Novela Completa-1

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ÚNICA MIRANDO AL MAR

Fernando Contreras Castro (costarricense)

Para mis abuelos:


Rafael Castro Piepper y
Amparo Villegas de Castro
Por tanto cariño y tantas anécdotas

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...Celso Coropa recogió en la
palma de su mano un rayo
de sol y suspiro:
-¡Hay veces que no me gusta la vida!...
Frente a él, había como una
Tortura de raíces y bejucos.
-...Y hay veces que si- añadió.
Entre la tortura de raíces y
Bejucos había una flor.

Carlos Salazar Herrera.


La Montaña.
Cuentos de Angustias y Paisajes.

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I
Más por la vieja costumbre que por cualquier
principio ordenador del mundo, el sol comenzó a salir
agarrado del filo de la colina, como en un último
esfuerzo de montañista pendiendo sobre el abismo de
la noche anterior.
El bostezo imperceptible de las moscas y el estirón
de alas de la flota de zopilotes, no significaron novedad
alguna para los buzos de la madrugada. Entre la
llovizna persistente y los vapores de aquel mar sin
devenir, los últimos camiones, ahora vacíos, se
alejaban para comenzar otro día de recolección. Los
buzos habían extraído varios cargamentos importantes
de las profundidades de su mar muerto y antes de que
los del turno del día llegaran a sumar sus brazadas, se
apuraban a seleccionar sus presas para la venta en las
distintas recicladoras de latas, botellas y papel, o en las
fundidoras de metales más pesados.
Los buzos diurnos comenzaban a desperezarse, a
abrir las puertas de sus tugurios edificados en los
precarios de las playas reventadas del mar de los
peces de aluminio reciclable. Los que vivían más lejos,
se preparaban para subir la cuesta de arcilla fosilizada
que contenía desde hacía ya veinte años el paradero
de la mala conciencia de la ciudad.
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Como fue al principio, y no pararía hasta el
apocalíptico instante de su cierre, a eso de las seis de
la mañana los lepidópteros gigantes esperaban a sus
operarios para comenzar a amontonar las ochocientas
toneladas de basura que la ciudad desecha
diariamente; como fue al principio, los operarios de los
tractores se calentaban primero con un café con leche
que servían de una botella de cocacola envuelta en una
bolsa de cartón. Después, a bordo de sus máquinas,
emprendían la subida.
Salvo el descanso del almuerzo y el del café de la
tarde, todo el día removían y amontonaban basura,
como una marea artificial, de oeste a este, de adelante
hacia atrás con la vista fija en las palas, mientras las
poderosas orugas vencían los espolones de plástico de
las nuevas cargas que depositaban los camiones
recolectores; de adelante hacia atrás, todo el día, como
herederos del castigo de Sísifo sin haber ofendido a los
dioses con ninguna astucia particular.
A las ocho de la mañana el sol ya alumbraba
precariamente la podredumbre de algún octubre
ahogado entre los nueve meses de lluvia anuales de la
Suiza Centroamericana.
El Bacán, con sus cuatro o cinco años, esperaba
sentado sobre los restos mortales de una cocina,
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encallados ahí desde hacía tanto tiempo que ya era
casi inimaginable el basurero de Río Azul sin ellos. No
muy lejos, los buzos trabajaban con el único horario
posible en ese lugar: el flujo y reflujo de los camiones
recolectores.
Mujeres de edades indescifrables a menudo,
hombres y niños sin edad alguna rumiaban lo que la
cuidad había dado ya por inservible, en busca de lo que
azar también hubiera tirado al basurero.
El Bacán esperaba aperezado en su cocina usual
vigilando de cuando en cuando a una de las mujeres,
tratando de distinguirla entre las demás compañeras de
buceo; cada vez que se percataba, espantaba las
moscas de su cara y sus brazos, mientras jugaba con
un juguete hallado ahí mismo no hacía mucho tiempo,
su juguete nuevo.
Algo brillo un instante entre lo negro de la basura e
hizo que el niño dejara su lugar privilegiado y se
internara un poco entre los desechos. El niño perdió de
vista el resplandor, por lo que tuvo que devolverse
caminando hacia atrás hasta encontrarlo nuevamente.
En ese juego estuvo largo rato, hasta que logro seguir
el brillo fugaz que lo llevo hasta un objeto medio
enterrado en la basura. Lo tomo por donde pudo y tiro
de él. Algo casi redondo salió de entre la basura y se
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fue pareciendo a una manzana conforme El Bacán lo
frotaba contra su camiseta. Era una manzana dorada,
con una inscripción: “Paaaa-rr-ra llla mmmmas belllllla”,
“Para la más bella” leyó el niño comprendiendo a duras
penas la frase.
La escondió bajo su ropa y regreso a su ligar. Paso
un par de horas repitiéndose la frase en voz alta sin
que la belleza como concepto acabara de cuajar en su
mente. Aquella frase no tenía ningún sentido posible
más allá de unas cuantas palabras de las que usaba
sueltas en su lenguaje cotidiano.
El niño se puso de pie guardando el equilibrio sobre
sus piernas flacas, se afirmó lo mejor que pudo y lanzo
la manzana hacia la basura de donde había salido.
Como aspirada en un bostezo de la tierra, la manzana
se hundió con su vocación frustrada.
La mujer que el niño esperaba, vino de lejos la
escena y dejo su búsqueda para correr hacia el lugar
donde creía haber visto caer el objeto dorado; pero ni
su mejor esfuerzo, ni su vasta experiencia en el buceo
de profundidad sirvieron para recuperar la cosa. Voltio
la cara hacia el niño y lo miro con las cejas y los labios
arqueados, como si aquel hecho intrascendente
hubiera tensado en su rostro el arco de su
desesperanza. El Bacán correspondió el gesto
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añadiéndole un subir y bajar de hombros que termino
de aclarar a la mujer que ni tirando al tiempo hacia
atrás de los cabellos de la nuca podría saber de qué se
trataba aquello que el niño había menospreciado sin
criterio.
El niño, de inteligencia precoz, y Única Oconitrillo
maestra agregada, pensionada a la fuerza a sus
cuarenta y pico de años, por esa costumbre que tiene
la gente de botar lo que aún podría servir largo tiempo,
formaban un binomio indisoluble. Ella le enseño a
hablar, y él le imprimió un sentido a su vida.
A alturas de sus presumibles cuatro años, ya Única
le había enseñado a leer, y no le permitió bucear hasta
casi sus diez años, cuando se percató de que hacía
tiempo ya, El Bacán buceaba a sus espaldas en busca
exclusivamente cualquier cosa que leer, de octubre en
octubre, o de nada en nada, entre las coorde-nadas de
un tiempo, que de puro estar tirado ahí, también se
venía pudriendo en vida, pasando vertiginosamente
despacio, o lentamente apresurado, como abstrayendo
a sus usuarios de la milenaria tradición de sentir que se
le va a uno la vida entre las fauces de lo irremediable.
La luz del mediodía se filtró en las pestañas
escasas de un viejo, y una figura difícil de determinar le
dirigía palabras que comprendía. El viejo se atrevió a
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abrir más sus ojos para dar cabida a la figura que se
agitaba enfrente. Un pedazo de cartón le abanicaba
precariamente la cara; unido al cartón, la mano que lo
agitaba parecía sostener a la vez que el, que se
empeñaba en hacerle sombra y librarlo de las moscas
que ya se lo disputaban en medio de su alegato
ininterrumpible de zumbidos. –Mucho gusto, Única
Oconitrillo para servirle.-
El hombre se incorporó y miro a la mujer. Él tenía
esa cara de asombro de quien se ha dado por muerto y
de pronto, sin previo aviso, se despierta para
comprobar que aún no le había sido dado el beneficio
de la muerte.
-Llevo por lo menos dos horas aquí sentada
cuidando que no se lo almuercen las moscas ni los
zopilotes, señor.-
Al hombre aún se le hacía difícil entender las
palabras; estaba quemado por el sol y confundía lo
humores fétidos del basurero con un ruido dentro de su
cabeza. Única Oconitrillo le ayudo a levantarse y lo
codujo hasta su tugurio, donde le ayudo también a
despojarse de un poco de ropa de más que andaba
encima y abajarse poco a poco la fiebre para que
sobreviviera en aquel Más Allá donde la muerte, por lo

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general prematura, acumula todo lo que la ciudad
desecha.
Varias horas después, el hombre se sentía
físicamente mejor. Única lo había cuidado casi todo el
día, descuidando así sus labores de biorrecicladora;
pero el hombre aun no hablaba, y no hablo en los dos
días siguientes, en los que se limitó a sentarse a la
puerta del tugurio a contemplar los movimientos del
basurero.
Al tercer día Única se desesperó:
-O me dice usted por lo menos como se llama, o yo
no me hago más cargo de usted....
Logro atacar la mirada del hombre y no pudo evitar
un sobrecogimiento al verlo a los lejos.
El hombre recordó su nombre y lo retuvo en su
mente solo un momento. Ese nombre ahora era el
nombre de otro; sobre él había perdido ese nombre
todas sus funciones clasificatorias capaces de
distinguirlo de los demás costarricenses. Su número
de cedula también bailo una danza de payasos con el
número de su calle y el color de su casa, antes de
hundirse para siempre en el basurero de su nostalgia.
El hombre ya no tenía nombre, y la mujer le estaba
exigiendo uno.
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A cambio de tantas atenciones brindadas por la
mujer buzo, el viejo trabajo durante unos momentos en
la fabricación de un nombre nuevo que se ajustara a lo
que estaba comenzando a ser. De lo más oscuro de su
mente, y en analogía evidente con el basurero, el
hombre elaboro un nombre extraño y grotesco para
alguien que en otro tiempo se había reconocido en su
rúbrica, y en sus apellidos había reconocido por lo
menos durante sesenta y seis años su ascendencia
familiar, pero que a Única Oconitrillo, por el contrario,
no pareció irritar en lo más mínimo. El viejo se
incorporó, respiro el omnipresente aliento fétido del
basurero y dijo:
-Señor, me puede usted llamar Momboñombo
Moñagallo, y si le intriga saber qué diablos estaba
haciendo yo ahí tirado el jueves pasado, también se lo
voy a decir. Señora yo estaba ahí tirado entre la
basura porque el jueves pasado, a eso de las siete de
la mañana, a la hora que pasa el camión recolector,
tome la determinación de botarme a la basura. Me
levante de madrugada, acomode todo en su lugar, ojee
por última vez las viejas fotografías de mi familia, le
abrí la puerta de la jaula al canario, cerré mi casa, y
¡listo!, me bote al basurero. Me monte por mis propios
pies al camión de la basura, y debía estar ya tan
resuelto a ello que los señores recolectores ni me
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sintieron extraño; me trajeron hasta aquí y supongo que
la hediondez del sitio sumada a mi estómago en
ayunas dieron conmigo en el estado lamentable del que
usted tan gentilmente me recogió.-
Única Oconitrillo lo miraba largamente con un gesto
bobalicón, sosteniéndose la mitad de la cara en la
palma de la mano y al rato un “!jadio!” se le salió solo
de la boca.
Única comenzó a hablar sola:
-¡Eso es lo que yo siempre he dicho, siempre; vea
por ejemplo, este hombre está bueno, ¡ah!, pero no, el
desperdicio es tal que se tira a la basura cuando
todavía se le puede sacar el jugo un buen rato más!...
Y siguió moliendo palabras entre sus dientes
postizos hasta que Momboñombo Moñagallo la
interrumpió para preguntarle si tendrá por ahí una taza
de café que le pudiera ofrecer.
Única le contesto lo que contestaba siempre:
-Si hay, pero esta sin hacer.-
El Bacán había seguido de cerca la recuperación
del hombre; realmente se alegró cuando supo su
nombre y que hablaba; se alegró sobre todo porque el

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Oso Carmuco ya venía con los Santos Oleos a la casa
de a Única.
Momboñombo Moñagallo vio en la entrada del
tugurio a un hombre vestido de sotana púrpura, con la
Biblia bajo el brazo y unos frasquitos de vidrio en la
mano. Única lo tranquilizo; despidió al Oso Carmuco y
le explico a su huésped de quien se trataba. El Oso
Carmuco era un buzo más de los de abordo, pero un
día se encontró entre los desperdicios una sotana
púrpura en más o menos buen estado. Guardo la
prenda en su tugurio hasta el día que se encontró a El
bacán leyendo una Biblia que también había ido a parar
ahí, y lo interpreto como una señal. Se vistió con la
sotana, tomo la Biblia y se ordenó sacerdote.
Ahora Momboñombo era el del gesto bobalicón en
su cara. Vio cómo se alejaba el Oso Carmuco hacia el
mar de las gaviotas negras y pensó en la ironía de que
hasta Dios botara en aquél sitio lo que ya no le servirá.
-Este es el Bacán, mi chiquito-le dijo Única.
Momboñombo miro al joven y le calculo alrededor de
veinte años. Era alto, flaco, de tez blanca ennegrecida
por el sol y los vapores del basurero, de ojos verde
oscuro, barba negra y una mirada a la vez dulce y
preocupante en su gesto. El Bacán no era hijo de

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Única, ella lo había recogido, o más bien, se lo había
encontrado ahí en el basurero hacia dieciocho años.
-Yo estaba sentada almorzándome una pizza
fresquita que llego en el camión de las once...
Única guardo la pizza en la bolsa del delantal que
era parte de su indumentaria y corrió hacia el niño.
Andaba solo y con tal aspecto de tranquilidad que
Única no pudo creer que nadie lo estuviera cuidando.
Lo tomo en brazos y le pregunto su nombre... el niño no
hablaba aun pero le respondió “Bacán, Bacán”; y
cuando le pregunto su edad, él le mostró dos deditos
de su mano; desde entonces fue el hijo de Única, su
único hijo, el niño que nadie supo cómo llego al
basurero y nadie reclamo nunca.
Momboñombo Moñagallo vio que el niño se había
convertido inmediatamente en el sentido de la vida de
Única Oconitrillo, aquella mujer que fue maestra
agregada, es decir, de las que ejercieron sin título y
que después de jubilada, la vida la llevo poco a poco al
gran botadero de basura de la ciudad de San José,
ubicado al sur en un barrio que como ironía del destino,
llevaba por nombre Río Azul.
Si alguna vez hubo un río en ese lugar y si fue azul,
de ello solo quedaba el mar muerto de mareas

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provocadas por los dos tractores que acomodaban de
sol a sol las ochocientas toneladas diarias de basura
que desecha la ciudad.
Desde lejos, no tan lejos, se veía la colina que
contenía en sus entrañas desgarradas a cielo abierto el
basurero. Al pie de la colina de tierra arcillosa, el
acceso al basurero estaba restringido por una malla
metálica que lo separaba de las vecindades
rioazuleñas. La escuela del pueblo colindaba también
con la malla que no protegía del hedor fétido del
botadero, el cual era la atmósfera pegajosa que
respiraba el pueblo entero y que respiraría para
siempre aun después de clausurado el basurero,
porque la sopa de los caldos añejos de toneladas de
basura aplastando a toneladas de basura venia
derramándose por el subsuelo desde el día de su
inauguración, igual que una marea negra desbordada
entre las grietas del cuerpo ulcerado de la tierra.
Hacia la noche, algunos buzos se recogían en el
ranchito de Única a comer. Cada uno aportaba algo
según su costumbre y Única lo administraba
materialmente.
Momboñombo aún tenía dificultades para comer,
pero la convicción de ser ahora uno de ellos lo

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disciplinó poco a poco a no vomitar después de cada
bocado.
Única se lo había presentado a la comunidad de los
buzos, en un acto que se había celebrado en medio de
una gran indiferencia. Algunos lo saludaban desde
entonces sin alzar la mirada, más preocupados por sus
raciones que por el recién llegado. Unos buzos
preferían comer con la mano, los demás comían con
cubiertos que Única les repartía al inicio de la cena y
los recogía al final.
-Aquí llega de todo, don Momboñombo. Yo sola he
ido recogiendo las cucharas, los tenedores, los
cuchillos, los platos, todo, todo.-
El Bacán interrumpió a Única con una de sus
acostumbradísimos discursos:
-La mesa se pone cuando se pone el sol y nosotros
ponemos en la mesa lo que la gente dispone de sus
casas. ¿Verdad que se dice así, don Momboñombo?
Porque yo he leído que se dice deponer, pero yo creo
que está mal, que se debe decir disponer. Uno pone
algo, y lo dispone cuando lo quita, entonces lo que
traen los camiones aquí al basurero es lo que la gente
dispone de sus casas; pero si se dice depone,

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entonces sí se puede decir que nosotros ponemos en
la mesa lo que la gente depone en sus casas...-
Momboñombo Moñagallo escuchaba al niño en
silencio, solo asintiendo con un gesto. Eso era lo que
hasta entonces le había parecido extraño en él. El
Bacán era aniñado, uno anaranjado en un pie y otro
azul en el otro, los movimientos de sus manos, su
mirada tierna... ¡El Bacán era un niño!
Única le había enseñado a leer aprovechando su
precocidad; a sus cuatro años ya leía y se le desato
una pasión por la lectura que muy pronto se volvió
incontrolable. El único problema fue que pronto Única
no pudo explicarle el significado de los cientos de
palabras que aprendía leyendo todo lo que cayera en
sus manos, desde los periódicos que la gente desecha
apenas las noticias han alcanzado el nivel de
putrefacción de sus editoriales, hasta las revistas porno
pasadas de moda, los manuales de los
electrodomésticos, los libros viejos, en fin, todo lo
legible que cayera al basurero. El léxico de El Bacán
estaba lleno de palabras tan incomprensibles para los
buzos como para el mismo, aunque el hiciera un
manejo tal de ellas que parecía comprenderlas hasta
sus profundidades etimológicas; en realidad, no tenía ni
la más remota idea de lo que significaba, pero eso no lo
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sabían los buzos, quienes lo tenían por algo así como
un raro iluminado al que escuchaban con toda la poca
atención a su haber.
Única había guardado siempre el secreto; ella supo
desde el principio que su niño algo tenía que no lo
dejaba madurar pero eso, lejos de desvelar, parecía
agradarle. Después de todo no era ningún problema
para ella tener siempre a su lado a un niño de cinco o
seis años, con breves atisbados de adolescente que se
manifestaban de vez en cuando.
Después de la comida los buzos se retiraban a sus
tugurios. Las noches del basurero, las que no eran
abruptamente interrumpidas por la llegada de camiones
recolectores en las temporadas altas de la basura, eran
noches silenciosas y oscuras. Del límite del basurero
hacia atrás quedaba la vegetación sobreviviente de la
colina, donde se albergaban todos los insectos del
mundo a chillar para darle al sueño de los buzos la
tranquilidad de que algo vivo quedaba aun en aquel
sitio.
Momboñombo Moñagallo, después de tres
semanas de vivir en el botadero, aún tenía dificultades
para dormir. El asma inseparable de los buzos lo había
afectado. Los tres dormían en dos camas
improvisadas donde Única Oconitrillo a veces parecía
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reventarse de la tos y El Bacán murmuraba enredos
prelinguisticos de bebe. El opto por dormir sentado
para poder respirar, porque lo que jamás haría una
tregua era aquel olor que despedía la indigestión eterna
de la tierra atragantada de basura.
Momboñombo Moñagallo era nuevo en medio de
todo aquello, por eso aun podía sentir el olor, pero
sentía también como minuto tras minuto, el aliento
caliente olfativas. Cada día era más incapaz de
discernir entre los miles de miles de dólares que
constituyen el olor de la descomposición.
Él estaba dispuesto a superar lo que le quedaba de
urbanidad y adaptarse a una vida que, por lo demás,
tampoco había elegido. Su idea de botarse a la basura
no estaba dirigida a convertir su vida en la de un buzo;
solo había sido una manera aparatosa de suicidarse.
Sin embargo, la familiaridad en los cuidados de Única y
la ternura con que El Bacán lo trataba, lo convencían
poco a poco de que, a pesar de todo, aún era posible
imprimir un nuevo sentido a su vida. El identicidio
había resultado mejor que el suicidio.
Había matado su identidad, se había desecho de su
nombre; de la casa donde vivió solo años de años, de
su cedula de identidad, de sus recuerdos, de todo;
porque el día que se botó a la basura fue el último día
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que sus prestaciones le permitieron simular una vida de
ciudadano.
No cultivo ninguna profesión y no aprendió un
oficio.
Siempre fue guardia de construcciones y un tiempo
lo que en una finca cerca del mar hasta que, alrededor
de sus cuarenta años, consiguió que la Biblioteca
General contratara sus servicios de “Guachimán”... El
vigilante.
Desde entonces paso sus noches entre los
anaqueles del edificio, durmiendo de día y leyendo de
noche para mantenerse despierto. Leyó todas las
noches durante veintiséis años hasta que denuncio una
vez la práctica de vender libritos a seis colones por
toneladas, que la biblioteca estableció junto con la
DesishPaper, una fábrica privada de papel higiénico.
A Momboñombo le resulto indignamente que
amenazó con denunciarlo a los periódicos.
-¡Lo que faltaba, que el papel donde se imprimieron
las aspiraciones de la humanidad ahora se convierta en
papel para escribir con el culo!-
Entre los volúmenes destinados a tan innoble labor
se fueron ediciones antiguas, pérdidas irreparables
como registros del Cartago de finales de mil
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setecientos y literatura universal seleccionada para su
venta con criterios de cura y de barbero.
El vigilante denuncio el hecho y perdió su trabajo.
No tenía garantías sociales, por lo tanto no se sintió
nunca un costarricense. No lo esperaba una pensión y
las prestaciones solo le alcanzaron para un par de
meses; después envejeció como para comenzar de
nuevo.
Sesenta y seis años no son demasiados para
necesidades, comenzó a agotar las arcas, a comer
menos. Ala manera de una inundación, el hombre vio
como una ola se llevaba sus cosas de toda la vida a las
compra-ventas, y como aun así resultaba cada vez más
difícil conservar el ridículo monto de sus prestaciones.
Primero vendió el televisor, después el radio, después
las dos o tres pulseras de oro que le dejo su madre.
Los muebles no los vendió porque nadie los habría
comprado de puro inservibles que estaban. Alturas del
mes de octubre se declaró en bancarrota; ese mes ya
no pudo pagar el alquiler y don Álvaro, el dueño de la
pocilga que había habitado el viejo por más de diez
años, no se lo perdono.
Antes de botarse a la basura, durante esos meses
de angustia, el exguardia de la Biblioteca General
cómenos a vagar por la cuidad con la lejana esperanza
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de encontrar algún trabajo. Para ese entonces, ya él
había leído tanto que hasta se le ocurrió presentarse al
reclutamiento del ejército de maestros del Ministerio de
Educación, pero apenas dijo que había sido guardia
toda su vida, provoco un ataque de furia entre los
empleados, quienes lo tomaron por un analfabeta y lo
echaron a la calle.
-Sí, yo habré sido guardia de construcciones toda la
vida, y guardia de la biblioteca, pero lo que yo he leído,
jovencitos, no lo leerían ustedes así los volvieran a
partir cinco veces...-
Ese desmerecimiento lo termino de derrumbar.
Cuando llego a su casa el cerdo de don Álvaro lo
estaba esperando en su automóvil verde oliva sin
placas.
El dueño comenzó a cobrar su tan merecido dinero,
pero Momboñombo, que aún no sabía que llegaría a
llamarse así, simplemente ni lo alzo a ver. Venía con el
periódico bajo el brazo y en la mano una pequeña
bolsa de alpiste para el canario, la última ración.
Octubre de mil novecientos noventa y dos, año del
quinto centenario de la invasión de América, marco el
cierre de lo que Momboñombo había hecho por su vida.
No planifico botarse a la basura, eso lo decidió más
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bien después de agotar todas las posibilidades de
supervivencia de este mundo, cuando se dejó
convencer de que ya no servía para nada.

En el basurero regia otro tiempo. Los horarios


estaban determinados por la afluencia de los camiones
recolectores, que igual podían llegar a las seis de la
mañana como a media noche o en la madrugada, de
acuerdo con la oferta de basurero de las calles de la
cuidad. Pero sustraerse del tiempo aun resultaba difícil
para Momboñombo que estaba acostumbrado a dormir
de día y a vigilar de noche, y tuvo que plantearse
seriamente su incorporación a las fuerzas vivas de la
comunidad de los buzos, como mecanismo de
supervivencia.
Lo primero que hizo fue desentrabar sus intestinos
porque no podía comenzar su cuarta semana en el
basurero sin haberse desocupado de lo poco que
lograba comer. Se sentó a darle a su cuerpo la orden
de resignarse a cagar de cuclillas en algún sitio más
menos discreto del basurero; cuando sintió los primeros
atisbos de lo que sería una cagada de antología, se
22
apresuro a buscar nido: con los pantalones por los
tobillos y recostado a un montículo de basura,
Momboñombo Moñagallo sintió un alivio como pocos
en su vida, claro, no del todo discreto ni privado,
porque por más que busco un lugar distante, tantos
buzos pasaban por ahí y lo saludaban con el gesto de
aprobación del puño cerrado y el pulgar levantado, que
más bien parecía aquello un comité de apoyo.
El viejo opto por tomar la cosa a la ligera y termino
su labor en paz saludando también. Uso un papel
higiénico “reciclado”. De vuelta en casa se ofreció a
salir en busca de agua para preparar el almuerzo,
porque, como decía Única, “si había, pero estaba sin
hacer”. Para ese efecto, los buzos de la comunidad
compartían una pichinga con capacidad para varios
litros y cada vez que hacía falta, uno de ellos iba en
busca de agua, tarea cada día más difícil, por la poca
simpatía que gozaban los buzos entre las comunidades
vecinas, pero “...A nadie le falta Dios”, decía el Oso
Carmuco cuanto volvería triunfante con la pichinga
llena, y ese fue el consejo que le dio a Momboñombo
cuando supo que el iría ese día por el precioso líquido.
Tres semanas de barba, la piel pegajosa y
ennegrecida del contacto con la basura, el
impenetrable de polvo, una ausencia absoluta de
23
desodorante y colonia y cuanto artificio urbano para la
negación del cuerpo humano, fueron suficientes para
hacer de la búsqueda de agua un martirio. En los ojos
de las personas era fácil adivinar el aspecto que lucía y
la repulsión que provocaba, y no habría conseguido
agua de no haberla tomado arbitrariamente en una
estación de gasolina.
-Única, la gente lo ve a uno con asco... ¡es horrible!-
-Eso es porque no te has lavado los dientes desde
que llegaste...-
-¡Pero es que no me traje el cepillo de dientes!-
-Eso no es excusa, ahí está el cepillo de dientes de
las visitas y vos sabes que podes usarlo...
Ese día, después de almuerzo, Momboñombo
Moñagallo se lavó los dientes por primera vez desde su
llegada al basurero; aunque fuera solo por la sugestión,
se sintió mejor.
Lavarse los dientes fue como un elemento más en
su lento ritual de iniciación a la vida de los buzos, no
por el hecho en sí de lavárselos, porque la mayoría de
los buzos no lo hacía, sino porque con ello daba un
importante paso más hacia la superación de ese
acabadísimo producto cultural que es el asco: ese
concepto tan variable entre los pueblos, eso que se va
24
unificando conforme se uniforman los modelos de
urbanidad y que acaba por ser tan exquisito como el
más exquisito de los gustos depurados de un catador
de vinos. “El asco es un lujo”, pensaba Momboñombo
mientras hurgaba con su lengua en las concavidades
de sus muelas; porque no es cualquiera el que se da el
lujo de sentir asco, conforme aprieta el hambre afloja el
asco. Así como hay pueblos que saborean algo como
un manjar, hay otros que se vomitan por lo mismo, y
ahí vamos, de asco en asco, cada uno se retrata en su
manera de mostrar la repugnancia. No falta quien se
contenga en un gesto elegante con un giro del dorso de
la mano sobre la boca y la nariz, así como más bien
sobran los que tuercen los hocicos en una mueca
grotesca y los que pasan desapercibida la fuente de tan
diversas muestras de cultura, y no es gratuito tampoco
que lo que apesta en una refrigeradora le abra un buzo
el apetito... Por sus ascos los conoceréis, y
clasificarlos no sería difícil porque van desde los que
regurgitan desde temprano hasta los que le tienen asco
al género humano...”
Momboñombo fue abruptamente arrancado de sus
meditaciones por un alboroto en medio del basurero.
Jerarquizar es humano... hasta en pleno basurero
regia la ley del más fuerte y algunos subgrupos se
25
atribuían el derecho a resolver primero entre la basura
recién llegada.
Única paso para adentro a El Bacán y le explico a
Momboñombo que se trataba de una riña territorial
entre unos buzos poco amistosos.
-Como si en el infierno no fuéramos a caber
todos...-apunto Momboñombo.
-El infierno es aquí... y ya ves, no cabemos todos.
El infierno es aquí, Momboñombo, y yo de aquí voy
derechito para el cielo... pero no vale la pena ponerse a
pensar en eso. Más bien, yo le doy gracias a Dios de
que todavía tenemos donde vivir y algo para comer,
porque hay gente que ni eso. Lo de las peleas por ver
quien abre primero una bolsa son chispas del oficio, ya
ves, a mí nadie me jode, porque yo trato bien a todo el
mundo; yo siempre ando viendo a ver que le gusta a
cada uno y si me lo encuentro voy y se lo doy, aunque
sea algo valioso y así, poco a poco la gente va
entendiendo que no vale la pena vivir agarrados del
moño por cualquier cochinada, que es mejor
compartir...-
Única hablaba con una convicción absoluta de
todas esas políticas de coexistencia pacífica, pero no
ignoraba que su figura maternal le ayudaba no poco a

26
sobrevivir en medio del basurero del afecto, donde
cada uno era de por sí, una pieza más sin lugar en el
mundo. Momboñombo aun prefería quedarse en casa
en labores domésticas antes que ir a bucear; se
pasaba las horas tratando de idear un sistema de
ventilación del tugurio, de modo que entrara el viento
que venia del lado contrario al basurero, haciéndolo
pasar por una suerte de embudo de cartones que
instalo en el techo en medio de una barrera protectora
de cartones también, cuya función consistía en repeler
la ventisca caliente que mezclaba el hedor fétido de la
basura con el huno del combustible de los tractores que
acomodaban los desechos en montículos.
El Bacán se sentaba a verlo trabajar sin
comprender muy bien para qué demonios el aprendiz
de buzo se empeñaba en cambiarle el peinado al
tugurio.
En el techo de la casita había una antena de
televisor que no cumplía ninguna función, pero que
Única había puesto ahí para darle un toque de
distinción. El viejo hizo ademán de arrancarla pero El
Bacán protesto enérgicamente alegando que a Única
no le iba a gustar no ver ahí la antena a la vuelta del
trabajo. La antena se quedó en su lugar.

27
“Aun no logro entender muy bien a esta gente”,
pensaba Momboñombo Moñagallo, “entre más
marginal es su situación, más se aferran a las
costumbres urbanas. Y es que no puede ser de otra
manera, porque lo contrario sería renunciar del todo a
sentirse parte aunque sea remota de la sociedad. Yo lo
intente, esa fue mi primera intención al botarme a la
basura, lo que menos me iba a imaginar era que existía
este mundo de las profundidades aquí... ¡Ay míseros
de nosotros, ay infelices...!, que sería de todos los
miserables si renunciaran al deseo de y parecerse a los
dueños de un lugar en el mundo. Yo me quería morir,
eso era todo, pero marión que es uno, en vez de
tirármele a un carro o al tren, y claro, los buzos me
encontraron me convirtieron en esta suerte de ser
humano reciclado y hasta me están reciclando las
ganas de vivir con su cariño. Pero ellos, y por increíble
que pueda parecerle a la gente que ni se imagina que
esto existe y de pronto se entera, para ellos la vida
también puede tener sentido... “hallarle la comba al
palo”, como dice Única. En realidad, lo que pasa es
que yo estoy muy tiernito en esto todavía. Tampoco es
culpa mía eso de echar de menos las comodidades de
una casa donde no huela a mierda extraña todo el
tiempo, y a una cama suave aunque de esas que
traquean toda la noche, y a agua potable para bañarse
28
todos los días o lavarse las manos. A veces me cuesta
reconocerme en el espejito que Única tiene colgado en
la pared; me asomo y me asombro, tengo el pelo
amelcochado y la piel costrosa y como me cuesta
comer, se me están poniendo amarillentas las partes
blancas de los ojos. A veces pienso que qué pasaría si
me enfermara y siento miedo, pero cuando siento
miedo me doy cuenta de que me estoy curando de la
enfermedad de las ganas de morirme que
Tenia. Aquí uno piensa que falta de todo, pero Única
dice que aquí hay de todo; lo que pasa es que a uno lo
acostumbran, lo hacen de cierta manera y después
cuesta un mundo deshacerse de las mañas, a uno lo
acostumbran a vivir necesitando cosas innecesarias,
después se las quitan y uno no halla que hacer.
Cuando yo vivía allá arriba me daba mis lujitos de
vez en cuando, me tomaba mis traguitos, me compraba
ropa nueva, compraba el periódico todos los días,
hasta iba al cine y todo porque ganaba un sueldillo de
guarda de la biblioteca. Todo eso es bonito, no puede
uno ser tan hipócrita de decir que a uno no le gusta
ganarse su platita. Yo tenía un canario de esos que no
paran de cantar en todo el día y nos queríamos tanto
que se dejaba agarrar y se me paraba en el dedo
meñique... quien sabe qué se hizo el pobre desde
29
aquel día que le abrí la jaula porque ya no lo podía
mantener...”
El viejo tenía la mirada fija en la lejana cúpula de la
iglesia de Desamparados, la mano un poco en alto con
el dedo meñique erguido, como sosteniendo un canario
y silbaba imitando su canto.
-Ya debes tener otro dueño, ¿verdad?, otro que te
estará alimentando, ¡ojala!, porque vos no sabías como
procurarte el alimento... vos solo eras un canario
anaranjado como un sol en piyamas y te ganabas la
vida cantando y haciéndome compañía. Pasabas el
día entero conmigo hasta que te acostaba a eso de las
seis y media o siete de la tarde. Vos te acostabas a
dormir y yo salía para la Biblioteca General. Aunque yo
dormía mucho de día, vos cantabas y le ponías el
fondo musical a mis sueños.
Ahora debes estar en otro patio, si tuviste suerte...
pero es que ¿qué iba a hacer con vos? Yo mismo no
sabía ya que hacer conmigo, por eso me bote a la
basura, pero a vos no, jamás te iba a traer aquí
conmigo, tu canción no es de este mundo, aquí solo te
marchitarías como todo y no puedo ni pensar que en
algún descuido irías a parar a la panza de una rata...
prefiero pensar que alguien te asilo en su casa y te
disfruta.
30
Pero no te me vas a ir del todo, porque la memoria
de alguna manera también es una jaula, solo que sin
barrotes, aunque a veces los recuerdos están más
atrapados ahí que si estuvieran en máxima seguridad.
Ve, por ejemplo, todavía si cierro los ojos y me
concentro, todavía te puedo oír... espero que siempre
pueda, aunque sea de lejos, muy de lejitos, como las
voces que uno sigue escuchando siempre porque son
las voces de los que uno quiso, es decir, quiere...-

II
A la cuarta semana de vivir en el botadero de Río Azul,
Momboñombo Moñagallo se integró a las filas de los
buzos pero solo en brigadas de buceo de superficie, sin
perder de vista la costa porque lo atemorizaba el mito
de que el basurero de cuando en cuando, se tragaba a
alguien, como se decía de la Llorona, una loca, una
pobre mujer que hacía varios años había llegado al
botadero con su bebe de meses alzado, y en un intento
de buceo de profundidad, directamente bajo los
camiones recolectores, no logro hallar a su hijo en el
sitio donde lo había dejado. Fue cuestión de segundos
nada más lo puso en un claro entre la basura, fue por
una bolsa que prometía y al volver ya el niño no estaba.
Nunca se supo qué paso. La policía realizó un
31
operativo de búsqueda sin resultado alguno y luego de
dos horas, dio por perdido al niño. Estuvieron a punto
de acusar a la madre de homicidio culposo, pero no fue
necesario, ya ella había asumido sola toda la culpa y su
desgarradora locura era algo así como el cuerpo del
delito. Desde entonces se quedó a vivir en el precario,
la razón perdida, siempre llorando y revolcando entre la
basura por si acaso aparecía el niño. A veces buscaba
por las noches y su desesperación era peor y su llanto
era peor, como para helarles la sangre a los buzos de
la vecindad; entonces Única Oconotrillo era la única
que se levantaba e iba por ella, la tranquilizaba y la
llevaba de vuelta a su casa en la margen del Río Azul.
La historia afecto mucho al neófito.
-Única, pero ella ya no llora tan frecuentemente y
nunca por la noche...
-Sí, desde el día en que yo me encontré ese
muñeco grande entre la basura. Ella andaba conmigo
y cuando lo vio se me vino encima dando alaridos, por
poco se le salían los ojos, me tiro al suelo y se llevó
abrazado al muñeco a su casa. Viera lo que costo
sacarla de ahí. Solo pudimos sacar tres días después
y eso porque estaba tan débil que no se pudo defender;
entre don Conce, un buzo que murió, y yo entramos a
la casa y la sacamos. Estaba sentada en el suelo
32
cantando una cancioncilla y amamantando al muñeco.
Después, cuando se dio cuenta de que nadie se lo iba
a quitar, se atrevió a volver a basurero a trabajar, viera
lo que costó convencerla. Y ¿desde entonces ahí
anda, como una india, con el muñeco amarrado a la
espalda, con un... cómo es que se llaman...?, un
portabebés que encontró El Bacán por esos días.-
Pero Momboñombo Moñagallo se sorprendía de lo
bien que la Llorona interactuaba con los demás buzos.
Ella trabajaba duro como todos, recolectaba sin
problema alguno y discernía perfectamente entre lo aun
utilizable y la auténtica basura, esa que a pesar de todo
tampoco es un desperdicio, porque es lo que alimenta
a los zopilotes y a las ratas y a los gatos y a los perros
del lugar.
Momboñombo se iba adaptando poco a poco, poco
a poco. Lo primero que rescato fue un catre viejo que
llego en basura menos camiones descapotados de los
que traen la basura menos cotizada, la de los barrios
bajos. Ahí no trepido en peleárselo alegando el
derecho entre los buzos de respeto, de que alguien se
gana algo si lo ve primero.
Pero ese maldito ruido interrumpido de los tractores
y camiones era lo que más traba le ponía a su inserción
en el mundo de los buzos, el ruido era tan molesto
33
como el vaho caliente y pestilente que no cesaba
nunca, ambos eran tan concretos como las ganas de
cagar, aunque a Única el ruido no le impidiera tampoco
recoger cuanta botellita de perfume encontraba entre la
basura. Ella las guardaba aparte y después en casa, al
final de jornada, vaciaba los sobros de los perfumes en
una sola botella grande también de perfume, e
igualmente hallada ahí. A la botella grande iban a dar
los restos mortales de cuanto perfume se podía
encontrar en las tiendas de San José y el extranjero,
una vez que sus dueños los consideran obsoletos.
Perfumes caros, perfumes baratos, perfumes
carísimos, perfumes infrabaratos, perfumes de hombre,
de mujer de niño y hasta uno de perro, que llego un
día. Ella los revolvía y lograba unas cosechas
inmejorables; por la mañana se perfumaba siempre
antes de salir a trabajar; los demás buzos de la
comunidad ya estaban avisados de entregar
inmediatamente cualquier aguaflorida que encontraran.
Momboñombo pensó mucho tiempo que aquel era
un mundo de locura, que nada ni nadie podía estar ya
más abajo que la gente que estaba a ras de los
desechos, pero un día que llego un borracho a la casa
y Única le dio unas monedas, el comprendió que el
alcohólico que amanecía tirado en las aceras de San
José, realmente estaba más abajo que los buzos.
34
-Ellos ni siquiera tienen horario, simplemente
amanecen donde cayeron y la gente se aparta solo
para no pasarles por encima, y eso por lo desagradable
de la sensación de pisarles un brazo o una pierna, por
lo semejante que tienen con los miembros de los
cadáveres, pero nunca es por el borracho en sí. Lo
que es peor, la gente se indigna realmente cada vez
que ve un borracho durmiendo en una acera cualquier
hora.
Yo antes me quejaba del horario de locura que
tenemos aquí, pero no están malo, después de todo es
algo que pone orden, y ya ni siquiera me parece de
locos eso de que los camiones aparezcan en filas
interminables a cada rato, es más, ya ni siquiera la
locura me parece locura, aquí donde todo se vuelve al;
revés, donde la gente come basura y se viste con lo
roto. Aquí no es que los locos anden sueltos,
sencillamente es que no hay locos ni cuerdos para
compararlos, para decir que están locos. La Llorona
funciona perfectamente, ella cree que el muñeco es el
hijo que perdió y con eso es feliz, el Única Oconitrillo
se pelea lo desodorantes que llegan al botadero y
hasta tiene una marca preferida; yo no sé de donde eso
de que ese desodorante la protege las veinticuatro
horas del día y no mancha su ropa, o que tal crema
embellece sus manos. Pero a fin de cuentas, que
35
importa... ojala todo fuera tan simple como arreglarse la
vida con un muñeco... El Bacán cree que tiene seis
años y yo creo que me llamo Momboñombo Moñagallo.
Sumado ya a las filas de los buzos, el hombre
aprendía con rapidez a discernir entre bolsas que
valían la pena y las que no; pero como no hay
aprendizaje sin dolor, en más de una ocasión, el ilustre
Momboñombo Moñagallo salía maldiciendo contra cielo
y tierra por haber metido la mano en la panza de una
bolsa cuyo único contenido era papel higiénico. Única
le enseño que eso se solucionaba restregándose las
manos con polvo de la tierra medio arcillosa del lugar...
la mierda que quedaba entre las uñas, o se salía sola,
o había que sacarla con un palito.
El basureo siempre se llenaba desde buen
temprano, a veces hasta con más de doscientos buzos
a la espera de los camiones que jalan la basura de los
barrios caros, porque ahí es donde se bota más
indiscriminadamente. Los desperdicios de las grandes
fiestas y los días corrientes, que son los menos, a
menudo traían sorpresas. De ahí Única había
completado su vajilla y El Bacán su biblioteca, que a
esas alturas contaba con cientos de volúmenes
inverosímil, desde los Cuentos Petersgurguueses de
Gogol, firmado por un fulano que nunca los leyó, hasta
36
libros de quiromancia y las revistas dominicales de los
periódicos nacionales; había también un tomo con la
segunda parte de El Quijote, que el niño lo tenía
haciéndole pareja a un libro gordo de cocina y a un
diccionario de términos botánicos del mismo espesor.
Sin embargo, muchos de los buzos eran gente que
iba y venía sin decidirse a radicar en el precario, eran
gente que buceaba también en las calles de la cuidad,
fácil de reconocer por sus atuendos, su caminar
quebradizo, su mirada vista cosas aun útiles ahí donde
la mayoría de la gente solo puede ver un montón de
basura, y con tacto de obstetra, especializado a fuerza
de reconocer lo reciclable sin romper las bolsas
bastanteándoles cuidadosamente el vientre.
Esa gente estaba familiarizada de algún modo con
lo del precario, pero no era parte de la familia. A veces
pasaba temporadas por ahí algunos de los tantos
amigos del Oso Carmuco; uno de ellos le explico a
Momboñombo que el sobrenombre del Oso venia
directamente de nombre, pues se llamaba Carmen y
caminaba como un oso. Ellos solían llegar con
periódicos para El Bacán y con pastas de dientes para
Única, que se las agradecía y ni ojeaba los periódicos
que comenzaron a llegar cargados de noticias
inquietantes por esos días.
37
Momboñombo comentaba con los de abordo que
solo se hablaba del botadero de Río Azul, que los
vecinos de ahí y los de San Antonio de Desamparados
le estaban alzando el pelo al gobierno porque ya no
soportaban más la hediondez y que los terrenos de Río
Azul iban a ser anexados a la Zona Protectora del Cero
de la Carpintera, como primer paso para el cierre.
Ahora estaban hablando de hacer un bosque frondoso
donde estaba el basurero, un bosque, nada menos que
un bosque, “con tanto árbol que se seguro ni se podría
ver”....
-¿Qué es eso de anexado?- pregunto alguien en la
concurrencia, y antes de que Momboñombo lo
explicara, El Bacán tomo la palabra y explico que:
-Anexar es lo que Única me enseño hace tiempo,
eso significa hacer que Guanacaste no sea más de
Nicaragua y que sea de Costa Rica y es algo que se
hace todos los años en julio, lo que yo no sabía era que
Río Azul no era de Costa Rica, pero no importa, porque
lo importante es que aquí es donde Costa Ricas viene
a botar la basura...-
-La verda es que yo no de que se quejan los
vecinos de por aquí-, dijo doña Lidiette López, -la gente
clavea mucho por el basurero, pero de aquí sacamos

38
pa’comer y pa’vivir; casi todo lo que tienen mis hijos,
Jefrey y Julita, lo hemos sacado de aquí.-
Pero las noticias de los diarios de noviembre no
hablaban únicamente del descontento de los vecinos,
sino de los bloques que hacían como protesta por el
descuido del gobierno. Uno de los bloques de las vías
de acceso al botadero provoco un acumulamiento de
basura en las calles de la capital que también fue
noticia en los diarios. –Monta4as de basura-, decían
los titulares, acompañados de fotos a colores de la
gente brincándose los montículos de basura, gente
tapándose la nariz con la palma de la mano, harta de la
tanta inmundicia. Momboñombo le mostró la foto a
Única y a El Bacán; ambos comprendieron por qué
había bajado la afluencia de camiones.
-¡Menos mal!, yo ya estaba asustada....-, mintió
Única.
-Ahora yo lo veo claramente. Antes no porque
antes yo era parte de los que se tapan la nariz, pero
ahora que lo veo desde aquí, de doy cuenta de que ya
la gente no sabe qué hacer con la basura... Única, esto
es un síntoma, no sé de qué, pero esto es un síntoma.
La gente produce basura, produce desperdicios e
inmundicias, y hoy por hoy, cuando ya le está llegando

39
al cuello, no sabe qué hacer con ella. Siempre ha
habido basura, la basura nace con el hombre...-
Única lo escucha más por cortesía que porque
comprendiera gran cosa las palabras de aquel hombre
que ella misma había reciclado.
-Lo que pasa es que ahora a la gente le ha crecido
la capacidad de producir desperdicios. Yo me pongo a
ver la cantidad de cosas raras que llegan a este
basurero, ¡Única, por Dios! No es posible que se boten
las cantidades de basura que bota este país tan
pobre... ¡ochocientas toneladas diarias!
Una tonelada... ¿qué diablos es una tonelada? La
gente nunca piensa en lo que eso significa, tan lo
mismo da decir una tonelada como decir cien millones
de pesos, o decir que miles de personas se mueren de
hambre en Somalia... eso ya no significa nada para la
gente, no forma parte de la vida diaria. Yo mismo
nunca pensaba en eso cuando me pasaba las noches
en blanco leyendo a Dostoievski, en la Biblioteca
General. Si no estad viendo la cosa no la entendés, si
nos vinieran a tirar aquí a todos los negros que se
mueren de hambre en esos pises, si nos lo pusieran
en filas las calles, como paso con la basura durante la
huelga, entonces dejarían de ser los negros anónimos
con las panzas hinchadas, pasarían a ser seres
40
humanos y Somalia pasaría a ser algo así como el
botadero de la humanidad, como pasa aquí en Río
Azul, donde una tonelada de basura comienza a ser
algo muy concreto cuando llega con toda sui pestilencia
y su cortejo de moscas y zopilotes a caernos encima.
Yo me pongo a ver qué es lo que bota la gente.
¡Única, por Dios!, esas luces que parecen prismas
entre la basura, todo eso que brilla como limadura de
sol, como si fuera un gran tesoro lo que hay ahí, todo
eso es puro aluminio, el de las latas de cerveza,
nacionales y extranjeras, los paquetes de sopa, los
paquetes de cigarros, todo viene en aluminio ahora, y
en paquetes en inglés, y todo se bota en bolsas
plásticas que no se pueden deshacer, como explica el
periódico, porque no son de materiales homogéneos,
yo no sé qué putas es eso exactamente, lo que veo es
que no se pueden deshacer y punto , porque eso
significa que ahí se van a quedar per secula seculorum
amén.-
Momboñombo había hablado tanto que había
atontado a Única y al El Bacán. Ella dormía desde
hacía rato, el niño luchaba por seguir el hilo del
monologo de Moñagallo. De cuando en cuando se
quedaba como hipnotizado... repitiendo algunas
palabras... “secula seculorum amén... secula
41
seculorum amén...”, “prismas, prismas, prismas”. Las
repetía para memorizarlas, pero no preguntaba su
significado.
Al día siguiente, Unica le pidió a Momboñombo que
le explicara todo aquello que había dicho anoche ‘pero
en cristiano, de modo que yo entienda,’
-Nada, Única, lo que pasa es que ya hay tanta
basura en San José, que ya no cabe más aquí y los
vecinos de los alrededores ya están podridos de tanta
porquería.-
-Bueno, pero entre más basura llegue, mejor para
nosotros.-
-De acuerdo, Única, salvo un pequeño detalle, que
ya no la van a botar más aquí... Eso es lo que han
estado diciendo los periódicos todo el mes de
noviembre. La gente ya está hasta el cuello de basura;
entonces el gobierno decidió cerrar ya el botadero de
aquí, de Río Azul...-
-¡Jesús, Maria y José! Momboñombo, ¿Y adonde lo
van a poner?-
-Esa es la cosa, que en ninguna parte cabe,
porque, ni tontos que fueran los vecinos, nadie quiere
tener un basurero de este tamaño a la vuelta de su
casa. Ahora, por ejemplo, dice el periódico que lo iban
42
a poner en La Uruca, ¿y qué?, que la gente se paró de
pestañas, “que por ahí queda el Hospital Méjico, el
Parque Nacional de Diversiones”..., todo queda por ahí,
entonces el gobierno todavía no sabe dónde poner este
mierdero de modo que no le estorbe a nadie. Por otro
lado, todos los días sale gente hablando en el
periódico: un baboso salió diciendo que lo que había
que hacer era evacuar la zona y dejar aquí el basurero,
otro salió diciéndole egoísta la gente delas
comunidades que no quieren que les pongan el
basurero encima, pero lo que pasa es que les pongan
el basurero encima, pero lo que pasa es que eso lo
dice cualquiera siempre y cuando no sea su barrio
donde lo vayan a poner. Otros dicen que la basura es
un problema de ‘externalidades negativas’ y una de
palabrejas raras, Única, que lo único que quedaba en
claro es que todo está oscuro.
Única, la gente tiene razón. Pero bueno, por ahora
el basurero se va a quedar aquí un tiempo más...-
-¡Gracias a Dios, Momboñombo!, si no, no sé qué
vamos a hacer nosotros.-
-¿Qué vamos a hacer nosotros? ¿Qué vamos a
hacer nosotros?...

43
-La pregunta iba tomando dimensiones cada vez
más gigantescas en la cabeza de Momboñombo
Moñagallo y lo comentaba con los buzos, sin lograr con
ello ni el menor vestigio de preocupación en sus
semblantes. Él no era un buzo, era un suicida frustrado
que estaba aprendiendo a defender la ilusión de que la
vida se le puede inventar un nuevo sentido aun cuando
lo único que parezca sensato sea morirse de un
retortijón ¡y ya!
Pero los buzos de oficio, los que ya llevan la basura
incorporada, los que llegaron con el alma hueca al
basurero desde hacía varios años y a esas alturas la
tenían tan atiborrada como el botadero mismo, los
auténticos buzos estaban acostumbrados a vivir al día,
a resolver lo inmediato. Los verdaderos buzos no eran
ni siquiera como Única, para quien no había sido
posible, en tantos años, desterrar los atavismos
urbanos y seguía procurando esquemas familiares en
la comunidad. A los buzos no les molestaba en
absoluto llegar a comer con Única, ni aporte elementos
a la olla común, pero lo hacían mezclando las
reminiscencias de algún arcaico orden familiar (que les
funcionaba ya como a un perro casero le funciona la
maña de rascar el suelo con las patas traseras después
de cagar, como si estuviera enterrando la mierda Única

44
quien se tomara la molestia de recalentar o cocinar el
pan nuestro de cada día.
Esos buzos de hueso colorado no lograban
comprender los develos de Momboñombo.
-Son habladas de la gente... Esto no lo van a cerrar
nunca, abuelo, no ve que si lo cierran no van a tener a
donde botar toda esta basura.-
-Bueno, pero... ¿y si lo cierran?-
-Si lo cierran, nada... nos vamos donde lo pongan.-
-Y... ¿si no nos dejan entrar? - -Si nos dejan, si nos
dejan... siempre dicen lo mismo, que no nos van a dejar
entrar, que yo qué sé, pero al final si nos dejan. Y deje
usted de joderse la vida pensando en eso... –
Y así morían todos los intentos de Momboñombo,
bien por crear conciencia entre los buzos, bien por
exigirles una respuesta a su pregunta desesperada.
Todos sus esfuerzos se resumían también en la
necesidad apremiante de depositar en sus salvadores
la responsabilidad de no estarlo salvando
continuamente, porque “sin basurero no habrá más
buzos”, creía el, “y sin buzos no habrá más
Momboñombo.”

45
-No le merman los aguaceros-, decía Única cuando
noviembre no daba tregua.
-Lo malo es que hasta la lluvia llega ya sucia al
basurero-, agregaba Momboñombo.
Había comenzado a llover más o menos desde
abril, y la lluvia solo empeoraba con ondas tropicales y
corrientes frías que minaban la salud de desecho de los
de abordo. El Bacán tosía constantemente y
moqueaba siempre en verdeciéndose los bigotes y
entiesándose las barbas, porque el agua solo
resbalaba sobre el gabán negro aceitoso de los
zopilotes y en todas partes se empozaba formando
cientos de pequeñas lagunillas, sobre todo ahí donde
las bolsas plásticas hacían una concavidad entre la
basura. Al darles el mezquino sol de noviembre, las
lagunillas, fecundas de larvas de moscas y otros
bichos, brillaban primando la luz y hedían más bien
como si hubieran asesinado al arco iris y su cadáver se
pudiera lentamente entre la basura.
Con la lluvia se empapaban los buzos por más que
se forraran en bolsas plásticas. Con la lluvia solían
inundarse los tugurios, por lo que el trabajo de los de
abordo debía repartirse entre el buceo y las
interminables reparaciones de su ciudad flotante. La
adversidad, de ingenio fecundado, había llevado los
46
buzos a confecciona los más curiosos impermeables,
sobre todo con las bolsas gigantes para basura de
jardín, y vestidos todos de gris sintético, con trajes de
una sola pieza, más bien parecían monjes de algún
culto al fin del mundo; sus hábitos plásticos sobre sus
lomos siempre encorvados completaban una imagen
borrosa de romería de penitentes bajo la tutela
implacable de los iconos motorizados de los tractores.
-En verano todo va ser más fácil-, se repetía
Momboñombo a veces, mientras debía de pie directo
de las ubres de las nubes, desconociendo
minuciosamente los efectos del sol de febrero y marzo
sobre la podredumbre y la tierra medio arcillosa del
botadero, que era entonces un torrente de barro que
desangraba minuto a minuto las partes aun vivas de la
colina; lo verde se alejaba cada día, como el bosque
que camina, como si hasta los árboles se estuvieran
yendo por sus propios pies de aquel osario de los
derechos humanos.
El Bacán se entretenía haciendo barquitos de papel
que ponía flotar sobre la lagunilla más cercana al
tugurio. Los otros niños de los buzos buceaban al lado
de sus padres, o ambos, en los casos más extraños, y
hurgaban entre la basura con tanta fiere3za como los
adultos, pero con una expresión distinta, con un
47
asombro en sus ojos como si en última instancia, lo
que estuvieran buscando entre los desechos fuera ni
más ni menos que su propia infancia encarroñado bajo
las poderosas orugas de los tractores. Con la lluvia
persistente, los rellenos del gran relleno se aflojan;
después de un rato de estar de pie un mismo sitio, los
buzos tenían que tirar con fuerza hacia otro lado
porque ya tenían los pies hasta los tobillos entre las
arenas movedizas. Más o menos veinte años de estar
enterrando basura habían hecho de la geografía de la
colina un esperpento cuya representación cartográfica
resultaría algo así como el contorno del lomo de un
monstruo de pesadilla, montículos y montículos por
todos lados y tierra removida de aquí para allá, y los
ríos Damas y Tiribi condenados a beberse los caldos
que se filtraban constantemente; pero solo una parte de
ellos, porque el resto iba a dar a los mantos acuíferos
profundos, inyectándose de manera intravenosa en el
cuerpo de la tierra.
Los vecinos de Río Azul y San Antonio de
Desamparados efectivamente habían amenazado al
gobierno con cerrar el paso al vertedero a eso del
treinta y uno de diciembre, luego de varios intentos por
impedir el acceso de los camiones, frustrados más de
una vez por las brigadas de choque de la policía, que
nunca escatimo esfuerzos en eso de abrir barricadas o
48
espantar a los niños del barrio y vecinos en general de
las fauces del basurero, con sus elocuentes bombas
lacrimógenas y argumentos análogos; sin embargo, la
organización de la comunidad consiguió por fin dialogar
con el gobierno. El señor Presidente de la Republica
los visito y se reunió con los dirigentes quienes,
después del café con promesas, se siguieron
entendiendo con el Ministro de la Presidencia.
Por un lado estaba el ultimátum del treinta y uno de
diciembre; por otro, la petición del Ministro, que
consistía en una prórroga de varios meses para
resolver lo de la búsqueda de un nuevo sitio para tan
nobles propósitos y la promesa de que para el veinte
de enero del noventa y tres, a más tardar, el nuevo
destino de los desechos del Valle Central estaría
elegido. Para ese entonces, la comunidad de Atenas
estaba en alerta permanente por su rechazo categórico
de la posibilidad de instalar en sus entrañas el nuevo
basurero, por más que el gobierno prometía en su lugar
un relleno sanitario a la altura de los rellenos modelo de
Estados Unidos, esos donde hasta las ratas comen con
tenedor y cuchillo.
-Que lo cierran lo cierran...-, se pasada repitiendo
Momboñombo Moñagallo a cuantas buzos le prestaba
un minuto de atención, pero no más de un minuto que
49
era el tiempo que a lo sumo, lograban fijar la atención
en algo que no fuera de interés inmediato
Mientras añejaba en su pecho el fantasma del
cierre del botadero, el buceaba hombro a hombro con
Única y muy ocasionalmente, con El Bacán.
Única “lucia como desmejorada”, pensaba el,
cuando se distraía mirándola largamente... El agua de
la lluvia le bajaba en goterones por las hilachas de su
cabello entrecano, y resbalaba por la piel de sus brazos
hasta los guantes sin dedos que alguna vez hallo
idóneos para sumarlos a su equipo de buceo. Ella lo
sorprendía mirándola y siempre le recomendaba lo
mismo:
-Ay, Momboñombo, deja de espiarme, que en mi
cara no vas a encontrar nada de valor.-
Lo decía un poco sonrojada, con una sonrisilla
dulzona que al rato se asemejaba un poco a la pauta
que Momboñombo añoraba a gritos. Era como si en un
segundo los tractores se detuvieran, los humores
fétidos se disiparan, como si escampara... era como
una sonrisa cómplice que en un segundo inyectaba una
sobredosis de buen ánimo. Los viejos seguían
después en su trabajo, uno al lado del otro “jalando y
jalando pa’l mismo lado, como dos bueycitos”, como le

50
recomendaba Única que debía hacerse aquel trabajo
de estar vivos. Pero después del segundo, otro camión
recolector atravesaba el espejo y los buzos se
amuchaban a su alrededor como gaviotas al lado de un
pesquero. Las redes llegaban grávidas, y los forzudos
marineros de los mares asfaltados de la ciudad las
vaciaban en medio de los chillidos y el batir de alas de
las gaviotas venidas a menos. Una gaviota tomo una
presa en su pico y se alejó a toda velocidad, pero fue
rápidamente alcanzada por otra más grande; se
disputaron el pececillo, ambas cayeron al mar, se
revolcaron y la triunfadora finalmente alzo el vuelo con
el capitán daba la orden de levar anclas, echaba
marcha atrás y se alejaba hacia nuevos puertos de
embarque.
El Bacán estaba sentado entre la basura gritando a
voz en cuello cuando llegaron Única y Momboñombo;
un buzo poco amistoso le había arrebatado algo que él
no sabía explicar que era ni para que lo quería; Única
se armó de un palo de escoba y fue directo al buzo
agresor. Su edad y el respeto que extrañamente
gozaba entre los buzos le permitió aleccionar palos a la
gaviota grande y volver ilesa a casa con el teléfono
malherido que El Bacán había hallado entre la basura;
El Bacán dejo de llorar.

51
-La próxima vez me lo dejas a mi.-, le dijo
Momboñombo a Única en la noche, cuando ya había
pasado el episodio del teléfono. Se lo dijo con una
autentica convicción de macho, que no por muy
autentica resultaba verosímil y menos aún necesaria
para una mujer que llevaba veinte años aleccionando a
palos al destino que hacía tiempo se había ensañado
con ella. Pero ambos fingieron y ella le prometió
dejarlo actuar si se daba otra situación de esas, porque
el huésped ya estaba ya estaba dando señas de que
había llegado para quedarse y un dejo de hombre de la
casa se le empezaba a notar en el semblante.
-¿Y si habláramos con los vecinos, Única?-
-¿Hablar de qué?-
-¡Como que de que!, pues de que va ser,
muchacha, de lo del cierre del basurero... Si nos
aliáramos con los vecinos de Río Azul...-
-¿Si nos qué?-
-Si nos aliáramos, si hiciéramos una alianza, es
decir, si les ofreciéramos apoyo en la lucha por cerrar
el basurero...
-¡Te volviste loco, Momboñombo!, si cierran el
basurero ¿qué diablos vamos a hacer?-

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-Pues de eso se trata, mujer, no de quedarnos sin
nada que hacer, sino de pedirle ayuda al gobierno
nosotros también. Mira, nosotros vamos a la próxima
reunión que ellos tengan con el Ministro y decimos que
estamos de acuerdo con que cierren el basurero, pero
que no nos podemos quedar sin oficio ni beneficio
tampoco, que nosotros necesitamos ayuda para
encontrar otra cosa que hacer, que tenemos derechos
como todo el mundo, que no es que estemos aquí
porque nos guste el mal olor o porque no podamos
hacer otra cosa que estar revolcando basura. Yo les
puedo ofrecer mis servicios como guarda de algún
lado, vos como maestra, y los que no saben hacer
nada, ahí algo se les puede enseñar y...
Aunque Única ya se había dormido, como de
costumbre, el viejo siguió elucubrando fantasías de
progreso sin percatarse en absoluto de que se trataba
de dos problemas diferentes y que unirlos solo
complicaría la situación de los vecinos de Río Azul y
por ahí.
El Bacán dormía desde hacía rato, con el teléfono
abrazados a modo de osito de peluche.
Los vecinos de Río Azul estaban también hartos de
los buzos; incluso, una de las cláusulas del acuerdo
con el gobierno era que, cerrado el basurero no se
53
permitiría el precarismo, para poder declarar el área
‘Reserva forestal’ y recuperar los terrenos.
Aunque por decreto bíblico, “a los pobres siempre
los tendréis a tu lado”, ya nadie por ahí estaba en
condiciones de tolerar más buzos rondando sus casa, y
la alianza que se le había ocurrido a Momboñombo
Moñagallo era definitivamente impensable; la alianza
resultaría contraproducente para la comunidad, que
luchaba desesperadamente por quitarse de encima
aquella vorágine de desechos que la gente iba dejando
como precioso legado a las moscas.
Una vez más Momboñombo Moñagallo se lavó bien
los dientes y bajo la colina en busca de los dirigentes
de la comunidad. Y tal y como se lo había anticipado
Única, ni siquiera se molestaron en prestarle atención.
El, que no era un buzo de profesión, tenia del averno
de las cosas.
-Ni me alzaron a ver... ¿Culpa de quién?, pues
culpa mía, porque me lo advirtieron. Sin embargo, y
pese a lo feo que es que lo rechacen a uno así, no les
guardo rencor; ellos tienen razón, y yo seguro habría
pensado igual si hubiera sido otra mi suerte. Yo mismo
me he dado cuenta de que no todos los buzos son
personas decentes, hay algunos que son una plaga,
que tienen costumbres feas, que roban y les dicen
54
cochinadas a las muchachas de la vecindad y claro,
después ellos piensan que todos somos iguales y
ahora no nos van a ayudar.- Era domingo pero el viejo
no se percató hasta cuando iba derrotado de regreso.
Toda la gente estaba en sus casas y en la mayoría
sonaba alguna radiograbadora con la transmisión del
imperdonables partido de futbol que vino a atinar un gol
en los cinco sentidos del viejo. Se detuvo; por un
instante se dibujó en su gesto la mirada cómplice con
que instintivamente se identifican entre si los fanáticos,
aunque nunca antes se hayan visto... sonrió... era
otro... estaba transfigurado y un instante antes de
dirigirse al hombre que escuchaba para preguntarle por
los contrincantes, la puerta le fue cerrada de mala
gana... de nuevo había olvidado su condición de
desahuciado.
El desmerecimiento le dolió más que la frustrada
intentona de alianza, porque un NO más era un
eslabón imperceptible en la cadena de negaciones de
su vida; pero el no ser digno ni siquiera de que le
dijeran quienes se disputaban un balón en el ámbito de
una cancha enzacatada, al margen de la realidad, para
producir una manifestación más de realidad, eso sí era
el colmo. Hasta el fútbol, ese deporte que habían
convertido en el amansalocos de los tiempos
modernos, le estaban negado; ese deporte dominical
55
capaz de hacer olvidar a un pueblo hasta el costo de la
vida, le estaban negado. Pero él no lo vio así, no podía
verlo así; el solo se quedó petrificado un momento
frente a un de las casas donde un radio se desgalillaba
en un gooooooool sempiterno, y como idénticos a sí
mismos, todos los partidos de fútbol a los que había
asistido religiosamente desde niño, le pasaron en tropel
por la memoria... miles de hombres pateando miles de
pelotas, miles de personas rugiendo en montañas de
galerías, toneladas de papas fritas crujiendo entre fajos
kilométricos de molares, aguaceros de bolsas de orines
derramándose sobre las cabezas de los dueños de los
asientos baratos, locutores psicotizados narrando
frenéticamente lo mismo que todos estaban
presenciando, tropas de árbitros malignos entonando
una marcha infernal con sus pitos, desfiles de gentes
eufóricas por las calles celebrando un gol acertando en
el extranjero y el Presidente de la Republica
bailoteando por las calles en un día hábil declarado
asueto a raíz de una patada, y bosques enteros
reducidos a papel periódico con la vieja historia de
David y Goliat, pero con la variante de que Goliat no
perdía nada después del partido, mientras que a David
se la metían sin vaselina con un paquete de impuestos
que no lograría evadir ni con la honda ni con la piedra.
Y Momboñombo en medio, en el Parque Central
56
llorando de alegría y de hermandad; todos hablábamos
en plural , éramos uno solo en el ojo del mundo, ya casi
ni se nos notaba lo tercermundistas, los escoceses se
querían bajar del mundo porque los habíamos hecho
morder el polvo. ‘¡Puta Carajo, y de taquito pa’ que
más les duela!” Y Momboñombo en el meollo de los
hechos, en el día histórico de la apoteosis del conejo,
y... ¡y le cerraron la puerta cuando iba a superar la
separatividad social preguntando ¿cómo van, jefe?,
¿quiénes juegan?!
Fue demasiado, se desplomo cuan largo era en
medio de la calle y fue llevado en hombros hasta su
hogar por un par de buzos que lo hallaron ahí tirado,
casi casi como era su costumbre.
A Unica casi le dan un patatús cuando lo vio venir,
pálido como el resucitado, en brazos de dos de los de
abordo. Hubo que friccionarle la nuca con alcohol del
de la botella grande de Unica, de ese que los borrachos
llamaban ‘guaro de fresa’ porque lo hacen rozado para
prevenir su ingestión. Le aflojaron el pantalón y los
botones de la camisa para que respirara mejor, le
dieron agua de sal a El Bacán para que le pasara el
susto y entre todos volvieron en si al viejo a gritos y
bofetadas que lo dejaron como embobado. ¡Buen rato
le costo ponerlo todo en orden otra vez en el basurerito
57
de oficina de su cabeza! Una vez recordando el
suceso de la negativa por parte de la comunidad, tuvo
una laguna con lo de la puerta en su nariz y olvido para
siempre que alguna vez le gusto el fútbol.
Para el almuerzo hubo olla de carne con verduras
que Unica y El Bacán habían traído de la feria del
Agricultor de Desamparados. Domingo a domingo iban
a juntar de la calle las verduras que los mismos
vendedores botaban por demasiado maduras, o por
demasiado verdes, o por mayugadas que llegaban de
los sembradíos. La carne era una que Unica
conseguía en una carnicería que atendía un viejo que
se había negado al progreso de las sierras eléctricas y
aun partía los huesos con un hacha sobre un tronco de
madera. El hombre ni siquiera se planteo nunca lo de
la carne barata de Unica una vez por semana, por lo
que hizo de ella uno de sus ‘clientes’ más fieles de los
domingos. El resto del día transcurrió sin novedad en
medio del extraño silencio en que algún feriado dejaba
al basurero. Los tractores reposaban exánimes al pie
de la cuesta y los recolectores en sus respectivas
comunidades. Solo el aletear incansable de las moscas
y los zopilotes sostenía la rutina, dado que los buzos
que no vivían en el precario, esos días desaparecían
del lugar, quien sabe adonde, a sus casas tal vez, o a
bucear por las calles de la ciudad, o detenidos en
58
animación suspendida como larvas descomunales en
espera del lunes de madrugada.
Momboñombo hasta ese domingo no había caído
en la cuenta aun de que a veces descansaban tanto los
recolectores como los tractores. Muchas ocasiones le
llevo hacer la observación, porque ya el ruido estaba
incorporado y de no haber sido por el desmayo jamás
habría descubierto que para su desgracia, cada tanto,
el basurero guardaba silencio; para su desgracia
porque entre los intervalos de silencio seguiría
percatándose de que a alturas del día anterior, del que
tampoco era consciente, ya había olvidado el compás
de quietud semanal y entonces cada nuevo día de
silencio funcionaba como el primero del calendario de
su nueva vida de ser humano desechable.
Lo comento con Unica, pero en ella el tiempo
marchaba de una manera diferente. Tampoco estaba
nunca al tanto de la fecha, sin embargo, una suerte de
reloj biológico la llevaba los domingos a bucear a la
Feria del Agricultor, de donde, invariablemente siempre
regresaba con un canasto lleno de verduras para la
sopa. Los meses del año le eran igualmente ajenos,
pero por esa época los pasos de animal grande de
diciembre le desasosegaban el alma.
-Ya casi es diciembre, Momboñombo....-
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-¿Y vos como sabes...?
-¡Ay, no se!, es que siento como hormigas en el
culo.-, dijo en medio de un suspiro.

III
Al principio, al puro puro principio, yo tenia un jardín
aquí. Lo había ido haciendo, poco a poco, con
siembros que me regalaba la gente de la vencidad
cuando todavía no le tenían tirria a los buzos, cuando
todavía ni siquiera nos decían buzos. A mi me decían
‘la señora que vive en un ranchito allá en el basurero’.
Yo tenia sembradas las pudreorejas en la parte de
atrás del ranchito que también había ido haciendo poco
a poco con latas de cinc y pedazos de madera y cartón
que me encontraba por ahí, o que la gente me regalaba
también. Vos sabes, Momboñombo, un jardincito
aquí...
Pero después la tierra como que se fue secando,
muriendo, muriendo. Cuando yo hice el ranchito aquí,
el basurero todavía quedaba lejos, pero fue creciendo,
los tractores iban enterrando la basura y haciendo
huecos cada vez más grandes hasta que esto llego a
ser como vos lo podes ver ahora, pero yo y los otros
vecinos que nos vinimos a vivir aquí, don Conce, un
60
buzo que ya murió, Doña Hipólita y la familia de los
cara de león, y un montón de gente, teníamos como
más espacio y más aire puro. En las mañanas se
podía levantar uno y respirar hasta reventarse porque
como esto es una colina, entonces el viento pega más
fuerte. Y yo tenia un jardín con pudreorejas clavel de
poeta y unas begonias y unas gloxinias; rosas no
porque aquí no hay manera de que peguen, pero tenia
culantrito de coyote que es tan bueno pa’ la sangre. Y
ahí donde se ve todo pelado eso, ahí zacate de limón y
yo tenia unas violetas lindísimas sembradas en unos
tarros de leche en polvo, y hasta unas guarias moradas
porque en mi casa siempre se acostumbro tener
guarias en un palo de guitite. Pero como te digo, la
tierra se fue poniendo como arcillosa; esta tierra no era
así, fue que se fue lavando , el polvo comenzó a
ponerlo todo de este color como amarillento y las rosas
no pegaron nunca. Hasta se me murió una tortuguita
que yo tenia en el jardín, a la pobre la encontré tiesa un
día y toda llena de polvo. Yo creo que se ahogo la
pobre. Y empezaron a llegar las cucarachas; yo al
principio las mataba a escobazos, pero con el tiempo
me fui acostumbrando a verlas. Y las moscas que me
dice, al principio andaban nada más entre la basura y
aquí venias unas cuantas, como doscientas nada más ,
uno las podía espantar, pero después empezó a ser
61
como ahora que son miles y miles y no podes hacer
nada más que acostumbrarse, porque o te
acostumbras o te jodes.
Por aquellos años fue que llego El Bacancito...
¡Ay, vieras vos que felicidad!, yo que siempre había
querido un hijo, Dios me lo mando porque El sabia lo
que yo quería un hijo y ahí llego solito... vos sabes que
yo siempre he pensado que fue un milagro eso, que alo
mejor El Bacán ni siquiera es que fue abandonado
aquí, sino que Tatica Dios me lo hizo especialmente a
mí, para que ya no estuviera tan sola.
Yo, como fui maestra, rapidito le fui enseñando a
hablar bien, a contar con los deditos, a rezar, a recitar
una recitación muy muy linda que dice así: ‘Cultivo una
rosa blanca, en junio como en enero, para el amigo
sincero que me da su mano franca, y para el cruel que
me arranca el corazón con que vivo, cardos ni orugas
cultivo, cultivo una rosa blanca...’, linda, ¿verdad?, yo
no se quien la escribió pero debió ser alguien al que le
gustaba mucho hacer jardines; yo se la enseñe a El
Bacán porque aquí yo tenia unas chinas blancas,
porque las chinas, como son tan agradecidas, esas
pegan en todo lado y porque nunca he perdido la fe de
hacer otro jardín, por eso es que siempre la recito esa
recitación, y seguro vos has oído a El Bacán
62
recitándola también, porque a veces vos la oís y es
como si todavía tuviéramos el jardín aquí. Yo la vivo
recitando porque yo se que a lo mejor el señor que la
escribió también querría hacer un jardín donde solo hay
basura, porque yo le digo una cosa, si señor, así como
me oye, Momboñombo Moñagallo, para escribir una
recitación así de linda tiene uno que querer mucho a
las rosas y a los amigos.
Las chinas se marchitaron, se fueron llenando de
un color como ladrillo y después no quedo ni una,
porque ni las chinas soportan el maltrato. Después la
vida fue pasando y pasando y se va uno haciendo
viejo. El Bacán cada día más grande, verda, yo le digo
que se corte los bigotes porque parece un viejo y el se
los corta a veces, pero en seguida no más ya los tiene
otra vez largos, y no es por falta de navajillas porque
aquí si que no se puede uno quejar de eso, más desde
que las hacen plásticas, viera, Momboñombo, la
cantidad de navajillas que llegan aquí semana tras
semana, de esas que ya vienen pegadas a maquinilla
de hacerse la barba; pero a el le da pereza hacerse la
barba y no es solo pereza, es que se corta y después le
quedan cicatrices, pero El Bacán esta hecho todo un
viejo... ¡mi chiquito!

63
Al principio yo no lo dejaba bucear, más después de
lo que paso a la Llorona, ¡pobrecita1, verda, y era tan
bonita la Llorona, vieras, era una muchachita así
menudita, que no hablaba por no ofender y el chiquito
lo más lindo, vieras, parecía un muñequito; pero como
no hay pa’la desgracia, perdérsele y volverse loca fue
una sola, y con razón, porque como a mi se me pierda
El Bacán, machala, machala, y yo me vuelvo loca
también. Pero por dicha el es muy casero, nunca se
me va solo. Ahí una o dos veces por semana, vos has
visto, hacemos un saco de chunches y los vamos a
vender a San José, pero el siempre viene con migo. El
me acompaña vender las latas de aluminio, las
botellas, los periódicos que ya se ha leído, porque eso
si, Dios guarde le bote usted un periódico que no haiga
leído porque se resiente.
¡Ay, Momboñombo!, vos te me quedas viendo y me
pones tanta atención que le dan ganas a uno de seguir
hablando y hablando como una chachalaca y es que
hacia tanto tiempo que no hablaba yo así con alguien,
sobre todo en las noches después de que todo el
mundo se va a dormir...- Momboñombo Moñagallo
guardaba largos silencios escuchando a Unica que
parecía como transmutada con la vista fija en una
pared o en alguna rendija de la tabla donde se
sentaban a hacer sobremesa.
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La época de Navidad era prospera a su manera con
el basurero. La gente la aprovecha para descuidarse
más que de costumbre con lo que tira a la basura, por
lo que es frecuente hallar envueltos en las hojas de los
tamales todo tipo de cubiertos, caros y baratos Luego
vienen los papeles y las cajas de regalos, que no
siempre llegan vacíos al basurero; no falta quien ni se
percate de que se le fue un regalo sin abrir a la basura
y una vez ahí, la cosa se pierde para siempre, hasta
que resucita toda llena de vida en manso de un buzo
que la rescata del basurero de la historia y la recicla en
una compra-venta o donde le den algo por ella.
La gente se siente rara en diciembre, toda la gente,
hasta la ‘desgente’, la que vive de los desechos, los
desperdicios, los despojos, los despilfarros, los
descuidos, los destrozos, los desaciertos... esos
desafortunados a los que Momboñombo Moñagallo
había unido sus esfuerzos por aparentar que la vida,
después de todo, vale la pena aun cuando se viva en
medio de las desigualdades.
Momboñombo no recordaba cuanto tiempo hacia de
su incorporación a las filas de los biorrecicladores, en
parte porque el tiempo era algo que cada vez le
importaba menos, hasta le había regalado su reloj de
pulsera a El Bacán , quien no se molestos en lo más
65
mínimo por aprender a leerlo pero se fascinaba viendo
las agujas girar y girar sin propósito alguno. La
Navidad comenzó a llegar temprano ese año. Durante
los primeros días de diciembre Río Azul fue declarado
Zona Protectora y las sesenta y cuatro hectáreas de los
terrenos del basurero fueron anexadas a la zona del
Cerro de la Carpintera, con lo que quedaron declaradas
bajo el Régimen Forestal.
El ultimátum de los vecinos de Río Azul y San
Antonio de Desamparados estaba surtiendo efecto,
sobre todo en la bolsa de San Nicolás que esta vez se
hinchaba nada menos que con la ubicación de un
nuevo relleno en alguna parte del país. El gobierno
mantenía silencio. Aun no se descartaba oficialmente a
La Uruca como la feliz ganadora de la caja de Pandora,
pero si se declaro a la Gran Área Metropolitana, la
‘GAM’, inadecuada para situar el relleno. Se comenzó
a elaborar un ‘Plan Nacional de Manejo de Desechos’,
dirigido por El Organismo de Ayuda Germano, y en la
Asamblea Legislativa, aun pese a la trillada y harto bien
sabida sentencia de que “un camello es un caballo
hecho por una comisión”, un fulano propuso integrar
una que examinara el problema y un mengano se
opuso.

66
El gobierno se devanaba el seso negociando con
las comunidades, ofreciéndoles el ‘mar y las conchas’,
obras de infraestructura, beneficios de todo tipo, ‘El
milagro de La Uruca’, ‘El milagro de Atenas’, con tal
que aceptaran el basurero dentro de sus lindas, sin
conseguir entusiasmar a nadie con ello. Hasta el
momento, lo único que se tenia en claro era que la
GAM, por ser una zona de gran expansión urbana con
importantes mantos acuíferos no era apta para la
instalación del relleno.
Se hablaba de sectores neutros donde se podría
eventualmente ubicar el relleno, previo estudio de
suelos, intensidad sísmica, e impacto ambiental, así
como la impermeabilización del fondo con plástico y
arcilla y canales para los líquidos de la basura y ductos
para la evacuación del gas metano.
Se publico un mapita con las zonas elegibles y el
país entero quedo en vilo porque el fantasma del
relleno atemorizaba con asentar su residencia
prácticamente en cualquier parte fuera de la GAM.
Ese año, el cumpleaños de el Bacán se celebro en
los primeros días de diciembre. Unica lo celebraba
cada año en un mes diferente para que coincidiera con
la verdadera fecha algún día .

67
Los preparativos comenzaban días antes y Unica
sacaba tiempo para elaborar sombreritos picudos de
papel periódico para la fiesta. Para ese día tenia que
haber reservas de comida y guaro para los adultos y
ella contaba sus ahorros para comprar confites para los
pequeños.
El cumpleaños de El Bacan era siempre una
sorpresa extraña para todos los niños del precario ,
pero Unica solo pero Unica solo lo anunciaba el propio
día minutos antes de comenzar la celebración. La
sorpresa lograba siempre euforia en el Bacán pero
nunca le despertaba la curiosidad por saber cuantos
años cumplía; eso no era importante y quizás solo las
entrañas profundas del basurero lo sabrían .
Par el mes de diciembre llegaba al basurero mas
basura, y juguetes cada vez mas extraños; llegaban
armas de juguetes de plásticos de colores de formas
inusuales que los niños botaban luego de un año de
estrenarse con ellas, llegaban autitos “transformes” que
tirando de sus piezas se convertían en robots cuyos
brazos terminaban en terribles armas que hacían la
delicia de los niños del precario. Momboñombo se
preguntaban como podían aquellos niños comprender
el manejo de esos aparatos tan alejados de la realidad
del vertedero y solo se lo lograba explicar
68
confiándoselo al instinto infantil de la seriedad ante la
diversión.
Los niños veían esos juguetes en los escaparates
de las grandes jugueterías josefinas, esas que de paso
venden libros, se maravillaban con ellos y deducían su
funcionamiento de los ejemplares que se exhibían a
medio armar.
Momboñombo había sido avisado del cumpleaños
con varios días de anticipación, y entre el y Unica
tenían ya regalos suficientes El Bacán y para los niños
que ese día hiciera una pausa para regresar a su
infancia un par de oras durante el cumpleaños
itinerante, que exigía que ese día los bigotes y las
barbas de El Bacán fueran rasurados, que su cabello
recortado y su piel despercudida con un paste mojado
que Unica preparaba para esos efectos.
Ese día, temprano por la mañana, Unica se levanta
a calentar agua, mientras tanto, afilaba sus tijeras en
un molejón que ni ella sabia de donde había sacado.
Cuando El Bacán despertaba y veía los preparativos,
estallaba de alegría porque celebraría
inesperadamente su cumpleaños. El pañuelo que se
ataba a la cabeza era desanudado y los mechones de
cabello caían a la frente, luego le quitaba el chaleco y
la camisa y comenzaba la primera parte del baño. En
69
un recipiente aparte, Unica disolvía los residuos de
todas las de jabón que hallaba; acto seguido, mojaba el
paste y comenzaba pacienzudamente a restregar la
cabeza entera, a mojar bien el pelo y las barbas, a
cortar a ojo de buen cubero hasta descubrirle las
orejas. Una vez recortadas las barbas, procedía a
rasurar con varias maquinillas que volvía a guardar
conforme se iban quedando definitivamente sin filo. El
Bacán lloraba cuando sentía al ardor del jabón en polvo
en sus ojos, entonces comenzaba el eterno pleito:
-Deja de llorar, carajo, mira que te esta viendo
Momboñombo.-
Y Momboñombo se percato en ese momento de
que efectivamente estaba presenciando el ritual de
acicalamiento de El Bacán; se avergonzó y se disponía
a marcharse, pero Unica le rogó que se quedara para
que el niño se portaba bien.
El agua jabonosa corría por el pecho velludo del
niño mientras la cara le iba quedando despeja. El
Bacán jugaba de hundir el teléfono en el cubo de agua
y Unica batallaba por desennegrecer los brazos, el
cuello, detrás de las orejas, las nalgas, las piernas y
cada milímetro del por donde ni la luz podía.

70
-“...porque la limpieza, dice mi mama, es una
belleza y salud nos da...”, cantaba Unica a coro con su
hijo cuando llegaban al final de la jornada de la jornada
y El Bacán quedaba como un recién nacido, rozado por
los raspones del paste. Un par de horas mas tarde su
piel volvería al color natural de los habitantes del
basurero y dos semanas mas tardarían sus barbas en
sobrepoblar de nuevos sus mejillas.
-“Cuuumpleaños feliz, te deseamos a ti,
cumpleaños Bacaaan, cumpleaños feliz...”- -Gracias a
todos y a mamá Unica por dejarme cumplir años,
porque cuando uno cumpleaños se hace más grande y
más fuerte. Una vez a mí se me olvido cumplir años y
entonces tuvimos que hacer dos cumpleaños de un
solo tiro, si no, no me iba a hacer grande...-
Más de uno de los de abordo no se había planteado
nunca que pasaría si de pronto dejara de cumplir años,
pero llegaron rápidamente a la conclusión de que hasta
los muertos cumplen años, como don Conce, que ya
tenia varios años de muerto y Unica siempre decía,
‘hoy cumple don Conce’, y le pagaba al Oso Carmuco
para que dijera una misma hacia la tarde casi noche.
Después, alguno propuso que dejaran ya de hablar
mierda y se echaran un trago y la moción fue
ampliamente respaldada. Por ahí, otro le dio a Unica
71
por donde más le dolía, “Unica, se te esta haciendo
grande El Bacán, ahorita vas a tener que regalarle una
novia para el cumpleaños...”, y ella se enfurecía y
alegaba que el chuiquito no sabia nada de eso y que
como oyera ella a alguien hablándole de eso lo molía a
palos... Y el cumpleaños transcurría como siempre, sin
contratiempos porque por un trago o un confite, estaba
más que justificada la pausa en la labor de escudriñar
entre lo que ya nadie había soportado más en sus
casas o en sus conciencias.
En el basurero los amaneceres eran tardíos pero la
puertas de sol puntuales. Diciembre se adentraba en
las postrimerías del año y las señoras buzo empezaban
a recopilar materiales para la elaboración del portal del
precario. El Oso Carmuco les ayudaba porque creía de
su competencia cualquier labor relacionada con la fe y
las costumbres. Desde hacia al menos trece años
habían llegado al basurero dos maniquíes tamaño
natural: un hombre y una mujer, y desde entonces
eran usados para la representación, pero el resto del
año el Oso Carmuco los guardaba en su casa. El
hombre era altísimo y negro silueta, la mujer rubia, alta
también y con todos los atributos femeninos que no
gozan las imágenes de las iglesias, pero le faltaba un
ojo. A las señoras buzo no les hacia ninguna gracia
que el Oso Carmuco guardara a los ‘santos’ en su
72
casa, porque siempre llegaban desnudos a fin de año y
había que volver a conseguirles, las túnicas y los
demás atuendos medievales para que parecían santos
de verdad, -...y es que una sabe como son los
hombres, por más curas que sean, hombres son
hombres, y a una le da miedo que la virgencita pase
todo el año en la casa de el, porque nunca se sabe y
eso es pecado...-, pero el Oso Carmuco era el cura y la
autoridad de su trapo púrpura era más o menos
incuestionable.
Los maniquíes eran colocados en un ranchito
improvisado. Una cuna vacía se colocaba en medio; a
un lado de la cuna iba el buey, pero como no tenían
buey, entonces colocaban un tigre de plástico que era
el emblema de una antigua gasolinera; mula tampoco
había, pero se las ingeniaban improvisarla con unos
sacos de gangoche y una cabeza de caballito de palo
de El Bacán.
A Niño lo colocaban después del Veinticuatro; ese
si era un autentico niñodios que por ahí había
aparecido alguna vez; era de yeso y ya venia ataviado
con túnica blanca del mismo material y rubor en las
mejillas.
Unos buzos llegaron ese año con un ciprés
bastante grande y apropiado para el árbol de navidad
73
que diva ir plantado a la derecha del portal, según el
criterio del Oso Carmuco, y que el Bacán se encargaría
de ornamentar. El niño se aboco al atarea
inmediatamente; comenzó a recolectar cuanto adorno
podía llevar el árbol, latas de coctail de frutas que
alegraban las ramas secas del ciprés con sus etiquetas
de colores, serpentinas de papel higiénico y tiras de
tela, nieve de esterofon del que viene en las cajas de
los electrodomésticos, muñequillos pequeños,
soldaditos de plástico, naves espaciales y bombillos
quemados, y listo, la Navidad se dejaba botar al
basurero.
La época era propicia para el Oso Carmuco. El
organizaba los rezos frente al portal, cantaba con las
señoras y aporreaban las panderetas que ellas habían
conseguido de los cultos de carpa de circo que se
armaban a veces en las plazas de los barrios de la
GAM.
Unica no tocaba la pandereta ni estaba muy de
acuerdo con aquellas practicas...
-Porque a mí me inculcaron desde chiquita el deber
de asistir a misa y fui siempre que pude, pero esos
aspavientos de cantar con los brazos levantados y
sonar panderetas, eso antes no lo veía uno, antes era
solo el cura que daba misa, carajo, y se respetaba.
74
Ahora resulta que cualquiera va y separa adelante y
hace payasadas... !oh costumbres las de ahora!, de
eso es que todo esta tan mal... -.
-¡Ay, Unica Oconitrillo!, que voy yo a estar yendo
cuando hay cosas más serias en que pensar...
Mira, por ejemplo, los vecinos de Río Azul siguen
empeñados encerrar el basurero el treinta y uno de
diciembre si no les arreglan la situación de una vez por
todas, y no están muy convencidos que digamos de lo
de la prorroga hasta el treinta de abril...-
Pero la Navidad se imponía y hasta se lograron
apaciguar los ánimos de la comunidad de Río Azul y
las demás porque el gobierno prometió que el quince
de enero daría a conocer el sitio para el nuevo relleno.
Días antes habían caído lluvias esporádicas hasta
el clima parecía estar harto también de tanta lluvia y
hacia hasta lo imposible por reivindicarse con
atardeceres violeta y naranja y el verde acentuado de
después de tanta agua. Era como imposible no dejarse
arrastrar por una suerte de optimismo camuflado que
hacia parecer que todo tendría final feliz, aunque fuera
por los efectos embriagantes de un cielo
sospechosamente azul y una brisa fresca que acallaba
la amenaza del gas metano acumulándose desde hacia

75
veinte años en los arcanos instentinos del basurero,
que en la de menos reventaría en del pedo mas
aparatoso del que se tuviera memoria en la historia de
la indigestiones.
Unica aprovechaba los viajes al centro de San José
para Llevar A El Bacán recorrer las vitrinas
ornamentadas luego de dejar las latas de aluminio en
recicladoras. Un peso por lata... trecienos por semana,
más o menos, le casaba cada buzo a la sede
abrazadas de los josefinos.
El Bacán se hipnotizaba viendo los trenes eléctricos
de los escaparates y los disparates de las muchachitas
vestidas de barbie para que las niñitas se retrataran
con ella, y todo eso en una misma ventana de las
grande tiendas vendedoras de juguetes. El Bacán le
pedía al; Niño varias pistas de esa en donde los
carritos se mueven solos y platillos voladores de esos
que solo le falta un marciano vivo adentro, y los cientos
de armas letales en su acepción infantil, de esas que
familiarizan al dedo con gatillo. Unica lo tiraba. Del
brazo para poder seguir adelante, y....
-¡Como se te ocurre pedirle eso al Niño... chiquillo!
¿No ves que el es muy pobre? Imagínate la congoja
en la que lo vas a poner, porque de esos juguetes hay
muy poquitos y están ahí desde hace días que nosotros
76
no venimos; a lo mejor ya los pidieron... Además, el
niño se adelanto este año, ¡no ves que allá nos fue a
dejar a Momboñombo para que nos haga compañía!, y
bien que te gusta hablar con el... verdad, y que te
cuente cuentos en la noche, y que te enseñe palabras
nuevas, porque es muy sabido el Momboñombo, ahí
donde lo ves, el se sabe muchas cosas y a mí me
gusta que te las enseñe... total, ¿para que queres vos
esos chunches raros?, allá tenes tus libritos y tus
revistas y el teléfono que el Niño seguro mando para
vos, y vos ni gracias le has dicho...-
El Bacán se iba no muy convencido de tanta
bondad, pero al menos lograba un abolsa de trocitos de
amago con limón y sal de los que vendían los
vendedores ambulantes. Al llegar a casa le contaba a
Momboñombo lo que había visto y las razones del
Niñodios para no regalarle una calle de carritos de los
que se mueven solos.
-Un día de estos podes ir con nosotros a verlos,
¿verdad?- Pero Momboñombo Moñagallo estaba
decidido a no salir nunca más del basurero. Le daba
vértigo solo imaginarse caminando por las calles de
San José, máxime después de lo que le había pasado
en Río Azul el día que se desmayo. Estaba
irreconocible con su barba de casi tres meses, la mugre
77
de su piel, el cabello encanecido y el sombrero de lona
que lo protegía del sol, pero aun así temía encontrarse
cara con algún antiguo conocido y verse en la
embarazosa situación de explicarse. Temía también
pasar por los lugares de toda una vida y hallarlos
ajenos ya; sentir que entonces con nada se
identificaba, más aun con la rapidez con que cambia
San José, derribando el patrimonio histórico cada vez
que hace falta un parqueo o una galería de tiendas.
Pensaba en lo absurdo de ir por las calles tratando de
reconocerse en los cines que solía visitar, o en los
supermercados donde compraba cigarros...
-¡Por cierto...! Cuanto tiempo tendré de no fumarme
un cigarro...pero ni una chinga.-
Aun no había aprendido a recibir los cigarros que
llegaban en cantidades industriales al basurero, como
lo hacían sin ningún reparo el Oso Carmuco y los
demás muchachos de bordo. El Oso recogía las
chingas de cigarros, las estiraba lo más que asentarles
el tabaco y finalmente, las ponía a secar al sol sobre
una lata de cinc del techo de su casa; después de un
rato ya estaban listos para fumarse, manchados hasta
el amarillo y con un sabor agrio que se sentía con solo
oler el humo que expelían. Momboñombo no fumaba
mucho, pero le gustaba los cigarros enteros en primer
78
lugar, secos en segundo, nuevos de ser posible, y una
serie de calamidades que dieron al traste con la infinita
paciencia del Oso Carmuco que lo amando a fumarse a
la chinga de tu mama, porque lo que soy no te vuelvo a
ofrecer.
-¡Hasta el vicio se le olvida a uno cuando se le va
entre la basura!
Y no fue San José por más que le rogó El Bacán
que los acompañara en los viajes que por la época se
hacían más necesarios debido a que la cantidad de
basura de esas fechas era a veces el triple de la de los
días corrientes. Llegaban cientos de botellas, miles de
latas de cerveza y objetos extraños que algo tenían de
retribuciones inconscientes de algunas personas al
ciclo de las cosas... ¡un escuche de anteojos, bueno
bueno!, ¡Una vasija llena de ropa de hombre! ¡Un
pasaporte!... cosas raras, cosas que no estaban
destinadas a la basura pero que habían resbalado en
un descuido hasta el país de los buzos, como decía
Unica que se le había resbalado a Dios su angelito en
un descuido y por suerte había caído ahí.
Todo eso había que correr a venderlo a San José
antes de que se pusiera viejo o se lo comieran las
cucarachas, y siempre si iban en sacos pesados, que
no por pesados hacían que Momboñombo se animara
79
a ayudar a llevarlos. Unica tampoco se lo pedía; en
parte pensaba que el hombre estaría más seguro en
casa que expuesto a la tentación de la urbanidad de la
superficie a donde, de alguna manera, no dejaba de
pertenecer. Pero la naturaleza doble del viejo se
unificaba cada día más a fuerza de no ejercer su
antigua profesión de funámbulo sobre la cuerda floja
de la normalidad. Solo un golpe muy fuerte lo haría
salir de ahí, solo un revés más en su historia de
arrevaso lo pondría de nuevo en las calles de esa
ciudad de donde había salido en la pompa fúnebre de
las cosas que se mandan a morir sin cortejo a las
profundidades viscerales del olvido.
La actividad era de hormiguero y los buzos llevaban
encima cargas sesenta veces superiores a su propio
peso, en largas hileras por la cuesta de la colina, todos
segregando el almizcle que los guiaba sin distracción
en su trabajo sordomudo de desmoronar aquel
gigantesco pastel servido en el centro de la mesa... de
la meseta central. Indistinguibles e inconfundibles,
ennegrecidos, con seis patas cuando entre tres bajan
un estañon de basura de un recolector, entrando y
saliendo de los agujeros de sus tugurios, con antenas
cuando el viento les tira los cabellos alargados,
revolcándolo todo porque siempre puede haber algo
utilizable, fieros con los extraños pero indiferentes a la
80
vez, inamovibles de sus tareas, hábiles para el asalto al
lomo de los recolectores que un no llegan a la cima y
escudriñarles las cargas, con ventaja sobre los que
esperan arriba. Pero pueriles a ratos, también en
Navidad cuando el encanto de un juguete los sustraía
un instante de la cadena perpetua dela miseria,
cuando una gaseosa llegaba intacta a sus manos y se
la bebían de un sorbo orgulloso de su suerte.
El basurero se ponía peligroso por esos días de
transito desenfrando repartido entre los buzos en
propiedad, los viejos en el oficio, y los interinos, los que
llegaban solo por un tiempo durante la temporada alta y
luego se perdían como por artificio. No cabía ni un
alma más porque hasta la metería volátil del alma tenia
que disputarse su espacio con los flatos del botadero.
Unica había desarrollado un método de precaución
desde la infancia del El Bacán: se lo amarraba a la
cintura con una cuerda de unos dos metros de largo
para poder distraerse ambos buceando sin el temor de
perderse entre la muchedumbre siempre atentos sin
embargo, al más mínimo estimulo de su cordón
umbilical de nylon, un tirón, un enredo entre los pies, el
frecuente desacierto de avanzar en direcciones
opuestas que siempre daba con Unica en el suelo
arrastrada un par de metros hasta que El Bacán se
81
percataba de que traía a su madre en tan lamentable
posición y se revolcara de la risa de ver a la vieja con
los brazos cruzados arrastrando el culo por entre la
bausa... era un juego también.
Entre una caja de cartón llego a manos de
Momboñombo un queque de navidad de esos con
frutas secas, semillas y un ligero olor a licor; estaba
casi intacto salvo por un mordisco que a juzgar por sus
dimensiones, debía ser de perro, “en alguna casa
alguien habría dejado a un inmenso pastor alemán
adentro cuidando, sin tomar la precaución de guardar el
queque en el horno o en la despensa”, se imaginaba
Momboñombo camino a casa a guardar su
delikatessen para después de la cena, para sorpresa
de Unica y desilusión del El Bacán, que creyó que se
trataba de otro de sus cumpleaños. La ocasión
mereció que Unica se tomara la molestia de bajar hasta
la pulpería de Río Azul a rebuscarse un litro de
rompope para acompañar el queque, porque....
-Un lujillo de vez en cuando no se le niega a nadie y
por dicha este mes trabajo no ha faltado... mientras uno
tenga fuerza pa’l quehacer... Ah, a nadie le falta Dios.-
Y hubo cena de navidad en la intimidad del hogar.
El Oso Carmuco dio misa como a eso de las nueve de
la noche frente al portal, que hubo de ser trasladado
82
para que no lo arroyaran los buzos en estampida que
pasaban día y noche en llevando y trayendo. El Oso
venia repitiendo su misa de veinticuatro en veinticuatro,
hablando siempre del rey Herodes, de la huida a
Egipto, de Jesús en el templo con los sabios y Maria y
José vueltos locos buscándolo por toda parte...
-Porque así es como se pierden los chiquitos, en un
descuido y un sátiro se los lleva a un cafetal y después
aparecen sin riñones...- -¡Dios guarde, Oso Carmuco,
ni diga eso!-, apunto Unica....
-Pero es que así pasa doña Unica, es que usted no
lee los periódicos porque le da miedo de solo
imaginárselo, pero los sátiros ahora hacen esas
cosas... yo no se para que quieren los riñones de los
chiquitos, pero eso decía el periódico.-
Después, cada uno se fue por su lado porque los de
abordo no habrían podido cenar como de cuando en
cuando con tantísima gente rodando el lugar. El Oso
Carmuco se fue con sus amigos, quién sabe donde y
bajo protesta de las señoras, porque...
-Esos le consiguen mujeres al padrecito y es
pecado eso y más en esta época...-
-Si, yo los he visto, se lo llevan con unas
sinvergüenzas de esas que andan todas peladas y para
83
eso si se quita la sotana, la deja bien guardada y se va
en pantalones, como un hombre cualquiera. Y siempre
lo emborrachan, porque donde lo ven tan bueno se
aprovechan, por eso a mí no me gusta que el padrecito
se vaya con esos, pero como el dice que no hay que
juzgar a la gente...-
-Y no sea que lo traen borracho, es que después
pasa hasta una semana y quince días que no se le baja
la mica y hay que ir a hacerle oración a la casa para
espantarle a Satanás que donde lo ve tan bueno lo
quiere echar a perder...-
Unas pocas de las de abordo solían asistir a una de
esa tantas iglesias populares de garaje o de carpa de
circo, donde no se les daba acceso a la palabra pero
las convencían de que lo tenían. Luego las enviaban a
respectivas comunidades a propagar la fe y a recoger
limosnas para el ‘culto’, por eso pululaban las
sucursales de los aspirantes al lugar de la palabra... un
día a la vez... cada una hablaba un ratito y se iban
pasando el churuco hasta que todos los asistentes
habían pasado al frente a dar testimonio de lo que
fuera, pero con toda seguridad, a ser escuchados así
fuera tres minutos; tres minutos que valían el esfuerzo
de la cuota, la limosna, el donativo, el poquillo de plata
que de por si se gasta en cualquier cosa. Y el pastor,
84
cada día más prospero y más bueno, les encomendaba
la misión de ir en su nombre al basurero donde vivían a
pregonar la obra del Señor, claro, con centro de
operaciones en la carpa de circo o en el garaje
alquilado por ahí.
Unica nunca se dejo convencer porque rara ella “un
padre era aquel que se vestía como padre y vivía como
padre, no esos que se confunden con cualquiera y lo
único que quieren es palta...
Los tres se retiraron a su casa y solo se llevaron a
la Llorona con ellos porque la pobre ni sabia que era
navidad y a Unica le daba lastima que pasara
nochebuena sola con su muñeco en su ranchito.
Hicieron cena, como cuando Unica era joven y vivía
con su madre, o cuando Momboñombo era joven y
vivía con su familia, bueno, casi como en aquel
entonces; pero para Momboñombo la cosa era más
lejana aun que para Unica, porque ella había seguido
celebrando año a año, pero el había aprendido a
pasarla solo, vigilando en alguna construcción o en la
biblioteca, o donde fuera, pues en esas fechas siempre
pagaban mejor los servicios de un vigilante. Para el fue
un poco extraño eso de celebrar la navidad como en
familia y ver a El Bacán desenvolver los regalos
reciclados y recibir el un regalo también “de parte de
85
Unica Oconitrillo para Momboñombo Moñagallo”, como
se lo dijo ella a falta de tarjeta, y caer en la cuenta de
que el no le había buscado nada ella, solo le había
miserable sin sentimientos, y disculparse de lo
imperdonable, porque pero que el reclamo que no llego
era que Unica auténticamente no esperaba nada a
cambio de su regalo... “El año próximo, el año próximo
sin falta...” se juro Momboñombo.
El treinta y uno, igual que la Navidad, fue a dar con
sus trecientos sesenta y cinco días encima a la basura.
Los años también se botan cuando se ponen viejos,
no hay de otra, o se botan o nos aplastan. Solo se deja
uno unas cuantas cosas que lejos de pesarle le
aligeren la carga, por eso hay que ir botando el lastre
para no zozobrar al final, sino encallar suavemente en
alguna playa serena de la muerte.
El treinta y uno trajo la esperanza de que el
basurero se cerraría ese año del Señor de mil
novecientos noventa y tres al llegar al final de su vida
útil, y como ya no era posible tirarlo a la basura como
habría sido lo más oportuno, se hablaba de su clausura
como única alternativa posible. Se hallara otro sitio y
ahí, poco a poco el botadero de Río Azul se iría
desintoxicando con el tiempo, aseguraban ello, se le
daría tratamiento y se iría reforestando el forúnculo
86
rioazuleño aunque no se supiera aun que tipo de árbol
estaría dispuesto a crecer sobre aquel terreno
movedizo y putrefacto.
-¡ Feliiiiiiiiz año nueeeeevooo!!!!-, se dijeron los
buzos sin haber estrenado jamás un año, sino haber
vivido siempre de los harapos del tiempo con los que
cosían la camisa de fuerza de sus cotidianidades.
Hasta el año nuevo llegaba viejo al basurero,
desposeído de cualquier connotación de novedad que
pudiera encender en los buzos siquiera un agónica
perspectiva de cambio; nada se había modificado en
veinte años, ni el flujo de los camiones ni el reflujo de la
gente. Buzos venían y buzos se iban, y unos cuantos,
movidos por quien sabe que necesidades
extravagantes como eso de vivir en familia, o tener algo
a lo cual llamarle ‘mi casa’, y cosas así, se habían
establecido para simular un vecindario, para tener un
punto referencial en la vida e identificarse con los
valores que nos vendieron viejos con precio nuevo.
La gente de Río Azul, San Antonio de
Desamparados y los alrededores del botadero,
amaneció el primero de enero con la firme convicción
de que el basurero se iría por fin ese año... veinte años
de estar soportándolo, viéndolo crecer y viéndolo morir
en una agonía infinita de cadáver palpitante y
87
enfiebrado que les llenaba las casas con sus estertores
nauseabundos obligándolos a vivir con la perenne
contaminación de toda índole, com las ventanas
cerradas y su autoimagen venida a menos por la
irremediable asociación del nombre de su comunidad
con el apellido del basurero planificado para ese
primero de enero hasta tanto no se diera con un lugar
idóneo para el nuevo relleno, se les hablo del amor al
prójimo, del amor a la Patria... ‘no pregunten ¿qué
puede hacer la Patria por Río Azul?, sino Río Azul
¿qué puede hacer por la Patria?’
Se ratifico el acuerdo hasta el treinta de abril y el
gobierno siguió adelante en busca de un hogar para el
relleno, pese a que cada nuevo objetivo pronunciaba
un No categórico.
Cualquier cosa podía andar huérfana por ahí, pero
un relleno sanitario no. Era impensable que siquiera
una semana se pasan sin tener un olvidadero de lo
inservible, y menos aun cuando se trataba de los
fantasmas putrescibles de las cosas.

IV
Sería por la brisa fresca de esa noche, aquella
ventisca que le refresco al aliento de indigestión
88
milenaria al basurero, o tal vez por la lata de calamares
probablemente encomendada al descuido, que Unica
encontró en una de las bolsas más cotizadas por los
buzos, lo que sobrecogió a la pareja casi anciana.
Momboñombo Moñagallo, que siempre le había andado
al amor por los ruedos, y Unica Oconitrillo, que lo había
circunscrito a su manifestación materna desde que se
hallo con El Bacán, esa noche no perfumada sino
menos apestosa, se miraron a los ojos largo rato,
callados, bajo la luz de la lámpara de canfín, que
cuando había canfín les alumbraba sus soledades
compartidas. Se miraron hasta que Momboñombo le
paso el brazo por los hombros y la arrimo a su pecho y
ella se quedo quietecita, como sintiendo un afecto que
ya había descartado desde años atrás, como para
sentirlo solo unos segundos mientras se le terminaba.
Momboñombo Moñagallo le dijo algo que ella le pareció
muy bonito:
-Unica, si yo hubiera sabido que habían botado una
familia tan linda al basurero para que yo me la
encontrara, hace tiempo me habría venido para acá, en
vez de estar allá solo esperando morirme de un
patatús.-
Para ella fue la confirmación de una esperanza que
no había perdido del todo. Si el basurero había sido
89
prodigo con ella al darle un hijo, ¿por qué no habría
ahora de completarle familia?
Los casi ancianos se miraron otra vez, y se les hizo
el milagro del amor reciclado cuando encontraron en
sus labios los besos que en toda una vida nadie ni
estreno nunca ni boto para ellos. El Bacán se
aproximaba en esos momentos, pero como aconsejado
por su zopilote guardián, se alejo sin hacer ruido y se
fue a dormir a casa del Oso Carmuco.
-Oso, hoy duermo aquí. Yo creo que mama Unica y
Momboñombo están haciendo cosas de gente grande.-
El Oso Carmuco entendió. Le esponjó una buena
caja de cartón y le presto una cobija; lo dejo acostado,
busco su Biblia y se fue a leer a la luz de una candela.
Unica y Momboñombo entraron abrazados
directamente al catre donde azuzaron a sus cuerpos a
embestir el amor o a morir en el intento... y ambos
salieron airosos del esfuerzo.
-¡Ay, Momboñombo!, yo nunca tuve a nadie hasta
que Dios me deparo a El Bacán, y estas alturas de mi
vida le juro que ya no esperaba esto.-
Unica había visto aproximarse a El Bacán y vio
también cuando se devolvió a casa del Oso Carmuco,
solo por eso estuvo tranquila en una pausa de madre
90
que no se había dado desde el día que el apareció:
“Bacán, Bacán”.
Momboñombo reconoció que el tampoco le pedía
tanto a la vida y que seguro por eso se le había hecho.
Pero como estar del todo al margen de las morales
heredadas es imposible, el viejo no tardo en proponerle
a Unica matrimonio... “pa’ que nadie tenga nada que
decir...”
-A los viejos no nos luce perder el tiempo-, dijo
Unica, completamente decidida a llevar aquello hasta
las ultimas consecuencias, -yo le hablo mañana mismo
al Oso Carmuco para que nos case aquí en la
vencidad.-
Momboñombo Moñagallo jamás pensó que un buzo
llegaría a unirlo en sagrado matrimonio, pero la sola
idea se le hizo simpática en el acto. Eso era lo mas
consecuente que podía hacer alguien que se había
precipitado al basurero por su propia voluntad. Nada
debían ellos a nadie y si a nadie le parecía indecente
que tantas personas vivieran sus vidas entre los
desperdicios de los demás, menos debía importarle a
ellos lo que los de la superficie pudieran decir. En eso
estaba cuando también recordó que su remota
consideración era absurda de cabo a rabo, ya que
aquello que le estaba dando nuevo sentido a su vida
91
pasaría irremediablemente desapercibió más allá de los
lindes del mar de los olvidados.
Amaneció sin novedad, pero la pareja se quedo un
rato más de los acostumbrados en la cama; después
de todo esa seria –con mucho- toda la luna de miel a la
que podía aspirar el futuro matrimonio Moñagallo. El
Bacán llego a tiempo para el desayuno, entro en el Oso
Carmuco y ambos miraron con malicia a l apareja.
Unica Oconitrillo solo soltó una carcajada que dejo
ver en detalle el mecanismo alambrado de su
dentadura postiza y le dijo al Oso que llegaba como
caído del cielo...
-Así es doña Unica, como ya no servia en el cielo,
me botaron aquí.-
El Oso Carmuco escucho atentamente la solicitud
de matrimonio de los ancianos un tanto rejuvenecido
esa mañana.
Entre todos le explicaron a El Bacán lo que aquello
significaba y el se fue a sentar directamente a los
regazos de Momboñombo, lo abrazo y lo beso con todo
y sus barbas mojadas en el café de procedencias
múltiples de Unica. Ella se unió al abrazo.
El Oso Carmuco prometió un hermoso sermón sin
disimular la emoción que sentía por la primera boda
92
que iba realizar en su vida; apuro su café y salió a
prepararse.
Hacia la tarde todo el basurero estaba enterado de
la boda, desde los buzos pioneros, hasta los más
recientes, más recientes algunos que el mismo
Momboñombo Moñagallo, como los llamados “los
novios”, una parejita joven, muy joven que frecuentaba
el basurero desde hacia un par de semanas. Entre
todos los llamaron los novios porque eso parecían. Se
vestían ambos con unas camisetas rosadas sin
mangas, que quien sabe donde las habían sacado de
puro idénticas que eran, con el mismo defecto de
fabrica sobre las costuras derechas y el mismo
corazoncitos rojo del lado del autentico corazón rojo;
idéntico blue jeans desteñido y agujereado a la moda, e
idénticos zapatos blancos de goma. También fueron
invitados los conductores y los recolectores mismo, así
mismo, fueron invitados los vigilantes de la entrada del
basurero y los cobradores de las diferentes cuotas por
pagar de acuerdo con la calidad y cantidad de la
basura.
La boda se fijo para el lunes de la semana siguiente
para tener tiempo de organizar la celebración, y el resto
de los días solo se hablo de eso en el botadero de Río
Azul. Todos los vecinos del precario participaron del
93
evento Unica saco su único vestido más o menos
entero. Momboñombo sintió de pronto el impulso de ir
a la superficie a recoger de lo que había sido su casa
su traje entero y sus zapatos negros de cuero, pero fue
solo un impulso...
-¡Volver!... ¿y para que diablos voy y yo a volver?,
como si necesitara algo de allá, como si no fuera
suficiente con lo que he encontrado aquí, mujer e hijo,
techo, amigos y cariño de sobra. De todos modos,
aunque volviera, ya nada allá arriba tendría sentido,
con toda seguridad ya mi casa fue abierta y mis cosas
tiradas a la basura; en la de menos hasta me vienen a
buscar aquí mis cuatro chunches, porque a don Álvaro
como que le urgía que yo me largara de ahí, como si el
cerdo ese no tuviera suficiente plata como para no
poder dar unos días por el alquiler de una pocilga. Y
aun si todo estuviera allá tal y como yo lo deje ¿qué?,
¿cómo podría volver yo? De solo pensarlo me dan
nauseas...
Volver, buscar con que abrir la puerta, mirar todo lo
que ya me extraño, revisar de nuevo todo para ver que
nos sirve aquí, y lo que no nos sirve tirarlo a la basura,
es decir, traérmelo también... ¡que absurdo!
¿Y si me diera nostalgia por todo aquello? Pero
eso es imposible, yo ya no soy de allá. ¿Cómo podría
94
yo reintegrarme a todo lo que deje, vivir tranquilo ahora
que he conocido a esta gente maravillosa? ¿Cómo
podría yo volver a tirar algo a la basura?, creo que
trabajaría solo para mandarles cosas por el correo de
los camiones, esto para El Bacán: todos mis libros,
esto para Unica: todos los perfumes y desodorantes
que pudiera comprar con un mísero sueldo, esto para
el Oso Carmuco: todo lo necesario para su ministerio,
esto para la Llorona: un muñeco de eso nuevos que
cualquiera confundiría con un bebe de verdad, plata
para los novios, para que ahorren y se casen algún
día... ¿Y como podría yo volver a tirar un desecho a la
basura?, tirar por ejemplo los papeles del excusado con
su raya de mierda, si son de lo que más apesta aquí en
el basurero, porque nada es más hediondo que lo que
el mismo cuerpo bota porque ya ni el se lo aguanta. No
puedo ni pensar tampoco en lo que haría con los
desperdicios de comida porque, como dice siempre
Unica, lo que aquí llega no es que no sirva, no, no es
eso, es que la gente ya se ha acostumbrando a tirarlo
todo por la mitad y por eso es que ella siempre tiene
desodorantes, pasta, cepillos de dientes, perfumes,
toallas femeninas, café, polvillo para hacer fresco... y
como ella todo lo recoge y lo guarda en un solo frasco,
los frescos son siempre de varios colores y sabores.

95
La gente, y yo lo se porque yo fui gente alguna vez,
no sabe lo que bota cuando bota algo; es como un acto
mecánico, nada más ve que algo ya esta por acabarse,
lo agarra y lo tira al basurero, todo revuelto, y tantas
tantas veces se van cosas valiosas y se pierden, como
aquel reloj que se encontró don Serlindo la semana
pasada y vendió en veinte mil pesos. Y eso es por la
costumbre esa de tirarlo todo al basurero; es como digo
yo, la frente tira algo a la basura y en ese mismísimo
instante lo olvida para siempre, por eso es que, a
veces, hasta es medicinal tirar algo a la basura, sobre
todo si es algo que ha hecho daño, pero igualmente,
todo viene a dar aquí, todos los ríos dan al mar, y
tantas veces hasta las penas se reciclan solo para que
la gente las vuelva usar... Si yo volviera solo me traería
mis libros para regalárselos a El Bacán.-
Entre unos buzos y unos guardas socarrones del
lugar armaron a martillazos una suerte de altar desde
don de el Oso Carmuco diría su sermón. Las esposas
de los recolectores recolectaron cuotas para regalarle a
la feliz pareja lo que más necesitara que fue, por
supuesto, un saco de arroz. Entre las mismas mujeres
del basurero convencieron a El Bacán de que se dejara
rasurar sus barbas y bigotes y cortarse el cabello, por
lo que recobro como por magia el aspecto de niño de
su ultimo cumpleaños. Un vecino de Río Azul que se
96
entero de la cosa, le envió a Momboñombo un traje
viejo con corbata y todo; le quedaba un tanto estrecho,
pero fue importante para darle ese toque de
solemnidad que la ocasión requería. Todos aportaron
comida y alistaron los restos de licor que venia en las
botellas condenadas.
-Guaro si que no va a faltar-, les dijo Unica a los
buzos, -porque si hay gente que traga guaro, esos son
los ticos.-
A El Bacán le pusieron un traje entero que lograron
reunir entre varios, con zapatos blancos y pantalones
cortos que dejaban ver el peluzal de las piernas del
niño.
La boda estaba listas para el lunes por la mañanita,
pero hubo que postergarla para el martes a la misma
hora porque al Oso Carmuco le vino una fiebre de la
emoción, lo que lo tumbo contra su voluntad todo el día
en su cartón.
Pero el martes, aun contra la sentencia popular de
que ni te caes ni te embarques, ni de tu casa te
apartes, en la colina del botadero de basura de Río
Azul, entre la comitiva de zopilotes y el desfile de las
moscas, la recolección de basura de la capital se vio
interrumpida por el cierre de los portones y el cese del

97
vaivén de los tractores. Como por artes de magia, la
boda coincidió con la gran huelga de los recolectores
de basura que durante una semana tendría a San José
a punto de asfixiarse en su propia porquería.
Los trabajadores del servicio de recolección de
basura de la Municipalidad de San José suspendieron
sus labores el cuatro de enero y demandaron la compra
inmediata de diez unidades recolectoras más que al
parecer, les habían ofrecido desde febrero del noventa
y uno.
En el botadero, con vista hacia San José por el
noroeste, a Desamparados por el sur, hacia el verde
sobreviviente de la colina por el este, la congregación
de buzos suspendió su trabajo para presenciar el acto
solemne de la unión en matrimonio de Unica Oconitrillo
y Momboñombo Moñagallo.
El Oso Carmuco estuvo en pie a eso de las cuatro y
media de la madrugada; temblaba de frío y de emoción
Desde feliz día en que había hallado aquel largo
vestido púrpura, la Biblia, y había decidido colgarse los
hábitos encima, había esperado algo así ansiosamente.
Había realizado confesiones y absoluciones entre los
mismos buzos y había oficiado la misa de gallo, pero
nunca había casado a nadie. Tampoco había asistido

98
a misa desde su lejana niñez, por lo que recordaba
muy vagamente el ritual.
A Unica, la flamante novia, la entrego Don Retana,
un hombre muy muy anciano que vivía cerca del
precario, a quien Unica visitaba de vez en cuando
porque vivía solo. Momboñombo ya esperaba de pie
en el altar.
Don Retana, pese a que había sido marinero y lo
había visto todo en este mundo, tuvo que disimular el
asombro y una risilla desdentada ver al Oso Carmuco
tan caracterizado en su uniforme.
-Hermanos, estamos aquí reunidos para unir a este
hombre y a esta mujer en sagrado matrimonio. Ellos
han decidido continuar sus vidas en buceando a cuatro
manos...-
-¿Qué es bucear a cuatro manos?-, interrumpió El
Bacán.
-Bucear a cuatro manos es remendar a dos agujas.-
-¿Y remendar a dos agujas?-
-Pujar como uno solo.-
¡Ah...!
-Poneos de pie.-

99
El Bacán llevaba un platito con los anillos que don
Retana había donado a la causa; habían sido de su
propia boda y los guardaba entre sus cosas desde el
día de su viudez.
Los buzos aplaudían y silbaban cada vez que el
Oso decía algo pero ello, lejos de molestar al cura, lo
hacia sentirse orgulloso.
-Hermanos, estamos aquí reunidos porque vivimos
aquí y somos vecinos de Unica y Momboñombo.-
El Oso Carmuco tenia un leve recuerdo de que en
las ceremonias se leían pasajes de la Biblia y luego se
comentaban, por lo que comenzó a leer el Antiguo
Testamento. Después de diez minutos de lectura no
muy fluida, El Bacán interrumpió para pedir permiso
para sentarse.
-Podéis sentaros en paz...-
Cerro la Biblia y prosiguió: -Como habéis visto,
hermanos, Dios echo a Adán y a Eva del paraíso
porque algo sucio habían tirado por ahí; se comieron
las manzanas prohibidas y dejaron el paraíso lleno de
cáscaras y de semillas; pero Dios envió a un ángel con
una escoba y los obligo a limpiar todo y a largarse, pero
se tuvieron que llevar la basura con ellos. Después,
Dios les dijo que se tenían que ganar la comida con el
100
sudor de la frente, por eso siempre buscando entre la
basura, por si les había quedado algo que comer. Así
paso que cuando murieron dejaron la basura a sus
descendientes y la basura fue pasando de esa forma
de mano en mano, hasta que llego a este basurero y
esa fue la primera basura que hubo aquí, por eso es
que nosotros buscamos la comida aquí.
Estaba en medio de su comentario, cuando un par
de buzos adolescentes se pasaron detrás de el y le
levantaron la sotana hasta la cintura dejando sus
vergüenzas al viento, lo que provoco una carcajada
general. Todos estaban contentos, y celebraron la
broma gritándole al Oso “...mucha ropa, mucha ropa..”
El continuo su comentario, pero le volvieron a alzar la
sotana, entonces aprovecho lo que estaba aguantando
desde hacia rato y les soltó un sonoro pedo en la cara
a los bromistas. La congregación se revolcó de la risa
un buen rato, a Unica hasta las lagrimas se le salieron
de las carcajadas pero luego ella misma apelo a la
calma y ordeno a todos que se portaran bien, “porque
aquello ya parecía una fiesta de asnos”; lo decía sin
poder dejar de reír.
El Oso Carmuco deliro un buen rato más sin que
nadie se percatara excepto don Retana y
Momboñombo que pasaron viéndose con mirada
101
cómplice toda la ceremonia. Finalmente llego a lo que
todo el mundo sabe, y dijo:
-Señor Momboñombo Moñagallo, ¿tomas a esta
mujer como tu esposa, para protegerla, honrarla y
quererla para siempre hasta que la muerte los recoja
en su camión recolector?...-
-Si-, -¿En serio te quieres casar con esa vieja tan
fea?...
-Si-, y Unica le arrebato la pandereta que el había
tenido en la mano toda ceremonia y le dio con ella en la
cabeza.
Todos volvieron a reír y ella alzo los brazos en
señal de triunfo, a la manera de los boxeadores.
-Y tu, doña Unica Oconitrillo, ¿tomas a este
hombre igual de feo para lo mismo?-
-Si.-
Momboñombo le dio otro golpe con la pandereta.
-Bueeeeeno, tal parece que este par de viejos se
quieren casar... ¡ja, ja, ja, ahora es que no los caso,
ahora es que no los caso!-, se puso a cantar el Oso
Carmuco, acompañándose con la pandereta y
brincando, pero todos empezaron a silbarle y tirarle
cochinadas del suelo.
102
Por fin volvió a su lugar y dijo seriamente:
Si así lo hicieres, El os ayude, si no, El y la Patria
os lo demande..., ya podes coger a la novia.- Y todos
aplaudieron, gritaron, tiraron porquerías para arriba y
corrieron a abrazar a los novios y a echarles basura
encima.
Una vez terminada la ceremonia, el Oso Carmuco
saco devencijada guitarra que guardaba desde antaño
y se puso a cantar una ranchera en honor de los
novios:
-“Dos cooooorazooones se dierooooon, se dan, se
darán la manó...”-
Momboñombo estuvo a punto de dejar viuda a
Unica del ataque de risa que tuvo luego, en la
embriaguez de la fiesta. Los buzos comieron y
bebieron y cantaron y folgaron, porque, porque
mañana, de seguro ayunarían. El Oso canto todo el
día entre el zumbido de las moscas y el lindo sermón
de la boda.
El Bacán jugo con otros niños, corrió entre los
invitados, espanto a los zopilotes a pedradas y lloro
cuando fue reprendido por su madre por maltratar a los
animales. Unica estuvo emocionada, igual que su
esposo, durante la ceremonia; de cuando en cuando le
103
bajaba un par de lagrimas por entre los zurcos de la
edad. Entre suspiros y agarrada de la mano de
Momboñombo, repaso su vida en los intervalos de
seriedad de la ceremonia y pensó en su madre, Doña
Tena, la del diente prominente que sobresalía por su
labio inferior, a la que cuido con su risible sueldo de
maestra agregada todo el tiempo que le duro. Trato de
recordar a su padre pero no pudo. Recordó sus días
de niña en zona rural y recordó cuando abandono el
campo hacia más de cruenta años, cuando la
trasladaron a Desamparados a terminar ahí su servicio
docente. Su madre ya había muerto y no volvió a ver a
nadie de su familia nunca más.
Definitivamente ese fue el segundo día más feliz de
su vida porque a pesar de todo, nada se podría
comparar al día en que se hallo con El Bacán y empezó
a ser madre... Ahora tenia completa a la familia.
La ceremonia estuvo a punto de ser interrumpida
por un grupo de policías que llego a averiguar por que
estaba cerrado el botadero a esas horas de la mañana;
creían los policías que se trataba de un nuevo bloqueo
por parte de los recolectores o los vecinos, por la
presencia ya insostenible del basurero en esa zona, o
por el enredo de lo de la compra de las diez unidades,
pero, al menos esta vez no hubo necesidad de romper
104
barricadas ni de dispersar por la fuerza a los niños de
la escuela del barrio ni a las amas de casa que solían
amenazar con agredirlos a escobazos. Los portones
se dejaron abrir sin ninguna resistencia porque nada
tenían que ver con la huelga de los recolectores; si no
llegaban los camiones atiborrados de basura, tan lo
mismo daba que hubiera o no acceso al botadero.

Durante la semana de la huelga, muchos buzos


decidieron lanzarse a las calles de la ciudad dado que
los camiones y la basura, como si de repente un mar
abandonara sus playas, se habían ido, y el sustento
había que ir a buscarlo donde estuviera. Pero un buzo
en las calles de San José es un marinero en tierra:
andaban todos mareados.
Las lineales aceras y las calles irremediablemente
rectas les daban a los buzos una sensación de infinitud
que los descompensaba. Una acera o la del frente no
le decía lo mismo a los buzos que a los ciudadanos;
para ellos la red de calles no implicaba ningún principio
de orden, a veces se pasaban hasta una hora girando
en torno a la misma cuadra sin percatarse, a pesar de
que conocían bien la ciudad, Cruzaban cientos de
veces la misma calle, de una acera a otra, de una
acera a otra, sin mayor preocupación por los vehículos
105
que los lapidaban a bocinazos; se metían a los
establecimientos para nada, daban una vuelta dentro y,
o salían por sus propios pies, o los echaban a
empujones, porque sus esquemas de circulación
estaban programados sin calles ni aceras, ni
semáforos, ni gentes de la superficie. Al caminar en un
espacio abierto, los buzos reproducían los limites del
basurero y los pasos que allá debían dar para revolcar
varias veces en el mismo sitio. Cruzaban las calles,
caminaban en círculos con la manía como de gallina,
de remover el suelo con los pies; varias veces
caminaban veinticinco metros y se devolvían, chocaban
con la gente... Eran un desastre y ni siquiera se
percataban de que estaban borrachos o drogados, o
locos en el mejor de los casos; pero no había nada de
otras coordenadas, su vista estaba especializada y su
oído atrofiado. Su mareo de tierra lo provoca el
pavimento inamovible, su mirada extraviada de animal
salvaje puesto de pronto en la ciudad la provoca la
búsqueda de objetivos que, como pintados con los
transeúntes que se los brincan, los esquivan, los
detestan... pero no los ven, y los buzos llegan a formar
una unidad indisoluble con el bote de basura para el
que los ve comiendo directamente de la boca de un
estañón de basura; los buzos son eso con lo que nadie
desea tropezar.
106
Al cuarto día de la huelga de los recolectores, la
Municipalidad de San José inicio gestiones ante otros
concejos y el Ministerio de Obras Publicas y
Transportes para echar a andar un plan de emergencia
para recoger la basura de las calles de la ciudad. Se
calculaban en dos mil las toneladas métricas de basura
que ya estaban evocando al fantasma de la peste, y los
vecinos de la GAM seguían sacando la basura de sus
casas a las aceras donde los buzos, los perros y otras
plagas la atacaban. Muchos dueños de
establecimientos comerciales optaron por alquilar
servicios privados de recolección para deshacerse de
su basura. El operativo tuvo éxito... salvo el pequeño
detalle de que nunca se supo que hicieron con la
basura recolectada. La municipalidad adquirió
vehículos y trabajadores prestados quienes, bajo la
custodia de la Fuerza Publica, recogieron esa noche
unas cuantas toneladas y el viernes ocho de enero
llego a feliz termino la huelga de recolectores, cuyo
pliego de peticiones fue aprobado.
Un segundo después de recogido el ultimo
montículo d basura ya nadie recordaba ni la huelga ni
las calles atiborradas ni los humores de los
desperdicios, todo eso había sido enviado a Río Azul,
al gran botadero, para el solaz y la salud de los
ciudadanos.
107
El regreso de los camiones fue recibido con alegría
en el basurero. Todo había vuelto a la normalidad justo
cuando se comenzaban a agotar las reservas de los de
abordo.
En los periódicos atrasados llego también la noticia
de que el gobierno estaba estudiando catorce sitios
“ofrecidos por particulares y otras entidades” para la
ubicación del nuevo relleno.
De las catorce finalistas, la comunidad de Orotina
fue la primera en ser llamada y desfilo en traje de
gases lacrimógenos cuando la policía antimotines
enfrento a unos mil quinientos vecinos que bloquearon,
en señal de protesta, algunos puntos de la carretera
costanera que conduce a Quepos. Desde el sábado
por la madrugada, los vecinos colocaron camiones en
Cuatro Esquinas y en Pozon de Coyolar. Nadie se
hacia a la idea de un relleno a la vuelta de su casa, ni a
eso de que la basura viajaría kilómetros en tren hasta
el nuevo lugar de su descanso eterno. Los gases
lacrimógenos obligaron a los vecinos a refugiarse en un
salón a orillas de la carretera; luego se llego a un
acuerdo pacifico entre llorones y policías. El sacerdote,
presidente del comité cívico contra la instalación del
Relleno se quejo ante la prensa de haber recibido
gases a cambio de los refrescos que los vecinos le
108
habían ofrecido a los policías y aseguro que se estaban
tomando medidas por si el gobierno insistía en colocar
hay el basurero. A pesar de las imágenes de niños,
mujeres y ancianos, además de los hombres, afectados
todos por los gases y alguno que otro empujón por
parte de la fuerza antimotines,! Orotina estaba en pie
de guerra!
El gobierno dijo no entender la actitud de los
vecinos de Orotina, pues solo se había el nombre como
posible ganador, nada oficial aun... y suya en el
misterio el mutismo que tenia en vilo al país. Nada se
decía, nada de humo blanco... Des ves en cuando
alguna pronunciación a favor de transporta la basura
por vía férrea. El ministro de salud aseguro que el
basurero seria instalado en una comunidad de la que
nunca se había hablado, por eso “nadie se podía quejar
porque la propiedad no tenia caseríos cercanos, acepto
la casa de un peón”, (claro que quedo en el misterio lo
que habría dicho, si se hubiera tratado de la casa de un
millonario).
Las finalistas pasaron una semana entera con el
alma en un hilo. La Uruca, Orotina, la preferida del
jurado Turrucares, Turrubares, Atenas, pero no fue sino
hasta el quince que Esparza fue la que quedo con la

109
boca abierta cuando por decreto fue electa Miss Nuevo
Relleno Sanitario.
Los vecinos de Orotina gritaron y lloraron –llanto
natural, esta vez-, y se congregaron en el templo para
presenciar por televisión el discurso del ministro en el
cual, se les confirmo la exoneración de sus terrenos
como depositarios de lo que nadie quiere en sus casas.
El padre puso orden y dirigió un acto religioso de
acción de gracias por intervención divina en los asuntos
del gobierno.
A eso de la siete de la noche unos mil quinientos
vecinos de Esparza estaban en la carretera
interamericana protagonizando un bloqueo, pero la
fuerza la publica ya estaba ochocientos policías
antimotines y esperaban igual numero de efectivos. El
gobierno no estaba dispuesto a permitir la interrupción
del paso de esta carretera. Por su parte, los noticiarios
no dejaban instar a los pobladores de Esparza a
colaborar, a “se poner su actitud egoísta” pero el lugar
había sido elegido criterio más aya de lo lejano, un par
de Kilómetros, de las oblaciones cercanas. El estudio
de impacto ambiental no se había hecho. El presidente
dijo, como quien no quiere la cosa, el estudio un no se
había realizado pero que sus resultados serian
positivos...
110
-¡Vez!-, le dijo Unica Oconitrillo a Momboñombo
Moñagallo cuando el leía las noticias, -...si hay estudio,
pero esta sin hacer....-
Los diarios del diecisiete de enero amanecieron con
grandes titulares, pues la violencia había estañado en
Esparza. La fuerza de seguridad lanzaron contra los
vecinos granadas de gas lacrimógeno, e hizo su
aparición un tanque-bomba de agua, que seis meses
atrás aun dormía el seño de los justos en un rincón del
aeropuerto internacional. Veinticinco metros de altura
desde su punto más elevado llenaron de paniquico a
los vecinos que bloqueaban las calles. El tanque había
venido de Estados Unidos (¡quien lo diría!) hacia cosa
de veinte años, presto servicios de urgencia diez años
en el departamento de bomberos del aeropuerto Juan
Santamaría y fue dado de baja. Pero fue descubierto
por oficiales de policía inspirados en los programas de
televisión, y el gobierno le dijo: “!tanque, levántate y
anda!”, además de una inversión de dieciséis millones
de pesos en su reparación, en la reconstrucción de su
motor diesel de ocho cilindros, la caja automática y
reparaciones en la cabina para disparar agua desde
ahí, a través de una manguera muy gruesa, a
cuatrocientas libras de presión. Cuando el tanque
entra en acción lo acompaña un vehículo cisterna que
lo abastece con dos mil litros de agua. Los gases y el
111
duodinamico de los carros de agua despejaron el área
en cuestión en ocho minutos los vecinos huyeron
heridos, mojados, humillados y ofendidos, e intoxicados
por los gases al punto que fueron necesarias cuatro
unidades de las cruz roja para atenderlos. Entre los
perjudicados se contaba tres recién nacidos
aseguraron los diarios. Un reportero que había venido
cubriendo los acontecimientos desde días atrás,
aderezando la sin informaciones con criterios
personales no muy autorizados, fue alcanzado durante
el enfrentamiento por un proyectil contra su cabeza, y
le removieron la sangre junto con sus apreciaciones
personales.
Todo se lo leía en vos alta Momboñombo a Unica y
ella hacia un esfuerzo sobre humano sobre humano
para compartir la preocupación con su maridos sin
lograrlo del todo, en parte porque ya se le había
pegado el ‘carpe diem’ buzos desde hacia muchos
años...
-El señor preverá, Momboñombo, no te pongas así.
Vos sabes que así es todo en este país, un pleito, un
agarronazo y después todo sigue como si nada hubiera
pasado.-
-Deacuerdo. Unica, pero la diferencia es que hasta
ahora nunca habíamos visto que la policía utilizara
112
esos métodos para dispersar a la gente, ¿no oíste?, no
eran criminales los que estaban protestando, eran los
propios vecinos del lugar y habían mujeres, niños y
ancianos como voz y como yo, y los fumigaron a todos
porque de un día para otro les avisan que el nuevo
basurero lo van a tener en su comunidad, en Cabezas
de Esparza, como quien dice, Unica, en sus cabezas.
Yo te lo estado diciendo, nos van a echar de aquí y no
va ver para donde irse. Pero aquí nadie me hace caso,
todo el mundo esta ahí esperando que pase los
nublados del día y nadie se preocupa...
-Eso de los nublados del día se debe al nuevo
frente frío que amenaza al país...-, apunto El Bacán
quien leía sin entender mayor cosa de un diario de
esos días.
-Lo peor de todo es que en este enredo de lo de la
basura, todo el mundo tiene razón y todos están
equivocados. Mira, Unica, los vecinos de por aquí de
Río Azul San Antonio, Tirases y todos esos, tienen
razón llevan veinte años soportando esta barbaridad si
tregua...-
-¡Ay!, no sea ingrato Momboñombo no le digas
barbaridad ¿no vez que aquí vivimos? -, protesto
Unica.

113
-Tregua... tregua...tregua...-, se repetía fascinado El
Bacán.
-Si que lo digo barbaridad, porque si no, decime
¿cómo se le puede llamar a eso de vivir entre la
basura?, y no me digas que es yo no soy un buzo
profesional y que todo eso es porque todavía no me he
acostumbrado... Pero bueno... Después, por otro
lado,, cada día hay más basura y no hay donde botarla
y la gente le exige al gobierno una solución inmediata y
el gobierno dice que no hay plata como reciclar la
basura que seria lo más lógico...-
-Lógico..lógico...lógico...-
-... Pero si hay plata para hacer un tanque-bomba
del tamaño de un dinosaurio... Si si, Bacán, ya se,
“Dinosaurio...Dinosaurio...Dinosaurio”.-
Y ahí siguió el viejo con su cháchara, hablándole a
El Bacán porque Unica ya se había hastiado de
escucharlo y se había ido a sus quehaceres. Tenían
que reorganizarse después de lo de la huelga de los
recolectores, que además de lograr su objetivo, había
dejado que toda la basura de una semana se pudiera
en las calles de San José y, aunque parecía un chiste
de mal gusto, su hedor era desagradable aun en el
basurero.

114
Momboñombo Moñagallo se estaba obsesionando
con el tema del basurero; andaba malhumor esos días
y comía menos ante los ojos preocupados de Unica,
que opto por esconderle los diarios, pero llegaban
tantos ejemplares cada día, que era casi imposible que
no los leyera.
-¡Es que así son todos los hombres.. entre más
viejos más necios!...-
-¡Te oí, Unica, te estoy oyendo!, pero el día que nos
vengan a sacar de aquí y nos pongan en media calle
sin techo y sin sustento, vas a ver, y vas a tener que
decir... ‘Momboñombo tenia razón’; pero como uno aquí
es como un muñeco pintado color de hormiga; por un
lado, el gobierno no da el brazo a torcer: que reciclar
costaría un ojo de la cara, por otro, el Ministro de
Seguridad promete mano firme, por otro, los vecinos de
Esparza dicen que van a seguir metiendo cabeza hasta
lograr algo, por otro, el resto de los ticos se pasa el
problema por el culo, por otro, todos dicen que el
Presidente metió la pata, por otro, todos el mundo esta
hasta el cuello con la basura, por otro, todas las
comunidades zafan el lomo cuando les hablan del
relleno, finalmente, todos dicen que tendrán que pasar
sobre sus cadáveres para ponerles el basurero en su
vencidario, y nosotros estamos hasta la nariz de
115
porquería... Como ves, Unica, no se ha quedado quien
no tenga involucrada alguna parte del cuerpo en el
problema.-
-¡Momboñombooooo, callaaaaate, ya no te
agauntooooo!- Y el viejo se levanto y salió del tugurio
refunfuñando y pensando que tal vez era cierto que aun
no se había convertido en un buzo autentico, que
todavía le quedaba un gramo de conciencia para
detenerse a pensar que lo del relleno en Esparza era
una locura, que le saldría carísimo al país, que aquello
iba aparar en un montón de pequeños rioazules por
todo San José en los llamados ‘centros de
transferencia’ como explica el periódico, es desde
donde cada comunidad va a empaquetar la basura
para enviarla ala Estación del Pacifico donde nuestro
desvencijado ferrocarril la llevara a pasear por todo
lado hasta llegar a Esparza, donde... ¡Como no se
venga otro terremoto y reviente el relleno y quede todo
el mar lleno de porquería... ,o no se vuelque el tren...!,
y...El viejo alzo la vista en ese momento. Era ya tarde
noche y había luna. Una luz pálida simulada las
fosforescencias de las olas del mar conforme la luna
cruzaba el basurero en una lenta consumida de
brazadas impasibles, que clarifican la turbulencia y
daba la impresión de que se le podía ver el fondo al
estanque de las ilusiones vanas, al paso de Selene
116
desnuda. Momboñombo se quedo como hipnotizado
viendo el paisaje nocturno en la quietud de una de esas
noches sin camiones recolectores ni la ubiquidad de los
buzos. Silencioso y sin luz artificial, hasta el basurero
adquiría cierto encanto apocalíptico donde miles de
luciérnagas sin intermitencia, igual una lata de gaseosa
o la envoltura de los cigarrillos, o una moneda, o el
tesoro sumergido de un galeón, recolector fantasma de
las basuras de los tiempos, navegando solo para que la
historia tu tuviera donde botar lo que le estorbaba.
Todo brillaba diafanamente atravesando con su luz
el hedor, como con un filo sin daga.
El viejo contemplaba de cuclillas, luego avanzo un
poco hasta uno de esos troncos de playa desde donde
se mira al mar, un estañón hundido a lo largo a lo largo
hasta la mitad. Se sentó y se le apaciguo el espíritu.
En eso sintió el abrazo de Unica, que había salido a
buscarlo envuelta en su cobija.
Antes de abrazarlo lo había observado un rato. Se
envolvieron ambos en la cobija y se quedaron mirando
lo que parecía ser un pesquero en línea del horizonte.
Ella se agacho a alcanzar una lata de coctail de frutas
que flotaba por ahí y se llevo al oído, después se la
puso a Momboñombo en su oreja para que escuchara
dentro el eco de las olas...
117
-Dicen...,- le dijo Unica, -que si uno se pone un tarro
en la oreja puede oír el ruido de los tractores.-
El tiro lejos el tarro y se besaron salobremente,
como saben las bocas de los que se besan en el mar.
Los Moñagallo regresaron reconciliados con el
mundo a su catre matrimonial a tratar de dormir el resto
de la madrugada para reponer fuerzas que serian
necesarias en la india del día siguiente.
Los días se pasaban hasta de tres en tres sin que
hubiera forma alguna de enfilarlos en el mecanismo
rígido de la semana, sobre los rieles de los meses, en
la ruta de los años. Momboñombo siguió leyendo los
diarios, pero trato de hablar menos de la cosa,, sobre
todo con Unica porque no quería hacerla sufrir, no con
el problema, pues nadie sufre lo que no vive y,
definitivamente, Unica estaba tan al margen de la
información que lo que el le leía le parecía como si se
tratara de otro basurero, en otro país y en otro planeta.
Pero enero no se fue invicto... los vecinos de Esparza
anunciaron que el documento legal recurso de amparo
en la Sala IV; también amenazaron con tomar fuertes
medidas si el gobierno no deponía el decreto.
Por su parte, el gobierno había adjudicado la
construcción del relleno a una compañía extranjera, y a

118
esas alturas ya se estaban iniciando los tramites para
empezar lo estudios de viabilidad del proyecto, con una
inversión inicial de entre cuatro y cinco millones de
dólares, para una virtual vida útil de treinta años del
relleno, y para beneficio de los trece cantones de San
José y cuatro de Cartago; pero a costo de la imagen y
los problemas ambientales, por añadidura, de la
comunidad de Esparza.
Para un bando la cuestión se reducía a que algo
había que hacer con la basura; para el otro, que fuera
lo que fuera no podía ser en nuestra comunidad,
porque además... ¿A cuenta de que tenemos los
esparzanos que tragarnos la basura de San José y
Cartago?, si ya tenemos suficiente con el mar, que lo
tienen hecho un basurero al pobre...”

V
Le daba miedo... A veces le daba mucho miedo.
Sobre todo cuando se le ocurrían esas cosas mientras
estaba buceando. También le daba mucho miedo
cuando se descubría a si mismo después de un par de
horas de buceo y se encontraba con un extraño que
119
había buceado automáticamente, mecánicamente,
como se debe bucear, porque como buceaban todo
ahí, o casi todos, o algunos, porque como dicen que
‘cada cabeza es un mundo’ tampoco podía el asegurar
que nadie pensara en algo por simple que fuera
mientras buceaba. Pero el los veía a todos y en todo
veía esa misma expansión en la mirada, todos, todos,
desde su Unica Oconitrillo, hasta el buzo que le
resultaba más desconocido.
Ahora podía distinguir entre un mendigo y un buzo
sentados uno al lado del otro en sus harapos: el
mendigo alza automáticamente la mano con la palma
hacia arriba. El buzo la baja con la palma hacia abajo y
los dedos como independientes, listos para agarrar. La
mirada del buzo esta conectada a su mano; la del
mendigo esta dirigida hacia aquel a quien apunta su
suplica. Pero en apariencia, los dos son idénticos, y
como ambos son flora intestinal en el digestivo de la
sociedad que poco ha ido perfilado como su cometido
el fagocitarlo todo para después hacerlo mierda, el
mendigo es una parásita que espera paciente la savia,
mientras que el buzo es una planta carnívora
despidiendo el aroma que atrae a las moscas, tomando
sin pedir lo que la gente desecha...

120
Pero a Momboñombo Moñagallo le daba mucho
miedo porque lograba intuir que estaba elucubrando
sus ultimas ocurrencias, que poco a poco se le iría
incorporando más y más comportamientos delos buzos,
y el más alarmante era ese... el de bucear horas de
horas con la mente en blanco, con los cinco sentidos,
uno en cada dedo, aguzados pensar con la mano que
revolcaba entre la basura. La mano había aprendido a
ver con ojos de rata, a oler con percepción de zopilote,
a degustar con lengua de mosca, mientras allá arriba
en su cabeza, el oído se cerraba con la ignición del
motor de los tractores, el olfato había muerto hacia
varios meses, los ojos dormían abiertos una suerte de
vigilia de zombie de la que cada vez resultaba más
difícil salirse. Se estaba volviendo cómodamente
autista durante las jornadas laborales y solo de tarde,
casi noche, le empezaba a interactuar con su familia.
Le llegaban destellos de conciencia y se estremecía del
mido de haber muerto ya hacia cinco meses y llevar
ese tiempo de huésped del infierno; pero algo lo hacia
desechar su teoría: en el infierno no podía haber tanta
ternura hirsuta, ni cariño en bruto de parte de su
esposa y su hijo ni la amistad que le prodigan los pocos
de abordo, ni la indiferencia de los muchos de los de
paso.

121
-Unica, me esta empezando a picar el culo...
Vamonos de aquí antes de que nos echen, porque que
nos echan nos echan.-
Pero ella siempre lo consolaba diciéndole que no
empezara otra vez con eso, que no los iban a echar,
que ¿adonde irían?, que eso era el único hogar que El
Bacán había conocido en toda su vida, que ahí se
quedaría la Llorona y nadie la iba a cuidar...
-El Oso Carmuco la va a cuidar... ¿O no te has
dado cuenta como la cuida a veces en su casa...?
-¡Ay, que Momboñombo este más mal pensado!, el
lo que cuenta es que la confiesa y a ella le gusta...-
-¡Por favor, doña Unica Oconiitrillo!, no me
decepciones... ¿Acaso no te has dado cuenta de que
la confiesa do o tres veces por semana?-
-¿Y eso que tiene de malo?-
-De malo no tiene nada, lo que a ella le gusta es la
penitencia.-
-Cállese, Momboñombo, que lo va a castigar Dios
por hablar así.. Además, ella esta loca y favor que le
hace si hace eso que estas diciendo.-
Y Momboñombo se mordió la lengua.

122
La clausura del botadero estaba volviendo a ser
noticia pero esta vez para comenzar la marcha de su
demora.
El Presidente se había comprometido a que el
nuevo relleno comenzaría a funcionar el primero de
junio y los vecinos de Río Azul a cerrar el viejo
basurero el treinta de abril; pero las reparaciones en la
vía férrea, en el tren, en el terreno de la finca en
Cabezas de Esparza, y un sin numero de detalles y
millones de pesos, hacían previsible la imposibilidad de
su cierre para esa fecha.
Por eso entonces de su segundo frente frío al país
a menos de quince días de concluido el anterior que
registro temperaturas de hasta trece grados
centígrados en el Valle Central y, de nuevo, El Bacán
se quería volver al revés de los ataques de tos. El frío
le afectaba y le debilitaba sus ya de por si débiles
pulmones. Unica se pasaba la noche en vigilia
friccionándolo con los ungüentos rancios y los
bálsamos añejos que recogía, pero El Bacán solo
lograba dormir si le calentaban el pecho con agua casi
hirviendo en una bolsa de hule para ese efecto, que
llego sin su tapa al basurero.
Unica se las ingeniaba para taparla con un tapón de
corcho envuelto en un pedazo de plástico asegurando
123
con ligas, pero una vez el tapón había cedido y a eso
debía la cicatriz de quemada sobre el hombro derecho
del niño, desde entonces había que esperar a que
estuviera muy cansado ya para ponérsela sin que se
negara.
A Unica también le afectaba el frío, pero en sus
piernas, y a veces hasta pasaba renca durante todo un
frente frío sin dejar por ello de bucear a diario.
-Hasta el frío nos jode en este lugar...!Quien lo diría,
que en el mero infierno íbamos a tener que calentar
agua para un resfrió...!
Pero la responsabilidad de cuidar a la familia
inyectaba nuevas fuerzas en el aprendiz de buzo. Era
como si eso lo sacara del letargo en el que caía los
más de los días, idénticos a si mismos como latas
comprimidas.
E año había empezado frío, como con ganas de
seguir en las mismas del anterior; pero durante febrero,
el tema del basurero iba dejando de ser febril. Se
hablaba más de las posibilidades de reciclaje, pero solo
a un nivel meramente teórico, con esas cifras que nadie
puede entender, como eso de que en Costa Rica se
desperdicien tres millones de botellas plásticas por
mes... ¡Treinta y seis millones de botellas plásticas al

124
año... coño! Eso quien lo entiende, porque nadie las
puede ver todas juntas. También se hablaba de la
cloaca a cielo abierto en lo que se habría convertido las
redes hidrográficas de la GAM, y de los ríos Maria
Aguilar, Virilla, Torres, Tiribi, Segundo, Grande, Ocloro
y Tarcoles, así como las quebradas Lantisco, Negritos,
Bermúdez y Rivera, que cruzan Alajuela, Heredia y San
José, que sencillamente estaban agonizando. Todo
tipo de desechos iban a parar a ellos sin reparo alguno:
llantas de autos, la mierda de todos, las mieles del café
de las industrias cafetaleras que significan el sesenta
por ciento de la contaminación fluvial, los desechos
químicos, los casi mil galones de bunker, que en un
accidente fueron a parar a la quebrada Rivera y
provocaron un incendio.... ¡se nos quemo un río!...
Todo ello hacia pensar a Momboñombo que cualquier
parte del país a donde huyera con su familia seria igual
que estar en casa, porque al fin y al cabo, todo el país
se estaba convirtiendo en un basurero y no había ya ni
un solo habitante que pudiera jactarse de no tener algo
de buzo aun en lo más intimo de su corazoncito,
porque todos, absolutamente todos, nos vemos
obligados a bucear en las profundidades del humo de
los escapes en busca de un poco de aire para respirar;
todos, absolutamente todos, nos vemos a bucear en las
profundidades de las aguas contaminadas en busca de
125
algo beber; todos, absolutamente todos, nos vemos
obligados a bucear entre la basura que hablaban los
políticos en busca de una actitud sincera que reflexione
auténticamente. Pero ya estaba llegando el momento
en que Momboñombo Moñagallo olvidaba casi
inmediatamente las ideas que le venían a la cabeza; a
menudo le sucedía que en instante mismo en que se le
enmarañaba en la lengua y terminaba por no decir
nada más que un enredo de murmullos que se callaban
cuando Unica se desesperaba y le gruñían un “deja de
hablar con el diablo, carajo.”, y surtía el efecto de un
exorcismo porque el viejo como que reaccionaba y se
le ordenaban un poco las ideas.
-¡Cada día me vuelvo más bruto...!-
-Mejor, así se sufre menos...-
Pero mal consuelo era atisbar que ya no llegaría a
encontrar entre el basurero de las palabras, la poesía
reciclable de decir simplemente que no estaba de
acuerdo en reducir todo, naturaleza y todo, a la mínima
expresión del desecho irretornable.

Momboñombo Moñagallo se propuso hacer algo


antes de que el gran botadero se tragara también su
conciencia; se propuso salir de ahí, sacar a su familia,
126
dar la lucha, erradicar el buceo... en fin, se estaba
poniendo senil.
No escatimo esfuerzos por explicar la situación a
los buzos de la manera más clara posible. Sin
embargo, y por más que todos insistieran en que si
comprendían la cosa, algo en sus caras, o más bien en
sus ojos no dejaba de preocuparlo. Ellos no estaban
entendiendo lo grave de los acontecimientos; para ellos
la cosa se limitaba a una rabieta más de la comunidad
de Río Azul y como siempre, la policía llegaría a poner
todo en orden y ya, todo en el basurero volvería a su
inmundo cauce.
Momboñombo decidió dejar de hablar y comenzar a
escribir. El nunca le había escrito una carta a nadie ni
la había recibido de nadie. Había leído, eso si, la
correspondencia escogida de Hesse, alguna que otra
carta que escribiera o recibiera Neruda y una carta por
ahí y otra por allá de las que circularon entre los
literatos, por lo que tenia en alta estima el arte de la
correspondencia, pero el nunca había escrito ni
siquiera un telegrama, lo cual no fue óbice para que
tomara algo del dinero reunido en esos días y se
dirigiera a la pulpería. Volvió con un cuadernillo
escolar de veinte hojas de caligrafía, porque no había
otro, y un lapicero azul; se acomodo en casa del Oso
127
Carmuco porque ahí no llegaría El Bacán a interrumpir
ni a demandar atención y porque el Oso Carmuco
había rescatado hacia tiempo un escritorio de madera
de esos que usaban antes en las escuelas y que ahora
son cotizadas o por los coleccionistas de antigüedades,
o por los recolectores de basura. Se sentó
cómodamente en una silla improvisada y escribió algo
así después de la fecha:

“Estimado Señor Presidente de la Republica: Muy


respetuosamente le mando esta carta para ponerlo al
tanto de un gravísimo problema que usted ya conoce.
Mi nombre es Momboñombo Moñagallo, o mejor
dicho, mi nuevo nombre, pues lo uso desde el día en
que me vine a vivir aquí al precario de Río Azul entre
la comunidad de los buzos.
Nunca antes había escrito una carta, ni una carta ni
gran cosa. La ortografía va de memoria, eso si todavía
no me falla, y las oraciones ahí van, como Dios quiera.
Por lo que he estado leyendo los últimos meses de
la clausura del basurero, me veo en la necesidad de
hablar en nombre de los que conformamos la
comunidad de los buzos. Como usted ya sabe,
habemos cientos de personas que vivimos de lo que la
128
gente bota a la basura y aunque como dice doña Unica,
mi mujer, que más de la mitad de lo que l agente bota
no es basura, sea como sea, la verdad es que nosotros
vivimos de eso.
No es que nos opongamos al cierre del basurero,
no estamos ni a favor ni en contra, sino todo lo
contrario.
Nosotros estamos de acuerdo con los vecinos de
Río Azul y San Antonio de Desamparados, ya aquí no
se puede vivir de la hediondez y el mosquero.
Pasamos enfermos todo el tiempo, El Bacán, mi hijo
adoptivo, padece de un asma que ni para que le
cuento, a veces no nos deja dormir de los ataques que
le dan, y eso es por vivir aquí en el precario porque
nunca hay aire puro para que corra y juegue. Mire,
Señor Presidente, yo nunca había padecido de nada,
solo una vez tuve una gravedad pero eso fue hace
muchos años y ya ni me acuerdo de que fue, pero
apenas me vine a vivir aquí padezco de los bronquios
que es un gusto y me salen salpullidos por todas partes
y eso es porque aquí el aire es malsano.
Entonces, para que usted vea, soy de la opinión de
que el basurero hay que cerrarlo, pero es que no es
ese el problema, el problema es que, y no se si usted
ya se ha puesto a pensar en eso, el problema es que
129
¿qué vamos a hacer nosotros? ¿de que vamos a vivir
cundo el basurero la cierren?, porque seria muy fácil
decir que es que nos vamos a cambiar de casa, que
ahora vamos a vivir en Esparza o en Puntarenas, o
donde pongan el basurero, pero como usted sabe,
porque lo dicen los periódicos todos los días, el
basurero va a ser privado, o sea que lo más publico del
mundo que es la basura, ahora resulta que va a ser
privada y dicen que no nos van a dejar ni vivir ahí, que
seria mucho mejor que aquí porque el mar esta cerca y
el aire del mar es bueno para los bronquios, ni nos van
a dejar ir a bucear allá, y es que no es ese el problema,
el problema es que si existiera otra cosa que nosotros
pudiéramos hacer para ganarnos el pan, pero mucha
gente aquí no sabe ni leer ni escribir ni hacer otra cosa
que rebuscarse una platilla con lo que se encuentran
en el basurero. Yo le escribió esta cartas porque
aunque usted dice que el basurero de Río Azul esta tan
solo a cinco Kilómetros de Casa Presidencial y que ahí
no ha pasado nada, tal vez usted no sepa lo difícil que
es para nosotros ganarnos el pan. Los que vivimos
aquí tenemos que aguantarnos el mal olor y las
cochinadas de los zopilotes, las moscas y las
cucarachas que son peores, porque por lo menos las
moscas duermen, pero las cucarachas trabajan jornada
continua y hay de noche y de día. Y los que bucean
130
por las calles de San José, no solo se tienen que
aguantar que de todo lado los corran porque riegan la
basura, sino que también viven respirando el humo de
los carros y esa es otra porquería que enferma al
agente.
Mire, Señor Presidente de la Republica, el caso es
que no esta bien que hayamos personas que tengamos
que vivir entre la basura, pero tampoco es el caso de
que a todos va a estar en manos de la empresa
privada. Yo he oído eso de que la empresa privada
produce libertad y no estaría nada mal que nos
liberaran de vivir aquí como presos, porque nuestra
única falta es hacer nacido pobres, pero tampoco se
puede decir que uno es libre si se esta muriendo de
hambre. Yo he leído muchas veces eso que dijo San
Guineti de que donde hay un costarricense, este donde
este, hay libertad, y será que yo no soy muy religioso
que digamos pero yo a ese santo no lo conozco y por
eso me atrevo a contradecirlo, porque aquí habemos
muchos costarricenses y ninguno es libre, todos
pasamos más penurias que los que están en la peni y
todos somos más esclavos de lo que usted se imagina,
es como si estuviéramos amarrados de pies y manos a
este basurero y ahora que los periódicos dicen que lo
van a cerrar, imagínese usted, es como si de pronto
Dios mandara a decir que va a cerrar el mundo y que lo
131
va a pasar para Marte, imagínese usted, que haríamos
nosotros. Usted me podría decir que ya hay cohetes
para ir a Marte, pero y si el mundo que va a abrir allá
fuera privado, ¿qué? Porque nosotros también tenemos
pies como para ir caminando hasta el nuevo basurero,
la cosa es que si no n os van a dejar entrar ¿para que
nos sirven?
Yo soy un caso aparte, yo me vine a vivir aquí en
parte porque me dio la gana, yo me bote a la basura,
pero aquí hay tanta gente, como El Bacán, por ejemplo,
que nació aquí y este es el único mundo que conoce.
¿Qué va hacer El Bacán?, lo único que el sabe hacer
es leer, ¿de que va a vivir cuando le faltemos Unica y
yo? Y así hay tanta gente que sólo vive de los que los
demás botan no se si me entienden, yo les digo que tal
vez hablando con usted algo se pueda hacer, yo les
digo que yo hasta conocí a su papa, que tal vez usted
me quiera escuchar porque aunque estemos tan cerca
de la casa presidencial yo se que hay cosas que no ven
si uno no afina el ojo y cosas que no se huelen si uno
no afina la nariz.
Tal vez lo que nosotros necesitamos también sea
una de esas famosas movilidades laborales de las que
tanto hablan los diarios, para que nos pongan a trabajar
en otra cosa y nos den garantías sociales, porque por
132
aquí no se arrima nunca un medico ni un trabajador
social, aquí no se arriman ni siquiera esos panderetas
que andan en los buses hablándole ala gente de la
perdición de sus almas, mientras hay aquí cientos de
almas que se están muriendo pero de hambre y de
asma. Tal vez si usted nos consiguiera trabajo en otra
parte donde nos enseñen a hacer algo útil, claro, y
mientras nuestros niños pueden ir a la escuela, y que
nos den una casita humilde pero por lo menos mejor
que los cartones y las latas de cinc en las que vivimos,
y entonces si quieren privatizar la porquería que la
privaticen, pero sin dejarnos sin sustento a todas las
personas que vivimos aquí.
Usted podría pensar que qué nos va a poner a
hacer, si no sabemos hacer nada y que como nos van
a dar casitas a nosotros que todo lo destrozamos para
venderlo; pero piense primero que nada de eso lo
hemos hecho los pobres por malos que somos o por
mal agradecidos, no cuando un pobre hace eso con la
casa que le regalaron, es sencillamente porque no
sabe hacer otra cosa, eso lo hace como por un instinto
pero no natural sino aprendió, yo se que no hay
instintos aprendidos, pero le pongo el ejemplo porque
yo creo que así es como funciona la cosa, como un
instinto aprendido. Pero si usted nos consiguiera
buenas condiciones para que no tuviéramos que hacer
133
esas cosas, yo le garantizó que algo bueno podría salir
de todo esto, sobre todo porque esta gente de aquí es
gente que si se adaptaron a vivir entre la basura, ya no
hay a que no se puedan adaptar y es solo un poquito
de educación lo que necesitan. Yo que ya llevo varios
meses viviendo entre ellos le podría ayudar, con mucho
gusto, a ver por donde comenzamos a educar a esta
gente, porque son buenas persona, lo malo es que se
visten muy feo y no se bañan y huelen muy mal,
aunque ya a mi no me huelen a nada, pero eso no es
culpa de nosotros porque aquí ni agua hay, pero si
usted los conociera vería que yo tengo razón y que no
es justo que hayan gentes que tengan que vivir así. Lo
demás me gustaría decírselo personalmente, por lo que
espero que uste nos conteste pronto esta carta y nos
escuche.
En espera de su amable atención se despide.

Momboñombo Moñagallo.”

El viejo salió tan contento de lo del Oso Carmuco


que apenas se aguantaba las ganas de decirle a toda
la comunidad que ya estaba resuelto el problema.

134
Se envalento, tomo un poco más de menudo y salió sin
decir nada a nadie,; eso si, se lavo los dientes antes de
partir.
Bajo la cuesta, paso el puesto de vigilancia de la
entrada, saludo a los guardias, camino pasando la
mano por la malla del patio de la escuela y llego por fin
a la parada del bus de San Francisco-Río Azul; espero
cuarenta y cinco minutos y lleno de emoción tomo el
autobús sin percatarse de las miradas de repudio de la
gente.
El viejo iba sentado en el primer asiento y sentía de
pronto como pequeños mareos de puro
desacostumbrado que estaba a eso de andar en bus.
Escucho atentamente un barullo que se le coló por el
embudo de los oídos... ¡era música! No escuchaba
música desde el día de su llegada al precario; se
emociono más aun: -¡Un bolerazo de mis tiempos!...-
El viejo hasta el centro de San Francisco de Dos
Ríos se le hizo eterno de la premura. Se bajo, cruzo la
calle y espero otra media hora el autobús de la
periférica que lo llevo a trompada de loco hasta Zapote,
donde se bajo y comenzó a caminar hacia Casa
Presidencial.

135
Una vez enfrente de los grandes portones negros,
Momboñombo pidió a los guardias que lo dejaran entrar
porque tenia una carta muy importante para el
Presidente. Pero los guardias solo vieron a un viejo en
harapos, maloliente y desaliñado, con un mugriento
cuadernillo en la mano. Les hizo gracia, pero solo le
dijeron que no era posible porque el Señor Presidente
estaba muy ocupado, que volviera otro día. Sin
embargo, ante la insistencia de Momboñombo, los
guardias aceptaron entregarle personalmente la carta
al Presidente y el viejo lo agradeció en el alma.
Regreso a pie; el precio de los pasajes era
exorbitante para un buzo. A la vuelta encontró a Unica
desconsolada llorando porque Momboñombo se había
ido para siempre, pero apenas lo vio comenzó...
-¡Vos lo que queres es volverme loca!, a ver,
¿adonde diablos andabas?, todo el día quien sabe
donde y uno aquí preocupada pensando lo peor....-
Pero el viejo venia de tan increíble buen humor que
ni se impaciento con la regañada de que estaba siendo
objeto; se sentó y comenzó a contarle a la concurrencia
su ocurrencia, y como esperaba respuesta a su carta
muy pronto, apenas la leyera el Señor Presidente.

136
Para todos, aquello sonaba poco menos que
estrambótico, más aun, sin pies ni cabeza; hasta ellos
que se mantenían a una distancia prudente de lo
socialmente aceptable, consideraron una demasía del
viejo lo de la carta, pero no dejaban de sentir orgullosos
de que Momboñombo quisiera defenderlos en caso de
un eventual ataque contra el basurero, como lo
entendieron ellos, sin llegar a percatarse siquiera de
que Momboñombo estaba totalmente de acuerdo con el
cierre y la desaparición de este. Eso no había quedado
claro. La parte de la propuesta de un cambio de vida
para los buzos ni siquiera la escucharon; pero las
actitudes de apoyo le levantaron el animo al viejo hasta
el punto de sentirse redentor de aquella estirpe paralela
a la humana.
Única le propuso un trato, o una prueba de fuego
más bien...
-Ahora que mandaste la carta, Momboñombo,
prométeme que te vas a sosegar, que vas a dejar de
andar por ahí con cara de bobo pensando solo en
desgracias y que vas a trabajar con gusto porque el
trabajo es sagrado...-
Y el acepto: se aguanto los colores de marzo sin
decir nada y extraño las lluvias de octubre y noviembre,
mientras veía con nueva preocupación que no habría
137
de ser necesaria la clausura del basurero de
contaminar el clima así, simplemente este se
evaporaría un mediodía cualquiera en un flato
amarillento que oscurecía la luz del sol un instante
mientras terminara de atomizarse. Extraño las olas
frías de enero y febrero mientras buceaba a pleno sol
de la mañana porque de no ser por su sombrero de
lona, ya se le habría derretido el seso, le decía a Unica,
recordando a alguien que fingió haber creído lo mismo
un día que se le derritieron unos requesones que en
broma habían puesto en su yelmo.
El calor secaba y reventaba la tierra del basurero
dejándola hecha una red de grietas por donde se
escapaban a veces pocos de gas atrapado en el
subsuelo. Lo derretían todo, alborotaba los humores
fétidos de las cosas en proceso de descomposición,
multiplicaba al infinito el numero de moscas que
revoloteaban desde siempre por ahí, rechinaba la piel
de los buzos y secaba la argamasa de polvo, sudor y
mugre que los curtía; alborotaba la sed también y hacia
tan evidente la ausencia de sombras en el basurero,
que los buzos habían llegado a elaborar una suerte de
tiendas de campaña con sus sabanas y los trapos que
hallaban, de modo que cada cierto tiempo se iban a
meter ahí para evitar la insolación. Hasta el Oso
Carmuco se desembarazada de su trapo púrpura por
138
esos días para sobrevivir al calor y volvía a sus
harapos de civil, con la certeza de que todo el mundo
comprendería.
Para su tranquilidad, Momboñombo, durante el mes
de marzo no encontraba mayor información en los
diarios; el tema del basurero se había calmado bajo el
entendido de que el treinta de abril estaría cerrado para
siempre, por lo que las esperanzas del viejo lo llevaban
a ocupar su mente volátil en las ocupaciones futuras de
los buzos una vez que se hubiera operado el milagro
de la multiplicación de la justicia y su reisercion social.
El pensaba que El Bacán aprendería rápidamente
en la escuela... bueno, ya estaba un poquito crecido
para la escuela, pero en una de esas que funcionan de
noche... eso, claro, si Unica lo permitía, que era lo que
estaba difícil. También se llegó a imaginar que el
Seminario haría maravillas en la formación del Oso
Carmuco.
-¡Te imaginas, Unica!, vos y yo en una casita
propia, con jardín y de todo... porque todavía podemos
trabajar mucho tiempo. Todo es cuestión de que el
gobierno nos de un empujón y...
-¿De que estas hablando, Momboñombo?-
-¡Pues de la carta!, ¿de que otra cosa iba a ser...?-
139
Pero marzo, perecedero y biodegradable, cumplió
el promedio de vida normal de un mes cualquiera y
murió heredándolo a abril sus tareas inconclusas...
La respuesta no llego, como era absolutamente
previsible, y Momboñombo no dejaba de atribuírselo a
la negligencia de los guardas.
-Tuvieron que ser ellos, porque si el Presidente la
hubiera leído, nos habría contestado hace tiempo.
Pero ellos no se la dieron, Unica, fue culpa de ellos...-
-¿Y no seria que no te lavaste los dientes ese día,
antes de ir a hablar con ellos?
-¡Pero claro que me los lave, y dos veces!, Lo que
pasa es que me lo ven a uno pobre, entonces no le dan
importancia...-
-¿Y no seria que pusiste alguna grosería en la carta
y el Presidente se resintió con vos?-
-No, no nada de eso. Si vieras lo que me costo
acordarme de las palabras de domingo para que me
quedara bien bonita. Lo que pasa es eso, que antes
uno podía ir a buscar al Presidente y hablar con el
porque te lo encontrabas en pleno San José
discutiendo con los ciudadanos las cosas del país...-

140
-¡Ay, Momboñombo!, pero vos estas hablando del
año del pedo, ¿Cuánto hace de eso?, ¿de cual
presidente estas hablando?-
-De cualquiera, Unica, la cosa es que antes si se
podía pero ahora, si uno no tiene plata no es nada...-
-Eso si que no, no es hora, eso ha sido así siempre
desde que el mundo es mundo y lasa cosas no van a
cambiar solo porque a vos se te ocurre.-
-¿Pero, que le cuesta?, Unica, ¿qué le cuesta venir
un día a hablar con los pobres, no con los vecinos de
Río Azul nada más, sino también con nosotros? Tal
vez si viniera se daría cuenta no solo del problema de
que nosotros tengamos que vivir aquí, sino también de
que son cientos de familias las que viven mal. Debe
ser que el nunca las ha visto, porque yo estoy seguro
de que si las viera se le oprimiría el corazón y algo
trataría de hacer...-
-Bueno, pero, y ¿si si leyó tu carta y sencillamente
no te quiso contestar?, porque vos no te has puesto a
pensar en eso, solo le echas la culpa a los guardias y
tal vez los pobres hasta se la fueron a dejar
inmediatamente. O tal vez que no ha tenido tiempo de
leerla, pero ya la tiene entre las cosas que va a leer...
¿Por qué no le das más tiempo, otro mes?-

141
-Ya se acabo el tiempo, Unica, y no para el tiene
todo el tiempo del mundo. El tiempo se acabo para
nosotros... Todo esta consumado, el relleno se cerrara
el treinta de abril así vos lo creas o no, porque ya no se
trata de un acto de fe. Los vecinos ya no pueden
aguantar más, se les enferman los chiquillos, todo se
les ensucia y se les contamina, y eso que ellos no viven
aquí directamente, ahora imagínate como debemos
andar nosotros por dentro... ¡te imaginas si nos sacaran
una radiografía...!, seguro saldrían puros zopilotes todo
encandilados con los rayos x.
E tiempo se nos acabo, la mierda ya le llego a la
nariz a todo el mundo. Los vecinos de Río Azul tienen
razón, los de San Antonio de Desamparados también y
los de Esparza ni se diga, porque allá la cosa apenas
va a comenzar y nadie sabe como va a ser. Ahora lo
que sigue es el ‘dime que te diré’ entre el gobierno y los
vecinos de Esparza, porque, como ellos dicen, “si el
relleno sanitario va a ser tan moderno y no le va a
causar molestias a nadie, entonces ¿por qué no lo
ponen en San José y con eso no tienen ni que gastar
en transporte?”, ah, pero no, ahí hay gato encerrado,
Unica, por Dios, por algo no lo ponen aquí en ‘Chepe’,
porque si no, cual seria el inconveniente, si da lo mismo
que este en Esparza que en la sabana, si total, no va a
molestar a nadie... Eso es lo que la gente no termina
142
de entender. Además de eso, claro, esta la cosa de
que ¿a cuenta de que tienen ellos que aguantarse la
basura ajena?, porque es como cuando, no se si vos te
acordas, los gringos querían venir a botar su basura
aquí a Costa Rica, y eso si era cosa seria, Unica, era
un barco del tamaño de San José que iba a venir hasta
la mierda de basura... y ¿qué?, que la gente se paro de
pestañas y nadie acepto... bueno, hasta donde se
sabe, porque aquí llega tantísima basura en ingles que
a lo mejor si aceptamos sin darnos cuenta.-
-Ah, Momboñombo, a veces te oigo hablar y me
parece que estoy oyendo aun comunista...-
-¡Que comunista ni que mi agüela!, no sabes vos
que hasta los rusos se tiraron a la basura y ahora lo
que tienen es un viejo gordo que lo único rojo que tiene
son los cachetes, que cambiaron a la mama por un
burro... pero ¿qué vas a saber de esas cosas....?
Yo lo único que vengo diciendo desde hace tiempos
es que en este problema no hay quien no tenga algo de
razón, ni quien no este equivocado, y si me volves a
decir que lo que pasa es que yo todavía no soy un
aunque ya parezco el papa de todos los buzos. Lo que
pasa es que ahora que asumí la responsabilidad de
una familia, no la quiero criar aquí entre la basura.-

143
-Lo que más me gusta de vos es que hablas como
si tuviéramos veinte años y estuviéramos empezando...
cuando decís esas cosas ¡te quiero tanto...!
-Bueno, de alguna manera estamos empezando...
si nos vamos de aquí a vivir una vida más decente
seria como si estuviéramos empezando y seria muy
bonito. Yo no se como has hecho vos para quedarte
veinte años aquí, si, si, yo se que la necesidad tiene
cara de cabello, pero ya no es justo y no se trata de
que uno sea un malagradecido con la vida, lo que pasa
es que hay que preocuparse una vida mejor.-
-Eso esta muy bien, lo que yo no se es como lo
vamos a hacer si de veras nos cierran el chinamo,
como vos decís.
-Lo van a cerrar, tarde o temprano lo van a cerrar y
algún día se van a dar cuenta de que lo único que se
puede hacer con la basura es reciclarla, como dice la
gente que escribe en lo periódicos. Yo sinceramente,
no se muy bien que es eso del reciclaje, pero parece
que se trata de volver a hacer que la basura sirva para
algo, no solo para alimentar buzos, ratas y zopilotes, ni
para que gente como notros viva igual que esos bichos
indeseables...

144
VI
Marzo fue tirado a la basura con todos los honores; a
su sepelio acudió la multitud de buzos de siempre y un
cortejo de más de cien carrozas recolectoras, y su
heredero hizo una entrada triunfal con un titular de
espanto: “RIO AZUL CERRARA EL RELLENO EL
TREINTA DE ABRIL.”
-¿Te lo dije, Única, o no te lo dije?-
Los vecinos de Río Azul y San Antonio aseguraron
que cerrarían el acceso a los camiones recolectores
ese día para siempre y que no era de su
responsabilidad lo que sucediera, aunque aun no
hubiera donde ir a deponer las ochocientas toneladas
diarias que regurgita la GAM.
Los dirigentes comunales dijeron que el cierre se
daría conforme a lo acordado con el gobierno, en el
convenio firmado el veintidós de diciembre del año
pasado.
El documento había sido firmado por el Presidente,
los Ministros de la Presidencia, de Recursos Naturales,
Energía y Minas, y Seguridad, y establecía que “el
incumplimiento de cualquiera de los puntos aquí
estipulados será motivo para la anulación de este
145
convenio, quedando la parte afectada exonerada de
responsabilidad”... Pero, como decía Merulo, no todo
lo que peda es culo: un Ministro de la Presidencia salió
diciendo por el periódico que las autoridades del
gobierno estudiarían el convenio que el y tres ministros
más habían firmado el veintidós de diciembre junto al
Presidente, tres meses atrás.
Conforme se acercaban la fecha del vencimiento
del plazo comprometido por el gobierno, en la
comunidad de Río Azul se vivía una tensión
insoportable, sobre todo porque era harto bien sabido
que el gobierno el relleno de Esparza antes de esa
fecha.
“El gobierno solo se burla de nosotros”, explicaban
los vecinos de Río Azul, “Nosotros no somos
responsables de que la basura no se siga depositando
aquí, ni de los problemas que se deriven.
Independientemente de las mediadas que tome el
gobierno, y en cumplimiento de un convenio firmado
entre el y nosotros, hemos determinado poner un
candado al basurero el treinta de abril.”
El Ministro de Seguridad dijo que”...a menos que la
comunidad lesione los derechos públicos, como la
libertad de transito, no intervendrá la Fuerza Publica”,
pero a los vecinos no les quedo claro de cual libertad
146
estaba hablando el Ministro, si se refería tal vez, a la
libertad de transito de los camiones recolectares por la
avenida del basurero. Por su parte, el gobierno lo
único que podía asegurar era que antes de la fecha
convenida, el contrato con la compañía metalurgia que
construiría el nuevo relleno, estaría firmado, pero la
compañía esperaba la rehabilitación de cien Kilómetros
de vía férrea y la construcción de un ramal de esta
hacia el lugar donde seria instalado el basurero.
El seis de abril se anuncio que la compañía
metalúrgica había concluido ya los estudios imparciales
de impacto ambiental con un resultado favorable: nada
que temer, el lugar era tan propio para un basurero que
no se explicaban como no había surgido ahí uno
natural desde el principio de los siglos. Mientras, los
científicos de la universidad, que también realizaron
estudios, desaconsejaban la zona como se de del
relleno.
-¡Ahí fue donde la mula boto a Jenaro!-
La elección arbitraria del sitio para el relleno había
sido salida política, no científica. Costaría una
millonada de pesos al país. El relleno estaría ubicado
tan lejos de la ciudad como no lo intereses turísticos de
la comunidad, aumentaría sensiblemente el costo de
recolección pagado por los ciudadanos. Pero el
147
gobierno insistía encarecidamente en que no había ya
alternativas, sencillamente no había donde ir a botar la
basura, y punto.
Momboñombo Moñagallo no lo pudo resistir más.
Hablo con casi todos los cuatrocientos y pico de buzos
del precario y comenzó a organizar una marcha
pacifica hacia Casa Presidencial.
-Solamente le vamos a ir a plantear al señor
Presidente nuestra situación, nadie va a tirar piedras ni
a portarse mal...-
Los buzos nunca en sus vidas habían asistido a una
manifestación de ninguna índole, por lo que asumieron
la cosa como un paseo al que iban a ir a acompañar a
Momboñmobo. Unica estuvo de acuerdo, pero con la
condición de que todos se lavaran los dientes porque si
no, no iban a escuchar a nadie.
El Oso Carmuco volvió a vestir su harapo púrpura
porque según el, con un trapo de ese color era más
fácil hablar con el Presidente.
Momboñombo andaba esos días como decía Unica,
con hormigas en el culo, de un lado para otro, hablando
con la gente, tratando hasta el hastió de motivar a los
buzos, tratando de convencerlos de que valía la pena
caminar un par de Kilómetros hasta Casa Presidencial
148
con tal de que les ofrecieran una oportunidad. Andaba
con un montón de recortes de periódicos para
convencer a todo el mundo de que la recolección de
basura iba a ser privada, de que el basurero iba a ser
privado, de que todo iba a ser privado, excepto el
hombre, porque esa siempre había sido publica.
Los buzos lo veían ya como a un ser extraño... ¡Se
le metió el agua a Momboñombo, vieron!”, y más bien
les servia de diversión, lo tiraban de los brazos y le
preguntaban que cuando era que los iban a echar de
ahí, y cuando el comenzaba a explicar, todos soltaban
la risa. El seguía adelante porque ya se había
acostumbrado a las bromas de los de abordo.
Una tarde pasaba por entre los montículos de
basura y descubrió a El Bacán recostado a uno de
ellos: se hacia la paja fruidamente. El fingió haberlo
visto, pero El Bacán lo saludo de lejos. Al rato lo
alcanzo.
-¡Ya!-, le dijo aliviado.
-¿Ya que?, Bacán.-
-Ya termine.-
-¡Bueno!-, dijo Momboñombo, -algo has madurado,
después de todo,- pero ya El Bacán iba bailoteando al
lado cantando –“Cuando esta la luna sobre el
149
horizonte, muchos enanitos juegan en el monte...”
¿Verda que a mí también me vas a llevar a la casa del
Presidente...-
-Claro que si, Bacán, si no con quien te íbamos a
dejar.-
Y más en broma que en serio, llego el día d e la
marcha.
Los buzos que decidieron acompañar a los
Moñagallo sumaban unos cincuenta y estaban listos
con sus mejores galas. La procesión parecía la del día
del juicio, pero todos iban alegres brincando por las
calles. El Bacán iba de la mano de Unica, saludando a
l agente a su paso. No llevaban pancartas, ni
altavoces, ni mantas, ni iban gritando consignas,; solo
interrumpiendo el transito, y revolcando cuanto
basurero se les aparecía de camino. El Oso Carmuco
se puso a bailar como la giganta de los payasos, dando
vueltas con los brazos sueltos y la cabeza hacia un
lado. La Llorona iba con ellos con su bebe en brazos, y
todos juntos parecían una mancha caminando por las
calles detrás de Momboñombo. Todos comenzaron a
cantar la conocidísima canción “La mar estaba serena,
serena estaba la mar, la mar estaba serena, serena
estaba la mar... con a, la mar astaba sarana, sarana,
astaba la mar, la mar astaba saraana, sarana astaba la
150
mar, con e, le mer estebe serene, serene estebe le
mer, le mer estebe sereene, serene estebe le mer, con
i, li mir istibi sirini, sirini istibi li mir. Li miristibi sirini, sirini
istibi li mir, como, lo morostobo sorono sorono ostobo lo
mor, lo mor ostobo soroono, sorono ostobo lo mor, con
u, lu mur ustubu surunu, surunu ustubu lu mur, lu mur
ustubu suruunu, surunu ustubu lu mur, con a...”
La gente lo veía pasar con la única canción que
entonaron durante toda la caminata. No habia quien
que detuviera a verlos pasar sin entender un carajo de
lo que estaba pasando. Algunos dueños de
establecimientos comerciales comenzaron a cerrar a su
paso, porque los buzos se metían por todo lado y
volvían a salir sin ningún propósito, o eran echados a
empujones.
La marcha de la mancha llego a San Antonio de
Desamparados. Los niños se metían a los jardines a
robar de agua de los grifos desprevenidos y entraban a
las casetillas de los teléfonos públicos a jugar; pero El
Bacán iba absolutamente al margen tomado de la
mano con su madre, adelante, al lado de Momboñombo
Moñagallo, cantando ‘La mar...’. Mientras, algunos
buzos que venían de camino, luego de fijarse con
mucha atención, los reconocían y se les unían.

151
A alturas de San Antonio de Dos Ríos, una patrulla
de la policía se intereso por el fenómeno y se adelanto
hasta la cabeza de la marcha; preguntaron los policías
de que se trataba aquello y obtuvieron una detallada
explicación por parte de Momboñombo; tan clara y
cuantiosa que su instinto los llevo a avisar de inmediato
a Casa Presidencial lo que estaba pasando y en un
abril y cerrar de portones la Fuerza Publica estaba
acordando el objetivo.
Los buzos iban cantando por la carretera entre San
Francisco y Zapote, con un embotellamiento de autos a
sus espaldas, con sus conductores enfurecidos
vociferando por el retraso y por la hediondez que se
desprendía de aquella marcha de zorrillos apestosos.
Pero eran más de cincuenta ya, y dispersarlos en
media calle se hacia difícil.
La Fuerza Publica no tardo en idear la mejor
estrategia para devolver a los buzos sanos y salvos al
averno de su origen, y luego de mantenerlos a una
distancia prudente explicándoles además que no
podían hablar con el Presidente, el dinosaurio hizo su
aparición. Veinticinco metros desde su punto más
elevado, el tanque-bomba apareció acompañado de su
inseparable camión cisterna; ambos con sus panzas
llenas de agua, hicieron que todos los buzos quedaran
152
boquiabiertos, petrificados, mirando como a una
distancia de ochenta metros aquel animal antediluviano
comenzaba a lanzar agua desde la eyaculacion de su
manguera y los de abordo quedaban empapados aun
antes de que pudieran siquiera imaginarse por que. El
Bacán se asusto y comenzó a pegar gritos, pero se
calmo cuando vio a todos los buzos tomar la cosa a la
ligera y bailotear debajo del aguacero de artificio que se
les estaba viniendo encima.
Los buzos solo gritaban y brincaban empapados de
pies a cabeza; tan tan mojados ya que hasta se les
estaba destiñendo el color grisáceo mugre de sus caras
y sus brazos. La ropa se les estaba cayendo en tiras y
cuando la manguera apuntaba más directamente, más
de uno caía sentado en el pavimento, muerto de la risa
y con algún pedazo menos de su indumentaria.
Unica fue alcanzada por una ráfaga de agua y se
levanto directamente hacia el cordón de policías no
menos mojados, se puso de espaldas y les ‘tomo una
foto’: se levanto la falda y les pelo el culo, lo cual fue
infinitivamente celebrado por los buzos en medio de
unas carcajadas contagiantes; hasta los policías
tuvieron que reír. Otra ráfaga alcanzo a El Bacán y lo
revolcó por la calle; de nuevo volvió a pegar gritos y a
llorar hasta que Momboñombo lo levanto y lo puso a
153
salvo, pero estaba tan empapado y gratando tanto que
se le enronquecía la voz y se le irritaban los ojos.
Y en eso estuvieron hasta terminar con toda el agua
del tanque y del camión, que no fue reabastecido por
considerarlo absolutamente innecesario. Ya todos los
alrededores de Casa Presidencial, incluyendo sus
jardines y el puesto de vigilancia, estaban empapados,
así como las casas vecinas, las aceras y cuanto auto
atino un buen rato en dispersar al carnaval de la
miseria. Una vez agotada la ultima gota de agua, los
buzos comenzaron a protestar y a pedir más, pero la
policía les explico que ya no habia, que era un
desperdicio y que ya se habia terminado la fiesta, que
se tenían que marchar; cosa que hicieron no muy
convencidos.
Emprendieron la marcha mojados hasta el tuétano y
ya entrada la tarde. La visita habia sido todo un
fracaso, pero solo Momboñombo Moñagallo estaba
consciente de ello. No pudo hablar con el Presidente,
no le pudo decir que habia conocido a su padre, ni
presentarle a su familia ni explicarle el problema. Iba
derrotado directo a la basura, igual que seis meses
atrás; pero los demás iban contentos con un ataque de
asma preocupante. Llevaba sus ropas destilando el
caldo café de sus mugres acumuladas, sus cabellos,
154
largos de nuevo, pegados a la nuca y sus barbas
habían tragado agua como esponjas; iba tosiendo y
tiritando de fiebre cuando llegaron a casa ya de noche.
Se habían secado de camino y estaban tan agotados
todos que llegaron directamente a dormir.
A la mañana siguiente el Oso Carmuco llego a ver
como seguía El Bacán, y encontró a Unica y a
Momboñombo con orejas por las rodillas. Toda la
noche en vela friccionando al niño, tratando de
calentarlo, ayudándole a incorporarse para que pudiera
respirar mejor. Solo lograba dormir conforme calentaba
la mañana.
Dejaron a El Bacán dormido y fueron a preparar el
desayuno. Tortillas calientes y café negro desayunaron
los Moñagallo y el Oso.
-Fue la mojada lo que lo puso enfermo...pobrecito
mi chiquito, con esa asma que padece...-
Unica se lamentaba de no haber sido más
precavida y Momboñombo se sentía culpable porque...
-Nadie me tenia pensando que nos iban a escuchar,
Unica, por Dios, todo fue culpa mía...-
Deja de decir tonteras, como ibas vos a saber que
nos iban a bañar con esa cosa, solo por ir a hablar con
ese señor ni siquiera nos conoce...-
155
-Era de suponerse, Unica, solo a mi se me ocurre.
¡Ay, Unica, si algo le pasa a El Bacán...!-
-¡Callate, hombre!1, que estas diciendo... El solo
esta resfriado, vas a ver que ahorita esta bueno...-
Pero paso un día y paso otro y El Bacán no dejaba
de toser hasta el vomito y la fiebre no le bajaba.
Momboñombo estaba decidido a llevarlo al hospital,
pero Unica no permitía por miedo a que se lo quitaron
al darse cuenta de que no tenia documentos que
demostraran que era suyo.
El Oso Carmuco recogió una cuota entre la gente y
compro una gallina para friccionar al niño con enjundia
y para prepararle un buen caldo que debió a sordos, a
cucharaditas porque se estaba quedando sin fuerza.
Todo el precario estaba tanto de la enfermedad de
El Bacán y todos compadecían. Momboñombo salía de
cuando en cuando a despejarse y a hablar con la gente
de su culpa en el asunto, y no lograba entender lo que
le decían, “que nadie se imagino lo del agua”, “que
quien iba a pensar que de puro gusto los iban a bañar
de esa forma”, “que habia más de un niño enfermo,
claro, ninguno como El Bacán, pero que hasta los
grandes andaban moqueando desde ese día”.

156
Unica ya estaba en el hueso de velar en el lecho de
El Bacán y no habia manera de que comiera lo que
Momboñombo preparaba. El tampoco comía gran cosa
y los días se pasaban sin mejoría, sin que nadie saliera
a bucear, agotando las arcas, y viviendo de lo que el
Oso Carmuco, la Llorona y algunas vecinas les
llevaban.
Unica no se despegaba del niño, le contaba los
cuentos de siempre, le cantaba las canciones de
siempre y le recitaba ‘cultivo una rosa blanca’, pero El
Bacán no daba señas de estarse recuperando, ni se
recuperaría.
A mediados del mes de abril, la situación se agravo
pese a los mejores esfuerzos de Unica y
Momboñombo, se agravo hasta tal punto que el salió
en busca de un medico que, obviamente, no encontró.
El viejo volvió dos horas más tarde en medio de la
desesperación de no haberle parecido lo
suficientemente serio a ningún medico de los que llamo
por el teléfono publico de Río Azul, ni a ninguno de los
que fue a buscar personalmente a San Francisco de
Dos Ríos... No habia una sola barca entre tanto río y el
naufragio parecía inevitable. Cuando los médicos
preguntaban la direcciones y el viejo les decía que el
niño se encontraba en el precario del basurero, ellos ni
157
siquiera se reían; realmente lo tomaban como un chiste
de mal gusto.
El Bacán estaba delirando de fiebre cuando
Momboñombo llego a casa; cantando canciones
antiguas y recitaba la recitación del jardín. De pronto
llamaba a Unica, a Momboñombo, o al Oso, pero era
claro que no se estaba dando cuenta de lo que pasaba.
Unica estaba hincada al pie de la cama con un
rosario en la mano ofreciendo novenas a las Animas
Benditas y limosna para los pobres; las señoras
vecinas la acompañaban en su plegaria, en su ultimo
esfuerzo. El Oso rezaba también y la Llorona no decía
nada pero lloraba en silencio. Momboñombo lloraba
mordiendo una vieja almohada, con todas las
esperanzas perdidas, mientras el rostro de Unica iba
adquiriendo un tono amarillento como de escultura
hecha en raíz de café... Estaba delgada, enjuta, con la
ropa pegaba al cuerpo, mojada en su sudor y el de su
hijo, con una mirada incrédula que se perdía segundo a
segundo en una nebulosa de resignación demencial; no
parpadeaba ni lagrimaba, porque ya sus ojos estaban
secos y se les veía el fondo plano y opaco, carente de
cualquier misterio.
Y en medio del naufragio del genero humano, El
Bacán murió entre su tos y la mirada petrificada de sus
158
padres. Tosio fuerte, respiro profundo, grito ‘ush’, y se
fue.
Momboñombo lloraba como una hiena y se
rasguñaba la cara, pero Unica estaba inmóvil, ajena a
los llantos de los amigos... –No hay justicia, Unica, por
Dios, no hay justicia...-, gritaba Momboñombo.
-Si hay...-, fue lo ultimo que murmuro Unica, -...pero
esta sin hacer...-
Y luego de una noche en vela, hacia el amanecer,
muy temprano aun, llevaron el cuerpo de El Bacán al
centro del basurero y lo tendieron ahí, siguiendo las
indicaciones que Unica daba sin hablar. Todos juntos
alrededor rezaron por el alma del niño dirigidos por el
Oso Carmuco quien, a duras penas, alcanzo a
confortarlo con los Santos Sacramentos. Rezaron y
rezaron y lloraron y callaron con la vista fija en el
cuerpo, cuya cara habia sido rasurada y sonrosada con
colorete. Con la vista fija en el cuerpo del niño, todos
vieron sin asombro como el basurero se lo habia
empezado a tragar. El cadáver se hundía suavemente
entre la tierra y la basura como en arena movediza.
Poco a poco se iba cubriendo solo, hasta que quedo
fuera únicamente un mechón de cabello... unos
instantes, y desapareció luego entre las fauces de la
tierra.
159
Los zopilotes volaban alrededor en rígida
formación.
Para cuando llegaron los operarios de los tractores
y los camiones recolectores, ya todo habia pasado y
Unica volvía a casa guiada por Momboñombo. En
menos de quince días habían envejecido años y
caminaban con dificultad.
Momboñombo lloraba desconsoladamente pero en
silencio, solo las copiosas lagrimas lo delataban. Pero
a Unica se le habia petrificado el corazón y el rostro...
toda ella, y callaba. Sin lagrimas ni llanto, se le
escurrían los días por el caño de su dolor; solo bebió
agua de azúcar que su esposo le preparaba temeroso
de que muriera también, y entonces, esta vez el no
tendría más basurero donde precipitarse, no habia
basurero para el basurero, y esta vez no seria maricon
y acabaría con todo de una sola vez...
-Sin hacerle daño a nadie...-
No volvió a leer los diarios y no se entero de que la
comunidad de Río Azul extendió el plazo ocho meses
más para dar tiempo a la construcción del relleno de
Esparza. No se volvió a enterar de nada, solo pasaban
los días cuidando a Unica, dándole cucharaditas de
caldo cuando ella daba señales de aceptarlo. No se

160
entero de un folletito cuyo borrador llego al basurero en
el elegante camión celeste en el que la Universidad
aportar su cuota. No supo que trataba del informe de
Impacto Ambiental elaborado por los científicos de la
U., donde se demostraba cuan errónea habia sido la
elección de la finca Medina como sede del nuevo
relleno, cuan política y no científica habia sido la
coronación de Cabezas de Esparza como nueva Reina
de la Basura. Momboñombo Moñagallo no leyó el
informe y, muy probablemente no lo habría entendido
tampoco, dado su alto nivel técnico y científico; pero
como no hay que ser científico para comprender ciertas
cosas, seguramente el viejo habría entendido
perfectamente que se trataba de un lugar que distaba
mucho de ser ‘olla’ que el gobierno aseguraba que era;
porque eso de llamar ‘olla’ al punto donde entran en
contacto las aguas de marinas superficiales que
penetran por el estero Mero, con las aguas
subterráneas, y las aguas recolectadas por el sistema
de drenaje de la quebrada Barbudal... ¡coño!, eso como
confundir el perol del arroz con la bacinilla.
Pero nada de eso decía el informe científico de la
compañía metalúrgica que se ganaría unos cuantos
pesos por construir el nuevo relleno en esa finca; así
como tampoco decía nada de la virtual contaminación
del estero Mero y la consecuente perdida de UN
161
MILLON DE METROS CUADRADOS DE BOSQUE DE
MANGLAR, pese a que la ley indica claramente que
“los manglares o bosques salados que existen en los
litorales continentales o insulares y esteros de4l
territorio nacional, y que forman parte de la zona
publica en las zonas marítimoterrestre, constituyen
Reserva Forestal, y están afectados a la Ley Forestal y
a todas las disposiciones de ese decreto”. Ni
mencionaban tampoco de la naturaleza permeable del
suelo, ni del pequeño detalle de que cavando un metro,
comenzara ya sentirse la presencia de las aguas
subterráneas, ni que el suelo mismo era agrietado,
como preludiando ya la ulcera que significa un relleno
en el.
Pero, lo malo del informe de la Universidad era su
difícil compresión ; pues muy difícil había de ser su
lectura para que no se le considerara, aun advirtiendo
que remplazar el relleno en la finca Medina, “los
distintos afluentes líquidos que salieran de el,
arrastrados por las aguas dulces de la quebrada
Barbudal situada en la parte trasera de este, seguirían
por el estero Mero y el río Barranca para seguir luego,
los compuestos contaminantes, distribuyéndose por la
corriente de deriva litoral hacia el Golfo de Nicoya”...
cagandose en todo a su paso, en las playas de
Puntarenas, en la vida marina interior del golfo... en
162
todo, en todo. Y, por si fuera poco, se hacia caso
omiso también de las repercusiones del traslado de la
basura por la fía férrea, por atravesar esta ríos y
quebradas, algunos con cauces de dimensiones
considerables como el del Río Virilla y el Grande de
Tarcoles, y por carecerse del todo de mecanismo
emergentes en casos de crecidas de agua que
socavaran las bases de los puentes, o en caso de
sismos fuertes...
Se menospreciaba también el hecho de que la
Estación del Pacifico se fuera a convertir en un
basurero, por ser el futuro puerto de embarque y la
bodega de desechos, a apenas setecientos metros del
centro de la capital y a ciento cincuenta metros de la
Maternidad Carit, donde nacen los josefinos. Y todo
ello a la par de un sin fin de inconvenientes... El viejo
no se enteraría tampoco de los logros de la resistencia
espartana, ni de las amenazas, de parte del gobierno,
de dejar el problema en manos de las municipalidades.
Pasado un tiempo, Momboñombo Moñagallo
comenzó a salir a bucear de nuevo porque alguien
debía procurar el alimento al hogar; pero siempre volvía
a encontrar a Unica inamovible en su duelo. El le
hablaba siempre, aunque fuera como hablar con la
pared porque ella no contestaba, no le dirigía la mirada,
163
no se movía, no se rascaba la piel, que era el
movimiento mínimo de un buzo...
-¡No haces nada, Única no haces nada por salir de
ahí!, y ahora me doy cuenta de que todo, todo era
falso, tus mentiras eran lo único que te sostenían en
pie. Te mentiste durante veinte años de tu vida para no
morir de tristeza, te trajiste todo para acá, la tradición
familiar, las buenas costumbres, la maternidad, el
horario de las comidas, todo, todo, solo para no
volverte loca. Pero ¿qué locura era esa?, ¡Unica, por
Dios!, ¿qué locura era esa de cocinar en tu fogón para
ese montón de buzos que la mayoría de las veces ni
traían nada mas que una puta hambre de Dios Padre y
Señor Nuestro...? ¿Qué locura era esa?, ¡Unica, por
Dios!, que te hacia celebrar las navidades, los quinces
de septiembre, los doces de octubre... Todo era de
mentirillas, Unica, era como jugar de casita mientras la
realidad era que te estaba llevando puta de la tristeza
de verte reducida a buzo después de haber sido
maestra tantos años y haber vivido con las maestras la
ilusión de enseñar a los niños a leer, y de creer
firmemente que somos independientes y que Colon nos
trajo la salvación y todo el cuento de hadas que es
nuestra historia, mientras te desechaban por no tener
un titulo y te daban una pensión de mierda que te llevo
a la miseria...-
164
Momboñombo hablaba y hablaba entre un llanto
seco que le alborotaba el asma. Hablaba con toda su
propia biografía atravesada en la garganta, como si
mas bien, estuviera contando la historia de la
resignación universal de los pobres. Mientras, Unica,
como una muñequita de trapo del folclor urbano, de
cuando en cuando suspiraba por inercia y seguía
sumida en el autismo del absurdo.
Alguien empujo la puerta y la luz del medio día lo
cegó un instante. Poco a poco, Momboñombo fue
reconociendo en la silueta de la entrada a Don Retana,
que con sus ochenta y cinco años a cuestas había
hecho un esfuerzo sobrehumano por subir la cuesta de
la colina. El supo tardíamente lo de El Bacán, porque
si no era Unica quien lo visitaba, el no tenia otro
contacto con los buzos. Entro arrastrando los pies y se
aproximo a Unica. Le acaricio la cara y el cabello, la
observo largo rato sin decir nada, suspiro y se sentó al
lado de Moboñombo. En silencio, un viejo al lado del
otro.
-Lo siento en el alma, Momboñombo. Lo supe ayer
y supe que ya hace casi un mes de la tragedia, pero
uno que es un viejo no puede subir tan rápido esa
cuesta... Ya nada es como antes, como cuando yo era
marinero... estos brazos que usted ve ahora todos
165
caídos, eran así de gruesos y el pecho hasta que daba
gusto... pero véame ahora...-
-Ni me diga, Don Retana..., yo se que usted hubiera
venido.-
Momboñombo comenzó de nuevo a hablar de los
sofisticados mecanismos de Unica, de los hilos de
marioneta con los que lograba sostener la aparición de
una vida basaba en modelos aburguesados en medio
del mierdero más ingrato del país: la olla de carne de
los domingos, cuya carne se regalaba con algún otro
desperdicio y que ella llegaba jurando que los había
comprado, que había hecho fila hasta el buenazo del
carnicero le daba l abolsa de desechos de carne por la
puerta trasera del negocio, y que las verduras que
ahogaba en el caldo de los huesos, las juntaba de los
caños de la calle de la Feria del Agricultor... y casi con
todo, con la maldita costumbre de perfumarse con
aquélla agua podrida que revolvía en su botella, que
expelía un olor tan fuerte que hasta ahí en el basurero
se sentía.
-Pero ella creía que se estaba perfumando,
Momboñombo...-, interrumpió don Retana, -...y,
francamente eso era lo único que importaba.

166
Cuando yo me retire de la mar, vine con platilla,
hice mi casa, crié a mi familia, después enviude; pero
mientras tuve los brazos firmes anduve con camisetas
de tirantes para que todo el mundo me viera los
tatuajes y supieran que yo era marinero, aunque hacia
años ya que no era más que un marino retirado que
tenia que ganarse la vida haciendo trabajitos en las
casas de la gente, allá en San Francisco de Dos Ríos.
Donde las señoras que me tenían lastima me ponían a
limpiarles el jardín, a destaquearles las canoas, a pintar
el cinc... a lo que fuera, y yo, como siempre fui medio
sordo ni me enteraba de nada, solo trabajaba y
trabajaba. Después, se me murió Mary, y... ¡yo no se
para que le cuento este cuento, Momboñombo! La
cosa es que yo conocí a doña Unica desde que
empezó a venir aquí. Ella era una señora muy
hablantina que entraba por la puerta de atrás y se
sentaba conmigo en el bus y así fue como nos hicimos
amigos. Después, cuando se vino a vivir aquí
definitivamente, yo mismo le ayude a levantar este
ranchito, siempre le ayudábamos mi esposa y yo y
comentábamos en la casa que la señora esta era
admirable, que no daba el brazo a torcer, siempre lo
más arregladita posible, siempre como aparentando
que no pasaba nada, que aquello era por un tiempo.
Pero ya ves, aquí se quedo.
167
Y más cuando se encontró al El Bacán...-
Don Retana hablaba sin saber que le estaba
despedazando el corazón a Momboñombo. El viejito
contó la historia de los últimos veinte años y
Momboñombo se dio cuenta de que no difería en nada
de la de los últimos seis meses. Unica había logrado
encerrar al tiempo en una de sus botellas y no lo
dejaba pasar. En el basurero tal vez sucedían muchas
cosas, tal vez no, pero en la vida de Unica no pasaba
nunca nada... El Bacán celebraba cumpleaños pero no
cumplía amos. Don Conce se había muerto, pero
Unica seguía hablando de el como si estuviera vivo,
aunque le rezaba cada vez que calculaba que ya había
pasado un año más de su muerte. Unica había
congelado el tiempo para poder vivir... se había
inventado la vida misma. Había arriesgado el pellejo
encaramándose en el techo del ranchito solo colocar
una inútil antena de televisión de las que veía en las
casas de los barrios. Había organizado las ollas
comunes para imaginarse una familia grande... Y así
funcionaba y funciono bien. Pero ahora había muerto
El Bacán, y ella que logro sobrevivir al
desmoronamiento de su mundo y tuvo fuerzas para
inventárselo de nuevo, ahora, ante el absurdo doloroso
de la desaparición de su hijo, había quedado inerme
como para levantar el mundo una vez más. Y justo
168
ahora que el gran basurero hasta le había prodigado al
príncipe azul y ya se estaba haciendo a la idea de
comer perdices; justo en ese momento le explotaba en
pedazos la esfera herrumbrada y abollada de su
mundo; ahí cuando la mosca rompió la telaraña de una
araña añeja que ya no podía remendarla de nuevo.
Momboñombo decidió que los días de basurero
habían terminado; junto todos los ahorros de Unica con
los suyos y aviso que se iban.
El Oso Carmuco les dio sus ahorros y de nuevo
recogió una suma entre los vecinos para la causa de
los viejos.
Dejaron la casa abierta. El solo empaco algunas
cosas, convencido de que más que servirles
estorbarían, pero no tuvo corazón para deshacerse de
los libros preferidos de El Bacán, ni de algunos de sus
juguetes, más unas cuantas cosas para sobrevivir,
unas cobijas raidas, un comal, un perol, la gran botella
de perfumes de Unica para perfumarla todos los días
como había venido haciendo, todos los cepillos de
dientes y las tripas de dentrificos, el tapiz de los perros
jugando billar y algunos corotos más, la mayoría de
ellos inservibles.

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El Oso Carmuco los acompaño hasta la estación
del autobús de Puntarenas, pago los pasajes con lo
recaudado, los dejo sentados en sus asientos y los
abrazo largo rato; beso a Unica y le dijo que ella
también había sido una madre para el... y para todos, y
se alejo como llorando.
Cuando el encargado recogía los boletos, reparo en
la extraña pareja pero como habían pagado sus
pasajes no dijo nada.
Unica iba sentada en el asiento de la ventana pero
no iba viendo nada; tampoco pregunto a donde se
dirigían, solo se dejo llevar, enjuta y temblorosa como
un pajarito, con la vista fija y el alma raida.
Ni el verdor del camino, ni el calor, ni el azul
arrepentido del mar de Puntarenas penetraron el muro
que envolvían a Unica. Ella se bajo del bus igual que
cuando lo abordo, sin expresar ni siquiera un síntoma
de que se daba cuenta de lo que sucedía.
Momboñombo la abrazo, alzo el envoltorio con las
cosas, y comenzó a guiarla hacia el mar. Caminado
bajo un sol que Unica no distinguía de su penumbra
interior, hasta llegar al Paseo de los Turistas donde
hallaron un poyo donde sentarse a mirar al mar. Era
medio día y no almorzaron, solo miraban al mar; a la

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noche, el saco las cobijas, o mas bien, saco las cosas
de las cobijas con las que había improvisado una valija
y se cubrió junto con ella, pero siguieron viendo al mar.
Temprano por la mañana, Momboñombo despertó y
sintió un ligero alivio sin saber por que; pero Unica no
daba muestra de haber dormido, así como tampoco de
haber trasnochado, simplemente seguía ahí, con la
breve variante de que había dirigido su mirada al mar.
El viejo recogió las cobijas, acomodo el motete al
lado de Unica y fue por algo para desayunar, con lo
que volvió más tarde para encontrar a su esposa
exactamente igual que como la había dejado. Pero el
no había dejado de hablarle en ningún momento...
-Ve que rico lo que traje para el desayuno, Unica,
unos bollitos de pan del que te gusta a vos, con jalea
de guayaba...-
Y le unte el pan con jalea y se lo llevo a su boca, en
pedacitos pequeños que ella aceptaba maquinalmente.
Los ahorros alcanzarían a lo sumo para una
semana.
Ellos, sentados de cara al mar pasaron el día y
hacia la tarde comieron de nuevo pan con mantequilla
derretida del calor, que el también había comprado
para la sorpresa de la cena.
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A la mañana siguiente se retiro lo mismo, esta vez
con carácter de ritual, pero de vuelta, Momboñombo
acertó a robarse una rosa de un jardín y después del
desayuno se la puso a Unica en las manos, la llevo a la
orilla del mar y le enseña a deshojar para tirar los
pétalos al agua... despacito, poco a poco, de uno en
uno, sin tirar el otro antes de que el anterior no hubiera
desaparecido entre las olas, hasta que solo quedara el
botón desnudo con el tallo que también había que
arrojar. Luego, de vuelta al poyo a sentar a Unica a
mirar al mar.
Agotadas las arcas, Momboñombo, que para ese
entonces ya era un buzo tan autentico como cualquier
buzo, dejaba a Unica mirando al mar y se iba a recoger
cuanta cosa reciclable hallara por la playa, en especial
latas, porque había tantas que bien se ganaba con
ellas lo suficiente como para no dejar de comer a
deshojar la rosa robada a las olas de la orilla y juntas
veían como el mar se tragaba cada pétalo, cada
pétalo... cada pétalo.
La experiencia acumulada llevo a Momboñombo a
bucear también por las calles y por el mercado, de
donde conseguía no pocas cosas que comer o reciclar
que las vendría luego en un puestito que improvisaba
con una de sus cobijas, sobre la cual se sentaba con su
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trajecito gris y su sombrero de lona blanco mugre, a
exhibir su mercancía: recipientes plásticos que el
lavaba y pulía con arena y agua de mar, sandalias
izquierdas que no coincidían con las derechas, vasos
plásticos de las ofertas de las compañías de gaseosas,
trapos viejos, ropa vieja, infinidad de chunches de los
que botan los turistas...
La playa estaba atiborrada de basura, pero solo el
ojo clínico de un buzo sabia sacarle provecho al
desperdicio, y día a día Momboñombo trabajaba duro
para que nada les faltara, especialmente a Unica y,
abajo ninguna circunstancia su rosa robada, que ella
deshojaba como en un tributo al mar que quizás le
devolviera a su alma su naturaleza de celofán y a sus
ojos un atisbo de mirada.
Pero cuanto tiempo tendrá que pasar antes de que
a golpe de pétalos sobre las olas, Unica comenzara a
intentar una sonrisa, o algo que se le apareciera y no
fuera más que el alegron de burro que se llevaba
Momboñombo cuando la veía y el juraba haber visto
una chispa de vida en el gesto que al cabo de un rato,
se le comenzaba a desdibujar, a írsele, como una ola
de la playa de sus dientes postizos.

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FIN

San José, 10 de junio de 1993.

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