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NIHILISMO Y ARTE
DE LA VIDA. ENTRE
MONTAIGNE Y
NIETZSCHE
Herbert Frey*
Resumen: Nihilismo: falta de objetivo, de respuesta al por qué. En Nietzsche, el proceso violen-
to de destrucción se transforma en una postura afirmativa, en arte de vida. El filósofo interioriza
la influencia de Turguéniev y Dostoievsky, regresa a una comprensión del mundo pre-cristiana y
propone la autocreación del hombre; encuentra en Montaigne su principal fuente de inspiración.
Abstract: Nihilism is devoid of objective and purpose. In Nietzsche’s work, the violent process
of destruction transforms into a positive stance, the art of living. He incorporates Turguenev
and Dostoyevsky’s influence, reverts back to the pre-Christian perception of the world, and
promotes man’s self-creation. Montaigne is his primary source of inspiration. 33
NIHILISMO Y ARTE
DE LA VIDA. ENTRE
MONTAIGNE Y
NIETZSCHE
HERBERT FREY
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Que los mismos hombres eran los creadores de este Dios que ahora
ya no tenía validez, se desprende de la siguiente cita de Nietzsche: “¡Qué
9
ksa, 13, p. 69.
10
ksa 12, p. 212.
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Ibid., p. 98.
15
V. Hans Blumenberg, Die Genesis der Kopernikanischen Welt, 1981, Frankfurt,
16
Suhrkamp.
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H. Falk, (ed.), Panajotis Kondylis: Aufklärer ohne Mission, 2007, Berlin, Akademie
18
Verlag, p. 55.
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mentado con la pregunta más precisa del cómo. Con ésta aborda los
problemas de la constitución del sujeto, la relación con uno mismo y con
el otro, la tarea de la práctica permanente, la posibilidad de la conforma
ción de la vida individual y la reflexión sobre la muerte, sin las cuales
la existencia pierde todas sus determinantes.
Montaigne
Que la teoría del arte de la vida no sólo surge como respuesta a la proble
mática nihilista de Occidente lo demuestra el ejemplo de Montaigne,
quien a principios de la época moderna anticipadamente abordó en sus
ensayos todos los temas del arte de vivir, vinculando su escepticismo de
manera directa con las filosofías de la Antigüedad. No en vano duran-
te la segunda fase de producción de Nietzsche, cuando éste se veía a sí
mismo como un espíritu libre, Montaigne constituye su fuente princi
pal de inspiración. En su tercera Consideración intempestiva, titulada
“Schopenhauer como educador”, Nietzsche construye un monumento
a Montaigne y le dedica un sentido homenaje:
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el ser humano, sino más bien valores empíricos que deben ser exami-
nados una y otra vez.
La imagen del hombre de Montaigne –y con ella se vuelve precursor
de un arte de la vida moderno– se sitúa más allá de la interpretación
cristiana del mundo y, simultáneamente, de sus esperanzas y promesas
inherentes. Su propia interpretación apunta al hecho de que una vida
dichosa también es posible sin estas expectativas. El hombre ya no es,
como en el cristianismo, la cúspide de la creación, sino que se ubica
en el mismo nivel que los animales, de los cuales puede aprender tanto
como ellos de él. La razón, tan sobrevaluada por la tradición platónico-
cristiana, se vuelve para Montaigne tan sólo un atributo más del hombre
y de ningún modo el más importante. Su función positiva no consis
te en dominar la sensualidad del ser humano, sino en conciliar su tota
lidad consigo mismo y con la naturaleza. Con este planteamiento
Montaigne se convierte en un precursor de la Ilustración, sobre todo
de la francesa, cuya característica principal consiste, según Panajotis
Kondylis,28 en la rehabilitación de la sensualidad. Como muy pocos
filósofos antes y después de él, Montaigne concibió al hombre de mane-
ra consecuente como una unidad de cuerpo y mente. La postura de
vida que expone puede considerarse como totalmente postnihilista y
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nietzscheana, pues consiste en la aceptación de la propia naturale-
za, la tolerancia frente a otras culturas y formas de vida, la distancia
frente a las exigencias del mundo y, ante todo, la preservación de la
propia autonomía interna.
La aceptación del individuo por sí mismo, significa, sobre todo,
la aceptación de su propia corporalidad y transitoriedad. En su cono-
cido ensayo Filosofar significa aprender a morir, concibe a la vida
consciente como la familiarización con la muerte. La enfermedad y
la decadencia no son una desgracia, sino momentos de este proceso de
familiarización. La aceptación de la muerte se convierte en la condición
previa para que una vida pueda autodeterminarse en este mundo. “La
reflexión sobre la muerte es también la reflexión sobre la libertad.
Quien ha aprendido a morir, ha desaprendido a servir. Saber morir nos
Panajotis Kondylis, Die Aufklärung… op. cit.
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32
Ibid., I, 39, pp. 125-26.
33
Gottfried Benn, Obras completas, vol. 2, 1579, 2003.