Fidel Castro Ruz Y La Política Cultural de La Revolución Cubana

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Rafael J. Ramos González, Recaredo B. Rodríguez Bosch, Carlos A.

Suárez Arcos

FIDEL CASTRO RUZ Y LA POLÍTICA CULTURAL DE LA REVOLUCIÓN


CUBANA
FIDEL CASTRO RUZ Y LA POLÍTICA CULTURAL

AUTORES: Rafael Juan Ramos González1


Recaredo Benito Rodríguez Bosch 2

Carlos Alberto Suárez Arcos 3

DIRECCIÓN PARA CORRESPONDENCIA: [email protected]

RESUMEN
El artículo que presentamos es consustancial al tema de investigación que se
desarrolla en la Maestría en Desarrollo Cultural Comunitario, y está referido al
pensamiento de Fidel Castro Ruz acerca de la política cultural de la Revolución,
y sus concepciones al respecto desde Palabras a los intelectuales y en
momentos posteriores a 1990, etapa conocida como período especial. Con el
triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959, se abren nuevos espacios
para la creación artística y literaria y para el desarrollo cultural del país, pero
no todos estaban preparados para los nuevos tiempos, y comenzaron las
tergiversaciones y las erróneas interpretaciones de lo que era y cómo iba a
actuar la Revolución en el campo de la Cultura. Ante la incertidumbre y
suspicacia que provocó en algunos integrantes del gremio intelectual, la
censura por parte de la Comisión de Estudio y Clasificación de Películas del
ICAIC, del cortometraje PM, de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez-Leal,
se evidenció la necesidad de adoptar una posición ante lo que cierto sector
temía como coartación de la libertad de expresión de los intelectuales y artistas.
De ahí la importante reunión de Fidel con un grupo de integrantes de la
intelectualidad cubana en junio de 1961, que dio origen a “Palabras a los
intelectuales”, y que establecieron las bases de una política cultural que nació
sobre una tradición ética e histórica.
PALABRAS CLAVE
Política cultural, intelectuales, cultura, identidad

FIDEL CASTRO RUZ AND THE CULTURAL POLITICS OF THE CUBAN


REVOLUTION

1
Lic. en Educación, especialidad Historia y Ciencias Sociales. Profesor Asistente, Profesor del Departamento de
Marxismo-Leninismo e Historia de la Universidad de Las Tunas.
2
Lic. en Historia y Ciencias Sociales, Máster en Desarrollo Cultural Comunitario, Doctor en Ciencias. Profesor
Titular de la Universidad de Las Tunas.
3
Doctor en Ciencias Filosóficas. Profesor Auxiliar. Universidad de Las Tunas.
102 Revista Didasc@lia: D&E. Publicación cooperada entre CEDUT- Las Tunas y CEdEG-Granma, CUBA
Didasc@lia: Didáctica y Educación. ISSN 2224-2643
FIDEL CASTRO RUZ Y LA POLÍTICA CULTURAL

ABSTRACT
The article that we presented is consubstantial to the topic of the investigation
that is developed in the Mastery in Cultural Community Development, referred
to the thought of Fidel Castro Ruz about the cultural politics of the Revolution,
and their conceptions in this respect from Words to the intellectuals and in
posterior moments to 1990, a stage well-known as a special period. With the
victory of the Revolution on January 1st, 1959, new spaces for the artistic and
literary creation are opened up for the cultural development of the country, but
not all were prepared for the new times, and they began the misrepresentations
and the erroneous interpretations of what it was and how the Revolution was
going to act in the field of Culture. Due to the uncertainty and mistrust that
caused in some members of the intellectual union, the censorship on the part
of the Commission of Study and Classification of Movies of the ICAIC, of the PM
documentaries, by Sabá Cabrera Infante and Orlando Jiménez-Leal, the
necessity was evidenced by adopting a position in what certain sector feared as
the limitation of the freedom of expression of the intellectuals and artists. For
that reason, the important meeting of Fidel with a group of members of the
Cuban intellectuals on June, 1961, that gave origin to "Words to the
intellectuals," which established the bases of a cultural politics that arose from
an ethical and historical tradition.
KEYWORDS cultural politics, intellectuals, culture, identity

INTRODUCCIÓN
La importante ensayista y profesora universitaria Graziella Pogolotti (2010), al
abordar el asunto sobre la tradición histórica y cultural en Cuba, reflexiona que
los pensadores cubanos del siglo XIX, en el intento de formular un ideal de
nación, intuyeron el vínculo entre cultura y sociedad y encontraron soluciones
prácticas para influir en la opinión pública, libraron batallas en el seno de las
instituciones e impulsaron conceptos avanzados de educación porque, al no
tener acceso a la participación política directa, vieron en la cultura un medio
para diseminar ideas, forjar conciencia, unir voluntades y contribuir al diseño
de un proyecto.
Es decir que, para el desarrollo y consolidación de una aspiración de nación
que condujera a una Cuba libre e independiente, era indispensable vincular la
educación y la cultura, sin lo cual, era imposible realizarlo.
Desde la más lejana época inaugural de un pensamiento auténticamente
cubano, sobre todo a partir de la última década del siglo XVIII y las primeras
del siglo XIX, con el arribo a Cuba de la corriente iluminista, surge la primera
hornada de patricios interesados, como clase, pero igual con miras nacionales,
en el progreso material y moral del país, agrupados en la Sociedad Económica
de Amigos del País, la publicación el Papel Periódico de La Habana y el
Seminario de San Carlos, algunos de cuyos más ilustres representantes fueron

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José Agustín Caballero, José de La Luz y Caballero y Félix Varela, transitando


por Francisco de Arango y Parreño, José Antonio Saco y Domingo Del Monte.
Excepto Varela, de quien dijo Luz que, “mientras se piense en la isla de Cuba,
se pensará en quien nos enseñó primero a pensar”, tales personalidades no
llegaron a constituir una tendencia revolucionaria, sino reformista.
Aún así, José Martí, en quien se congregan los saberes antes separados (arte,
literatura, pedagogía, política, filosofía) y se produce la unidad entre el saber de
los libros y el de la propia experiencia para la fundación de una nueva Patria,
los consideró no solo como patrimonio mayor de nuestra cultura, sino como
iniciadores de una tradición cultural ética y patriótica asumida por él mismo
con profundidad.
En la segunda mitad del siglo XX se produce en Cuba la irrupción de un nuevo
tiempo, traído de la mano de una Revolución que cambiaría todo, incluso, la
manera de entender y asumir el hecho artístico y literario. La política cultural
de la Revolución, trazada por Fidel desde su discurso conocido como Palabras a
los intelectuales, es el núcleo del tema que aquí se aborda, sin la fatua
pretensión de agotarlo ni creernos en posesión de la última palabra, sino solo
una epidérmica aproximación al mismo, que despierte en otros, nuevas
interrogantes.
DESARROLLO
Como fenómeno polisémico, múltiples son las definiciones que sobre la Cultura
existen y su enunciación conceptual ha evolucionado históricamente en
dependencia de las tendencias sociales que se han revelado. El término,
proveniente del latín cultus, refiere el cultivo del espíritu humano y las
facultades intelectuales del hombre, y a lo largo de la historia este concepto ha
variado y desde el período del Iluminismo, ha estado asociado a civilización y
progreso.
La cultura está relacionada con la calidad de vida de un pueblo, indicador que
permite medir los distintos niveles de desarrollo cualitativo de la sociedad, que
se manifiesta en las formas en que las comunidades sociales y asentamientos
poblacionales aprehenden las memorias históricas y los sentimientos
identitarios e incorporan al accionar cotidiano lo más distintivo de la cultura
heredada, reproduciéndolas de manera creadora.
Para la UNESCO, la cultura permite al ser humano la capacidad de reflexión
sobre sí mismo pues, a través de ella, el hombre discierne valores y busca
nuevas significaciones.
Una definición muy difundida es aquella que concibe la cultura como el
conjunto de los resultados positivos, es decir los valores de la actividad social
de los hombres; o sea que, desde este punto de vista, la cultura no abarca
todos los resultados de la actividad humana, sino solo los positivos. Y es lógico
este tipo de enfoque, pues sería bastante desacertado considerar como parte de
la cultura de la Humanidad, el empleo de las armas atómicas o de destrucción
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masiva que, aunque salidas de la inteligencia y el conocimiento adquirido de las


ciencias, solo han servido para dominar poblaciones enteras u ocupar
territorios de otras naciones con fines geopolíticos imperialistas. Eso es
anticultural y las evidencias recientes lo han demostrado con creces.
El filósofo y teórico marxista italiano Antonio Gramsci (1891 - 1937), al ofrecer
su concepto de cultura e incorporarla como parte de una dimensión política
afirma: “Hay que perder la costumbre de concebir la cultura como un saber
enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de
un recipiente que hay que llenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos
en bruto e inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cerebro, como
en las columnas de un diccionario, para poder contestar en cada ocasión a los
estímulos varios del mundo externo. Solo sirve para producir desorientados,
gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en
la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgranan en cada ocasión
para levantar una barrera entre sí mismos y los demás. Pero eso no es cultura
sino pedantería, no es inteligencia sino intelecto, y hay que reaccionar contra
esa actitud.
La cultura es algo muy distinto. Es organización, es disciplina del yo interior,
apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por
la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la
vida, sus derechos y sus deberes” (Gramsci: 1958).
Fidel Castro Ruz uno de nuestros más importantes paradigmas desde la
segunda mitad del siglo XX para acá, cuya vida y obra hace tiempo traspasaron
los limitados espacios físico-geográficos de la insularidad cubana para
convertirse en arquetipo para otros millones de seres que, en todo el mundo
sincrónico, asumen sus esenciales postulados referidos a la preservación de los
valores y la vida de la humanidad, y que se sustentan en una vasta cultura
ético-revolucionaria, es quien nos enseña el know how en el tema del desarrollo
cultural, es quien diseñó y alentó en los escritores y artistas cubanos la
aplicación de una nueva concepción de política cultural como no había sido
pensada y practicada en épocas anteriores.
Como se conoce, la etapa de capitalismo atrasado y dependiente que se vivió en
Cuba de 1902 hasta 1958, poco favoreció el acceso del pueblo a la cultura y, en
buena medida, el sensacionalismo, la banalidad y el arte evasivo, eran lo que se
estimulaba en los centros de propagación cultural, solamente para satisfacción
de minorías privilegiadas, utilizando los recursos para desvirtuar los valores
culturales del pueblo y falsear nuestra historia. En ese ámbito, los medios de
difusión masiva solo servían para humillar al ciudadano común, sumido en el
analfabetismo y la miseria cultural más aplastante. Era tal la situación que el
pueblo fue caricaturizado con un personaje famélico y desvalido: Liborio.
Hubo, sí, honrosas excepciones. La idea de la cultura, reflejada en una
sensibilidad social y humana, viene de la historia de lo mejor del movimiento
intelectual cubano, que tiene un sentido de justicia social, de respeto a la

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dignidad de la persona y de una ética revolucionaria que se localiza en la


esencia misma del pensamiento de José Martí (1975) quien, en 1886, escribió:
“La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República
y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la
cultura.”
En la nueva etapa que se habría para el pueblo cubano a partir de 1959, la
Revolución de Fidel se proponía llevar a la población un mayor nivel de
civilización unido a una mayor cultura, como ese tejido social que abarca las
distintas formas y expresiones de la sociedad, en las que se incluyen las
costumbres, las prácticas, las formas de ser de sus miembros, los rituales, los
tipos de vestimenta y las normas de comportamiento ciudadano, eso que
llamamos civilidad.
El tema que abordamos se relaciona con la política y la identidad cultural
nacional, porque el estudio y preservación de la vasta obra intelectual de Fidel
Castro Ruz referida a la cuestión de la cultura, resulta decisiva en el interés de
proteger los valores identitarios de nuestro pueblo; porque fue él quien definió
la política cultural de la Revolución desde aquella memorable oración de 1961.
Con el triunfo de la Revolución, se abren nuevos espacios para la creación
artística y literaria y para el desarrollo cultural, pero no todos estaban
preparados para los nuevos tiempos, y comenzaron las tergiversaciones y las
erróneas interpretaciones de lo que era y cómo iba a actuar la Revolución en el
campo de la Cultura.
Ante la inseguridad y desconfianza que provocó en algunos integrantes del
gremio intelectual, la censura por parte de la Comisión de Estudio y
Clasificación de Películas del ICAIC, del cortometraje PM, de Alberto “Sabá”
Cabrera Infante y Orlando Jiménez-Leal, se evidenció la necesidad de adoptar
una posición ante lo que cierto sector temía como coartación de la libertad de
expresión de los intelectuales y artistas.
De ahí la importante reunión de Fidel con un grupo de integrantes de la
intelectualidad cubana en junio de 1961, que dio origen a “Palabras a los
intelectuales”, y que establecieron las bases de una política cultural que nació
sobre una tradición ética e histórica.
Este momento de extraordinaria importancia en cuanto al tema de la política
cultural de la Revolución, se produce los días 16, 23 y 30 de junio de 1961,
cuando se efectuaron en la Ciudad de La Habana, en el Salón de Actos de la
Biblioteca Nacional, reuniones en las que participaron las personalidades más
representativas de la intelectualidad cubana de aquel período.
Mientras se resistían los intentos del gobierno de los Estados Unidos por
desestabilizar el proceso político que tenía lugar en Cuba, la Revolución debía
avanzar en su terreno más sólido: la cultura. Artistas y escritores discutieron y
expusieron ampliamente sus puntos de vista sobre aspectos de la actividad
cultural y los temas relacionados con sus posibilidades de creación.
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En estas reuniones participaron, entre otras importantes personalidades, el


Presidente de la República, Dr. Osvaldo Dorticós Torrado, el Primer Ministro,
Dr. Fidel Castro Ruz, el Ministro de Educación, Dr. Armando Hart Dávalos, los
miembros del Consejo Nacional de Cultura y otras de la intelectualidad cubana,
tales como José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Antón Arrufat, Julio García
Espinosa, Santiago Álvarez, Tomás Gutiérrez Alea, Nicolás Guillén, Lisandro
Otero, Carmelo González, Roberto Fernández Retamar, Guillermo Cabrera
Infante, Carlos Franqui, Alejo Carpentier y Alfredo Guevara.
Se discutió el problema de la libertad de los artistas y escritores para
expresarse y del llamado respeto a la libertad en las formas y en el contenido.
En algunos existían prejuicios frente al llamado realismo socialista, debido a la
propaganda anticomunista de la época de la guerra fría. Como la cuestión
estaba en qué derechos tenían los creadores en las nuevas circunstancias
históricas, la intervención de Fidel fija la posición de la Revolución ante la
actividad cultural.
En ese instante fundacional, entre otras cosas Fidel dijo: “La Revolución (…)
nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no solo con
los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que, aunque no
sean revolucionarios, es decir, que aunque no tengan una actitud
revolucionaria ante la vida, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a
aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente
contrarrevolucionarios. Y la Revolución tiene que tener una política para esa
parte del pueblo; la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de
los intelectuales y de los escritores.
La Revolución tiene que comprender esa realidad y, por lo tanto, debe actuar de
manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean
genuinamente revolucionarios, encuentre dentro de la Revolución un campo
donde trabajar y crear y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores
o artistas revolucionarios, tenga oportunidad y libertad para expresarse, dentro
de la Revolución. Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la
Revolución nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene
también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a
existir y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto
la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución
significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un
derecho contra ella”.
En tan esencial alocución, Fidel aclara que la Revolución es abierta y contiene a
todos, siempre y cuando no sean incorregiblemente contrarrevolucionarios; que
no habría elitismo aristocrático ni populismo barato.
La cultura y la revolución social debían crecer juntas. Aquella peroración
asume un importante rol en la definición de lo que es la política cultural de la
Revolución cubana. En él se expresa, con total claridad, un cuerpo de ideas
que, tal vez, pudieran resumirse en:

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 La Revolución es el acontecimiento cultural más importante.


 Los cambios en el ambiente cultural favorecerán el desarrollo del arte y la
expresión artística que represente los verdaderos valores de la cubanía.
 El respeto a la libertad formal para la creación artística y literaria, se
considera la libertad de contenido para expresarse dentro de la
Revolución, pero no es admisible que se expresen contra la Revolución.
“La revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura cuando
una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución
es desarrollar el arte y la cultura”.
 Convertir al pueblo en actor, pensar por el pueblo y para el pueblo. “No
quiere decir esto que el artista tenga que sacrificar el valor de sus
creaciones, y que necesariamente tengamos que sacrificar su calidad.
Quiere decir que tenemos que luchar en todos los sentidos para que el
creador produzca para el pueblo y el pueblo a su vez eleve su nivel
cultural a fin de acercarse a los creadores.”
Los discursos, juicios y opiniones de Fidel acerca de tan esencial asunto para la
propia supervivencia de la Nación cubana constituyen, de hecho, componentes
del patrimonio ético y cultural del pueblo cubano.
El Ministerio de Cultura, en estrecha relación con la UNEAC y otras
instituciones, es el ente que, en representación del Estado, aplica la política
cultural que en los últimos años ha estado definida en el Programa de
Desarrollo Cultural, aprobado en 1995, como expresión de los lineamientos de
política cultural en un nivel de concreción que, a partir de las características
específicas de la situación cultural y del entorno socioeconómico y político -
ideológico, incluye un sistema de objetivos estratégicos, de indicadores de
evaluación y el análisis de los recursos para su ejecución. Este debe integrar
los intereses y las necesidades de todos los actores sociales que participan
desde su diseño hasta su evaluación.
Este Programa es la materialización práctica de las políticas culturales y de lo
que aparece enunciado en las mismas; a saber:
 Estímulo a la creación Artística y Literaria,
 Atención a la vanguardia artística,
 Promoción y Programación Cultural,
 Investigación y Enseñanza Artística,
 Desarrollo del Potencial Humano,
 Economía de la Cultura.
Estas áreas devienen de la Misión institucional, las que permiten determinar
hacia dónde deben dirigirse las gestiones fundamentales.

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En los minutos actuales de Cuba, en la búsqueda un modelo de desarrollo


propio, una necesidad que debe ajustarse a nuestras características como
pueblo, es importante la asimilación crítica del conocimiento universal, pero
fortaleciendo lo nuestro. Cuando se relaciona una pertinencia de revisión
general del modelo de desarrollo económico y social cubano, estamos hablando
de la identidad cubana pues, si este no se forja sobre la base de nuestras raíces
y tradiciones culturales, de nuestro sistema de valores históricos, que han
sedimentado una nacionalidad, difícilmente se pueda hacer viable el modelo.
Por tales razones, en la INTRODUCCIÓN a la Conceptualización del Modelo
Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, se expresa que:
“La sociedad cubana se encuentra en el período histórico de construcción del
socialismo. (…). Se mantienen con firmeza los ideales de Martí, Fidel y de todos
los que lucharon por la libertad, la independencia, la soberanía y la justicia
social, inseparables del pensamiento socialista y comunista que caracteriza al
proceso revolucionario cubano”.
Además, se expone que, para avanzar, Cuba cuenta con importantes fortalezas
y oportunidades, entre las cuales se destacan:
1) (…)
2) El ejemplar legado histórico del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, su
concepto de Revolución y la convicción de que sí se puede alcanzar la victoria
con nuestros propios esfuerzos, principios e ideales.
3) (…)
4) La firmeza de los valores esenciales arraigados en el pueblo cubano, entre los
que sobresalen el humanismo, el patriotismo, el antimperialismo, la dignidad,
la responsabilidad y la honradez; la elevada vocación solidaria e
internacionalista, así como una cultura cimentada en las mejores tradiciones
éticas y espirituales de nuestra historia.
Así mismo, en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y
la Revolución para el período 2016/2021, aprobados en el 7mo. Congreso del
Partido en abril de 2016 y por la Asamblea Nacional del Poder Popular, en julio
del ese año, en el capítulo VI. POLÍTICA SOCIAL de los LINEAMIENTOS
GENERALES, al referir específicamente los de CULTURA, se precisa:
134. Garantizar la defensa del patrimonio cultural, material e inmaterial de la
nación cubana.
En tales documentos programáticos se encuentran plasmadas, explícita o
implícitamente, las ideas y principios que Fidel defendió y trató de inculcar en
los miembros de la sociedad cubana desde aquel día liminar del 30 de junio
de 1961, cuando dejó sentada una posición que, hasta hoy, ha sido un pilar
en la preservación de los valores revolucionarios en la cultura de nuestro
pueblo, sabiendo que, el modelo de desarrollo sostenible y sustentable que
nos hemos propuesto y el auge de la cultura, dependen mutuamente entre sí.

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En momentos de crisis cultural global como los existentes, en el estudio y


análisis de los razonamientos de Fidel referidos al tema de la Cultura,
encontraremos respuestas para la compleja situación de la sociedad cubana
actual y los retos que ha impuesto la recuperación de las dificultades
afrontadas desde principios de los 90 del pasado siglo XX, etapa denominada
como “período especial”, para aportar soluciones lo más efectivas posibles a las
interrogantes que se plantea la sociedad, sobre la base de una reflexión
consciente, ética y comprometida con su desarrollo económico, social y
cultural.
A nivel internacional hoy se pone de relieve el papel de la cultura como el
espacio donde se combinan formas de actuar, de pensar sobre el pasado y de
imaginar el futuro. El abordaje del tema de la cultura se ha convertido en
esencial a la hora de diseñar planes y procesos de desarrollo económico y
convivencia social en nuestras comunidades, porque el desarrollo económico y
desarrollo cultural de una comunidad, no se sustituyen, sino que se
cumplimentan.
En el caso cubano, en todo este asunto es el pueblo, principal hacedor de su
cultura, el que requiere se estudien y analicen, desde una perspectiva
culturológica y epistemológica, aquellos elementos que permitan mantener
incólumes los pilares de tradición e identidad que lo definen y distinguen, en
concordancia con la Política Cultural, entendida como el conjunto de
interacciones realizadas por el Estado, las instituciones y los grupos
comunitarios organizados, con el fin de satisfacer las necesidades culturales de
la población y obtener consenso para un tipo determinado de orden social, que
privilegia los valores colectivos y humanistas que identifican el proceso
revolucionario, y que parte de la concepción de Fidel.
Son rasgos esenciales de esa política la democratización del acceso a la
cultura; la defensa de la identidad nacional desde lo caribeño,
latinoamericano y universal; la salvaguarda del patrimonio cultural material e
inmaterial de la nación; el impulso al desarrollo del talento en un clima de
libertad creadora, compromiso y participación, y el desarrollo en la población
de capacidades de apreciación artística cada vez más exigentes. Cuando se
asuma la cultura como base del desarrollo próspero y sostenible que
aspiramos, se ha de ampliar considerablemente la noción misma de política
cultural cubana.
Desde el 30 de marzo al 2 de abril de 1998, se desarrolló en Estocolmo,
Suecia, una “Conferencia intergubernamental sobre políticas culturales para
el desarrollo”, en la que, entre otros aspectos, se establecieron los siguientes
objetivos:
1. Hacer de la política cultural un componente central de la política de
desarrollo.
2. Promover la creatividad y la participación en la vida cultural.

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3. Reestructurar las políticas y las prácticas a fin de conservar y acentuar


la importancia del patrimonio tangible e intangible, mueble e inmueble y
promover las industrias culturales.
4. Promover la diversidad cultural y lingüística dentro de y para la
sociedad de información.
5. Poner más recursos humanos y financieros a disposición del desarrollo
cultural.
En Cuba, consecuentes con los postulados de Fidel de 1961, se asumen
también estos objetivos, para promover un desarrollo cultural inclusivo que
induzca la participación activa y transformadora de todos los entes sociales,
para lograr un pueblo culto y educado, asumiendo la política cultural como la
actividad que facilita el acercamiento y participación de la población, mediante
programas de promoción patrimonial, folklore, apreciación artística y expresión
estética, con respeto de la pluralidad y las concepciones heredadas de las
tradiciones multiculturales de nuestro pueblo.
En mayo de 2018, Cuba presentó su Informe al Examen Periódico Universal, en
el cual pasa revista a los avances que, en materia de derechos humanos, se han
logrado en los últimos cinco años. En la síntesis de dicho Informe, aparecida en
Granma el 16 de mayo de 2018, al referirse al Derecho a la cultura, se plantea
que, (en Cuba) se fomentan y promueven las artes y las ciencias en todas sus
manifestaciones y se preconiza la libertad de creación artística y literaria, como
parte de los derechos culturales.
Se define que la política cultural está enfocada en salvaguardar los derechos
culturales y promover el desarrollo de proyectos en defensa de la identidad,
garantizar la conservación del patrimonio, y potenciar la producción artística,
literaria y creativa.
Esto, a pesar de las difíciles condiciones de subdesarrollo heredadas del
colonialismo y el neocolonialismo, del férreo y arreciado bloque del gobierno de
los Estados Unidos contra nuestro pueblo, y del negativo efecto que provoca en
nuestra economía la ocurrencia de fenómenos naturales destructivos como los
huracanes.
Las políticas culturales, como intervenciones orientadoras del desarrollo
simbólico, contribuyen a establecer el orden y la transformación, la unidad y la
diferencia, las identidades locales, regionales y nacionales. De ahí su
trascendencia en el desarrollo económico-social y en la democratización política
y también la importancia de la correcta aplicación de la política cultural en la
sociedad cubana actual.
A manera de término, recurrimos nuevamente al empleo de las palabras
atinadas de la Dra. Graziella Pogolotti que, en un artículo titulado “El año que
viene”, publicado en Granma el martes 2 de enero de 2018, en seis momentos
se menciona el término cultura, asociado a la nación y al proyecto social que

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construimos y donde se aprecia el rol que, consideramos nosotros, debe


desempeñar un especialista en Desarrollo Cultural Comunitario.
“Bajo el auspicio del sesquicentenario de la Guerra de los Diez Años, el año que
comienza habrá de proyectarse hacia una relectura integradora de nuestra
tradición cultural, entendida en su sentido más amplio como portadora de
valores, costumbres, modos de vivir y también en aquel otro, centrado en las
manifestaciones artísticas y literarias. No es tarea que incumbe tan solo a los
organismos especializados. El empeño habrá de recorrer transversalmente la
sociedad toda. Incluye la acción de los medios de mayor alcance masivo, la
educación y el trabajo cotidiano a nivel de la comunidad.”
CONCLUSIONES
La obra cultural más relevante construida por Cuba en los últimos años, ha
sido la propia Revolución Cubana, cuyas mutaciones, realizaciones sociales e
innovaciones revolucionarias, fruto del pensamiento humanista y
revolucionario de Fidel Castro, no han transformado únicamente el país, sino
también el proyecto de vida del pueblo cubano.
Cuando nuestro pueblo conquiste una sólida cultura, igualmente robustecerá
su identidad y sentido de independencia, ya que no se puede someter un país
en el que la mayor suma de inteligencias está incorporada a la cultura y a las
ciencias.
En tal sentido, el rol que deben desempeñar los profesionales de la cultura en
la propagación de los criterios y opiniones que respecto a la cultura emitió
nuestro Comandante en Jefe, es esencial dirigido a la divulgación y aplicación
de una política cultural que aliente los mejores modelos culturales y estimule la
creación artística popular, en su más amplio diapasón; es necesario
relacionarlos con el trabajo de creación cultural comunitaria y generalizar lo
más genuino y auténtico de los valores que existen y se manifiestan en los
barrios y comunidades, bajo la advocación del pensamiento inclusivo fidelista.
Es necesario articular el trabajo de formación de una elevada cultura general
en nuestro pueblo, como lo pidió Fidel, en correspondencia con las tareas de la
actualización del modelo económico y social, para contribuir al fortalecimiento
del socialismo próspero y sostenible que aspiramos construir.
Los ideales del marxismo leninismo, el pensamiento martiano y el humanismo
de Fidel, se imbrican, y estamos en el deber moral y político de convertirlos en
el valladar que opondrá la resistencia ideológica al enemigo histórico de la
nación cubana y su cultura porque, como lo dijo el Apóstol, la guerra mayor que
se nos hace es a pensamiento, y ahí, para ganarla a pensamiento, está la
identidad cultural cubana.
Es así que para nuestro país es imprescindible plantear bien, y ganar, una
disputa decisiva: la naturaleza que debe tener la sociedad de liberaciones que
construimos, y el alcance que tendrá el proyecto de creación de una cultura

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radicalmente diferente al capitalismo y muy superior a él, para evitar ser


barridos por la seudocultura consumista que se nos ofrece.
El reto para la política cultural de la Revolución es de gran magnitud. En la era
de Internet y de las redes sociales, cuando el socialismo del siglo XXI y los
gobiernos progresistas en América Latina y el Caribe están amenazados ante el
ascenso de la nueva derecha, y los “valores” de la sociedad de consumo tratan
de atraer a las nuevas generaciones y desvirtuar la mística revolucionaria, es
imprescindible el debate profundo para conservar y fortalecer la identidad
cultural cubana y que esta no sea arrasada por lo que es ajeno a nuestro
proyecto de país.
Está claro que la cultura genuinamente cubana es puntal de la nación y la
nacionalidad y, para que siga siendo así, se precisa que el sector de la Cultura
se manifieste y actúe en correspondencia con los principios diseñados por Fidel
desde Palabras a los intelectuales, donde dejó claro que: “Una Revolución solo
puede ser obra de la necesidad y de la voluntad de un pueblo, y frente a los
derechos de un pueblo... los derechos de los enemigos de ese pueblo no
cuentan.”

BIBLIOGRAFÍA
Castro Ruz, F. (2007) Palabras a los intelectuales. Ediciones Abril. La Habana.
García Canclini, N. (1987) “Políticas Culturales en América Latina”. Editorial
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En: Revista Cubana de Filosofía. Edición Digital No. 25. Enero - Julio 2014. ISSN:
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