Calia Read - Serie Surviving Time 01 - The Surviving Trace

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Moderadora:
Aria

Traductoras:
Alixci Gilsha Cruz Lvic15
AuRose JandraNda Maria_clio88
Brisamar58 Kath Nayari
Cjuli1516zc Leidy Vasco Nelly Vanessa
Clau Lingos05 Yiany 3

Recopilación y Corrección:
Sttefanye

Diseño:
Moreline
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Nuestro amor es atemporal.
Will es mi prometido. El hombre tímido que conocí hace años en la universidad.
La persona con la que se supone que voy a pasar el resto de mi vida.
Esta es la vida que siempre he querido hasta que encontrar una foto de cuatro
hombres lo cambia todo...
Étienne dice que es mi marido y el año es 1912. No puede soportar verme, pero
no sé por qué. Oh, y él es uno de los hombres de la foto. He hecho lo imposible y me
he quedado atrapada en el tiempo y sé que Étienne es mi llave para volver a casa.
Cuanto más tiempo paso con Étienne, más me voy enamorando de él, hasta que
me estoy cuestionando a qué tiempo pertenezco y si la vida que he dejado atrás es la
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que realmente deseo.
Todo lo que sé con seguridad, es que tengo que sobrevivir al tiempo.
Tengo que sobrevivir al amor.
Y tengo que llegar al otro lado con vida.
“Yo derramo amor inagotable a mil generaciones,
Y perdono la iniquidad, la rebelión y el pecado.
Pero no absuelvo al culpable,
Sino que extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos y sus nietos;
Toda la familia se ve afectada, hasta los hijos de la tercera y cuarta generación” . 6

—Éxodo 34:7 (NLT)


S
olo he sentido las frías manos de la muerte dos veces en mi vida.
La primera vez, tenía catorce años. Vi a mi tía morir en una
pequeña habitación de hospital. Estábamos preparados para su
muerte, pero ver que su vida se desvanecía lentamente fue
escalofriante. Mis padres, hermanos y yo rodeamos su cama,
esperando en silencio hasta que respirara por última vez. La
pesadez de la situación se abalanzó sobre mí hasta que se sintió como si fuera yo
quien luchaba por respirar. Tuve que decir algo.
—¿No tienes miedo? —susurré finalmente.
—Para nada —susurró ella. Luego sonrió—. Estoy en paz.
Mi madre intervino antes de que pudiera contestar, pero las palabras de mi
tía se quedaron en mi cabeza. ¿Cómo podría haber paz en la muerte?
La segunda vez es ahora.
¿La paz de la que habló mi tía? Se está envolviendo lentamente a mi alrededor.
No es de extrañar que ella estuviera tan relajada. El conocimiento de que voy a
terminar con mi vida se está disolviendo y lo único que parece importar ahora es
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cómo viví, cómo me encantó y qué sacrifiqué por ese amor.
Así es como sé que lo que voy a hacer es correcto. Bueno, de hecho, porque en
menos de un segundo, todas las cosas malas terminarán. Todo lo que tengo que
hacer es apretar el gatillo.
Eso no quiere decir que estoy lista. Todavía tengo mucho por hacer. Por decir.
Pero los bordes de mi vida están ardiendo, desmoronándose sobre sí mismos.
Estoy sentada, pero se siente como si la habitación se estuviera estirando,
haciendo todo lo posible para huir de mí. Exhalo temblorosa y descanso mi cabeza
contra la fría pared de ladrillo detrás de mí. El agua se filtra entre los ladrillos,
humedeciendo mi cabello. Justo encima de mi cabeza hay estantes de madera con
jarrones vacíos, telarañas enrolladas entre los frascos. Tubos viejos y oxidados
corren por encima de mi cabeza, goteando agua. Las gotas caen lentamente al
suelo.
Gota... gota... gota.
La escalera desvencijada que conduce a la puerta del sótano está bloqueada
de la mejor manera posible, pero eso no hace nada para aliviar mis temores.
Cualquiera podría irrumpir aquí si realmente quisiera.
La única luz en la habitación proviene de una bombilla que cuelga
directamente sobre mi cabeza. La débil luz amarilla aparece por un minuto antes
de desaparecer lentamente. En la pared opuesta hay una pequeña excusa de
ventana. El vidrio está cubierto de mugre y polvo. Apenas sale luz. El aire huele a
moho, como si el óxido y la tierra húmeda se hubieran unido para formar su propio
aroma.
Mi mirada se desplaza a la cabeza en mi regazo. Suavemente, le retiro el
cabello de la frente. Tengo miedo de moverme. De respirar. Dentro, me muero por
aferrarme a él tan fuerte como pueda. Pero me contengo; ya le hice suficiente daño
a él. A su vida
La sangre se enreda en sus cabellos y gotea por su rostro, mezclándose con el
agua que se escapa de sus ojos. Lágrimas de color. Incluso él sabe lo que está por
suceder.
Su respiración es cada vez más lenta, menos profunda, como si cada
respiración fuera una tarea rutinaria.
Frenéticamente, me dirijo hacia la puerta cerrada. En unos minutos, alguien
la abrirá. Lo siento en mis entrañas. Mi tiempo se está acabando. Así que lo miro
de nuevo.
—Lo siento mucho —le susurro.
Tengo las uñas y las manos cubiertas de suciedad. Eso no me impide pasar
mis dedos por su piel. Solo estoy esparciendo tierra por su mejilla, pero no puedo
no tocarlo. Mis minutos y segundos con él están al límite.
Gota... gota... gota.
—¿Conoces a la gente que elige el amor por encima del mundo? —digo.
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Él asiente.
—No puedo hacer eso. —Mi voz se rompe cuando una lágrima resbala por mi
mejilla—. Sería una de las cosas más egoístas que haría.
Los pasos suenan sobre nuestras cabezas, sacudiendo las tablas del suelo con
tanta fuerza, que el polvo cae sobre nosotros. Mis manos tiemblan cuando alcanzo
el objeto de metal frío a mi izquierda. Casi es la hora.
Esto es lo correcto, me digo.
Entonces ¿por qué las paredes alrededor de mi corazón se derrumban?
—Te traje a este punto —le susurro.
Este es nuestro último momento de paz.
Puños golpean contra la puerta del sótano. Una voz grita. Mi corazón se
acelera. Lo miro fijamente. Sus ojos están suplicando, desesperados para que este
no sea el final.
Pero lo es; no tengo opciones.
La puerta se abre. Trozos de madera caen por las escaleras. La luz amarilla
entra, perfilando una figura. Unos pasos pesados reverberan por la habitación,
haciendo juego con los rápidos latidos de mi corazón. Los jarrones detrás de mí
suenan mientras tiemblan. Algunos se dan por vencidos y caen al piso. El vidrio se
rompe, quebrándose en millones de pedazos.
Estamos escondidos en la esquina. Es solo cuestión de segundos antes de que
nos vean.
Así que lo toco por última vez.
—Lo siento mucho.
Estoy haciendo lo correcto. Pero me quedo quieta porque si pienso en esto,
temeré lo que me espera, una vida sin él.
Nuevas lágrimas caen, rodando por mis mejillas y aterrizando en su frente.
A decir verdad, creo que siempre me he estado escapando. He estado
caminando por la cuerda floja entre todos los ayeres y mañanas durante mucho
tiempo. En algún momento, estaba destinada a caer. En unos segundos, todo habrá
terminado.
En unos segundos, su dolor desaparecerá.
Con mano temblorosa, alcanzo el arma y presiono contra mi sien. Él hace un
sonido extraño, y la persona directamente enfrente de nosotros aparece
momentáneamente sorprendido. Pero esa persona se sorprende por solo el final de
un segundo antes de alcanzar un arma por sí mismo.
Cierro mis ojos con fuerza justo mientras ellos dicen su nombre.
—Te amo —susurro, y jalo el gatillo
Luego, estoy afuera, cayendo por el balcón de un segundo piso. El mundo se
mueve en un tono retorcido de gris y ónice. El aire silba a mi alrededor mientras
busco desesperadamente algo que agarrar. Delante de mí hay un contorno negro
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de un cuerpo. Es el hombre que estuvo en mi regazo hace unos momentos. Extiende
una mano e intenta agarrarme, pero me deslizo más lejos, succionada por un
vórtice, empujada por la gravedad. Abro la boca para gritar pidiendo ayuda, pero
no sale ningún sonido.
Mi voz puede estar en silencio, pero lo escucho gritar. Él está llamando mi
nombre.
—¡Serene! ¡Serene!
Mi visión se vuelve borrosa, y antes de darme cuenta, una niebla densa se
enrosca lentamente alrededor de su cuerpo hasta que desaparece. Se ha ido, sin
embargo, todavía puedo oírlo gritar mi nombre.
Frenéticamente, miro detrás de mí. Estoy a segundos de golpear el suelo.
Cierro los ojos y oro para que el mundo me trague entera.
Y luego lo hace.
—¡S
ERENE!
Mis ojos se abren. Parpadeo rápidamente,
tratando de ajustarme a la luz brillante.
—Apágalo —dice una voz masculina.
Me sobresalto sorprendida y giro a mi izquierda.
Me lleva un minuto darme cuenta de que Will está a mi
lado y todo lo que experimenté fue solo un sueño.
Eso es.
Lentamente, me siento y apago mi alarma y vuelvo a caer sobre el colchón.
Mirando al techo, tomo algunas respiraciones profundas y calmantes. Los peores
sueños son los que te dejan loca. Los que se sienten tan reales, que te hacen
cuestionar si realmente sucedió todo lo que experimentaste. Levanto ambos brazos,
esperando ver la piel de gallina del aire frío. Pero no hay nada.
En este sueño, no fue la caída lo que me asustó. Es el miedo. Nunca he sentido
nada igual.
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Will se da vuelta y me pasa un brazo por la cintura. Su cabello castaño oscuro
está completamente desordenado. Pasan unos segundos antes de que levante la
cabeza y me mire.
—Tu corazón late con fuerza —dice en una voz profunda.
Me he despertado frente a su rostro durante los últimos dos años, y todavía no
me canso. Conocí a Will en Penn State. Estaba en mi segundo año; él estaba en
tercero. Ambos estábamos en la biblioteca. Era la semana antes de las vacaciones de
Navidad, y todo el mundo estaba abarrotado antes de los finales. Todas las mesas
estaban llenas, pero había un solo asiento al lado de él.
Tan silenciosamente como fue posible, coloqué mi bolso al lado del asiento y
me senté. Nadie en la mesa levantó sus cabezas en reconocimiento. Nadie más que
Will.
Él no dijo hola. O habló. Pero me sonrió con timidez antes de volver a
sumergirse en su estudio.
Me senté a su lado al día siguiente y al día siguiente antes de que finalmente
reuniera el valor para decirme algo. Tardó una semana en invitarme a salir. Su
actitud tímida y tranquila inmediatamente me atrajo. No era engreído y seguro de sí
mismo, y por esas razones, dije que sí.
Y ahora aquí estamos, recién comprometidos con nuestro futuro extendido ante
nosotros. Levanto mi mano izquierda y veo brillar el diamante en la luz. Respiro
profundo.
—Tuve un sueño extraño.
—¿De qué se trataba?
Dejo caer mi mano y miro al techo.
—Tomaría mucho tiempo explicarlo. Además, tenemos que levantarnos.
Will gime y se da vuelta. Me inclino hacia él y le beso el hombro derecho.
—Si no nos levantamos ahora, nunca lo haremos —le digo.
Los dos nos levantamos de la cama como zombis. Will va a la cocina a hacer
café mientras me dirijo directamente al baño para ducharme. Tenemos nuestra
rutina matutina. Cuando termino de vestirme, cambiamos de lugar y voy a la cocina
a tomar un café.
Hemos vivido en nuestro pequeño apartamento de una habitación durante
tanto tiempo que puedo navegar fácilmente por las habitaciones sin que haya
ninguna luz encendida. La luz del sol entra por las rendijas de las persianas, atraviesa
los pisos de madera y se refleja en las paredes blancas.
Estoy en piloto automático cuando entro en la cocina y hago los movimientos
necesarios para comenzar el día, y continúo analizando mi sueño y lo que podría
significar. Creo que algunos sueños no tienen rima o razón. Puedes escuchar una
conversación o ver algo en la televisión y no pensar en ello, pero, aun así, logra
deslizarse en tu mente. Pero algunos sueños tienen un significado más profundo.
Todo lo que puedo pensar es una cosa: ¿Quién era ese hombre de mi sueño? 11
Recordaría un rostro como el suyo. Sus ojos son lo que me atraía. Estaban
desesperados, nunca apartándose de los míos. Ni por un segundo. Me miró como si
tuviera todas las respuestas a la vida. Más que eso, me miró como si me amara. ¿La
parte extraña? Yo también parecía haberlo amado.
El simple hecho de pensarlo hace que se me ponga la piel de gallina.
—Uh... creo que tu taza está llena.
Salto y me giro al sonido de la voz de Will. Él asiente hacia la taza de café en mi
mano, haciéndome dar cuenta de que aún estoy sirviendo café en una taza ya llena.
El líquido marrón se derrama sobre el borde y el mostrador antes de gotear en el
piso.
—Mierda. —A toda prisa, bajo la cafetera, tomo una toalla y limpio
descuidadamente lo mejor posible.
—¿En qué estás pensando? —pregunta Will con una sonrisa.
Me apresuro al fregadero y escurro la toalla. Agarro mi taza de café y miro a
Will.
—Solo estoy pensando en mi sueño.
—¿Todavía estás pensando en eso? Ahora tengo que saber qué sucedió.
Tomo un sorbo de mi café antes de poner una tapa en mi taza y apoyarme en el
mostrador.
—Fue algo al azar. Estaba en un sótano con un tipo en mi regazo que estaba
sangrando por todos lados.
—¿Yo era ese tipo? —se burla.
—No fue así. Pero alguien nos persiguió. Abrieron la puerta con fuerza, bajaron
corriendo las escaleras hacia nosotros, y luego me desperté.
Bueno, dejé por fuera la parte en la que estaba dispuesta a quitarme la vida para
salvarlo, pero le dije la mayoría de la verdad.
Will levanta ambas cejas.
—¿Qué clase de sueño es ese?
—Lo sé, ¿verdad? Fue intenso.
—Intenso, pero ficticio. —Se para frente a mí y coloca sus manos en el
mostrador detrás de mí, enjaulándome—. La posibilidad de que eso ocurra es
increíblemente baja.
Sonriendo, me apoyo en él y lo rodeo con mis brazos.
—Pero como te amo, creo que es justo que te dé un consejo.
Curiosamente, levanto mi cabeza y encuentro su solemne mirada.
—Mantente alejada de los sótanos.
Pongo los ojos en blanco y gentilmente empujo su brazo.
Will se ríe suavemente. 12
—Es toda esa basura vieja por la que estás rodeada. Esos vapores antiguos van
directamente a tu cabeza.
—No insultes mi pasión —bromeo.
—Si tuvieras que elegir entre una antigüedad y yo, ¿qué escogerías?
Toco mi labio con mi dedo y finjo pensar en la pregunta. Los segundos pasan,
entonces chasqueo los dedos y apunto con mi dedo índice hacia él.
—Antigüedades.
—Lo sabía —responde, inexpresivo—. ¿Tienes un día ocupado en la tienda?
Agarro mi bolso de la mesa de la cocina.
—Probablemente trabajaré hasta tarde esta noche.
—¿Por qué no me sorprende? —responde Will con una sonrisa.
—Liz dijo que encontró muchas cosas buenas en algunas ventas estatales y
mercadillos durante el fin de semana. Vamos a tratar de inventariar todo —digo
mientras caminamos hacia la puerta de entrada.
—Pasas tanto tiempo en la tienda que podrías poner un catre en tu oficina.
—Eso no es verdad —protesto débilmente.
Will abre la puerta y hace un gesto para que pase antes que él.
—Lo es. No puedo recordar la última vez que tuvimos una noche fuera.
Me detengo en medio del pasillo y lo sujeto del brazo.
—Sé que he estado ocupada, pero una vez que todo se calme, podremos pasar
todo el tiempo del mundo juntos. —Deslizo un brazo alrededor de su cintura
mientras bajamos las escaleras—. Y mientras pasamos todo ese tiempo juntos,
finalmente podremos establecer una fecha para nuestra boda.
Hace seis meses, Will me propuso matrimonio enfrente de mi familia mientras
estábamos en casa por el Cuatro de Julio. Decir que sí fue una obviedad. Es
impulsivo, inteligente y, lo más importante, uno de los tipos más amables que
conozco. Para abreviar, es todo lo que quiero. Lo amo y no puedo imaginar pasar mi
vida con nadie más.
—No tenemos que esperar a pasar tiempo juntos para fijar una fecha. Esa
decisión puede suceder en cualquier momento. Aquí hay una fecha al azar, el 7 de
junio.
—No voy a sacar una fecha de la nada. Quiero una fecha que coincida con mi
visión de nuestra boda. Las flores, por ejemplo. —Will pone los ojos en blanco, pero
continúo—. Tienen que estar en todas partes en nuestra ceremonia y, ¿si quiero una
flor específica que no florece en junio?
—Será junio. Creo que todas las flores florecen en junio —dice secamente.
Nos detenemos en el rellano de las escaleras. Will toma sus llaves de su bolsillo
trasero. Las tomo de sus manos y las sostengo detrás de mi espalda para mantener
su atención. 13
—Sé que tienes buenas intenciones, pero no voy a escoger una fecha de boda al
azar. Pero elegiré una pronto, ¿de acuerdo? —digo con una pequeña sonrisa
burlándose en los bordes de mis labios.
Will sostiene mi rostro entre sus manos.
—Como he dicho antes, no me importa la fecha. Solo quiero casarme contigo.
—Me da un rápido beso—. Me encantaría continuar esta conversación, pero tengo
que irme o voy a llegar tarde. Tengo que encontrarme con un cliente en treinta
minutos.
Will es un especialista de pago por clic. Está a cargo de campañas publicitarias.
Por lo general, trabaja desde casa, pero a veces se reúne con clientes para formar una
nueva campaña que se adapte mejor a su negocio.
Con destreza, él alcanza detrás de mí con una mano y agarra las llaves. Arroja
las llaves al aire una vez y me da una sonrisa torcida.
—Te amo.
Silba mientras se aleja y lo miro caminar hacia su auto, una pequeña sonrisa se
extiende en mis labios. Me preparo para el frío que espera saludarme en el momento
en que salgo. Ha sido un invierno bastante manso, considerando todo. Algunas
ráfagas de nieve aquí y allá. Sin embargo, eso puede ser engañoso, porque miras
hacia afuera y piensas que es lo suficientemente agradable; luego, en el momento en
que sales, una pared de aire helado te golpea y te roba la respiración.
Muevo mi bolso sobre mi hombro y entierro mi boca en mi abrigo antes de
apresurarme a cruzar la calle. Evito las pilas de nieve derretida que aún permanecen
en la acera y tomo las llaves de mi bolso. Hace tanto frío que mis manos tiemblan
ligeramente cuando abro la puerta de entrada de mi tienda.
Hace más de un año, abrí Past Repeat con mi mejor amiga, Liz. Después de
graduarme en la universidad, supe que quería abrir una tienda. Específicamente una
tienda de antigüedades.
Al igual que Will, conocí a mi socia en la universidad. Liz comparte mi pasión
por la historia y tomar viejas reliquias y darles nueva vida. Todos, incluso nuestras
familias, pensaban que estábamos locas; la mayoría de las empresas fracasan dentro
del primer año. Aun así, las dos nos negamos a permitir que las estadísticas nos
detuvieran.
Liz creció en Greensburg, Pennsylvania. Cuando me trajo por primera vez para
mostrarme el lugar y sugirió que abriéramos nuestra tienda aquí, accedí al instante.
La ciudad no es demasiado concurrida, pero cobra vida durante el día.
Hasta ahora, la decisión de comenzar nuestro negocio aquí está dando sus
frutos.
Tenemos días lentos, pero tenemos clientes habituales que vienen a diario para
ver si tenemos algo nuevo. Durante los fines de semana, las cosas mejoran. De
ninguna manera, estamos haciendo una generosa cantidad de dinero. Demonios,
apenas estamos al día. Pero todavía estamos en el negocio y felices.
El olor que me saluda cuando entro por la puerta me hace sonreír. Es un aroma 14
colectivo por tener tantos muebles y artículos que han sido guardados en cajas, áticos
y sótanos. Es un olor fuerte, pero uno al que me adapto rápidamente. Algunas
personas no pueden tolerarlo, y debido a eso, utilizamos ambientadores y todo lo que
podemos pensar. Pero el olor siempre regresa.
Enciendo el interruptor de la luz a mi izquierda. Una a una, las filas de luces
fluorescentes se encienden. Escaneo la tienda con buen ojo, como hago todas las
mañanas.
He estado en muchas tiendas de antigüedades repletas de tantos artículos que
es prácticamente imposible caminar por los pasillos sin ser inundado. Past Repeat
tiene un equilibrio saludable. Hay espacio suficiente para que los clientes se muevan
sin sentir que chocarán con los artículos. Pero las estanterías tienen muchas piezas,
por lo que las personas se ven atraídas por cada pasillo para ver si tenemos algo que
les interese.
Y con suerte lo hacemos.
Camino hacia la parte posterior de la tienda. No abrimos durante otros treinta
minutos, pero a Liz y a mí nos gusta llegar temprano y revisar los nuevos artículos
que cualquiera de nosotras haya encontrado. Revisamos los recibos y actualizamos
las páginas de redes sociales de Past Repeat y publicamos todo lo que tenemos a la
venta. Es sorprendente la cantidad de cosas que vendemos en línea.
Como era de esperar, soy la primera en llegar. Me siento y enciendo mi
computadora. Una de mis cosas favoritas es buscar en línea los hallazgos potenciales.
No me importa si se trata de muebles, ropa o libros viejos. Si tiene historia, lo quiero.
Pero encontrar artículos de calidad para la tienda requiere mucho trabajo. La mayor
parte de ese trabajo se extiende fuera de la tienda; las compras potenciales están a
nuestro alrededor. Solo tienes que buscarlas.
Respondo unos pocos correos electrónicos y escaneo algunos sitios para ver si
hay algo nuevo, pero no encuentro nada que me interese. Mientras cazo, escucho las
campanas del timbre de la puerta principal. Escucho el sonido de Liz murmurando
para sí.
—¡Tengo un hallazgo para ti!
Levanto la mirada a tiempo para ver a Liz entrar, llevando tres cajas grandes.
Las deja en el piso frente a mi escritorio, se limpia las manos y respira
profundamente.
Abrimos en menos de veinte minutos, pero nunca lo sabrías por los jeans y la
holgada sudadera de Liz. Se ve como si se hubiera bajado de la cama y hubiera
agarrado lo primero que vio. Su cabello está en una cola de caballo, y su rostro no
tiene una pizca de maquillaje. Siempre tiene una sonrisa lista y esperando. No creo
que haya conocido a una persona que no le haya gustado.
Miro las cajas asomándome por encima del escritorio. Liz encuentra algunas
cosas buenas, pero muchas veces, se va por la borda y compra todo lo que está a la
vista. A veces pienso que es más una buscadora de antigüedades y coleccionista que
yo. Su garaje raya en ser una escena de Acumuladores. Está lleno hasta el tope de
muebles rotos y objetos que cree que se venderán en la tienda. Una vez que los
arregle, por supuesto. Siempre logra ver la belleza en el pasado, las historias detrás
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de objetos descartados.
Ella es mi alma gemela. Lo más cercano que alguna vez tendré a una hermana.
—¿Qué es esto? —pregunto.
—Ábrelas y averígualo. —Liz prácticamente rebota de emoción. La última vez
que la vi tan emocionada fue cuando rescató una chimenea de la década de 1880 de
una pila de basura.
Camino alrededor de mi escritorio y me arrodillo al lado de las cajas. Abro la
que está en la parte superior. Una pila de revistas LIFE. Una vieja radio Zenith.
Envueltos en periódicos hay un juego de platos. Un jarrón de vidrio. Una pequeña
pila de libros antiguos. Los lomos están rajados y rotos en algunos lugares, pero se
venderán rápidamente.
—Buen hallazgo —digo.
—Lo sé, ¿no? —Liz mira por encima de mi hombro mientras reviso la caja—.
Fui al mercado de pulgas a primera hora de la mañana de ayer, pero no encontré
nada. Me estaba preparando para irme cuando noté a una señora montando su
stand. Me detuve y encontré… —Liz hace un gesto hacia las cajas—, estas.
Mientras continúa divagando, me muevo hacia la segunda caja. Al igual que la
primera, está llena de elementos aleatorios que hacen que parezca que Liz visitó una
venta de bienes en lugar de un mercado de pulgas.
Sin embargo, la tercera es diferente. Está repleta de nada más que álbumes de
fotos encuadernados en cuero e imágenes en marcos dorados que necesitan una
buena limpieza para devolverlos a su antigua gloria.
—¿Miraste esta caja?
—Por supuesto. —Liz se arrodilla a mi lado y sonríe—. Has guardado lo mejor
para el final. Mientras revisas esa caja, abriré la tienda.
Algunos de los álbumes de fotos son tan viejos, que me temo que, si los abro, se
desmoronarán. Con cautela los coloco en mi escritorio para volver a verlos en otro
momento. Los que están en mejor forma, los reviso rápidamente. Las fotos en blanco
y negro pasan volando. La adrenalina y la emoción por este descubrimiento me
hacen imposible establecerme en una sola imagen. Quiero verlas todas en el lapso de
segundos.
Para otra persona, las fotos de extraños virtuales pueden no significar nada,
pero yo las amo. Las imágenes del pasado me dan escalofríos y me ponen la piel de
gallina en los brazos, porque creo que las reliquias del pasado muestran lo que es la
vida: Comienzan de manera hermosa, pero lentamente se desvanecen con el tiempo.
Al igual que con la mayoría de las antigüedades y las fotografías que
descubrimos, me encuentro pensando en estas imágenes. ¿Dónde están los dueños?
¿Qué les pasó? ¿Cómo terminaron estos recuerdos en un mercado de pulgas?
Antes de darme cuenta, la caja está vacía, salvo por una foto enmarcada. Está
girada, su soporte roto. La volteo, pero las capas de polvo ocultan la imagen. Limpio 16
el polvo con el dobladillo de mi suéter. La imagen es una foto en blanco y negro de
cuatro hombres de pie frente a una hermosa mansión tan grande que solo se ve la
mitad de la casa en la foto. Dos hombres se sientan en los escalones, con los brazos
apoyados en sus rodillas. Los otros dos se apoyan contra los pilares de ladrillo
achaparrados que flanquean las escaleras. Miro cada rostro cuidadosamente, pero
me detengo brevemente en el segundo hombre desde la derecha.
Mi corazón tiembla por un segundo porque es el hombre de mi sueño.
Imposible, sin embargo, ahí está. Me tiemblan las manos al hacer un trabajo rápido
para quitar la foto del marco. Necesito ver mejor esta imagen.
En mi sueño, su rostro estaba manchado con tierra y sangre. La tenue
iluminación hacía imposible ver sus facciones, pero sé que es él. Reconozco esos ojos.
Son agudos y desafiantes, casi desafiando al fotógrafo a tomar la foto, y sus pómulos
aún más afilados podrían cortar el vidrio. Su cabello llega hasta los hombros. En mi
sueño, había sangre en sus hebras. En este tipo de imágenes, todos tienen el cabello
oscuro, pero es fácil decir que el cabello de este hombre es más claro. ¿Rubio, tal vez?
Está lejos de ser el hombre más guapo de la foto. Ese premio va para el hombre
a su izquierda.
No, el rosto de este hombre misterioso es demasiado duro. Su nariz griega está
ligeramente torcida en la punta. O nació de esa manera, o estuvo en demasiadas
peleas. Su vello facial está a un día de convertirse en una barba hecha y derecha.
El resto de los hombres están vestidos impecablemente. Parece como si acabara
de rodar de la cama, su camisa arrugada metida apresuradamente en sus pantalones.
Se ve un poco aterrador y desquiciado, como si estuviera a segundos de rasgar
a cada persona en la foto de una extremidad a otra. Nunca había estado con un
hombre como él. No es mi tipo. El hecho de que estuviera en mis sueños me hace
sentir aliviada de que fuera solo un sueño.
Alejo mi mirada de él y entrecierro los ojos para tener una mejor vista del resto
de los rostros. Nadie está sonriendo. Excepto por el otro hombre sentado en los
escalones. Parece una sonrisa fugaz que el fotógrafo atrapó por pura suerte. Los
hombres de pie tienen los labios cerrados de una manera que es demasiado común
para la época.
Le doy la vuelta a la imagen para más información. Tal vez un nombre o
ubicación. En tinta negra desteñida está el año 1912 y las letras E, L, E, A. Es de
suponer que esas son las iniciales de las personas en la imagen.
Para mí, estas letras son pistas que cayeron en mi regazo, y odio las pistas. Solo
me dan una pequeña porción de la respuesta cuando quiero todo. Casi de inmediato,
mi imaginación se pone a trabajar y elige nombres basados en las letras.
Toco mi dedo contra el primer hombre.
—Tu nombre es Eric. —Toco el siguiente hombre—. Y tú eres... Luke. —Cuando
llego al tipo feo y aterrador, hago una pausa—. Eres Ezra. —En el momento en que el
nombre se escapa de mis labios, sé que estoy equivocada. Él no es Ezra, pero 17
continúo hasta el último tipo—. Y tú eres Adam.
Sintiéndome satisfecha conmigo misma, coloco la imagen sobre mi escritorio y
continúo inspeccionando los álbumes, pero mi atención sigue volviendo a esa foto.
Me pongo de pie, encogiéndome del lío que he hecho, y recojo la imagen. Sé que
no es raro soñar con personas que son prácticamente desconocidas. ¿Pero cuáles son
las posibilidades de soñar con un extraño, solo para encontrar una foto de ellos al día
siguiente?
—¿Serene?
Dejo caer la imagen sobre el escritorio y la cubro discretamente con un papel al
azar.
—¿Sí?
Liz se asoma a la habitación, tamborileando con los dedos sobre el marco de la
puerta.
—¿Alguna vez saliste de aquí? Hemos estado abiertos durante casi una hora.
Con sorpresa, miro el reloj. ¿He pasado una hora mirando esta foto?
—Lo siento. Me distraje. Estas cajas que trajiste fueron excelentes hallazgos.
Déjame limpiar este desastre, y ya salgo.
—No hay problema. Tómate tu tiempo. Sabía que te gustarían esas cajas —
responde Liz, y luego se va.
Me siento como una idiota por mentir, pero es instinto. Mi sueño era raro, pero
encontrar una imagen de la persona de dicho sueño es escalofriante y extraño. Hago
un rápido trabajo colocando todos los álbumes en las cajas. Luego apilo las cajas y
las empujo contra la pared, diciéndome que las inventariaré más tarde.
Antes de salir de la oficina, tomo la foto del hombre misterioso y la deslizo en
mi bolsillo trasero.

—Hola, estás en casa.


Coloco mi bolso y mi cartera en la mesa de la cocina y vuelvo a la sala para
besarlo. Él está sentado en el sofá con su computadora portátil apoyada en sus
muslos.
Me dejo caer en el lugar al lado de él.
—Me distraje en el trabajo.
—¿Sí?
—Sí. Liz encontró unas cajas en un mercado de pulgas con algunas cosas
increíbles dentro.
Gime; está muy familiarizado con el hábito de Liz de comprar cualquier cosa
que le atraiga.
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—¿Qué consiguió?
—Muchas cosas. Pero tienes que ver esto. ¡Espera aquí! —Salto del sofá y corro
hacia la cocina. Recojo la foto de mi bolso y corro hacia Will, sosteniendo la foto hacia
él.
Le da una mirada superficial antes de mirar su computadora portátil.
—¿Qué es esto?
—¿Ves al segundo chico de la derecha?
Una vez más, mira la imagen, solo que esta vez estrecha los ojos y se inclina.
—¿El tipo enojado y feo?
—Sí.
—¿Qué hay de él?
Hago una pausa dramáticamente.
—Él es el chico de mi sueño.
Inmediatamente se sienta y coloca su computadora portátil en la mesa de café.
—Dame esa imagen.
Se la entrego y lucho contra el impulso de reprenderlo por poner manchas de
huellas digitales en toda la imagen.
—Mierda. —Me la devuelve, y la sostengo con cautela—. Eso es raro.
—Lo sé, ¿verdad? Salió de una de las cajas que trajo Liz.
Apoyándose en el sofá, se encoge de hombros.
—Extraño, pero cosas más extrañas han sucedido. —Y luego vuelve a agarrar su
computadora portátil.
Esa conversación fue más abrupta de lo que esperaba.
—Will, piensa en ello. ¿Sueño con este tipo, y de la nada al día siguiente,
encuentro una foto de él? Es espeluznante.
—Sí, lo sé. Es espeluznante.
Por millonésima vez, miro la foto.
—¿Qué hago con esto?
—Lo tiras.
No puedo tirarlo. Eso se siente mal, como si estuviera desperdiciando un
pedazo de historia. Evasivamente, me encojo de hombros.
—Sí. Creo que debería.
De repente, me siento estúpida por mostrarle esto. Will ve el mundo con lógica
y hechos. En su mente, nunca hay una razón para soñar.
Como si pudiera leer mis pensamientos, frota mi muslo de arriba abajo con su
mano. 19
—Relájate, cariño. —Normalmente su contacto me relaja en cuestión de
segundos, pero esta noche no—. Estás pensando demasiado en esto.
Le doy vuelta a la imagen y sigo la escritura.
—Es tan vieja. Alguien debe estar extrañando esta fotografía.
—No te preocupes por eso. No hay nada que puedas hacer. —Will cierra su
computadora portátil y se levanta—. Se está haciendo tarde. Me voy a la cama.
—Estaré allí pronto —respondo, mis ojos nunca dejando la imagen.
Will se va. La puerta de nuestro dormitorio hace clic suavemente detrás de él.
Estoy rodeada de silencio, pero estoy inmersa en la imagen. Descansando mi
barbilla en mi palma, miro más de cerca, deseando que sea posible deslizarse en la
imagen y ver a estas personas con vida. ¿Cómo vivieron? ¿Qué estaban pensando?
¿Por qué el hombre de mi sueño parece tan enojado en la imagen?
A veces pienso que soy extraña, que estoy obsesionada con el pasado. Pero creo
que el pasado nos define. Es a lo que nos lleva ahora.
—¿Qué te pasó? —le pregunto al hombre de mi sueño.
Le haré salir de la escena y susurrarme para que mi curiosidad pueda
descansar. Pero nunca lo hace, y nunca sabré qué secretos tenía este hombre.
L
os días pasaron desde que vi por primera vez la foto, y no puedo
olvidarla.
Cada vez que tengo tiempo libre, ya sea que esté en casa o en el
trabajo, me encuentro sacándola de mi bolso, mirando cuidadosamente
a cada individuo hasta que mi visión se vuelva borrosa. No sé por qué estoy tan
obsesionada con una simple foto. Siento que sus ojos me devuelven la mirada y me
suplican que no me olvide de ellos.
Especialmente el que está en medio.
Parece una locura, pero siento una extraña sensación de compenetración con
los hombres, casi como si hubiera estado allí con ellos. Puedo sentir la brisa contra
mi piel y el sol ardiendo sobre nosotros. Puedo escuchar a los pájaros gorjeando en
los árboles y la grava que cruje bajo los pies de los hombres mientras se mueven de
un lado a otro, ansiosos por tomarse la foto.
Esa extraña conexión es tan fuerte que le di a cada hombre biografías
inventadas para ir con sus nombres inventados.
Soy más que consciente de que esto es más que un poco loco. 20
Eric, el que está en el extremo izquierdo, es el amigable. Apuesto a que tiene
pequeñas arrugas en las comisuras de los ojos de tanto reír. Si lo decepcionas, es muy
probable que te dé otra oportunidad. Y otra. Y otra. Es delgado, con el cabello
peinado hacia atrás y gafas de montura de alambre de la vieja escuela que gritan la
edad de la foto.
Luego está Luke, el segundo de la izquierda.
Luke es definitivamente soltero. No tiene ningún interés en casarse ni tener
hijos. Su mayor responsabilidad es él mismo, y quiere mantenerlo así. Sin embargo,
eso no impide que las mujeres lo persigan. Con su sonrisa diabólica, las desafía a que
avancen y traten de domesticarlo.
A la extrema derecha está Adam. Por la obstinada inclinación de su barbilla,
considero a ese hombre como el engreído. Obtiene lo que quiere porque nadie le ha
dicho nunca que no. Es el más astuto, acostumbrado a salirse con la suya sin
importar el costo.
El que está en medio, Ezra... es más complicado. Cambié su nombre un puñado
de veces y parece que ninguno le queda. Así que comencé a llamarlo el hombre
misterioso.
El hombre misterioso es el líder. Mientras que cualquier otra persona en la foto
mira al fotógrafo con expresiones geniales, parece que él apenas tolera al fotógrafo.
Sus hombros están rígidos y su boca es inflexible.
Es obvio que el hombre misterioso y Luke están relacionados. No se parecen,
pero la forma en que se sostienen es inquietantemente similar.
Es el tipo de cosas que hacen los locos: Crear vidas para desconocidos que
probablemente estén muertos y lo estén por un tiempo. Sin embargo, todo este
proceso es emocionante para mí. Siento como si estuviera reconstruyendo el pasado
una pieza a la vez.
Aunque no tengo tiempo para eso. La mesa de mi cocina se transformó en un
improvisado escritorio. Se supone que debo pagar cuentas de la tienda, y luego,
cuando termine, ponerlas en su archivo correcto. Es tedioso, pero sé lo olvidadiza
que puedo ser, y cuando se trata de la tienda, no quiero dejar espacio para el error.
Ya hay mucho apilado contra un negocio en los primeros años.
Simplemente pensar en ello me provoca un enorme dolor de cabeza. Cierro los
ojos y me froto suavemente las sienes.
—Has estado sentada aquí durante horas —dice Will mientras se acerca detrás
de mí. Sus manos se posan alrededor de mis hombros.
Froto ambas manos por mi cara.
—Siento que estoy atrasada en todo.
—Lo dudo. —Suavemente, me tira hacia atrás hasta que mi cabeza descansa
contra su estómago—. Salgamos esta noche. Debes recuperarte y despejar la cabeza.
Lo que tengo que hacer es dejar de pensar en la maldita foto. Es por eso que no 21
puedo hacer ningún trabajo. Cada segundo del día, ha estado en mi mente, pero no
puedo tirarla. La idea me hace temblar. Para mí, eso se siente casi sacrílego.
—¿Qué dices? —dice Will.
Muevo la cabeza hacia atrás hasta que encuentro sus ojos. Sé que sentarse no
ayudará en nada. Will tiene razón. Lo que tengo que hacer es salir del apartamento,
tomar un poco de aire fresco y darle un descanso a mi mente.
—Déjame vestirme.
Él se inclina y me besa.
—Se escucha perfecto.

Treinta minutos después, los dos estamos fuera de la puerta, mis tacones
golpeando rítmicamente la acera. Revisar el inventario no es precisamente
glamoroso, y se siente bien quitarme los jeans y el voluminoso suéter por un par de
tacones de aguja negros y un vestido ciruela sin mangas de cuello alto que abraza mis
curvas.
Cuando salí de la habitación, Will silbó y me preguntó por qué había estado
ocultándole este vestido.
Vamos a su restaurante favorito, Heirloom, que no tiene un elegante código de
vestimenta, pero puedo contar con una mano la cantidad de veces del año pasado
cuando realmente me tomé el tiempo para vestirme lo mejor posible. Esta noche,
puedo decir eso.
Me siento bien. Incluso el aire frío contra mi piel se siente bien. Mi mano
alrededor del brazo de Will se siente bien. Estar en el mundo real me muestra cuánto
me escondo en la parte trasera de mi tienda.
—¿Por qué estás sonriendo? —pregunta Will con una sonrisa.
Aprieto su brazo más fuerte y lo miro.
—Estoy feliz de pasar un momento de calidad contigo.
—Ya era hora. Siento que casi no te veo. Siempre estás en el trabajo o pensando
en el trabajo.
—Bueno, no estoy trabajando ahora y definitivamente no estoy pensando en el
trabajo —respondo con una sonrisa. Lo cual no es exactamente la verdad. Esa
maldita foto no está en primer plano en mi mente, pero está ahí en el fondo,
burlándose de mí.
—Bien —dice Will mientras el restaurante aparece a la vista—. Porque es hora
de que nos pongamos al día.
Sostiene la puerta abierta para mí. Casi al instante, soy inundada de calidez. El
vestíbulo de Heirloom es oscuro y, con la luz tenue, casi sombría. Sin embargo, creo
que el ambiente se creó de esa manera, para que te acerques un poco más a la persona 22
con la que cenas. Definitivamente no es un restaurante familiar. Al menos no de
noche.
La mano de Will se asienta en la parte baja de mi espalda mientras nos guía
hacia la anfitriona.
—Hola —dice la pequeña morena detrás de la estación de maître—. Bienvenidos
a Heirloom.
—Hola. Tengo reservas bajo Myles. Algunas personas de nuestro grupo ya
pueden estar aquí.
Mientras la anfitriona ve el cronograma, miro a Will.
—¿No cenaremos solos?
—Pensé que sería divertido salir y reunirnos con nuestros amigos.
Eso no me parece prometedor. Probablemente porque Will y yo no tenemos
muchos amigos en común.
Antes de que pueda responder, la anfitriona nos sonríe.
—Sí, ya llegaron. —Mira hacia atrás y le señala a una de las camareras—. ¿Les
mostrarías la mesa diecisiete?
Will toma mi mano mientras seguimos a la camarera hacia la parte posterior
del restaurante. Veo a algunos de sus amigos y mi felicidad se desploma un poco.
—¿Por qué no me dijiste que estarían aquí? —pregunto por el rabillo de mi boca.
Sus amigos miran en nuestra dirección y sonríen. Instintivamente les devuelvo
la sonrisa.
—Pensé que sería una sorpresa divertida —responde Will.
¿Diversión para quién exactamente? Me gustan sus amigos, pero debo tomarlos
en pequeñas dosis. Algo más que eso y empiezo a encontrarlos tensos y esnobs. Es
como si estuviera debajo de ellos porque no me convertí en curadora ni en
compradora de arte. Cuando les dije por primera vez que abriría una tienda de
antigüedades, todos sonrieron, pero vi la verdad en sus ojos. ¿Una tienda de
antigüedades? Qué nouveau riche.
—¡Finalmente apareciste! —dice Brent, el más ruidoso del grupo.
Su esposa, Julie, es tan callada y tímida que siempre me pregunto si alguna vez
tiene la oportunidad de expresar sus pensamientos y opiniones. Está sentada a la
mesa, mirándonos con su collar de diamantes brillando en la luz y su cabello
perfectamente lacio y apartado de su rostro con una diadema negra.
—Tuve que hablar de esto fuera de la casa —dice Will.
Brent se vuelve hacia mí.
—¿Ocupada en la tienda?
Es imposible no escuchar el tono ligeramente burlón en su voz. Me encojo de
hombros, recordándome que es el comienzo de la cena. De repente me arrepiento de
esta improvisada noche. 23
Me quito la chaqueta y la pongo en uno de los asientos libres.
—Va muy bien. Más ocupada que nunca.
—¿En serio? —Parece realmente sorprendido de que alguien encuentre
interesante mi tienda.
Antes de que pueda responder, Will habla.
—Los negocios han sido buenos para ella. Especialmente por las vacaciones.
Apenas puedo verla ya.
—Es genial escucharlo —responde Brent. Es difícil descubrir si es sincero o no.
Me siento y miro las otras caras alrededor. El compañero de habitación de la
universidad de Will, Sean, se sienta a mi derecha. Es un rubio de estatura promedio
con una sonrisa tan brillantemente blanca que parece pertenecer a un comercial de
Crest Whitestrips. Es corredor de bolsa y probablemente el más exitoso de este
grupo. No es un bebé con fondos fiduciarios como el resto. Tuvo que trabajar duro
por todo. Si tengo que hablar con alguien, serán él y su novia, Sarah. Al otro lado de
la mesa están Brent y su esposa, y junto a Will está Heath y su esposa, Michelle.
Este grupo particular de personas me recuerda a los amigos de mis padres en
casa. Todas las sonrisas falsas, besos de aire y conversaciones falsas fácilmente
reducen mi energía. Pero lo intento, porque amo a Will y por alguna razón, le gusta
esta gente.
—¿Cómo has estado? —le pregunto a Sarah, comenzando una larga y larga
noche.

Tres horas más tarde, finalmente estamos caminando por la puerta principal.
—Fue divertido —anuncia Will mientras cierra la puerta.
Enciendo la luz y le echo un vistazo.
—¿Para quién exactamente?
Él arquea una ceja.
—Oh, te vi hablando con Brent y su novia.
—Sí, porque hubiera sido increíblemente aburrido si me hubiese sentado allí y
no hubiera dicho nada durante tres horas.
—No son tan malos.
Me quito los tacones y hago todo excepto gemir de alivio. Mañana tendré
ampollas en mis talones. Solo lo sé.
—Para ti no, pero para mí sí lo son. Tengo que tomarlos en pequeñas dosis. En
dosis realmente pequeñas. Además, quería pasar esta noche contigo.
Will se quita el abrigo y lo cuelga en el porta-trajes antes de dirigirse a la
24
chimenea y encender un fuego. Cuando termina, se limpia las manos.
—Normalmente, cuando te pido que salgas conmigo, dices que no.
—Entonces, ¿tus amigos eran un plan de respaldo?
Sonríe y camina hacia la cocina.
—¿Honestamente? Sí.
Camino detrás de él y me apoyo contra el marco de la puerta. A pesar de que
acabamos de cenar, Will ya está buscando en el refrigerador algo más para comer.
—La próxima vez que salgamos a cenar ¿podemos ser nosotros dos?
Saca la cabeza del refrigerador y me da un rápido beso en la mejilla.
—De acuerdo.
Mientras se hace un sándwich, me muevo hacia el desastre que es nuestra mesa
de la cocina y trato de organizar las cosas.
—Déjalo. Nos estará esperando mañana.
—Lo sé —respondo mientras reviso el papeleo—. Pero ahora que lo vi, no podré
dormir hasta recogerlo.
Tomo una pila de correo basura y creo una pequeña pila de correo que
pertenece a Past Repeat. Pongo una nota en la parte superior para recordarme
llevarla conmigo la próxima vez que vaya a la tienda.
Luego me encuentro con la foto que me ha estado torturando durante días. La
tomo mientras me siento a la mesa de la cocina y la miro detenidamente. Es increíble
cómo puedes ver algo mil veces y aun así encontrar algo nuevo con cada mirada. Esta
vez, noto sus manos. Parece algo tan extraño de notar. Eric y Adam tienen las manos
metidas en sus bolsillos. Luke está reclinado hacia atrás, con los codos apoyados en
el escalón detrás. Los antebrazos del hombre misterioso descansan sobre sus
rodillas, sus manos cuelgan entre sus piernas. Parece inofensivo, ¿verdad? Pero
cuando miro más cerca, veo el anillo en su mano izquierda. Está casado, lo que no
esperaba. Parece ser un hombre que prefiere pasar su vida solo. El tipo de hombre
que no tiene lugar para el amor. Resoplo. Buena suerte a la mujer casada con él.
Will viene detrás de mí y mira por encima de mi hombro.
—¿Todavía tienes esa cosa?
Me encojo de hombros, sintiendo que mis defensas aumentan.
—Sí.
—¿Por qué no te deshaces de ella?
—No quiero hacerlo.
—Estás actuando como una loca, mirándolo cada vez que tienes oportunidad.
La pasamos muy bien esta noche, pero ahora lo estás arruinando boquiabierta con
esa foto.
Arqueo ambas cejas. 25
—Bien. La pasé muy bien esta noche —dice—. Lo último que necesitas hacer es
volverte loca por esa estúpida fotografía.
—No es estúpida —digo a la defensiva. Señalo la foto—. No puedes decirme que
no sientes la más mínima curiosidad acerca de las personas en la foto.
—De verdad puedo decir que no hay una sola parte de mí que le importe.
—¿Cómo no puedes hacerlo? Es historia. Hay una historia detrás de la
fotografía, detrás de cada persona, y quiero conocer a cada una.
—Esa es la cuestión, no es tu historia. Entonces ¿por qué molestarse en
obsesionarse con algo que nunca obtendrás?
Cualquier persona en su sano juicio estaría de acuerdo con Will. Y una gran
parte de mí lo está, pero la otra parte no está de acuerdo con él. No hay forma de que
le explique a Will, sin parecer loca, que la fotografía parece un gran acertijo que me
muero por descifrar.
—Eres un loco —murmuro.
—No. Soy simplemente realista. —Y luego, arranca la fotografía de mis manos
y entra en la sala de estar.
Me levanto de la silla, pisándole los talones.
—Devuélvemela.
—Lo siento. No se puede.
No tengo idea de qué planea hacer con la foto, y eso es lo que más me preocupa.
—En serio, devuélvemela.
Se detiene frente a la chimenea y la sostiene por encima de su cabeza mientras
mueve la pantalla de la chimenea. Baja la mano e intento agarrar la foto. Pero ya es
demasiado tarde. Observo mientras la fotografía aterriza en una de las piezas de
madera en llamas. Miro a Will, completamente aturdida.
Él se sacude las manos.
—Ahí. Ahora ya no tienes que obsesionarte con eso.
—¿Qué diablos? —Lo empujo a un lado y agarro el atizador de fuego, tratando
de guiar la fotografía fuera de las llamas. Finalmente tengo éxito, y la fotografía cae
al suelo.
A ciegas, agarro un libro de la mesa auxiliar y apago las llamas restantes.
Después de unos segundos de golpear la fotografía, arrojo el libro a un lado y
exhalo en alto, mi mirada está en la fotografía. En unos pocos segundos, el fuego
tomó una foto ya vieja y la convirtió en un recuerdo carbonizado.
Alzo la cabeza y miro a Will con incredulidad.
—No puedo creer que hayas hecho eso.
Me mira como si me hubieran salido tres cabezas.
—Tómalo con calma, ¿de acuerdo? Es solo una fotografía.
26
—Para mí, no es así. Y lo sabes.
La sonrisa de Will se desvanece una vez que se da cuenta de que estoy más que
enfadada. El rojo mancha sus mejillas.
—¿Sabes qué? Puedes llorar la pérdida de tu preciosa fotografía, pero me iré a
la cama. Terminé.
Se va. Segundos después, la puerta de nuestro dormitorio se cierra de golpe.
Con fuerza, mis manos caen sobre mi regazo. Respiro profundamente,
ignorando el silencio sepulcral en el departamento, y recojo la fotografía. O lo que
queda de ella. La mitad de la fotografía cayó en la chimenea. Todo lo que queda es la
parte superior derecha, que revela las ventanas del segundo piso de la mansión.
Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es encontrar muebles y
pertenencias que la mayoría de la gente piensa que son basura y devolverlos a la vida.
Pero no hay nada que pueda hacer para arreglar esta fotografía.
Me acerco al sofá. El silencio está empezando a llegar, así que enciendo la
televisión para hacerme compañía. El dolor de cabeza que tuve hace horas regresa
con venganza, así que voy al baño por Advil y luego me recuesto en el sofá.
Sin expresión, miro la televisión. Muy pronto, mis párpados revolotean antes
de cerrarse por completo.
No sé qué hora es cuando me levanto. Solo sé que un ruido fuerte me sacó de
mi sueño.
Sentada, veo que la televisión todavía está encendida, con un programa de
entrevistas nocturno. Alejo mi cabello de mi cara mientras el anfitrión hace una
broma. La audiencia ríe ruidosamente. Busco mi teléfono para verificar la hora.
Medianoche.
Al lado de mi teléfono está la foto. Justo donde la dejé. La tomo y miro a la
chimenea.
Will podría estar en lo cierto. Estoy gastando demasiada energía en esta foto,
una foto que no tiene conexión conmigo. Suspirando sonoramente, me paro y me
dirijo hacia la chimenea para dejar caer los últimos restos de la fotografía en el fuego.
Las llamas no son tan poderosas como antes, pero aún devorarán la fotografía hasta
que no quede nada.
Voy a tirarla, y escucho risas femeninas y murmullos de conversaciones.
Me congelo en el lugar.
Es un ruido pequeño, prácticamente indiscernible, pero está ahí. Me doy vuelta
y miro la televisión. Todavía está pasando The Tonight Show.
—Me estoy perdiendo —le digo, porque eso es muchísimo mejor que tratar de
descubrir lo que estoy escuchando y por qué lo estoy escuchando. 27
Me vuelvo hacia la chimenea. La risa y las voces no se desvanecen. En todo caso,
se hacen más fuertes con cada segundo que pasa.
Esta vez, cuando me enfrento a la televisión, la habitación se vuelve incolora.
Uno a uno, los muebles de la sala desaparecen. Las paredes colapsan como si pesaran
menos que una pluma. El techo se estira a medida que el piso cae. Luego, un piso de
mármol reemplaza mi piso de madera. Nuevas paredes blancas se conectan al piso.
Apliques antiguos adornan las paredes. A la izquierda hay una gran chimenea de
mármol blanco. Mi propia chimenea se ha ido, solo para ser reemplazada por pilares
blancos.
El techo vuelve a bajar, con hermosas arañas de luces brillantes. El piso parece
muy espacioso, casi como si todo mi apartamento pudiera caber en este salón de
baile.
La gente está alrededor, bailando y riendo. Doy vuelta en círculo, sintiéndome
abrumada, pero asimilando todo.
Esto es imposible. Solo estoy soñando.
Me froto los ojos, sin embargo, la fotografía todavía está allí. Mi corazón late en
mis oídos cuando las luces brillantes hacen que me duela la cabeza. Me froto las
sienes. Eso solo hace que el dolor aumente hasta que se vuelve tan insoportable que
apenas puedo soportarlo.
La fotografía se escapa de mis manos justo antes de caer, solo que nunca toco
el suelo. Estoy atrapada en el suelo. Una bruma negra me rodea. El viento pasa
silbando a mi lado, apartándome el cabello de la cara. Mis piernas patean
salvajemente, como si estuviera bajo el agua e intentara alcanzar la superficie. Puedo
ver mi departamento encima, pero se está moviendo cada vez más lejos hasta que es
una pequeña mancha blanca en la distancia. En cuestión de segundos, es del tamaño
de un pinchazo de aguja. Entonces desaparece por completo.
Mi estómago se tambalea mientras estoy atrapada mucho más profundo en este
extraño vórtice.
Abro la boca. Intento gritar. Nada sale. Alrededor, escucho risas y música. Los
sonidos se hacen cada vez más fuertes, provocando que me estremezca.
Abajo, abajo, abajo voy hasta que finalmente... me detengo.

28
E
n los sueños, el momento antes de que caer al suelo, te despiertas.
Entonces, de repente, te levantas en la cama, con el sudor
cubriendo tu cuerpo y tu corazón listo para salir de tu pecho.
Nada de eso me pasa.
En cambio, la oscuridad que me tragaba se aleja en un gris
turbio antes de que pueda ver claramente. Me duelen los huesos como si hubiera
estado en una violenta pelea. Mi piel hormiguea y todavía puedo sentir el aire pasar
por mi lado.
Me quedo allí, jadeando hasta tener que recordarme respirar profundo. Bajo
las palmas de las manos al suelo y, por primera vez, observo lo que me rodea. El salón
de baile que vi momentos antes no está por ningún lado.
No tengo idea de dónde estoy. Lentamente, me levanto.
El departamento que comparto con Will es tan pequeño que apenas tenemos
espacio para nosotros dos. Sin embargo, esta sala es más grande que nuestra cocina
y sala de estar juntas.
29
Los oscuros pisos de caoba brillan bajo la luz. Directamente frente a mí hay una
repisa de chimenea de mármol de más de dos metros de alto. A mi derecha hay
estanterías empotradas que prácticamente alcanzan el techo. Me giro y veo un gran
escritorio. Todos los documentos en el escritorio pulido están organizados en tres
pilas pequeñas. Una lámpara niquelada en perfecto estado se encuentra en la
esquina más alejada del escritorio, brillando directamente sobre una máquina de
escribir Corona. Y a la izquierda, directamente frente a mí, hay un teléfono de
candelero. El tipo que moriría por tener en mi tienda. La diferencia entre los
teléfonos con velas que he visto en las subastas y esta es que esto parece
completamente nuevo.
Uno por uno, mis dedos se curvan alrededor del borde del escritorio mientras
me inclino para leer los documentos. Leer todo lo escrito en las páginas es difícil. No
porque esté desordenado. De hecho, es todo lo contrario. Esta letra parece bastante
cercana a la caligrafía. Si mi padre estuviera aquí, diría que era el Método Palmer,
popular en el siglo diecinueve.
Un escalofrío de alarma baila por mi espina dorsal.
Me aparto del escritorio y miro las ventanas. Las cortinas marinas pesadas y a
rayas están cerradas. Aparto una cortina para mirar afuera. Dos lámparas de hierro
fundido flanquean una especie de camino.
A veces, cuando no puedo dormir, miro por la ventana de mi dormitorio y
estudio el mundo que me rodea. Veré pasar los autos, sus luces traseras parpadeando
en la distancia. Se escuchará el sonido de bocinazos o sirenas. Los fines de semana,
las personas se quedan hasta tarde. Ocasionalmente, una pareja o grupo de amigos
que han bebido demasiado pasarán caminando, riendo y hablando en voz muy alta.
Pero no veo nada de eso ahora. En cambio, estoy mirando un camino circular de
grava. Los apartamentos que suelo ver al otro lado de la calle ya no están,
reemplazados por grandes robles.
Un auto se detiene en el camino, sus faros salpican mi rostro por un segundo.
Presiono mi cara contra el cristal para tener una mejor visión. Desde aquí es difícil
estar seguro, pero parece un Modelo-T. La aprensión que he sentido desde el
momento en que abrí los ojos rápidamente se convierte en miedo. Al igual que el
teléfono, el auto está en perfecto estado.
Un hombre baja los escalones de la entrada y abre la puerta del lado del
pasajero. Él ofrece su mano, y una dama vestida con un vestido de gasa de cintura
alta, completo con guantes blancos, toma su mano y sale del auto. Ella se da vuelta,
y me da una vista de su ondulado cabello rubio con un moño suelto con una diadema
enjoyada.
Un hombre guapo que lleva un chaleco negro camina alrededor del auto. Él le
ofrece su brazo a la mujer, y los dos caminan hacia la casa. Observo mientras suben
la escalera y desaparecen de la vista.
Mi mano cae hacia un lado y la cortina vuelve a su lugar. Girando en un círculo,
arrastro mis manos por mi cabello. ¿Qué está pasando? ¿Y cómo lo detengo?
La explicación simple es que estoy soñando. Sí, eso es. Esto es solo un sueño.
Pero nunca he experimentado un sueño así... tan real. Tan visceral Paso los dedos
30
por la superficie del escritorio y tiemblo.
Me sigo moviendo porque si me detengo, me derrumbaré. Y si me derrumbo,
no sé qué sucederá. Camino hacia la puerta y me detengo cuando veo el picaporte
ornamental plateado con una cerradura que probablemente requiere una llave
maestra para abrir.
Rápidamente, cierro los ojos y susurro:
—Esto es solo un sueño. Esto es solo un sueño.
Con cuidado, abro la puerta y miro hacia el pasillo.
Al principio, parece ser un pasillo regular. Los mismos pisos de madera corren
a lo largo de la sala. Los apliques de pared emanan un brillo suave. Las paredes están
cubiertas con papel pintado de damasco fresco. Aunque el pasillo está vacío, todavía
dudo cuando salgo de la habitación. Los sonidos de la risa débil, el mismo sonido
que escuché en mi sala de estar, hacen eco alrededor.
Avanzo, usando la risa como mi guía. El pasillo gira a la derecha y se abre a lo
que parece ser un vestíbulo. El papel pintado de damasco ya no está, sustituido por
paredes de color crema y suelos de mármol tan limpios que puedo ver mi reflejo.
Desde aquí, tengo una vista de la puerta de entrada. Me quedo inmóvil mientras otra
pareja entra por la puerta principal. Esta es la misma pareja que vi afuera.
Las joyas de la mujer brillan mientras sonríe ante lo que haya dicho el hombre
que la escolta. No me han notado, y eso me da coraje para seguir adelante. Si esto es
un sueño, que tiene que ser, ¿qué es lo que me impide seguirlos? Me pongo más
audaz y casi estoy en la escalera cuando uno de los hombres que están de pie junto a
la puerta me ve. Me congelo. Él se congela. Nos miramos el uno al otro. Espero a que
él diga algo. Sus ojos se amplían imperceptiblemente. Entonces me reconoce con una
ligera inclinación de su barbilla antes de dirigir su atención a la puerta de entrada.
Es casi como si yo no existo.
¿Ves?, mi mente susurra. Todo un sueño.
¿Debería seguir o regresar a la habitación de donde vengo? Lucho conmigo
misma por un momento, pero al final, mi curiosidad me gana. Salgo de las sombras
y entro al enorme vestíbulo como si fuera la dueña del lugar.
Lo que veo es extraordinario. No es más que opulencia. Desde los
ornamentados techos que se elevan más allá del segundo piso y que tienen detalles
tan hermosos, lucen como si pertenecieran a un palacio, a la araña de Baccarat que
cuelga directamente sobre mí. Wainscoting alinea las paredes. Las columnas
corintias de cinco metros de alto flanquean las puertas cerradas de alrededor.
Para mí, lo que roba el espectáculo es la escalera curva doble detrás de mí. Me
vuelvo y la miro boquiabierta. Los escalones son de mármol. Las barandillas de
hierro están cubiertas con una de madera que brilla en la luz.
En el segundo piso permanecen un puñado de hombres y mujeres conversando
tranquilamente.
—¡Ah, ahí está nuestra anfitriona!
La fuente de la voz es un hombre rubio con el cabello peinado hacia atrás y un 31
bigote bien recortado. Se inclina contra la barandilla de caoba. Tiene una sonrisa
engreída, revelando que está acostumbrado a la atención femenina.
Me giro para asegurarme de que no está hablando con otra persona, pero no,
viene directamente hacia mí.
—¿Te unirás a todos o te esconderás toda la noche? —pregunta.
—Ah... eh...
Se detiene frente a mí y toma un sorbo de su bebida mientras espera que
responda. Frenéticamente, trato de pensar en cómo conozco a este hombre, pero
estoy dibujando espacios en blanco. Después de que unos segundos pasan y todavía
no respondo, el hombre me hace un gesto para que vaya por delante de él escaleras
arriba.
Dejando a los hombres detrás de mí con una última mirada, sigo a este extraño.
Podría servir también. Planeé subir aquí de todos modos. Mi mano se curva
alrededor de la barandilla. Por un segundo, siento un hilo de entusiasmo correr a
través de mí. Es casi como si estuviera tocando algo, experimentando algo que no
debería ser. Eso es lo bello de los sueños. Crean una escena que normalmente nunca
tendrías la oportunidad de encontrar y hacer que cobrara vida.
—Todo el mundo ha estado buscándote. Especialmente yo —dice en una voz
íntima. Una vez que llegamos a la parte superior de las escaleras, me detiene y se
inclina—. Se supone que no nos reuniremos hasta más tarde, pero si estás lista, yo
también lo estoy. —Una sonrisa lobuna se extiende por su rostro.
¿De qué demonios está hablando este tipo? Mis sentimientos deben haberse
escrito en mi rostro porque retrocede con una pequeña risa, completamente
impertérrito.
—Necesitas un trago —anuncia en voz alta antes de cruzar la habitación.
Vacilante, doy un paso adelante. Una densa nube de humo se arremolina en el
aire, mezclándose con el perfume de las mujeres. La luz de los candelabros se refleja
en las copas de champán.
Todos alrededor se detienen y me miran fijamente. Me miro y me doy cuenta
de que todavía llevo el vestido y las mallas negras que usé para la cena. Lo único que
falta son mis tacones altos. Comparado con los vestidos de todos, las joyas y los
esmóquines, parezco prácticamente desnuda.
Sonrío nerviosamente y trato de encontrar un rostro familiar, pero no hay nadie
que reconozca. Algunas personas se alejan de mí. No puedo decir si es porque les
molesto o tienen curiosidad por mi vestido. Algunas mujeres se inclinan hacia la
persona que está junto a ellas y susurran frenéticamente, sus ojos se posan en mí.
Algunos dicen mi nombre. Estoy tan abrumada que no podría hablar, aunque
quisiera.
Entro más a la habitación, ansiosa por escapar, pero me detengo. Este es el
salón de baile que vi en mi sala de estar. Es absolutamente impresionante. Las
múltiples entradas en forma de arco están rodeadas por columnas de mármol como 32
las de la planta baja. A primera vista, la habitación parece toda blanca, pero en una
inspección más cercana, las paredes están pintadas de marfil. Otro candelabro de
Baccarat cuelga del techo. En el medio de la pared izquierda hay una chimenea de
mármol tallada a mano. Las pesadas cortinas de marfil están atadas desde las
ventanas.
—¡Serene! —dice una voz de niña detrás de mí.
Miro por encima del hombro cuando una pequeña mujer se acerca a mí. Su
cabello castaño está cortado en un estilo bob. Tiene un rostro lindo como angelical,
con los ojos color avellana rodeados de gruesas pestañas negras y una nariz pequeña.
Pero tiene una boca demasiado llena para su cara. De alguna manera, compensa la
perfección.
Al igual que el resto de las damas, está usando un vestido largo. Es un verde
azulado profundo con elaborados encajes alrededor de las mangas. A diferencia de
la mayoría de las mujeres, no usa guantes. Las perlas están colgadas alrededor de su
cuello. Parece tener alrededor de mi edad, tal vez más joven.
Me agarra de las manos y me mira.
—¿Qué estás usando?
Aliso el pequeño material de mi vestido con mis manos.
—¿Es esta una moda nueva del extranjero de la que no me hablaste? —
pregunta.
—¿Sí? —Mi respuesta suena más como una pregunta.
—Tu vestido es atrevido. —Se inclina y baja la voz en un susurro conspirador—
. Si Étienne pregunta, te dije que me opuse tajantemente a todo este atuendo. Pero
en verdad, me muero por saber de dónde lo sacaste. —Me guiña el ojo como si
fuéramos mejores amigas con cientos de chistes y años de historia entre nosotras.
Baja la mirada a mis pies, su rostro está a centímetros del mío—. ¿Dónde están tus
zapatos?
No puedo evitarlo. Retrocedo. Ella está demasiado cerca para mi gusto.
Frunce el ceño.
—Pareces un poco aturdida. ¿Has estado bebiendo?
Las palabras se lanzan como balas, cada una rebotando en mí.
—Yo…
—No importa —continúa—. Hablaremos de eso mañana.
Estoy sin palabras, pero no parece importar porque esta extraña está hablando
por nosotras dos. Se levanta de puntillas y toma suavemente un mechón de mi
cabello.
—¿Es este un nuevo peinado que estás probando? Está muy recto. ¿Cómo
conseguiste que esté así?
—¿Plancha de cabello?
Mi respuesta la hace fruncir el ceño. 33
—¿Qué es una plancha de cabello?
Quiero reír, pero las campanas de advertencia suenan en mi cabeza.
Cuando no respondo, la mujer finalmente deja de hablar lo suficiente como
para darse cuenta de mi silencio.
—¿Serene? ¿Estás bien?
Acaricia mi brazo con preocupación. Es obvio que cree que nos conocemos.
Además del hecho de que sabe mi nombre, veo nuestra familiaridad en la apertura
con la que me habla. Pero no tengo idea de quién es. Está bien, porque esto es un
sueño. ¿Correcto? En los sueños, todo vale.
Me pego una sonrisa brillante.
—Estoy bien. Mejor que nunca.
Duda por un segundo, pero finalmente deja caer su mano.
—¡Nathalie! ¡Nat, por aquí! —le grita a una persona detrás de ella.
La chica, que gracias a una persona sin nombre ahora sé que se llama Nathalie,
mira por encima del hombro. Cierro los ojos con alivio porque la atención está fuera
de mí por un momento antes de darme la vuelta y examinar la habitación; necesito
encontrar la ruta de escape más rápida. Este sueño comenzó siendo divertido, y aún
lo es, pero es un poco desconcertante que todos me hablen como si me conocieran.
Parece que todos conocen una parte de mi vida que aún no conozco.
Hay varias salidas, pero la puerta a mi izquierda podría ser mi oportunidad más
directa para una partida rápida. Pero antes de moverme hacia la puerta, siento que
alguien me mira. Los vellos en la parte posterior de mi cuello se alzan. Busco en las
caras a mi alrededor, pero la sensación de ser observada nunca se va.
Cuando vuelvo a girar, me encuentro cara a cara con Nathalie y otro hombre.
Jadeo y retrocedo.
—Mierda. No pueden acercarse de esa manera.
—Algo está mal con Serene —anuncia—. Está usando un lenguaje tan grosero.
El hombre al lado de ella coloca un amistoso brazo encima del hombro de
Nathalie e inclina su cabeza mientras me mira.
—¿De verdad? ¿Cómo es eso, Nat?
¿Nat? Si así es como todos le llaman, Nat será.
—Bueno, además del escaso vestido, con el que, por cierto, estoy escandalizada,
incluso podría pensar en usar —me hace un pequeño guiño—, algo más. Parece...
diferente.
—¿Y eso es extraño? —pregunta el hombre.
Ella le da un codazo.
—Livingston, lo digo en serio.
—Yo también. —Me sonríe, revelando una hilera de dientes blancos y rectos. A
diferencia del hombre de antes, su sonrisa no es más que juguetona y amigable. 34
Algo sobre su sonrisa es familiar. Ignorando los límites, me acerco más,
entrecerrando mis ojos mientras lo miro.
—¿Nos hemos visto antes?
—Oh, solo unas pocas veces —comenta desconcertado.
Inclino mi cabeza.
—Lo digo en serio. Pareces extremadamente familiar.
La sonrisa jovial que llevaba segundos antes se esfuma. Mira a Nat.
—Quizás tengas razón. Algo está mal con ella.
De repente, se trata de mí. Es uno de los hombres de la foto. No es el hombre
misterioso. Sino el que estaba a la izquierda.
Imposible. Ver a este hombre en persona es una prueba más de que esto es un
sueño. Una lenta sonrisa se extiende por mis labios. Esto es increíble. Tan vivo y real.
En persona, su cabello es negro como el carbón. Bajo la luz de las velas, su piel
parece del color de la miel. Sus ojos son de color avellana, pero aún conservan el
brillo travieso capturado en la foto. Cada vez que sonríe, aparece un hoyuelo en su
mejilla izquierda. Con él de pie junto a Nat, es fácil ver que estos dos están
relacionados.
—¿Cuál es tu nombre otra vez? —pregunto.
Él mira entre Nat y yo. Rápidamente me doy cuenta de que es algo incorrecto
de preguntar; piensa que nos conocemos también.
—Soy Livingston —dice deliberada, lentamente, como si estuviera hablando
con un bebé—. Y tú eres Serene.
Me lleva un minuto responder porque todo lo que puedo pensar es que
finalmente tengo un nombre para una de las caras de la foto.
—Oh, lo soy —me apresuro a decir.
Él niega y me mira de una manera extraña.
—De verdad, ¿estás bien?
De nuevo, asiento. Estoy empezando a sentirme como una muñeca a la que se
le mueve la cabeza.
—Ahí estás. —Un pesado brazo se curva alrededor de mi hombro. El hombre
con el que choqué antes está de vuelta—. Estaba empezando a pensar que huirías.
—Eh… —Lo miro confundida.
Vi la foto tantas veces que Livingston me es familiar. Verlo tiene sentido. Este
hombre no. Miro entre Livingston y Nat para confirmar que conocen a este hombre.
Livingston asiente, pero hay tensión en su sonrisa.
—Johnathan.
—¿Quieres bailar? —me pregunta el hombre llamado Johnathan.
—Yo… 35
Antes de que pueda responder, me levanta en sus brazos y nos guía hacia el
centro del salón de baile, a pesar de que todavía estoy descalza. Está tan borracho
que no creo que lo note. Me da vueltas en círculo y veo a Nat y a Livingston en el
mismo lugar donde los dejé. La atención de Livingston está en una rubia de pie junto
a él, pero Nat nos mira a Johnathan y a mí con algo parecido a decepción.
Quiero saber por qué, pero no lo sé. Cuando me despierte, los detalles triviales
no tendrán importancia.
Con mi atención en otra parte, termino tropezando. Todos a mi alrededor están
haciendo un baile que solo he visto en películas antiguas. En las real, realmente
películas viejas. Todas las mujeres bailando tienen su mano izquierda descansando
sobre el hombro de su compañero. Hago lo mismo. Una parte de mí se siente ridícula,
y la otra está francamente mareada. ¿Cuántas veces alguna vez experimentaré algo
como esto?
La respuesta es simple, nunca.
Mi compañero se ríe de mi torpeza y me abraza más. Intento hacer espacio
entre nuestros cuerpos sin llamar la atención.
Johnathan pivotea sobre un pie, cambiando de dirección y moviéndose a
tiempo con todos los demás. Me esfuerzo por seguirle el ritmo a pesar de que el baile
implica principalmente pasos fáciles para caminar.
—Debo decir que estás vestida... desnuda esta noche. —Me mira de arriba
abajo. Y es en ese momento cuando la sensación de que alguien me mira me golpea.
La piel de gallina me pica la piel, haciéndome sentir como si estuviera ardiendo.
Vuelvo la cabeza, esperando encontrar un par de ojos mirándome, sin embargo,
nadie está viendo en esta dirección. Me vuelvo hacia Johnathan.
—Lo siento. ¿Qué dijiste?
—Tu atuendo —repite—. Es desnudo.
¿Este vestido es ajustado pero atrevido? Apenas. No se compara con algunos
de los vestidos en las tiendas o en línea. ¿Y qué pasa con el lento acento de todos? Sé
que es un acento sureño, pero no tiene sentido. Nadie habla así en Pensilvania. ¿A
dónde me llevó mi sueño?
—Oh, bueno, me gusta —respondo, ligeramente a la defensiva.
—Oh, bien, a mí también —responde con una sonrisa diabólica.
No hay duda de que este hombre cree que tenemos alguna relación. Aunque no
tengo idea de porqué. Los hombres engreídos y arrogantes no son mi tipo. Nunca lo
han sido. Nunca lo serán.
Nos movemos hacia el lado opuesto de la habitación, y mis pasos continúan
siendo incómodos. Mi cerebro y mis piernas no parecen funcionar.
—Tengo que preguntar, ¿estás usando esto para mi beneficio o para fastidiarlo?
—pregunta Johnathan.
Levanto una ceja.
—¿Para fastidiarte? ¿Por qué iba a molestar a Will?
Frunce el ceño.
36
—¿Quién es Will?
Supuse que se estaba refiriendo a Will. Porque ¿a quién más le habría
molestado? Al parecer a alguien más.
—Espera —le digo mientras continuamos bailando. Me tropiezo levemente y
me protege inmediatamente—. ¿De quién estás hablando?
En ese momento, alguien pone una mano en mi brazo. Me volteo y veo a Nat.
Sus ojos están llenos de pánico.
—Étienne está aquí. —La miro inexpresivamente, y frunce el ceño—. ¿Me oíste?
Dije que Étienne está aquí. Está lívido.
A juzgar por la expresión frenética y el tono de voz de Nat, sé que Étienne es
alguien importante. Pero no sé quién diablos es o por qué debería estar un poco
nerviosa.
Me estoy preparando para decir eso cuando planta sus manos sobre mis
hombros. Es imposible saber si el gesto es más para su beneficio o para el mío.
—No estás preparada para verlo. Lo distraeré. Eso debería darte tiempo de
apurarte a tu habitación.
Antes de que pueda responder o preguntar quién demonios es Étienne,
comienzan los susurros. La palabra se propaga como un reguero de pólvora hasta
que las conversaciones prácticamente cesan.
—Vete —aboga Nat.
Apenas la palabra escapó de su boca antes de que las puertas en el otro extremo
de la habitación se abran de golpe. La gente detiene lo que está haciendo. Incluso los
músicos parecen inseguros y se miran confundidos.
Nat y Livingston se me acercan como un par de guardaespaldas. Me pongo de
puntillas y trato de mirar entre sus hombros, pero todo lo que puedo distinguir es
una camisa blanca. Estoy segura de que es el hombre, Étienne, del que Nat estaba
hablando.
En el silencioso lugar, puedo escuchar claramente sus poderosos pasos. La
gente avanza lentamente hacia las paredes o a las puertas dobles.
—¿Qué sigues haciendo aquí? ¡Vete! —me susurra Nat.
¿Por qué debería irme? Simplemente se está poniendo interesante. Una
emoción recorre mi espina y se extiende por todo mi cuerpo. Hace unos minutos,
quería irme, pero la dramática reacción provocada por todos y el gigante signo de
interrogación estampado sobre este misterioso Étienne me hace quedarme quieta.
Además, esto es un sueño. En este momento, solo soy una gata con nueve vidas.
Si el peligro viene en mi dirección, sobreviviré. Para la novena, me despertaré.
Por ahora, estoy a salvo.
Cuanto más se acerca, más fuertes se vuelven sus pasos. Mi corazón está en
sintonía con sus pasos. Cuando deja de caminar, los hombros de Nat y Livingston 37
están prácticamente fusionados. Todo lo que puedo ver es al hombre cruzando sus
bronceados brazos.
Hay un latido de silencio antes de que Nat hable.
—Étienne. Esta es una agradable sorpresa. No sabía que estarías aquí.
—Vivo aquí. Este es mi hogar. —Su voz está entrelazada con el mismo lento y
sureño acento de todos los demás que he escuchado esta noche. Pero creo que es el
timbre profundo lo que hace que mi pulso salte. Sí, tiene que ser eso—. ¿Quién está
detrás de ti?
—Nadie —dicen Livingston y Nat al unísono.
—¿Están seguros? Porque juro que veo la parte superior de la cabeza de Serene
detrás de su hombro.
Sabe mi nombre. ¿Cómo sabe mi nombre? Una vez más, me recuerdo que todo
vale en los sueños. Pero algo sobre esto no me sienta bien en mis entrañas.
Livingston y Nat giran al mismo tiempo. Usan expresiones de conmoción pura,
como si no tuvieran idea de que había estado parada detrás de ellos.
—Oh, es Serene. —Livingston comparte una mirada de confusión bien
practicada con Nathalie—. No sabía que estaba allí. ¿Tú sí, Nat?
—No.
Maldición, estos dos son buenos. Si esto fuera la vida real, seríamos amigos
rápidamente. De cómo juegan con el lenguaje corporal y las palabras de los demás,
sé que son hermanos; mis hermanos y yo nos cubrimos uno al otro de la misma
manera.
No puedo ver la expresión del hombre, pero estoy dispuesta a apostar que no
está comprando nada de lo que están diciendo.
—Háganse a un lado. Necesito hablarle.
Nadie hace un sonido. Me tiemblan las piernas.
Cuando Livingston y Nat no se mueven, dice:
—Muévanse. Ahora.
Los hombros de Nat se hunden un poco en derrota. Estoy medio tentada de
decirle que no ceda a sus demandas, pero mi lengua se vuelve tres tamaños
demasiado grandes para mi boca.
Mientras da un paso hacia la derecha, me da una rápida respuesta y me susurra:
—Intenté advertirte.
Se alejan, y se siente como si me hubieran arrojado a los lobos. Ahora me estoy
enfrentando al líder del grupo. Lo primero que me viene a la mente una vez que lo
veo es: Mierda. Debería haber escuchado a Nathalie.
Porque este no es el buen chico con el que cada madre quiere que termine su
hija. No. Este es el hombre sobre el que todas las madres han advertido a sus hijas.
Corres, no caminas cuando te encuentras con alguien como él.
Me quedo allí como si estuviera clavada en el suelo y observo mientras el
hombre mira alrededor de la habitación. Suspira como si todos desperdiciaran su
38
precioso tiempo.
Luego me mira, y cuando lo hace, la comprensión me golpea como un
relámpago.
Es mi hombre misterioso.
El hombre de mi sueño.
El hombre de la foto.
De pie a unos centímetros de mí.
—V
en aquí —dice, apenas conteniendo su furia.
Sin palabras, niego. Fotografías, hasta cierto punto,
te muestran la apariencia de alguien. Pero no son cien por
ciento precisas. Y en este caso, la preciosa foto de la que
me obsesioné no se compara con la versión de carne y
hueso de este hombre.
Mi fotografía no pudo revelar lo genuinamente aterrador que es en persona.
Cómo sus afilados pómulos crean un espacio hueco alrededor de sus labios. Su nariz
torcida es la misma, pero lo que no era aparente en la foto es la blanca y desigual
cicatriz que se extiende desde la parte superior de su frente, baja hasta su ceja
derecha y se detiene cerca de su sien. Su cabello rubio-sucio llega hasta sus hombros,
desaliñado y veteado de hebras con mechones dorados. Barba un tono más oscuro
que su cabello esparcida sobre sus mejillas y mentón.
La sorpresa más prominente son sus ojos verdes-amarillos. Son duros e
inteligentes, mostrando que no se pierden nada.
La mayoría de los hombres en la habitación están usando chalecos y tienen sus
camisas de vestir perfectamente planchadas. Pero no él. Lleva pantalón negro de
39
vestir y una simple camisa blanca con las mangas arremangadas para revelar sus
antebrazos dorados.
Todo en él grita masculinidad y poder.
Con un metro setenta y ocho, estoy lejos de ser baja. En tacones, soy de la
misma altura que el metro ochenta y tres de Will, pero de pie al lado de este hombre
me hace sentir como un saltamontes. La cima de mi cabeza roza la parte inferior de
su barbilla.
El instinto de lucha o huida finalmente aparece, y rápidamente doy un paso
hacia atrás. Luego otro. Y otro. Él anticipa mis movimientos, y con reflejos rápidos,
estira su mano y agarra mi brazo. Sus labios se transforman en una línea fina
mientras me arrastra a través de la multitud. Mi corazón late furiosamente cuando
pasamos a todo el mundo. Algunas personas me dan expresiones simpáticas, y otros
me miran engreídamente, como si pensaran que estaba obteniendo lo que merecía.
Esto no puede estar pasando. El agarre en mi brazo y el dolor disparándose a
través de él me dice que sí está pasando.
Y es la incomodidad lo que me ayuda a encontrar mi voz.
—Quítame las manos de encima ahora mismo.
Me ignora.
Antes de salir de la habitación, bruscamente se da vuelta y enfrenta a la
multitud. No me suelta, y no se retuerce ni se avergüenza con todos los ojos puestos
en él. No, está cómodo con tener toda la atención. Todo el poder.
—La fiesta se terminó. —Su voz cruza la habitación como un rugido. Todos los
ojos giran hacia él antes de vagar hacia mí—. Todos ustedes necesitan salir de mi casa
dentro de cinco minutos.
Dos. Esa es la cantidad de segundos que les toma a las personas para
dispersarse por el salón de baile como hormigas en una acera. Escucho tonos bajos
alrededor. Mujeres que nunca he visto en mi vida pasan a mi lado y me dicen que me
verán pronto. Algunas de ellas me dan palmaditas en el hombro, casi como si dijeran:
“Lamento por lo que estás a punto de pasar, pero me alegra que seas tú y no yo”.
Unos minutos más tarde, el último de los invitados baja corriendo las escaleras.
Quedan cuatro personas: Livingston, Nat, mi hombre misterioso quien ahora tiene
un nombre real, y yo.
Étienne.
Étienne.
El nombre le sienta bien.
Mira alrededor por la destrozada habitación vacía con un desdén apenas
disimulado, y después me mira. Su expresión nunca cambia.
—Te has superado a ti misma. Cortinas desgarradas, copas de vinos rotas. Una
habitación destrozada, todo en horas. Creo que es tu mejor marca personal.
—Étienne, tal vez deberías tener esta conversación en…
Se da vuelta. 40
—¡Nathalie, eso es suficiente!
La habitación se vuelve mortalmente silenciosa. Étienne exhala fuertemente,
gira sobre sus talones, y deja la habitación. Sus dedos todavía están firmemente
envueltos alrededor de mi brazo. Mientras avanzábamos por el pasillo, le doy un
codazo en el estómago tan fuerte como puedo, pero aparte de un suave gruñido, es
inamovible.
Es solo cuando estamos a mitad de camino por un pasillo poco iluminado que
me suelta. No hay calidez en sus ojos. Me mira con furia apenas contenida. Tengo la
sensación de que, si pudiera, pondría sus manos alrededor de mi cuello.
Instintivamente, doy un paso hacia atrás y giro en la dirección contraria,
decidida a salir de este lugar. Al principio este sueño fue divertido, pero en el
momento que este hombre entró en escena, todo fue cuesta abajo.
He agotado mi bienvenida. Es momento que despierte.
Pone un brazo alrededor de mis hombros, presionando mi espalda contra su
frente.
—Oh, no, no lo harás —dice contra mi oreja. Su voz es baja, casi hipnótica, y
tiene un acento que quiero decir que es sureño, pero que no puedo ubicarlo.
—Suéltame —espeto.
—Si lo hago, ¿vas a correr?
—Sí.
—Entonces estamos en un punto muerto, ¿no es así? —Me da vuelta y me
mantiene a un brazo de distancia, mirándome a los ojos—. ¿No recuerdas nuestra
última conversación?
No hay forma de describir lo bizarro que se siente estar tan cerca de un
completo extraño, solo para que me hable como si compartiéramos una amplia
historia.
Espera mi respuesta. Y estoy tan asustada y confundida que no puedo
pronunciar una sola palabra. Un músculo a lo largo de su mandíbula salta.
Finalmente, me empuja lejos. Me tambaleo unos pasos hacia atrás y apoyo la palma
de mi mano en la pared para estabilizarme.
Con sus manos en las caderas, camina de un lado a otro. Furtivamente, miro
por encima de mi hombro, tratando de calcular qué tan rápido puedo alejarme de
este loco distraído.
—¿Vas a hacerte la tonta esta noche? —pregunta. No digo nada, y él resopla—.
Muy bien. Te dije que no habría más fiestas que mancillaran nuestro apellido y de
ninguna manera serían aquí. ¿Eso suena familiar?
Niego. Mi mente apenas puede seguir el ritmo de todo lo que está diciendo.
Pero lo que puedo entender es el hecho que apenas está manteniendo su
temperamento bajo control. Es como una bomba, a segundos de explotar. Necesito
tratarlo con suavidad. Esa es mi única posibilidad de escapar.
—Puede que no actuemos como marido o mujer, pero este sigue siendo nuestro
hogar, Serene. ¿Podrías mostrarme algo de respeto?
41
Lo miro con incredulidad. Todo se detiene repentinamente.
Nuestra casa.
Marido.
Mujer.
Finalmente encuentro mi voz.
—¿Qué dijiste?
Bufa.
—¿Qué está mal contigo? ¿Cuánto has bebido esta noche?
Avanzo hacia él.
—¿Acabas de llamarme tu esposa?
Cierra sus ojos y aprieta el puente de su nariz entre su pulgar y dedo índice y
respira profundo.
—He tenido una larga noche, y no tengo la paciencia para ti en este momento.
Sus manos caen pesadamente a sus costados mientras me da una mirada en
blanco. Luego, se da vuelta y camina por el pasillo.
Observo su forma cuando se retira, sintiéndome enferma del estómago.
Dijo esposa. Sé que lo hizo.
Alguien viene detrás de mí, pero permanezco congelada en el lugar.
—Todo va a estar bien —dice Nat. Coloca su brazo a mi alrededor y me da un
pequeño apretón—. Cada vez que mi hermano se pone así, por lo general es mejor
darle algo de espacio. Se calmará en unos cuantos días.
—Esposa —digo débilmente, mirando a Nat con amplios ojos—. Me llamó su
esposa.
Ella sonríe.
—Sí, esposa. Lo has sido por tres años.
—¿Tres años?
Nos guía por el pasillo y estoy demasiado enfocada en todo lo que Étienne dijo
para protestar. Mis dedos y piernas se entumecen, y la sensación se extiende por todo
mi cuerpo. De alguna manera mi corazón está palpitado furiosamente. Me pregunto
si este es el inicio de un ataque de pánico.
Esposa. Ese hombre me llamó su esposa.
Nat nos guía por el pasillo. Pasamos fotografías de viejas personas, sin sonrisas,
que deben ser antiguos miembros de la familia. Si no estuviera enloqueciendo, me
hubiese detenido para mirarlas mejor. Hacemos un brusco giro a la derecha y
entramos a la primera puerta a mi derecha.
—Llegamos —dice.
Me detengo porque esta no es mi habitación. Nat se dirige inmediatamente a la 42
cama y retira las sábanas. Cerrando mis ojos, arrastro mis manos a través de mi
cabello. Respirar profundamente no ayuda. Dudo que contar hasta diez tampoco
ayude. Puedo pellizcarme, pero eso solo me dará un moretón. Todavía estaré
atrapada aquí porque algo está seriamente mal con toda esta situación.
Cuando abro mis ojos, Nat está junto a la cama.
—No te ves bien.
—No me siento bien.
—Creo que deberías recostarte. Esta noche ha sido abrumadora.
Pero no me doy por vencida y me quedo quieta.
—¿Cuál es la fecha de hoy? —Mi voz apenas es un susurro.
—¿Disculpa?
—La fecha de hoy. ¿Cuál es?
—12 de abril.
Su respuesta se siente como un puñetazo en el estómago. Cuando me quedé
dormida en el sofá, era 20 de diciembre.
Pero cosas extrañas pasan en los sueños. Cosas imposibles. Cosas que cuando
piensas en ellas la siguiente mañana te ríes y te preguntas por qué eso pasó en tus
sueños para empezar.
Entonces ¿por qué no me siento tranquila?
Preguntar el año está en la punta de mi lengua, pero casi temo escuchar la
respuesta. ¿Por qué mi sueño está empezando a sentirse como una pesadilla? Quizás
Nat tenga razón. Tal vez necesito recostarme y después me despertaría y esto habría
terminado.
Asiento.
—Tienes razón. Necesito recostarme.
Sonríe brillantemente y me lleva hacia la cama.
—En ocasiones una buena noche de sueño es lo que necesito para sentirme
mejor. —Nat interpreta mi silencio como conformidad y continúa llenando el
silencio—. Étienne estará bien mañana. Ya verás.
Con mis manos en mi regazo, repito las palabras de Étienne en mi cabeza.
“Puede que no actuemos como marido o mujer, pero este sigue siendo nuestro hogar,
Serene. ¿Podrías mostrarme algo de respeto?”.
Estaba confundido. No sabe de lo que está hablando.
—Debería abrir las ventanas. ¡Algo de aire fresco podría ayudar! —Nat se
apresura hacia las ventanas que se alinean al otro lado de la pared.
Echo un vistazo a la mesa y miro una foto mía. Rápidamente tomo la foto,
sujetando el marco con tanta fuerza que las yemas de mis dedos se vuelven blancas.
La foto es en blanco y negro, y es mi perfil. Mis ojos verdes oscuros miran hacia la 43
distancia. Una media sonrisa juega en las comisuras de mis labios. Mi cabello está
recogido en un gran moño. Los mechones ondulados aparecen a los lados, y hay rizos
cortos alrededor de mis orejas. Veo un puñado de pecas sobre mis mejillas y nariz.
Este es mi rostro. Sin embargo, esa no soy yo. Creo que recordaría haberme
tomado esta foto.
Sueño. Todo esto es un sueño, me recuerda mi mente urgentemente.
Mis manos tiemblan, así que cuidadosamente coloco la foto en la mesa y tomo
la revista junto a la foto. En mayúscula dice: EL NÚMERO PERSONAL y
directamente debajo, LA REVISTA DE HOGAR DE LAS SEÑORAS.
La portada tiene un fondo rojo y presenta a una mujer vestida de negro. Un
sombrero con una gran pluma negra está posado en su cabeza. Sus codos descansan
en un escritorio blanco mientras se inclina hacia un teléfono candelabro, su boca tan
cerca de la boquilla mientras sostiene el receptor en su oreja.
En el extremo izquierdo está el costo de la revista, quince centavos. Por encima
del precio está la fecha de publicación de la revista, febrero de 1912.
Por un segundo, siento como si mi corazón hubiera dejado de latir.
—¿1912? —susurro.
—El año de Serene —comenta Nat.
Salto una vez que me doy cuenta que está parada a mi lado.
—¿Qué?
—Durante la fiesta de año nuevo en Nueva York, cuando el reloj indicó la
medianoche, anunciaste que 1912 iba a ser el año de Serene. —Nat sonríe y después
se encoje de hombros—. De acuerdo, dices eso cada año, pero fuiste bastante firme
esta vez.
—1912 —repito—. No es posible.
—Me temo que lo es. —Los ojos de Nat no pueden ocultar su preocupación—.
La cama está justo detrás de ti. Duerme para que se te pase todo esto, y todo estará
bien.
Aturdida, observo cuando esponja las almohadas. Me acuesto y le permito que
lleve las sábanas hasta mi barbilla.
1912.
Sin importar cuántas veces intento decirle a mi cerebro el año, no me entiende
completamente. ¿Pero importa si lo creo o no? Con esperanza, dentro de unos
minutos, despertaré y estaré de vuelta en mi cama con Will.
Will.
No me importa que haya arrojado la foto al fuego. Desesperadamente quiero
verlo y ser consolada por una cara y brazos familiares que saben cómo envolverme
de la manera correcta.
Nat se aleja, y estoy tentada a pedirle que se quede; estoy asustada. Asustada
de lo que está pasando y de lo que sucederá.
Antes de que cierre la puerta, me da una última sonrisa.
44
—En la mañana, todo estará bien.
La puerta se cierra silenciosamente, pero sus palabras persisten. Ni por un
segundo le creo. En lo profundo de mis entrañas, sé que algo no está bien.
—Duerme, Serene —susurro.
Mis ojos se agitan una vez, dos veces y una última vez antes de deslizarme, las
palabras de Nat acunándome a dormir.
U
na suave y cálida brisa acaricia mi piel, haciéndome hundir más
profundo debajo de las sábanas. Sé que es hora de despertar y
comenzar el día, pero esta cama es muy cómoda y estoy tan
cansada. Pero un pequeño zumbido me saca de mi dichoso sueño.
Instintivamente, mi mano se desliza fuera de las sábanas,
alcanzando mi teléfono en la mesita de noche; no hay nada peor que estar medio
despierta y que tu alarma suene en tu oído. Sigo buscando mi teléfono, pero mi mano
se desliza repetidamente por el aire para golpear el borde de la cama.
Entonces es cuando mis ojos se abren. Rápidamente, la noche anterior vuelve
a mí. El salón de baile estaba lleno de gente. El enojado hombre que pensaba que era
mi esposo.
1912.
1912.
19 jodido 12.
Esto no está sucediendo. Anoche me dije que era un sueño, un elaborado sueño
que solo una loca imaginación podía urdir. Pero todavía estoy aquí.
45
Ningún sueño puede durar tanto tiempo. Lo que está sucediendo ahora es real.
—¿Qué me está pasando? —susurro.
Cuando era niña, mi familia solía burlarse de mí por ser soñadora. Mi madre
estaba convencida de que era una soñadora lúcida que podía controlar la narración
de mis sueños. Si ese era el caso, estaría acostada en mi cama en este momento.
—Despierta, Serene —digo—. Tienes que despertar.
El movimiento que viene del otro lado de la habitación me saca de mi pánico.
Me siento en la cama y veo a una mujer moviéndose silenciosamente. Lleva un
vestido de algodón negro con cuello blanco y un delantal blanco atado a su cintura.
No hay rastros de maquillaje en su rostro, y su cabello castaño claro está recogido en
un moño suelto. No puede tener más de dieciocho años.
Una vez que me ve mirándola, me da una pequeña sonrisa.
—Buenos días, señora Lacroix.
Mi corazón late contra mi caja toráxica mientras observo a esta pequeña mujer.
Mis oídos zumban, y estoy bastante segura de que lo que estoy sintiendo es el
comienzo de un ataque al corazón.
Buenos días, señora Lacroix.
Sus palabras hacen eco en mis oídos, ganando impulso con cada segundo que
pasa hasta que es todo lo que puedo escuchar. Con ambas manos sobre mi acelerado
corazón, miro ciegamente la sábana blanca que cubre mis piernas.
Me fui a la cama convencida de que cuando me despertara, todo habría vuelto
a la normalidad. A la dura luz del día, todo parece peor. Siento que bebí toda la noche
y que ahora tengo la peor resaca del mundo.
Mis pensamientos están corriendo a la velocidad del rayo. ¿Qué estoy haciendo
aquí? ¿Cómo llegué aquí? Y lo mejor de todo: ¿Cómo puedo escapar de esta
pesadilla?
Lo que tengo que hacer es respirar profundo y pensar las cosas. El pánico y el
enloquecimiento no me llevarán a ningún lado. Anoche, en mi propio tiempo, discutí
con Will. Recuerdo que arrojó la foto al fuego. Recuerdo que traté de sacarla, pero
era demasiado tarde. Recuerdo que me senté en el sofá y me levanté para arrojar al
fuego los restos calcinados de la foto. Fue entonces cuando me desmayé.
Y luego estaba aquí.
Y luego conocí a Étienne.
Y luego me dijo que era su esposa.
No puede ser correcto.
Cuando miro mi mano izquierda, veo un enorme diamante en mi dedo anular.
Estoy cien por ciento segura de que no estaba en mi dedo cuando me fui a la cama.
Además, esta monstruosidad de anillo sería casi imposible de ignorar. El anillo de
compromiso con Will no se acerca a esto.
Si eso cambió desde anoche, ¿qué más lo hizo? 46
Bajo la mirada y veo que mi vestido se fue, reemplazado por un largo camisón
rosa con adornos de encaje. Agarro la delgada tela y la alejo de mi cuerpo. ¿Rosa?
Odio ese color y no tengo ni una prenda de ese color.
No recuerdo haberme cambiado. ¿Quién lo hizo entonces? ¿Nat?
Anoche, estaba tan conmocionada por las palabras de Étienne que no vi la
habitación. Echando un vistazo alrededor, noto que estoy en una cama de caoba con
un dosel en medio y adornadas molduras de corona. La cama es tan alta que hay un
pequeño taburete al lado. En la mesa final hay una lámpara con pantalla de ladrillo
tintado. La misma revista y foto que vi de anoche todavía están allí.
Con las paredes rosadas y el edredón con volantes rosa, parece como si una
botella de Pepto Bismol hubiera explotado aquí. Los únicos elementos en esta
habitación que no son de color rosa son la chimenea de mármol negro, los muebles
y las pesadas cortinas de color verde pálido que están cerradas detrás de las ventanas.
Están medio abiertas, haciendo que las transparentes cortinas cuelguen y caigan al
aire.
Me levanto de la cama y camino hacia la ventana más cercana. Doblando las
manos alrededor del borde del marco de la ventana, miro afuera. No hay más que
tierra verde hasta donde alcanza la vista. No hay carreteras de asfalto con autos
andando. Lo que pensé que era un camino circular anoche se confirma a la luz del
día. Una fuente de agua se alza con orgullo en medio de la unidad, arbustos
recortados la rodean. La unidad circular se conecta con un camino de varios
kilómetros de largo que entra y sale de una zona boscosa. Pero la vista más hermosa
es el musgo español y los robles que se adhieren al camino de ripio.
Continúo parada allí y observo todo por unos minutos, notando que las únicas
cosas que se escuchan son los pájaros que cantan y el viento que hace crujir las hojas.
La falta de bocinazos, portazos y voces debería ser armoniosa. Calmante. Pero todo
lo que hace es erizar los vellos de mis brazos. Solo magnifica mi situación y resalta lo
genuinamente que estoy fuera de mi elemento.
Con un tembloroso suspiro, me doy vuelta y corro directo hacia la dama que ha
estado aquí desde que me desperté. Ella da un rápido paso hacia atrás y
nerviosamente sostiene una prenda de seda rosa pálida. Casi en súplica.
La miro confundida.
—¿Qué es esto?
Ella frunce el ceño.
—Su bata.
Lo llama bata, pero para mí, es una versión bonita de una bata.
Nos miramos con cautela, ninguna de los dos dice una palabra. Después de
unos segundos, me pongo de mala gana la bata. La mujer gira rápidamente sobre sus
talones y abre las estrechas puertas del armario en el lado opuesto de la habitación.
Echo un vistazo a ambos armarios. Están llenos hasta la empuñadura de ropa.
Me alejo de los armarios y dejo que la dama se ocupe de sus asuntos. ¿Cómo
puedo preguntarle cómo se llama sin parecer una idiota completa? 47
Luego pienso en algo.
—¿Está... Nat arriba?
La dama se da vuelta y me mira boquiabierta de miedo.
—No, señora. No que sepa.
—Oh.
Se queda parada allí, con la espalda recta y no dice una palabra más. Yo
tampoco.
Luego, una mujer bajita y robusta entra corriendo a la habitación con sábanas
blancas dobladas en los brazos. Le da a la doncella una mirada y sus labios ya
delgados se aplanan en una línea.
—¡Hannah! ¿Qué estás haciendo parada allí? ¡Ayuda a la señora Lacroix!
Hannah. Entonces tiene nombre.
Cuando la demacrada señora mayor me mira, me da una sonrisa de disculpa.
—Lo siento mucho, señora. Es nueva. Esto no volverá a suceder.
Apenas llego a un acuerdo con lo que está sucediendo, y todo lo que sale de su
boca suena como un idioma diferente. Me lleva unos segundos responder.
—Está bien. No te preocupes por eso.
La mujer parece desconcertada antes de rápidamente despedirse. Sale de la
habitación, pero no antes de darle a Hannah una expresión asesina.
En el momento en que la puerta se cierra, Hannah se vuelve hacia mí, con
lágrimas en los ojos.
—Señora, estoy tan sor…
—No importa. —Apresuradamente, voy y tomo las manos de Hannah—.
Necesito que respondas una cosa para mí.
Ella asiente con cautela.
—¿Dónde estamos?
Frunce el ceño.
—¿Disculpe?
—¿Dónde estamos? —enuncio cuidadosamente—. En Pensilvania, ¿verdad?
Desesperadamente, espero a que responda. Todo lo que necesito es un
asentimiento simple de ella para poder sentirme marginalmente mejor. Puede que
esté en un lugar en el que nunca he estado, pero al menos estaré en el mismo estado,
ojalá, en la misma ciudad, que cuando me fui. Será un buen comienzo.
Ella niega, y mi corazón cae sobre mi estómago.
—No, señora. Estamos en Charleston, Carolina del Sur.
¿En Charleston, Carolina del Sur?
Nunca he estado allí. Ni una sola vez. 48
Dejo caer sus manos y me alejo. Una brisa más fuerte entra por la ventana,
llevando un ligero olor a flores y a aire fresco.
Aire fresco que no tienes oportunidad de tener en una ciudad.
Y de todo lo que me ha pasado en el transcurso de las horas pasadas, esa es la
única cosa a la que reacciono.
Me pongo una mano sobre la boca.
—Voy a vomitar.
Hannah se precipita hacia adelante, con la preocupación escrita en sus rasgos,
y me guía hacia una puerta cerrada. Todo el tiempo respiro por la nariz y lucho contra
el impulso de vomitar. Después de que abre la puerta, corro directamente hacia el
baño y vomito. No una, sino dos veces.
Incluso cuando no queda nada en mi estómago, me quedo sobre el inodoro, con
el cuerpo temblando y los ojos cerrados. ¿Cómo diablo es esto posible? Algo como
esto no debería suceder. Pero lo hace. Claro, puedo seguir fingiendo que todo esto es
un sueño, pero es hora de enfrentar la verdad.
—¿Señora? ¿Está bien?
Levanto la cabeza y trago, ignorando la sensación de ardor que persiste en mi
garganta.
—Estoy bien.
Pero no estoy bien. De hecho, estoy tan lejos de estar bien que hay una mancha
negra. Me siento perdida. Como si un tornado hubiera recogido toda mi vida y al azar
me dejara en un lugar desconocido donde estoy rodeada de gente que nunca he
conocido. Y el hecho de que esas personas piensen que soy otra persona empeora las
cosas.
Pensar en toda la situación me da ganas de vomitar nuevamente. Tomando
algunas respiraciones profundas y calmantes, finalmente me alejo del inodoro.
—¿Prefiere recostarse? —pregunta Hannah.
Intento parpadear hacia la doncella para enfocarla, pero tantas cosas pasan por
mi mente que es imposible.
—Si me acuesto, dudo que me levante.
Esa podría ser la cosa más honesta que he dicho en horas.
—¿Está enferma? Puedo enviar al médico si quiere.
—No —respondo—. No. Estoy bien.
Un paño mojado cuelga delante de mí. Lo agarro y gruño un gracias antes de
colocar el trapo caliente en mi cara. Después de algunos segundos, bajo el trapo y
respiro profundo.
A mi lado, Hannah se mueve nerviosa, moviéndose de un pie a otro.
Probablemente piensa que estoy loca. Demonios, incluso yo me siento loca. Sin
embargo, nunca dice una palabra. Observo el baño. El baño tiene un asiento con
borde de madera. El piso de mosaico es un tablero de ajedrez en blanco y negro. Las
paredes están pintadas de un rosa pálido para mi horror. 49
Una tina con patas en el otro lado de la habitación tiene una varilla de hierro
circular encima. Una cortina de baño rosa está enganchada alrededor de la varilla.
Una ducha completa desciende del techo. Junto a la bañera hay mangos blancos para
la ducha. Un botiquín está directamente encima del lavabo blanco.
Ventanas curvas en el lado opuesto de la habitación presentan otra vista
impresionante del exterior.
—¿Necesita mi ayuda? —pregunta Hannah en voz baja.
Agarrando fuertemente el trapo con ambas manos, niego y me levanto.
Sin decir palabra, Hannah sale del baño conmigo siguiéndola. Vuelve al
armario mientras examino el tocador contra la pared. Botellas de perfumes están
alineadas en una ordenada fila. Un peine dorado y un cepillo para el cabello están en
ángulo hacia un lado. Encaramado en el borde de la mesa hay un rizador vintage que
se asemeja a un par de tijeras de jardinería en lugar de algo para envolver tu cabello.
—¿Eso está encendido? —pregunto.
La criada niega.
—¿Quiere que le arreglen el cabello hoy, señora?
—No. Yo... —Con una rápida mirada en el espejo, veo que mi cabello se asemeja
a un nido de ratas. Es un desastre, pero no hay manera de que la deje acercarse a mi
cabello con ese riesgo de incendio—. Lo pondré en una cola de caballo.
De nuevo, la mirada divertida. Estoy empezando a pensar que esa es la única
expresión que Hannah es capaz de dar.
—¿Qué le gustaría ponerse hoy?
—Me pondré el vestido de anoche.
Las mejillas de Hannah se ponen rojas. Vuelve al armario por un momento,
luego se gira, con dos ganchos en las manos. Una blusa color crema cuelga de una
percha, mientras la otra tiene una falda larga azul marino perfectamente planchada.
—Esta falda con vuelo llegó ayer. Creo que será muy halagadora para usted.
No sé qué demonios es una falda con vuelo. Todo lo que puedo pensar es que
debería usar mi ropa, no la de otra persona.
—¿Dónde está mi ropa?
Ella baja las perchas y me mira con ojos grandes y temerosos.
—¡Solo hice lo que me dijeron, señora!
—¿Qué pasó con mi vestido? —repito.
—Étienne lo tomó —dice Nat mientras entra a la habitación.
Con la interrupción, Hannah parece tan aliviada, que estoy convencida de que
se va a desmayar.
—¿Qué quieres decir con que lo tomó?
50
Nat ladea la cabeza hacia un lado.
—Exactamente lo que dije. Tomó el vestido y ordenó que fuera destruido. Lo
que es una pena; el diseño y las líneas rectas eran simplemente impecables. Incluso
Hannah estaba fascinada. ¿No, Hannah?
Hannah asiente rápidamente, parecida a una muñeca con cabeza flexible. En
este punto, creo que Hannah aceptaría cualquier cosa solo para salir de esta
habitación.
Nat sonríe pícaramente y se inclina hacia mí.
—Ayudé a cambiarte y debemos hablar acerca de tu ropa interior. ¿Dónde
conseguiste ese corsé?
—Eh... —Apartando el camisón, miro mi sujetador y luego a Nat. Dejo caer la
tela y lucho para encontrar una respuesta—. ¿La compré en Francia?
—¿Cómo se llama?
—¿Sujetador? —respondo, con incertidumbre.
Nat se ve fascinada, pero tengo asuntos más urgentes para concentrarme. Me
gustaría recuperar mi ropa.
—Te contaré todo lo que quieras saber sobre el sujetador, pero primero, debes
decirme por qué Étienne me quitó la ropa.
—Sé que te gusta ir más allá de los límites, pero el atuendo de anoche fue
demasiado para él. Entonces se deshizo de ello —explica alegremente.
Ese hombre. Oh, ese hombre. Ni siquiera horas después de conocerlo, y ya lo
odio.
—¿Dónde está?
—Está abajo desayunando.
Salgo de la habitación, pero en el último segundo, Nat salta en mi camino.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—Quiero mi ropa de regreso.
Ella se ríe y hace un gesto hacia el armario abierto reventando las costuras con
vestidos.
—Tonta, toda está allí.
Niego y camino alrededor de ella.
—No lo entiendes.
No tengo idea de a dónde voy. Pero eso no importa. Tengo ira como mi brújula.
Encontraré a ese hombre de una forma u otra.
Sé que estoy exagerando. Es un sencillo vestido al que no era particularmente
apegada. Pero ese vestido era mío. Mejor aún, era uno de los únicos enlaces con mi
tiempo, y me lo quitó como si mis posesiones fueran suyas.
El segundo piso es más grande de lo que esperaba. Me pierdo dos veces antes
de encontrar la escalera. Mi bata ondea alrededor mientras vuelo por las escaleras.
51
El mismo hombre que estuvo en la puerta de entrada anoche está de vuelta otra
vez, solo que esta vez me nota. La sorpresa está escrita en su cara.
—Mi señora, Hannah estará más que feliz de ayudarla a vestirse —dice.
—Ya estoy vestida. —Miro el camisón y sigo caminando.
—Pienso que…
—Estoy bien —lo interrumpo.
En realidad, no lo estoy. Una vez más, me pierdo, entrando y saliendo de
habitaciones más grandes y grandiosas que la anterior y todas decoradas estilo Luis
XVI. Después de la cuarta habitación, vuelvo con el hombre en el vestíbulo.
Señala hacia mi izquierda.
—El comedor está en esa dirección. Cuatro puertas abajo. Creo que encontrará
al señor Lacroix.
—Gracias… —Me detengo, esperando que me dé su nombre.
—El nombre es Ben, señora.
—Gracias, Ben.
Finalmente, encuentro el comedor. Por un segundo, me paro en la enorme
entrada y respiro profundamente y miro la habitación con asombro. Hay paneles de
madera a lo largo de toda la habitación. El resto de las paredes están cubiertas con
papel pintado con relieve dorado. Está compensado por cortinas de seda de color
crema con capas de guirnaldas y encajes. Están sujetadas, dejando entrar la luz del
sol. Rebota en la mesa de roble pulido lo suficientemente grande para cuarenta
personas. Está puesta solo para cuatro.
La realidad me golpea cuando la persona que encabeza la mesa baja un
periódico.
—¡Ah, el señor de la casa! —Observo con sequedad.
Étienne arquea una ceja.
—Buenos días. —No hay nada agradable en su saludo.
—Tú y yo necesitamos hablar.
Deliberadamente me inspecciona, un músculo en su mandíbula se tensa. El
sueño no hizo nada para calmar su ira. En todo caso, parece más enfurecido.
—¿No pudiste encontrar nada para ponerte esta mañana?
Ignorando su pregunta, me acerco apresuradamente. No paro hasta que estoy
justo al lado de su silla.
—Devuélveme la ropa.
—Mi querida esposa —señala—, tienes que ser más específica.
Trago el impulso de pegarle a este hombre.
—El vestido que usé anoche. Lo quiero de vuelta.
Resopla ruidosamente y vuelve a escanear el periódico.
52
—Eso no era un vestido. Era más como un trozo de tela estirado sobre tu cuerpo.
—Me gustaba esa pieza de tela. Ahora devuélvemela.
—Me temo que eso es imposible.
—¿Por qué?
Él da vuelta a la página.
—Hice que uno de los criados lo quemara.
—¡Idiota!
Étienne deja caer el periódico sobre la mesa. Si no estuviera viviendo de
adrenalina, me habría alejado del peligroso brillo en sus ojos. En cambio, lo miro
directamente, y me niego a retroceder. Étienne parece el tipo de hombre que se
alimenta del miedo.
Por lo general, no soy tan valiente. Pero la ira y la frustración de estar atrapada
en un lugar desconocido han estado hirviendo dentro de mí. Y Nat diciéndome que
Étienne tomó algo mío finalmente me dio un canal para dirigir mi enojo hacia
alguien.
—¿Disculpa? —pregunta finalmente.
—¿Estás sordo? Te llamé idiota. Ese era mi vestido, y no tenías derecho a
quitármelo, y mucho menos a quemarlo.
—Técnicamente, era mi vestido porque yo lo pagué.
—No, yo pagué por él —respondo.
Cierra los ojos y se frota el labio superior.
—Dios. ¿Puedes vestirte por favor?
—Lo estoy intentando, pero estás dificultando que eso ocurra.
—Tienes armarios llenos de ropa. Estoy seguro de que podrás encontrar algo.
—Levanta el periódico como si efectivamente la conversación hubiera terminado.
Nunca he tenido a alguien descaradamente descartándome. Olvídense de
respirar profundo o de contar hasta diez. Este tipo es un imbécil. Arrebato el
periódico de sus manos. Sus ojos se vuelven asesinos.
Lentamente, se reclina en su silla.
—¿Qué es lo que te molesta tanto esta mañana? ¿Estás molesta porque tu fiesta
terminó temprano?
—Esa no era mi fiesta.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe a carcajadas. Mi ansiedad solo aumenta. Su
risa se desvanece y hay un leve rastro de sonrisa en su rostro, pero sus ojos son fríos
cuando se ciernen sobre mí.
—¿Quién sabía que podrías ser tan graciosa?
—No estoy siendo graciosa. Estoy diciendo la verdad. —Respiro profundo. No
habrá un tiempo oportuno para decirle la verdad, ¿por qué no ahora?—. Mira.
53
Supongo que piensas que soy tu esposa, pero la verdad es...
—¿Por qué están gritando tan temprano? —dice Livingston mientras entra a la
habitación.
—Son las ocho de la mañana —señala Étienne.
—Para mí, eso es temprano.
—Algunas personas ya están despiertas y listas para el trabajo, Livingston.
Livingston sonríe.
—No digas esa mala palabra. —Toma un trozo de fruta del centro de la mesa y
pasa junto a mí, pero no antes de que me despeine y sonría—. Serene. Te ves tan
adorable como siempre.
No puedo decir si habla en serio o no. Continúo mirando a Étienne.
Livingston se sienta a mi izquierda y mira entre Étienne y yo.
—¿Alguno de ustedes se preocuparía por explicar por qué están discutiendo?
—No —dice Étienne al mismo tiempo que digo:
—Sí.
Livingston sonríe maliciosamente. Señalo a Étienne.
—Necesito hablar con este idiota, pero no me escucha.
Livingston levanta las cejas.
—No estoy familiarizado con el término idiota, pero no suena bien. —Se dirige
a Étienne—. ¿Lo hace, hermano?
Étienne lo ignora y se pone de pie. Doy un pequeño paso hacia atrás. Olvidé lo
alto que es. Ayer por la noche, era un desastre atractivo. Esta mañana está un poco
más presentable. Lleva pantalón de estambre rayado azul marino y un chaleco y
corbata del mismo color. Su camisa blanca está perfectamente planchada, las
mancuernas brillan a la luz del sol. Está recién afeitado, lo que solo revela cuán
pronunciados son sus pómulos. Sería guapo, incluso hermoso, si no fuera por esa
nariz y cicatriz de halcón.
—Necesito irme; llegaré tarde al trabajo.
Lo sigo.
—Olvídate del vestido; tengo algo más importante de qué hablar contigo.
Abruptamente, se da vuelta, haciéndome correr directamente hacia él. Me
tropiezo unos pasos atrás. En lugar de tender la mano para estabilizarme, Étienne se
queda completamente quieto. Levanta ambas cejas y me mira con impaciencia.
—¿Bien?
Sé lo que tengo que decir. Simplemente no sé cómo decirlo sin parecer una
psicópata completa.
—Creo que sé de lo que quieres hablarme —dice Étienne con arrogancia. Saca
una billetera de su bolsillo trasero y revisa los billetes como si fueran una baraja de
cartas. 54
Empujo suavemente su billetera hacia su estómago.
—No quiero tu dinero. Ya te dije que esto no es acerca del vestido.
Étienne aparece momentáneamente sorprendido, pero rápidamente su
máscara de indiferencia vuelve a estar en su lugar.
—Entonces no hay nada qué discutir.
Se mete la billetera en el pantalón y se aleja de mí. Me lleva unos segundos,
pero logro bloquear su camino. Étienne se mueve a la derecha. Yo también. Se mueve
a la izquierda. Lo sigo. Me convierto en su sombra, haciendo coincidir su movimiento
con mi movimiento hasta que me agarra de los hombros dolorosamente y me gira
hasta que mi espalda está contra la pared. El pecho de Étienne roza el mío. El aroma
de su loción para después del afeitado flota alrededor. Jadeo por respirar. Solo
porque estoy asustada.
Eso es.
—Basta. —Baja la cabeza hasta que nuestros ojos están nivelados—. Me voy a
trabajar. No me importa qué trucos tengas bajo la manga. ¿Está bien? No me
importa.
Mi boca se abre. Todo lo que necesito son unos segundos para explicar que lo
que está pasando es un gigante malentendido. Comparto la semejanza y el nombre
de su esposa. Eso es.
Pero levanta la mano y habla rápidamente.
—Vete. Fuera de mi vista.
Las manos de Étienne caen a los costados como pesos muertos. Me lanza una
última mirada fría y se aleja.
—No te veas tan triste. Lo superará en unos días.
Al volverme, veo a Livingston apoyado contra la pared, casualmente comiendo
una manzana. Parece desconcertado por lo que vio.
—Peleamos mucho —digo sin rodeos.
—Todo el tiempo —responde Livingston jovialmente.
—Y siempre se va.
—Eso depende de cuán mala sea la pelea. A los dos les gusta ir y venir, a veces
se va, a veces te vas. Bueno... la mayoría de lo que a veces te vas. —Arquea una ceja—
. Te vas mucho.
¿Por qué siento que irme es una palabra para algo completamente distinto?
Livingston no necesariamente parece enojado conmigo, pero no está contento.
No quiero pensar en lo que ha hecho esta otra Serene.
Quiero decirle que no soy como esa persona que está describiendo. Ni siquiera
de cerca. No está en mi naturaleza hacer esas cosas.
Pero no hay tiempo para explicarle eso.
55
En ese momento, Nat baja por una de las escaleras.
—Buenos días a todos —dice con voz cantarina. Le sonríe a Livingston y luego
me mira antes de hacer una doble toma—. Oh mi. Veo que todavía no estás vestida.
¿Qué pasa con esta gente? ¿No podían ver que llevaba ropa? Frustrada, froto
mi rostro con mis manos.
Ella se acerca y me pone la palma de la mano en la frente.
—¿No te sientes bien?
—Estoy bien. Solo enojada.
Nat parece confundida por mis palabras, pero no hace ningún comentario. Me
da palmadas en la espalda como si fuera una niña con dolor de estómago.
—¿Sabes lo que hago cuando estoy enojada?
—¿Qué? —digo en mis manos, sin molestarme en levantar la cabeza.
—Me gusta decir en voz alta todas las cosas buenas que tengo en mi vida. —Se
para frente a mí. Alzando la cabeza, la miro—. Repite después de mí. Soy Serene
Lacroix.
Mi sangre se enfría, pero me encuentro repitiendo sus palabras.
—Soy Serene Lacroix.
—Estoy casada con Étienne, el hombre con el que he estado casada durante tres
años.
Me tropiezo con esas palabras, encontrándolas imposibles de creer.
—Tengo amigos que se preocupan por mí.
—Y tengo una maravillosa cuñada, Nat. —Me guiña un ojo y retrocede—. Ahí.
¿No te sientes mejor?
—Oh, solo estupendo.
Nat me da una sonrisa brillante.
—Bueno, ¿por qué no te vistes y podemos tomar un delicioso desayuno juntas?
¿Vestirme, desayunar y pretender que todo está bien? No va a pasar. El tiempo
pasa, y tengo tanto miedo de que, si no intento encontrar un camino de regreso a
casa, nunca lo haré.
En resumen, necesito respuestas.
Rápido.
—Iré a hablar con él —anuncio.
La sonrisa desaparece de la cara de Nat.
—¿Qué?
—Tengo algunas cosas que necesito decirle a tu hermano.
—¿A cuál hermano? ¿A Livingston? —pregunta esperanzada.
—No. A Étienne.
56
Su cara cae.
—Eso es lo que temía. Sea lo que sea, ¿no crees que pueda esperar hasta más
tarde? Si vas a su oficina, solo empeorará las cosas.
Su razonamiento no me cae bien porque no planeo estar aquí el tiempo
suficiente para ver cómo este enfermizo matrimonio se desmorona aún más.
—No. No puede esperar. —Me apresuro a subir las escaleras—. Me vestiré, e iré
a hablar con él.
T
omo la falda y la blusa que Hannah sugirió esta mañana. Para
horror de Hannah, olvidé el corsé.
Hannah trata de atraerme hacia el tocador para que pueda
poner mi cabello en un hermoso moño. En cambio, agarro el cepillo
en el tocador y me lo paso por el cabello. Con unos alfileres, puedo
alzarlo un poco.
Ella insiste en que use medias opacas. No son tan incómodas como imaginaba.
Me da un par de zapatos con tacón bajo y múltiples hebillas. De todas las cosas que
me he puesto, estas son las más cómodas.
Trata de darme joyas, un gran sombrero que parece que se puede tragar toda
mi cabeza y un bolso. Les digo que no a los tres y le digo firmemente que cruza la
línea a los guantes de cuero que ofrece como un último intento de “hacerme
presentable”. Sus palabras, no las mías.
Ya estoy sudando hasta la muerte, y no he salido de la habitación.
Finalmente, después de tres gracias, escapo y vuelvo deprisa por las escaleras.
Livingston y Nat me están esperando. Si pensaban que me iba a calmar en el tiempo 57
que llevaba vestirse, estaban equivocados. La ira dentro de mí se siente como una
bestia creciendo en mi vientre con cada segundo que pasa. Quiero arrancar la puerta
de las bisagras y seguir a Étienne. No importa que no tenga idea de dónde ir; solo
necesito que me escuche.
—Me voy —anuncio.
Nat me mira confundido.
—Te imploro que reconsideres esta idea.
Pongo mis manos en mis caderas.
—¿Por qué no? Soy su esposa. Las esposas visitan a sus maridos.
—Pero esa... esa no es una relación que ustedes dos tengan.
—Entiendo eso —le digo con paciencia—, pero si espero a que mejore nuestra
relación antes de hablar con él, voy a esperar durante mucho tiempo.
—Se fue de mal humor y visitarlo solo empeorará las cosas. —Nat me mira con
preocupación en sus ojos.
—Todos los demás en esta familia pueden tenerle miedo, pero yo no. Necesito
hablar con él, y si no me escucha, haré que me escuche.
—Entiendo que mi hermano puede ser... difícil. Créeme. Pero no puedes ir.
—No me dejó otra opción, ¿verdad? —digo por encima de mi hombro mientras
camino hacia la puerta.
Nat está pisándome los talones, suplicándome que piense racionalmente.
Camino pasando a Ben y abro la puerta de entrada. Pero una vez que estoy afuera,
me detengo en seco, haciendo que Nat choque con mi espalda.
—Quizás deberías esperar hasta que él... —Nat continúa hablando, sin
embargo, la desconecto porque se me ocurrió que no tengo idea de cómo llegar a la
ciudad. O dónde se encuentra Charleston.
Me enfrento a Nat. Ella me mira con esperanza, como si todavía hubiera una
posibilidad de que cambie de parecer. Sin una palabra, paso junto a ella, de vuelta a
la casa.
—Quiero ir a la ciudad —le anuncio a Ben con más valentía que la que tengo.
—Por supuesto. Warren estará feliz de llevarte. —Ben no pestañea.
Probablemente podría exigir una escultura de hielo en el diseño de un unicornio, y
la enviaría dentro de una hora.
—No puedes ir a la ciudad tú sola —dice Nat.
—Ella no va sola. La llevaré.
Sonrío de alivio hacia Livingston.
—Pensé que hoy sería sin incidentes, pero Serene dio un espectáculo fantástico
esta mañana. Me molestaría si me perdiera la presentación.
Le doy un golpe en el hombro.
—Prometo no decepcionar. ¡Ahora vamos a la carretera! 58
—Oh, esto va a ser malo —gime Nat.
Livingston y yo bajamos el tramo de escaleras uno al lado del otro. Antes de ir
más lejos, me vuelvo y miro hacia esta monstruosidad de casa. Casa es la palabra
incorrecta. Más como una mansión. Tiene una gloria teatral que me hace sentir como
si entré en el set de Lo que el viento se llevó. El enorme pórtico cuenta con cuatro
columnas corintias estriadas. Se elevan más allá del balcón del segundo piso hasta el
entablamento. Desde aquí puedo ver que el techo del porche está pintado con el
característico azul intenso que se encuentra en la mayoría de las plantaciones.
—¿Te arrepientes? Por favor no. Belgrave te estará esperando después de
hablar con Étienne —dice Livingston.
Hay una delicadeza en el nombre de Belgrave que de alguna manera se ajusta a
este gran sitio.
—No estoy nerviosa —respondo, todavía mirando boquiabierto a la casa.
—Entonces ¿qué estamos esperando?
Él sujeta mi codo y me introduce en un Model-T. Antes de entrar, veo el exterior
negro con rayas rojas. El asiento y el respaldo son un penacho de diamantes. El lienzo
convertible superior está caído, lo que permite que el sol brillante se apodere de
nosotros. Livingston le dice al conductor, cuyo nombre es Warren, que nos lleve a la
oficina de Étienne.
El hombre se da la vuelta en su asiento, arqueando sus cejas pobladas y blancas.
—Sí, señor.
La cara de Warren inmediatamente se calma y se concentra. Él asiente una vez
y mira hacia adelante. El auto se mueve con una pequeña sacudida. Golpeo con la
palma el asiento que tengo enfrente y espero unos segundos antes de sentarme.
Los robles y los árboles de musgo español que se adhieren al camino de entrada
bloquean la luz del sol. Durante unos minutos, estamos envueltos en la oscuridad.
Me giro en mi asiento y veo el polvo que se levanta detrás de nosotros, y la mansión
se convierte en una mancha en la distancia.
Al final del camino, Warren gira a la izquierda y se adentra en una carretera
que no es mucho mejor que el camino de grava. No hay nada más que hierba verde
sin fin y árboles que salpican el paisaje.
De ninguna manera Greensburg es una gran ciudad, pero es bulliciosa, con
gente yendo y viniendo. La ciudad solo es tranquila por la noche, e incluso entonces,
todavía hay personas afuera. ¿Pero lo que veo ahora? Se siente casi surrealista.
El camino lleno de baches está flanqueado por una hierba pantanosa alta. La
mayoría de los campos están vacíos, lo que los hace parecer vastos e interminables.
El viaje a Charleston no es agradable. Me muevo hacia adelante y atrás en mi
asiento, y hay un traqueteo incesante que hace que mis oídos resuenen. Me distraigo
mirando al grupo de niños que pasamos por el camino de tierra. Uno sostiene un
balde de agua y otro una caña de pescar. Algunos usan overoles de mezclilla y la única
niña lleva un vestido de verano. Un niño tiene un par de zapatos; los otros caminan
descalzos. Cada vez que he caminado descalza por la grava, me estremezco con cada
paso, pero estos niños saltan y saltan como si no pasara nada. 59
Me siento hacia adelante, sonriendo débilmente. Sin un teléfono o tablero de
reloj en el auto, es imposible calcular cuánto tiempo pasa. El paisaje verde parece ser
interminable hasta que, finalmente, los árboles terminan. La hierba dulce se
intercala con la hierba del pantano. Contengo la respiración mientras cruzamos un
puente de armadura que probablemente se derrumbaría en mi tiempo.
—¿Me vas a aclarar por qué estamos yendo a la oficina de mi hermano? —grita
Livingston por el viento y el fuerte motor.
Lo miro, agradecida por la distracción.
—Es complicado.
—Esa no es una respuesta.
—Es lo mejor que vas a obtener en este momento.
Warren es ajeno, tamborileando con los dedos contra el volante.
A mi derecha, aparece el puerto de Charleston. Los buques bordean el puerto
cuando el agua áspera choca contra la orilla; no impide que las personas caminen en
los muelles y sigan con su día.
El camino se vuelve un poco más suave a medida que aparecen las casas. Las
líneas eléctricas se abrazan al costado de la carretera. Warren gira a la izquierda en
un camino llamado Cumberland. Miro las casas, los autos y las personas, asombrada
por la falta de glamour.
—Vaya.
Warren asiente solemnemente.
—El huracán hizo un número en Charleston, eso es seguro.
¿Huracán? Me vuelvo hacia él, asegurándome de mantener mi cara pasiva.
—Huracán —repito sombríamente, como si supiera de lo que está hablando.
—Pensamos que todo estaba arruinado, pero lentamente estamos limpiando.
—Ciertamente está llegando allí —le digo. No porque lo crea, sino porque
parece correcto decirlo.
En el país, la dicotomía entre las dos eras es difícilmente reconocible. En la
ciudad, sin embargo, es obvio que estoy en 1912.
Los edificios son pequeños en ancho, pero altos. Todos están conectados. Puedo
ver ladrillos y mortero en el medio. Giramos a la derecha en la Calle King, pasando
más edificios. Un gran cartel se cierne sobre un negocio de esquina; L.P. Towlston
Co. Hardware.
Justo encima del letrero hay una lámpara colgante que oscila suavemente hacia
adelante y atrás. Las pistas para un tranvía se ejecutan a través de la carretera. Las
líneas aéreas están directamente encima de él. Observo mientras la gente camina por
la calle adoquinada. Algunas personas se apresuran a cruzar la calle, haciendo sonar
las bocinas de los autos.
Pasamos por una ferretería. Una tienda de muebles. Un cartel dice Tienda de
Zapatos de Kerrigan. Otro letrero dice Supermercado Victory.
60
Hay un hotel con un botones abriendo puertas. Las damas salen con las manos
enguantadas.
Pasamos autos e incluso buggies. Las mujeres que entran y salen de las tiendas
están vestidas de punta en blanco. Los sombreros en sus cabezas son
monstruosidades gigantes. Y pocos encrespan sus manos cubiertas con guantes
alrededor de la perilla de paraguas blancos prístinos.
Siento como si hubiera entrado en una vieja imagen en blanco y negro. Excepto
que este es de color. Colores brillantes y vívidos que hacen latir mi corazón de
emoción.
Warren ralentiza y nos detenemos cerca de una fila de negocios. No tengo idea
de dónde estamos.
—Aquí estamos —dice Livingston mientras se frota las manos para el
espectáculo que él anticipa.
Warren me abre la puerta y extiende una mano. Lo acepto gustosamente,
porque moverme en esta falda es incómodo. Salgo y Livingston se une a mí. Da unos
pasos al frente y abre la puerta de la oficina. Entro en el edificio con mi corazón
atrapado en mi garganta.
Un hombre detrás de un escritorio se levanta y habla inmediatamente con
Livingston. Los desconecto y trato de pensar en lo que voy a decirle a Étienne. “Oye,
sé que piensas que soy tu esposa. Pero no lo soy. Ah, y, por cierto, ¡viajé en el
tiempo!”. No. Eso está mal. Quizás deba hacerlo de otra manera. ¿Tal vez debería
tratar de ser dulce y amable? No, no, no. Prefiero comer vidrio que hacer las paces
con Étienne. Hay algo sobre ese hombre que se mete debajo de mi piel.
—¡Señora Lacroix!
Livingston y el hombre parado junto a él me miran expectantes. Miro detrás de
mí, pero nadie está detrás.
—¿Señora Lacroix?
Finalmente me doy cuenta de que el hombre está hablando conmigo.
—¡Oh! Oh. Esa soy yo.
El hombre sonríe.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—Estoy aquí para ver a mi… —Casi digo esposo, pero es demasiado extraño—.
Estoy aquí para ver a Étienne.
—Sí, Edward, la escuchaste bien. Estaba tan aturdido como tú —recuerda
Livingston secamente.
—¿Está él adentro? —presiono suavemente.
Edward asiente y señala hacia la puerta directamente delante de mí.
—Sí. Él está en su oficina. Aunque tiene una reunión en quince minutos, así que
no sé si ahora es un buen momento para... 61
—No voy a tardarme —le digo mientras pasaba junto a él.
En lugar de tocar la puerta como la mayoría de la gente lo haría, irrumpo en
ella. Mi abrupta entrada hace que Étienne levante la cabeza. Me mira con sorpresa
evidente, y luego gruñe. Se inclina hacia atrás en su silla y se frota el rostro con las
manos.
—¿No me digas que todavía estás molesta por ese maldito vestido? —No me da
tiempo para responder—. Muy bien. ¿Cuánto era? ¿Veinte? ¿Treinta dólares? —Saca
una billetera marrón desgastada, toma un fajo de billetes y lo revisa antes de sacar
dos billetes de veinte y arrojarlos hacia mí.
Me quedo inmóvil mientras el dinero aterriza suavemente en el suelo, varios
centímetros delante de mí. ¿Es así como generalmente trata a su esposa?
¿Simplemente arroja dinero (literalmente) hacia ella y espera que se vaya? No es de
extrañar que sea una perra grado A.
—Uh. Una vez más, no necesito tu dinero. Pero gracias por la oferta, Daddy
Warbucks.
Étienne frunce el ceño.
—¿Daddy Warbucks?
Mis hombros caen mientras suspiro. Si Will estuviera aquí, se reiría de mi
broma. Pensar en él trae una nueva oleada de dolor. Lo extraño mucho.
—No importa. —Agito mis manos frente a mí, como si tratara de borrar toda
conversación hasta ahora—. Necesito hablar contigo por un momento.
—¿Puede esperar hasta más tarde?
—Como estaba tratando de decírtelo antes de que te marcharas groseramente,
esto no puede esperar.
—Bien entonces. Odiaría tenerte esperando —comenta secamente, mirándome
fijamente. Mi corazón está latiendo a mil por hora porque no soy la que tiene el
poder. En este momento, Étienne tiene todo el control. Él lo sabe, y lo odio. Respiro
hondo y me digo que me calme.
Mientras descansa sus codos en su escritorio, veo que su chaqueta está sobre
su silla. Su chaleco está desabotonado, revelando tirantes negros y una corbata.
Nunca pensé que los tirantes podrían verse bien en un hombre, pero aparentemente,
Étienne está aquí para demostrarme que estoy equivocada.
—¿Bueno? ¿De qué es necesario hablar? —Deja de mover el papeleo en su
escritorio y me mira con impaciencia, y es entonces cuando noto que lleva un par de
anteojos con montura metálica.
Gafas.
Soy de la creencia de que las gafas son condenadamente buenas para los
hombres. Son mi debilidad, directamente detrás del sentido del humor y las manos
fuertes. En Étienne, son entrañables. Casi lo hacen verse... lindo.
Étienne ahora tiene dos de tres rasgos. Algo me dice que nunca tendrá sentido 62
del humor.
Creo que mi mirada lo hace sentir incómodo porque mira hacia otro lado y se
quita los lentes. Gracias a Dios. Ahora ha vuelto a parecerse al idiota con el que estoy
familiarizada.
Él mira detrás de mí y entorna los ojos.
—Livingston, no puedo agradecerte lo suficiente por traer a Serene aquí.
—El gusto es mío. Antes de que comiencen a gritarse, necesito hacer una
observación.
Étienne y yo lo miramos.
—¿Por qué estás hablando tan extraño, Serene?
Reprimo un gemido y cuento hasta diez antes de exhalar.
—No estoy hablando de forma extraña. Si quieres ser técnico, ustedes son los
que están hablando de forma extraña, con ese lento acento sureño que tienen.
—Siempre hemos hablado de esta manera. ¿No es así, Étienne?
—Sí, que yo sepa, esta es la única forma en que hablamos.
—Y has hablado de esta manera toda tu vida también —dice Livingston.
—No, no lo hago. Ni una vez. —Ambos me miran como si estuviera loca—.
¿Saben qué? Toda esta conversación es una transición perfecta a lo que he intentado
decirle a Étienne toda la mañana. —Respiro hondo—. No soy quien creen que soy.
Eso no es exactamente lo primero que me imaginé diciendo, pero no veo una
forma correcta de enlazarlo con la historia. No creo que haya una manera fácil de
decirle a alguien: “¡Oye! ¡No soy de esta época!”.
Étienne resopla y repasa el papeleo.
—Lo sé mejor que nadie.
—No, no lo entiendes —le digo lentamente.
¡Dilo! mi mente canta. ¡Rompe la tirita y dile la verdad!
Respirando profundo y tembloroso, enderezo mis hombros y camino hacia el
escritorio. Colocando mis palmas sobre el escritorio, me inclino hasta que estamos a
escasos centímetros de distancia y se ve obligado a reconocerme.
Él me estudia desde debajo de sus pestañas. Mi corazón se acelera.
—No soy tu esposa —digo con cuidado.
Él parpadea. Una vez, luego dos. Es imposible decir lo que siente con sus
expresiones en blanco y cerrado. Sin romper el contacto visual, dice:
—Sal de aquí, Livingston.
—¿Qué? ¿Ahora? No la escolté a la ciudad por nada.
—Fuera —grita Étienne.
Livingston refunfuña, pero se va, prometiendo regresar en cinco minutos para
recuperarme.
63
Una vez que la puerta se cierra y estamos solos, Étienne se pone de pie. Él imita
mi postura: las palmas de las manos sobre el escritorio, la cabeza inclinada hacia
adelante, los ojos verdes furiosos. Si no estuvieras preparado para este hombre,
podría barrer sobre ti; tiene esta energía potente que constantemente me saca de
guardia.
—¿Perdón? —dice, sonando mortalmente calmado.
—No soy tu esposa, y hasta anoche, nunca te había visto antes en mi vida. —
Con la imagen no incluida, por supuesto—. Anoche, viajé en el tiempo.
—Esto es ridículo. —No intenta ocultar su disgusto—. Ridículo. —Camina hacia
la puerta.
Una vez más, estoy siendo despedida.
Antes de entrar en su oficina, me dije que iba a ser racional y tranquila. Una
gran cantidad de bien que hizo. Entro en modo de pánico; sé que mis posibilidades
de lograr que Étienne me ayude se están escapando como la arena entre mis dedos.
—¡Étienne! —le digo—. Detente.
Abruptamente, se da vuelta. Sus ojos están ardiendo, y sus labios se tensan. En
lugar de gritar, como yo, se acerca y no se detiene hasta que su hombro izquierdo
toca mi derecho. Baja la cabeza y habla con voz deliberadamente tranquila.
—Todo es un juego para ti. Durante los últimos tres años he aguantado tus
travesuras, pero ahora lo estás trayendo a mi trabajo. No toleraré eso. —Se retira,
rodea mi brazo con su mano y me guía hacia la puerta—. Necesitas irte. Ve a almorzar
con tu amigo, gasta mi dinero en vestidos. Ve a comprar un guardarropa nuevo. No
me importa. Vete.
Nunca he tenido a alguien que me mire con tanto desdén y odio. Si un lunático
enfurecido entrara irrumpiendo en su oficina con un arma, las posibilidades de que
Étienne me use como escudo humano son increíblemente altas.
Así que no solo tengo que convencerlo de que viajé en el tiempo, sino que tengo
que convencer a alguien que me odia con una ardiente pasión para que me crea y
luego me ayude.
Esto es casi imposible. Pero ¿qué otra opción tengo?
Como anoche, me defiendo. Le doy un codazo lo suficientemente fuerte en el
estómago para que me suelte. Aliso mi falda y lo miro.
—No me vuelvas a tocar así nunca más.
En un segundo estoy abriendo la puerta, con mi dignidad intacta, y al siguiente
vuelvo a su oficina. La puerta se cierra de golpe antes de que mi espalda golpee contra
la puerta.
Étienne me agarra por los antebrazos y baja la cabeza, así estamos al nivel de
los ojos. 64
—Nunca entras a mi oficina exigiendo nada. Te dejo engañarme. Te doy dinero.
Te doy un hogar. Te permito tener fiestas llenas de libertinaje. Todo con una regla:
Que nunca me involucres.
Me encantaría decirle que se vaya a la mierda. Me encantaría decirle que no lo
estoy involucrando, pero eso es precisamente lo que estoy haciendo. Me pongo de
puntillas hasta que estamos frente a frente.
—No me tienes, y no me dejas hacer nada.
Su dedo roza mi mandíbula.
—Ahí es donde estás equivocada. —Su voz es engañosamente baja—. Pagué
mucho para darte el nombre Lacroix.
No sé cómo responder a eso.
—Si terminaste, tengo que volver al trabajo. Mañana, prepárate a las doce en
punto.
—¿Para?
—¿En qué estás pensando? Tus padres están teniendo un ridículo almuerzo.
Yo trago. ¿Tengo una familia aquí?
Quiero hacerle muchas preguntas. Preguntas que él cree que ya sé. No hay
tiempo para preguntarle o decir nada porque casi me saca de su oficina.
La puerta se cierra detrás de mí.
Livingston me da una sonrisa comprensiva mientras Edward finge que nada
anda mal.
Me aclaro la garganta y le brindo a Livingston una débil sonrisa.
—Creo que estoy lista.
Me hace un gesto para que camine delante de él y lo hago, con la cabeza en alto
cuando lo único que quiero hacer es colgar los hombros. Me siento tan derrotada.
—¿Cómo te fue? —pregunta Livingston mientras salimos por la puerta
principal.
—Oh, increíble —respondo, inexpresiva.
Lágrimas en mis ojos, pero me niego a dejarlos caer por mis mejillas. No lloraré
por ese idiota.
Étienne me corrió hoy, pero no puede rechazarme para siempre. Encontraré la
manera de hacer que me crea.

65
C
uando tenía quince años, tuve la brillante idea de hacer una prueba
para la obra de teatro de la escuela. No era particularmente
dramática, aunque si tenía mis momentos. Por lo general, me
callaba frente a una multitud. Pero mis amigos estaban haciendo la
prueba, así que pensé: ¿Qué demonios?
La obra era Sueño de una noche de verano. Estaba haciendo la prueba para el
papel de Hermia, una chica atrapada en un triángulo amoroso entre Lysander, un
hombre que ama y Demetrius, que la ama, pero ella no corresponde su amor.
Parecía lo suficientemente simple. Estudié las líneas una y otra vez. Me sabía el
guion de memoria. El día de las audiciones, subí al escenario y dije a la perfección
cada línea. Salí del escenario sintiéndome bastante segura de mí misma. ¿Esta cosa
de actuar? Pan comido.
Dos días después, los roles fueron anunciados. Mi nombre no estaba al lado de
Hermia. O al lado de cualquier personaje, en realidad. Estaba más avergonzada que
cualquier otra cosa. ¿Por qué no lo conseguí?
Era competitiva por naturaleza y no pude evitar preguntarle a uno de los
maestros que dirigía la obra lo que había hecho mal.
66
Ella suspiró y me sonrió.
—No fue el hecho que no conocieras el papel. Fuimos nosotros creyéndote como
una Hermia. No había convicción o sentimientos en tus palabras. —Dio una
palmadita en mi hombro—. La actuación podría no ser para ti.
Su explicación nunca tuvo efecto en mí. Pero lo hace ahora, más que nunca,
porque había sido forzada a interpretar el papel de Serene la socialité, esposa de
Étienne y mejor amiga de Nat, y todo se siente mal. Es el segundo día de estar en esta
época, y ya estoy cuestionándome todo lo que hago, todo lo que digo. Siento que mis
acciones están siendo examinadas por todos. Lo cual es imposible. Pero mi mente
está gritándome que estoy interpretando un papel que no entiendo y nunca lo haré.
La única persona que lo nota es la única persona que hace todo lo posible para
ignorarme: Étienne.
Anoche volvió a casa, pero en lugar de cenar con Nat y conmigo, cenó en su
oficina. Después, llamé a su puerta; no respondió. Golpeé repetidamente la puerta,
pero eso no generó ni una reacción. Después de unos minutos, mi brazo se puso
adolorido y mi puño dolió. Dejé de golpear y agarré una silla de la sala de recepción,
lo que sea que eso signifique, y me planté justo enfrente de la puerta de Étienne.
Me quedé allí por tanto tiempo que mi trasero se entumeció. Es como si él
supiera que yo estaba tercamente sentada fuera de su puerta, porque ni una sola vez
dejó la habitación. Mientras estaba sentada allí, enojada, decidí que hasta que
encontrara una forma de regresar a casa, me referiría a la Serene que había
reemplazado como la Vieja Serene.
Eventualmente me quedé dormida y fui despertada por Nat gentilmente
sacudiéndome. La casa estaba envuelta en la oscuridad y Nat estaba vestida para la
cama.
—Él no va a dejar su oficina —susurró simpáticamente—. ¿Por qué no vas a la
cama? Puedes hablar con él mañana.
Tuvo que ser el aturdimiento inducido por el sueño lo que me hizo aceptar. Dejé
la silla en el medio del vestíbulo y fui a la cama.
Bajé las escaleras la mañana siguiente, y la silla ya no estaba. La puerta de la
oficina estaba abierta, pero no había Étienne a la vista.
Lo que quería preguntarle, más que nada era esto: ¿Qué pasó entre tú y tu
esposa que hizo que la odiaras tanto? Sabía que las posibilidades de obtener una
respuesta eran increíblemente remotas. Además, en este momento, tengo asuntos
más urgentes.
—Por favor, señora Lacroix. Póngase esto. —Hannah levanta el corsé y me da
una mirada suplicante.
Apunto el corsé como si fuera un perro rabioso.
—De ninguna manera, no.
Vestirse en esta época es un evento por sí solo. Las mujeres se cambian hasta 67
tres veces al día. No es de extrañar que Nat se recueste todo el tiempo; está
demasiado agotada por todo el cambio de ropa. Incluso ahora ella está sobre la cama,
con los brazos extendidos sobre su cabeza, mirando al dosel.
Con un fuerte suspiro, salta de la cama y le arrebata el artilugio asesino de
costillas de Hannah antes de agitarlo frente a mi rostro.
—Esto es lo que las mujeres usan.
—¡No, esto va a ser lo que me mate!
—¿Cómo crees que tienes esa pequeña cintura? —desafía.
—Puede verse bien, pero he decidido que no quiero que mis órganos se aplasten
juntos.
Nat se para a mi lado y coloca el corsé contra mi cintura.
—La belleza es dolor. —Me mira en el espejo con ojos implorantes.
La única razón por la que estoy interesada en la idea de usar la ropa de la Vieja
Serene es que tuve que renunciar a mi ropa interior para lavarla. Quiero conservar
toda mi ropa, pero también prefiero estar limpia. Hannah me aseguró más de veinte
veces que ella las lavaría y me las traería de vuelta.
Ahora estoy atrapada en unas bragas que Nat continúa llamando calzones.
—No voy a ser capaz de respirar con esa cosa puesta.
—Serene, nadie está argumentando que es cómodo. Pero es… necesario.
—¿Por qué?
—Porque es femenino —susurra Nat como si me dejara entrar en un pequeño
secreto—. ¿Sin un corsé, las joyas, el sombrero? Por qué, me atrevo a decir, nadie
sabría quién eres.
Con una profunda respiración, le arrebato el corsé y se lo doy a Hannah.
—Pónmelo.
Nat sonríe jubilosamente y aplaude.
—Maravilloso.
Lo que nunca le diré es que, con cada tirón de los cordones, con cada
respiración robada, se me recuerda que estoy en un tiempo prestado. Los segundos,
minutos y horas están escampándose. Puedo sentirlo. Y lo sé, con cada fibra de mi
ser, estos son minutos que nunca podré recuperar en mi propio tiempo.
Para cuando Hannah termina de atarme, mi cintura es tan estrecha que cuando
coloco mis manos sobre ella, mis dedos medios prácticamente se tocan. Me pongo
de lado. Además, hace maravillosas cosas a mis senos.
Pero viene con un costo. Estoy segura que este corsé está aplastando unas
cuantas costillas.
—Estoy tan emocionada que apenas dormí anoche —confiesa Nat.
—¿Por un almuerzo?
—¡Por supuesto! ¿Por qué más? Los almuerzos de tus padres son por mucho los
68
eventos más entretenidos para asistir.
Asiento como si supiera exactamente a qué se refiere.
Desde afuera viene el débil sonido de un auto deteniéndose. Nat empuja las
cortinas y chilla.
—Étienne y Livingston están aquí. Voy a saludarlos y dejar que termines.
Espero que la puerta se cierre antes de mirar a Hannah.
—¿Qué hora es?
—Las doce.
Sonrío.
—Gracias.
Hay un lado obstinado de mí. En mi propia época, rara vez aparece, pero cerca
de Étienne, saca su horrible cabeza, y ahora mismo, está diciéndome que él puede
tomar su “Será mejor que estés lista a las doce en punto” e irse a la mierda.
En el último minuto, le digo a Hannah que quiero mi cabello suelto. Y rizado.
Definitivamente rizado. Me imagino que eso añadirá unos cuarenta minutos
adicionales, pero Hannah es dueña de esta plancha y termina mi cabello dentro de
veinte minutos. Ella quiere poner mi cabello en alto y demuestra el estilo, pero parece
que tengo dos grandes bollos unidos a mi cabeza. Me parezco a la princesa Leia
después de una gran fiesta.
No, muchas gracias.
En cambio, acordamos estilizarlo con peinetas que sostienen mi pesado cabello
fuera de mi rostro. Hannah estratégicamente coloca algunos rizos alrededor de mi
rostro. Una vez que ha terminado, no me veo mal.
—¡Serene! Sé que estás ahí arriba. ¡Baja! Ahora. Mismo. —El grito de Étienne
viaja como un disparo a través de la casa. Juro que todos dentro de un radio de un
kilómetro simplemente se detuvieron y contuvieron la respiración.
—Es mejor que nos apresuremos, señora.
Sonrío.
—No vamos a ir a ningún lado. El señor Lacroix puede irse al infierno.
Hannah parece confundida por mis palabras, pero la implicación está allí. Sus
mejillas se ponen rojas como remolacha.
—Además —digo—, todavía no he decidido lo que voy a ponerme.
Hay demasiados vestidos en los armarios, pero no son de mi gusto; la Vieja
Serene amaba los colores brillantes. Más importante aún, amaba el rosa pálido. Odio
ese color. No obstante, los detalles usados en cada uno de estos vestidos me dejan
ligeramente asombrada. Sin mencionar los diseñadores: Callot Soeurs, Jeanne
Paquin, Paul Poiret y eso es por nombrar algunos.
Estaba tocando artículos que estaban preservados en museos en mi época.
Hannah selecciona un vestido color marfil con rayas azul marinas y una faja del
mismo color. Sus manos tiemblan mientras me abotona el vestido.
69
—Tomate tu tiempo. No hay necesidad de apresurarse.
—Pero el señor Lacroix. Él…
—Déjame a Lacroix a mí. Tomaré la culpa por la tardanza.
Ella asiente silenciosamente y ata la faja alrededor de mi cintura. Selecciona un
par de guantes de encaje de color marfil suaves. Esta vez, los acepto. Después viene
la parte más aterradora: El sombrero. La Vieja Serene tiene una ridícula colección de
sombreros. Enormes sombreros con flores, plumas, encaje y muchas cosas más.
Escojo uno de color marfil con un ala de tamaño medio y un pequeño grupo de flores.
Aun así, me parece llamativo.
Después de eso, no puedo gastar más tiempo. Le agradezco a Hannah cuando
me voy y me tomo mi tiempo caminando hacia las escaleras. ¿Estoy siendo un poco
perra por llegar tarde a propósito? Sí. Pero no tengo control aquí. En este tiempo,
soy vulnerable a todo lo que me rodea, y odio esa sensación. Llegar tarde y desafiar
a Étienne es la única forma de sentir algo de control sobre mi vida.
Me detengo frente a las fotos colgando en la pared del pasillo. En su mayoría
son antiguos ancestros Lacroix de apariencia severa. Todos ellos parecen enojados.
¿Puedes culparlos? Vivían en un calor sofocante, usaban capas de ropa, y no tenían
aire acondicionado. Yo tampoco sonreiría.
Por la escalera hay un retrato de un niño pequeño. He pasado el retrato unas
cuantas veces, pero realmente nunca me he detenido a verlo. El niño tiene cabello
castaño, pulcramente lejos de su rostro. Sus ojos son del mismo color que los de
Étienne. A diferencia de los rostros solemnes en los otros retratos, este chico sonríe.
Es la misma sonrisa que da Livingston cuando está a punto de decir algo
inapropiado. Tiene que ser su hermano.
—¿Puedes decirme cómo manejar a Étienne? —le pregunto al chico.
Me mira de vuelta.
—Vamos —persuado—. Dame cualquier cosa, porque me estoy ahogando aquí.
—¿Estás hablándole a mi hermano?
Salto y miro por encima de mi hombro.
—¡Dios! ¡Nat! Me asustaste. —Está a unos pasos de mí, impecablemente vestida
para el almuerzo. Cuando estas personas se visten elegante, no bromean. Nat se ve
como si estuviera vestida para su boda en lugar de ir a almorzar—. Te ves maravillosa
—digo.
—Gracias. —Me da una sonrisa significativa—. Entiendo que estás evadiendo
mi pregunta. ¿Estabas hablándole a mi hermano?
Quiero preguntarle si este chico es su hermano, pero la Vieja Serene debería
saber eso. Asiento avergonzadamente.
—Me atrapaste. —Miro nuevamente a la fotografía—. No creo que alguien me
haya dicho la edad que tenía aquí —digo, cuidadosamente expresando mis palabras.
Una mirada lejana nubla los ojos de Nat.
—Creo que Julian tenía nueve años en ese retrato.
70
Julian.
Tenía.
Obviamente algo le pasó. Algo que debería saber, pero que no descubriré en
este momento.
Nat aparta la mirada del retrato.
—¿Estás lista para irnos? Étienne me envió a buscarte. Está furioso ahora que
vamos a llegar tarde.
La dejo unir su brazo con el mío mientras bajamos las escaleras. Habla sin parar
sobre personas que no conozco y lugares que nunca he visitado. Me siento como una
muñeca cabezona porque todo lo que hago es asentir cada poco segundo, y sonreír.
Una vez que llegamos al vestíbulo, me pongo rígida; Étienne y Livingston están
hablando en voz baja. Étienne mira a su hermana por un segundo antes de
considerarme. Sostiene su mirada y después me mira de arriba abajo con nada más
que desprecio en sus ojos. ¿Qué más esperaba? ¿Que me mirara con estrellas en sus
ojos, que me dijera que soy la mujer más hermosa que ha visto, y que me profesara
su amor eterno? Es de Étienne de quien estamos hablando. Podría haber llegado aquí
hace poco tiempo, pero un gato ciego puede ver que me odia.
Pasa junto a mí como si fuera invisible. Estaría mintiendo si dijera que no dolió.
—Te ves hermosa —le dice a Nat.
Ella sonríe y toma su brazo extendido.
—¿Qué hay sobre Serene?
Étienne se gira y me da otra mirada antes de asentir.
—El vestido es hermoso.
Ese es el comentario más pasivo-agresivo que he escuchado en mucho tiempo.
Abro mi boca, lista para decirle que se vaya a la mierda, cuando Livingston se
interpone entre nosotros.
—Vamos a llegar tarde si no nos vamos.
Dejo que mi enojo hierva a fuego lento en mis ojos cuando miro a Étienne. Él
entrecierra sus ojos. Si fuera una persona más débil, estaría revolcándome de dolor
en el suelo por su mirada. Creo que el hecho de no retroceder lo enfurece.
Provócame.
Las fosas nasales de Étienne se hinchan antes de apartar la mirada. Siento como
si hubiera ganado una pequeña batalla.
—El conductor está esperando —dice secamente y pasa a mi lado hacia la puerta
de entrada.
Livingston suspira al ver a su hermano alejándose, después me mira. Extiende
su brazo, y lo tomo.
—Veo que las cosas van geniales entre tú y mi hermano —dice por un lado de
su boca.
71
—Oh, todo está fenomenal —respondo sin perder un segundo.
—¿Llegaste tarde a propósito?
Bajamos los escalones de la entrada. El sol toca mi rostro. Me pongo el
horripilante sombrero y pretendo indiferencia.
—¿Eh? No sé de lo que estás hablando.
Livingston se ríe entre dientes.
—Creo que lo sabes.
—Él no puede decirme lo que debo hacer.
Livingston está callado por un momento, después encoge un hombro.
—Así es cómo ustedes dos son. Tienen sus discusiones. Toman represalias. Se
le pasará.
Sus palabras me congelan. Que él vea mis acciones como normales, que me
ponga en la caja con la Vieja Serene debería ser una victoria. Estoy actuando como
ella. Pero ese es el problema, estoy actuando como ella. No quiero ser ella. La Vieja
Serene parece una perra.
—¿Siempre he sido tan horrible con Étienne?
Livingston me mira con curiosidad.
—Por supuesto.
—Es de tu hermano del que estás hablando.
—Lo sé.
—¿Tú y Nat no deberían odiarme?
—¿Por qué repentinamente estás tan preocupada sobre nuestra relación
contigo? ¿Preferirías que te despreciáramos?
—No, no —me apresuro a decir.
Me da una sonrisa traviesa.
—Pero para contestar tu pregunta, no. No te odio. No eres mi esposa. No tengo
que vivir contigo.
—Fantástico —murmuro.
—¿Por qué estás preguntando todo esto?
—Solo curiosidad.
Estamos a unos pasos del auto. Livingston se detiene y me mira curiosamente.
—¿Has estado tomando algo de láudano? Estás inquieta.
¿Láudano? Frunzo el ceño, tratando de descubrir por qué esa palabra es
familiar. Finalmente lo entiendo. Chasqueo los dedos y señalo a Livingston.
—¿Por láudano, te refieres a drogas?
Lentamente asiente. 72
—No. No he estado tomando nada. —Aunque desearía estar haciéndolo. Podría
hacer esto un poco más soportable.
Las cejas de Livingston forman una V tensa.
—Estoy preocupado por ti.
—No lo estés. Estoy bien. —Sonrío, esperando que eso sea suficiente para
tranquilizarlo.
Continúa mirándome, y encuentro su mirada. Quizás podría decirle a
Livingston la verdad. Él parece compresivo y afectuoso. Además, ¿qué tengo que
perder?
—¿Puedo decirte algo? —pregunto.
Livingston se encoge de hombros.
—Depende.
—¿De qué?
—¿Es acerca de mi hermano?
—No realmente.
—Estás siendo evasiva —comenta.
—Estoy en una difícil situación.
—¿Por qué?
Mi boca se abre.
—Yo…
—¡Serene!
Salto lejos de Livingston.
Étienne está de pie junto al auto, con una furiosa expresión.
—¿Puedo hablar contigo un momento?
—¿Acerca de? —cuestiono.
Los ojos de Étienne se nublan por su furia.
—Es privado.
Estar a solas con el hombre es como estar a solas con un maestro manipulador.
No sé lo que va a hacer, cómo va a reaccionar. Camino con inquietud a su alrededor,
y se está volviendo agotador. Rápido. Me pongo erguida e inclino mi barbilla en alto.
—Cualquier cosa que tengas que decirme puedes decirla enfrente de Livingston.
Livingston aclara su garganta.
—No sé si necesariamente estoy de acuerdo con eso. —Avanza hacia el auto—.
Creo que le haré compañía a Nat.
Se aleja sin mirar atrás, y me quedo sola con el único hombre de esta época que
puede ayudarme, pero no lo hará.
Cautelosamente observo a Étienne. Se acerca con ese pavoneo suyo. No me
agrada su personalidad y ni siquiera es atractivo, pero exuda poderosa masculinidad 73
que me hace sentir desequilibrada.
Se detiene a unos centímetros de distancia, cerniéndose sobre mí. En la luz del
sol, su cicatriz es más pronunciada y puedo ver varias motas negras arremolinándose
dentro de sus ojos verdes.
—Ibas a decirle a mi hermano esa ridícula historia tuya —dice.
—No es ridícula.
Arquea una ceja y se inclina hasta que nuestras narices están a centímetros de
distancia. Inhalo profundamente.
—Crees que no te conozco, pero estás olvidando que he tenido tiempo de
aprender todos los trucos debajo de tu manga. Una vez que te aburres, creas una
escena, ya sea con un hombre de tu elección o en una de tus muchas fiestas.
—¿Es eso lo que crees que estoy haciendo ahora?
—¿No es obvio?
Mis manos se curvan en puños.
—Puedo prometerte que lo último que quiero hacer es una escena. Pero si eso
es lo que tengo que hacer para tener tu maldita atención, entonces que así sea.
Estrecha sus ojos.
—¿Es por eso que llegaste tarde? Te dije que estuvieras lista a las doce en punto.
El maldito sombrero está en mi camino. Me lo quito y muevo mis pestañas
hacia él.
—Estaba preparándome —digo en mi mejor acento sureño—. Quería verme
presentable.
—Mentirosa —gruñe Étienne.
—Nunca te mentiría, esposo.
Bleh. Esa palabra sabe a bilis.
Los ojos de Étienne arden.
—No me pruebes, Serene.
Avanzo hasta que mis pechos se rozan contra su pecho. Se tensa.
—Igualmente, Étienne.
Nos quedamos allí, ambos negándonos a retroceder hasta que Livingston nos
dice que nos apresuremos. Étienne retrocede. Otra pequeña victoria para mí.
—Vamos. —Me hace caminar delante de él.
Livingston mantiene la puerta abierta del Modelo T. Recojo el dobladillo de mi
vestido en una mano y mi sombrero en la otra y levanto mi pierna para entrar cuando
las manos de Étienne cubren mi cintura, asustándome mucho. Tengo muchas capas
encima, pero puedo sentir su toque como fuego. Con facilidad, me coloca en el auto
como si fuera una muñeca de trapo. A causa del estúpido corsé, mi aliento se atasca
en mi garganta. Mis manos están temblando mientras me apresuro a sentarme junto
a Nat. La puerta se cierra de golpe detrás de mí. 74
—¿Estás bien? —pregunta Nat.
Intento reír, aunque sale ahogado.
—Mejor que nunca.
Étienne toma el asiento al lado del conductor, y nos vamos.

Salgo del auto, mirando la casa frente a mí, y respiro profundamente.


Livingston se apresura a acompañar a Nat hasta la puerta principal, dejando a
Étienne sin otra opción que caminar conmigo. Reticentemente, extiende su brazo.
Sutilmente paso junto a él y digo:
—Soy perfectamente capaz de caminar yo sola. —Doy tres pasos antes que sea
agarrada desde atrás. Mi cuerpo entero se pone rígido.
—Haremos esa caminata juntos —dice Étienne contra mi oreja—. Todos en
Charleston saben que no estamos enamorados, pero la cortesía básica es agradable.
Me giro hacia él.
—¿Es eso lo que esto es? ¿Cortesía básica?
Étienne me mira y no dice una palabra.
—Si quieres cortesía básica, trátame con un poco de respeto —le digo.
Resopla e introduce sus manos en los bolsillos.
Avanzo hacia él.
—¿Qué es tan divertido?
—Tú mencionando la palabra respeto. Estoy sorprendido que siquiera sepas lo
que significa, considerando que no has respetado nuestro matrimonio desde el
primer día.
Quiero gritarle que no tengo idea de lo que está hablando y que de lo que me
acusa son cosas que nunca he hecho. Pero no lo hago, porque ya estamos ganando
miradas curiosas de los invitados subiendo los escalones.
Étienne también lo nota. Endereza sus hombros, extiende su brazo, y espera
que lo tome. Unos segundos pasan, pero tercamente continúa en la misma posición.
Me doy por vencida y engancho mi brazo con el suyo. Lo coloca cerca de su costado
como si fuera una pequeña niña que continúa extraviándose de sus padres.
Rechino mis dientes cuando nos acercamos a la puerta principal.
Una ligera brisa levanta el dobladillo de mi vestido, y se roza contra el pantalón
de vestir negro de Étienne. Mis tacones hacen eco en el camino de ladrillo hacia la
parte posterior de la casa. El sonido de voces mezclándose con risa hace que mi ritmo
cardiaco se acelere. Si Étienne nota mi aprehensión, no lo muestra.
Puedes hacer esto. Todo lo que tienes que hacer es pretender que encajas y
nadie te mirará dos veces.
75
Palabras valientes, casi alentadoras, pero no hay ni una sola cosa que pueda
decirme para prepararme para este almuerzo. ¿En qué estoy a punto de entrar? Esta
se supone que es la casa de los padres de la Vieja Serene, y ya que soy ella, ¿mi familia
entera también estará aquí?
Dios, eso espero.
Doblamos la esquina, y casi me detengo; hay una enorme mesa cubierta con un
mantel blanco que parece que puede acomodar hasta cincuenta personas. Desde
donde estoy parada, parece que es la cantidad de personas aquí, y está claro que son
la élite, parte de un círculo social al que la mayoría nunca tendrá la oportunidad de
ingresar.
Mientras Étienne nos dirige alrededor de los invitados, veo camareros en
esmoquin, sosteniendo bandejas de plata con copas llenas de champán. Pasamos la
mesa, y admiro las sillas de mimbre blanco que la rodean. Las coloridas flores en
jarrones decoran el medio de la mesa. Fina porcelana está colocada frente a cada
silla. La plata está envuelta en servilletas de tela color marfil y puesta al lado de cada
plato.
Nos alejamos de la mesa y nos fundimos con un mar de personas.
—¿Dónde está tu maldita madre? —gruñe Étienne.
Trago.
—No lo sé.
Conoceré a mi madre cuando la vea, y hasta ahora, no está en ningún lugar a la
vista. Tampoco mi padre o hermanos.
—Allí está.
Pánico se establece porque no tengo idea de a quién se refiere.
Oh, mierda. Oh, mierda. Oh, mierda. ¿Qué debo hacer?
Nos detenemos al lado de una mujer con una multitud rodeándola. Es hermosa,
delgada, cabello oscuro, y piel pálida. Se ríe suavemente por algo que alguien dijo.
Un dolor agudo perfora mi corazón porque ella no es mi madre y quiero que lo sea;
quiero ver una cara familiar.
Mira en mi dirección y sonríe ampliamente.
—¡Cariño! Te ves… —Esta madre falsa me ve de arriba abajo, haciéndome sentir
como si fuera una baratija frágil que pudiera ser dañada—. Te ves encantadora.
Besa mis mejillas. Rígidamente, repito sus acciones. No es consciente de mi
incomodidad porque está demasiado ocupada intentando llamar a un camarero.
—¿Te gustaría una copa, querida?
No soy una gran bebedora, pero me encuentro asintiendo y aceptando una
copa. Bebo el champán tan rápido que coloco la copa vacía en la bandeja de plata.
Los ojos de la madre falsa se amplían ligeramente. Étienne frunce el ceño. Si
ellos estuvieran en mi lugar, rodeados por completos extraños, apuesto a que
estarían haciendo lo mismo. Coraje líquido es precisamente lo que necesito. 76
Sonrió en forma de disculpa.
—Lo siento. Estoy sedienta.
—Eso está bien. Por favor, trata de disminuir el ritmo. —Se gira lejos de mí y
dirige su sonrisa encantadora hacia Étienne—. Es maravilloso verte, Étienne.
—El placer es mío, Delia.
Su nombre es Delia. Le queda bien, pero para mí, es simplemente la Falsa
Madre. Nada más, nada menos.
Étienne y la Falsa Madre tienen una educada conversación. Mientras los
escucho, rápidamente me doy cuenta que el hombre bajo y robusto junto a Falsa
Madre es mi Falso Padre. Su nombre es Frederick. Desde su escaso cabello hasta su
ceño permanente, este hombre no se parece en nada a mi verdadero padre.
Estas dos personas son un fraude. Sustitutos. Actores interpretando un papel.
Tal como yo.
Una desconocida aparece y habla con la Falsa Madre. La extraña la llama
señora Quentin.
Delia y Frederick Quentin. Agrego los nombres a la creciente lista de cosas que
no tienen sentido; nunca he escuchado esos nombres antes. Mi apellido es Parow.
Mis padres son Katherine y Daniel.
La desconocida y la Falsa Madre hablan por unos segundos antes que Falsa
Madre me mire.
—¿Dónde están mis modales? Serene, ella es una nueva conocida mía de la que
te he estado hablando. Stella, ella es mi hija.
Stella sonríe, así que le devuelvo la sonrisa. Es instintivo.
—Encantada de conocerte —dice.
—Igualmente —digo. Aunque sale más como una pregunta.
—Serene es un hombre único. —Stella se gira a Falsa Madre—. ¿Es un nombre
de familia?
Abro mi boca, lista para contarle la historia que he escuchado toda mi vida, pero
Falsa Madre me vence.
—Es una historia interesante. Originalmente, Frederick y yo dijimos que si
teníamos una niña su nombre sería Serena. Si teníamos un niño, sería nombrado
Christopher. —La Falsa Madre le sonríe a su esposo afectuosamente—. Pero nuestro
bebé llegó y aquí estaba ella. Nuestra pequeña niña. Le dije al doctor cuál era su
nombre. Aunque ella no me escuchó claramente y escribió Serene. Una vez que lo vi,
supe que no había sido una equivocación. Ese era su nombre.
Todos exclaman “oh” y “ah” y le sonríen a Falsa Madre y a mí.
Pero estoy congelada. Creo que mi corazón dejó de latir por un segundo.
Cada palabra que dijo había salido de la boca de mi madre… un siglo más tarde.
77
Nada de lo que ha ocurrido desde que llegué aquí ha tenido mucho sentido, pero esto
se lleva el premio. Estos padres no son los míos, pero es casi como si el tiempo
hubiera arrancado recuerdos y momentos específicos de mi vida real y los hubiera
enviado a través del tiempo conmigo.
Mis manos tiemblan tanto que tengo que cruzar mis brazos para ocultarlo.
Hace falta que alguien tosa para darme cuenta que todavía estoy mirando fijamente
a Falsa Madre.
Ella sonríe, y por centésima vez, me hacen la pregunta que estoy empezando a
odiar.
—Serene, ¿estás bien?
No, no, no estoy bien. Estoy estremeciéndome hasta la médula.
No digo eso. En cambio, sonrío como una buena y pequeña actriz y digo:
—Estoy bien.
Mi actuación es lo suficientemente convincente porque ella asiente y les sonríe
a las personas que la rodean.
—El almuerzo está casi listo. ¿Nos dirigimos a la mesa?
Sorpresivamente, Étienne me acompaña. Lanza una mirada especulativa a mi
dirección. Duda persistiendo en sus ojos.

Este no es un almuerzo donde las personas se sientan, comen su comida, hablan


un poco, y después se levantan. No, estas personas no juegan cuando se trata del
almuerzo. Hay tantos platos, que perdí la cuenta alrededor del sexto plato de comida
colocada ante mí. Hay ostras, paloma asada, filete mingón, y otros platos que nunca
había visto antes. Todos parecen contentos de tener tantos platos. Probablemente
porque su comida únicamente está frente a ellos por unos buenos cinco minutos
antes que se la lleven.
Los sirvientes se mueven de ida y vuelta entre la casa y la mesa. Estoy tentada
a rogarle a uno de los sirvientes que me deje unírmeles; no pertenezco a esta mesa.
De Nat, aprendo que estas reuniones sociales, o soirées, como ellos le llaman,
tienen muchas actividades: Croquet, partidos de polos, tiro con arco, y la actividad
más popular de todas ellas, la bebida.
Montones y montones de bebida. Si no estuviese tan determinada a fisgonear a
través de la casa de la Falsa Madre y del Falso Padre, podría haber terminado una
botella entera de vino yo sola. En cambio, escucho las insípidas conversaciones que
me hacen querer quedarme dormida justo allí en la mesa. ¿Cómo pueden tolerar esta
farsa? Es como si todos aquí compartieran un secreto interno que no entiendo.
Pero descubrí una cosa importante. Las personas sureñas tienen una forma 78
especial de pronunciar ciertas palabras y dichos. Me toma unos segundos darme
cuenta que la mujer del otro lado de la mesa está llamando al hombre junto a ella
dulzura. Suena como dulzuura.
Unen palabras y estiran las vocales, y todo lo hacen con una sonrisa, lo que te
hace dudar si les agradas o secretamente quieren matarte.
Frente a mí está Étienne. Me da sonrisas evasivas y habla educadamente con
los hombres y mujeres a su alrededor. Asiente como si lo que estuvieran diciendo le
importara. Mientras habla con todos, su mirada siempre encuentra su camino de
regreso a mí.
A unas cuantas sillas de distancia, dos hombres están hablando que después
del almuerzo, participarán en un juego de tiro con arco. ¿Qué pasa con las mujeres?
Quiero preguntar, pero no quiero sentir a todos mirándome como si me hubieran
crecido tres cabezas. Además, ya sé la respuesta: Las mujeres probablemente se
sentarán y observarán el partido y suavemente hablaran la una con la otra, en este
punto, no me importa. Solo quiero alejarme de esta mesa porque Johnathan sigue
mirándome fijamente.
El factor espeluznante para este tipo está en un diez. Me muevo en mi asiento,
sutilmente desviando la mirada de Johnathan, pero todavía siento su mirada en mí.
No puedo soportar otro segundo de esto. Estoy frustrada, y mi trasero está
entumecido de estar sentada en esta incómoda silla. Necesito entrar a la casa
directamente frente a mí para ver si puedo encontrar algo que pueda regresarme a
mi época.
Abruptamente, me pongo de pie, haciendo que las cabezas se levanten.
Incluyendo la de Étienne. Apenas levanta su cabeza en mi dirección, pero siento que
esos ojos entrecerrados me siguen mientras camino hacia la Falsa Madre.
Me inclino hasta que nuestros rostros están nivelados y digo otra mentira.
—Necesito usar el baño.
Las conversaciones se detienen repentinamente cuando todos me miran. Nat
tose en su mano, y Étienne toma un largo trago de su bebida.
Las mejillas de la Falsa Madre se vuelven rosas, pero sonríe y da unos golpecitos
en mi mano.
—Por supuesto, querida.
¿Otro faux pas de mi parte? Más que probable. Pero no sé cómo llaman al baño
en esta época o cómo anuncian que tienen que ir. Era hacer eso o simplemente
levantarme de la mesa y alejarme. Eso parece mucho más grosero.
Con mi cabeza en alto, camino hacia la escalera trasera, sintiendo un par de
ojos perforando mi espalda. Lucho contra el impulso de aligerar mi paso; tengo que
verme como si supiera a dónde voy. En realidad, no tengo idea por cuál puerta entrar.
Primero, probaré las puertas francesas directamente frente a mí, y si esas están
bloqueadas, buscaré una segunda manera de entrar. Una pequeña parte desea estar
de vuelta en Belgrave. Ridículo. En el poco tiempo que he estado aquí, he llegado a
pensar en esa casa como una zona segura.
79
El pomo gira fácilmente, y me deslizo dentro. Desde los muebles de mimbre
cubiertos de zaraza y helechos en macetas, me doy cuenta que este es el solario. Otro
par de puertas enfrente de mí me llevan al resto de la casa. Mis pasos resuenan a
través del estrecho pasillo.
Esta casa es hermosa y decorada con buen gusto, pero no tiene la grandiosidad
de Belgrave y menos habitaciones que pasar. Si mi padre estuviera aquí, diría que
estoy al final de la era de la opulencia. Si él estuviera aquí, examinaría todo con
asombro, tomando notas furiosamente e intentando con todas sus fuerzas asimilar
todo.
Encuentro la biblioteca instantáneamente. Es parecida a la biblioteca Lacroix
de una manera: Ambos espacios son bien utilizados. Los estantes no están
perfectamente apilados con libros. El sofá junto a la ventana está muy gastado, los
cojines están llenos de grumos en algunas áreas. Una manta ha sido colocada sobre
un lado del sofá, pero es solo para ocultar una rasgadura en el cojín. Puedo ver el
material esponjoso que amenaza con derramarse.
Camino por los estantes. Algunos libros están ocultos por marcos de fotografías
de la Falsa Madre y del Falso Padre y una variedad de personas que nunca he visto
antes. Aun así, miro con atención cada una; tal vez pueda ver a un pariente cercano
o alguien a quien reconozca. Cualquier cosa.
Una foto me hace detenerme y mirarla fijamente. Somos Étienne y yo el día de
nuestra boda. Estamos de pie frente a un edificio de ladrillos. Étienne está usando
un esmoquin. Aunque tiene mi mano entre la suya, hay una distancia razonable entre
nosotros. Se ve miserable. Yo estoy usando un vestido blanco de encaje y un velo
catedral de borde festoneado. Me veo miserable
Esto no tiene sentido. Incluso si intentara darle sentido a toda esta situación,
me sentiría tan abrumada y frustrada que me daría por vencida. No, en este punto,
es mejor dejar de lado todo lo que me inquieta y concentrarme en una cosa: Volver a
casa.
En el otro lado de la habitación está un secreter flanqueado por dos estanterías.
Gentilmente bajo el panel con bisagras, solo para revelar una red de estantes y
pequeños cajones. Reviso los compartimentos y encuentro una variedad de artículos:
Recibos, papeles en blanco, utensilios de escritura. Hay unas cuantas cartas escritas
para Delia por alguien llamada Alma. Ese nombre no me suena familiar, así que
continúo mi búsqueda.
No hay nada aquí. Nada de uso para mí, al menos.
—¿Por qué es tan difícil tenerte a solas? —dice una voz detrás de mí.
Me doy vuelta, y mi estómago se hunde. Johnathan está de pie en la puerta.
Reprimo un gemido y miro el escritorio con anhelo. No puedo revisarlo con él aquí,
y a juzgar por el brillo en sus ojos, no se irá pronto.
—¿Por qué siento como si estoy en una película verdaderamente mala de
Lifetime? —murmuro.
—¿Qué fue eso?
—Nada. —Lo enfrento—. ¿Qué quieres?
80
La primera vez que conocí a Johnathan, apenas fue tolerable. Ahora está siendo
molesto. Es como una mosca que continúas espantando, pero sigue regresando.
—No nos hemos visto mucho —dice.
Todo sobre mi lenguaje corporal grita “retrocede”. Johnathan debe saberlo, sin
embargo, entra más a la habitación, directamente hacia mí.
—Créeme, hay una razón por la que no nos vemos —comento.
Su arrogante sonrisa nunca vacila.
—¿Hice algo para ofenderte?
Le doy una sonrisa demasiado dulce.
—No. Es solo que no me agradas. Ahora si me disculpas, debería volver afuera.
Doy un paso hacia la izquierda, tratando de alejarme lo más posible de él, pero
esta no es una gran habitación. Todavía tengo que pasar a su lado para ir hacia la
puerta. Estoy a solo unos pasos de la libertad cuando agarra mi brazo, me devuelve
a la habitación, y me estrella contra la pared. Dolor reverbera a través de cráneo.
Un velo rojo de furia cubre mis ojos. Mi corazón palpita al unísono con el único
pensamiento que resuena en mi mente: Golpéalo violentamente. Una vez que pueda
quitarme sus manos de encima, por supuesto.
Hasta entonces permanezco perfectamente quieta. Tenemos la misma altura, y
no quiero mirarlo a los ojos. No quiero darle la satisfacción. Desafiantemente, miro
al otro lado de la habitación.
Johnathan está tan cerca que puedo oler el alcohol en su aliento.
—Serene, no vas a ir a ningún lado.
Si soy honesta, estoy un poco asustada. Pero la adrenalina corriendo es
todopoderosa y se niega a dejar que el miedo me apodere.
—¿Qué ha sido de ti últimamente? —pregunta bruscamente—. No he escuchado
ni una palabra de ti en días.
—Toma la señal.
—No.
Respiro profundo.
—Mira, cambié de parecer. Tengo muchas cosas sucediendo. Probablemente
sea mejor si no nos vemos. Nunca más.
Johnathan se paraliza en su lugar. No me suelta. Sus cejas se fruncen mientras
absorbe mis palabras. No está acostumbrado a ser rechazado.
Cuando se inclina más cerca, mi pánico crece.
—Necesitas dejarme ir.
—No. —Aprieta su agarre hasta que sus dedos se clavan en mi piel, y se necesita
todo de mí para no hacer una mueca de dolor. Eso es lo que él quiere, que reaccione.
Quiere verme en dolor.
—Su.él.ta.me.
81
Se inclina más cerca.
—¿O harás qué? —Sus labios se transforman en una sonrisa engreída.
Estamos solos, y está contando con que forcejeé contra él para finalmente
salirse con la suya. Es el tipo de hombre que odio. El tipo que me hace sentir
asqueada.
Sí, es un arrogante, pero también es muy, muy estúpido; me ha subestimado.
No tiene idea que tengo dos hermanos que me enseñaron cómo defenderme.
Manosea mi cuerpo, y mis uñas arañan su cara y cada pedazo de piel disponible.
Saco sangre de su cuello, pero lo mantengo alejado con una fuerza que no sabía que
tenía.
Golpeo con fuerza la palma de mi mano contra la cima de su nariz. Retrocede y
agarra su nariz con ambas manos. Sangre gotea entre sus dedos, pero no hay tiempo
de saborear el momento. Recuerdo el consejo de mi hermano Ian, de hace varios
años, que, si alguna estuviera en una situación peligrosa con un chico, debería
golpearlo en la ingle lo mejor que pudiera.
La guardia de Johnathan está baja, y uso eso a mi ventaja para colocar mi
rodilla entre sus piernas y empujarla tan fuerte como puedo. Segundos después,
colapsa. Jadeando, miro su cuerpo inerte en asombro. Sus manos abandonan su
nariz y ahora están entre sus piernas. Está haciendo ruidos que generalmente me
hacen sentir compasión. En cambio, un sorprendente estallido de risa escapa de mis
labios porque no puedo creer que lo haya hecho.
Mis músculos están tensos, esperando que se levante e intente algo más, pero
permanece en el suelo, ojos cerrados y una expresión de agonía en su rostro.
Murmura una maldición y gime que nunca va a ser capaz de caminar de nuevo. Eso
es una exageración; podría estar fuera de combate, pero estará bien.
—Iba a ver si necesitabas ayuda, pero está claro que no.
Mi cabeza se levanta, y veo a Étienne apoyado contra la puerta abierta. Sus
manos están metidas en sus bolsillos. Se ve como un hombre de ocio, pero sus ojos
están entrecerrados hacia Johnathan y su cuerpo está rígido. Se ve como si estuviera
a segundos de saltar encima de Johnathan y darle una paliza.
—¿Cuánto tiempo has estado allí?
—El tiempo suficiente para verte lanzar un golpe que, como un hombre, me
hace encoger.
—Él estaba…
Los ojos de Étienne se oscurecen.
—Vi todo.
Alejándose de la puerta, se acerca. Una vez que alcanza a Johnathan, lo mira
como si fuera un insecto debajo de un microscopio. Étienne usa la punta de su bota
para empujarlo. Johnathan gime e intenta enterrar su cabeza en la alfombra.
No hay una onza de simpatía en el rostro de Étienne. Aunque, no está furioso.
En cambio, está increíblemente calmado. Lo cual es casi más aterrador que verlo 82
enojado.
Sus ojos verdes encuentran los míos.
—¿Segura que estás bien?
Asiento.
Me mira por un segundo más antes de apartar la mirada.
La última cosa que quiero es pasar otro segundo en esta habitación.
—Acompáñame de vuelta. Los esposos todavía hacen eso, ¿cierto?
Sin decir palabra, Étienne me ofrece su brazo.
Antes de aceptar, me arrodillo junto a Johnathan.
—No voy a fingir que entiendo, pero escuché que es increíblemente doloroso
ser golpeado en las joyas de la familia, así que asiente una vez si puedes escucharme.
—Mantengo mi voz calmada, como si estuviera hablando sobre el clima.
Asiente una vez.
—Bien. Si alguna vez me vuelves a tocar, me hablas de nuevo, o incluso me
miras, te destriparé como a un ciervo. ¿Está claro?
Johnathan, quien todavía está agarrando su entrepierna, gime algo inteligible.
Voy a asumir que es un acuerdo.
Sonrío y me pongo de pie.
—Excelente. Tenemos un acuerdo.
Étienne continúa mirando entre Johnathan y yo con completa incredulidad. Es
la primera vez que lo he visto parecer estupefacto.
—Es un asqueroso —le digo mientras envuelvo mi mano en la curva de su
brazo—. No quiero volver a verlo.
—Hago negocios con él —comenta Étienne mientras salimos de la habitación.
—Después de lo que acabas de ver, ¿seguirás haciendo negocios con él?
Hace una pausa y me mira.
—No lo creo.
—Bien.
Algo pasa entre nosotros. Ciertamente no es compresión o respeto, pero es
jodidamente bastante cercano. Y lo tomaré, porque odiar a Étienne es mucho más
agotador de lo que esperaba.
Caminamos por el pasillo, hacia el patio. Los dos callados.
—Tengo que saber una cosa —dice.
—¿Qué?
Étienne baja la voz.
—¿De verdad sabes cómo destripar un ciervo? 83
—No, pero si realmente soy tu esposa, deberías saber eso… ¿cierto?
Él nunca me responde.
Esa maestra estaba en lo cierto, no era creíble como actriz. Pero en este
momento, eso podría ser lo que funcionara a mi favor.
—¡S
erene! ¡Serene! Despierta.
Abro un ojo y veo a Nat que se cierne sobre mí.
Aparto mi cabello enmarañado de mi rostro para poder
verla mejor.
—¿Qué? —digo atontada.
Se necesitan algunos parpadeos para lograr que Nat se ponga en foco. Parece
aterrorizada. Apoyándome en mi codo, miro alrededor de mi habitación. Las
doncellas se están moviendo, con los labios tensos. Sus ojos comparten el mismo
pánico que Nat.
Fuera de mi puerta hay voces y pasos amortiguados. Viaje en el tiempo o no, no
se necesita un genio para saber que algo está mal.
—Es definitivamente devastador —susurra Nat—. ¿Cómo pudo pasar esto?
Me siento en la cama.
—¿De qué estás hablando?
Nat se limpia las lágrimas de las mejillas y se pasea. 84
—No puedo creerlo —murmura tan quedo que apenas puedo oír.
Intento llamar la atención de una de las doncellas, con la esperanza de que
puedan ponerme al tanto, pero no me miran.
—¿De qué estás hablando?
Una doncella de aspecto sombrío le da un periódico a Nat. Nat entonces me lo
da. Leo el titular. Mi corazón chisporrotea, luego se detiene antes que empiece a latir
rápidamente.
TITANIC RESCATADO POR CARPATÍA. TODOS LOS PASAJEROS ESTÁN A
SALVO.
Al principio, creo que estoy leyendo el titular mal. Mi mirada nunca deja el
periódico. Sigo esperando que las letras se muevan. Mi mente me dice que no puede
ser. El hundimiento del Titanic fue hace más de cien años. Es historia.
Pero la realidad me golpea y me doy cuenta que estoy viviendo la historia.
Acercando el rostro al papel, leo y vuelvo a leer la primera oración del artículo.
Hacia el final, leo que el Titanic está siendo remolcado por el SS Virginian.
Bajo el papel, sabiendo que los informes que el barco y los pasajeros están a
salvo eran erróneos. No será hasta más tarde que la gente descubra que el Titanic se
perdió en el mar.
No aprendí todo sobre el Titanic por diversión. Mi padre es un amante de toda
la historia, pero nada le fascinó más que el Titanic. Cuando era niño, hizo que mis
hermanos y yo viéramos todos los documentales sobre el barco. Tiene un estante
completo dedicado a libros escritos sobre el Titanic. Me arrastró al museo Titanic en
Branson, Missouri, y al de Buena Park, California. Con el tiempo, comencé a
encontrarlo fascinante y lo escuchaba citar los hechos sobre el trágico hundimiento.
Nat me mira con una expresión torturada.
—¿Puedes imaginar lo que han pasado esos pobres?
¿Cómo puedo decirle la verdad? ¿Cómo puedo decirle que este periódico está
equivocado y que se perderán más vidas que las salvadas? La respuesta es simple, no
puedo.
—Estoy tan aliviada de que estén bien —comenta.
Aunque sé que Nat inevitablemente descubrirá las noticias, no quiero ser yo
quien se lo haga saber.
—¿Conocías a alguien a bordo? —pregunto.
Asiente rápidamente.
—Unos pocos. Étienne es amigo de John Jacob Astor.
Entonces veo una oportunidad, una forma de demostrarle a Étienne que soy
quien digo que soy. Por primera vez en mi vida, estoy agradecida por la extraña
obsesión de mi padre. Puede que no quiera decirle a Nat el resultado de este desastre, 85
pero con Étienne, esto podría ser lo que me salve.
—¿Lo sabe Étienne? —pregunto en voz firme, tratando de mantener la calma.
—No lo creo. La única razón por la que sé es porque escuché a las criadas hablar
sobre eso. —Retuerce sus manos—. Lo leerá bastante pronto, estoy segura.
Eso es todo lo que necesito escuchar. Sin decir una palabra, salto de la cama y
salgo corriendo de mi habitación, con el periódico en mis manos.
—¿A dónde vas? —grita Nat.
No respondo porque sé que solo tengo unos minutos para interceptar a Étienne.
Sosteniéndome de la barandilla, vuelo por la escalera. Giro bruscamente a la
izquierda antes de apresurarme hacia otro largo pasillo. Para cuando entro en el
comedor, casi me falta el aliento. Con mis manos apoyadas sobre mis rodillas, respiro
profundamente y miro hacia la longitud extendida de la mesa. Mi corazón se hunde
cuando veo que Étienne ya está sentado, su plato lleno de comida. Un periódico está
extendido frente a él.
Su taza de café está a medio camino de su boca cuando levanta la cabeza y me
ve de pie allí. La mirada que me da está llena de reproche.
—¿Por qué sigues caminando por la casa sin casi nada?
La ropa es la menor de mis preocupaciones. Ignorando la pregunta, camino
directamente hacia él.
—El Titanic se hundió.
—No, no lo hizo. ¿Has leído los titulares?
—Sí. Pero el periódico está equivocado. —Arranco el periódico de la mesa y lo
arrojo al suelo. La sorpresa se registra en esos ojos astutos, y antes que pueda decir
una palabra, hablo—. El Titanic golpeó un glaciar a las 11:40 p.m. anoche. Se les
advirtió que fueran despacio, pero se teorizó que el capitán quería establecer un
récord. A las 2:20 a.m. el barco se separó y se hundió. Lo que se consideró el barco
más seguro del mundo terminó por no tener suficientes botes salvavidas.
—Qué estás…
—Esto se convertirá en una de las mayores tragedias del siglo. Y uno de los
accidentes más letales en tiempos de paz en la historia. Había aproximadamente
1,317 a bordo, y eso no incluye al equipo. Setecientos diez personas sobrevivieron.
Cerca de mil quinientas personas murieron.
Por ahora, las palmas de Étienne están colocadas sobre la mesa mientras me
mira.
—El RMS Carpathia responderá a las llamadas de socorro y rescatará a los
sobrevivientes. El barco llegará a Nueva York el 18 de abril. Miles de personas
estarán esperando la llegada del barco. Más tarde hoy, se confirmará la verdad sobre
lo sucedido.
—Te has vuelto loca. —Su mirada se oscurece con cada palabra que sale de su
boca. Pero debajo de sus duras palabras, puedo sentir la ondulación de su duda. No
quiere creerme. No quiere escucharme. Pero le guste o no, tengo su atención.
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No puedo parar ahora. Tengo que hacer que me crea.
—Nat me dijo que tu amigo John Jacob Astor y su esposa, Madeline, estaban
en el Titanic.
El rostro de Étienne pierde un poco de color. Sus labios se fruncen en una línea
plana, y esa es toda la confirmación que necesito.
—Ella es una de las sobrevivientes. Encontrarán el cuerpo de John el 22 de
abril. En cuatro meses, Madeline dará a luz a su hijo. Lo nombrará como su padre, y
su apodo será Jakey. Puedes seguir leyendo el periódico al revés. La información que
te dije aún no se conoce. Los detalles que se publicarán en los próximos días serán la
cantidad de sobrevivientes y el recuento de cuerpos de las búsquedas múltiples. —
Respiro hondo—. ¿Me crees ahora?
Hay una grieta en su armadura. Cada vez que he tratado de hablar con él, me
despide rápidamente. Pero lo tengo impactado, y los dos lo sabemos.
Traga con fuerza y me mira con cautela.
—¿Cómo lo supiste?
Me inclino, nuestros rostros a centímetros de distancia.
—¿Cómo crees que sé todo eso?
Las fosas de la nariz de Étienne se dilatan y se levanta. Doy un paso atrás
cuando Étienne arroja su servilleta sobre la mesa.
—Tengo que ir a trabajar.
Sale de la habitación, pero no me rendiré.
—¿Todavía no me crees? —le grito a su espalda—. ¿Cómo puedes no creerme
después de lo que dije?
Étienne me ignora.
—Dime —le digo con determinación—. Dime qué puedo hacer para que me
creas. —Mi voz adquiere un tono suplicante porque este es mi último intento. Si algo
lo va a llevar a mi lado, será esto.
Bruscamente, se da vuelta y se enfrenta a mí.
—No hay nada que puedas hacer.
Tiene que haber algo, cualquier cosa, que despierte su atención. Avanzo, una
sensación de desesperación se eleva. Y las palabras brotan de mi boca.
—En 1985, descubrirán los restos del Titanic. ¿Pero estos hechos no son
suficientes? ¿Debo darte más sobre lo que está por venir?
Me mira.
—En la década de 1930 habrá una Gran Depresión. Si tienes acciones en el
mercado, tendría cuidado si fuera tú.
—¿Qué estás haciendo?
—En 1914, la Primera Guerra Mundial comenzará. Terminará en 1918. Se
considera una de las guerras más grandes de la historia. No puedo olvidar la Segunda
87
Guerra Mundial. Comenzará a finales de los años treinta. —Étienne retrocede y yo
avanzo. Tengo un poder que proviene de mis palabras, y hace que mi voz sea segura
y fuerte—. La tecnología avanzará. Las mujeres obtendrán el derecho al voto. Todo
lo que sabes cambiará y…
—¡Alto, Serene!
—¡No puedo parar! ¿No puedes verlo? No puedo parar hasta que me creas.
Étienne me mira, y no veo la rabia y el disgusto que alguna vez hubo allí antes.
Veo miedo y malestar. Esas son dos emociones con las que me puedo identificar;
fueron todo lo que sentí cuando llegué aquí por primera vez.
—¿Qué se te ha metido? —exige.
Mis palabras me han puesto en un precipicio. Si persisto, Étienne me empujará
y estaré acabada para siempre. Si persisto, finalmente me creerá, y tendré a alguien
de mi lado. Sé lo que tengo que hacer, pero no lo hace menos aterrador.
—No es lo que se me ha metido y más bien lo que me ha pasado. He intentado
decírtelo todo el tiempo, ¡pero no escuchas!
Étienne cierra los ojos y se frota el puente de la nariz.
—Es muy temprano para hacer esto.
—¿Para qué? ¿Decir la verdad?
—Lo que está sucediendo con el Titanic acaba de ocurrir.
—Exactamente. ¿Por qué iba a inventar todo esto? —grito.
En ese momento, aparece una doncella en el vestíbulo. Mira entre Étienne y yo
y se apresura a subir las escaleras.
—Baja la voz —dice Étienne con los dientes apretados.
—Lo haré si paras y procesas mis palabras. En el fondo, sabes que tengo razón.
Étienne me mira con una expresión ilegible. Pero no se está yendo, y eso tiene
que contar para algo.
Estamos de pie frente a la puerta de la sala de recepción. Por el rabillo del ojo,
veo un marco dorado que brilla en la luz. Camino hacia el aparador y recojo el marco.
¿Quién tiene un autorretrato de sí mismo? La antigua Serene al parecer. Puedo
imaginarme a la mujer audaz y narcisista que aparece en la fotografía deteniéndose
de vez en cuando frente a esta fotografía y admirando su belleza. Tenemos el mismo
rostro, pero no me reconozco en esos ojos verdes. No me veo.
—No sé quién es esta mujer —confieso, mi voz hueca—. Tenemos el mismo
cuerpo y nombre, pero todo termina allí. No te llevas bien con ella, y puedes odiarla.
Puedo ver en tus ojos que lo haces, pero no sé nada de lo que ha hecho porque no soy
ella.
Su boca se abre, pero rápidamente hablo porque sé que quiere creerme.
—Sabes que tengo razón, Étienne —le susurro—. Tú lo sabes.
Miro la foto por unos segundos más, sintiendo una sensación tan enorme de
resentimiento por ser puesta en esta situación jodida. Lanzo la imagen al otro lado
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de la habitación. El marco golpea la pared y el vidrio se rompe en millones de
pedazos.
Étienne se queda mirando la imagen y a mí.
Me desplomo en el piso. Mi espalda descansa contra la pared.
—No me importa lo que hagas. No me importa lo que me digas. Todo lo que
quiero es que me creas.
Se acerca, el vidrio crujiendo bajo sus zapatos, y se arrodilla frente a mí.
—¿Cómo puedo creerte? ¿Cómo? Todo lo que dices es… es…
—Loco. Ridículo. Imposible. Sé que lo es. Lo entiendo. Pero te digo que esto
sucedió. Yo viajé en el tiempo.
Étienne mira hacia otro lado, con la mandíbula apretada. Mira la imagen al otro
lado de la habitación. Trozos del cristal mellaron la imagen en numerosos puntos,
estropeando el rostro de su esposa. Mi rostro.
El tiempo pasa. Me siento allí, suplicando con mis ojos que ignore la lógica y
confíe en todo lo que le he contado.
Étienne levanta la cabeza y asiente de forma cortante.
Solo llevo aquí unos días, pero ya sé que Étienne es un hombre orgulloso. Nunca
en un millón de años dirá que me cree. Ese asentimiento es todo lo que obtendré.
El alivio que siento es indescriptible. Finalmente, todo ha sido validado y tiene
mérito.
Por primera vez en semanas, siento que algo florece dentro de mí. Es muy
pronto para tratar de decir lo que es. Quizás es esperanza. O felicidad. Quizás son las
dos cosas. De cualquier manera, doy la bienvenida a la sensación. Se sienta a mi lado,
sus brazos descansando sobre sus rodillas.
—Me crees —le susurro. Más para mí.
Étienne niega con incredulidad.
—Probablemente no debería, pero lo hago. Lo que dijiste es imposible de
ignorar, y tu comportamiento en los últimos días ha sido… diferente. O eres la
mentirosa más grande del mundo, o de hecho viajaste en el tiempo.
—Te prometo que no estoy mintiendo.
—Sé que no lo haces.
Sin energías, miro las motas de polvo que bailan en el aire, a centímetros de mi
rostro.
—¿Cuál es tu verdadero nombre? —pregunta.
—Serene.
—Ya sé eso. Pero, ¿cuál es tu verdadero nombre?
—Serene Parow.
Arquea una ceja.
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—¿Es ese tu apellido de soltera?
—Es Quentin.
Tiene sentido, teniendo en cuenta que es el apellido de mamá falsa y papá.
Su cabeza se apoya contra la pared.
—¿Cuándo es tu fecha de nacimiento?
—6 de abril de 1988.
Nos sentamos allí en silencio, con solo el tictac del reloj del abuelo.
—Mierda —murmura.
—¿Compartimos el mismo cumpleaños?
—No. El tuyo… —Se tropieza con sus palabras—. Quiero decir, su nacimiento es
el 9 de septiembre de 1883.
—No tiene sentido. —Siento la mirada de Étienne sobre mí—. Últimamente, he
estado tratando de reconstruir los eventos que han sucedido, y nada se conecta. —
Giro para enfrentarlo—. Sus padres no son míos. Ni siquiera comparten los mismos
nombres. Tengo dos hermanos, pero no están aquí. ¿Verdad?
Étienne niega.
—Fui arrancada de la vida como la conocí y dejada en este mundo. Tu mundo.
No quiero estar aquí. Tengo que irme a casa. —Arrastro los diez dedos por mi cabello
y lucho contra el impulso de gritar—. No entiendo por qué sucede esto, pero sea cual
sea el motivo, sé que te involucra. Soñé contigo. Estabas sangrando y maltratado,
acostado en mi regazo. Necesitabas mi ayuda. Al día siguiente en el trabajo, encontré
una foto tuya frente a Belgrave. Con otros tres hombres. Livingston era uno de ellos.
Y luego llegué aquí como tu esposa. Hay una razón por la que estoy aquí, y sé que te
involucra.
Por primera vez desde que llegué, lo miro con sinceridad. Dejo que mi miedo y
ansiedad se muestren, y se siente malditamente bien.
De la nada, Étienne se pone de pie.
—Tengo que irme. —Avanza hacia la puerta como si el diablo le pisara los
talones.
Corro detrás de él y le cierro el paso.
—Quédate. Necesitamos hablar sobre esto. Necesito…
Sus manos aterrizan en mis antebrazos, bloqueándome en el lugar. No me mira
con resentimiento acumulado. Está mirando con absoluta desesperación, como si el
peso del mundo estuviera sobre sus hombros.
—Dame un momento para procesar esto, ¿de acuerdo? ¿Puedes hacer eso?
Sabía que esto sería mucho para asimilar. Demonios, incluso estoy tratando de
entenderlo. Asiento.
—¿Cuándo podemos hablar?
—Mañana. 90
Después de unos segundos, sus manos se alejan. Me aparto y lo dejo pasar.
Étienne se relaja visiblemente, como si no quisiera nada más que alejarse lo más
posible de mí.
Antes que abandone la habitación, me mira por encima del hombro. Esos
penetrantes ojos verdes me rasgan de la cabeza a los pies, y por el segundo más leve,
su máscara de indiferencia se escapa y veo el más mínimo instinto de interés y algo
más. Pero se ha ido antes que pueda nombrarlo.
—Mañana empezaremos a buscar una manera de llevarte a casa.
Le creo; es justo que le devuelva el favor.
—D
eja de mirarme —digo por el rabillo de mi boca.
Ya es suficientemente malo que cada cabeza se de
vuelta mientras camino por la calle con Étienne. Tal vez
estoy paranoica, pero juro que cada persona que pasa por
allí sabe que soy una versión fraudulenta de la Serene que
ellos conocen. Somos idénticas en todo el sentido de la palabra. Demonios, incluso
estoy usando su ropa. Miro el vestido. Este tiene un diseño de palmito en rojo oscuro
y negro con un dobladillo escalonado en el mismo diseño. Respirar es fácil, pero eso
es porque no llevo uno de esos estúpidos corsés. Quizás debería haberlo pensado;
hay más flujo de sangre yendo a mi cerebro, haciéndome sentir paranoica.
¿Hay una flecha ancha y parpadeante sobre mi cabeza? ¿O tal vez es mi lenguaje
corporal? No lo sé.
—Perdóname, todavía estoy sorprendido —responde Étienne, alejando su
atención de niño pequeño.
—Tienes preguntas —le digo rotundamente.
—Si los roles se invirtieran, ¿qué harías? 91
Lo miro por el rabillo del ojo.
—Estaría exigiendo respuestas a las miles de preguntas que pasan por mi
cabeza.
—Exactamente.
—Entonces pregunta —digo lentamente—. Pero no mires. La gente que nos
rodea está haciendo suficiente de eso.
—Déjame decirte un hecho bien conocido sobre ti, señora Lacroix. Tú y yo casi
nunca somos vistos juntos en público, y en los momentos en que lo estamos, apenas
nos miramos.
—¿Debería alejarte de mí y decirte que te odio? —pregunto inocentemente.
Resopla, y sin dejar de mirar al frente, la más pequeña de las sonrisas adorna
su rostro.
—Podría hacerme sentir mejor.
Un latido de silencio pasa.
—Tengo una pregunta.
Étienne levanta una ceja.
—¿Cuándo fue la última vez que te vieron con... ella?
Él se queda en silencio por unos segundos.
—¿Hace dos meses?
—Dios. ¿Por qué están casados? —digo, antes de poder pensar dos veces. Casi
de inmediato, quiero recuperar las palabras, pero no es como si a Étienne le
importara.
Sigue estando estoico como siempre y se encoge de hombros.
—Me pregunto eso todos los días.
Sus palabras provocan una serie de preguntas nuevas. Tengo que recordarme
que necesito controlar mi ritmo y no preguntar todo de una vez.
—Además, puede ser beneficioso para ti saber que la gente puede estar mirando
porque estás caminando en la calle a la mitad del día.
Mi cabeza se mueve en su dirección.
—¿Tu esposa se rompió una de sus piernas o algo?
Étienne ríe a carcajada. Es lo suficientemente fuerte como para ganar las
miradas de las personas que pasan junto a nosotros y lo suficientemente poderosas
como para hacer que mi corazón se acelere. Dios, cuando sonríe, es otra cosa.
—No, para nada —contesta eventualmente—. La gente rica no camina a menos
que sea necesario. Toman autos, caballos o buggy. De hecho, ¿ves el cochecito al otro
lado de la calle?
Volteo y veo un cochecito con una cara pálida mirando por la ventana trasera.
Después de que la mujer dentro me ve mirándola, se aleja de la ventana. 92
—¿Sí?
—Esa es Lailah, una de tus mejores amigas. Probablemente piense que estás
gravemente enferma y no tienes idea de lo que estás haciendo en este momento,
caminando por la calle. Estoy seguro de que llamará a la casa para ver si estás bien.
—No puedo esperar —digo, inexpresiva.
Étienne me mira con el ceño fruncido, como si fuera un rompecabezas que está
armando laboriosamente y parece que no puede encontrar todas las piezas. Me
aclaro la garganta y miro hacia otro lado. La forma en que me está mirando es
desconcertante.
Los dos nos callamos de nuevo. Bien por mí; mis ojos se sienten atraídos por la
ventana que veo a mi derecha. Aminoro la velocidad y miro cómo dos mujeres entran
a la tienda general. Hay carteles escritos a mano en la ventana, y me detengo lo
suficiente para leerlos. ¿El café cuesta solo quince centavos de libra, y los huevos?
Son catorce centavos por una docena. Otro signo anuncia una nueva pasta de dientes.
El signo más destacado es Coca-Cola que dice: “Alivia la fatiga. Beba Coca-Cola”. En
una fuente más pequeña debajo, dice que se vende en todas partes por solo cinco
centavos.
Cubriendo mis ojos con las manos, presiono mi frente contra el cristal de la
ventana y miro adentro. No puedo ayudarme. Una gran parte de mí quiere entrar,
pero si lo hiciera, no estaría contenta hasta que haya mirado cada artículo. Esta es la
segunda mejor cosa.
—¿Serene? ¿Vienes?
Me volteo y veo a Étienne esperando impacientemente unos pasos más
adelante. A regañadientes, aparto la vista de la pantalla y camino hacia él.
—¿Qué era tan fascinante?
—Estaba mirando la pantalla.
—¿No tienes Coca-Cola en tu tiempo? —pregunta.
—Oh, sí. Solo que no por cinco centavos.
—¿Cuánto cuesta?
Mis ojos se deslizan hacia Étienne; me mira con abierta curiosidad.
—No sé cuánto cuesta una sola botella —confieso—. Suelo comprar un paquete
de doce, ¿y eso es alrededor de cuatro dólares?
Por una vez, es el turno de Étienne de parecer sorprendido. Sonrío porque
reconozco el hambre en sus ojos. Él tiene miles de preguntas que demandan
respuestas.
Abre la boca y mira distraídamente dos veces a su izquierda y se detiene
bruscamente y hace un gesto hacia la puerta junto a él.
—Aquí estamos.
Nos detenemos frente a una puerta con vidrio texturizado. En relieve en la gran
ventana impecable, están las palabras Corporación E.A.L.
93
—Obviamente recuerdas dónde trabajo desde la última vez que estuviste aquí
—comenta secamente.
Asiento.
—¿Pensé que tu familia era dueña de una compañía naviera?
—Lo son. Livingston trabaja en la oficina principal cerca de los muelles. Creé
mi propia empresa hace tres años estrictamente para inversiones y proyectos
inmobiliarios.
—¿Eres bueno en lo que haces? —desafío.
¿Sería típicamente así de franca? No. Pero las cosas entre Étienne y yo no
cambiaron de la noche a la mañana. Veo la desconfianza en sus ojos. Cuando él me
mira, todavía ve a su perra esposa. Y está bien, porque tengo un novio en casa,
esperándome. Ser educado es un pretexto que ninguno de nosotros quiere usar en
este momento. Decir precisamente lo que tengo en mente es un poco liberador.
—Me gusta pensar que tengo un poco de éxito en la inversión.
Entrecierro mis ojos hacia él. Está siendo modesto, y no sé por qué.
Étienne va a abrir la puerta. Pongo mi mano sobre su brazo, deteniéndolo en
seco. Mira mi mano, luego mi cara con curiosidad.
—Antes de entrar, quería hablar contigo sobre algo. —No dice nada, solo me
mira con esos ojos astutos. Respiro profundamente y dejo caer mi mano a mi lado—
. No puedo ser como ella todo el tiempo.
—¿Cómo es eso?
—Oh, vamos, no estás ciego. ¡Viste cómo la gente nos miraba! Es obvio que
ustedes no pueden soportar verse el uno al otro.
De mala gana dice:
—Sí.
—Sé que probablemente sea mejor para mí mantener las apariencias, pero no
tengo ningún deseo de salir de mi camino para ser una perra. Espero que eso
signifique que no serás un gran idiota conmigo.
—Más perra... ¿alguien te ha dicho que tienes una manera increíble con las
palabras?
—Lo digo en serio.
Sus ojos se arrastran de mi cabeza a mis pies con ese estilo despiadado y feroz
que tiene.
—Comprendes que una decisión como esa hará que la gente hable. Algunos
podrían pensar que estamos... felices.
—Déjalos hablar. —Me encojo de hombros—. Quiero ir a casa. Y sé que eres la
clave. Considérame tu nueva sombra. Donde vayas, yo también.
Étienne me mira por un momento más antes de asentir.
—Muy bien. Seremos amables el uno con el otro de aquí en adelante. 94
Levanto mi mano.
—Vamos a sacudirlas.
Él mira mi mano con cautela antes de que su mano se curvee alrededor de la
mía.
Sería un cliché decir que en el momento en que nuestras manos se conectaron,
me quedé congelada en su lugar o una conmoción de conciencia se apresuró a través
de mí. Pero algo sucedió y no fue ninguna de esas cosas. Comenzó con un pequeño
giro en mi intestino que viajó por mi cuerpo, rozó los delicados bordes de mi corazón
antes de que se apoderara de todo. La sensación surgió de la nada. Miro nuestras
manos conectadas. La suya es grande y callosa, tragándose la mía entera. Tan alta
como soy, delicada no es exactamente la primera palabra que utilizaría para
describirme, pero así es como me siento ahora. Retiro mi mano.
La cara dura e inflexible de Étienne hace que sea imposible saber si se sintió de
la misma manera. Se aclara la garganta y sin decir palabra mantiene la puerta abierta
para mí.
Doy un paso y me tomo mi tiempo dándole una vuelta al lugar. Con la excepción
de las actualizaciones modernas de mi tiempo, su oficina es típica. Las hileras de
archivadores de dieciocho cajones alinean una pared. Hay un escritorio directamente
frente a mí y otro en el extremo derecho. Los pisos de madera están completamente
desnudos, con pequeños arañazos donde los muebles estuvieron una vez. Las
paredes son de color blanquecino, casi del mismo color que las persianas enrollables
conectadas a las ventanas.
Un hombre, vestido tan elegante como Étienne, se levanta del escritorio frente
a mí, con una sonrisa brillante y sincera.
—Buenos días, señora Lacroix.
—Este es Edward. Creo que ya lo conociste —dice Étienne en mi oído.
—Hola. —Extiendo mi mano, y Edward la mira con confusión.
Étienne niega sutilmente, y sé, por alguna razón desconocida, que he dado un
paso en falso. Bajo la mano y miro de cerca a Edward. Es desgarbado, con cabello
rubio y bien afeitado. Su chaqueta no está hecha a la medida para encajar con él como
la de Étienne y prácticamente cuelga.
Mi cuerpo se tensa mientras el reconocimiento me inunda. Él es uno de los
hombres de la foto. El hombre parado al lado de Livingston. Siento una oleada de
triunfo porque eso significa que conocí a tres de los cuatro hombres de mi foto.
Con una sonrisa confiada, Étienne me pasa un brazo por el hombro y me
presiona contra su costado.
—Estoy aquí para recoger algunos documentos, y luego voy a almorzar con mi...
esposa. —Me da una mirada significativa, y sé que tengo que seguir el juego.
Pongo mis manos alrededor de la estrecha cintura de Étienne. Debajo de mis
brazos, siento tensarse los músculos de su estómago. Fingiendo no darme cuenta,
sonrío a Edward.
—Él siempre está muy ocupado trabajando. Tuve que rogarle que pasara un 95
tiempo conmigo.
A juzgar por la forma en que Edward mira entre Étienne y yo, sé que toda esta
fachada de pretender que somos una pareja feliz será mucho más difícil de lo que
parece.
—Eso es... bueno —dice finalmente Edward.
Mantengo mi sonrisa en su lugar mientras nos alejamos. En el momento en que
Edward nos da la espalda, mi sonrisa se desvanece.
Mientras atravesamos una puerta elaborada, miro a mi derecha hacia otra
oficina. Un hombre está encorvado sobre un escritorio roll-top, escribiendo en un
libro de contabilidad. En su escritorio hay un protector de cheques, y pisapapeles de
vidrio. Directamente al lado de su escritorio hay una escupidera.
Cuando Étienne cierra la puerta de su oficina, me giro hacia él.
—¡Edward es uno de los hombres en la foto!
—¿Qué?
—¿Ese hombre con quien estreché la mano? ¡Estaba en la foto! —digo
felizmente.
Mi emoción no se extiende a Étienne. Él levanta ambas cejas como diciendo,
“¿Y?”.
Él dice:
—Nunca me he tomado una foto con Edward Hill.
—¿Estás seguro?
—Creo que lo recordaría.
Hago un gesto hacia las fotos enmarcadas que cuelgan en la pared. Étienne
suspira.
—No, él no está en esas fotos.
Me acerco a las fotos. Son de grandes barcos en el muelle con al menos cuarenta
o cincuenta hombres orgullosamente de pie en los muelles. Los miro con atención,
tratando de ver si puedo encontrar a Étienne entre la multitud. Después de unos
segundos, me rindo.
—¿Livingston está en alguna de estas fotos?
—No.
—¿Qué hace para ganarse la vida, de nuevo?
Étienne resopla.
—Mi hermano gemelo bueno para nada trabaja en la compañía naviera de
nuestra familia, y uso el término trabajo sin apretarlo. En su mayoría se detiene de
vez en cuando para mostrar su rostro y luego entretiene a una de las muchas damas
que ve.
Para ser honesta, dejé de escuchar justo alrededor de la parte donde Étienne
96
dijo gemelo.
—Espera, ¿Livingston es tu gemelo? ¿Cuándo ibas a mencionar ese pequeño
bocado?
—Me disculpo. A veces me olvido de que esencialmente no sabes nada de mi
familia.
—Es suficiente. —Niego con incredulidad; es obvio que Livingston y Étienne
están emparentados, ¿pero gemelos? Nunca lo hubiera pensado—. ¿Quién es el más
viejo?
—Yo. Por siete minutos.
—Eso suena bien —comento.
Étienne no responde. Su atención está de vuelta en el papeleo frente a él. De
hecho, me ha corrido.
Vuelvo a escanear su oficina. Como era de esperar, el escritorio de Étienne está
meticulosamente organizado. Agarro una pequeña prensa de copiar al lado del
escritorio. Encima de una pila de papeles hay una engrapadora. En relieve en el
esmalte gris se encuentran las palabras, STAR PAPER FASTENER CO.
Hay una estantería giratoria a la izquierda. Dos sillas están inclinadas hacia el
escritorio de Étienne. Puedo imaginarlo teniendo muchas reuniones, mirando a
algún pobre zoquete hasta que acepten hacer las cosas a su manera.
Una placa con el nombre frente a su lámpara está frente a las sillas. En letras
mayúsculas dice ÉTIENNE LACROIX.
—Interesante —murmuro.
Étienne me lanza una mirada de asombro, casi como si hubiera olvidado que
estaba aquí.
—¿Qué?
Señalo la placa de identificación.
—Cómo deletreas tu nombre. Me está matando.
—Es francés —dice sin hacer nada mientras continúa escaneando el periódico
frente a él—. La familia de mi padre es de Francia, y es un apellido.
—Ahora que he visto la ortografía, voy a destruir tu nombre.
Él levanta una ceja y sonríe.
—¿Destruir?
—Bueno, sí.
Étienne levanta la mirada.
—Dilo conmigo lentamente, Ay-T-yen.
Lo repito varias veces en mi cabeza antes de decirlo en voz alta. Étienne no
parece impresionado. 97
—No del todo bien. Pero lo suficientemente cerca. A lo largo de toda la escuela,
mi nombre fue mal pronunciado. —Se encoge de hombros—. Estoy acostumbrado a
eso.
Sigo caminando por su oficina. Todo el tiempo, siento sus ojos en mí.
—Puedes tomar asiento —dice.
Dejo de caminar y lo enfrento.
—A menos que prefieras hacer un agujero en la alfombra —dice.
Me abrumo fácilmente. En lugar de concentrarme en una cosa a la vez, dejo que
todos mis pensamientos confusos se mezclen, luego mi mente comienza a sentirse
como un parque de diversiones abarrotado. Quedarme quieta ahora mismo es lo
último que quiero hacer, pero necesitamos hablar. Tenemos que meternos de lleno
en esta conversación porque si no lo hago, hay una excelente oportunidad de que
nunca vuelva a casa.
Ese pensamiento me congela en mis pies. Mis manos se enroscan en puños
antes de respirar profundamente y sentarme con cautela. Miro a través del escritorio
a Étienne.
Él firma su nombre en la parte inferior de un documento antes de dejar el
contrato. Por primera vez hoy, me mira durante más de un milisegundo.
—¿Por dónde empezamos?
Moviéndome hacia adelante en la silla, apoyo mis codos en su escritorio y
golpeo mis uñas en la superficie lisa. No hay una mota de polvo en la brillante caoba.
De hecho, prácticamente puedo ver mi reflejo.
—¿Serene?
Levanto la cabeza y veo a Étienne mirándome expectante.
—No lo sé. —Mis manos caen sobre mi regazo—. He saqueado toda tu casa
tratando de encontrar fotos o documentos que tengan alguna conexión con mi
tiempo.
Los ojos de Étienne se entrecierran.
—¿Cuándo?
—Ayer mientras estabas en el trabajo. ¿Qué más crees que estaba haciendo?
—Un montón de cosas —murmura.
Me enojo por sus palabras y me recuerdo que esto es tanto un cambio que altera
la vida de él como la mía. Y aunque hayamos llegado a una tregua, le llevará un poco
de tiempo no verme como el enemigo número uno.
Respiro hondo.
—El punto es que no tengo idea de por dónde empezar.
Étienne me mira el tiempo suficiente para que me retuerza. Para mi alivio, mira
hacia otro lado y se ocupa con algunos papeles en su escritorio.
—Es abrumador —dice.
98
Mis ojos se abren imperceptiblemente, y mi corazón se acelera. Estoy
emocionada porque por primera vez desde que llegué aquí, finalmente siento que
alguien entiende lo que estoy experimentando.
—Sí. Exactamente.
—Tenemos que empezar desde el principio. ¿Dijiste que tu apellido es Parow?
Asiento.
—Ayer revisé mi archivo de clientes, buscando el nombre de Parow...
Me encuentro inclinándome hacia él.
—¿Y?
—Y no encontré nada.
Me agacho y exhalo ruidosamente.
—¿Cuáles son los nombres de tus padres?
—Katherine y Daniel.
—¿Nombre de soltera de tu madre?
—De Valc.
—Los nombres no suenan familiares, pero lo comprobaré. ¿Qué hay de tus
abuelos?
Ante eso, vacilo. Los padres de mi madre fallecieron antes de que yo naciera, al
igual que la madre de mi padre. El padre de mi padre murió cuando yo era una niña,
pero recuerdo que era distante y frío.
—No estoy segura de los padres de mi madre. Pero sé que mi abuelo por el lado
de mi padre se llama Gregory. El nombre de mi abuela era Olivia.
Si Étienne está conmocionado por mi falta de relación con mis abuelos, no se
nota. Él simplemente sigue escribiendo todo.
—¿Cuál fue la carrera de Gregory?
—Trabajó en la granja de caballos de nuestra familia, Ravenwood Farms, en
McLean, Virginia. Mi familia todavía maneja el negocio —digo con un toque de
orgullo—. Mi bisabuelo inició el negocio. —Miro el techo mientras trato de recordar
su nombre. Nada viene a la mente—. No recuerdo su nombre.
—¿Es seguro decir que tu familia se originó en Virginia?
—Absolutamente.
La mano de Étienne se desliza sobre el papel de izquierda a derecha mientras
escribe todo. Cuando termina, me mira expectante.
Hay tanto que necesito decir, así que suelto la primera cosa que me viene a la
mente.
—Tengo un prometido.
Étienne parpadea una vez. Luego dos veces. 99
—¿Quién?
—Su nombre es Will Myles. Lo conocí en la universidad. Lo propuso el pasado
verano.
Él no dice nada. Su rostro es impasible. ¿Qué está pasando por esa mente suya?
Deja caer su pluma y me mira. No me extraña que no haya escrito el nombre de Will.
—Comenzaremos desde allí y encontraremos las respuestas de alguna manera.
No va a suceder de la noche a la mañana. —La voz de Étienne es brusca. No sonríe
alentadoramente, pero no necesita hacerlo. Dice la palabra como si estuviéramos
juntos en esto, y eso es todo lo que necesito.
Abro la boca para agradecerle y aprecio que me haya ayudado, pero él me lanza
una mirada impaciente.
—Puedes irte ahora. Estoy seguro de que Warren todavía está en la ciudad y te
recogerá.
Estúpido.
Cruzo las piernas y me acomodo en mi silla.
—Creo que me quedaré aquí.
—Haz lo que quieras —murmura, luego se pone las gafas y se pone a trabajar.
Los minutos pasan, a pesar de que se sienten como horas mientras me inquieto.
Étienne está en su zona, metido en el documento frente a él como si su vida
dependiera de ello. De hecho, estoy segura de que ha olvidado que todavía estoy en
la habitación.
—¿En qué inviertes? —pregunto.
—Principalmente bienes raíces, pero estoy dispuesto a incursionar en cualquier
industria.
Me levanto; me empieza a doler la espalda. Para hacerme notar con Étienne,
me recargo en el borde de su escritorio, y funciona. Su cabeza se levanta mientras
parpadea rápidamente. Veo la conmoción en sus ojos.
—¿Qué es esto? —pregunto casualmente, haciendo un gesto hacia los papeles
frente a él.
—Hace unos meses, invertí en una nueva compañía.
—¿Qué compañía? —Intento leer el periódico, pero la letra cursiva hace que sea
imposible distinguir las palabras.
—Chevrolet Motor Car Company —dice ociosamente—. Pero no estoy seguro.
No ha habido modelos de producción a excepción de uno.
Mis labios se curvan en una lenta sonrisa.
—Algo me dice que no debes preocuparte por esa inversión.
Él inclina la cabeza hacia un lado y me mira con escepticismo.
—¿Qué quieres decir?
Salto de su escritorio y hago una vuelta alrededor de su oficina. 100
—Esta compañía de la que no estás seguro se fusionará con General Motors y
competirá con Henry Ford. Solo lo sé porque mi padre es un adicto a la historia.
—Increíble. —Desecha el papeleo frente a él y me mira con una nueva luz en sus
ojos—. ¿Qué más puedes decirme?
Me detengo y lo miro por encima de mi hombro.
—¿Qué quieres saber?
—Todo.
—Si lo supiera todo, no estaría aquí en la misma habitación que tú. Habría
descubierto la manera de ir a casa.
Étienne sonríe.
—Cierto. Pero simplemente quiero que me cuentes sobre la economía, la
tecnología y la forma de vida en tu tiempo.
—¿Estás preguntando porque eres genuinamente curioso o porque quieres
tomar mis respuestas y aplicarlas a tus inversiones?
—Ambos. Sería un tonto sino preguntara.
Qué idiota he sido. Durante todo este tiempo he estado tan concentrada en
lograr que me crea que nunca me detuve a pensar en cuáles serían las consecuencias.
Nunca pensé que tendría tanta curiosidad por mi tiempo.
—Un gran tonto —respondo finalmente.
Regreso a su escritorio, me siento en el borde y le cuento todo sobre los
increíbles avances logrados en la industria automotriz. Desde la velocidad y las
radios hasta los estilos de carrocería. Se emociona cuando le digo que los vehículos
ahora vienen con cámaras de respaldo. Curiosamente, encuentra que el cinturón de
seguridad es lo más fascinante.
Cuando termino de hablar, respiro hondo. Étienne se recuesta en su asiento y
silba. Sonrío y siento un ligero zumbido al dejar a Étienne sin palabras. Algo me dice
que muy pocas personas pueden hacer eso.
Mientras absorbe toda la información, miro su pila de periódicos
cuidadosamente apilados y tomo el primero que veo. En la parte superior de la
página principal, en inglés antiguo, se encuentran News and Courier.
Debajo de ella, en una fuente mucho más pequeña está el precio del papel. Uno
grande de cinco centavos. Luego está la fecha establecida del periódico (1803) y la
fecha de hoy, 16 de abril de 1912. Llevo cuatro días aquí.
El titular de primera página es sobre el Titanic. No me sorprende en lo más
mínimo. Probablemente será por algún tiempo. A medida que pasen los días surgirán
más y más detalles. Mi estómago se retuerce ante el pensamiento.
—¿Siempre tomas todo lo que tienes delante de ti?
Levanto mi cabeza. 101
—¿Siempre eres un fanático del control?
—Tengo que serlo. Si no lo fuera, mi negocio estaría en ruinas. —Me lanza una
mirada rápida—. ¿Tienes una ocupación en tu tiempo?
—Sí, la tengo.
Sus cejas se levantan en sorpresa.
—¿Y sería?
—Soy una estrella porno de día y stripper a la luz de luna en los fines de semana
—le digo sin perder el ritmo. Mientras Étienne lucha por formar una oración
coherente, pretendo inspeccionar mis cutículas. Después de unos segundos, lo miro
inocentemente—. Sabes lo que es una stripper, ¿verdad?
Cierra la boca y se sienta derecho. Un rubor rojo desde su cuello se extiende
hasta su línea de la mandíbula.
—Por supuesto que sí.
—Estoy segura de que te estás preguntando sobre el título completo de trabajo
de estrella porno. Ahí es donde tienes sexo en la cámara. Es un negocio muy lucrativo
—explico.
Étienne no dice nada, y toma todo lo que está a mi alcance para no romper mi
fachada estoica.
—Tú... —Él traga—. ¿Es esa realmente tu ocupación?
Levanto las manos y me río.
—Por supuesto no. Pero tengo que decir que fue increíble ver la expresión en tu
rostro.
Me mira fijamente mientras ajusta su cuello sutilmente.
—¿Ya terminaste?
—Sí, he terminado. —Descanso mis manos en mi regazo—. Tengo una tienda
de antigüedades con mi amiga. Se llama Past Repeat.
Étienne parece más sorprendido por eso que toda la cosa de stripper.
—Esta vez, te prometo que te estoy diciendo la verdad.
—Lo sé.
—Entonces ¿por qué te ves tan sorprendido? ¿No piensas que una mujer puede
dirigir su propio negocio?
—Yo no dije eso. Una mujer puede hacer lo que quiera. Mi esposa es una prueba
de eso —agrega con amargura. Él dice que está de acuerdo con eso, pero puedo ver
en sus ojos que no está al cien por cien por la idea de que yo dirija mi propio negocio.
—Bueno, yo no soy tu esposa. En mi tiempo, no me siento y gasto dinero. Paso
la mayor parte de mi tiempo yendo a mercadillos, ventas de propiedades y cualquier
otro lugar donde pueda obtener artículos antiguos. Luego los lustro, arreglo los
muebles rotos y los vendo.
Eso llama su atención.
—¿Es rentable?
102
—¿Estoy haciendo el dinero que tú? No. Pero nos estamos recuperando, y me
encanta lo que hago. Eso es suficiente para mí.
Hay una pequeña, prácticamente microscópica, cantidad de respeto en sus
ojos.
—Me tomó más de un año antes de que mis inversiones comenzaran a dar sus
frutos.
—¿Qué te hizo seguir?
—Probablemente lo mismo que te mantiene en marcha. Me encanta lo que hago
—admite. Se inclina como si fuéramos conspiradores. Me encuentro inclinada
también—. Ya sea que se trate de bienes raíces o de compañías que recién están
comenzando, encuentro todo el proceso emocionante. Las inversiones simplemente
se centran en el tiempo y la pura suerte.
—¿Alguna vez has perdido dinero?
—Por supuesto. Pero considero que esos momentos son estimulantes porque
aprendo de ellos y nunca cometo el mismo error dos veces.
Por la determinación en sus ojos y el obstinado conjunto de su mandíbula, creo
cada palabra que dice. Me encanta lo que hago, pero creo que nunca tendré el
impulso para tener el éxito que tiene Étienne. Muy pocas personas lo hacen.
—Tengo que confesar que mi parte favorita de manejar Past Repeat es ir...
La puerta se abre y un hombre irrumpe.
—Étienne, tenemos que enviarle un telégrafo a s y hacerle saber si todavía está
interesado en la propiedad fuera de Mount Pleasant.
—Claro, estoy interesado. Pero él está pidiendo demasiado.
La cabeza del hombre está inclinada mientras escanea el papel en su mano.
—He hablado con él dos veces sobre el precio. No creo... —Levanta la cabeza y
se calla cuando me ve sentada en el borde del escritorio de Étienne.
En el momento en que lo miro bien, una bombilla se apaga en mi cabeza. Es el
cuarto hombre en mi foto. El que está de pie junto a Étienne.
—Lo siento. No sabía que tenías compañía —dice el hombre rígidamente.
—Está bien, Asa —dice Étienne, poniendo un énfasis especial en el nombre de
Asa.
Asa me da una mirada superficial.
—Es bueno verte, Serene.
—Uh... a ti también —digo, aunque sale más como una pregunta.
Espero que suceda algo ahora que finalmente sé quién es cada hombre en la
foto. Tal vez eso es todo lo que necesito para volver a mi propio tiempo, pero a
medida que pasan los segundos, no ocurre nada. Sin dolor de cabeza. No hay
103
sensación de caer hacia atrás. La habitación no gira alrededor de mí. Fue una ilusión
de mi parte.
—¿Revisaste la propuesta de Chevrolet Motor Car Company? —dice Asa.
—Sí. —Étienne echa un rápido vistazo en mi dirección—. Creo que esta sería
una buena oportunidad de inversión.
Frunciendo el ceño, Asa agarra el papel. Escanea las palabras durante unos
segundos antes de mirar a Étienne.
—¿Estás de acuerdo?
—Sí. ¿Por qué?
Antes de que Asa abra la boca, me mira fijamente y espera. Sé que quiere que
me vaya, pero no hay forma en el infierno de que me esté perdiendo lo que tiene que
decir. Una vez que se da cuenta de que no voy a ir a ninguna parte, sus mejillas se
ponen rojas. Dirige su mirada hacia Étienne.
—Hace dos días mencioné que esta inversión podría ser arriesgada y que podría
ser una mejor opción dejarla pasar.
—Lo sé, pero decidí que quiero correr ese riesgo.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Yo —respondí.
Al unísono, sus ojos giran en mi dirección.
Asa cruza sus brazos.
—¿Qué te da la autoridad para dar consejos de inversión?
—No hay autoridad. Solo un instinto.
—¿De verdad?
Asiento.
—¿Tu instinto también te dijo que gastaras el dinero de Étienne en fiestas en
las que no hay un anfitrión de negocios?
—No. Pero mi instinto me dice que debería patearte en las bolas.
—Me temo que ella está diciendo la verdad —dice Étienne—. He visto de
primera mano que cumplirá su palabra.
Asa no se impresiona. Obviamente no le gusto por las cosas que la vieja Serene
ha hecho o dicho, pero va más allá de eso. Él sigue mirándome fijamente.
—¿Por qué no te ocupas en planear otra fiesta? O tal vez estarías más interesada
en gastar cientos de dólares en ropa con dinero que no es tuyo.
Abro la boca, lista para decirle que se vaya a la mierda.
—Eso es suficiente —dice Étienne. Su voz es tranquila, pero al mando.
Los ojos de Asa se amplían imperceptiblemente. Claramente no puede creer
que Étienne no haya salido en su defensa. Segundos después, Asa sale de la
habitación. 104
No sé lo que me entró. Soy el tipo de persona que evita el conflicto, pero la
forma en que Asa me miró como si fuera la tierra debajo de sus uñas me puso furiosa
y me recordó que actualmente estoy atrapada en una era donde las mujeres son
objetos y nunca igual a un hombre. No tienen más remedio que estar subordinadas.
—No puedes hablarle así.
—¿Por qué? ¿Porque soy mujer? —reto—. ¿Y cuál es su nombre completo?
—No. Porque no es así como la otra Serene hablaría. Y su nombre es Asa
Calhoun.
—¿Y cómo habría hablado ella?
—Ese es el punto. No lo habría hecho. Ella y Asa nunca interactúan —responde
Étienne.
—Después de este encuentro, no puedo decir que la culpo. —Con los brazos
cruzados, camino por la habitación para evitar salir de la oficina de Étienne,
encontrar a Asa y golpearlo en la cabeza con uno de mis zapatos—. Además, no
debería importar cómo reaccionaba la vieja Serene, porque no quiero ser su cien por
ciento.
—No volverás a hablarle así —ordena Étienne.
Arqueo una ceja.
—No puedes controlarme y decirme qué hacer.
—Puedo probar.
—Y fallarás. Si necesitara un control, vendría con un control remoto y un
manual de instrucciones.
Cerrando los ojos, Étienne se pellizca el puente de la nariz.
—Dios mío. Eres insoportable.
Me encojo de hombros y me callo. Después de unos segundos, digo:
—No me gusta ese hombre.
—Puedo decirlo. Pero tienes que darte cuenta que he conocido a Asa toda mi
vida. Es un amigo de la infancia.
—¿Él trabaja para ti?
Étienne asiente.
—Es mi contador. Junto con Edward.
Creo que estoy más molesta por el hecho de que Étienne y yo tuvimos una
conversación rara en la que no nos lanzábamos contra las gargantas del otro, y Asa
irrumpió en la habitación y arruinó ese momento. Me dieron un breve momento de
lo que era ser amigo de Étienne y quiero más.
—Hoy hablaré con él sobre cómo te habló, ¿de acuerdo?
Le doy una pequeña sonrisa.
—No tienes que hacer eso.
Étienne se encoge de hombros. 105
—Fue grosero. Ten en cuenta que él es alguien con quien tengo que trabajar
todos los días.
—Lo sé. —Mis hombros se desploman en derrota—. Solo quiero irme a casa.
Eso es todo.
—Entiendo. Seguiremos encontrando el modo de la mejor manera que
sabemos. Continuar buscando a través de Belgrave. Revisaré mis archivos y
preguntaré por la ciudad si alguno de los nombres que me diste suena familiar, ¿de
acuerdo?
En silencio, asiento.
—Excelente.
Étienne se pone de pie, toma su chaqueta del perchero y se la pone. Por un
segundo, admiro la forma en que sus bíceps se tensan contra su camisa antes de que
se cubran. Antes de que se dé la vuelta, rápidamente desvío la mirada. Estoy
comprometida. No estoy ciega, pero sigo sintiendo una extraña sensación de culpa
porque quería seguir mirando.
Étienne olvida mis pensamientos y camina hacia la puerta.
—Tengo una reunión en treinta minutos. —Arquea una ceja—. ¿Supongo que
no quieres venir?
—No. Regresaré a Belgrave.
No estoy más cerca de encontrar un camino a casa. En este momento, todo lo
que siento es una derrota acumulada sobre más derrotas. Sé que se nota en mis ojos.
No intento ocultarlo.
La boca de Étienne se abre y se cierra unas cuantas veces. Pacientemente,
espero escuchar lo que tiene que decir, pero no sale nada. Al final, abre la puerta y
hace un gesto para que vaya delante.

106
—P
uedes hacerlo —me susurro—. Vas a encontrar un camino
de regreso a tu tiempo.
Palabras bonitas, casi alentadoras, pero cuando miro
a mi alrededor y pienso en todas las cosas a las que me
enfrento, me abruma y me roba toda la esperanza. Más que
nada, quiero salir de esta habitación y estar de repente en mi mundo. Un lugar que
no es desconocido. Ha pasado una semana desde que el Titanic se hundió. Una
semana desde que finalmente me he ganado la confianza de Étienne. Los dos hemos
tratado de pensar en cualquier cosa y en todo lo que podría hacerme regresar a mi
tiempo. Buscó en sus archivos los nombres de alguno de los miembros de mi familia
y preguntó por Charleston, pero llegó sin nada. Las cosas no están mejor de mi parte.
Prácticamente he saqueado su oficina, biblioteca e incluso la habitación de la Vieja
Serene por una nota o una foto. Aun así, no hay nada.
Nunca me he rendido en nada, pero por primera vez en mi vida, tengo miedo.
Asustada porque no estoy familiarizada con mi entorno. Asustada porque no tengo
idea de lo que traerá el hoy.
No ayuda que mis pensamientos estén revueltos y hechos un desastre. Y cuando 107
trato de separar una pregunta del resto, aparecen cinco más. Pero cada uno siempre
vuelve a ser el mismo: ¿Cuál es la razón por la que estoy aquí?
Justo ahora sería un buen momento para que aparezca mi iPad. Si lo hiciera,
buscaría en Google hasta que obtuviera las respuestas que necesitaba. Podría buscar
en mi corazón, encontrar todos los hechos sobre esta era, pero nunca descubriría una
explicación lógica de cómo sucedió esto.
Creo firmemente que Étienne tiene algo que ver con eso. El sueño, la imagen y
el hecho de que soy su “esposa” no son coincidencias.
Eso se siente como el único hecho confiable de todo esto.
—Señora, ¿está bien?
Parpadeo, poniendo a Hannah en foco. Ella está de pie detrás de mí, mirando
mi reflejo con preocupación. Me limpio las mejillas en busca de lágrimas y respiro
hondo.
—Estoy bien. Solo estresada, eso es todo.
En mi mente, me imaginaba hacer que Étienne me creyera como la tarea más
difícil. Cualquier cosa después sería pan comido. Me lo imaginé sacando un
documento significativo. O tal vez sería tan simple como él diciendo: “Te creo,
Serene”. Y ¡poof! Estaría de nuevo en mi época. Así de sencillo, ¿verdad?
Oh, qué equivocada estaba.
El problema es que Étienne está tan perdido como yo. Lo único que nos une es
la fotografía. Esa es la única pista que tenemos para partir. Le describí la foto varias
veces con gran detalle y él jura que nunca se tomó una foto frente a Belgrave con
Livingston.
Estoy en un punto muerto. Estoy tratando de pensar en ideas y maneras de ir a
casa, pero nada concuerda. Mi ansiedad ha estado creciendo como una bestia
gigante, y ahora me está estremeciendo.
¿Es así como se siente una crisis nerviosa?
Murmuro un rápido adiós a Hannah y salgo de mi habitación. No puedo estar
ahí. Necesito moverme. Moverme me ayuda a respirar mejor. Mis pies me impulsan
hacia adelante, y aunque me he familiarizado más con esta enorme mansión,
normalmente me quedo en el ala este y en la planta baja. Cada habitación es diferente
de la anterior, cada una diseñada para quitar el aliento. En total, hay tres pisos y
setenta y cinco habitaciones. La casa es una gran ilusión óptica: Justo cuando crees
que no hay más espacio, caminas por otro pasillo y ves más puertas. He pasado los
últimos dos días revisando cada uno de ellos, incluidos los “cuartos de las criadas”,
como los llama Nat. Sin embargo, ahora mismo, camino por las escaleras,
moviéndome hacia el otro lado de la casa, hacia la habitación de Étienne.
Al menos, creo que aquí es donde está su habitación. Algunas veces, después de
la cena, lo he visto girar en esta dirección e ir a la segunda puerta a la izquierda. Dudo
frente a esa puerta, y en lugar de golpear como debería, entro.
—Necesito hablar contigo —le digo con una autoridad que no tengo.
Étienne, que está de pie frente a un espejo, salta como si lo hubiera golpeado. 108
—¿Qué estás haciendo?
—Necesito hablar contigo —repito.
El hombre que ayuda a Étienne a vestirse me da la espalda y continúa puliendo
los zapatos de Étienne en silencio.
Étienne se gira hacia mí, pero no antes de que lo vea discretamente abrocharse
el pantalón negro.
—¿Ahora mismo?
—Sí.
—Me estoy cambiando.
—¿Te da pena cambiarte frente a mí?
Porque no necesitaba serlo. En absoluto. Él no es precioso, pero su cuerpo es la
perfección. Su camisa blanca está desabrochada, y su corbata de lazo negra se
envuelve alrededor de su cuello, rogando que una mujer enrolle el material alrededor
de sus manos y lo empuje hacia ella.
Mi pulso aumenta con el pensamiento.
—No, no soy tímido —me responde—. Simplemente estoy acostumbrado a
vestirme en privado.
—Entonces ¿por qué está ese tipo aquí?
Étienne me mira por el rabillo del ojo.
—Él es mi criado. Ese es su trabajo.
—Bueno, puedo ayudarte. Tengo dos manos que trabajan perfectamente. —
Levanto mis manos, extendiendo mis dedos y los muevo.
Es una broma, pero su criado parece horrorizado. Para ser justos, Étienne
usaba mucho esa expresión cuando me conoció, pero se está adaptando a mi humor.
En este momento, pone los ojos en blanco y mira a su criado.
—Puedo hacerlo desde aquí. Necesito hablar a solas con la señora Lacroix. —
Arquea una ceja y sonríe.
Señora Lacroix.
Joder. Él sabe que no me gusta ese título.
—Por supuesto, señor —dice su criado.
Me aparto del camino del criado y espero hasta que cierre la puerta antes de
adentrarme en la habitación. La habitación de Étienne está decorada en azul marino
y gris. Una cama de caoba gigante se alza a mi izquierda. Mi mano se enrosca
alrededor de la columna lisa mientras escaneo la habitación. Hay una lámpara con
una pantalla de cristal de mármol rojo. Estoy segura de que la lámpara se vendería
por casi dos mil dólares en mi tiempo. Sus gafas están al lado de la lámpara.
Pesadas y oscuras cortinas de terciopelo ocultan el mundo exterior. Apuesto a
que está prohibido que las cortinas se retiren para dejar que la luz del sol penetre en
su mazmorra. Al lado de las ventanas hay un perchero de madera. 109
Hay un aparador bajo en el otro lado de la habitación. Está pulido tan bien que
probablemente podría ver mi reflejo en la superficie. Muy pocos artículos en la
cómoda. Un reloj. Un pequeño pocillo de cristal con gemelos. Un reloj de carruaje.
Hay una revista llamada All-Story. No tengo idea de qué es esa revista, pero supongo
que se trata de historias. Como su oficina, todo tiene su lugar, y absolutamente nada
está fuera de orden.
—¿Viniste aquí por alguna razón?
—Sí. —Me alejo de la cama y me dirijo a las ventanas—. Quería hablar contigo.
—¿Acerca de?
—Hablar no es la palabra correcta. Más como desahogarme —confieso.
—¿Acerca de?
Levanto mis manos y río sin emociones.
—¿Acerca de? ¿Qué piensas?
Sus cejas se fruncen cuando se concentra en abotonarse una de sus mangas.
—¿Has encontrado algo que pueda enviarte a casa?
—Oh sí.
La cabeza de Étienne se levanta.
—¿De verdad?
—Sí —comento secamente—. Todo lo que necesito hacer es construir una
máquina del tiempo, ¡y puedo estar en casa en segundos!
Exhala ruidosamente y vuelve a abotonarse la manga. Bueno, intentar. Todo lo
que está haciendo es sacar el hilo del botón del brazalete.
—Si hubiera encontrado algo que me llevara a mi tiempo, ahora sería mucho
más feliz. —Suspiro, me acerco a él y le doy una mano—. Aquí, déjame ayudarte. Tus
garras son demasiado grandes.
—¿Llamaste a mis manos garras?
Agarro su muñeca. Su piel se siente como fuego contra la mía.
—Sí. No sé si te has dado cuenta, pero son enormes, y verte mutilar ese pobre
botón es un castigo cruel e inusual.
—Es por eso que tengo un criado. Para ayudarme.
Intento deslizar el botón a través de la ranura fina y falla la primera vez, así que
aprieto mi agarre. Estoy tan concentrada en este maldito botón para que entre en la
maldita hendidura que ni siquiera lo pienso dos veces cuando coloco su mano en mi
parte superior del pecho. Me paralizo y me detengo para no aspirar profundamente.
Étienne no se mueve ni un centímetro. Su mano permanece presionada contra
mi pecho, sus dedos ligeramente curvados en un puño suelto. Es tan alto que sus
hombros se encorvan un poco. Son tan amplios que me envuelven, me protegen de
la habitación y bloquean la luz. Hace mi tarea más difícil, pero no pronuncio una
palabra.
Después de unos segundos, el botón se desliza dentro. Tengo que evitar que el 110
suspiro escape de mis labios.
—La otra mano.
Obedientemente, Étienne me da su otra muñeca y coloca audazmente su mano
en mi pecho en el mismo lugar que su otra mano. Siento su mirada aguda en mí, y
me hace resbalar más de una vez. ¿Puede sentir lo rápido que late mi corazón?
Apuesto a que puede.
Me muerdo el labio inferior y me concentro, pero es bastante difícil; de pie tan
cerca, puedo olerlo. Tal vez he estado lejos de Will demasiado tiempo porque Étienne
huele divino. No lleva colonia. Es el olor de su jabón lo que me pone nerviosa.
Soy patética.
Después del quinto intento, el botón se desliza dentro.
—Ahí. Todo listo. —Casi le lanzo la mano.
—Gracias.
Asiento y doy un pequeño paso hacia atrás, observando que Étienne continúa
preparándose. Con discreción, coloco mi palma contra mi pecho como si ese acto
calmara mi frenético corazón.
—¿Mejorará tu estado de ánimo si revisamos todo lo que hemos buscado?
Me sobresalté al oír la voz de Étienne.
—No. Tal vez. ¡No lo sé!
Étienne se apoya en el armario con los brazos cruzados.
—Quiero decir, siento que voy a explotar. Estoy más que frustrada porque estoy
buscando un camino a casa y nada está sucediendo.
Étienne no ofrece palabras de apoyo. No es que espero que lo haga. Él no es el
tipo reconfortante. Permanece callado, mirando a ese desconcertante camino suyo.
Unos segundos de silencio y él se aleja del armario.
—¿Quieres dar un paseo? —propone, sin mirarme a los ojos.
—¿Un paseo?
—Sí. Un paseo —dice Étienne deliberadamente lento, como si estuviera
hablando con un bebé—. Un paseo puede aclarar tu cabeza.
No es la peor sugerencia. En realidad, no suena tan mal. Salir y respirar
profundo puede ser precisamente lo que necesito.
Le dedico una leve sonrisa.
—Un paseo suena bien.
En lugar de sonreír, Étienne frunce el ceño, endereza los hombros y se aclara la
garganta.
—De acuerdo. Daremos un paseo. —Agarra su chaqueta del perchero. A pesar
de que está húmedo, se la pone. Intento no mirar cómo se definen sus abdominales
contra su camisa blanca. Mientras camina hacia la puerta, ajusta el cuello de su
chaqueta. El material se ajusta al amplio marco de sus hombros. 111
De lado a lado, bajamos las escaleras. Ben no levanta una ceja al vernos y abre
la puerta principal. Al instante, me gustaría poner mi cabello en alto.
—Deberíamos ir por el camino de entrada —anuncio.
—Estaba pensando en un paseo por Belgrave.
Señalo el largo y retorcido camino delante de nosotros.
—Mira lo atractivo que es. Escucha con atención. —Pongo una mano alrededor
de mi oreja—. Está diciendo, “Camínenme, Serene y Étienne. Acompáñenme”.
Étienne se detiene a mi lado y, con las manos en las caderas, niega.
—Eres una criatura extraña.
—Creo que eso es lo más lindo que me has dicho desde que llegué —le respondo
descaradamente antes de salir por el camino de entrada.
Es cuestión de segundos antes de que Étienne me alcance.
—¿Qué tan largo es este camino?
—Casi tres kilómetros —responde Étienne.
—Apuesto a que podría preguntarte cuántos acres tiene tu casa y tú...
—Antes de que lo vendiéramos, mil acres —dijo.
—¿Por qué vendiste los acres?
—Hubo un año de malas cosechas. Mi padre no estaba interesado en dirigir una
plantación de azúcar. Estaba lo suficientemente ocupado con la compañía naviera y
decidió vender. Lo que terminó siendo una sabia decisión.
Dejo de caminar y arqueo una ceja.
—¿Qué más puedes decirme?
—¿Sobre Belgrave? Todo —dice con confianza—. Esto es todo lo que sé.
—Es un lugar hermoso, pero eso no es de lo que tengo curiosidad. Quiero saber
cómo se ganó todo esto tu familia. —Señalo salvajemente nuestro entorno pacífico—
. ¿Fue por suerte o trabajo duro?
—Ambos. Los padres de mi padre emigraron en 1853 de Beauvais, Francia, con
solo dieciséis francos a su nombre. Mi padre tenía un año. Mi abuelo, Alexandre, no
era un hombre brillante, pero era trabajador y persistente. Comenzó a trabajar en los
muelles y quería comenzar su propia compañía naviera, pero luego estaba la Guerra
Civil. Destrozó a Charleston.
Asiento ansiosamente, arrastrada de atención. Estas palabras son mejores que
cualquier lección de historia o libro de texto, porque es su vida. Su familia. Su
historia.
—En 1864, comenzó una compañía naviera que llegó a ser muy próspera.
—Fascinante —le susurro.
Étienne me mira, mostrando su escepticismo. Piensa que estoy siendo
sarcástica.
—No estoy bromeando —le digo rápidamente—. Realmente es fascinante.
112
Quiero decir, los libros de historia no tienen nada sobre ti.
Niega con incredulidad.
—Háblame de la ciudad en la que creciste.
Esta es la primera vez que Étienne muestra algún interés en mi vida, en lugar
de los detalles de mi tiempo. Es impactante, pero refrescante; siempre estoy
haciendo las preguntas.
—Crecí en McLean, Virginia.
Asiente.
—¿Es una ciudad ocupada?
—Supongo que sí. La casa de mi familia está en las afueras de la ciudad con
mucho espacio, pero no es nada comparado a Belgrave.
—¿A qué te refieres?
—Para empezar, no hay esto. —Me detengo dramáticamente y cierro los ojos.
Cuando los abro, Étienne me mira como si hubiera perdido la cabeza.
—¿No hay qué?
Lo callo.
—Escucha.
Se detiene, frunce el ceño.
—No escucho nada.
Inclinándome, sonrío ampliamente.
—Exactamente. Tu época tiene esta paz. En mi tiempo, puedes escuchar los
sonidos de los autos que pasan por ahí, personas impacientes que tocan sus bocinas.
La gente está gritando o riendo a carcajadas. Realmente nunca nos tomamos el
tiempo para detenernos y apreciar el momento.
La grava cruje bajo nuestros pies mientras continuamos por el camino de
entrada.
—¿Extrañas a tus hermanos? —pregunta.
Echo un vistazo a mis pies.
—Sí. Especialmente mi hermano Ian. No quiero decir que no extraño a Bradley,
sí, pero hay una diferencia de edad más grande entre nosotros, y él es muy serio y
centrado. Ian y yo estamos más cerca en edad. Es tonto, y si necesito ayuda, siempre
está ahí.
Étienne se queda en silencio.
—Y tu prometido, ¿también lo extrañas?
—Por supuesto —digo, indignación cubriendo mis palabras. No sé por qué estoy
tan a la defensiva. Es una pregunta simple. Tal vez es porque cuando vine por
primera vez, extrañaba a Will tanto, que era como un dolor físico. Sin embargo, ese
dolor se está volviendo oscuro y da miedo. 113
No ayuda que mi cuerpo esté reaccionando a Étienne de una manera que no
tiene que reaccionar. Estoy traicionando a Will. Simple y sencillo.
—Por supuesto que lo extraño —le digo con suavidad.
Étienne se ve nervioso por hacer otra pregunta, y no puedo culparlo. Acabo de
arrancarle la cabeza. Probablemente es mejor que no pregunte más; necesitamos
volver a la pista y hablar de algo menos personal.
—No me gusta ese tipo Asa. —Suelto un gruñido.
Étienne vuelve la cabeza hacia mí.
—¿Perdón?
—¿Ese hombre que conocí en tu oficina? No confío en él. Algo parece
sospechoso.
—¿Qué te hace decir eso?
—Para empezar, fue un idiota. Y tenía una sonrisa arrogante.
Mi respuesta hace que Étienne se eche a reír.
—Lo digo en serio.
—Lo sé. Y eso es lo que lo hace divertido. Porque si Asa es sospechoso por su...
¿cómo dijiste? ¿Sonrisa arrogante? Entonces eso significa que Livingston debería
estar en tu lista de personas en las que no se debe confiar.
—Deja de hacer una broma de todo esto.
—Deja de hacer sugerencias ridículas, y no tendré ningún motivo para bromear.
—Estoy empezando a creer que toda la razón por la que sucedió esto es por ti.
—¿Disculpa?
—En mi sueño, ¿quién sufría? Tú. Y cuando vengo aquí, ¿soy tu esposa? Eso no
puede ser ignorado. Creo que eres tú quien necesita mi ayuda.
Eso hace a Étienne levantarse rápidamente.
—No puede ser cierto.
—Piénsalo.
—Lo hice. Y es ridículo. ¿Alguna vez pensaste que eres quien necesita mi ayuda?
—Si lo hiciera, entonces habrías sido tú quien viajaría a mi tiempo —le
respondo. Tal como esperaba, Étienne se eriza ante mi comentario. Sin embargo, no
pronuncia una palabra, así que continúo—. Creo que vale la pena mirar a la compañía
que tienes. Empleados. Amigos. Gente que podría estar enojada contigo.
—Puedes agregar a Johnathan Hunt a la lista de personas enojadas.
—Justo lo suficiente. —Me detengo y agarro el brazo de Étienne—. Al menos
debes ver lo que estoy diciendo objetivamente; sabes que tengo un punto.
—Justo lo suficiente —dice a regañadientes.
114
—Y tal vez la primera persona que debes ver es Asa Calhoun.
—No tienes ninguna razón para sospechar de Asa. No estoy en desacuerdo con
que tu encuentro con él no fue bien, pero no es una persona cruel. Simplemente lo
tomaste por sorpresa.
Sé que hice un gran alcance al hacer esa declaración, pero una vez que salieron
las palabras, me sentí mejor. Étienne está convencido de que su amigo nunca haría
nada para dañarlo, pero todo lo que puedo imaginar es la forma en que se enfurruñó
y me miró. Es cierto, pensó que yo era la otra Serene. Pero fue más que eso; no me
quería en esa oficina ni que diera mi opinión porque no creía que fuera necesario. O
válido.
Nos callamos, perdidos en nuestros pensamientos. Echo un vistazo a Étienne y
veo líneas cerca de las esquinas de sus ojos. Son como paréntesis débiles, apenas
perceptibles desde lejos, pero aparentemente de cerca. Sin duda, esas líneas
aparecieron de las innumerables veces que él entrecerró su mirada en la dirección de
alguien o entrecerró los ojos ante un documento porque no tenía sus lentes en la
mano.
—Asa es el contador de tu compañía, ¿correcto?
Étienne me asiente.
—¿Al menos pensarás en investigar su actividad dentro de la empresa?
Él suspira ruidosamente. No quiere estar de acuerdo. De hecho, estoy segura
de que él cree que estoy fuera de la base. Pero lanza sus manos al aire en derrota.
—Sí, lo pensaré.
Eso es lo suficientemente bueno para mí.
Con la puesta de sol, la línea áspera de su nariz es menos perceptible. Apenas
puedo ver la pequeña curva. Sus manos están unidas detrás de su espalda, pero
incluso en este ambiente de paz, está tan tenso como una tabla. Es como si estuviera
esperando que alguien saliera de los árboles y atacara.
—Siempre has sido así... —Trato de pensar en la palabra correcta—. ¿Serio?
Un rincón de la boca de Étienne se contrae. Me mira fijamente.
—¿Serio?
—Ya sabes... tenso y serio. ¿Alguna vez te sueltas y te diviertes?
—Es difícil dejarse ir y divertirse cuando estás manejando un negocio —
confiesa.
Aunque Past Repeat no se acerca al negocio que Étienne ha creado, entiendo lo
que dice. La mayoría de las empresas tienen las probabilidades en su contra desde el
primer momento. Así que pasas tus días trabajando como un perro solo para tener
tu cabeza apenas sobre el agua. Lo único que lo mantiene activo es su meta a no dejar
que todo tu arduo trabajo se desperdicie.
—Entiendo.
—¿Lo haces? —pregunta escépticamente.
—¿No me crees? 115
—No. Nací con responsabilidad que se cierne sobre mi cabeza. La
responsabilidad que llevaría la empresa familiar.
—Tenemos más en común de lo que piensas.
—¿De verdad?
—Por supuesto. Aunque nací del alcohol. —Étienne me mira como si hubiera
crecido tres cabezas, así que continúo—. Mis padres fueron a Cancún por vacaciones.
Había demasiado tequila y ¡bum! Nueve meses después, aquí estaba. —Me encojo de
hombros—. Los paralelismos entre nuestras vidas son extraños.
Él sigue mirándome con el ceño fruncido.
—Étienne —le digo suavemente y le doy un codazo—. Estoy bromeando.
Sus labios se levantan en una de las sonrisas más pequeñas, y todo lo que puedo
pensar es que, si sonreiría más a menudo, nadie lo consideraría feo. Nadie lo miraría
con miedo. Tendría la atención de cada mujer a su alrededor.
—Pero para responder a tu pregunta, mi empresa probablemente nunca verá el
éxito que tiene la tuya, pero me imagino que una vez que alcance un cierto nivel de
éxito, se espera que continúe ese éxito.
Étienne se ve aturdido, y un brillo de respeto brilla en sus ojos.
—Tienes razón. Para eso, voy a hacer algo que raramente hago.
Con sus ojos en mí, levanta ambas manos hasta su garganta y desabrocha los
primeros dos botones.
Silbo bajo.
—Oh, eres un rebelde. ¿Qué sigue? ¿No llevar chaleco y blazer para cenar todas
las noches?
Una sonrisa juega en sus labios.
—Quizás.
Le devuelvo la sonrisa.
—Retiro lo que dije. Sabes cómo aligerarte.
De alguna manera indirecta, hemos llegado a una tregua. Esta caminata ha
demostrado que podemos estar juntos y ser civilizados. Estoy segura de que habrá
más momentos en los que él de un golpe y yo le devuelvo uno, pero esa es la parte
emocionante y exasperante de estar cerca de Étienne. Él no sabe cómo retroceder.
—Sígueme. —Agarra mi mano.
A diferencia de las otras veces que me ha agarrado, su toque ahora es suave y
hace que mi corazón se acelere. Étienne parece inconsciente, un hombre en una
misión, y continúa por el camino de entrada. Nuestras sombras se proyectan a través
de la grava blanca, haciendo que nuestras extremidades se vean largas y exageradas.
Lo único que nos mantiene conectados son nuestras manos. Rápidamente aparto la
mirada de la imagen.
—¿A dónde nos llevas? 116
—Ya lo verás —responde crípticamente.
Por primera vez desde que estoy aquí, siento una gran emoción. El miedo y la
aprensión que siento a diario se desvanecen cuando una sonrisa lenta se desliza por
mi rostro.
Los minutos pasan mientras caminamos. Las piernas de Étienne son tan largas
que prácticamente estoy corriendo para seguirle el paso.
—Baja la velocidad —le digo casi sin aliento.
Étienne se detiene bruscamente, haciéndome tropezar contra su espalda. Vira
a la izquierda, entre dos robles. Caminamos por unos arbustos y nos adentramos en
un camino oculto. La hierba alta roza mis piernas. Étienne hace un giro brusco a la
izquierda y se detiene frente a un roble alto.
—Livingston y yo solíamos pasar el tiempo aquí.
Miro alrededor a todos los árboles que nos rodean.
—¿Qué hiciste?
Señala por encima de él.
—Allí arriba. ¿Ves esa cuerda cortada?
Efectivamente, una cuerda deshilachada se balancea suavemente con la brisa.
—Sí.
—Era mucho más larga cuando éramos niños, y hacíamos carreras para ver
quién podía escalarlo más rápido.
Sonrío ante la idea de un joven Étienne y Livingston haciendo travesuras en el
bosque.
—Una vez llegué a la cima y me senté en la rama, esperando que Livingston me
siguiera. Perdí el equilibrio, comencé a caerme, y cuando agarré la rama, mi cabeza
se estrelló contra la rama. —Étienne señala la cicatriz irregular que comienza en la
parte superior de su frente y se arrastra hacia la parte izquierda—. Así es como tengo
mi pequeña cicatriz.
—Definitivamente pequeña —digo, inexpresiva—. Apenas puedes notarla.
Étienne sonríe.
—Me dolió, pero al crecer, usaba esta cicatriz constantemente para señalar a
Livingston que era más rápido.
Una vez más, sonrío. Podría imaginarme haciendo lo mismo con Ian si me
pasara. Toco la corteza del mismo árbol donde Étienne se ganó su cicatriz. Es
corrugado y texturizado. De repente, tengo una idea.
Me dirijo a Étienne.
—¿Tienes un cuchillo de bolsillo?
Sorprendentemente, mete una mano en el bolsillo izquierdo y saca un cuchillo.
Lo miro de cerca. La cuchilla principal se abre con fuerza. En la superficie brillante
están las palabras Crandall Cutlery Co. Bradford, PA.
—¿Reconoces esto? —pregunta Étienne.
117
—Soy una fanática de las antigüedades, pero no soy tan educada en los cuchillos
—confieso con una pequeña sonrisa—. ¿Puedo tenerlo por un segundo?
Étienne entrecierra los ojos.
—¿Me vas a apuñalar con eso?
—Si me hubieras hecho la pregunta hace semanas, mi respuesta habría sido sí
—le respondo—. ¿Pero ahora? No. Tengo algo más en mente.
Me da el cuchillo con una expresión cautelosa. Giro la manija y veo que la luz
se refleja en la hoja.
—Me estás poniendo nervioso.
—Relájate, Lacroix. Puede que no tenga muchos conocimientos sobre cuchillos,
pero he sostenido uno una o dos veces. —Me acerco al árbol, coloco la punta del
cuchillo contra la corteza y comienzo a trabajar. La hoja es imperfecta con una ligera
curva, pero aun así hace el trabajo.
Étienne está a mi lado con las manos en los bolsillos. Está en silencio mientras
me mira conducir la punta de la hoja hacia la corteza una y otra vez. Me duele un
poco la mano y la parte superior del cuchillo se clava en mi piel, pero sigo avanzando
hasta que se termina la última letra.
Con un suspiro, retrocedo e inspecciono mi obra. Las letras son irregulares y
desiguales, pero ciertamente legibles.

Serene estuvo aquí.

Si tuviera más tiempo para pensarlo, tal vez hubiera sido más creativa con mi
talle. Pero esta es una oportunidad improvisada. Salté cuando tuve la oportunidad.
Lo que me está pasando ahora es inimaginable. Cambios de tiempo. La gente muere
y nace cada segundo. Pero lo que resiste la prueba del tiempo es el mundo que nos
rodea. Quiero dejar algo para demostrar que sí estuve aquí. Es decir, si alguna vez
salgo de esta era y vuelvo al día presente.
Miro a Étienne por el rabillo del ojo.
—¿Ridículo?
Étienne mira mi trabajo un segundo más antes mirarme. Me da esa misma
media sonrisa que me derrite el corazón.
—De ningún modo. Creo que haría lo mismo si fuera tú.
Ahí vuelve mi corazón, golpeando salvajemente como un pájaro tratando de
escapar de su jaula. Mis manos tiemblan, así que le doy a Étienne el cuchillo, sin
molestarme en cerrar la hoja. Sus dedos rozan los míos, pero en lugar de alejarse,
permanece por un segundo. No muevo un músculo.
Sus ojos se fijan en los míos. Este debería ser el momento en el que interrumpo
el contacto visual, pero no lo hago.
El silencio entre nosotros es algo peligroso. Cuando hablamos, es similar a la
118
esgrima. Nuestras palabras se convierten en armas, y cuando uno de nosotros ataca,
el otro se aleja. Ninguno de los dos sabe cómo desconectarse, y así sucesivamente.
Jugamos el juego con mucha habilidad, a veces me olvido de dónde estoy, quién soy
y de qué compañía estoy disfrutando.
En la quietud, el impacto me golpea con toda fuerza. Siento como si me
hubieran golpeado el estómago con las manos, y trato de encontrar cualquier tema
que seguramente escandalice a Étienne. Algo para romper este momento. No se me
ocurre nada.
Étienne es el primero en romper el contacto.
—Probablemente deberíamos volver. La cena comenzará pronto.
—Tienes razón. —Me apresuro a salir, agradecida de dejar esta área.
Caminamos de regreso a través de la hierba alta, y cuando dejamos los robles
vivos y regresamos al camino de entrada, las luces brillan levemente en Belgrave.
Después de unos minutos de silencio, me vuelvo hacia Étienne.
—Tengo una pregunta personal que hacerte.
—¿Quieres decir que las preguntas que me has estado haciendo recientemente
no son personales? —pregunta con suavidad.
—Esta es una pregunta personal que quizás no te guste.
Él suspira.
—Pregunta.
Lo observo.
—¿Por qué odias tanto a tu esposa?
Los ojos de Étienne se amplían con comprensión.
—Estaba esperando esta pregunta.
Permanezco en silencio, esperando que responda. La relación entre él y su
esposa ha permanecido en mi cabeza desde que vine aquí. Nunca me sentí cómoda,
o pensé que era el momento adecuado, para hacer la pregunta. Pero ahora mismo,
solo puedo esperar que me dé una respuesta honesta.
Étienne mira hacia adelante, con los ojos fijos en Belgrave. Estoy empezando a
creer que va a ignorar mi pregunta cuando respira profundamente.
—Cuando los dos éramos niños decidieron que nos casaríamos.
—¿Así que fue un compromiso?
—No exactamente. Más que un matrimonio de conveniencia para nuestras
familias, algo que habían estado planeando desde que ambos éramos niños.
—¿Un matrimonio arreglado? —No oculto mi conmoción—. Pensé que
normalmente se hacían en el siglo XVIII.
—Todavía son bastante frecuentes, te lo aseguro.
—¿Supongo que tú y tu esposa no estaban enamorados? 119
Étienne se encoge de hombros.
—No hizo ninguna diferencia. Serene... quiero decir, mi esposa... no nos
llevábamos bien cuando crecíamos.
—¿Por qué no?
—Para empezar, hay una brecha de edad significativa. Eso puede funcionar bien
para algunas parejas. Entre nosotros, no podría ser más aparente. Mientras yo quiero
trabajar, ella quiere estar en cada reunión social. Quiero invertir dinero; ella quiere
gastar. Prefiero ser monógamo. Ella no.
—Si ustedes no se llevaban bien en primer lugar, entonces ¿por qué procedieron
con el matrimonio?
Étienne me da una mirada extraña.
—Fue, en su mayor parte, una decisión irreversible. Nuestras familias contaban
con ello. No quiere decir que Serene no luchó en todos los pasos del camino. Odiaba
la idea de casarse conmigo.
—¿Por qué?
—Esta no es exactamente una cara con la que la gente sueña despertar cada
mañana.
—Eso es un poco tonto, ¿no crees? —Le doy un vistazo—. No eres exactamente
el jorobado de Notre Dame.
—¿Es eso un cumplido o un insulto?
Mis mejillas se sienten rojas por su inspección.
—Ninguno. Es simplemente la verdad.
Étienne mira hacia adelante.
—Ella insistió en casarse con Livingston. “El gemelo guapo”. Sus palabras, no
las mías.
—¿La Vieja Serene realmente dijo que quería “al gemelo guapo” antes de ti?
—No, pero la oí por casualidad. —Ve la expresión de mi cara y sonríe—. No me
molestó. Nada de lo que ella dijo lo hizo.
Eso no puede ser exactamente la verdad. Étienne puede actuar bruscamente y
sin emociones, pero no lo es. Odia a esta mujer con una pasión porque sus palabras
le hacen daño en su alma. Por eso puede ser tan cruel. Él quiere lastimarte antes de
que puedas lastimarlo.
Pero Étienne nunca lo admitirá, y no voy a insistir más en el asunto.
—Tengo otra pregunta para ti.
Étienne se frota la nuca y mira al suelo.
—¿Tan personal como la última?
—Me temo que sí.
—Esto significa que puedo hacerte preguntas ilimitadas sobre tecnología en tu 120
tiempo.
—Es justo —concedo.
—Entonces adelante, haz tu pregunta.
—¿Qué pasó con tus padres?
Aparte de sus cejas levantándose una pequeña fracción, no hay indicios de que
me haya escuchado. Está en silencio por unos segundos antes de aclararse la
garganta.
—¿Quieres saber cómo murieron?
Me estremezco ligeramente Todavía me estoy adaptando a su tono asertivo.
Todo lo que Étienne dice es tan directo. Sus hermanos parecen desconcertados por
esto, pero no yo.
—Sí —digo en voz baja.
—Estás familiarizada con el auge del petróleo, ¿verdad?
Asiento.
—¿Qué tal con Spindletop?
Frunzo el ceño.
—Me has perdido.
—Spindletop era un campo petrolífero en Beaumont, Texas, que alcanzó el
petróleo en enero de 1901. La ráfaga de viento explotó durante nueve días antes de
que pudieran controlarlo. Standard Oil estaba muy interesado en este campo
petrolero, pero no podían perforar debido a las leyes estatales antimonopolio. En ese
momento, mi padre estaba fuertemente invirtiendo en Standard Oil.
—¿Cómo se invierte?
—Tenía un amigo cercano que tenía una pequeña compañía petrolera que fue
comprada por Rockefeller. El amigo se levantó poco a poco en la empresa y le
aconsejó a mi padre que invirtiera. Mi padre colocó casi todo el dinero que tenía en
Standard y se convirtió en accionista.
Silbo.
—Vaya.
Étienne apenas reconoce mis palabras y se sumerge.
—Mi padre estaba decidido a agotar todos los esfuerzos para que Standard
dominara Spindletop. No importa qué. Tenía reuniones para asistir a Nueva York en
marzo y planeaba visitar a Beaumont directamente después. Mi madre sabía que él
estaba haciendo una visita rápida a Nueva York. La hermana de mi padre, Christine,
vive allí, y mi madre quería verla, así que decidieron hacer un viaje fuera de ello. —
Sus labios se aplanaron en una línea sombría—. Se fueron el 15 de febrero. Les daría
tiempo suficiente para visitar a mi tía y llegar a Beaumont sin apresurarse. En ese
momento, Livingston y yo nos habíamos graduado recientemente de la Universidad
de Brown. Me estaba preparando para volver a Charleston para trabajar con nuestra
compañía de envíos. Nathalie tenía diez años, así que se quedó con el abuelo.
—¿Y Julian? —pregunto suavemente. 121
Nadie habla sobre el fallecido Julian Lacroix, y mi curiosidad ha ido creciendo.
—Estaba en la recuperación de la gripe y todavía un poco débil. Pensaron que
el viaje le levantaría el ánimo. —Resopla amargamente antes de continuar—.
Llegaron a Nueva York a salvo. Nathalie todavía tiene la postal que envió mi madre.
Padre visitó Texas sin problemas. Regresó a Nueva York por Julian y mi madre. En
su camino de regreso a Charleston, el tren se descarriló.
No dice más, pero puedo llenar los espacios en blanco. En un abrir y cerrar de
ojos, pasó de ser un hombre joven recién salido de la universidad al patriarca de su
familia y presidente de la compañía familiar. No es de extrañar que sea tan serio todo
el tiempo. Una persona más débil se habría derrumbado bajo la presión.
Recibo su perfil: Nariz romana, la terca inclinación de su mandíbula, labios
firmes y sin sonreír.
—Deja de darme esa mirada —dice.
—¿Cuál mirada? No te estoy mirando.
Me mira por el rabillo del ojo, y un rincón de su boca se alza. Esa pequeña media
sonrisa causa algo en mi estómago que no puedo explicar.
—Me estás dando la misma expresión que todos nos dieron a mis hermanos y a
mí después del accidente.
—¿Y qué expresión es esa?
—Es la expresión lamentable donde alguien inclina la cabeza y asiente
lentamente. Sus ojos están muy abiertos con simpatía. Las comisuras de sus labios
se curvan hacia abajo, haciéndolos parecer mimos tristes.
Descripción bastante detallada y precisa. Pero no le estaba dando a Étienne la
expresión lastimosa. ¿Cierto? Porque eso significaría que sentía algo por Étienne
además de apenas contener indiferencia.
—¿Preferirías que te mirara como antes?
—Preferiría eso sobre tu pena cualquier día.
—No es lástima lo que sentí.
Sus penetrantes ojos se encuentran con los míos.
—¿Y qué?
—Me siento... me siento... —No puedo pensar con claridad con él esperando
impacientemente mi respuesta—. La pena implica que siento tristeza por tu
desgracia, y en algún nivel, supongo que eso es correcto, pero lo que siento es dolor.
—Dolor —repite Étienne, con escepticismo.
—Sí, dolor —le digo secamente, porque, así como Étienne odia ser vulnerable,
yo también—. Dolor que toda tu familia tuvo que pasar por eso. ¿Nathalie y
Livingston? Me agradan. Son buenas personas. ¿Y tú? —Lo examino
detenidamente—. No eres del todo malo.
—Gracias. Creo —dice, con la cara seria.
Me extiendo para darle un apretón tranquilizador a su fuerte hombro, pero me 122
detengo en el último segundo. Probablemente no reaccionaría bien a mi simpatía.
Mis manos caen a mis costados mientras caminamos en total silencio.
—No merecías lo que pasó —le digo, rompiendo el silencio.
Él agacha su cabeza en reconocimiento, y ese es el final de la conversación.
Llegamos a Belgrave y Nat sale corriendo por la puerta principal.
—¿Dónde han estado?
Étienne da un paso adelante y responde antes de que pueda.
—Tomamos una caminata.
Nat se detiene y nos mira fijamente, con los ojos entrecerrados entre nosotros.
—Oh, ya veo —dice ella, aunque está claro que no—. ¿Fue... un paseo agradable?
—Dios, Nat, simplemente caminamos por el camino principal. Nadie resultó
herido. —Me mira por el rabillo del ojo y sonríe—. Aunque Serene se encargó de mi
navaja de bolsillo.
Mi estómago se hunde. Esa sonrisa va a ser mi muerte.
Rápidamente entro en la conversación.
—Aparte de eso, fue un gran paseo.
Los dos entramos a la casa, dejando a Nat confundida en el porche para
desenredar nuestras palabras.

123
—¡A
hí estás!
Levanto mi cabeza del libro frente a mí y
encuentro a Nat de pie en la puerta.
—¿Me has estado buscando?
—Sí. —Nat entra al salón y se sienta en la silla de
mimbre frente a mí.
—¿Dónde crees que estaba?
Ella se encoge de hombros y se alisa el vestido alrededor de las rodillas.
—No lo sé. Has estado preocupada últimamente. Siento que ya nunca te veo.
Han pasado dos semanas desde mi conversación con Étienne en el bosque.
Tomé un papel de la oficina de Étienne hace una semana y mantuve un recuento que
se remonta a cuando llegué por primera vez el 12 de abril hasta el viernes 3 de mayo.
Me estoy acercando poco a poco al marcador de un mes. La parte desconcertante no
es el hecho de que no estoy más cerca de encontrar una manera de ir a casa, sino que
me estoy sintiendo más cómoda en esta época. El miedo y la ansiedad que se 124
aferraron a mí cuando recién llegué se están volviendo borrosos, y tiene todo que ver
con una persona.
Étienne.
Todas las noches, después de la cena, nos reunimos en su oficina y nos
contestamos las preguntas sobre nuestros propios tiempos. De hecho, hablamos de
todo y, sobre todo. Ahora sé que el nombre de Livingston es el apellido de soltera de
su madre y que sus abuelos por parte de su padre les hablaban estrictamente en
francés porque no querían que se olvidaran de dónde venían. Descubrí que el
segundo nombre de Étienne es Alexandre y cuando era un niño, se sentía tan
frustrado por las personas que pronunciaban mal su nombre que insistió en que lo
llamaran Alex. Aunque eso solo duró unas semanas. Tenía una relación de
amor/odio con la escuela porque le gustaba el desafío, pero odiaba que le dijeran qué
hacer. (No hay sorpresa allí).
Me dijo que se había roto la nariz dos veces. La primera vez tenía diez años, y
cuando estaba teniendo problemas con Livingston y Asa, su hermano
accidentalmente le dio un codazo en la nariz. La segunda vez fue en la universidad
cuando se peleó con un compañero de estudios.
A cambio, le dije que el apodo de mis hermanos para mí era Se. Confesé que
mis hermanos Ian y Bradley me explicaron que la mejor manera de defenderse
contra un hombre es arrodillarlo y que mi hermano Ian lo demostró pateándole a
Bradley en las bolas. Se dejó caer al suelo más rápido que un saco de patatas.
Eso nos llevó a una divertida conversación en la que expliqué la jerga y los
dichos de mi época. Él no se puso pálido o completamente jadeante. Todo lo
contrario. Esa noche fue la primera vez que vi a Étienne reír genuinamente de sus
entrañas. Confesé que a veces me siento abrumada por todos los aspectos de la
gestión de una empresa. Le dije que mis hallazgos favoritos para mi tienda son fotos
porque son un portal al pasado. (En mi caso, literalmente).
Hablamos de todo, excepto por dos aspectos cruciales de nuestras vidas: Mi
prometido y la esposa a la que reemplacé.
Al final de cada una de estas conversaciones, intentamos encontrar formas para
que yo vuelva a mi propio tiempo, pero esas discusiones son cortas y dulces porque
honestamente estamos en la oscuridad cuando se trata de la razón real por la que
estoy aquí.
Anoche, después de que terminé de explicar todas las cosas que Microsoft Word
puede hacer, nos pusimos manos a la obra. Por enésima vez, repasamos a sus amigos
y familiares más cercanos, mientras hacía todo lo posible por pensar en cada familiar
vivo y distante de mi familia. La única diferencia fue que esta vez, escribimos cada
nombre con la intención de hacer referencias cruzadas entre ellos. Nos fijamos en
esas listas hasta que me enojé, pero no encontramos enlaces.
Cree en la idea de que tal vez fue él quien me trajo a través del tiempo, pero
puedo decir que no está muy emocionado con la idea. Mi instinto me dice que mire
más de cerca a las personas con las que trabaja. En concreto, Asa Calhoun.
No lo he mencionado desde nuestra caminata, aunque sigo defendiendo lo que 125
dije. Algo está mal con él. Algo que me grita que podría ser un peligro potencial.
—¿Qué has estado haciendo? —pregunta Nat.
Miro el libro en mis manos y lo uso como mi excusa.
—Leyendo.
Nat mira a la portada.
—Directorio de la Ciudad de Charleston. —Se queda en silencio por un
momento, frunciendo sus cejas—. ¿Qué te hizo leer eso?
Me apresuro a llegar a una explicación razonable.
—Lo vi en la biblioteca de Étienne, y mi curiosidad se apoderó de mí. —No es
cierto. Étienne tenía una copia en su oficina y me la trajo a casa.
—Desprecias la lectura a menos que sea una de tus codiciadas revistas.
—Tienes razón. No soy fanática de la lectura —miento—. Pero estoy tratando de
ampliar mis horizontes. Descubrir más sobre la ciudad en la que he crecido.
—¿Sobre la ciudad en la que creciste, dices?
Asiento.
—¿Qué te ha pasado? —pregunta Nat en tono jovial, pero escucho la sospecha
en sus palabras.
—Nada. —Le doy lo que espero que sea mi sonrisa más tranquilizadora, con la
esperanza de que eso le ayude a no hablar.
No lo hace.
Ella golpea un dedo contra su labio, mirándome especulativamente.
—No, has sido muy peculiar últimamente.
—¿Oh? —Enderezo mis hombros. Cierro el directorio—. ¿Cómo es eso?
—Para empezar, tu actitud.
—¿Mi actitud? —repito.
—Sí. —Nat cruza sus piernas y se apoya contra la almohada a su izquierda—.
Siempre has sido... oh, ¿cuál es la palabra?
—¿Una perra?
Nat se ve momentáneamente sorprendida, pero la expresión se disuelve
rápidamente y se reemplaza con una sonrisa.
—No, tonta. Eso no es lo que quise decir en absoluto.
—Entonces ¿qué quisiste decir?
—Has cortado toda comunicación con tus amigos. Rara vez vas de compras. No
has hablado de tener una velada en semanas. Es casi como si fueras una persona
diferente.
Nat es una niña dulce e ingenua. Pero no es estúpida, y tengo que echarla del
camino. Ella se está acercando demasiado a la verdad.
—Tenemos que pasar algún tiempo juntas —me explico. 126
Las cejas de Nat se levantan en sorpresa. Luego salta y aplaude.
—¡Estoy de acuerdo!
Coloco el directorio en la mesa y me hago una nota de que lo revisaré esta
noche.
—¿Qué tienes en mente?
Una sonrisa lenta y tortuosa se extiende por sus labios.
—¿Qué tan aventurera te sientes hoy?
En unos segundos, me siento derecha en la silla. Todo lo que escuché fue la
palabra aventurera, y estoy enganchada con ello.
—Bastante.
Nat sonríe.
—Bueno. Ahora sígueme.
—¿Estás lista?
Agarro el manillar con fuerza y miro mis pies apoyados en el suelo. Esta no es
la primera vez que ando en bicicleta. Prácticamente viví en una cuando era niña.
Crecer en el país nos dio a mis hermanos y a mí horas para explorar la propiedad.
Creamos nuestros propios caminos y utilizamos nuestra imaginación tanto como sea
posible.
Pero eso fue con una bicicleta que no se consideraba una reliquia en mi época.
En algunas subastas, he visto esta bicicleta. Es una bicicleta de Raleigh All Steel
Lady. Es posible encontrar algunas que están bien conservadas, pero la mayoría de
las veces están en mal estado. Esta está en condiciones prístinas. Los neumáticos son
blancos, y las llantas y manivelas son todas de acero. La bicicleta de Nat tiene una
cesta de mimbre unida al frente.
Lo señalo.
—¿Para qué es la canasta?
Ella lo mira y sonríe con orgullo.
—Esta primavera, planeo salir al bosque y recoger flores.
—Ah. Ya veo.
—Sé que no es algo que disfrutes. ¿Pero quién no quiere flores frescas en su
habitación?
Sonrío y me muerdo la lengua.
—Entonces ¿qué vamos a hacer hoy?
—Explorar —dice ella antes de emprender el camino. 127
Como todo lo demás a partir de este momento, mi mente susurra: Estás
viviendo una parte de la historia.
Es más que abrumador. Me obligo a colocar un pie en el pedal y empujo contra
el suelo con el otro. Me encuentro sonriendo mientras pedaleo después de Nat. Justo
cuando creo que la he alcanzado, se levanta de su asiento y acelera el camino.
—¡Vamos, Serene! —grita mientras mira por encima del hombro y me sonríe.
Incapaz de retroceder ante un desafío, pedaleo furiosamente. El viento azota
mi cabello, destruyendo toda la obra de Hannah. Se siente como libertad, y por el
estallido de risa de Nat, sé que ella está experimentando la misma emoción. Ese
momento se destaca, porque es la primera vez que vislumbro cómo se sienten la
mayoría de las mujeres en esta era. Desde su vestimenta hasta elecciones diarias,
todo está restringido. Cuando llega la oportunidad de la independencia, la
aprovechan alegremente. Si pudiera mostrarle a Nat un pequeño vistazo de mi
mundo, ¿cómo reaccionaría a toda la libertad a su disposición?
Aumento el ritmo hasta que estoy directamente detrás de Nat, luego ella se
detiene abruptamente. Su rueda trasera rocía grava sobre la hierba, pero no parece
darse cuenta. Me mira por encima del hombro y me hace un gesto para que me
acerque.
—Tenemos que tener cuidado —dice solemnemente.
—¿Por qué?
—Porque técnicamente, donde te llevo ya no es propiedad de Lacroix. —Pone
un pie en uno de los pedales y apunta hacia la derecha—. Está aquí abajo.
Aquí abajo parece absolutamente nada. Pero no digo nada y la sigo en silencio.
En este punto, soy más curiosa que nada.
Entramos y salimos entre los árboles. Las ramitas se rompen debajo de
nuestros neumáticos. No hay grava, solo una pequeña pista de tierra que me rebota
en mi asiento con tanta fuerza que casi me caigo unas cuantas veces. El estrecho
sendero se extiende más allá de nosotros, y parece que continúa por kilómetros.
Étienne me ha dicho que la plantación Belgrave originalmente era
administrada por la familia de su madre. Cuando sus padres se casaron, su padre se
hizo cargo. Años más tarde, sabiamente vendió su parte de la plantación de azúcar
hasta que lo único que poseían eran doscientos acres en lugar de los mil originales.
Salimos de la zona boscosa hacia un campo donde el sol brilla intensamente
sobre nosotras. Nadie se ha molestado en cortar la hierba, por lo que se ha convertido
en maleza espesa tan alta que rozan mis manillares. Delante de mí, Nat canturrea
una melodía desconocida, absolutamente imperturbable por su entorno.
Yo no. Aunque estoy cada vez más cómoda en esta época, todavía miro
boquiabierta a mi entorno. Es como si hubiera vivido en un búnker durante los
últimos diez años y esta es la primera vez que salgo. El fuerte contraste entre este
momento y el mío es tan poderoso que no puedo evitar asimilarlo todo. Me siento
abrumada rápidamente, pero aquí mismo, con los insectos y el hermoso paisaje,
siento que puedo apoyarme en un vivo roble, organizando todos mis pensamientos,
y respirando hondo. 128
Nat gesticula al espacio abierto que nos rodea.
—Esta área solía ser donde estaban las casas de los esclavos. Los edificios
fueron derribados hace unos años.
—Ah… —le digo. Eso explica el grupo aleatorio de árboles repartidos por la
tierra. En el medio del claro hay un gran edificio que prácticamente se está
desmoronando. Lo señalo—. ¿Qué es eso?
—El viejo almacén general.
—¿Una tienda general? Vaya.
—Eso fue antes de la Guerra Civil —dice en voz baja.
Asiento en comprensión.
—Antes de que la mayoría de las plantaciones colapsaran.
Ella sonríe.
—Precisamente.
—¿Quién es el dueño de esta propiedad ahora?
Nat se encoge de hombros.
—No estoy segura. Papá vendió esta tierra años y años y años antes de que yo
naciera. Eso sería algo que Étienne sabría. Él sabe todo sobre Belgrave. Mis dos
hermanos lo hacen. Puede que Livingston no lo muestre, pero ambos fueron
educados para saber todo sobre el negocio familiar.
—Sin embargo, cayó sobre los hombros de Étienne.
Nat reflexiona mis palabras.
—No creo que haya caído sobre él. Era natural. Está claro que es el responsable
entre él y Livingston.
—Nunca lo hubiera adivinado —bromeo.
Ella sonríe. En ese momento, tengo el impulso más fuerte de hablar sobre el
paralelo entre los hermanos de Nat y el mío. Pero no puedo. Todavía no tiene sentido
por qué mis hermanos no están aquí. Deberían ser, pero no puedo evitar
preguntarme; si lo fueran, ¿serían los mismos hombres que conozco y amo? O tal vez
serían caricaturas. Tal vez es mejor que no estén aquí.
—¡Estamos aquí! —anuncia.
He estado tan envuelta en nuestra conversación que dejé de prestar atención a
lo que nos rodeaba y no noté el arroyo a mi derecha. Marsh Grass bordea las aguas
turbias y desaparece bajo una cubierta sólida. Desde aquí, puedo ver que en el lado
opuesto del arroyo hay una cuerda colgando de un árbol, que muestra que esta vez
fue un lugar donde los niños Lacroix visitaban con frecuencia.
—¡Esto es genial! —digo mientras salgo de mi bicicleta.
Nat prácticamente brilla de mis elogios. Ella casi salta hacia la cubierta.
—Sé que Étienne nunca te ha traído aquí, pero parecías tan sin espíritu en casa, 129
y pensé que no estaría mal pedirte que vinieras conmigo.
—Me encanta. Esto es exactamente lo que necesitaba.
Se detiene en la cubierta y se da la vuelta.
—Solo hay una cosa.
—¿Qué? —pregunto mientras me quito los zapatos.
—No traje mi traje de baño. —Nat pisotea su pie—. ¡Estaba tan emocionada por
venir aquí, que lo olvidé!
Me encojo de hombros y me quito las medias una a la vez.
—¿A quién le importa? Tienes ropa interior puesta, ¿no?
Nat se sonroja antes de asentir. Puede ser progresiva en su tiempo, pero todavía
hay líneas que teme cruzar.
—Genial. —Tiro mis medias sobre un hombro y me muevo hacia el muelle—.
Entonces puedes nadar.
La boca de Nat se abre como la de un bacalao. Mira a su alrededor como si
estuviéramos rodeadas de gente y susurra:
—Eso es escandaloso.
—No es la gran cosa.
Y es verdad. Las capas de ropa debajo de nuestros vestidos son más de las que
usaría en un frío día de invierno. ¿Cómo reaccionaría Nat si viera los trajes de baño
que usan las mujeres en mi época? Probablemente tenga un derrame cerebral.
—Estoy sudando como una puta en la iglesia, y sé que tú también. Ahora, no
hemos venido hasta aquí solo para regresar a casa debido a un traje de baño.
Merecemos estar en esa agua, Nat —digo enfáticamente.
Una expresión melancólica cruza su rostro. El sudor alrededor de la línea de su
cabello gotea por su cara. Mira entre el agua y yo, y sé que mi discurso apasionado,
y dramático, está llegando a ella.
—¿Estás dentro o no? —pregunto.
Aleja su mirada del agua, con una mirada de determinación en sus ojos. Por un
momento fugaz, se ve idéntica a Étienne.
—Estoy dentro.
Sin esperar mi respuesta, se vuelve de espaldas y comienza a desvestirse. Para
hacerla sentir más cómoda, hago lo mismo. Suspiro de alivio cuando el aire toca mi
piel, y me vuelvo hacia Nat. A pesar de que lleva un resbalón sobre su corsé y ropa
interior, cruza los brazos con timidez.
—Vamos —la animo―. Con este calor, tienes que admitir que quitar todas estas
capas no es tan malo.
—Es asombroso.
Sonríe ampliamente y luego me sorprende girándose hacia el agua y corriendo
a toda velocidad por el muelle. Lleva sus piernas cerca de su pecho, envuelve sus 130
brazos con fuerza alrededor de sus rodillas y hace una bola de cañón en el agua.
Algunas gotas caen sobre mi piel caliente, haciéndome saltar.
Segundos después, la cabeza de Nat emerge del agua. Aleja su cabello oscuro
de su cara y cubre ambas manos alrededor de su boca.
—¡Entra, Serene!
No tiene que decirme dos veces. Copiando las acciones de Nat, salto del muelle.
Abro los ojos mientras estoy bajo el agua, pero es tan turbio que apenas puedo ver
mi mano delante de mí. Eso no me importa; el agua se siente increíble
Después de un rato de nadar y recostarme para que el sol pueda tocar nuestras
caras, miro a Nat. Desde que la conocí, esta es la primera vez que la veo tranquila. Es
difícil decir cuánto tiempo ha pasado. ¿Minutos, horas, días? El mundo exterior
parece estar cerrado para nosotras, casi como si hubiera una cúpula alrededor del
agua. Incluso los animales en el bosque están en silencio.
—¿Alguna vez quieres algo más de la vida? —pregunto perezosamente.
Nat levanta la cabeza y me mira, claramente perpleja.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, ¿quieres una vida fuera de Belgrave?
—Oh... —Nat sonríe a sabiendas antes de inclinar su cabeza hacia atrás,
sumergiendo su cabello en el agua—. Sé lo que estás haciendo.
—¿Qué es lo que crees que estoy haciendo?
—Intentando descubrir si todavía estoy decidida a casarme con Asa.
¿Nat quiere casarse con Asa Calhoun? ¿Ese idiota arrogante que trabaja con
Étienne? ¿Por qué, por qué, por qué?
Me mira de cerca.
Asiento, pretendiendo saber de lo que está hablando.
—Por supuesto que recuerdo nuestra conversación. No puedo olvidarlo. ¿Pero
todavía no estoy exactamente segura de lo que ves en él?
Ella frunce el ceño.
—He amado a Asa desde que tenía dieciséis años.
—Está bien —digo lentamente—. Eso es un comienzo. Pero ¿qué es lo que amas
de él?
Para mí, parece un desgraciado que echaría a las mujeres como el periódico de
ayer. Pero ¿no se ha enamorado toda mujer de un hombre al que no debería?
Independientemente de lo que alguien diga, todavía intentas darle una oportunidad
a ese hombre, aunque es más que probable que te lastime. Es como si tuviéramos
que raspar el fondo del barril para entender cuando hay un buen hombre entre
nosotros.
—¿No deberías conocer a más hombres antes de conformarte con Asa? —
pregunto con cuidado. 131
—He estado en una cita recientemente.
—¿Y?
—¡Era un completo chiflado!
La miro fijamente. Sé que lo que dijo es un dicho, pero está volando
directamente sobre mi cabeza.
Ella pone los ojos en blanco.
—Lo juro, Serene. Últimamente, has tenido tu cabeza en las nubes. Él es
aburrido. La cita fue completamente decepcionante.
—Pero ese es un chico —señalo.
—Diría más que un solo chico. —Nat vuelve a mirar el cielo; una expresión
soñadora se apodera de su rostro—. No. Yo amo a Asa. —Me mira—. Sé que no amas
a mi hermano, pero ¿alguna vez has sentido... algo con él?
Mi corazón se acelera.
—¿Qué quieres decir?
—Sabes... ¿tener esa sensación alrededor de él? ¿Mariposas en tu estómago
cuando entra en la habitación? ¿El desesperado impulso de estar donde sea que esté?
¿Estás pensando constantemente en él? —Levanta una ceja—. ¿Y bien?
Lo más probable es que si me hubiera hecho esta pregunta hace cuatro
semanas, mi respuesta hubiera sido un infierno rotundo, no. Pero ahora... ahora no
estoy tan segura. Muy lentamente, he empezado a ver un lado diferente de Étienne.
Empecé a pensar en Étienne como un amigo. Y esa amistad se está convirtiendo en
algo que no puedo explicar.
—No siento eso —lo admito.
La cara de Nat cae.
—Pero —le digo—, ¿no estás de acuerdo en que muchas cosas pueden cambiar
en un año?
Levanta ambas cejas y sonríe.
—Absolutamente.
—Puede que no nos hayamos llevado bien en el pasado, pero ¿quién sabe?
Podría terminar disfrutando de su compañía después de todo —digo casualmente.
En realidad, disfruto mucho de su compañía.
—Tal vez el tiempo le permita a Asa comenzar a notarse.
Mi corazón se rompe un poco por Nat. Es tan dulce y optimista y está tan
protegida por sus hermanos que no se le ha pasado por la cabeza que Asa podría no
devolverle sus sentimientos. Sé que probablemente debería decirle eso, pero no
tengo el corazón para explotar su burbuja.
—¿No crees que él vea algo en ti?
Ella resopla.
—No. Piensa en mí como la hermana menor de Étienne y Livingston. —Nat se
inclina hacia adelante—. ¿Sabes que escuché a mis hermanos hablar de mí hace
132
semanas y que Étienne me llamó frágil? —Golpea una palma contra el agua, enviando
ondas a nuestro alrededor—. La audacia de él.
Me han llamado muchas cosas en mi vida, pero frágil no es una de ellas. Pero
puedo entender por qué Étienne dijo eso. Especialmente después de nuestras
conversaciones nocturnas. Si perdiera a un hermano y a mis padres en un trágico
accidente, me aferraría a cualquier rastro sobreviviente de ellos con todo lo que tenía.
—Él es protector contigo —le respondo en voz baja.
Nat parpadea rápidamente, sorprendida de haber defendido a su hermano.
—Lo sé.
—Esa podría ser la razón por la que Asa no ha devuelto tus sentimientos.
—¿Qué quieres decir?
—Es el mejor amigo de tus hermanos mayores, ¿verdad?
Ella asiente.
—Y te conoce desde que eras una niña, ¿no?
Otro asentimiento.
—Así que, tal vez él te vea como fuera de los límites.
La cara de Nat se ilumina en comprensión.
—¡Brillante! ¡Nunca pensé en eso!
Sonrío alentadoramente.
—¿Cómo le hago ver que soy más que su hermana menor?
—No creo que puedas hacerlo. Solo... dale tiempo.
—Tiempo... —Nat chasquea la lengua por unos segundos, considerando mi
sugerencia antes de que me mire con determinación—. Entonces eso es lo que le daré.
Tiempo.
—¿Qué harás si el tiempo no es suficiente? —Me da una mirada en blanco—. ¿Y
si termina no devolviendo tus sentimientos? ¿Qué harás entonces?
Nat parece sorprendida por mis preguntas. Pero las pregunté de la manera más
gentil posible, y necesitaba que se les preguntara. Pasan los segundos y me doy
cuenta de que Nat realmente no entiende su potencial y lo que la espera. Acaba de
agarrar lo primero que el mundo colgó frente a ella; ser madre y esposa.
—¿Qué quieres de la vida? —pregunto.
—Quiero casarme y tener hijos. Con Asa —dice con calma, pero con
determinación.
—Está bien, pero si pudieras hacer algo, ¿qué sería? No es como si criar una
familia no sea lo suficientemente bueno —me apresuro a decir—. No quiero que
tengas la idea de que creo que es una mala ambición, porque no lo es. Pero no es tu
única opción.
En la moda típica de Nathalie, ella me da una sonrisa brillante. 133
—Entiendo. —Mira el agua—. No se me ocurre nada.
—¿Nada?
Asiente.
—Tiene que haber algo —la insto suavemente.
—Bueno, hay algo en lo que he estado pensando. —Duda antes de mirarme—.
He querido comprar una cámara.
—¿Te interesa la fotografía?
—¡Sí! —Nat me da una sonrisa cómplice—. Hay esta cámara que vi en un
catálogo de Sears. Es un bolsillo de chaleco Kodak. —Levanta las manos del agua y
las mantiene a unos cuatro centímetros de distancia—. Es una pequeña cámara
plegable que es perfecta para fotógrafos aficionados.
—¿Siempre te ha interesado la fotografía?
Asiente ansiosamente y mira detrás de mí con una mirada lejana en sus ojos.
—Recuerdo que mi madre tenía una cámara que tenía todos estos mecanismos;
tirar de cuerdas, presionar botones y teclas. Tomó fotos de mis hermanos y de mí en
cualquier oportunidad que tuvo. Las fotos ciertamente no eran profesionales. Por
eso me gustan. Nos mostraron a mis hermanos y a mí en nuestro elemento.
—¡Eso es increíble! —exclamo—. Deberías ir a comprar la cámara.
—Aunque son veinticinco dólares.
Veinticinco dólares no me parecen mucho, pero sí lo es para esta época. Con la
inflación, estoy dispuesta a apostar que el costo de la cámara sería un par de cientos
de dólares en mi tiempo.
—Pregúntale a Étienne. Estoy segura de que obtendrás la cámara, y si no lo
hace, podremos conseguir el dinero.
—Gracias. —Me mira por el rabillo del ojo—. Todavía quiero casarme... pero
quiero casarme por amor.
Puedo leer entre líneas. Ella no quiere un matrimonio como el de Étienne. No
puedo criticarla por querer algo mejor para ella.
—¿Quién dice que tienes que elegir una sola opción? Cásate y ten hijos y toma
muchas fotos de ellos. Haz lo que te haga feliz —la animo.
Necesito soltarla un poco. Todo lo que estoy diciendo se siente como si hubiera
sido arrancado de una tarjeta de Hallmark o de una pegatina de parachoques.
Afortunadamente, la conversación se interrumpe cuando Nathalie nada,
haciendo pequeñas figuras a mi alrededor. Sigo el ejemplo y disfruto la sensación del
agua fría acariciando mi piel. A veces hago vueltas, y el cálido abrazo del sol me
saluda cuando salgo a tomar aire. El tiempo pasa cuando hacemos lo nuestro.
Después de un rato, Nat se acerca de nuevo. Incluso con el sol lanzándose sobre
nosotros, puedo ver un ligero tinte rosado en sus mejillas. No puedo decir si es el
comienzo de una quemadura de sol o si está nerviosa.
—Sé que puede ser inútil preguntar, considerando tu pasado con mi hermano. 134
Sí. Definitivamente está nerviosa.
—Pero ¿crees que existe la posibilidad de que ustedes puedan arreglar su
relación? —pregunta Nat antes de inclinarse más cerca—. Porque me he dado cuenta
de que te está mirando. Sus ojos te siguen dondequiera que vayas.
A pesar de que el sol me calienta, la piel de gallina estalla.
—Tal vez están destinados a ser —dice ella con esperanza.
—Tal vez —respondo débilmente.
Cada vez que asiento y juego con esta improbable farsa, me siento menos como
un fraude y más como una perra engañosa. Nunca esperé que me gustara tanto Nat,
y no anticipé sus palabras sobre Étienne y yo para llenarme de felicidad.
Exhalo ruidosamente y nado más cerca de ella.
—Nat, creo que hay algo que debería decirte.
—Puedes decirme cualquier cosa.
Ella me mira con sinceridad en sus ojos, y empiezo a pensar que tal vez, solo tal
vez, me creará. Respiro hondo
—Soy…
—Esto ya no es propiedad Lacroix.
Moviendo mi cabeza hacia el muelle, veo a Étienne parado allí con las mangas
enrolladas hasta los codos y unas toallas en sus brazos. Mi sonrisa se desvanece.
Nat le sonríe y nada más cerca de la cubierta.
—¿De dónde vienes?
—De la casa. Le pregunté al personal dónde estaban ustedes dos. Solo Hannah
lo sabía. —Sus ojos permanecen fijos en mí.
—Y trajiste toallas. Eso es considerado —digo.
—Hannah me sugirió que los trajera. Le dije que seguramente mi hermana y...
mi esposa no olvidarían las toallas, pero por desgracia, puedo ver que ella tenía
razón.
—Ir a nadar fue una decisión espontánea —digo antes de que pueda pensar dos
veces.
Étienne me da una media sonrisa que hace que mi corazón caiga a mi estómago.
—Claramente.
“¿Unas pocas conversaciones civiles y te estás volviendo papilla? Enfócate,
Parow”, sisea mi mente.
—¿Cuánto tiempo hemos estado fuera? —pregunta Nat.
—Cerca de dos horas. Me estaba preocupando.
Levanto mis rodillas y suavemente floto hacia atrás.
—Lo estamos haciendo bien. 135
Los ojos de Étienne trazan la acción con calor.
—Puedo ver eso.
El cómodo silencio que Nat y yo construimos estas últimas dos horas huye
como un ladrón en la noche, pero los tres no decimos nada. Étienne me está mirando.
Y, ¿Nat? No tengo idea de lo que está haciendo porque estoy mirando a Étienne.
Nat abre la boca y habla en francés.
—Que se passe-t-il entre toi et Serene?1
El sonido es tan elegante que no me importa que no tenga idea de lo que está
diciendo o que mencionara mi nombre.
Étienne responde.
—Rien!2
—Je ne suis pas aveugle. Je peux voir le changement. Dis-moi, Étienne.3
—Entre à l’intérieur, Nathalie.4

1 ¿Qué pasa entre tú y Serene?


2 ¡Nada!
3 No soy ciega. Puedo ver el cambio. Dime, Étienne.
4 Entra, Nathalie.
—Mais...5
—Entre6 —dice Étienne, su voz brusca.
Su conversación se detiene. Nat entrecierra los ojos hacia Étienne como si
quisiera decir más, pero suspira y se mueve hacia la escalera.
—Creo que debería estar en casa.
—No. Espera. —Desesperadamente, agarro su brazo—. Quédate —le suplico al
mismo tiempo que Étienne dice:
—Vete.
Nat nos mira con una sonrisa divertida antes de que suavemente se aleje de mí
y nade hacia la escalera. Toma una de las toallas que trajo Étienne y se envuelve
rápidamente antes de levantar su vestido. Mira por encima de su hombro.
“¡Traidora!”, gritan mis ojos.
Pero Nat sonríe y camina hacia su bicicleta, dejando un rastro de huellas
mojadas.
—¡No vas a volver a la casa de esa manera! —grita Étienne.
—Estoy al tanto. ¡Me cambiaré por el camino! —le grita Nat de regreso mientras
se sube a su bicicleta.
Siento los ojos de Étienne en mí mientras observo a Nat alejarse. Pronto ella se
convierte en una mota en la distancia.
Étienne se aclara la garganta, así que arrastro mi mirada hacia la suya. Me mira
con un pequeño ceño fruncido.
—¿Por qué te aferraste a mi hermana? ¿Me tienes miedo?
136
—¿Miedo de ti? —Sorbo—. Apenas.
Eso no es técnicamente cierto. Si bien sé que Étienne no me hará daño, temo lo
que pueda pasar entre nosotros cuando estamos solos. Están apareciendo
sentimientos peligrosos. Sentimientos que no tienen por qué estar allí. Cuando
llegaron, eran imposibles de combatir.
Aunque no puedo explicarle eso.
—Necesito hablar contigo —dice Étienne.
—Lo que sea que tengas que decir, lo puedes decir en el agua.
Él cruza los brazos sobre su amplio pecho y se ríe.
—No entraré.
—¿Sabes nadar? —desafío.
Eso lo tranquiliza bastante rápido.
—Sí.
Asiento hacia el agua delante de mí.

5 Pero…
6 Entra
—Entonces entra.
Étienne abre la boca, pero la cierra rápidamente. Tiro un guante a sus pies, y sé
que se está muriendo por levantarlo. Nadie lo desafía.
Él mira entre mi vestido en el muelle y yo.
—¿Qué llevas puesto?
—Sujetador y bragas —respondo con sinceridad, pero mis mejillas todavía se
enrojecen. Lo cual es ridículo. He usado bikinis en público y nunca lo he pensado dos
veces, pero la manera en que Étienne me está mirando es como si pudiera ver a través
del agua turbia, haciéndome sentir desnuda.
Él traga y mira hacia otro lado por un segundo.
—¿Siempre te pones eso para nadar?
—No. Típicamente, me pongo un bikini. Pero es casi lo mismo.
Étienne no responde, solo se queda inmóvil en el muelle.
—¿Vas a entrar o vamos a seguir hablando sobre el traje de baño de las mujeres?
—bromeo.
—No, no me meteré en el agua. Como puedes ver, estoy vestido y tengo una
reunión en una hora.
—Entonces desvístete, y no tendrás que preocuparte por mojarte la ropa.
Él arquea una ceja.
—Eso es indecente.
—Es liberador. Usar ropa en el agua sería incómodo. Estarías dificultoso — 137
señalo.
—¿Tu sugerencia es nadar sin ropa? —pregunta con la boca apretada.
—No, te estoy sugiriendo que te desvistas a tu ropa interior. De lo que estás
hablando es nadar desnudo.
Él arquea una ceja y me mira escépticamente.
—¿Nadar desnudo? —Todavía nada—. ¿Sabes... dónde nadas... desnudo? —
Hago una pausa—. ¿Alguna vez has hecho eso antes?
Mira al muelle. Hay una pequeña pausa antes de que él conteste.
—No, no lo he hecho. —Sus ojos, calientes y resueltos, se mueven hacia los
míos—. ¿Y tú?
¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo? ¿QUÉ. ESTÁS. HACIENDO?, mi
mente me grita.
Ya no lo sé. Pero lo que sí sé es que es imposible para mí no golpear la armadura
de Étienne. En las últimas semanas, lo he conocido y me he dado cuenta de cuánta
presión descansa sobre sus hombros. Nunca se toma un descanso y se divierte.
Profundo, profundo, profundo dentro de él, sé que es capaz de relajarse. Es solo
que nadie ha sido lo suficientemente paciente como para quedarse el tiempo
necesario para ver cómo sucede. Quiero ser la persona para quedarse.
—Sí —respondo, mi voz saliendo en un gruñido—. Lo he hecho.
—¿Por qué no estoy sorprendido? —murmura.
—Entra, Étienne.
Otra pequeña pausa, entonces.
—Bien.
Sonrío triunfalmente. Mis piernas patalean salvajemente mientras espero. Se
quita los zapatos. Sus calcetines son los siguientes. Los enrolla y los pone al lado de
sus zapatos.
A la velocidad a la que va, estaremos aquí toda la noche.
—¡Oh vamos! Quítatelo, Lacroix —bromeo.
Cuando Étienne me da una media sonrisa, mi corazón se acelera un poco.
—Date la vuelta —ordena.
—Otra vez con la timidez.
—Bien. No te des vuelta. Simplemente estaba diciendo eso para tu beneficio.
—¿Mi beneficio? —Ahora es mi turno de arquear una ceja—. ¿Tienes un cuerpo
horrible debajo de tu ropa?
Sus ojos son desafiantes mientras se desabotona la camisa. Solo un pequeño
vistazo de su pecho y mi risa se desvanece. Se quita la camisa un botón a la vez, y mi
sonrisa se borra de mi cara.
Porque debajo de su ropa, no es horrible.
Definitivamente no. 138
Es emocionante verlo así, porque finalmente puedo poner en la cama todos esos
pensamientos inquietantes que he tenido sobre su cuerpo. La parte triste es que
ninguno de esos pensamientos se acerca a lo que está frente a mí.
Desde aquí, puedo ver claramente sus pectorales definidos y las crestas de los
músculos en su abdomen. Un rastro de vello oscuro comienza en su ombligo y
desaparece debajo de su pantalón. Pero es la V abdominal cerca de sus caderas lo
que me llama la atención. Juro que es como una flecha, que apunta hacia lo que está
al sur, desafiándome a no mirar fijamente.
Su pantalón sale a continuación, pero antes de que pueda verlo prácticamente
desnudo, salta al agua.
Arrugo mi cara cuando el agua me salpica. Segundos después, Étienne
reaparece a una distancia saludable de mí. Con ambas manos, se quita el cabello de
la cara. Gotas de agua se aferran a sus pestañas oscuras. Veo una sola gota en la punta
de su nariz torcida. Quiero quitarla.
—¿De qué hablabas con Nat antes de que interrumpiera? —Con facilidad,
Étienne se acerca, sus brazos deslizándose a través del agua. Se parece a un
depredador que se acerca a su presa.
Tengo que evitar alejarme.
—Nada.
—¿Nada? Parecían estar en una conversación profunda.
Étienne me mira por unos segundos antes de asentir y acercarse. Debajo del
agua, sus dedos rozan un lado de mi estómago. No puedo decir si es a propósito o
por accidente, así que no digo nada. Sin embargo, aspiro profundamente y me quedo
perfectamente inmóvil.
—¿Cuál es la verdadera razón por la que viniste a buscarme? No puede ser dejar
las toallas.
—No lo fue. Vine aquí para decirte que tomé tu consejo.
Mi cabeza se levanta en sorpresa.
—¿Lo hiciste?
—Lo hice —confirma—. Vertí los libros de contabilidad en el trabajo.
—¿Y? —pregunto impacientemente.
—Y es como pensé. Nada sospechoso está sucediendo.
He estado tan segura, tan segura de que encontraría algún error. Mis hombros
se desploman en derrota.
—¿Te gustaría buscar entre los libros tú misma?
Lo miro.
—Sí, lo haría.
Suspira
—Sé mi invitada; no encontrarás un solo error. Hay una razón por la que 139
contraté a Asa y Edward. No están en el negocio de cometer errores.
—¿Por qué estás tan seguro de ellos? ¿Realmente crees que nunca te
traicionarían?
—¡Sí! —responde Étienne.
Su arrebato me hace arquear una ceja.
Él respira hondo y cuadra sus hombros.
—Los he conocido toda mi vida. ¿No crees que, si hubieran tenido un intento
malicioso, ya lo habría reconocido?
Tiene un punto válido, pero no es nada para tranquilizarme. Hay algo acerca de
Asa que me dice que necesito cavar más duro.
—¿Qué pasa con Johnathan? —pregunto.
—No creo que hiciera nada en represalia. Él es un bastardo, pero es demasiado
denso para serlo.
—Está bien. Crees que Johnathan es un imbécil. Pero mi instinto me dice que
hay algo raro con Asa.
Étienne se pasa las manos por su cabello mojado.
—¿Qué te tomará creer que es inofensivo?
—Nada; ¡no confío en él!
—Lo sé. Lo has dejado muy claro. ¿Pero estás poniendo toda tu energía en él
porque no estás yendo a ningún lado de regreso a tu época?
Él tiene un punto. Aparte de que Asa es un completo idiota durante un
encuentro, no tengo nada de lo que desconfiar de verdad. Solo instinto.
—Nunca respondiste mi pregunta antes. ¿De qué hablabas antes de que yo
llegara?
—No puedes hacer esa pregunta y no esperar que no pregunte. ¿De qué estabas
hablando en francés?
—De ti —responde él.
La respuesta directa de Étienne me detiene; no había esperado que me lo dijera.
—¿Qué hay de mí?
—Ella preguntó si había algo entre tú y yo.
—¿Qué le dijiste?
—Nada. No es asunto de ella.
Me alegra que mantenga nuestra nueva amistad en privado. Sé que suena
extraño, pero protejo lo que tengo con él. No importa lo insignificante que pueda
parecer a otra persona, a Étienne y a mí nos costó mucho llegar a donde estamos hoy.
Sin embargo, una parte de mí desea que confirme que hay algo entre nosotros. Me
alejaría de la Vieja Serene.
—¿Vas a decirme de lo que estaban discutiendo?
Parpadeo de nuevo, enfocando.
140
—No —respondo con sinceridad—. ¿Estás nervioso de que le diga sobre mi...
situación?
—Sí —confiesa Étienne.
—Bueno, ya que estás siendo honesto, yo también quiero. Quiero decirle que no
soy la Serene que ella cree que soy, pero tengo suerte de que me creas. Sería codicioso
esperar que dos personas confíen en mí.
—No puedes hacer eso.
—No voy a hacerlo. Pero sería la mentirosa más grande si dijera que no me pasa
por la cabeza todos los días.
—No puedes —repite con urgencia—. No solo la confundiría, sino que también
la lastimaría.
—¿Cómo es eso? —Me inclino—. Tu hermana es una persona amable y cariñosa.
Si alguien me va a creer, sería ella.
—Esas son las razones por las que no deberías decirle una sola cosa. Es
demasiado amable.
—Lo entiendo. Pero se siente incorrecto.
—¿Mentirle?
Asiento.
—Fingiendo ser la única Serene, camuflando su mal comportamiento.
—Sé que no eres la Vieja Serene.
—Y estoy agradecida por eso. Pero me gusta Nathalie. Ella merece saber la
verdad.
Étienne se queda callado por un segundo.
—Entonces le dices, y se vuelven amigas. ¿Qué pasa cuando te vayas? Porque
ambos sabemos que estás tratando de encontrar un camino a casa. Estás en tiempo
prestado, y no quiero que lastimen a mi hermana al final.
No digo una palabra porque tiene razón. La idea de dejarlos a todos atrás.
—Nunca la lastimaría a propósito.
—Lo sé. —Étienne se acerca más. Sus piernas rozan las mías, y sus manos
contra mi estómago y mis caderas más de una onza. Me mira, midiendo mi reacción.
No me alejo de él, pero no lo toco.
—¿Qué pasa si me voy y la Vieja Serene no vuelve?
—No lo sé. —La mirada de Étienne nunca abandona mi rostro—. Si fuera por
mí, nunca lo descubriría.
No puedo entender si esa es su manera de decir que quiere verme otra vez. Por
razones que nunca podré explicar, mi corazón quiere creer la primera.
—No quieres. ¿Verdad?
—¿Quedarme? —pregunto débilmente. 141
Él asiente, mirándome cuidadosamente. Es obvio cuando estoy mintiendo.
Étienne está comenzando a conocerme tanto que él podrá ver si estoy mintiendo.
Abro la boca cuando siento sus manos en mi cintura. De repente, me olvido de
hablar.
—Yo… yo no sé.
Es un movimiento inesperado, audaz. Un coqueteo ligero y algunas miradas
persistentes aquí y hay una cosa. Esto es otra cosa. Es un gesto íntimo que debería
acabar de inmediato. Pero lo único que se apaga es mi cerebro.
Mis manos flotando en el agua, a centímetros de su pecho. Quiero tocarlo más
que nada, pero sé que está mal. El agarre de Étienne en mis caderas se aprieta casi
por reflejo. Un pequeño ceño fruncido aparece en su rostro.
—¿Por qué me miras así? —susurro.
Él traga, y veo que su manzana de Adán se balancea.
—Porque de repente no estoy seguro de querer que te vayas de mi mundo.
Estoy más que jugando con fuego, y lo sé.
Está bien, sin embargo, mi mente susurra. Solo el agua sentirá los latidos de
tu corazón y tu respiración entrecortada. Solo el viento que silba a través de los
árboles te verá buscarlo.
Ellos mantendrán esto en secreto.
Suavemente, sus dedos se deslizan por mi espina dorsal. Al mismo tiempo, mis
manos se asientan contra su estómago. Sus abdominales se tensan bajo mi toque
mientras arrastro mis dedos por su cuerpo. Mis manos se deslizan sobre sus
pectorales. Mis pulgares rozan sus bíceps.
Mal, mal, mal. ¿Pero me detengo? Infiernos no. Mis manos tienen una mente
propia, tomándose su dulce tiempo tocando el cuerpo de Étienne.
Su pecho es una pared sólida contra la mía. Siento la cresta dura de su polla
contra mi parte inferior de mi estómago. Sin pensarlo dos veces, mis piernas están
cada vez más abiertas para que se acerque. Los dos nos apoyamos en nuestras
frentes. Nuestros labios están separados por un centímetro.
Entonces escucho una voz en la lejana distancia.
El momento se rompe, y Étienne y yo nos separamos como dos niños con sus
manos atrapadas en el frasco de galletas. Él me mira, se va, pero no dice una palabra.
Ve mis labios por un milisegundo, luego se acerca. Estoy casi segura de que me va a
besar. Y si lo hace, sé que no lo detendré.
Pero entonces, se congela.
—Deberíamos volver.
Étienne no me da tiempo para responder. Rápidamente, se vuelve hacia la
cubierta y se aleja. Sus manos agarrando la escalera y saliendo del agua. Me quedo 142
boquiabierta mientras el agua gotea de sus deltoides y la parte posterior de su cuello.
Las gotas caen por su espina dorsal. Sus músculos se flexionan debajo de su piel
mientras se seca y se viste.
—Estás mirando —dice distraídamente.
Parpadeo rápidamente. Mis manos se deslizan por el agua mientras me muevo
hacia la escalera.
—¿Cómo puedes saberlo?
Él desliza sus brazos por su camisa y se sube el pantalón antes de enfrentarse a
mí.
—Puedo sentir tus ojos en mí.
Étienne me tiende una mano. Su cuerpo bloquea el sol. Él no ha estado en el sol
tanto tiempo como Nat y yo.
Me sonríe. Y es esa sonrisa que se apodera de mi corazón y me roba el aliento.
¿Cómo diablos alguna vez pensé que era feo? Parece hace mucho tiempo
cuando pensaba eso, pero la triste realidad es que, no lo era. Nunca me he
considerado una persona vana, pero ahora lo he estado juzgando antes de ver el
verdadero Étienne y fui una perra.
Me siento inestable cuando alcanzo su mano; estoy muy unida con Étienne. En
algún lugar en el camino, me enamoré de él. He estado tan ocupada tratando de
encontrar un camino de regreso a mi época que no vi la verdad, a pesar de que ha
estado directamente enfrente de mí todo este tiempo.

143
Étienne

—M
añana tienes una reunión con un inversor potencial de
Triplex Safety Glass y luego...
Mientras Asa sigue hablando, me recuesto en mi
silla y asiento cada poco segundo. En realidad, me
pregunto qué está haciendo Serene en este preciso
momento.
¿Nat la convenció de ir a la ciudad? ¿O tal vez está buscando en Belgrave, una
vez más, una forma de volver a casa? Ella ha buscado en la casa tantas veces, que no
me sorprendería que conociera el hogar de mi infancia mejor que yo. 144
Nunca le digo que su búsqueda no tiene sentido. Muchas veces ha expresado
que su instinto le está diciendo que le falta algo importante. Sin embargo, mi instinto
me dice que ese algo no lo encontrará en Belgrave.
En el fondo, creo que ella lo sabe. Es su determinación la que la impulsa a
continuar sus exploraciones. Admiro su atrevimiento. Es un rasgo con el que me
relaciono. Si estuviera en su posición, también me negaría a rendirme hasta que
encontrara un camino de regreso a mi tiempo.
Durante las últimas semanas, Serene ha hecho notar su presencia. Como esta
mañana después del desayuno. La encontré tratando de persuadir a nuestro
conductor, Warren, para que la dejara conducir el auto porque, y cito: “Puedo
conducir yo misma”.
O el día anterior, donde inmediatamente después de la cena, apiló sus cubiertos
en el plato y tomó su vaso y, para horror de todos, fue a la cocina a lavar sus platos
porque: “Tenía dos manos perfectamente capaces”.
Hace unos días, la oí discutir en voz muy baja con Nat porque odiaba los corsés
y cómo podría haber más en la vida de Nat que ir de compras, hacer costura y casarse
a una edad temprana. La escuché preguntarle a Nat:
—¿Qué quieres hacer con tu vida?
Anoche tuvo un intenso debate con Livingston sobre el Derby de Kentucky.
Dejó Belgrave murmurando:
—¿Cuándo se interesó repentinamente en los caballos?
Nat y Livingston la miran con confusión. El personal la mira con fascinación
antes de que sus ojos se deslicen hacia mí. Están esperando y preguntándose cuándo
voy a intervenir y devolver el orden a nuestras vidas.
Tal vez no quiero orden.
Tal vez veo lo que todos los demás no pueden: Ella ha dado nueva vida a nuestra
familia. Durante tanto tiempo he pedido una manera de revivir, pero he recibido una
revolución en la forma de Serene. No paso por alto la ironía.
Nat parece más feliz de lo habitual, y Livingston ha estado apareciendo en
Belgrave más a menudo porque nunca está de más un buen debate.
El respeto que se ha ganado Serene se ha extendido a una atracción que nunca
había anticipado. Es hermosa, no hay forma de negarlo. Pero me atrae su inteligencia
y su perspicaz boca. Es impredecible en todos los sentidos. Nunca puedo ver a dónde
nos llevarán nuestras conversaciones nocturnas. Algunas de las cosas de las que
habla son bastante ridículas, como el dispositivo llamado iPad que supuestamente
es una pantalla táctil. Mi favorito es la televisión. ¿Ver películas en la intimidad de
mi propia casa? Fascinante y un poco demasiado bueno para ser verdad. Pero ella
habla de su tiempo con tal convicción que no puedo evitar creerle.
Tal como lo veo, la llegada de Serene resalta lo oscuras y vacías que eran
nuestras vidas después de que murieron nuestros padres y hermano. No puedo evitar
pensar que, si ella nunca hubiera llegado, todos hubiéramos continuado con nuestras
vidas sin saber qué tan sombrías eran. 145
Pensando en la Vieja Serene mis manos se aferran a los reposabrazos. Si Serene
logra regresar a su tiempo, ¿qué pasará con la otra Serene? ¿Volverá? ¿Volverá todo
a como fue una vez?
Imagino que la Vieja Serene vio el mundo a través de un caleidoscopio de
imágenes de ella. Nadie amaba a la Vieja Serene como se amaba a sí misma. Se rodeó
de personas que alimentaban su ego y narcisismo, y cuando se cansó de ellos, los
reemplazó como si fueran una prenda de vestir.
La Serene que me espera en Belgrave se preocupa por el bienestar de los demás.
Cuando alguien habla, lo escucha. Las señales de que ella era diferente a la Vieja
Serene estaban allí desde el principio, pero la idea de viajar en el tiempo era tan
absurda que pensé que la Vieja Serene simplemente estaba aburrida y estaba
cruelmente bromeando. Me tomó la tragedia del hundimiento del Titanic para que
le creyera.
—¿Étienne? ¡Étienne!
Rápidamente, parpadeo para enfocar la habitación, solo para encontrar a Asa
y Edward mirándome. Aclaro mi garganta, me incorporo bruscamente en mi silla y
apoyo los codos en mi escritorio.
—¿Sí?
—¿Escuchaste lo que dije? —pregunta Asa.
—Por supuesto.
—Está bien —dice escéptico—. Entonces supongo que voy a continuar. Además,
recibí la noticia de que Johnathan Whalen ha decidido separarse de E.A.L. —Se
mueve incómodo en su asiento—. Debido a un altercado entre él y... ¿Serene?
Sonrío sombrío.
—¿Es eso lo que te dijo? ¿Un altercado?
—Sí.
Que no esté diciendo completamente la verdad no debería ser una sorpresa. Su
orgullo no tiene límites y, decir la verdad, que asaltó a Serene y ella se defendió y lo
convirtió en un tonto incapacitado en cuestión de segundos, sería un golpe enorme
para su ego.
Asa me mira expectante. Quiere que se me ocurra una solución que suavice todo
esto. Incluso si tuviera una, no creo que lo usaría en Whalen.
—No me importa —digo finalmente.
—¿Qué? —dicen Edward y Asa al unísono.
—No me importa. Él es un idiota.
—Nadie está debatiendo si el hombre es un imbécil, pero hacer negocios con él
y su padre es extremadamente lucrativo.
—¿Qué esperas que haga?
Asa vacila.
146
—Tal vez puedas hablar con Serene.
—No hay necesidad de hablar con ella. Vi el “altercado” con mis propios ojos.
Sé que Johnathan está mal.
—¿Estás seguro?
—¿Qué?
—¿Estás seguro? —repite Asa—. Tal vez pienses que viste una cosa cuando...
quiero decir...
—Deja eso —digo en voz baja.
—¿Cómo puedes confiar en tu esposa y realmente creer lo que ella tiene que
decir? Si consideras su historial...
—Suficiente. —Me levanto bruscamente.
He crecido con Asa. En muchos sentidos, ha sido un hermano para mí. Hemos
tenido numerosos desacuerdos, sin embargo, no creo haber estado nunca tan
enojado con él. Quiero cruzar mi escritorio y envolver mis manos alrededor de su
cuello y apretar, y apretar, y apretar.
Mi ira es espontánea y me toma por sorpresa. Es una bestia en mi vientre, cada
vez más fuerte y más poderosa. Mis manos se enroscan en puños apretados mientras
miro a Asa. Segundos después, me alejo del escritorio y agarro mi chaqueta.
—Me voy.
Asa se pone de pie.
—¿A dónde vas?
—A casa.
—No hemos terminado aquí.
—Trabajaré desde la oficina de mi casa.
Edward nos mira con nerviosismo, así que le doy una palmada en el hombro.
—Si necesitas algo más, avísale a Livingston.
—Esto es ridículo. No puedes estar...
Lanzo la puerta, cortando bruscamente el resto de las palabras de Asa. Con un
suspiro, salgo por la puerta principal. Puedo contar con una mano la cantidad de
veces que salí del trabajo temprano. La mayoría de esos tiempos han sido para una
emergencia, y siempre me llevaba el trabajo a casa conmigo. Por primera vez, estoy
colocando mis deseos antes que cualquier otra cosa, y lo que quiero es ver a Serene.
Se siente muy bien.

Cuando llego a casa, Ben no está en la puerta principal, esperando para


llevarme la chaqueta. Nat no está en la terraza acristalada, y Serene no está volviendo
loco al personal al tratar de hacer todo por sí misma. 147
Está silencioso y extrañamente inquietante.
—¿Hola? —Mi voz hace eco alrededor del vestíbulo. Nadie responde—. ¡Hola!
—grito. Aún nada.
Mi mente se acelera mientras imagino que algo le sucede a Nat o a Serene. Mi
corazón cae a mi estómago con solo pensarlo. Me apresuro hacia las escaleras, con
la intención de tomarlas de dos en dos, cuando escucho a alguien gritar y un coro de
vítores y gritos procedentes del primer piso.
Me detengo en seco. Vuelve el ruido, y esta vez puedo decir que los sonidos
vienen de la parte trasera de la casa. Camino por el pasillo, paso el comedor y me
dirijo a la cocina. Los sonidos se hacen más fuertes.
Me detengo cuando llego a la puerta de la cocina.
—¡No lo hagas, Ben! —Una voz similar a los gritos de mi criado—. No vale la
pena.
Nubes de humo salen perezosamente de la habitación, haciendo que me pique
la nariz.
—Ella está mintiendo —dice otra voz, sin duda Ben.
Mis cejas se levantan; nunca lo he escuchado hablar sin ser digno y respetuoso.
La voz que escucho ahora es distante y alejada, como si no le importara el mundo.
¿Qué demonios está pasando allí?
La habitación se vuelve silenciosa. Asomo mi cabeza en la habitación, y lo que
veo hace que mi boca se abra con sorpresa.
La mesa de la cocina ha sido limpiada y colocada en el centro de la habitación.
Ben se sienta a un lado, tomando bocanadas de un cigarro mientras juega lo que
parece ser una mano de póquer. ¿Y a quién veo frente a él?
Serene.
No debería sorprenderme, pero lo estoy.
¿Y detrás de ella? Mi hermano y mi hermana, por supuesto. Ambos se ciernen
sobre ella, mirando fijamente sus cartas.
La cara de Serene es solemne e ilegible. No puedo ver la cara de Ben, pero a
juzgar por sus tensos hombros, se está tomando esto tan en serio como lo hace
Serene.
¿Cuánto tiempo han estado jugando? ¿Y quién organizó este juego? No tengo
que pensar mucho en la respuesta a mi última pregunta. Tiene que ser Serene.
Después de unos segundos, Serene mira entre sus cartas restantes y sus fichas
de póquer antes de arrojar una ficha azul en el centro de la mesa.
Ben hace una pausa antes de colocar su apuesta y pone su propia ficha azul en
la creciente pila. El arcoíris de fichas está sobre la mesa, pero están usando
principalmente azules. Puede que se estén tomando este juego en serio, pero las
apuestas no son altas. 148
Me esfuerzo para ver bien las cinco cartas colocadas en el centro de la mesa,
cerca de las fichas de póquer. No puedo verlos a todos, pero veo un as y una reina en
la mezcla, cerca de las cartas quemadas.
La mirada de Serene salta entre Ben y sus cartas antes de voltear su mano.
Reina y Jota.
Nathalie y Livingston se sonríen mutuamente.
La habitación, sin embargo, está tensa mientras todos esperan que Ben revele
sus dos cartas. Cuando lo hace, unos pocos hombres detrás de él levantan sus manos
y murmuran de golpe.
—No esperaba eso.
—¡Ben nunca pierde!
—¿Crees que ella lo engañó?
Los sirvientes se congregan alrededor de Ben, y eso me permite ver su mano.
Dos reyes. Las cinco cartas de la mesa son el as de diamantes, la reina, diez de
espadas, un as de espadas y un rey.
Tiene un trío, lo cual es bueno, pero no lo suficiente para ganar; Serene tiene
una reina y una jota, dándole una escalera real.
Serene le ofrece a Ben una sonrisa de disculpa.
—Lo siento, Ben. Quizás la próxima vez. —Extiende los brazos sobre la mesa y
los coloca alrededor de las fichas de póquer. Las pilas caen mientras las arrastra
hacia ella—. ¿Alguien más quiere jugar? ¡Estoy de ra-cha!
Un rotundo “no” reverbera en toda la sala. Algunos sirvientes incluso se
levantan de la mesa. Sin embargo, todos en la sala sonríen. Se están divirtiendo
tanto, que nadie se da cuenta de mi presencia.
—Eso fue maravilloso, Serene —dice Nat.
Serene mira por encima de su hombro y le sonríe a Nat. Ella mira a Livingston.
—¿Quieres jugar?
Él levanta sus manos delante de él.
—No. Prefiero guardar mi dinero.
Ella se encoge de hombros y organiza las fichas en pilas codificadas por colores.
Ben se levanta de la mesa.
—Estoy impresionado. Eso estuvo bueno.
—Fue un buen juego porque estaba jugando con un gran jugador de póquer. —
Ella extiende una mano. Ben vacila antes de sacudirla.
Elijo ese momento para entrar en la sala.
—¿Qué está pasando aquí?
Todo el mundo se congela. La habitación se queda en silencio. Todos los ojos
giran en mi dirección. A excepción de Serene. Ella sigue organizando las fichas. 149
—¿Estoy interrumpiendo algo importante? —pregunto.
Los pies se arrastran cuando los sirvientes me miran, luego a Serene. De vuelta
a mí y a ella de nuevo. Siguen mirándola como si fuera la encargada.
—No. No estás interrumpiendo nada —responde Serene inocentemente.
Con los brazos cruzados, fijo a todos en la habitación con una mirada que
siempre ha hecho que todos corran hacia las colinas. Es una táctica que nunca falla.
Excepto por ahora.
Los segundos pasan y, cuando nadie se mueve, grito:
—¡Vuelvan al trabajo!
Las sillas se inclinan y los cuerpos pasan a mi lado mientras todos se ponen
ansiosos por escapar de la habitación. Mientras la gente corre por el pasillo, escucho
unos pocos susurros.
—¿Viste su cara?
—¡Pobre Serene!
¿Pobre Serene?
¿Pobre Serene?
¿Desde cuándo el personal la llama por el primer nombre? A pesar de que eso
es algo bueno, me siento extrañamente traicionado por ellos siendo cercanos con
ella.
—Étienne, esta es una agradable sorpresa.
Ignoro las palabras de Livingston.
—¿Planeaste este juego de póquer en secreto?
—No, no lo hice. —La mirada de Livingston se dirige a Serene—. Tu esposa lo
hizo.
La miro.
—¿Es eso cierto?
Su mirada choca con la mía.
—Sí. ¿Hay algo malo con eso?
En el gran esquema de las cosas, no lo hay. Aunque no digo eso.
—Por supuesto que no —le digo.
No sé qué me ha pasado. La idea de que todos vean la Serene que solo yo he
podido ver, y compartirla con ellos, me hace ser posesivo e irritable. Esta es una
emoción extraña, inesperada. Una que no sé cómo manejar. Así que hago lo que
siempre ha funcionado mejor: gritar.
Livingston se frota la nuca y mira a Nat.
—Creo que esta es nuestra señal de salir. ¿No estás de acuerdo, Nat?
—Lo estoy. —Antes de que mi hermana salga de la habitación, se inclina y 150
susurra al oído de Serene.
Lanzo mis manos al aire.
—Esto es ridículo. ¡Estás actuando como si Serene estuviera en peligro!
Nat me da una mirada dudosa antes de salir corriendo de la habitación con
Livingston. Espero hasta que estén en el vestíbulo antes de enfrentar a Serene. Ella
está de pie ahora, tomando su tiempo recogiendo las cartas. Una a una.
—¿Me puedes aclarar cuándo mi hermana comenzó a verme como el villano?
Me sonríe.
—Ella es protectora.
—Soy su hermano. Además, sabe que nunca haría nada. —Me detengo allí. Lo
que quiero decir es que Serene es la persona con la que todos debemos tener cuidado.
Su encanto es sin esfuerzo. Nadie es inmune. Ni siquiera yo.
—Étienne, actúas con fuerza, pero sé que estás ladrando y no muerdes.
Sus palabras traen una serie de imágenes inesperadas. Todas la tienen en mi
cama. Desnuda. Le muerdo suavemente el hombro. La pendiente de su cuello. Su
labio inferior. Entonces yo...
—¿Étienne?
Las imágenes se desvanecen tan rápido como llegaron. Serene me está mirando
inocentemente.
—Lo siento. ¿Qué estabas diciendo?
—Estaba diciendo que no solo puedes estar molesto por lo que Nat dijo. Hay
algo más. —Ella arquea una ceja—. ¿Estás enojado con el personal?
Resoplo.
—Absolutamente no.
Mentiroso. Estás celoso, patético bastardo. Sin tener en cuenta la verdad, me
acerco a la mesa y coloco las fichas en la caja de madera. Trabajamos en silencio,
limpiando la mesa y empujando la mesa a su posición original.
Una vez que terminamos, Serene suspira y me mira.
—Estás en casa en la tarde. Esto es nuevo.
Casa. Ella dice la palabra como si Belgrave de hecho es su hogar. No lo comento
porque me gusta la idea de que se quede aquí y nunca se vaya.
—Terminé de trabajar temprano y pensé por qué no salir de mi oficina para ver
qué estabas haciendo. Poco sabía que estaría perturbando tu torneo semanal de
póquer —digo, porque es mucho más razonable que la verdad, que es lo que me relaja
al estar cerca de Serene. Incluso cuando discutimos con palabras, estoy cómodo y...
feliz.
—¿Semanalmente? —Resopla—. Apenas.
Me abalanzo sobre sus palabras.
—¿Esto es algo que haces frecuentemente entonces? 151
—No. Solo mientras estás en el trabajo.
—¿Por qué no estoy sorprendido? —me quejo.
Cruza sus brazos.
—Si te molesta, te prometo que haré un mejor trabajo ocultándote el próximo
juego —se burla.
—No. No me molesta —miento—. El personal parecía estar divirtiéndose.
Especialmente Ben. No tenía idea de que jugaba al póquer.
—Sabes que tu personal es gente fuera de su trabajo, ¿verdad? —dice Serene
con un brillo en sus ojos. La esquina de su boca se curva hacia arriba.
Y así, la tensión que se extendía a nuestro alrededor se disuelve.
¿Cómo lo hace? ¿Cómo puede controlarme con una sonrisa?
Quizás mis pensamientos están escritos en mi cara porque la sonrisa de Serene
se atenúa. Desvía la mirada y me arrebata las cartas y la caja de madera.
—Si me disculpas, voy a llevar estas cosas a tu oficina donde las encontré. —
Camina hacia la puerta.
De repente, la miro y le digo:
—Espera.
Se detiene y se gira, mirándome pacientemente.
—Hay una razón por la que vine a casa; necesitamos hablar de algo.
Los hombros de Serene visiblemente se tensan. Desvía la mirada, y sé que está
pensando en el día en el arroyo. Fue hace casi tres semanas, pero el momento todavía
está fresco en mi mente. Sé que está comprometida con otra persona y una parte de
mí debería sentir arrepentimiento por casi besarla. Pero no lo estoy, y no me
disculparé por algo de lo que no me arrepiento.
—Hay una cena el sábado por la noche. Quiero que vengas conmigo.
—Les juro que ustedes celebran hasta la apertura de un sobre —murmura.
—Eso es algo más que debemos abordar.
—¿Oh? ¿Y qué es eso?
—Me he dado cuenta de que murmuras. Con frecuencia —me explico—. No
puedes hacer eso delante de los otros huéspedes.
—Sé que esto podría sorprenderte, pero no fui criada por lobos. Tengo algunos
modales.
—¿De verdad? No los he visto. Maldices, gritas y eres demasiado terca para tu
propio bien.
—Estás diciendo todo eso como si fuera algo malo. —Me sonríe maliciosa, lo
que me aprieta el estómago. Pierdo mis pensamientos mientras mis ojos se desvían
hacia su sonrisa perfecta—. ¿Quién es el anfitrión de la fiesta?
Dudo antes de responder. 152
—Asa.
Serene gime y pone los ojos en blanco.
—No lo acoses. Vamos a ir. Vamos a disfrutar de nosotros mismos.
Me mira inocentemente, pero veo a través de ella.
—Por supuesto.
—Lo digo en serio, Serene.
—Yo también, Étienne.
Una vez me dijo que es imposible decir lo que estoy pensando. Lo mismo podría
decirse de ella. Soy severo con mis palabras y no muestro mis emociones, pero Serene
se esconde detrás de las bromas sarcásticas y el humor seco.
—Tengo una pregunta para ti.
—Dispara —responde ella.
—¿Conoces el baile de un paso?
Frunce el ceño.
—No.
—Entonces estamos en un gran problema.
—¿Por qué?
—Porque es un baile popular aquí. Te garantizo que te pedirán bailar más de
una vez. El baile de un paso es toda una euforia en este momento.
Gime y cierra los ojos.
—No entiendo por qué tengo que saberlo. Si alguien me pide bailar, diré que
no.
—¿Estás bien con renunciar a bailar para hablar con el resto de los invitados
toda la noche?
Serene duda, y sé que está empezando a darse cuenta de que tengo razón.
Quedarse al margen y negarse a bailar atraerá mucha más atención que su mezcla
con las parejas que bailan.
—Está bien. Aprenderé los tres pasos.
—Un paso —corrijo.
Serena respira.
—Papas, patatas.
—Excelente. Te veré en el salón de baile mañana al mediodía.
—¿No podemos empezar ahora?
—No. Descansa; tenemos mucho trabajo por delante.

153
H
ay dos reglas esenciales cuando se interpreta el papel de otra
persona: Cumple con tu papel y nunca te salgas del personaje.
He roto la segunda regla con frecuencia, pero estoy decidida a
no tener ningún problema en esta fiesta. Si voy a un evento en la casa
de Asa, quiero saber las cosas correctas que decir, y cuándo reírme de una broma
interna. Étienne y yo hemos estado repasando los nombres de amigos y colegas que
debería saber. Hay docenas de nombres. Solo puedo nombrar algunos en la parte
superior de mi cabeza.
Según Étienne, su esposa es el alma de la fiesta, mezclándose con todos. Ella
nunca se sienta o se recuesta en la pared para ver bailar a las parejas. La Vieja Serene
es la persona que todos ven con un poco de envidia y fascinación.
Teniendo en cuenta que el almuerzo en la casa de los padres de la Vieja Serene
fue un completo fracaso, ninguno de los dos tiene esperanzas. Especialmente
Étienne.
—¡No, no, no! ¡Lo estás haciendo mal! —grita mientras se acerca—. ¿Tienes dos
pies izquierdos? 154
Respiro profundamente por la nariz y trato de mantener la calma.
—No.
—Entonces ¿por qué todavía no tienes estos pasos dominados?
—¡Tal vez porque ni siquiera mi maestro domina bien los movimientos! —
gruño. Tratando de mantener la calma.
Étienne se pasa las manos por el cabello y niega.
—Soy todo lo que tienes. Ahora volvamos al Vals de la Vacilación.
No puedo detener el gemido que se me escapa de la boca. Si hubiera un sillón
justo detrás de mí, caería sobre él dramáticamente.
—No puedo hacer ese baile otra vez. Soy terrible.
Ayer, Étienne mencionó el baile de un solo paso, pero decidió cambiar al Vals
de la Vacilación porque pensó que sería más fácil. Oh, qué equivocado estaba.
Siempre he pensado que soy una bailarina relativamente buena, y cada vez que veía
películas que mostraban algún vals, me parecía muy hermoso. Las parejas parecían
estar prácticamente deslizándose por el suelo. ¿Pero intentar el baile? Es horrible.
Hay todos estos conteos, y en cada uno, se supone que debo hacer algo
diferente: Deslizamiento, salto y paso. Tiene que ser ejecutado en el momento
preciso. De lo contrario, tropiezo y también lo hace mi compañero. No me deslizo
hermosamente por la habitación. Más bien tropiezo. Supongo que no sería tan mala
si al menos supiera bailar vals, considerando que es una variación, pero no sé.
Lo que me sigue confundiendo es que, en lugar de moverte por el suelo con la
música, te detienes a ritmos específicos. Justo cuando creo que tengo todas las
cuentas, me confío demasiado y Étienne se detiene, haciéndome torpe.
Doy un paso adelante, aunque mis pies me piden que no lo haga. Han sido
pisados tantas veces, no me sorprendería si fueran de color negro y azul. ¿Pero qué
otra opción tengo? Los mendigos no pueden elegir.
—¿Lista? —dice Étienne. Él no está más contento de estar aquí que yo.
Sombríamente, nos enfrentamos. Pasan unos segundos mientras nos miramos
con expresión seria. Intento luchar contra la sonrisa que tira de las comisuras de mis
labios.
Étienne frunce el ceño.
—¿Qué es tan gracioso?
—Nosotros dos, mirándonos fijamente el uno al otro como si fuéramos a la
guerra.
Las comisuras de la boca de Étienne también se contraen, pero no sonríe.
—Sí, bueno, nunca había bailado tanto en mi vida.
—Puedo decir lo mismo.
—Y ahora me doy cuenta de por qué odio tanto bailar. Soy terrible en eso.
—Igualmente.
Compartimos una sonrisa de comprensión. Es un momento pequeño, sincero,
155
tan raro e inaudito que, si fuera posible enmarcar un momento, trataría de capturar
este.
Étienne mira por las ventanas a su izquierda. Sé que anhela estar en cualquier
lugar en vez de aquí. No lo culpo. Después de nuestro pequeño momento nadando,
las cosas han estado mal entre nosotros. He estado haciendo todo lo posible para
fingir que nunca sucedió. Que casi no nos besamos.
Me he dicho una y otra vez que fue un error.
El momento me llegó.
Extraño el afecto físico.
He estado lejos de Will por mucho tiempo.
Y cuando repito esas frases en mi cabeza, pronto toman forma y vida hasta que
casi creo que es la verdad. Sin embargo, en el fondo, no importa cuántas excusas
ponga. Lo único que importa es que, cuando mis labios estaban a centímetros de los
de Étienne, no quería nada más en el mundo que besarlo. ¿Y mi prometido? Me
olvidé de él.
Ese hecho es aterrador.
Se aclara la garganta.
—Es imperativo que aprendas esto. Serene en este momento no dejaría de
bailar.
La honestidad de Étienne está escrita en su rostro. Sé que no está contra mí,
sino conmigo. Pero no quiero ser su Serene. Hace más de un mes que me estoy
haciendo pasar por ella, y ella es la persona que nunca querría ser. Esa debería ser la
regla número tres cuando se interpreta el papel de otra persona: Debes conectarte
con el individuo en un nivel singular.
—¿Qué están haciendo?
Me congelo y miro a Étienne. Arquea una ceja, advirtiéndome en silencio que
permanezca en el personaje. Me doy vuelta y veo a Nat. Ella entra en la habitación,
mirándonos a Étienne y a mí con una sonrisa desconcertada.
—Estaba caminando hacia mi habitación cuando escuché a Étienne escuchar su
música.
Nat inclina su cabeza.
—¿Su música? —Mira a su hermano—. ¿Cuál es tu música?
—Uh... —decimos Étienne y yo al unísono.
Lo miro con pánico.
Confiadamente cuadra sus hombros y se enfrenta a su hermana.
—Billy Murray.
—Billy Murray —repite Nat.
Asentimos.
Los ojos de Nat se desvían hacia mí.
156
—Tú eres quien adora a Billy Murray.
Ese debe haber sido el hombre que cantaba la canción. Puede que tenga una
pasión por las antigüedades y la historia, pero esa pasión no se extiende a la música.
Étienne me empuja suavemente en las costillas, así que sigo jugando.
—Claro. Eso es cierto. Lo hago.
—¿Qué estaba haciendo Étienne con tus discos?
Santo Dios. Me siento como si estuviera en el estrado de testigos. Soy una
mentirosa horrible y tengo muchos indicios, como sudar excesivamente y
enrojecimiento en el rostro. No es una vista bonita. Me dirijo a Étienne porque es
más ingenioso que yo.
—Étienne, ¿quieres responder?
Me lanza una mirada asesina antes de sonreírle a su hermana.
—Tomé sus discos porque quería atraer... a mi esposa aquí para que
pudiéramos compartir un baile juntos.
—¡Awww! —susurro mientras me acurruco a Étienne. Lo miro con adoración.
Él no hace lo mismo. Echo un vistazo a Nat—. ¿No es tu hermano lo más dulce?
Una vez más, ella nos mira. Esta vez con los ojos entrecerrados. Los segundos
pasan antes de que ella sonría.
—Ciertamente lo es.
Sonrío tan ampliamente que me duelen las mejillas. Una incómoda tensión
desciende sobre el salón de baile cuando Étienne y yo esperamos a que Nat se vaya,
pero ella se olvida y camina hacia el gramófono.
Espero hasta que su espalda esté frente a nosotros antes de alejarme de
Étienne. Miro al tocadiscos y no a Étienne, aunque puedo sentir el peso de su mirada.
Mi cuerpo se estremece en cada punto que fue presionado contra él.
Ignóralo, susurra mi mente. Enfócate en cualquier otra cosa que no sea él.
Cuando Étienne y yo entramos en la habitación, mis ojos se dirigieron
inmediatamente al gramófono. La caja de madera está en condiciones prístinas. La
tapa estaba abierta, revelando su profundo interior. Está hecho de esa manera para
amplificar la música. En el medio es donde se coloca el disco. El disco gira tan
lentamente, que cuando lo miras, apenas parece moverse.
Antes de comenzar esta pequeña práctica de baile, tocó el álbum, pero el
gramófono solo tiene un tiempo de reproducción de cuatro minutos, y obviamente
me tomaría más tiempo aprender este baile. Después de la vigésima vez de tocar el
disco, nos dimos por vencidos y bailamos sin nada. Para usar la máquina, no solo se
coloca la aguja en el disco. No, había una manivela en el lado derecho que tenías que
darle cuerda cerca de treinta veces. En cierto modo, me recordó a un jack-in-the-
box7. Sin el juguete saltando al final, claro.
—Espero no estar interrumpiéndolos —dice Nat, devolviéndome al presente.
Nos mira a Étienne y a mí. 157
De mala gana, me acerco a Étienne y retomo la misma posición que estaba
tratando de olvidar hace unos minutos.
—No necesariamente estás interrumpiendo, pero ha sido maravilloso pasar
tiempo de calidad con Étienne.
Étienne no dice nada. No tan gentilmente pellizco su costado.
—Sí, sí —se apresura a decir—. Ha sido... maravilloso.
Un gato ciego podría ver que algo no está bien con Étienne y conmigo. Sin
embargo, Nat no dice una palabra.
—Creo que me iré para que puedan continuar teniendo un tiempo maravilloso.
Nat sale del salón de baile y cierra las puertas dobles.
Étienne y yo nos separamos de inmediato. Me acerco al gramófono y lo miro
detenidamente.
—¿Qué estás haciendo?

7 Es un juguete infantil que por fuera tiene el aspecto de una caja con una manivela, que, al

girarla, suena una melodía y al final de esta se abre la caja de repente y salta un muñeco (la mayoría
de las veces un payaso) accionado por un muelle.
Me giro y veo a Étienne mirándome con curiosidad.
—Mirando este tocadiscos —confieso.
Étienne se acerca a mí.
—¿Tienes estos en tu tiempo?
—Ya no. Creo que vi este tipo de tocadiscos en el ático de mi abuela.
Es extraño pensar que mis tatarabuelos están viviendo en este momento.
Viriles y jóvenes. Tan extraño. Y bizarro.
—Entonces ¿cómo escuchas la música?
—En mi teléfono o portátil. A veces en el iPad te decía. —Me encojo de
hombros—. En cualquier lugar, realmente.
Étienne niega con incredulidad.
—En cualquier sitio…
A veces me olvido que venimos de tiempos diferentes. La diferencia es tan
sustancial que es una locura e imposible. Pero aquí estoy; viviendo esta
imposibilidad.
—Mucho ha cambiado desde tu tiempo —le digo.
—Has estado aquí por semanas ahora. Este ya no es mi tiempo. Es tuyo
también.
Asiento porque, en cierto modo, tiene razón. Me dejo llevar por este cómodo
papel como la esposa de Étienne. La ropa, mis conversaciones con Étienne y los
momentos con Nat. Apenas he pensado en Will, mi familia y todo lo que dejé atrás,
y es aterrador que casi no me sienta culpable.
158
—Por ahora lo es —respondo suavemente.
La sonrisa de Étienne se atenúa un poco, y quiero devolver mis palabras. No
me refiero a ellos. No.
Rápidamente digo:
—Sé honesto. ¿Cuántas veces has ido a fiestas y has bailado?
—Unas cuantas.
Silbo.
—Esperaba que dijeras nunca.
—¿Por qué?
Doy una vuelta por la habitación, observando todo. Étienne gira conmigo, sus
ojos nunca abandonándome.
—Estás tenso.
—No lo estoy.
—Intenta decir eso sin fruncir tu ceño, y puedo creerte —le digo con una
sonrisa. Mi sonrisa se desvanece cuando pienso en algo—. ¿Bailaste con ella en tu
boda?
—No. Creo que bebí demasiado esa noche.
—Suena deprimente.
—No es tan deprimente como ver a tu esposa coquetear con todos los hombres
que asisten.
—Cuando bailas, ¿cuál es tu baile favorito?
Continúo caminando por la habitación, capturando cada pieza de belleza que
esta espaciosa habitación tiene para ofrecer. En toda mi vida, no creo que haya visto
algo más impresionante. Los sirvientes mantienen a Belgrave inmaculado de arriba
a abajo, pero con la luz del sol entrando por las ventanas, puedo distinguir las motas
de polvo en el aire. Se mueven con tanta delicadeza, que juro se burlan de mí por mis
movimientos incómodos y me muestran el compañero de baile que debería ser. Todo
el tiempo que examino la habitación, siento los ojos de Étienne en mi cuerpo.
En lugar de responder, da la vuelta a la pregunta.
—¿Cómo bailas tú?
Me doy vuelta y lo miro. Su pregunta me hace sonreír levemente.
—Muy diferente al Vals de la Vacilación que intentas enseñarme, es lo que diré.
—¿De verdad?
Asiento.
—¿Cómo es eso?
—Ni siquiera sé por dónde empezar.
—Entonces muéstrame.
159
Me congelo. Su voz es de buen carácter. Aun así, vacilo. Y luego sus ojos brillan
con un desafío que hace que mi cuerpo se ponga rígido.
—No. Estoy bien —le digo.
Se acerca lentamente.
—¿Por qué no?
—Porque… —respondo débilmente.
—Porque... ¿estás avergonzada?
Sé lo que hace Étienne: está tratando de sacarme algo. Si supiera qué es lo
mejor, me echaría atrás. En su lugar, me acerco, arqueando una sola ceja.
—¿Por qué te importa cómo bailo?
Su mirada desafiante nunca vacila.
—Lo que no entiendes de mi mundo, te lo muestro. Lo menos que puedes hacer
es devolver el favor.
—Estoy segura de que hay suficientes mujeres que han devuelto favores para
que te dure toda la vida.
Se da vuelta y camina por la habitación.
—Oh, por supuesto.
Ignoro los celos que me atraviesan, y resoplo.
—Eso pensé.
—¿Siempre eres tan arrogante? —pregunta mientras agarra una de las sillas sin
brazos alineadas contra la pared.
No le respondo y observo con cautela mientras acerca la silla y la coloca
directamente frente a mí. Justo en medio de la habitación. Sus piernas aterrizan en
el suelo con un ruido sordo. Se pone cómodo en la silla, con las piernas cruzadas en
los tobillos y las manos unidas detrás del cuello. Su maliciosa sonrisa lanza campanas
de advertencia a mi cabeza.
Sus labios dicen una cosa, pero sus ojos dicen algo completamente distinto.
Eres demasiado tímida. Te acobardarás, gritan.
Está contando con que diga que no. Si pensara que estaría de acuerdo, nunca
habría lanzado el desafío. Su estimación de mí no está demasiado lejos. Mi corazón
late con fuerza ante la idea de bailar delante de él. Por muchas razones.
—Te ves asustada, Serene.
—¿Qué? No. Creo que me estás pidiendo que haga es ridículo.
—¿Por qué?
—Ya te lo dije. La gente en mi tiempo baila de manera diferente que la gente en
tu tiempo. Además de eso, nuestra música es... muy distinta.
—Baila sin música —sugiere.
—No.
—¿Por qué? —Étienne sonríe—. Nunca pensé que te retractarías de un desafío
160
—dice, su voz subiendo una octava.
—Si ese es tu mejor intento de imitar mi voz, necesitas practicar más. —Cruzo
los brazos y ladeo la cabeza hacia un lado—. Solo estás regresándomela por el día en
el arroyo.
—Eso es infantil —responde con un reproche simulado.
Respiro hondo y cuento hasta diez, pero no funciona. La verdad es que nunca
he sido buena retrocediendo. De nada. Mi orgullo siempre ha sido más grande que
la lógica. Y ahora mismo, todo en lo que puedo pensar es en quitar esa expresión de
suficiencia de su cara. Quiero darle la vuelta al mundo controlado de Étienne.
Étienne levanta una ceja en un gesto que dice: ¿Y bien?
—Está bien —me quejo.
Sus ojos se amplían imperceptiblemente. La idea de que pueda haber usurpado
a Étienne elimina parte de mi picadura de rendirme.
—Genial —dice, su voz ronca—. Muéstrame cómo bailas.
Los segundos pasan y no muevo un músculo. Me siento ridícula. ¿Quién puede
bailar en completo silencio mientras alguien lo mira? Siento que Étienne juzgará
cada movimiento que haga.
¿Por qué aceptaste esto?, grita mi mente. Dile que cambiaste de opinión y toma
la pérdida.
Étienne sonríe, pareciendo bastante satisfecho consigo mismo. Debe saber que
no quiero nada más que salir corriendo de esta habitación.
Si se sorprendió cuando acepté esto, ¿cuál sería su reacción si lo cumpliera?
Quiero enfrentar el desafío de Étienne con uno de los míos. Sé que no debería, pero
no puedo evitarlo. La idea es como colgar fruta prohibida delante de mí. Por supuesto
que voy a tratar de darle un mordisco.
Mis manos se doblan en puños. Respiro hondo y relajo las manos a los costados.
Bien podría terminar con esto.
Como no hay música, recuerdo una canción que es muy popular en mi época.
Deliberadamente, elijo una que es divertida, que hace que mi corazón se acelere de
emoción. Oigo el ritmo y las letras en mi cabeza y me concentro en ellas. Miro
fijamente las puertas que se abren a través de la habitación, las paredes blancas y las
cortinas retiradas de las ventanas. Lo miro todo menos a Étienne.
Si lo veo, perderé mi coraje; me siento tonta. Sin embargo, cuanto más tiempo
toco la melodía, más cómoda me siento.
Cuando la canción termina y toca una nueva, mis ojos se encuentran con los de
Étienne. Al principio, me mira con abierta curiosidad, una pequeña sonrisa juega en
sus labios. Pero cuando muevo las caderas, sus ojos se concentran en la acción y se
quedan quietos por unos segundos antes de que vaguen perezosamente por mi
cuerpo. Mi piel se estremece.
Y luego, en algún lugar del camino, su sonrisa se desvanece. Y de alguna
manera, estoy avanzando lentamente hacia él.
161
El lenguaje corporal casual que poseía hace solo un minuto se fue. Está sentado
derecho. Su mandíbula está apretada, y sus cejas forman una V dura.
No puedo decir lo mismo de mí misma. Mi cuerpo se siente flexible como si
estuviera absorbiendo toda la atención que Étienne me dirige. A medida que me
acerco, estira sus largas piernas.
—¿Estás bien, Étienne?
—Estoy bien.
—¿Estás seguro?
¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo?, sisea mi
mente.
No lo sé, pero parece que no puedo detenerme. Nunca en mi vida he sido
considerada una burla. Ni siquiera de Will.
Su nombre debería ser un balde de agua fría tirado sobre mi cabeza. Pero mi
cuerpo sigue moviéndose, y mis ojos están fijos en Étienne, observando que sus
manos se doblan en puños, como si se estuviera deteniendo para no agarrarme.
Mi confianza florece. Deslizo mis manos arriba y abajo de mis curvas. La
manzana de Adán de Étienne se mueve cuando traga. Es solo cuando estoy parada
entre sus piernas que dejo de bailar.
Étienne mueve la cabeza hacia atrás, nuestros ojos nunca rompen el contacto.
—Me gusta este baile —dice bruscamente.
—¿Sí? —Agarro la parte de atrás de la silla. Mis piernas rozan sus muslos. Estoy
a pocos centímetros de distanciarme de él. Es entonces cuando me doy cuenta de
que, en algún momento del camino, esto se convirtió en un desafío menor y más en
una seducción. Atrevida. Erótica. Este es un baile glorificado si alguna vez hubo uno.
Detente, susurra mi mente. ¡Detente ahora mismo! ¡Tienes un novio en casa!
Aunque no puedo moverme. Lo que siento es confuso, porque en papel, Étienne
es mío. En papel, comparto su apellido. Sobre el papel, soy su esposa.
En mi corazón, nada de eso es verdad.
—Serene —dice Étienne bruscamente, con las manos apretadas en puños a los
lados.
—¿Nunca ha bailado una mujer para ti?
Traga en alto.
—No. Nada como esto. —Su voz es ronca y profunda.
Retrocedo unos centímetros y le paso un dedo por la garganta, a través de su
pulso rápido. Él respira profundamente fuerte pero no se aleja. Sin embargo, uno de
nosotros necesita hacerlo.
—Dejaste de bailar —dice. 162
—La canción terminó —respondo en voz baja.
—Baila otra vez.
Sonrío a su entusiasmo. Pero esa sonrisa se desvanece rápidamente; el hombre
auto-poseído que siempre parece estar en control de cada aspecto de su vida está
perdiendo su poder. Sus ojos están un poco vidriosos. Sus manos, aún cerradas en
puños a los costados, aflojadas. Se levantan y están a centímetros de mi cintura antes
de retirarlas.
Pronto escucho solo nuestra trabajosa respiración mezclándose. El baile
terminó. Gané este reto. Pero perdí toda la función de mis piernas, y en lugar de
intentar reunir fuerzas para alejarme, deliberadamente me pongo en su regazo.
Él sisea en un suspiro agudo. Casi reflexivamente, agarra mis caderas,
manteniéndome inmóvil.
—No te muevas.
Estoy congelada.
No puedo respirar.
No puedo pensar.
No puedo sentir una sola cosa excepto a Étienne. El calor de su cuerpo.
Nos miramos sorprendidos. No hago ningún movimiento para bajarme del
regazo de Étienne y no me quita las manos. Con mi corsé puesto, sus grandes manos
prácticamente rodean mi cintura.
—Serene... —Traga, y observo con fascinación mientras mis manos se doblan
alrededor de sus hombros y hacia su cuello—. ¿Qué estamos haciendo?
—No lo sé —le susurro, y es la verdad—. No lo sé, pero no quiero que te
detengas.
Esta cercanía y mi cerebro están haciendo cortocircuito.
Una pequeña probada no dolerá, ¿verdad?
Por supuesto.
Creo que Étienne está pensando lo mismo porque se acerca más hasta que la
punta de su nariz roza la mía, y nuestros labios están separados por un centímetro.
Bailar para él se extendió entre el bien y el mal. ¿Pero esto? Esto empuja la línea tan
lejos, que necesitaría un par de binoculares para verla.
Las yemas de sus dedos delinean mi cuerpo. Los pulgares rozan los costados de
mis pechos antes de sujetar mi cabeza.
—Si quisiera, podría hacerte mía. Aquí y ahora.
Sonrío porque sé que está diciendo eso más para sí mismo que para mí.
—No, no podrías hacerlo —le susurro.
Nunca he sido buena en tomar las órdenes de las personas. Algunos pueden
pensar que es mi peor cualidad, lo que me mete en problemas. Pero creo que es la
mejor parte de mí. 163
En la vida y en el amor, quiero la mitad del control. La mitad del poder. Y
lucharé por ello hasta que no me quede más energía.
Para Étienne, regalar cualquier poder, por pequeño que sea, es casi imposible.
Espero. Mantengo mis labios alejados de los suyos. Su agarre en mi cabeza se
aprieta. En el último segundo vuelvo la cabeza. Los labios de Étienne rozan mi
mandíbula.
—No. Di que deseas esto tanto como yo —le digo.
—Serene. Por favor —gruñe.
Me rindo, bajando la cabeza para besarlo.
El beso perfecto está en el ojo del espectador. Cada uno tendrá diferentes
preferencias: Suave y dulce, profundo y apasionado. Las opciones son infinitas.
Sin embargo, en nuestro caso, es imposible decir cuál debe ser nuestro beso
perfecto porque ambos nos congelamos. Siento como si me hubieran golpeado en el
estómago. Quiero alejarme, pero mis dedos agarran la nuca de Étienne con tanta
fuerza que tomaría unos minutos separarlos uno por uno.
Entonces inclino la cabeza. Me hundo más en su regazo mientras mis piernas
rozan los costados de su estómago. El movimiento coloca su pene entre mis piernas.
Y así, el beso va de tentativo a abrasador.
Étienne respira profundamente por la nariz mientras su lengua se desliza por
mis labios y se mueve contra la mía. Sus manos recorren mi espalda, sus dedos rozan
mi coxis. Entonces, audazmente, toma mi trasero, sosteniéndome en mi lugar.
Aspiro profundamente pero no me alejo.
El tiempo se detiene por completo. Ya no somos dos personas de mundos
diferentes con tanto en contra. Todo acerca de esto se siente bien.
Cuanto más tiempo estén mis labios sobre los de él, más frenética me volveré.
Mis dedos se mueven hacia su pecho, buscando torpemente abrir su chaleco.
Intento reducir la velocidad y ganar algo de control, pero este beso tiene un poder
propio. No podría reducir la velocidad incluso si quisiera.
Finalmente, el último botón se suelta y empiezo por su camisa. Étienne gime
en mi boca. Sus manos se separan de mi cuerpo solo para volver segundos después.
Esta vez están debajo de mi vestido, contra mi piel desnuda, subiendo por mis
muslos.
Me separo lo suficiente como para verlo. Étienne captura mis labios y mis
manos tocan con avidez su estómago desnudo. Trazar sus músculos tensos solo me
deja insatisfecha. Necesito más.
Más, más, más.
Me siento como un animal hambriento que encontró comida por primera vez
en días. Necesito detenerme y practicar mi autocontrol, pero no sé cómo.
Étienne me acerca más. Con entusiasmo, lo rechazo. Étienne deja libre un
gemido primigenio que solo hace latir mi corazón más rápido. 164
Con descaro, mis manos se mueven hacia el sur. Hago una pausa solo por un
segundo para averiguar cuánto tiempo tomaría desabotonar el pantalón de Étienne.
Demasiado tiempo. Arrastro un dedo por su pene antes de tomarlo en su pantalón.
Al instante, la mano de Étienne se cierra contra la mía, impidiéndome ir más lejos.
Me mira fijamente con una expresión vidriosa.
—Serene, yo…
Escucho risas provenientes del pasillo y mi cuerpo se pone rígido al mismo
tiempo que el de Étienne. Al instante, nos separamos, jadeando. Mis piernas
tiemblan cuando me alejo de Étienne. Él salta de la silla como si estuviera en llamas.
Con las manos en las caderas, respira hondo y mira fijamente la pared.
¿Qué acaba de suceder? Estaba lejos de mi primer beso, pero a juzgar por cómo
reacciona mi cuerpo, pensarían que lo es. La desesperación fluye a través de mí, y
tengo que evitar volver corriendo a Étienne.
—Tengo que irme —dice Étienne bruscamente.
—¿Irte? —repito.
Asiente y se abotona el chaleco.
—Sí. Terminamos por hoy. Lo hiciste bien.
—Étienne...
—Lo harás bien mañana —interrumpe con autoridad. Intenta quitar el borde
de sus palabras con una sonrisa, pero no llega a sus ojos.
Como una estatua, estoy allí, mirándolo con confusión.
Él señala la puerta.
—Si quieres irte ahora, puedes hacerlo.
Traducción: Vete.
¿Quiere que me vaya? Está bien. No le rogaré que hable sobre lo que sucedió,
principalmente porque necesito pensarlo por mí misma.
—Está bien —digo antes de girar sobre mis talones y alejarme.
El eco de mis pasos rebota en las paredes.
Entonces Étienne dice:
—Nunca vuelvas a bailar así.
Me muerdo la lengua porque tengo tantas ganas de decirle que se calle y que no
me diga qué hacer. Pero Étienne quiere eso. Quiere una pelea; perdió el control, y yo
también. Y la verdad es que ninguno de los dos nos habríamos detenido si no fuera
por los sirvientes en el salón.
Ignoro sus palabras y continúo hacia las puertas.
—A menos que sea conmigo.
Me doy vuelta tan rápido, que me sorprende no caerme. Étienne está de pie
frente a una de las muchas ventanas con las manos metidas en los bolsillos y de 165
espaldas a mí. Por un segundo, me pregunto si escuché esas últimas cinco palabras.
Pero sé que lo hice.
—¿Qué dijiste? —pregunto.
Étienne me mira por el rabillo del ojo.
—Nada. No dije absolutamente nada.
Étienne

L
a cena terminó hace más de una hora.
Serene está sentada frente a mí, lo que me permitió mirarla sin
llamar su atención. Si estaba incómoda o nerviosa, no lo demostró.
Tenía conversaciones con los invitados a su alrededor; pensarían
que ha sido amiga de ellos desde la infancia.
Cuando terminó la cena, las damas se retiraron a la sala. Me detuve en la puerta,
preguntándome si debería unirme a ella. Pero Nat enlazó su brazo con el de Serene
y la condujo a la habitación.
Me dije que no tenía que preocuparme. La etiqueta después de una cena es un
poco desinhibida, pero eso no significa que Serene no la siguiera. Las damas que la
rodean están sedientas de sangre con su necesidad de chismear. Un paso en falso
166
puede proporcionar una semana de silenciosa conversación y de cejas arqueadas. Sé
que Serene puede mezclarse, pero tiene una racha obstinada y un poco de genio.
Suelta lo que piensa y es increíblemente espontánea. Justo cuando creo que la he
descubierto, hace lo contrario.
Solo momentos después de que llegamos a la casa de Asa, se dirigió hacia él. En
frente de todos, lo saludó dulcemente y luego se disculpó por la discusión que
tuvieron en mi oficina. La gente se reunió alrededor de ellos escuchando con avidez,
y la cara de Asa se puso roja cuando aceptó sus disculpas. Sus modales dictaban que
la aceptara de inmediato y le diera una propia. Cuando lo hizo, una lenta sonrisa se
extendió por sus labios. Ella le dijo que quería darle la vuelta a la página y se alejó.
¿Serene parecía sincera? Sí.
¿Le creí de todo corazón? No lo sé.
Una de las personas con las que no se disculpó fue con Johnathan. Está aquí
esta noche. Lo he observado de cerca. No es que importe; ha mantenido una gran
distancia con Serene. Durante la cena, disparó dagas en su dirección, y ella no se
rascó tan sutilmente la nariz con el dedo medio.
Los muebles han sido empujados contra las paredes en el salón para hacer
espacio para bailar. Espero a que uno de los hombres mire abiertamente a Serene
para pedirle que baile, pero nos sorprende a todos cuando ella entra en el centro de
la habitación. Las parejas a su alrededor miran con curiosidad. Una invitada se
ofrece voluntariamente a tocar el piano, y una vez que comienza, Serene no hace el
paso. Simplemente se mueve con la música y alienta a Nat a hacer lo mismo.
Mientras todos los demás bailan la canción que pasamos horas practicando.
En un momento dado, Serene sostiene las manos de Nat en el aire para que mi
hermana pueda dar una pequeña vuelta. Las dos se ríen mientras todos las miran
con desaprobación. Algunos me ven, probablemente confundidos en cuanto a por
qué no intervengo. Unos pocos parecen desconcertados. Pero lo más probable es que
todos piensen que esta es la típica Serene que ven en cada fiesta. No saben lo que yo
sé.
Todos los ojos la miran, pero no por la forma en que baila. Las otras damas se
mueven con restricción; Serene se mueve con gracia. Hay algo... libre en cada paso
que da. Ciertamente no soy el único hombre en la sala que se ha dado cuenta. Incluso
los que bailan la ven por el rabillo del ojo.
No ayuda que su vestimenta sea casi escandalosa. De camino aquí, juró que
encontró este vestido en el armario de la Vieja Serene, completamente en la parte de
atrás. El vestido es azul oscuro, aunque las mangas son de muselina azul claro. Tiene
líneas fluidas y drapeadas en la parte delantera, y una abertura que sube hasta la
rodilla, apenas oculta por la misma tela que las mangas. El vestido es tan ceñido que
yo, y todos en la habitación, pueden decir que no está usando corsé.
Cuando Nat estaba fuera del alcance del oído, Serene comentó abiertamente
que el vestido es algo que usaría en su tiempo, que es tan hermoso y que la hace sentir
más como ella misma. Tiene razón: El vestido es hermoso y, por eso, nadie puede
apartar la vista de ella. Mi mano se aprieta imperceptiblemente en mi bebida 167
mientras la ira crece. En poco tiempo, se convierte en furia. Tengo la necesidad de
romperla a la mitad. Incluso a mi hermano. Él la está mirando con risa en los ojos.
Si hubiera experimentado lo que yo ayer en el salón de baile con Serene, no estaría
sonriendo.
Me he estado diciendo que, si nos besáramos solo una vez, entonces mi
fascinación por ella se desvanecería. Oh, qué equivocado estaba.
Mis pensamientos están dominados por ella y cómo puedo dejarla sola de
nuevo. Sonrío sombríamente a los tontos que me rodean porque puedo hacer lo que
todos anhelan hacer: Ir a casa con ella.
—Bendito tu corazón, Étienne.
Giro a mi izquierda y veo a Phoebe McNeal.
Cuando se trata de mujeres, nadie las quiere más que Livingston. Yo, por otro
lado, encuentro que todo el asunto del coqueteo es agotador y una pérdida de tiempo;
conozco el escenario final que quiero, con ellas en mi cama. Eso es lo que hizo a
Phoebe refrescante.
Es una mujer hermosa con curvas en todos los lugares correctos. Hace más de
un año, comenzamos una relación. Uso ese término a la ligera, considerando nuestra
relación centrada en sexo. Con el tiempo, se volvió más insistente para una relación
que existiera más allá de mi cama. No se puso como loca cuando terminé las cosas, y
debido a eso, podíamos ser cordiales en público. Esta noche, sin embargo, no había
anticipado verla. Una breve oleada de molestia me atraviesa.
—¿Lo siento? —digo.
Ella se acerca más, manteniendo sus ojos en las parejas en la pista, y habla en
susurro.
—El espectáculo que tu esposa está haciendo en este momento. No sé cómo has
sido tan paciente a lo largo de los años. Y ese vestido... —No muerdo el cebo, y ella
suspira—. Es subido de tono.
—Déjala ser. Está disfrutando de sí misma.
Phoebe parece momentáneamente tomada con la guardia baja por mi dura
respuesta. Levanta ambas cejas y mira a las parejas bailar.
—Muy bien. Me disculpo por sobre reaccionar.
Miro a Phoebe a tiempo para ver sus labios curvados con desdén por la última
palabra.
En un abrir y cerrar de ojos, cualquier rastro de disgusto desaparece cuando
sonríe y me observa desde debajo de sus pestañas.
—¿Supongo que las cosas son favorables entre tú y Serene?
Una pregunta tan inocente, aunque conozco a Phoebe lo suficientemente bien
como para darme cuenta de que no es honesta ni sincera. Dudo, porque una parte
sustancial de mí no quiere nada más que terminar esta conversación, marchar hacia
Serene y pedirle que baile conmigo. En una escala más pequeña, estoy tentado de
responder. No porque Phoebe, o cualquier otra persona en esta fiesta, merezca saber
la verdad; este grupo es tan leal como un grupo de perros rabiosos y hambrientos. 168
No, la única razón por la que quiero decirle la verdad es porque yo mismo no puedo
seguir el giro de los acontecimientos.
Le lanzo una mirada subrepticia a Serene.
—Las cosas entre Serene y yo son... muy agradables.
Phoebe arquea una delgada ceja. Su brillante sonrisa no vacila.
—Eso es maravilloso de escuchar.
Asiento y dirijo mi atención hacia las parejas de baile, tratando de ignorar que
Phoebe todavía está de pie a mi lado.
Después de unos segundos, suspira.
—Fue agradable hablar contigo, pero veo algunas caras conocidas a las que no
he saludado.
—Buenas noches, Phoebe —digo sin molestarme en apartar la mirada de
Serene.
La canción llega a su fin, y Serene respira hondo y sonríe. Ella y Nat hablan
unos segundos antes de que mi hermana se mueva hacia un grupo de amigos. Serene
se queda sola, perdida momentáneamente mientras gira en círculo, tratando de
encontrar una cara familiar.
Mi agarre se aprieta en mi bebida. Mira en mi dirección. Mira en mi dirección.
Está a segundos de verme cuando uno de los buenos amigos de Livingston,
Trevor McBride, le toca el hombro. Ella se da vuelta y haría cualquier cosa para ver
su cara ahora mismo. Los labios de Trevor se mueven. No hace falta ser un genio
para darse cuenta de que le está pidiendo que baile. Estiro mi cuello como si esos
centímetros adicionales me dieran acceso a su conversación.
Cuando salimos de Belgrave, ella no tenía ni un solo cabello fuera de lugar.
Ahora sus alfileres se aflojaron, causando que algunas hebras se escapen y jueguen
en su cuello y línea de mandíbula. Bajo la luz, las hebras adquieren un tono dorado.
En un mar de cabello peinado y personalidades tensas, es una niña salvaje.
Libre y sin restricciones. Es la cosa más fascinante que he visto en mi vida.
Falla miserablemente en un solo paso, pero lo hace con una gracia que hace que
todos se pregunten si son los que tienen los pasos equivocados.
—¿Hay alguna razón por la que estés enfadado en la esquina? —me dice una
voz a mi izquierda.
—Vete, Livingston —le respondo, sin apartar los ojos de Serene.
En ese momento, el piano se detiene. Serene aplaude, junto con todos los
demás, y se aleja de Trevor. Sus mejillas están rosadas, y sus ojos están bailando.
Algo cercano a la furia quema mi vientre y se extiende a través de mi cuerpo cuando
veo que Trevor todavía no se ha apartado de su lado. Su cabeza retrocede mientras
se ríe de algo que él dice. Es un sonido tan genuino y efervescente. Casi todos los
hombres en la habitación se vuelven en su dirección y miran a Trevor con envidia de
que sea él que esté sacando ese atractivo sonido de ella.
¿Qué le dijo? Mejor aún, ¿cuándo tuvo sentido del humor? El hombre es tan
169
rígido como una tabla.
La parte interesante es que ella no está coqueteando ni le está dando una
sonrisa tímida como la de la Vieja Serene. La que está frente a mí es amigable y no
tiene nada que ocultar.
—Esto es absolutamente fascinante —comenta Livingston.
Le doy toda mi atención.
—¿Qué?
Saca su reloj de bolsillo.
—Son las diez menos cuarto, y todavía estás aquí.
Normalmente, no me quedo más de una hora en los eventos. Eso me da
suficiente tiempo para hablar con las personas que conozco y asegurarme de que mi
presencia sea notada. Pero ver a Serene me da una oleada de energía que es
imposible de describir. Lo único que sé es que irme es lo último que tengo en mente.
Resoplo.
—¿No deberías estar por ahí disfrutando en lugar de contar los minutos que me
quedo aquí?
Livingston se balancea sobre sus talones y se ríe.
—Touché. Pero debes comprender que últimamente, tu comportamiento ha
sido muy singular.
Rechino los dientes e ignoro sus sutiles intentos de provocarme.
—Podría decir lo mismo de ti. Estás parado en los bordes exteriores de un salón
de baile, hablando con tu hermano de todas las personas, en lugar de hacer avances
con las innumerables mujeres disponibles aquí esta noche.
Livingston toma un largo trago y sonríe.
—Ah, la noche es joven, Étienne. La noche es joven.
Nuestra conversación se suspende cuando Serene se acerca a nosotros con
Trevor a su lado. La mira como un perrito ansioso por hacer feliz a su amo.
Livingston me ve de reojo antes de sonreírle a Serene.
—¡Ahí estás! He estado buscándote en esta casa de arriba a abajo.
—¿De verdad?
—Por supuesto. Luego seguí los susurros sobre la encantadora Serene, y me
trajeron hasta aquí. Esta noche estás causando una gran impresión. —Mi hermano
me mira—. ¿No estás de acuerdo, Étienne?
Bastardo. Me está atacando, y lo sabe. Tomo un largo trago de mi bebida y no
digo una palabra.
Él me pasa su bebida.
—Sostén esto, ¿quieres? El próximo baile es mío.
Serene me sonríe vacilante antes de seguir a Livingston.
170
Le hice una promesa a Serene de que la ayudaría a encontrar la manera de
volver a su tiempo. Una parte de mí está decidida a cumplir esa promesa. Pero la otra
parte más grande lo resiste. Tal vez no sea una idea tan terrible si se quedara en mi
tiempo. Para siempre.
Deséala desde lejos, porque nunca será honestamente tuya. Tiene a un novio
esperándola, advierte mi mente.
Si pensé que ver a McBride bailar con Serene era terrible, entonces es una
tortura ver a Livingston. Está haciendo todo lo posible mientras coquetea con Serene
justo enfrente de mi cara.
Ignóralo. Está tratando de provocarte.
Pero cuando hacen un giro, veo su mano en la parte baja de su espalda, con los
dedos extendidos, y algo dentro de mí se rompe.
—¡Étienne! —Me vuelvo a tiempo para ver a Theodore Hunt, un exitoso
corredor de bolsa, acercarse—. Justo el hombre con el que quería hablar.
Termino mi bebida (y la de Livingston, por supuesto) y la coloco en la
superficie más cercana posible.
—Ahora no —gruño a medias antes de dirigirme hacia Serene y Livingston.
Toco a mi hermano en el hombro—. ¿Importa si me meto?
Livingston se retira. Mantengo mis ojos fijos en su mano descansando
ligeramente sobre su cintura antes de verlo a los ojos. Un silencio incómodo
desciende alrededor de nosotros tres.
—Adelante —responde finalmente. Sus ojos bailan maliciosamente—. Es tu
esposa, después de todo.
Miro a Serene.
—Lo es.
Me sonríe nerviosa y me mira con recelo. Me parece irónico, considerando que
se ha estado mezclando con las verdaderas hienas toda la noche. A nuestro alrededor,
la gente se une y espera a que comience el siguiente baile.
Esperando, extiendo la mano tranquilamente. Después de unos segundos,
Serene pone su mano en la mía. Permanezco un paso detrás de ella mientras da pasos
cortos y delicados hacia adelante, luego se gira hacia mí con elegancia. Levanto el
brazo para permitir que gire una vez. Luego nos enfrentamos. Su mano izquierda
descansa suavemente sobre mi hombro, mientras mi derecha se apoya contra su
espalda. Su mano derecha está apretada en la mía.
Como el resto de las parejas, nos movemos en tándem. Cuando su pie se inclina
hacia adelante, el mío se mueve hacia atrás. Los labios de Serene están en una línea
firme mientras nos movemos a través de la habitación.
Entonces ella susurra:
—¿Qué fue eso?
Le doy una mirada en blanco.
Serene pone los ojos en blanco antes de colocarse una sonrisa falsa y dice de 171
reojo:
—Sabes de lo que estoy hablando. Prácticamente le arrancaste la cabeza a tu
hermano, y todo lo que hizo fue bailar conmigo.
—Está claro que no conoces a mi hermano. —Es posible que haya reaccionado
exageradamente, pero no estoy dispuesto a admitirlo.
Para mi sorpresa, nos movemos en círculos completos. No pulidos como todos
los demás, pero lo suficientemente buenos como para que nadie nos mire dos veces.
Los hombros de Serene están rectos; su barbilla está en una inclinación obstinada.
—¿De qué hablaban McBride y tú? —pregunto, asegurándome de que mi voz
suene indiferente.
Frunce el ceño.
—¿Te refieres a Trevor?
—¿Ustedes usan su primer nombre? —cuestiono.
Serene suspira. Inconscientemente aprieto mi agarre en su mano, haciéndola
arquear una ceja.
—No hablamos de nada importante. Me preguntó si me estaba divirtiendo esta
noche. Elogió mi vestido.
—Estoy seguro de que lo hizo —murmuro.
Serene deliberadamente me ignora.
—Esta es la primera vez que lo conozco. Parece una buena persona.
—Compartieron una risa —digo con un toque de acusación.
Nuestros pies se deslizan por el suelo. Nos detenemos el tiempo suficiente para
que transfiera su mano derecha a mi izquierda, lo que le permite girar con gracia.
Nuestras posiciones cambian, y ahora estamos lado a lado. Su hombro está
directamente debajo del mío y a centímetros de distancia. Extiende su brazo
izquierdo, ligeramente doblado por el codo, y apoya su mano suavemente sobre la
mía. Mi mano derecha se posa directamente sobre su cadera derecha. Coloca su
mano frente a la mía y sus dedos se doblan para que sus nudillos descansen contra
su cadera.
—Étienne, ¿nos estabas mirando? —pregunta inocentemente, pero escucho la
curiosidad en su voz.
Antes de responder, veo a Trevor enclaustrado con un grupo de hombres, con
quienes he hablado un puñado de veces, pero ahora los veo como enemigos. Ven a la
Vieja Serene en medio de ellos, pero se dan cuenta de que algo no está bien con ella.
Todos están intrigados.
Mi mano se aprieta reflexivamente contra su cadera.
—No estaba mirando. Estabas directamente delante de mí. ¿Dónde más
propones que vea?
Serene, obviamente, no está convencida, pero no dice una palabra. Seguimos
por la pista. De vez en cuando tropieza con sus pies, pero de inmediato se endereza. 172
—¿Qué hay de ti y esa mujer? —dice de la nada.
Frunzo el ceño.
—¿Cuál mujer?
Pone los ojos en blanco con impaciencia.
—Esa señora con la que estabas hablando. ¿La morena?
—¡Oh! ¿Te refieres a Phoebe? —Serene me mira fijamente.
Se me ocurre que ha estado observando algo por su cuenta.
—¿Qué quieres saber?
—¿La has… visto antes? —pregunta casualmente.
Cuando dice “visto” sé que quiere decir algo completamente distinto. Quiere
saber si he tenido relaciones íntimas con Phoebe. He compartido casi todo lo demás
sobre mi vida con Serene, ¿entonces ocultaría esto? Sin embargo, me encuentro
vacilando, incluso sintiéndome un poco culpable.
—Sí. Lo he hecho.
Su cuerpo se pone rígido.
—¿Todavía la ves?
Serene está celosa. Serene está celosa de Phoebe. Eso no debería emocionarme,
pero lo hace.
Dejo que el silencio entre nosotros se prolongue unos segundos más antes de
responder.
—No, no lo hago.
Ella mira sus pies y exhala antes de mirarme a los ojos.
—Bien.
La música llega a su fin cuando nos enfrentamos. Su boca se abre y se cierra.
Quiere decir algo. Me siento como uno de esos bufones enamorados que la han
estado observando toda la noche, esperando ansiosamente que las siguientes
palabras salgan de su boca.
Quiero decirle que lamento no haberle creído las pocas veces que me dijo que
no era mi esposa. Pero no soy exactamente conocido por ser elocuente con las
palabras. La confesión saldría más como un gruñido y probablemente la asustaría.
En ese momento, Nat se acerca, rompiendo nuestro concurso de miradas fijas.
Serene mira hacia otro lado primero.
Mi hermana me mira con ojos nublados.
—Étienne, estoy agotada.
—Son solo las diez y cuarto.
—Lo sé, pero Serene me despertó temprano esta mañana para salir a caminar,
y he estado bailando toda la noche. Mis pies no pueden aguantar mucho más.
Le echo un vistazo a Serene. 173
—¿Estás lista para irnos?
Espero que se aferre a mis palabras como a un salvavidas. Aquí está su
oportunidad de escapar.
En su lugar, parpadea un par de veces antes de mirar alrededor de la habitación.
—Creo que quiero quedarme.
Nathalie bosteza y parece dormirse sobre mi hombro.
Me acerco a Serene y bajo la voz.
—No tienes que quedarte si no quieres. Lo hiciste fantástico. Mostraste tu cara
y ahora podemos irnos.
Ella permanece impasible mientras me mira fijamente. Es imposible saber qué
está pasando por esa mente peligrosamente brillante de ella.
—Lo sé, pero me estoy divirtiendo. —Me sonríe.
—No te vas a quedar aquí sola.
Mira al techo, y un largo suspiro escapa de sus labios antes de murmurar:
—¿Cómo supe que dirías eso? —Luego concentra toda su atención en mí—.
Livingston todavía está aquí. Le pediré que me lleve a casa. —Tiene todo esto
resuelto—. Me estoy divirtiendo.
Y luego se mete un rebelde mechón de cabello detrás de la oreja. Es una acción
tan inocua, femenina. Una que rara vez he visto hacer a Serene porque siempre está
demasiado estresada por encontrar una manera de volver a su tiempo, demasiado
aterrorizada de que nunca abandone este lugar. ¿Quién soy para robarle una noche
de diversión sin preocupaciones?
Contra mi buen juicio, me encuentro asintiendo.

174
—L
ivingston, necesito tu ayuda.
Livingston, que está hablando con una rubia, me
mira rápidamente.
—Estoy un poco ocupado en este momento.
Me inclino hacia adelante.
—Es urgente.
Le da a la rubia una sonrisa sensual y levanta un dedo antes de girarse hacia
mí. Su sonrisa desaparece, y se ve exasperado.
—¿Qué podrías posiblemente querer?
—Lamento interrumpir esta conexión de amor, pero solo quiero saber si puedes
llevarme de vuelta a Belgrave más tarde.
—¿Cuándo es más tarde?
—No lo sé. ¿Una o dos horas a partir de ahora?
—Eso significa que me habré ido por una hora, pero aún tengo tiempo suficiente 175
para volver aquí —murmura Livingston. Me aclaro la garganta, y me mira—. ¿Dónde
está tu irascible esposo?
—Se fue.
Las cejas de Livingston se levantan.
—¿Sin ti?
—Sí.
—¿Por qué?
Suspiro.
—Porque Nat estaba cansada y yo quería quedarme.
—¿Así podrías molestarme?
—Mira, cuanto más rápido respondas, más rápido podrás volver con la rubia.
En el momento justo, la rubia le lanza una mirada sensual que lo tiene
enganchado.
—Sí, te llevaré a casa —responde instantáneamente, dándole a la rubia una
sonrisa devastadora.
—¿Estás seguro?
—Por supuesto —dice antes de retroceder hacia su sabor del momento. Podría
haberle pedido un riñón y un millón de dólares, y lo habría aceptado.
Con eso hecho, exhalo ruidosamente, miro alrededor de la habitación, y
comienzo a sonreírle estratégicamente a esta persona y saludarla. Doy vueltas por la
habitación, esperando hasta que Livingston se distraiga lo suficiente como para que
deje de mirarme. Luego puedo deslizarme por el pasillo y encontrar la oficina de Asa.
Asa Calhoun es un hombre exitoso. Mejor aún, es un hombre arrogante. Me
cuesta mucho creer que no tendría un lugar en su casa donde pudiera relajarse con
un poco de brandy o un cigarro y reflexionar sobre su grandeza.
Después de mi cuarta vuelta alrededor del salón, saludo a uno de los empleados
de Étienne, Edward. Tiene ojos amables y una sonrisa sincera que siempre me
tranquiliza. Cada vez que lo veo, sus lentes están torcidos, y tengo que luchar contra
las ganas de enderezarlos.
Por un momento, tomo la habitación y las personas que están dentro. Desde los
vestidos hasta los muebles y la iluminación, todo acerca de esta época tiene un
romanticismo adjunto al que probablemente nunca me acostumbraré.
Miro a Livingston, apoyado contra la pared. La bebida en sus manos está casi
vacía. Estoy despejada a través de la habitación, pero incluso puedo decir que está
mareado.
Ahora es mi tiempo de moverme.
Salgo de la habitación sin que nadie se dé cuenta. Podría ser que la mayoría de
las personas han bebido tanto que están peligrosamente cerca de ser desperdiciadas.
Un hombre a mi izquierda se ríe a carcajadas. Nadie está a su alrededor. Se desploma
pesadamente contra la pared, su bebida derramada en el suelo. Sí. Borracho y 176
posiblemente loco. Pero estoy de acuerdo con eso; hace que colarse en la oficina de
Asa sea más fácil.
Sus voces se vuelven débiles cuando me muevo por el pasillo. La casa de Asa es
impresionante, similar en diseño de la casa de los padres de la Vieja Serene. Tres
pisos de altura con el lado estrecho frente a la carretera. Por lo general, una plaza
recorre la longitud de la casa y las habitaciones se distribuyen en cada piso.
Dudo que la oficina de Asa esté en el tercer piso. ¿Segundo? Tal vez. Cuando
Étienne y yo entramos en el vestíbulo, nos dirigimos a la izquierda, donde se
encontraba la cena. Todo el tiempo, mantuve en la parte posterior de mi cabeza que
había una puerta cerrada a la derecha.
Esa puerta está ahora a quince pasos adelante de mí. Mi cuerpo se estremece
de anticipación. Acelero mis pasos, pero me recuerdo que debo ir más despacio. Si
alguien está detrás de mí, tengo que hacer que parezca que estoy tomando un
pequeño respiro de la fiesta.
Luego, delante de mí, oigo llanto. Es tan suave, tan indiscernible, que al
principio creo que está en mi cabeza. Pero el sonido se hace más distintivo. Entro en
el vestíbulo y veo a una rubia sentada contra la pared. La mesa redonda del vestíbulo
y el enorme arreglo floral la ocultan parcialmente de la vista.
Miro a mi alrededor para ver si alguien más podría lanzarse y ayudarla, pero no
hay nadie. Estoy medio tentada de caminar junto a ella, pero luego levanta la cabeza
y hace contacto visual directo conmigo.
Podría seguir avanzando por el pasillo como si no la hubiera visto, pero eso
sería un gran movimiento de perra por mi parte.
Doy unos pasos en dirección a ella. Cuando estoy lo suficientemente cerca, me
aclaro torpemente la garganta.
—¿Estás bien?
Endereza sus huesudos hombros e intenta limpiarse las lágrimas con manos
temblorosas antes de mirarme.
—Sí. So-solo estoy teniendo una mala noche.
Me he acostumbrado tanto al acento charlestoniano que me toma un segundo
absorber completamente su acento inglés. Es un contraste tan marcado que me
inclino más cerca.
—Todos hemos estado allí. Si tuviera un pañuelo, te lo daría —le respondo
finalmente.
—No hay problema. Es la intención lo que cuenta. —Las dos nos quedamos allí
rígidas mientras intentamos llenar el silencio. Hay algo familiar sobre ella.
Hablo primero:
—¿Problemas de chicos?
Parpadea rápidamente, sus pestañas revolotean como alas de mariposa. Parece
que duda en contestar y mira los pisos de pino, luego de nuevo a mí. 177
—Sí.
Me acerco y me deslizo por la pared hasta que mi trasero toca el suelo. Quiero
cruzar las piernas, pero este vestido es demasiado incómodo. En cambio, imito su
postura. No soy la mejor en conversaciones pequeñas o rompiendo silencios
incómodos, pero Dios mío, esta dama me hace parecer extrovertida. Tamborileo mis
dedos en el suelo y exhalo.
—Mira, no tienes que decirme, pero…
Mis palabras se cortan cuando miro su muñeca izquierda. Lleva cuatro líneas
estrechas en rojo con un fondo azul. Estoy segura de que, si girara su muñeca, vería
una línea más para completar la huella de una mano. Ella va a meterse un mechón
de cabello detrás de la oreja, pero se congela cuando ve lo que estoy mirando.
Deja caer su mano como un peso muerto en su regazo.
No es asunto mío. Ni siquiera conozco a esta mujer. Debería darle privacidad y
fingir que no vi nada. Sí, privacidad es probablemente lo que quiere. ¿Pero a quién
estoy engañando?
—¿Él te hizo esto? —pregunto sin rodeos.
Inmediatamente, cruza sus brazos. Su muñeca magullada desaparece.
—Sí. —Suspira—. Lo hizo.
Mis cejas se levantan; su voluntad para decir la verdad es lo último que
esperaba. Miro mis dedos entrelazados, reflexionando qué decir a continuación. De
repente, se me ocurre por qué me es tan familiar. Era una de las muchas damas con
las que Livingston coqueteaba esta noche.
—¿Livingston te hizo esto? Si lo hizo, podría patearle el culo por ti. ¿Quieres
que lo haga?
—¡No! ¡No fue Livingston! —dice con urgencia—. Fue otra persona.
—¿Estás casada con este chico?
Me mira por el rabillo del ojo y niega.
—No… no, no lo estoy.
Quiero preguntarle quién es, pero no quiero romper el momento. Estamos
compartiendo un sentido de anonimato que trae consigo un sentido de libertad. No
nos conocemos y no tenemos idea de si alguna vez nos cruzaremos de nuevo.
—¿Lo amas? —pregunto.
Sonríe débilmente.
—Supongo que sí. Sin embargo, cuando él hace esto, pienso…
Me encuentro asintiendo e inclinándome, ansiosa por escuchar lo que va a
decir.
Suspira ruidosamente antes de cerrar los ojos y golpear suavemente su cabeza
contra la pared.
—Es imposible explicar mi situación.
—Está bien. No tienes que hacerlo.
178
Una vez más, se queda en silencio y permanece inmóvil, sus ojos aún cerrados.
—Si quieres algo de privacidad, puedo irme —le ofrezco.
Sus ojos se abren de golpe.
—No. Quédate. Aprecio tu compañía más de lo que crees.
Con anhelo, miro hacia el pasillo, esforzándome por escuchar cualquier paso
en esta dirección. Me recuesto contra la pared y miro hacia el frente.
Los segundos pasan antes de que la mujer se aclare suavemente la garganta.
—Sé que te estás preguntando si ha hecho esto antes.
Giro mi cabeza en su dirección. Podría mentir, pero ¿cuál es el punto?
—Lo estoy, pero no necesitas explicarme. Solo sé que débil es el hombre que
lastima a una mujer.
Los labios de la dama se separan un poco y me mira fijamente.
—Sé que no es de mi incumbencia, así que toma todo lo que diga con mucha
cautela. Él suena como un completo pedazo de mierda. Y pareces una gran chica.
Suena cliché, pero te mereces algo mejor. Tú lo sabes. ¿Cierto?
Cuando termino mi cursi discurso, sus ojos están un poco vidriosos. Su boca se
abre, pero antes de que pueda pronunciar una palabra, una puerta se cierra en algún
lugar dentro de la casa. Sus ojos se abren de manera imperceptible, y se levanta de
un salto. Yo la sigo. Mierda. ¿El tipo que le hizo esto todavía está aquí?
—Debería irme.
—¿Estás segura?
Asiente y lanza una mirada furtiva hacia la fiesta.
En un acto de desesperación, agarro su mano.
—¿Necesitas un aventón? De acuerdo, no seré yo quien conduzca, pero
arrastraré el culo caliente de Livingston fuera del salón de baile y haré que te lleve a
donde sea que necesites ir.
Me da otra sonrisa apreciativa antes de moverse hacia la puerta principal.
—No, te lo aseguro, estaré bien.
—Lo siento. —¿Por qué? No lo sé; las palabras se me escaparon de la boca antes
de que pudiera pensarlas dos veces.
Me da un pequeño apretón en el brazo.
—No tienes por qué lamentarte. Gracias por hacerme compañía.
La veo salir por la puerta principal, y me quedo allí por unos segundos, tratando
de averiguar qué diablos pasó. ¿Debo ir tras ella y asegurarme de que está bien? Algo
me dice que, si lo intentara, ella rechazaría mis esfuerzos una vez más. El momento
honesto y sincero que tuvimos ha terminado.
Suspirando ruidosamente, negando. Necesito concentrarme en la tarea en 179
cuestión, encontrar su oficina y registrarla.
El pasillo está vacío, así que me apresuro hacia la puerta cerrada, a solo unos
pasos. Cuando mi mano se enrosca alrededor del pomo, me preparo para que la
puerta este bloqueada. Sorprendentemente, hay un pequeño clic, y la puerta se abre.
En lugar de disfrutar de este pequeño golpe de suerte, me meto en la habitación y
cierro la puerta.
La oficina de Asa Calhoun no es muy diferente a la de Étienne, desde la lujosa
alfombra Tabriz hasta los paneles de roble de lino. ¿Qué, todos en este tiempo tienen
el mismo decorador de interiores?
El escritorio está directamente frente a mí. Lo único que distingue a su oficina
de la de Étienne es el hecho de que Asa no es tan organizado. Los papeles están
esparcidos al azar por la superficie. Una pluma estilográfica con la tapa arrojada a
un lado derrama tinta negra sobre un documento en blanco.
No sé dónde buscar primero o qué buscar, y sé que no tengo mucho tiempo
antes de que Livingston finalmente mire alrededor de la sala y se dé cuenta de que
no estoy allí. O hasta que Asa decida visitar su oficina. Me apresuro a cruzar la
habitación, me siento detrás del escritorio y frenéticamente revuelvo los papeles
dispersos sobre él. La mayoría de ellos son correspondencias. Hasta ahora, no hay
nada de interés a simple vista.
Me muevo hacia los cajones.
El estrecho cajón del medio se abre de inmediato, pero está lleno de suministros
de oficina, fósforos y un par de gafas con montura de alambre. Los dos cajones de la
izquierda están bloqueados. Así como el cajón superior a la derecha. Cuando llego al
cajón inferior derecho, toco la parte posterior de mi cabello para sacar una horquilla.
Es una remota posibilidad, pero al menos tengo que intentar meterme en los cajones.
Me siento tan preocupada por desenredar mechones de cabello del pasador que me
toma unos segundos darme cuenta de que el cajón inferior se ha abierto de
inmediato. Inmediatamente, abandono la horquilla y revuelvo el cajón. Como era de
esperar, está repleto de papeles y más papeles.
Hay atrapado entre los papeles un libro de cuentas de algún tipo. Me inclino
para ver mejor mientras levanto una pila de documentos y los coloco en mi regazo.
El lomo es de color rojo oscuro, y la parte delantera y trasera son de color negro. Lo
reviso y solo tengo unas cuantas páginas cuando me doy cuenta de que es un libro
contable. Cada página está llena de transacciones y saldos. Se remonta al 3 de
septiembre de 1911 y se detiene el 12 de abril de 1912. El día que llegué.
Los vellos de mi cuello se levantan.
El libro de contabilidad es increíblemente detallado, pero todo esto prueba que
Asa Calhoun es un contador competente. Al hojear el libro mayor por segunda vez,
observo una escritura pequeña e impecable en la parte superior de una de las
páginas. Me toma unos segundos antes de darme cuenta de que es el nombre de la
compañía de Étienne y las palabras “Copia Dos”.
¿Copia dos? ¿Cuántas copias de este libro mayor están ahí y por qué?
—Si vienes por aquí, podemos hablar en más profundidad en mi… 180
Mi cabeza se sacude.
—Mierda —siseo y apresuradamente meto todos los papeles en los cajones
antes de cerrarlo de golpe.
Frenéticamente, busco un buen lugar para esconderme. No hay armarios. Las
cortinas no son una opción. Podría esconderme detrás del escritorio, pero eso es un
riesgo demasiado grande. Mi corazón golpea contra mi caja toráxica, buscando
desesperadamente una salida a esta situación. Tal como yo.
Giro a la derecha, miro más allá de la pintura en la pared y veo las ventanas.
Hago una doble toma. Las ventanas que dan a la parte delantera de la casa son del
tipo de celosía estrecha. Atravesarlos sería imposible. Pero los que están detrás del
escritorio son ventanas abatibles con paneles de vidrio en forma de diamantes. Mis
manos tiemblan cuando inclino el libro de contabilidad contra la ventana y abro el
fijador. Hay una suave ráfaga de aire y las bisagras rechinan en señal de protesta
cuando la ventana se abre hacia adentro.
Agarro el libro mayor y me inclino por la ventana para ver qué tan lejos está la
caída. No está mal. Lo peor que puede pasar es que reciba algunos rasguños de los
setos, pero me tomaré eso en vez de que me atrapen en la oficina de Asa cualquier
día.
Sin pensarlo dos veces, dejo caer el libro de contabilidad en los arbustos, donde
aterriza suavemente. Agarro el dobladillo de mi vestido y llevo el material hasta las
rodillas. Extiendo mi pierna izquierda por la ventana, y luego estoy torpemente a
horcajadas en el alféizar de la ventana. Cuando giro mi cuerpo hacia la izquierda, la
manga derecha del vestido se engancha en el panel lateral de la ventana y se rasga.
No hay tiempo para mirarlo porque la voz de Asa es cada vez más fuerte. Está a
segundos de abrir la puerta.
Sin ceremonia, salto de la ventana. Eso es un poco exagerado. Más como caer
en un montón gigante en el suelo. Apresuradamente, me alejo del arbusto que asoma
a mi lado izquierdo y acaricio ciegamente el suelo alrededor en busca del libro de
contabilidad. Unos segundos después, lo encuentro. Justo cuando la puerta de la
oficina de Asa se abre.
Su voz atronadora se acerca a mí. Quiero escuchar a escondidas y averiguar con
quién está hablando, pero no quiero que me descubran. Así que, tan silenciosamente
como es posible, retrocedo hasta que mi trasero y los omóplatos tocan el estuco. El
yeso está frío contra mi piel y me da escalofrío cuando me alejo de la ventana.
Es solo cuando estoy a pocos pasos del patio trasero que me detengo y respiro
profundamente. Cierro los ojos, inclino la cabeza hacia atrás contra el estuco y sonrío
triunfalmente.
No pensé que funcionaría. Pensé que Étienne sospecharía que yo quisiera
quedarme. Pensé que me frustraría incluso tener la oportunidad de entrar a la oficina
de Asa, y mucho menos buscar en el espacio.
Pero lo hice, y lo logré.
Abro los ojos y miro el libro de contabilidad. No tengo idea si lo que robé de la 181
oficina de Asa lo involucra en algo, pero es todo lo que tengo para seguir en este
punto. Para asegurarme de que mis ojos no me engañaron, abro el libro mayor y miro
la última transacción registrada. Todavía dice el 12 de abril de 1912.
Eso no es una coincidencia. Tiene que significar algo. Tiene que.
A medida que mi adrenalina desaparece, me pongo de pie y trato de arreglar mi
vestido, aunque es inútil; me veo como si hubiera estado detrás de un remolque. Hay
manchas de suciedad por todas partes y lágrimas iguales para emparejar. Si alguien
pregunta, diré que tropecé caminando por los escalones del porche. No creo que
pase, pero lo usaré de todos modos. Después de quitarme el polvo de las manos,
agarro el libro mayor y me dirijo hacia la parte delantera de la casa.
—Viniendo de alguien que saltó desde un balcón y un puñado de ventanas, tu
técnica estuvo mal.
Jadeando, me giro y veo a Livingston a unos pasos de distancia. ¿Cómo no lo
oí? Sus brazos están cruzados, y lleva esa sonrisa juguetona. Es la imagen de buen
humor y pícaro, pero sus ojos siguen vibrando entre el camino del que vengo y la
libreta que estoy agarrando con fuerza contra mi pecho.
Podría decirle a Livingston que no es lo que él piensa y ofrecerle una coartada
exagerada. Pero probablemente ha usado todas las excusas conocidas por el hombre.
Finjo un bostezo y me froto uno de mis ojos.
—Me encantaría quedarme y charlar, pero se está haciendo tarde. Debería irme.
—Comienzo a caminar hacia la entrada principal hasta que las palabras de Livingston
me detienen en seco.
—¿Qué estabas haciendo en la oficina de Asa?
Existe la posibilidad de que Livingston regrese inmediatamente y le cuente a
Étienne lo que vio. No puedo permitir que eso suceda, así que me doy la vuelta y me
enfrento a Livingston.
—No confío en Asa —lo admito.
—¿Así que decidiste irrumpir en su oficina?
—No. Quiero decir… sí. —Respiro hondo—. Quiero asegurarme de que no esté
haciendo nada… mal detrás de la espalda de Étienne.
—Incluso si lo estuviera, ¿por qué te importaría?
—Sé qué piensas que no me importa tu hermano, pero lo entiendes todo mal.
Me importa. Me importa mucho —digo en voz baja.
Eso borra la sonrisa de la cara de Livingston. Sus labios forman una línea firme
y sus ojos se entrecierran. Nunca se ha parecido más a Étienne. Se acerca y me mira
fijamente.
—Acepto que tú y Étienne tienen un matrimonio único. Nat lo acepta. Tus
amigos lo aceptan. El personal de Belgrave lo acepta. Pero lo que no puedo aceptar
es que pretendes cruelmente cuidar de mi hermano porque estás aburrida.
—¿Es eso lo que piensas? —pregunto—. ¿Que estoy aburrida?
Cruza sus brazos. 182
—¿Ese no es siempre el caso?
Él no sabe quién eres. Simplemente te está juzgando por quién cree que eres,
me digo una y otra vez, tratando de calmarme. Pero no tiene el efecto deseado.
—Mira, Livingston, entiendo que he cometido algunos errores en el pasado.
Arquea una ceja con incredulidad y me lanza una mirada que dice: “¿Eso
crees?”.
Exhalo y miro a Livingston a los ojos.
—He cometido muchos errores, y he sido una perra egoísta. Pero soy una
persona diferente de la que conocías. He cambiado y quiero corregir mis errores.
Quiero una mejor relación con Étienne. Y creo… creo que Étienne quiere lo mismo.
No estás ciego. Sé que te has dado cuenta de lo bien que nos hemos estado llevando.
El silencio de Livingston es la prueba de que tengo razón.
—Veo un lado diferente de él ahora, y quiero asegurarme de que nadie lo
lastime —le digo.
Hay un largo tramo de silencio entre nosotros. La ventana del salón está
abierta, lo que permite que la música y las risas estridentes se desvíen hacia nosotros.
Tener una conversación tan seria con una fiesta a solo unos pasos parece mal.
—¿Amas a Étienne? —dice de la nada.
Doy un pequeño paso hacia atrás.
—¿Perdona?
—¿Amas a Étienne?
Si me hubieran hecho esta pregunta hace semanas, cuando llegué por primera
vez, mi respuesta habría sido no. Hace dos semanas, hubiera sonreído suavemente y
hubiera dicho que no y le había explicado que Étienne es estrictamente un amigo. En
este momento, no tengo idea de cómo responder porque no sé lo que estoy sintiendo.
¿Me atrae Étienne? Sí.
¿Esa atracción crece día a día? Sí.
¿Realmente me preocupo por él? Sí.
Pero la lujuria y el amor son fáciles de confundir; ambos anulan el sentido
común y tienen repercusiones de por vida. La idea de que podría amar a alguien de
una época completamente diferente, a alguien que solo conozco desde hace cuarenta
y tres días parece absurda.
Pero es una posibilidad.
Mi situación se vuelve más complicada por segundo. Es una bola torcida de hilo
con tantos nudos. Estoy tratando de desenredar el desorden, pero estoy empeorando
las cosas. Lanzar los sentimientos que estoy empezando a tener para Étienne hace
que todo sea más complicado e imposible de desentrañar.
—No lo sé —le respondo, mirándolo directamente a los ojos.
Livingston continúa mirándome por unos segundos más antes de que sus 183
hombros se caigan ligeramente. Suspira ruidosamente y niega. Puede que no crea mi
respuesta, pero incluso él puede ver cuán complicada es la relación entre Étienne y
yo.
—Venga. Te llevaré a casa.
—Puedo volver a casa por mi cuenta.
—Me pediste que te llevara a casa antes. ¿Recuerdas? —dice Livingston.
—Oh, sí. —Pero eso fue antes de que Livingston me atrapara cayendo por la
ventana de la oficina de Asa. Mientras caminamos hacia el frente de la casa, miro a
Livingston por el rabillo del ojo—. No vas a decirle a Étienne lo que viste esta noche,
¿verdad?
Livingston suspira.
—Debería. Pero no lo haré.
—Prométemelo —le digo.
Doblamos la esquina de la casa, y él se detiene y me mira a los ojos.
—Mi palabra es sagrada.
Solo lo conozco por un corto período de tiempo, pero sé que puedo confiar en
que mantendrá esto entre los dos. Mis hombros se hunden en alivio.
—Gracias.
Nos callamos cuando entramos en su auto y nos alejamos de la casa de Asa.
Instintivamente, mis manos se enroscan alrededor del libro de contabilidad.
No es hasta que estamos en las afueras de Charleston que me doy cuenta de que
me referí a Belgrave como mi hogar.

184
E
l agotamiento aborda todo mi cuerpo cuando salgo del auto.
Livingston dice buenas noches y cierra ruidosamente la puerta.
Lentamente, camino hacia el porche. Livingston tiene tanta prisa por
volver a la ciudad que no espera a que yo entre. Lo que funciona para
mí, porque no estoy tomando el riesgo de llevar este libro de
contabilidad adentro. Hay una buena posibilidad de que Étienne todavía esté
despierto, y no quiero que lo vea. Todavía.
Tengo la intención de tomarme mi tiempo y mirar el libro antes de dárselo. Me
escabullo por la casa y me detengo cerca de un grupo de setos cuidadosamente
recortados. Está tan oscuro que es imposible ver mi mano delante de mí, y mucho
menos el libro de contabilidad, así que arrojo el cuaderno a los arbustos a ciegas. Hay
un susurro de ramas y un golpe resonante cuando toca el suelo. A primera hora de la
mañana, saldré y tomaré el libro de contabilidad antes de que tenga la oportunidad
de que sea descubierto.
Los grillos crujen en la distancia. Mis pasos son suaves como susurros mientras
camino por la puerta principal. Tal como esperaba, toda la casa está en silencio. La
mayoría de las luces están apagadas. Pero en un hogar continuamente lleno de gente, 185
el silencio es casi inquietante.
Hago todo lo posible para cerrar silenciosamente la puerta de entrada y llegar
de puntillas a la escalera. Antes de hacerlo, miro en dirección a la oficina de Étienne.
La puerta está abierta y hay una luz encendida, pero no hay movimiento proveniente
del interior de la habitación. Estoy tentada de entrar y ver si está allí, pero no quiero
arriesgarme a tener una conversación con él. Es demasiado astuto e inmediatamente
sabría que le estaba ocultando algo.
Me quito los zapatos y los sostengo con la mano izquierda. La otra mano se
enrosca alrededor de la barandilla. Solo lo he dado dos pasos antes de que el
movimiento venga de la oficina de Étienne. Acelero mi ritmo y estoy a medio camino
cuando lo escucho detrás de mí.
—¿Dónde has estado, Serene?
Me congelo y cierro los ojos; estaba tan cerca del segundo piso. Tan cerca. Me
doy vuelta.
—En la fiesta. ¿Dónde más estaría?
Étienne se apoya casualmente contra la pared. Su chaqueta y pajarita están
fuera. Sus mangas están enrolladas hasta los codos, revelando antebrazos de color
canela. Los dos botones superiores de su camisa de vestir blanca están
desabotonados.
Se queda mirando la rasgadura de mi vestido. En su rostro, veo rabia, pero más
que eso, veo celos.
—¿Qué le pasó a tu vestido?
—Se rasgó —le digo.
—Puedo ver eso —dice Étienne uniformemente. Nunca he visto a Étienne tan
tranquilo. Es completamente desconcertante. Se aleja de la pared y da unos pasos
antes de detenerse—. ¿Pero quién lo rasgó?
Bajo hasta que hay dos pasos entre nosotros. Debería tener la ventaja de mirar
a Étienne, pero es tan alto que su mirada es igual a la mía.
—Lo rompí —le respondo lentamente—. Fue un accidente.
Su mirada se entrecierra, y sé que no está comprando nada de lo que estoy
diciendo.
—¿Dónde estabas realmente?
Evitando su mirada, jugueteo con el material desgarrado de mi manga.
—Ya te lo dije. En la fiesta. —Mi mirada se encuentra con la suya—. Pregúntale
a tu hermano. Él es el que me trajo a casa.
Étienne murmura una maldición mientras sube un paso y agarra mi mano. La
sujeta con fuerza. Trago.
—¿Celoso, Étienne? —pregunto suavemente.
Un músculo a lo largo de su mandíbula salta.
—No. Estoy seguro de que me estás mintiendo. No me gustan los mentirosos,
Serene.
186
Creo firmemente que mentir es a veces un mal necesario. Te comerá, pero al
final, sabes que lo estás haciendo para proteger a las personas que te importan.
—Pregúntale a Livingston. Me vio en la fiesta.
—¿Y vio cómo rasgaste tu vestido?
Lo miro a los ojos.
—Sí.
Étienne sostiene mi mirada. No hay duda de que va a interrogar a Livingston
sobre lo que sucedió esta noche. Solo necesito el tiempo suficiente para revisar el
libro de contabilidad otra vez. Luego se lo doy a Étienne y confieso lo que realmente
estuve haciendo esta noche.
Los segundos pasan lentamente, y Étienne todavía no me deja ir.
—¿Estabas con Trevor?
Al principio, no tengo idea de a quién se refiere, luego una cara aparece en mi
mente. Mis ojos se abren.
—Dios. No.
—¿Entonces con quién?
—¡Con nadie!
—Dime —insta, su voz casi desesperada.
—Sé que dijiste que no estás celoso, pero me estás dando señales
contradictorias en este momento. —Con un gesto nítido, miro su mano que todavía
me sostiene.
Étienne sigue mi mirada y bruscamente me deja ir. El aire fresco toca mi piel,
y casi me siento tentada de pedirle a Étienne que vuelva conmigo. Casi. Estoy
demasiado fascinada al verlo. Sus manos están curvadas en apretados puños. Un
músculo salta a lo largo de su mandíbula. Hay una energía salvaje e indomable sobre
Étienne que me recuerda a un tigre enjaulado. Daría cualquier cosa para saber lo que
está pensando.
—Si actúo de alguna manera, es por tu culpa. Tú me hiciste esto.
—¿Qué te hice?
—¿Qué no has hecho? La Vieja Serene y yo teníamos un acuerdo. Esperaba que
hiciera las cosas que ella hacía y contaba con que yo reaccionara como lo hice. Pero
contigo… —Planta sus manos en sus caderas—. Contigo, todo eso es inútil.
—¿Quieres que pretenda ser ella? —grito.
—¡Por supuesto no!
—¿Entonces qué? —Mi temperamento está hirviendo y a segundos de explotar.
Parece como si estuviéramos corriendo en círculos—. Étienne, dime lo que quieres.
—No quiero que te vayas.
Me congelo. Una vez que sus palabras han salido, Étienne respira hondo, cierra
los ojos y se frota las sienes.
187
—Necesito hacerlo —digo en voz baja.
—¿Necesitas o tienes que hacerlo? —responde—. Crees que perteneces a otro
tiempo. Que perteneces a otro hombre. Pero tal vez lo tienes todo mal. Tal vez
perteneces aquí, conmigo.
Exhalo ruidosamente porque todo lo que dijo, ya lo había pensado. Muchas,
muchas veces. Simplemente los hice a un lado, pero ahora Étienne me está obligando
a enfrentarlos cara a cara, y no quiero.
—Esta conversación terminó. Buenas noches.
Con el dobladillo rasgado de mi vestido recogido en una mano, me apresuro
por las escaleras.
Étienne está sobre mis talones.
—¡No te alejes de mí!
De repente, me vuelvo, causando que Étienne casi choque conmigo. Coloca su
mano derecha contra la pared y enrolla la otra alrededor de la barandilla mientras se
inclina hacia mí.
Suelto mi vestido e imito sus acciones. Con él tan cerca, mi equilibrio oscila,
pero no retrocedo.
—¡No me digas qué hacer!
—He estado preocupado en el trabajo. He estado saliendo temprano del trabajo.
No puedo pensar con claridad y…
—¿Y eso es mi culpa?
—¿De quién más sería?
—Si quieres culparme, entonces adelante. ¿Eso significa que vas a culparme por
el día en el estanque o cuando nos besamos?
Sus fosas nasales se abren al mismo tiempo que sus pupilas se dilatan.
Los gritos entre nosotros pueden haberse calmado, pero la intensidad entre
nosotros no lo ha hecho. Profundamente, lo inhalo. Un gemido de necesidad se
escapa de mis labios. El empujar y tirar entre nosotros me está volviendo loca. Me
encuentro inclinándome hacia él cuando sé que debería estar retrocediendo.
Se inclina, sus labios están a unos centímetros de los míos. Mira furtivamente
entre mis ojos y mis labios. Cuanto más permanecemos así, más tortuoso se vuelve,
hasta que toma toda mi fuerza de voluntad para no gemir.
Finalmente, Étienne susurra:
—¿Tienes alguna idea de cuánto te quiero?
Temblando ante el sonido de su voz, niego.
—No lo hagas.
Veo el anhelo en sus ojos. Un simple toque es tentador. Un beso perfecto es la
tortura. Cualquier cosa después de eso es irreversible. Sé que, si me besa, no podré
detenerme. Algo me dice que él tampoco podrá. 188
—Sigues exigiendo que detenga esto. ¿Por qué crees que soy más fuerte que tú?
—dice con firmeza.
Creo que cada segundo, cada hora que he pasado aquí ha conducido a este
momento. Puedo sentirlo en lo más profundo de mis huesos, y me asusta porque
todo se mueve muy rápido y no tengo control sobre eso.
—No soy tu esposa. No pienses ni por un segundo que soy tuya. —No puedo
decir para beneficio de quién lo digo; por el suyo o el mío.
Mis palabras parecen hacer que Étienne se ponga furioso.
—¡Sí, lo eres! —Respira profundo y luego me mira, el calor todavía en sus ojos—
. Lo eres.
Su pecho está agitado como si estuviera corriendo. No es el único.
De repente, captura mi cabeza entre sus manos y me besa con avidez.
Nos habíamos besado antes.
Nos habíamos besado cada vez que nuestros ojos se conectaban. Nos habíamos
besado cuando nuestras manos se unían y nuestros cuerpos se rozaban entre sí. Nos
habíamos besado cuando los dos nos reíamos de algo.
Habíamos tenido práctica. Pero nada me pudo preparar para esto.
Siempre he creído que un buen beso debe hacer que tu corazón se acelere, pero
ahora veo la diferencia entre un buen beso y un beso inolvidable. Siento que mi
corazón se acelera, pero todo lo que nos rodea es olvidado. Solo somos nosotros dos.
Instintivamente, cierro mis ojos. Mis manos se envuelven alrededor del cuello
de Étienne mientras nuestros cuerpos se alinean.
Con facilidad, sus labios se mueven sobre los míos mientras ajusta suavemente
nuestras posiciones hasta que casi se cierne sobre mí. Su lengua pasa por mis labios
y se desliza contra la mía. Mis manos se arrastran hacia abajo por los músculos
rígidos de su espalda mientras trato de acercarme. Nuestra mutua hambre es
abrumadora. No importa lo que hagamos, no es suficiente.
Para sacar a Étienne de mi sistema, tengo que sacarlo de su ropa. Tengo que
tocarlo por todas partes. Besar el infierno fuera de él. Mis manos se mueven hacia
los botones de su chaleco, y cuando termino, saco el dobladillo de su camisa de su
pantalón.
Agarra mis manos antes de que puedan ir más lejos, y se aleja lo suficiente como
para decir:
—Mi habitación.
Sin decir palabra, asiento y envuelvo mis piernas a su alrededor. Uno de mis
zapatos se queda en la escalera, pero no nos detenemos para recogerlo o incluso para
asegurarnos de si hay moros en la costa. Continúo probándolo mientras camina
hacia su habitación. Con avidez, le chupo la lengua, sugiriendo otros actos sexuales
que quiero hacerle.
Un áspero gruñido se escapa de Étienne. Tropieza, y mi espalda se estrella
contra la pared del pasillo, a centímetros de un aplique de pared sin luz. Inclino mi 189
cabeza hacia atrás, exponiendo mi garganta. Me estremezco cuando siento los labios
de Étienne en mi piel. Mi cuerpo zumba con aprecio mientras me chupa suavemente
el cuello. Sus labios finalmente regresan a mis labios cuando nos aleja de la pared y
se dirige a su habitación.
Con una mano, alcanza detrás de mí y gira el pomo. La puerta cruje cuando se
abre. Entra en la habitación y cierra la puerta de un golpe mientras nos dirige hacia
su cama. Me deslizo por su cuerpo para pararme frente a él. Rasga mi vestido,
exponiendo mi sujetador a su mirada hambrienta. Estoy usando el que tenía el día
que vine por primera vez. Decir que mi sujetador push-up de encaje negro es atrevido
en comparación con la ropa interior de este tiempo es un eufemismo.
Sus manos aterrizan a los costados de mi estómago y lentamente trazan mis
curvas. Sus pulgares rozan mis costillas, haciéndome saltar un poco. Ligeramente,
sus dedos rozan la parte inferior de mis pechos. Me arqueo hacia atrás, haciendo que
un gemido escape de sus labios.
—¿Vas a quedarte mirando toda la noche o me puedo desvestir? —bromeo,
sonando un poco sin aliento.
La caliente mirada de Étienne se encuentra con la mía, haciendo que mi sonrisa
se desvanezca. Da un pequeño paso hacia atrás.
—Quítate la ropa.
Mi corazón late con fuerza mientras saco mis manos de las mangas. El vestido
está parcialmente roto y de inmediato cae alrededor de mis caderas. Lo señalo.
—Tu turno.
Al igual que ese día en el estanque, mi petición no le molesta en absoluto y se
desabrocha la camisa. Mientras trabaja en su pantalón, me sacudo el vestido por las
caderas y lo dejo rodar por mis pies.
Quitarse la ropa debe ser la parte fácil. Pero lo que está sucediendo en este
momento es un tipo diferente de desnudo. Con cada toque y susurro de su aliento
contra mi piel, siento como si mi alma se estuviera rompiendo.
El deseo se acumula en mi estómago antes de propagarse lentamente por mi
cuerpo, calentando mis venas y poniéndome mojada entre mis piernas.
Dejando su pantalón desabrochado, dándome una visión tentadora de los
músculos alrededor de sus caderas que desaparecen debajo de su pantalón, hace un
gesto hacia mi sostén.
—No puedo averiguar si quiero que te lo quites o lo dejes puesto.
Instintivamente, mis dedos juegan con el gancho entre mis pechos. Sus ojos se
centran en el movimiento.
—Yo digo fuera —respondo.
Poco a poco, me desabrocho el sujetador. Las correas caen por mis brazos. Sin
embargo, sostengo el material en su lugar, antes de lentamente dejarlo escapar.
Un salvaje gruñido viene de su garganta. Como un animal, salta. Me vuelvo a la
cama con Étienne encima de mí. Su lengua se desliza contra la mía, tan lentamente
que es erótica. Arrastro mis dedos por su cabello para mantenerlo en su lugar, pero 190
mi intento es inútil. Sus labios pronto descienden por mi cuerpo, dejando un rastro
caliente. Se detiene cuando llega a mi pecho. Los toma, los amasa suavemente, y las
yemas de su pulgar rozan repetidamente mis pezones hasta que son puntos duros.
—Se ajustan perfectamente a mis manos —dice con fuerza.
Me arqueo contra él; su moderación me está volviendo loca. Como si pudiera
leer mi mente, aprieta mis senos un poco más, mis pezones hinchándose. Me mira
desde debajo de sus pestañas mientras lame un pezón, luego el otro. Se mueve de un
lado a otro metódicamente. Mis piernas hacen patadas de tijeras contra la cama.
Tal vez más tarde pueda comentar sobre su paciencia y dedicación, pero ahora
mismo estoy inquieta. Mis terminaciones nerviosas están hormigueando. Mi piel
está en llamas.
Lo necesito. Ahora.
Étienne es inconsciente, sin embargo. Se toma su tiempo y pasa de lamer a
chupar. Comienza gentilmente, luego comienza a tirar, su lengua golpea contra la
punta.
Jadeando, lo sostengo más cerca. Con un ojo abierto, lo veo pasar al otro pecho.
—Étienne…
Levanta la cabeza. Su cabello es salvaje por mis manos, sus mejillas ligeramente
rojas y sus labios húmedos. Nunca lo he visto más atractivo. Soy la que lo hizo lucir
así. Quien lo hizo perder el control.
Ahuecando su cara, lo levanto hacia mí. Sus brazos me sujetan mientras se
cierne sobre mí. Arrastro mis manos sobre sus bíceps, amando la sensación de sus
vigorosos músculos, luego subo por la fuerte columna a su cuello, a través de su
cabello, y lo jalo hacia mí.
—Fóllame, Étienne —digo contra sus labios.
Sus ojos brillan ante mi demanda. Se quita el pantalón, y pronto su ropa
interior le sigue. Frota la cabeza de su polla contra mi vagina.
Cierra los ojos.
—Estás muy mojada.
Formar una oración coherente está más allá en este punto. En este momento,
quiero una cosa y solo una cosa.
—Ahora.
Ver a Étienne perder el control es un afrodisíaco. Tiene que ser lo mismo para
él cuando me vuelvo salvaje y un poco desquiciada porque se lame el labio inferior y
se mece lentamente hacia mí. Extiendo mis piernas más amplias, permitiéndole ir
un poco más profundo. Étienne respira profundamente cuando su frente toca la mía.
Esta no es mi primera vez. Pero con Étienne lo es, y eso hace que todo se sienta
nuevo y diferente. Casi sagrado. Soy muy consciente de cada empuje y la forma en
que sus fuertes manos se enroscan alrededor de mis hombros, manteniéndome en
su lugar, dándole un mejor impulso y el ritmo perfecto. 191
Mi cuerpo tiembla; no hay ninguna parte de mí que no esté reclamando. Me
siento pulsando a su alrededor. Sisea en voz baja y se retira lentamente hasta que
solo la punta de él está dentro de mí.
Es un delicioso tipo de tortura que me hace gemir su nombre.
Me golpea, más poderosamente que antes. Agarra el borde de la cabecera para
un mejor equilibrio y rueda sus caderas, y mis dedos se doblan.
Mis ojos se abren de golpe, mirando ciegamente al techo. ¿Cuántas mujeres
antes de mí han mirado este mismo techo? ¿Y cuántas han hundido sus uñas en su
espalda? ¿Gimieron como yo cuando aceleró el paso?
¿Apretó él su agarre y jadeó en sus oídos?
Aprieto mis ojos y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. Mis dedos se
arrastran por su espalda. Espero que haya marcas mañana por la mañana. Tomo su
mandíbula y levanto su cara. Sus ojos se abren en sorpresa por un segundo, luego lo
beso con fuerza. Mis dientes se hunden en su labio inferior. Todo lo que estoy
haciendo es animal, casi peligroso, pero no tengo poder para detenerlo. Algo está
tomando mi control. Es aterrador, pero emocionante.
Todo lo que tomará es un empuje más, dos a lo sumo, de Étienne y me vendré.
Mi cuerpo está temblando, la sangre ruge en mis oídos y cada músculo está tenso y
listo para dejarlo ir. Pero no quiero que esto termine. Aún no.
—Étienne —gimo.
Levanta la cabeza, con los ojos ardiendo.
—Me perteneces.
Sus palabras encienden una pequeña sensación de furia en mí. Cree que le
pertenezco, pero ¿se puede decir lo mismo de él?
Sin pensarlo dos veces, cambio de posición hasta que estoy a horcajadas sobre
él. Étienne parpadea rápidamente y me mira sorprendido. Mis rodillas están
apretadas contra su pecho mientras lo observo. Su polla está dura y mojada contra
mi pierna. Las manos de Étienne se aferran a mis caderas como si se estuviera
preparando para levantarme de nuevo sobre su polla, pero agarro sus manos y las
presiono contra la cama. Podría apartarme con un simple movimiento de muñeca,
pero no lo hace. Creo que está esperando para ver hasta dónde llega esto.
Si soy perfectamente honesta conmigo misma, yo también. Nunca he estado
impulsada por la necesidad y cegada por una lujuria como esta. Me está haciendo
hacer cosas que nunca he hecho antes.
Poco a poco, mis dedos hacen un paseo sin prisas por su pecho.
—¿Alguna vez serás mío? —pregunto, observando cómo sus rígidos
abdominales se tensan bajo su piel. Cuando no responde, envuelvo mi mano
alrededor de su polla. Lo observo cuando me pongo de rodillas y lentamente lo froto
contra mi coño. Estoy tratando de tentarlo, pero no puedo detener el gemido que se
escapa de mis labios—. ¿Tendré alguna vez la oportunidad de poseer tu corazón y tu
192
cuerpo?
Étienne retiene una maldición.
—Me vas a matar, Serene. —Su pecho se alza mientras jadea. Cuando la espera
se vuelve demasiado para él, se apodera de mis caderas.
Sosteniendo sus manos cerca de mis pechos, lo miro.
—Respóndeme.
Sus ojos se abren en finas rendijas. Si yo fuera alguien más y estuviéramos en
cualquier otro lugar, sé que pagaría un alto precio por burlarme de él de esta manera,
pero todo es justo en el amor y en follar.
—Dios, sí —deja salir.
El hombre arrogante y seguro de sí mismo que todos sabemos que es, se ha ido,
reemplazado por un hombre que parece medio muerto de hambre. Por mí. Envía un
escalofrío por mi espina y me hace inclinarme hacia él. Agacho mi cabeza y voy
directo a su cuello. Beso el lado derecho antes de morder suavemente su piel.
Gime en voz alta y arquea el cuello. Sonrío triunfante. Nunca pensé que traer
este alfa a la sumisión sería tan adictivo. Me podría acostumbrar a esto.
Sentándome de nuevo, agarro sus grandes manos y las coloco en mis pechos.
Lánguidamente, me bajo sobre su polla y gimo. La forma en que me llena y aprieta
suavemente mis pechos mientras me acaricia los pezones con los pulgares es casi
demasiado para mí.
Relajo mi cabeza y cierro los ojos mientras lo monto. Mis rodillas se hunden en
el colchón. Las sábanas se enredan alrededor de nuestros tobillos y pronto caen al
suelo. Todos los músculos de mi cuerpo están gritando, rogándome que pare. Pero
no puedo, porque veo la mirada en los ojos de Étienne.
Y sé que es la misma mirada en mis propios ojos. Esta conexión que
compartimos es innegable. Trasciende el tiempo y toda la lógica. Sin embargo, está
allí. Nos posee completamente y nos empuja fuera de nuestras zonas de confort hasta
que solo nos queda aferrarnos unos a otros.
—Étienne. —Jadeo.
Está ahuecando mi trasero, guiándonos constantemente en el ritmo perfecto.
—Te sientes… tan bien.
Mientras lo miro, mi visión se vuelve borrosa. El sudor recorre mi estómago y
cae sobre el bajo abdomen de Étienne. Nuestra piel aplaude débilmente. Mis
suspiros mezclados con sus gemidos hacen que todo tenga un tono febril.
—Más rápido —deja salir. Toma el control sosteniendo mis caderas en su lugar
y empujando furiosamente—. ¡Más rápido!
Inclinándome hacia atrás, empuja aún más profundo. Mi núcleo se tensa, y se
agita. Étienne se viene primero, gruñendo mi nombre. Siento que se alarga dentro
de mí, y veo cómo su rostro se contrae en una mezcla de dolor y placer. 193
No sé si grito su nombre o grito cada maldita palabra bajo el sol. Siento que el
calor me atraviesa y me duelen las piernas.
Con un suspiro de felicidad, dejo caer mi cabeza contra su pecho, escuchando
el rápido latido de su corazón. Mi cuerpo está incapacitado. Cada músculo se siente
como gelatina, pero mis ojos parpadean rápidamente. Pasan los minutos, pero
Étienne no me quita la cabeza y no intento moverme.
Finalmente, levanto la cabeza, me saco el cabello de los ojos y miro a Étienne.
Está mirando a la ventana. Como si pudiera sentir mi mirada la encuentra. Ambos
estamos en silencio, pero hay un entendimiento entre nosotros que lo hace guiar
suavemente mi cabeza de regreso a su pecho. Trago saliva y cierro los ojos.
Lo que los dos sabemos, pero no decimos, es que se ha hecho un daño
irrevocable.
Y no hay vuelta atrás.
¿C
ómo se actúa después de haber tenido relaciones sexuales con
alguien que no es tu prometido?
Debería haber un artículo de revista que brinde consejos
para este escenario. Aunque es probable que no encuentre dicho
artículo en ninguna revista aquí. O incluso uno en mi propio
tiempo. Imagino que, si lo hiciera, me diría que confesara inmediatamente después
de haber sido infiel.
Infidelidad.
No hay razón para endulzar la situación. Eso fue lo que hice. El remordimiento
permanece dentro de mí, pero no me está destruyendo. Lo que empeora la situación.
Una buena persona se consumiría con la culpa.
Estoy en una posición imposible. En este momento, Étienne es mi esposo.
Dormir con él es completamente aceptable. Me estoy enamorando de él, y mi corazón
me dice que lo que hice anoche está bien. Mi corazón me dice que me resistí tanto
como pude.
Mi mente dice algo completamente diferente. Me dice que soy una mujer 194
comprometida en el presente. Me recuerda que no estoy tratando de quedarme en
este momento. Me dice que lo que hice estuvo mal.
Mal.
Mal.
Mal.
Me siento enferma del estómago porque sé que ambos lados son válidos.
Respiro hondo e inspecciono la parte delantera de mi vestido para asegurarme
que no haya arrugas y mi cinturón quede fijo alrededor de mi cintura antes de entrar
al comedor.
No me encontré con Étienne arriba. De hecho, no lo he visto en horas. Durante
las primeras horas de la mañana, salí de su habitación y volví a mi habitación. Las
posibilidades de verlo durante el desayuno son altas. Tengo que terminar con esto.
Cuanto antes mejor.
Dejo caer mis manos a los costados y entro a la habitación con una sonrisa.
—Buenos días.
Livingston y Nat levantan la cabeza. Étienne no está a la vista.
—Buen día —dice Nat alegremente.
Livingston simplemente arquea una ceja y me sonríe antes de volver a comer.
Me dirijo hacia la mesa. Cuando me siento, le doy a la silla vacía de Étienne una
mirada superficial. ¿Dónde está? En todo el tiempo que he estado aquí, Étienne
nunca ha llegado tarde a… nada. Además, no quiero dejar que mi coraje acumulado
se desperdicie.
Digo gracias a un sirviente que llena mi plato con huevos, pan tostado, tocino,
pan de maíz y jamón a la parrilla. Me encantaría decir que no hay forma que pueda
terminar esto, pero me muero de hambre. Especialmente después de anoche.
Agarro mi tenedor para cavar cuando noto que Livingston y Nat me miran. Bajo
mi tenedor.
—¿Qué?
Al instante, Nat mira hacia otro lado. Livingston se encoge de hombros y se
recuesta en su silla.
Entrecierro mis ojos.
—Están actuando de forma extraña. ¿Está todo bien?
Livingston se vuelve hacia su hermana.
—Estoy bien. ¿Estás bien, Nat?
—Estoy bien.
—Bueno, mira eso —respondo—. Todos estamos bien.
Durante unos minutos, solo se oye el ruido de los cubiertos contra los platos.
No puedo dejar de notar que Nat y Livingston me miran a hurtadillas. Están
tramando algo. Sea lo que sea, no quiero ser parte de eso; tengo mis propios 195
problemas.
Estoy a punto de terminar el desayuno cuando Étienne entra en la habitación
silbando. Me ve sentada allí, y una lenta sonrisa se extiende. Desaparece
rápidamente cuando ve a sus hermanos sentados frente a mí.
—Buen día, Étienne —dice Livingston lentamente.
Asiente a su hermano. Miro por el rabillo del ojo, esperando que Étienne pase
junto a mí, pero nunca lo hace. Los vellos de mi nuca se erizan cuando una sombra
se derrama sobre mi plato. Étienne rodea con sus manos la parte superior de mi silla.
Casi de inmediato, el aire cambia. Se vuelve cargado y pesado con todas las
cosas que Étienne y yo hicimos anoche, cada palabra indecente que me susurró al
oído. Mi respiración se vuelve irregular. Mi espalda está tensa. Puedo sentir el calor
que irradia el cuerpo de Étienne. Livingston nos mira con interés. Sé que Étienne
está esperando que incline mi cabeza hacia atrás y lo vea, pero no voy a hacerlo.
—Corrígeme si me equivoco, pero tienes un hogar en Charleston, ¿correcto? —
pregunta Étienne, todavía detrás de mí.
—Por supuesto. Pensé que sería una agradable sorpresa si desayunara con mis
hermanos y mi maravillosa cuñada. Además, pensé que…
Lo que Livingston dice a continuación es pasado por alto a toda velocidad
porque dos dedos se enganchan alrededor de la tela de mi vestido y tiran suavemente
de este hasta que estoy pegada en mi asiento y mi cabeza roza la parte inferior del
abdomen de Étienne. Étienne continúa conversando con su hermano como si nada
estuviera mal, pero en realidad, esos ágiles dedos rozan mis hombros a través de mi
vestido. Trato de comer, pero mis manos tiemblan tanto que la mitad de mi comida
cae de nuevo en mi plato.
Su conversación llega a su fin y Étienne se aleja, pero no antes que sus manos
rocen mi nuca. Me quedo completamente congelada cuando pasa a mi lado. Mi
agarre en mi tenedor se aprieta mientras lucho contra el impulso de acercarme más
a él.
Inmediatamente los sirvientes colocan el desayuno frente a Étienne. Come con
gusto, como si esta fuera la primera comida que ha tenido en semanas. Tenía apetito
cuando entré por primera vez en la habitación, pero ahora la adrenalina me atraviesa
y me es imposible tragar. Nat me está mirando extrañamente, y Livingston me está
sonriendo como si lo supiera. Lo cual es imposible.
Después de unos minutos de silencio feliz, Livingston se aclara la garganta y se
limpia la boca con su servilleta.
—¿Cómo estás hoy, Étienne?
Étienne no se molesta en levantar la cabeza.
—Estupendo.
—Estás muy callado.
Étienne hace una pausa. 196
—Siempre estoy callado.
—Pero estás sospechosamente tranquilo hoy. ¿No lo crees, Nat?
Nat frunce el ceño.
—No estoy segura. ¿Hay diferentes tipos de silencio?
—Sí. Y creo que vamos a echar un vistazo a esos tipos mientras hablamos.
Étienne deja caer su tenedor en su plato, suspira y mira a su hermano.
—¿Ya terminaste?
—Para nada. —Otra vez esa sonrisa de mierda.
Frotando mi nuca, miro hacia el lado opuesto de la mesa. Si crecer con
hermanos me ha enseñado algo, es que cuando tu hermano o hermana te dan esa
sonrisa, tienen algo sobre ti. Algo que no quieres que nadie sepa. Y lo colgarán sobre
tu cabeza el mayor tiempo posible.
¡Livingston no vive aquí! No podría saber nada de lo de anoche… ¿podría?
—Étienne, ¿dormiste bien anoche? —pregunta Livingston con fingida
preocupación.
Mierda. Livingston lo sabe.
El tenedor de Étienne se detiene a medio camino de su boca antes de volver a
comer.
—Sí.
—Mmm… —Livingston dirige su atención hacia mí—. Entonces, Serene…
A regañadientes, me encuentro con su mirada.
—¿Sí?
—Te ves un poco sonrojada.
—¡Livingston! —advierte Nat.
—¿Qué?
—No deberías hablar sobre la apariencia de una dama. No es apropiado.
—Disparates. Es Serene. Ella es como una hermana. Además, estoy diciendo lo
que todos los demás están pensando.
Nat no responde.
—¿Estoy equivocado? —dice Livingston.
—Bueno… no —admite.
—¡Exactamente! —Me vuelve a mirar—. Como estaba diciendo, luces un poco
sonrojada. ¿Dormiste bien?
Con cuidado, dejo mi tenedor y tomo mi jugo de naranja.
—Sí.
Étienne fulmina con la mirada a Livingston. 197
—¿Cuál es el propósito de estas preguntas?
Livingston arregla los puños de su camisa de vestir blanca.
—Simplemente tengo curiosidad. Cuando llegué esta mañana, oí a dos de las
doncellas hablando sobre cómo escucharon ruidos fuertes provenientes de tu
habitación, Étienne.
Étienne, que está tomando un sorbo de café, tose fuerte mientras yo lucho
contra el impulso de deslizarme debajo de la mesa donde puedo morir en privado de
mortificación.
Livingston mira entre nosotros. Cuando ninguno de nosotros comenta, le
sonríe a Étienne.
—¿Sabes algo sobre eso?
—No sé de lo que están hablando.
—Mmm. Es un comentario bastante peculiar de hacer. ¿No crees?
—Lo es —está de acuerdo Étienne—. Quizás escucharon mal; no escuché nada.
—Interesante. —Livingston vuelve su mirada hacia mí—. Serene, ¿oíste algún
ruido anoche?
—No —respondo, asegurándome de mantener mi voz neutral.
Livingston no responde, y no sé cuál es su expresión facial porque estoy segura
que si lo miro, verá la culpa escrita en mi rostro. La habitación se aquieta. Después
de unos minutos, me siento esperanzada que quizás Livingston va a dar un descanso
a la conversación y sacarme de mi miseria.
Eso, lamentablemente, no sucede.
—Lo que hace que toda esta situación sea tan convincente es que Nat me
mencionó que también escuchó algunos ruidos fuertes anoche. —Echó un vistazo a
Nat—. Creo que sus palabras fueron: “Sonaba como si hubiera una bestia en la casa”.
¿Lo entendí bien?
—Muy bien. —Nat lucha para mantener su cara neutral, pero falla
miserablemente.
—Y la forma en que las criadas lo describían, sonaba como si tuviéramos un
animal salvaje en la propiedad.
—Quizás —responde Étienne con fuerza—. Pero este es mi hogar. Ya no vives
aquí.
—Cierto. Sin embargo, este es el hogar de mi infancia. Entonces, escuchar que
estos ruidos continuaron casi toda la noche me preocupa profundamente. ¿Crees que
deberíamos…?
—¡Suficiente! —interrumpe Étienne bruscamente, para mi alivio.
Nat mira su plato. Livingston, sin embargo, parece completamente
imperturbable ante el repentino estallido de ira de Étienne y sonríe. La mandíbula
de Étienne se aprieta cuando mira a su hermano. Algo me dice que, si no hubiera una
mesa entre ellos, Étienne le daría una paliza a Livingston. 198
Rápidamente, me paro.
—Étienne, ¿puedo hablar contigo? ¿A solas?
Antes que él pueda responder, Livingston interrumpe.
—Ahora ¿de qué querrían hablar en privado? Somos una familia.
Étienne gruñe y se levanta, arrojando su servilleta sobre la mesa.
—Me encantaría eso, Serene.
Felizmente, salgo del comedor, lejos de la mirada cómplice de Livingston y sus
veinte preguntas.
—¿Mi oficina? —pregunta Étienne una vez que estamos en el pasillo.
Asiento, y nos movemos hacia el vestíbulo con solo el sonido de mis tacones
repicando en el suelo para hacernos compañía.
Ben no pestañea cuando pasamos junto a él. Le brindo una débil sonrisa.
Étienne abre la puerta de su oficina y hace un gesto para que lo preceda. Respiro
profundamente y observo cómo los hombros de Étienne se relajan visiblemente
cuando estamos solos. Lentamente se vuelve hacia mí. Anoche, esperaba que toda la
tensión entre nosotros fuera expulsada, pero eso no sucedió. Todavía está allí. En
todo caso, se hizo más fuerte, más potente. Siento como si un hilo invisible entre los
dos nos llevara gradualmente el uno hacia el otro.
Étienne avanza hacia su escritorio.
—Saliste de mi habitación temprano.
Enlazo mis dedos frente a mí.
—Pensé que esa podría ser la mejor idea. Entonces las cosas no serían
incómodas.
Está en silencio.
—Está bien. ¿De qué es lo que necesitabas hablar conmigo? Necesito irme al
trabajo pronto.
Sonrío; a pesar que dormimos juntos, eso no significa que la forma directa de
hablar de Étienne se vaya a redondear mágicamente. Lo prefiero de esa manera. Dice
lo que quiere decir y quiere decir lo que dice. Me alienta a decir la verdad y decir lo
que tengo en mente.
—Quería hablar contigo sobre lo de anoche.
Frunce el ceño y me mira de arriba abajo antes que sus ojos se abran alarmados.
—¿Estás bien? ¿Fui demasiado rudo contigo?
No puedo evitar poner los ojos en blanco.
—Dios, no. No soy una muñeca de porcelana.
—¿Entonces qué? ¿Te arrepientes de lo que hicimos?
Ante esa pregunta, miro al piso. Debería sentirme culpable. Pero no es así. ¿Eso 199
me hace una persona terrible? Absolutamente. Pero es la verdad.
Miro a Étienne a los ojos.
—No. No me arrepiento de nada de lo de anoche. De lo que quería hablarte es
de que nunca volverá a suceder.
—¿Por qué no?
—Tengo un prometido.
Étienne se cruza de brazos.
—Pero estás teniendo sexo con un hombre con el que estás casada. Corrígeme
si me equivoco, pero un marido anula a tu prometido, ¿verdad?
Desafiar su lógica es difícil.
—Sí. Aun así, yo sabré la verdad.
Étienne aprieta la mandíbula mientras me mira.
—Así que nunca más podremos tener relaciones sexuales —digo, tratando de
sonar firme, pero fallando miserablemente.
Una vez más, Étienne no dice una palabra.
—No me malinterpretes —me apresuro—. Fue agradable.
Arquea una ceja.
—¿Simplemente agradable?
—Fue increíble. Pero está fuera de discusión.
—Por supuesto.
—Es incorrecto.
—Obviamente —dice con diversión.
—E irresponsable de nuestra parte.
—Estoy de acuerdo. —Busca algo en uno de los cajones del escritorio.
Sigo hablando.
—Quiero decir, claramente tenemos esta… tensión sexual entre nosotros.
—Claramente —comenta.
—Y lo pasamos genial, asombroso. Pero no más.
—Ajá —dice Étienne distraídamente. Encuentra lo que está buscando y camina
hacia la puerta.
Girando, lo miro.
—¿Siquiera me estás escuchando?
—Por supuesto —contesta mientras mete una llave maestra en la cerradura y la
gira antes de mirarme—. Me estás dando excusas de por qué no deberíamos estar
juntos.
—No son excusas —digo apresuradamente, aunque sus palabras me
sorprenden.
200
Étienne se acerca con una intensa mirada en sus ojos. El corazón me late muy
rápido, se siente como si fuese a salírseme del pecho.
Este debería ser un momento importante donde me mantengo firme, ¿pero a
quién estoy engañando? Lo necesito a él como necesito mi siguiente aliento.
—Dios, te deseo. —Tomo el rostro de Étienne y lo beso con fuerza. Unos suaves
labios contra los míos inmediatamente llenan el dolor que se ha estado construyendo
en mi interior desde el momento que dejé su cama. Gimo y presiono mi cuerpo contra
el suyo. Le rodeo la nuca con las manos, acercándolo. Profundizando el beso, muevo
la lengua contra la suya. El calor emanando de su poderosa figura me hace besarlo
con más fuerza, parece que no puedo tener suficiente.
Él gime y me sujeta los muslos. Instintivamente, le rodeo la cintura con las
piernas. Con su chaqueta ya fuera, le desabrocho la camisa en un tiempo récord.
Étienne se ocupa de la larga fila de botones de mi vestido, y casi inmediatamente,
siento el material apartarse de mi piel.
Tiro de su corbata y se la quito por la cabeza. Nuestras manos chocan mientras
apartamos la ropa a un lado para sentir el cuerpo del otro.
Desliza las manos entre el material arrugado de mi vestido, tocando mi
estómago. Clavando los dedos en mis caderas. Sin romper el beso, me alza y nos lleva
a la mesa, donde me coloca en el borde. Separa mis piernas de un tirón y se coloca
entre ellas.
—No puedo dejar de pensar en ti —dice él entre besos.
—¿Eso es algo malo?
—Es terrible —contesta con voz rasposa—. Tengo cosas que hacer, aun así, te
veo allá donde voy. Te huelo en mi ropa.
Sus palabras me cautivan. No me importa que las mangas de mi vestido caigan
alrededor de mis brazos. O que el borde esté amontonado alrededor de mi cintura,
revelando las ligas sosteniendo mis medias de encaje en su lugar. Pongo las manos
en el escritorio e inclino la cabeza hacia atrás, encontrándome con su mirada.
Mi sujetador negro es revelado a la mirada hambrienta de Étienne y gime,
acariciando con los pulgares la cima de mis pechos. Hace minutos él estaba nervioso
de desnudar mi piel y ahora que estoy expuesta para su toque, se está tomando su
dulce tiempo, mirando mi sujetador como si fuese una pieza de arte.
—¿Anoche mencioné cuánto me encanta esto? —pregunta.
—No realmente, pero tengo la sensación de que lo hiciste.
La espera me está volviendo loca, así que abro el enganche frontal. Antes de
que el aire frío pueda tocar mi piel, las manos de Étienne me toca. Se me pone la piel
de gallina cuando me acaricia los pezones con los pulgares. Cuando los gira entre sus
dedos, arqueo la espalda.
Étienne me mira de arriba abajo, una mirada fiera en sus ojos. Suspira
audiblemente antes de inclinarse, y toca mi frente con la suya.
—Dime cómo puedo sacarte de mi sistema. 201
—El momento en que encuentre la respuesta, te lo haré saber —digo jadeante.
Y lo digo en serio. Cada día que permanezco aquí, mi corazón permanece en
riesgo. Sé que está mal ponerse cómoda en una vida que no es la mía. Desear a
alguien que nunca será —y nunca podrá—, ser mío.
Pero no quiero pensar en eso ahora mismo. Curvo los dedos alrededor de su
mandíbula, me inclino y lamo su labio inferior antes de morderlo suavemente. Él
inclina la cabeza a un lado mientras froto mi lengua con la suya. Tira de las mangas
de mi vestido y de los tirantes del sujetador por mis brazos y aparto las manos de su
cuerpo lo suficiente para que libere mis brazos. El material se amontona alrededor
de mi cintura. Apoyo las palmas en el escritorio y echo la cabeza hacia atrás. Étienne
se inclina hacia mí. Nuestra piel desnuda tocándose y él gime.
Mientras paso las manos sobre su pecho y sus abdominales, él mueve las manos
entre nosotros, ahuecando mis pechos.
—Quiero más —susurra.
—¿Qué quieres?
Étienne traga audiblemente y gentilmente tira de mis pezones, obteniendo otro
jadeo de mí.
—Quiero estos en mi boca.
Asiento ansiosamente. No podía formar un pensamiento coherente en este
punto, aunque me pagasen por ello.
Étienne agacha la cabeza. Ha estado jugueteando con mis pechos durante
minutos, poniéndolos sensibles. Cuando hace círculos con la lengua alrededor de mi
areola gimo con alivio. Se cambia al otro lado. Me sujeto al borde del escritorio, pero
tropiezo y caigo hacia atrás, llevando a Étienne conmigo. Mis codos me salvan de la
caída, pero termino tumbada en su escritorio perfectamente organizado. Ahora todo
está desparramado sobre el suelo.
—Lo siento —me disculpo jadeante.
Étienne me rodea con los brazos. Rozando su nariz con la mía.
—No importa.
Con sus palmas apoyadas en la superficie, se cierne sobre mí. Le da un golpe a
la punta de mi pezón con la lengua. Una y otra vez. Su mirada se encuentra con la
mía cuando finalmente toma un pezón en mi boca. Suavemente, me muerde el pezón,
enviando sacudidas de placer a través de mí antes de cambiarse al otro pecho. Todo
el tiempo, mis manos están entrelazadas en su cabello, aferrándome a él para salvar
la vida.
Étienne lame y chupa mi pecho durante mucho tiempo, olvido que la gente
puede escucharnos y grito su nombre.
Cuando se aparta, está jadeando. Bajo la mirada a mi pecho y veo que las puntas
de mis pechos hinchados están cubiertas de una capa brillante. Mi respiración está
atascada en mi garganta, mi cuerpo no dejará de temblar, y apenas hemos
comenzado.
—Gírate —ordena.
202
—¿Así que tú puedes tocarme, pero yo no puedo? —cuestiono.
—No, y-yo no quiero decir eso. Solo te necesito… ahora.
—Yo también te necesito. —Curvo el dedo índice en el borde de su pantalón y
lo acerco de un tirón. Étienne no protesta mientras trabajo en los botones.
Con mi mirada en la suya, le rodeo con la mano. Lo toco como él me tocó a mí;
con urgencia, aun así, apenas conteniendo la paciencia. Arriba y abajo, muevo mi
mano. El corazón me está latiendo con fuerza, pero me aseguro de mantener el ritmo
lento y tranquilo. Cuando incremento mi agarre, Étienne gime, jadeando contra mi
cuello. Presiona los labios contra mi cuello y chupa suavemente. Acaricio la punta
con el pulgar y siento humedad en mis dedos. Mis labios se curvan en la más pequeña
de las sonrisas porque sé lo cerca que está de perder el control.
—Suficiente, suficiente. —Se aleja y me mira medio aturdido—. Gírate. —De
nuevo, habla con tono exigente, pero hay una sensación subyacente de urgencia y
desesperación.
Cualquier otro momento, le diría que cambiase su tono y dijese por favor. Pero
ya lo he empujado a su límite. Salto de la mesa y me giro. Mi estómago desnudo toca
el frío escritorio, haciendo que me sobresalte. Pero la sensación desaparece en pocos
segundos porque Étienne se cierne sobre mí, su pecho en mi espalda. Separa mis
piernas con la rodilla. Me pongo de puntillas así mi trasero se alinea perfectamente
con la parte baja de su estómago.
Solo hay el sonido de nuestra respiración laboriosa, luego lo siento. Su polla se
mueve contra mi hendidura, una vez, dos veces, antes de empujarse dentro de mí.
En esta posición, me llena completamente, haciendo que se me escape un gemido de
los labios.
Mueve las manos a mi cintura mientras entra y sale. Su ritmo comienza a
ralentizarse, casi provocando, pero acelera la velocidad, y me encuentro
aferrándome al escritorio para empujarme contra él.
—Más rápido —pido.
Cumple y se adentra incluso más profundo, su ritmo acelerándose hasta que
todo lo que escucho es el choque de nuestra piel. Estoy cerca de la liberación, puedo
sentirlo todo el camino hasta los dedos de mis pies. Solo un empujón más y…
Alguien llama a la puerta. Mis hombros se tensan. Alzo la cabeza y miro la
puerta con horror.
—¡Largo! —chilla Étienne.
—¿Sabes dónde está Serene? —pregunta Nat.
Étienne apoya la frente en mi hombro. Giro las caderas, ganándome un gemido
de Étienne. Cuando miro sobre mi hombro hacia él, sus ojos están prácticamente
nublados de deseo. Está tomando todo en su poder ahora mismo para no correrse.
Se inclina más cerca, su piel empapada de sudor.
—Detente.
—¿Étienne? —pregunta Nat más alto.
203
—No, no sé dónde está. ¡Ahora vete!
Étienne no espera al sonido indicador de sus pasos antes de empujarse dentro
de mí furiosamente. Cualquier pensamiento aparte de este momento desaparece de
mi mente. Su agarre en mi cintura se vuelve casi doloroso. Aunque no me importa,
porque cuanto más rápido se mueve, más rápido se hunde en mí.
Alzo la cabeza. Al otro lado de la habitación está la chimenea, un gran espejo
cuelga sobre ella. No puedo verme, pero tengo una vista clara de Étienne de cintura
para arriba. El cabello despeinado, el sudor empapando su frente, el ceño formando
una V apretada mientras su boca está abierta. Camisa desabotonada, revelando su
pecho esculpido.
Cómo una vez no lo encontré hermoso, nunca lo sabré.
Su mirada se encuentra con la mía en el espejo. Estoy muy cerca de perder el
control. Él también lo sabe, y se guía dentro y fuera con una lentitud deliberada. Gira
las caderas y cierro mis ojos.
—No —masculla Étienne. Curva la mano derecha sobre mi estómago,
presionándome más cerca de él—. Estabas observando. No te detengas ahora.
Observo mientras Étienne cierra los ojos. Su boca forma una O perfecta
mientras su cuerpo convulsiona incontrolablemente. Apoyando la frente en el
escritorio, me esfuerzo para no gritar su nombre. Mi nombre se desliza de los labios
de Étienne en un fiero gruñido que hace que mis labios se curven en una sonrisa
perezosa.
Se deja caer sobre mí mientras mi cuerpo tiembla por uno de los orgasmos más
poderosos que he tenido nunca.
Me lleva unos segundos regresar a la realidad y cuando lo hago, mi cuerpo está
relajado y me siento casi eufórica. Antes de que pueda recuperar la respiración y le
diga a Étienne lo increíble que fue, me gira y me presiona contra la pared,
cubriéndome de la habitación.
De repente la puerta se abre.
—Étienne, Nat dijo que tenía que hablar…
Ojeo sobre el hombro de Étienne y veo a Livingston permaneciendo congelado
en medio de la entrada. No puede verme, pero sin ninguna duda, sabe lo que hemos
estado haciendo.
—Uh… habitación equivocada —anuncia Livingston audiblemente antes de
cerrar la puerta rápidamente detrás de él. En el pasillo, informa a Nat que yo no
estaba en la oficina de Étienne y que Étienne está ocupado.
Me dejo caer contra Étienne y gimo.
—Eso no fue embarazoso en absoluto. ¿Cómo entró siquiera?
Étienne me rodea con los brazos y apoya la barbilla en la cima de mi cabeza.
—Le di una llave. De lo que ahora me estoy arrepintiendo. Podría haber sido
peor, supongo.
Alzo la cabeza y lo miro fijamente.
204
—¿Cómo?
Étienne se encoge de hombros con una sonrisa agotada.
—Livingston podría habernos interrumpido durante el sexo.
Se aparta, abotonándose el pantalón y arreglándose la camisa. Ajusto mi ropa
lo mejor posible, aunque es inútil. Mi cabello está despeinado de una forma que grita
“Oye, acabo de tener la mejor follada de mi vida”.
Me dejo caer en la silla de Étienne.
—No voy a ser capaz de mirar a tu hermano a los ojos en semanas.
Riéndose suavemente, Étienne se inclina contra el escritorio, cruzando las
piernas por los tobillos.
—Nos dio un momento difícil esta mañana, pero prometo que es un buen
competidor.
—Uno puede tener esperanza —murmuro mientras me reclino en la silla.
Étienne fija la mirada en mi rostro. Después del sexo, sus rasgos se suavizan,
haciendo que parezca más joven. Juvenil. Me encanta verlo así de cómodo. Necesita
suceder más a menudo.
Me da una sonrisa secreta.
—Quiero hacerlo de nuevo. —Su voz es tan baja que casi no lo escucho.
Trago saliva.
—No sé si es la mejor idea.
—¿Por qué no?
—¡Porque estoy prometida con otra persona!
—Eso no importa. Eres mi esposa —susurra.
Dejo salir un suspiro entrecortado.
—En esta vida, pero no en la mía.
Su expresión cae y se gira abruptamente y camina hacia las ventanas.
Me siento mal. Si pudiese retirar lo que dije, lo haría. Si soy honesta conmigo
misma, admitiré que quiero ser su esposa.
Pero estoy prometida con otra persona. Alguien a quien se supone que amo.
¿Pero lo hago?
Mi tiempo con Étienne está haciendo que me dé cuenta de que todo lo que
pensé sobre el amor —el deseo, la perfecta alegría—, es falso.
El amor es lloro afónico. Es enfado. Es tristeza.
Es felicidad y risa.
Es todo envuelto en uno.
El amor es una de las palabras más pesadas para existir. 205
Es un milagro que alguien sobreviva a él.
Seré asombrosa si sobrevivo a él.
Étienne se aleja de la ventana y regresa junto a mí. Sin decir nada me gira y
abotona mi vestido con dedos hábiles. Cuando ha terminado, mueve sus grandes
manos a mis hombros por un segundo antes de rodearme el estómago con ella.
Presiona mi espalda contra su cuerpo. Cedo y me apoyo contra él.
—Si te diesen la oportunidad de elegir entre quedarte aquí o regresar, ¿qué
elegirías? —pregunta.
—No me hagas escoger —suplico.
—Necesito saberlo.
Me giro en su abrazo y lo enfrento.
—¿Por qué?
Curva las manos apretadamente en mis hombros.
—Porque cada día que permaneces aquí, más me enamoro de ti.
Con mi mirada en la suya y mi corazón latiendo con fuerza, contesto:
—Permanecería aquí.
Tiene el ceño fruncido mientras busca en mi rostro.
—Te amo —dice abruptamente y de forma tensa, como si las palabras fuesen
demasiado duras de pronunciar.
Es el “Te amo” más enfadado en la historia de los te amo. Pero lo entiendo. Aquí
un hombre ve las emociones como una debilidad, y en su vida, ser débil no es una
opción.
Desliza los pulgares por mis mejillas.
—Te amo, y no sé cómo compartirte con otro hombre, y no quiero aprender.
Por una vez en mi vida estoy sin palabras. Abro la boca, pero no sale ninguna
palabra. Puedo parecer calmada y tranquila, pero en el interior, soy una revuelta de
emociones. Su declaración me sorprende y hace que mi corazón prácticamente cante.
Étienne Lacroix me ama.
Él. Me. Ama.
Y yo siento lo mismo. Creo que he sabido por un tiempo cómo me siento, pero
lo he estado negando. Pero lo hago. Amo a Étienne. Y sé que las complicaciones
importan y no debería suceder, pero es la verdad.
Dile cómo te sientes, canta mi corazón. ¡Díselo ahora mismo!
Aunque no lo hago. En su lugar, digo con una sonrisa:
—Ahora mismo, soy tuya.
Étienne no me devuelve la sonrisa. Toma mi rostro.
—No es suficiente para mí, Serene. Quiero que te quedes. Para siempre.

206
E
sa noche, escucho la respiración regular de Étienne. Dentro y fuera.
Dentro y fuera. El sonido es tan tranquilizador, que casi me arrulla a
dormir. Me obligo a permanecer despierta. Con amplios ojos, miro
fijamente al techo.
No hagas esto.
No hagas esto.
No hagas esto, mi corazón canta.
Sin embargo, es imperativo que lo haga. No podría vivir conmigo misma si no
hiciera nada. Los minutos transcurren lentamente, y cuando estoy segura que
Étienne (y el resto de la casa) está profundamente dormido, lentamente retiro las
sábanas y salgo de la cama.
Camino de puntillas al otro lado de la habitación. Cuando abro la puerta, miro
por encima de mi hombro. Étienne no se ha movido. Algo me dice que tiene un sueño
muy pesado. Dudo cuando múltiples imágenes de Étienne y de mí en la mañana
bailan en mi mente. Él sin camisa y muerto para el mundo. Le hago cosquillas y hago
todo lo que esté en mi alcance para despertarlo. Otra imagen es de nosotros dos 207
despertándonos en los brazos del otro, justo como esta mañana. La última es la
imagen de mis tres pequeños niños, todos con grueso cabello castaño claro. Presiono
mi dedo índice contra mis labios para que estén callados mientras nos acercamos a
la cama donde yace la forma durmiente de Étienne. Cuento hasta tres, después los
hermosos niños chillan y saltan a la cama, despertándolo. Gime, pero sonríe y
procede a hacerles cosquillas a todos. Suspiro cuando la visión se desvanece.
Tengo que hacer esto.
El pasillo está débilmente iluminado, dándome suficiente luz para bajar las
escaleras. El primer piso está mortalmente silencioso. No creo que sea fácil de
asustar, pero está tan oscuro, que me imaginación se hace cargo y estoy casi tentada
de volver corriendo arriba. Abro la puerta principal. Al igual que la noche anterior,
el exterior está tranquilo y negro como el carbón.
Estaba tan concentrada en salir de la habitación de Étienne sin ser notada que
olvidé tomar un par de zapatos. El suelo está frío bajo mis pies. Piedrecitas de la
entrada de gravilla se hunden en mis talones cuando llego a las afueras de la acera.
Trago una maldición y camino de puntillas como si estuviera caminando sobre
brasas. Doblo la esquina, y cuando siento la hierba mojada bajo mis pies, suspiro de
alivio. Anoche, precipitadamente coloqué el libro mayor en los arbustos antes de
entrar. Estaba completamente negro, haciéndome imposible localizar la misma área
ahora. Solo puedo adivinar.
Me pongo sobre mis manos y rodillas y ciegamente agarro tierra entre los setos.
Después de unos cuantos segundos, mis dedos rozan algo suave y liso. Agarro el libro
mayor entre mi pulgar e índice y lo arrastro hacia mí.
—Te tengo —susurro victoriosamente.
Quito la tierra del frente del libro mayor, me levanto, y me apresuro hacia la
casa. Hago mi mejor esfuerzo para cerrar la puerta detrás de mí tan silenciosamente
como sea posible. Giro la cerradura y me dirijo a la oficina de Étienne. La habitación
está a oscuras. Arrastro los pies hasta que alcanzo su escritorio.
Agarrando el libro, miro su escritorio. Podría ocultar este libro y fingir que
nunca lo encontré. Podría escuchar mi corazón y quedarme aquí. Amo a las personas
aquí. Amo Belgrave. Está empezando a sentirse como mi hogar. Podría pasar el resto
de mi vida feliz, contenta y segura con Étienne a mi lado.
Pero poner mis necesidades y deseos primero me harían una terrible persona.
Tengo que hacer esto. Y nunca se sabe, podría estar exagerando esto en mi cabeza.
Quizás cuando Étienne descubra el libro mayor, no pase absolutamente nada.
Con un pesado suspiro, coloco el libro en su escritorio donde no hay forma
alguna que pueda ignorarlo. Antes de irme, veo la llave maestra junto a una pila de
papeles. Mis dedos pican por tomarla porque no sé lo que traerá el mañana y quiero
una parte de esta era. Prueba de que viví, sobreviví y amé en este tiempo. En el último
segundo, agarro la llave maestra, la coloco en mi bolsillo y salgo apurada de la
habitación.
Subo corriendo la escalera porque tengo miedo que si vacilo, incluso por un
segundo, daré la vuelta y esconderé el libro.
Lo hecho, hecho está. Debería sentirme aliviada. Hice lo correcto. Entonces, 208
¿por qué se me revuelve el estómago? Un pequeño dolor de cabeza se construye,
haciendo que frote mis sienes.
Ignorando el dolor, me arrastro de vuelta a la cama y despierto a Étienne
besándolo. No le toma mucho tiempo reaccionar, y pronto estamos haciendo el
amor. Me encojo ante la frase. Suena melodramática y cliché. Entonces ¿cómo llamo
a lo que hice con Étienne anoche y hace treinta minutos?
No fue “hacer el amor”.
Sexo no es lo suficiente apropiado.
Ciertamente no fue follar.
Es una combinación de los tres. Lo suficiente deliberada, desesperada, y
consumidora de mente para adormecer la culpa que me rodea, pero me golpea como
una ola gigante minutos después.
Ese es el problema con seguir a tu corazón. Podría tranquilizarte por un
segundo, pero nunca podría anular tu instinto. En este momento, el mío está
gritando que he hecho una elección permanente y potencialmente peligrosa, al
enamorarme de Étienne.
Cuando terminamos, descanso mi cabeza en el pecho de Étienne. Acaricia
perezosamente mi cabello.
—¿A dónde fuiste? —pregunta.
—No podía dormir, así que bajé a la cocina por un bocadillo.
Étienne no responde, y pronto sus manos se detienen en mi cabeza. Miro
distraídamente a la ventana, mi corazón latiendo salvajemente. Mañana, le confesaré
que irrumpí en la oficina de Asa y encontré ese libro mayor.
En este momento, le diré la verdad esencial. Exhalo audiblemente.
—Étienne, te amo.
Una vez que las palabras escapan de mi boca, me siento aliviada. He mentido
tantas veces desde que llegué que es más allá de asombroso decir la verdad.
Se sienta tan bien, que quiero decirlo nuevamente.
—Te amo, te amo, te amo —susurro contra su pecho.
Étienne se siente tan profundamente arraigado en mi vida que no importa
cuánto tiempo pasó. No podré olvidarlo.
Étienne tensa su agarre sobre mí.
—Yo también te amo.
—No quiero regresar a mi tiempo. —Las palabras no son tan difíciles de decir
como esperé, aunque ciertamente no las hace más fáciles—. ¿Eso me hace una mala
persona?
Étienne frota sus manos de arriba abajo en mi brazo y permanece en silencio.
—Sé que lo hace —digo.
—Si eso te convierte en una mala persona, entonces yo también lo soy al querer 209
que te quedes. —Besa la cima de mi cabeza—. Es tarde. No puedes pensar en eso. Te
amo, y tú me amas. Eso es todo lo que importa.
Tiene razón.
Después de unos minutos, la respiración de Étienne se regula. Mis párpados
revolotean rápidamente, y me quedo dormida.

Un fuerte ruido me despierta.


Me siento en la cama y siseo de dolor. Mi dolor de cabeza es tan intenso, que
cierro mis ojos. Los ruidos empiezan de nuevo. Es el sonido de risas y aplausos.
Abriendo mis ojos, veo la sala de mi viejo apartamento. La vista roba mi
respiración y me deja con un miedo profundamente arraigado.
Y entonces pasa, la sensación de dedos invisibles arrastrándose por mi columna
antes de curvarse alrededor de mis hombros y gentilmente, pero con insistencia, me
empujan hacia atrás. Miles de agujas pinchan mi piel, haciéndome sentir como si
mis terminaciones nerviosas estuvieran en llamas.
Está pasando.
¿Qué debo hacer?
Lucho porque reconozco lo que está ocurriendo. Pero no tiene sentido.
Impotentemente, me giro hacia Étienne, pero está profundamente dormido.
Intento gritar, pero ningún sonido escapa de mi boca. Cuando miro mi cuerpo, veo
que está desvaneciéndose, empezando por los dedos de mis pies y subiendo por mi
cuerpo.
Las paredes colapsan gradualmente. Los muebles se disipan en el aire escaso.
El techo es levantado, avariciosamente destruido por el cielo. El suelo se hunde, y
caigo con él.
Mis manos cortan el aire mientras desesperadamente trato de agarrarme a
algo, cualquier cosa. Nada funciona mientras soy empujada. Ninguna cantidad de
gritos para Étienne. Ninguna cantidad de súplicas para que alguien me ayude.
No obstante, continúo gritando por Étienne. Todo el tiempo, el dolor en mi
cabeza incrementando hasta que estoy rezando para que la oscuridad tome el
control, así ya no tengo que sentir este sufrimiento.
Y después lo hace.

210
“La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de
ser vivida mirando hacia adelante”.
211
—Søren Kierkegaard
E
l silencio que me rodea es ensordecedor. Solo mi respiración
superficial me hace compañía.
Debería abrir los ojos, pero tengo demasiado miedo de lo que
pueda ver. Así que me quedo perfectamente quieta. Mi mejilla
presionada contra algo suave.
Mi corazón late como un tambor, y cuanto más yazco aquí, más me da pánico.
Mi mano izquierda descansa contra mi estómago. Mi derecha cuelga en el aire, las
puntas de mis dedos rozando una superficie fría. Hace unos segundos, estaba con
Étienne. En sus brazos. Sintiendo su aliento cosquillear mi nuca.
Mi pecho se mueve rápidamente hacia arriba y hacia abajo mientras tomo
pequeñas y cortas respiraciones y trato de calmarme. Después de unos segundos,
abro los ojos y miro el techo antes de girar a la izquierda. La habitación está oscura,
excepto por las luces de la calle que envían rayos plateados por el suelo y el brillo del
televisor iluminando la habitación.
Estoy de vuelta en mi tiempo. En mi departamento.
—No, no, no —susurro frenéticamente. 212
Muy lentamente, me levanto. Mis piernas se tambalean, y tropiezo hacia las
puertas del patio como una persona borracha que sale de un bar. Las persianas están
abiertas, como siempre las tengo. Las luces de la ciudad brillan intensamente. Pasa
un auto, las luces se reflejan en la carretera. Escucho a un perro ladrar. Miro la escena
con una sensación de asombro y temor.
Doy la vuelta y miro el departamento. Todo está igual que cuando me fui. La
manta yace en el piso. El control remoto está en el reposabrazos del sofá y mi celular
está sobre la mesa de café. Me apresuro hacia la mesa de café, agarro mi teléfono y
hago clic en la pantalla de bloqueo. Es medianoche y la fecha es el 20 de diciembre.
Eso es imposible. Me he ido por casi ocho semanas.
La habitación se inclina a mi alrededor, y creo que me voy a enfermar. Me trago
la bilis en la garganta mientras medio corro y medio tropiezo hacia el baño. Tal como
lo hice en Belgrave cuando me di cuenta de que había viajado en el tiempo, vomito
en el inodoro. Es curioso cómo estoy sintiendo las mismas emociones ahora que
entonces.
Los minutos pasan. Una vez que estoy segura de que no queda nada en mi
estómago que vuelva a subir, me siento, mis hombros rozando la pared detrás de mí.
Cierro los ojos y respiro profundo unas cuantas veces. Sigo esperando que mi ritmo
cardíaco disminuya. Nunca lo hace.
—¿Serene?
Me giro, mi codo golpea contra la puerta.
Will está parado en la entrada, frotándose los ojos. Tiene el cabello
desordenado y solo usa su bóxer.
—¿Qué estás haciendo?
Mi boca se abre y se cierra repetidamente.
Aquí está mi prometido, pero todo lo que veo es un extraño. Me he imaginado
mi regreso muchas veces. Siempre imaginé correr directamente a los brazos de Will
y contarle todo lo que había pasado. Nos maravillaríamos con todo, y todo estaría
bien. Porque estaba en casa.
Pero no me encuentro con esos brazos familiares, y no pronuncio ni una
palabra. Mis respiraciones superficiales acentúan el silencio. Una y otra vez me digo
que me levante y vaya hacia él, pero me quedo perfectamente quieta. Las paredes
parecen cerrarse sobre mí. Cada vez es más difícil respirar.
Cierro mis ojos, y presiono las palmas de mis manos en mis ojos hasta que las
manchas bailan detrás de mis párpados.
—Esto no está pasando.
—¿Qué no lo está? —pregunta Will, ajeno—. ¿Todavía estás molesta por esa
foto?
Mis manos caen de mi cara. Lo miro fijamente.
Will bosteza y se encoge de hombros.
—Tenemos que hablar sobre eso en algún momento. 213
Quizás estoy equivocada. Tal vez ha pasado más tiempo de lo que pensaba.
—¿De qué estás hablando?
—¿Nuestra discusión después de la cena? —Cruza los brazos y se apoya contra
la pared—. Sé que dijimos que nunca iríamos a la cama enojados, pero sinceramente
no pensé que dormirías en el sofá.
Mi mente está girando, tratando de mantenerse al día con todo lo que dice.
—¿Estábamos discutiendo?
—Sí —repite con la misma lentitud.
Los eventos de la noche vienen corriendo hacia mí.
—¡La foto!
Corro hacia la chimenea, ignoro el atizador y muevo las cenizas con mis propias
manos.
—¡Serene!
Ignorando a Will, sigo moviendo las cenizas. Mis manos se cubren de hollín.
—¡Serene! ¡Detente! —Will viene detrás de mí y me agarra de los brazos y me
sacude—. ¿Qué demonios te pasa?
Me alejo de él.
—¡Esa foto tiene un hombre que necesita mi ayuda!
Decir la verdad debería sentirse bien. Debería hacerme sentir como si un peso
se hubiera levantado de mis hombros. Pero Will me mira como si estuviera
perdiendo la cabeza.
Imposible. Nunca he estado más segura de nada en toda mi vida.
Will se aparta de mí y pone sus manos detrás de su cabeza mientras mira al
techo. Y por un momento tenso, no decimos nada.
Finalmente, me mira.
—Lo siento. No pensé que reaccionarías así de fuerte.
Todo lo que dice entra por un oído y sale por el otro. Todo en lo que puedo
pensar es Étienne. Hace solo unos minutos, estaba acostada en la cama con él, sus
brazos envolviéndome. Y ahora estoy... aquí.
—¿Qué diablos llevas puesto?
Las palabras de Will me sacan de mis pensamientos. Le parpadeo en foco.
—¿Eh?
Me señala.
—¿Qué llevas puesto? ¿Es algo nuevo?
Echando un vistazo a mi ropa, veo que todavía estoy usando el camisón. Paso
los dedos por el material sedoso, manchándolo de hollín.
—Yo… 214
—Mira... —Will suspira—. Ha sido una noche larga, y no quiero pelear contigo.
—Pone sus manos sobre mis hombros, amasando suavemente mis músculos, y lucho
contra el impulso de alejarme de su toque—. Te amo. Lo sabes. —Él sonríe.
—Yo… yo sé —respondo, mi voz débil.
—Bien. —Besa mi frente—. Ahora, ¿qué tal si vamos a la cama? ¿Juntos?
—De acuerdo.
Con su brazo sobre mi hombro, nos guía hacia el dormitorio, asegurándose de
apagar las luces detrás de él.
Camino alrededor de la cama a mi lado. Las sábanas están frías contra mi piel.
El colchón se hunde cuando Will se mete en la cama. Se mueve un poco, tratando de
ponerse cómodo. Solo toma unos minutos antes de que se duerma.
Me acuesto de costado, mirando fijamente el reloj. Me siento entumecida, como
si partes de mi corazón hubieran sido arrancadas y esparcidas a través del tiempo.
Mi mamá una vez me dijo que buscara a un hombre que me mirara como si yo
fuera el sol, la luna y las estrellas. Pero lo que ella no me dijo fue cómo dejar atrás un
amor que se extiende por décadas.
A
la mañana siguiente, me despierto con los ojos nublados y
desorientada. Mis músculos gritan en protesta cuando me incorporo.
Miro a mi alrededor e inmediatamente tengo la sensación de déjà vù.
Este fue exactamente el sentimiento que tuve cuando me desperté en
Belgrave.
Me toma unos segundos, pero los eventos de la noche anterior vuelven a mí.
Recuerdo que el sueño nunca llegó y acostarme en la cama junto a Will parecía inútil
y equivocado. Fui al sofá, pero estaba demasiado inquieta para dormir, así que
caminé por la sala de estar, sintiéndome como si fuera a salir de mi piel. Era el
sentimiento más desconcertante y aterrador. Estoy de vuelta en la era a la que
pertenezco, en la que nací, pero estoy mirando todo con nuevos ojos, y es una
conmoción para mi sistema.
Fue solo cuando el sol comenzó a salir cuando me calmé, me senté en el sofá y
rápidamente me dormí.
Todo esto se siente como un mal sueño del que no sé cómo escapar.
Alrededor de las siete, la alarma de Will se apaga. Unos minutos después, entra
en la sala de estar y se detiene cuando me ve sentada en el sofá. Antes que pueda
215
preguntar, le digo que no podía dormir. Está demasiado cansado para cuestionar mi
excusa y se dirige a la cocina.
—Puedo hacer el café hoy —digo rápidamente.
Lo que estoy ofreciendo no es nuestra rutina normal y Will lo sabe. Echa un
vistazo a la cocina y por encima de mi hombro al dormitorio antes de encogerse de
hombros y dirigirse al baño para prepararse para el trabajo. Eso fue más fácil de lo
que pensaba.
Es ridículo, pero estoy nerviosa por estar cerca de él. No sé cómo explicar todo
lo que ha sucedido. Pretender que nada está mal está fuera de discusión; me conoce
muy bien.
Los mismos sentimientos que tuve cuando intenté, y fracasé, ser la Serene de
1912, volvieron corriendo hacia mí. Will espera a la Serene con la que fue a cenar. En
realidad, está viviendo con una extraña, simplemente no lo sabe todavía.
Mis movimientos son sin prisas, casi robóticos, mientras avanzo hacia la
cocina. Estoy en piloto automático mientras hago una taza de café. Apoyada en el
mostrador, miro el reloj del horno, esperando ansiosamente a que Will pase por la
puerta. No quiero verlo, por un segundo, me entretengo con la idea de agarrar mi
abrigo y mis llaves y salir de aquí, pero nunca en mi vida he salido de mi camino para
evitar a Will. Siempre nos hemos llevado tan bien, nunca ha habido necesidad.
A las siete y cuarto en punto, entra oliendo como su gel de baño. Will vacila
cuando me ve apoyada en el mostrador, y sé que está pensando en lo de anoche.
—Gracias por hacer el café. —Cuando camina a mi lado, besa la parte superior
de mi cabeza.
Agarro mi café con ambas manos mientras miro el suelo de baldosas.
—No hay problema.
Nota mi aspecto desaliñado.
—¿Por qué no pudiste dormir anoche?
Sin palabras, miro el camisón. Es un recordatorio físico de que no soñé con
Étienne o el viaje en el tiempo. Sucedió. Espero que Will mencione lo que dije anoche
sobre ayudar a uno de los hombres en la foto. Fue dejar caer una gran bomba. Se
queda callado mientras se prepara el desayuno. El silencio está acelerado más allá
de los límites de incómodo hacia dolorosamente incómodo.
Dile todo, canta mi mente. ¡Solo déjalo salir todo! Pero cuando abro la boca,
mi lengua de repente se vuelve tres tallas demasiado grandes.
—Yo-yo...
Will toma un bocado de su tostada y me mira.
—Tal vez deberías llamar a Liz y decirle que no te sientes bien para que puedas
recuperar tu sueño.
Trabajo. 216
Mierda.
Me había olvidado por completo de Past Repeat.
—Es una buena idea.
—Con toda seriedad, te ves como una mierda.
—Gracias —digo inexpresiva.
—¿Estás segura de que te sientes bien? —Will se me acerca y, sin pensarlo,
retrocedo. Inmediatamente, se detiene en seco y me mira con dolor en los ojos. No
quise retroceder, simplemente sucedió.
—No me siento bien —digo débilmente—. Voy a acostarme.
El silencio entre nosotros se vuelve muy tenso. Lucho contra las ganas de salir
de la habitación y escapar de su aguda mirada.
Will mira su taza de café y se aclara la garganta.
—Está bien. Mejórate, ¿de acuerdo? —Levanta la cabeza. El dolor aún persiste
en su mirada, pero ahora está acompañado por un puñado de preguntas que no
quiero responder.
—Te llamaré más tarde. —No sé si lo haré. Simplemente parece lo correcto para
decir.
Mi expresión debe haber estado fuera de lugar porque murmura:
—Suena bien. —Luego se da vuelta y sale por la puerta principal.
Mis hombros se desploman en derrota. Cierro los ojos y respiro hondo. Eso
salió mal.
Afuera, el mundo está cobrando vida. La gente en nuestro complejo de
apartamentos está cerrando de golpe las puertas delanteras, sus pasos hacen eco en
el pasillo. Regreso a la sala de estar y miro a través de las persianas mientras la gente
enciende sus autos. Toda esta actividad bulliciosa es abrumadora y me recuerda que
no voy a ninguna parte.
Ni hacia adelante.
Ni hacia atrás.
Estancada. Esa soy yo.
Estaba tan convencida cuando viajé por primera vez que necesitaba ayudar a
Étienne para volver al presente. Pero aquí estoy, y no lo ayudé. Al menos no creo que
lo haya hecho. Sabía que podría haber consecuencias por robar el libro de
contabilidad y colocarlo en el escritorio de Étienne. Pero creo más que nada, es que
me enamorara y durmiera con Étienne lo que me envió a mi propio tiempo.
Étienne todavía necesita mi ayuda.
Hay una buena posibilidad de que nunca nos volvamos a ver. Existe la
posibilidad de que se apague el marcado dolor de perderlo, pero no lo olvidaré.
Debería tratar de seguir adelante. Antes de encontrar la foto, mi vida era
bastante buena. Tenía un novio al que amaba profundamente. Tenía una tienda que
me apasionaba. 217
Lo tenía todo.
Nada de eso parece importar ahora.
He estado en casa no más de veinticuatro horas, y ya me siento desconectada
de Will. Más que nada, quiero decirle la verdad. Sé que las posibilidades de que
alguien me crea son increíblemente escasas. La mayoría de la gente probablemente
pensará que me he vuelto loca y recomendará al terapeuta más cercano. Pero es Will,
si alguien me dará la oportunidad de explicar lo que sucedió, es él.
No puedo decirle todo. No puedo revelar cómo me siento acerca de Étienne sin
sonar auténticamente demente.
Puedo verlo ahora. ¡Oye! Estoy enamorada de alguien que nació hace más de
cien años.
Sí, eso no va a ir bien en absoluto.
Suspirando, me apoyo contra la pared mientras sigo viendo a la gente pasar el
día y meto mis manos en los bolsillos. Mi mano se encuentra con el metal frío. Bajo
mi cabeza al mismo tiempo que mis dedos se enroscan alrededor del metal, sacando
la llave de mi bolsillo. La luz del sol brilla en la llave maestra mientras la giro
lentamente hacia adelante y hacia atrás.
Mi corazón comienza a latir con fuerza. Han pasado tantas cosas desde que
volví que me olvidé completamente de la llave. Mi mano izquierda agarra
fuertemente la llave mientras la sostengo cerca de mi pecho. No voy a dejar esto fuera
de mi vista.
Ya no tengo la foto.
Pero tengo esto.

218
C
reo que hay muchas formas de perder la cabeza.
Pero nada lleva más a las personas al borde de la locura como
el amor. Esa emoción es una forma segura de joder tu corazón. Te
hace hacer cosas que nunca pensarías hacer.
Respiro. Vivo. Pero apenas estoy funcionando y quiero culpar
a Étienne. Su memoria es un segundo latido del corazón que hace eco contra el mío.
Me está volviendo loca. Si no me hubiera enamorado de él, no estaría despierta a las
3:34 a.m. No estaría paseando por mi sala de estar en la oscuridad como una loca.
Si no me hubiera enamorado de él, mi vida iría en otra dirección, pero el hecho
es que me enamoré de él. Todo sucedió tan rápido, no noté la caída, y ahora tengo
que averiguar qué hacer. Pero estoy luchando para alejarme de su recuerdo.
El problema es que mi mente no descansará. A pesar de que mi cuerpo está listo
para colapsar por el agotamiento, sé que cuando recueste la cabeza sobre la
almohada, Étienne me perseguirá. Su rostro se niega a dejar mi memoria. Sus ojos
me provocan con el conocimiento de que lo dejé cuando más me necesitaba. No me
quería ir, pero no tenía otra opción. 219
¿Él sabe eso? Tiene que saberlo.
Sé que suena loco, pero lo huelo. En los momentos en que parezco un ser
humano funcional, me impregna el olor de su colonia, y eso me pone en un frenesí.
Sigo pensando en la noche que dejé el tiempo de Étienne y volví al mío.
¿Qué hice mal?
¿De qué no me di cuenta?
Las preguntas que se arremolinan en mi cabeza son suficientes para llevar a
cualquiera al punto del delirio.
—¿Yuju? ¿Hay alguien ahí? —Liz chasquea sus dedos frente a mi cara,
sacándome de mis pensamientos.
Enderezo mis hombros y le doy una sonrisa que nunca llega a mis ojos.
—Lo siento. Estaba pensando en otra cosa.
—Puedo decirlo. —Está de pie al lado del escritorio, una pila de revistas viejas
entre nosotras. Se supone que las estamos organizando por año, pero en este punto,
ella está haciendo todo el trabajo—. Has estado perdida de esto todo el día. ¿Qué está
pasando contigo?
Agarro la primera revista y pretendo estar ocupada. ¿Exactamente cuánto
tiempo tiene Liz? Porque necesitaría un día entero para explicar lo que me ha pasado.
En cambio, digo:
—Me ha costado mucho dormir.
Ella levanta la cabeza.
—¿De verdad?
Asiento.
Liz deja caer la revista en sus manos, arrastra una silla desde el otro lado de la
habitación y se sienta a mi lado.
—Soy todo oídos. Dime qué te mantiene despierta.
En ese momento, el timbre pegado a la puerta principal suena. Sus hombros
caen mientras suspira.
—Mierda. Será mejor que vuelva allí. Espera un segundo. —Levanta un dedo
para enfatizar y desaparece por la puerta. Antes de que la puerta se cierre, la oigo
saludar alegremente a un cliente.
Esa debería ser yo en este momento: Interactuar con la gente, interesarme
activamente en mi negocio. Pero estoy tan distante del presente; no puedo, por mi
vida, pensar en nada que no sea el pasado.
Por enésima vez, miro el calendario colgado al lado del panel de corcho. No
importa cuántas veces miro la fecha, todavía dice 22 de diciembre. El año es 2017.
Entrecierro los ojos, deseando que los números desaparezcan y se conviertan en
1912.
No sucede
220
Con un gemido, dejo caer mi cabeza en mis palmas y cierro los ojos. ¿Qué voy
a hacer? La imagen se ha ido, como si nunca hubiera sido tomada. En mi opinión, es
mi único vínculo con el pasado, pero tiene que haber otra manera de volver a
Étienne.
Tiene que haber.
Momentos después, Liz regresa a la habitación.
—Bueno. ¿De qué estábamos hablando?
—Que no estoy durmiendo.
—¡Sí! —Chasquea los dedos y cae de nuevo en la silla. Con los codos apoyados
en el escritorio, se inclina hacia delante, con su atención concentrada en mí—.
Entonces ¿por qué no puedes dormir?
Juego con mis cutículas, tratando de averiguar cómo puedo decirle la verdad.
No hay forma de saber cómo reaccionará. Es cierto que es una amante del pasado,
pero lo que estoy por confesar es más que encontrar una antigüedad en una venta de
bienes. Lo que voy a decirle requiere que suspenda la creencia en la realidad. Sé que
es mucho pedir, pero necesito decirle la verdad a alguien.
Liz cubre mi mano, y levanto mi cabeza.
—Serene, dime lo que está pasando.
Con un suspiro, me siento más derecha en mi silla.
—¿Recuerdas la conversación que tuvimos una vez sobre lo increíble que sería
si pudiéramos viajar en el tiempo?
La confusión nubla la expresión de Liz.
—Sí.
—Dijiste que querías volver a la década de 1820 y yo elegí la década de 1930.
Hablamos de lo surrealista y fascinante que sería experimentar ese momento en la
vida real. ¿Recuerdas?
—¿A qué te refieres?
—Lo hice. —Me inclino y susurro—: Viajé en el tiempo.
Liz retrocede con cuidado.
—¿Repítelo otra vez?
Ahora que he dicho las palabras una vez, se deslizan por mi lengua mucho más
rápido.
—He viajado en el tiempo.
—Yo... —La boca de Liz se abre y se cierra. Niega—. ¿Qué quieres decir con que
has viajado en el tiempo?
Me paro cuando siento que la adrenalina me recorre.
—Te digo que volví en el tiempo. Bueno, para 1912 específicamente. —
Girándome, me enfrento a ella—. ¿Sabes que estuve allí cuando el Titanic se hundió? 221
Bueno, no estaba allí, pero vi los periódicos. En realidad, estaba en Charleston.
—¿Charleston, Carolina del Sur?
Asiento vigorosamente.
—Sí. Usé la ropa de esa época, me codeaba con la élite, caminaba por las calles,
grabé mi nombre en un árbol. Lo vi todo. Incluso tuve un marido.
Liz frunce el ceño, pero estoy demasiado animada para preocuparme. Se siente
tan bien sacar todo esto de mi pecho. No puedo parar ahora.
—Su nombre es Étienne. ¿Recuerdas aquellas cajas que trajiste hace un tiempo
del mercado de pulgas? Había una foto de cuatro hombres, y él estaba en ella. Al
principio no nos llevábamos bien. De hecho, lo odiaba. Pero luego lo conocí mejor, y
ahora lo amo.
Liz está en silencio, absorbiendo todo lo que le dije.
—Así que estabas en 1912, donde tenías un marido que amabas.
Asiento y sonrío levemente.
—Él es asombroso. Es intimidante para la mayoría de la gente, pero una vez que
lo conoces, no puedes evitar enamorarte de él.
Me parpadea.
—¿Cuánto tiempo estuviste en Charleston?
—Casi dos meses, pero cuando volví al presente, solo habían pasado unos
minutos. —Respiro hondo y sonrío—. ¿Puedes creerlo?
Liz, mi comprensiva y amable mejor amiga, no devuelve mi sonrisa. Se para y
se acerca lentamente, coloca sus manos sobre mis hombros y me mira a los ojos.
—¿Estás bien?
—Sí. Estoy bien. Solo estoy tratando de encontrar un camino de regreso a
Étienne. Está en problemas y necesita mi ayuda.
—Esta es toda una historia —dice especulativamente.
Me detengo y miro a mi amiga. Ella mira alrededor de la habitación, a sus pies,
a la silla. Mira a todo menos a mí. Liz es una persona tan honesta y abierta, y el hecho
de que parezca tan nerviosa y cerrada me debería haber puesto nerviosa. Pero estaba
tan concentrada en abrirme con ella que no me di cuenta.
Hasta ahora.
—No me crees —digo aturdida.
—No dije eso.
—Pero puedo decirlo. Crees que me inventé todo esto.
—Creo que estás agotada. Hemos estado trabajando largas horas, y tal vez estés
privada de sueño. —Me guía fuera de la oficina y hacia la puerta principal. Estoy tan
conmocionada que esta conversación fue épicamente contraproducente que la dejé.
Cuando llegamos a la puerta, se da vuelta y me mira—. Soy tu mejor amiga, y aprecio
el hecho de que me hayas dicho esto. 222
—Eso es lo que alguien dice justo antes de comprometer a sus seres queridos.
Evita mi mirada.
—¿Sabes lo que necesitas hacer?
Estoy tan perdida, tan desesperada por algún tipo de dirección, que la miro con
esperanza.
—¿Qué?
—Tienes que ir a casa y hablar con Will. Tu prometido —pronuncia la última
palabra lentamente—. La persona que más te quiere. Una vez que lo hagan, lo
resolverán todo.
Eres tan estúpida, Serene, susurra mi mente. ¿Por qué pensaste que ella te
creería?
—Si me das un segundo, cerraré la tienda y te acompañaré a tu apartamento.
Sus palabras me devuelven al presente.
—Eso es ridículo. No soy un bebé. Puedo caminar por la calle hasta mi maldito
apartamento.
La duda en la cara de mi mejor amiga hace que la ira se vuelva más intensa
dentro de mí. Ella piensa que estoy loca. Camino hacia la parte trasera de la tienda.
—¿A dónde vas? —pregunta.
—Estoy recogiendo mis cosas —murmuro mientras entro a la oficina. Agarro
mi bolso, abrigo y una caja sin abrir en el suelo que no ha sido detallada—. Trabajaré
desde casa.
Liz bloquea la entrada.
—Serene, estoy...
Levanto una mano.
—Ahora no. Hablaré contigo más tarde.
—¿Cuándo es más tarde?
Paso junto a ella.
—Cuando decidas creer lo que te estoy diciendo.
—Entiendes que lo que estás diciendo es una locura, ¿verdad? ¡Pareces una
loca! —llama desde atrás.
Es una locura. Pero sucedió. Sé que sucedió, pero no puedo probarlo.
Antes de salir de la tienda, me doy la vuelta. Liz está parada cerca de la caja
registradora, algo parecido al miedo en sus ojos.
—Vete a la mierda. —Cierro de golpe la puerta detrás de mí.

223
He estado en casa por dos horas y tengo más de diez llamadas perdidas de Liz.
No respondo. Tengo asuntos más urgentes. Como lo que le voy a decir a Will cuando
regrese a casa. Si obtuve algo de mi conversación con Liz, es que necesito hablar con
Will y aclarar todo. Merece saber la verdad.
Mientras medito, Will entra por la puerta principal y salta hacia atrás cuando
me ve de pie en la sala de estar.
—¡Dios, Serene! Me has asustado muchísimo.
Estoy demasiado nerviosa para sonreír o incluso responder. De inmediato, Will
se da cuenta de que algo no está del todo bien. Cierra la puerta principal, las llaves
tintinean en su mano y se apresura hacia mí.
A grandes rasgos, agarra mi muñeca con su otra mano.
—¿Qué está mal?
Él no te creerá, advierte mi mente.
Hay una buena probabilidad de que no lo haga, pero necesito saber que lo
intenté. Incluso si me cuesta la relación que hemos tenido durante tanto tiempo.
Exhalando ruidosamente, señalo el sofá.
—Necesito hablar contigo.
—Por supuesto. Por supuesto.
Mis palmas están sudando tan exageradamente que cuando me siento, las
limpio discretamente en mis jeans. No parece ayudar.
Will se sienta a mi lado.
—¿Qué pasa?
Con los ojos fijos frente a mí, empiezo por el principio. Desde encontrar la foto
hasta viajar en el tiempo, le cuento todo a Will. A excepción de Étienne. Guardo esa
parte para el final porque estoy ansiosa. Esto podría ir de dos maneras: Creerá lo que
estoy diciendo y se desmoronará por el hecho de que lo engañé y me enamoré de otro
hombre, o como Liz, pensará que me he vuelto completamente loca.
Me detengo para respirar profundamente y lo miro por el rabillo del ojo. Sus
cejas están arrugadas en confusión.
—También hay algo más.
Will espera pacientemente a que continúe.
—Me casé con alguien más en 1912. Su nombre era Étienne Lacroix. Al
principio, no podíamos vernos el uno al otro, pero con el tiempo, llegamos a
entendernos, y me enamoré. —Desesperada porque Will confíe en lo que estoy
diciendo, tomo sus manos. Y las mantengo cerca de mi pecho—. Ahora sabes por qué
me enojé tanto cuando tiraste la foto a la chimenea. Es mi único vínculo con él.
Will me mira, parpadeando lentamente como si me viera por primera vez. Se
aleja y se frota la nuca. Es un manierismo que hace cuando está enojado.
—¿De verdad esperas que crea eso? —Will se levanta de un salto del sofá. Se
pasa las manos por el cabello—. Lo que estás diciendo te hace sonar loca. Lo 224
entiendes, ¿verdad? Absoluta y jodidamente loca.
Mis manos caen en mi regazo.
—No me crees.
—No, no te creo porque no es posible —grita.
Me paro y lo enfrento.
—Qué podría ganar al crear esta historia, ¿eh?
—No lo sé. Para empezar, ¿qué tal la atención?
Alzo mis manos al aire.
—¡No estoy haciendo esto por atención!
Se acerca más.
—Puedes decirme la verdad. ¿No estoy pasando suficiente tiempo contigo?
Conozco mi horario...
—No tiene nada que ver con la atención, y estoy tratando de decirte la verdad.
Simplemente no escuchas.
—Oh, estoy escuchando. Ese es el problema. —Retrocede y resopla
burlonamente—. Solo espero que no hayas abierto la boca y le hayas contado a
alguien más esta pequeña historia.
Bufando, respiro hondo.
—Se lo dije a Liz.
Sus ojos se abren, y me mira como si me hubieran crecido tres cabezas.
—¿Le dijiste? ¡Estás jodidamente loca!
—Ella es mi mejor amiga.
—Ex-mejor amiga si sigues así.
—¿Sabes qué? —Abro la boca, prácticamente salivando para lanzar una serie de
maldiciones a su manera, pero no lo hago. Se están lanzando muchas cosas a la luz
en este momento, y no quiero decir algo de lo que me arrepienta. Esas son las cosas
acerca de las palabras. Una vez que salen de tus labios, nunca podrás recuperarlos.
Levanto mis manos y las dejo caer a mis costados en un gesto que dice: Me rindo.
Camino hacia el dormitorio.
—No te vayas. Di lo que ibas a decir —dice Will.
De repente, me doy la vuelta.
—Te conté mi historia porque pensé que merecías saber la verdad. Esperaba
que escucharas lo que estaba diciendo y realmente me creyeras. Eso es todo lo que
quiero porque estoy atrapada entre el pasado y el presente. Mi vida ha sido puesta
en pausa. Estoy tratando de encontrar el botón de reproducción, pero no puedo. ¿Y
sabes qué? Es aterrador.
Will cae de nuevo en el sofá y mira al techo. Él respira profundamente antes de
225
mirarme.
—Serene, te amo. Es por eso que esta historia es tan preocupante. No quiero
que la gente tenga una idea equivocada sobre ti.
—No me importa lo que el mundo piense de mí. Solo me importa lo que las
personas que amo piensan de mí.
—Tu prometido no te cree.
—Entonces tenemos un gran problema. —Cierro la puerta del dormitorio.
L
as pasadas veinticuatro horas han sido tensas entre Will y yo, como
poco. Nunca peleamos o tenemos peleas salvajes y locas. La mayoría
del tiempo somos cordiales el uno con el otro.
La relación simple que una vez tuvimos desapareció. Ambos lo
sabemos. Ninguno hizo el amago de hablar de ello. Nuestra relación está colgando
de un hilo. Imagino que eso tiende a suceder cuando le dices a tu prometido que
amas a otro hombre, pero no me arrepiento de decírselo. Tiene derecho a saberlo.
Lo único de lo que me arrepiento es de hacerle daño. No se lo merece.
Anoche, dormí en el sofá. Él se quedó con la cama.
Esta mañana anunció que iba a trabajar desde casa. Todo el día no he sentido
otra cosa que su mirada sobre mí, como si estuviese esperando a que yo perdiese los
estribos. Son cerca de las siete y todavía se está cerniendo sobre mí como una
madraza.
Piensa que estoy jodidamente loca.
Casi es imposible conciliar el Will con el que me enamoré con el hombre que es
ahora.
226
Él nunca cambió, susurra mi mente. Lo hiciste tú.
Entumecida, he pasado por los movimientos de hacer inventario de algunas
cosas para la tienda. En mi tiempo, apenas me había ido, pero en el mundo de
Étienne me había ido durante ocho semanas. Mi vida había sido alterada y con eso
vinieron los cambios en mi corazón. Ha sido reestructurado y ahora yo lo veía todo
de forma diferente. Las simples tareas sobre las que normalmente no habría pensado
dos veces, ahora las comparo con el tiempo de Étienne.
Giro mi anillo de compromiso en mi dedo. Solía ir a Pinterest y buscar ideas de
recepciones de boda y hermosas localizaciones en Virginia. Ya no hago eso. Pronto
tendré que devolverle su anillo y explicarle que puede que no crea mi historia, pero
no puedo volver las cosas a como solían ser. Todo ha cambiado para mí.
De repente, suena el timbre. Will y yo normalmente evitamos responder a la
puerta, pero hoy él está ahí, pulsando el botón del intercomunicador con una energía
renovada.
—Suban —es todo lo que dice.
Me aparto de la mesa de la cocina y me giro para enfrentarlo.
—¿Pediste comida?
—No.
—¿Entonces quién es?
—Solo unos amigos —contesta sin hacer contacto visual. Se mete las manos en
los bolsillos mientras camina entre la entrada de la cocina y la puerta de entrada.
Lo observo, intentando averiguar qué está sucediendo ahora mismo. Minutos
después, llaman a la puerta. Will se apresura a la puerta y la abre por completo.
¿Quién está al otro lado? Mis hermanos, Bradley e Ian.
Decir que esta repentina visita es bizarra e inesperada sería el eufemismo del
año. Mis hermanos y yo nos vimos hace unos meses. Normalmente, hablamos por
mensajes en el grupo. Ocasionalmente nos llamamos unos a otros, ¿pero visitas?
Nunca.
Por unos segundos, todo lo que puedo hacer es mirarlos embobada. Sonríen
con extrañeza y se abrazan antes de que le pregunten cómo está. Hacen una pequeña
charla desde el tiempo a cómo fue el viaje. Luego mis hermanos miran en mi
dirección y la energía cambia. Por sus sonrisas tensas, sé que no están aquí porque
quieran. Alguien ha estado hablando a mis espaldas.
—Hola, Se. ¿Cómo estás? —pregunta Ian con su tono jovial.
En lugar de responderle, miro hacia Will.
—¿Qué está sucediendo?
No contesta. En cambio, cambia el peso de un pie a otro.
De pie, cruzándome de brazos.
—¿Qué está sucediendo?
Finalmente, Will me mira con culpa y pena en la mirada. 227
—Estoy preocupado por ti.
Lo miro con incredulidad.
—¿Así que llamaste a mis hermanos?
—¡No sabía qué más hacer! Me asustaste.
—Tiene buenas intenciones —comenta Ian—. Will nos dijo qué está sucediendo.
Y creo…
—¿Se lo contaste? —interrumpo.
Will extiende las manos frente a él como si yo fuese un animal salvaje a punto
de atacarlo. Lo que alimenta más mi furia. Actuó a mis espaldas y quién sabe cómo
relató nuestra conversación a mis hermanos para que estén en mi puerta.
—Hablé con tus hermanos y todos estamos de acuerdo que tal vez deberías
tomarte un tiempo libre del trabajo. Sugirieron que regresases a casa por las
vacaciones y te relajases.
—Mamá y papá estarían encantados de verte por Navidad —menciona Bradley.
Es el día antes de Nochebuena. Normalmente, Will y yo siempre tenemos las
Navidades con una de nuestras familias. Es claro que no va a suceder este año. He
estado tan consumida con Étienne para incluso pensar en las vacaciones.
—¿Y cuánto creen todo que debería “relajarme”?
Los tres se miran unos a otros.
Ian habla en representación de su recién fundado trio.
—Mientras tú quieras.
No puedo creerlo. Es lo suficientemente malo que no haya averiguado una
forma de volver con Étienne. Incluso peor, que no tenga a nadie con quien
desahogarme y contar mi historia. Estoy en una posición en la que pierdo siempre.
Mis hermanos y Will me miran de forma expectante, actuando como si yo
tuviese la última palabra. Aparentemente no es así. Esto es algo que ha sido planeado
a mis espaldas. No tengo la energía para oponerme.
Colectivamente parecen desesperados. Casi perdidos. Aunque ¿puedo
culparlos? He alterado sus vidas con mis demandas. Si pudiese hacer todo bien de
nuevo, lo haría. En un instante.
—Vamos a empacar —digo sin emoción.
Dándome la vuelta, camino hacia la cama. Tomo la primera maleta del armario
y a ciegas meto cosas del vestidor. No sé cuánto me iré, pero no empacaré poco. Mi
instinto me está diciendo que estaré fuera más que para una visita de vacaciones.
En el salón, Will y mis hermanos están hablando. Tomo unos pantalones del
cajón inferior antes de dirigirme a la puerta e intento escuchar lo que están diciendo.
—Algún tiempo alejada del trabajo puede ser lo mejor para ella. —Ese es
Bradley.
—¿Crees que es una crisis nerviosa? 228
—Chicos, no lo sé. Solo estoy preocupado por ella. —Hay una pequeña pausa—
. Voy a comprobarla muy rápido —indica Will.
Me apresuro hacia mi maleta en la cama. Will llama una vez antes de abrir la
puerta. Dejo mis pantalones en la maleta y continúo tomando cosas al azar del
armario y el baño. Mientras camino de un lado a otro, Will permanece ahí, apoyado
contra el marco de la puerta.
No tengo nada que decir. Me está hirviendo la sangre. Una pequeña parte de
mí entiende por qué Will llamó a mis hermanos y que viene del amor y la
preocupación. Pero una parte más grande se siente traicionada. Es como si él tomase
toda la confianza que había sido construida entre nosotros a lo largo de los años y la
destrozase con una mano. Tengo la sensación de que cuando salga por la puerta,
también me estaré alejando de Will.
—Por favor, no estés enfadada —pide finalmente.
—No estoy enfadada —contesto mientras paso junto a él hacia el baño.
—Sé que piensas que hice esto para hacerte daño, pero no es así. Estoy
preocupado por ti.
Dejando la bolsa de maquillaje en la maleta, finalmente me giro para
enfrentarlo.
—Sé que estás preocupado. Pero no hay necesidad de estarlo. —Abre la boca,
pero alzo una mano, silenciándolo con eficiencia—. Anoche te conté mi historia,
esperando que me creyeses. Ahora no tengo expectativas. Sé cuál es la verdad y eso
es todo lo que importa.
Will rompe el contacto visual y no dice nada. Me detengo por un segundo,
intentando recordar si me estoy perdiendo algo. No puedo pensar en nada, pero
estoy segura de que pensaré en ello una vez que llegue a casa.
Casa.
Intento dejar que esa palabra se hunda un poco. Por un largo tiempo, mi casa
ha sido donde está Will. Sé que suena tonto y un cliché. Como algo que leerías en una
tarjeta de Hallmark o bordado en un cojín, pero es la verdad. Miro alrededor de la
habitación, sabiendo que nunca más será “nuestra” habitación.
Nada volverá a ser nuestro.
—Solo para que lo sepas, no le conté todo a tus hermanos, ¿de acuerdo?
Simplemente piensan que has formado una obsesión sobre una fotografía.
—Oh, gracias. Eso es encantador —espeto secamente mientras cierro mi
maleta. En la puerta, me detengo y enfrento a Will. Se ve tan perdido como yo ahora
mismo.
Abre y cierra la boca unas cuantas veces antes de que diga:
—Este era el último recurso. Lo sabes, ¿cierto? Tenía miedo de que, si no hacía
nada, enloquecieses.
Sonrío con tristeza, acariciándole la mejilla con los dedos.
—Enloquecí hace tiempo. 229
Will no contesta. Creo que ambos sabemos que lo que fuese que teníamos se ha
perdido. La próxima vez que vuelva a este apartamento, probablemente será para
vaciar el lugar o para empacar mis cosas e irme. Una pequeña parte de mi corazón
duele con ese pensamiento.
—¿Qué sucede con nosotros ahora? —cuestiona.
—Nada, porque todo ha cambiado. —Trago saliva y me obligo a seguir
hablando—: Creo que ambos sabemos que se ha terminado. Simplemente no
queremos admitirlo.
Will se queda en silencio, pero no protesta. Cuando salga por la puerta de
entrada también me estaré alejando de nuestra oportunidad de futuro. Una gran
parte de mí llora por la pérdida. Aunque hace tiempo que Will no ha poseído mi
corazón, todavía es un soporte en mi vida.
—¿Así que ya está? —contesta Will—. ¿Hemos terminado?
—¿Me creerás alguna vez?
Se inclina más cerca, la agonía marcando sus rasgos.
—De lo que estás tratando de convencerme es imposible. Quiero creerte.
Simplemente no puedo.
Asiento y me quito el anillo de compromiso. Me tiembla la mano mientras lo
dejo sobre la cómoda.
—Entonces creo que tenemos nuestra respuesta.
Parece como si quisiese decir muchas cosas, pero nada de lo que pueda decir
puede arreglarnos. Ciertamente podemos intentarlo. Puedo intentar sacar a Étienne
de mi mente, pero siempre estará ahí. Nunca desaparecerá.
—Adiós, Will —susurro.
—Adiós, Serene.
Poniéndome una de mis mochilas sobre el hombro, camino hacia el pasillo
donde mis hermanos están esperando. Son lo suficientemente sabios como para no
darme un momento difícil mientras bajamos las escaleras. Nuestros pasos hacen eco
con fuerza.
Cuando alcanzamos el primer piso, la señora Whitmore, una mujer de ochenta
años, saca la cabeza por la puerta de entrada.
—¿Vas a alguna parte?
—Solo un pequeño viaje a visitar a mi familia por un tiempo —contesto con falso
entusiasmo.
La señora Whitmore no pestañea, solo sonríe.
—¡Pásalo bien, Serene!
Fuera, Ian abre el maletero. Mete mis maletas y luego se gira hacia mí,
chocando las manos. Le doy mi mochila, rodeo el auto y me meto en el asiento
trasero. Tamborileo los dedos. Estoy ansiosa y no tengo ni idea de por qué. 230
Mis hermanos cierran las puertas y antes de que puedan decir una palabra, me
inclino hacia delante.
—Comencemos el viaje.
—No es una sentencia de muerte —dice Bradley mientras enciende el auto.
—Son casi tres horas de viaje en el auto con ambos. Se parece bastante a una
sentencia de muerte.
—¿Por qué? —exclama Ian—. No puedo hablar por Bradley, pero soy un
compañero de viaje bastante increíble.
—Ambos hablarán por un total de diez minutos y luego no dirán nada más el
resto del tiempo.
—Simplemente ponte el cinturón, ¿está bien? —interrumpe Bradley mientras
da marcha atrás al auto y poniéndose en marcha.
Girándome, observo mi edificio de apartamentos y mi negocio hasta que se
vuelve un pequeño punto negro que se mezcla en el fondo.
El pulso me late con fuerza, manteniendo mi ritmo con pequeños jadeos. El
cabello se me pega a la nuca mientras recorro un pasillo oscuro y húmedo sin final a
la vista. Pero la peor parte es que puedo sentir a alguien detrás de mí. Su aliento roza
contra mi piel, haciendo que tiemble de miedo.
—¡No hay necesidad de huir! —dice una voz, pero no puedo reconocerla. Sé que
debería, pero es pesada e inconexa.
Mientras sigo corriendo miro por encima del hombro. Una figura envuelta de
oscuridad aparece. No sé quién es, pero sé que es un hombre y quiere hacerme daño.
En lo más hondo de mi instinto, puedo sentirlo.
Así que aumento la velocidad. Corro como si mi vida depende de ello. Corro con
tanta fuerza que me arden los pulmones y me duelen los músculos. Mis rodillas se
rinden, pero antes de caer al suelo, la figura detrás de mí me come con vida.
Jadeo y me sobresalto en mi asiento, y encuentro a Ian mirándome.
—Estaremos en casa en una hora —indica.
Me siento derecha, me duele el cuello por quedarme dormida en un ángulo
extraño. La lluvia golpea el auto como en una inclinación. Los autos pasan, sus focos
iluminando las gotas en la ventana y convirtiéndolas en diamantes. Por un segundo
puedo ver el rostro de Étienne en una sola gota de lluvia. Con el corazón latiéndome
con fuerza, apoyo la frente contra el cristal y observo los rasgos de Étienne contraerse
antes de que se lleve el rostro a las manos. Pestañeo y la imagen desaparece. Me
siento más sola que antes.
En cursiva, escribo el nombre de Étienne luego lo borro de la ventana con un
solo movimiento de mi mano.
—¿Cuánto dormí?
231
Bradley mira el reloj en el salpicadero.
—Solo dos horas.
Me froto los ojos y me estiro tanto como puedo. Casi estoy tentada de preguntar
si podemos detenernos en alguna parte así puedo estirarme y conseguir algo de
comer, pero eso haría que estuviésemos casi cuatro horas en el auto, así que me
muerdo la lengua e intento ponerme lo más cómoda posible.
Por los siguientes cuarenta minutos, el auto está lleno de silencio. Justo como
esperaba. Mis hermanos nunca han sido muy de palabras. La mayoría del tiempo,
mantener cualquier conversación es mi labor. Me solía encantar intentar pensar
diferentes temas y sacar viejos recuerdos olvidados de nuestra infancia, pero ahora
mismo, no está en mí la versión feliz de mí misma. Miro lánguidamente por la
ventana, observando la enorme extensión de tierra pasar junto a mí.
—Chicos, no tenían que hacer esto —menciono.
—Por supuesto que teníamos —contesta Bradley—. Will nos habló de la imagen.
Suena que vas a enloquecer.
—No estoy loca.
Bradley sigue hablando como si yo no hubiese dicho nada:
—Si sigues así, Ian y yo vamos a llevarte a Fairfax.
Está bromeando, pero me siento recta. Fairfax es un psiquiátrico en McLen.
Todo el mundo lo conoce, pero nunca se menciona. Cualquiera que tenga un familiar
ahí simplemente dice que están “fuera”. Como si fuese un retiro o un campamento
de adultos.
De niños cuando pasábamos por allí, yo miraría por la ventana e intentaba ver
si podía divisar a alguien. Una vez, tuve suerte y vi a varios pacientes sentados bajo
un roble. Las enfermeras vigilando como madres observando a sus hijos en el parque.
Todo parecía muy normal. Hasta que vi a varios pacientes con batas de hospital.
Estropeó toda la imagen.
Han pasado años desde que he visto el lugar, pero todavía me aterroriza.
—La esposa de Lachlan está ahí —informa Ian.
Un escalofrío me atraviesa y no es por la mención del buen amigo de mis
hermanos, Lachlan Halstead. Es el pensamiento de su esposa, Naomi. Todos éramos
vecinos. La familia de Lachlan vivía a la izquierda. Los Carradine, la familia de
Naomi, estaba en el medio, y nuestra tierra estaba a la derecha. Yo tenía casi la edad
de Naomi, pero no sabía nada de ella. Creciendo, ella se escondía en su casa. Era hija
única y estudiaba en casa. Las únicas veces que la vi fueron cuando montaba su
caballo o durante algunas cenas a las que sus padres nos invitaron. Todo el mundo
destacaría que era una niña callada pero amable. Pero había algo extraño. Para mí,
era la mirada en sus ojos. No te miraba a ti sino dentro de ti. Siempre me ponía
nerviosa.
—No estoy loca —repito más alto.
—Te das cuenta de que eso es lo que dicen los locos, ¿verdad? —se mofa Ian. 232
—¡Lo digo en serio!
Están bromeando. Están bromeando. ¡Están bromeando! El corazón me está
latiendo con fuerza porque nunca he pensado mucho en cómo reaccionaría mi
familia a todo lo que ha sucedido. Automáticamente asumí que confiarían en que lo
que les estaba diciendo era verdad.
Ahora tengo claro que la gente que más quiero no me creerá. Y si intento
decirles la verdad, podría haber repercusiones reales. ¿Realmente me llevarían a un
lugar como Fairfax? Probablemente no. Pero nunca se sabe.
—Llama a mamá y dile que esconda los cuchillos —le dice Ian de forma jocosa
a Bradley. Él aparta una mano del volante e imita el movimiento del apuñalamiento.
Inclinándome hacia delante, le golpeo en el hombro.
—Venga. Déjenlo ya.
Ambos se ríen. Yo no lo hago.
—Estamos bromeando —asegura Ian—. Sabes que no pensamos eso de ti.
—¿Si no lo pensasen entonces por qué vinieron por mí?
Ian se gira en su asiento.
—Dínoslo tú. ¿Cuál es la verdadera razón por la que hicimos este repentino
viaje?
Él sabe que sucedió algo entre Will y yo. Por supuesto que lo hace. La
explicación de Will como mucho fue débil. Mis hermanos lo verían inmediatamente.
Confío en ellos lo suficiente como para mantener cualquier cosa que diga en la
estricta confidencialidad, pero si comienzo a hablar sobre Will y yo, tengo miedo de
que rápidamente me dirigiré hacia el camino de Étienne y yo. Y no quiero añadir otro
nombre a la lista de gente que no me cree.
Si hay algo que aprender de confesarle la verdad a Liz y a Will, es que tengo que
observar todo lo que digo de aquí en adelante.
—¿Verdadera razón? —Arrugo la nariz—. No sé adónde vamos con esto.
—Sí que lo sabes —asegura Ian, mirándome cuidadosamente—. He esperado a
que me digas la verdad durante la pasada hora, pero nunca lo hiciste. Así que ahora
estoy preguntando.
Si soy molesta, entonces Ian es absolutamente testarudo. No cederá hasta que
le responda. De verdad.
—No hay nada que decir. —Me miro las manos—. Will y yo simplemente
acabamos con nuestro compromiso.
Ian me mira con incredulidad. Incluso Bradley me mira desde el espejo
retrovisor.
—¿Estás bromeando? —cuestiona Ian.
Alzo la mano derecha y meneo los dedos, mostrando mi dedo ahora sin anillo.
Silba. 233
—¿Se lo dirás a mamá?
—No. No todavía. Además, decírselo a mamá es la menor de mis
preocupaciones.
Bradley resopla, lo que lleva mi atención a él.
—Desde que me han hecho algunas preguntas duras, lo justo es que haga lo
mismo —menciono.
—Técnicamente, fue Ian quién preguntó sobre Will.
Ignoro las palabras de Bradley.
—No importa. —Apoyando los codos en las rodillas, miro a Bradley—. ¿Por qué
estás tan malhumorado?
—No estoy malhumorado.
—Bueno, ciertamente no eres tu yo normal. ¿Qué sucede?
Ian me hace un gesto de que lo deje.
Frunzo el ceño hacia él y vocalizo:
—¿Qué?
Él susurra:
—Hablaremos de ello más tarde. ¿De acuerdo?
Juzgando por la forma en que Bradley aprieta la mandíbula, sé que escuchó a
Ian. Puede que yo haya dormido la mitad del viaje, pero los momentos que he estado
despierta, he sentido la tensión emanando de Bradley. Bromea con Ian, pero su
corazón no está en ello. Cuando cree que nadie le está mirando, aprieta los labios en
una fina línea y su mirada se endurece. ¿Qué le sucedió a mi hermano para hacerle
sentir así?
—De cualquier modo —digo, desesperada por cambiar de tema—, ¿cómo han
estado mamá y papá?
—Bien, bien —contesta Ian—. Estarán contentos de verte.
—¿Saben que estoy yendo?
—Por supuesto. Antes de irnos les dijimos que íbamos a recogerte. Estoy seguro
de que mamá está mirando por la ventana del frente con todas las luces del porche
encendidas.
Mirando el reloj en el salpicadero veo que son las once menos cuarto.
Suspirando, me reclino en el asiento. No es que quiera evitar a mis padres. Solo estoy
agotada y necesito pensar en lo que voy a decirles cuando pregunten qué me lleva a
casa y por qué Will no vendrá.
Entramos en las afueras de la ciudad y parte de mí quiere suspirar de alivio.
Con todo lo que ha sucedido, reconociendo todo a mi alrededor se siente bien. Ian
podía taparme los ojos y decirme que condujese el resto de camino a casa y podría.
Comparado con Arlington, McLean tiene la sensación de ciudad pequeña. Una
ciudad pequeña con casas de lujo y residentes que tienen más dinero que Dios, se
enorgullecen de su comportamiento elitista y siempre tienen un aire de seriedad
234
rodeándolos. Mis padres se codean con la mayoría de los residentes.
Creciendo, mis hermanos y yo fuimos al Potomac School, una escuela
disciplinada de duros profesores. Considero que salir con vida como uno de mis
mejores logros.
—¿Echas de menos McLean? —cuestiona Ian.
—¿Echo de menos McLean? —murmuro—. Echo de menos conocer cada calle y
los recuerdos que tengo aquí. Pero no, no echo de menos McLean. Formé una vida
en Greensburg. —E incluso una en Charleston.
Las farolas iluminan las tiendas ahora cerradas y las pocas cadenas de comida
rápida abiertas. Pasamos numerosas subdivisiones, el tráfico volviéndose
lentamente escaso hasta que la carretera se convierte en dos líneas.
Bradley gira hacia nuestra carretera y pone las luces altas. Esa es la ventaja de
vivir en el campo. Estás lo suficientemente cerca de la ciudad en caso de que necesites
algo, pero donde no estás agobiado por la pesada congestión de tráfico y la gente,
puedes escapar. Olvidé cuánto echaba eso de menos hasta que estoy viendo el espacio
abierto a mi alrededor. Aunque está completamente oscuro, conozco el terreno. Las
cunetas flanqueando la carretera son raramente, si alguna vez, cortadas. Los bosques
a kilómetro y medio detrás de nuestra casa viajan por la tierra de los Carradine y
alcanza la propiedad de los Halstead.
Bradley gira en nuestro camino de entrada y se detiene para poner el código de
entrada. Las verjas de hierro se abren lentamente y pasamos bajo el arco con el
nombre RAVENWOOD mostrado con orgullo para cualquiera que pase.
Ian puede haber estado bromeando cuando dijo que las luces del porche
estarían encendidas, pero estaba completamente en lo cierto. Toda la casa está
iluminada, como si fuesen las seis de la tarde en lugar de las once.
—Hogar dulce hogar —dice Bradley secamente mientras salimos del auto.
Al unísono gemimos con alivio al estar fuera del auto. El aire frío es un alivio
bienvenido. Respiro profundamente y cierro los ojos. Por primera vez en semanas,
siento un poco de mí misma volviendo a su lugar.
—¿Vas a entrar?
Abriendo los ojos, encuentro a Ian y Bradley mirándome a la expectativa, con
mis maletas a sus hombros.
—Sí. Estoy contenta de estar en casa.
—Bueno, mientras recuerdas viejos tiempos, voy a dejar tus maletas en tu
habitación y a orinar —murmura Bradley antes de que se dirija a la puerta, Ian detrás
de él.
Los sigo, admirando la casa que ha estado en nuestra familia durante… bueno,
siempre. Es todo lo que siempre he conocido. La gran y exorbitante casa de dos pisos
de mi familia permanece orgullosa contra el amargo clima de invierno. Cuatro
enormes pilares preparados al frente de la casa soportan la barandilla que viaja a lo 235
largo del segundo piso. Entre las persianas negras están las largas ventanas
brillantes.
Siempre he estado atraída por la belleza de esta casa, y orgullosa de que mi
familia haya mantenido y controlado Ravenwood tanto como lo hemos hecho. Junto
con la casa, la granja también fue establecida hace unos cien años. La granja de
nuestra familia rápidamente se convirtió en la granja más prestigiosa de
entrenamiento, cría y carreras de Virginia. Nuestro nombre es conocido en los
círculos de carreras y nos da la ventaja de tener acceso a solo los mejores caballos.
—¿Serene? ¿Qué haces todavía ahí fuera? —En la puerta permanece mi madre,
la luz del vestíbulo vertiéndose a su alrededor.
Con los brazos cruzados, me apresuro por la calzada, luego abrazo a mi madre.
Por un segundo me permito relajarme, cerrar los ojos y tomar un profundo aliento.
Ella todavía huele a jabón y lilas, una combinación reconfortante de mi infancia. Me
recuerda que, aunque mi vida ha sido puesta patas arriba, algunas cosas permanecen
igual. No importa lo viejo que seas, hay veces que todo lo que necesitas es un buen
abrazo de tus padres para hacerte sentir como si lo que estuvieses atravesando
pudiese ser reparado.
Cuando mamá se aparta, veo la preocupación en su rostro. Sé que mis
hermanos no dirán una palabra sobre el final de mi compromiso, pero mi madre no
es tonta, rápidamente averiguará la verdad. ¿Cómo reaccionará cuando le diga que
no hay boda? ¿Estará enfadada o me apoyará? Espero que sea lo último, porque es
mi madre.
—¿Cómo estuvo el viaje? —pregunta ella mientras nos lleva al calor de la casa.
—Incómodo —interviene Ian antes de que yo pueda contestar.
Mamá me mira en busca de confirmación. Me encojo de hombros.
—Creo que pasó rápido.
—No eras la que conducía —murmura Ian antes de caminar por el pasillo,
probablemente hacia la cocina.
—Tampoco tú —me quejo.
Él alza una mano en el aire y sigue caminando.
Antes de que seamos interrumpidas de nuevo, la enfrento.
—Sé que quieres hablar y que nos pongamos al día, pero estoy agotada.
Y es la verdad. Desde que regresé a casa el sueño me ha esquivado. Incluso
cuando estoy muy cansada y los ojos se me cierran constantemente, permanezco
despierta. Mi mente parece no dejar de dar vueltas. Pero el agotamiento finalmente
se está haciendo cargo.
Pequeñas arrugas se muestras en su frente cuando frunce el ceño.
—Oh. Estaba esperando que tuviésemos una pequeña charla antes de que
fueses a la cama. —La decepción empaña las palabras de mi madre. Me aprieta
ligeramente el brazo—. Bueno, nos pondremos al día en el desayuno.
Le doy una sonrisa inestable.
236
—Por supuesto.
Siento una punzada de culpa. Mi madre es una de las personas más amables y
comprensivas que conozco. Fue cuidadora y aun así firme con mis hermanos y
conmigo.
Con su nariz pequeña y respingona, pómulos afilados, cabello dorado con
mechones pelirrojos y una piel sin pecas (eso puede o no que sea gracias a la ayuda
de la cirugía plástica), Kate Parow se parece más a mi hermana mayor que a mi
madre.
Esos amables ojos me están mirando pacientemente y me encuentro cediendo.
No digas una palabra, me advierte mi mente.
—Hola, niña.
Ante el sonido de la voz de mi padre, me giro y sonrío. Hay tanto que quiero
decirle. Y tanto que no puedo. En cambio, le doy una sonrisa brillante. No ha
cambiado en absoluto. Su cabello se está volviendo gris. Es de estatura media y
delgado, pero en broma dice que, si sigue comiendo dulces, lo atrapará. Ha tenido
los mismos lentes los pasados diez años. Cada vez que se las quita, la parte superior
de su nariz está roja. Ian es el que más se parece a papá, pero yo tengo sus ojos.
Papá me da un abrazo lateral antes de mirarme rápidamente.
—Es bueno verte.
—A ti también.
Mis hermanos regresan al vestíbulo, y todos comienzan a hablar a la vez. El
sonido de sus voces es casi tan tranquilizador como el abrazo de mi madre. Me
encuentro bostezando repetidamente y queriendo acurrucarme en el sofá más
cercano.
—Creo que vamos a dejar a la Bella Durmiente con toda nuestra charla.
Tengo tanto sueño que solo puedo mascullar. Papá se ríe.
—Creo que voy a irme a la cama. Apenas puedo mantener los ojos abiertos —
digo, señalando la frase con un gran bostezo.
Murmuro una despedida a todo el mundo, tomo la mochila más cercana y me
dirijo escaleras arriba. Ni siquiera estoy fuera del alcance cuando los escucho
murmurar sobre mí y mi comportamiento de camino aquí.
Estoy demasiado cansada para que me importe.
Entro en mi habitación de la infancia sin molestarme en encender las luces y
me dejo caer bocabajo en mi cama.
He suspendido mi boda.
Mi situación de vivienda está en el aire.
No me hablo con mi mejor amiga y socia de negocios. Y no estoy cerca de
encontrar una forma de regresar con Étienne.
No tengo idea de lo que traerá el mañana, pero no puedo rendirme, aunque las
237
probabilidades estén en mi contra.
Étienne

—N
ecesito que todos permanezcan perfectamente quietos —
exige Nat.
Tapándome los ojos con la mano, miro en dirección
a Nat y observo mientras instala su cámara.
—¿Cuánto tiempo más tomará esto?
No hace mucho, ella me confió que había hablado con Serene sobre su deseo de
comprar una Vest Pocket Kodak. Eso fue todo lo que necesité escuchar e
inmediatamente compré una para ella.
—Unos minutos. Sé paciente —responde Nat mientras maneja hábilmente el
costoso equipo. 238
Desde que compré la cámara, ha estado usándola constantemente, tomando
fotos de la propiedad y el personal como práctica. Verla tener más confianza con cada
uso ha sido mi única alegría desde que se fue Serene.
Ha pasado una semana desde que Serene desapareció. Estoy empezando a
odiar esa palabra, pero es la única manera de decirlo. Un minuto estaba allí. En mis
brazos. En mi cama. Y al siguiente, se había ido, arrebatada de mí.
Puf.
Para nunca ser vista otra vez.
Y culpo al tiempo. Es un ladrón que la robó de mí.
He hecho todo lo que estaba en mi poder para encontrarla, pero no puedo ir
contra el tiempo. Todo lo que tengo es la esperanza de que vuelva.
—Nat, si continúo sonriendo así, me temo que mi rostro se va a cementar en
esta posición —dice Livingston por la comisura de su boca.
—Paciencia —dice Asa, inclinándose a mi alrededor para ver mejor a
Livingston—. Se está tomando su tiempo.
—Se ha estado tomando su tiempo todo el día, cargando esa película, y estoy
empezando a acalorarme debajo de este cuello.
—¿Por qué? ¿Porque está disfrutando de su cámara y esto te lleva la mitad del
día?
—Precisamente.
Asa se ríe y se cruza de brazos mientras se inclina contra el pilar de ladrillo.
—Sé honesto contigo mismo. No estabas haciendo nada importante de todos
modos.
Descansando sus brazos sobre sus rodillas, Livingston gruñe antes de mirar a
Edward a su izquierda, luego a Asa, y finalmente a mí.
—Estoy confundido.
Edward se inclina hacia adelante.
—¿Por?
—Bueno, tú, Asa, y yo estamos vestidos como caballeros. Étienne se ve… como
un pordiosero.
—La observación de tu hermano es convincente —comenta Asa—. No te ves…
—Me lanza una mirada superficial—. Bien.
Toco mi vello facial. No me he afeitado desde que Serene se fue. ¿Y mi ropa?
Bajo la mirada. Necesito cambiarme la camisa, pero he estado pasando las últimas
noches en mi oficina y simplemente me he quedado dormido en mi escritorio,
intentando hacer algo de trabajo. Debo admitir que no he dedicado mucho tiempo a
mi apariencia. En comparación con mi hermano, Edward y Asa, parezco un
vagabundo. No podría importarme menos
—Hermano, no temas pedirle a tu criado que recoja la afeitadora y te limpie un
poco. Si Serene te ve así, saldrá corriendo.
239
Si mi Serene me viera así, no lo pensaría dos veces.
Cuando se fue, le dije a Livingston, a Nat y a sus padres suplentes que Serene
decidió tomarse unas vacaciones improvisadas en Nueva York. No pareció
sorprender a nadie, teniendo en cuenta que la Vieja Serene tenía un profundo amor
por Nueva York e intentaba visitarla cada vez que podía.
Pero más temprano que tarde, Serene tendrá que volver a casa. ¿Qué digo
entonces? Necesito confiar en Livingston y decirle la verdad. Que hay una gran
posibilidad que nunca regrese. Pero no ahora. En este momento, si tengo que
extender las “vacaciones” de Serene diciendo que decidió hacer una gira por toda
Europa, lo haré. Cualquier cosa para comprar algo de tiempo.
—Está bien —anuncia Nat alegremente—, estoy lista. Ahora todos me miran,
por favor.
—Con mucho gusto —murmura Livingston antes de pegar su sonrisa de
megavatios.
Edward y Asa están frente a la cámara, sus espaldas descansando contra los
pilares. Obstinadamente, miro a la cámara. No sonriendo como Livingston. O
posando como Edward y Asa. Solo estoy… ahí. Y solo estoy aquí porque amo a mi
hermana y me pidió que hiciera esto.
Levanta la cabeza y me mira con preocupación. Nat sabe que algo está mal. Es
feliz y siempre optimista, pero es mucho más astuta de lo que ninguno de nosotros
le damos crédito. Nuestros ojos se mantienen durante unos segundos antes de
suspirar y mirar a través del pequeño visor.
Alzando su mano, chasquea los dedos.
—Todos me miran. —Con ayuda de los dedos cuenta hacia atrás desde tres y
toma la foto. Una vez más, me mira. Esta vez, con impaciencia—. Étienne, ¿puedes
intentar sonreír?
—No.
—¿Por favor? —Me da una sonrisa optimista.
—Esto es todo lo que me estás sacando, Nat.
Sus hombros caen.
—Bien. Puedes irte. El resto de ustedes, quédense.
Antes que ella pueda terminar, estoy subiendo los escalones, dirigiéndome
hacia la entrada para una caminata muy necesaria. Necesito aclarar mi mente.
Detrás de mí, Livingston se queja.
—Oh, Dios, ¿por qué siento que voy a estar aquí todo el día?
Es solo hasta que estoy a mitad de camino, que me doy cuenta que me tomé la
foto que Serene afirmó haber encontrado en su época.

240
Esa noche, miro las llamas que lamen la superficie de la madera cortada. Muevo
los hombros, tratando de ignorar la tensión que se acumula allí. Detrás de mí, la
puerta se abre. Me vuelvo para ver a Livingston.
Su expresión es sombría, sin embargo, todavía pregunto:
—¿Nat terminó con su sesión de fotos?
Livingston va directamente al aparador y se sirve una bebida.
—Hace aproximadamente quince minutos, felizmente se quedó sin película. —
Drena el líquido ámbar de un trago y vierte un poco más.
Sonrío y miro las llamas. Livingston está extrañamente callado. A pesar que
parece indiferente mientras se acerca, sé que quiere hablar de algo.
Espero pacientemente
Descansando su brazo sobre la repisa de la chimenea, Livingston agita su
bebida.
—Serene no está en Nueva York, ¿verdad?
—No. No está allá.
Se inclina.
—Entonces ¿a dónde fue?
No me atrevo.
—No lo sé.
—¿Tuvieron una de sus peleas y se fue?
Agudamente, miro a mi hermano.
—No. No peleamos.
—¿Y entonces qué pasó?
—Si te lo dijera, no me creerías.
Todo el tiempo que Serene estuvo aquí, guardé el secreto de su viaje en el
tiempo porque quería protegerla. Nadie le creería, y es una maravilla que yo lo
hiciera. Desde que se fue, la idea de confesar la verdad ha cruzado mi mente más de
una vez. Sin embargo, siempre me contengo, porque no quiero que nadie dispute la
llegada de Serene a mi vida.
No la inventé. El hecho de que la Vieja Serene no haya regresado solo solidifica
que Serene sí existe. Para mí, también es una señal de que mi Serene cambió algo en
esta época.
O tal vez lo hicimos. Quizás en el momento en que dejé a Serene entrar a mi
cama, el pasado y el futuro colisionaron y todo cambió irrevocablemente.
Colocando su bebida sobre la repisa de la chimenea, Livingston me da una
palmada firme en el hombro.
—Pruébame, Étienne. Soy tu hermano y puedes decirme cualquier cosa.
241
Tal vez es el agotamiento lo que disminuye mis defensas, o tal vez la carga de
llevar este peso sobre mis hombros me hace rendirme. De cualquier manera, abro
mi boca y le cuento todo a mi hermano, desde el principio hasta la última vez que vi
a Serene.
Me mira, perplejo. Niega.
—¿Estás tratando de decirme que Serene es del futuro?
—Sí, 2017. Y no me esforzaré en explicarte. Esforzarme implica que necesito
convencerte, y no voy a hacer eso. Solo necesitaba sacar la verdad de mi pecho.
—Comprendes que tu verdad está más allá de los límites de la posibilidad,
¿verdad?
—Sí, es por eso que nunca te lo dije.
Abruptamente, Livingston me da la espalda. No dice una palabra mientras
camina por mi oficina. Con la cabeza gacha y las cejas fruncidas, sé que está sumido
en sus pensamientos. Acepto que me va a declarar loco. Ya dijo que lo que he dicho
es imposible.
Pero luego me enfrenta.
—Serene ha estado actuando de manera extraña estas últimas semanas.
Contengo la respiración, sin atreverme a interrumpirlo.
—Era más amable con el personal. Sus frívolas veladas se detuvieron. Y aún
mejor, ustedes parecían estar avanzando. Naturalmente, asumí que le daban una
oportunidad a su relación —bufa—. Sin embargo, en todos los años que he conocido
a Serene, nunca se comportó de esa manera. —Mi hermano se adelanta, sin sonreír
mientras me mira a los ojos—. Eres mi hermano. Puede que me arrepienta de esto
más adelante, pero ahora mismo, creo lo que estás diciendo.
Por primera vez en días, una sonrisa genuina se extiende por mis labios.
Antes que pueda pronunciar una palabra, Livingston levanta una mano.
—Pero esto no puede salir de tu oficina. Así como Serene tuvo la suerte que le
creyeras, lo mismo se aplica para ti. Tus amigos y colegas no serán tan comprensivos.
—Estoy de acuerdo.
—Hasta que logres —me mira—, controlarte a ti mismo, quizás sea mejor si no
trabajas tanto.
De todas las cosas que esperaba que dijera, eso fue lo último que pensé.
—Eso no sería lo mejor.
—Étienne, incluso puedo ver que no estás enfocado en el trabajo.
Tiene razón, y lo sé. Antes que apareciera Serene, amaba mi trabajo. Podría ir
a trabajar y sumergirme en cada inversión. Tenía todo el poder. La gente confiaba en
mis pensamientos y opiniones.
Pero ahora no puedo enfocarme en una sola cosa.
Camino hacia mi escritorio. Por lo general, está organizado, pero ahora el 242
papeleo está diseminado. Es un desastre. Pongo las palmas sobre la superficie
desordenada, encorvo mis hombros y respiro profundo.
—¿Qué sugieres que haga?
—Lo único que puedes hacer. Seguir adelante.
Girando mi cuerpo, miro a Livingston.
—¿Seguir adelante?
—Por supuesto. —Livingston levanta sus manos en el aire—. Dios mío, ha
pasado una semana. Las posibilidades de que vuelva son bajas. Cuanto más rápido
lo aceptes, más rápido podrás avanzar. Y seguir es lo que tienes que hacer porque no
puedes continuar como estás.
No respondo porque, en el fondo, sabía que se había ido. Puedo sentirlo en mis
huesos, un vacío que nunca antes había sentido. Ha dejado mi tiempo. Desapareció
de mis manos y dejó rastros de su aroma y recuerdos de su risa y cuerpo.
¿Pero seguir adelante y renunciar a la posibilidad de que regrese? No es una
opción.
Me río sin humor.
—No entiendes. Nunca lo harás.
—Puedo decir que estás furioso conmigo, pero quiero que seas feliz.
No respondo.
—Hay otras…
—Ni siquiera lo digas.
—¿Por qué no? ¡Alguien debería hacerlo!
—No habrá nadie más.
—¿Por qué no?
—Porque no. —Apretando los ojos cerrados, froto el puente de mi nariz antes
de imitar las acciones de Livingston y servirme un trago. Mi nueva relación con el
brandy es lo único que me mantiene dócil. Quiero que el dolor se vaya. Quiero que
los recuerdos desaparezcan. Quiero silenciar todas las preguntas que pasan por mi
cabeza—. Serene tiene un corazón obstinado, y tengo una mente obstinada.
Encajamos. La amo, porque ninguno de nosotros sabe cómo rendirse.
—Y aunque ese es un rasgo que algunos podrían admirar, podría ser tu
perdición. Debes aceptar que nunca volverás a ver a Serene.
—Nunca lo aceptaré. —Para mí, no es una opción. Amo el tiempo que Serene
me dio, no el que la vida me dio. Amo a la persona que vino a mí cuando más la
necesitaba. Mi devoción a sus fronteras es patológica—. Ella regresará.
—Pero ¿qué pasa si ella…?
—¡Dije que volverá!
—¡Tienes que aceptar la posibilidad de que no lo haga!
Lo que dice Livingston es demasiado para mí. Con mis manos en las caderas,
243
camino por la habitación. Nadie entenderá cómo me siento. Sé que puedo
encontrarla y sé que estoy cerca de encontrar la solución. Simplemente no puedo
alcanzarla.
—¿Por qué no salimos? A tomar un trago, ¿eh? —Livingston intenta poner una
mano en mi hombro, pero lo ignoro e ignoro su sugerencia—. Necesitas controlarte.
Mírate. Eres un desastre.
—Por favor, vete.
—Étie…
Girando, apunto a la puerta.
—¡Vete!
Mi hermano se tapa la boca con la mano y se frota la mandíbula. Retrocede y se
encoge de hombros.
—Bien.
La puerta se cierra detrás de él. Y a pesar que se ha ido, sus palabras
permanecen, rodeándome, asfixiándome.
He empezado a perder la cabeza y no tengo idea de qué hacer.
En un ataque de ira, lanzo mi vaso vacío contra la pared. Se rompe en miles de
pequeñas piezas que ensucian el piso. Me río porque la habitación se parece a los
escombros de mi vida. Coloco mis palmas contra la pared y cierro los ojos, respirando
profundamente. Necesito controlarme.
Camino de regreso a mi escritorio y suspiro fuertemente mientras me siento.
Hay una pila de papeles frente a mí. Si reviso toda la pila, me tomará toda la noche.
Pero no es como si fuera a la cama pronto. Bien podría hacer un poco de trabajo.
Metódicamente, apilo la documentación que necesita mi firma, y cuando
termino, me desplazo a los archivos que necesitan ser leídos. Necesito más tiempo
para eso. Los aparto y sigo limpiando mi escritorio hasta que finalmente puedo ver
la superficie. Dios mío, solo ha pasado una semana. ¿Cómo se vería mi escritorio
después de un mes?
Me estremezco de solo pensarlo.
Son cerca de las tres de la mañana cuando veo el libro negro en el medio de mi
escritorio. Arrugo la frente; este es el tipo de libro que mis contadores usan, no yo.
Hojeo páginas y páginas de números. Todo lo que se necesita es cuestión de
segundos para darse cuenta que este es el libro auxiliar de la empresa. Este libro
tiene un saldo actualizado y correcto de la cuenta de la empresa. Detalla todo el
dinero que entra y sale de mi compañía. Hay ganancias y disminuciones en las
existencias. Todo parece estar en orden, pero en la última página, algo me llama la
atención. Reviso dos veces y agarro mis gafas para ver mejor. Después de unos
segundos, me quito las gafas y me froto las sienes. He estado equivocado todo el
tiempo.
Serene tenía razón. 244
He sido traicionado.
P
or enésima vez, echo un vistazo a mi reloj. Es la 13:23 de la tarde en la
víspera de Navidad. ¿Es víspera de Navidad para Étienne? No lo sé. De
cualquier manera, apuesto a que está enfocado en su trabajo. Puedo
imaginármelo encorvado sobre su escritorio, revisando el papeleo, con
las gafas colocadas sobre su nariz. A las cinco en punto, saldría y se iría a casa a
Belgrave.
¿La Vieja Serene estará reemplazándome? ¿Estará de vuelta en su matrimonio
sin amor? El pensamiento me llena de una envidia tan poderosa que mis manos se
cierran en puños. Ella no puede tenerlo. Yo debería estar viviendo su vida con el
hombre que amo. La parte más cruel de todo esto es que me estoy obsesionando con
alguien que ni siquiera está vivo.
—¿Serene?
Mis pestañas se agitan rápidamente cuando alejo mis oscuros pensamientos y
me concentro en mi madre. Está de pie detrás de la isla de la cocina; apareciéndole
líneas entre sus cejas fruncidas mientras me mira fijamente. Hemos tenido una
pequeña conversación desde esta mañana, pero sé que simplemente está esperando
que comente sobre lo que pasó con Will. Sus ojos siguen dirigiéndose a mi dedo
anular ahora vacío. 245
—Lo siento —digo—. ¿Qué dijiste?
Suspira.
—Estaba diciendo que tengo que subir al ático y bajar el resto de las
decoraciones navideñas antes de mañana y necesito tu ayuda.
Me doy vuelta y miro la habitación familiar que está decorada de punta en
blanco con oropel, luces, santas y ángeles. No hay forma posible en que pueda colocar
más decoraciones en la casa. Sé que mi escepticismo está escrito en mi cara porque
me da una mirada severa.
—Mamá, la casa se ve como las páginas 3-7 en el Catálogo de Navidad de Pottery
Barn.
—Necesito conseguir los manteles y las decoraciones para el comedor. Los
familiares de fuera de la ciudad estarán aquí mañana —explica.
Le doy un mordisco a mi sándwich.
—¿Cuántos?
Se encoge de hombros y sigue limpiando los mostradores.
—Alrededor de quince.
Sofoco un gemido y mantengo mi boca cerrada; sé cuánto ama mamá
entretener.
—Por supuesto. Te ayudaré
—Fantástico. —Se para y aplaude—. Empecemos.
—Espera, ¿te refieres ahora mismo?
—¿Por qué no? ¿Hay algo más que tengas que hacer?
—Bueno, no. Pero…
—Vamos, cariño. Sin excusas. Vamos a terminar con esto.
Sale de la cocina hacia las escaleras. A regañadientes, la sigo.

Los áticos me asustan.


Es la sensación ominosa que no puedo ponerme en pie. He estado aquí dos
veces. Ambas estuvimos con mis hermanos cuando éramos niños. Querían husmear
y jugar, y yo estaba congelada en el lugar, mirando las cajas apiladas al azar. Los
muebles que parecían haber visto días mejores estaban presionados contra las
paredes, y lo que parecía ser excrementos de ratón se esparcía alrededor de mis pies.
Nuestra madre se enteró de nuestras visitas y nos dijo que era peligroso estar
allí. Nunca cuestioné sus palabras.
Regresando aquí ahora, después de todos estos años, puedo ver que no ha 246
cambiado mucho. Solo se ha añadido más basura.
—Mamá... —Miro a mi alrededor al pequeño espacio con incredulidad—. Creo
que eres una acumuladora.
Deja de hurgar en los contenedores de plástico el tiempo suficiente para poner
los ojos en blanco.
—Sé que se ve mal.
—No, no se ve mal. Es malo.
—Admito que no está tan organizado como me gustaría. Pero no es como si
tuviera cenas aquí, así que creo que estoy bien. Piensa en esto como una aventura
divertida; amas las antigüedades y la historia. Deberías estar eufórica de pasar por
todo esto.
Tiene un punto. Pero por lo general, cuando separo las cajas de los mercados
de pulgas o voy a las ventas de propiedades o subastas, no se guardan en pequeños
áticos.
—¿Cuándo adquiriste todas estas cosas?
—Cuando la madre de tu padre murió. Su hermana afirmó que no quería las
cosas, dijo que no tenía el espacio. —Mamá dice las dos últimas palabras con citas
aéreas antes de sorber y alejarse—. Sin embargo, ahora estoy atascada con toda esta
basura.
—Apúntame en dirección a las antigüedades.
—Están por allí —responde mamá, lanzando una mano hacia la derecha.
Supongo que se refiere a los viejos baúles de cuero apilados por un aparador
roto que estoy bastante segura que una vez estuvo en una de las habitaciones de mi
hermano. Con cuidado me muevo en esa dirección. Paso por un espejo de diseño
floral roto y dorado, un cochecito de bebé en el que estoy bastante segura de haber
visto fotografiado a mi padre y una pila de cajas variadas.
Con ambas manos, quito el polvo de la parte superior del baúl. En la esquina
derecha hay algunas letras. Entrecerrando los ojos, me asomo más cerca.
—¿Qué significa T.A.P.?
Mamá no levanta la vista de la caja que está frente a ella.
—¿Quién sabe? Probablemente alguien de la familia de tu padre.
Hubo una vez un seguro en este baúl, pero se ha ido hace mucho tiempo.
Probablemente arrancado por su antiguo dueño o simplemente se deshizo por el
desgaste. Abrir el baúl trae una avalancha de polvo y un olor mohoso que me hace
toser.
El baúl contiene ropa vieja, libros viejos y una pila de fotos con una cinta negra
que las mantiene unidas. No puedo evitar que mi corazón se acelere cuando desato
la cinta. Mi foto de Étienne se ha ido para siempre, pero tener la oportunidad de ver
fotos del pasado siempre es emocionante para mí. Me siento en el suelo polvoriento,
cruzo las piernas y hojeo las fotos. Las primeras son de papá y su hermana; eso me 247
hace sonreír, luego hay mucha gente que nunca he visto antes. Llego al final,
sintiéndome decepcionada.
Me meto de nuevo en el baúl y saco una biblia polvorienta. Es un cuero
encuadernado, una biblia versión King James con la columna vertebral lista para
desmoronarse. Abro la primera página y veo la inscripción:
—Se presenta esta Santa Biblia a. —En finas letras cursivas está el nombre de
Clara Beckett Parow. Debajo de eso, está la fecha: 8 de septiembre de 1912.
Rápidamente hojeo las páginas, sin esperar encontrar nada, una imagen cae en
mi regazo. Resaltado en la delgada página donde encontré la imagen está el verso
Éxodo 34:7.
—Que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y
el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la
iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera
y cuarta generación.
Escrito en el lado, cerca del verso, están las iniciales E.G.H y el año 1913. La
escritura está subrayada tres veces. Quien haya subrayado esas iniciales presionó el
lápiz con tanta fuerza que atravesaron la página.
Leo y releo las escrituras. Cada vez, erizándome la piel.
Con manos temblorosas, levanto la foto y la observo cuidadosamente.
No hay nada especial en ella. Es una foto en blanco y negro de una pareja
tomada de la mano. Sus espaldas están hacia la cámara, pero la mujer se gira y sonríe
a la cámara. Con su mano libre, ella retiene su cabello para evitar que le golpee la
cara. Es pequeña con el cabello oscuro y una gran sonrisa. Mis ojos, sin embargo, son
atraídos por el hombre. Algo en el conjunto de sus hombros me da una sensación
grande de déjà vù. He visto a este hombre antes, y creo que sé quién es.
Con impaciencia, me acerco a mamá. Está hundida en un mar de guirnaldas
enredadas. Tengo que empujarla para llamar su atención y empujar la foto frente a
ella.
—¿Quién es éste?
Mamá entrecierra los ojos ante la foto.
—Mmm...
Me tiemblan tanto las manos que es imposible mantenerlas quietas. Mamá
permanece en silencio, y se necesita toda mi fuerza de voluntad para no acercarme y
sacudirla por la respuesta.
—Sabes, creo que ese es tu tatarabuelo.
—¿Cuál es su nombre?
—Theodore Parow. Si recuerdo correctamente, todos solían llamarlo Teddy.
—¿Hay más fotos suyas?
—No que yo supiese. Tu padre me dijo que conoció a Teddy una vez y que era
muy reservado. No le gustaba ser fotografiado demasiado. Pero estoy segura que hay
algunas más en alguna parte.
248
He oído que la gente es tímida con la cámara, pero ¿solo le han tomado una
foto? Maldita sea, es casi imposible, incluso en su tiempo. Doy la vuelta a la foto y
veo las mismas iniciales grabadas en el maletero. Debajo está la fecha 8 de
septiembre de 1912.
Cuando era más joven, mi madre me dijo que, si sentía un instinto, no podía
equivocarme. Si algo se siente mal, es porque lo es. Si algo se siente bien, es porque
lo es. Y ahora mismo, mi instinto me dice que esta imagen es un enlace a Étienne.
Suena poco convincente, incluso para mí, pero no puedo ignorar la corazonada.
—¿Cómo es que acabo de ver esto? —pregunto.
—Porque ha estado aquí por años. —Mamá arrebata la foto de mis manos.
Extiendo la mano por ella, pero no se da cuenta—. Sabes, él tiene una historia
fascinante.
—¿Cómo es eso?
Con la foto en sus manos, se sienta en una caja de leche. Agarro una y me siento
a su lado.
—Vino de la nada. Su padre falleció a una edad temprana, y fueron solo él y su
madre. En aquel entonces, los empleos que las mujeres podían tomar eran limitados.
Ella era costurera, así que él tenía que traer dinero. Hizo trabajos ocasionales aquí y
allá, pero nunca dejó de trabajar.
—¿Cuál era el nombre de su madre?
—Sabes, no estoy segura. No creo que tu padre esté seguro de cómo se llamaba.
Hay mucho misterio a su alrededor. Por todo su trabajo duro, era un hombre muy
frío.
—Supongo que sí, si solo se encontró con su nieto una vez.
Mamá se encoge de hombros.
—Así es como era en la familia de tu padre. No eran exactamente la familia más
cariñosa.
—¿Eso no molestaba a papá?
—Estoy segura que lo hizo cuando era más joven, pero tal vez no tanto. Por eso
fue tan activo contigo y con tus hermanos. No quería que tuvieran la misma infancia
que él tuvo.
Me devuelve la foto y se levanta, lista para volver al trabajo, pero todavía estoy
atrapada en la foto y en la familia de papá. Salto.
—¿Qué más puedes decirme?
Mamá se da vuelta y me mira.
—No mucho. Como dije, la familia de tu padre era extraña, lo único a lo que
estaban dedicados es a Ravenwood. Todas las historias que tu padre y yo hemos
escuchado se han transmitido a través de generaciones de familiares, y estoy segura
que parte de la información se distorsionó. Sé que tu amor por la historia viene de tu
padre, pero hace unos años, sentí curiosidad por mi ascendencia. Me uní a este sitio
249
y quedé atrapada al ver lo lejos que pude rastrear a mi familia.
Me inclino. Para mí, la historia de la familia Parow es una parábola que destaca
todas las cosas que están mal con nuestra familia.
—¿Qué tan lejos llegaste?
—En algunos casos, podría ubicar a mi familia cerca del 1600. Pero muchos de
ellos tenían obstáculos.
—Me pregunto por qué.
Mamá se encoge de hombros.
—Creo que, en algunos casos, depende de la educación de la familia. Si luchó,
su única huella en el pasado, con la excepción de una Biblia familiar, estaría en los
censos. Mientras que una familia con dinero probablemente tendría fotos, escrituras,
testamentos. Es más fácil encontrarlos. Naturalmente, mi familia no tiene el dinero
del lado Parow, así que es más difícil investigar a los miembros de mi familia.
—¿Papá tiene un árbol genealógico de la familia Parow? —pregunto
ansiosamente.
—¿Por qué de repente estás tan interesada en el lado de la familia de tu padre?
—pregunta mamá con una breve carcajada.
No hay dudas al respecto, no puedo decirle a mi madre nada de lo que me ha
pasado. Es realista, simple y sencilla. Es el tipo de persona que quiere que los hechos
se presenten frente a ella, y si se le presenta algo que no está completamente claro,
no lo creerá. Cuando les dije a mis padres mi deseo de comenzar el negocio, fue la
que se opuso a la idea. Mi papá fue más optimista.
—Tengo curiosidad, es todo. —Miro la foto—. ¿No crees que es interesante
cómo esta persona es nuestra clave del pasado?
Mamá reflexiona sobre mi pregunta por un milisegundo.
—Supongo que sí. Pero estas cosas —mamá hace un gesto hacia los elementos
que nos rodean—, esto es lo tuyo. Amas el pasado.
Oh, no tiene idea.

Después de la cena, por fin encuentro a mi papá solo en su oficina.


Está mirando algo en su computadora, sus lentes bajos en su nariz mientras
mira fijamente la pantalla. Sonrío.
Al crecer, me gustaba ver documentales o fotos antiguas con mi papá. Mis
hermanos ponían los ojos en blanco y mi madre negaba. Más que nada, quiero
contarle a papá sobre mis experiencias en Belgrave. Le encantaría y me haría docenas
de preguntas. Pero no puedo manejar la idea de que me mire como si hubiera perdido
la cabeza, como todos los demás. 250
Suavemente, llamo a su puerta.
Cuando me ve, una sonrisa se extiende por su rostro.
—Serene. Es una agradable sorpresa.
—¿Estás ocupado?
Se aleja de su escritorio y hace un gesto hacia los asientos ubicados en ángulo
para mirar su escritorio.
—No. Entra, entra.
—¿Qué estás leyendo?
—Un periódico que tu tío Barry encontró en un sitio de archivos. Muy
informativo.
—¿Año? —pregunto mientras me siento frente a él.
—1913. Es el año en que tu tatarabuelo abrió Ravenwood.
Mi corazón se acelera. He estado pensando en el segmento apropiado para una
conversación sobre la historia Parow, y me lo entregó en bandeja de plata. Cruzo los
dedos.
—¿Qué hacía antes de comprar la granja?
Papá se recuesta en su silla.
—Varios trabajos —responde, el orgullo cubriendo sus palabras—. Tu abuela
siempre nos contó cómo surgió de la nada y tuvo que esforzarse por cada centavo.
Maldita sea. La misma respuesta que obtuve de mamá.
—Mamá y yo encontramos algunas cosas interesantes en el ático.
—No tengo ninguna duda de que lo hicieron. He tenido la intención de ir allí y
clasificar los baúles.
—Lo necesitas. Pero me encontré con esta foto. —Saco la foto en blanco y negro
del bolsillo trasero y se la entrego.
Se vuelve a poner las gafas y escanea la foto, analizando cada detalle. Después
de unos segundos, me lo devuelve.
—Ese es tu tatarabuelo y su esposa, Clara.
—¿Sabes su nombre?
—Absolutamente. A lo largo de los años, he trabajado en el árbol genealógico
Parow.
—Eso es lo que mamá me estaba diciendo. Mencionó algún sitio para investigar
a su familia.
Asiente y sonríe.
—Se llama Ancestry.com. Se lo sugerí. Han actualizado su sitio y han agregado
toneladas de contenido hasta el punto en que puedes encontrar a cualquiera.
De repente, una idea se arraiga en mi mente. Me siento derecha en mi silla.
251
—¿Cualquiera?
—Cualquiera —repite.

Corto mi conversación con papá y corro escaleras arriba hacia mi computadora


portátil. Ya me he registrado en Ancestry. La página de inicio me está llamando, pero
antes de investigar a la familia Lacroix, hago algo que debería haber hecho cuando
llegué por primera vez a mi tiempo. Voy a googlear a Étienne.
El intermitente me incita a que escriba algo en la barra de búsqueda. Es
gracioso cómo salí de la oficina de papá con renovada esperanza, y ahora tengo
mucho miedo de escribir el nombre de Étienne. La verdad es que estoy aterrada de
lo que encontraré. Aterrada de ver que se volvió a casar y tuvo un puñado de niños.
O peor, que algo terrible le haya pasado.
Escribo cuidadosamente su nombre sin el acento agudo, esperando que tal vez
su nombre aparezca automáticamente en la barra de búsqueda. Antes incluso de
escribir su apellido, un puñado de Étienne emerge. Sin embargo, ninguno de ellos
tiene el apellido de Lacroix.
Mi estómago se hunde cuando presiono entrar. Tarda 0,67 segundos para que
aparezcan 49,300 resultados. Eso debería haberme dado una cantidad excesiva de
optimismo, pero sé que, dentro de todos esos resultados de búsqueda, solo un
puñado se dirigirá hacia mi Étienne.
En lugar de hacer clic en los enlaces, voy a las fotos. Lo que necesito en este
momento es una prueba, una imagen para tranquilizar mi corazón que no lo inventé.
En mi mente, su apariencia se está desvaneciendo, y ese es un pensamiento
aterrador.
Pero ninguna de las fotos es de él. Claro, algunos de estos hombres podrían
haber sido parientes, pero en el fondo de mi corazón, sabía que no lo son. Las
sonrisas están apagadas y todos los rasgos están equivocados.
Vuelvo a los enlaces. Son en su mayoría genéricos: Cómo pronunciar el nombre
Étienne, el significado detrás de Lacroix. Algunas páginas de LinkedIn para un
Étienne Lacroix de Francia. Nada se destaca.
Sigo haciendo clic en enlace tras enlace. Después de una buena hora de
búsqueda y no encontrar nada, por fin vuelvo a la barra de búsqueda y escribo
“Plantación Belgrave”. Presiono la tecla Entrar, pero en el último segundo cambio de
opinión y agrego “Charleston, Carolina del Sur” para aumentar mis probabilidades.
Cuando carga la página y veo fotos de la casa de los Lacroix, respiro
profundamente. Ahí está, a centímetros de mí.
Con los codos en mis muslos, me inclino más cerca de la pantalla del portátil y
me desplazo hacia abajo. Hay una pintura de Belgrave durante sus días de gloria. Eso
es lo único que puedo encontrar del Belgrave que recuerdo y en el que viví. El resto
de las imágenes están en blanco y negro y revelan los restos deteriorados de un hogar 252
que intentó resistir las duras manos de la madre naturaleza y fracasó.
Es irreal ver lo que queda de la finca y saber qué aspecto tenía en su mejor
momento. Me duele el corazón por lo que solía ser. Froto la almohadilla de mi pulgar
contra la cuarta ventana a la derecha en el segundo piso. Esa había sido mi
habitación. Vi amaneceres y puestas de sol en esa habitación.
¿Por qué el tiempo no puede dejar todo como está?
Después de unos treinta minutos de desplazamiento a través de las imágenes
disponibles, hago clic en el enlace de Wikipedia. A la izquierda hay una imagen en
miniatura en blanco y negro después de que la parte trasera de la casa se haya
derrumbado.
Inmediatamente, me da la historia de fondo:
“La Plantación Belgrave fue construida en 1850 y fue propiedad de Everett
Livingston, un plantador de azúcar, que contrató a un conocido arquitecto de Nueva
York, Peter Johnson, para diseñar la mansión. Llevó casi seis años completar el
edificio y fue considerada la plantación más grande del sur.
En 1879, la única hija de Everett, Charlotte, se casó con Adrien Lacroix, de la
próspera familia Lacroix, que operaba la compañía naviera Lacroix. Después del
matrimonio, Everett regaló Belgrave a su hija y yerno. Años más tarde, Adrien vendió
su parte de la plantación de azúcar, dejándola con solo 81 hectáreas de los 405
originales, por lo que pudo centrar su atención en la compañía naviera.
Trágicamente, el 8 de marzo de 1901, Everett, junto con su esposa e hijo, Julian,
murieron en un accidente de tren. La compañía se dividió entre sus dos hijos
mayores, Étienne y Livingston.
Más tragedia golpeó a la familia cuando, el 15 de junio de 1912, comenzó un
incendio en el ala este de la mansión y se extendió rápidamente por toda la casa. Para
cuando se apagó el fuego, el ala este se había derrumbado por completo. Diez
sirvientes murieron a causa de las llamas, junto con Étienne y su hermana, Nathalie”.
—Santa mierda —susurro y me recuesto en mis almohadas.
No esperaba ese último párrafo. Me duele el corazón ante la idea de que la vida
de Étienne y Nathalie sea tan corta. Arrastrándome las manos por el cabello, intento
respirar profundamente. Me digo que me calme y que no hay nada que pueda hacer,
pero mi cuerpo no lo encuentra lo suficientemente bueno. Mis piernas están ansiosas
por saltar y hacer algo. Algo no está bien acerca de cómo murió Étienne. En lo
profundo de mi corazón, lo sé. Sufrió, junto con Nathalie y los diez miembros del
personal. Mis uñas se clavan en mi cuero cabelludo.
—Respira, Serene, respira.
Si alguien entrara a mi habitación en este momento, pensarían que estaba
jodidamente loca, pero lo que estoy haciendo es mucho mejor que lo que quiero
hacer, que es gritar de dolor.
No hay nada que pueda hacer. No vi cómo se quemaba Belgrave, pero juro que
puedo sentir las llamas tratando de lamer mi piel. Rastros de humo llenan mis
pulmones, y mis ojos arden. 253
Está todo en mi mente, sé eso, pero se siente tan real. Después de unos
segundos, abro los ojos y parpadeo para enfocar mi habitación. Respiro hondo varias
veces y continúo leyendo, aunque no quiera hacerlo.
“El fuego resultó en la atención generalizada de los medios. Hubo un escándalo
inicial en Charleston sobre que hubo actos criminales involucrados. En septiembre
de 1912 se anunció que la causa del incendio fueron complicaciones eléctricas y se
consideró un accidente.
Como único sobreviviente de la familia, Livingston Lacroix heredó los restos
devastados de Belgrave y la naviera Lacroix. Nunca se casó y se alistó en el Ejército
de los Estados Unidos en 1914. Murió en combate en mayo de 1915.
Livingston no tenía un testamento en orden y la propiedad no se colocó en un
fideicomiso, la plantación se vendió a Asa Calhoun por $30,000 en 1916, con las
aspiraciones de restaurar la casa, pero se hizo muy poco. En 1924, el señor Calhoun
vendió la propiedad por la exigua suma de $12,000 a una compañía de inversión
extranjera. Querían construir un hotel de lujo con los restos, pero se les negaron los
permisos. Cuando se negaron a vender, la Gran Depresión se extendió por todo el
país y Belgrave se marchitó. El techo se derrumbó, las ventanas se rompieron y los
vándalos robaron valiosas piezas de la mansión hábilmente diseñada.
La plantación se convirtió en un punto caliente local para los fotógrafos,
capturando la decadencia de una finca que una vez fue hermosa.
En 2009, Belgrave fue donado al Registro Nacional de Lugares Históricos del
Condado de Charleston. 2010 trajo el anuncio de que estaban recaudando fondos
para restaurar la plantación. Estimaron que el costo sería de alrededor de tres
millones. Poco después, se comenzó a limpiar todos los escombros, podando árboles
y pasto para poder acceder a la entrada. En 2011, el trabajo estructural comenzó en
el ala este. Se reveló que el presupuesto fue llevado a cuatro millones. Los fondos
comenzaron a disminuir y todos los trabajos en la plantación se pusieron en pausa
durante dos años. En 2012 se propuso que una opción mejor y más rentable sería
demoler Belgrave. Durante una reunión del consejo de la ciudad, la Sociedad de
Preservación de Charleston respondió que Belgrave era un hito histórico.
En 2013, se anunció la disponibilidad de recorridos por los terrenos de Belgrave
para ayudar a recaudar fondos. La desgracia que rodea a la familia Lacroix y la triste
desaparición de la plantación hicieron que Belgrave se convirtiera en una atracción
turística, con sus momentos de mayor actividad entre junio y septiembre.
Estiman que, para el verano de 2018, tendrán los fondos disponibles para
restaurar Belgrave, y la rehabilitación se reanudará inmediatamente después. Una
vez que se complete la restauración, los tours se extenderán al hogar”.
Lo que leí me ha congelado. Parpadeo rápidamente mientras miro boquiabierta
la pantalla.
Haz algo, me urge el corazón.
No está bien que todo el trabajo duro de los Lacroix se haya esfumado y que el
legado de Belgrave sea una tragedia en lugar de un triunfo. 254
Haz algo.
Me levanto de mi cama y camino por mi cuarto. No está bien que Étienne y su
familia estén escritos como personas que abandonaron la tierra demasiado pronto.
Haz algo.
Frustrada y con el corazón roto, apoyo la frente contra el frío cristal de la
ventana. Mi cálido aliento empaña la superficie. Limpio la ventana y continúo
contemplando el paisaje. Si entrecierro los ojos e inclino la cabeza en el ángulo
correcto, los árboles que bordean el camino de entrada se convierten en los de
Belgrave, y si cierro los ojos, estoy tocando el cristal de la ventana de mi habitación
en Belgrave. El olor de madreselva salvaje se desplaza a mi habitación, y las cortinas
ondean ligeramente. La moqueta verde y las marismas en la distancia crean una vista
impresionante.
Haz algo.
Mis ojos se abren de golpe. Todo este tiempo he estado esperando el momento
para volver, pero lo que no me he dado cuenta es que el tiempo está alrededor. Solo
tengo que acercarme y tocarlo.
No necesito esa fotografía de Étienne. Necesito volver al lugar donde nos
enamoramos. Necesito volver a Charleston.
Y eso es algo que puedo hacer.

255
M
i corazón no está en esto esta Navidad. Sonrío y hablo con
familiares que no he visto en más de un año. Pero mi mente está a
décadas de distancia, obsesionada con una persona que me
necesita más que cualquiera en esta sala.
Tengo un plan, y ahora parece imposible quedarme sentada. La cena de
Navidad es una tortura, y la cháchara después me hace avanzar poco a poco hacia el
pasillo. Para cuando el último pariente se va, son las diez de la noche. Subo corriendo
por las escaleras, cierro la puerta y tomo mi portátil.
Hay tanto que debo hacer, y el primer paso es reservar un vuelo.
Una hora y tres sitios después, he reservado mi boleto. Encontré un vuelo de
Washington, D.C. a Charleston por alrededor de mil. Eso incluye hotel y un auto de
alquiler. Me estremecí por el costo, pero solo por un segundo, porque si esto es lo
que tengo que hacer para volver con Étienne, vale la pena. Reparto el costo en dos
tarjetas de crédito y llevo al límite a una en el proceso.
Aunque solo han pasado cinco días desde que dejé a Étienne, se siente como si
hubiera pasado una eternidad. Mi mente susurra frenéticamente que necesito ir a
Charleston. No hoy ni mañana sino ayer. Se ha perdido el tiempo y mi corazón
256
abrumado no quiere perder más.
Después de que termino de empacar, me deslizo escaleras abajo como solía
hacerlo cuando era un adolescente tratando de colarme después del toque de queda.
Solo que esta vez, soy un adulto que puede hacer lo que quiera y no hay ningún
secreto sobre lo que voy a hacer. Simplemente quiero privacidad para revisar los
álbumes de fotos familiares, y si hago eso con cualquiera de los miembros de mi
familia, me bombardearán con preguntas.
Lo mejor es hacerlo cuando todos están durmiendo.
Abajo, todas las luces están apagadas. Solo se oye el tintineo del reloj del abuelo
en el comedor y el refrigerador que suena silenciosamente en la cocina haciéndome
compañía. Es un poco inquietante.
Me dirijo hacia la sala de estar cuando veo que una delgada franja de luz se
desliza por la puerta entreabierta de la oficina de papá. Oigo murmullos de dos voces
en el interior, así que me acerco a la puerta y espío en la oficina.
—La perra volvió a subir el jodido precio —dice Bradley con amargura.
—¿Cuánto pide ahora?
—Tres punto cinco millones.
Ian silba.
—Maldición. —Se inclina hacia adelante y juega con el Péndulo de Newton en
el escritorio de papá—. Sin duda, es inteligente. Todo el mundo sabe que la tierra es
difícil de conseguir en McLean. Va a usar eso para su ventaja.
—¿Pero tres punto cinco? Es demasiado.
—Dice que el precio es muy alto debido a la casa.
Bradley resopla y golpea un puño contra el escritorio antes de reclinarse en su
silla.
—Voy a conseguir esa tierra.
—Buena suerte. Mucha gente está haciendo una oferta.
—Voy a ganar —dice Bradley con una firme determinación.
La conversación cambia a un tema diferente. Lentamente me alejo de la puerta
y camino hacia la sala de estar, tratando de descifrar la conversación de mis
hermanos. ¿De qué tierra están hablando y por qué la quieren tanto?
Tomo una nota mental para preguntarle a Ian más tarde y enciendo una
lámpara en la mesa auxiliar. Llena la habitación con un suave resplandor. Hay dos
salas de estar en la casa: La primera inmediatamente a la izquierda de la puerta
principal y ésta cerca de la cocina. Mis hermanos y yo llamamos a la primera sala de
estar el “palacio de la perfección” porque nunca se toca nada. Nadie entra allí, ¿y las
líneas de la aspiradora que la mucama crea cada semana? Se quedan allí. En la que
estoy sentada ahora, se vive: Una alfombra desgastada, un sofá de cuero que tiene
pequeñas hendiduras en donde cada uno de nosotros prefiere un lugar en particular,
las mantas que se usan, pero nunca se doblan. 257
Mamá almacena todos los álbumes de fotos en el centro de entretenimiento,
directamente debajo de la TV. Cuando abro el gabinete y veo las pilas de álbumes de
fotos, recuerdo cuán meticulosa es mi madre para preservar las fotografías. Me toma
dos viajes tomar todos los álbumes de fotos, sentarme en el suelo con las piernas
cruzadas y comenzar la tediosa tarea de revisar uno a uno.
Mientras repaso las fotografías, pienso en lo que leí sobre Belgrave. Me
sorprendieron muchas cosas, pero la única frase en la que no puedo dejar de pensar
es en cómo Asa Calhoun compró Belgrave después de que Livingston muriera.
Siempre he sospechado de él. Que termine siendo dueño de su tierra es conveniente
para él.
¿Y esa foto de mi tatarabuelo con su esposa? Parecía la espalda de Asa, así que
ahora estoy buscando a Asa en las fotos familiares para ver si mi escandalosa teoría
es correcta. Hay fotos de la boda de mis padres, sus fotos del anuario, fotos de ellos
cuando eran niños e incluso fotos de sus padres cuando eran niños, pero no hay fotos
de Teddy. Lo que es más interesante es que en las fotos del lado de De Valc, la familia
de mi madre, todos sonríen y son felices. Parece que se aman de verdad. Los Parow,
sin embargo, son solemnes. Rara vez sonríen y nunca parecen divertirse. Nunca
pensé ni por una vez en el hecho de que nunca vi a mi abuelo Parow. Supuse que era
un comportamiento normal.
Mi madre una vez me explicó que el abuelo Parow no sabía cómo mostrar afecto
porque su padre nunca le mostró afecto.
Ian entra en la habitación, se deja caer pesadamente en el sofá y mira la pila de
álbumes de fotos a mi lado.
—¿No es un poco tarde para ponerte nostálgica?
—¿No es un poco tarde para estar trabajando? —replico.
Sonríe.
—Touché.
Ninguno de los dos dice una palabra mientras paso la página del álbum de fotos.
Reviso las fotos a la velocidad del rayo. Este es el álbum de fotos número tres que
está lleno de nada más que fotos de mis hermanos y yo mientras crecíamos. Sé que
algunos álbumes están llenos únicamente de bisabuelos y parientes. Al menos pensé
que lo estaban.
—¿Qué estás buscando?
—Estoy tratando de encontrar una foto de nuestro tatarabuelo Teddy.
—¿Por qué?
—Porque sí.
Ian suspira y se sienta.
—¿Esto tiene algo que ver con la foto de la que Will dijo que estabas
obsesionada?
Su comentario me hace entrecerrar mis ojos hacia él. Sabía que era solo una
cuestión de tiempo hasta que Ian mencionara lo que Will les decía.
258
—No —miento—. No tiene nada que ver. Estaba en el ático ayudando a mamá,
y me encontré con una foto de nuestro tatarabuelo. Ahora tengo curiosidad por ver
si hay más de él.
Ian reflexiona sobre mi respuesta y luego se encoge de hombros.
—De acuerdo. ¿Quieres un poco de ayuda?
—Claro. —Le entrego un álbum de fotos—. La foto que vi de él hoy era de su
espalda, así que busca una foto muy, muy, muy antigua.
—Foto muy, muy, muy antigua. Entendido.
Los dos nos callamos, con solo el sonido de las páginas nítidas dando vuelta.
Bradley aparece en la puerta, frotándose los ojos. Los dos lo miramos.
—¿Te vas a casa? —pregunta Ian.
Bradley se pasa las manos por el cabello y suspira.
—Debería estar trabajando, pero estoy agotado. Necesito un poco de descanso.
—Abre la boca para decir algo más, pero vacila cuando sus ojos se encuentran con
los míos antes de que vuelvan a Ian—. Hablaré contigo mañana, ¿de acuerdo?
Ian no se da cuenta de la renuencia de Bradley y se encoge de hombros.
—Suena bien.
Bradley me dice adiós con la mano con poco entusiasmo y se va. En el momento
en que la puerta de entrada se cierra de golpe, abandono el álbum de fotos y me
siento al lado de Ian en el sofá.
—¿Qué fue eso?
Ian evita el contacto visual y continúa revisando el álbum de fotos en su regazo.
—No sé.
—Mentiroso.
Mi hermano exhala fuerte y cierra el álbum.
—En serio. Dime qué está pasando —digo—. No estoy ciega. Sé que algo le pasa
a Bradley.
Ian no dice una palabra.
—¿Está enfermo?
Resopla.
—Definitivamente no.
—¿En problemas?
Ante eso, Ian vacila.
Ataco.
—Cuéntame. También es mi hermano. Merezco saber si está en peligro.
Ian me mira por el rabillo del ojo. 259
—¿Alguna vez pensaste que está tratando de protegerte?
Levanto mis manos en el aire.
—¿Protegerme? ¿Qué somos, la mafia?
—No. Pero ese podría ser un mejor escenario —murmura Ian.
—Ian. Empieza a hablar. Ahora.
Mi jovial Ian se vuelve sombrío.
—Sabes cómo nuestra familia se enorgullece de Ravenwood, ¿verdad?
Asiento.
—¿Y sabes que Bradley se hizo cargo de dirigir Ravenwood después de que el
tío Jeff se retiró el año pasado?
Una vez más, asiento.
—Bueno, lo que no sabes es que cuando el tío Jeff le entregó las riendas a
Bradley, la compañía estaba en malas condiciones. Bradley ha pasado todo el año
pasado tratando de sacar a Ravenwood del fango.
Los vellos en mi nuca se levantan.
—¿Qué tan mal está la granja?
—Está en un gran problema. Bradley ya tiene acreedores que lo acosan a diario.
Ha reestructurado la compañía y ha encontrado algunos inversores más. Papá está
de acuerdo con la idea de que, si compramos la tierra de Carradine, tendremos la
oportunidad de aumentar más caballos. Y más tierra equivale a una mejor
oportunidad para que los jinetes visiten Ravenwood.
Rápidamente, su conversación anterior hace clic en su lugar.
—Y a Constance Carradine no le interesa vendernos sus propiedades —digo.
—Bingo. Otras empresas e inversores inmobiliarios están haciendo una oferta
por la tierra.
En los medios locales, la casa de Carradine ha sido apodada “La Casa de los
Horrores”. Lo que nadie sabía sobre la perfecta familia de Carradine hasta hace unos
años es que Naomi fue agredida sexualmente por su padre, Michael, desde temprana
edad. Hace tres años y medio, le disparó a su padre en la casa de la familia en defensa
propia, pero los detalles de su muerte siempre han sido confusos. Mientras la
comunidad trataba de conciliar el hecho de que algo tan atroz había estado
sucediendo directamente bajo sus narices, todo lo que podía pensar era que el
extraño comportamiento de Naomi cuando era niña y ser admitida en Fairfax de
repente tenía sentido.
La madre de Naomi, Constance, se mudó de su mansión de cuatrocientos
sesenta y cuatro metros cuadrados meses después del asesinato. Ha estado a la venta
desde entonces. Nadie se acercará a esa casa ni con un palo de tres metros, ¿pero la
tierra? Su tierra es una historia completamente diferente. Todos la quieren y ahora
parece que hay una guerra de ofertas sin final a la vista.
—Pero si Bradley está encontrando más inversionistas con los acreedores 260
pisándole los talones, ¿eso no agrega más deuda a la granja?
—No si su plan para comprar la tierra de Carradine va como lo planea.
—No sé mucho sobre la administración de una granja del tamaño de
Ravenwood, pero hay mucho en juego y Bradley está tomando un gran riesgo. ¿No
sería más fácil olvidarse de la tierra de Carradine por completo?
—Lo sería —coincide Ian—. Pero una vez que Bradley se enfoca en algo, no se
rendirá hasta que sea suyo.
Me inclino.
—¿Por qué dijiste eso con tanta amargura? No entiendo lo que está haciendo
Bradley, pero lo está intentando.
Ian suspira y me da una mirada llena de pena.
—Serene, nuestra familia no pelea limpio. Podemos ser feroces, y cuando el
dinero está a la vista, haremos todo lo posible para conseguirlo. —Mira hacia otro
lado—. La codicia puede hacerte eso.
En el pasado, Ravenwood ha tenido sus altibajos, pero nuestra familia ve esos
problemas con un toque de orgullo porque salimos bien al otro lado. Y para ser
honesta, siempre me he sentido así. Pero la forma en que Ian describe nuestra ética
de trabajo y las decisiones comerciales hace que todo parezca insidioso e incorrecto.
Ian se da una palmada en las rodillas y se levanta.
—Será mejor que me vaya. Se está haciendo tarde.
—¡Espera! —Salto del sofá—. Tengo una pregunta importante que hacerte.
Gime.
—¿Puede esperar hasta mañana?
—No.
Ian se encoge de hombros y asiente hacia la puerta.
—Entonces pregúntame mientras camino hacia el auto.
Me pongo los zapatos y miro hacia atrás para asegurarme de que nadie nos está
siguiendo. Cuando la puerta delantera se cierra suavemente detrás de mí, respiro
profundamente. La niebla fina aparece delante de mi cara antes de que desaparezca.
—¿Qué pasa? —pregunta Ian.
—Reservé un boleto de avión a Charleston para mañana —le digo de manera
apresurada mientras caminamos por el sendero.
La cabeza de mi hermano gira en mi dirección.
—¿En serio?
—Sí. Reservé el boleto hace unas horas.
Por una vez, Ian parece no tener palabras.
—Recibí una llamada de Liz sobre un hermoso reloj antiguo que encontró en
línea —le miento—. Sabe que tengo algo de tiempo libre en mis manos y me preguntó
si iría allí para verlo. 261
Esto no es una mentira que inventé justo ahora. Sabía que no podía levantarme
y dejar a mi familia el día después de Navidad sin una excusa válida. Y esta es al
menos un poco plausible. Solo tengo que cruzar los dedos para que nadie hable con
Liz para confirmar la historia.
—¿Y tienes que volar hasta allá para verlo? —pregunta con escepticismo.
—Bueno, tú, Bradley y Will pensaron que era una buena idea que me tomara
un “descanso” del trabajo y ahora estoy muerta de aburrimiento.
Mi hermano se calla. Pero eso no es algo malo. Significa que está reflexionando
sobre la situación.
—Solo necesito que me dejes en el aeropuerto —agrego.
Ian entorna sus ojos hacia mí.
—¿A qué hora?
Ante eso, vacilo.
—Cuatro de la mañana.
—¿Cuatro de la mañana? —se queja.
—¡Es el único vuelo que encontré disponible!
Ian se queda mirando a un lado, murmurando que las cuatro de la mañana es
jodidamente temprano para levantarse. Me quedo allí y no digo una palabra. Todavía
no ha dicho que no, y eso significa que todavía hay esperanza.
—Es solo un viaje de diecisiete minutos a DC. Máximo veinte —digo en voz baja.
Cierra los ojos. Sus hombros se desploman mientras respira profundo. Cuando
abre los ojos y me mira, sé que dirá que sí antes de pronunciar las palabras.
—Bien. Te llevaré.
Le doy una gran sonrisa y lucho contra las ganas de abrazarlo.
—Gracias. Te lo agradezco.
Ian se encoge de hombros y mira las llaves de su auto.
—¿Mamá y papá saben que te vas?
—No. ¿Por qué lo sabrían?
—Me imagino que notarán que te has ido por unos días.
—Les haré saber a dónde voy. Pero soy adulta. No necesito pedir permiso para
hacer un viaje.
—Lo sé. Es solo que... —Ian mira hacia la casa por unos segundos antes de
mirarme—. ¿No crees que esto es un poco extremo? Especialmente teniendo en
cuenta que es Navidad. A las familias normalmente les gusta pasar tiempo juntos.
—Para algunas personas, esto puede parecer extremo. Pero es solo un viaje
corto. Dos o tres días como máximo. Tienes que entender que muchas veces,
simplemente no puedes esperar con las antigüedades. Hoy están aquí y mañana se
han ido —digo con un toque de tristeza y extravagancia. 262
Ian me mira por un largo momento. Le miro de vuelta, negándome a mirar
hacia otro lado primero. Siempre he estado cerca de Ian. Al crecer, no había nada
que no pudiera decirle. Cuando tenía un problema, él siempre tenía una solución. No
quiero nada más que decirle la verdad, pero no hace mucho, ingenuamente creí que,
si le contaba a Will, él confiaría en mí. Eso obviamente no sucedió, y ahora soy
cautelosa acerca de cuánta verdad digo y a quién se lo digo. Porque no importa lo
cerca que esté de alguien, las posibilidades de que confíen en mí son increíblemente
bajas.
Ian exhala fuertemente.
—Estaré aquí a las tres y media. Prepárate, ¿de acuerdo?
Asiento rápidamente.
—Gracias de nuevo.
—Sí, sí. —Se despide de mis palabras mientras camina hacia su auto—. Nos
vemos temprano, Se.
Antes de ir a la cama, abro mi laptop. He investigado toda la información que
puedo sobre Étienne y su familia, pero nunca escribí mi nombre. Es una posibilidad
remota, esperar obtener algún resultado con el nombre Serene Lacroix. Me tomo un
tiempo para escribir mi nombre en la barra de búsqueda, aunque mi corazón me está
rogando que me apure.
Hago clic en Entrar y espero. Tarda solo unos segundos en aparecer la
información sobre Étienne. No se puede decir lo mismo de esta búsqueda, y estoy
cerca de cerrar mi computadora portátil y dar por terminado por hoy cuando la
página finalmente se carga. Cuando me desplazo hacia abajo, veo un enlace de
Ancestry.com con Serene Lacroix. Mi fecha de nacimiento 6 de abril de 1883.
Con impaciencia, hago clic en el enlace, pero la página se pone en blanco.
¡Objeto no encontrado! Dice, Error 404 en la parte inferior.
Vuelvo y hago clic en el enlace una y otra vez. Cada vez espero que el enlace
funcione mágicamente de alguna manera, pero no lo hace.
Pero ver el nombre Serene Lacroix y mi fecha de nacimiento en lugar del de
Vieja Serene trae una sonrisa a mi cara porque significa que algo ha cambiado. El
tiempo ha sido alterado de alguna forma. Todavía hay una oportunidad para que
encuentre el camino de regreso. Se solidifica mi decisión de viajar a Charleston.
Me conecto a Ancestry, pero me toma unos minutos descubrir qué hacer.
Empiezo con mi árbol genealógico, empezando conmigo, Ian, Bradley y mis padres.
En cuestión de segundos, hay una pequeña hoja verde en la esquina derecha del
nombre de mi padre. Hago clic en la hoja y veo las sugerencias que tienen para mí.
Debido a que mi padre aún vive, hay muy poca información sobre él, solo direcciones
anteriores, un número de teléfono y un árbol genealógico de Ancestry. Rápidamente
me doy cuenta de que es el árbol genealógico de mi madre. Tiene mucha más
263
información sobre el lado de De Valc, pero también trabajó en el lado de Parow. Veo
a los padres de mi padre, Gregory Cain Parow y Olivia Austen. Gregory tenía tres
hermanos, Robert, Anna y David. Todos ellos han fallecido.
Los padres de Gregory fueron Henry Cain Parow y Ella Kubrick. Henry también
tenía tres hermanos: William, Mary y Samuel. Samuel nació muerto, y María murió
en la infancia. William murió en 1942. Observo detenidamente las fechas de
nacimiento de William y Henry. La fecha de nacimiento de Henry es el 3 de octubre
de 1912. La de William es el 16 de junio de 1913. Ocho meses entre los dos.
Aunque, nunca he estado embarazada y no sé mucho sobre bebés, pero sí sé
que el embarazo típico es de nueve meses. Verifico si Henry tiene una madre
diferente, pero no. Su padre y mi tatarabuelo es Theodore “Teddy” Cain Parow.
Estaba casado con Clara Beckett.
La fecha de nacimiento de Theodore es el 8 de marzo de 1879. Murió el 2 de
enero de 1936 en Virginia. No hay lugar de su nacimiento. Clara nació el 24 de agosto
de 1883. Murió el 20 de noviembre de 1960. Nació y creció en Virginia. Se casaron el
8 de septiembre de 1912.
Busco más información sobre Teddy, pero no hay casi nada disponible sobre él.
Encuentro su certificado de defunción. Es extrañamente emocionante pero raro
mirar un certificado de defunción. Me hace sentir como si estuviera en algún
programa televisivo de crimen. Su certificado de defunción muestra que la causa
principal de la muerte fue un ataque al corazón. El informante fue Henry. Enumera
su dirección como la ubicación de Ravenwood. Para los padres de Teddy, hay solo
una palabra: Desconocido.
Frustrada, me alejo de mi árbol genealógico y escribo el nombre de Asa en la
barra de búsqueda. Mi extravagante teoría se desacredita cuando veo que él vivió y
murió en Charleston, Carolina del Sur. Se casó con una mujer llamada Eleanor.
Tenían dos niñas: Josephine y Cordelia.
Me pregunto si Nat no hubiera muerto tan pronto, si alguna vez hubiera tenido
la oportunidad de decirle a Asa lo que sentía por él.
Las posibilidades de que Asa sea el hombre de la foto o mi tatarabuelo son
increíblemente escasas.
La segunda persona que busco es a ese imbécil, Johnathan Whalen. Nunca se
casó ni tuvo hijos. Pero ¿la parte interesante? Se mudó a Falls Church, Virginia, en
1914 y vivió allí hasta que murió en 1922. Tenía solo cuarenta y dos años.
No creo que esté relacionado conmigo, pero me parece interesante que viviera
a solo quince minutos de Ravenwood. ¿Qué le traería aquí?
Dudando, tomo la foto de Teddy y Olivia y miro fijamente la espalda de Teddy.
Ese no puede ser Johnathan, ¿verdad?
Tomo un cuaderno del escritorio y escribo su nombre, subrayándolo tres veces
antes de volver a buscar.
Intento buscar de nuevo a Serene Lacroix, pero el enlace aún está dañado. Así
que trato con mis padres falsos de 1912, Frederick y Delia Quentin. Con impaciencia,
espero los resultados, preguntándome qué pasó con ellos. Pero no surgen resultados.
264
—Lo siento. No pudimos encontrar lo que buscaba —es todo lo que dice en la
página.
Frunciendo el ceño, cambio a Google y los busco, pero no aparecen resultados.
Es casi como si no existieran.
¡Imposible! Pero si aprendí algo de mi viaje a través del tiempo, es que nada es
imposible y todo es mentira.
A
las tres y media de la madrugada, silenciosamente cierro la puerta y
me dirijo al auto de Ian. Él está sentado detrás del volante, mirando
su teléfono. Coloco mi equipaje y mi bolsa para laptop en el asiento
trasero y cierro la puerta.
—¿Qué estás mirando? —pregunto mientras me pongo el
cinturón de seguridad.
Pone su teléfono en el portavaso y se estira.
—La cantidad de tiempo que lleva llegar al aeropuerto.
—No es tan lejos.
Ian resopla y pone el auto en marcha.
—Estoy tratando de despertarme. Es jodidamente temprano para esto.
—Ahora eso es algo con lo que tengo que estar de acuerdo.
Mi anticipación por este viaje es tan inflexible que no había forma posible de
dormir la noche anterior. Puede que haya dormido una hora como máximo. Mis
párpados pesan, pero mi corazón es como un martillo neumático. Nerviosamente,
jugueteo con la correa de mi bolso. 265
—Sé que ya me lo dijiste, pero ¿a qué hora sale tu vuelo?
—Cinco —respondo.
Mi itinerario está tatuado en mi cerebro. El vuelo sale del Aeropuerto Nacional
Reagan a las cinco de la mañana. Aterriza en Charleston a las 6:41 a.m. Después de
registrarme en mi hotel, la búsqueda comenzará, comenzando con Belgrave.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto —dice Ian de la nada mientras sale
a la carretera.
—No hay nada de qué preocuparse. Es un viaje rápido. Eso es todo —miento,
porque si tengo algo que decir al respecto, ir a Charleston me llevará de vuelta a
Étienne.
—¿Se lo has dicho a mamá?
—Todavía no —digo mientras miro por la ventana.
—Serene, tú…
—Voy a hacerlo —interrumpo.
—¿Cuándo? ¿Justo antes de subir a tu vuelo?
—¿Honestamente? Sí. Ese es el plan.
Ian gime.
—Y luego van a interrogarme y preguntarme cuánto tiempo he sabido sobre
este pequeño viaje improvisado tuyo.
—No es gran cosa. Les enviaré un mensaje de texto antes de que despegue el
vuelo y cuando me instale en mi hotel, llamaré a mamá y le explicaré que regresaré
dentro de unos días.
El agarre de Ian sobre el volante se aprieta. Por lo general, es bastante tranquilo
y relajado. Verlo tan nervioso es extraño.
—Sé que no puedes estar tan molesto porque vaya a Charleston. Algo más te
está molestando.
Él no dice una palabra, y sé que ninguna cantidad de presión hará que se abra.
Miro por la ventana mientras el mundo pasa a mi lado en un borrón de ónice. A esta
hora, las carreteras están casi vacías, lo que hace que el viaje al aeropuerto sea más
rápido. De vez en cuando pasa un auto y sus luces parpadean en mi rostro por un
segundo, haciendo que entrecierre los ojos.
Mis piernas rebotan arriba y abajo. No sé si este viaje será inútil, pero me ha
llenado de esperanza, ansiedad y miedo. Miedo a lo desconocido. En las últimas
veinticuatro horas, he descubierto mucha información sobre la familia de Étienne y
la mía. Siento que en el momento en que viajé a 1912, se creó una línea de dominó y,
en el momento en que volví a mi propio tiempo, cayó una sola ficha de dominó. Ahora
todos están cayendo. El ritmo está aumentando. ¿Se detendrá cuando llegue a
Charleston? No lo sé.
Miro el sistema de navegación.
—Por favor dime que no vas a tomar Old Dominion Drive. Eso agregará un extra
266
de quince minutos al viaje.
—No voy a tomar esa ruta. Voy a tomar la avenida, así que relájate.
Respiro profundamente, apoyo la frente contra la ventana y cierro los ojos.
—¿Puedes dejar de rebotar tus piernas? Prácticamente estás sacudiendo el auto
—dice Ian.
Inmediatamente me detengo y abro un ojo.
—Lo siento. Estoy un poco nerviosa.
—Nunca lo hubiera adivinado —responde Ian, inexpresivo. Me mira por el
rabillo del ojo—. ¿Estás preocupada por volar?
—No —digo sin hacer contacto visual.
Las farolas comienzan a bordear la carretera. Más adelante, veo el aeropuerto.
Las luces brillantes de todos los edificios iluminan el cielo negro. Los caminos que
antes estaban vacíos se llenan de autos, autobuses y taxis que van en la misma
dirección.
Ian reduce la velocidad mientras cambia al carril de bajada para la Terminal C.
Pasamos los autobuses de enlace. Bajo la mirada a los niveles inferiores y veo donde
las personas pueden estacionar sus autos. Ian se detiene en el carril de descenso y
enciende sus luces intermitentes. A nuestro alrededor hay personas cansadas que
arrastran sus maletas, hombres de negocios y mujeres con sus cafés en una mano y
en una misión para llegar a sus puertas. Es curioso cómo mientras la mayor parte de
la ciudad duerme, los aeropuertos siempre están vivos y ocupados.
Antes de salir del auto, dudo. ¿Vas a hacer esto?, mi mente susurra.
No tengo otra opción. Estoy sin opciones. Todas las señales apuntan a
Charleston. Con un suspiro, salgo del auto y me meto en el asiento trasero para
buscar mi equipaje.
Ian sale del auto y me mira por encima del capó.
—Podemos regresar a casa, ¿sabes? Di la palabra, Se.
Suspiro y me coloco mi bolso sobre mi hombro.
—Tengo que hacer esto.
Camina alrededor del auto, con las manos metidas en los bolsillos.
—Nos vemos luego.
¿Pero lo hará?
Si lo hago a mi manera, encontraré un camino de regreso a Étienne. Las
posibilidades son increíblemente escasas, pero esta podría ser la última vez que vea
a Ian. De repente, lo abrazo. Sé que lo toma por sorpresa porque duda antes de que
me dé una palmadita en la espalda.
Cuando nos separamos, le doy una palmadita en el hombro.
—Gracias por traerme tan temprano en la mañana. Lo aprecio.
Él se encoge de hombros y me despeina el cabello.
267
—No hay problema. Ahora me debes una.
Sonrío débilmente mientras avanza hacia su auto.
—Absolutamente. —Agarrando mi equipaje, me dirijo hacia el aeropuerto.
—¡Que tengas un buen vuelo! —grita.
Mirando por encima de mi hombro, le hago una pequeña señal mientras sube
a su auto y se marcha. Puedo escuchar el silbido de los motores cuando los aviones
despegan o descienden lentamente. La voz de una dama en el intercomunicador
anuncia la última llamada de abordaje para un vuelo. Mi agarre en la correa de mi
bolso se tensa mientras camino por las puertas corredizas de vidrio.
Una vez, me sumerjo en la vida de Étienne, y en el proceso, entro en el amor.
¿Puedo hacerlo una segunda vez?
Estoy a punto de averiguarlo.
N
unca he estado en Charleston. No en la actualidad, al menos.
Parte de la adrenalina que sentía en el camino hacia el
aeropuerto se desvaneció en el despegue. Incluso tomé una pequeña
siesta. La segunda azafata anuncia que nos estábamos preparando
para aterrizar, sin embargo, miro por la ventana. Todo lo que veo es agua azul que
rodea la tierra. Gradualmente descendemos, y los caminos se asemejan a largas
cintas negras. Los autos que parecen pequeñas manchas comienzan a tomar forma.
Los edificios y las casas parecen tan pequeños, como si pudieran caber en la palma
de mi mano.
Me siento derecha y me abrocho mientras el avión se acerca más al asfalto. Mis
manos se enroscan alrededor de los reposabrazos cuando las ruedas tocan el suelo.
Dejo escapar un suspiro de alivio cuando el avión va hacia una puerta.
Estoy aquí. Finalmente estoy en Charleston, donde comenzó todo.
No es fácil ir desde aquí. Espero unos treinta minutos en el reclamo de equipaje,
ya que el carrusel de equipaje entrega las bolsas de todos, excepto la mía. Finalmente,
encuentro mi maleta, luego tengo que ir por el aeropuerto para encontrar la estación
de alquiler de autos. Me toma un tiempo encontrar mi auto de alquiler, un Nissan
268
Altima, luego dejo mis maletas en el maletero y salgo a la carretera.
En cualquier otra situación, estaría increíblemente nerviosa por conducir en
una ciudad con la que no estoy familiarizada, pero mis recuerdos me recuerdan que
he estado aquí antes y me dan una falsa sensación de seguridad. Aunque ha pasado
mucho tiempo desde entonces. Algunas personas podrían decir que es un mundo
completamente nuevo. Pero a medida que sigo con el tráfico y sigo el GPS hasta el
hotel, me siento más cerca de Étienne, sé que, en el fondo, esta fue la elección
correcta.
Registrarse en el hotel es rápido. Dejo caer mi equipaje en mi habitación y le
envío un rápido mensaje de texto a Ian de que llegué a salvo. Tengo siete llamadas
perdidas de mi madre y dos correos de voz. Tomo la salida de los cobardes y le envío
un mensaje de texto diciendo que lamento haber tenido que irme, pero estaré en casa
en unos días. Apago mi teléfono. Poniendo mis manos en mis caderas, exhalo y miro
con amor la cama perfectamente hecha. Mi cuerpo se está apagando. No quiero nada
más que arrastrarme debajo de esas sábanas y quedarme dormida, pero no puedo.
Solo tengo unos días aquí. No puedo perder ni un solo segundo.
Agarro mi bolso y me dirijo a la recepción. Una mujer cuyo nombre indica
Karen me saluda con suficiente entusiasmo para diez personas.
—¿Tiene alguna información sobre la plantación Belgrave?
Las cejas de Karen se fruncen.
—¿Belgrave? ¿Te refieres a Drayton Hall?
Niego. No sé cómo es posible mezclar a Belgrave con Drayton.
—No. Me refiero a Belgrave.
—Mmm. Nunca antes lo había escuchado. Pero si estás interesada en visitar
plantaciones, tenemos una maravillosa selección. —Procede a darme folletos que
muestran los impresionantes jardines de la plantación Magnolia, el Drayton Hall que
mencionó. Middleton Place, y otros lugares que son extraordinarios, pero
ciertamente no son Belgrave.
Me aferro a los folletos para no parecer una perra y vuelvo a intentarlo.
—¿Estás segura de que tienes el nombre correcto? —pregunta Karen—. Porque
no estoy familiarizada con esa plantación. Aun así, las posibilidades de que los tours
operen el día después de Navidad son muy bajos.
—No escuches a Karen. Ella es nueva —dice una dama a su izquierda—. He oído
hablar de Belgrave.
Karen y yo la miramos. Su etiqueta del nombre dice Marilyn, y a diferencia de
Karen, se muestra distante y sombría. Ella se ve más joven que yo. Probablemente
consiguió este trabajo porque paga cuando ella prefiere estar en otro lugar que aquí.
No importa. Podría brotarle tres cuernos y afirmar saber dónde está el portal al
infierno y no me importaría. Lo importante es que otra persona acaba de reconocer
a Belgrave.
—¿En serio? —pregunto ansiosamente.
Me da una mirada desapasionada. 269
—Sí. Mi mamá está en todas esas cosas de la historia. Estaba, como, hablando
de eso sin parar cuando empezó con los tours hace años —dice con la voz más
monótona que he escuchado.
En el sitio web decía que Belgrave estaba abierto para visitas hoy. Aun así, le
pregunto a la aburrida chica solo para asegurarme. Mi breve conversación con Karen
me ha hecho dudar de mi información del sitio web.
Asiente.
—Sí. Está abierto.
Le doy mi sonrisa más brillante.
—¡Gracias! Eso es todo lo que necesito saber.
—¡Que tengas un buen día! —dice Karen.
—Tú también —respondo.
Las carreteras y las direcciones han cambiado significativamente, y si no
tuviera mi sistema de navegación, estaría perdida. Escribo la dirección de Belgrave
que encontré en Google: 1258 Ashley River Road. Se trata de una ruta que durará
unos veinticinco minutos.
—Gire a la izquierda en Market Street —dice la voz de una mujer británica.
Agarro firmemente el volante mientras trato de prestar atención a sus
instrucciones y sigo el flujo del tráfico. Quiero contemplar todo lo que me rodea: los
edificios, las carreteras, todo; porque mucho ha permanecido igual, pero también ha
cambiado.
—En 1 kilómetro, gire a la izquierda en la calle Calhoun.
El nombre Calhoun me da piel de gallina. Puedo estar equivocada acerca de
Asa. Puede que no tenga nada que ver con lo que le pasó a Étienne, pero no lo sé. En
este punto, todos son sospechosos para mí.
El tráfico se vuelve más pesado a medida que me incorporo a la autopista.
Cuando cruzo el puente, veo el río Ashley a mi izquierda y derecha, con numerosos
barcos de vela en el muelle. Me olvido de Asa y me concentro en Étienne; me estoy
acercando a Belgrave.
Giro a la derecha en la salida 1, hacia Summerville. El tráfico se vuelve más
ligero a medida que la carretera se estrecha en cuatro carriles. Edificios comerciales
y nuevas subdivisiones están por todas partes. Las únicas cosas que indican que voy
al lugar correcto son los hermosos robles que flanquean la carretera.
Sé que estoy avanzando poco a poco hacia Belgrave cuando la carretera se
convierte en dos carriles y veo una señal de la Iglesia Parroquial de Old St. Andrew.
Mi entusiasmo crece.
Tamborileo mis dedos sobre el volante. Los edificios se están reemplazando por
grupos de árboles que amenazan con llegar a la carretera. Giro a la derecha en una
carretera estrecha, donde las señales advierten a los conductores que disminuyan la
velocidad y, más adelante, veo Belgrave. O lo que queda de ella.
Si no fuera por el auto detrás de mí, me detendría y saldría, porque al principio 270
es casi irreconocible. Las fotos no pudieron prepararme para esto. Lo único que se
alza y se enorgullece son las columnas corintias en el porche delantero. Sigo
conduciendo, siguiendo el camino a través del bosque. Un letrero dice que el
estacionamiento está a la izquierda.
Para el día después de Navidad, pensarías que este lugar sería una ciudad
fantasma, pero está relativamente lleno. Tomando mi bolso, salgo de mi auto y luego
saco mi abrigo del asiento trasero, aunque probablemente no lo necesite. El aire es
denso, dando la ilusión de que es casi la primavera en lugar del corazón del invierno.
Miro los robles vivos y hago un giro lento. Estoy tratando de encontrar algo
familiar, pero creo que estoy demasiado lejos de Belgrave para eso. Más adelante hay
un pequeño edificio ecológico que tiene el CENTRO DE BIENVENIDA escrito sobre
la puerta. Un cartel cerca del camino tiene las horas de operación.
Al entrar en el edificio, me bombardean los recuerdos de Belgrave en su mejor
momento: Tazas de café, camisas, sudaderas con capucha, mantas, cubiertos,
imanes, tarjetas postales, calendarios y posavasos. Demonios, incluso hay adornos
navideños. Hay libros de autores locales que se centran alrededor de la familia
Lacroix, y hojeo uno de ellos. En el centro hay fotografías a color de los abuelos de
Belgrave y Étienne por parte de su madre. Me detengo cuando veo una foto de
Étienne. Su cabello es más corto y su rostro tiene una juventud que me hace pensar
que la foto fue tomada antes de que sus padres murieran. Él no sonríe, y sus cejas se
fruncen. Sonrío porque su lenguaje corporal grita inquietud. Puedo imaginar que
estaba contando los segundos hasta que el fotógrafo terminó y pudo irse.
Vuelvo a dejar el libro en el estante y me dirijo a la recepción, donde veo una
exhibición de las velas de Belgrave. Sostengo una vela cerca de mi nariz y respiro el
aroma de la madreselva salvaje.
—¿Puedo ayudarte? —dice una mujer detrás del mostrador. Es corpulenta, con
el cabello canoso y un acento sureño. El sonido es muy reconfortante, estoy tentada
de apoyar mi cabeza en su hombro y decirle todos mis problemas.
En cambio, regreso la vela y pregunto cuándo comenzará la próxima gira de
Belgrave.
Ella sonríe, revelando una pequeña brecha entre sus dos dientes frontales.
—Hija, llegaste justo a tiempo. El recorrido final del día comienza en quince
minutos.
Sonriendo aliviada, pago la tarifa de admisión de veinticinco dólares. Me
entrega mi boleto, y me aparto para las siguientes personas en la fila, que se quejan,
no muy calladamente, de que el costo de los boletos es demasiado alto.
Mis pies crujen sobre la grava cuando me dirijo hacia Belgrave, sosteniendo mi
boleto como si fuera un billete de cien dólares. Me doy cuenta de las puertas negras
de hierro forjado alrededor de los acres de tierra. Probablemente para mantener
fuera a los futuros vándalos.
Más adelante, un grupo de personas se detiene en el camino cerrado, y el latido
de mi corazón truena en mis oídos. En mi mente, puedo visualizar vívidamente las
puertas abiertas por los sirvientes y cerradas rápidamente después de que un
automóvil pase.
271
—Disculpe, señora. —Una mujer con un portapapeles en la mano me toca el
hombro. Con el cabello castaño cortado alrededor de los hombros y la camisa de la
Plantación Belgrave metida en su pantalón caqui, se parece a la pequeña guía
perfecta. Su barbilla sobresale mientras me da una inestable sonrisa—. La línea está
a la izquierda. El recorrido comenzará en diez minutos.
Esta señora, que según su etiqueta de nombre es Morgan, cree que sabe mucho
sobre este lugar. Si hubiera otro camino hacia Belgrave, la ignoraría y me ocuparía
de mis asuntos, pero estoy desesperada por estar al lado de cualquier cosa que
Étienne haya tocado y esta estúpida mujer no puede quitarme eso. Asiento y camino
hacia la línea de personas.
Me dirijo a la parte de atrás y me detengo detrás de una familia de tres.
—Es trágico, ¿no es así? —dice la mujer a mi lado. Ella tiene una cámara colgada
de su cuello y un bebé dormido en un coche.
Un hombre que asumo es su marido está de pie junto a ella, hojeando el folleto
con aburrimiento.
Asiento y vuelvo a mirar fijamente la casa, pero la señora no entiende la
indirecta. Sostiene una postal de Belgrave en sus días de gloria.
—Mira lo bonito que fue una vez. Te hace preguntar qué pasó con eso.
—El tiempo, supongo —digo con tristeza.
La señora continúa:
—Quiero decir, ¿cómo podrían los propietarios dejar que llegara a tal estado de
ruina?
Mi cabeza gira en su dirección.
—Habrían hecho todo lo posible para mantener vivo este lugar.
La mujer se vuelve un poco hacia atrás y rápidamente mira hacia otro lado.
Parece una buena persona, y probablemente piensa que estoy loca. No es que yo
pueda culparla. Hablé como si tuviera una relación personal con los dueños.
Y lo hago. Pero aquí, en este tiempo, eso se considera imposible.
Mirando alrededor y viendo a todas las personas que toman fotos con sus
iPhone y cámaras digitales, me doy cuenta de que esto podría haber sido una mala
idea. ¿Puedo escuchar la conversación del guía turístico mientras observo las ruinas
de Belgrave como si nunca hubiera cruzado esas puertas? ¿Como si mi mano nunca
hubiera subido por esa barandilla de caoba?
Honestamente, no creo que pueda, pero ¿qué opción tengo?
Durante los siguientes minutos, miro mi reloj una docena de veces.
Morgan, la guía turística, espera hasta que son las doce en punto para dar un
paso adelante. Se aclara la garganta y pega la sonrisa falsa que conoce la humanidad.
—Buenas tardes a todos. Soy Morgan, y hoy seré su guía.
Levanto mi mano.
Los labios de Morgan forman una línea recta al mismo tiempo que entrecierra
272
los ojos. Ni siquiera dos minutos en el recorrido y esta señora ya me odia.
—¿Sí?
—¿Qué habitaciones podremos ver?
—Desafortunadamente, los problemas estructurales hacen imposible recorrer
el interior. Para la primavera, esperamos tener al menos una de las habitaciones en
el primer piso lista para ver. Recorreremos los terrenos alrededor de la plantación
donde todos serán más que bienvenidos a tomar fotografías de Belgrave. Hay acres
y acres de tierra en este terreno, pero desafortunadamente, solo veremos una parte
de ellos.
Mientras la gente a mi alrededor asiente con entusiasmo sobre lo que van a ver,
Morgan saca una vieja llave maestra y la introduce en la cerradura de la puerta. Juro
que ella es deliberadamente lenta para mi beneficio. Cuando la cerradura se abre,
Morgan, con la ayuda de un turista, hace retroceder las puertas. Crujen
ruidosamente, el sonido ominoso. Envía un escalofrío por mi espina dorsal y hace
que los vellos en mi nuca se levanten.
La gente se filtra por las puertas. Se necesita todo mi control para no empujar
la multitud al frente de la línea. Pero antes de cruzar las puertas, me detengo junto a
la placa. Tiene una versión reducida de la información que leo en línea. Directamente
sobre la placa hay otra placa de forma ovalada con EST. 1850 en el medio y las
palabras “Plantación Belgrave” a su alrededor.
Cuando todos finalmente han terminado, Morgan anuncia por encima de la
charla ociosa:
—Comenzaremos el recorrido aquí para admirar los terrenos —hace contacto
visual conmigo—, y, por favor, intenten guardar todas las preguntas hasta el final del
recorrido.
Perra.
Una vez que desconecto la voz de Morgan, la caminata por el camino de entrada
es una palabra; pacífico. El musgo español y los robles viejos todavía están donde
pertenecen, y por un segundo, me siento como si realmente hubiera regresado en
1912. Algunas personas se detienen para tomar fotos o sacar folletos y comparar el
presente con el pasado. No necesito el folleto. Veo el Belgrave actual, pero mi mente
se superpone al Belgrave del pasado. Los dos se integran, y me estremezco ante la
yuxtaposición de las imágenes.
Mientras Morgan sigue hablando sobre el hermoso paisaje, levanto mi mano.
Pretende ignorarme. Solo hace que levante mi mano más alto hasta que estoy de
puntillas.
Suspira.
—¿Sí?
—¿Qué pasó con el barrio de esclavos?
—No creo que alguna vez hubiera barrios de esclavos en la propiedad de
Belgrave. 273
—Sí, hubo —argumento. Si va a dar giras por Belgrave, necesita conocer la
historia. Lo bueno y lo malo—. Antes de que Adrien vendiera sus partes de la
plantación de azúcar, solía haber barrios de esclavos. Incluso había una tienda
general en la propiedad. Estaba cerca del estanque. —Girando, trato de encontrar la
dirección del estanque, pero no tengo idea de dónde podría estar ahora.
—¿Por qué lo vendió? —pregunta la mujer a mi lado.
—Bueno, Adrien quería centrarse en la compañía naviera, pero si me preguntas,
creo que salió mientras aún estaba en la cima. Belgrave ya tuvo un año de malas
cosechas —explico.
—Movimiento inteligente.
Asiento.
—Así es, ¿verdad?
—Continuemos —dice Morgan, su voz un tono alto.
Mientras nos acercamos un poco más a Belgrave, la mujer se inclina hacia a mí.
—¿Eres de aquí?
—No. Solo estoy de visita.
—Seguro que sabes mucho sobre este lugar.
—Yo, uh, tuve que hacer un proyecto de historia en Belgrave una vez —miento.
Ella asiente y sigue adelante con el resto del grupo.
Cuanto más nos acercamos, más rápido late mi corazón. Tengo que evitar salir
corriendo.
Morgan detiene el recorrido directamente enfrente del camino circular. La
fuente se ha ido. Los arbustos que una vez lo rodearon todavía están aquí. No se han
recortado, pero creo que sería extraño tener un paisaje prístino en un contexto tan
trágico.
Belgrave fue una vez tan vibrante, el estuco de un blanco inmaculado y las
ventanas brillando a la luz del sol. Ahora el estuco es gris debido al mal tiempo y se
desprende en algunas áreas. Las vides se adhieren a la fundación. Zarzas rodean el
porche una vez hermosa. La parte izquierda del porche se hunde. Una barandilla de
la escalera se ha caído. Las cuatro columnas corintias están agrietadas.
Morgan conduce el recorrido hacia el porche, y estiro mi cuello, tratando de ver
la parte abandonada del ala este. Es imposible decir desde aquí.
Cuando leí que el costo total para restaurar Belgrave era de cuatro millones,
pensé que era un poco exagerado, pero ahora veo que queda mucho por hacer. Parece
una tarea imposible. Me duele pensar que Belgrave se haya convertido en algo del
pasado y es probable que nadie más lo vuelva a ver en todo su esplendor.
Demasiado pronto, el recorrido ha terminado y estamos caminando por el largo
camino de entrada. La gente a mi alrededor habla en susurros entusiasmados sobre
el aspecto de Belgrave, pero todo lo que puedo decir es que no gané nada con esta
gira.
No estoy más cerca de Étienne. Juro que la casa tiene ojos y me está mirando.
274
Cada pocos segundos, miro por encima de mi hombro a la imponente estructura.
Mi corazón se detiene. No quiere que me vaya.
En este momento, tengo que hacerlo. No gasté todo este dinero para venir a
Charleston solo para rendirme en el primer intento. Vendré en la noche, voy a
encontrar un camino hacia Belgrave. Voy a caminar por esas habitaciones.
Voy a tratar de encontrar un camino de regreso a Étienne, incluso si eso me
mata.
H
oras después, lentamente camino por The Battery, admirándolo
todo. Unas cuantas nubes esponjadas que me recuerdan bolas de
algodón bloquean el sol. Logra salir de vez en cuando, bañándome
en un cálido brillo. Si no fuese por las nubes no necesitaría mi
abrigo. Una suave brisa trae la esencia de agua salada.
Los turistas recorren el inestable paseo marítimo, deteniéndose muy a menudo
para tomar fotografías o admirar la interminable vista del agua a su izquierda y
palmeras alineadas en las calles. Es hermoso, pero estoy más enamorada de las
mansiones a la derecha. Permanecen ahí, altas e imponentes como nunca. Sonrío
con tristeza hacia ellas porque de algún modo sobrevivieron al tiempo. Belgrave no
lo hizo.
Estaría mintiendo si dijese que no me sentía un poco derrotada, pero todavía
planeo irrumpir esta noche. No sé cómo, pero encontraré un modo.
Me apresuro por la calle y paso las filas de mansiones. La mayoría son
residencias privadas, pero puedo ver que uno es un motel. Las palmeras salpican el
terreno. La mayoría de casas cercanas tienen porches inclinados, lo que asumo es
para que el agua caiga por los lados cuando llueve. Aun así, esas casas revelan el
glamour y sofisticación que hubo una vez. Creo que eso es lo que hace a Charleston 275
tan atractivo a la gente; mantiene muchas piezas del pasado que el resto del mundo
ha perdido.
Camino por la acera, perdida en el pensamiento. Pronto me detengo frente a
una de las hermosas mansiones. No es la más grande de todas, pero probablemente
es la mejor conservada. Los revestimientos exteriores parecen recientemente
pintados. Contraventanas negras flanquean las ventanas.
La casa de Asa Calhoun pasó el examen del tiempo.
Inmaculados arbustos alinean la valla frente al patio. Continúo por la acera,
pero me detengo cuando veo que las verjas de metal de la propiedad están abiertas.
Es una propiedad privada y no hay razón para entrar ahí, pero no puedo evitarlo,
algo me está empujando hacia delante, provocándome a acercarme.
Ignorando la voz en mi cabeza que me está diciendo que es mala idea, atravieso
la verja y entro al patio trasero.
El camino de ladrillo es tan desigual como las calles de adoquines en
Charleston. Un gran árbol de magnolia a mi izquierda da sombra a medio patio. Las
enredaderas están envueltas entre la valla que rodea la propiedad. En esta época del
año difícilmente las flores están floreciendo, pero puedo imaginarme lo hermoso que
es este patio trasero durante la primavera.
Una fuente permanece en medio del camino de ladrillo circular. Un columpio
solitario cuelga de una gruesa rama de roble en la esquina alejada del patio. Se
balancea suavemente con la brisa, rechinando ligeramente.
—Es un jardín hermoso, ¿no es así?
Sobresaltándome, me giro y me enfrento a una mujer mayor inclinándose
pesadamente en un bastón. Su cabello gris está recogido en un moño suelto. Su
rostro tiene arrugas, especialmente alrededor de sus ojos y labios. Pero sus ojos
azules mantienen un brillo que ni siquiera el tiempo puede robar.
—Siento haberme metido. —Señalo hacia la verja de hierro—. Me marcharé
ahora mismo.
Ella suspira antes de alzar una mano.
—No tiene sentido, niña. Ahora estás aquí. Bien puedo darte un recorrido.
Rápidamente pestañeo. No estaba esperando eso.
—¿Un recorrido?
—De los jardines, por supuesto. No la casa. No soy tan generosa —contesta con
cansancio.
Sonrío.
—Un recorrido sería genial. Justamente estaba pensando en lo hermoso que
debe ser este lugar en primavera.
La sigo más adentro del patio trasero. Se mueve lentamente, pero está bien. Me
da tiempo para inspeccionarla de soslayo. Ella tiene que ser una de las descendientes
de Asa. Quiero decir hija, pero puede ser una rareza. 276
—Sí, lo es —comenta—. Una vez que las camelias, azaleas y hortensias están
completamente en flor, realmente es una vista que contemplar. Por supuesto, lo
hacen en diferentes estaciones, pero lo prefiero de ese modo.
Espero que me dé más información o señale algo que no noté (porque, ¿no es
esa la razón de un recorrido?). En cambio, se dirige a un lugar aislado en la esquina
alejada de este paraíso privado. Muebles de patio de mimbre blanco, los robles
dándole sombra, centradas alrededor de una mesa de café de mimbre. La imagino
poniendo bandejas llenas de deliciosa comida y té en la superficie mientras sus
amigos o familia hablaban y reían. A una buena distancia de los muebles está una
mecedora blanca desgastada por el tiempo. Solo minutos en presencia de esta mujer,
pero fácilmente puedo imaginármela siendo alguien que prefiere sentarse y
observarlo todo, así no se pierde nada. Se sienta y apoya el bastón contra la mesa
lateral.
Señala el asiento junto a ella.
—Siéntate.
Me siento y la miro con expectación. Con descaro, me mira. Tal vez es mi mente
engañándome, pero veo la férrea determinación de Asa en su postura.
Negando, extiendo la mano.
—Lo siento. ¿Dónde están mis modales? Soy Serene Parow.
—Cordelia Rafferty.
Se me detiene un instante el corazón. Cuando busqué a Asa, recuerdo ver el
nombre de Cordelia. Apoyando los codos en las rodillas, inclino el cuerpo hacia ella.
—No será una de las hijas de Asa Calhoun, ¿no es así?
Se ve momentáneamente sorprendida antes de asentir.
—Sí. Era mi padre —contesta en su ligero acento de Charleston.
—Estuve haciendo alguna búsqueda familiar. Su nombre apareció.
Sonríe débilmente.
—Ah, sí. Durante esa época, fue muy activo en Charleston.
—Sí, lo era —contesto sutilmente.
Cordelia todavía me escucha. Fija cuidadosamente sus ojos azules en mí.
—¿Cómo apareció el nombre de mi padre en tu búsqueda?
No puedo culparla por tener sospecha. Si algún extraño se me acercase y
supiese cosas sobre uno de mis familiares, querría saber cómo se conocían.
—Tengo un miembro de mi familia que se casó con alguien de la familia Lacroix.
En unas viejas cartas se mencionaba que Asa Calhoun era amigo de la familia. —Eso
técnicamente no es una mentira, pero es exagerado decir que es cierto—. ¿Tu padre
alguna vez mencionó a los Lacroix?
Una nostálgica sonrisa aparece en el rostro de Cordelia mientras se reclina en
su silla.
—Sí, lo hizo. Frecuentemente. 277
El corazón me late tan rápido que apenas puedo pensar correctamente. Tengo
que respirar profundo antes de seguir halando.
—¿Alguna vez conoció a Étienne, Livingston o Nat?
Su sonrisa desaparece ligeramente.
—Nací en 1920, muchos años después del fuego.
—Oh —digo desanimada.
—De cualquier modo, escuché historias sobre la familia Lacroix. Y vi fotografías
de ellos. —Cordelia mira a la distancia—. Y también de la chica.
—¿Nathalie? —indago.
Asiente.
—Mi padre estaba enamorado de ella. Era una chica encantadora, la única.
Oh, si Nat pudiese escuchar esto. Su vida habría sido feliz.
—¿Por qué él no le contó cómo se sentía?
Cordelia se gira ante mi pregunta, arqueando una ceja. Tengo la sensación de
que el momento de la historia ha terminado y que por favor me marche, pero no lo
hace.
—Mi padre dijo que uno de los hermanos de ella lo detuvo de decirle cómo se
sentía a ella.
De cualquier persona, probablemente fue Étienne. Demasiado protector por su
maldito bien, quiero decir. Pero no puedo. Así que pongo una pequeña sonrisa.
—Mi hija mayor se llama Nathalie —confiesa Cordelia.
—Es un nombre bonito —comento.
Cordelia asiente y sigue meciéndose.
—Mis padres se casaron un año después del fuego que afectó a Belgrave. Estuvo
devastado por sus muertes. Sospechó que fue un crimen.
Ante sus palabras, me siento en el borde de mi asiento.
—¿Lo hizo?
Cordelia deja de mecerse y me mira con fiereza.
—Por donde descubrieron los cuerpos. Nathalie estaba en su habitación.
Étienne estaba en su oficina. La puerta principal y las traseras estaban bloqueadas.
—Y Ben habría estado junto a la puerta principal —menciono antes de
detenerme.
Cordelia arquea una ceja.
—Por las cartas, sé que Ben era un sirviente de los Lacroix —explico
rápidamente.
Asiente.
—La causa oficial fue un fuego eléctrico, pero mi padre nunca estuvo 278
convencido. Compró Belgrave, ya sabes. Después de que el último chico muriese en
la guerra. Oh, ¿cuál era su nombre? ¿Langston? ¿Landon?
—Livingston —indicio.
Me señala.
—Livingston. Sí, eso es. Después de que muriese, mi padre compró la casa.
—Lo leí en alguna parte. ¿Qué le hizo hacerlo?
Encoge uno de sus huesudos hombros.
—No quería que Belgrave cayese en malas manos. Planeaba arreglarla. Siempre
dijo que para cuando yo me casase, me daría Belgrave como regalo de bodas. Aunque
vendió Belgrave unos años antes de la Gran Depresión tuvo inversiones que fueron
mal, dejándole sin otra opción que vender. Estuvo bastante molesto por perder la
plantación.
Asiento, pero estoy centrada en algo que mencionó antes.
—¿Dijiste que tu padre sospechaba de crimen? ¿Él creía que la familia Lacroix
tenía enemigos?
Está callada durante tanto tiempo, que empiezo a pensar que no me ha
escuchado. ¿O tal vez se ha quedado dormida? Finalmente, contesta:
—Por supuesto que tenían enemigos. Especialmente Livingston.
—¿De verdad?
—No. No él —rectifica—. El otro.
—Étienne —digo sin aliento.
—Ese —confirma Cordelia—. Tenía un montón de enemigos. Eso es lo que
sucede cuando tienes dinero. Todo el mundo quiere un poco.
Me reclino en mi silla, la mente dándome vueltas. Durante mucho tiempo he
asumido que Asa era al que vigilar, y ahora no tengo idea de en quién centrarme. De
repente, me siento recta.
—¿Alguna vez tu padre mencionó a Johnathan Whalen?
Cordelia resopla.
—¿Te refieres a la oveja negra de la familia Whalen? Niña, todo el mundo por
aquí sabe de él. Escondió la cola y huyó a alguna ciudad de Virginia después de que
fuese atrapado robando dinero de su padre. —Me da una sonrisa conocedora que
pude ver en Asa muchas veces—. Hizo un pequeño escándalo, pero mi padre estuvo
aliviado de verlo irse.
—¿Qué le hizo irse a Virginia?
—¿Quién sabe? Es duro recordar todos los detalles. Creo que estás olvidando
que estás hablando con alguien de noventa y siete años —bromea amablemente—.
Pero creo que tenía un amigo que vivía allí.
—¿Quién? —He hecho un montón de preguntas, pero no puedo evitarlo. He
tenido tantas preguntas y nunca recibí respuestas. Pero aquí está Cordelia, dándome
pequeños indicios de lo que me muero por escuchar.
279
—No lo sé —responde lentamente y entrecierra los ojos—. De nuevo, ¿con quién
estás emparentada de la familia Lacroix?
—Uh… —Intento pensar si Étienne alguna vez mencionó a los familiares de su
padre. Luego recuerdo nuestra conversación en el bosque. ¡Adrien tenía una
hermana!—. Estoy emparentada con Christine Lacroix. Era la hermana de Adrien y
vivía en Nueva York. —Cordelia no contesta mientras me levanto abruptamente—.
Debería irme. Muchas gracias por tomarse el tiempo de hablar conmigo.
—El placer es mío, niña. Pero ten cuidado la próxima vez que irrumpas en una
propiedad privada. Puede que no haya una solitaria señora mayor esperando darte
la bienvenida —comenta.
Sonrío.
—Lo mantendré en mente.
Lo mantendré en mente… cuando entre en Belgrave esta noche.
Crecer con hermanos tiene muchas dificultades.
Pero también tiene sus beneficios. Porque por ellos, no tengo límites. Podía
subir a los árboles y luchaba como el mejor de ellos. Nunca había tiempo para
detenerse y considerar mis miedos porque siempre estaba intentando mantenerme
al ritmo de ellos.
Esa misma intrepidez todavía me rodea, aunque sé que, si soy atrapada, las
repercusiones no serán buenas. Pero puedo sentir el tiempo moviéndose y me está
diciendo que no tengo más elección que ésta.
El reloj en la guantera muestra la una de la mañana. Respiro profundo, dejo las
llaves en mi bolsillo, hago una doble comprobación para asegurarme que mi teléfono
está en el otro bolsillo del abrigo, que la llave maestra de la época de Étienne está en
mi bolsillo trasero, y salgo del auto. En este momento de la noche, la plantación está
inquietantemente silenciosa. Solo es Belgrave y yo. Me aseguro de estacionar a una
distancia razonablemente y alejada de la propiedad; ¿quién sabe si la seguridad
recorre los alrededores? Probablemente no, pero es mejor estar preparada. La tienda
de regalos está cerrada con una señal de “¡Los sentimos! ¡Estamos cerrados!” en
medio de la puerta.
Una farola brilla en el pequeño edificio y a lo largo del estacionamiento. Hago
una nota mental de mantenerme alejada de toda esa zona.
La temperatura se ha enfriado considerablemente desde esta tarde. Me
envuelvo con mi abrigo azul marino y me dirijo a Belgrave. Las verjas de hierro se
ciernes frente a mí, tentándome a escalarlas, pero evito las verjas del frente. Uno:
Sería demasiado fácil para alguien verme allí. Dos: Esas verjas necesitaban una llave.
No, me dirijo hacia la segunda entrada que noté más temprano hoy. Está oculta 280
por un grupo de árboles y arbustos, pero vi a un miembro del equipo entrar por ahí
sin que nadie lo notase.
Las ramas crujen bajo mis pies mientras me apresuro hacia la verja. Mantengo
la cabeza gacha, centrándome en mis pasos. La oscuridad nunca me ha asustado,
pero la cacofonía de sonidos hace que se me ponga la piel de gallina en los brazos.
Hay una rígida brisa que hace que las pequeñas ramas choquen. El sonido de las
ramitas rompiéndose proviene de un grueso árbol a mi izquierda a lo lejos. Mientras
lucho para encender mi linterna, me repito que es solo un animal.
Adelante está la verja. Acelero mi paso. Cuando la alcanzo, veo que la verja es
mucho más vieja de lo que había anticipado. Con la linterna, ojeo de cerca. Hay más
óxido que hierro forjado y parece que apenas se mantiene en pie. Cualquier otra
persona la habría derribado, pero los empleados no lo hicieron porque podía ser una
pieza original de Belgrave. Cierro los ojos, intentando recordar si alguna vez atravesé
esa verja, pero no puedo recordarlo.
De repente, recuerdo la llave maestra quemándome el bolsillo trasero. Es una
llave maestra, dándome acceso a cualquier parte de Belgrave. Si esta puerta ha
pasado la prueba del tiempo y es una parte original de Belgrave, entonces esta llave
funcionará.
Alcanzo mi bolsillo. Me tiembla la mano mientras deslizo la llave en la
cerradura. El mecanismo de la cerradura chirría mientras lentamente la giro a la
derecha. Conteniendo la respiración, espero, y luego escucho el sonido de la
cerradura desbloqueándose. Dejando salir un suspiro de alivio, vuelvo a guardar la
llave en el bolsillo, atravieso la verja y la cierro detrás de mí. No hay tiempo para
celebrar que logré traspasarla, estoy en el espacio abierto para que alguien me vea.
Corro hacia el camino de entrada, asegurándome de vigilar mis pasos todo el camino.
Recorrer el camino de entrada lleva más de lo que espero, pero eso podía ser
porque estoy paranoica de que alguien vaya a atraparme. Después de quince minutos
de caminata, los árboles disminuyen y el camino circular aparece. Cuando paso
donde estaba la fuente, juro que escucho un ligero sonido de gotas de agua
extendiéndose en el aire antes de que aterricen ligeramente en la fuente.
Niego. Es solo mi mente jugándome malas pasadas.
Deteniéndome frente a los escalones, echo la cabeza hacia atrás y admiro la
enorme estructura. La confianza que tenía desaparece. ¿En qué me estoy metiendo?
Vuelvo a encender la linterna, pero eso solo revela el mal estado de Belgrave.
Aunque no dejaré que su aspecto en el presente afecte en lo que necesito hacer. Que
es volver a Étienne. Puede que haya algún vínculo en Belgrave que me llevará de
vuelta a él.
Lentamente, subo los escalones. En el silencio de la noche, mis pasos suenan
como disparos. Dirigiendo la linterna a mis pies para asegurarme que no piso un
animal muerto o caigo en un agujero, me acerco a la puerta de entrada. Todas las
ventanas están rotas. Sería inútil que la puerta de entrada estuviese cerrada.
Envuelvo la mano en la manilla.
Se abre chirriando. Dirijo la luz al vestíbulo y se me cae el alma a los pies. La
grandeza que una vez tuvo ha desaparecido. Polvo de yeso cubre donde una vez 281
estuvieron los suelos de mármol. Ahora hay suelos desiguales de madera. La pintura
está desconchada y colgando por todas partes. Me detengo en medio del vestíbulo,
debatiéndome dónde ir después.
El piano que una vez estuvo en la habitación del frente está aplastado contra el
huevo de las escaleras. Las teclas ahora son amarillas. La mayoría están rotas. Una
pata del piano está rota, causando que se incline extrañamente a la izquierda. En mi
mente, puedo ver a Livingston tocando. Mira sobre su hombro y me guiña un ojo.
En un instante, la imagen se disuelve.
Apunto la linterna hacia la zona de recepción. Esta es la habitación donde
finalmente convencí a Étienne que había viajado en el tiempo. Recuerdo lo hermoso
que fue una vez el lugar. Cómo entraba la luz por las ventanas, haciendo que la repisa
de la chimenea casi brillase. Ahora los suelos de madera están cubiertos de tanta
suciedad que parecen de gris pizarra. Secciones del suelo han cedido, haciendo
imposible entrar. Muevo la luz hacia la chimenea. Piezas de mármol están
fragmentadas. Las telarañas están en cada zona libre. No estaría sorprendida si fuese
lo único que mantiene las paredes en pie.
El candelabro que solía brillar ha desaparecido. Los cables ahora cuelgan del
techo. Fisuras recorren el techo como venas, transportando la decadencia a través de
la casa. Hay un enorme agujero en la parte izquierda del techo.
Me echo hacia atrás y me aventuro hacia la escalera una vez espléndida. Una
parte de la barandilla de acero ha desaparecido y la otra a penas se sostiene. Los
escalones de mármol que una vez brillaron relucientes han desaparecido. De hecho,
solo permanecen pequeñas piezas de mármol, dejando solo madera contrachapada
cubierta de polvo y cacas de ratones.
Tengo más oportunidades de caerme entre los escalones que de llegar a la
segunda planta. Cualquier persona en su sano juicio se giraría y no se arriesgaría.
Pero no estoy en mi sano juicio.
Estoy loca. Y he estado así desde el momento que salté de tiempo y de mi propia
vida. No sé si puedo volver a ser la Serene Parow que era.
Dubitativamente, pongo la mano en la barandilla tambaleante y subo las
escaleras. Ignoro las capas de polvo en la barandilla y evito los escalones que se han
derrumbado. Me digo que los ruidos de crujidos bajo mis pies solo son piezas rotas
de yeso y no los escalones desintegrándose. El corazón me late salvajemente, y
cuando finalmente logro subir la escalera, me están temblando las piernas.
Puede que la sociedad histórica haya puesto sus manos en Belgrave antes de
que se derrumbe completamente, pero ha habido tanto daño por el agua que cuando
levanto la vista al techo, en algunas zonas puedo ver el ático.
—Mierda —susurro.
Mirando donde piso, me dirijo hacia mi habitación. Los apliques de las paredes
han desaparecido. Estoy dispuesta a apostar que fueron robados por vándalos. Las
imágenes de los antecesores Lacroix hace tiempo que se fueron, reemplazados con
grafitis. La mayoría de las puertas están abiertas. Me detengo en uno de los umbrales
y miro dentro. Por supuesto no queda ningún mobiliario. Las ventanas en casi todas 282
las habitaciones están tapadas con tablones.
Mientras continúo por el pasillo, paso junto lo que estoy bastante segura de que
son huesos de animales. Echo un vistazo y me apresuro. Cuando giro la esquina y
alcanzo el pasillo donde está mi habitación, dejo salir un suspiro de alivio. Sé que mi
habitación no será la misma —muy lejos de eso—, pero tengo que verla. Estar en
Belgrave no es suficiente. Necesito estar en el espacio donde una vez dormí.
La puerta de mi habitación está medio cerrada y prácticamente se me disparan
los nervios mientras abro la puerta por completo. Como la puerta de entrada, chirría
siniestramente. Por enésima vez, me recuerdo que soy la única persona en esta casa
ahora mismo y que los fantasmas no existen.
Pero mientras muevo la linterna por la habitación, juro que siento una mirada
sobre mí.
Por un segundo veo mi habitación como lo hice por primera vez: Una hermosa
cama, unos brillantes suelos de madera, una chimenea de mármol y el tocador con
filas de perfumes franceses. Imagino las ventanas abiertas con una pequeña brisa
entrando.
En el presente, jirones del viejo papel de pared apenas cuelgan de las paredes.
Permanezco junto a la puerta y tomo un trozo de papel de pared, sorprendida de que
no se desintegre en mis manos. Los suelos están en un estado horrible, con
numerosos agujeros. Sé con seguridad que, si entro ahí, me caeré. Permanezco en el
umbral, aunque me estoy muriendo por entrar. Capas de polvo cubren la repisa de
la chimenea. El espejo que solía estar sobre la chimenea ha desaparecido. Las
ventanas están tapadas con tablones. Las molduras han sido arrancadas. Me apoyo
pesadamente contra el marco de la puerta.
Una parte de mí quiere gritar que yo viví aquí. En esta habitación. En esta casa.
Y no importa cuánto residí en 1912, todo lo que importa es que este lugar era y
todavía es mi hogar.
Pongo las palmas sobre la pared y apoyo la mejilla contra la superficie sucia.
Me duele el corazón ver Belgrave en tan mal estado. Sé que la familia de Étienne
nunca dejaría que acabase así. Habrían luchado por asegurarse de que permanecía
en la familia, y si eso no fuese posible, se habrían asegurado de ponerlo en buenas
manos. Trabajaron muy duro para dejar que esto sucediese.
Pero de nuevo, muchas otras plantaciones sureñas han visto el mismo destino.
Sin importar lo abandonado que esté Belgrave, hay una energía detrás de estas
paredes. Algo atrapado e invisible se niega a dejar que este lugar se derrumbe.
Bajo las escaleras y me encamino al ala este, donde comenzó el fuego. Las
paredes son un recuerdo carbonizado de aquel fuego, y aunque sucedió hace unos
cien años, juro que puedo oler el humo. Giro la esquina hacia la oficina de Étienne y
me detengo de inmediato. Más abajo, el pasillo simplemente desaparece. Una lona
azul cubre el enorme agujero. El viento se eleva fuera, haciendo que la lona se abra y
revele que la luna está parcialmente escondida por las nubes.
Me acerco hacia la oficina de Étienne, muy consciente de que solo a unos pasos
el suelo da paso a un agujero de unos dos metros. La puerta de su oficina hace mucho 283
que desapareció. De pie en el umbral, miro dentro con la linterna. Como el resto de
la casa, su oficina está en un estado terrible. El techo está hundido, cerca de
derrumbarse. Las paredes están carbonizadas por el fuego.
Probablemente debería irme. Puedo buscar en el resto de la casa hasta el
amanecer, pero solo voy a encontrar más y más habitaciones destruidas. El
pensamiento es deprimente.
Pero parece que no puedo obligarme a moverme. Cerrando los ojos, finjo que
la habitación es como una vez lo recordaba. Que Étienne está detrás de su escritorio,
revisando el papeleo. Dependiendo de la estación, la chimenea puede tener madera
crepitando y llamas ardiendo brillantemente. O tal vez hace calor y las ventanas están
abiertas, dejando entrar la brisa.
Él apenas lo notará porque su atención está centrada en el papeleo. Todo está
en el lugar correcto. El techo no se está cayendo. Piezas de yeso roto no llenan el
suelo.
Cuando abro los ojos la imagen ha desaparecido.
Una pequeña parte de mí había esperado que venir aquí hubiese… no sé, abierto
un portal hacia el pasado, como una cerradura deslizándose en su lugar. Clic, y
estaría de vuelta en los brazos de Étienne. Sé que es una idea ridícula. Pero mis
pensamientos y esperanzas son todo lo que me queda.
Mi linterna parpadea, como si estuviese luchando para mantenerse encendida.
Doy un paso atrás, no hay forma de que pueda buscar en esta casa sin una linterna.
El viento entra a través de las ventanas rotas, haciendo que las hojas llenando el suelo
se muevan por el pasillo. El sonido es inquietante. Sé que estoy sola, pero mi miedo
aumenta. No importa lo valiente que seas, eso es suficiente para mandar a cualquier
persona directo a la salida. Incluida yo.
Me apresuro por el pasillo y la linterna se tambalea en mi mano. Cuando
alcanzo el vestíbulo, algo de mi miedo ha desaparecido, la puerta de entrada está a
unos pocos pasos. Giro la linterna hacia el espacio abierto una vez más.
¿La energía detrás de las paredes? Juro que es más fuerte, prácticamente
pulsando. Y juro que algo me está alcanzando. Es lo más cerca que me he sentido
nunca a Étienne y su mundo.
Aunque tal vez está todo en mi cabeza.
Tal vez mi mente está intentando calmarme a mí y mi deseo obsesivo de
regresar.
Antes de irme, miro por encima del hombro al destrozado vestíbulo.
—Lo estoy intentando, Étienne —susurro—. Realmente lo hago.
Y entonces abro la puerta de entrada. Cerrándola detrás de mí, corro por los
escalones de entrada, de regreso a la seguridad de mi auto.

284
Étienne

E
l sonido de la puerta cerrándose hace que me enderece en mi silla.
Solo son las ocho de la noche, pero la casa está en relativo
silencio. Nat está fuera con una amiga, Livingston está en alguna parte
por aquí y muy pronto, la persona que me traicionó va a venir, así
podemos hablar.
Lentamente, me dirijo a la puerta de la oficina y giro la manilla. Cuando miro
en el pasillo, no hay nadie ahí.
—¿Hola? —pregunto.
Nadie responde. La casa está en completo silencio, aun así, estoy seguro de que 285
escuché una puerta cerrándose, y juro que vino en dirección de la puerta de entrada.
Mientras me encamino al vestíbulo, el olor a madreselva se dirige hacia mí, haciendo
que me detenga de golpe. Es un puñetazo en el estómago e inmediatamente trae la
imagen del rostro de Serene.
Ella no ha regresado. De todos modos, eso no significa que yo haya perdido la
esperanza. Es una esperanza estúpida, pero nunca dejaré marchar mi fe.
Ella volverá. Lo sé.
Mis pasos se aceleran hasta que casi estoy corriendo. Cuando alcanzo la puerta
de entrada, está entreabierta, como si la persona que se marchó tuviese demasiada
prisa en cerrarla. La abro del todo y camino hacia el porche. Todo está en silencio
excepto por un grupo de ranas y las delgadas ramas de los árboles sacudiéndose
suavemente en el aire.
Por supuesto, no hay nadie fuera, pero por un segundo —por el más pequeño
de los instantes—, pensé que Serene estaría ahí.
—¿Étienne?
La voz de Livingston me saca de mis pensamientos. Girándome, lo veo de pie
en el umbral, con una expresión de preocupación.
—¿Qué estás haciendo ahí? —pregunta.
—Escuché una puerta cerrarse.
—¿Y eso te llevó fuera?
Bajo los escalones de entrada.
—Sí. El sonido fue fuerte.
Livingston se encoge de hombros.
—Tal vez me escuchaste a mí. Estaba en la cocina.
Miro hacia el camino de entrada.
—No. No venía en dirección de la cocina, y cuando entré al vestíbulo, la puerta
de entrada estaba abierta.
Apartándose del marco de la puerta, Livingston suspira y se mete las manos en
los bolsillos, luego se reclina contra uno de las columnas.
—Y deja que adivine… ¿pensaste que era ella?
—No —miento, y Livingston lo sabe.
Él baja los escalones y permanece junto a mí. Su rostro es serio.
—¿Qué vas a necesitar para olvidar a Serene?
—Nada —contesto antes de que él pueda terminar su frase.
Si Livingston espera ser lo que me ayude a seguir adelante, está equivocado.
Ella es la mujer más encantadora que he conocido. Incluso cuando la despreciaba,
parte de mí estaba suplicando entenderla.
Más que la amaba. Ella es una religión, y yo soy un creyente. Por el resto de mi
vida, adoraré cada parte de ella. 286
No puedo dejar de preguntarme si ella ha seguido adelante con sus planes de
casarse con Will. No debería obsesionarme, aun así, mi mente está centrada en la
idea. ¿Él la está sujetando ahora mismo? ¿Besándola? ¿Tocándola?
La idea hace que apriete los puños.
¿Cuánto tiempo ha pasado para ella?
¿Horas?
¿Días?
¿Semanas?
¿Ella se rendirá en regresar a mí y se casará con Will como segunda mejor
opción? Dios, espero que no. Hay una fuerte posibilidad de que pueda viajar de
nuevo en el tiempo. Aunque ella solo estuviese aquí por dos meses, ella ha tenido un
efecto duradero en mi vida. Demonios, en toda mi familia.
—Vamos. —Livingston me palmea en el hombro—. Entremos.
No protesto y silenciosamente lo sigo dentro.
—Hablaremos después. ¿De acuerdo? —menciona Livingston.
Puedo leer entre líneas: la conversación sobre Serene no se ha terminado.
—Por el momento, necesitas sacártela de la cabeza. Tienes cosas más
importantes en las que centrarte.
Al fin, algo con lo que concuerdo. Me dirijo de nuevo a mi oficina.
—¿Vas a quedarte mientras hablo con él?
—Por supuesto. Quiero escuchar sus excusas.
Solo pensar en la traición hace que mi furia hierva.
—Yo también, yo también —grito—. ¡Ben!
En un instante, él está frente a mí.
—¿Sí, señor Lacroix?
—Un compañero va a llegar en breve. Por favor, llévelo a mi oficina.
—Sí, señor.
Mis pasos hacen eco a través del vestíbulo mientras me encamino a la oficina.
El silencio en la casa nunca solía molestarme. De hecho, lo disfrutaba. Eso fue antes
de Serene. Ella añadió color a mi vida en blanco y negro. Ella fue una tormenta
durante una larga sequía. Sé sin ninguna duda que, si todavía estuviese conmigo,
ahora mismo estaría teniendo una conversación animada con Nat. Cada pocos
minutos, sus risas estarían reverberando a través de cualquier habitación donde
estuviesen y viajaría a través de los pasillos.
Entro en mi oficina y miro el libro de contabilidad una vez más. He perdido la
cuenta del número de veces que lo hojeé. Hace días, Livingston me admitió que
atrapó a Serene escabulléndose de la oficina de Asa la noche de la fiesta. Estaba
llevando el libro de contabilidad. Todo este tiempo ella tuvo sospechas y yo nunca
pensé en ellas dos veces. Aunque debería, porque mi compañía está sufriendo. Miles
287
de dólares de los fondos de la compañía han desaparecido en manos de un empleado
en el que confiaba.
Entrelazando los dedos detrás de la cabeza, reflexiono sobre el comportamiento
de Asa recientemente. Ha estado distante en el trabajo y se distraía con facilidad. Ha
habido unas cuantas veces que ha llegado tarde al trabajo, y cuando le pregunto
dónde ha estado, siempre me da una excusa débil.
He esperado días para hablar con él, pero no puedo esperar más. Es momento
de solucionar esto. Si puedo llegar al final de esta reunión sin causarle al hombre
lesiones corporales, mucho mejor.
La educación está arraigada en mí, pero permanezco sentado cuando él entra a
mi oficina. Me estrecha la mano y sonríe.
—Étienne, esta es una hora inesperada para tener una reunión.
—De hecho, lo es. Pero el tema es importante. —Señalo uno de los asientos
frente a mi escritorio—. Por favor, toma asiento.
—¿Algo está mal? —pregunta, la preocupación empapando sus palabras.
No hay una forma fácil para enfocar este tema. Bien puedo ir directo a lo
importante. Abro los dos libros de contabilidad frente a mí antes de cambiar mi
atención hacia él.
—He estado hojeando los libros y he notado algunas inconsistencias.
Arquea una ceja.
—¿Inconsistencias por mi parte?
—Eso parece.
Se inclina hacia delante y mira los libros en mi escritorio.
—Esto es imposible. Reviso los números varias veces antes de escribirlo.
—No discrepo contigo en eso.
El peso de mis palabras y su significado se clavan en él. Arqueando una ceja, se
endereza en su silla. Sabe que ha sido atrapado.
Abro el cajón de mi izquierda y saco otro libro de contabilidad. Mi libro de
contabilidad.
—Puede que yo no tenga la habilidad con los números que tú tienes, pero
tampoco llegué así de lejos en la vida siendo un imbécil. Tengo mis propios libros de
contabilidad, así puedo comparar todos los números con los míos. Esos errores, por
falta de una palabra mejor, por tu parte habrían sido descubiertos más pronto que
tarde.
Deslizo todos los libros por el escritorio. Él pasa la mirada entre los tres libros.
Después de pocos segundos, alza la mirada para encontrarse con la mía.
—Me disculpo. Nunca dejé conscientemente que algo así sucediese.
Mentiroso.
Es un maldito mentiroso. Quiero decírselo, pero me contengo. Mi padre me 288
enseñó muchas cosas, y una de ellas era nunca dejar que mi disgusto se mostrase
cuando hay mucho en juego. Ahora mismo, necesito parecer calmado y tranquilo.
—¿Qué planeabas lograr haciendo esto? —pregunto.
Se reclina en la silla y apoya una pierna sobre la rodilla. Aparenta calma y
control, pero su lenguaje corporal grita, incómodo y nervioso.
—Sé de qué me estás acusando, pero vas a tener que hacerlo mucho mejor para
intimidarme.
—¿Intimidarte? —Frunzo el ceño—. Nunca haría eso. De todos modos, cuando
alguien malversa fondos en mi compañía, voy a preocuparme. Así que ilumíname.
Dime qué sucedió.
—No sucedió nada. Simplemente he cometido algunos errores menores.
—¿Errores menores durante las pasadas semanas? —provoco.
—Como dije, me enorgullezco de comprobar dos veces mis números. Está claro
que en algún momento no lo hice, y esa única vez ha hecho que los números sean
erróneos.
Su respuesta tiene sentido, pero mi instinto me está diciendo que no me está
contando toda la verdad. La decepción puede ser simple de ver y el lenguaje corporal
lo dice todo, y ahora mismo él está nervioso. Está sacudiendo la pierna izquierda, y
mantiene moviendo los dedos.
—Esto es más que eso —señalo—. Los depósitos en el banco están llevando más
de lo habitual, y ha habido pagos programados duplicados. Tener un error o dos es
entendible. Esto no lo es.
Espero a escuchar cuál será su excusa, pero no dice nada. Se ha quedado sin
encanto y justificaciones, ahora estoy viendo su yo real. Permanece callado unos
pocos segundos antes de aclararse la garganta.
—No sé qué decir, Étienne.
—Eso está bien, porque yo sé qué decirte. Voy a tener que dejarte ir.
Abre los ojos de par en par con sorpresa. Baja la pierna de la rodilla y la deja
caer sobre el suelo.
—¿Por un simple error?
—¿Honestamente? No. Un error es registrar el montón incorrecto. Lo que has
hecho es más que un error.
Sus mejillas se vuelven de un rojo brillante. El color se extiende por su rostro y
le baja por el cuello. Es duro decir si está avergonzado o enfadado.
—He estado en esta compañía los pasados seis años.
—Lo sé, y eso es lo que hace esto incluso más duro.
—Étienne —dice lentamente—, en mi opinión, este error es difícilmente…
—No te pago por tus opiniones —interrumpo—. Te estoy pagando por hacer un
trabajo y hacerlo concienzudamente. —Golpeo los papeles—. Has demostrado que 289
no eres capaz de hacer este trabajo.
Lo miro de arriba abajo, esperando por su siguiente movimiento. ¿Va a
disculparse? ¿O tal vez de repente se arrepentirá y asegurará no volver a repetir ese
error?
No hace nada de eso. Fija su mirada en mí con una fiereza que solo puede venir
del odio. Todo este tiempo he pensado que era mi amigo, y ahora estoy viendo que
todo era una artimaña.
—Es momento de que te vayas —digo, intentando mantener mi furia a raya. No
quiero otra cosa que alcanzar al otro lado del escritorio y rodearle el cuello con las
manos y apretar con toda mi fuerza.
Con un fuerte suspiro, curva las manos en los apoyabrazos y se levanta. Su
lenguaje corporal es indiferente mientras se dirige a la puerta de la oficina. Pensarías
que acabábamos de jugar al billar en lugar de yo despidiéndole. Antes de marcharse,
se detiene y se gira, dándome una gélida sonrisa que no alcanza sus ojos y luego sale
por la puerta.
Cerrando los ojos, agacho la cabeza y respiro fuertemente a través de la nariz.
Me levanto y me detengo en medio de la habitación. Antes de encontrarme con él,
estaba considerando si debería reunir todas las evidencias contra él y entregárselas
a la policía. Ahora sé, sin ninguna duda, que eso es precisamente lo que estaré
haciendo.
Miro el calendario en la pared junto a mi escritorio. 13 de junio. La primera
cosa que haré mañana, es ir a la policía.
Si simplemente Serene estuviese aquí. Soy un hombre orgulloso, pero con gusto
le admitiría a ella que tenía razón. Alguien en mi círculo más próximo estaba
viniendo a por mí. Conociéndola, probablemente celebraría el tener razón y que todo
el calvario ha terminado. Pero no está terminado, porque ella no está aquí.
Me acerco a una de las ventanas con vistas a la propiedad Belgrave.
El tiempo es lo que nos reunió y lo que nos separará. No soy paciente, pero por
Serene, esperaré el resto de mi vida si tengo que hacerlo.
Ella volverá a mí.

290
C
uando regreso al hotel, son casi las cuatro de la mañana. Estoy sucia,
agotada y desolada.
Los empleados detrás del mostrador no son tan alegres y
agradables como Karen y me lanzan miradas cautelosas mientras
paso junto a ellos.
En mi habitación de hotel, inmediatamente me quito la ropa y me meto en la
ducha. Pongo el agua caliente hirviendo y permanezco ahí hasta que mi piel está roja
y mis dedos están arrugados como pasas. Una vez que salgo me pongo el pijama,
tomo mi ordenador y me meto en la cama.
Mi cuerpo está agotado. Mis extremidades parecen plomo y me arden los ojos,
pero tengo una última cosa que hacer antes de conseguir un poco de descanso.
Necesito buscar a Johnathan Whalen una vez más.
Entro en Ancestry.com y tecleo el nombre de Johnathan en la barra de
búsqueda. Lo que me contó ayer Cordelia sobre él me ha estado dando vueltas en la
mente, dejándome ansiosa e intranquila. La primera vez que investigué a Johnathan
estaba tan centrada en buscar a mi familia y la de Étienne que solo miré por encima
la información sobre él. Esta vez voy a profundizar. Mi caza por detalles de su vida 291
es increíblemente decepcionante. Como antes, solo descubro que nunca se casó o
tuvo hijos, y pasó el resto de su vida adulta en Falls Church.
Mi padre me dijo que cuando buscas sobre antepasados, si no puedes encontrar
algo a la primera, necesitas volverte creativo. Los documentos pueden escribirse mal.
A menudo hay errores administrativos. Hace cien años los censos se hacían a mano.
La escritura puede ser casi imposible de leer, y los nombres se cambiaban sin querer.
Intento buscar por John Whalen. Luego Jhonny Whalen.
Cuando no encuentro nada, centro mi atención en su apellido. Tecleo
Johnathan Whallen.
Todavía nada.
La luz intermitente parpadea, haciendo que piense con rapidez. Intento con
John Whelan y finalmente encuentro algo.
Para mi sorpresa, es una fotografía de Johnathan en Ravenwood. Está apoyado
contra la valla con un caballo detrás de él, dándole a la cámara su gran sonrisa. No
hay nadie más en la imagen. Cuando miro los detalles de la fotografía, solo tiene el
nombre de Johnathan mal escrito y el año 1916, dos años después de que fuese
trasladado a Falls Church.
El pequeño error abre la puerta a un montón de recortes de periódico sobre
Johnathan. Noto que los artículos no escriben mal su nombre, sino que la persona
que los posteó en Ancestry cometió el error. Uno de los artículos es de él en
Ravenwood, otro en el Derby de Kentucky.
Pulso en el primer artículo. ¡Una victoria para Ravenwood!, se lee en el titular.
El promotor inmobiliario e inversor, Johnathan Whalen, puede celebrar una
vez más otra victoria con el dueño de Ravenwood, Teddy Parow. Esta es la tercera
victoria consecutiva en el Derby de Kentucky. Ravenwood, que fue fundado apenas
hace seis años, rápidamente se ha convertido en un nombre conocido para sus
puras sangres. Es más reconocible es Bravoure, que estableció el récord de trote en
1:51.
Johnathan Whalen ahora está cosechando los beneficios de ser uno de los
pocos inversores de Ravenwood.
Ravenwood está listo para ser una próspera explotación que produzca pura
sangres recordista y traiga a casa campeonatos.
Compruebo el recorte de periódico y noto que es del año 1918.
El siguiente artículo es similar al primero. Aunque para esta vez, Ravenwood es
establecido como una de las grandes granjas de caballos. La fecha es 1920. Dos años
antes de que Johnathan muriese.
No sé qué estaba esperando. Tal vez un artículo que pudiese revelar algún
secreto oculto o una imagen de Teddy que finalmente me mostraría quién es mi
tatarabuelo. Aunque el origen de la familia de Teddy está envuelto en misterio, mi
instinto me dice que él estuvo relacionado con Charleston.
Se me abren y cierran los ojos. Me he empujado al límite. Cerrando el
292
ordenador, lo dejo sobre la mesa, luego establezco mi alarma y caigo en un profundo
sueño.

Mi alarma se apaga a las tres de la tarde. Aunque estoy increíblemente cansada,


me levanto. Mi vuelo es mañana por la noche, y no quiero pasar las horas que me
quedan en Charleston durmiendo.
Mirando por la ventana, observo Church Street. La temperatura ha caído
drásticamente desde ayer. Está nublado, y hago una nota mental para llevarme el
paraguas conmigo a Belgrave esta noche. Miro a la gente entrar en un pub irlandés
de la esquina. Otro grupo de gente se apresura por la acera, riendo e ignorando
alegremente el frío.
Soy libre de ir y venir como quiera, pero de algún modo me siento atrapada,
observando todo a mi alrededor con nuevos ojos. Este no es el Charleston que
recuerdo. Los edificios que recuerdo ahora son edificios históricos, pero todo lo
demás ha sido actualizado, haciendo que me sienta confundida y perdida.
Mientras el sol comienza a cubrirse con las nubes, la lluvia cae del cielo.
Comienza lentamente, luego acelera su velocidad hasta que las gotas están cayendo
tan rápido que parecen alfileres apuñalando el suelo. No sé cuánto durará este
tiempo, pero no me detendrá de volver a Belgrave.
Esta noche, me aseguro de estar más preparada. Pongo nuevas baterías en mi
linterna y tomo baterías de reserva. Meto las perneras de mi pantalón dentro de mis
botas marrones y me pongo una sudadera. Tomo mi chaqueta y mi gorro azul,
asegurándome de que tengo el teléfono antes de salir por la puerta.

Llego a Belgrave alrededor de las ocho y esta vez veo un vehículo blanco con un
logo de seguridad en el lateral. La ansiedad y el miedo se mezclan en mi interior,
diciéndome que el auto es una señal de que debería regresar al hotel. Me dicen que
debería rendirme.
Mi corazón dice algo completamente diferente. Con cada latido estable, me dice
que sea valiente. Me dice que la recompensa de ver a Étienne es más significante que
todos los riesgos interponiéndose en mi camino.
El corazón es algo divertido. Bombea sangre a través de tu cuerpo, pero hace
mucho más que eso. El corazón puede mentir, puede ponerte una venda sobre los
ojos. Pero sé que estoy haciendo lo correcto escuchando al mío.
Aunque hace que me pregunte, ¿mi mente y mi corazón alguna vez estarán en
sintonía? 293
La posibilidad de conseguir las respuestas por las que he estado tan
desesperada está desvaneciéndose. Estoy encontrando camino sin salida tras camino
sin salida. En algún momento, puede que tenga que aceptar que no quedan caminos
que yo pueda seguir. Puede que tenga que admitir la derrota.
Me da un vuelco el corazón ante el pensamiento. Nunca he sido buena
rindiéndome o dejando pasar algo. Étienne vino a mi vida como un ladrón y me robó
el corazón. Tiene perfecto sentido para mí que encuentre una forma de regresar a él
así puedo capturar su alma.
Esta es la última oportunidad para hacer justamente eso.
Suavemente, cierro la puerta del auto. La lluvia ha parado, ahora solo es un
suave golpeteo. Por los pasados quince minutos he observado al guardia de
seguridad rodeando la propiedad Belgrave. Ahora mismo, está al otro lado de la
propiedad, así que me apresuro a la misma verja que usé ayer.
Hay algo siniestro en esta noche. Anoche escuché los sonidos de animales
moviéndose en el bosque. En la distancia, podía escuchar perros ladrando o la
alarma de un auto sonando. Pero esta noche no hay otro ruido más que la lluvia. Es
casi como si el mundo estuviese conteniendo la respiración, esperando a ver lo que
me traerá esta noche.
Me abrocho el abrigo y me pongo el gorro. Me están temblando las manos
mientras tecleo el código de seguridad. Una vez más funciona y abro la verja. Las
bisagras rechinan de protesta.
—¿Hola? —grita alguien.
Me giro a tiempo para ver al guardia de seguridad en el auto, dirigiendo la
linterna en mi dirección. Rápidamente atravieso la verja y en lugar de esconderme
como un ser humano racional, corro directamente hacia Belgrave.
—¡Oiga! ¡Regrese aquí! —exclama el guarda.
—Mierda —siseo.
Lo escucho salir del auto y atravesar la verja. Me grita algo, pero no puedo
escucharlo sobre el retumbar de mi corazón. Está esperando que entre en Belgrave,
así que hago lo contrario y giro hacia el camino de entrada. Los árboles serán un
lugar perfecto donde esconderme. Corro tan rápido como me llevan mis pies. Me
arden los pulmones, y el corazón me late furiosamente contra la caja toráxica. Quiero
dejar de correr y respirar profundo, pero no puedo, porque si lo hago hay una gran
posibilidad de que seré atrapada por el guarda de seguridad. Y no llegué tan lejos
para ser atrapada.
Estoy recordando mi sueño corriendo uno de los grandes pasillos en Belgrave.
El mismo miedo está ahí. El corazón me late igual de rápido.
Justo cuando creo que he despistado al guarda de seguridad, lo veo frente a mí,
dirigiendo su linterna por el camino de entrada. Sin pensarlo dos veces, me escondo
entre los árboles. El suelo está húmedo y embarrado. Me resbala el pie y pierdo el
equilibrio, cayéndome. Ramitas rotas se clavan en mis palmas, haciendo que me
estremezca, pero no murmuro una palabra. 294
Inspiro profundamente.
Expiro profundamente.
Espero a que el guarda de seguridad se marche. No sé cuánto tiempo pasa hasta
que veo el tenue brillo de su linterna pasar junto al árbol contra el que me estoy
apoyando. Cierro los ojos y rezo para que no me vea. La linterna se detiene, luego
camina junto a mí, diciendo en su walkie-talkie que no puede encontrar al intruso.
Abro los ojos, mirando el lío de pequeñas ramas oscuras sobre mí y sonrío. Muy
cerca.
Estoy tan nerviosa de que el guarda de seguridad me esté esperando fuera que
me siento ahí hasta que se me duerme el trasero y el suelo húmedo empapa mi
pantalón. Finalmente reúno el coraje de levantarme. De nuevo, me resbala el pie en
el musgo. Esta vez, instintivamente me agarro a uno de los árboles. Los bordes
afilados se clavan en mi piel y me lleva un momento recuperar el equilibrio. Un
recuerdo de Étienne y yo de pie en este bosque pasa por mi mente. Aparece y
desaparece antes de que pueda comprenderlo completamente, pero me lleva a tomar
la linterna y revisar el árbol. Se me atasca la respiración en la garganta cuando veo
grabado:
SERENE ESTUVO AQUÍ.

Una risa ahogada atraviesa mis labios. Soltando la linterna, trazo a ciegas las
palabras. Todavía está ahí. Cierro los ojos y apoyo la frente contra el tronco. Si esto
no es una señal, entonces no sé lo que es.
Una y otra vez paso los dedos sobre las palabras.
—Tienes que ayudarme, Étienne. Necesito algo más que esto.
¿Qué espero? ¿Que él salga de entre los árboles y diga “Aquí estoy”?
Dios, deseo que fuese así de simple. Alzando la cabeza, miro al cielo.
—¡Dame algo! —grito, ignorando el hecho de que hay una gran probabilidad de
que el guarda de seguridad me escuche.
Déjalo.
Ya no me importa.
—¡Cualquier cosa! —Con frustración, lanzo las manos al aire antes de que
aterricen en el árbol—. ¡Porque estoy cerca de rendirme!
—Probablemente deberíamos volver. La cena empezará pronto. —Escucho
detrás de mí.
Con un jadeo, me doy la vuelta. No hay nada detrás de mí, pero las palabras
siguen resonando en mi cabeza. Vívidamente, puedo recordar la noche en que
Étienne me dijo eso. La oscuridad de la noche. El sonido de ranas en la distancia y el
olor de aire fresco. Recuerdo el árbol contra el que Étienne se apoyaba mientras decía
esas palabras. Suavemente, vuelvo a poner las manos sobre las palabras gravadas y 295
cierro los ojos.
Pasan segundos, todavía nada. Me siento ridícula, pero aun así no me muevo.
La decadente casa, los árboles rodeando la propiedad y el terreno que queda de
Belgrave son lo único que me queda, y no es suficiente. Me dejo caer de rodillas.
Como un auto que se ha quedado sin gasolina, dejo caer las manos a mis
costados.
Me rindo. No me queda nada.
El agua se filtra por mi pantalón, mojándome las rodillas. Pero no lo noto,
porque un violento dolor me atraviesa la cabeza. Se siente como si mi cerebro
estuviese siendo cortado a la mitad. Apretando los laterales de mi cabeza, cierro los
ojos y respiro a través del dolor.
La gravedad se vuelve mi enemiga, empujándome hacia delante hasta que mi
frente casi está tocando el suelo embarrado. La cegadora presión en mi cabeza se
extiende por mi cuerpo hasta que parece que voy a desmayarme. Mis extremidades
comienzan a entumecerse mientras siento como si me estuviese hundiendo en el
suelo. Mis manos caen de mis sienes y aterrizan en la tierra frente a mí. Clavo los
dedos y me recuerdo respirar, el dolor no puede durar para siempre. ¿O sí?
Milagrosamente, el sufrimiento retrocede con cada respiración que tomo hasta
que tengo la suficiente fuerza para abrir los ojos y alzar la cabeza del suelo.
Y cuando lo hago, veo la transformación sucediendo a mi alrededor. El cielo
oscuro se convierte en un caleidoscopio de colores: gris oscuro, azul marino, azul
grisáceo, luego un púrpura pálido hasta que se establece en un brillante cielo azul.
Las gotas se detienen a mi alrededor y regresan a las nubes. Una a una, las nubes
desaparecen como cortinas. El suelo húmedo se convierte en seco. Cuando levanto
la cabeza, veo las ramas de los árboles llenarse de un saludable verde. La hierba
muerta que está pegada al suelo lentamente se levanta. El viento se detiene y el aire
frío se vuelve pesado de humedad. De repente, mi abrigo y pantalón ya no son
necesarios. El ruido del guarda de seguridad ha desaparecido.
Respiro profundo. Cuidadosamente, me levanto, y tan rápido como el dolor
llegó a mi cabeza, se va. Mi regreso al camino de entrada está lleno de ansiedad.
Quiero creer que lo logré, que estoy de vuelta a su tiempo, pero no quiero hacerme
esperanzas.
Con cautela, me muevo hacia delante, diciéndome que todo esto puede ser un
truco de mi imaginación. Entro al camino de entrada y la tierra aplastada está
cubierta con gravilla fresca que ha sido rastrillada recientemente. Los robles vivos y
el musgo español sirven como dosel contra el sol. La escasa hierba está cortada,
revelando que alguien vive en esta propiedad.
Miro hacia Belgrave y me detengo de repente. La hermosa mansión ya no
permanece deteriorada. Las enredaderas han desaparecido. El estuco es de un fresco
blanco. Las ventanas no están rotas. El techo no está derrumbado. Los cuatro pilares
permanecen de pie orgullosamente a la luz del sol. Vuelve a ser la gran casa que
recuerdo.
—Por favor, no dejes que sea un sueño —susurro—. Por favor, no dejes que esto
sea un sueño. 296
Me acerco a Belgrave, con deliberada lentitud. Es casi como si me estuviese
acercando a un animal fiero y no quisiese asustarlo. Tengo miedo de pestañear.
Miedo de que esta hermosa imagen se disipará en el cielo.
Pero los segundos pasan y la imagen permanece. La confianza crece en mi
interior, y acelero mi paso. El sudor se desliza por mi cuello, así que me quito el
abrigo y lo lanzo ciegamente a la izquierda. He corrido más en la pasada hora de lo
que lo he hecho durante el año pasado y me arden las piernas. Sin embargo, me
encuentro corriendo hacia Belgrave.
Hay una ligera brisa detrás de mí y juro que lentamente me está empujando
hacia delante, porque el tiempo también está detrás de mí. Me sigue los talones,
intentando atraparme y llevarme al presente. Me resisto con todo lo que tengo.
Siento el momento en que se rinde. Escucho el sonido resonando de algo que
se parece a una puerta cerrándose. Me siento más estable, mis pasos están más
arraigados.
Oficialmente lo he logrado.
Cuando alcanzo la rotonda de entrada, me detengo. Jadeando, pongo las manos
en las rodillas e intento recuperar la respiración. Pasan unos segundos, y alzo la
cabeza. La rotonda está bien mantenida. El agua sale de la fuente y los arbustos que
la rodean están recortados.
Y permaneciendo junto a un Model-T estacionado en el camino de entrada está
Nat. Ella no me ve porque está muy ocupada hablando con alguna chica que no
conozco. El cabello oscuro de Nat tiene el mismo largo, recogido en un moño suelto.
Lleva en la cabeza un sombrero de terciopelo verde con una pluma de avestruz a un
lado. Incluso con el húmedo calor, está vistiendo un vestido verde oscuro con mangas
de tres cuartos. El cuello a rayas está atado de forma floja. Un cinturón a rayas está
atado alrededor de su cintura, con una fila de botones viajando por el borde del
vestido.
Su amiga también está vestida solemnemente, solo que ella tiene un parasol de
encaje blanco apoyado sobre su hombro izquierdo. Con una mano enguantada hace
girar el paraguas.
Me tomo un momento para absorber la escena frente a mí. Sonrío, luego me río
porque no puedo creer que lo lograse.
No puedo creer que esté de vuelta.
El sonido saca a Nat de su conversación. Se gira en mi dirección, me mira de
arriba abajo y palidece. Abre la boca y la cierra al mismo tiempo que abre los ojos de
par en par.
—¡Nat, soy yo! —exclamo con entusiasmo.
Mientras me acerco, ella retrocede a los escalones del frente.
—¡Étienne! —grita ella.
El pánico sube por mi columna vertebral. ¿Ella me recuerda? ¿Cuánto tiempo
ha pasado desde que me fui?
—Étienne, tienes que venir fuera. ¡Ahora! 297
Luego lo escucho a él en algún lugar de la casa.
—¿Qué necesitas?
Me acerco. Inmediatamente ella se aleja como si viese un fantasma.
La puerta del frente se abre y sale Étienne. Con la luz del sol brillando sobre mí,
solo puedo ver su perfil. Esos amplios hombros y largas piernas. Él está distraído
mientras camina al porche, mirando un trozo de papel en sus manos. Ha cambiado
desde la última vez que lo vi. Tiene una barba que lo hace parecer más duro. Su
cabello está más largo, casi llegándole a los hombros.
Él siempre ha tenido una energía salvaje, pero ahora parece indomable.
Su camisa blanca está desabrochada en el cuello. Como lo está su chaleco azul
marino. Su ropa es el único indicio de que es un hombre en una posición social.
Sonrío porque veo que eso no ha cambiado.
—Étienne —llamo. No puedo soportar seguir estando tan alejada.
Inmediatamente levanta la cabeza. Su mirada conecta con la mía y mis piernas
amenazan con desmoronarse. El color desaparece de su rostro. Hay una
desesperación y tristeza en sus ojos que nunca he visto antes. He soñado con él,
obsesionada con él, dolida por él, y ahora aquí está. En carne y hueso. Duele
físicamente verle.
Abro y cierro la boca, pero no sale ningún sonido.
El papel en sus manos vuela al suelo mientras baja apresuradamente los
escalones. Nunca aparta la mirada de la mía. Sin palabras, pasa junto a su hermana
y la chica junto a ella. Sus pasos son pesados. El sonido hace un camino a mi corazón
y me recuerda que no estoy soñando esto.
Pero no estaré cien por cien segura hasta que lo esté aferrando.
Mi cuerpo tiene mente propia y se mueve hacia delante. Lentamente al
principio, luego estoy corriendo hacia Étienne. Chocamos el uno con el otro. Curvo
las manos alrededor de su cuello. Le rodeo las caderas con las piernas. Hundo el
rostro en su cuello y lo respiro.
Estoy de vuelta a donde pertenezco.

298
“Con cada momento que pasa, paso a formar parte del pasado. No hay
futuro para mí, solo el pasado acumulándose constantemente”.

299
—Haruki Murakami, Blind Willow, Sleeping Woman
—¿S
erene? —dice, su voz entrecortada.
Se retira y acuna mi cara en su gran mano. Mi cabello
se convierte en una cortina entre nosotros. Sus ojos barren
mi rostro con una intensidad que crea un nudo en mi
estómago.
Al principio, todo lo que puedo hacer es asentir. Encuentro mi voz, a pesar de
que sale ronca.
—Soy yo.
Entonces me besa con tanta fuerza, con tanta rapidez que me siento sin aliento.
Respiro por la nariz y pongo mis brazos alrededor de su cuello. Cada conversación
perdida, cada toque, cada sonrisa que nos hemos perdido por estar separados está
envuelto en este beso. Sin adiós, ni hola, ni te extrañé.
Este beso me lleva de vuelta a la vida.
Débilmente escucho un grito, pero ignoro el sonido y paso mis dedos por el
cabello de Étienne. Esta vez, no soy tan ingenua. Sé que el tiempo está trabajando
para alejarnos. Y creo que Étienne también lo sabe, porque nos sostenemos con
desesperación, frenéticamente, la forma en que un soldado sostiene a un ser querido 300
antes de desplegar.
Me besa tan profundamente que poco a poco me convenzo de que nada nos
separará. Si ese no es el beso perfecto, entonces no sé qué es.
Pasa un tiempo antes de separarnos. Con nuestras frentes tocándose, pregunto:
—¿Cuánto tiempo he estado fuera?
—Casi un mes.
Mi corazón se hunde. Étienne me baja lentamente al suelo. Ignoro la deliciosa
sensación de su cuerpo contra el mío y le hago una pregunta que he estado temiendo.
—¿Qué día es hoy?
—14 de junio.
Un día hasta que ese incendio se lleve su vida y la de su hermana. Estoy segura
de que el horror que siento está escrito en mi cara porque Étienne me observa con
preocupación.
—Serene, ¿qué pasa?
—Necesito hablar contigo de algo importante.
—Serene, ¿eres realmente tú? —pregunta Nat mientras se acerca a nosotros.
Étienne se gira, envolviendo un fuerte brazo alrededor de mi hombro y
presionándome cerca de él.
—¿Cuándo has vuelto de Europa y por qué no me dijiste que te ibas?
Mientras Nat lanza cientos de preguntas en mi dirección, Étienne me mira
interrogativamente. He pasado mucho tiempo tratando de encontrar la manera de
volver a Étienne, nunca he dejado de pensar en lo que la reacción a mi reaparición
sería para su familia y otras personas.
—Tuve que explicar tu ausencia —murmura en mi oído—. Has estado en
vacaciones, viajando por Europa.
Asiento y de mala gana dejo a Étienne para abrazar a Nat.
—Te he echado de menos —le digo.
Se pone rígida por un segundo, al parecer sorprendida por mi honestidad. Pero
formé una extraña unión con ella, y ahora pienso en ella como una amiga cercana.
Realmente he echado de menos nuestras conversaciones.
Cuando me alejo, sonrío.
—Necesitaba escapar. Tuve que tomar un respiro. Lo siento por no decírtelo,
¡pero estoy de vuelta ahora!
—Pues sí. —Una vez más, me mira de arriba abajo—. ¿Qué llevas puesto?
Nat y su amiga están mirando mi vestimenta con sorpresa. Su amiga se ve
cercana al desmayo, pero eso podría ser por todas las capas de ropa que lleva.
Mirando mis jeans llenos de barro y mi jersey cubierto de suciedad, trato de
pensar en una buena razón para mi apariencia. 301
—Yo... eh... di un paseo. ¿En el bosque?
Frunce el ceño.
—¿Por qué?
—Las preguntas pueden esperar hasta más tarde, Nat —interrumpe Étienne—.
Está de vuelta, y eso es todo lo que importa. —Étienne enlaza sus dedos con los míos
y me guía hacia el porche.
Ben abre la puerta y no parpadea dos veces ante mi atuendo.
—Señora Lacroix, un gusto verla de nuevo.
El caminar de Étienne es tan rápido que tengo que mirar por encima de mi
hombro para saludar a Ben.
—¡Es bueno verlo también! —Mirando adelante, trato de continuar y me río—.
Étienne, no tan rápido.
Sus pasos son determinados mientras va hacia su oficina. Se detiene el tiempo
suficiente para apresurarme dentro, cierra la puerta y la cierra con llave. Cuando me
enfrenta, me da una sonrisa que hace que mi corazón deje de latir y hace que mi
mente se vuelva puré. Acuna mi cara en sus manos temblorosas y se acerca para
besarme.
Tanto como amaría hacer justo eso, hay algunos temas más urgentes. Me alejo
y pongo mis manos sobre sus muñecas.
—Realmente tengo que hablar contigo.
Sonríe.
—Estaba pensando en algo totalmente diferente, pero podemos hablar primero.
—Se aleja—. ¿Qué es tan importante?
Mi mente se tambalea, y mi corazón está latiendo como un tambor. ¿Cómo
puedes decirle a alguien suavemente que sabes cómo morirán, que no sabes qué
pasará a la empresa por la que han trabajado tan duro, y quién está detrás de la
destrucción? La respuesta es simple: no puedes. Simplemente tienes que decirlo y
acabar de una vez.
—Sé qué te pasará —digo rápidamente.
Étienne ladea su cabeza hacia un lado y me mira fijamente.
—¿De qué estás hablando?
—Mientras estaba viajando en el tiempo, hice un poco de investigación dentro
de tu familia, y sé cuándo morirás.
Cruza sus brazos y su sonrisa desaparece.
—¿Y cuándo será eso?
—Mañana.
Justo lo que esperaba, no se toma bien la noticia. ¿Quién podría? Su cara se
pone pálida, y su boca se abre y cierra una y otra vez, pero no emite ningún sonido.
Camina por su oficina, con sus manos en sus caderas. Lo observo, sintiéndome 302
completamente impotente. De repente, se gira y me enfrenta.
—¿Cómo?
—Mueres en un incendio —explico en voz baja—. También Nat. Diez sirvientes
también murieron.
Étienne traga y me mira a los ojos.
—¿Y Livingston?
—Morirá en 1915 durante la Primera Guerra Mundial.
Étienne suavemente maldice y arrastra sus manos por su cabello.
—¿Qué hay de mi empresa? ¿La compañía naviera?
—No lo sé. Belgrave fue a subasta, y Asa lo compró por 30.000 dólares. Él cayó
en tiempos difíciles, por lo que la vendió a una compañía de inversión que quería
convertir Belgrave en un complejo de lujo, pero…
—¡Basta! —interrumpe Étienne.
Sus labios están en una línea fina mientras respira por su nariz. Sé que le acabo
de dar un golpe aplastante. La muerte de sus familiares y el declive de Belgrave es
mucho que escuchar.
Voy corriendo y bloqueo su camino antes de que empiece a pasear de nuevo.
—No quería tener que decirte esto, créeme, pero necesitabas saberlo. ¡Todavía
hay una oportunidad para evitar que todo esto suceda!
Étienne se vuelve y me mira. No parece estar consolado por mis palabras, solo
más enfureció aún.
—¡La última vez que intervinimos con el destino, fuiste arrancada de mis brazos
y devuelta a tu tiempo!
—Pero mañana vas a morir.
—¡No quiero perderte de nuevo!
—¿Así que estás dispuesto a dejar que tú y tu hermana mueran en su lugar?
Étienne jura en voz baja y camina hacia la ventana. Sus manos se enrollan
alrededor del marco de la ventana mientras sus hombros se desploman hacia
adelante.
Me pongo detrás de él, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, y
descansando mi mejilla contra su espalda.
—No quiero que éste sea tu destino, tampoco el de Nathalie.
Se gira en mis brazos. Apoyado en la ventana, envuelve sus brazos a mi
alrededor, me sostiene con tanta fuerza que apenas puedo respirar. Mi cuerpo se
adapta perfectamente al suyo.
Descansa su barbilla en la parte superior de mi cabeza y suspira.
—¿Así que qué hacemos?
Cierro fuerte mis ojos.
—Hacemos lo correcto. Corregimos el error y continuamos. —Inclino mi cabeza
303
y le miro a los ojos—. Quizás las cosas serán diferente esta vez. Quizás me quede.
—Ambos sabemos que eso no es verdad.
Sé que no es una cuestión de si le pierdo, sino de cuándo, y saber que eso está
fuera de mi alcance es agonizante. No tengo ni idea de cuándo o cómo seré devuelta
a mi tiempo, pero sé que está por llegar. Simplemente no quiero enfrentar la verdad
todavía.
—Sin importar lo que pase, soy tuya —susurro con fuerza—. Y siempre serás
mío. Nada puede cambiar eso.
Étienne

—A
sí que está de vuelta.
Aparto mi mirada del fuego y miro hacia la puerta.
Livingston se queda allí con las manos vacías, sin una
sonrisa a la vista.
Bajo mi bebida y pongo el vaso sobre la repisa de la
chimenea.
—Así es.
Ahora mismo no es el momento para que Livingston me recuerde que se fue
casi un mes y que probablemente se vaya de nuevo. Lo cual, a juzgar por la forma en
que me está mirando, es precisamente lo que va a hacer. No quiero escucharlo; hoy 304
pude finalmente abrazarla nuevamente. Por primera vez desde que se fue, no me
sentí como si me estuviera volviéndome loco.
No importa que estemos condenados a nunca estar juntos. A no tener un futuro.
En este momento, nada de eso importa.
Está de vuelta.
—Si estás aquí para decirme que hay una posibilidad de que se vaya, estás
perdiendo el aliento. —Le lanzo una mirada mientras camino por la habitación y me
siento detrás de mi escritorio—. Ya sé que es posible.
Livingston se ríe sin gracia.
—Lo imaginé. —Con las manos metidas en los bolsillos, entra en la habitación—
. ¿Vas a decirle lo que pasó desde que se fue?
—Tengo que hacerlo. ¿No es así?
Serena merece saber que descubrí el libro de contabilidad que colocó en mi
escritorio y que tenía razón sobre que alguien cercano a mí me traicionaba. Merece
saber que lo despedí, pero su anuncio sobre mi inminente muerte supera todo lo
demás.
No hay forma de describir cómo se siente tener a alguien que te mire
directamente a los ojos y te diga cuándo morirás y que todo tu arduo trabajo para
construir un imperio acabará en llamas. Quiero decir que es imposible, pero sé que
Serene está diciendo la verdad, y ahora tengo que lidiar con todo.
Miro a mi hermano. En tres años, estará muerto.
Muerto.
Nuestra familia no es inmune a la muerte. Entiendo que es parte de la vida,
pero eso no lo hace más fácil. Trago fuerte y me enfrento a mi hermano.
—Sé que dijiste que me crees acerca de Serene, pero ahora que está aquí, ¿ves
que estoy diciendo la verdad?
Livingston suspira pesadamente, se pasa las manos por el cabello y se deja caer
en una de las sillas.
—Dios me ayude, pero te creo. ¿Te das cuenta de lo imposible que es todo esto?
—Sí, lo hago.
—Y sin embargo está sucediendo —afirma rotundamente.
Antes que pueda responder, llaman a la puerta. Serene asoma la cabeza en la
habitación antes de entrar y cerrar la puerta. Después de nuestra charla, se quitó la
ropa sucia y se puso un vestido de satén capuchino con capas de gasa turquesa. Va
sueltamente alrededor de ella. Es interesante lo rápido que puede transformarse en
una persona de este tiempo. Preferiría pensar que es una prueba de que pertenece
aquí, pero tengo la sensación de que gobierna la habitación sin importar en qué
época resida. Todo lo que necesita es un cetro y un trono, y estaría en su legítimo
lugar como reina.
—Nat sabe que algo pasa conmigo —anuncia.
—¿Qué te hace decir eso? —dice Livingston con un extraño desapego.
305
—Porque siempre me hace todas estas preguntas sobre mi “viaje”. —Serene usa
comillas en el aire para la última palabra.
—¿Puedes culparla? —murmura mi hermano, pero Serene lo escucha.
Camina hacia mí y se apoya en el reposabrazos de mi silla. Livingston continúa
inspeccionándola como si fuera un insecto debajo de un microscopio. Sonriendo, me
reclino en mi silla y coloco mis dedos detrás de mi cabeza. Todavía está en estado de
conmoción, está aquí, y estoy disfrutando cada segundo de su confusión. Sirve como
una distracción menor de la materia apremiante a mano.
—Deja de mirarme así, Livingston —dice Serene.
—¿Cómo?
—¡Como lo estás haciendo en este momento! Durante la cena, hiciste lo mismo.
Sigo siendo la misma persona.
—No, no lo eres —responde mientras camina hacia el aparador y se sirve un
trago—. No la Serene que conocía, al menos. Además, te estaba mirando por una
razón completamente diferente.
Serene cruza sus brazos.
—¿Y esa razón sería?
—Lo que no puedo entender es, cuando te fuiste, ¿por qué la Serene que conocí
y con la que crecí no regresó?
—Es porque hemos cambiado el curso del futuro y el presente con nuestras
acciones —repito—. Estar enamorado y es…
Livingston levanta una mano.
—Espera un minuto. ¿Crees que el amor ha cambiado el curso del futuro? —
resopla—. Dios mío, Étienne, ¿cuándo te convertiste en un cliché ambulante?
Serene y yo no respondemos. Hace tres meses, mi hermano y yo nos reíamos
mucho de la idea que el amor cambiara el destino del futuro. Hace tres meses, no
ponía mucha atención a esa palabra de cuatro letras. Ahora sé que tiene mucho más
poder e influencia de la que jamás le di crédito.
Livingston nos mira a los dos.
—¿Volverá la otra Serene alguna vez?
Dudo antes de responder.
—No lo sé, pero espero que no.
—Cuando busqué a Serene, el año de su nacimiento seguía siendo el mismo,
pero la fecha y el mes se cambiaron a los míos. 6 de abril —dice Serene.
Eso capta mi atención.
—¿De verdad?
Asiente.
—Esa es una prueba de que su presente ha sido alterado. También busqué a sus
padres, Frederick y Delia. No hay rastro de ellos. No sé cómo es posible, pero no hay
306
información sobre ellos en mi tiempo. Es como si nunca hubieran existido.
—Fascinante —murmura Livingston.
Serena asiente y aplaude.
—Hay asuntos más importantes para enfocarse. ¿Te ha contado Étienne acerca
de mañana?
Livingston frunce el ceño mientras Serene mira entre Livingston y yo.
—No —responde—. No lo hizo. ¿Qué pasa mañana?
Exhalando en voz alta, miro la alfombra.
—Yo muero. Nat muere. Los criados mueren en el incendio de la casa.
Livingston lanza su bebida por la mitad de la habitación mientras estalla en
carcajadas. Una vez que ve que no nos estamos riendo, se calma. Rápido.
—No puedes hablar en serio.
—Estoy diciendo la verdad. En mi época, encontré los artículos —explica
Serene.
Livingston le da una mirada divertida.
—También sé cómo te mueres —dice.
Sonríe.
—Está bien. Dime. ¿Cuándo muero?
—En mayo de 1915, durante la Primera Guerra Mundial.
La reacción de Livingston es similar a la mía cuando Serene me dio la noticia:
Incredulidad, enojo, luego pánico. Una vez que ha recuperado la compostura, mira
hacia Serene.
—¿De verdad es en serio lo de mañana?
Asiente, sus ojos tristes.
Niega y se apoya contra la pared.
—¿Quién o qué inicia el fuego?
—Esa es la cosa. Fue investigado y la causa oficial fue declarada un accidente
debido a problemas eléctricos. Pero creo que alguien lo hizo. El artículo incluso dice
que la gente en Charleston estaba indignada. —Serene mira hacia otro lado—. Asa
fue uno de ellos.
—¿Entonces me estás diciendo que mis dos hermanos morirán mañana?
—Sí, pero vamos a detenerlo. Mañana todos deben evacuar Belgrave. Si hay un
incendio, ya sea eléctrico o iniciado por una persona, nadie estará aquí —dice Serene.
Me lanza una mirada de advertencia para que no diga nada. Los dos sabemos
que, si todo sigue su camino, estoy engañando a la muerte. Pero no hay victoria para
mí. Porque si vivo, ella se irá. Posiblemente para siempre esta vez.
—Creo que, a primera hora de la mañana, Étienne debería decir tranquilamente
al personal que todos tienen el día libre, o algo por el estilo, para que nadie se alarme 307
—sugiere.
Livingston asiente.
—Muy bien. ¿Y luego qué?
Serene deliberadamente aparta la mirada de mí.
—Entonces esperamos y… —Se encoge de hombros.
Puedo completar los espacios en blanco. Esperamos que el tiempo se la lleve de
vuelta.
—¿Van a decírselo a Nat?
—Absolutamente no —respondo.
—¿Por qué no? —me desafía Serene.
—Porque es demasiado para que lo maneje.
Serene inclina la cabeza.
—Tu hermana no es una frágil pieza de porcelana. No se romperá a la primera
señal de malas noticias. Merece saber la verdad.
—Serene tiene razón —anuncia Nat desde la puerta—. Merezco saber la verdad.
Al unísono, los tres nos miramos asombrados.
Nat nos mira a cada uno individualmente antes de suspirar y cerrar la puerta
detrás de ella.
—¿Alguien me va a decir lo que está pasando?
Livingston mira a Serene, y Serene me mira significativamente.
Tomo eso como mi señal y me aclaro la garganta.
—¿Recuerdas que dijimos que Serene estaba de vacaciones en Europa?
Nat asiente.
—Eso fue una mentira. No estaba de vacaciones. Ni siquiera es la misma Serene
que hemos conocido. —Procedo a explicar el viaje en el tiempo de Serene, su partida
y regreso.
A mitad de camino, Nat se sienta. Su mirada ocasionalmente se dirige a Serene
con asombro. Cuanto más hablo, más pálida se vuelve Nat. Cuando termino, sus ojos
son tan amplios como platillos y su boca está abierta. Vacilante, Serene se aleja de
mí. Se arrodilla al lado de Nat y trata de sostener su mano, pero Nat retrocede.
—Me sentía horrible cuando te mentía —confiesa Serene—. Hubo tantas veces
que quise decirte la verdad, pero Étienne y yo pensamos que era mejor no hacerlo.
Nat se sienta derecha.
—¿Por qué? ¿Crees que no noté que había algo diferente en ti? ¿Crees que no
noté que mi hermano se enamoraba de ti? Vi todos los cambios. —Nat se inclina—.
Si sirve de algo, te hubiera creído.
—Lo sé, y lo siento. ¿Pero me crees ahora?
Nat la mira por unos segundos antes de asentir. 308
—Te creo. Puedes parecer idéntica a la Serene con la que crecí, pero actúas
completamente diferente.
Serene le sonríe y luego me mira.
—¿Ves, Étienne? Te dije que podría manejar las noticias.
—¿Quieres decir que esa fue la mala noticia que trataste de ocultarme?
—No exactamente —dice Livingston, su voz se apaga.
Mirándolo, me acerco a Nat.
—En su tiempo, Serene descubrió información impactante sobre nosotros.
Nat nos mira a los tres.
—¿Qué tipo de noticias?
Serene y yo hacemos contacto visual. Ella asiente y continúo a regañadientes.
—Encontró un artículo que dice que mañana, tú y yo moriremos en un incendio
aquí en Belgrave.
—¿Qué? —susurra Nat.
—No vamos a dejar que eso suceda. Mañana, desalojaremos Belgrave.
Nosotros, los sirvientes. Todo el mundo.
Nat presiona las palmas de sus manos contra sus ojos.
—No puedo creerlo. ¿Me están diciendo que voy a morir mañana? —Deja caer
sus manos y me mira con alarma en sus ojos—. ¿Nuestra familia está en peligro?
¿Alguien está tras nosotros?
—No —respondo, porque honestamente creo que es la verdad. Me encargué del
problema en el trabajo, y aunque Serene cree que el incendio es intencional, no estoy
seguro de eso. Pero todavía me preocupa su hipótesis—. Y si así fuera, Livingston y
yo te protegeríamos. ¿Está bien?
Asiente y exhala con fuerza.
—¿Entonces ahora solo esperamos?
—Eso es exactamente lo que haremos.

309
—E
so fue más difícil de lo que pensé —digo mientras camino
frente a las ventanas.
Étienne cierra la puerta de su recámara y me mira.
—¿Qué fue eso?
—Decirle a tu hermana y hermano acerca de
mañana. —Me enfrento a él—. ¿Viste sus rostros?
—Sí. Estaban sorprendidos. Y con justa razón. La mayoría de las personas no
tienen la oportunidad de saber exactamente el día en que van a morir.
—Lo sé —gruño y me froto el rostro—. Es lo último que quería decirles, pero
quiero que estés preparado.
Étienne está en silencio mientras se acerca a sus cajones y vacía sus bolsillos.
Está tranquilo, lo que nunca es bueno.
Lo miró cuidadosamente.
—¿En qué estás pensando?
—Que todo mi duro trabajo ha sido por nada.
310
—No es por nada.
Se voltea para mirarme.
—¡Obviamente lo es!
Me acerco a él y coloco mis manos sobre sus sólidos hombros. Físicamente,
Étienne es un hombre poderoso que podría romperme a la mitad con su muñeca,
pero conforme deslizo mis manos por sus brazos y entrelazo nuestros dedos, puedo
sentir que esa energía ha sido arrancada de él.
—Étienne, vamos a asegurarnos que nada suceda mañana, ¿está bien? No a ti.
No a Nathalie. No a Belgrave. No a tu negocio y a todo por lo que has trabajado. Por
eso regresé. —Me inclino hasta que nuestros cuerpos se tocan—. Te extrañé
desesperadamente, pero tenía que advertirte sobre lo que sabía.
Étienne asiente.
—¿Algo más que descubriste en tu tiempo?
Dando un paso hacia atrás, permito que se saque la corbata.
—Hablé con la hija de Asa, Cordelia. ¿Sabías que tiene noventa y siete en mi
tiempo?
Étienne palidece un poco.
—¿Cuántos hijos tiene Asa?
—Dos niñas: Cordelia y Josephine.
—¿Con quién se casó?
—Alguien llamada Eleanor.
A eso, arquea la ceja.
—¿Eleanor Bringier?
—No lo sé. ¿Quizás?
—Es muy probable. Asa la ha mencionado antes.
—¿Sabías que su hija dijo que Asa tenía sentimientos por Nathalie?
Étienne no responde.
Golpeo juguetonamente su pecho.
—Tú fuiste quien detuvo eso, ¿no es verdad?
Me mira por el rabillo de su ojo mientras se saca la camisa del pantalón y se
quita sus mancuernillas. Las coloca sobre el buró y me abraza.
—Por supuesto que lo hice. Mi hermana es demasiado joven para él. Sé detalles
sobre la vida privada de Asa. Solo estoy protegiendo a Nat.
Al final, Étienne hace lo que cree correcto. Es solo que puede parecer un poco
controlado y duro.
—Cordelia llamó a su primera hija Nathalie —digo.
—Eso es generoso. —Étienne me sostiene más fuerte—. ¿Podemos cambiar el
tema? Es un poco duro hablar de mi hermana en pasado.
311
—Seguro. —Mis dedos bajan por su espalda—. La noche que regresé tarde de la
fiesta de Asa, fue porque entré a su oficina y robé un libro contable. ¿Lo descubriste?
—Sí, lo hice. Y tenías razón; estaba siendo traicionado.
Abruptamente, retrocedo.
—¿Qué hiciste?
Étienne pasa sus diez dedos a través de su cabello y exhala fuertemente antes
de mirar al techo como si creyera que encontraría todas las respuestas a sus
problemas ahí.
—Lo confronté, luego lo despedí.
—¿Cuándo?
—Ayer.
—Vaya. —Suspiro. Por un momento, estaba comenzando a creer que Asa no era
el culpable. Las pistas no apuntaban a él. Pero ahora que Étienne destrozó esa idea,
estoy de regreso a pensar que reamente fue él.
Mientras repito sus palabras, Étienne permanece en silencio. Se desabotona la
camisa, y mi mente se detiene por completo antes de ponerse en blanco. Las últimas
horas han sido una montaña rusa y la adrenalina está agotándose. Podría recostarme
en su cama y dormir por los siguientes dos días. Pero mirar su piel expuesta me
despierta y me tiene lista para andar. No podía apartar la mirada, incluso si lo
deseara.
Cuando piensas al respecto, es un milagro que no haya saltado a sus huesos y
me aferrara a él como una serpiente. Todo el día me he recordado que existen
asuntos más importantes en que concentrarnos, pero ya hemos hablado de todo. Y
ahora solo somos los dos.
El aire se vuelve más pesado. Mi pecho sube y baja rápidamente. Por la manera
en que estoy respondiendo, pensarías que han pasado años desde que estuve a solas
con Étienne. O en su caso, semanas.
Étienne permanece calmado ahí. La distancia entre nosotros casi se siente
insoportable, pero no voy a ceder. No voy a suplicar. Aunque me siento
inexplicablemente siendo jalada hacia su dirección. Lucho contra la necesidad.
Fingiendo un suspiro, camino hacia la puerta.
—Te estás preparando para ir a la cama, y no pareces estar de humor para
hablar, así que me iré a mi habitación. Buenas noches, Étienne.
Paso a su lado. Mi mano toma la manija y luego él toma mi brazo.
Me jala hacia él.
—No te quedarás en otro lugar que no sea aquí.
Levanto la ceja.
—No me dijiste nada de eso.
Él se inclina hasta que su pecho roza mi brazo. 312
—Pensé que eso se asumía automáticamente. Sabes que no soy bueno con las
palabras. —Observo a este grande, musculoso hombre moverse y apartar la mirada
como un niño de seis años siendo regañado. Me mira entre sus pestañas y dice la
única palabra que hace temblar a mis piernas—. Quédate.
Sonrío, pero quiero saltar a sus huesos.
—Es todo lo que tenías que decir.
Étienne y yo nunca podemos ser suaves. Somos personas ardientes, y es un
milagro que la habitación no arda por completo cuando vamos por ello. Mi piel me
da cosquillas cuando él coloca su brazo alrededor de mi cintura. Me levanta hasta
que estamos frente a frente y mis piernas están moviéndose en el aire. Mi mano sabe
perfectamente bien a donde ir y las coloco posesivamente sobre sus hombros.
—Te extrañé —susurra—. ¿Tienes idea de lo mucho que te he extrañado? Estás
en mi mente constantemente. Me estaba volviendo loco. —Con su mano libre, mueve
mi cabeza a un costado. Sus dedos deslizándose por mi cuello mientras me mira, una
expresión feroz en su rostro—. Dime cómo sacarte de mi sistema.
Sonrío, porque está intentado ganar en un juego de perder.
—Dime cómo sacarte a ti de mi sistema —respondo.
Gruñe mi nombre y me besa ansiosamente. Saboreo su ira, dolor, y amor y le
doy mis emociones reprimidas hasta que estoy gimiendo, jalando de las mangas de
su camisa. Sus músculos saltando debajo de mis manos. Mis manos son impacientes,
explorando cada centímetro de él.
Su lengua continúa moviéndose contra la mía. Me sostiene tan fuerte que
apenas puedo respirar. Mientras mis manos exploran sus anchos hombros,
retrocedo y tomo su labio inferior entre mis dientes, haciendo que gruña. Me levanta
un poco más contra él, lo que hace rozar su polla contra mí. Me quedo sin aliento.
—Cama. Ahora —exijo.
Étienne corta la distancia en segundos y me lanza a la cama como si fuera una
muñeca de trapo. Salto un par de veces antes de caer sobre mis rodillas. Apartando
mi cabello de los ojos, observo a Étienne. Estoy esperando su siguiente movimiento
y él espera el mío, y dado que voy a explotar en cualquier momento si no coloco mis
manos sobre él, giro y señalo la fila de botones en mi vestido.
Que los juegos comiencen.
—¿Te importaría? —pregunto, mi voz inocente.
—Para nada —murmura.
Me muevo a la orilla de la cama y espero impacientemente. Hannah siempre
hacía un trabajo rápido para ayudarme a desvestir, pero con Étienne, el proceso es
tortuosamente lento. Cada botón que deshace envía escalofríos a mi piel, y cuando
sus dedos rozan mi espalda, tengo que ahogar un gemido. Para cuando ha terminado,
mi vestido está abierto y yo húmeda entre mis piernas. Pero la anticipación es
siempre la mejor parte.
Rápidamente, giro para mirarlo. Mis mangas se deslizan de mis brazos. Él
313
hambrientamente sigue la acción con sus ojos y da un paso al frente.
Levanto una mano y lo detengo.
—Todavía no.
Tomándome mi tiempo, bajo las mangas hasta que cuelgan por mis hombros y
solo sostengo la parte de arriba del vestido. Sus manos se abren y cierran, y sé que
está haciendo lo mejor que puede para no tomarme. Suelto el material, y cae a mi
cintura. El aire frio hace que mis pezones se endurezcan. Él me observa, sus ojos
abiertos.
Él amó el sostén que llevaba la primera vez que viajé en el tiempo. Juzgando
por su expresión, ama mi sostén de encaje rojo también.
Comienzo a retroceder hasta quedar a mitad de la cama, luego lo señalo con
mis dedos. Es todo lo que necesita antes de que gire y quede sobre mi estómago.
Y me empuja hacia atrás.
—Solo tú puedes salirte con la tuya al jugar juegos así conmigo —medio gruñe
en mi oído.
Moviendo la mano entre nosotros, deslizo un dedo por su dura polla.
—No parece importarte mucho los juegos.
Murmura una maldición y toma mis manos, sosteniéndolas sobre mi cabeza.
Se lo permito. Mis ojos cerrados mientras siento sus labios conectarse con mi cuello
y haciendo un caliente camino hacia mis senos. Mis dedos mueren por colocarse
alrededor de su cuello, luego mis uñas se deslizarían por su espalda y solo los dos
sabríamos de que esas marcas existieron y que yo las hice. Justo como yo hice el
grabado en el árbol.
Yo estuve ahí.
Yo estoy aquí.
Ambas pertenecen a mí.
En anticipación sin aliento, espero por lo que va a hacer ahora. Siento que
aprieta un seno mientras expone el otro. El tirante se rompe. No me importa. Abro
mis ojos para ver su bien definido bíceps contra mi brazo mientras se inclina sobre
mí. Su cabeza está inclinada y sus labios son cálidos contra la punta de mi pezón.
Jugar con él se me está regresando; cada parte de mi cuerpo siente sus suaves
caricias, y solo hemos iniciado. Gruño a la vez que mi espalda se arquea. Su lengua
se mueve contra mi pezón, luego cambia al otro seno. Después de un tiempo, deja ir
mis manos. Inmediatamente buscan sus hombros y viajan a la parte de atrás de su
cuello, sosteniéndolo en ese lugar.
Levanta la cabeza. Mis senos arden y cada roce contra su pecho me tienen casi
llorado.
Étienne junta el material de mi vestido y lo levanta sobre mi cabeza. Mi sostén
y bragas siguen, al igual que su ropa. Antes de que pueda colocar su mano sobre mí,
lo empujo hacia la cama y subo sobre él mientras lo miro.
Dios, extrañé a este hombre. 314
Cada centímetro de su grande cuerpo está definido por músculos. Miro
fascinada cómo sus abdominales se contraen, formando un camino perfecto cuando
mis dedos se deslizan por estos, y bajan hacia su polla. Es gruesa y dura y a mi
alcance.
Étienne tiembla.
Mis labios forman una media sonrisa mientras mi mano se coloca a su
alrededor. No soy inocente. Sé que estos son mis últimos momentos íntimos con
Étienne y quiero que duren. Quiero que cualquier mujer que llegue después de mí no
se compare nunca.
Quiero que me sienta. Mis manos dejarán un camino a donde vayan, y mis
besos arderán como fuego. Lo miro sobre mis pestañas. Sí, él va a recordarme.
Moviéndome entre sus piernas, lamo todo su largo antes de colocar mi boca
alrededor de su punta. Étienne respira pesadamente y se aferra a las sábanas.
Cada lamida y succión de mi parte es apoyada por sus reacciones. Conforme
pasan los segundos, se vuelve más inquieto. Sus piernas patean en la cama, su
espalda se arquea, y gruñe mi nombre, lo que solo me hace tomarlo más
profundamente. Abriendo mis ojos, lo veo. Su cabeza esta arquea hacia atrás, y sus
ojos cerrados. Su cuello esta tenso mientras intenta mantener la calma.
Pero en placer y dolor, todos tienen sus límites.
Mi lengua gira alrededor de él una vez más, y maldice antes de colocar sus
brazos bajo mis axilas y jalarme hacia él.
—¿Quieres que termine ahora? —Jadea.
Encima de él, me froto contra su dura polla.
—Por supuesto que no.
Antes de que pueda reaccionar, lo tomo y lo guio dentro de mí.
Étienne puede tenerme de todas las formas que quiera, pero primero quiero
que me recuerde así. Quiero que recuerde que yo, Serene Parow, lo puse de rodillas.
Ninguna otra mujer podrá decir eso.
Mi ritmo es lento, pero no es lo suficientemente bueno para Étienne.
Impacientemente, toma mis caderas y furiosamente empuja dentro de mí. Me muevo
al frente y tomo sus hombros para mantener el equilibrio.
Sentirlo es increíble. Mi clímax está tan cerca. Puedo sentirme apretándome a
su alrededor, y jadeo su nombre. Bruscamente me coloca sobre mi estómago. El
cambio repentino de posición me deja momentáneamente sorprendida, pero el
cuerpo de Étienne rápidamente cubre el mío. Su rodilla gentilmente abriendo, y
separando mis piernas.
Apartando las almohadas, coloco mi cabeza sobre el colchón mientras él frota
su polla contra mí. Me arqueo, buscando más. Estoy resbalosa y húmeda,
permitiéndole que se deslice dentro de mí. La posición me hace ver estrellas. Mi boca
se abre, pero ningún sonido sale.
Mis brazos están abiertos, y mientras Étienne empuja dentro de mí, sus brazos 315
cubren los míos y nuestros dedos se entrelazan. Descansa su sudorosa cabeza contra
mi hombro.
—Te amo, Serene. —Jadea.
Cada empuje lo permite entrar más profundamente, si eso es posible. Hablar
no es posible. Absorbo sus palabras y las sostengo contra mi corazón.
Al final, creo que grito su nombre mientras tengo el mejor orgasmo de mi vida.
Cuando termina, se deja caer a un costado, medio cayendo en mí, y coloca su
protector brazo a mi alrededor. No quiero abrir los ojos, porque sé que estos son
nuestros finales momentos privados con el otro. Tomo su mano cerca de mi corazón
y aclaro mi garganta.
No llores, Serene, mi mente demanda.
—No importa qué suceda mañana, te amaré por siempre —digo. Étienne aprieta
mi mano y besa mi cabeza.
—Lo sé. Nada cambiará entre nosotros. Tú eres mi rastro de supervivencia.
L
a mañana siguiente, cuando abro mis ojos, estoy tan exhausta que
estoy tentada a girar y volver a dormir. Pero toma segundos para que
los eventos del pasado de hace unos días regresen a mi mente, luego
mis ojos se abren y me siento. Sosteniendo fuertemente la sábana
contra mi pecho, miro a mi derecha e izquierda. Étienne ya no está.
Arranco las cobijas, salgo de la cama, y apresurada me cambio a mi vestido de
anoche. Mientras salgo rápido de la habitación, llamó a Étienne. Los sirvientes que
paso en el pasillo me dan miradas llenas de preocupación. No me importa. Solo
necesito saber que Étienne está en la casa.
—¿Étienne? —digo, mi voz un poco elevada.
Bajo volando las escaleras. Ben levanta una ceja en cuestionamiento mientras
permanece en la puerta.
Camino derecho a él.
—¿Sabes dónde está Étienne?
—El señor Lacroix se fue para Charleston hace una hora.
—Hace una hora… —murmuro mientras paso las manos a través de mi cabello.
Eso no tiene sentido. Va en contra de nuestro plan de irnos juntos. Bajo las manos a
316
mis costados—. ¿Dijo a dónde iba a ir en Charleston?
—No. Pero tenía prisa.
Esa información no me ayuda. Solo alimenta mis sospechas de que algo terrible
ha sucedido. Respiro profundamente para mantener la calma.
—¿Étienne habló contigo antes de irse?
—No, señora.
—Entonces, necesito que me escuches, ¿está bien? Todos necesitan salir de esta
casa.
—Señora L…
—Ben. Esto es serio.
Su postura de inmediato cambia. Se endereza y está más alerta.
—Cada sirviente y trabajador en Belgrave necesita evacuar de inmediato.
—¿Estamos en peligro?
Este es el final, ¿por qué mentir?
—Sí. Tomará mucho tiempo explicar, así que asegúrate de que todos estén fuera
de la casa. Ahora.
Ben se aleja de mi vista antes de que pueda terminar. Respiro profundamente
y cuento hasta diez. Sabía que hoy sucedería. Estaba marcado en el tiempo y nada
podría cambiar eso, pero todavía no estoy preparada para ello. Mis piernas y brazos
están temblando como si acabara de correr una maratón.
No saber dónde está Étienne me asusta. ¿Está bien? ¿Tiene ayuda? No lo sé.
Solo tengo que hacer lo que creo es correcto, y eso es sacar a todos de Belgrave.
Justo entonces, Nat aparece en la parte de arriba de las escaleras. El color
escapa de su rostro mientras se da cuenta qué fecha es y lo que va a suceder.
—Ponte los zapatos. Tenemos que irnos.
Ella baja unos escalones.
—Pero no estoy vestida. Yo…
—¡No tenemos tiempo! Tenemos que irnos ahora. —Subo los escalones de dos
a la vez y tomo su mano. Inmediatamente, la arrastro escaleras abajo—. Tenemos
que irnos en este instante. —La saco de la casa y bajamos los escalones—. Quédate
aquí.
Con su rostro pálido y sus brazos abrazándose por el pecho, asiente. Giro hacia
la casa y corro adentro. Pánico se mezcla con conmoción dentro de la casa. Sirvientes
están hablando preocupadamente el uno al otro. Por el pasillo, veo a Ben contar a las
personas mientras salen en fila frente a él, hacia la cocina donde la salida de los
sirvientes se encuentra.
—¿Están todos? —le grito.
Asiente.
—Casi terminamos. 317
Intranquila, observo a los sirvientes. Quiero explicarles lo que sé, pero pronto
lo descubrirán. Solo verlos vivos me da algo de alivio.
Ben se apresura hacia mí, su rostro más serio que nunca.
—Señora Lacroix, yo puedo encargarme de todo aquí. Si estamos en peligro,
usted y la señorita Nathalie tienen que irse.
Asiento.
—Tienes razón. —Lo doy a su mano un fuerte apretón—. Gracias, Ben.
Asiente y regresa su atención a los sirvientes.
Encuentro a Nat justo donde la dejé.
—Serene, ¿dónde está Étienne? Me dijiste que evacuaríamos juntos —dice.
Colocando mi mano sobre su codo, medio la arrastro al auto, donde Warren
está esperando y viéndose tan dudoso y confundido como el resto.
—Necesitamos ir a la casa de Livingston. Ahora.
Él asiente y se sube al asiento del conductor.
En el instante en que la puerta se cierra, me hundo en mi asiento. Lucho contra
la necesidad de girar y ver a las personas que estoy dejando atrás. Me recuerdo que
Ben dijo que todo estaba bajo control.
Warren mira sobre su hombro hacia mí, y como si pudiera leer mi mente, dice.
—No se preocupe señora Lacroix. Estoy viendo pequeños vehículos saliendo.
Y ciertamente, pasamos tres vehículos.
—Todos estarán bien —me asegura.
Asiento y exhalo fuertemente antes de mirar a Nat.
—¿Dónde está Étienne? —prácticamente chilla.
—Está en Charleston. Ben dijo que se fue temprano en la mañana.
—¿Por qué?
—No lo sé —respondo, pánico llenando mis palabras—. Nos iremos a la casa de
Livingston y analizaremos las cosas desde ahí. Con suerte Étienne está en el trabajo,
recogiendo algo y solo olvidó decirnos.
—¿Y si algo le sucedió? —dice Nat ahogadamente.
—Él está bien —digo con más convicción de la que siento. No sé si es por mi
bien o el de Nat.
Ella asiente y mira al frente, su rostro pálido y su cuerpo alerta. Ninguna dice
otra palabra. La tensión que nos rodea es palpable y es tan sofocante que, si quisiera
hablar, ninguna palabra saldría. Sé que Warren va tan rápido como puede, pero estoy
luchando contra la necesidad de gritarle y decirle que vaya más rápido. Mis manos
se vuelven puños, causando que mis uñas se claven en mi palma. Nerviosamente, 318
mis piernas saltan.
Étienne tiene que estar bien, me digo. Él no está en peligro.
Los minutos tortuosamente pasan. Luego a la distancia, veo un auto
dirigiéndose hacia nosotros. No reconozco el auto.
Llamo la atención de Nat.
—¿Quién es ese?
Entrecerrando los ojos, observa el auto. Sus ojos se iluminan.
—Ese es el auto de Asa.
Campanas de alarma se encienden en mi cabeza.
—¿Qué está haciendo aquí?
—No lo sé.
Cuando el auto se acerca, una mano sale por la ventana, diciéndole a Warren
que se detenga, Warren mira sobre su hombro para confirmar si es lo que tiene que
hacer.
—Detén el auto —digo.
Antes de que el auto se estacione, salgo y corro hacia el vehículo de Asa. Asa
sale mientras Étienne sale del lado del pasajero. Mis rodillas casi se doblan en alivio.
—¿A dónde vas? —pregunto mientras los tres permanecemos a mitad del
camino.
Étienne parece desaliñado: Cabello por todos lados, camisa rota de un hombro,
y un labio gordo.
—¿Qué sucedió?
—Tuve una reunión que salió mal.
—¿Qué no me estás diciendo?
—Te lo explicaré más tarde. ¿Belgrave ha sido evacuada?
Asiento.
—Ben se está asegurando que todo quede vacío.
Étienne mira hacia Belgrave en la distancia.
—Necesito regresar. Dejé documentos importantes en mi oficina.
Todo lo que escucho es “regresar” y “mi oficina”. Inmediatamente niego.
—No puedes. No sabemos cuándo iniciará el incendio.
Étienne tomo mis brazos y me mira.
—Serene, esto es importante. Entraré y saldré en dos segundos. Además, tengo
que asegurarme que todos están fuera de la casa. No me sentiría bien si no reviso.
No importa lo que diga, no cambiará de parecer.
Nat saca la cabeza por la ventana.
319
—¡Étienne, no! Tenemos que irnos.
Étienne ignora a su hermana y me mira.
Dudo, luego tomo una decisión.
—Si vas a regresar, voy a ir contigo.
Por su ceño fruncido, puedo decir que es lo último que quiere, pero asiente.
—Entra al auto de Asa.
Asa esta atrás, pero escuchando. No creo que él sea quien está detrás de
Étienne, pero eso no lo saca por completo. Quizás él todavía tiene algo que ver en los
daños hacia los Lacroix.
—Serene, mírame —dice Étienne—. Tienes que creerme cuando digo que no
existen motivos para sospechar de Asa. Él no es el enemigo.
Me mira seriamente. Amo a Étienne y confiaría mi vida en él. Pero los artículos
que encontré no mienten. No puedo ignorar lo que leí.
—Pero dijiste que encontraste el libro de contabilidad y lo despediste.
Me frunce el ceño como si hubiera perdido la cabeza.
—No despedí a Asa. Yo…
—¿Podemos tener esta conversación en la casa de Livingston? —interrumpe
Nat.
Giro y le lanzo dagas a Nat por interrumpir a Étienne.
Él suspira y me suelta, caminando de regreso al auto de Asa.
—Voy a regresar, Serene. No hay demasiado tiempo para esta conversación.
Sé cuál es el final de su vida, pero no tengo todas las piezas. Étienne dice que
no despidió a Asa. ¿Entonces a quién?
Mientras entro al auto de Asa, observo cómo Étienne habla un momento con
Nat. Se gritan entre ellos y miro a Nat, pero finalmente, ella se regresa a su asiento y
Warren conduce.
Étienne trota al auto de Asa y azota la puerta detrás de él. Gira y me mira.
—Warren se la va a llevar a la casa de Livingston, y ella nos esperará.
Sin palabras, asiento. Asa presiona su pie contra el acelerador y sale tan rápido
como su auto lo permite.
—Cuando lleguemos ahí, por favor, apresúrate. No quiero estar adentro más de
lo que debemos —grito sobre el rugir del viento.
Étienne mueve la mano hacia atrás y aprieta la mía.
—Necesito el libro contable como prueba. Una vez que lo tenga y me asegure
que todos están fuera de Belgrave, podemos irnos.
Por el rabillo del ojo, veo a Asa. Su mandíbula está tensa, y sus manos en el
volante están aferrados.
En minutos, el trayecto ventoso a Belgrave llega a la vista. Polvo sale detrás de
320
las llantas mientras Asa vuela por el camino. Pasamos los árboles en un borrón verde.
Cuando se estaciona frente a Belgrave estoy medio aliviada de ver que todavía está
intacto, pero eso agrega nervios porque es solo cuestión de tiempo. Asa sale del auto
mientras todos saltamos de este. Las largas piernas de Étienne se comen la distancia
a la puerta del frente, y yo corro para seguirlo. Ya no está Ben para abrir la puerta. Él
ya se fue.
—¿Todos fuera? —pregunta Étienne.
Asiento.
—La casa debe estar vacía.
Étienne revisa el vestíbulo.
—Bien. Una vez que tenga por lo que vine, nos iremos también.
Con mi corazón acelerado, permanezco en el vestíbulo con Asa y mantengo una
distancia considerable entre nosotros. Su postura es alerta y tensa mientras
esperamos. Cruzo mis brazos; se siente como si estuviera teniendo un ataque al
corazón. Está frenéticamente susurrando que no es seguro aquí en este momento,
pero no voy a dejar a Étienne.
De pronto, se escucha cristal rompiéndose y un disparo. Tomo el brazo de Asa
al mismo tiempo que él me empuja hacia atrás.
Salto, mi cuerpo golpeando la puerta detrás de mí.
—¿Qué demonios fue eso?
—Vino de la oficina de Étienne. —Asa saca el arma de su bolsillo y corre hacia
la parte de atrás de la casa.
Lo sigo. Llegamos al pasillo que lleva a la oficina de Étienne mientras medio
cae y se golpea con la pared opuesta. Su mano presionada contra su hombro
izquierdo. Entre sus dedos, sale sangre. Pasando a un lado de Asa, llego a Étienne
justo cuando se deja caer a mis brazos. Me tropiezo hacia atrás y Asa me endereza.
—¿Qué sucedió? —chillo
—No hay tiempo para explicaciones. ¡Tenemos que irnos! —grita Asa.
Logramos colocar el brazo derecho alrededor de los hombros de Asa, y yo
coloco mi brazo alrededor de su cintura. Los tres nos dirigimos a la puerta de
enfrente lo más rápido posible.
—¿Alguien disparó dentro de la casa? —pregunto.
—Vino de afuera —dice Étienne, su voz forzada.
Asa y yo intercambiamos miradas, ambos con la misma expresión de
incredibilidad. Estamos cerca del pasillo principal. Solo quince pasos más y
podremos salir por la puerta. Luego, el segundo disparo suena. Este golpea la pared.
Mientras sostenemos a Étienne, intentamos esquivarlo. Cuando no salen más
disparos, lentamente nos paramos. Todo mi cuerpo está temblando. Quiero colapsar
y encontrar un lugar seguro donde esconderme, pero no puedo.
—Quien sea que está aquí, nos está esperando —anuncia Asa. 321
—¿Entonces qué hacemos? —pregunto en pánico.
Asa me da una mirada sombría.
—Nos escondemos.
—Sótano —gruñe Étienne.
Asa se detiene lo suficiente para acomodarlo. Nos dirigimos a la parte de atrás
de la casa, pasando la cocina, y la entrada a los cuartos de los criados. Caminamos
por un corredor estrecho en el que apenas cabemos los tres. Con cada segundo, miro
sobre mi hombro, para asegurarme que nadie nos esté siguiendo. Siento como si
estuviera en una casa embrujada y que en cualquier momento alguien va a saltar y
gritarnos.
Luego la puerta del frente se azota. Jadeando, giro al sonido de los pasos.
—¡Étienne! Sé dónde estás. —La voz es fuerte y contenida y casi con humor,
como si todo esto fuera un juego.
Mi agarre en la cintura de Étienne se aprieta.
—¡Apresúrate! —susurro frenéticamente.
Asa gira la perilla de la puerta del sótano y nos apresura a Étienne y a mí dentro
mientras el tirador vuelve a hablar, su voz más cerca que antes.
—Sé que no te maté. ¿Dónde estás?
Tan silenciosa como rápidamente sea posible, Asa cierra la puerta. La escalera
del sótano es oscura, haciendo imposible saber a dónde voy. Mi mano izquierda toca
el frío ladrillo de la pared a mi lado mientras bajamos las escaleras.
—¿Tienes una llave? —pregunta Asa.
Étienne niega. No puedo ver bien, pero se está recargando cada vez más contra
mí. Está perdiendo mucha sangre. Aprieto sus caderas.
—Étienne, ¿tienes la llave? —pregunto.
Se sacude como si lo hubiera despertado. Le toma unos segundos responder.
—No. No tuve tiempo suficiente.
Mis ojos finalmente se ajustan a la oscuridad, y logramos bajar las escaleras sin
que ninguno caiga. Impacientemente, espero a Asa. Mira alrededor de las estrechas
escaleras, buscando por algo que pueda servir como barrera. Toma un pedazo de
madera y la coloca debajo de la perilla.
—Es lo mejor que tengo —dice mientras baja las escaleras corriendo.
Cuando Asa recupera su posición al lado opuesto de Étienne,
desesperadamente buscamos un lugar donde escondernos. Este sótano es enorme,
fácilmente del tamaño del piso de arriba.
—¿Has estado aquí antes? —le pregunto a Asa.
—Una vez, cuando éramos niños —responde mientras mira alrededor,
buscando un lugar donde ocultarnos.
Arriba de nosotros, pesados pasos suenan. 322
—Sigamos moviéndonos —digo, mi voz tomando un tono frenético. Quiero
alejarme de la puerta, pero al mismo tiempo, alejarnos de la única salida, significa
que estamos atrapados. Todo lo que podemos hacer es intentar y esperar a que se
vaya.
Asa y yo nos movemos lo más rápido posible con Étienne entre nosotros. Mis
músculos están comenzando a gritar en protesta, pero necesito seguir para poder
encontrar un lugar donde escondernos y ayudar a Étienne lo mejor que pueda.
Estamos rodeados de ladrillos y mortero. En algunas áreas, el ladrillo se está
separando, permitiendo que el agua entre y viaje por la pared. La humedad se reúne
a mitad del suelo y solo aumenta el olor de humedad. El sótano está lejos de la
opulencia del piso de arriba. Es todo un mundo aquí abajo.
—Unos pasos más y a la derecha —gruñe Étienne.
Asa y yo seguimos su guía. Y sí, otro espacio abierto a la derecha. Una bombilla
cuelga del techo; los cables se ven cerca de desmoronarse o encenderse con toda el
agua que está saliendo por las paredes. Quizás es por eso por lo que parpadea
encendida y apagada.
Estantes de madera están alineados contra la pared, prácticamente llegando al
techo. La mayoría de las estanterías están vacías, con excepciones de familias de
arañas y sus telarañas. Solo unos estantes tienen sucios mason jars, cajas de madera,
vasos, y diferentes artículos. Contra otra pared se encuentran piezas de muebles
rotos.
Escondernos en un área tan abierta quizás no es una idea inteligente, pero
quien esté arribe no esperará eso. Además, las cajas apiladas y los muebles rotos casi
sirven como una cubierta. Las estanterías de abajo, que están relativamente vacías,
están muy arriba del suelo, permitiéndonos un buen lugar para sentarnos y
descansar.
Pasando sobre Étienne, golpeo el hombro de Asa mientras los ruidos sobre
nuestras cabezas se vuelven más fuertes. Señalo el lugar debajo de las estanterías.
—¿Qué te parece ahí?
Asiente.
—Eso funcionará.
Nos movemos rápidamente hacia esa dirección. Primero, colocamos con
cuidado a Étienne en el suelo. No existe forma en que podamos soltarlo sin que le
causemos dolor. Ahoga una maldición mientras suelto su brazo y permito que su
cabeza caiga contra la pared. De inmediato, me siento a su derecha. Asa a su
izquierda.
En el instante en que nuestras espaldas tocan la pared, juro que cada músculo
en mi cuerpo suspira aliviado. Cierro los ojos y exhalo antes de girar hacia Étienne y
tratar de revisar su herida. Incluso con la poca luz, casi puedo ver que la bala esta
clavada.
Nunca había estado en una emergencia médica. Mis conocimientos de las cosas
que funcionan dentro del cuerpo humano es poca, pero sé lo suficiente para darme
cuenta que tenemos que presionar la herida. Me acerco hacia Étienne, y él se
323
estremece, pero intenta alejarse.
—Étienne, tengo que detener el sangrado —digo.
—No la toques —dice entre dientes—. Se siente como fuego.
—Deja que mire para que podamos ayudarte —dice Asa.
Con la ayuda de Asa, logramos arrancar la manga ensangrentada, revelando la
herida. Me acerco e intento no estremecerme. Desde que la bala lo golpeó bajo su
hombro, casi por su pecho, puedo ver tejido graso y músculos rodeando la bala.
—No parece que la bala haya golpeado alguna arteria —dice Asa.
Asiento, levanto el dobladillo de mi vestido a mis rodillas, y arranco pedazos de
mi vestido. Mis manos van en piloto automático, arrancando una tira de tela a la vez
que se las doy a Asa. Una y otra vez repito el proceso hasta que el dobladillo de mi
vestido está hecha trizas.
Asa usa los pedazos para aplicar presión en la herida. Étienne maldice por lo
bajo y su cabeza se inclina al frente. Sudor se forma en su frente, y en segundos,
sangre baña la tela. Asa lanza el material y toma más pedazos de mi vestido para
presionar contra la herida. Étienne no grita o lucha a pesar de que se muere por
hacerlo.
—Necesitamos averiguar cómo salir de aquí. Étienne necesita atención médica
de inmediato, o tendremos que intentar sacar la bala nosotros.
La idea de cavar en el hombro de Étienne para sacar la bala hace que mi
estómago se estremezca.
Mi aversión debe de mostrarse en mi rostro porque Asa dice firmemente.
—Serene, tenemos que hacerlo. Es la única opción.
Tragando mi miedo y duda, me siento en mis rodillas y me inclino al frente.
—¿Qué quieres que haga?
Asa aparta un pedazo de tela.
—¿Ves la bala?
Antes de que la fresca y caliente sangre salga por la herida, la veo claramente y
asiento.
—Si estuviera más profunda, lo mejor sería dejarla ahí, pero está tan cerca de
la superficie. Necesito que la saques.
—¿Yo? ¿Por qué yo? —chillo.
—Porque tú eres quien tiene los dedos más delgados entre los dos.
Si este fuera alguien más, diría que no. O quizás iría a vomitar a la esquina. Pero
este es Étienne. Miro su rostro. Se está poniendo más y más pálido. Por más que no
quiero hacerlo, Asa tiene razón. Tenemos que remover la bala o Étienne se
desangrará.
Exhalando fuertemente, intento calmar mis nervios.
324
—Está bien. Hagámoslo.
—Esto va a doler como el demonio —advierte Asa mientras le pasa un puñado
de tela limpia y le dice que lo muerda.
Lo que sucede a continuación es un borrón. Recuerdo a Étienne gritando y
mordiendo los pedazos de mi vestido mientras Asa me daba instrucciones de cómo
usar mis dedos y sacar la bala. Dos dedos podrían causar más daño en el tejido
alrededor. Mi dedo índice se hundió en la herida, causado que más sangre saliera.
Asa me dijo que no me alarmara. Mi corazón acelerado todo el tiempo, pero ni una
vez pensé en detenerme. Sabía que yo le estaba causando dolor insoportable a
Étienne, pero todo en lo que podía pensar era en sacar la bala. Estaba ahí. Estaba tan
nerviosa que me tomó tres intentos. No ayudaba que podía escuchar al hombre sobre
nosotros. Su voz era lejana mientras buscaba por la casa, pero podía escuchar cómo
llamaba a Étienne.
Finalmente, después de lo que pareció una hora, sostuve la bala entre mis
sangrientas manos.
—¡La tengo!
Étienne deja caer su cabeza sobre mi regazo como si fuera una muñeca de trapo.
—Mierda —sisea Asa. Toma más paños y aplica presión sobre la herida.
Protectoramente, coloco mis manos alrededor de la cabeza de Étienne y aparto
su cabello, lo que solo hace que sangre cubra su rostro y ensucie su cabello. Eso no
importa. Eso es superficial. Lo que importa es Étienne.
—¿Está bien?
Asa toma su muñeca y espera unos segundos antes de asentir.
—Él está bien. El pulso es normal y fuerte. Lo más seguro es que se desmayara
por el dolor. —Aparta la mirada de la herida y me mira—. Lo hiciste bien.
Esa es la primera vez que Asa Calhoun me ha dado un cumplido. Las
circunstancias no son exactamente las ideales, pero lo acepto. Mueve la cabeza.
—Gracias. Eres buen entrenador.
Se encoje de hombros, y nos sentamos ahí. Conforme los minutos pasan,
Étienne todavía no recupera la conciencia. Mi preocupación aumenta. Pronto Asa
controla el sangrado. Él me tiene ejerciendo presión en la herida mientras toma el
resto de las tiras de mi vestido y las junta. Con curiosidad, lo observo.
Una vez que ha terminado, suspira y lo señala.
—Necesito que continúes aplicando presión en la herida y lo empujes para
enderezarlo a la cuenta de tres, ¿está bien?
Antes de que pueda preguntar qué está planeado hacer, comienza a contar. Lo
siguiente que sé, es que Asa dice tres y lo enderezamos. Étienne gime en protesta,
pero no creo que sepa qué está sucediendo. Probablemente es lo mejor. Entre menos
dolor sienta, mejor.
A velocidad de la luz, Asa usa el resto del vestido como un cabestrillo
improvisado, creando una figura de ocho con uno de los agujeros alrededor de su 325
axila y el otro extendiéndose a su otro hombro, dejando la presión perfecta sobre la
herida. Cuando Asa termina, lo suelta, volviendo a caer a mi regazo, sus ojos se abren
y cierran. Mis uñas están llenas de polvo, mis manos sucias. Eso no me detiene de
deslizar mis dedos sobre su piel. Solo estoy esparciendo suciedad en su rostro, pero
no puedo no tocarlo. Mis minutos y segundos con él se están agotando.
Los pasos se vuelven más y más fuertes. Son tan poderosos que polvo llueve
sobre nuestras cabezas. No puedo detener el pequeño gemido que sale de mis labios.
Estoy aterrada. No sé si alguna vez he estado así de asustada.
Estamos a una distancia razonable de la puerta del sótano, pero escucho girar
la perilla. Mi respiración se atora en mi garganta. Segundos más tarde, están
golpeando. Luego pateando. Un masivo choque resuena por la habitación.
Los ojos de Étienne se abren.
—Ya viene.
—Está bien —digo calmándolo.
—Todo ha terminado desde aquí —dice Étienne.
Lentamente, el hombre baja las escaleras, casi como si nos torturara y nos
advirtiera que se está acercando.
—Sal, sal de donde quiera que estés.
Asa y yo nos miramos, y por primera vez, veo temor en sus ojos. Aprieto más a
Étienne. Su respiración se ha alentado, más superficial, como si cada aliento fuera
una tarea. No quiero regresar al tiempo en vano. Protegeré a Étienne con todo lo que
tenga. Quien esté detrás de él tendrá que pasar sobre Asa y yo.
—Sé que estás aquí —dice la voz, tan cerca que puedo sentirla contra mi cuello.
Una larga figura aparece contra el suelo de concreto. Me preparo para su
aparición. Primero, pasa a nuestro lado, su arma colgando por su mano derecha. Gira
la cabeza a la izquierda y luego a la derecha. Para mi horror, nos ve.
Mi boca se abre al mismo tiempo que mi corazón se hunde en mi estómago.
Todo este tiempo he estado creyendo que Asa Calhoun estaba colocando minas
alrededor de Étienne. Es Edward Hill.

326
D
esde el momento en que tomamos nuestra primera respiración en
este mundo, nos volvemos parte de la historia. Nuestros
nacimientos están documentados y nuestras vidas lo están
crónicamente por una serie de fotografías, videos y palabras, y lo
más importante, por nuestras acciones. Si somos lo suficientemente
afortunados, crecerás con una familia amorosa donde aprendes lo que está bien y
mal. Pero nadie es perfecto. Y en algún punto en nuestras vidas, todos mentimos,
todos lastimamos a alguien. Ya sea a través de palabras o heridas físicas, no importa.
Todos somos culpables. Es lo que hacemos después de sufrir lo que importa más.
Edward nunca se tomó el tiempo de corregir todos los errores que cometió,
porque no sintió culpa. Por lo tanto, nunca se erradicaron. En su lugar, sus pecados
pasaron a sus hijos y sus nietos y sus bisnietos.
Fuimos lo que sufrimos.
Miro a mi tatarabuelo Edward Hill, mejor conocido en mi tiempo como Teddy
Parow, con ojos nuevos. Cada vez que lo veía antes, él siempre había sido silencioso
y tranquilo. Un hombre de pocas palabras. Nunca lo consideré un sospechoso. No
parecía tenerlo en él, pero como lo miro ahora, me doy cuenta que esa calmada
fachada era todo un engaño. Sus ojos son fríos y sin emociones mientras nos mira a 327
los tres.
Mira a Asa.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Después de que terminaste de rogarle a Étienne para que te regresara el
trabajo esta mañana, vine con Étienne a recoger el libro contable para probar que
estabas mal usando el dinero de la empresa, pero necesitaba la evidencia antes de
que se la presentara a Étienne.
Entonces es por eso por lo que Étienne estaba mal cuando lo vi esta mañana.
Edward entrecierra los ojos.
—¿Entonces se lo hiciste saber?
Asa mira por el rabillo del ojo. Él sabe que robé el libro.
—Sí.
—¿Cómo pudiste hacer esto Edward? —susurra Étienne con un gemido de
angustia.
Edward no muestra remordimientos. Solo sonríe.
—¿Quieres decir que nunca supiste que era yo?
—No hasta que leí el libro que Asa preparó.
La mirada de Edward viaja entre Étienne y Asa. Su sonrisa no se apaga mientras
se arrodilla. Él actúa como si estuviera listo para decir un vital secreto, a pesar de
que su arma sigue apuntando a Étienne.
—Soy silencioso, pero no me quiten crédito. Yo veo y escucho todo. No tengo
culpa por usarlo en mi ventaja.
Los tres no decimos nada.
Con un pesado suspiro, Edward se levanta y comienza a andar lentamente. Mira
a Étienne con tanto odio que casi me quita el aliento.
—¿Sabes qué no entiendo, Étienne? No entiendo cómo Adrien pudo tomarme
bajo su ala, enseñarme todo lo que sé, llamarme hijo, hacerme sentir como si fuera
parte de tu familia. Él sabía que mi padre era un bueno para nada hijo de perra que
huyó cuando era un niño. Él sabía que mi madre apenas estaba haciendo dinero. Y
cuando falleció, ¡me dejó sin nada!
—Todavía tenías un trabajo —dice Asa, que su sentido de honor es
peculiarmente más fuerte que su sentido común.
Quiero decirle a Asa que se calle. Edward es un hombre desquiciado. Un
movimiento en falso, una palabra equivocada, y podría dispararnos a todos.
Edward gira y apunta con su arma a Asa.
—¡No estoy hablando contigo!
Por un horrible segundo, creo que va a jalar el gatillo. Me estremezco, pero el
arma nunca se dispara. Asa obstinadamente lo mira y no dice nada más.
Edward baja el arma con lentitud deliberada y mantiene la vista en Asa.
328
—¿Voy a escuchar otra palabra tuya?
Los segundos pasan cuando Asa se aclara la garganta.
—No.
Los labios de Edward forman una pequeña sonrisa.
—Muy bien. —Abruptamente, mueve el arma a mi dirección. Me hundo lo más
posible—. ¿Y tú? ¿Voy a escuchar una palabra de tu parte?
Rápidamente, niego. Demasiado asustada que creo orinaré mis pantalones.
Él sonríe.
—Bien. —Edward regresa a Étienne—. ¿Dónde estaba antes que Asa nos
interrumpiera tan rudamente? Oh sí, tu egoísta papi. —Edward se mueve más cerca
hasta que sus botas están tocando su muslo. Está demasiado cerca para mi agrado.
Una vez más, se arrodilla—. Explícame por qué tu papi dejaría a un niño que vino de
la nada a que se pudriera.
Étienne hace una mueca, pero intenta mantener la atención en Edward.
—Tú no eres su hijo. ¿Por qué te daría algo?
—¡Porque no tenía nada! —grita Edward. Golpea a Étienne con la cachaza de
su arma, y contengo la respiración mientras mi agarre en Étienne se vuelve más
fuerte—. Abre los ojos, Étienne. Vas a querer estar despierto para escuchar esto.
Sus ojos se abren en delgadas líneas.
Edward sonríe fríamente.
—Eso está mejor.
Todavía arrodillado, coloca sus codos sobre sus rodillas. Si no fuera por el arma
entre sus piernas, pensarías que él se encontraba charlando casualmente con un
grupo de amigos.
—Una noche estaba trabajando tarde. Todos se habían ido de la oficina, y era el
único que se quedó a terminar los libros. No Asa. Yo. Cuando terminé, me encontré
con algo de papeleo. Era tu testamento. Por supuesto, lo miré. —Inclina la cabeza—.
Después de eso, comencé a tomar dinero de tu compañía que debía de ser mío.
Estaba haciendo lo que tu padre debió de hacer. Lo sabes, ¿verdad?
Asa y yo miramos a Edward como si estuviera loco. Porque eso es. Loco. Él está
tan fuera de la realidad que verdaderamente cree que lo que hizo fue lo correcto.
Honorable, inclusive.
Luego me congelo cuando siento algo frío golpear mi espalda baja. No quiero
saltar o incluso respirar diferente; no quiero que Edward ponga su atención en mí.
Con mi mano libre, busco detrás de mi espalda y ciegamente toco el suelo, buscando
por el responsable. Mi mano agarra un delgado barril. Miro a Asa, tratando de hacer
contacto visual para hacerle saber que tengo su arma, pero él está mirando
solemnemente a Edward, rehusándose a mirarme.
Cuidadosamente, coloco el arma detrás de mí, hasta que esté descansando
329
contra mi muslo derecho. En ese momento, me doy cuenta que las piezas de mi
sueño, el que tuve hace mucho tiempo, se están uniendo. Los fragmentos están
distorsionados, pero cada momento está sucediendo.
—Cuando vi que tu testamento decía que, a tu muerte, dividirías la compañía
entre Livingston, Asa, y yo, sabía que tenía que hacerse.
—Entonces matarás a Étienne, y tomarás lo que te pertenece por derecho.
Edward mantiene la vista en Étienne. Ni siquiera estoy segura que supiera que
yo era quien le había hecho la pregunta. Él asiente.
—Ese era el plan. Luego, cuando llegué a Belgrave, tuve que cambiar de plan.
—¿Todo esto fue por dinero? Te he conocido por años. Pudiste haberlo pedido,
y te lo hubiera dado —dice Étienne en su dolor.
—No, todo esto es por la traición. Tu papi me traicionó. Él fue la única figura
paterna que tuve —Se mueve al frente, tomando el arma—. ¿Sabes lo afortunado que
eres? Tienes todo. Familia, amor. Y lo más importante; dinero.
La codicia puede hacerles muchas cosas a las personas. Y si lo unes con celos,
puede volver a alguien cuerdo, loco. ¿En qué momento Edward se volvió loco?
¿Cuando era niño? ¿O quizás cuando era adolescente trabajando duro para ganar
dinero para él y su madre mientras se codeaba con la élite de Charleston?
Quién sabe los cuándos y los dóndes. Todo lo que importa es que el hombre
frente a nosotros está apuntando un arma directamente a Étienne y podría
dispararla en cualquier momento. Él necesita ser tratado con guantes para niños.
Tenemos que seguir hablando. En algunos casos, las personas heridas quieren herir
de regreso. Pero algunas veces ellos quieren hablar. Ellos quieren enfurecerse. Ellos
quieren expulsar el dolor que se ha ido construyendo dentro de ellos por tanto
tiempo. Todo lo que necesitan es una audiencia.
Edward tiene una. El suelo es suyo.
—¿Cómo podemos arreglar esto, Edward? —pregunta Étienne.
Una risa sarcástica escapa de Edward. Inicia lenta y comienza a crecer hasta
que hace eco por toda la habitación. Niega como si Étienne fuera un niño inocente.
—No existe nada que se pueda hacer ahora. ¿No puedes verlo?
—Estoy seguro que podemos llegar a un acuerdo. ¿Quieres más dinero?
Tómalo. Tómalo y vete y no le diré a nadie.
Las palabras de Étienne se ganan otra risa de parte de Edward.
—¿De verdad esperas que te crea? —Abruptamente se levanta. Sus manos
tiemblan y apunta el arma a Étienne—. Nadie puede regresar el pasado, sin importar
cuánto lo deseen. ¿No puedes verlo?
Mi corazón está latiendo rápidamente; siento que es solo cuestión de tiempo
antes de que se golpee contra mi pecho y salga volando. Miro a Étienne, nuestros
ojos se conectan. En el instante en que te enamoras de alguien, sientes temor porque
sabes que este amor tiene potencial de convertirse en algo poderoso. Algo más
grande que los dos. Te das cuenta que quieres luchar por ello. Mover cielos y tierra.
Que incluso matarías.
330
Es aterrador dejarte llevar por esa emoción, porque una vez que la has
saboreado, no puedes vivir sin esta.
Mis dedos acarician la mejilla de Étienne.
—Te traje hasta este momento —susurro.
Justo en ese momento, pasos se apresuran por los escalones de arriba. Edward
levanta su arma hacia Étienne, y sé lo que necesito hacer. Con manos temblorosas,
levanto el arma cerca de mi muslo y coloco el frío metal contra mi frente. Lágrimas
se deslizan por mis mejillas y me dejo caer en el pecho de Étienne.
Mi tiempo se agota.
Mis dedos se mueven al gatillo, pero luego veo la verdad.
Podría terminar mi vida. Podría salvar a Étienne de ese modo, pero Edward
continuaría con su patrón, su codicia y celos se volverían blanco hacia alguien más y
arruinarían sus vidas, y así seguiría una y otra vez. Y muy lentamente, esas dos
destructivas emociones pasarían de generación a generación. Quisiera creer que
quizás no sería así, pero ya he comenzado a ver los rasgos de Edward en Bradley.
No, el ciclo se detiene ahora.
Sin pensarlo dos veces, bajo el arma de mi frente y, con ambas manos la levanto
frente a mí. Mis manos tiemblan mientras apunto a Edward. Estoy destruyendo mi
destino, mi familia, mi futuro, mi vida en nombre del amor.
Pero más que eso, estoy matando para hacer bien algo que estaba mal. Que
triunfa sobre todo lo demás.
Mis ojos se cierran mientras jalo el gatillo y mis hombros retroceden, más por
la sorpresa que por la fuerza del arma. Mis ojos se abren mientras la bala golpea el
pecho de Edward. Él retrocede. Sus brazos salen disparados, casi como si estos
pidieran tregua. Sangre mancha su impecable camisa blanca. Mientras cae de
espaldas, el arma se desliza de sus manos.
Está muerto. Se ha terminado. Dejo caer el arma de Asa.
Y luego, me estoy desvaneciendo. No estoy cayendo; me estoy alejando de la
habitación. Mi cuerpo, lleno de músculos, sangre, y huesos, se disuelven hasta que
siento que no peso. Los ojos de Étienne se abren.
¿Me estoy desvaneciendo de este tiempo? ¿Me estoy muriendo porque corté a
mi familia? ¿Me he cortado yo? Ya no lo sé.
Étienne me alcanza y yo intento agarrarme a él, pero es inútil. Sus manos se
deslizan a través de mí como si fuera un fantasma. Quiero gritar que lo amo. Intenté
hacer bien lo que estaba mal. Lo hice por él. Pero sé que no va a escucharme.
Como muchas veces antes, me deslizo por el suelo. Solo que esta vez, no siento
el dolor. Mi cuerpo no se siente como si lo estuvieran destrozando. En su lugar, se
siente ligero. Levanto las manos frente a mí, sonriendo levemente. Se ven tan
pálidas.
He sentido las manos frías de muerte dos veces en mi vida. Mientras cierro los
331
ojos y el aire corre por mi cuerpo, sé que lo que hice fue lo correcto.
—¿S
eñora? ¿Señora? ¿Está bien?
Muy lentamente, mis ojos se abren. Mientras observo
mi entorno, poco a poco me siento y me doy cuenta de que
estoy sentada en medio del vestíbulo de mi edificio de
departamentos. Un hombre se arrodilla a mi lado, su mano
sobre mi hombro. Con manos temblorosas, me pongo el cabello detrás de las orejas
y me pongo de pie. ¿Qué demonios estoy haciendo aquí? Se supone que debo estar
muerta.
Todavía puedo escuchar los débiles ecos del disparo y la gente gritando. La
mirada atormentada en los ojos de Étienne se quedará conmigo para siempre. Solo
de pensarlo me revuelve el estómago. Trago de regreso la acumulación de bilis en mi
garganta y trato de respirar profundo.
Hay un silencio inquietante en el vestíbulo. Miro por la puerta principal. Pasan
autos y la gente camina por la acera con bolsas de compras en la mano. Todo está
bien en sus mundos. Nada está bien en el mío.
—¿Señora? ¿Me ha oído? ¿Está bien? —persiste el hombre.
Con mis brazos protectoramente envueltos alrededor de mi estómago, le lanzo 332
al hombre una débil sonrisa.
—Estoy bien. Simplemente no me siento bien. Creo que subiré a mi
apartamento y me acostaré. —Camino hacia las escaleras.
El tipo frunce el ceño, pero no dice nada.
En el momento en que giro la esquina, tomo las escaleras de dos en dos.
Necesito hablar con Will, Liz, mis hermanos, padres, cualquier persona. Esto no
debería estar sucediendo ahora mismo.
Una vez que alcanzo mi piso, me detengo frente a la puerta de mi antiguo
departamento. Sé que no puedo pretender que todo está bien con Will y conmigo,
pero esta es una emergencia. Necesito ver una cara familiar. No tengo ningún
teléfono, así que tal vez me deje tomar prestado el suyo por un segundo para poder
llamar a Ian y explicar dónde estoy. Luego llamaré a Liz y preguntaré si puedo
quedarme con ella unos días. Estoy segura de que dirá que sí, pero si no lo hace,
siempre puedo ir a la tienda o tal vez regresar a casa hasta que pueda resolver las
cosas.
Antes de que mis dedos se curven alrededor de la perilla, miro mi atuendo.
Todavía llevo mi vestido del tiempo de Étienne. Mi dobladillo está hecho jirones y
parece que escapé de la escena de un asesinato. Mi corazón se acelera. Ahora no es
el momento de preocuparse por lo que llevo puesto. Respiro hondo y giro la perilla.
La puerta se abre solo unos centímetros antes de que se detenga. La cadena está
puesta, negándome la entrada. Frunzo el ceño y empujo contra la puerta como si eso
hiciera que la cadena se rompiese mágicamente.
—¿Hola? —digo vacilante.
No hay respuesta.
—¿Will? —llamo, ignorando la alarma en mi voz.
El televisor está sonando demasiado fuerte. Cierro la puerta y golpeo ambos
puños contra la puerta tan fuerte como puedo. Estoy obligada a atraer la atención de
todo el piso, pero Will aún no reacciona. Me duelen los puños, pero continúo.
Finalmente, oigo bajar el volumen de la televisión y alguien grita:
—¡Ya voy!
En el momento en que oigo su voz, detengo el desagradable golpeteo y suspiro
de alivio porque él está aquí. Will está aquí.
La cadena se desliza hacia atrás, y Will abre la puerta, frunciendo el ceño con
furia. Lleva pantalón de chándal y una Henley gris con las mangas dobladas
alrededor de los codos.
Lanzo mis manos.
—¿Qué demonios? ¿Por qué pusiste la cadena?
Arquea una ceja y me da un rápido repaso. Mi sangre se convierte en hielo.
Conozco esa mirada. Demonios, he dado esa mirada varias veces al día en las calles.
A extraños que se han topado groseramente conmigo, o a una persona
increíblemente ruidosa sentada detrás de mí en un cine. 333
—Lo siento, ¿tú eres?
Al principio, creo que está bromeando, así que le sigo la corriente y me apoyo
contra el marco de la puerta y sonrío.
—Oh, no sé. Solo fuimos a la universidad juntos y hasta hace poco vivíamos
juntos. —Cuando no sonríe, me pongo derecha—. Will, soy yo. Serene.
—¿Quién está en la puerta? —dice una voz femenina detrás de él.
—No sé —dice, sonando indiferente.
Muy rápidamente, me doy cuenta de que Will no está jugando, y siento como si
el aire estuviera siendo succionado de mis pulmones. Esto no puede estar pasando.
Luego, para hacer la situación más jodida, Liz aparece detrás de Will, vistiendo
su sudadera raída de Penn State como si fuera suya. Solía usar esa sudadera en
mañanas particularmente frías mientras me acurrucaba junto a él en el sofá mientras
mirábamos televisión. Con atónita incredulidad, miro cómo Liz apoya su mejilla
contra él y curva un brazo alrededor de él. La acción es posesiva e íntima y algo que
nunca he visto hacer a Liz con Will.
Pero está sucediendo justo enfrente de mí en tiempo real.
Su lenguaje corporal lo deja claro: Son una pareja.
¿Estoy en la maldita dimensión desconocida? ¿El mundo me está gastando una
broma gigante, o es una gran pesadilla de la que parece que no puedo despertar?
Intento irrumpir en el apartamento con mi hombro, pero Will me detiene. Mis
ojos se desvían entre los dos.
—¿Están hablando en serio ahora? Soy yo. Serene.
Mi voz tiembla cuando digo mi nombre. Estoy desesperada porque uno de ellos
esboce una sonrisa y se eche a reír antes de que me expliquen que solo están jugando
conmigo.
Eso nunca sucede.
Liz me da una mirada de miedo antes de que desaparezca de la puerta. Will me
mira con lástima en los ojos; la mirada que la gente reserva para alguien que está
completamente loco.
Lentamente, cierra la puerta en mi cara, pero no antes de que lo oiga decir:
—Señora, no tengo idea de quién es usted.
La puerta se cierra con un clic. Escucho el sonido revelador de la cerradura
deslizándose en su lugar.
No sé qué hacer, dónde ir ni cómo contactarme con mi familia. ¿Siquiera viven
en McLean? ¿Tengo hermanos o los mismos padres? ¿Mi apellido es siquiera Parow?
Aturdida, bajo las escaleras y me dirijo al vestíbulo. Cuando salgo, mi mirada
va hacia donde está Past Repeat. Pero no está allí. La tienda que trabajé tan duro
para construir con mi mejor amiga se ha ido. Puf... solo así.
Mis piernas se agotan, y me deslizo por la fría pared de ladrillo, descansando
mi espalda contra mi antiguo edificio de apartamentos. Acercando mis rodillas hacia
334
mi pecho, cierro los ojos y trato de respirar profundo.
¿Qué he hecho?
Hace casi ocho semanas, mi vida era perfecta.
Pensé que todo lo que podría desear estaba al alcance de mi mano. Es curioso
cómo en un instante, todo puede cambiar. Ahora mi vida está en ruinas. No sé qué
hay arriba o abajo. Supongo que debería considerarme afortunada de estar viva. Y
supongo que lo soy. Es imposible pensar en algo claramente cuando estoy siendo
tirada de un momento a otro.
Quiero desmoronarme. Quiero rendirme, pero si lo hago, abandonaré a
Étienne. Esa no es una opción, porque somos el pasado, el presente y el futuro.
Somos un asunto pendiente. Una historia que no tiene fin.
El mundo nunca dejará de separarnos, pero siempre habrá un rastro
sobreviviente entre nosotros.
Emmeline

D
ébil es el hombre que lastima a una mujer.
Esas palabras cambiaron mi vida. Esas palabras me han
perseguido desde el momento en que las escuché. Me saludan en la
mañana. Cuando me recuesto cada noche, me dan la bienvenida con
los brazos abiertos y se atreven a cuestionar cómo mi vida ha llegado hasta este
punto. Estas me siguen durante el día, volviéndose mi sombra.
Esas palabras han seguido mi rutina, y no se detendrán hasta que obtengan una
respuesta.
¿La mujer con la que hablé en la fiesta? Pienso en ella frecuentemente y en lo 335
que pensaría de lo que estoy haciendo ahora. Ella tenía la clase de seguridad que
demanda ser vista. Decía cosas que no me atrevería a soñar, mucho menos decir.
Más adelante, descubrí que su nombre era Serene Lacroix.
Físicamente, soy pequeña. Emocionalmente, soy igual. Mi alma es pequeña, así
que mis pensamientos tienen que ser iguales. Suelo seguir a los demás porque el
mundo me da miedo; es tan cruel, un lugar tan cruel.
Pero al menos fui valiente, y me fui. Las personas no me prestan atención. Es
por eso que el irme fue tan fácil.
Mi corazón estaba latiendo fuertemente mientras tomaba mi maleta ayer por
la mañana. No tenía idea cuál sería mi siguiente paso. Solo estaba aliviada de que
había llegado tan lejos. Conseguir un boleto fue más difícil de lo que pensaba. Para
alguien que es de fuera, Charleston es un puerto pequeño. Especialmente comparado
con Nueva York, Baltimore y Nueva Orleans. Ninguna línea del océano zarparía
pronto. Pero con la ayuda de Asa Calhoun, obtuve un boleto para el RMS Beresford.
Va a salir de Nueva Orleans y llegará a Liverpool.
Obtener un boleto de tren para Nueva Orleans fue una carrera contra el tiempo,
pero Asa de algún modo lo consiguió. Asa incluso viajó conmigo a Nueva Orleans, y
pagó por un cuarto de hotel en St. Charles. Él se aseguró que supiera a dónde tenía
que ir en el bote y cómo protegerme si tenía que hacerlo. Le había asegurado que
estaría bien. Pero cuando me dio una pistola y me dijo que la usara, la oculté en mi
equipaje, aterrada de solo mirarla.
Asa es un buen hombre. Él oculta parte de su alma debajo de capaz de seguridad
y carisma. En un mundo perfecto, estaría con alguien como él. Alguien que
genuinamente me protegería. Pero yo vengo de la nada, y él es parte de la élite de
Charleston. Nunca lo haríamos.
Él es mejor que Edward, aunque no sabía eso al inicio. Si solo pudiera regresar
en el tiempo y advertirme. Me mantendría alejada del camino de Edward y nunca
miraría hacia su dirección. Lo conocí hace un año en una fiesta en casa de Asa. Se
nos colocó frente al otro durante la cena. Él parecía tímido y reservado, muy rara vez
hablando a menos que le dirigieras la palabra. Vi que me lanzaba miradas, y encontré
su duda atractiva, casi atrayente. Quería descubrir más acerca de este hombre.
Esa noche, nunca tuve la oportunidad. La mañana siguiente, recibí flores de él.
Y así inició nuestra correspondencia. Comenzamos a pasar tiempo juntos en las
fiestas, luego tiempo a solas en su casa, y pronto me descubrí mudándome a su casa.
Sabía que mi familia en Inglaterra estaría avergonzada. Estaba viviendo en pecado.
Pecado, pecado, pecado.
Pero amaba a Edward. Escuché rumores de que Edward estaba hablando con
alguna mujer de Virginia. Múltiples fuentes me informaron que su nombre era Clara
Beckett. Cómo se conocieron no me importaba. Me recordaba que amaba a Edward
y que tarde o temprano se olvidaría de esa Clara y se quedaría conmigo.
Por primera vez en un largo tiempo, me sentí cómoda. Y ahí fue cuando
iniciaron los problemas. La ira de Edward no es una bestia que aparece a mitad de la
noche. No aparece durante esos ataques de ira. De hecho, no estoy segura que 336
Edward se dé cuenta cuando su ira se apodera de su cuerpo.
La primera vez que sucedió, le dije que quería ver a unos amigos y que
regresaría tarde. Él estaba trabajando en los libros contables para la compañía de
Étienne y me dijo que no. Le pedí que viniera conmigo. Calmadamente, se levantó y
se acercó.
Sus ojos estaban en blanco, su postura calmada. Cuando llegó a mí, me miró
por un largo segundo, luego me dio una cachetada.
El abuso creció desde ahí. Al igual que el control.
Una vez me ahorcó. Estaba segura de que moriría, pero en el último segundo,
me soltó y levantó. Se volvió a acomodar la camisa y me dijo que no volviera a
desobedecerlo.
La noche en que conocí a Serene, estaba llorando porque Edward estaba
molesto de que hubiera bailado con Asa. Sabía que tendría que pagar un infierno, y
tenía razón. Esa noche, me violó.
Esa noche, supe que tenía que irme y dejar a Edward, pero ¿quién me creería?
Era su amante. Edward pagaba por todo lo que le pedía. A vista de todos, yo lo
busqué. Pero las palabras de Serene no dejaban de perseguirme. Sabía que ella tenía
razón. Sabía que tenía que decirle a alguien sobre el verdadero Edward, o me
enloquecería por ocultar la verdad.
Le dije a Asa, el hombre más práctico, y sensible que conocía. Y me creyó. Eso
fue hace un mes. Los pasos que tomamos para llegar a Nueva Orleans no fueron
fáciles. Todo tuvo que ser en secreto. Para que nadie sospechara, él se encontraría
conmigo en la mañana, haciendo que llegara tarde al trabajo. Existieron muchas
notas siendo intercambiadas entre sus criados.
Edward, nunca lo notó. Eso suele suceder cuando eres presuntuoso y arrogante.
Él nunca se dio cuenta que todo se derrumbaba a su alrededor.
—Emmeline, vas a estar salvo ahora, ¿está bien? —dijo Asa mientras conducía
al puerto.
Nerviosamente, lo miro por el rabillo del ojo. Asa no había hecho contacto
visual conmigo desde que nos subimos al auto. De hecho, no me había mirado desde
que llegamos a Nueva Orleans.
—Existe algo que necesitas saber —dijo.
Pacientemente, espero a que continuara.
Su mano izquierda, que reposa en su rodilla, se vuelve puño.
—Edward está muerto.
Mi cabeza giró en su dirección. Asa continuó mirando por la ventana. Su rostro
sin emoción.
—¿Qué dijiste?
Su mandíbula se tensó, y lentamente me miró.
—¿El día que llegué tarde para recogerte e ir a Nueva Orleans?
Asiento, mi corazón acelerado. 337
Asa mira sus manos.
—Estaba con Étienne y… estábamos en Belgrave y tuvimos un altercado. Le
disparó a Étienne, y yo le disparé a Edward en defensa propia.
Mi boca se abrió y miré sorprendida a Asa. No sabía si sentir alivio o tristeza.
Edward sí tenía bondad en él; solo estaba cubierta por tanta oscuridad. En este
punto, creía que sería imposible encontrar ese bien.
Estoy en silencio por tanto tiempo, que Asa me mira nerviosamente.
—¿Qué estás pensando?
Trago.
—¿Honestamente? No lo sé. ¿Debería de sentirme feliz, triste?
Gira en su asiento para mirarme de frente, Asa toma mis manos.
—No tienes que sentir nada. Solo necesitas concentrarte en una cosa…
protegerte. Edward quizás está muerto, pero Charleston no es un lugar seguro para
ti ahora. ¿Está bien?
Ansiosamente, asiento, y deja caer mis manos. Casi protesto porque se sintió
bien que alguien me tomara y no quisiera lastimarme.
—¿Cómo se encuentra Étienne? —Inclinando la cabeza, intento tener un mejor
vistazo de Asa—. ¿Cómo estás tú?
—La bala golpeó el hombre de Étienne, pero está bien. Ahora, él está sanando.
Y yo estoy bien.
Él no parece bien. Pero supongo que es desesperante cuando le robas la vida a
alguien. Incluso si es en defensa propia, lo que experimentó debió de ser
traumatizante. Junto mis manos e intento procesar todo lo que me dijo. El tráfico se
está volviendo pesado. Las aceras más ocupadas. Puedo ver el puerto y el gigante
barco a mi izquierda.
Nuestra conversación se está acabando. Mi corazón se acelera.
—¿Qué sucede con Johnathan?
Mientras Asa intentaba ayudarme a obtener un boleto, me dijo que sospechaba
que Edward estaba robando dinero de la compañía de Étienne y que Edward iba a
obtener ayuda de Johnathan Whalen.
Asa se burla.
—Después de lo que le sucedió a Edward, no creo que permanezca mucho
tiempo más en Charleston.
Exhalo temblorosamente.
Dudando, Asa toma mis manos.
—Está bien, Emmeline.
No está bien. Edward quizás está muerto y quizás yo regrese a casa, pero ¿mi
familia me dará la bienvenida? Considerando cómo hace casi dos años, discutimos
por querer inmigrar a América. Les dije que quería una mejor vida y América me
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daría eso. Ellos estaban seguros que no, y tenían razón.
El auto de detiene. Asa y yo nos miramos antes de que salte y abra la puerta
para mí.
Extiende su mano.
—¿Estás lista, Emmeline Grace Hambleton?
No lo estoy, pero ¿qué opción tengo? Sonriendo, tomo su mano.
—Estoy lista.

Cinco días más tarde, el aire salado está impregnado en mí, estoy cansada y
necesito urgentemente un baño, pero veo mi tierra natal a la distancia. Sonrío.
Protectoramente, coloco mi mano alrededor de mi estómago y le doy un suave golpe.
Lentamente, está comenzando a sobresalir. En un mes, será imposible ocultar mi
embarazo. Es imposible saber, pero dentro de mí, sé que mi bebé es un niño.
La trompeta del bote suena.
Inclino mi cabeza.
—Estamos a salvo aquí, Henry. Nuestra aventura inicia ahora.

339
Étienne Lacroix y yo tuvimos un
fuego que pensé que nunca moriría.
Nuestro amor fue atemporal.
Una decisión irreversible me envió
al presente con una familia que apenas
reconozco, pero estoy decidida a
encontrar el camino de regreso a
Étienne.
Puedo sobrevivir al tiempo. Pero no
puedo sobrevivir a la vida sin él.
El tiempo no se adapta a las
exigencias de nadie, por lo que debo 340
luchar con todo lo que tengo para volver
al pasado. Sin embargo, estoy
aterrorizada de que el pasado que una
vez supe no sea el mismo, y el hombre
que una vez me llamó su rastro de
supervivencia ya no me estará
esperando.
El tiempo se dobla a las demandas
de nadie, pero a veces el amor lo hace...
341

La universidad me pareció demasiado estresante. Viajar por todo el mundo,


casarse y tener cuatro hijos parecía mucho más relajante.
Sí, todavía estoy esperando que la parte relajante comience...
Cambio de domicilio cada dos años. No es por elección sino por mi realidad.
Mientras los locos de la vida me mantenían ocupada, las historias en mi cabeza
decidieron salir a la superficie. Se morían porque les dijeran y yo me moría por
decírselo.
¡Espero que disfruten escapando al mundo loco de estos personajes conmigo!
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