muerte de lo político, es decir, la capacidad humana para
determinarse, libre y concertadamente, o en plena
contradicción.
–Nos sometemos tan fácilmente a la esclavitud tecnológica
porque nuestra representación de lo digital sigue estando
marcada por la era del acceso. La mayoría de los individuos
conocieron el universo digital y el acceso a internet a finales de
los 90. Había que ser un protestón para no encontrar en esas
tecnologías algo formidable.
Pero hoy estamos en otra era más nociva y aún no tenemos
plena conciencia de ello. Seguimos inmersos en la fascinación
digital como un instrumento para acceder, para hacer que
ciertos aspectos de la vida sean más ligeros sin ver que hay
detrás un poderoso movimiento que aspira a conquistar
nuestras existencias, meterse en cada sector de la vida.
Debemos tomar distancias frente a la digitalización: no se trata
solamente de un simple acceso. Hay que tomar conciencia de
que lo que se está instaurando es un asistanato permanente
de la vida mediante sistemas desarrollados por la industria que
sólo piensan en su provecho.
Fijémonos en lo que pasa con los asistentes digitales como Siri
o Google Homme: ¿qué pretenden? Pues simplemente
orientarnos permanentemente hacia productos. Ello
desemboca en la monetización de los conocimientos de la
existencia.
Esa es la dimensión actual. Nuestra vida integral está
cuantificada. La inteligencia artificial, por ejemplo, lo que hace
es presionar al ser humano, sea con fines comerciales o para
optimizar las decisiones.
Se trata de una negación de los principios humanistas, del libre
albedrío de los seres humanos y de las bases de la vida que
nos permiten decidir individual y colectivamente. Se trata de un
vasto movimiento que tiende a hurtarnos la capacidad de
decidir.

–En todos los regímenes socioliberales hay un consenso en


torno a la industria digital: se piensa que la economía de los
datos y de las plataformas es el modelo radiante e insuperable
de nuestro tiempo. Los responsables políticos, las grandes
escuelas, las universidades, todo el mundo afirma esto. No hay
ninguna distancia crítica ante este movimiento. Hasta los
mismos textos legislativos están escritos en respaldo a la
economía de los datos.
-¿Qué podemos hacer? Los seres humanos debemos actuar y
hacer valer nuestros derechos, concebir discursos críticos,
exigir auditorías en el trabajo, en la educación, en las
plataformas digitales. El reemplazo, bajo la presión de la
industria, del libro por el libro digital en las escuelas es un
escándalo. Hay que movilizarse y afirmar que no queremos
compartir en su totalidad el porvenir que nos está construyendo
la industria digital: hay otros modelos de organización de la
sociedad alejados de esa búsqueda integral y compulsiva del
provecho.

–Nos dirigimos hacia una cuantificación constante de nuestras


existencias, cómo funciona la utilización de esa cuantificación y
la inserción, la filtración o la inmisión de la industria digital
como acompañante de nuestras existencias. Estos fenómenos
son a la vez singulares y masivos. Lamentablemente hay muy
pocos discursos críticos.
Necesitamos distancia y posturas criticas, en la acción y en el
pensamiento ante este movimiento masivo que apunta a
orientar la existencia en beneficio de intereses privados.

–Los peligros de la silicolonización del mundo están en esta


paradoja: el corazón de la innovación tecnológica digital está
en California del Norte, en la famosa Silicon Valley. La Silicon
Valey sueña con que su radioso modelo económico sea
duplicado en todo el mundo. No se admite que ese modelo de
las Startups es invasivo y falso. La base de ese modelo es la
famosa publicidad “hay una aplicación para cada cosa”. El
modelo funciona justamente así, con la aspiración a que todo
sea negocio. Es un modelo económico que no acepta que
existen lugares vacantes en la existencia. Ese modelo se ha
vuelto el horizonte económico, político y social de nuestro
tiempo.
Pero ese esquema no acarrea un cambio de sociedad sino la
transformación de la civilización fundada, en adelante, sobre la
colecta ininterrumpida del conocimiento humano, de nuestros
comportamientos, la cuantificación y la mercantilización de las
existencias así como la organización automatizada y
algorítmica de la sociedad: su única ambición es satisfacer los
intereses privados y sacarle al ser humano su capacidad para
la determinación.
No es una casualidad si la industria digital afirma hoy que en
un mediano plazo es la inteligencia artificial la que administrará
todos los sistemas y los rincones de la vida. No podemos
aceptar esto. La industria de la Silicon Valley desarraiga lo
político y los valores humanistas vigentes desde hace siglos.
No se trata de una colonización forzada, violenta, sino de una
colonización anhelada por todas las socialdemocracias. Es una
silicolonización de los espíritus celebrada universalmente. Esa
es la paradoja.
–Ese modelo apunta a la erradicación de la figura del individuo
fundada sobre la autonomía del juicio y su capacidad para
determinarse libremente gracias a toda la potencia sensible de
su cuerpo. Se quiere eliminar cierta esencia humana en
provecho de sistemas orientados a satisfacer beneficios
privados. Está emergiendo una nueva civilización sin críticas,
ni contradicciones, ni análisis sobre lo que está en juego. Es
increíble. La paradoja histórica es inquietante.
-Debemos innovar con una respuesta y oponernos al ascenso
poderoso de los héroes de la Silicon Valley y de la industria
digital. No debemos aceptar que conquisten y colonicen toda la
existencia. No podemos aceptar que un puñado de individuos
administren la existencia humana de la A a la Z. Ellos afirman
que actúan por el bien de la humanidad, pero no es cierto. No
le corresponde al tecnoliberalismo la tarea de tener entre sus
manos el curso de la vida, del porvenir, de forma integral y a
escala global. Nos corresponde a nosotros. Es nuestra misión,
no la de ellos.

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