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Ni madres ni padres

Colección Ensayo

Director de colección: Luis Uribe Miranda


Comité editorial: Jorge Polanco Salinas, Joaquín Fortanet Fernández, Irene
Salvo Agoglia, Hugo Herrera Pardo, Ester Jordana Lluch
Ni madres ni padres
Sexualidad popular en Chile 1927-1937

JAVIERA POBLETE VARGAS

CENALTES
www.cenaltesediciones.cl
POBLETE VARGAS, Javiera. Ni madres ni padres. Sexualidad popular en Chile
1927-1937. CENALTES ediciones. Viña del Mar, 2019

Colección: Ensayo

Diseño y diagramación: CENALTES Ediciones


Gestión proyecto editorial: Martín Ríos
Imagen de portada, Archivo familiar de la autora, tratamiento digital Edison Martin,
de izquierda a derecha: Rosa Marchant, Pablo Poblete Marchant, Inocencio Poblete;
probablemente en Santiago de Chile, aproximadamente en 1930.
Foto de solapa: Jorge Monge

©Javiera Poblete Vargas 2019


Primera Edición CENALTES, Viña del Mar, Septiembre 2019
Algunos Derechos Reservados
CENALTES Ediciones Ltda
Viña del Mar, Chile
http://www.cenaltesediciones.cl
[email protected]

Este libro se distribuye en formato PDF, bajo una Licencia Creative Commons Atribución-
NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Se autoriza la reproducción y distribución gratuita de su contenido en formato digital.


La versión impresa de esta obra cuenta con derechos comerciales de CENALTES Ediciones

ISBN: 978-956-9522-20-8
DOI: 10.5281/zenodo.3403398
Printed by Donnebaum, Santiago de Chile
Con amor, a la memoria de mi
bisabuela Rosa y de mis abuelos que le
han dado vida y sentido a esta historia.

A mi amada abuela Elena, quien ha


inspirado y le ha dado fuerza a mi lucha
cotidiana.
ÍNDICE

Prólogo. De los impuros cuerpos de la historia


Kemy Oyarzún Vaccaro 7

Introducción 15
Algunos antecedentes históricos 18
Historizar el género 21
Una década de diagnóstico 32
Nuestro libro 42

1 La necesidad de un diagnóstico. El rol histórico de la Intelectualidad


médica y asistencial (1927-1937) 45
1.1 Una política del cuerpo 45
1.2 Chile y la crisis mundial del capitalismo 51
1.3 El malestar de la pobreza 55
1.4 La Intelectualidad Médica 60
1.5 El rol histórico de las “visitadoras sociales” 65
1.6 Diagnosticar, Escribir, Crear 70

2 El diagnóstico como dispositivo de poder 75


2.1 Ideología 76
2.2 Saber 80
2.3 Poder 82

3 Ni madres, ni padres 91
3.1 Las condiciones de vida 95
3.2 La Ilegitimidad sexual popular 102
3.3 La irresponsabilidad del hombre popular 111
3.3.1 Las uniones libres 114
3.3.2 El abandono 115
3.3.3 Enfermos y viciosos 118
3.4 El binomio madre y niño 119
3.4.1 Las condiciones de vida de las mujeres 126
3.4.2 El problema del niño ilegítimo 129
3.4.3 El problema del instinto maternal en las mujeres del pueblo 131
3.5 Los vicios 135
3.6 Las enfermedades venéreas 140
3.7 La prostitución 145
3.7.1 Las causas 147
3.7.2 Los efectos 150

4 Conclusión 153

Índice de conceptos 161

Bibliografía 165

2
AGRADECIMIENTOS

Cada página de este libro es el producto de una historia. Y no solo de la


historia de Chile, sino también de la mía. Por medio de la escritura fui
tejiendo y reconstruyendo una de las millones de partes de nuestro pasado
y sin darme cuenta, mi vida se fue quedando en cada una de estas
páginas. Tal como si la historia de este país y mi historia de vida fuesen
inseparables.

Por este motivo, quiero decir que este libro nace de mi propia
subjetividad. Surgió del acto político de tomar la palabra. De la necesidad
de responder nuevas preguntas y abrir una puerta a otras memorias para
re-construir el presente. Es un libro, que con cada página escrita, me ha
permitido sentir el movimiento de mi vida, de la historia y del tiempo. Y
lo más bello de todo este proceso, es que he podido visualizar que este
texto no ha sido una creación individual. Existe gracias a la vida y la
experiencia de quienes dejaron huellas en el tiempo; así como de aquellxs
que han sido parte de mi vida y que ─de una u otra forma─ me han dado
las herramientas para construirlo.

Es por ello que quisiera aprovechar este espacio para agradecer a mis
maestras. A María Angélica Illanes por inspirar mis primeras reflexiones
históricas sobre el cuerpo y la sexualidad. A Pilar Errázuriz, por guiarlas y
ayudarme a crear este puente indestructible entre la Historia y el Género.
Y en especial a Kemy Oyarzún, por acompañarme en este camino
investigativo de los Estudios de Género y ayudarme a resolver mis
preguntas históricas con nuevas perspectivas de análisis interdisciplinario.

3
AGRADECIMIENTOS

Por creer en mi trabajo, por apoyarme y contribuir en la gestación de este


libro.

También quisiera agradecer a Adán Salinas. Él ha sido el principal


responsable de esta publicación. Siempre ha apoyado mis investigaciones,
ha comentado mis reflexiones y me ha brindado herramientas teóricas y
filosóficas que han potenciado mis análisis históricos. Es un amigo que
con su experiencia, ha contribuido en mi trabajo y me ha motivado a
presentar el manuscrito de esta historia a CENALTES Ediciones.

Gracias a Paula Poblete Vargas. Mi amada y admirada hermana. Ella ha


revisado con gran amor y dedicación cada una de estas páginas. Todos sus
comentarios, correcciones y los diálogos que hemos establecido, han
enriquecido este texto y han iluminado mi proceso creativo. Gracias por
darme la fuerza para mantenerme en pie, por ayudarme a seguir adelante
en este camino y en esta lucha feminista que, sin duda, seguiremos
haciendo juntas.

Infinitas gracias a Waldo y Viviana por su amor incondicional. Por estar a


mi lado siempre, por abrirme las puertas del mundo y darme la valentía
para entrar en él. Gracias a Rocío por ser mi gran amiga y la compañera
con la que he compartido los procesos revolucionarios de nuestras
historias. Sin duda alguna, todas las experiencias que he vivido con
ustedes han sido el motor de mi vida y de mi escritura.

Gracias Edison Martín por ser mi gran compañero, por compartir esta
aventura y por querer cambiar el mundo conmigo. Gracias por cada
mirada atenta, por cada pregunta, por todas las reflexiones que
compartimos cada día y que amplían mi horizonte. Gracias por todo el
amor que me entregas y la fuerza que me has dado para terminar este
libro.

Finalmente, quisiera agradecer al Fondo Nacional del libro de la Región


de Valparaíso, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de

4
NI MADRES NI PADRES

la República de Chile, por financiar esta publicación a través de su


concurso 2019 y favorecer su difusión a través de CENALTES ediciones.
Debido a ello, este trabajo podrá ser un aporte a la investigación de
historia y género en Chile y entrar en los debates que ─desde hace
décadas─ han buscado desnaturalizar, históricamente, las desigualdades
sociales/sexuales.

En definitiva, gracias a todas y cada una de las personas que han hecho y
hacen que esta historia ─y mi historia─ siga en movimiento.

Javiera Poblete Vargas.


Madrid, Junio de 2019.

5
PRÓLOGO.
De los impuros cuerpos de la historia

“Ni madres ni padres. Sexualidad popular en Chile. 1927-1937”, de


Javiera Poblete, nos ofrece una relectura historiográfica orientada a
identificar y analizar la construcción de la realidad sexual popular por
parte de médicos y “visitadoras sociales” en las primeras décadas del Siglo
XX, a partir de un archivo constituido por la autora en torno a
diagnósticos escritos en cuatro revistas médico-sociales chilenas del
periodo: Servicio Social, Beneficencia, Revista de Asistencia Social y Acción
Social.

El año de 1937 marca una transición hacia el gobierno de Pedro Aguirre


Cerda (1939), proceso político que consagra el Estado de Bienestar en
Chile en el concierto de inéditas alianzas de los frentes populares,
momento álgido que incluye destacados diagnósticos sobre la realidad
médico-social chilena, entre los cuales se sitúa la obra del propio médico,
Salvador Allende, La realidad médico-social chilena, del año 1939. Aquí, el
auge del Estado de Bienestar coincide con la institucionalización de la
Medicina Preventiva, el largo predominio del higienismo y una nueva
relación entre la comunidad ilustrada de profesionales de sectores medios
como mediadores de las relaciones sociales entre el “bajo” pueblo y el
Estado.

Las preguntas investigativas del contundente estudio que Javiera Poblete


nos entrega develan un acento en las re/construcciones simbólicas de lo
popular: ¿Desde dónde se hablará del pueblo? ¿Desde qué lente se
observará al pueblo como objeto y no sujeto de estudio? ¿Cuál es el
imaginario social y político acerca del comportamiento sexual de hombres

7
PRÓLOGO

y mujeres que permite a esos enunciados identificar las prácticas sexuales


del pueblo como el origen de los “males” que el Estado se propone sanear
en la época? Deudora de los aportes de una nueva generación de
historiadores, tales como María Angélica Illanes, Julio Pinto o Gabriel
Salazar, la autora desarrolla tres áreas de indagación histórico-discursiva:
a) El problema de la construcción de la “realidad”, pasando de una
conceptualización ontológica a una perspectiva constructivista (Pinto,
Berger y Luckmann, Bourdieu, Castoriadis), b) El Género como proceso
de producción deseante, social, cultural e histórico (Butler, de Barbieri,
Fox Keller, G. Rubin, M. Lamas, J. Scott), c) Los espacios de segregación
construidos para la diferencia sexual en el seno de una modernización que
se precia de igualitaria (Pateman, Fraisse, Hartmann) y d) La producción
de saberes y discursos sobre el cuerpo y el sexo (M. Foucault, entre otros y
otras).

La autora sostiene que el saber científico médico y asistencial sobre la


sexualidad popular se elabora a partir de un imaginario socio-sexual
tensionado por categorías de género hegemónicas que inciden en la
construcción de la “realidad” sexual de lo popular. La precisión de Javiera
Poblete desconstruye un supuesto explícito: el discurso médico habla del
“pueblo”, lo constituye como identidad naturalizada y “objeto” de
estudio, pero no como sujeto. No es el “pueblo” quien emite esos
enunciados.

En el ámbito de los estudios sobre el Sistema Sexo Género, tenemos aquí


un trabajo que aporta, en primer lugar epistemológicamente, a la
deconstrucción de un tozudo ideologema positivista que elabora lo
científico sin explicitar su propia enunciación, de modo que J. Poblete
puebla la comprensión del imaginario social/sexual hegemónico, con
énfasis en un discurso que es sobre todo obscuro para los propios médicos
y “visitadoras sociales”. El binomio médico-visitadora despliega desde ya
una disparidad de enunciación, mirado desde una perspectiva sexo-
genérica. Los médicos (sujetos fundamentalmente masculinos, de

8
NI MADRES NI PADRES

verticalidad en la diferenciación coercitiva) y sus asistentes (subalternas


femeninas) se constituyen como un par dispar, en tanto productor y
reproductora de las relaciones saber/poder, en un contexto histórico en el
que resultaba necesario resignificar las relaciones entre pueblo y Estado
─tránsito entre la República Oligárquica y el Estado de Bienestar.

Acertadamente, en mi opinión, la autora rehúsa referir en abstracto a la


noción de “pueblo”, precisando que se trata de categorías discursivas que
cristalizan relaciones de poder, sustituibles por términos como jornaleros
(de trabajo esporádico y en diversas faenas según lo requiera el mercado),
prostitutas, mujeres de pueblo sin oficio calificado (o directamente sin oficio)
y niños huachos. Así, el estudio cubre la fundación del Estado Asistencial
Sanitario en Chile en 1925 como importante punto de partida para la
comprensión de las vías de politización de los movimientos sociales, así
como de los feminismos chilenos y latinoamericanos en el Siglo. El
análisis del archivo reconstituido pone en evidencia el imaginario social de
género, a partir del cual se elaboran representaciones sobre el
comportamiento sexual de los sectores populares en la vida cotidiana del
periodo, dejando en evidencia aspectos latentes del inconsciente político.
Los principales contenidos develados remiten a la subjetividad y la
memoria, la familia, las relaciones sociales y la politización, conceptos
vehiculares para repensar los movimientos sociales feministas
latinoamericanos de comienzos del Siglo XX. El estudio propone que a
partir de esas vivencias más íntimas y cotidianas se fracturaron las
memorias nacionales, de modo que de esos quiebres emergieron múltiples
narrativas que la autora recoge, analiza, critica, revalora y resignifica.

A nivel metodológico, acertadamente, Javiera Poblete fundamenta su


interpretación en el Análisis Crítico del Discurso, con el soporte de
algunas conceptualizaciones de filosofía política y sociología del
conocimiento. Se percibe un interés particular por aquéllas vertientes que
cuestionan la producción de saberes y verdades como instrumentos

9
PRÓLOGO

discursivos para objetivar experiencias subjetivas e intersubjetivas al


interior del cuerpo social estudiado.

El texto está escrito en los límites movedizos entre el ensayo académico y


la creación. Javiera Poblete inscribe sus propias condiciones de
enunciación incorporando aspectos biográficos y genealógicos que no solo
son pertinentes al objeto de estudio, sino que arrojan luz sobre el
inconsciente político que ella misma se ha propuesto develar a través de
tres contundentes capítulos. En el primero, se presentan aspectos
históricos del problema, precisando las características del contexto social,
político y económico, que promueven la producción de conocimiento
científico sobre el pueblo y la publicación de las revistas médico-sociales.
El segundo capítulo, denominado “El diagnóstico como dispositivo de
poder”; da cuenta de cómo la producción de conocimiento científico
sobre el pueblo y sus males, se convierte en un dispositivo de poder capaz
de producir y difundir significados sobre las conductas del pueblo a partir
de normas ideológicas de comportamiento moral/sexual que son tomadas
como verdades científicas. Finalmente, en un tercer y contundente
capítulo denominado, “Ni madres ni padres” se lleva a cabo un análisis
cualitativo y semiológico del archivo seleccionado para evidenciar la
construcción médica y asistencial de la “realidad sexual popular”.

Una larga desmemoria marca las relaciones entre el cuerpo y la cultura


hegemónica. Entre otros registros, para los dispositivos victorianos, de
larga duración en Chile y América Latina, esa desmemoria se expresa
como blanqueamiento y silencio sobre el sexo y las clases populares en
una sociedad que es todavía extremadamente estamental. Imposible no
tener en cuenta que el cuerpo iletrado no es constituido como sujeto de
ciudadanía en Chile sino hasta 1971, cuando durante el Gobierno de
Salvador Allende adquiere por vez primera en la historia, el derecho al
sufragio.

10
NI MADRES NI PADRES

En este estudio, invirtiendo el “sentido común”, lo que emerge es


precisamente una obstinada desmemoria, tatuaje de un sistema de poder
cuyas estrategias han situado y sitiado la subjetividad en una brecha
excluyente entre lenguaje, ciencia y cuerpo. El cuerpo se ha convertido en
soporte de la vida y al mismo tiempo en el mayor objeto de abyección,
frontera móvil entre la vida y la muerte, fantasma del propio cadáver de lo
humano, asalto a la racionalidad desde lo no humano, bestialización y
barbarie del “bajo pueblo”.

Para “cuerpos insignificantes” como los de las mujeres golpeadas, las


prostitutas, los jornaleros vagabundos, ¿Es la violencia muda? ¿Cuán
referenciable es ese “extremo nomadismo interno” que sacude a los
cuerpos vejados, despojados sobre todo de su propia subjetividad? ¿A qué
dispositivos retóricos refiere esta violencia epistémica? En algún momento
de la historia occidental, la des subjetivación pasa a primer plano con la
naturalización del cuerpo, al menos en dos pliegues epistemológicos: a) en
el neo/positivismo de la ciencia y b) en los esencialismos filosóficos. En la
larga trayectoria del patriarcado occidental, la des subjetivación afecta a las
mujeres y a los/las subalternos, ubicadas/os en el ámbito de lo natural,
más cercanas/os a lo animal que a la cultura, a una supuesta barbarie, más
que a la civilización letrada. Hoy, a partir de la mirada crítica de Javiera
Poblete, se contribuye a la reubicación del cuerpo en la cultura, en la
historiografía y la ciencia. Que emerjan cuerpos subjetivables y
subjetivados, se entiende. No para naturalizar la subjetividad, sino para
encarnarla, a modo de poner en debate tanto la naturalización como la
des-naturalización de esa materialidad heteróclita que es la carne para las
relaciones inter e intra subjetivas en el campo de la cultura.

La “rotura” entre ciencia, lenguaje y cuerpo se convertirá en el horizonte


semiótico de la década del 80 en Chile. Como un vuelco de dialéctica en
suspenso, las violencias se han acumulado para los tiempos del presente
narrativo de Javiera Poblete, abriendo brechas insondables en el cuerpo de
la nación y en los cuerpos que han sido objeto de extremos actos de

11
PRÓLOGO

violencia, y no sólo simbólica. Violencia cultural, violencia sexual y


agonía moral despuntan perturbadoramente en este ensayo
historiográfico, en el cual las violencias siempre irrumpen como recién
paridas, en su inmediatez histórica y biográfica, en su seco impacto, desde
la calle a la madriguera de lo doméstico.

Al preguntarse por las corrientes lingüísticas respecto de la posibilidad de


conceptualizar sujetos “sexualmente diferenciados” y por las formas
específicas de la subjetividad femenina, la lingüista Patricia Violi insiste
que el sujeto está encarnado, incardinado, aunque la lingüística
tradicional no lo concibiese así. Es el sujeto trascendental, descarnado y
esencialista, el que aparece descorporeizado. Parece no tener cuerpo ni
territorio, aunque sus soportes sean escriturales y jurídicos. En el caso
chileno y latinoamericano debemos entender que esa descorporeización es
efecto de neo/colonización.

El relato historiográfico que Javiera Poblete despliega ante nosotros realiza


cortes “arqueológicos” y profundiza los arcaicos resortes epistémicos que
pueblan las cartografías identitarias y relacionales. Al hacerlo, erosiona
formas de expresión y formas de constitución de identidades, formas de
vínculo y ligazones simbólicas autoritarias, mostrando que, después de
todo, el despotismo no ha sido sólo un asunto dictatorial. Las violencias
que recorren la enunciación desde lo íntimo y privado hasta lo público y
urbano parecen difícilmente contenidas por las palabras, porque se haya
dislocada la relación hegemónica entre el cuerpo, lenguaje y poder. Las
autonomías se van conjugando en el seno del reticulado político y
narrativo de la familia nuclear, del dinero y su ley, de la ciencia y su
cartografía de saber y de poder. Lo torcido, la agonía moral, se desprende
de esas mismas instituciones, de sus blanqueos discursivos, escenarios del
“asedio corporal” que luego se expresa como moralidad e hipocresías.

Las articulaciones entre las esferas de la Producción (mandatos


masculinos) y la Reproducción (mandatos femeninos), entre lo privado y

12
NI MADRES NI PADRES

lo público, han sido importantes nudos epistemológicos, sociales,


culturales y económicos de los estudios de género en las últimas décadas,
particularmente en relación al cuerpo, al trabajo de las mujeres y a sus
derechos en general. Este texto de Javiera Poblete se inserta en una
coyuntura muy particular de la trayectoria del Estado en Chile. Sus
enunciados refieren al tránsito de la República Oligárquica al Estado de
Bienestar, es cierto. Pero su propia situación de enunciación se inserta en
otro tránsito. El de hoy. Un proceso entre el Estado Subsidiario impuesto
por la Dictadura de Augusto Pinochet y un Estado Garante de Derechos
que “aún” no llega, tránsito tenso y largo que abarca toda la postdictadura
chilena, entre 1990 y el momento actual, a fines de 2019. ¿Es posible
repensar como biopolítica la reproducción de la fuerza de trabajo, que
tiene como protagónicos los cuerpos, los deseos y las actividades de las
mujeres, nuda vida para el derecho y las ciudadanías, verdaderos desechos
de la producción de mercancías, aunque esenciales para la reproducción
del capital? En última instancia, ¿no es la abstracción del cuerpo (el del
trabajo incluido) uno de los rasgos más definitorios del fetichismo de la
mercancía?

Kemy Oyarzún Vaccaro.


Universidad de Chile.

13
INTRODUCCIÓN

Era invierno en Chile. Era 29 de Junio de 1929; cuatro meses antes de la


gran crisis del capitalismo mundial que devastó al país, y Rosa Marchant,
como fruto de una segunda relación, daba a luz a su segundo hijo: Pablo
Poblete Marchant. Desde ese momento comenzó a tejerse una historia
familiar que ha llegado a este siglo XXI llena de olvido y silencios.

A Rosa la conocemos muy poco. Casi nada. Solo sabemos que tuvo una
relación con un hombre y que como producto de ella nació Margarita, su
primera hija. Sabemos también, que cuando Margarita era pequeña, Rosa
contrajo matrimonio con Inocencio Poblete y que, como fruto de esa
relación, nacieron Pablo en 1929 y Eduardo en 1931, su último hijo, ya
que fue en ese parto cuando Rosa dejó de vivir.

Pero ¿Cómo o por qué murió Rosa en el parto de su tercer hijo? De ese
acontecimiento solo se tejen hipótesis que hasta el día de hoy no hemos
podido resolver. La primera es que mi bisabuela no tuvo las condiciones
de vida necesarias para tener un buen embarazo. En esos tiempos, la
pobreza del pueblo ─de dónde provenían Rosa y su familia─ provocó que
muchas mujeres perdieran la vida al momento de dar a luz a sus hijos; ya
que la falta de higiene o de recursos no permitía que tuviesen los cuidados
necesarios en el periodo pre-natal o en el puerperio. Desconocemos si
Rosa trabajaba fuera del hogar, pero sabemos que Inocencio no era un
obrero calificado, que bebía vino con bastante frecuencia y que su salario
era deficiente. Por eso, podemos concluir que los recursos de esta familia
no eran suficientes para que Rosa, en caso de que tuviese complicaciones

15
JAVIERA POBLETE VARGAS

en el parto, recibiera una atención profesional inmediata. La segunda


hipótesis plantea que Rosa tuvo un accidente y que como consecuencia de
él, tuvo complicaciones en el parto que le provocaron la muerte. Se dice
que cayó por una escalera y que no tuvieron los medios económicos para
evitar que ella perdiera la vida. Lo complejo de toda esta historia es que la
tercera y última hipótesis plantea que Rosa, efectivamente, cayó por una
escalera, pero que no fue producto de un accidente sino más bien de la
violencia de su marido. Dicen que Inocencio la golpeó y la arrojó por la
escalera, y que como consecuencia de ello tuvo las complicaciones del
parto que provocaron su muerte.

La falta de certeza sobre la causa de muerte de Rosa, se debe a que luego


de ese hecho la familia Poblete Marchant dejó de existir. Por tanto la
memoria de este acontecimiento se fue diluyendo en el tiempo, así como
la imagen y la existencia de la protagonista de esta historia. Inocencio
Poblete, contrajo matrimonio nuevamente, formó otra familia y
abandonó a Margarita y a Pablo. La niña fue criada por una mujer que
nunca se preocupó de ella y que la maltrató hasta que Margarita
abandonó esa casa. Y Pablo, mi abuelo, quien en ese momento tenía
apenas dos años, fue internado en un hogar de niños, donde vivió hasta
los 12 o 15 años. Solo Eduardo, el bebé, tuvo el privilegio de crecer al
interior de una familia y al lado de su padre.

En mi familia, se cuenta que mi abuelo Pablo tuvo una infancia llena de


pobreza. Él nunca quiso hablar mucho de ella. Solo sabemos que
caminaba descalzo por las calles del gran Santiago, que pasaba hambre y
frío; y que debido a ello, comenzó a trabajar desde muy pequeño en una
fábrica de hielo. Sabemos que se arrancaba del hogar de niños para poder
hacerlo y que luego de sus labores regresaba a él para comer. Mi abuelo
siempre dijo que no tenía familia, siempre dijo que él era huacho. Por eso
nunca más habló de su madre, tal vez porque no alcanzó a guardar
ningún recuerdo de ella o simplemente porque su historia era una historia
de dolor y de abandono. Nunca más habló de Inocencio. Y aunque

16
NI MADRES NI PADRES

volvieron a verse antes de su muerte en la década del ´70; mi abuelo


nunca lo reconoció como su padre ni pudo perdonar que éste lo hubiese
abandonado para cuidar, solamente, a un hijo. Tampoco habló mucho de
sus hermanos. Algunas veces, cuando era joven, visitaba a Margarita, pero
con el tiempo perdieron el contacto. Una vez, cuando mi abuelo tenía 16
años se encontró con Eduardo, pero se sintió tan menospreciado y vio
que había tantas diferencias entre él y su hermano, que optó por no verlo
más. Y no sé si fue a razón de esto (de la rabia que sintió hacia su
hermano), que mi abuelo siempre culpó a Eduardo de la muerte de su
madre. Decía que si él no hubiese nacido, Rosa nunca hubiese dejado de
vivir. Pero Eduardo siempre, hasta el último momento de su vida, insistió
en que había sido Inocencio el responsable de la muerte de su madre.

Hoy mi abuelo ya no vive, tampoco Eduardo ni Margarita. Ninguno está


aquí para contarme su historia, para explicarme cómo y por qué
ocurrieron las cosas. Ninguno está aquí para hablarme de aquellos años o
de su forma de vida, desde su experiencia o desde la mirada con la que
ellos/as interpretaban el mundo y construían su realidad. Tal vez, lo que
me queda es buscar registros, testimonios de mi familia, pero sin duda
alguna, ninguno de ellos podrá explicarme cómo ocurrieron los hechos,
ni menos me servirían para saber cómo vivió Rosa, qué sintió, si sufrió o
no. Tampoco sabré si fue Inocencio el responsable de su muerte, ni cuáles
fueron las razones por las que él abandonó a sus hijos y menos lo que
sintió mi abuelo o sus hermanos al vivir sin una madre, sin un padre y sin
una familia bien constituida.

Tal vez, el olvido y los silencios de esta historia familiar pueden ser parte
de los conflictos que enfrentamos, cuando desde este presente tratamos de
comprender los vacíos, problemas y crisis familiares en las que hemos
crecido. Y quizás, no es solo mi historia, sino que es también la historia
del pueblo chileno en las primeras décadas del siglo XX. Una historia que
carece de registros, de testimonios vivos que puedan hablarnos de su
forma de vida, de su forma de experimentar y concebir el deseo, el cuerpo

17
JAVIERA POBLETE VARGAS

y la sexualidad. De su forma de interpretar el mundo en el que están


siendo, ni de sus concepciones sobre la familia, la maternidad o la
paternidad. Lo que tenemos, mayoritariamente, son hipótesis,
interpretaciones, representaciones de sus conductas. Saberes que desde el
poder han terminado por construir lo que hoy conocemos como su
supuesta “realidad” médica-social y sexual.

A partir de aquí entonces, es donde quiero comenzar este libro. Un libro


cuya pretensión no es construir una verdad histórica, sino más bien,
poner bajo sospecha los saberes y discursos que han sido capaces de
producir verdades sobre el pueblo chileno y su sexualidad. En este
sentido, nos preocuparemos de analizar los diagnósticos sobre el pueblo y
el origen de sus males, que fueron producidos por médicos y “visitadoras
sociales” y publicados en diversas revistas de circulación científica entre
1927 y 1937. Por medio de esta acción buscaremos demostrar cómo
dichos aparatos productores de conocimiento fueron capaces de construir
la “realidad sexual popular” a partir de un imaginario de género que les
permitió elaborar representaciones sobre el comportamiento sexual del
pueblo en su vida cotidiana, en medio de una clara relación de poder.
Una realidad en la que las mujeres y los hombres del pueblo no eran ni
madres, ni padres.

Algunos antecedentes históricos

Según la historiadora María Angélica Illanes (1993; 2006), la


conformación del Estado Asistencial Sanitario en 1925, instaló en Chile
una nueva forma de hacer política: una política del cuerpo. Allí, los
médicos y las “visitadoras sociales” cumplieron un papel fundamental en
la elaboración de una serie de políticas públicas que tuvieron por objetivo
mejorar la salud del pueblo y reestablecer los lazos rotos entre éste y el
Estado, ya que la cuestión social había calado hondo en el país y dejaba

18
NI MADRES NI PADRES

ver, en cada rincón de los conventillos, la pobreza y la crisis en la que se


había sumido el pueblo durante la época parlamentaria.

En ese entonces, el capitalismo mostraba su peor rostro y los hombres,


mujeres y niños/as del pueblo chileno se convirtieron en su principal
víctima, puesto que la miseria en la que vivían no hizo más que aumentar
las tasas de morbilidad, mortalidad y sobre todo las tasas de mortalidad
infantil que a fines de las década de 1920 alcanzaron un record mundial.
Junto con ello, los movimientos sociales y las organizaciones obreras,
aumentaban su fuerza y adherían a sus filas cientos de personas dispuestas
a pelear por una transformación de la economía capitalista y de las
desigualdades sociales; una situación que a juicio de las elites y la antigua
clase patronal, venía a desestabilizar el orden político y dificultaba el
progreso de la nación.

A razón de esto, los médicos y las “visitadoras sociales”, asumieron el rol


de canalizar las demandas del pueblo e iniciaron con ello la tarea de
incorporar el movimiento social y obrero al Estado a través de la
elaboración e implementación de estrategias médicas y asistenciales para
la recuperación de su vida y su salud. Todo, con el fin de calmar el
descontento social y junto con ello conseguir la estabilidad social, política
y económica del país. Lo significativo es que antes de elaborar y poner en
práctica dichas estrategias, resultó necesario identificar claramente las
causas que daban origen a los males del pueblo y que provocaban la crisis
social. Para ello, tanto médicos como “visitadoras sociales” pusieron en
marcha la ardua tarea de elaborar diagnósticos que fueron publicados
como artículos en diversas revistas de difusión científica. En ellos, sus
autores/as escribieron los resultados de sus investigaciones amparados en
el saber y la técnica de investigación científica, y a razón de ello les
confirieron un carácter de verdad. Una verdad, que les permitió construir
─en palabras de Salvador Allende (1939)─, la “realidad” médico-social
chilena.

19
JAVIERA POBLETE VARGAS

En materia de esta investigación histórica, es importante señalar que los


médicos y las “visitadoras sociales” reconocieron en sus diagnósticos, que
los problemas médico-sociales del pueblo chileno estaban directamente
vinculados con una crisis moral que perturbaba el comportamiento de los
sujetos y que los conducía a experimentar fatales consecuencias en sus
condiciones de vida y su salud. Pero fueron aún más lejos, y reconocieron
que el comportamiento sexual ilegítimo de los sectores populares era un
factor que amenazaba el progreso de la nación. Así pues, fue recurrente
que en la producción de diagnósticos sobre los problemas médicos y
sociales de la época, los/as profesionales de la salud y del servicio social
encontraran como causa la forma de comportamiento social-sexual de los
sectores populares, argumentando que solo a través del control de sus
impulsos sería posible resolver muchos de los problemas que dañaban su
vida y su salud. Para ellos/as lamentablemente el pueblo no comprendía la
trascendencia social del acto sexual y menos, el valor de la familia, la
maternidad y la paternidad para el progreso propio, de nuevas
generaciones y de la nación. Debido a ello entonces, desde el lugar de
poder que la ciencia y el Estado les había conferido, comenzaron a hablar
de los hombres y de las mujeres del pueblo y de sus conductas sexuales;
confiriéndole a estas últimas toda una serie de significados para objetivar
dichas prácticas y así construir la “realidad” sexual popular.

Ahora bien, bajo la mirada científica de los médicos y las “visitadoras


sociales”: ¿Qué problemas médicos y sociales de la época tuvieron como
causa el comportamiento sexual de los sectores populares?; ¿Qué dijeron
ellos/as del pueblo y de su comportamiento sexual? Y más importante
aún, ¿Cómo, a partir de sus diagnósticos construyeron la “realidad” sexual
popular chilena? Y finalmente, ¿A partir de qué imaginario social/sexual
elaboraron representaciones sobre el comportamiento social y sexual de
los sectores populares?

20
NI MADRES NI PADRES

Sobre la base de los Estudios de Género y Cultura, con algunos aportes de


la sociología del conocimiento, la filosofía política y el análisis crítico del
discurso; intentaremos responder a estas preguntas entendiendo a los
diagnósticos elaborados por los médicos y las “visitadoras sociales” como
aparatos discursivos productores de un saber que emerge desde su propio
imaginario de comportamiento social/sexual, y, de las categorías de
género que operan ideológicamente para comprender, describir y
construir la “realidad” sexual popular. En este sentido, buscaremos
demostrar cómo una determinada feminidad y masculinidad se legitiman
en el saber científico ─médico y asistencial─ como verdades para
identificar las causas que daban origen a los males del pueblo y construir
su “realidad”, aun cuando estas categorías son producciones culturales e
históricas.

Historizar el género

Así pues, a partir de este trabajo pretendemos problematizar el género


como una construcción cultural que adquiere diversos significados en
cada escenario histórico. De este modo, más que aplicar las categorías de
masculino y femenino al análisis de este problema, como si éstas fuesen
cuestiones biológicas, naturales, universales y a-históricas; buscaremos
cuestionarlas, interrogarlas históricamente para evidenciar, tal como
sugiere Joan Scott (1996): “cómo ha operado el género en sociedades
pasadas”. Es decir, que interrogaremos el discurso de los médicos y las
“visitadoras sociales” y veremos cómo operó y el significado que adquirió
el género para la consolidación de su propio proyecto político. Por tal
motivo, buscaremos reconocer por ejemplo, por qué un determinado tipo
de conducta social y sexual de hombres y mujeres ha sido legitimada y
naturalizada desde el poder a través de diversas instituciones,
organizaciones sociales y políticas. Interrogaremos al pasado para
comprender cómo ciertos discursos sobre la sexualidad humana,

21
JAVIERA POBLETE VARGAS

producidos y legitimados al interior del cuerpo social, buscaron constituir


la identidad de los sujetos en miras del modelo político y económico
imperante. En palabras de Foucault (2008), nos interesará saber:

En qué forma, a través de qué canales, deslizándose a través de qué


discursos llega el poder hasta las conductas más tenues y más
individuales, que caminos les permiten avanzar de las formas más
infrecuentes o apenas imperceptibles del deseo, cómo filtra y controla el
placer cotidiano. (pág. 19)

Por medio del género, será significativo pensar cómo han llegado hasta
nuestros cuerpos, ciertos discursos universales sobre la “naturaleza”
humana y su sexualidad; cómo se han desfigurado o se han transformado
en verdades, haciéndonos desear incluso, lo que se ha determinado
socialmente para nosotros/as. En este sentido, nuestro trabajo pretende
ser más bien una historia del género que sea capaz de demostrar los
conflictos sociales y políticos que emergen de su propia construcción, así
como las relaciones de poder y de dominación que encarna, legitima y
reafirma en el orden simbólico.

Ahora bien, Marta Lamas plantea que pese a las diferencias que existen
entre los postulados de la teoría feminista, todos coinciden en definir al
género como un producto que una cultura desarrolla desde la diferencia
anatómica entre los sexos, para simbolizar y construir socialmente lo que
es “propio” de los hombres ─lo masculino─, y lo que es “propio” de las
mujeres ─lo femenino. Pese a ello, para la antropóloga resulta relevante
distinguir entre género y diferencia sexual, puesto que según ella, mujeres
y hombres serían “producidos” por el lenguaje, las prácticas y
representaciones simbólicas dentro de formaciones sociales dadas, pero
también por procesos inconscientes vinculados a la simbolización de la
diferencia sexual. Por tanto, preguntarse por cómo han sido inscritas,
representadas y normadas la feminidad y la masculinidad, implicaría
desarrollar un análisis de las prácticas simbólicas y los mecanismos

22
NI MADRES NI PADRES

culturales que reproducen el poder a partir del eje de la diferencia sexual


(psíquica), y que inciden en la constitución identitaria del sujeto. De esta
forma, podríamos reconocer que lo que existe, sería un sistema
sexo/género donde se involucra tanto la construcción psíquica de los
sujetos a partir del sexo (identidades, deseos, fantasías sexuales), y la
construcción social y cultural de lo femenino y lo masculino a partir de la
diferencia sexual/psíquica.

Es por ello que, el género sería una construcción cultural densa que
mueve y atraviesa todos los rincones de la organización social, y se
cristaliza en una aparente estabilidad absoluta en el tiempo y en el espacio.
De allí que la categoría contenga en sí misma la capacidad de trascender
en la historia y sedimentarse en la sociedad como una estructura mental a
partir de la cual percibimos el mundo y las relaciones sociales y sexuales
entre hombres y mujeres. Sin embargo, según Judith Butler (1997):

El Género no es de ninguna manera, una identidad estable; tampoco es el


locus operativo de donde procederán los diferentes actos; más bien, es
una identidad débilmente constituida en el tiempo: una identidad
instituida por una repetición estilizada de actos. (pág. 1)

Según la filósofa, el género sería una temporalidad social constituida, más


que un modelo social de identidad, capaz de elaborar la ilusión de un yo
generizado permanentemente hasta convertirlo en realidad. Pero será
justamente, en esa repetición estilizada de actos, donde se encuentra la
posibilidad de transformar el género. Esto quiere decir que no existen
modelos de género, verdaderos o falsos, sino más bien una producción,
una construcción de las identidades sexuales que penetra los cuerpos, las
reproduce y legitima mediante coacción, haciéndolas aparecer por medio
de su repetición como verdades universales en torno al cuerpo y la
sexualidad. El género se hace, se reproduce y se refuerza en la sociedad a
través de mecanismos que instauran y sostienen estructuras de
dominación en los cuerpos. Identificar sus formas y cómo se ha hecho

23
JAVIERA POBLETE VARGAS

parte de nos-otras/os, es la acción que nos entregará las estrategias para


transformarlo y dislocar su funcionamiento en la cultura.

A raíz de ello y en materia de este libro, entenderemos que en todo


escenario histórico existe y opera entonces, un sistema sexo/género que
según Teresita de Barbieri (1992):

Son los conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y


valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia
sexual anátomo-fisiológica y que dan sentido a la satisfacción de los
impulsos sexuales, a la reproducción de las especie humana y en general
al relacionamiento entre las personas. (pág. 5)

Lo significativo es que dichos conjuntos, que han sido producidos


histórica y culturalmente, operan, en términos sociales, como un
imaginario. El sistema sexo/género se convierte en una matriz de sentido a
partir de la cual le otorgamos significado a las relaciones sociales/sexuales
entre hombres y mujeres. Por ello, desde este punto de vista, partiremos
de la base de que tanto médicos como “visitadoras sociales”, percibieron el
mundo popular desde la adscripción a un patrón de categorías de género
con arreglo a formas de sentido global que sostuvieron o explicaron su
propio mundo. Así pues, la feminidad/maternidad y la
masculinidad/paternidad, operaron ─a nuestro juicio─ como un
imaginario sexo/genérico que sería la arquitectura elemental a partir del
cual fue posible adjudicar significados a los significantes (Gómez, 2001);
significado a las prácticas sexuales populares. De este modo, podremos
comprender cómo se hizo posible el acceso a la interpretación de lo social,
pero en particular la interpretación de fenómenos sociales desconocidos
para los médicos y “visitadoras sociales” y que se convirtieron en su objeto
de estudio: la sexualidad popular.

En relación a estos planteamientos, nos parecerá notable destacar que en


términos políticos, dicha interpretación de la sexualidad popular no pudo
pensarse fuera del poder; porque el acto de otorgarle significados a las

24
NI MADRES NI PADRES

conductas del pueblo siempre estuvo mediado por la labor de los y las
profesionales. Dicho esto, consideraremos que la producción de
diagnósticos sobre las causas que daban origen a los males de la época,
puso en marcha toda una red de saberes sobre la sexualidad popular a
partir de una idea, de un imaginario de género que no era universal, ni
respondió a los principios de la naturaleza humana; sino más bien a la
ideología moral/sexual de los médicos y las “visitadoras sociales”. Estos/as
profesionales, por medio de la técnica de investigación científica: sujeta a
hipótesis comprobables en su relación “objetiva” con los hombres y las
mujeres del pueblo, a datos estadísticos, problemas medibles,
cuantificables y a partir del estudio de los denominados “casos sociales”;
determinaron lo que era correcto y lo que no, lo que era normal o
anormal, moral o inmoral, etc. Como consecuencia de ello, consideramos
que el imaginario de género operó ideológicamente puesto que no fue
sometido a análisis, sino que más bien se asumió como una verdad, una
matriz de sentido incuestionable para la comprensión de la sociedad y la
definición de las conductas.

Así pues, consideraremos que la ideología moral/sexual de los/as


profesionales se localizó directamente en el saber científico y social sobre
la sexualidad popular. A partir de ella, definieron su problema de
investigación, sus objetos de estudio, etc. y luego presentaron resultados.
Fabricaron un saber que de antemano ya fue incitado por su propia
ideología. En relación a esto M. Foucault (2009), reconoce que:

Si la cuestión de la ideología puede ser planteada a la ciencia es en la


medida en que ésta, sin identificarse con el saber, pero sin borrarlo ni
excluirlo, se localiza en él, estructura algunos de sus objetos, sistematiza
algunos de sus enunciados, formaliza tales o cuales de sus conceptos y de
sus estrategias; y en la medida en que esta elaboración escande el saber,
lo modifica y lo redistribuye por una parte, lo confirma y lo deja valer por
otra (…). (págs. 240-241)

25
JAVIERA POBLETE VARGAS

Por este motivo, consideraremos que por medio de la producción del


saber científico, los médicos y la “visitadoras sociales” fueron los/as
encargados/as de elaborar y distribuir instrumentos de percepción de la
realidad construida como mundo social, un mundo de vida (Gómez,
2001); pero siempre desde un imaginario atravesado por sus propias
concepciones morales e ideológicas sobre la sexualidad.

Ante este problema, cabe señalar, que la investigación feminista se ha


preocupado de cuestionar la producción de conocimiento científico, y ha
puesto de manifiesto que ésta ha utilizado la polaridad sexual como datos
supuestamente objetivos para la comprensión de fenómenos sociales. De
este modo, la producción de conocimiento científico sobre la “realidad” es
y ha sido, sin duda, androcéntrica, ya que se encuentra atravesada por una
ideología, por un contexto de ideales culturales sobre lo femenino y lo
masculino. Evelyn Fox Keller (1991) en Reflexiones sobre Género y Ciencia,
cuestiona la idea de objetividad desde la cual se produce el conocimiento
científico y ante ello reconoce que “lo que constituye la principal
arrogancia, incluso la bravura, del hombre moderno, al mismo tiempo
que revela su subjetividad peculiar es la inversión en impersonalidad, la
pretensión de haber escapado a la influencia de los deseos, los anhelos y
las creencias” (pág. 78).

Atendiendo a esto, lo que nos parece relevante en términos políticos, es


que el imaginario de los médicos y las “visitadoras sociales” no
necesariamente coincidió con la percepción que tuvieron los sujetos
populares sobre su propia sexualidad, o con sus concepciones de la
maternidad o la paternidad. Sin embargo, el lugar de poder desde dónde
éstos/as se posicionaron para observar al pueblo les permitió ubicar su
propio imaginario de sexo/género como el principio regulativo de las
conductas. Así, su propio imaginario de género apareció como un modelo
capaz de guiar el comportamiento de los sujetos como paradigmas que
regulan las distintas esferas de la praxis y como consecuencia de ello, un
determinado conjunto de símbolos, normas, valores, etc., produciría

26
NI MADRES NI PADRES

efectos de realidad y afectaría las representaciones de un fenómeno social


que se materializa en la praxis y en los discursos sociales junto con sus
registros.

Por consiguiente, entenderemos que los diagnósticos ─como instrumentos


de saber─, fueron producidos por y desde la ideología moral/sexual de los
médicos y las “visitadoras sociales”; pero al estar amparados en la Ciencia
y en el Estado, serán incuestionables, legitimados y se convertirán en
“verdad”. Una verdad, que en palabras de M. Foucault (1992): “está
centrada en la forma del discurso científico y en las instituciones que lo
producen; está sometida a una constante incitación económica y política
(necesidad de verdad tanto para la producción como para el poder
político)” (pág. 199).

En suma, consideramos que las implicancias políticas de esta acción son


primordiales para comprender cómo la creación de un nuevo orden
simbólico tuvo efectos de poder y definió ciertos marcos elementales de
las conductas humanas. Todo en miras de un proyecto político que como
veremos, tuvo por objetivo asegurar la estabilidad política del Estado-
nación y de la economía capitalista. Así, la puesta en marcha de un
régimen de verdad sobre la sexualidad, se llevó a cabo desde fuera del
pueblo, sin consideración de sus propios discursos, saberes, emociones,
deseos, etc. Estará producida y destinada hacia el poder. En decir, que
serán los médicos y las “visitadoras sociales” quienes a partir de su
ideología, definirán las conductas sexuales aceptadas como verdaderas.
Toda una “política general de la verdad” (Foucault, 1992), destinada hacia
el poder político institucional y hacia la economía capitalista.

Por ello, a través de estas páginas, veremos cómo los médicos y las
“visitadoras sociales” llegaron a afirmar que el gran problema del pueblo
era que éste no estaba capacitado para establecer una familia de manera
legítima porque las mujeres y hombres desconocían absolutamente sus
deberes sociales y morales como madres y padres. Desde su perspectiva,

27
JAVIERA POBLETE VARGAS

con la creación de uniones familiares a través del contrato matrimonial, el


hombre del pueblo dejaría de ser irresponsable y se haría cargo de su
descendencia, se volvería productivo, abandonaría los vicios y evitaría la
propagación de enfermedades de transmisión sexual al tener una pareja
estable. Por su parte, al interior de la familia, la mujer del pueblo asumiría
la maternidad como una función social y se encargaría del cuidado de sus
hijos/as, dejaría la calle, el trabajo precario y en muchos casos la
prostitución. Con todo esto, sería posible frenar la ampliación de
problemas médicos como el quiebre del binomio madre-niño y detener la
masificación de las enfermedades venéreas; y a su vez, sería posible
impedir el avance de problemas sociales que tanto malestar habían
generado entre la clase trabajadora: la pobreza, las enfermedades sociales,
la mortalidad general e infantil y el abandono de menores en los hogares
de huérfanos y hospitales.

Como se observa, la forma de significar las conductas del pueblo estuvo


acompañada además, de un modelo ejemplar de organización de la vida
sexual y afectiva centrada en la familia monoparental y heterosexual.
Dentro de ella, machos y hembras del pueblo se convertirían en hombres
y mujeres, cada uno/a con roles y deberes que definen y delimitan sus
formas de comportamiento; siempre a partir de una norma, de un saber y
de un discurso que ha reconocido como ideales y verdaderas un
determinado tipo de conductas. Al interior de la familia la “naturaleza”
del sexo quedaría borrada por la cultura y por la producción de
“hombres” y “mujeres”, “padres” y “madres”. Por consiguiente, la
incidencia política y económica de un saber científico sobre la familia
como célula constitutiva del cuerpo social, radicaría en que ésta sería
capaz de institucionalizar determinados roles sexuales funcionales al
Estado y al capitalismo. Es decir, que la familia, en tanto que institución
reguladora de las relaciones de parentesco, sería una construcción social
ideológica que en el contexto histórico de nuestra investigación encontró
en el saber científico y en el Estado las garantías ─legales─ necesarias para
su producción y reproducción. Así, la familia como realidad privada de

28
NI MADRES NI PADRES

origen público (Bourdieu, 1997), dentro de la cual se saturan las


sexualidades y se establecen los comportamientos de los individuos;
aparece como una estructura social donde tienen lugar todas las
sexualidades aceptadas por el saber científico como verdaderas y las
reproduce, las contiene y las proyecta hacia el espacio público para
afianzar los planes establecidos y aumentar así el poder del Estado sobre
los cuerpos (Foucault, 2008).

En esta línea de análisis, Gayle Rubin (1986) plantea que el parentesco y


el matrimonio siempre forman parte de sistemas sociales totales, y
siempre están ligados con ordenamientos económicos y políticos. Al
interior de la familia se produce un disciplinamiento de las conductas
sociales y sexuales, se prohíbe el incesto, se establece como norma la
heterosexualidad y se desarrolla la división asimétrica de los sexos 1. A raíz
de ello, los sexos son divididos y deformados, y los niños andróginos y
bisexuales son transformados en niños y niñas 2. De esta forma, la
conscripción del individuo en los sistemas de parentesco que han sido
producidos política y económicamente, dejaría huellas en su psique por
cuanto han determinado, a partir de la sexualidad biológica, lo que es
propio de las mujeres y de los hombres. Entonces, el imaginario de
género de los médicos y las “visitadoras sociales” supondrá que la
instauración de un contrato sexual/matrimonial articularía dos espacios:
uno privado/doméstico/femenino y otro público/político/masculino. En
ellos mujeres y hombres asumirían sus deberes y ocupaciones sociales para
el funcionamiento de la economía capitalista, ya que supone la producción

1 G. Rubin establece esta afirmación a partir de los hallazgos de Levi Strauss en su


estudio antropológico de los sistemas de parentesco y del intercambio de mujeres.
2 Aporte del Psicoanálisis Freudiano que según G. Rubin contribuyen en la
comprensión de la producción cultual de la sexualidad.

29
JAVIERA POBLETE VARGAS

de dos esferas de trabajo3: una esfera pública/asalariada/masculina y una


esfera privada/doméstica/naturalizada en el rol social/sexual de la mujer.

En esta línea de análisis, Hartman (1983) afirma que el capitalismo crea el


trabajo asalariado para los hombres fuera del hogar al tiempo que exige
que la mujer trabaje en el hogar a fin de reproducir trabajadores
asalariados para el sistema capitalista. “La mujer reproduce la mano de obra,
proporciona cuidados psicológicos a los trabajadores y procura una isla de
intimidad en un mar de alienación” (pág. 4).

3 “La división del trabajo por sexos, por lo tanto, puede ser vista como un “tabú”: un
tabú contra la igualdad de hombres y mujeres, un tabú que divide los sexos en dos
categorías mutuamente exclusivas, un tabú que exacerba las diferencias biológicas y
así crea el género. La división del trabajo puede ser vista también como un tabú
contra los arreglo sexuales distintos de los que contengan por lo menos un hombre
y una mujer, imponiendo así el matrimonio heterosexual.” En: Rubin, Gayle, “El
Tráfico de Mujeres: notas sobre la economía política del sexo”. Revista Nueva
Antropología, Volumen VIII, Número 30, México, 1996, Pág. 114.
“Un siglo después de Engels, cuando el capitalismo ya ha madurado, Zaretsky señala
que el capitalismo no ha supuesto la incorporación de la mujer al trabajo en un
plano de igualdad con el hombre. Lo que ha hecho el capital ha sido más bien crear
una separación entre el hogar, la familia y la vida personal, por un lado y el lugar de
trabajo, por otro.
(…) La exclusión de la mujer del trabajo asalariado es debida primordialmente al
capitalismo, porque éste crea el trabajo asalariado fuera del hogar al tiempo que
exige que la mujer trabaje en el hogar a fin de reproducir trabajadores asalariados
para el sistema capitalista. La mujer reproduce la mano de obra, proporciona
cuidados psicológicos a los trabajadores y procura una isla de intimidad en un mar
de alienación. En opinión de Zaretsky, la mujer trabaja para el capital y no para el
hombre; es sólo la separación entre el hogar y el lugar de trabajo y la privatización
del trabajo doméstico provocada por el capitalismo lo que crea la apariencia de que
la mujer trabaja para el hombre de forma privada en el hogar. La diferencia entre la
apariencia de que la mujer trabaja para el hombre y la realidad de que la mujer
trabaja para el capital ha dado lugar a que las energías del movimiento de la mujer
estén mal encaminadas. La mujer debería reconocer que también forma parte de la
clase obrera, aun cuando trabaje en casa.” En: Hartmann, Heidi; Un matrimonio
mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo, PAPERS
DE LA FUNDACIÓ/88, http://www.fcampalans.cat/archivos/papers/88.pdf, Págs. 4-5.

30
NI MADRES NI PADRES

Así pues, el imaginario de género desde dónde se posicionaron los


“médicos” y las “visitadoras sociales”, supuso la existencia de deberes
sociales, morales y sexuales para hombres y mujeres a partir de su
naturaleza biológica y que debían ejercerse desde la infancia al interior de
la familia. Esto significaba que tanto hombres como mujeres debían
controlar sus impulsos sexuales y conducirlos hacia la reproducción de
nuevas vidas que en el futuro se convertirían en futuras madres,
ciudadanos y trabajadores que le darían riqueza y vigor al pueblo. De esta
manera, al interior de la familia, las mujeres del pueblo deberían
convertirse en madres y esposas, mientras que los hombres debían asumir
su responsabilidad como padres y trabajadores.

Creemos que lo interesante de la ideología familiar que promovieron los


médicos y las “visitadoras sociales” en sus diagnósticos, es que será ─tal
como platea P. Bourdieu (1997)─ una ficción bien fundada, que buscó
legitimarse en los cuerpos mediante la institución de unos valores y
sentimientos adecuados (que no provinieron del mundo popular), para
garantizar la integración de hombres y mujeres en una sola unidad, con
deberes específicos para cada uno. Una labor de institución, donde el
saber científico buscó controlar y elaborar un objeto afectivo y la
socialización de la libido en miras de su propio proyecto político.

En suma, nos ha preocupado históricamente que se habló del pueblo.


Pero que no fue el pueblo quien habló de sí y de su sexualidad, sino que
fueron otros/as que desde el poder ─Estado/ciencia─, desde su lugar en la
sociedad ─elite─ y desde su visión de mundo ─imaginario de género─; se
empecinaron por identificar las conductas erradas del pueblo que debían
ser modificadas para alcanzar el progreso de la nación. Por tanto,
planteamos que fueron los médicos y las “visitadoras sociales” quienes
asumieron la tarea científica de diagnosticar para crear realidad y para re-
construir la sexualidad popular bajo las normas de su propia ideología
política sexual. De este modo, pondremos énfasis en el discurso de los
médicos y las “visitadoras sociales” como un instrumento productor y

31
JAVIERA POBLETE VARGAS

reproductor del poder, en un contexto donde resultó necesario reestablecer


los lazos entre el pueblo y el Estado. Nos preocupará la producción de
conocimiento científico sobre el pueblo y su sexualidad que se produjo
desde la elite médica y asistencial, y que tuvo por objetivo incardinarse en
los cuerpos de los sujetos con el fin de que éstos comenzaran a pensarse y a
actuar en base a los lineamientos discursivos y simbólicos establecidos en
los artículos y debates que se produjeron durante toda una década. Así,
entenderemos la producción de diagnósticos como dispositivos de saber y
de poder para construir la “realidad” sexual popular chilena y como
instrumentos políticos creadores de significación de las conductas sexuales.

Ni madres ni padres, será entonces la afirmación que emerge desde el saber


científico y que devela las relaciones de poder y las categorías de género
que subyacen a la construcción de la realidad sexual popular.

Una década de diagnóstico

Dicho todo esto, cabe señalar entonces, que la década comprendida entre
1927 y 1937 no solo fue un momento de la historia de Chile cargado de
crisis sociales, políticas y económicas; sino que además fue una década en
la que nuevos/as agentes sociales jugaron un papel político determinante
en la afianzamiento del Estado. Los médicos y las “visitadoras sociales” se
convirtieron en una fuerza modernizadora que no solo buscó transformar
las políticas públicas de la época para mejorar las condiciones de vida del
pueblo, sino que además buscaron las estrategias para fundar una nueva
hegemonía cultural (Illanes, 2006). En ese marco de acción, la producción
de diagnósticos sobre el origen de los males de la época y junto con ello,
la construcción de la realidad sexual popular, fue fundamental para su
proyecto político, puesto que puso en marcha la circulación de todo un
aparato cultural y simbólico sobre la sexualidad que tuvo como objetivo
dirigir las conductas sexuales del pueblo para la consagración de su propio

32
NI MADRES NI PADRES

proyecto político. De este modo, la producción de saberes sobre el pueblo


y su “anormalidad sexual”, les permitió construir una realidad que será la
base científica para el diseño de las políticas públicas, pero también un
principio normativo de las conductas sexuales desde donde los sujetos
deberán pensarse a sí mismos. Así pues, la década en cuestión nos permite
visibilizar cómo, bajo qué circunstancias y de qué manera la sexualidad
popular se convirtió en un aspecto fundamental de la política nacional, y
la producción de saberes científicos sobre ésta, en un aparato discursivo
capaz de re-significar las prácticas sexuales populares.

Durante esta década, médicos y “visitadoras sociales” jugaron un rol


político relevante en la configuración de toda una red de saberes que
incidieron en la configuración del nuevo escenario histórico. La fundación
del Ministerio de Higiene, Asistencia, Trabajo y Previsión Social en 1924,
marcó el inicio de un amplio debate intelectual y científico que definió la
política nacional modernizadora. Lo significativo de este periodo, es que
pese a que los médicos ya habían debutado en Chile a fines del Siglo XIX
con sus teorías higienistas; en este escenario su participación política fue
cada vez más activa, ya que intervinieron en la política nacional creando
políticas públicas, debatiendo en el congreso y circulando en diversos
ministerios. Hacia 1931, formaron la AMECH 4 y este hito marcó la
culminación de todo un trabajo intelectual y social de los médicos en
Chile. Del mismo modo, las “visitadoras sociales” profesionalizaron su
acción a partir de 1925 con la fundación de la Primera Escuela de Servicio
Social perteneciente a la Junta Central de Beneficencia; y a partir de ese
momento, se prepararon para acudir hasta los rincones más inhóspitos de la
pobreza nacional para encontrarse con el pueblo que agonizaba al interior
de los conventillos. Por ello, es que resulta relevante analizar sus discursos
en un contexto en el que claramente su rol político fue determinante en la
configuración de las relaciones entre Estado y pueblo.
4 Asociación de Médicos de Chile. En el transcurso de esta investigación
desarrollaremos en mayor profundidad el rol social y político de los médicos en este
escenario histórico.

33
JAVIERA POBLETE VARGAS

Tal como explicamos anteriormente, en estas décadas se publicaron


numerosos artículos escritos por médicos y “visitadoras sociales”; pero
debido al escenario de crisis social, política y económica del país, los
debates se centraron principalmente en la necesidad de encontrar las
causas de los problemas para proponer estrategias de cambio. Por ello, y
en materia de este trabajo historiográfico, los diagnósticos producidos en
esta década serán cruciales para evidenciar la ideología política y sexual
desde donde se posicionaron los y las profesionales para observar al
pueblo e identificar el origen de sus males, y construir su realidad sexual.

Las cuatro revistas estudiadas y analizadas para este trabajo historiográfico


fueron: Servicio Social, Beneficencia, Revista de Asistencia Social y Acción
Social. Todas ellas, corresponden a publicaciones periódicas donde médicos
y “visitadoras sociales” escribieron diversos artículos de carácter científico,
con el objetivo de evidenciar los problemas médicos y sociales de la época,
elaborar diagnósticos y diseñar estrategias para resolverlos. Además,
políticos y profesionales del derecho en Chile, escribieron artículos a partir
de su experiencia profesional e intelectual, y en ellos presentaron nuevas
variables de análisis para la comprensión de problemas médico-sociales; lo
que demuestra el impacto y alcance de estas publicaciones.

Ciertamente, el público objetivo de estas revistas no fue el pueblo chileno;


sino que éstas fueron dirigidas al estamento médico, a las mismas
“visitadoras sociales”, a los políticos de la época, a quienes trabajan en el
derecho público, etc. Todos representantes, en su mayoría, de los sectores
medios que ingresaron con fuerza al interior de la elite tradicional
oligárquica y que según Julio Pinto (Pinto & Salazar, 1999, págs. 41-43),
contribuyeron en su transformación durante el siglo XX. Por tanto, éstas
no fueron revistas que produjeron un conocimiento sobre el pueblo y sus
males, desde el pueblo y para el pueblo; sino que más bien fueron revistas
producidas desde y para una nueva elite chilena que se propuso
desarrollar nuevas estrategias para restablecer los lazos rotos entre el

34
NI MADRES NI PADRES

pueblo y el Estado. En suma, todas las revistas analizadas, circularon


dentro del mismo medio político y social en el que habían sido fabricadas.

Con ello entonces, pretendemos dejar en claro que los problemas que en
ellas se presentaron, fueron retratados o si se quiere, descritos, desde la
mirada de sus autores/as; una mirada que ─a nuestro juicio─ no pudo
abstraerse de la realidad a la cual ellos/as pertenecían, ni menos, del lugar
de poder que la ciencia les había conferido.

A continuación presentamos el origen de cada una de las revistas, de los


organismos e instituciones de las que se desprenden y los objetivos que
dieron vida a estos cuerpos teóricos de producción de saberes médicos y
asistenciales.

a.- Título: “Servicio Social”


Órgano de la Escuela de Servicio Social de la Junta de Beneficencia de
Santiago. Santiago de Chile. (1927- 1969)
Orígenes: Revista de publicación Trimestral perteneciente a la Escuela de
Servicio Social de Santiago que surge con apoyo de la Revista de
Beneficencia Pública en marzo de 1927:
“La revista de beneficencia pública nos ofrece hoy su ayuda, dedicando
algunas páginas de cada uno de sus números a nuestra disposición y que
se reproducen aquí, formando este órgano de Servicio Social” (A
nuestros Lectores, 1927, pág. 2)

Objetivos:

“Aceptamos gustosas esta hospitalidad amable esperanzadas en que el


Servicio Social saliendo del mutismo a que hasta hoy estaba condenado,
levante la voz juiciosa, entusiasta, una voz cuyos acentos vibren al
unísono con la aprobación de la gran familia de los adeptos del Servicio
Social, en bien del progreso y perfección de nuestro Chile.” (A nuestros
Lectores, 1927)

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JAVIERA POBLETE VARGAS

b.- Título: “Beneficencia”


Órgano de la Dirección General de Beneficencia y Asistencia Social.
República de Chile; Ministerio de Bienestar Social. (1929-1932)
Orígenes: Revista mensual que surge el 15 de Febrero de 1929 en una
reunión celebrada por la Honorable Junta Central de Beneficencia5, con
el título de “Boletín de la dirección general de beneficencia y asistencia
social”.
Objetivos:

Su propósito es colaborar en la organización y robustecimiento de los


servicios hospitalarios y de asistencia social, y tratar todas aquellas
materias cuyo conocimiento y difusión se considere de necesidad para el
mejor resultado de la labor que corresponde a las Juntas locales de la
6
República (Boletín de la dirección general de beneficencia y asistencia
social, 1929, pág. 1)

5
“La Junta central de Beneficencia tendrá por medio de los organismos que este
reglamento establece, la administración de los fondos provenientes de la cuota de
asistencia médica de la Ley de Seguro Obligatorio; el control general de la inversión
de los fondos de las Tesorerías y Establecimientos de Beneficencia del País; el suministro
de los medicamentos y material sanitario para los diversos establecimientos; la dirección
técnica y la supervigilancia de todos los servicios de asistencia social y beneficencia
pública”. En: “Boletín de la dirección general de beneficencia y asistencia social”, Año I,
N° 1, Santiago de Chile, Febrero de 1929, Pág. 4.
6
“Las Juntas locales de la República” como se nombran en el párrafo recién citado;
corresponden a las Juntas de Beneficencia, dependientes de la Junta Central de
Beneficencia y del presidente de la República. Están a cargo de: hospitales,
sanatorios, servicios de obstetricia y puericultura, enfermedades venéreas y
mentales; dispensarios y atención médica a domicilio; establecimientos para la
crianza y educación de huérfanos y expósitos; para la atención de ancianos,
inválidos y enfermos mentales crónicos; open doors, hospicios, lazaretos,
cementerios; y todos aquellos establecimientos que en adelante se fundaren con
fondos del Estado o con legados, donaciones o suscripciones destinados a la
Beneficencia Pública. (Reglamento orgánico de las Juntas de Beneficencia. Santiago
18 de enero de 1929. Título 1, Artículo 1. Los establecimientos que de ellas
dependan son personas Jurídicas y de derecho público.

36
NI MADRES NI PADRES

c.- Título: “Revista de Asistencia Social”


(Nueva serie de la revista de Beneficencia Pública). Órgano de la
Asociación chilena de Asistencia Social. Santiago de Chile. (1932-1944)
Orígenes: Revista trimestral que surge en 1932, como una nueva serie de
la Revista de Beneficencia Pública que había sido creada en 1917 en el
contexto del primer congreso de beneficencia Pública, y publicada hasta
1930.
Objetivos:

Orientación hacia una visión de perfeccionamiento en todo lo que


significa la mejor atención al ser humano cuyo cuerpo se encuentra en
falencia o que pida se le extienda una mano protectora para evitarle los
males que le ofrenda el porvenir.
Si bajo el nombre de Revista de Asistencia Social se singulariza para salir
nuevamente a la palestra, lo hace para abarcar justamente mejor bajo él,
todo el significado de esos fines y que, si en un tiempo se desarrollaban
bajo el santo manto de la caridad, siguen siendo benéficos. Pero tiempo
era ya que esos beneficios asumieran de lleno en mayor grado, el
carácter de deber social que modernamente llevan impreso, de
ineludible función que incumbe a la colectividad desempeñar con la
perfección que la ciencia y la experiencia le señalan.
La revista busca: “Representar los intereses de las ciencias en su
aplicación al ramo, al estudio, en común de aquellas para penetrarse de
su aplicación pública”.
La Revista, bajo el nuevo nombre, ha de servir a esta aplicación,
divulgando los principios, las ideas, las opiniones, estrechando el lazo de
comunes intereses y sirviendo al intercambio de esas ideas, de esas
opiniones emitidas dentro de la mesura, de la corrección y mutua
consideración. Y vayamos a ello con decisión, sin desfallecimientos, con
fe y entusiasmo. (Una palabra, 1932, págs. 1-2)

37
JAVIERA POBLETE VARGAS

d.- Título: “Acción social”


Caja del Seguro Obligatorio, Ley N°4054; Santiago de Chile (1930-
1948).
Orígenes: Revista de publicación periódica, perteneciente a la Caja de
Seguro Obligatorio (Ley N° 4054) y publicada en Chile entre 1930 y
1948.
Objetivo: Buscó defender el desarrollo del Seguro Social Obligatorio en
Chile, a través de la difusión de los resultados de la “Caja de Seguro
Obligatorio”, correspondiente a la Ley N° 4054, aprobada en el
parlamento, el 8 de septiembre de 1924:
7
Sin embargo, si tal es la brillante situación de estos organismos y tan
incontrarrestable es su influencia en todos los países, no es menos cierto
que en aquellos, como el nuestro, están aún en el período de ensayo y,
por lo tanto, expuestos a chocar con dificultades tan numerosas como
imprevistas, es necesario estar siempre alerta en la defensa de su
desarrollo.
Sabemos que muchas críticas que se levantan en su contra tienen su
origen de la mayoría de los casos, en el desconocimiento de aquellas
materias. Nuestro mayor interés está, pues, en aclarar dudas, rectificar
afirmaciones y, sobre todo, en esparcir en el radio más amplio posible
los resultados del Seguro.
Esta revista, cuya finalidad es la anteriormente expuesta, invita a todos
los que se interesen por estos problemas a estudiarlos sin espíritu
preconcebido y dentro de las directivas técnicas y científicas que medio
siglo de existencia les han dado (Lo que significa el seguro social, 1930).

En consideración con todo lo expuesto, el periodo histórico seleccionado


para nuestra investigación, comienza con la elaboración y publicación del
primer número de la revista Servicio Social el año 1927 y termina en

7
Hace referencia al Seguro Social y en particular a la Caja del Seguro Obligatorio en
Chile.

38
NI MADRES NI PADRES

19378, un año antes de finalizar el segundo gobierno de Alessandri, ya


que a nuestro juicio, a partir del gobierno de Pedro Aguirre Cerda, en
1939, entraríamos en un nuevo proceso político de recuperación del país
en términos sociales y económicos; un proceso de implementación de
nuevas técnicas o estrategias médicas y asistenciales, y la consagración del
Estado de Bienestar en Chile.

Por otra parte, resulta necesario precisar que aun cuando en esta década
las teorías higienistas circularon en Chile como un campo de
conocimiento científico que en muchos casos sustentó los postulados de
los médicos y las “visitadoras sociales”; queremos reconocer que en
materia de esta investigación no nos hemos detenido en ellas para llevar a
cabo el estudio de nuestras fuentes, ni tampoco nos hemos preocupado
por demostrar cómo esta teoría incidió en la elaboración de los
diagnósticos sobre la realidad médico-social chilena entre 1927 y 1937.
Lo que nos ha interesado, particularmente, ha sido la naturalización de las
categorías de género hegemónicas ─feminidad/maternidad y
masculinidad/paternidad─ en el discurso científico de los médicos y las
“visitadoras sociales” para hablar de las mujeres y los hombres del pueblo
y de sus dificultades para convertirse en madres y padres. En este sentido,
si bien trataremos de entregar algunos lineamientos históricos que nos
permitan comprender la necesidad que tuvieron los médicos y las
“visitadoras sociales” para reconocer las causas de la enfermedad del
pueblo en el escenario histórico propuesto; no nos detendremos en
analizar el impacto de la medicina social en Chile, ni tampoco en las
prácticas y técnicas higienistas implementadas por el Estado en la primera
mitad del Siglo XX, sino más bien, tal como señalamos anteriormente,
buscaremos evidenciar los discursos, la ideología política sexual que operó
en Chile en la primera mitad del siglo XX para definir, guiar y delimitar

8
Cabe precisar que el fin de nuestro periodo no tendrá relación con el cese de las
publicaciones de las revistas, sino más bien con el contexto histórico político,
económico y social dentro del que se ponen en circulación dichas revistas.

39
JAVIERA POBLETE VARGAS

las conductas sexuales de los hombres y mujeres del pueblo para la


consolidación del Estado y de la economía capitalista.

Así pues, nos interesará dar un primer paso para historizar las relaciones
sociales y sexuales en Chile y reconocer cómo el saber médico y asistencial
cumplió un rol determinante en la instauración de categorías de género
hegemónicas en la cultura nacional y que buscaron naturalizarse y
legitimarse en los cuerpos de los sectores populares como si ser mujer u
hombre (con todos los deberes morales y sociales que ello implica:
maternidad responsable y padre proveedor por ejemplo.), fuera más un
deber biológico, un producto de la naturaleza, que una construcción
cultural e histórica. Con esto entonces, queremos aclarar que los objetivos
de nuestra investigación se limitan a la necesidad de reconocer los
imaginarios y discursos que subyacen la construcción del género y de
“realidad” sexual popular en un contexto histórico determinado.

Sin duda alguna, la historia social chilena ha sido fundamental para


comprender históricamente las relaciones de poder y de dominación que,
en las primeras décadas del siglo XX, emergieron de la dinámica
económica capitalista y sentaron las bases de la lucha de clases. Sin
embargo, consideramos que hoy, es necesario aportar históricamente en la
comprensión de otras formas del poder. En tal sentido, consideramos que
el cuerpo y la sexualidad del pueblo, deben ser comprendidos
históricamente como espacios políticos fundamentales para la
constitución de un nuevo orden simbólico, que estableció las normas
sociales y sexuales esenciales para el fortalecimiento del proyecto político y
económico de las elites. Este enfoque nos permite visualizar que el poder
produjo un orden simbólico capaz de naturalizar, a través del discurso
científico, modelos ejemplares de feminidad y masculinidad, para dirigir
las conductas sexuales del pueblo y reorganizar las fuerzas sociales para el
fortalecimiento del Estado y la economía capitalista. De este modo, sobre
la base de la historia cultural, nos preocuparemos de analizar el sentido y
significados que adquiere el género ─y los roles de género─ en un

40
NI MADRES NI PADRES

determinado contexto y cómo éste, a su vez, es capaz de significar otras


relaciones de poder.

Por último, y siguiendo esta línea de análisis, nuestro “sujeto popular” no


estará asociado única y exclusivamente al proletariado o a sus
organizaciones sociales y políticas del periodo estudiado; sino que a su
vez, hará referencia a un porcentaje importante de la población chilena
que no fue parte de dichas formas de clasificación social, política y
económica. Haremos referencia al jornalero (de trabajo esporádico y en
diversas faenas según lo requiera el mercado), a la prostituta, a la mujer de
pueblo sin oficio calificado (o directamente sin oficio) y al niño huacho.
Esto a razón de que, bajo la mirada los médicos y las “visitadoras sociales”,
si bien existía un número importante de hombres y mujeres del pueblo
que pertenecían al mundo obrero, el mayor porcentaje de la población
popular no tenía un oficio calificado y vivía a partir de lo que caía en el
día a día. Por tanto, su estudio sobre la realidad médico social chilena y en
consecuencia, la producción de sus diagnósticos, por lo general tuvo
relación con la vida de este otro hombre y esta otra mujer del pueblo, que
a su juicio, en su comportamiento social y sexual se reproducían y recaían
la mayor cantidad de los males de la época. Y es que, si estos sujetos no
formaban parte del sistema de producción capitalista, si estaban fuera de
los límites de lo “civilizado” ¿Qué estrategias debían implementarse en
Chile para que éstos/as asistieran al proceso de modernización del Estado
y de la economía? Creemos pues, que en esta década los médicos y las
“visitadoras sociales” fueron capaces de proponer nuevos saberes
científicos modernizadores de las relaciones sociales, a través del dominio
y control de la sexualidad libre, inmoral y libertina del pueblo. Una nueva
forma de dominio cultural capaz de incorporar el pueblo al Estado y
volverles funcionales al modelo económico.

41
JAVIERA POBLETE VARGAS

Nuestro libro

Atendiendo a todos estos elementos, es que hemos dividido este trabajo


en tres capítulos. En el primero, denominado “La necesidad de un
diagnóstico: El rol histórico de la Intelectualidad médica y asistencial
(1927-1937)”; buscaremos dar a conocer el rol que cumplieron los
médicos y las “visitadoras sociales” en Chile en un escenario de crisis
sociales, económicas y políticas, así como las razones que motivaron su
tarea política de diagnosticar y construir la “realidad” sexual popular. En
este apartado, las investigaciones desarrolladas por la historiadora María
Angélica Illanes sobre la salud pública y el rol histórico de las “visitadoras
sociales” serán fundamentales para la contextualización de nuestro análisis
histórico-teórico, ya que no solo son esclarecedoras en términos de
acontecimientos, sino que además arrojan luces importantes sobre la
relevancia política del saber científico, el cuerpo y la sexualidad para la
consolidación de un nuevo proyecto político en Chile y la redefinición las
relaciones de poder entre Estado y pueblo. Nos parece que sus trabajos
son la antesala histórica necesaria para poder problematizar la
construcción cultural del género durante el siglo XX, pero también para
visibilizar su importancia política, económica y su incidencia en la
producción de un nuevo orden simbólico que, a nuestro parecer, subsiste
hasta nuestros días. De las investigaciones desarrolladas por Illanes,
tomaremos dos categorías que ella presenta y contextualiza históricamente,
puesto que son fundamentales para el análisis histórico sobre la
construcción cultural del género: diagnóstico y realidad. Por otra parte,
serán relevantes los aportes de la historia social chilena para la
comprensión de las relaciones de poder y de dominación entre
Estado/capital y pueblo en la primera mitad del siglo XX, ya que éstas son
variables imprescindibles para la comprensión de los discursos sobre el
género y la sexualidad humana. Con esto queremos decir que, para
comprender cómo ha operado el género en nuestra historia, así como las
relaciones de poder que se deprenden de su propia producción,
necesitamos ver cómo se relaciona con los procesos políticos y

42
NI MADRES NI PADRES

económicos de toda sociedad, y cómo se legitima en el orden simbólico a


través de ellos. Debemos ver “la naturaleza recíproca de género y sociedad,
y de las formas particulares y contextualmente específicas en que la
política construye el género y el género construye la política” (Bondeiras,
2006, pág. 13).

En el segundo capítulo analizaremos el discurso médico y asistencial para


evidenciar, a partir del análisis de fuentes históricas, la importancia que
los/as profesionales de la medicina y del servicio social le confirieron al
diagnóstico como instrumento de saber y productor de realidad. Nos
interesará demostrar cómo a partir de ello, el diagnóstico se convirtió en
un dispositivo de poder por cuanto fue creado para producir y difundir
un discurso verdadero sobre la sexualidad humana que debía ser
promovido por el Estado para asegurar la estabilidad política y económica
del país. Finalmente, en el tercer capítulo, analizaremos los artículos
escritos por médicos y “visitadoras sociales” en cuatro revistas de difusión
científica: Servicio Social, Beneficencia, Asistencia Social y Acción social y
reconstruiremos los problemas médicos y sociales que a juicio de los/as
profesionales se originaban en el comportamiento social/sexual de los
sectores populares. Por medio de esta acción identificaremos la “realidad”
sexual popular que éstos construyeron al interior de las cuatro revistas
analizadas y trabajaremos en evidenciar el imaginario sobre el
comportamiento social y sexual y las categorías de género hegemónicas
desde donde se observó al pueblo y se le convirtió en objeto de estudio.
En este sentido, nos preocuparemos de evidenciar cómo operaron las
categorías de feminidad/maternidad y masculinidad/paternidad en el
discurso médico y asistencial en el proceso de significar las conductas
sexuales del pueblo y construir su realidad.

Antes de finalizar, quisiera manifestar que nuestro propósito es abrir una


sospecha, una inquietud histórica. Aquella que nos permita reconocer que
no existe, ni ha existido en Chile, una sola forma de vivir o experimentar
el deseo sexual. Ni que tampoco existe un orden natural que haya fijado el

43
JAVIERA POBLETE VARGAS

comportamiento social y sexual de los hombres y mujeres; sino que más


bien existen discursos, un entramado de saberes que legitimados por el
poder y la ciencia han creado “realidad” y han instalado dentro de la
sociedad una serie de normas para vivir el cuerpo, el deseo y la sexualidad.
La invitación de esta investigación es a abrir un recorrido histórico por
medio del cual podamos vislumbrar la existencia de otros saberes sobre la
sexualidad popular ocultos bajo el velo de la ciencia, que nos permitan re-
significar nuestro conocimiento sobre el pueblo y su pasado y re-construir
la “realidad” sexual popular; para traer al presente nuevos códigos, nuevas
formas de entender el cuerpo, la sexualidad y sobre todo el
comportamiento social /sexual asociado a los roles de género. Pero esta
vez más propios, más familiares, más populares. Por tanto, más que
abordar un momento histórico específico y reproducirlo de manera
acabada en estas páginas, hemos pretendido abrir un problema que no se
resolverá aquí, sino que nos guiará a seguir buscando hasta en los lugares
más recónditos de la memoria popular, su habla, su lenguaje, su forma de
representar su vida, su existencia y su sexualidad.

De esta manera, esperamos que el olvido y los silencios de la historia de


Rosa no se llenen de significados médicos y asistenciales. Esperamos que
la “realidad” sexual popular deje de construirse desde una idea, desde una
matriz de representaciones que han significado y dotado de sentido al
cuerpo y a las relaciones sociales/sexuales entre hombres y mujeres.

44
1 LA NECESIDAD DE UN DIAGNÓSTICO.
El rol histórico de la Intelectualidad médica y asistencial (1927-1937)

“ Y emprendió la tarea, la inmensa tarea,


porque había que despertar el nuevo
sentimiento de solidaridad en la élite que
dirige, en el modesto obrero que no cree en
ella, y también en el ciudadano obscuro que
piensa vagamente que sus únicas obligaciones
son trabajar y alimentarse, él y los suyos.”
9
Dr. Lucio Córdova.

1.1 Una política del cuerpo

Avanzaba el siglo XX en Chile y a sus cortos 20 años, las crisis económica,


social y política internas, amenazaban la consolidación del proyecto de
modernidad —impulsado por los Estados occidentales y la Industria
Capitalista— que con tanto ahínco y entusiasmo las elites se habían
esforzado por afianzar en el territorio sufriente del pueblo enfermo y
hambriento. Chile se abalanzaba hacia una de las crisis económicas más
monumentales de comienzos de siglo y vivía en carne propia las
consecuencias de un sistema que mostraba de manera dramática el lado
oscuro del progreso conseguido en la época parlamentaria.

En estas décadas, la miseria, el hambre y la enfermedad gobernaron cada


uno de los rincones inhóspitos del territorio nacional y dieron curso a una
oleada de movimientos sociales y huelgas sangrientas que marcaron la
historia social chilena; pero a su vez, despertaron la necesidad del pueblo
de transformar las bases del sistema capitalista.

Eran los años 20 y:

9 Dr. Lucio Córdova, “Primer Código Sanitario de Chile (1918)”, Servicio Social, Año VI,
Nº 4, Diciembre, 1932, Pág.270.

45
JAVIERA POBLETE VARGAS

A las clásicas pestes, como la viruela, se sumaron las llamadas


"enfermedades sociales" -la tuberculosis, la sífilis, el tifus exantemático-,
que no era sino el cuadro clínico de la miseria, el hacinamiento y la
carencia de una vivienda higiénica y humana en el marco de la
emergencia de un capitalismo mercantil, industrial y manufacturero que
pugna por imponerse en Chile con un afán de plusvalía absoluta. Miles de
hombres, mujeres y niños sudaban la humedad oscura, el hambre, el
cansancio de los interminables horarios de las fábricas y faenas. (Illanes,
1993, pág. 141)

El cuerpo del pueblo había sido dañado en toda su forma y expresión.


Biológicamente se enfrentaba a la muerte y a las “enfermedades sociales”;
materialmente el capitalismo lo exponía a condiciones de explotación que
le imposibilitaban el acceso a condiciones materiales mínimas para su
existencia; políticamente el Estado oligárquico y siempre sectario no
legislaba a favor de sus demandas sociales, económicas y políticas; y
culturalmente no había sido considerado para integrar el proyecto de
modernidad nacional. Es por ello que para el movimiento obrero
organizado, la sanación del pueblo debía ser fruto de una transformación
de la sociedad basada en la fundación de un nuevo sistema económico y
político-social; sin embargo los estallidos de protesta gestados desde el
interior de los sectores obreros organizados:

fueron un llamado de alerta a los sectores más lúcidos de la clase


patronal chilena, de los partidos políticos abiertos a la reforma, de la
Iglesia, de los sectores medios y profesionales, de los militares y
especialmente de una intelectualidad médica, la que fue quien supo
finalmente abrir una salida a la crisis (Illanes, 1993, pág. 143).

Así, mientras el movimiento obrero cobraba una fuerza política y social


sin precedentes 10 que buscaba dar solución a sus problemas, los grupos
10 a) Organización Obrera Partidista: Partido Demócrata 1892, Partido Obrero Socialista
en 1912, Partido Comunista 1922 y hacia 1933 el Partido Socialista; b) Expresiones
de Unificación Popular como: la Confederación Obrera de Sociedades Unidas, las
Mancomúnales, el Congreso Social Obrero, la Gran Federación Obrera de Chile, la
Asamblea Obrera de Alimentación Nacional y Sociedades de Socorros Mutuos.

46
NI MADRES NI PADRES

dirigentes buscaban las estrategias para salvaguardar el orden establecido;


situación que trajo como consecuencia una disputa social y política por el
cuerpo del pueblo (Illanes, 1993), entre una y otra fuerza (obrera/dirigente),
para encauzar la lucha y el descontento social hacia uno u otro lado de las
fuerzas en oposición.

Con esto, se daba paso a la configuración de toda una red de discursos


sobre el “cuerpo del pueblo” y de estrategias destinadas a resolver los
problemas sociales que amenazaban la degeneración de la raza humana. El
saber médico, sería desde entonces, gestor de una serie de políticas de
intervención y reordenamiento de las fuerzas sociales; promoviendo y
guiando la conformación del Estado Asistencial. Según María Angélica
Illanes (1993):

El objetivo político del proyecto asistencial es '"integracionista": busca


restablecer los lazos rotos del pueblo con la clase dominante, por un lado,
e incorporar al pueblo al ámbito de lo nacional, es decir, al Estado, por
otro. Esto, a través de la apropiación del cuerpo sufriente y enfermo del
pueblo para el restablecimiento de su salud y aseguramiento de su
reproducción biológica, ante las condiciones límites que se vivían de
abandono y muerte (pág. 143).

De esta manera, los “cuerpos dañados del pueblo”, se convirtieron en


blancos de intervención, cambio y factores de política nacional. Así, y en
la medida que el pueblo cobró el rostro de las grandes reformas sociales
que el país necesitaba, el saber médico fue convocando a diversos sectores
de la población para frenar la inercia tradicional de la aristocracia, siendo a
su vez promotor de un nuevo proceso político que estableció las bases, de
lo que Illanes (2006) ha denominado: un nuevo pacto social (legal, bio-
asistencial, educacional), que intentó disciplinar a la aristocracia, a los
empresarios capitalistas, al pueblo y a las propias instituciones públicas,
con el fin de subsanar el daño causado por el capitalismo; sin tocar, por
supuesto, las condiciones productivas de la misma economía capitalista.

47
JAVIERA POBLETE VARGAS

Lo relevante en términos históricos y políticos, es que dicho pacto social


estuvo cargado de contradicciones, pues su motor no fue la justicia social,
sino más bien la necesidad de reestablecer el vínculo entre el pueblo, las
clases dominantes y el Estado. Solo así sería posible frenar cualquier
proceso revolucionario que desestabilizara la institucionalidad política.
Por ello, el nuevo Estado buscó consolidar su estabilidad a través de
reformas que promovieron la sanación técnico-biológica de las
problemáticas que aquejaba al país en ese entonces, instaurando una
revolución pasiva desde arriba que ajustara a sus filas la combativa historia
del movimiento obrero.

Así pues, este escenario se presentaba conflictivo y cargado de tensiones


entre el discurso obrero y el discurso médico-científico, ya que:

Mientras para los profesionales biocientíficos la intervención sobre el


cuerpo del pueblo consistía en impulsar una “revolución pasiva” desde
arriba, en términos de una sanación técnico-biológica con el fin de
equilibrar nuevamente el sistema global; para el nuevo movimiento
obrero, la sanación del cuerpo del pueblo sería fruto de una intervención
transformadora del sistema, impulsando una “revolución activa”
estructural (Illanes, 2006, pág. 28)

Por este motivo, el movimiento obrero asistía a la configuración de un


nuevo escenario político y jurídico que lentamente comenzaba a
institucionalizar sus demandas, en oposición a su proyecto político de
revolución activa estructural. Su relación con el Estado, quedaba sujeta a
toda una red de agentes mediadores/as, encargados/as de disminuir la
distancia entre una y otra fuerza: “visitadoras sociales”, enfermeras
sanitarias, inspectores sanitarios y del trabajo, la investigación científico-
social, la organización técnica (Illanes, 1993, pág. 145).

Es así como en ese espacio político de mediación entre Estado y pueblo,


el saber científico-social cobró un rol fundamental, por cuanto fue capaz
de establecer verdades sobre la realidad social nacional y de relacionar sus

48
NI MADRES NI PADRES

postulados con las necesidades concretas del “cuerpo del pueblo”. Esta
acción facilitó la incorporación de la sociedad a tratamientos e
intervenciones específicas, destinadas a solucionar la enfermedad que
causaba el malestar y la desestructuración del sistema social. Pero lo
significativo de esta práctica científica, es que la incorporación del pueblo,
fue posible gracias a una transformación en el carácter de hacer política en
Chile, pues todos los actores sociales, políticos y económicos debieron
incorporarse en ese proyecto, incluyendo a las clases dominantes, al
Estado e incluso a la Iglesia.

Según Illanes, de la muerte, la enfermedad y el abandono del “cuerpo del


pueblo” surgió en Chile un espacio para la reivindicación histórica de los
movimientos sociales, pero a su vez, ese espacio se convirtió en el lugar
donde fue posible iniciar una serie de políticas asistencialistas que
permitieron calmar las necesidades del pueblo en función de las
necesidades de la clase dominante y la legitimidad del Estado. El
problema social que vivía el país dio cabida al desarrollo de un
movimiento médico/asistencial capaz de contrarrestar la fuerza de los
movimientos sociales, buscar el orden, el progreso de la nación y la
modernidad. Solucionar la enfermedad del cuerpo del pueblo chileno era
desde ese momento, una tarea política que el Estado debía asumir como
propia para hacer efectiva la integración de los sectores antes marginados,
vulnerados por el capitalismo y la clase dominante. Así, frenar los
movimientos sociales significaba establecer una serie de estrategias que
buscaron mejorar sus condiciones precarias de vida, la enfermedad y el
problema moral que atentaban contra el desarrollo del país.

La intelectualidad médica y asistencial chilena fue, desde ese momento, la


encargada de guiar el proceso histórico de reconstrucción de la sociedad.
Allí sus conocimientos y modo científico de explicar los problemas
sociales, se convirtieron en verdades capaces de replantear la organización
del Estado en base a una serie de estrategias bio-médicas y asistenciales

49
JAVIERA POBLETE VARGAS

para restablecer los lazos entre gobernantes y gobernados en pro de la paz


social:

Un desafío biocientífico concebido como misión salvadora de la


civilización occidental, planteado y practicado como una “guerra por otros
medios”: guerra conducida por oficiales “de delantal blanco” y cuyas
huestes (femeninas) avanzaban por el campo de batalla a pacificar las iras
provocadas por la miseria y la represión. Se trataba de un momento
histórico decisivo, cuando la conquista y la organización social por las
armas no bastaban; era necesaria la fundación de una nueva hegemonía
cultural. (Illanes, 2006, pág. 26)

Lo que nos parece relevante de esta cuestión, es que podemos visibilizar


cómo la producción de verdades científicas sobre el pueblo se convirtió en
un instrumento de poder por cuanto es capaz de fundar una nueva
hegemonía cultural que no contempla las verdades que movilizaron al
pueblo contra la clase dominante, sino que las dirige, las moviliza hacia la
consolidación del nuevo Estado Asistencial. En ese marco, las necesidades
del pueblo son datos, cuestiones que deben ser resueltas a partir de los
fundamentos ideológicos de los médicos y de las “visitadoras sociales”; y
que desde la ciencia, le dan sentido y explicación a la crisis social y política
del país. Así pues, el saber científico sobre lo popular y la profilaxia de la
pobreza, se convirtieron en las estrategias modernas para comprender la
sociedad y enfrentar los problemas desprendidos de la dinámica social
capitalista. Proyectos y desarraigos de la clase obrera y popular
determinados por el saber científico y el accionar del nuevo Estado
Asistencial Sanitario.

50
NI MADRES NI PADRES

1.2 Chile y la crisis mundial del capitalismo

Ad portas de la década de los años 30, la crisis política chilena terminó


por agudizarse con la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929. Desde
1927, los gobiernos de Carlos Ibáñez, Juan Esteban Montero y la Junta
Militar Revolucionaria de 1932, marcaron la historia de los conflictos
sociales y políticos desencadenados desde 1920 y dieron curso a una
política de intervención directa en la organización de la subsistencia de la
población.

La crisis económica mundial desatada en el epicentro del mercado de


valores estadounidense, impactó directamente en la economía nacional y
tuvo graves repercusiones sociales y políticas. Como consecuencia, si la
denominada Cuestión Social en Chile había cobrado la fisonomía de las
grandes movilizaciones sociales de comienzos del siglo XX y de la
modernización de las organizaciones obreras; el escenario histórico de la
crisis del capitalismo mundial se convirtió en la muestra indiscutible de
las falencias de la economía nacional y de la precariedad de la vida de los
sectores populares. Por ello, según Gabriel Salazar (1999), esta situación
no demoró en acentuar los conflictos sociales.

Julio Pinto (2002) , plantea que los efectos de la Gran Depresión fueron,
en el corto plazo, devastadores para Chile ya que se convirtió —según un
informe de la Liga de las Naciones— en el más golpeado del mundo por
este fenómeno. El índice de actividad minera que era la más sensible a la
demanda exterior, disminuyó casi en un 75%, lo que se tradujo en
cesantía de unas dos terceras partes de la fuerza de trabajo que se
desempeñaba en dichas faenas; además de la baja productiva en el rubro
de la construcción que aportó con un gran contingente de desocupados.
El producto Geográfico Bruto se contrajo en los años más profundos de
la crisis en más de un 45% en términos absolutos y un 48% medio per
cápita (Pinto & Salazar, 2002, págs. 35-36). El problema, es que debido a
que la economía nacional dependía completamente del comercio

51
JAVIERA POBLETE VARGAS

internacional, tardó toda la década de 1930 en recuperar esas cifras e en


idear nuevas estrategias económicas. Por tanto la crisis se dejó sentir hasta
los albores de los años 40.

En dicho escenario de crisis, la intelectualidad médica cobró un papel


fundamental en la reorganización del Estado. Primero participaron en la
destitución de la dictadura de Carlos Ibáñez para instalar la candidatura
de Juan Esteban Montero (1931); y más tarde contribuyeron en la
organización sanitaria de las políticas de Estado. En base a ello, y en la
medida en que ésta asumió como propia la tarea de solucionar los
problemas, la miseria y la represión a la que había sido expuesto el pueblo
por la administración del Estado, fue cobrando una fuerza política sin
precedentes que impactó directamente en la configuración de los
conflictos políticos durante toda la década de 1930.

Ahora bien, sobre la base de la Constitución Política de 1925, la


legitimidad del Estado se convirtió en el pilar de las elites para consolidar
su poder y su autoridad deslegitimada por la crisis económica y los
movimientos sociales. Esto provocó que el manejo de la crisis implicara a
partir de 1931, un nuevo protagonismo e intervencionismo de Estado
que se prolongó más allá de la misma coyuntura histórica11 a partir de un
discurso con credibilidad que les permitiera estabilizar su dominación. En
pocas palabras: conquistar para sí como trofeo de legitimidad. (Pinto &
Salazar, 1999, pág. 151). De este modo, las grandes demandas sociales
fueron resueltas desde un populismo asistencial que contempló solo el
carácter “peticionista” del proletariado industrial. Así, cuando la crisis
llegó al fondo de su depresión en 1932, el movimiento popular no
construyó ningún proyecto alternativo a la construcción estatal, sino que
más bien se disciplinó bajo su legalidad. Incluso, la Junta Militar de 1932

11 Una de las medidas que expresará el intervencionismo de estado a partir de la crisis


será el Ministerio de Bienestar Social (anterior Ministerio de Salubridad, Asistencia
Social, Previsión Social y Trabajo de 1924), adoptado en el gobierno de Ibáñez y la
Inspección General del Trabajo.

52
NI MADRES NI PADRES

no trajo consigo el socialismo liderado por la vanguardia política del


movimiento obrero organizado, ni tampoco tuvo como sustento la
ideología marxista-leninista; sino que ésta, más bien desde arriba, se
convirtió en un dique capaz de frenar la situación insostenible producida
por la crisis capitalista.

Pese a ello, el control social, político y económico de la Junta Militar de


1932, alarmó a los señores de la clase patronal que no tardaron en ponerse
en acción. Así pues, emergieron las guardias cívicas dispuestas a
sobrepasar la institucionalidad castrense. Los médicos no estuvieron
ausentes de esta acción civil e incluso jugaron un papel protagónico. En
efecto, en junio de 1932, se creó la llamada Una Tricolor, guardia cívica
clandestina dirigida por el médico Waldemar Coutts y los médicos Julio
Schwarzenberg, Sótero del Río, Ítalo Alessandrini, Aníbal Ariztía y
Leonardo Guzman y otros señores como Eulogio Sánchez (emparentado
con el Dr. Schwarzenberg y acaudalado hombre de negocios), Jorge de la
Cuadra, Diego Sutil, entre otros. La Una Tricolor se desarrolló también
en provincias, especialmente en Valparaíso, cuyo organizador fue el Dr.
Gustavo Fricke. Allí reunió a trescientos voluntarios con el objeto de
evitar disturbios populares. En Valdivia, llegó a tener medio millar de
adherentes (Illanes, 1993, págs. 256-257). A partir de entonces, surgió la
Milicia Republicana organizada de manera clandestina y militarizada bajo
el lema: “Orden, Paz. Hogar y Patria”, que incluyó en gran parte a los
adherentes de la Una Tricolor. En Octubre de 1932 aparecieron
públicamente por primera vez con mil setecientos hombres perfectamente
armados y dos aviones civiles y en su declaración pública con contenido
pluripartidista, advertían que su unidad estaba dada por la firme decisión
de luchar contra toda tiranía civil o militar, de arriba o de abajo (Illanes,
1993, págs. 256-257).

Cuando la Junta Militar fue derrocada, Arturo Alessandri nuevamente


tomó la Presidencia de la República y desde ese lugar intentó controlar
toda la fuerza social que presionaba el sistema de poder. Allí, y

53
JAVIERA POBLETE VARGAS

declarando su irrestricta lealtad a la Constitución Política de 1925, indicó


a todos los movimientos sociales que su posición frente al Estado no era
de soberanía, sino de ciudadanos a quienes sólo competía hacer uso del
constitucional “derecho a petición” (Pinto & Salazar, 1999) . El problema
fue que bajo su segundo gobierno 12, la fuerte crisis no dejó de sentirse en
cada uno de los rincones del país. Al contrario, la enfermedad, el hambre,
la muerte y las luchas sociales permanecieron en escena y volvieron a
convertirse en un problema político. Por eso, para dar solución a la crisis,
fue necesario reconfigurar toda una política asistencial Estatal, liderada
por los médicos y su capacidad de dar respuesta científica-técnica a los
problemas nacionales.

En suma, el control de la crisis y la recuperación del Estado no podían


hacerse efectivos si no era a partir de una praxis política que contemplara
hasta los espacios más recónditos de la vida del cuerpo del pueblo.
Quedaba claro que el restablecimiento del orden social, político y
económico, solo podía conseguirse por medio de toda una red de
discursos y saberes científicos dispuestos a reorganizar las políticas del
Estado y al individuo mismo.

12 Entre 1932 y 1938.

54
NI MADRES NI PADRES

1.3 El malestar de la pobreza

Aun cuando las políticas estatales parecían afianzarse; la enfermedad, el


hambre, la prostitución, el alcoholismo y la muerte gobernaban cada uno
de los rincones del país, dejando ver la miseria y la pobreza extrema de un
pueblo azotado por la crisis y excluido de la reconstitución del Estado. Era
1932 y Alessandri visualizaba desde su sitial presidencial los estragos de la
crisis capitalista en el cuerpo del pueblo. La propagación del piojo que
picaba el tifus exantemático, masificó la infección entre la gente más
pobre y llevó al Estado a usar la fuerza y la violencia quemando sus
ropajes en los conventillos, expulsándolos de sus casas para despiojarlos,
aislarlos y tratarlos en improvisados recintos.

Oportuno el piojo —dice María Angélica Illanes— para el contexto de


crisis y agitación del país, ya que a razón de su existencia se clausuraron
locales de reunión, se impidieron los grupos y aglomeraciones en locales o
espacios abiertos, se suspendieron las diversiones públicas, transitaba
carabineros por los conventillos y concentraba su acción en los albergues,
plazas y calles, cual perrera recogiendo hombres botados, hediondos,
enfermos, borrachos. Con la peste, la nación pasaba a estar en Estado de
Sitio (Illanes, 1993).

El panorama nacional y médico-social en la década de 1930 era el


siguiente:

La mortalidad infantil en 1933 alcanzaba a 232 por mil nacidos vivos, hijos
casi todos los padres enfermos, alcohólicos y mal nutridos. La ciudad de
Concepción tenía "el triste privilegio de ser la ciudad con la más alta
mortalidad infantil conocida en el mundo occidental: 328 por mil". La
tuberculosis mataba anualmente, según estadísticas del Seguro Obrero, a
18 mil personas, alcanzando una tasa anual de más de 308 por 1000
muertos por tuberculosis. El consumo medio anual de vino por habitante
era de sesenta y un litros y catorce litros de cerveza. En 1928, carabineros

55
JAVIERA POBLETE VARGAS

había apresado a 109.114 ebrios en las calles de las ciudades del país,
cometiéndose ese año 38.833 delitos en estado de ebriedad. De un
censo realizado en Santiago por médicos inspectores y enfermeras
sociales y sanitarias se deducía que de los 1.531 conventillos visitados, el
65% estaba en pésimas condiciones sanitarias por escasez de luz, agua y
alcantarillado. En cada pieza de esos conventillos vivía un término medio
de cinco personas en estado de promiscuidad, aire viciado y desaseo. De
un censo realizado en 106 poblaciones (en ciudades y aldeas), se
encontró que en 321.318 viviendas -ranchos con piso de tierra y techados
sin cielo raso- habitaban 1.719.000 personas, sin alcantarillado ni agua
potable. Datos consignados por la Dirección General de Sanidad
constataban en el país solo un millón doscientos mil habitantes con
servicio de agua potable, de manera que dos millones setecientos mil no
lo tenían. Únicamente 908 mil personas en todo el país gozaban de
alcantarillado. (Illanes, 1993, pág. 259)

El cuadro clínico de la miseria era evidente. Las enfermedades venéreas se


masificaron en la población empobrecida y cesante con la incrementación
de la prostitución en el país. La sífilis y gonorrea perturbaban la vida de
muchas mujeres y provocaban una elevada tasa de abortos, partos
prematuros, muerte de niños y niñas en la primera infancia siendo muy
pocos/as los/as que tenían probabilidades de salvarse. Además, de ello las
enfermedades de transmisión sexual eran causa de ceguera e invalidez de
miles de individuos y se convirtieron en una sustancial causa de
mortalidad para hombres y mujeres que no alcanzaban a sobrepasar los 20
o 30 años de edad.

Entre 1910 y 1938 las tasas de mortalidad en Chile eran las siguientes:

56
NI MADRES NI PADRES

Tabla 1.
Mortalidad General en Chile desde 1910 a 1938.
AÑOS TOTAL POR MIL HABS.
1910 106.073 31,7
1911 107.816 31,9
1912 103,905 30,4
1913 107.200 31
1914 100.059 28,6
1915 96.716 27.3
1916 99.856 27,9
1917 107.199 29,6
1918 108.667 29,7
1919 137.538 27,2
1920 115.428 31
1921 124.193 32,9
1922 108.756 28,6
1923 126.877 33
1924 114.172 29,5
1925 108.787 27,7
1926 108.251 27,2
1927 105.553 26,2
1928 101.728 24,7
1929 110.066 26,2
1930 105.140 24,7
1931 95.189 22
1932 99.664 22,8
1933 118.432 26,8
1934 119.078 26,8
1935 112.364 25
1936 114.376 25,3
1937 109.795 24
1938 113.723. 24,5

Fuente: Allende, Salvador (1939), La Realidad Médico-Social Chilena, Chile:


Ministerio de Salubridad de Chile. Pág. 21.

Según el médico Salvador Allende, aun cuando las tasas de mortalidad


mostraban una disminución a partir de 1927, respecto de la tasa más alta
de mortalidad alcanzada en 1919 con 137 mil 538 muertos, ésta no

57
JAVIERA POBLETE VARGAS

alcanzaba parangón con la proporción en que había disminuido la


mortalidad general en otros países. De hecho, resultaba preocupante que
otros países de América Latina que en el siglo anterior habían tenido una
población del mismo orden numérico o aún inferior, habían sobrepasado
a Chile considerablemente. Por tanto, hacia 1939 Allende afirmó que en
el escenario histórico que describimos, la institucionalización de las
prácticas higiénicas que cumplían más de diez años en el país, habían
fracasado.

Estos datos estadísticos demostraban que la crisis económica había


golpeado con fuerza al Estado; pero también demostraban que ésta se
había convertido en el germen que hizo proliferar los problemas sociales y
la enfermedad en los sectores más vulnerables de la población. Sus efectos
mortales despertaron la necesidad de la intelectualidad médica por
entregar sus conocimientos y contribuir en la salvación de la nación. Ya
no podían mantenerse indiferentes frente a tanta desgracia, ni asumir una
postura contemplativa, sino que debían convertirse en guardianes de la
vida del pueblo que aclamaba con urgencia su sobrevivencia. Más allá de
los partidos políticos, su acción debía tomar contacto con el dolor
humano.

Otro problema que despertó gran preocupación en esta década fue la


mortalidad infantil. En la década de 1930, Chile se situaba dentro de las
estadísticas de mortalidad infantil más altas del mundo y sus cifras se
convirtieron en un indicador de salud y del estándar de vida que
contribuían en nuestro subdesarrollo; pero además evidenciaron la gran
cantidad de hijos ilegítimos existentes en Chile, fruto de las uniones
ilegítimas entre los hombres y las mujeres del pueblo. El Dr. Salvador
Allende (1939) describió esta situación de la siguiente manera:

58
NI MADRES NI PADRES

Por cada veinte partos, nace un niño muerto. La mortinatalidad nuestra


equivale al 50,5% de 1os nacidos vivos; por cada mil nacidos vivos
mueren doscientos cincuenta. Por cada diez niños nacidos vivos
muere uno antes del primer mes de vida; la cuarta parte, antes del
primer año; y casi la mitad antes de cumplir nueve años.
Cuatrocientos mil niños no concurren anualmente a ninguna Escuela,
lo que representa el 42% de la poblaei6n en edad escolar. Tenemos
seiscientos mil jóvenes analfabetos. El 27,9% de 1os nacidos vivos son
hijos ilejítimos, cifra ésta la más alta entre 1os países civilizados (pág. 4).

A razón de esto se concluyó que para disminuir dichas tasas, resultaba


necesario implementar toda una política de Estado que legalizara las
relaciones libres del pueblo para que no existieran hijos ilegítimos que
fuesen abandonados por sus padres y sus madres quedando expuestos a la
muerte. Se consideraba a su vez, que la no existencia de un núcleo
familiar sólido dentro de las estructuras sociales del pueblo, contribuía en
la reproducción de la miseria, la muerte y el abandono de cientos/as de
niños/as en hogares de huérfanos/as; ya que al no existir un padre
responsable de su descendencia, la madre se veía obligada, en muchos
casos, a abandonar a sus hijos/as, a abortar e incluso a prostituirse para
lograr satisfacer necesidades mínimas que le permitieran sobrevivir. El
hombre, por su parte, al no tener un deber legal con sus hijos/as y al ser
consciente de su miseria, se volcaba hacia el alcohol que terminaba por
afectar su salud y su productividad laboral. Todos estos factores, según
los/as especialistas, incidían en la herencia del niño y de las nuevas
generaciones que se verían afectadas por el modo de vida de sus padres.

Bajo estos argumentos, la prostitución, la delincuencia, el alcoholismo, la


vagancia, el abandono, la crisis moral del pueblo, e incluso las
enfermedades de transmisión sexual, etc. fueron considerados factores de
riesgo que limitaban el futuro de la sociedad y que condenaban a la
nación a la degeneración de la raza. Lamentablemente, la pobreza había
penetrado en el cuerpo de miles de hombres, mujeres y niños/as y se
manifestaba en un espectáculo trágico, donde la muerte y la enfermedad
habían ganado un papel protagónico. Desde ese momento, los médicos y

59
JAVIERA POBLETE VARGAS

las “visitadoras sociales”, también protagonistas de esta historia,


emprendieron la tarea de recuperar la vida del pueblo, desde sí, desde su
lugar en el hemiciclo del poder.

1.4 La Intelectualidad Médica

En 1931 se conformó la Asociación Médica de Chile (AMECH)13. Al


interior de ella, un grupo de médicos inició una tarea médico social, sin
entrar en la arena del conflicto político- social. En ese marco de acción, la
técnica les permitió tratar la miseria y la explotación en términos de datos,
y les dio las estrategias para facilitar soluciones científicas a los problemas
estadísticos de la población.

El pensamiento tecnocrático de estos médicos los llevó a pensar en los


trabajadores como parte de un engranaje donde todas las piezas eran
13
“La evolución y las luchas de la AMECH constituyen un capítulo principal de la
trayectoria del corporativismo médico, profundamente relacionado con el período
de la historia nacional que se inicia con la recuperación de la estabilidad política a
fines de 1932, con la formación de los Frentes Populares y con la historia de la
institucionalidad sanitaria nacional del siglo XX.
La AMECH nació en 1931 y se definió como un sindicato científico que aspiró a
coordinar la labor de los médicos así como a propiciar la formación de técnicos
especializados en funciones sociales, organizados en su trabajo en un plano unitario,
con autonomía exclusiva en la administración de los servicios y en cuyas manos, en
tanto colectividad médica, debían fijarse la dirección y el control de la atención
preventiva o curativa de los enfermos y de la ética profesional.
Se trató de una trasmutación de los médicos que de abnegados sacerdotes, se
erigieron en un estamento técnico que aspiró al monopolio del saber y de la
práctica médica, asumido plenamente, sin dejar de establecer una clara
equidistancia entre la Asociación y los partidos políticos. Al decir de Illanes, sus
miembros poseían un profundo sentido de responsabilidad ciudadana,
abandonaron sus laboratorios de trabajo y asumieron un compromiso con el diseño
del porvenir nacional.”
Carlos Molina Bustos, “Orígenes de la Asociación Médica de Chile: una mirada crítica”.
En: http://www.gobernabilidad.cl/modules.php?name=News&file=print&sid=2063

60
NI MADRES NI PADRES

fundamentales; por lo que era deber de este estamento garantizar el acceso


de todos los grupos sociales a la salud y al progreso científico. Como tarea
histórica, el médico debía aumentar las defensas del hombre en términos
estrictamente biológicos, ya que éste, como luchador dentro de la
sociedad libre mercantil, debía estar preparado con el mayor vigor posible
para enfrentar la vida y ser funcional al engranaje al cual pertenece. De
allí que la habitación, la alimentación y la vida exterior debían ser
compatibles con lo señalado por la higiene personal.

Por otro lado, el sector de médicos jóvenes de la AMECH desarrolló un


planteamiento integrador de lo técnico y lo social, en aras de la justicia y
la equidad. Éste tuvo como propósito salvar la vida del hombre como
individuo y como especie dentro de un mundo en permanente guerra y
violencia. Para ellos, la medicina era también una ciencia social que podía
mejorar las condiciones del pueblo y su salud, por lo que el concepto de
“medicina social” se convirtió en el fundamento de su acción. A su
parecer, el Estado debía ponerse a su servicio ya que sólo la técnica y la
ciencia estaban capacitadas para solucionar el problema social.

Ahora bien, independiente de la divergencia de pensamiento al interior


del cuerpo médico y de una serie de tensiones desatadas durante la década
del treinta producto de una fuerte crítica a la organización aristocrática de
la misma, los conflictos sociales y el rostro de la pobreza seguían estando
allí, inmóviles. Por tanto la conciencia, la crítica y los debates acerca de la
organización de la técnica, tuvieron como resultado la manifestación clara
de un saber médico que se expresó en escritos, estudios y encuestas para
comprender la vida del pueblo. La necesidad de un cambio de estructura
les llevó a pensar, problematizar y dar soluciones técnicas a la enfermedad
del pueblo, pero siempre desde su propio lugar de poder, desde su lugar
del conocimiento. De este modo y aun cuando una fracción de la
AMECH habló de justicia, no lo hizo desde la necesidad de formar un
proyecto conjunto con la clase popular para transformar la estructura
política, sino que lo hizo desde su lugar siendo el pueblo su objeto de

61
JAVIERA POBLETE VARGAS

estudio. Esto significó que el estamento médico ─en su división─ buscó


dar respuesta técnica-científica a los problemas sociales y como resultado
de ello fue construyendo la “realidad” de lo popular desde sí, desde su
clase social, desde su lugar en la producción de conocimiento científico y
estadístico sobre la vida cotidiana.

En relación a esto último, cabe señalar que en esta década los discursos
emitidos por los médicos sobre las condiciones de vida de los sectores
populares, ratificaron que éstas eran el resultado de sus deficientes e
ilegítimas formas de comportamiento. Por ello, pese a que reconocieron
que la solución de los problemas sociales provocados por la crisis dependía
en gran medida de una reorganización de las políticas del Estado y de la
economía, consideraron que la transformación de las formas de vida y
comportamiento de los grupos populares era extremadamente necesaria.
Así pues, sus convicciones políticas incluyeron también toda una
ideología política sexual que a su juicio les permitiría dar soluciones a la
crisis. Determinadas formas de comportamiento social/sexual se
convirtieron en lineamientos indiscutibles y necesarios para guiar las
conductas humanas dentro del Estado moderno. Así, y en la medida que
los médicos fueron ganando poder y legitimidad dentro de la política
nacional, difundieron sus convicciones ideológicas a través de la técnica
científica y de las estrategias propuestas para la reparación de la crisis.

Hacia 1935, el conflicto social y político fue cobrando otro cariz.


Mientras las clases patronales miraban cómo mejoraba su escenario
económico, el pueblo se veía afectado por el costo de la vida. Así pues,
mientras la carestía de la vida de los sectores populares aumentaba, se
crearon diversas políticas de recuperación económica que hicieron crecer
la especulación y el lucro de las clases patronales. Por ello, al interior del
congreso las discusiones políticas se volvieron cada vez más tensas ya que
se enfrentaron dos fuerzas que, por una parte, cimentaban leyes favorables
a los intereses de las clases empresariales; y por otra, elaboraban leyes
dispuestas a proteger a los empleados como la ley de salario mínimo en

62
NI MADRES NI PADRES

1936. En ese marco, emergieron una serie de políticas estatales para


subsanar los problemas sociales que se hacían carne al interior de los
conventillos. La iglesia, las instituciones asistenciales, La Cruz Roja de
Mujeres de Chile, profesores y profesionales se organizaban para salvar a
la clase Obrera. Se realizaron colectas, Ollas infantiles, Escuelas para
artesanos, capacitaciones de alimentación para que mujeres aprendieran a
cocinar con artículos baratos, los médicos atendían gratuitamente al
mismo tiempo que daban charlas antivenéreas para educar a la población.

Con el despliegue de toda esta acción social y bajo el escenario de crisis,


surgió entre los médicos el concepto de Medicina Preventiva. Éste puso
en jaque los intereses de las clases patronales ya que buscaba establecer
proyectos sociales a largo plazo. Su principal objetivo político fue dejar
atrás la caridad que tenía como objeto al enfermo y desvalido; para
instalar otro principio: uno que tiene como objeto al ciudadano en plena
capacidad y derecho, vinculado directamente al Estado-nación. Por ello
en 1937, Alessandri junto con el Ministro de Salubridad Dr. Cruz-Coke
enviaron al Congreso un proyecto de Ley de Medicina preventiva, que
según Illanes (1993):

“formaba parte constitutiva de la modernización industrial capitalista,


significando un nuevo esfuerzo para el ajuste de la relación "vida-
trabajo". El ya crónico capitalismo trágico conducía a la relación abismal
trabajo-muerte si el Estado -como política de salud- no acudía en su
socorro. El fundamento conceptual del proyecto de Medicina Preventiva
era, pues, el capitalismo en crisis y se dirigía a su salvación, poniendo en
forma a la fuerza de trabajo, resguardando su cuerpo y reglamentando
estrictamente la "sacada de vuelta" y el "San Lunes" sobre bases científico
sanitarias. Todo esto a un alto costo empresarial inmediato, pero muy
rentable a largo plazo. La intelectualidad continuaba insistiendo en su
lógica del "sacrificio necesario" (pág. 281).

63
JAVIERA POBLETE VARGAS

Sin duda alguna la SOFOFA 14 se opuso a este proyecto, pero pese a ello
sería aprobado y convertido en ley de la República el 9 de febrero de
1938. Desde entonces, la clase trabajadora quedó supeditada al Estado y
éste se convirtió en el garante del factor humano de producción, mientras
que el médico en un padre-médico que la cuidaría y protegería. Así la
clase trabajadora, vista y entendida como parte fundamental del
funcionamiento de la economía, recibiría la seguridad del Estado y el
saber de la Ciencia para subsanar sus precarias condiciones de vida.

Finalmente, los meses del gobierno de Alessandri pasaron y su retirada del


poder fue inminente. Los esfuerzos médicos y sociales por solucionar la
crisis se estrecharon con el aparato legal del Estado en base a estrategias
que se proyectaron hacia tiempos venideros.

14 Sociedad de Fomento Fabril. (SOFOFA) “Aprobado el proyecto en diputados, la SOFOFA


envió al Senado una nota en la que planteaba su rechazo al proyecto del Dr. Cruz-Coke.
principalmente considerando que aquél "'al situar la protección del trabajador con una
reducción de la jornada de trabajo, parecía dar por establecido que el decaimiento del
vigor físico de la raza se debe, como principal causa, al esfuerzo excesivo. Sin embargo,
la jornada de trabajo que se exige en nuestro país no es mayor que la aceptada en otros
países, cuyo coeficiente de mortalidad nos parece envidiable. Pero si se compara la vida
de nuestros obreros fuera del trabajo con la que practican aquellos otros pueblos, se
descubre una de las verdaderas causas del mal que nos aqueja. ¿Cuál es su programa de
vida fuera del trabajo? ¿Qué destino da a las dieciséis horas de que pueda disponer cada
día? (...) Estas respuestas encierran la clave de una de las principales causas del
decaimiento físico de nuestro pueblo (...) y un vasto programa de Medicina Preventiva,
sin necesidad de recurrir a la reducción de la jornada de trabajo: hay que enseñar a vivir
a nuestro pueblo" '''(Illanes, 1993, pág. 278).

64
NI MADRES NI PADRES

1.5 El rol histórico de las “visitadoras sociales”

Mientras la intelectualidad médica nutría al Estado con su conocimiento


científico, implementaba nuevas leyes de protección social, se enfrentaba
con las clases dirigente y patronal, debatía acaloradamente en el congreso
y en su estamento gestaba discursos respecto de la construcción de la
sociedad y de los males que afectaban al “pueblo”; las “visitadoras sociales”
se disponían a acudir hasta los lugares más ocultos de la miseria nacional.
Con su presencia en los suburbios se enfrentaban, en carne propia, con
los dramas de los sectores más pobres del país.

La profesionalización de su acción 15 comenzó junto con la construcción


del Estado Asistencial Sanitario en 1925 con la fundación de la Primera
Escuela de Servicio Social Dr. Alejandro del Río16; y posteriormente con la
fundación de la Escuela de Servicio Social Elvira Matte de Cruchaga en
192717. Esta acción convirtió a la “visitadora social” en una agente de
Estado capacitada para asistir al pueblo y guiar su recuperación en una
labor de mediación entre pueblo y sistema. Según María Angélica Illanes
(2006), quien ha desarrollado una gran labor historiográfica sobre la labor
de las “visitadoras sociales”, el nuevo modelo de vinculación entre pueblo
y Estado vía la asistencialidad y mediación femenina surgirá desde una
experiencia de poder y gobierno civil, que va a penetrar por dentro y
rodear por fuera al nuevo Estado Nacional. La “visitadora social”, dejará
atrás las viejas prácticas caritativas asociadas a la Iglesia y a la buena
voluntad de las señoras de la clase alta, para establecer una nueva práctica
que no tuvo por objeto solucionar problemas inmediatos de los pobres

15 Ya que en las primeras décadas del Siglo XX, la asistencialidad y su intermediación


femenina , fue desarrollada principalmente por instituciones civiles, que según lo
plantea María Angélica Illanes, alcanzaron su mayor fisonomía con el Patronato de la
Infancia y las gotas de leche que actuaban en los barrios populares del país. (Illanes,
2006) .
16 Dependiente de la Junta Central de Beneficencia.
17 De carácter Doctrinal Católico, dependiente de la Universidad Católica.

65
JAVIERA POBLETE VARGAS

(pan, comida, ropajes, etc.), sino que más bien, desde la ciencia, se
propuso establecer puentes de conexión e interacción entre el Estado y el
“pueblo”, canalizando el descontento social y afianzando las estructuras
del Estado.

La técnica de investigación científica (estadística, medible y cuantificable)


que les otorgó la profesionalización de su acción, permitió a las
“visitadoras sociales” desarrollar estudios sobre los problemas que
aquejaban a la clase obrera y al mundo popular para encontrar y
determinar soluciones reales y eficaces frente a las causas que contribuían
—a su juicio— en la degeneración de la raza y dificultaban el progreso de
la nación. Además, su profesionalización les confirió el conocimiento
necesario para desarrollar diagnósticos respecto de las formas de vida del
“pueblo” y así aventurarse en sus tratamientos de “casos sociales”. Con
ello, amparadas en la técnica, la ciencia y el conocimiento “exhaustivo”
del pueblo, establecieron toda una red de discursos que abrazados al
discurso médico-político, cobró fuerza durante la década del 30. Así, la
aproximación del “pueblo” a los “beneficios de la civilización” fue también
fruto de la tarea realizada por este estamento de mujeres profesionales.

Al mismo tiempo, su relación directa con las “mujeres del pueblo” les
permitió calar hondo en el mundo popular. Sobre la base ideológica de
que existía un rol “natural materno”, las “visitadoras sociales”
consideraron a las mujeres del pueblo como piezas claves para la
reconstrucción social del país devastado por la crisis. A través de ellas, y al
darles soluciones inmediatas a sus problemas, se incorporaron en la vida
misma del pueblo, entre sus códigos, sus lenguajes, sus relaciones sexuales,
sus amoríos, sus uniones ilegítimas. Y por consecuencia, fueron instaurando
los propios, científicos, asociados a la nación y a la reproducción exitosa
de la especie, por medio de códigos y representaciones de la vida social y
sexual hegemónicos y modernos.

66
NI MADRES NI PADRES

Para las “visitadoras sociales” el pueblo se convirtió en su objeto de


estudio y al hablar de él, construyeron su “realidad”. De esta manera, el
conocimiento del pueblo y la creación de soluciones específicas para cada
“caso social”, fueron elaborados desde la mirada de la “visitadora”. Ella
tuvo ante sus ojos, un lente discursivo-científico (y moral), que la llevó a
construir la “realidad del pueblo” desde su lugar de poder.

Lo significativo de la labor de las “visitadoras sociales” es que lentamente


convocó a los sectores populares a acudir a ellas por su propia voluntad.
La Escuela de Servicio Social de la Junta de Beneficencia creó una Oficina
de Servicio Social donde las estudiantes, siempre supervigiladas por una
maestra o una jefa, pusieron en práctica sus conocimientos para atender
distintos casos sociales que llegaban a ellas. Así, cuando una persona del
“pueblo” acudía a la Oficina para pedir remedio a su problema se iniciaba
la labor de la “visitadora”, quien debía comprobar la información
entregada por la o él solicitante de ayuda. Primero visitando su hogar,
conociendo la realidad higiénica de la habitación, las condiciones de vida,
las relaciones familiares, su comportamiento, su relación con los vecinos,
etc.; para luego establecer un diagnóstico (científico) que le permitiera
implementar las estrategias necesarias para solucionar los problemas.
Siempre amparadas por la legalidad del Estado.

Es significativo ver cómo, ante los ojos del pueblo que miraban atentos
cómo solucionaban sus problemas, las prácticas asistenciales fueron
cobrando validez. Esta situación promovió un aumento importante en las
solicitudes de atención popular al interior de la Oficina, de hecho, “de 66
solicitudes registradas en el año1926, aumentaron a 209 solicitudes el año
1930, a 1.062 el año 1933, en plena crisis; el año 1936 se registraron 715
y el año 1938, 1.178” (Illanes, 2006, pág. 312). Según Illanes (2006),
estas cifras nos demuestran la profundidad de la acción de las “visitadoras”
y la importancia que ésta tuvo en el mundo popular; pero a su vez nos
permiten visualizar la efectividad de su intervención a lo largo de toda la
década de 1930.

67
JAVIERA POBLETE VARGAS

En la Oficina Salitrera, en las Minas de Carbón, en los conventillos, en el


campo… donde fuese que la pobreza y la miseria derrotaran la vida del
pueblo, ella estaba allí, estudiando y registrando al pueblo por medio de
toda una operación a cuerpo abierto que la dejaba ingresar hasta en los
espacios más cotidianos e íntimos de la vida popular. Así pues, en las
condiciones de insalubridad extremas de la población se reproducían los
gérmenes, las infecciones, pero también y ante la mirada de las
“visitadoras sociales” y los médicos, se reproducía la inmoralidad, la
promiscuidad y los vicios que eran fruto de la ilegitimidad del pueblo. Por
tanto, no sólo resultaba necesario entregar mayores recursos para mejorar
las condiciones materiales de vida del pueblo, sino que a su vez se hacía
necesario re-educar sus formas de vida.

Al igual que los médicos, las “visitadoras sociales” consideraron que la


ilegitimidad de las relaciones sociales y sexuales de los sujetos populares era
un problema político ya que traía consigo la reproducción de la miseria y
de la crisis moral del pueblo, dificultando por tanto la consagración del
Estado y el acceso a la modernidad. Se consideraba que en las uniones
ilegítimas proliferaban las enfermedades de transmisión sexual como la
sífilis y la gonorrea que infectaban a hombres y mujeres, pero también a
los/as niños/as recién nacidos/as de esas relaciones sexuales libres y ágrafas.
De esta manera la acción de las “visitadoras” y las políticas del Estado
debían apuntar a la reconstrucción de las relaciones sociales y sexuales que
se desarrollaban al interior de la vida popular. Esto a razón de que se
consideró que los males asociados a la miseria del pueblo se desprendían
del modo ilegítimo en que éstos se relacionaban. Por tanto resultaba
necesario desarrollar toda una política de reconstrucción, legalización y
escritura de la ilegitimidad para convertir en “legítimas”, “legales”,
“genuinas” y “verdaderas” las relaciones sociales y sexuales entre hombres
y mujeres del pueblo.

Por este motivo, a mediados de la década del 30, se llevó a cabo una
política familiar destinada a mejorar las condiciones sociales y las formas

68
NI MADRES NI PADRES

de vida ilegítimas del pueblo. En primer lugar para canalizar las demandas
sociales desde el espacio privado y prevenir concertaciones y revueltas
populares; y en segundo lugar para contribuir en la disminución de las
tasas de mortalidad que afectaban a la población. María Angélica Illanes,
plantea que:

Otra de las fórmulas de pacto-político establecidas en Chile para la


incorporación del pueblo al sistema, –además de las políticas higienistas,
de la ley de educación primaria obligatoria, de la legislación del trabajo y
previsión social, entre otras-, consistió en la implementación, a partir de
las décadas de 1930 y 1940, de una serie de mecanismos de
reconocimiento, legalización y legitimación sexual popular; fórmulas
implementadas a través de la mediación o la escritura de las “visitadoras
sociales” que hacía poco debutaban profesionalmente en Chile, dirigidas
al reordenamiento del sistema social desde la propia intimidad corporal
popular y su régimen de sexualidad (Illanes, 2003, pág. 4)

La ilegitimidad del pueblo debía ser re-educada con el objetivo de crear


una nueva forma de relaciones sociales/sexuales, pero también para
incorporar a la modernidad del Estado Republicano, bajo un nuevo
pacto, a los sectores populares. Reducir las cifras de hijos ilegítimos se
constituía en una labor fundamental del Estado, pero a su vez la
construcción de la sociedad popular debían sustentarse en torno a la
consolidación de identidades sociales y sexuales amparados en los códigos
de la heterosexualidad y la normatividad de las prácticas sexuales
hegemónicas. La penetración de las “visitadoras sociales” en el mundo
popular debía ir acompañada de toda una red de discursos destinados a
modificar los códigos y las prácticas de asociatividad sexual popular. Así
sería posible reestablecer los lazos rotos entre pueblo y Estado, desde la
vida íntima, en el marco de toda una política asistencial que se proyectará
hacia la década de 1940 con los gobiernos del Frente Popular
(Rosemblatt, 1995).

69
JAVIERA POBLETE VARGAS

1.6 Diagnosticar, Escribir, Crear

Pues bien, a razón de estos antecedentes, podemos establecer que la


necesidad de los médicos y las “visitadoras sociales” de transformar las
condiciones de vida de los sectores populares para calmar el descontento
social, evitar la degeneración de la raza y la decadencia de la nación; se
convirtió en una tarea política-científica que buscó, desde la legalidad del
Estado y el saber científico, cimentar las bases para la consolidación de un
nuevo proyecto político.

Tal como hemos observado, los sectores populares antes marginados


políticamente por la clase dominante, se convirtieron en el objeto de
estudio de las elites científicas y asistenciales. Su propósito fue desarrollar
todo un abanico de reformas legales que favorecieran su incorporación al
Estado, sobre la base de un saber científico capaz de establecer las
condiciones mínimas para su desarrollo ciudadano, social, ético y moral.
Desde entonces, y a juicio de los/as expertos/as, el progreso de la nación
sería viable con la creación de un vínculo estrecho entre la clase
dominante, el Estado, el pueblo y la ciencia, e incluso con la Iglesia. Para
ello, la vivienda, el salario, la alimentación, el vestuario, las obras de
saneamiento y salud pública, debían convertirse en estrategias médicas-
asistenciales destinadas a mejorar las condiciones materiales y de vida de
los sujetos populares para manejar el descontento social.

Lo que resulta relevante para nuestro análisis, es que tanto médicos como
“visitadoras”, consideraron que detrás de todos los males que aquejaban al
pueblo (las altas tasas de mortalidad general y sobre todo infantil, la
delincuencia de menores, el abandono, los hijos ilegítimos, las
enfermedades sociales como la sífilis, la gonorrea y tuberculosis, entre
otras); no eran sino resultado de las relaciones sexuales ilegítimas, de los
vicios y la crisis moral del pueblo. Del mismo modo, consideraron que la
prostitución de las mujeres y el alcoholismo en los hombres eran el
resultado de toda la falta de educación sexual y moral que terminaba por

70
NI MADRES NI PADRES

construir una herencia social que causaría la decadencia de la raza. Por


ello, coincidieron en que tales problemas debían ser atacados desde
prácticas y estrategias médicas reales y efectivas.

Los extensos debates desarrollados en Chile por los médicos y “visitadoras


sociales” sobre las formas de vida del pueblo y sus males, quedaron
registrados en diversas revistas y escritos médico-sociales que produjeron
todo un artefacto de conocimiento científico amparado por las elites y el
Estado, pero también por instituciones médicas y las mismas escuelas de
Servicio Social. Allí presentaron problemas, entregaron diagnósticos y
propusieron estrategias para transformar el escenario de crisis social
sostenido en estadísticas y casos sociales estudiados en profundidad, pero
por sobre todo hablaron del pueblo, de su crisis moral, de sus
enfermedades, del abandono de menores, de la delincuencia, de la
prostitución, de los deberes sociales de hombres y mujeres según su
naturaleza sexual. Hablaron del pueblo desde sí, desde su lugar en la
sociedad y desde su propia concepción del mundo. Lo significativo de
estos textos es que dejaron un registro, una especie de radiografía del
cuerpo del pueblo que fue tomada por el lente ideológico de los médicos
y las “visitadoras sociales” en un contexto donde fue necesario encausar al
pueblo hacia su propio proyecto de Estado/Nación.

Así pues, regular, controlar, disciplinar, cifrar, registrar; fueron tareas


imprescindibles para dar legitimidad al pueblo, encausar sus deseos y sus
impulsos sexuales. La puesta en marcha de estos objetivos implicó,
necesariamente, la elaboración diagnósticos como parte de la tarea política
de los médicos y las “visitadoras sociales” para evitar la degeneración de la
raza, la propagación de las enfermedades de transmisión sexual y la
multiplicación de hijos ilegítimos con todos sus males. Dicha tarea, debía
ir acompañada de una educación sexual amparada en los principios
científicos que reglamentaban, por medio de verdades universales sobre el
comportamiento sexual. No era ahora la moral cristiana la que restringía
las libertades sexuales, sino que la ciencia era la que construía una ética y

71
JAVIERA POBLETE VARGAS

una moral de comportamiento sexual ligado a la responsabilidad social de


hombres y mujeres frente a los “impulsos sexuales”. Los artículos y
debates escritos en las revistas, que analizaremos más adelante, se
encargarán de manifestarlos.

Lo que nos preocupa es cómo este escenario histórico se convirtió en el


punto de partida para la saturación de identidades sociales y sexuales
amparadas en un régimen de saber científico. Un saber que buscó cooptar
las prácticas sexuales populares para convertirlas en relaciones legales
amparadas en un discurso hegemónico sobre la sexualidad y los roles
sociales y sexuales asociados a la “naturaleza” del sexo. Nos preocupa la
incipiente preocupación de las elites por la sexualidad popular y cómo éstos
construyeron discursos sobre sus males desde un saber científico que
debía ser incuestionable ante los ojos de hombres y mujeres del pueblo.

Con esto, queremos plantear que a través de esos diagnósticos se


construyó la “realidad sexual popular” desde los médicos y las “visitadoras
sociales”, que no buscaron entender ni validar sus prácticas y
comportamiento social/sexual (roles de género, deseos, etc.), sino que será
una “realidad” construida desde el imaginario sobre la sexualidad y del
“deber ser” hombre/padre o mujer/madre que era propio de los médicos y
las “visitadoras sociales”. Una realidad construida desde la ─supuesta─
impureza de sus deseos, su inmoralidad y su libertinaje. Consideraremos,
a partir de los análisis propuestos por Illanes, que a los sectores más
vulnerados por la economía capitalista no les quedará más que
identificarse y asumirse como parte de esa “realidad” para ser atendidos y
legitimados por el Estado.

Durante la década de 1927 a 1937 entonces, los sectores populares no


solo vivieron el desarraigo de su proyecto de revolución activa estructural,
sino que además, su forma de experimentar el deseo y la sexualidad fue
cooptada y significada por el discurso del otro. Con esto, no buscamos
idealizar el comportamiento sexual de los sectores populares en desmedro

72
NI MADRES NI PADRES

del ideal que motivó la escritura de los médicos y las “visitadoras sociales”,
sino que más bien, pretendemos evidenciar que lo que se sabe del pueblo,
de sus códigos, de sus prácticas sexuales, proviene de un lugar otro, donde
la técnica, la ciencia y el saber han ganado la batalla de la memoria.

Finalmente, y antes de abrir paso a un nuevo capítulo, consideramos que


la tarea de diagnosticar, escribir y crear la “realidad” médico-social/sexual
del pueblo a través de los diagnósticos, fue una tarea política. Por ello
creemos que es necesario analizar sus contenidos para comprender las
relaciones de poder y de dominación que emergieron desde el Estado y la
ciencia, para ajustar la vida del pueblo a sus propios lineamientos
ideológicos.

73
2 EL DIAGNÓSTICO COMO DISPOSITIVO DE PODER
“En las relaciones de poder la sexualidad no es
el elemento más sordo, sino, más bien, uno de
los que están dotados de la mayor
instrumentalidad utilizable para el mayor
número de maniobras y capaz de servir de
apoyo, de bisagra, a las más variadas
estrategias”.
M. Foucault
“El género es lo que uno asume,
invariablemente, bajo coacción, a diario e
incesantemente, con ansiedad y placer, pero
tomar erróneamente este acto continuo por un
dato natural o lingüístico es renunciar al poder
de ampliar el campo cultural corporal con
performances subversivas de diversas clases”.
Judith Butler

Para comprender el diagnóstico médico y asistencial sobre la sexualidad


popular como un dispositivo de poder; es necesario visualizar en primer
lugar, cómo la ideología moral/sexual de los médicos y las “visitadoras
sociales” se localiza directamente en la producción de saber y de
conocimiento científico sobre el pueblo y sus males. En este sentido,
debemos observar cómo, categorías de género como feminidad/maternidad
y masculinidad/paternidad, operan ideológicamente en el análisis científico
para la producción de saberes sobre el pueblo y su sexualidad. A raíz de
ello, podremos observar en segundo lugar, cómo, una vez que tales
diagnósticos son puestos en circulación dentro de las revistas médicas y
asistenciales que hemos analizado, y son legitimadas por las instituciones
y el Estado; se convierten en verdades capaces de significar las conductas
del pueblo y determinar cuáles son las que deben ser modificadas para
alcanzar el desarrollo de toda la colectividad.

Con todo ello, el diagnóstico se convierte ─en materia de nuestro análisis─


en un dispositivo de poder, por cuanto es capaz de construir la “realidad
sexual popular” y naturalizar en el imaginario colectivo, categorías de
género y normas de conducta sexual y afectiva ─propias de su ideología─,

75
JAVIERA POBLETE VARGAS

que tuvieron por objetivo guiar las conductas del pueblo hacia la
consecución del proyecto político y económicos de los/as
investigadores/as. Así pues, veremos cómo el diagnóstico médico y
asistencial, se convierte en una estrategia política que opera como una red
productiva (Foucault, 1992) de saberes, de discursos sobre el cuerpo y la
sexualidad, que busca atravesar el mundo popular para difundir un
modelo de feminidad y masculinidad que a juicio de los/as expertos, daría
satisfacción a los impulsos sexuales y junto con ello, daría solución a los
males del pueblo.

Veamos ahora cómo operaron la ideología, el saber y el poder, en la


producción de los diagnósticos sobre la sexualidad popular.

2.1 Ideología

Pues bien; los antecedentes históricos que hemos revisado, nos han
permitido visualizar que en la década de nuestro trabajo la investigación
científico-social no se centró únicamente en determinar las condiciones
de vida que contribuían en la miseria y en la enfermedad del pueblo; sino
que además consideró como una importante variable de estudio: las
formas de comportamiento social y sexual de hombres y mujeres del
pueblo. Esto a razón de que la ciencia había establecido que solo una
mejora en las condiciones materiales de vida del pueblo no sería suficiente
para embestir con fuerza los males que afectaban a la sociedad.

En este escenario, los postulados de la Higiene Social fueron la base de los


estudios realizados por los médicos y las “visitadoras sociales” para
comprender la realidad del pueblo, y así elaborar un diagnóstico capaz de
situar y descifrar las causas de sus males. Siempre, sobre la base de una
idea que admitía la existencia de una moral social ─y también sexual─ que
debía guiar el comportamiento de los individuos en miras del desarrollo
de toda la comunidad.

76
NI MADRES NI PADRES

Esta idea cobró fuerza desde que la Sociología de la época afirmó que
existía una moral social, constituida por deberes sociales de cada uno hacia
todos, y que solo respetándola; la colectividad podría alcanzar una
evolución superior (Córdova, 1932). Estos principios ideológicos,
llevaron a los/as profesionales a plantear que era necesario ajustar a los
individuos a un proyecto social-moral para conseguir el progreso global
de la nación, ya que, a su juicio, cada ser humano era una célula
constitutiva del cuerpo social que necesitaba regularse y protegerse para
no perturbar la vida de todo el organismo. Solo de ese modo, la
colectividad podría alcanzar esa moral social que garantizaría el
perfeccionamiento de la raza por una parte; y la estabilidad política y
económica por otra. Por este motivo, cuando los médicos y las
“visitadoras sociales” se enfrentaron al pueblo, se empeñaron en encontrar
las causas que impedían el desarrollo moral al interior del propio mundo
popular.

Así pues, la medicina social no tuvo por objeto transformar únicamente


las condiciones materiales de vida de los sujetos, sino que además
consideró que era necesario ajustar sus formas de comportamiento a un
lineamiento oficial de las conductas en un marco de actuación moral
─constituido ideológicamente─ para la organización efectiva de la
población. En dicho marco, la sexualidad apareció como uno de los
pilares fundamentales de una sociedad bien organizada y por lo mismo, se
aseguró que una falta de control de los impulsos sexuales, podía
desarticular las bases morales de todo el cuerpo social. Por este motivo, las
formas de comportamiento social y sexual de los hombres y las mujeres
del pueblo, debían ser guiadas por una moral social y sexual que definiera
los deberes de cada uno/a de ellos/as con el resto de la colectividad.

Según el Dr. Lucio Córdova (1932), la ciencia había indicado los medios
de lucha contra las enfermedades y las intoxicaciones a favor de los
progresos sociales para evitar el sufrimiento de los hombres y su
decadencia; pero luego de ello había “formulado los principios que

77
JAVIERA POBLETE VARGAS

permitían modelar, poco a poco, por una continuada labor de selección,


al individuo perfecto, física y moralmente” (pág. 282). Esto quería decir
que la producción de conocimiento científico no solo operó en términos
técnicos, sino que además fue puesta al servicio de un proyecto ideológico
que tuvo por objetivo guiar las conductas humanas hacia una idea de
perfección definida, previamente, desde y por quienes estaban a la
vanguardia de la producción de ese mismo conocimiento.

De este modo, podemos ver que la producción del saber científico sobre
el pueblo nació de una concepción de ser humano y de sociedad que se
asumió como un lugar epistémico incuestionable y si se quiere,
inquebrantable. Lo significativo de ello, es que estos principios fueron
constituidos desde una base moral que les permitió a los médicos y las
“visitadoras sociales” forjar un accionar médico-asistencial orientado hacia
el perfeccionamiento de la especie. Pero sin considerar la multiplicidad de
formas o de identidades existentes al interior de la población; pues lo
importante era la colectividad por sobre lo individual, y el ser humano era
quien debía moldearse para alcanzar el objetivo propuesto desde la
medicina social.

Un ejemplo de estos principios ideológicos es lo que ocurrió con las


enfermedades venéreas de la época. Si bien los médicos podían encontrar
los remedios para evitar la muerte del enfermo (acción médica),
consideraron que solo el control de las relaciones sexuales ilegítimas
podría impedir su propagación o un nuevo contagio (principio moral).
Por ello, sostuvieron que solo la integración de una acción médica y un
principio moral mejorarían las condiciones de vida del pueblo,
asegurarían el porvenir de la raza y de la nación. Entonces, como
mencionábamos, lo importante para los médicos y las “visitadoras
sociales” en su tarea médico-política, era el individuo siempre en miras de
la colectividad, de allí su preocupación por extender la acción profiláctica
a distintos terrenos de las formas de comportamiento moral y sexual de

78
NI MADRES NI PADRES

los individuos para luego hacerla sentir en todas las fases del desarrollo de
la colectividad. Ante esto, el Dr. Lucio Córdova (1932) dirá:

De aquí que hayan ideado los medios de extender su acción profiláctica


para hacerla sentir en todas las fases del desarrollo de la colectividad:
dignificación y protección de la función social de la madre; cuidado y
educación del niño; evolución completa y normal del hombre;
organización del trabajo para obtener de la máquina humana al máximo
de rendimiento con un máximo de bienestar; protección contra las
enfermedades sociales y las intoxicaciones, voluntarias o industriales, que
debilitan al individuo y disminuyen la fuerza económica de un pueblo;
vida sana para todos en un medio sano; y, por fin, selección biológica para
proteger la raza y asegurar su constante perfeccionamiento. (pág. 283)

De esto se extrae que la labor médica y asistencial tuvo por objeto


moldear las formas de vida de los sujetos desde un saber científico
(médico y asistencial). Pero lo primordial fue el establecimiento de un
diagnóstico sobre la realidad del pueblo para determinar sus males y su
crisis moral, para proyectar su acción hacia la transformación de la
realidad médico-social del país. Claro que no solo desde la salud:
implementación de vacunas, masificación de consultorios, tratamientos
específicos para enfermedades determinadas, etc.; sino que también desde
sus códigos, sus formas de relaciones sociales y sexuales, sus impulsos
sexuales, etc. para conducirlos hacia la moral social que protegería la raza
y aseguraría su constante perfeccionamiento.

79
JAVIERA POBLETE VARGAS

2.2 Saber

Así pues, el deber de diagnosticar la enfermedad del pueblo se convirtió


entonces ─para los médicos y las “visitadoras sociales”─ en una tarea social
con fines políticos y con un claro sustento moral, capaz de emitir y
legitimar verdades científicas respecto de las causas que enfermaban al
pueblo.

El diagnóstico como instrumento de conocimiento del mundo popular,


no solo tuvo como objetivo determinar las causas de los problemas, sino
que además, se propuso como tarea política fijar las normas morales y
sexuales que debían operar como modelos ejemplares de
comportamiento. Así, las conductas del pueblo, que a juicio de los y las
profesionales debían ser transformadas para alcanzar los objetivos
propuestos, debían tener en miras los modelos trazados como verdaderos
desde el conocimiento científico. Solo de esta manera sería posible
conseguir que los sujetos populares tomaran conciencia de sus deberes
con el resto de la comunidad. Por ello, a través de la mirada de los/as
expertos/as, hombres y mujeres del pueblo fueron tratados como
pacientes que debían iniciar su proceso de “recuperación” o de “sanación”
sin cuestionar el lugar desde donde se emitía el juicio de su conducta. Tal
como ocurre en una consulta médica cuando el médico nos da el
diagnóstico de nuestra enfermedad, nos explica el por qué y nos indica
cuales son los cuidados necesarios para que nuestro cuerpo vuelva a estar
en forma. Mientras tanto nosotros/as, los/as pacientes/as, adoptamos las
medidas sin cuestionar el lugar desde donde proviene ese diagnóstico.

Así pues, el médico y la “visitadora” sobre la base de un saber médico


producido y articulado desde su propio lente ideológico, comenzaron a
explicar las causas de la enfermedad del pueblo. Siempre posicionados
desde un lugar, desde un proyecto de sociedad que se quiere alcanzar y
reconociendo como enfermedad todas aquellas prácticas que se escapaban
del ideal moral/sexual establecido como verdadero. Lo significativo de esta

80
NI MADRES NI PADRES

cuestión, es que la ideología moral/sexual de los médicos y las “visitadoras


sociales” incidió directamente en el análisis de los fenómenos sociales
observados, y por ende, la producción de conocimientos científicos sobre
la vida del pueblo no quedó exenta de ella. Por esto, y a través de los
diagnósticos elaborados durante esta década, se construyó toda una red de
saberes y discursos científicos sobre la vida del pueblo a partir de una
relación de causa y efecto entre cuestiones médicas y morales. Esto quiere
decir que mientras los y las profesionales reconocieron las causas de la
miseria, también reconocieron los efectos que estas traían o los resultados
que podían esperarse de tal o cual experiencia social/sexual. Por medio de
esta estrategia de análisis se comprendió por ejemplo, que un hogar sin
padre o sin las condiciones necesarias para la sobrevivencia de sus
integrantes, podía incidir en que la mujer se prostituyera, en el abandono
de los hijos por parte de la madre, en la delincuencia de los niños, o, en la
precoz iniciación sexual de los jóvenes e incluso en la miseria.

De esta manera, un diagnóstico certero respecto de las condiciones de


vida del pueblo fue necesario para conocer y comprender de forma
exhaustiva su “realidad”. Por medio de la técnica de investigación
científica aplicada a la observación y comprensión del pueblo, era posible
cuantificar los problemas, hacerlos medibles por medio de estadísticas,
convertirlos en números para diagnosticar y luego establecer estrategias
efectivas destinadas a resolver un problema en particular para conseguir
soluciones reales. Lo significativo es que la producción de diagnósticos
sobre las causas de los males que afectaban a la población, no pudo obviar
los principios morales de los/as profesionales ─que además eran propios
de la medicina social. Por tanto siempre o por alguna u otra razón, sus
diagnósticos tuvieron relación con la crisis moral del pueblo, que desde su
perspectiva fomentaba los problemas médicos y sociales de la época.

81
JAVIERA POBLETE VARGAS

2.3 Poder

Ahora bien, otro punto importante de nuestro análisis tiene relación con
los efectos de poder del diagnóstico en un escenario histórico y político
donde se redefinieron las relaciones entre Estado y pueblo.

Desde la perspectiva de nuestro análisis histórico/teórico, en la medida


que estos diagnósticos fueron producidos desde el ideal moral/sexual de
los/as profesionales y desde los fundamentos ideológicos de la medicina
social, se convirtieron en instrumentos de conocimiento, capaces de
interpretar y significar las conductas sexuales del pueblo y construir su
“realidad”. Como resultado de ello instauraron una verdad a partir de la
cual el pueblo debía pensarse a sí mismo. Una verdad que M. Foucault
entiende como “el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo
verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder”.
(1992, pág. 199)

Esto quiere decir que lo que el pueblo comprendiera de sí y del origen de


sus males, debía provenir desde lo que se estableció en el diagnóstico
como dispositivo de saber y no desde discursos o saberes que emergieran
desde su propia comprensión del cuerpo y la sexualidad. Así pues, aunque
los hombres y las mujeres del pueblo tomaran el discurso médico y
asistencial como verdadero y aparentemente útil para resolver sus
problemas médicos y sociales; naturalizarían con ello los discursos que
restringen aún más los comportamientos de los sujetos y se afianzaría el
poder sobre los cuerpos por medio de una ciencia de la sexualidad
(Foucault, 2008) que determina y delimita formas ideales de
comportamiento. En definitiva, y siguiendo a M. Foucault (2008), los
diagnósticos como dispositivos de poder constituirían la irradiación de los
discursos alrededor del sexo. Así intensificarían la conciencia de un peligro
incesante que a su vez reactiva la incitación a hablar de él y construyen
una voluntad de saber que resguarda en sí misma la potencialidad de

82
NI MADRES NI PADRES

proyectarse hacia un ideal político definido por los médicos y las


“visitadoras”.

Ahora bien, en este escenario y debido al contacto que tuvieron con el


pueblo, las “visitadoras sociales” fueron las primeras encargadas de
elaborar diagnósticos para dar respuestas científicas que explicaran las
causas de sus males. Lo significativo, es que ellas reconocieron que el éxito
de su labor sería posible si y solo si eran capaces de incorporarse hasta en
las fibras más íntimas de la vida de quienes habitaban los hogares que
visitaban. Hacia 1932, la Señorita A. Mac-Auliffe, Jefa de la Oficina de
Asistencia Social, reconoció que distintas causas podían llevar a una
“visitadora” a un hogar; lo importante era que una vez estando allí, ella
debía estudiar su problema hasta descubrir las causas que lo habían
originado para así realizar su labor de mejoramiento:

I.- Muchísimas, casi infinitas, son las causas que pueden requerir la
presencia de una Visitadora Social en un hogar; las más corrientes que se
presentan en los hogares familiares son: enfermedad, pobreza o miseria,
desorganización del hogar, desocupación o abandono moral y material,
vicios.

(…) La Visitadora Social estudia el problema que se le presenta, no sólo en


el aspecto momentáneo en que éste toma, sino que avanza más: estudia
hasta descubrirlas, las causas que han originado el problema presente.
Sólo así puede ella realizar su labor de mejoramiento con eficacia.
(Mac-Auliffe, 1932, pág. 288).

De esta manera, y en el acto de conocer e iniciar una labor de


mejoramiento, la “visitadora social” vislumbra la efectividad política de su
acción y la incidencia que puede tener en las conductas del pueblo. Es ella
quien tiene el poder del discurso y quien, por medio de la técnica, es
capaz de levantar resultados para el diseño de estrategias que aseguren el
progreso de la nación. Lo significativo, es que la convicción que éstas
tuvieron de su labor, les llevó a afirmar que por medio del estudio de cada
problema social la “visitadora social” debía llegar a tener un conocimiento

83
JAVIERA POBLETE VARGAS

del pueblo incluso mayor que el que éste tenía de sí mismo, puesto que
así se podrían emprender las acciones que les permitirían modificar hasta
las conductas más elementales de su vida. Así, amparada en la técnica de
investigación científica podría medicalizar al pueblo para sanar su
enfermedad. Frente a esto Leo Cordemans, quien fue directora de la
Escuela de Servicio Social, escribió:

“Cada problema social se estudia como un caso médico y las etapas de su


curación son: el establecimiento del diagnóstico y el tratamiento. Para
establecer el diagnóstico, la Visitadora Social procede por medio de la
encuesta, como el médico, pero en lugar de tomar el pulso del enfermo,
de hacerle sacar la lengua y de hablar en latín, procedimientos que
Molière ha inmortalizado, ella interroga a los interesados, sus parientes,
patrones, médicos, maestros de escuela, vecinos, propietarios,
instituciones de las cuales forma parte el solicitante y llega así a conocer
la situación económica, profesional, física, mental, moral, de los diversos
miembros de la familia, su grado de instrucción, sus costumbres, etc. Ella
debe conocerlas al cabo de un corto tiempo mejor que sus más íntimos
amigos, y, muy a menudo, mejor que lo que ellos mismos se conocían
antes de este examen.” (Cordemans, 1928, pág. 3)

Dicho esto, queda en evidencia que para la “visitadora” el deber de


diagnosticar para medicalizar al pueblo era una operación discursiva
científica que tuvo por objetivo penetrar el cuerpo del hombre o de la
mujer del pueblo, con el fin de que éstos/as pudieran pensarse desde el
diagnóstico emitido por la profesional. Así, esta estrategia asistencial
tendría efectos de poder por cuanto fuera capaz de incidir en la forma
como los sujetos se piensan a sí mismos y cómo, a razón de esto, se
vuelven funcionales al proyecto político y económico de las elites.

Según la señorita. Mac-Auliffe (1932), el fin último de la visitadora debe


ser el desarrollo de la persona humana y por tanto debe emprender una
labor educadora para hacer que cada individuo comprenda que existe algo
errado en él que lo lleva al fracaso; luego de ello puede conducirlo hacia la
situación que corresponde:

84
NI MADRES NI PADRES

En cuanto al fin último de su labor en todo caso, éste es: el desarrollo de


la personalidad humana. Por lo tanto su labor es intensamente
educadora; la V. S. estudia la personalidad de cada individuo que
pertenece al grupo que constituye el caso social y con fina psicología le
hace estudiarse a sí mismo para que comprenda él que es cierta
tendencia, cierto errado concepto… lo que origina sus dificultades, sus
fracasos, su ineficiencia, etc.
Así prácticamente, y con suavidad que no deja sentir su mano, va ella
guiando al individuo hasta dejarlo apto para que él se mantenga en la
situación que le corresponde. (pág. 288)

Pero ¿Qué es lo errado que lleva al fracaso al individuo? ¿Cómo se


distingue el error del acierto? ¿Qué es aquella “situación que
corresponde”? ¿Desde qué lugar de poder se erige ese discurso?

Teniendo en consideración los argumentos presentados anteriormente, los


diagnósticos desarrollados por médicos y “visitadoras sociales”, al estar
amparados en el saber científico, elaboraron significados sobre el
comportamiento social/sexual de los sujetos desde un imaginario cargado
de normas y símbolos sobre las formas correctas de comportamiento de
los individuos. A partir de entonces, todo aquello que no fuese parte de su
proyecto, de su imaginario social/sexual, debía reformularse, legalizarse,
re-educarse. Como mencionábamos, no fue importante la individualidad
de los sujetos populares o validar sus prácticas sociales/sexuales por
ejemplo, sino que serán éstos últimos los encargados de reconocer que
había algo errado en ellos que debía ser modificado. ¿Pero por qué?
Porque desde su lugar de poder, tanto el médico como la “visitadora” eran
capaces de determinar los principios verdaderos que debían guiar el
comportamiento de los sujetos para alcanzar el bienestar social; pero
como hemos advertido, siempre desde su visión, desde su proyecto de
sociedad, desde el lugar de poder que la ciencia y el Estado le habían
conferido.

Siguiendo esta línea de análisis, lo que nos parece relevante de su práctica,


es que tanto médicos como “visitadoras sociales” se presentaron a sí

85
JAVIERA POBLETE VARGAS

mismos como individuos capaces de desprenderse de su subjetividad para


analizar los datos y la información recopilada en sus investigaciones o
experiencias laborales con el pueblo. Por este motivo, al pertenecer a una
intelectualidad científica de mentalidad social, su comprensión de la
realidad quedaba justificada e inmediatamente adquiría el poder de la
verdad, sin que se cuestionase el lugar de su procedencia. Como
consecuencia, los diagnósticos sobre los males del pueblo, se convirtieron
en producciones discursivas de la “realidad”. En ella transitó el poder del
saber científico, pero paradójicamente, las fisuras constitutivas que le
dieron sentido y que volvían posible su existencia se difuminaron: “como
si se hubiese querido borrar hasta las marcas de su irrupción en los juegos
del pensamiento y de la lengua” (Foucault, 2002, pág. 50).

En la revista Servicio Social, la señorita Mac-Auliffe (1932) hacía


referencia a estas cuestiones con gran orgullo científico:

Pues paso a exponer lo que en la práctica de mis casos sociales he visto


dentro del hogar familiar de nuestro pueblo; lo hago tal como es, sin
dorar la píldora, pues sé que hablo de una elite intelectual, de mentalidad
social, que desea estudiar estos arduos problemas a la luz de la realidad.
(pág. 288)

Frente a esta afirmación es que cabe preguntar: ¿Esto hace más verdadera
su visión de pueblo? ¿Hace más real su diagnóstico sobre el pueblo? ¿La
“visitadora” pudo escaparse de su idea, de su proyecto de Estado nación
para hablar de y construir la realidad del pueblo? Y más aún ¿Pudo
renunciar a su clase social para hablar del pueblo a la luz de la “realidad”?

Consideramos que al ser los médicos y las “visitadoras sociales” quienes


participan en la producción de conocimiento científico y toman el habla
para la construcción de la “realidad” del pueblo; se convierten en los
sujetos. Mientras, el pueblo se convierte en el objeto de su intervención.
De este modo, se establece una relación de dominación y de violencia

86
NI MADRES NI PADRES

simbólica (Bourdieu, 2000), donde los hombres y las mujeres del pueblo
no pueden pensarse a sí mismos/as si no es en relación al dominador
(médico/visitadora) y a lo que éste ha establecido como su “realidad”. En
este sentido, pese a que los/as profesionales valoraron la objetividad que
les proporcionaba el método científico, se aproximaron al pueblo desde
una idea, desde un proyecto que no pueden abandonar al momento de
observar su objeto de estudio. El pueblo aparece como víctima, como un
ser pasivo que debe ser conducido por el trabajo incansable de médicos y
“visitadoras sociales” hacia su propio bienestar y el de toda la comunidad.

En 1936, M. Salas Marchan, Presidente del Consejo Administrativo de la


Escuela de Servicio Social, se referirá al trabajo de las “visitadoras sociales”
de la siguiente manera:

Hacia el pueblo tenéis vosotras que ir para reanimarlo en su estado de


depresión. Cualesquiera que sean sus faltas, miradlo con simpatía. Pensad
que de esas faltas, más que responsables, son víctimas, víctimas de la
imprevisión indolencia y egoísmo sociales. (Salas, pág. 15)

Según él, para lograr este objetivo, las “visitadoras sociales” debían
cumplir con una serie de condiciones necesarias para hacer efectivo su rol
social. Entre ellas destacó su capacidad de infiltrarse en las almas
enfermas de pueblo e influenciarles para captar sus voluntades:

Es que logréis un cierto don de irradiación. Debéis, como “visitadoras


sociales”, visitar hogares, escuelas, fábricas, prisiones… Váis allá con una
doble misión: Investigar hechos, pesquisar causas, requisar informaciones
por una parte; por la otra, lo más delicado, lo más bello, lo más propio de
nuestra naturaleza: servir de consuelo, de maestra, de médico del alma.
Vuestra influencia se infiltrará en esas almas enfermas con más luz, con
más irresistible poder, mientras mayor sea vuestra aptitud de captar las
voluntades, vuestro don de irradiación. (Salas, 1936, pág. 15)

87
JAVIERA POBLETE VARGAS

Sin duda alguna, ese don de irradiación fue parte de toda una estrategia
política que amparada en la legalidad del Estado y en el saber científico,
buscó establecer verdades respecto de las formas de comportamiento del
pueblo y de su enfermedad. La “visitadora” era el médico del alma; aquella
capaz de llenar de luz los cuerpos enfermos del pueblo. Con esto quedaba
en evidencia que no solo importaba la recuperación del cuerpo sino del
alma, de la moral que le da forma y vida.

A partir de esto, lo que nos interesa principalmente es comprender cómo


a partir de toda esta producción de saberes respecto del pueblo, se
produce una captura de las identidades y de las formas de
comportamiento social y sexual populares, en la medida que éstas logran
ser cifradas y habladas desde el discurso médico y asistencial. En este
sentido, el qué se dice del pueblo, de sus condiciones de vida, de sus
prácticas sexuales ilegítimas, de sus roles de madre y padres irresponsables,
etc.; se convierten en un terreno político de construcción de los sujetos
─no menos importante─ cuando se trata de pensar el rol histórico de la
intelectualidad médica y asistencial en la conformación del Estado chileno
en época de crisis y de gran convulsión social.

Según los antecedentes históricos, el pueblo asistió lentamente, por la


fuerza o por su propia voluntad, a su incorporación al Estado, no solo
desde las políticas legales, sino que además, lo hizo a través de toda una
práctica discursiva bio-asistencial (Illanes, 2006) que lo obligó a
comprender su realidad desde ese discurso que emergió de la
intelectualidad científica. Esta situación contribuyó en que ese pueblo le
diera valor a las prácticas del Estado en la medida que efectivamente
encontró en ellas la solución a sus problemas.

En este escenario entonces, los diagnósticos sobre las condiciones de vida


del pueblo tuvieron como tarea producir significados sobre la vida del
pueblo para comprenderlo y elaborar estrategias para su incorporación al
Estado. En ese marco, la sexualidad apareció como un problema político

88
NI MADRES NI PADRES

y fue abordado permanentemente al interior de los debates y


desarrollados en la década de 1927-1937. De allí que la cuestión social
será a nuestro juicio, hacia la década del ´30 una cuestión sexual, ya que se
reconoció que gran parte de los males del pueblo eran el resultado del
comportamiento sexual de los sectores populares y su falta de educación
moral: una crisis moral/sexual. Es así como la ilegitimidad de las
relaciones sexuales, la ruptura del binomio madre-niño, la
irresponsabilidad del padre, las enfermedades venéreas, las toxicomanías,
la prostitución formaron parte de su diagnóstico. Éstas fueron entendidas
como cuestiones centrales que incidían en la degeneración de la raza y
dificultaban el progreso de la nación. “Crisis moral/sexual” por cuanto su
comportamiento no se ajustaba al proyecto político, económico e
ideológico de los médicos y las “visitadoras sociales”. De esto se extrae
que las conductas sexuales del pueblo fueron identificadas como un
problema cuando no respondían a una idea previa, a un proyecto de
sociedad y de moralidad sexual.

Así pues, en la creación de diagnósticos médicos y asistenciales, la


identificación de las causas de los denominados males de la época se hizo
desde la posición ideológica y moral de los médicos y las “visitadoras
sociales”. El pueblo “enfermo” era ahora salvado por el saber científico y el
Estado se encargaría de hacer legítimas y verdaderas todas sus formas de
comportamiento, ya sea aquellas vinculadas a la organización obrera y la
fuerza de sus movilizaciones sociales, o de las prácticas de asociatividad
sexual popular.

Desde entonces, médicos y “visitadoras sociales” hablaron del “pueblo”, de


sus códigos, de sus relaciones sexuales, de sus uniones ilegítimas, de su
crisis moral, de su falta de educación, de su poca conciencia respecto de sus
deberes sociales y morales en la maternidad y la paternidad, de su libertinaje,
de su enfermedad. Hablaron del pueblo desde la ciencia, desde su mirada
microscópica entrenada por la técnica y el saber. Hablaron de un pueblo;
pero este pueblo se construye desde la hegemonía de un discurso médico

89
JAVIERA POBLETE VARGAS

científico amparado en la legalidad del Estado. Su propósito fue


incorporar sus propios códigos hegemónicos, morales, sus normas de
comportamiento sexual, cargados de verdad y poder, en los espacios más
íntimos de la constitución identitaria de lo popular.

90
3 NI MADRES, NI PADRES
“El sujeto no se dice, sino que es dicho por
alguien; existe, pues, como parte del mundo de
otro (ciertamente disfrazado a su vez). El sujeto
está dominado por un imaginario vivido como
más real que lo real, aunque no es sabido como
tal.”
C. Castoriadis.

“En el reino del sexo, el género y la procreación


humanos ha estado sometido a, y ha sido
modificado por, una incesante actividad
humana durante milenios. El sexo, tal como lo
conocemos —identidad de géneros, deseo y
fantasías sexuales, conceptos de la infancia —
es en sí un producto social”.
G. Rubin

En este capítulo, y desde la perspectiva de nuestro análisis, entenderemos


la “realidad” como una construcción social capaz de dotar de sentido
común a la vida cotidiana, y que alcanza su momento cumbre cuando se
logra borrar las huellas mismas de su construcción. En este sentido, y
teniendo como base una perspectiva teórica constructivista18,
entenderemos que lo que existe es:

Un trabajo semiótico conocido como “realidad” cuyos significados


avanzan sobre los significantes asimilándolos, “motivándolos”,
imponiéndoles su medida, aunque en esa tarea no se ahorre énfasis
discursivo, puesto que el mismo énfasis termina por escamotear sus
condiciones de producción. (Gómez, 2001, pág. 197)

Frente a esto, veremos cómo los diagnósticos ─en tanto que dispositivos
de poder─ incidieron directamente en la construcción de la “realidad” del
pueblo. Éstos tuvieron como objetivo dotar de sentido sus prácticas
sexuales y difundir sus contenidos para que hombres y mujeres
18 “La realidad está ahí, pero cada observador desde perspectivas diferenciadas las
define de diferentes modos produciéndose así “diferentes realidades”. (Pintos, 2005,
pág. 38)

91
JAVIERA POBLETE VARGAS

comprendieran su propio mundo desde aquellos discursos que emanaron


desde la ciencia médica y asistencial como una verdad universal.

En términos políticos, partiremos de la base que la construcción médica y


asistencial de la “realidad” del pueblo fue en sí misma un espacio de
poder. Con esto hacemos referencia a que la producción de sentido de las
experiencias de vida del pueblo, no puede pensarse sin considerar los
efectos que ésta tuvo ─o pudo tener─ sobre los cuerpos de quienes han
sido producidos a partir del discurso de otro/a. Y en este campo de
disputa, el género y la sexualidad, fueron ─a nuestro juicio─ dos espacios
claves para construir la “realidad” desde un imaginario y una ideología
moral/sexual, con claros fines políticos y económicos. Por ello, a partir de
un análisis crítico, veremos cómo operaron las categorías de familia,
maternidad y paternidad en el discurso médico/asistencial para significar
las conductas sexuales del pueblo y construir su “realidad”.

Cabe señalar que nuestro cuestionamiento por la construcción de la


“realidad sexual popular”, surge a partir del libro escrito por el médico
Salvador Allende (1939): “La realidad médico social chilena”; ya que en él
condensó las temáticas y los objetivos de los debates producidos al interior
de las revistas científicas analizadas y que fueron publicadas entre 1927 a
1937. Tal como el título de ese libro lo indica, médicos y “visitadoras”
buscaron retratar en sus análisis, en una especie de radiografía del cuerpo
popular, la realidad de su existencia. Así podrían comprender los
intersticios más oscuros de un mundo bárbaro y desconocido ante sus
ojos, y aproximarlos hacia un estadio de desarrollo que favorecería a toda
la colectividad. Por ello consideramos que la “realidad”, como categoría
social, es en sí misma una categoría que este contexto histórico encarnó
todo un entramado de relaciones discursivas y de poder que incidieron en
el orden simbólico y que sentaron las bases de la dominación por medio
de verdades que traspasan las fronteras de la carne y se sitúan en el
inconsciente colectivo. Lo que nos preocupa, es cómo en ese gesto,
médicos y “visitadoras” avanzaron ─con su lente ideológico─ sobre el

92
NI MADRES NI PADRES

pueblo y sus conductas sexuales para construir su “realidad”; aquella que


fue vista como un problema, un factor determinante de la miseria y de la
crisis moral del pueblo. Una “realidad” que por supuesto desconoce e
invalida los códigos, los símbolos o las prácticas asociativas del mundo
popular.

Es importante revelar que en el análisis de los artículos publicados en las


revistas, hemos visualizado que médicos y “visitadoras sociales” no
escribieron directamente sobre la sexualidad del pueblo. Más bien, ésta
aparece como una categoría de análisis, como un lugar epistémico que
permite identificar las causas de los males de la época. Por ello, hemos
considerado que para comprender cómo operaron las categorías de
feminidad/maternidad y masculinidad/paternidad en el discurso médico
y asistencial, es necesario visualizar los argumentos ideológicos
morales/sexuales que éstos/as utilizaron para describir el origen o las
causas de diversos problemas médicos y sociales de ese entonces. Esto nos
otorga la posibilidad de vislumbrar que el género operó en el análisis
médico y asistencial sobre la vida del pueblo, como un imaginario que
naturalizó determinados roles sociales y sexuales, que a la vez dieron
sentido a la ideología de los/as expertos/as. Son categorías que no se
cuestionan, sino que aparecen como argumentos dados de antemano para
la comprensión de los fenómenos sociales.

A partir de esto entonces, es que en este capítulo buscaremos identificar la


relación que los médicos y las “visitadoras sociales” establecieron entre el
comportamiento sexual de los sectores populares y los males de la época.
Pero además nos interesará develar el imaginario sobre la sexualidad y las
relaciones de género que éstos poseían y que desde su perspectiva
contribuirían en el perfeccionamiento de la raza y el progreso de la nación.
Ante esto, nos adelantamos a plantear que este imaginario se naturalizó al
interior de los debates y se convirtió en una matriz de sentido desde
donde se significaron las conductas del pueblo para construir así: la
“realidad” sexual popular.

93
JAVIERA POBLETE VARGAS

Al realizar el análisis de las revistas, identificamos al menos siete


problemas médico-sociales que los médicos y las “visitadoras sociales”
asociaron con el comportamiento sexual de los sectores populares: a) las
condiciones de vida; b) la ilegitimidad; c) la irresponsabilidad del hombre
popular; d) el binomio madre-niño; e) los vicios; f) las enfermedades
venéreas y g) la prostitución. Abordaremos cada uno de estos problemas y
los reconstruiremos desde el discurso médico y asistencial que quedó
registrado en los artículos publicados en Chile durante diez años. Allí
presentaremos citas que nos permitan visualizar el imaginario de género y
las categorías de feminidad/maternidad y masculinidad/paternidad que
dispusieron para el análisis de las conductas del pueblo. El propósito será
demostrar cómo tales categorías se naturalizaron en la producción de
conocimientos y cómo incidieron en la construcción de la “realidad”
sexual popular. Una “realidad” que aparece ante la mirada de los médicos
y las “visitadoras sociales”, como un problema que debe ser abordado para
transformar la vida del pueblo, reducir el descontento social y avanzar
hacia el progreso social y económico.

De este modo, entenderemos que la “realidad” sexual popular no se


construye como un dibujo en una hoja de papel en blanco, sino que se
tatúa en los cuerpos en medio de una batalla por el sentido. Es una
“realidad” que se construye sin cuestionar el orden simbólico desde donde
se produce y que permite a las elites intelectuales, avanzar sobre los
cuerpos y sus significados. Así pues, la afirmación: “ni padres, ni madres”;
supone la existencia de una falta, pero también de un imaginario, de todo
un entramado de saberes y discursos que se deslizan sobre los cuerpos de
hombres y mujeres, y que le dan sentido a la satisfacción de sus impulsos
sexuales y a sus relaciones sociales-sexuales.

En suma, en este capítulo nos aventuraremos a plantear que será a partir


de estos diagnósticos y a partir de este tratamiento discursivo de diversos
problemas sociales, donde se sentarán las bases para la construcción de la
“realidad” sexual popular.

94
NI MADRES NI PADRES

3.1 Las condiciones de vida

¿Cómo no ha de ser extraño que pueda


coexistir la miseria con los progresos
maravillosos de la ciencia?
M. Salas Marchan.

Para los médicos y las “visitadoras sociales”, las condiciones de vida en las
que hombres y mujeres del pueblo desarrollaban su existencia, fueron una
de sus principales preocupaciones como profesionales. Por ello, dirigieron
su labor a identificar científicamente las causas de la miseria y de la
pobreza humana que se manifestaba en las calles donde transitaban
hombres, mujeres y niños/as desnutridos/as y enfermos/as. Pues, sin
duda, la miseria en que se había sumido el pueblo era la principal
responsable de la propagación de las enfermedades, de los vicios, los
delitos y el fortalecimiento de su crisis moral:

En un solo pormenor, si sabéis dirigir vuestra observación al transitar por


las calles, podéis apreciar la profundidad de su mal: reparad en la talla de
la gente de trabajo y reconoceréis que disminuye. Un pueblo en que se
reduce la talla, es un pueblo que se derrumba por el despeñadero de la
decadencia. Detrás de ese fenómeno de empequeñecimiento corporal,
aparece la desnutrición; y con ella, la carencia de elementos para formar
el organismo: no es, por lo tanto posible que, si hay esta insuficiencia
alimenticia, se yerga un cuerpo esbelto y vigoroso. Y como hay debilidad
congénita, irrumpe y se propaga la tuberculosis… Y luego, injertándose en
la miseria física, la miseria moral con vicios y delitos que ensombrecen
más el cuadro. (Salas, 1936, págs. 14-15)

Así pues, gracias a sus investigaciones concluyeron que las condiciones de


vida del pueblo eran el reflejo de la miseria provocada por la crisis política,
económica y social; pero también por su falta de educación moral/sexual.
Desde su perspectiva, la vivienda, la vestimenta, la alimentación, el salario
y las condiciones higiénicas en las que los individuos se desarrollaban y se
relacionaban entre sí, eran un indicador de la pobreza, pero también de su

95
JAVIERA POBLETE VARGAS

incapacidad de establecer relaciones afectivas y sexuales legítimas que


garantizaran un mínimo de bienestar material a sus integrantes. Ambos
factores se relacionaban entre sí y constituían la realidad de la pobreza del
pueblo.

Según la “visitadora social” Leo Cordemans (1928), las causas profundas


de la miseria eran:

Los disturbios de la salud física y mental; la desproporción entre la


demanda y la oferta de trabajo; los vacíos de la educación moral, de la
instrucción general, profesional y doméstica; la insuficiencia de los
salarios. (pág. 2).

Como resultado de su experiencia profesional, la “visitadora social”


concluyó que si bien las condiciones materiales eran un elemento crucial
para mejorar las condiciones de vida del pueblo, solo la educación moral
garantizaría la constitución de un hogar normal (Cordemans, 1928) que
transformaría las condiciones de vida de las personas.

Este principio fue compartido por los/as profesionales y a través de ellos


buscaron demostrar que un hogar debía ser el espacio capaz de contener
en su interior todos los elementos necesarios para formar la personalidad
moral. Es decir, que era necesario que hombres y mujeres gozaran de una
estabilidad económica para acceder a una vivienda digna, alimentación y
vestuario; pero también era fundamental que ambos sexos asumieran sus
responsabilidades sociales dentro de ese hogar para garantizar la
supervivencia de nuevas generaciones y condiciones de higiene mínimas
para resguardar su salud. El que los reuniese se convertiría en un hogar
normal y el que carecía de ellos sería un hogar deficiente que exponía a
todos/as sus integrantes a la miseria y a la muerte. Sin embargo, el
deplorable panorama económico de los sectores populares (debido a los
bajos salarios que los individuos recibían a cambio de su trabajo precario y
muchas veces informal), acrecentaba la pobreza y restringía las
oportunidades del pueblo para transformar su realidad:

96
NI MADRES NI PADRES

La encuesta realizada en nuestra clase obrera da $3,21 diarios para las


familias en que la madre es el único sostén y $12, 85 para aquellas
familias en que, además de la madre, trabaja otra persona en la casa. En
términos generales, la situación económica de esta gente del pueblo es
mala, se alimenta deficientemente, viven en una pésima habitación y se
visten de una manera insuficiente. (Recchione, 1935, pág. 579)

A raíz de ello, la Señorita Mac-Auliffe (1932) indicó que la conformación


de la personalidad humana en su máxima expresión moral, necesitaba de
un mínimo de bienestar material. Por esa razón, si el pueblo no disponía
de condiciones materiales básicas y elementales para la reproducción de la
vida, difícilmente sería capaz de constituir un hogar moral:

Base de las buenas costumbres es un cierto mínimo de bienestar material


si este no existe o decae, la moral entra en peligro de transgresión; por lo
tanto si se pretende que el hogar por constituirse sea moral hácese
necesario exigir que éste se base por lo menos en un mínimo de
bienestar material. (pág. 295).

A juicio de los médicos y “visitadoras sociales” el conventillo (como


modelo de habitación popular), reflejaba la miseria del pueblo; pero a su
vez demostraba que quienes vivían en esas condiciones materiales de vida
quedaban expuesto a reproducir conductas sexuales inmorales. En
muchos casos, la falta de espacios y el hacinamiento podían convertirse en
causa directa de incesto y violación:

Padres, hijos, parientes y allegados duermen en un espacio muy


restringido, disponiendo de una, a veces dos camas o jergones, lo que
explica el número crecido de casos de incesto, violación de menores que
existen en este medio” (De Bray, 1933, pág. 150)

Desde su perspectiva, los conventillos no eran más que un lugar inmundo


donde agonizaba la raza:

97
JAVIERA POBLETE VARGAS

Ranchos inmundos; cuevas o covachas propias para animales, “mejoras”


de latas y gangochos que parecen corrales de chanchos; cuartos de
“conventillos”, sin luz, sin aire, fétidos, húmedos, en que duermen
amontonados hombres y mujeres, niños, aves y animales…, allí vive el
pueblo; allí agoniza la raza. (Álvarez, 1937, pág. 24)

En base a esto establecieron que no podrían mejorar las condiciones de


vida del pueblo, mientras el conventillo siguiera enseñoreándose como
habitación popular, pues éste no era más que un verdadero matadero
humano. Un foco de infecciones capaz de enfermar y llevar a la muerte a
todos sus habitantes en medio de su oscuridad, su falta de ventilación y su
falta de comodidades:

¿Será posible que en estas viviendas pueda desarrollarse una raza sana y
fuerte? Mientras no se construyan habitaciones higiénicas apropiadas a
nuestro pueblo, seguirá la amenaza encarnizada de todas aquellas
enfermedades que destruyen a nuestra raza y que transforman a los
obreros en las interminables filas de enfermos que se agolpan en las salas
de espera de los Consultorios en demanda de atención médica.

En esas habitaciones en que se carece de todo elemento higiénico en que


deberá desarrollarse la nueva generación constituida por los hijos de los
obreros. (Maldonado, 1933, pág. 39)

Para la intelectualidad médica y asistencial, una habitación digna debía


cumplir con su cometido fisiológico-social para que no se reprodujera la
crisis del pueblo en la vida de sus hijos. Pues, estos últimos eran los que
llevaban, desde su nacimiento, la tarea de hacer progresar la raza y la
nación:

El hombre pasa las dos terceras partes de su vida en la habitación, por lo


tanto, es fundamental que en ella se encuentre el reposo y la expansión
lógicamente necesaria a un organismo agotado por el trabajo. Si esta
habitación es insalubre o incómoda, o ni siquiera representa una
habitación, no cumple con su cometido de fisiología social, y el hombre y
sus hijos huyen de esta covacha en que sólo ven la objetivación de su
miseria. (Recchione, 1935, pág. 580)

98
NI MADRES NI PADRES

Para la señorita Mac-Auliffe (1932), el espectáculo que ofrecía la vida del


pueblo en los conventillos, era el siguiente:

Conventillo: es decir colectividad que comprende ancianos, hombres


maduros, jóvenes, mujeres, niñas, niños, viviendo casi en común, ya que
si bien es cierto que cada familia tiene su pieza, no es menos cierto que
se vive durante el día en el patio a cuyo rededor están las piezas, y en el
cual están los servicios de agua, cocina, etc.
Viven en los conventillos toda clase de gentes; heterogeneidad suma de
buenos y viciosos; callados y tranquilos algunos, pendencieros, audaces y
soeces otros. Cada semana una gran borrachera con las consiguientes
escenas del lenguaje obsceno y deshonestidades manifiestas.

Luego la pieza: habitada por un matrimonio y 4 a 6 niños, tenemos que el


pequeño cuarto alberga 6 u 8 personas ¡y en qué forma duermen! ¡Cuán
pocas veces encontramos dos catres para toda esta gente! Compréndase
cuánta es la promiscuidad que se establece en esta forma de dormir y a
qué se ven expuestos los niños y niñas en estas condiciones. Por estas
razones y por las ya expuestas acerca de este medio ambiente, la
precocidad sexual es una característica del bajo pueblo. (pág. 295).

Es por ello que los problemas sociales y morales de los sectores populares
estaban asociados a sus condiciones de vida, ya que como en una cadena,
todos los factores se relacionaban entre sí para reproducir la miseria. La
falta de un hogar normal era causa suficiente para que se propagasen las
enfermedades de transmisión sexual, se fomentara la promiscuidad de
niños/as y jóvenes a temprana edad, y aumentara la delincuencia entre los
niños/as y jóvenes. Al mismo tiempo establecieron que los hombres del
pueblo, sin una familia por la que trabajar y hacerse responsables,
continuarían encontrando en la cantina un espacio más cálido que su
hogar para olvidar la miseria. Mientras, las mujeres buscarían en la
prostitución los recursos necesarios para su sobrevivencia, sin reparar en
sus deberes como madres. Como resultado de todo este panorama social,
la violencia, la inmoralidad, la promiscuidad continuaría reproduciéndose
en los conventillos y solo agudizarían la crisis social y económica del
pueblo.

99
JAVIERA POBLETE VARGAS

Cabe agregar además, que para los médicos y de las “visitadoras sociales”
todos estos factores provocaban un aumento de las tasas de mortalidad
infantil que imposibilitaban el surgimiento de nuevas generaciones de
ciudadanos y trabajadores. De acuerdo a sus observaciones científicas, el
hacinamiento en la que vivían los hombres y mujeres del pueblo dentro
de los conventillos favorecía el aumento de las estadísticas de mortalidad:

(..) La estrechez en que vive el elemento obrero es tal, que las cifras que
señala la estadística es de 4 personas por habitación. Esta misma
estadística nos muestra que a mayor hacinamiento, hay mayor
mortalidad. El índice de hacinamientos entre los fallecidos es de 4,24 y
entre los niños que han llegado al octavo mes de su vida, es de 3,68.
Resultado: gran influencia de la vivienda en el desarrollo psíquico del
niño. Mayor mortalidad en relación al mayor hacinamiento. (Recchione,
1935, pág. 580)

En relación a ello la Señorita Mac-Auliffe (1932) afirmó:

Las enfermedades son las primera manifestaciones de la desnutrición, de


la pieza anti-higiénica, de la aglomeración; uno a uno muchas veces van
desapareciendo los hijos primero, incapaces de resistir en su tierna edad
la dureza de una vida de indigencia; nuevos seres van llenando estos
vacíos para afrontar a su vez la misma situación, algunos resisten otros
caen: nuestra mortalidad infantil que ha sido durante mucho tiempo la
más elevada de los países civilizados: 240 por c/1000 nacimiento
justamente ha preocupado y ha hecho crear grandes servicios de
atención pre-natal, natal y post-natal, ha comprobado que si ella es tan
elevada se debe también a su relación con el elevado número de
nacimientos que tenemos. (pág. 291)

Lamentablemente, la falta de recursos económicos y de higiene en los


conventillos, junto con el desconocimiento que tenían las mujeres del
pueblo sobre la maternidad y la lactancia, hacía casi imposible la
preservación de la leche materna para la alimentación de los/as infantes y
por este motivo muchos/as de ellos/as morían en sus primeros meses de

100
NI MADRES NI PADRES

vida. Por esta razón afirmaron que la mortalidad infantil aumentaba en


los medios pobres, ya que:

La pobreza origina descuidos con la leche, que provienen de la falta de


higiene, de la habitación deficiente, de la falta de recursos, etc. (Porcher,
1930, pág. 7)

Como puede observarse, las conclusiones obtenidas de las investigaciones


científicas sobre la realidad médico-social chilena; las conductas sexuales
del pueblo aparecieron como un indicador clave para la comprensión de
una serie de problemáticas sociales y biológicas relacionadas con la
pobreza. Por la misma razón se convirtieron en una variable que debía ser
transformada para generar un impacto social mucho mayor y más
profundo que lo que podían generar un poco más de recursos económicos
dentro de los hogares. Como resultado de ello, la comprensión y análisis
de la pobreza no quedó sujeta únicamente a variables socio-económicas,
sino también, a variables culturales como los roles sociales/sexuales y de
género, y los placeres sexuales.

Frente a sus ojos, todos estos elementos ratificaban que la transformación


de la realidad del pueblo ya no era tarea exclusiva del Estado y de los
recursos económicos que éste podía proporcionarle. Sino que también era
responsabilidad de los individuos. Por eso indicaron que era necesario
educar al pueblo en los principios morales que regulaban la sexualidad en
miras de un proyecto social, que a largo plazo, beneficiaría a toda la
colectividad. Así pues, concluyeron que a través de la familia,
hombres/padres y mujeres/madres serían capaces de transformar sus
condiciones de vida y la de toda su descendencia.

101
JAVIERA POBLETE VARGAS

3.2 La Ilegitimidad sexual popular


Una de las primeras obligaciones que se le
inculca a una visitadora social en nuestra
escuela es, antes que todo, tratar de conservar
la familia, de ayudar a formarla, de evitar por
tanto el abandono del niño, porque la familia
es la célula orgánica de la civilización; todo
ataque a esta institución sagrada tiende a
disminuir la fuerza de resistencia de la sociedad
y facilita, por tanto, la tarea perversa de sus
destructores.
Samuel Gajardo.

Del amor espontáneo de un hombre y una mujer, surgía, ante la mirada


de los médicos y las “visitadoras sociales” uno de los grandes males del
pueblo: la ilegitimidad.

Para ellos/as, las relaciones sexuales que los hombres y las mujeres
experimentaban fuera de los marcos legales del matrimonio civil fueron
consideradas ilegítimas. En su opinión, estas conductas sexuales
debilitaban la vida y la salud del pueblo y exponían a miles de personas a
los flagelos de las enfermedades venéreas, la propagación de los vicios, la
delincuencia, la mortalidad infantil, los abortos y la prostitución. Una
serie de problemas médico-sociales que terminaban por agudizar la crisis y
el descontento social.

La ausencia de condiciones materiales de vida y las dificultades que


presentaba el escenario de crisis económica para los sectores populares,
contribuía ─a juicio de los/as profesionales─ en que la unión matrimonial
no fuese una prioridad, ya que, lamentablemente, la constitución de un
hogar requería al menos de una situación económica óptima para poder
satisfacer las necesidades de cada uno de sus integrantes. Además, se
consideraba que los hombres y las mujeres del pueblo desconocían
absolutamente sus deberes y sus responsabilidades sociales/sexuales. Por
estos motivos, la ilegitimidad fue considerada como una consecuencia de

102
NI MADRES NI PADRES

las deficiencias morales, de la falta de conocimiento y de la poca


importancia que los sectores populares le atribuían al matrimonio y al
hogar como instituciones de trascendencia social.

Si observamos la tabla 1, podemos comprender que las tasas de


nupcialidad marcaron un retroceso en los primeros años de la década de
1930; justo cuando la gran crisis del capitalismo mundial tuvo grandes
repercusiones en la economía nacional y empeoró las condiciones de vida
del pueblo. Para los/as profesionales, estos datos demostraban que los
factores económicos dificultaban la conformación familiar en el mundo
popular, pero que solo una moral sexual fuerte podría modificar las cifras
de nupcialidad. Por eso aseguraron que resultaba necesario instaurar en el
pueblo una moral sexual que dirigiera sus impulsos hacia la conformación
de una familia, para revertir los efectos materiales y morales de la crisis en
el mundo popular.

Tabla 2.
Nupcialidad. Promedio anual por mil habitantes.
AÑOS NUPCIALIDAD
1926-30 9,3
1928 11,6
1929 10,1
1930 9,2
1931 6,7
1932 6,6
1933 6,7
1934 7
1935 7,3
1936 7,5
1937 8,3
Fuente: Allende, Salvador (1939), La Realidad Médico-Social Chilena, Chile:
Ministerio de Salubridad de Chile. Pág. 16.

Por este motivo coincidieron en que tanto los factores económicos como
morales, propiciaban la falta de responsabilidad social en los hombres y
las mujeres del pueblo frente al acto sexual. Pero también lo hacían la falta
de conocimiento y la poca importancia que éstos le atribuían al

103
JAVIERA POBLETE VARGAS

matrimonio y a la familia como la base de toda sociedad. Según el


diagnóstico de la Srta. Mac-Auliffe (1932), el pueblo tenía una:

a) Carencia absoluta de hábitos higiénicos.


b) Falta de concepto acerca del matrimonio y del hogar como
instituciones de trascendencia social.
c) Absoluta falta de responsabilidad del hombre frente al hogar
que él forma.
d) Inconsciencia de la mujer para formar una unión sin exigir que
para ello se le presente siquiera una pieza con los útiles más
indispensables para comenzar su nueva vida (pág. 294).

Como consecuencia de ello, los/as expertos/as afirmaron que el instinto


sexual y la familia eran la base de la acción moral y mantenían una
conexión estrecha. Por ende, no era posible concebir la existencia de una
relación sexual sin el proyecto de construir una familia bajo el alero del
Estado:

Entre los instintos sociales, he citado el instinto sexual y el de la familia;


están en conexión estrecha y ambos son bases de acción moral y social
de un valor inmenso y, por decirlo así, completamente desconocidos.
(Mulle, 1930, pág. 25)

El problema era que sus investigaciones les habían permitido comprobar


que en los sectores populares existía una falta de armonía entre el instinto
sexual y la forma en que éste se debe ejercer. Su ignorancia y falta de
educación moral, les impedía comprender que las relaciones sexuales
requerían de un grado de responsabilidad social. Para el Dr. Eduardo
Rioseco (1934), el instinto sexual debía tener por fin la procreación, pero
lamentablemente en el escenario moderno, éste se había convertido en un
acto voluptuoso que no medía las consecuencias que podían desprenderse
de la relación sexual libre y espontánea. Ante esto advierte:

104
NI MADRES NI PADRES

“La vida social moderna, complicada y difícil, ha traído esta disarmonía


entre el instinto sexual y la forma en que se debe ejercer. El acto sexual ha
perdido en el concepto de la juventud su finalidad principal, que es la
procreación y se ha trocado, sólo en un acto voluptuoso. Las trabas del
matrimonio han traído el libertinaje sexual y la prostitución con sus
graves consecuencias físicas y morales. (Rioseco, 1934, pág. 324)

En su artículo, el médico aseguró que el acto sexual biológico requiere de


un control e impone una responsabilidad social; porque no es patrimonio
del individuo, sino que también pertenece a la especie misma. En
consecuencia, afirmó que el acto sexual necesitaba regularse, educarse y
controlarse por medio de la asignación de unos deberes sociales y sexuales
para hombres y mujeres al interior de la familia, para alcanzar el bienestar
de toda la colectividad. El problema era que en el pueblo, tales deberes y
la importancia social de la familia, eran absolutamente desconocidos.

La inexistencia de un contrato social/sexual matrimonial entre hombres y


mujeres, contribuía en que ambos se unieran por la inclinación natural o
del instinto sexual, sin tener un control legal de la vida conyugal que
determinara la responsabilidad que cada una de las partes debía tener en
el acto de unirse sexualmente con otro. Como no había conciencia de la
responsabilidad de guiar el instinto sexual, el nuevo ser que nacía de la
unión ilegítima, era recibido como aquel que da más gastos, pues nunca
había sido deseado dentro de la pareja.

Según los/as expertos/as, por medio del matrimonio se constituía la


familia y ella garantizaba que hombres y mujeres cumplieran con sus
obligaciones sociales que implicaban entre otras cosas, el reconocimiento
legal de los hijos por parte de padre y el cuidado materno de los/as
niños/as desde su infancia. De este modo quedaban resguardados los
principios de educación social y moral de los hijos, futuros ciudadanos y
trabajadores (Mulle, 1930). Si no existía esta unión legal ─advertían─ las
tasas de mortalidad infantil, el abandono de los niños ilegítimos
aumentaría. De hecho en 1930, la “visitadora” M. Mulle, reconoció que

105
JAVIERA POBLETE VARGAS

en su experiencia había podido observar que la madre de un niño


ilegítimo, al carecer de condiciones de vida mínimas para la crianza; se
veía obligada a abandonar a sus hijos/as en las puertas de los hogares de
expósitos, a abortar o a rechazar a la criatura desde el momento que sabía
que estaba embarazada. Desafortunadamente, ese hijo le recordaba la
miseria en la que vivía y al hombre que había desaparecido con total
impunidad.

En esta misma línea de análisis, la Srta. Mac-Auliffe (1932) diagnosticó


que:

En suma: el hombre y la mujer se unen por el solo hecho de la inclinación


natural del uno por el otro, lo cual hace que en la vida conyugal también
sólo se rijan ambos por tendencia natural, sin control alguno, sin
detenerse ante las consecuencias que este sistema trae consigo, el hijo es
recibido no como un ser que demanda nuevos gastos, nuevos esfuerzos,
sino como una adición enteramente sin trascendencia. (pág. 296)

De este modo, las uniones ilegítimas eran una de las causas que
contribuían en la mala conformación de los hogares populares y dejaban a
los/as niños/as expuestos a sufrir las consecuencias de la miseria y de la
falta de educación moral y sexual de los padres:

Las uniones ilegítimas, son otra causa frecuente de la destrucción del


hogar. Los cónyuges no se sienten unidos por los vínculos legales, y
cualquier día se separan sin importarles la suerte de los hijos, que no
tienen culpa. (Gajardo, 1929, pág. 204)

Por este motivo, los médicos y las “visitadoras sociales” consideraron que
la ilegitimidad de las relaciones sociales y sexuales del pueblo, eran un
factor que contribuía en el aumento de las tasas de mortalidad infantil,
pues las estadísticas mostraban un crecimiento en aquellos hogares donde
la unión entre los padres no había sido legalizada por el matrimonio civil:

106
NI MADRES NI PADRES

La ilegitimidad es una causa que está de manifiesto en la estadística de


aumento de la mortalidad infantil. (…) De cien niños fallecidos entre los
hijos de asegurados, que es la población que hemos podido controlar, 56
son ilegítimos y 44 legítimos. Las razones son claras y bastará con
enunciarlas. (Recchione, 1935, pág. 576)

El niño y la niña, inocentes de todo mal, quedaban expuestos a sufrir las


consecuencias del amor espontáneo de sus padres que nunca repararon en
la necesidad de conformar un hogar para darle un sustento social,
económico y moral a esta nueva criatura. El problema de la nefasta
constitución de los hogares del pueblo, era que ésta estimulaba una
sobrecarga del gasto social que la sociedad en su conjunto debía asumir
para hacerse cargo de los/as niños/as que habían nacido fuera del
matrimonio y que vivían abandonados en las calles o en las casas de
expósitos, por lo que se hacía necesario legalizar las uniones amorosas para
depositar gran parte de la responsabilidad social en los padres naturales:

Poco a poco dos consideraciones se han impuesto: una es que el niño


nacido fuera del matrimonio es inocente de todo mal y tan merecedor
como los otros de gozar de los beneficios de que disfrutan. La otra es la
de que; pagando dichos niños con la enfermedad y la muerte las
consecuencias de la falta de un hogar, la sociedad se ve gravada de una
enorme sobrecarga de acción social por causa de estos niños; sobrecarga
que sería en gran parte aminorada si la responsabilidad por el cuidado de
los niños nacidos fuera del matrimonio recayese sobre sus padres
naturales. (Valdés, 1928, pág. 193)

Además, entre los casos sociales que fueron tratados por las alumnas de
primer año de la escuela de servicio social, es posible observar que la
ilegitimidad de las relaciones sociales/sexuales entre hombres y mujeres
del pueblo fue considerada como un factor de la vagancia de niños/as en
las calles. La historia era siempre la misma: de la unión espontánea de un
hombre y una mujer guiada por el instinto sexual nacía un/a niño/a que
nunca había sido esperado/a, ni deseado; el padre se daba a la fuga y la
madre en su desgracia de tener que mantener una vida sin los recursos

107
JAVIERA POBLETE VARGAS

necesarios para ello, incurría en el abandono de la criatura. Ni uno ni el


otro tenían claros sus roles ni su responsabilidad social en el acto sexual, el
seductor biológico no tenía responsabilidades legales con su hijo y la
madre no había alcanzado a desarrollar el instinto maternal.

Ante el abandono, no había quien no se apiadase de esa vida triste y


dolorosa que nunca había tenido a una madre que lo cobijara o lo
protegiera de las adversidades de la calle, ni tampoco un padre fuerte
preocupado por su alimentación y su sobrevivencia. Tristemente, los/as
niños/as, debían buscar por sus medios a quien pudiese darle un refugio
acogedor que le permitiera sobrevivir en medio del abandono.

Un caso social cuenta la historia de un niño que vagaba por las calles:

UN NIÑO QUE VAGABA POR LAS CALLES. —— Llegó hasta la Parroquia de


Andacollo buscando un refugio acogedor, ansiando encontrar allí un alma
piadosa que se condoliera de su orfandad, de su abandono.

Era la hora del Catecismo: muchos chicos llegaba allí a escuchar las
piadosas enseñanzas. Todos iban muy limpios, muy cuidados. Sus
trajecitos, aunque pobres, denotaban el cuidado y la atención de manos
maternales y… sólo él, pensaba entristecido, no tenía quien cosiera sus
ropas ya raídas, quien cubriera su cuerpo y su cariño su cuerpo
entumecido.

Su madre lo había abandonado en una pieza de conventillo cuando era


un pequeño de tres años. Su padre?... no lo conoció: uno más que no
tuvo corazón, que no sintió jamás el noble amor paterno, que no alcanzó
a comprender en su ignorancia, la infinita ternura o el posible apoyo que
le prestaría en la ancianidad un hijo agradecido. (Jelvez, 1928, pág. 224)

¿Podría haberse evitado semejante tristeza si los padres hubiesen estado


unidos legalmente por un contrato matrimonial? Los/as expertos/as
aseguraban que sí, pues esa unión matrimonial hubiese favorecido el
reconocimiento legal de la criatura y hubiese asegurado la responsabilidad
de ellos frente al nuevo ser. La madre hubiese tenido el apoyo del padre

108
NI MADRES NI PADRES

para poder entregarle al niño/a el sustento material y moral para que


pudiese convertirse en un sujeto íntegro, digno y seguro de sí mismo.

Así, la preocupación por los niños y niñas del pueblo adquirió una razón
política y económica; tal como las uniones ilegítimas. Claramente, no era
posible imaginar una sociedad libre de males si desde la base, no existía un
organismo que fuese capaz de sembrar las semillas para que germinasen
en el campo de la salud y la moral. Por ello consideraron que aun cuando
el Estado desarrollase una serie de políticas sociales, éste sería incapaz de
regular y controlar los males que se reproducían al interior de los
conventillos por la falta de responsabilidad social y sexual de hombres y
mujeres. Por este motivo concluyeron que incurrir en gastos no
solucionaría todos los problemas del pueblo si no existía una educación
social y sexual capaz de disciplinar los impulsos sexuales de hombres y
mujeres. En consecuencia, establecieron que la vida sexual normal debía
resumirse a los hombres y mujeres del pueblo desde la infancia en las
palabras: “Unión, Amor, Maternidad, Paternidad, Familia” (Rioseco,
1934, pág. 323). Solo de ese modo sería posible conformar una sociedad
en la que hombres y mujeres buscaran satisfacer sus impulsos sexuales al
interior de la familia y del matrimonio, para el beneficio de toda la
colectividad.

En efecto, en las reflexiones de una iniciada en el servicio social, se puede


observar cómo ésta, gracias a su experiencia laboral con el pueblo,
comprobó la importancia del matrimonio como núcleo de la sociedad.
Según ella, una unión legal podía mejorar las condiciones de vida de los
de los padres y de los hijos:

Esta familia no estaba constituida, el padre era un borracho, la madre no


tenía nociones de sus deberes maternales, la casa era un antro de
miseria; ahora está legalizada la unión, los niños van al colegio, la guagua
duerme sola en su cunita, todo está aseado, se alimentan económica y
racionalmente, el padre trabaja y ayuda a su familia, etc. (Carrasco, 1928,
pág. 12)

109
JAVIERA POBLETE VARGAS

Un hogar bien constituido se convertía en base de la sociedad, que


encontraba en su interior las condiciones óptimas para la reproducción de
la especie humana y el mejoramiento de la raza. Mientras existiera padre y
madre, unidos por un contrato legal, el niño y la niña tendrían los
ejemplos para seguir avanzando y reproduciendo la especie en el escenario
familiar. El Dr. Eduardo Rioseco (1934) planteaba:

En el seno de la familia, podrá ver la niña pequeña el reconocimiento que


debe tener para con su madre que la trajo al mundo, la alimentó y la
colmó de cuidados, para con el padre que ha trabajado para poder
cumplir con las necesidades de la madre y del hijo y, por fin, que la
familia, el resultado de la unión del padre y de la madre, constituye la
base de la sociedad y de la misma, la que asegura la continuación de la
especie. (pág. 323)

Por estos motivos y para transformar la realidad sexual popular, debía


iniciarse toda una política de reconstitución legal de las uniones ilegítimas
y de los roles y los deberes de cada una de las personas que integrasen la
pareja, pues como se había observado:

Cuando en el hogar faltan el padre o la madre, se produce un vacío


doloroso, cuyas consecuencias recaen sobre los hijos. La autoridad del
padre suele ser indispensable para dirigir la conducta de los hijos, y con
frecuencia la debilidad de la madre es importante para suplirla.

El cariño solícito y bondadoso de la madre también es indispensable para


los hijos, y a veces, cuando ella falta, se le ha destruido todo el hogar.
(Gajardo, 1929, pág. 204)

En suma, para los médicos y las “visitadoras sociales”, mientras no hubiese


uniones legales, la miseria del pueblo se reproduciría en la ilegitimidad de
los amores populares inmorales y libertinos, guiados por el impulso sexual
y no por la razón científica.

110
NI MADRES NI PADRES

3.3 La irresponsabilidad del hombre popular

En la casa de huérfanos se presentó un individuo pidiendo colocación


para una niñita de 8 años, que según decía, era hija sólo de la mujer con
quien vivía; tenía ya también asilado a otro niño, hijo de ambos.
Aconsejado por la visitadora a regularizar su familia y reconocer a sus
hijos, aceptó hacerlo, y la Visitadora puesta en movimiento para hacer los
trámites necesarios y facilitarle el camino, comprobó que había faltado a
la verdad desde un principio, pues no dio jamás la dirección de su casa,
sólo quedaba a encontrarse con ella en diferentes puntos, encontrándolo
casi siempre. Pidió una de estas veces $50 para verificar su matrimonio
religioso, pero la Visitadora le ofreció conseguir del señor cura párroco el
servicio gratuito; citado al día siguiente para encontrarse con el sacerdote
y la Visitadora en la curia, este individuo no apareció.

Encontrándose accidentalmente la Visitadora en la Oficina de


Informaciones de la Escuela, le tocó atender el pedido de una mujer que
solicitaba ayuda para asilar a dos niñitas, pues se hallaban en la más
absoluta miseria. Al hacer la encuesta respectiva en el domicilio de la
solicitante, la madre resulta ser otra mujer del hombre citado
anteriormente y con cinco niños, hijos de ambos; no existe miseria en
ningún caso, todas las personas que pueden trabajar lo hacen y viven con
relativa holgura. Según los datos recogidos, el hombre pedía los $50 para
abandonar Santiago y conjuntamente sus dos irregulares familias.
(Algunos casos sociales solucionados por las Visistadoras, 1927, pág. 184)

A partir de este caso social expuesto en la revista de Servicio Social el año


1927, se evidencia uno de los grandes problemas sociales y morales que a
juicio de los médicos y “visitadoras sociales” afectaban directamente al
mundo popular: la irresponsabilidad del hombre.

Lamentablemente, el hombre del pueblo tendía ─permanentemente─ a la


imprevisión. Era versátil, no tenía estabilidad domiciliaria, se relacionaba
con una y con otras mujeres sin medir ni controlar sus impulsos sexuales.
Y peor aún; era incapaz de medir las consecuencias de sus actos. En la
mayoría de los casos ─en sus uniones sexuales espontáneas e ilegítimas─
dejaba embarazada a una mujer para luego abandonarla a ella y sus hijos
en la más absoluta miseria. Se le declaraba bebedor y que tendía a

111
JAVIERA POBLETE VARGAS

encontrar en la cantina un lugar donde malgastar su dinero en vez de


alimentar a los hijos, que generalmente no reconocía legalmente. Este
hombre, tal como aparece en el caso expuesto por la “visitadora social”,
era capaz de tener más de un hogar e incluso solía abandonarlos por el
afán de libertad que le daba sentido a la masculinidad de esos años.

La Srta. Mac-Auliffe (1932), define al hombre del pueblo de la siguiente


manera:

Sin tener la pretensión de conocer a fondo la psicología propia del pueblo


chileno, puedo no obstante opinar que nuestros hombres tienen una
marcada tendencia a la imprevisión, casi podría decir que tienen un
espíritu versátil enemigo de posar sobre la realidad de la vida y de
reflexionar en la consecuencia de sus actos, en una palabra: revélase
irresponsable. (pág. 296)

Pero, ¿Qué factores incidían en esta realidad? La “visitadora social”


responde a esta interrogante a partir de la información recopilada en su
relación directa con el pueblo:

El tipo de hombre que consideramos vive materialmente de cualquier


modo, a la edad de 18 años ya ha dejado el hogar de sus padres y se ha
hecho hombre en la escuela práctica de la experiencia: recorriendo
tierras, barrios, faenas y patrones. Este género de vida le ha habituado a
vivir el día a día, así es como él despreocupado, confiado, afable,
halagüeño; ama la vida así, con todas sus inclemencias, y sólo se atiene al
momento preciso que vive. Vivir el momento, venga después lo que
viniere: he aquí el punto de vista. (Mac-Auliffe, 1932, pág. 296)

Según los estudios realizados por la Srta. Mac-Auliffe (1932), entre los
hombres del pueblo existían al menos dos grupos. Uno con oficio
especializado: obrero; y otro que vivía del trabajo en general: jornalero. El
obrero tenía un trabajo estable y a razón de ello lograba conseguir una
casita propia en un cité y su salario le permitía tener las condiciones

112
NI MADRES NI PADRES

higiénicas y materiales necesarias para él y su familia, ya que siempre


apoyado por su esposa lograban sacar adelante a sus hijos. El gran problema
─planteaba─ era que la mayor cantidad de los hombres del pueblo
trabajaban en lo que cae (el jornalero), de las ofertas laborales del mercado.
Su situación laboral era la siguiente:

Desempéñase él en cualquiera faena que sólo requiere brazos de fuerza;


trabajos de pavimentación, preparación de cimientos para
construcciones, traslado de cargas, excavaciones. Su trabajo es irregular y,
terminada una faena, es necesario que busque nueva obra, nuevo patrón.
Durante el invierno tiene trabajo en la ciudad, durante el verano el campo
lo siente bienvenido para la recolección de cosechas… está malo el
trabajo en el Norte, se viene al Sur; se compone el trabajo en el Norte,
para allá se engancha. La naturaleza de estos trabajos han hecho pues del
jornalero un tipo casi nómade, y esta condición especial de vivir sujeto a
la eventualidad de la faena para proveer a su subsistencia ha originado la
inestabilidad domiciliaria que constituye un rasgo tan característico de
nuestro pueblo. (pág. 290)

Para la Srta. Mac-Auliffe la irresponsabilidad del hombre se encontraba


directamente ligada al tipo de trabajo informal que provocaba que éste
recorriera tierras, barrios, faenas y patrones. En su necesidad de sortear sus
necesidades básicas y sobrevivir, debía desplazarse a lo largo y ancho del
país, habitando cada lugar por el tiempo que durara la faena. Como
resultado de esta situación, el hombre del pueblo solo se atenía al
momento preciso en que vivía, no le interesa formar una familia y tampoco
unirse en matrimonio con una mujer. Para él, su mayor preocupación era
su propia sobrevivencia y satisfacción que sorteaba cuando andaba errante
por los caminos. Este hombre, sin reflexionar sobre las consecuencias de
sus actos, se posicionaba frente a la vida desde la imprevisión pues no
tenía mayor responsabilidad que sobrevivir. Por eso la “visitadora” afirmó
que mientras éste no tomase conciencia de su responsabilidad social con
los hijos que engendra, ni con la o las madres de esos niños, siempre
provocaría una desarticulación de la vida en sociedad.

113
JAVIERA POBLETE VARGAS

Pero, bajo la mirada de médicos y “visitadoras” ¿Qué problemas sociales


traía consigo la irresponsabilidad del hombre en el mundo popular? A
partir de las revistas analizadas, hemos podido observar que en la relación
directa con el mundo popular y sobre todo con la mujer de pueblo, los/as
profesionales de la medicina y del servicio social concluyeron que este
fenómeno tenía las siguientes repercusiones sociales: a) afectaba
principalmente la constitución legítima/legal de los hogares del pueblo;
b) incidía en el abandono de las mujeres y de los hijos que habían nacido
de una unión generalmente espontánea e ilegítima; y c) al no tener
responsabilidades familiares (y aunque las tuviesen), los hombres tendían
a gastar su salario en alcohol, en el comercio sexual y en otros vicios;
situación que incidía en la proliferación de enfermedades venéreas y en los
problemas médicos de la herencia.

3.3.1 Las uniones libres

En relación al primer punto afirmaron que la situación del hombre


popular perturbaba la constitución de los hogares del pueblo. En primer
lugar porque para él, amar a una mujer era solo cuestión de hacerla suya,
sin importarle las leyes, ni las consecuencias que podían desprenderse de
una unión libre. Y en segundo lugar, porque su condición de hombre
errante conllevaba a que éste, tal como cambiaba de faena, cambiara
también de mujer. Es a razón de esto, que la Srta. Mac-Auliffe (1932),
expuso que para él:

Amar a una mujer es cuestión de hacerla suya, no se preocupa de las


leyes, mucho menos de la sociedad… los suyos han hecho ya otro tanto…
y, así se habitúa el hombre a hacer esas uniones libres que hacen que
Chile tenga ilegitimidad en el 37% de la población. Él cambia de barrio,
cambia de pueblo en busca de la faena del momento y, desgraciadamente,
también cambia frecuentemente de mujer. (pág. 296)

114
NI MADRES NI PADRES

Por tanto, para él, el acto de unirse con una mujer no tenía más sentido
que satisfacer su impulso sexual, sin considerar la responsabilidad social y
moral que era propia del acto sexual.

Muchas mujeres seducidas por los encantos de un hombre errante, caían


en la tentación de unirse sexualmente a él, sin esperar nada a cambio más
que sus promesas y falsos sentimientos. El problema era que a raíz de esto,
nada ni nadie podían garantizar que algún día esa unión se convirtiera en
legítima, legal y verdadera; pues el hombre popular no sentía la necesidad,
ni el deseo de quedarse junto a la mujer que había seducido con sus
encantos viriles. Aun cuando de su vientre naciera el fruto de ese amor
espontáneo: un/a niño/a (que por cierto, también sería abandonado/a por
su padre). Por este motivo, a la mujer del pueblo solo le quedaba esperar
que la “visitadora social”, por medio de su acción, intentara convencer a
ese hombre de su responsabilidad con ella y con sus hijos, para que éste
─por fin─ decidiera casarse con ella:

“Otras tienen el mismo anhelo que, desgraciadamente, no es


correspondido por el padre de sus hijos. A pedido de ellas trato de
persuadirlos, de despertar el sentimiento de su responsabilidad moral y
social, su deber de mantener y educar sus hijos. Vanos esfuerzos, las
respuestas evasivas me dejan comprender que ese hogar no se
constituirá nunca legalmente. Y así veo, no muy lejano, el sombrío
porvenir de una madre que no pudo resistir al cariño, abandonada con sus
pequeñuelos, agobiada por el peso de una familia…” (Fierro, 1929, pág. 262)

3.3.2 El abandono

En relación a esto, médicos y “visitadoras” concluyeron que de la


incapacidad del hombre por formar hogares bien constituidos, surgía el
segundo problema que hemos identificado en los diagnósticos: el
abandono. Tanto de la mujer/madre y de los hijos/as que nacían de esa
unión espontánea e ilegítima.

115
JAVIERA POBLETE VARGAS

Para las “visitadoras” (que fueron quienes desarrollaron de forma más


exhaustiva esta problemática), el abandono era un problema que tenía
origen en la falta de educación moral de los hombres y en la falta de
conciencia y responsabilidad social que guiaban sus actos. Sin embargo
afirmaron que este problema se agudizaba aún más en Chile, ya que por
ley, estaba prohibida la investigación de la paternidad. Hasta 193519, no
existió ningún código legal que obligara al hombre a hacerse responsable
de su descendencia y protegiera a los/as hijos/as nacidos/as de sus uniones
ilegítimas. A razón de esto se consideraba que la educación moral
implementada en las escuelas nunca sería suficiente para controlar la
forma de actuar del hombre popular si no existía la fuerza de una ley que
sancionara sus conductas erráticas. Por este motivo las “visitadoras”, los
médicos y los juristas de la época coincidieron en que éste era un
problema legal de vastas y fatales consecuencias para los niños y las niñas
del pueblo, ya que nunca recibirían el apoyo económico, social y moral
del padre. Y la madre, en el mejor de los casos, cargaría sola el peso de la
crianza de sus hijos/as. O bien, como en el mayor y peor de los casos,
abandonaría a sus hijos/as en las casa de expósitos e incluso, en alguna
pieza de conventillo. La señorita Mac-Auliffe (1932), explica esta
situación de la siguiente manera:

Mas, no basta que la escuela forme la conciencia para producir un


individuo moral, aunque su enseñanza se grabe con carácter indeleble en
la mente y el corazón, porque el hombre al avanzar en la vida cae
fácilmente en la res de una pasión y puede sacrificar sus ideales más
elevados y sus deberes más agrados en aras de ella; necesítase entonces
en la vida una fuerza que, si no es mayor que la convicción personal, es
en un momento dado la salvaguardia de ésta, y en último caso la
reparación. Esta gran fuerza es la legislación.

19
Ley 5750, de Abandono de Familia y Pago de Pensiones Alimenticias de diciembre
de 1935 y dictada por el gobierno liberal-conservador de Arturo Alessandri. (Illanes,
2006, pág. 418)

116
NI MADRES NI PADRES

Sabemos ya que transcurrió más de un siglo en nuestra vida de pueblo


independiente antes que en Chile se hiciese obligatoria la Instrucción
Primaria, pues bien, nuestra legislación concerniente a la familia, que es
la célula origen de la Nación misma, tiene vacíos que le impiden ser esa
fuerza que detenga al individuo antes de dar un paso, temeroso de sus
consecuencias, o que en el último caso le obligue a volver sobre sus pasos
y reparar los perjuicios que haya ocasionado a los seres dependientes de
él; por ejemplo: en Chile está prohibida la investigación de la paternidad
de modo que el hombre puede salvar su responsabilidad de haber
engendrado un hijo en su negativa de reconocer su paternidad.

Luego, no se conoce como el delito de abandono de la familia, de modo


que un padre que abandona a su mujer e hijos, en la práctica escapa sin
sanción alguna. (pág. 297)

A diferencia de la paternidad ilegítima, la paternidad legítima hacía más


fácil el reconocimiento de los hijos, pues se consignaba: que el hijo que
nace después de ciento ochenta días subsiguientes al matrimonio, se
reputa concebido de él y tiene por padre al marido (López, 1933). Por
tanto era casi imposible que el hombre se desligara de sus
responsabilidades. En consecuencia, si el hijo tenía padre conocido, existía
un organismo jurídico encargado de velar por el cumplimiento de sus
responsabilidades con su descendencia, porque de no hacerlo, se le
buscaba y penalizaba por: delito de abandono de familia.

El gran problema de la paternidad ilegítima, radicaba en que mientras no


existiera una declaración afirmativa, hecha bajo juramento, de un hombre
respecto de la paternidad; resultaba complejo, y hasta a veces imposible,
determinar quién era efectivamente el padre de la criatura si no se tenía
algún documento legal que ratificara este hecho. Por tanto, y según los
juristas de la época, si no existía una ley que facilitara la investigación de la
paternidad, se consentía que los padres ilegítimos gozaran de una
verdadera libertad respecto a sus deberes y obligaciones frente a relaciones
transitorias o permanentes que se desarrollan fuera de la ley (López,
1933).

117
JAVIERA POBLETE VARGAS

3.3.3 Enfermos y viciosos

Finalmente, como el hombre del pueblo tendía a vincularse de manera


espontánea con una y otra mujer, a no conformar una familia de manera
legal e incurrir en el abandono de los hijos que nacían de esa unión; es
que tendía a malgastar su dinero en las cantinas (donde el alcohol era el
mejor compañero de sus días), y en el comercio sexual. Desde la mirada
de los/as expertos/as, esta situación agravaba la realidad médica y social de
la época en la que reinaban la sífilis y la gonorrea.

Lo más dramático de esta situación era que el hombre de pueblo, muchas


veces borracho e infestado de sífilis, abusaba de sus hijas al interior del
conventillo, sin reparar en el daño que le provocaba y en el delito en el
que incurría. Su irresponsabilidad lo convertía en un grave peligro para
los/as hijos que habían nacido de sus uniones sexuales espontáneas. Esta
situación se retrata en un caso social de la siguiente manera:

Se presentó en la oficina de informaciones de la Escuela de Servicio


Social, la Madre de una chica de 11 años en la angustia y desesperación
más completa, casi trastornada, implorando la ayuda para salvar a su hija
que había caído en la desgracia de ser ultrajada por su propio padre.
Hecha la encuesta se constató que el hombre era sifílico y que ya había
sido condenado antes por incesto, fué expulsado de la casa por su mujer
quien considera en peligro sus demás hijas, y que prefiere vivir aún
pobremente sin su ayuda y trabajar sólo ella para mantener a su familia
compuesta de 8 hijos; para ese objeto se le han dado consejos y ayudado
en lo posible. (1927, pág. 182)

Con todos estos antecedentes, queda de manifiesto que para los médicos
y en especial para las “visitadoras sociales”, un hombre debía cumplir con
su deber de esposo y padre proveedor para lograr transformar el cuadro
clínico de la moral y de la pobreza que azotaban al país. El hombre debía
ser responsable de su descendencia, de su salud y de su vida. Debía
convertirse en el guardián económico de una familia en miras del
progreso de la nación. Debía renunciar a la prostitución y al alcohol, todo
para formar un hogar bien constituido (Rosemblatt, 1995).

118
NI MADRES NI PADRES

3.4 El binomio madre y niño 20

Ese niño nunca será huérfano, mientras su


madre, que un día lo odió sinceramente, pueda
vivir para él.
Luis Calvo Mackenna.

Para los médicos y las “visitadoras sociales”, el gran problema de las


mujeres del pueblo era que vínculo natural que las unía con los/as hijos/as
que nacían de su vientre, se había quebrado.

A su juicio, la ruptura del vínculo materno-infantil se veía reflejado en las


elevadas tasas de aborto (espontáneos y provocados por la madre), en el
abandono de menores en las calles, en hogares y hospitales de expósitos,
en la muerte de la madre al momento del aborto, del parto o en el
puerperio. Y se consideraba que todos estos elementos que separaban a la
madre del niño, tenían clara incidencia en las altas tasas de mortalidad
infantil que afectaban la realidad médico-social de la época. Pues, como
planteaba el pediatra Humberto Reccione (1935):

Todo lo que aleja al recién nacido de su madre implica para aquel un


sufrimiento y lo pone en grave peligro de muerte. (pág. 582)

Por este motivo los/as profesionales afirmaron que la maternidad era una
función social que debía ser regulada. La ciencia había demostrado que el
desarrollo vigoroso de un pueblo dependía principalmente de la calidad
de la semilla; y que cuidar y educar al niño desde la gestación hasta la
escuela y el taller, equivalía a velar activamente por los intereses y la salud
del cuerpo social (Fierro, 1929). Sin embargo, para los médicos Raúl
García y Moisés Díaz (1933) lamentablemente en Chile:

20 Parte de este capítulo ha sido publicado en el artículo de mi autoría: Poblete Vargas,


J. (2015). Políticas del amor materno, Chile 1927-1937. HYBRIS. Revista De Filosofía,
6 (2), 65–100. http://revistas.cenaltes.cl/index.php/hybris/article/view/89 (ISI)

119
JAVIERA POBLETE VARGAS

La escasa cultura de la gente del pueblo, las exigencias dentro del hogar,
el cuidado de una numerosa prole y, especialmente, el desconocimiento
de los conceptos más elementales de una maternidad consciente, ha
hecho que en nuestro país se pierdan numerosos niños, sea durante el
embarazo o en los primeros días del puerperio (pág. 272).

Como consecuencia de ello, el problema de la madre, del huérfano y en


particular, el quiebre del binomio madre-niño se convirtió en un
problema político y económico que fue abordado por médicos y
“visitadoras sociales” en numerosos artículos publicados en las revistas
médico-sociales. Allí reconocieron que solo restableciendo los lazos entre
ambos sería posible disminuir las cifras de mortalidad infantil que
amenazaban la salud del pueblo y la reproducción de la vida. Y por la
misma razón, se centraron en construir diagnósticos sobre la realidad
médico social/sexual de las mujeres del pueblo chileno, para explicar las
causas que daban origen a este mal. Para dichos efectos, y como
profesionales, debían ser capaces de responder a las siguientes
interrogantes: ¿Quién es esta mujer del pueblo? ¿De dónde viene? ¿A qué
dedica su vida?

Según los médicos y las “visitadoras sociales”, su contacto con el pueblo y


sobre todo con la mujer del pueblo (quien era la que más acudía a ellos en
busca de ayuda), les había permitido tener un conocimiento acabado
sobre su realidad ─incluso mayor de lo que ella sabía de sí misma. Esto a
razón de que, para solucionar sus males, debían tener conocimiento de
todas las causas que los habían provocado. Por tanto eran capaces de
describir claramente ─de manera objetiva─ a la mujer del pueblo.21

Así pues, en el artículo denominado “La formación del hogar en el pueblo


chileno”, publicado en la Revista Servicio Social el año 1932; la Srta.
Mac-Auliffe ─en base a su experiencia como “visitadora social”─ realizó un
21 En este apartado hablaremos muchas veces de “la mujer del pueblo” y no de “las
mujeres del pueblo” porque respetaremos la forma de escritura de los médicos y
las “visitadoras sociales”.

120
NI MADRES NI PADRES

diagnóstico completo sobre la vida del pueblo y en particular de la mujer.


Aun cuando ella reconoce que existen dos tipos de mujeres: la mujer del
obrero calificado y la mujer del jornalero, advierte que es la segunda la
que representa a la inmensa mayoría del bajo pueblo. En su artículo
expone sus características morales y la re-crea en su escritura:

Viene ella de un medio semejante al que pasó la infancia nuestro tipo (El
Jornalero), rancho o conventillo, y por razones de esta naturaleza ha sido
a temprana edad seducida, a veces ha tenido promiscuidad sexual, y en
todo caso lo corriente es que tenga uno o dos hijos, cada uno de distinto
padre.

(…) Es esta mujer el fiel reflejo del medio anti-higiénico de un conventillo:


desaseada, no tiene idea de organización ni manejo de un hogar, las
comidas se hacen a la hora que se puede; todo marcha así de cualquier
modo.

En cuanto a su preparación es analfabeta, sólo sabe, es decir, cree que


sabe lavar; para sí y los suyos ni aún esto hace regularmente, por pereza
en primer lugar, y por pobreza también, pues ordinariamente esta clase
de gente sólo tiene de ropa lo que lleva puesto.

Esta mujer no sabe coser, jamás ha podido adquirir una máquina, y se


atiene a la ayuda de la vecina, o compra ropa hecha a los semaneros, que
por la facilidad que dan, cobran 10 veces el valor de ella.

¿En qué pasa la vida nuestra mujer? En comadrerías con las vecinas,
comentando los amoríos o rencillas de medio vecindario, formando
número en las remoliendas semanales que nacen con la llegada de dos o
tres hombres que se han pagado.

No es alcohólica consuetudinaria, pero a menudo bebe más de lo que es


conveniente.

Es madre soltera que trata de encontrar un hombre que la mantenga,


sabedora que el hombre de su misma condición no vá a hacer de esto
cuestión de honor. (pág. 290)

121
JAVIERA POBLETE VARGAS

La Srta. Mac-Auliffe, destaca con negrita las características de esta mujer


dándole énfasis entonces a tres cuestiones centrales: a) la mujer del pueblo
es pobre y proviene del medio antihigiénico del conventillo, b) es
analfabeta y no tiene preparación alguna para trabajar y c) ha tenido
promiscuidad sexual y por lo general es madre soltera y tiene uno o dos
hijos de padres diferentes. En términos concretos, destaca que ésta es una
mujer que vive inmersa en un mundo donde la crisis económica y moral
(social/sexual) ha llegado hasta los lugares más recónditos de su cuerpo.

Pero ¿Cómo podrían incidir estos elementos en el quiebre del binomio


madre y niño? La “visitadora social” expuso en su artículo que esta mujer
comenzaba su vida conyugal o de unión libre con el jornalero a quien le
haya caído en gracia, sin tener preparación alguna y sin tener siquiera los
medios económicos suficientes para vivir. Motivo por el cual continuarían
viviendo en el conventillo. El problema ─planteaba ella─ era que en pocos
años la maternidad se multiplicaría y la pobreza se agudizaría, pues no
serían capaces de mantener a su descendencia. Entonces, según la
“visitadora social”, la mujer reaccionaba ante esta situación abandonando
a sus hijos o los obligaba a trabajar para sobrevivir. Por tanto ese vínculo
natural entre la mujer y los hijos, aquel que permite que la madre cuide y
atesore la vida de su retoño, se quebraba para siempre y los niños
quedaban expuestos a la miseria, al abandono y a la muerte.

La Srta. Mac-Auliffe (1932), en su diagnóstico, describe la reacción de la


mujer del pueblo de la siguiente forma:

(…) Su primera idea es encerrar algunos niños porque carece de medios


suficientes para alimentarlos; luego, si tiene un niño o una niña de 10
años lo emplea aunque sea por la comida únicamente; ella se arregla con
los menores y toma lavados para el pago del cuarto; en cuanto a la
alimentación piensa que pasarán de cualquier modo, como se pueda,
cuando no haya con qué hacer de comer, la vecina o la comadre siempre
son buenas personas, y en verdad una vecina o una comadre participan
siempre de lo poco que tienen a quien carece de ello.

122
NI MADRES NI PADRES

(…) Más tarde nuestra pobre mujer sabe que en tal o cual parte se
reparte alimentación, ropa o algo de dinero a los pobres, allá va ella con
sus hijos a pedir limosna. Pronto aprenden los hijos a conmover la piedad
con sus andrajos y corren detrás de la gente pidiendo un cinquito para
pan; no hay corazón para resistir al plañidero acento de un chico que tirita
de frío, y la buena gente le da, nó el cinco porque éste es escaso, sino el
diez o veinte (…). (págs. 291-292)

Así pues la “visitadora social” dejó en evidencia que las características de la


mujer del pueblo y por sobre todo su crisis moral, tenían clara incidencia
en el quiebre del binomio madre-niño. Por ello concluyó que mientras la
mujer del pueblo continuara viviendo su vida de ese modo, el resultado
sería claro: muchos/as niños/as deambularían por las calles pidiendo
limosna, llenarían los hogares de huérfanos y en el más trágico de los
destinos, encontrarían la muerte a sus cortos años de edad.

Lo significativo de todo esto, es que desde el punto de vista científico, la


crisis moral de las mujeres del pueblo no solo era el resultado de la
pobreza o de su falta de preparación, sino que estaba asociada
directamente a su comportamiento sexual o ─como planteaba la Srta.
Mac-Auliffe─ a su promiscuidad sexual. Por este motivo, médicos y
“visitadoras” establecieron que si la mujer del pueblo lograba idealizar su
instinto sexual, reconociendo que el fin de éste es la maternidad; entonces
no buscaría a un hombre para satisfacer sus deseos o impulsos sexuales.
Más bien, lo haría para conformar una familia a través del matrimonio y
cuidar de buena manera a los hijos que nacieran esa unión.

Es evidente entonces que para los médicos y las “visitadoras sociales”, el


problema del quiebre del vínculo natural entre la madre y el niño, era el
resultado de la forma de comportamiento social y sexual de la madre. La
mujer, guiada sólo por sus impulsos sexuales y por las leyes del amor,
desconocía su deber social como madre y toda responsabilidad frente a su
hijo. Desconocía, según el Dr. Eduardo Rioseco (1934) que las mujeres:

123
JAVIERA POBLETE VARGAS

Son sólo los medios de que se vale la naturaleza para que ellas lleguen a
ejercer la noble y bella función maternal, dentro del matrimonio. (pág.
324)

La mujer —a su parecer— no había sometido su instinto sexual al juicio


de la conciencia y al poder de la voluntad (Rioseco, 1934, pág. 324). No
entendía que el fin de su acto sexual era engendrar vida dentro del
matrimonio. Ella tenía un comportamiento sexual desenfrenado y como
resultado de ello, muchas veces acababa sola, con un hijo huacho en su
vientre al que odiaba sinceramente pues veía en él la expresión más clara
de su miseria. Por esta razón buscaba todas las instancias para deshacerse
de él.

El médico Luis Calvo Mackenna (1928), en la revista Servicio Social,


retrata este problema en un artículo donde expone su encuentro con una
mujer del pueblo que acudía a la casa de huérfanos para abandonar a su
hijo:

—Tengo, señor, —empezó diciendo, — un hijo recién nacido que no


puedo guardar a mi lado porque vivo de mi trabajo y debo abandonar mi
casa durante todo el día. No tengo padre, ni madre, ni familia en quien
confiar a mi hijo mientras deba separarme de él. Vengo a rogarle me de
su autorización para internarlo en la casa de huérfanos. Puedo pagar por
este gran servicio una pequeña cuota mensual que Ud. podría indicar.
(pág. 200)

Para él, este caso representaba una de las tantas tragedias morales que eran el
fruto inevitable de las leyes del amor (Calvo Mackenna, 1928). La joven,
villanamente burlada por el hombre que la abandonó en el momento en
que su vientre fue fecundado, se rebelaba ante el destino y su deber social.
No quería ella a su hijo, pues veía en él al hombre hacia quien había
engendrado el mayor de los odios y los desprecios. Ella no quería casarse,
tampoco quería recibir nada de él. Por eso, siendo huérfana de infancia,
sin familia, sin padre, ni madre en quien confiar a este nuevo ser, acudía al
hogar para dejar a su hijo y luego pagar con su trabajo una cuota mensual

124
NI MADRES NI PADRES

por dicho servicio. Según el médico: la madre no había despertado aún. En


ella había surgido la amante envenenada por el engaño, que deseaba
alejarse a toda costa de ese hijo:

(…) Era, en definitiva, el mismo caso de siempre: la niña hermosa e


inexperta, huérfana en plena juventud, adorada de su prometido, a quien
todo otorga, porque, nada, al fin, puede negar a un ser tan bueno, tan
noble y tan generoso; bondad, nobleza y generosidad que, como tantas
veces, han de durar hasta el momento en que no es posible retardar más
un matrimonio que emplaza un embarazo que avanza con incontenible
rapidez. Un día el novio desaparece; y viene después aquel otro día en
que un niño viene al mundo y en que se inicia la nueva etapa del drama
que destruye toda ilusión, que amarga toda una vida y que destroza todo
un porvenir y toda una esperanza, sembrando en tantas almas un germen
de rebelión y de protesta ante los severos designios del destino.

Adiviné, en el caso que referimos, que aquella infeliz madre abrigaba para
su antiguo prometido y padre de su hijo, el mayor de los desprecios, el
más violento de los enconos, la más invencible repugnancia. Rechazaba
indignada, cualquier insinuación que la condujera hacia el matrimonio,
rechazaba con mayor indignación aún cualquiera idea de ayuda
pecuniaria del padre de su hijo; no quería nada, nada de él.

Poca importancia tendrían estos antecedentes si no dijera que en el curso


de nuestra conversación, en muchos y variados detalles, pude observar
que aquella madre, villanamente burlada, veía en su hijo, no al fruto
recién nacido de sus entrañas, sino al padre de su hijo. Sin sentirlo aún
suyo, ni carne de su carne, ni alma de su alma, odiaba en él al hijo de un
miserable. Surgía y se rebelaba en ella la amante abandonada, la
prometida envenenada por el engaño. La madre no había despertado
aún. Por eso deseaba a toda costa alejarse de aquel niño que encarnaba
las amarguras y las penas de un gran amor que se había trocado en odio
profundo. (págs. 200-201)

Esta joven mujer ¿Podía atesorar la vida de su hijo? ¿Podía mantenerlo a


su lado y brindarle todas las condiciones necesarias para evitar el fatídico
desenlace del abandono o de la muerte? Al parecer no. El escenario social
del cual era la protagonista, era adverso. La mujer no estaba preparada
para recibir a ese niño, pues no tenía la educación moral, ni las

125
JAVIERA POBLETE VARGAS

condiciones materiales para proporcionarle el mejor de los cuidados. No


tenía dinero, ni tampoco un hombre que contribuyera en la crianza de su
hijo. Peor aún, en ella no había despertado la madre, la mujer de espíritu
bondadoso que ve en su hijo su realización personal. De manera
contraria, solo había sumido su deseo en el voluptuoso acto sexual con un
hombre que nunca se preocupó de asegurar su futuro ni el de su hijo.

Así pues, a partir de estos artículos y a partir de las revistas analizadas,


podemos establecer que para los médicos y las “visitadoras sociales”
existían al menos tres factores importantes que explicaban el quiebre del
binomio madre-niño: 1) las condiciones de vida de las mujeres; 2) el
problema del niño ilegítimo; y 3) el problema del instinto maternal en las
mujeres del pueblo. A su parecer, todos estos factores, tendrían directa
relación con la crisis económica y moral social/sexual de la mujer del
pueblo que aún no reparaba en la importancia que tiene su rol materno
para la sociedad chilena en una época de crisis. A continuación veremos
cómo los médicos y las “visitadoras sociales” explican la relación de cada
uno de estos factores con el quiebre del binomio madre y niño.

3.4.1 Las condiciones de vida de las mujeres

Para los médicos y las “visitadoras sociales” las condiciones de vida de las
mujeres incidían directamente en el quiebre del binomio madre-niño.
Puesto que ella, al no poseer los medios económicos suficientes para
mantener a sus hijos, se veía en la obligación de abortar o de
abandonarlos en un hogar de huérfanos, de expósitos o en hospitales. Y
en el peor de los casos, al interior de una pieza oscura y húmeda de un
conventillo.

La “visitadora social” Luisa Fierro Carrera (1929), explica la relación que


existe entre la pobreza y el abandono o muerte de los niños y las niñas del
pueblo de la siguiente manera:

126
NI MADRES NI PADRES

En el ejercicio de mi tarea he podido apreciar de muy cerca la inmensa


miseria humana; muchos y profundos dramas familiares; madres
abandonadas; hijas sin hogar que imaginan que, para volver al techo
paterno, necesitan hacer desaparecer el fruto de sus fugitivos amores;
niños muertos prematuramente por ignorancia y por pobreza, más que
por maldad; caídas dolorosas ocasionadas, las más de las veces, por la
inexperiencia y que, sin embargo, pesarán fatídicamente sobre el hijo que
es abandonado o muerto, y sobre la madre que rodará poco a poco al
abismo durante toda una vida; trágicas escenas toda estas que viven
muchas familias obreras en los momentos de crisis económica y moral
que les significa ordinariamente la llegada del hijo. (pág. 254)

Por su parte, Ismael Valdés Valdés (1928), un renombrado político de la


época22, dictó una conferencia en la Escuela de Servicio Social
denominada “El Huérfano”, que fue publicada en la revista Servicio
Social en 1928. Allí estableció que la pobreza era un factor determinante
para que las mujeres asesinaran a sus hijos:

Muchas veces, basta que en el momento mismo del nacimiento, la madre


desesperada por la miseria, o por la situación de desprecio que se le crea
extienda su mano sobre la boca del recién nacido para suprimir la viva y
acusadora manifestación de su caída (pág. 191)

De la misma manera, agregó que la pobreza de las mujeres del pueblo


contribuía directamente en el abandono:

Las mujeres que salen de la maternidad y para las cuales un niño es de


muy pesada carga para la vida, los llevan a la Casa de Huérfanos, los
abandonan en el pórtico de una Iglesia y, en ocasiones en la puerta
misma del establecimiento que las ha albergado (Valdés, 1928, pág. 191).

El problema de las mujeres del pueblo era que la miseria obstaculizaba sus
posibilidades de criar sanamente a su hijo o hija. Por eso, aun cuando

22 Hemos citado su conferencia pues ha sido presentada en la Escuela de Servicio


Social y ha sido publicada en la Revista Servicio Social. De lo que se extrae, que éste
representa en gran medida el pensamiento de las “visitadoras sociales” de la época.

127
JAVIERA POBLETE VARGAS

algunas luchaban por mantenerlos a su lado, llegaba un momento en el


que debían dejarlos en un hogar de expósitos para que pudieran
sobrevivir. Como consecuencia de ello, aumentaba la mortalidad infantil:

Se tiene que producir muchas veces una horrible lucha entre el cariño
maternal que hacia el hijo se inicia y la expectativa de la miseria, la
escasez de alimento, de la falta de hogar, lucha que aleja el momento del
abandono hasta el último instante, hasta aquel en que la vida del niño se
escapa, produciéndose así esa enorme mortalidad que es el escollo de
todas las casas de expósitos. (Valdés, 1928, pág. 191)

A través de estos ejemplos, médicos y “visitadoras sociales” concluyeron


que la pobreza afectaba por completo la unión entre la madre y el niño.
Por esta razón, resultaba necesario preocuparse de la mujer del pueblo y
sobre todo de la mujer sin hogar. Solo así se podría evitar que ella tuviese
la tentación de asesinar o de abandonar a su hijo:

Para ello es necesario preocuparse de la mujer sin hogar que tiene un hijo
y a la cual hay que evitarle la tentación de suprimirlo, ya sea haciéndolo
desaparecer antes del nacimiento o ya sea arrojándolo al torno de la Casa
de Expósitos.
Para esto es indispensable, en primer lugar, reaccionar contra la
tendencia cruel como inhumana de perseguir a la mujer que se
encuentra en las situaciones indicadas, como si fuera una fiera dañina a la
cual hay que cerrarle todas las puertas, en vez de procurar que se
mantenga con respecto de su hijo en aquel contacto que la naturaleza
exige. Hay que evitarle que siga el camino que principia por el torno de
los expósitos para el infeliz que de nada es responsable y que termina
para la mujer en la más completa degradación. (Valdés, 1928, pág. 190)

Con esto quedaba claro que mientras existieran las condiciones necesarias
para que la mujer desarrollara su tarea maternal; la relación entre ésta y su
hijo se afianzaría. Así, la vida del niño quedaría asegurada junto con el
porvenir de todo el cuerpo social. De no ser así, el quiebre del binomio
madre y niño seguiría siendo parte de la realidad médico social/sexual de
la época.

128
NI MADRES NI PADRES

3.4.2 El problema del niño ilegítimo

Para los médicos y las “visitadoras sociales” los niños y niñas que nacían
de la unión ilegítima entre un hombre y una mujer, eran los que por lo
general, corrían la suerte de vivir lejos del seno materno.

¿Pero por qué afirmaron esto? Porque en base a las estadísticas realizadas y
en base a los estudios sobre la realidad médico social del pueblo chileno,
corroboraron que estos niños y niñas eran los que llenaban los hogares de
huérfanos, los que principalmente deambulaban por las calles y los que
morían a temprana edad. En sus diagnósticos, los médicos y las
“visitadoras sociales” coincidieron en que las uniones ilegítimas entre
hombres y mujeres del pueblo tenían bastas y fatales consecuencias en el
vínculo que unía naturalmente a la madre con el niño o la niña que nacía
de ellas. Principalmente porque se consideraba que la falta de
responsabilidad del hombre con su descendencia, contribuía en que las
mujeres del pueblo asumieran solas el rol de la crianza, mientras que él se
mantenía en total misterio. El problema de ello era que las malas
condiciones de vida, la falta de educación y la pobreza en la cual se
encontraban inmersas las mujeres del pueblo, las obligaba a abandonar a
sus hijos/as en los conventillos, en los hogares de expósitos o en los
hospitales. Y peor aún; muchas veces las obligaba a suprimir la vida del
hijo o la hija que engendraban poniendo en peligro su propia vida:
Por lo general, el niño ilegítimo no cuenta sino con su madre; para ésta, el
hijo representa siempre una carga y casi siempre es la desgracia, dentro
de nuestra actual legislación. La madre soltera es una mujer repudiada en
su casa y en el medio social. Debe trabajar para subsistir y para que
subsista su hijo y, por lo tanto, debe destetarlo y abandonarlo a manos
mercenarias que, por lo general, no tienen preparación ni interés especial
en cuidarlo. Destete prematuro, mala alimentación, abandono. Pero no
es esto todo, lo que sería si siempre naciera este fruto de un amor fuera
de la legalidad, pero es que en la mayor parte de los casos no nace y
tenemos la aparición de un tremendo problema social, cual es el del
aborto criminal, causa de gran mortalidad entre las mujeres y de gran
disminución de la natalidad. Varios problemas que resolver se perfilan.
(Recchione, 1935, pág. 578)

129
JAVIERA POBLETE VARGAS

Lamentablemente, como planteábamos en el capítulo anterior sobre la


irresponsabilidad del hombre del pueblo, en Chile no existía ninguna ley
que obligara al hombre a hacerse cargo de su descendencia, por eso:

Reaccionando contra este doble error, la sociedad, movida por un


sentimiento de justicia hacia la mujer, comienza a exigir que el padre
asuma las consecuencias totales de su conducta; movida por un
sentimiento de justicia hacia la mujer y el niño, empieza a buscar los
medios para impedir que se rompa el vínculo natural entre la madre y el
hijo (Valdés, 1928, pág. 190)

A propósito de ello, los médicos y las visitadoras coincidieron en que la


forma correcta de traer un/a niño/a al mundo era al interior de una
familia bien constituida, legalizada por el Estado a través del matrimonio
Civil. Porque como habían podido observar, la unión ilegítima
─generalmente─ convertía en huérfanos al niño o la niña que nacía de ella.

Ella y él se aman de verdad, pero el fruto de ese amor, ese tierno lazo que
consolida la unión de dos corazones, es precisamente el gran obstáculo
que destruye la dulzura ya gustada de un hogar en ciernes, que acarrea la
imposición de una cruel separación y que ha de convertir en <<huacho>>
al pequeñuelo que podría ser hijo de honrada familia si aquella unión
fuera sancionada por las leyes humanas y divinas (Calvo Mackenna, 1928,
pág. 207)

Por tanto concluyeron que mientras siguieran existiendo uniones


ilegítimas y mientras se continuara manteniendo en secreto la identidad
del padre de los niños que nacían de ellas; los hombres continuarían
gozando de una absoluta libertad que obligaría a las mujeres a separarse
de sus hijos.

130
NI MADRES NI PADRES

3.4.3 El problema del instinto maternal en las mujeres del


pueblo

Llegamos pues al último factor que ─a juicio de los médicos y las


“visitadoras sociales”─ era una de las causas más importantes que
provocaba el quiebre del vínculo natural entre la madre y el niño: el
problema del instinto maternal en la mujer del pueblo.

Pero para ellos/as ¿La mujer nacía con el instinto maternal o este se
formaba en su interior a lo largo de su existencia?

Según los/as profesionales, el instinto maternal era parte de la biología de


la mujer. La naturaleza le había dado a su cuerpo un instinto
maternal/natural que la llevaba a proteger la vida de su hijo. El problema
era que en el pueblo, la mujer no había conseguido despertar en su
interior a la madre que llevaba dentro, porque vivía en un mundo sumido
en una crisis moral sexual sin los medios económicos para cuidar a su
hijo/a. Así pues, la naturaleza de la mujer quedaba oculta detrás del telón
de la pobreza. Por eso no era extraño que una mujer del pueblo ─con
brutal indiferencia, decían─ abandonara o maltratara a sus hijos. A razón
de ello consideraron que era necesario que la sociedad en su conjunto y
todas las instituciones, se enfocaran en desarrollar el instinto maternal en
la mujer del pueblo, para impedir que ésta se separara de su hijo/a y
olvidara para siempre su deber natural dentro de la sociedad y del
matrimonio: la maternidad.

En concordancia con lo expuesto, el problema del instinto maternal en las


mujeres del pueblo se convirtió en una gran preocupación para los
médicos y las “visitadoras sociales”. En sus artículos reconocieron el
impacto, e incluso el miedo, que les provocaba estar en contacto con la
mujer que llegaba al hogar para abandonar a sus hijos con la más absoluta
frialdad. Un ejemplo de ello, es el testimonio del médico Luis Calvo
Mackenna (1928), quien planteó que para él resultaba sorprendente:

131
JAVIERA POBLETE VARGAS

La pasmosa, desconcertante y brutal indiferencia con que las madres del


pueblo acuden para abandonar definitivamente a sus niños, muchas
veces de varios meses de edad, en las puertas del enorme asilo; la
tranquilidad inconcebible con que insisten para que les sean aceptados;
la frialdad aplastante con que los ven desaparecer para siempre de su
vista, como una cosa que dan porque de ellas es; la terrible naturalidad
con que reclaman el paletocito tejido y los botincitos de punto que al
niño abrigaban, todo sin un gesto de remordimiento, de compasión, ni de
dolor (pág. 203)

De la misma manera, la “visitadora social”, Luisa Amunátegui, describió


su experiencia frente a estos casos:

Recordábamos también la impresión moral de pena, hasta de susto, que


nos produjeron las primeras madres que vimos llegar a la oficina de
Informaciones de nuestra Escuela, para solicitar, lisa y llanamente, que les
«encerraran» en alguna parte a sus niños para poderse ocupar, pues con
ellos todas las puertas les estaban vedadas. «¿Pero, cómo es posible que
Ud., madre de esta criatura, que la ha amamantado con su leche, quiera
desprenderse de algo que es tan suyo? » «Qué quiere señorita, así no
encuentro ninguna ocupación y no tengo ni familia, ni vecinos que
quieran hacerse cargo de ellos y no tengo tranquilidad para dejarlos solos
en el día». (Amunátegui, 1929, pág. 230)

Por ello y como resultado de sus investigaciones, médicos y “visitadoras”


afirmaron que la mujer del pueblo tenía un instinto maternal
rudimentario. Éste no les permitía desarrollar ningún afecto hacia el niño
o niña que había nacido de sus entrañas, ni tampoco un mínimo
sentimiento de piedad por su vida. Según los/as profesionales, sus años de
trabajo en contacto directo con el pueblo chileno, les habían permitido
observar que era muy frecuente que las mujeres maltrataran a sus hijos sin
sentir ─al menos─ un poco de culpa por su propio comportamiento. Para
ellos/as esta situación ponía en peligro al niño o a la niña y por lo mismo,
muchas veces resultaba necesario separarlo de su madre para que ésta no
lo condujera al trágico destino de la muerte.

132
NI MADRES NI PADRES

El médico Luis Calvo Mackenna (1928), describe esta situación de la


siguiente manera:

Con mucha frecuencia se lee entre nosotros conceptos errados respecto


de la bondad de las madres de nuestro bajo pueblo. Es verdad, es muy
cierto, y es muy natural, por otra parte que la inmensa mayoría de
nuestras madres pobres poseen un alto grado de afección para sus
tiernos hijos. Una excepción generalizada de este hecho, constituiría una
aberración de la naturaleza que no ha clavado sus garras en nuestro bajo
pueblo. Sin embargo, los que en policlínicos, hospitales, gotas de leche,
asilos, orfelinatos, etc., hemos vivido durante años en contacto, en
verdadero contacto con el pueblo, aquel pueblo inculto y miserable del
arrabal y del suburbio, sabemos allí de madres que castigan la pequeña
desobediencia de un niño que empieza a andar, con horas de oscuro
encierro, a ración de pan y a ración de agua; sabemos que el látigo,
enrollándose en una tierna cabecita y haciendo sangrar el rostro con el
duro nudo de su punta, pretende de correctivo de una falta insignificante;
sabemos que la gruesa tranca de una puerta rompe muchas veces la
cabeza tierna que forjó una locura inocente; sabemos, por fin, que si
labiecitos airados prorrumpen en una queja violenta contra aquel trato
inhumano, pueden has ser infernalmente sellados con la plancha
candente o con la brasa que el brasero aquella misma plancha caldeó .

No digo que estos hechos sean tan frecuentes, pero sostengo que no son
tan excepcionales como generalmente se piensa. Esas madres
desnaturalizadas , capaces de tan tremendos rigores para con sus tiernos
hijos, tiene, como se comprende, un instinto maternal rudimentario y si
tratan al hijo ya crecido de pocos años de edad, como si no existieran en
ellas ni los lazos de sangre, ni los impulsos del más elemental sentimiento
de piedad humana, el recién nacido, esa nueva complicación y esa nueva
carga que se atraviesa en la senda de su escabrosa y miserable vida, ese
nuevo ser que ni siquiera sienten que a ellas pertenece y al cual no les
une ni la sombra de un afecto, debe ser y ha de ser alejado y colocado en
cualquier parte. (pág. 204)

A razón de estos antecedentes quedaba en evidencia que la madre no


había despertado en la mujer del pueblo. Ella poseía aquel instinto que la
naturaleza le había brindado, pero su falta de educación moral y sus

133
JAVIERA POBLETE VARGAS

condiciones de vida miserables provocaban que éstas vieran a sus hijos


como el origen de todos sus males. Por ello resultaba necesario:

Proporcionar a estas mujeres la seguridad de la vida y de la alimentación


conveniente durante unos cuantos días en compañía de sus hijos,
enseñarles a cuidarlos racionalmente, dejar tiempo para que se
fortalezcan los lazos naturales entre ambos, dará por resultado que
conserven a sus pequeñuelos en vez de entregarlos a la muerte casi
segura. (Valdés, 1928, pág. 191)

Por esta causa, concluyeron que era necesario que la mujer del pueblo
recibiera toda la educación necesaria sobre la maternidad, para que
desarrollase ese vínculo natural que la unía a su hijo. De ese modo, las
cifras de abandono, de maltrato y de mortalidad infantil se reducirían
considerablemente en el país y encaminarían a la sociedad al progreso y la
modernidad.

Con todos estos antecedentes podemos concluir que para los médicos y
las “visitadoras sociales”, la forma de comportamiento social y sexual de la
mujer del pueblo, su pobreza y su falta de conocimiento sobre su deber
natural de madre eran la causa más importante del quiebre del binomio
madre-hijo. Lo significativo es que aun cuando reconocieron el grado de
responsabilidad que la mujer tenía en este problema, también
diagnosticaron que ella era víctima de una sociedad que no le brindaba las
condiciones necesarias para poder desarrollar su instinto maternal. Por lo
tanto, concluyeron que era necesario que los médicos y las “visitadoras
sociales” asumieran la ardua labor de orientar a la madre, víctima del
destino, de la forma más rápida y precisa (Calvo Mackenna, 1928), para
que ésta no abandonara a sus hijos. Para que despertara en su interior el
instinto maternal que la naturaleza le había entregado. De esta manera, el
problema del quiebre de binomio madre niño quedaría resuelto cuando la
madre del niño, que un día lo odió sinceramente, pudiera vivir para él.

134
NI MADRES NI PADRES

3.5 Los vicios

En los diagnósticos realizados por los médicos y las “visitadoras”; los


“vicios” fueron considerados uno de los tantos factores que destruían la
vida del hogar. Éstos provocaban que los padres, ya sumidos en la
inmoralidad, perdieran la noción de la responsabilidad:

“La inmoralidad y el vicio de los padres, hace perder la noción de los


deberes y también destruye la vida del hogar, con sus fatales
consecuencias.” (Gajardo, 1929, pág. 203)

Tal como hemos observado anteriormente, la destrucción del hogar tenía


─para los/as profesionales─ graves repercusiones sociales y económicas
dentro del pueblo; pero también fue considerado como un factor que
acrecentaba las tasas de abandono y mortalidad infantil. Por este motivo
el abuso de alcohol y estupefacientes dentro del pueblo, sumada a su
inmoralidad y falta de educación moral/sexual de los hombres y las
mujeres, se convirtió en un grave problema médico social que debía ser
abordado con rapidez para evitar la desintegración de los hogares del
pueblo con sus graves repercusiones en su vida y su salud.

En esos años, la gran preocupación por la herencia biológica incitó a


los/as intelectuales a buscar las reglas eugenésicas que aseguraran el
porvenir de la raza en las mejores condiciones materiales y morales. El
gran problema era que de acuerdo a sus investigaciones y a las estadísticas
existentes, los médicos y “visitadoras” habían comprobado que el
alcoholismo y el consumo de estupefacientes era un hábito que, en el
pueblo, se traspasaban de generación en generación a través de la herencia
genética. Como consecuencia, los vicios moldeaban a los nuevos seres
humanos y los llevaban a su propia decadencia. Y finalmente, a la
degeneración total de la raza. Por este motivo y con el propósito de
asegurar el progreso del Estado y la nación, debían erradicar los vicios y

135
JAVIERA POBLETE VARGAS

educar a la población sexual y moralmente para que evitaran la


propagación de estos problemas médico-sociales.

En lo que respecta a esta cuestión, la ciencia había indicado que a


diferencia de un accidente en el elemento congenital que conforma las
características del ser humano desde su fecundación en la vida intra-
uterina (y que por tanto afecta a una sola persona); un accidente en el
elemento hereditario ─es decir, en los caracteres que resultaban de la
estructura de los elementos sexuales─, provocaba graves repercusiones en
la vida de todo un grupo familiar. Inclusive, podía convertirse en un
factor que impulsaba a los sujetos, casi fatalmente, al crimen. Por eso
aseveraron que mientras no existiera educación, higiene y condiciones
morales capaces de contrarrestar los efectos de la herencia de los padres
viciosos; el progreso de toda la colectividad quedaría expuesto al fracaso.
El gran conflicto era que, como hemos visto, los hogares del pueblo no
gozaban de las condiciones necesarias para contrarrestar los efectos de la
herencia de alcohólicos, drogadictos, delincuentes y prostitutas.

Según las estadísticas, el alcoholismo era en uno de los principales vicios


de la gente del pueblo. Sobre todo en la población masculina que
encontraba en el alcohol un anestésico que le permitía ─al menos por un
tiempo─ olvidar su miseria, su salario indigno, su vivienda inmunda, el
hambre y el frío. En efecto, era altamente probable que hombres y
mujeres del pueblo tuvieran relaciones sexuales en estado de embriaguez,
sin reparar en las consecuencias o en los problemas sociales que podían
surgir de estas conductas. De hecho, como la teoría de la herencia había
afirmado que la genética influía en la propagación de los vicios entre la
población; los hijos de alcohólicos eran y seguirían siendo ─por
consecuencia─ el producto de los males sociales y morales del pueblo que
provocaría la decadencia de toda la sociedad. Una que lentamente se
hundiría en el mundo de las perversiones y los vicios.

136
NI MADRES NI PADRES

Por tal motivo quedaba en evidencia que el alcoholismo se estaba


apoderando del cuerpo de futuras generaciones de hombres y mujeres.
Según los médicos y “visitadoras sociales”, mientras el pueblo no tuviera
los medios económicos para transformar su realidad; sería incapaz de
constituir una herencia genética que le permitiera conducir a la especie
humana hacia la máxima expresión de la raza. Pues solo bastaba una
intoxicación pasajera en los padres al momento de concebir a una
criatura, para que ésta terminara sumida en la desgracia:
El alcohólico engendra idiotas, epilépticos, escrofulosos y criminales y hay
que notar que una intoxicación pasajera de los progenitores basta para
que el ser procreado en este estado tenga tendencias a la enfermedad, a
la degeneración, a la criminalidad. (De Bray, 1933, pág. 148)

Y al mismo tiempo, tenía como resultado la locura moral del hijo. Según
L. De Bray (1933):

En varios casos, se ha podido comprobar que la locura moral de algunos


niños de una familia, por lo demás sana y bien equilibrada, se puede
explicar por el hecho de que fue concebido en momento de embriaguez
de los padres. (pág.149)

Junto con esta situación, y como resultado de su estudio, la “visitadora


social” pudo observar que el alcoholismo de los padres era un factor
hereditario que promovía el alcoholismo entre los jóvenes e incidía
directamente en la delincuencia juvenil. Sus dificultades intelectuales,
provocadas por el alcohol, no les permitían buscar otras opciones para
ganarse la vida:

Entre los factores hereditarios cuya influencia se nota en un número muy


subido de casos que hay que citar en primer lugar al alcoholismo. Según
las estadísticas hechas en diversos países, se ha comprobado el
porcentaje elevado de alcohólicos que existe entre los delincuentes, aun
entre los adolescentes. Además, las taras físicas e intelectuales que son el
triste patrimonio de los hijos de alcohólicos son causa de incapacidad o
dificultad en ganarse la vida y predisponen, por consiguiente, a los
delitos. (De Bray, 1933, pág. 148)

137
JAVIERA POBLETE VARGAS

En esta misma línea de análisis, el médico Salvador Allende (1939),


reconoció en su investigación sobre la “realidad médico-social chilena”,
que el alcoholismo era un factor que tenía graves repercusiones en la vida
del pueblo. De hecho afirmó que el estado de ebriedad de uno de los
padres en el momento de la concepción, era suficiente para afectar el
producto de ese acto sexual:

Igualmente es útil dejar constancia que muchas veces el acto de la


concepción se verifica estando, por lo menos el padre en estado de
embriaguez, y son conocidos los efectos que tiene la intoxicación
alcohólica aguda y también la crónica sobre el producto de la concepción.

La herencia alcohólica determinada por la influencia del tóxico en las


células sexuales de ambos padres, o de uno de ellos, se distingue, desde
el punto de vista de los caracteres físicos, por diversos tipos de distrofias y
aún monstruosidades. Como caracteres mentales de ella hay que anotar:
el retardo mental, la idiotez, debilidad moral, propensión a la neurosis
(histeria, epilepsia, dipsomanía, etc.)

De una encuesta relatada por el Dr. Grove en un discurso pronunciado en


el Senado en 1937, anotamos:

En 219 hijos de padres bebedores ocasionales hubo 2,3 % de heredo


alcohólicos.

En 130 hijos de padres bebedores moderados hubo 4,6% de heredo


alcohólicos.

En 67 Id. Habituales hubo 9%

En 53 hijos de ebrios consuetudinarios, 19%

La tuberculosis también pesa más duramente sobre los hijos de los


alcohólicos.

Según Knopf, el 8% de los hijos de padres bebedores ocasionales fueron


tuberculosos; 15% de bebedores habituales; 21,7% de los ebrios
consuetudinarios. (Allende, 1939, pág. 121)

138
NI MADRES NI PADRES

De la misma manera L. De Bray reconoció que:

El abuso de los estupefacientes, morfina, cocaína, etc., aniquila


completamente el sentido moral de los que se entregan a estas drogas, y
en cuya descendencia se encuentra una proporción subida de débiles,
tuberculosos e idiotas. (De Bray, 1933, pág. 149)

El costo social de la herencia de alcohólicos se traducía en el espectáculo


de la decadencia de la raza. Mientras el pueblo vicioso continuara
reproduciéndose, los efectos serían evidentes en su descendencia. Por
medio del acto sexual se transmitirían todos los males de la sociedad que
engendraría alcohólicos, anormales, prostitutas, vagabundos, mendigos,
inválidos…:

Para darse una idea de lo que cuesta a la sociedad la descendencia de


alcohólicos, basta recordar los dos casos siguientes, tan típicos que los
citan a la mayoría de los especialistas en criminología. La familia Yuke ha
dado nacimiento a 106 vagabundos, 206 mendigos, 181 inmorales, 76
criminales y solamente 140 personas de quienes se supone que fueron
honradas. La familia Halikak ha tenido 2.000 descendientes, de los cuales
1.500 son conocidos y entre los cuales cuentan 197 delincuentes, 300
mendigos y vagabundos, 440 inválidos, alcohólicos y anormales, muertos
de enfermedades debidas a la mala conducta, 50 prostitutas, 300
muertos a corta edad y 213 personas solamente de quien se supone que
eran honradas. (De Bray, 1933, pág. 149)

Así pues, con estos antecedentes se demostró que el comportamiento


sexual desenfrenado de los sectores populares, sumado a sus vicios;
promovían la generación de una raza enferma e inmoral. Pero además
causaban un aumento de las tasas de mortalidad y morbilidad al interior
del país. Por este motivo fueron revelados por el discurso científico como
factores que daban forma al cuadro clínico y de la miseria popular.
Lamentablemente, los vicios del pueblo junto a su crisis moral/sexual,
ponían en riesgo la estabilidad política y económica del país.

139
JAVIERA POBLETE VARGAS

En suma y a partir de estos diagnósticos, se puede inferir que ─de acuerdo


a los postulados científicos de la época─ la familia fue entendida como la
célula de la sociedad que era capaz de garantizar una transformación de la
realidad sexual popular y disminuir los niveles de alcoholismo y consumo
de estupefacientes. En primer lugar porque promovía la responsabilidad
social y sexual de sus integrantes y por lo mismo, impedía que éstos
gastaran su dinero en alcohol y drogas. En segundo lugar, porque el
hombre y la mujer unidos en matrimonio, tendrían hijos en condiciones
óptimas y gracias a ello, disminuirían los efectos de la herencia genética
generación tras generación. Así el progreso de la nación y el
perfeccionamiento de la raza quedarían garantizados.

3.6 Las enfermedades venéreas

El cuadro clínico de la miseria popular también se manifestaba en la


propagación de las enfermedades venéreas que amenazaban la vida de
hombres, mujeres y niños que nacían de una madre infectada.

Por medio del acto sexual espontáneo e ilegítimo entre hombres y


mujeres, la sífilis y la gonorrea se preparaban para invadir los cuerpos
desnudos, inmorales y libertinos del pueblo que nunca repararon en los
peligros de su acción. Ignorantes y guiados por el impulso sexual se
entregaban a los brazos de la enfermedad y la muerte que gravemente
azotaban al país en tiempos de crisis:

De la unión del hombre y de la mujer pueden resultar y resulta (sic)


muchas veces las enfermedades que son conocidas bajo el nombre de
enfermedades venéreas. Esto constituye en estos días un flagelo para la
especie humana que compromete seriamente su vida y la de sus
descendientes.

140
NI MADRES NI PADRES

Actualmente existe para nuestro país este problema con caracteres de


gravedad y reclama con urgencia nuestra más decidida atención.
(Rioseco, 1934, pág. 320)

Según los Dres. Raúl Canturial y Alberto Rodríguez (1936), el carácter de


gravedad del problema de las enfermedades venéreas en el país, estaba
relacionado con su trascendencia social. Sus consecuencias tenían una
proyección a larga distancia en el individuo, en la familia y en la sociedad:

La trascendencia de dicho problema es eminentemente social y sus


consecuencias tienen una proyección a larga distancia en el individuo, en
la familia y en la sociedad. Sin exagerar, podemos decir que la cuestión
venérea, hoy día, es ya un problema de incapacidad tardía para el trabajo
debida a lesiones irreparables en el sistema circulatorio, nervioso, etc.,
del trabajador.
Y al caso, la Caja del Seguro Obligatorio ha tenido que desembolsar
ingentes sumas de dinero que ascienden a varios centenares de miles de
pesos para cubrir los gastos de invalidez de sus asegurados, víctimas de
lesiones venéreas incurables. Esto, que es una cuestión de gravedad para
esta institución, lo es también para las otras cajas de Previsión y para la
Beneficencia que tiene que invertir enormes sumas en la mantención de
Manicomios, Open Door, Asilos de Ancianos, etc. (Canturial & Rodríguez,
1936, pág. 22)

Por este motivo, concluyeron que las enfermedades venéreas eran un


problema biológico, pero también un problema económico y social que
afectaba al país en su totalidad. De hecho, el Estado debía desembolsar
enormes cantidades de dinero para recuperar la salud de los enfermos que
tampoco eran útiles en las faenas ni en los procesos productivos al interior
de las fábricas.

A partir de entonces, los diagnósticos que explicaron las tasas de


morbilidad venérea, mostraron una gran preocupación por el
comportamiento sexual de los hombres y mujeres infectados/as y en edad
de procrear. Esto, porque las cifras extraídas de los estudios científicos

141
JAVIERA POBLETE VARGAS

habían demostrado su incidencia en la propagación de estas


enfermedades.

En 1935, el médico Humberto Recchione (1935), dio cuenta de las cifras


de contagio venéreo en hombres y mujeres en edad de procrear:

Las cifras estadísticas de nuestro pueblo arrojan los siguientes resultados,


con escasa oscilaciones: Tuberculosis 5, 10%, Sífilis 8,16%, Gonorrea 8,
5%. Estos números se refieren a la totalidad de los individuos en edad de
procrear y de ambos sexos. (pág. 576)

Por esta causa, la sexualidad del pueblo se convirtió para los/as expertos en
un problema médico-social. Desde su perspectiva, las relaciones sexuales
ilegítimas y también en los prostíbulos, provocaban un aumento
considerable de las tasas de morbilidad venérea. Y ésta tenía graves
repercusiones, tanto en las capacidades productivas de los trabajadores
como en su descendencia.

A juicio de los médicos y “visitadoras sociales”, la falta de educación


sexual originaba la propagación de las enfermedades venéreas. La
ignorancia del pueblo sobre las razones del contagio y los efectos de estas
enfermedades en la vida de las personas; contribuía en que hombres y
mujeres se relacionaran sexualmente con otras/os sin medir las
consecuencias que podían sufrir de ese acto:

En nuestro pueblo existe en forma incuestionable la ignorancia más


absoluta acerca de los males venéreos. Como decía antes, los jóvenes hoy
día, no tienen una fuente donde proveerse de los conocimientos más
elementales, no digo del problema sexual, sino siquiera de la higiene
sexual.

Es desolador ver el cuadro que muchas veces nos es dado observar a


nosotros los médicos. Llegan a nuestras consultas jóvenes inexpertos que
al iniciarse en sus prácticas sexuales reciben el horrendo bautismo de
toda la patología venérea. (Rioseco, 1934, pág. 326)

142
NI MADRES NI PADRES

Junto con ello afirmaron que el estado sanitario de los progenitores tenía
una importancia fundamental sobre el producto de la concepción. Se
consideró que las enfermedades venéreas como la sífilis y la gonorrea, e
incluso la tuberculosis, afectaban directamente y de manera implacable en
el estado de salud de los niños que nacían de ese acto sexual infeccioso:

No escapa al criterio de ninguna de las personas que me escuchan, el


que el estado sanitario de los progenitores tiene una importancia
fundamental sobre el producto de la concepción y su supervivencia. Es
indudable que todas las enfermedades de los padres pueden influir
sobre el niño pero, de entre ellas, hay fundamentalmente tres que lo
hacen de una manera indudable e implacable: la tuberculosis, la sífilis y
la gonorrea (Recchione, 1935, pág. 575).

Según el médico Humberto Recchione, cada una de las enfermedades


tenía efectos diferentes sobre el/la niño/a:

Pero la manera de actuar de estas tres enfermedades es diferente y su


diferencia estriba en lo siguiente: la gonorrea es una enfermedad que
produce esterilidad, y, por lo tanto, disminución del índice de natalidad.
La sífilis, abortos repetidos, producto de menor valía orgánica, con escasa
capacidad vital; y la tuberculosis, muerte precoz cuando la infección es
precoz. (pág. 576)

En relación a esto, la “visitadora social” Luisa Fierro (1929), advirtió que


en su práctica del servicio social en la maternidad, había logrado percibir
cómo la herencia sifilítica tiene crueles efectos sobre el niño y la madre:

En la práctica del servicio social en la maternidad, he podido medir en


toda su extensión la influencia nefasta de la sífilis, tan difundida en
nuestras clases populares. La herencia sifilítica hiere cruelmente al niño y
a la madre; abortos frecuentes que debilitan poco a poco a una mujer
que necesita trabajar; o bien, niños enfermos desde sus primeros días de
vida, o poco más tarde, serán tristes despojos humanos (…) (pág. 265).

143
JAVIERA POBLETE VARGAS

Por otra parte, para Mme. L. De Bray (1933), la herencia sifilítica era
causa de la degeneración de la raza. Según ella, los niños que nacían de
padres enfermos sufrían consecuencias biológicas que podían llevarlos a la
muerte; pero a su vez desarrollaban una tendencia al delito y a las
perversiones. Si a este cuadro se le sumaba el alcoholismo de los padres,
entonces se masificaban los efectos de anormalidad en las futuras
generaciones:

La sífilis también es una causa de degeneración, en especial de


deformaciones congénitas, de disturbios nerviosos, de perversidad
congénita y de anomalías mentales que van hasta la idiotez y la
imbecilidad. Es cierto que en general existe relación estrecha entre el
alcoholismo y las enfermedades venéreas; se combina entonces las dos
causas para producir los mismos efectos de anormalidad. (De Bray, 1933,
pág. 149)

Cabe agregar que los prostíbulos ─tan masificados entre los sectores
populares─ fueron clasificados como verdaderos focos de infección. Los
hombres concurrían a ellos para satisfacer sus impulsos sexuales y olvidar
sus problemas, sin reparar en la trascendencia social y biológica de sus
actos. En el norte del país, donde existía una gran cantidad de prostíbulos
y población masculina flotante por el trabajo portuario; el Policlínico del
Seguro Obrero entregaba las siguientes cifras de personas contagiadas por
enfermedades venéreas entre 1931 y 1935:

Policlínico del Seguro Obrero Obligatorio.- Año 1931, se atendió 5,897


enfermos, de los que 473 eran venéreo. Morbilidad venérea 7.6 %. Año
1932, se atendieron 5240 enfermos, de los que 105 eran venéreos, lo que
da un 2% de morbilidad. Año 1933, se atendieron 3417 enfermos con
0,67% de morbilidad venérea. Año 1934, se atendieron 3,511 enfermos
con 70 casos venéreos; total de morbilidad venérea para este año 5,1%.
Año 1935 hasta Agosto inclusive: enfermos atendidos 3, 318. Venéreos
115, o sea un 4,4% de morbilidad venérea. (Canturial & Rodríguez, 1936,
pág. 24).

144
NI MADRES NI PADRES

En general, para los médicos y las “visitadoras sociales”, las enfermedades


venéreas eran el resultado de la crisis moral del pueblo, de sus vicios, de su
falta de educación sexual y de la miseria. Por este motivo, afirmaron que
mientras los hombres y mujeres no sometieran el acto sexual al juicio de
la razón y la moral, contribuirían directamente en el aumento de las tasas
de morbilidad y mortalidad general e infantil, con graves repercusiones en
la economía del país. Por tanto, si se buscaba disminuir las tasas de
contagio al interior del pueblo, resultaba fundamental implementar una
serie de medidas que reeducaran su comportamiento sexual; puesto que la
asistencia médica a los/as enfermos/as no sería suficiente para detener el
contagio, su propagación y disminuir las tasas de mortalidad a causa de
las enfermedades venéreas.

3.7 La prostitución
Es algo unánime aceptado por los hombres de
ciencia y acatado como verdad inconcusa por
los profanos, que la prostituta es un germen
vivo de infección y tanto más terrible cuanto
más depravada.
Octavio Maira 23.

Entre los artículos publicados por médicos y “visitadoras sociales” a lo


largo de los diez años de nuestra investigación, la prostitución no fue
abordada como un problema en sí mismo. Más bien se habló de ella cada
vez que fue necesario explicar las causas de la propagación de
enfermedades venéreas y de los vicios al interior del pueblo. A razón de
ello, explicaron que en una relación de causa y efecto, si aumentaban las
cifras de prostitutas, aumentan también las posibilidades de contagio
masculino y de propagación de las enfermedades venéreas. Siempre en un
contexto lleno de vicios e inmoralidad sexual.
23 Maira, O., 1887. La reglamentación de la prostitución desde el punto de vista de la
higiene pública. Santiago: Imprenta Nacional Moneda.

145
JAVIERA POBLETE VARGAS

Como resultado de sus investigaciones y de la observación científica,


los/as profesionales concluyeron que la prostitución era un problema de
higiene pública que se originaba en la miseria económica y la crisis
moral/sexual del pueblo. Esto significaba que la falta de recursos
materiales incitaba a las mujeres del pueblo a prostituirse para poder
sobrevivir; pero además, la falta de educación moral y sexual contribuía en
que los hombres acudieran a los prostíbulos sin reparar en las
consecuencias vitales de este acto. Por ello, argumentaron ─como en otros
problemas de la época─ que para transformar esta realidad médica-social
era necesario implementar estrategias sanitarias y de educación sexual que
fueran acompañadas de una mejora de las condiciones socio-económicas
del pueblo.

Para los médicos y “visitadoras sociales”, la prostitución era una


institución enormemente desarrollada a lo largo del país porque era un
recurso contra el hambre y la miseria del pueblo. Por esta razón,
consideraron que las crisis económicas eran un aliciente para el aumento
de prostitutas. Sobre todo en aquellas regiones donde circulaba un gran
número de población flotante masculina. Lo significativo era que
justamente, en esas regiones era donde existía un mayor número de
enfermos contagiados con sífilis y gonorrea, por ello los médicos Raúl
Canturial y Alberto Rodríguez (1936) señalaron que:

Antes de entrar a tratar la manera cómo encarar este problema de las


enfermedades venéreas, queremos abordar el estudio de la prostitución
como fuente de contagio masculino, institución enormemente
desarrollada a lo largo del país, que no tiende a desaparecer sino que a
aumentar, se la reglamente o no, porque su origen está muy ligado, y esto
se nota principalmente en los puertos del Norte, a las depresiones
económicas periódicas. (pág. 22)

A razón de estos argumentos, hemos podido identificar que dentro de los


diagnósticos realizados por los médicos y las “visitadoras sociales” sobre la
prostitución, se estableció una relación de causa y efecto entre al menos

146
NI MADRES NI PADRES

tres variables de análisis que a su juicio contribuían el aumento del


comercio sexual en el pueblo:

Causas:

Las condiciones de vida y la realidad moral/sexual que favorecen el


desarrollo del oficio de la prostitución en las mujeres populares.

Efectos:

La propagación de las enfermedades venéreas en y por la población


masculina a través del comercio sexual.

Proliferación de los vicios, del libertinaje sexual y de la crisis moral del


pueblo al interior de los prostíbulos.

3.7.1 Las causas

Tal como hemos observado, médicos y “visitadoras” reconocieron que las


malas condiciones de vida de las mujeres populares contribuían
directamente en que éstas decidieran ejercer el oficio de la prostitución; ya
que era un medio que les permitía satisfacer las necesidades básicas para
subsistir. Pero a su vez reconocieron que la crisis social-moral del pueblo
promovía el ejercicio de la prostitución entre las mujeres. Las estadísticas
de la época demostraban que quienes ejercían el oficio, eran, en gran
medida, mujeres solteras, analfabetas, con claras deficiencias en el hogar y
muchas veces con un gran número de hijos ilegítimos que debían
mantener sin ninguna red de apoyo.

En 1936, los médicos Raúl Canturial y Alberto Rodríguez realizaron una


encuesta a las prostitutas de Tocopilla que se encontraban registradas. A
partir de ella, establecieron las siguientes conclusiones respecto de las
causas que incidían en el ejercicio de la prostitución:

147
JAVIERA POBLETE VARGAS

1º El 80% son prostitutas por razones económicas, el 15% inducidas por


otras mujeres y el 5% restante, por deseo propio.
2º El 95% son madres de uno o más hijos o mujeres abandonadas o que
tienen otras cargas de familia, como la mantención de la madre,
hermanos menores, etc.
3º El 90% son analfabetas.
4º El beneficio mensual de las prostituidas fluctúa entre $100 y $200 para
una categoría especial, para el resto, apenas el sustento diario y un mal
vestuario. (Canturial & Rodríguez, 1936, pág. 22)

Por otra parte, en Santiago, según las cifras manejadas por el médico
Salvador Allende (1939), la situación de las prostitutas era la siguiente:

Hay inscritas, en Santiago, cerca de tres mil mujeres dedicadas al


comercio sexual. Del examen de 132 fichas, tomadas al azar, según datos
del Departamento de Higiene Social, se desprende que la falta de
recursos, mejor dicho, la miseria, han sido la causa determinante, en más
de dos tercios de los casos.
En las 132 fichas examinadas se encuentra que estas mujeres tuvieron su
primera relación sexual en edades de que se indican:
32 (24,2%) entre 10 y 14 años.
30 (22,7%) a los 15 años.
21 (15, 9) a los 16 años.
19 (14,3) a los 17 años.
17 (12,9%) después de los 20 años.
1 ingresó virgen al prostíbulo.
En resumen, 83 mujeres, es decir, el 62,8%, se prostituyeron antes de
cumplir dieciséis años
Del total, 47 (el 35,6%), eran analfabetas.
39 habían perdido a ambos padres, es decir, el 29,576, (el 17,3%) a
su padre y (el 12,1%) a su madre.
En cuanto a las causas que aparecen como determinantes en 72
casos las muchachas se prostituyeron impulsadas por la miseria, es decir
el 54,5%;
21 lo hicieron por haber tenido que abandonar sus hogares estando
embarazadas y no encontrar otro medio de vivir.
40 por no haber podido encontrar ocupación.
3 se vieron inducidas por sus propias madres y 2 lo fueron por sus
amantes. (pág. 101)

148
NI MADRES NI PADRES

En general, para los médicos y las “visitadoras sociales”, estos datos


indicaban que la mala constitución familiar en el pueblo incidía
directamente en el hecho de que las mujeres consideraran la prostitución
como un espacio laboral y económico para sobrevivir. Claramente la
miseria social y moral del pueblo eran determinantes en la conformación
de esta realidad. Y por lo mismo, las mujeres sin recursos no podían
instruirse y se veían incapacitadas intelectualmente para acceder a otras
fuentes de trabajo mejor valoradas y con un salario digno que las alejara
del mundo de la prostitución.

Así pues, a la luz de los datos presentados, hemos podido reconocer que
para los médicos y “visitadoras”, los factores que contribuían en que las
mujeres del pueblo ingresaran al comercio sexual se relacionaban con la
miseria y la falta de recursos económicos para sobrevivir junto con sus
familias. En ese contexto, el analfabetismo se traducía en la falta de
educación que les impedía acceder a un oficio calificado, y la falta de
educación moral al interior de una familia bien constituida, favorecía la
prostitución de mujeres adolescentes antes de cumplir dieciséis años.
Finalmente se consideró que la pobreza y las relaciones sexuales ilegítimas
propiciaban su condición de madres solteras; razón por la cual se veían
obligadas a buscar los medios para mantener a sus hijos, luego de haber
sido abandonadas por sus familias de origen y/o sus amantes.

149
JAVIERA POBLETE VARGAS

3.7.2 Los efectos

En relación a los efectos del ejercicio de la prostitución, los médicos y las


“visitadoras sociales” coincidieron en que ésta era por excelencia un
verdadero foco de infección y de propagación de las enfermedades
venéreas. En general, las estadísticas demostraban que la mayor cantidad
de prostitutas que ejercían el comercio sexual en el país estaban infectadas.
Por ejemplo, en las regiones de Tarapacá y Antofagasta (por su elevado
índice de población flotante masculina debido a la actividad portuaria),
las cifras de morbilidad venérea en mujeres prostitutas entre los años 1934
y 1935 eran las siguientes:

Se atendieron durante 1934, 702 mujeres, sólo 104 de ellas estaban


sanas, 598 eran enfermas, lo que da un porcentaje altísimo de
morbilidad: 85.2%. Durante el año 1935 hasta el mes de agosto se han
atendido 644 mujeres. 88 han sido sanas. La atención de este año arroja
86,2% de morbilidad venérea. (Canturial & Rodríguez, 1936, págs. 24-25).

El problema de estas cifras era que mientras las mujeres estuviesen


infectadas y no existiese un control higiénico sobre sus prácticas sexuales,
la gran mayoría de los hombres terminarían contagiados. Según estos
datos y los datos expuestos en el apartado anterior sobre las enfermedades
venéreas, los mismos médicos reconocieron que la cifra de hombres
infectados tenía directa relación con la frecuencia en que éstos acudían a
los prostíbulos, y ante ello expusieron:

Un gran número de enfermos de esta categoría ha adquirido tal


enfermedad en los prostíbulos, en sus contactos sexuales, o en la
promiscuidad del hogar obrero donde estas enfermedades se
mancomunan. (Canturial & Rodríguez, 1936, pág. 23)

Ciertamente y pese a la claridad de las cifras, también reconocieron que


en estos espacios, muchas prostitutas fueron contagiadas por hombres de
desconocida procedencia. De esto se extrae que no solo las mujeres eran

150
NI MADRES NI PADRES

foco de infección, sino que la práctica sexual sin control y sin las medidas
higiénicas necesarias, convertía al prostíbulo en un espacio donde se
daban y se recibían enfermedades de transmisión sexual. A su vez, fuera
de sus fronteras, el pueblo y las mujeres del pueblo en particular,
quedaban expuestas a ser contagiadas por los hombres infectados al
interior de los prostíbulos, pues:

El 95 % de los casos de contaminaciones venéreas en la familia, es el


hombre el responsable de ellas. (Rioseco, 1934, pág. 323)

El segundo efecto de la prostitución que hemos reconocido como variable


de análisis dentro los escritos médicos-sociales, es la proliferación de los
vicios, del libertinaje sexual y de la crisis moral del pueblo al interior de
los prostíbulos.

Según los médicos Raúl Canturial y Alberto Rodríguez (1936), gracias a


las encuestas realizadas a las prostitutas de la región de Tocopilla, habían
logrado observar que:

Un 50% de ellas se ve inducida a beber alcohol sin gustarle, por la


obligación que hay en los prostíbulos de que la asilada lo consuma para
aumentar los gastos del cliente y la ganancia de la dueña del prostíbulo, a
quien, a fin de cuentas, aunque nos pese, deberemos reconocer como el
verdadero patrón de la prostituta (…). (pág. 24)

Para los médicos, estos datos indicaban que al interior de los prostíbulos
no se ejercía únicamente el comercio sexual; sino que además se promovía
el consumo de alcohol entre las prostitutas y los hombres que accedían a
sus servicios. Debido a ello, el acto sexual se llevaba a cabo en estado de
embriaguez y dificultaba las capacidades mentales para que ambos sexos
tomaran las precauciones adecuadas para evitar nuevos embarazos y el
contagio de enfermedades venéreas. Por tanto, los prostíbulos no solo
eran un foco de contagio venéreo, sino que a su vez se incitaba a la

151
JAVIERA POBLETE VARGAS

población a gastar su dinero en vicios que no traían más consecuencias


que una paulatina degeneración de la raza

Es así como concluyeron que al interior de los prostíbulos solo se


agudizaba la crisis moral del pueblo, ya que se constataba que existía una
relación directa entre la enfermedad venérea y las perversiones. Según
Mme. Leo De Bray (1933):

En las casas de prostitución, se constata que las enfermedades venéreas


afectan profundamente el carácter, desarrollan el egoísmo, el gusto de las
satisfacciones materiales y groseras como excesos de bebidas, placeres e
inversiones sexuales.(pág. 149)

Desde la óptica de los médicos y las “visitadoras sociales”, la prostitución


era entonces un factor crucial para entender la propagación de los males
del pueblo. Sobre todo porque promovía el desarrollo de uniones sexuales
ilegítimas, guiadas solamente por el impulso sexual de los hombres que
encontraban en las malas condiciones de vida de las mujeres del pueblo,
una oportunidad para satisfacer sus deseos carnales. La mujer del pueblo
entonces, no fue definida como un sujeto que opta libremente por vender
su cuerpo, sino como una víctima de la pobreza, del abandono y de su
crisis moral que la convierten en el foco más terrible de la propagación de
la enfermedad y de la depravación.

152
4 CONCLUSIÓN

Mirar el pasado a través del discurso del otro para comprendernos en el


tiempo y a través de la historia, es y ha sido entonces, un ejercicio
político. Éste nos ha obligado a cuestionar las relaciones de poder y de
dominación a partir de las cuales se han producido las verdades con las
que pensamos el mundo y nos pensamos en el mundo. En este sentido,
para comprender cómo hemos llegado a entender el cuerpo y la
sexualidad humana, cómo encausamos nuestros deseos y placeres, o para
comprender por qué una determinada forma de comportamiento sexual
ha aparecido ante nuestros ojos como una verdad histórica y
científica/biológica; hemos cuestionado los discursos que han operado
histórica e ideológicamente desde el poder, para visualizar los modelos
ideales de comportamiento sexual que han sido establecidos en el
imaginario colectivo y que han sido útiles para la consolidación del
sistema político y económico de comienzos del siglo XX chileno ─y que
incluso podríamos visibilizar en el inconsciente político de este siglo XXI.

Dicho esto, nuestro trabajo ha buscado abrir la puerta de la historiografía


al saber científico sobre el pueblo y su sexualidad; para comprender las
tensiones, los conflictos y las disputas por el sentido de las conductas
sexuales, como una de las formas más elementales del poder. Esto quiere
decir que hemos analizado la palabra y la escritura científica de los
médicos y las “visitadoras sociales”, para determinar el impacto que
tuvieron en construcción de la realidad sexual popular y por tanto en la
memoria histórica con la que nos pensamos en el tiempo.

Para llevar a cabo esta empresa, hemos analizado los diagnósticos sobre el
pueblo y el origen de sus males, que fueron producidos por médicos y
“visitadoras sociales” y publicados en diversas revistas de circulación
científica entre 1927 y 1937. Con ello, hemos buscado demostrar cómo
dichos aparatos productores de conocimiento fueron capaces de construir
la “realidad sexual popular” a partir de un imaginario de género que les
permitió elaborar representaciones sobre el comportamiento sexual del
pueblo en su vida cotidiana, en medio de una clara relación de poder. Por

153
JAVIERA POBLETE VARGAS

este motivo, pusimos bajo sospecha la construcción de la “realidad” sexual


popular y partimos de la base de que esta existió gracias a la producción
de un saber médico y asistencial. Aquel que ─desde nuestra perspectiva─
fue puesto en circulación para identificar los problemas médicos y sociales
que, a juicio de los/as profesionales, tuvieron como causa el
comportamiento social y sexual de los hombres y las mujeres del pueblo.

En relación a la problemática expuesta en estas páginas y gracias a los


trabajos desarrollados por la historiadora María Angélica Illanes, además
de los aportes de historiadores sociales como Gabriel Salazar y Julio Pinto;
hemos podido visualizar que a comienzos de la década de 1920, la
miseria, el hambre, la enfermedad y la muerte se convirtieron en la
bandera de lucha del movimiento obrero que lentamente adhería a sus
filas a cientos y cientos de trabajadores y trabajadoras que buscaron
recuperar la vida y la salud del pueblo a partir de una revolución activa
estructural. Esta situación se convirtió en un llamado de alerta para los
sectores medios, pero sobre todo para la intelectualidad médica y
asistencial que abrió una salida a la crisis a través de un nuevo proyecto
político “integracionista” que procuró restablecer los lazos rotos entre el
pueblo y el Estado por un lado y entre el pueblo y la clase dominante por
otro. Todo, para dar forma y vida al nuevo Estado Asistencial Sanitario
que tuvo como objetivo recuperar la vida y la salud del pueblo para
calmar el descontento social y evitar la desestructuración del sistema
político y económico.

Tal como vimos, en este escenario los médicos y las “visitadoras sociales”
se convirtieron, en actores claves del proceso de reconstrucción de la
sociedad y como consecuencia de ello protagonizaron un debate
intelectual que buscó determinar los factores que incidían en la
proliferación de los males de la época (mortalidad infantil y general,
enfermedades venéreas, prostitución, alcoholismo, etc.); ya que solo de ese
modo podrían generar las estrategias que les permitirían transformar la
vida del pueblo y asegurar las condiciones sociales/morales mínimas para

154
NI MADRES NI PADRES

mejorar su salud y garantizar la reproducción de la vida. Como resultado


de ello, elaboraron diagnósticos sostenidos en los principios ideológicos
de la Higiene Social y en la técnica de investigación científica, con los
cuales explicaron que en el pueblo existía una crisis moral y sexual que
afectaba su vida y su salud, pero que también ponía en riesgo el bienestar
de toda la comunidad. Así, por medio de la producción de diagnósticos
fabricaron un saber médico y asistencial sobre la sexualidad popular que
explicó y dio sentido a la realidad del pueblo que hasta entonces había
sido ignorada por las elites nacionales.

En tal sentido, podemos concluir que dicho saber fue producido a partir
de un ideal moral/sexual que a juicio de los médicos y las “visitadoras
sociales” debía guiar el comportamiento social y sexual de los hombres y
mujeres del pueblo para dar solución a los problemas de la época. Por
ello, la familia, la maternidad y la paternidad aparecieron en el
diagnóstico médico y asistencial como modelos ejemplares de
comportamiento social y sexual con los que los/as profesionales
interpretaron las conductas sexuales del pueblo. Lo que nos parece
relevante de esta acción política, es que a razón de ello, el diagnóstico se
convirtió en un dispositivo de poder que construyó la “realidad” sexual
popular y la significó como la causa de los problemas médicos y sociales;
ya que a juicio de los/as profesionales, los hombres y mujeres del pueblo
no eran ni madres ni padres, ni respondían a formas de comportamiento
sexual propias de los países desarrollados. Por ello, consideramos que en
esta idea de crisis moral y sexual del pueblo, desde donde se construyó la
“realidad”, devela el imaginario social/sexual desde donde el médico y la
“visitadora social” observaron al pueblo, significaron sus conductas y
elaboraron representaciones sobre su sexualidad para entenderla y dotarla
de sentido.

A razón de lo expuesto, concluimos que dicho imaginario social y sexual


contuvo categorías de género hegemónicas que dieron sentido a la
ideología de los/as profesionales y se localizaron directamente en la

155
JAVIERA POBLETE VARGAS

producción de diagnósticos con los cuales construyeron la “realidad”


sexual popular. Así, las conductas sexuales del pueblo se describieron o se
explicaron como un problema en la medida que no se ajustaban al
imaginario y a las categorías de género desde donde los médicos y las
“visitadoras sociales” observaron al pueblo como objeto de estudio. Por tal
motivo, pensamos que la producción de saberes sobre el pueblo y su
sexualidad estuvo arraigada a categorías de género pre-establecidas por la
cultura e ideología de los médicos y las “visitadoras sociales” que no
fueron cuestionadas por y desde el saber científico, sino que más bien se
legitimaron como verdades universales a través de él.

Con esto nos referimos a que categorías de género como mujer/madre y


hombre/padre, respondieron más a la ideología y clase social de los/as
profesionales que a las formas de comportamiento social/sexual del
pueblo que ellos/as mismos/as analizaron. Por esta razón, tales categorías
circularon en sus diagnósticos como un lugar epistemológico
fundamental para la comprensión del mundo popular y sus formas de
comportamiento social y sexual. Así pues, los/as profesionales analizaron
al pueblo desde una idea moral/sexual de feminidad y masculinidad con
las que clasificaron las conductas sociales y sexuales de los sectores
populares como un problema médico-social que fomentaba la
proliferación de diversos males que atentaban contra la vida del pueblo e
impedían el desarrollo del país: las condiciones de vida, la ilegitimidad
sexual, la irresponsabilidad del hombre, el quiebre del binomio madre-
niño, las enfermedades venéreas, los vicios y la prostitución.

Sin duda alguna, los problemas médicos y sociales que abordamos en


nuestro trabajo y que a juicio de los médicos y las “visitadoras sociales”
tuvieron como causa las conductas sexuales del pueblo; dan cuenta de su
posicionamiento ideológico moral/sexual y de las categorías de género que
dispusieron para el desarrollo de sus investigaciones científicas. Es así
como por ejemplo, cuestiones tales como: la ilegitimidad sexual popular, la
irresponsabilidad del hombre popular o la falta de instinto maternal en las

156
NI MADRES NI PADRES

mujeres del pueblo; fueron considerados problemas sociales que de no ser


resueltos con urgencia, agravarían los problemas médicos que impedían el
progreso de la nación. Evidentemente, todas estas conclusiones científicas
les llevaron a ratificar que para recuperar la vida y la salud del pueblo era
necesario: que se legalizara la familia heterosexual por medio del contrato
sexual/matrimonial para que ambos sexos controlaran sus impulsos
sexuales; que el hombre asumiera su deber de proveedor con su mujer e
hijos fuera de los vicios; y que la mujer desarrollara su instinto maternal
como un deber social para asegurar la vida de futuros trabajadores,
ciudadanos y madres.

Estos hallazgos, nos llevan a concluir que en la medida que ese saber fue
legitimado por la ciencia y por el Estado, se legitima a su vez la ideología
moral/sexual de los médicos y las visitadoras sociales en el imaginario
colectivo que impregna de sentido común a un modelo ideal de
afectividad y de socialización de la libido que es funcional a su propio
proyecto político. Como consecuencia de ello, consideramos que en
Chile, la producción de un saber científico sobre la sexualidad popular
puso en marcha toda una “política general de la verdad” (Foucault, 2009),
que desconoce, margina y silencia cualquier otro saber popular sobre la
sexualidad. Por esto, podemos concluir que tuvo efectos de poder sobre
los cuerpos, ya que buscó que hombres y mujeres del pueblo
comprendieran como erradas todas aquellas conductas que no se
ajustaran a las establecidas por el saber médico y asistencial; puesto que de
ese modo serían capaces de juzgar y transformar sus propias conductas
sexuales en beneficio de toda la comunidad y del proyecto ideológico de
las elites.

Todo esto nos lleva a concluir además, que en este escenario histórico, el
género operó política y económicamente en Chile. Decimos esto, porque
─desde la perspectiva de nuestro análisis─ las categorías de feminidad y
masculinidad que dispusieron los médicos y “visitadoras sociales” para la
comprensión del mundo popular, favorecieron la construcción de la

157
JAVIERA POBLETE VARGAS

“realidad”; y debido a ello, promovieron el diseño y legitimación de un


modelo ideal de comportamiento social/sexual que ─a juicio de los/as
profesionales─, garantizaría la estabilidad política y el progreso económico
de la nación: la familia legal heterosexual y monoparental. Así pues, en la
medida que el saber médico y asistencial reconoció como un problema la
ausencia de los deberes maternos y paternos de los hombres y mujeres del
pueblo al interior de la familia; afianzaron en el imaginario colectivo su
idea de maternidad y paternidad como una verdad universal. Como
consecuencia, a través de sus diagnósticos, promovieron la difusión de
categorías de género que fueron definidas científica, política y
económicamente desde el poder, para que hombres y mujeres
comprendieran y transformaran su propio mundo. De este modo,
categorías como: mujer/madre y hombre/padre, fueron producidas y
difundidas por saber médico y asistencial; y a partir de ellas se definieron
los roles y deberes que cada uno de los sexos debía asumir para la
producción y la reproducción de la vida que garantizaría la pervivencia de
la economía capitalista y el Estado.

Por ello, y en la medida en que médicos y “visitadoras sociales”


construyeron la “realidad” sexual popular a partir de categorías de género
propias de su ideología moral/sexual; incrementaron su posición de poder
y de dominación sobre los cuerpos del pueblo. Exponemos esto, porque a
través de los diagnósticos, los/as profesionales construyeron un orden
simbólico que significó las conductas sexuales del pueblo y como
consecuencia, restringieron las posibilidades de los hombres y las mujeres
de elaborar significados sobre su sexualidad a partir de su propia
comprensión del mundo. Así pues, su forma de apreciarse o de apreciar el
mundo, quedó mediada por la voz y la mirada de los/as expertos/as;
naturalizando con ello las clasificaciones de la que su ser es el producto
(Bourdieu, 2000).

158
NI MADRES NI PADRES

Junto con todo esto, podemos concluir entonces, que la construcción


médica y asistencial de la “realidad” sexual popular, a través de los
diagnósticos; fue un aspecto relevante de la nueva hegemonía cultural
fundada por los médicos y “visitadoras sociales” en este contexto. Esto
quiere decir que su producción no solo tuvo por objeto comprender el
mundo popular, sino también incidir en la forma como el hombre y la
mujer del pueblo, debían pensar y vivir su cuerpo y sexualidad para
asegurar el bienestar biológico y material de toda la comunidad. En
función de ello, y de acuerdo a los antecedentes históricos presentados,
hemos observado que el fin de esta estrategia política fue conseguir que el
pueblo, con el propósito de satisfacer sus necesidades, asistiera a una
transformación de sus conductas sexuales a partir de modelos ejemplares
de comportamiento sexual que emanaron desde el saber médico y
asistencial y que fueron legitimados por el Estado chileno. En este orden
de cosas y de acuerdo a lo que hemos planteado más arriba, para los
médicos y las “visitadoras sociales” solo la familia legalizada por el Estado
a través del matrimonio, garantizaría la reproducción de la vida,
aseguraría el progreso económico y gracias a ello, disminuiría el
descontento social que amenazaba la estabilidad política institucional.

Con todo lo antes dicho, concluimos por tanto, que lo que sabemos del
pueblo y de su sexualidad, tiene que ver principalmente con cómo, a
partir de un imaginario social y sexual, se llevó a cabo una empresa de
producción de saberes, verdades y significados sobre su comportamiento
social y sexual; todo un entramado de discursos que se institucionalizan,
se sedimentan e internalizan para construir la “realidad”. Por tanto,
creemos que deberíamos preocuparnos de esas verdades o de esa
insistencia por hablar de “realidad” médico- social/sexual, ya que ésta fue
y es en sí misma un producto social que encuentra como matriz de
origen, todo un entramado ideológico que da cabida a la producción
significados sobre la vida del pueblo.

159
JAVIERA POBLETE VARGAS

Para finalizar, quisiera exponer aquí una última reflexión que nace de
aquella historia de mi familia llena de olvido, de silencios y que es parte
de esta historia nacional. Ocurre que desde que era pequeña miré con
tristeza a mi abuelo Pablo. Recuerdo que mi padre me decía que su
seriedad, mal carácter, su violencia hacia mi abuela Eliana eran el
resultado de su infancia triste y sin una familia. Siempre decían que mi
abuelo no sabía querer porque nunca tuvo una madre que lo acompañara
en los momentos más dolorosos de su vida o que le diera cariño sin pedir
nada a cambio. Y todos estos argumentos tenían para mí todo el sentido
del mundo porque yo tampoco era capaz de imaginarme viviendo mi vida
sin mi madre y mi padre. De hecho, creo que aún me cuesta. Pero bien, si
digo todo esto es porque creo que este sentimiento familiar no solo se
inscribe en el registro de mi historia individual, sino que devela el
impacto cultural de los discursos científicos sobre la familia, la
maternidad y la paternidad que hemos revisado hasta ahora, y que
demuestran cómo las experiencias y las relaciones sexuales han sido
dotadas de sentido común para favorecer una determinada forma de
comportamiento social/sexual que sea capaz de garantizar la pervivencia
de nuestro sistema político y económico. Lo interesante es ver cómo, a
través de nuestras historias familiares se evidencian las transformaciones
culturales respecto a la concepción de la maternidad y la paternidad
generación tras generación. Y cómo además se hacen más fuertes, se
debilitan o se transforman de acuerdo a los contextos sociales y políticos
que experimentamos; demostrando con ello que no existe una verdad
histórica, sino más bien discursos, todo un campo de disputa, de luchas y
enfrentamientos por el sentido de nuestras conductas sexuales y afectivas.
Por este motivo y a razón de todo nuestro recorrido, podemos concluir
que no existe ni ha existido una “realidad” sexual popular, ni una sola
forma de ser madres y padres, sino que más bien ha existido voluntad de
realidad, voluntad y representación.

160
ÍNDICE DE CONCEPTOS

Alcoholismo, 55, 59, 70, 135, 136, 137, Familia, 9, 12, 15, 16, 17, 18, 20, 27, 28,
138, 140, 144, 154 29, 30, 31, 35, 84, 92, 99, 101, 102,
Amor, 4, 102, 107, 108, 109, 115, 119, 103, 104, 105, 109, 110, 111, 113,
123, 124, 125, 129, 130 115, 116, 117, 118, 123, 124, 130,
Asistencia, 7, 33, 34, 36, 37, 43, 52, 83, 132, 137, 139, 140, 141, 148, 149,
145 151, 155, 157, 158, 159, 160
/Asistencial, 8, 10, 21, 32, 40, 42, 43, Feminidad, 21, 22, 24, 39, 40, 43, 75, 76,
45, 47, 49, 52, 54, 69, 75, 76, 78, 93, 94, 156, 157
79, 82, 84, 88, 92, 93, 94, 98, 154, Género, 3, 5, 8, 9, 12, 18, 21, 22, 23, 24,
155, 157, 158, 159 25, 26, 29, 30, 31, 32, 39, 40, 42, 43,
Capitalismo, 15, 19, 28, 30, 46, 47, 49, 51, 44, 72, 75, 91, 92, 93, 94, 101, 112,
63, 103 153, 155, 156, 157, 158
Ciencia, 10, 11, 12, 20, 25, 26, 27, 31, 35, Hombre, 15, 26, 28, 30, 40, 41, 53, 59,
37, 44, 50, 61, 64, 66, 70, 71, 73, 76, 61, 72, 79, 84, 94, 98, 102, 104, 106,
77, 82, 85, 89, 92, 95, 119, 136, 145, 107, 111, 112, 113, 114, 115, 116,
157 117, 118, 121, 123, 124, 126, 129,
Cuestión Social, 18, 51, 89 130, 140, 151, 156, 158, 159
Deseo, 17, 22, 43, 72, 91, 115, 126, 148 Ideología, 25, 26, 27, 31, 34, 39, 53, 62,
75, 76, 81, 92, 93, 155, 156, 157, 158
Diagnóstico, 10, 32, 42, 43, 45, 67, 75, 76,
79, 80, 81, 82, 84, 86, 89, 104, 121, Ilegitimidad, 68, 69, 89, 94, 102, 106, 107,
122, 155 110, 114, 156
Discurso, 8, 9, 21, 27, 28, 31, 39, 40, 43, Imaginario, 7, 8, 9, 18, 20, 21, 24, 25, 26,
48, 52, 66, 72, 82, 83, 85, 88, 89, 92, 29, 31, 43, 72, 75, 85, 91, 92, 93, 94,
93, 94, 138, 139, 153 153, 155, 157, 158, 159
Enfermedad, 28, 36, 39, 45, 46, 49, 54, Madre, 16, 17, 59, 72, 79, 81, 88, 97, 106,
55, 56, 58, 59, 61, 68, 70, 71, 76, 77, 107, 108, 109, 110, 111, 115, 116,
78, 79, 80, 83, 84, 88, 89, 94, 95, 98, 118, 119, 120, 121, 122, 123, 124,
99, 100, 102, 107, 114, 137, 139, 140, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131,
141, 142, 143, 144, 145, 146, 147, 132, 133, 134, 140, 143, 148, 156,
150, 151, 152, 154, 156 158, 160
/Venéreas, 28, 36, 56, 78, 89, 94, 102, /Binomio madre-niño, 28, 89, 94, 119,
114, 140, 141, 142, 143, 144, 145, 120, 122, 123, 126, 128, 134, 156
146, 147, 150, 151, 152, 154, 156 /Maternidad, 18, 20, 24, 26, 28, 39,
40, 43, 75, 89, 92, 93, 94, 100,
Estado, 7, 8, 9, 12, 18, 19, 20, 27, 28, 31,
109, 119, 120, 122, 123, 127, 131,
32, 33, 35, 36, 39, 40, 41, 42, 43, 46,
134, 143, 155, 158, 160
47, 48, 49, 50, 52, 54, 55, 56, 58, 59,
61, 62, 63, 64, 65, 67, 68, 69, 70, 71, Masculinidad, 21, 22, 24, 39, 40, 43, 75,
72, 73, 75, 82, 85, 86, 87, 88, 89, 90, 76, 93, 94, 112, 156, 157
91, 101, 104, 108, 109, 130, 135, 136, Medicina, 7, 39, 43, 61, 63, 64, 77, 78, 81,
137, 138, 141, 143, 151, 154, 157, 82, 114
158, 159

161
JAVIERA POBLETE VARGAS

/Médico, 7, 8, 10, 19, 20, 21, 34, 39, Poder, 9, 10, 12, 16, 18, 20, 21, 22, 23,
40, 41, 43, 47, 48, 49, 53, 55, 57, 24, 26, 27, 29, 31, 32, 35, 40, 42, 43,
60, 61, 64, 66, 71, 73, 75, 76, 78, 44, 50, 52, 53, 60, 61, 62, 64, 65, 67,
79, 80, 82, 84, 85, 87, 88, 89, 92, 73, 75, 76, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 90,
93, 94, 101, 102, 103, 105, 119, 91, 92, 102, 109, 110, 124, 134, 146,
120, 124, 125, 128, 129, 131, 133, 153, 155, 157, 158
135, 136, 138, 142, 143, 148, 154, Privado, 12, 29
155, 156, 157, 158, 159 /Doméstico, 11, 29, 30
Moral, 10, 11, 12, 20, 25, 27, 49, 59, 67, /Espacio Privado, 69
68, 70, 71, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 81, /Íntimo, 12, 68, 84, 90
82, 83, 84, 88, 89, 92, 93, 95, 96, 97, Prostitución, 28, 55, 56, 59, 70, 71, 89,
103, 104, 105, 106, 107, 109, 115, 94, 99, 102, 105, 118, 145, 146, 147,
116, 118, 122, 123, 125, 126, 127, 149, 150, 151, 152, 154, 156
131, 132, 133, 135, 137, 138, 139,
Público, 29
145, 146, 147, 149, 151, 152, 155,
156, 157, 158 Pueblo, 7, 8, 9, 10, 11, 15, 17, 18, 19, 20,
21, 25, 26, 27, 28, 31, 32, 33, 34, 39,
Movimiento Obrero, 46, 48, 53, 154
40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49,
Mujer, 16, 28, 30, 40, 41, 72, 81, 84, 102, 50, 52, 54, 55, 58, 59, 61, 62, 64, 65,
104, 106, 107, 111, 113, 114, 115, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 75, 76,
117, 118, 120, 121, 122, 123, 124, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 86, 87,
125, 126, 128, 129, 130, 131, 132, 88, 89, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98,
133, 134, 140, 143, 152, 156, 157, 99, 100, 101, 102, 103, 105, 106, 107,
158, 159 109, 110, 111, 112, 113, 114, 115,
Nación, 11, 19, 20, 27, 31, 49, 55, 58, 59, 116, 117, 118, 119, 120, 122, 123,
63, 66, 70, 71, 77, 78, 83, 86, 89, 93, 124, 126, 127, 128, 129, 130, 131,
98, 117, 118, 135, 140, 157, 158 132, 133, 134, 135, 136, 137, 138,
Niño, Niña, 9, 16, 19, 29, 41, 46, 56, 59, 139, 140, 142, 145, 146, 147, 149,
68, 79, 81, 89, 95, 98, 99, 100, 102, 151, 152, 153, 154, 155, 156, 157,
105, 106, 107, 108, 109, 110, 111, 158, 159
113, 115, 116, 119, 120, 122, 123, /Popular, 7, 8, 10, 18, 20, 21, 24, 25,
125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 31, 32, 40, 41, 42, 43, 44, 46, 50,
132, 133, 134, 137, 140, 143, 144 52, 61, 66, 67, 68, 69, 72, 75, 76,
77, 80, 89, 90, 92, 93, 94, 97, 98,
Padre, 16, 17, 40, 59, 64, 72, 81, 89, 105,
102, 103, 110, 111, 114, 115, 116,
107, 108, 109, 110, 115, 116, 117,
139, 140, 153, 155, 156, 157, 158,
118, 121, 124, 125, 130, 138, 148,
159, 160
156, 158, 160
/Paternidad, 18, 20, 24, 26, 39, 43, 75, Saber, 8, 9, 12, 17, 19, 21, 22, 25, 26, 27,
89, 92, 93, 94, 109, 116, 117, 155, 28, 31, 32, 40, 42, 43, 47, 48, 50, 60,
158, 160 61, 64, 70, 72, 73, 75, 76, 78, 79, 80,
82, 85, 86, 88, 89, 153, 154, 155, 156,
Pobreza, 15, 16, 19, 28, 33, 50, 55, 59, 61,
157, 158, 159
68, 83, 95, 96, 101, 118, 121, 122,
123, 126, 127, 128, 129, 131, 134, Servicio Social, 7, 20, 33, 34, 35, 38, 43,
149, 152 45, 65, 67, 71, 84, 86, 87, 107, 109,
111, 114, 118, 120, 124, 127, 143

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NI MADRES NI PADRES

Sexualidad, 3, 7, 8, 10, 18, 21, 22, 23, 24, Verdad, 18, 19, 25, 27, 82, 86, 90, 92,
25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 40, 41, 111, 122, 130, 133, 145, 153, 157,
42, 43, 44, 69, 72, 75, 76, 77, 82, 88, 158, 160
91, 92, 93, 101, 142, 153, 155, 156, Vicios, 28, 68, 70, 83, 94, 95, 102, 114,
157, 158, 159 135, 136, 139, 145, 147, 151, 152,
Sujeto, 7, 8, 10, 12, 23, 41, 91, 109, 113, 156, 157
152 Visitadora Social, 65, 83, 84, 96, 102, 112,
Trabajo, 4, 5, 8, 9, 12, 21, 22, 28, 30, 33, 115, 120, 122, 123, 126, 132, 137,
34, 41, 42, 48, 51, 52, 60, 63, 64, 69, 143, 155
76, 79, 87, 91, 95, 96, 98, 112, 113,
124, 132, 141, 144, 149, 153, 156

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