Omar Aktouf-Lectura
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Max Weber (1864-1920): Invocación a las virtudes del modelo racional de dominación y
burocracia
Max Weber, sociólogo y filósofo alemán, es uno de los autores más profundos de principios de
este siglo, cuya integración al pensamiento administrativo llamado clásico siempre me ha intrigado.
Precisemos que no se trata de hacer una presentación completa -y, mucho menos, un análisis- de
la obra o el pensamiento de Weber. Se trata, como hicimos con los autores anteriormente
estudiados, de examinar las razones y circunstancias de su asociación al pensamiento
administrativo, sus aportes originales y las interpretaciones y usos que de él se han hecho en la
administración. Sin embargo, éste será un trabajo adicionalmente arduo, pues el pensamiento
weberiano es cuasi enciclopédico y, además, un pensamiento abocado a una inmensa tarea
inacabada, en su mayor parte consistente en fragmentos reunidos tras su muerte. Es una obra que
apuntaba nada menos que a una suerte de explicación universal del desarrollo y los mecanismos
de funcionamiento y de evolución de las sociedades humanas.
Es uno de los pensamientos más pujantes y fecundos tanto de la sociología, como de la economía
y la filosofía. No escasean los estudios, coloquios y comentarios sobre la obra de Weber177.
Especialistas de diferentes ciencias sociales se agotan tratando de comprender, desbrozar y
pretender utilizar los conceptos y el método que él legó; la armonía y la concordia distan de ser la
regla entre los intelectuales que intentaron y siguen intentando penetrar el universo weberiano178.
Pero, al igual que con los otros autores, la literatura administrativa no parece hacerse grandes
preocupaciones ni escrúpulos al utilizarlo, llegando incluso a simplificarlo y a "redondear sus
aristas" en forma ultrajante.
Antes de ver las grandes líneas del aporte weberiano al pensamiento intelectual del siglo XX,
veamos cuándo y cómo la teoría administrativa empezó a considerarlo, a fin de definir mejor la
forma en que ha sido usado en la administración. Es necesario prevenir al lector que, habida
cuenta de la profundidad y densidad del pensamiento weberiano, no será posible tratarlo en
términos sencillos. Aunque la lectura deba ser ardua, considerando la importancia del lugar que
la administración tradicional pretende darle a Weber en su seno, es indispensable conocerlo y
177
Por ejemplo: Parsons (1951 y 1955), Popper (1956), Sartre (1960), Bendix (1962), Aron (1967), Merlau -Ponty (1955),
Freund (1968).
178
Véase, entre otros, Hirschhorn (1988) y Raynaud (1987).
aprenderlo en un grado mínimo. Por eso, he optado deliberadamente por hablar de Weber en
términos que sean fieles en lo posible a la naturaleza de su obra.
Sería sólo tardíamente en relación a Taylor, Fayol y Babbage, que Weber haría su ingreso en la
administración. En efecto, la sociología de las organizaciones es la que más se refiere al
pensamiento weberiano (Parsons 1951 y 1955, Simon y March 1958, Bendix 1962, Crozier 1963,
Chanlat y Séguin 1983 y 1989). Pero, numerosos manuales de administración lo colocan entre
los cuatro o cinco pilares fundamentales del moderno pensamiento administrativo, en compañía,
particularmente, de Fayol y a veces de Taylor, o de ambos. No obstante, es posible aportar un
matiz: incluso antes que L'éthique protestante... o Le savant et le politique, que ocupan a muchos
de los sociólogos organizacionales, es principalmente Économie et societé e incluso una parte
muy pequeña de esta obra, lo que se utiliza en la administración. Aparte del contenido mismo,
una de las indicaciones de esto es que George, en su The History of Management Thought, sitúa
el aporte de Weber recién a partir de 1947, precisamente el año de la traducción y aparición del
primer tomo de este texto. Veamos por ahora las líneas predominantes de la obra weberiana.
179
Esto vale particularmente para Économie et société.
Uno de los autores de la administración que cita a Max Weber como hito del período clásico,
Boisvert (1980), puntualiza que es necesario considerar la complejidad y la sofisticación de sus
trabajos, lo que, agrega, complica singularmente su interpretación y su utilización. Ciertamente,
opino que es lo mínimo que podría decirse.
Freund (1985) nos presenta a Max Weber como un sabio cuyas potencialidades recién
descubrimos y que influye de manera importante en la evolución de la sociología en todos los
países. En su opinión, no es sólo uno de los más grandes sociólogos, sino también un notable
jurista, un brillante economista, un talentoso historiador, un profundo filósofo, un agudo teórico
de la política, un eminente epistemólogo.
¿Y la obra de Weber? Permitiéndonos cierta libertad, mas sin tergiversar lo esencial, podemos
decir que se articula en torno a tres grandes ejes180. El primero es filosófico y se ocupa de lo que
Freund llama la destreza espiritual que es el destino del hombre de ahora en adelante, tras la
decadencia de la fuerza de la ética cristiana que por más de mil años fungió de orden y guía en
Occidente. Weber se cuestiona sobre el futuro de esta sociedad víctima de las atomizaciones
ideológicas y el ascenso del individualismo y la racionalidad. Para él, el progreso, la creatividad
y la innovación sólo son posibles a través de actos desviacionistas e irracionales. Lo cual marca
los límites y los peligros de la creciente racionalidad debida a las capacidades de cálculo y a la
cientificidad de nuestro siglo.
El segundo eje concierne a una teoría de las ciencias humanas, más precisamente a un estudio de
las condiciones científicas del conocimiento de los hechos humanos y sociales. Para Weber,
ninguna ciencia está libre de presuposiciones, ideas preconcebidas, teorías preestablecidas o
valores; ninguna -particularmente en el terreno de lo humano- es un conocimiento que agote por
sí solo la totalidad de lo real. A partir de esto, Weber propone recurrir a los famosos ideales tipos
(que más adelante definiremos), los cuales son capaces de responder a la dificultad particular de las
ciencias humanas de deber explicar tanto los fenómenos generales y generalizables como las
singularidades espaciales o temporales.
Estos ideales tipos son conceptos elaborados abstractamente, que ordenan en un cuadro homogéneo
las características esenciales de un fenómeno que podría ser, por ejemplo, la burocracia o la
aristocracia; el cual, comparado con un sistema burocrático de un lugar y una época dados,
revela en qué se distingue este último de los de otras épocas o lugares. Weber da así salidas para
afrontar las grandes dificultades vinculadas al carácter multicausal de los fenómenos humanos y
sociales y para reducir el peso de la intervención de los valores del investigador en la discriminación
que se realiza entre lo esencial y lo accesorio.
Por último, el tercer eje, indudablemente el más importante en Weber, es el eje sociológico.
Como dice Freund, Weber es el maestro de la sociología comprehensiva, una sociología que
busca comprender la realidad social y no sólo darle una explicación causal que, de alguna manera,
escaparía a quienes viven la realidad social en cuestión. Para Weber, es necesario complementar
la explicación causal por la comprensión, es decir el acceso a las razones y motivos que hacen
180
Freund (1985).
obrar a las personas; y la interpretación, la penetración de los significados que éstas personas dan
a sus actos. No es necesario ser César para comprender a César, escribe en Économie et societé.
Para complementar su cuadro de categorías que determina y explica los fenómenos sociales, Weber
elabora, además de los ideales tipos de organización, modelos conceptuales de actividades sociales,
de éticas y de dominación. Así, tenemos:
- La ética de responsabilidad: la acción, por el contrario, está motivada y guiada por una
elección racional y juiciosa, un discernimiento entre lo que es realista o no lo es, conforme
o no a los medios disponibles, y que lleva a consecuencias que uno puede asumir o no, etc.
Para complementar esta rápida visión panorámica de la obra de Weber es necesario hablar de sus
vastos y magistrales trabajos sobre las religiones (el budismo, el hinduismo, el judaísmo, el
cristianismo -debía finalizar el estudio del islamismo, pero no le alcanzó el tiempo para ello), el
derecho y el arte.
Este muy breve cuadro da, no obstante, una idea de la amplitud, la profundidad, la diversidad y la
complejidad del pensamiento de Max Weber. ¿En qué podrían hallar como interlocutor
conveniente a semejante personaje el pragmatismo y el utilitarismo de la administración tradicional,
preocupados ante todo por mejorar el control cotidiano y la rentabilidad del corto plazo?. Para
responder a esta pregunta, veamos lo que dicen algunos manuales recientes de administración181.
M. Boisvert (1980), quien lleva a cabo una especie de revisión del uso de Weber por parte de la
administración, reconoce la complejidad y la sofisticación del pensamiento weberiano, mas le
atribuye una respuesta -que sobreentiende como clara y unívoca- a la pregunta de "¿cómo
organizar?", que Fayol dejó sin responder. Weber la responde, dice Boisvert, mediante su
formulación de las características de la burocracia y la descripción del modelo de dominación
legal al que esta burocracia corresponde182. El mismo autor, en una obra ulterior (Boisvert,
1985), hace casi el mismo análisis y presentación de Weber.
Otros manuales recientes (Bergeron, 1983 y 1986) colocan a Weber en la escuela clásica, en
compañía de Babbage, Taylor, Gantt, Gilbreth y Fayol. Es presentado como un sociólogo alemán
que propuso el concepto de base de la estructura burocrática así como el de la organización
considerada desde un ángulo descriptivo y científico; luego, sin mayores precisiones, sigue la
enumeración de las características de la estructura burocrática183.
En todos los manuales administrativos consultados (más de una decena, al azar, en francés y en
inglés) se repite, prácticamente en todo, el mismo esquema: la presentación de Weber como parte
integrante de la escuela clásica -y/o científica- de las teorías de la administración o de la
organización; y enumeración -total o parcial- de los componentes de sus ideales tipos de
dominación legal y de organización burocrática:
181
Cuando hablo de administración y de manuales de administración, excluyo, por cierto, los campos y las obras que
cubren la sociología de las organizaciones, que por lo común tratan de Max Weber más extensamente.
182
P. 45-48.
183
Bergeron (1983), p. 78 y 79, (1986), p. 158 y 159.
- Henry Mintzberg (1979) cita a Weber en varios de sus capítulos, mas esencialmente lo
asocia a Taylor (p. 10) para la descripción formal y "científica" de la organización y la
repartición del trabajo, las reglas y la formación especializada. Luego (p. 85) se pregunta
si el ideal tipo de Weber verdaderamente existe o si, antes bien, no existen varios tipos
particulares. Más adelante (p. 315), asocia la "descripción" weberiana de la burocracia a
su propio modelo de burocracia mecanicista. Por último (p. 361), se basa en el principio
weberiano de jerarquía profesional para afimar mejor su propia descripción de las
burocracias profesionales.
- Miller (obra colectiva, 1985), presenta el modelo burocrático de Weber como fruto de sus
análisis sociohistóricos. Deriva, entre otras enseñanzas, que el orden se basa ya no en la
tradición o los dones carismáticos sino que, más bien, es garantizado por las convenciones
formales y la organización burocrática del trabajo. De la observación histórica de los
fenómenos sociales, Weber habría deducido las características típicas de la forma de
organización más eficaz (p. 353). No obstante, Miller es el único de todos los autores
mencionados que señala (p. 353) que el rendimiento de estas organizaciones suele obtenerse
en detrimento de la satisfacción de sus miembros, y que Weber se preocupaba poco por la
administración de las empresas (p. 252).
A juzgar por estos pocos análisis de la literatura administrativa, predominan de manera visible el
eclecticismo y la hipersimplificación. Ello quiere decir, en mi opinión, que sencillamente no se
sabe dónde situar a Weber ni cómo utilizar sus trabajos. En el extremo, parece sólo una especie
de coartada o de garantía de saber científico.
184
Traducción libre del autor.
185
Pero esto nunca excede unas cuantas líneas y, por lo general, está reservado a tratados sobre el liderazgo y/o el
empresariato.
Veamos lo esencial de lo que estas ilustres ocho páginas contienen, de lo cual la administración
pretende hacer un uso tan interesante. En principio, Weber formula en ellas el cuadro del tipo de
dominación legal pura:
Por último, Weber describe el ideal tipo de la dirección administrativa burocrática, al que
presenta como el tipo más puro de la dominación legal, compuesto por funcionarios individuales
que:
Por lo demás, muy pocos comentarios o matices suelen acompañar estos préstamos de Weber,
como si ellos se bastaran por sí solos y se aplicaran directamente al pensamiento administrativo.
En resumen, se le considera como si fuese la respuesta cabal al problema dejado en suspenso por
Taylor y Fayol: el averiguar cómo ingeniárselas para construir una organización y, más aun, una
organización que responda de manera casi perfecta al imperativo de racionalidad del que se ha
rodeado abundantemente "la escuela clásica". Pensamos que esto es hacer muy poca justicia a la
obra de Max Weber, si no es deformarla e incluso desnaturalizarla, por exceso de abreviación y
parcialidad.
Basta con leer atentamente los elementos del tipo de dominación legal y de administración
burocrática para percatarse de que la organización industrial moderna, a la que se refiere la literatura
administrativa, dista mucho de cumplir varios de los criterios señalados como fundamentales por
Weber. En particular, mencionemos: la competencia de los dirigentes admitida bajo la forma
de selección abierta por examen o diploma; la separación total respecto a los medios de
administración o de adquisición; el derecho de invocación y de recurso de los empleados; el
control del poder personal por las reglas; la disciplina homogénea a todos aplicable; la carrera
por antigüedad o por méritos; las reglas basadas en un derecho racional que refleja la
intencionalidad de todos.
El mismo Max Weber diría que los jefes empresariales, en el régimen occidental de propiedad
privada y asociación del poder a la propiedad, se adjudican un derecho de fijar unilateralmente el
modo de uso de los medios de producción y de imponer normas y reglas que muy poco tienen que
ver con el derecho o la racionalidad impersonal.
Así, Hirschhorn recuerda que la razón y la racionalidad de las que Max Weber habla se expresan
en la maestría técnica, en el despliegue desmesurado del principio de eficiencia e,
inevitablemente, desembocan en el reino de la potencia en el avasallamiento del hombre a
organizaciones anónimas. Queda solamente una muralla contra la irracionalidad del proceso de
racionalización que consiste en una elección ética, existencial, que sólo espera encontrar
justificaciones en sí misma186.
Y, para salir de este atolladero o esta desgracia espiritual a donde lo ha llevado este auge de la
racionalidad, el hombre se refugia en una intensificación de lo irracional, que se manifiesta en
toda clase de nuevos misticismos, sectas, nuevas comunidades (hippies, etc.). En bastantes pasajes
de Économie et société (particularmente los capítulos o secciones sobre las categorías de la
economía capitalista, la moneda, la cuenta de capital y la comunidad doméstica), Weber presenta
la aceleración de la racionalización y de la calculabilidad como una serie de fracturas en la familia,
en la sociedad tradicional y en la identidad, como una exacerbación de las luchas de poder, como
una selección de posibilidades y potencialidades a través del dinero189. Lo cual constituye sendas
críticas hacia el mismo sistema capitalista, como lo señalan, entre otros, Morgan (1986) y
Capra (1983).
Según Weber, para que la sociedad occidental llegue a un saludable desarrollo de la racionalidad
deberá, como la sociedad tradicional, apelar a (y, por ende, tolerar, alentar, suscitar) la desviación
irracional (intuición, revolución, no conformismo, etc.) para sobrevivir, innovarse y adaptarse.
También, para contrarrestar los excesos de rigidez, de parálisis causada por las reglas, las
técnicas, los procedimientos y la rutina deberá convocar a dirigentes que no sean de tipo legal
sino, antes bien, de tipo carismático; lo que sigue siendo una forma de intensificar lo irracional190.
186
Hirschhorn (1988), p. 20.
187
Weber (1959), p. 78.
188
Freund (1966), p. 21.
189
Weber (1971), p. 70-90, 107-109, 133, 161, 379, 399, 406 y 407.
190
Freund (1985), Weber (1959).
Estas son las cosas que más a menudo ignora la administración tradicional, buscando, en la práctica
y en las escuelas, ser siempre más racional y más instrumental.
En cualquier caso, como lo recuerda Freund, Weber nunca soñó con hacer de la racionalización
occidental la base de una concepción del mundo. El sólo formuló la constatación del auge de esta
racionalidad; no la valorizó de ninguna manera, ni la consideró como un progreso o una mejoría o
un estado más deseado que otro. Nunca la glorificó ni recomendó, ni la preconizó como modelo
a seguir para organizar cualquier cosa. Antes bien, vio en ella un factor de desencanto, retroceso
del encanto y de la poesía, avance hacia un mundo que se convierte en la obra artificial del hombre;
mundo que, así, se gobierna en la manera en que se ordena a una máquina191. Y, lo que comparto
con Morgan (1986)- sería tan sólo el adjetivo "ideal" adherido a la palabra "tipo", lo que habría
inducido a este uso indiscriminado de Weber por parte de la administración.
He aquí, pues, la suerte que el mismo Weber le reserva a la racionalidad, a la dominación legal y
a la administración burocrática, a las que además les reprocha el hacer ejercer la función sin
pasión ni entusiasmo, no poder existir sino realizando una expropiación total de los trabajadores
en cuanto a los medios de admininstración y de abastecimiento, mientras que la apropiación de
estos últimos es indispensable para el celo en el trabajo y el interés en entregarse sin medidas192.
No es fácil ver cómo podría integrarse Max Weber a la pretendida escuela científica y al
pensamiento determinista, funcionalista-positivista que caracterizan lo esencial de la visión
administrativa dominante. Muy por el contrario, por su concepción de la "sociología
comprehensiva", Weber se acerca mucho más a las teorías de la introspección, de reintegración de
lo subjetivo y del sujeto portador de finalidad e intencionalidad, que a aquéllas promovidas por
una "ciencia" objetiva y exterior a su objeto de estudio. Para él, el acceso a una ciencia social
objetiva implica la necesidad de exorcizar la ilusión de una ciencia deductiva (regresando lo real
191
Freund (1968) p. 125-127.
192
Weber (1971) p. 134, 140, 156 y 157, Raynaud (1987) p. 136, 153-156.
193
Raynaud (1987) p. 49-51, y Weber (1965) p. 190 y 191.
194
Raynaud (1987) p. 50, y Weber (1965) p. 191.
al concepto teórico) que se vuelve así una ciencia dogmática a través de la reificación de sus propias
construcciones195. Además, Weber no considera que ninguna ciencia social (e incluso ninguna
ciencia) sea capaz de defenderse contra la incursión de los valores y las presuposiciones que
impregnan a los investigadores196.
Cabe, entonces, que nos preguntemos cómo y en qué puede la literatura administrativa esperar
hacer de estos ideales tipos los modelos o las descripciones o las prescripciones de organización
o, incluso, una base para sus pretensiones "científicas".
Antes de pasar a una conclusión sobre este lazo equívoco entre la administración y Weber,
veamos un último aspecto importante: la afirmación sistemática de la oposición de este último a
Karl Marx y a los pensamientos socialistas197.
Por otra parte, cabe recordar que su patriotismo alemán se vio frontalmente golpeado por los ataques
marxistas contra el régimen político y social de alemania. En cuanto a las ideas socialistas, el
propio Weber declaró que sólo un pelo lo separaba de los promotores de este género de
ideas201.
De todos modos, sólo sería azaroso pretender ver en Weber a un adepto, defensor o apologista del
sistema industrial y capitalista. Como lo precisa Freund, él sólo formula una constatación, sin
que haya lugar para un pronunciamiento sobre los respectivos méritos de uno u otro sistema. Incluso
es posible ver en los propios textos de Max Weber, tomas de posición que distan de ser apologéticas
y más bien se añaden a la crítica del apogeo de la racionalidad anteriormente aquí señalada (los
pasajes y términos entre comillas son de Weber):
195
Raynaud (1987) p. 49. Esto es lo que Weber reprocha esencialmente al marxismo, pero es errado creer que sólo el
método marxista cae en esta crítica suya. Volveremos al tema.
196
Freund (1985) p. 172.
197
Kelly (1974, p. 67) y Boisvert (1985) llegarían a escribir que Weber se oponía ferozmente a Marx (p. 42).
198
Hirschhorn (1988), p. 10. También se puede decir que Weber tenía la misma actitud hacia las teorías y ciencias no
marxistas.
199
En una célebre frase a menudo citada por comentaristas y especialistas en Max Weber (Weber 1965, p. 200).
200
Véase también Raynaud (1987), p. 26, 27-29, 32, 52 y 53; y Freund (1968), p. 133-138.
201
Hirschhorn (1988), p. 11.
- La formación de precios "cifrados en monedas" no es resultado de la "mano invisible" ni
de un "mercado" neutro que confronta "objetivamente" la oferta y la demanda... es
"resultado de luchas y de compromisos" que "deriban de la respectiva potencia de las
partes comprometidas". Son mecanismos "marcados por la lucha del hombre contra el
hombre", y "la moneda es en primer lugar un medio de combate", etc. (Weber 1971, p.
107).
A la simple vista de estos pocos extractos, se aprecia que cualquier inferencia de prescripción o
justificación de la forma de evolución o de organización de la sociedad occidental, industrial,
racional y de "mercado libre", de acuerdo a Max Weber no es sino una parcialización con pocos
fundamentos.
En conclusión
¿Qué decir entonces a modo de conclusión tras esta breve incursión en el inmenso jardín weberiano?
Primeramente, por supuesto, que su integración a la escuela "clásica-científica" de administración,
o a cualquier otra escuela gerencial, es prácticamente sólo una fantasía.
En efecto, a la luz de su obra no se ve absolutamente qué caudal ha podido aportar un Max Weber
al molino de la búsqueda de rentabilidad y de lucro. Ni lo que él pueda ofrecer a este universo de
certezas y de racionalidad técnico-económica que es la administración. ¿Cómo puede este
202
Weber definió medios de aprovisionamiento como: producción y transporte de utilidades, cuyos medios de
adquisición se hallan totalmente a disposición del agente económico (1971, p. 76).
universo adaptarse a las inmensas precauciones epistemológicas, dudas, matices y críticas severas
respecto a las ciencias sociales, la racionalidad y la sociedad industrial, incluso capitalista, que
Weber formula? ¿Ignorándolas, sencillamente?
La obra de este inmenso pensador es una obra fundamental, filosófica, extremadamente compleja
y profunda. Ningún concepto weberiano puede ser tratado con ligereza, en un solo nivel o en un
primer grado, y aun menos puede considerarse portador de un sentido universal y unívoco.
Weber, como hombre de erudición fenomenal, no pretendía nada menos que interrogar y
comprender las grandes contradicciones que jalonan el devenir de toda la humanidad: el conflicto
entre la racionalidad y la irracionalidad, que se chocan y se remiten incesantemente una a la otra;
el conflicto, en el paso de la comunidad a la sociedad (precisamente por el apogeo de la
racionalidad) entre la pérdida de identidad y las formas fragmentadas y totalmente irracionales de
reconstitución de esta identidad (sectas, hippies, comunidades de drogas, fanatismos); el
conflicto, en el fenómeno religioso, entre la afirmación del principio de perfección y la necesidad
de explicar la presencia del mal; el conflicto entre la evolución irremediable hacia la racionalidad
planificadora de la burocracia y el inevitable recurso a la contingencia, a la desviación y al
carisma para evolucionar y salir de la trampa de la esclerosis o de la tiranía de los aparatos, etc.
Además, su interrogación es universal, planetaria, abarca todas las formas de actividad humana.
El sistema de Max Weber tiende a ser al mismo tiempo un cuestionamiento y un complemento de
Kant (la reconciliación idealista del concepto y del hecho experimental, del racionalismo y del
empirismo, pero en una perspectiva "comprehensiva"), de Hegel (la encarnación de la Razón
Histórica y su enraizamiento en la significación de los actos humanos), de Marx (adaptar la cualidad
heurística de sus categorías socio-históricas a las exigencias epistemológicas de los ideales tipos),
etc. Se ha llegado a escribir que Weber quería ser "el Karl Marx de la burguesía".
¿Cómo utilizar a semejante autor y semejante pensamiento en administración sin falsear
peligrosamente y simplificar ofensivamente o desnaturalizar sus conceptos y su trayectoria?.
He aquí un autor que, dado el espíritu con el que se le ha tratado y siguiendo la convención
intelectual, no debería figurar en absoluto en la panoplia de constructores del pensamiento
administrativo. Mas, ya que, contrariamente al sentido común, figura en ella, nos sentimos
obligados a estudiarlo y comprenderlo algo más, así sea poco. Al hacerlo, estaríamos en
capacidad de captar mejor los abusos que de él se han hecho, y ver que su contribución sería
efectivamente grande en la doctrina administrativa, aunque más como fuente de prudencia, de
crítica, de interrogaciones de fondo, que de apología y de confirmación de la administración
tradicional.
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LA DOMINACION LEGAL CON ADMINISTRACION BUROCRATICA
Max Weber203
La dominación legal descansa en la validez de las siguientes ideas, entrelazadas entre sí:
- Que todo derecho “pactado” u “otorgado”, puede ser estatuido de modo racional -racional
con arreglo a fines o racional con arreglo a valores (o ambas cosas)-, con la pretensión de
ser respetado, por lo menos, por los miembros de la asociación; y también regularmente
con aquellas personas que dentro del ámbito de poder de la asociación (en las territoriales:
dentro de su dominio territorial) realicen acciones sociales o entren en relaciones sociales
declaradas importantes por la asociación.
- Que todo derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo general
estatuidas intencionalmente; que la judicatura implica la aplicación de estas reglas al caso
concreto; y que la administración supone el cuidado racional de los intereses previstos por
las ordenaciones de la asociación, dentro de los límites de las normas jurídicas y según
principios señalables que tienen la aprobación o por lo menos carecen de la desaprobación
de las ordenaciones de la asociación.
- Que el soberano legal típico, la “persona puesta a la cabeza”, en tanto que ordena y
manda, obedece por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones. Lo
cual vale para el soberano legal que no es “funcionario”, por ejemplo: el presidente
electivo de un estado. Que -tal como se expresa habitualmente- el que obedece sólo lo
hace en cuanto miembro de la asociación y sólo obedece “al derecho”. Como miembro de
la unión, del municipio, de la iglesia; en el estado: ciudadano. Domina la idea de que los
miembros de la asociación, en tanto que obedecen al soberano, no lo hacen por atención a
su persona, sino que obedecen a aquel orden impersonal; y que sólo están obligados a la
obediencia dentro de la competencia limitada, racional y objetiva, a él otorgada por dicho
orden.
203
Tomado de: : Weber, Max “ECONOMIA Y SOCIEDAD” Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1977.
2. Una actividad establecida de esa suerte se llama “magistratura” o “autoridad” (Behorde).
“Autoridades” en este sentido existen, lo mismo que en el “estado” y la “iglesia”, en las
grandes explotaciones privadas, ejércitos y partidos. Una “magistratura” en el sentido de
esta terminología es el presidente electivo de la república (o el gabinete ministerial, o los
“diputados por elección"). Estas categorías no nos interesan, sin embargo ahora. No toda
“magistratura” posee en igual sentido “poderes de mando”; pero esta separación no
interesa aquí.
4 Las “reglas” según las cuales hay que proceder pueden ser: Técnicas o Normas.
Su aplicación exige en ambos casos, para que se logre la racionalidad, una formación
profesional. Normalmente sólo participa en el cuadro administrativo de una asociación el
calificado profesionalmente para ello mediante pruebas realizadas con éxito; de modo que sólo el
que posea esas condiciones puede ser empleado como funcionario. Los “funcionarios” forman el
cuadro administrativo típico de las asociaciones racionales, sean éstas políticas, hierocráticas,
económicas (especialmente, capitalistas) o de otra clase.
Rige (en el caso racional) el principio de la separación plena entre el cuadro administrativo y los
medios de administración y producción. Los funcionarios, empleados y trabajadores al servicio de
la administración no son propietarios de los medios materiales de administración y producción,
sino que reciben estos en especie o dinero y están sujetos a rendición de cuentas.
En el caso más racional no existe apropiación de los cargos por quien los ejerce. Donde se da un
“derecho al cargo” (como, por ejemplo, entre los jueces y actualmente en partes crecientes de la
burocracia y el proletariado) no sirve generalmente a un fin de apropiación por parte del
funcionario, sino de aseguramiento del carácter puramente objetivo (“independiente”), sólo sujeto
a normas, de su trabajo en el cargo.
Rige el principio administrativo de atenerse al expediente, aun allí donde las declaraciones orales
sean de hecho la regla o estén hasta prescritas; por lo menos se fijan por escrito los
considerandos, propuestas y decisiones, así. como las disposiciones y ordenanzas de toda clase. El
expediente y la actividad continuada por el funcionario hacen que la oficina sea la médula de toda
forma moderna en la actividad de las asociaciones.
La dominación legal puede adoptar formas muy distintas, de las que hablaremos luego
particularmente. En lo que sigue se analizará en su significación de ideal tipo lo que en la mayor
parte de los casos es la estructura pura de dominación del cuadro administrativo: la “burocracia”.
El que se prescinda de la naturaleza típica del dirigente, se debe a circunstancias que luego se harán
completamente comprensibles. Tipos muy importantes de dominación racional pertenecen
formalmente por su dirigente a otros tipos (carismatico-hereditarios): (monarquía hereditaria;
Carismático- plebiscitiarios: presidente); otros son materialmente racionales en muchas de sus
partes, pero se encuentran constituidos según una forma intermedia entre la burocracia y el
carismatismo (gobiernos de gabinete); otros, por último, están conducidos (ministerios de partido)
por los dirigentes (burocráticos o carismáticos) de otras asociaciones (partidos). El tipo de la
administración legal y racional es susceptible de aplicación universal, y es lo importante en la
vida cotidiana. Pues para la vida cotidiana dominación es primariamente “administración”.
El tipo más puro de dominación legal es aquel que se ejerce por medio de un cuadro administrativo
burocrático. Sólo el dirigente de la asociación posee su posición de imperio, bien por apropiación,
bien por elección o por designación de su predecesor. Pero sus facultades de mando son también
“competencias” legales. La totalidad del cuadro administrativo se compone, en el tipo más puro,
de funcionarios individuales (“monocracia” en oposición a “colegialidad” de la que se hablará
luego), los cuales.
La dominación burocrática se ofrece en forma más pura allí donde rige con mayor fuerza el principio
de nombramiento de los funcionarios. Una jerarquía de funcionarios electivos no existe con igual
sentido que una jerarquía de funcionarios nombrados; por lo pronto la disciplina no puede nunca
naturalmente alcanzar idéntica severidad allí donde el funcionario subordinado depende en igual
forma que el superior de una elección, y no precisamente del juicio de este último (ver sobre
funcionarios electivos, &14).
“Cargos” en calidad de “profesión accesoria”, y sobre todo los “cargos honoríficos”, pertenecen a
otra categoría de la que luego hablaremos. El funcionario Típicamente “burocrático” tiene su
cargo como profesión fundamental.
Es evidente que los modernos oficiales del ejército representan una categoría de funcionarios por
nombramiento, si bien con características estamentales de las que luego se hablará (cap II), en
completa oposición, primero, con los caudillos electivos; segundo, con los condotieros
carismáticos; tercero, con los oficiales vinculados a una empresa capitalista (ejército mercenario);
cuarto, con los compradores de los cargos militares. Las transiciones pueden ser fluidas. Los
“servidores” patrimoniales separados de los medios administrativos y los empresarios capitalistas
de un ejército, así como frecuentemente también los empresarios capitalistas privados, han sido
los precursores de la burocracia moderna. De esto se hablará más tarde en particular.
A pesar de todos los ejemplos en contrario, sean éstos de representaciones colegiadas de interesados,
comités parlamentarios, dictaduras de “consejos”, funcionarios honorarios o jueces no
profesionales (y sobre todo, a pesar de los denuestos contra la “santa burocracia”), no debe uno
dejarse engañar y perder de vista que todo trabajo continuado se realiza por funcionarios en sus
oficinas. Toda nuestra vida cotidiana está tejida dentro de ese marco. Pues si la administración
burocrática es en general –caeteris paribus- la más racional desde el punto de vista técnico-
formal, hoy es, además, sencillamente inseparable de las necesidades de la administración de masas
(personales o materiales). Se tiene que elegir entre la burocratización y el dilettantismo de la
administración; y el gran instrumento de la superioridad de la administración burocrática es éste:
El saber profesional especializado, cuyo carácter imprescindible está condicionado por los
caracteres de la técnica y economía modernas de la producción de bienes, siendo completamente
indiferente que tal producción sea en la forma capitalista o en la socialista. (Esta última, de querer
alcanzar iguales resultados técnicos, daría lugar a un extraordinario incremento de la burocracia
profesional) y lo mismo que los dominados sólo pueden defenderse normalmente de una
dominación burocrática existente mediante la creación de una contraorganización propia,
igualmente sometida a la burocratización así también el aparato burocrático mismo esta ligado a
la continuidad de su propio funcionamiento por intereses compulsivos tanto materiales como
objetivos, es decir, ideales. Sin ese aparato, en una sociedad que separa a los funcionarios,
empleados y trabajadores de los medios administrativos, y que requiere de modo indispensable la
disciplina y la formación profesional, cesaría toda posibilidad de existencia para todos con
excepción de los que todavía están en posesión de los medios de abastecimiento(campesinos). La
burocracia continúa funcionando para la revolución triunfante o el enemigo en ocupación, lo mismo
que lo hacia con el gobierno hasta ese momento legal.
La cuestión es siempre esta: ¿quién domina el aparato burocrático existente? Y siempre esa
dominación tiene ciertas limitaciones para el no profesional: El consejero profesional impone las
mas de las veces a la larga su voluntad al ministro no profesional. La necesidad de una
administración más permanente, rigurosa, intensiva y calculable, tal como la creó -no solamente
él, pero ciertamente y de modo innegable, él ante todo- el capitalismo (sin la que no puede subsistir
y que todo socialismo racional tendrá que aceptar e incrementar), determina el carácter fatal de la
burocracia como médula de toda administración de masas. Sólo el pequeño instituto (político,
hierocrático, económico, etc.), podría prescindir ampliamente de ella. De igual manera que el
capitalismo en el estadio actual de su desarrollo fomenta la burocracia –aunque una y otra
provengan históricamente de distintas raíces- asimismo, porque desde el punto de vista fiscal
aporta los necesarios medios en dinero, constituye el fundamento económico más racional sobre
el que puede subsistir aquélla en su forma también más racional.
Junto a los supuestos fiscales existen para la burocracia condiciones esenciales de carácter técnico
en los medios de comunicación. Su precisión exige el ferrocarril, el teléfono, el telégrafo, y está
ligada a éstos de modo creciente.
En esto ninguna alteración podría introducir un orden socialista. El problema radicaría en si éste
sería capaz de crear condiciones para una administración racional, que en este caso significaría
una administración burocrática rígida, sometida a reglas aún mas rigurosamente formales que las
existentes en el orden capitalista. En caso contrario, nos encontraríamos de nuevo con una de
aquellas irracionalidades: la antimonia entre la racionalidad formal y material que tantas veces ha
de constatar la sociología.
probabilidades- personales de
vida de los interesados, cualquiera que sea su clase -porque de otra suerte la arbitrariedad
seria la
consecuencia y el formalismo es la línea de menor resistencia. En contradicción aparente
y en parte real con esta tendencia de esa clase de intereses está la inclinación de los
burócratas a llevar a cabo sus tareas administrativas de acuerdo con criterios utilitario-
materiales en servicio de los dominados, hechos felices de esta suerte. Sólo que este
utilitarismo material suele manifestarse revestido con la exigencia de los correspondientes
reglamentos- por su parte: formales de nuevo y en la mayoría de los casos tratados de modo
formalista. (Sobre esto, en la sociología del derecho.) Esta tendencia hacia una racionalidad
material encuentra apoyo por parte de aquellos dominados que no pertenecen a la capa de
los interesados en la "garantía" de las probabilidades poseídas. La problemática enraizada
en lo anterior pertenece a la teoría de la "democracia"