Ensayo El Consumismo Vladimir Aguirre Flores
Ensayo El Consumismo Vladimir Aguirre Flores
Ensayo El Consumismo Vladimir Aguirre Flores
Potosí-Bolivia
2020
EL CONSUMISMO
INTRODUCCION
Vivimos en un mundo con tendencias que es la que gira en nuestra economía actual el
consumismo que también puede denominarse extra consumo, si bien las personas tienden a
consumir, en las siguientes líneas veremos los motivos que trascendieron durante la historia.
El consumo es, sin duda, uno de los más importantes motores de nuestra sociedad y su
economía. Consumir, comprar bienes y servicios, es una función esencial de los agentes
económicos y una variable fundamental en el desarrollo de los países y de las economías y
en la creación de riqueza.
¿La economía será sostenible a largo plazo con el consumismo? Es una incógnita que se
presenta en nuestra realidad, pero podremos verificar a través de autores nuestra realidad y
como se plantea. El consumo y la producción sostenibles consisten en hacer más y mejor
con menos. También se trata de desvincular el crecimiento económico de la degradación
medioambiental, aumentar la eficiencia de recursos y promover estilos de vida sostenibles.
CUERPO
Como podemos apreciar en el video, en el cual una persona va donde el técnico para que
puedan realizar el arreglo de su impresora, no solamente va donde un técnico sino a dos
más, en los tres le indican que mucho mejor sería que se compre otra impresora por que el
arreglo le costara casi el mismo precio de una impresora nueva Asi mismo observamos
sobre la BOMBILLA DE LIVERMORE 1.901 en una estación de bomberos donde esta
bombilla esta funcionando mas de 100 años. La fabricación tenía una vida larga de uso,
Edison lo fabrico en 1871 con el paso del tiempo muchas empresas que producían estas
bombillas no estaban de acuerdo que tenga tarta durabilidad, es donde ahí es el primer
producto de la OBSOLECENCIA PROGRAMADA, donde no tenia que durar mucho tiempo
porque estaría dañando la economía de las empresas que en ese entonces fabricarán las
bombillas como ser PHILIPP, LAMPARAS CETA Y OSRAN ellos eran los que distribuían a
nivel mundial las bombillas.
En los años 30 la obsolescencia programada no dio resultados, si no hasta los años 50 con
BROOKS STIVENS donde viejo por todo Estados Unidos promoviendo la Obsolescencia
programada el indicaba como ejemplo que si uno comprara un traje este le podían enterar
con el mismo traje.
En 1.981 indican se tiene que fabricar las neveras como las lavarropas tendrían que tener
una vida útil de 25 años
El consumismo es una tendencia que a la ves es nuestra economía actual, pero volvamos
un tiempo atrás donde la gente se sentía atracción por lo nuevo y actual es donde tiene un
papel primordial.
“Libertad y felicidad a través del consumo excesivo” este es el estilo americano de los años
80 sentó las bases de la economía actual,
Lo que cambia a través del tiempo y de las culturas es la manera o los medios utilizados
para la satisfacción de las necesidades. Cada sistema económico, social y político adopta
diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales.
En cada sistema éstas se satisfacen (o no) a través de la generación (o no generación) de
diferentes tipos de satisfactores. Uno de los aspectos que define una cultura es su elección
de satisfactores.
No se puede pensar crecer ilimitadamente cuando tenemos un plante limitado tendría que
estar loco o ser economista [ CITATION Gil00 \l 3082 ] . En el mundo es insaciable la necesidad
de consumir por la tendencia que existe, pero bien el medio ambiente queda olvidado,
cuando vivimos en ella, irónico pero cierto.
“En su forma original consumir significaba destruir, saquear, someter, acabar o terminar. Es
una palabra forjada a partir de un concepto de violencia y, hasta el presente siglo tenía tan
solo connotaciones negativas” [ CITATION Jer08 \l 3082 ]
La obsolescencia programada
La publicidad
El crédito
Esto es lo que en esta generación pasa las personas necesitan un crédito de manera
emergente para poder invertirlo en un negocio un producto para satisfacer un gusto la
publicidad entra por los ojos así que cualquier cosa enamora y con la obsolescencia
programada que las cosas están para usarlo y con el tiempo de uso destruirse increíble es
nuestra economía actual, pero se basa en una contradicción flagrante porque no es
sostenible a largo plazo, porque podemos decir que la economía está creciendo de gran
medida pero solo por un tiempo determinado
El consumismo es una tendencia que lleva a consumir cosas innecesarias” [ CITATION Gel22 \l
3082 ]. El usuario con el tiempo se da cuenta que cualquier producto que se compra está
programado para arruinarse y luego desecharse.
El objetivo es la seducción del público. Hoy en día, en las escuelas de gerencia se propone
el "marketing emocional", que se centra en agregar "valor emocional" a los productos y tiene
como herramienta la "publicidad emocional", definida como aquélla que se diseña para
suscitar una serie de sentimientos en la audiencia; se trata de producir sentimientos y
respuestas afectivas de los consumidores como finalidad principal. La exploración de
sensaciones y experiencias fue adquiriendo cada vez mayor legitimidad auto justificándose
en la liberación, alejándose de toda restricción. El hedonismo se ha convertido en la
justificación cultural —si no moral— del capitalismo. Para Bell "la satisfacción del impulso
como modo de conducta, se ha convertido en el modelo de la imago cultural" (1977: 34).
Aunque en principio los cambios afectaron principalmente a las maneras, los vestidos, los
gustos y los hábitos de alimentación, tarde o temprano, comenzaron a influir en asuntos más
importantes: la estructura de la autoridad en la familia, el rol de los niños y los adultos
jóvenes como consumidores independientes en la sociedad, las normas éticas y los
diferentes significados del logro en la sociedad.
La parsimonia y la frugalidad características de la primera sociedad industrial fueron
sustuidas por la prodigalidad y la pompa, todo esto favorecido por las ventas a crédito. La
venta a crédito fue una manera definitiva de crear demanda apoyada por los deseos
estructurados por la publicidad. Una época hedonista es una época de publicidad. En ella es
donde la publicidad adquiere una importancia clave para lograr una identificación entre los
consumidores y las mercancías y sus marcas. De acuerdo con el diagnóstico de Bell (1977:
34):
Lo que define a la sociedad burguesa no son las necesidades, sino los deseos. Los deseos
son psicológicos, no biológicos. A fin de ser como el más hermoso o el más astuto, los
otros... las apariencias importan más que la realidad.
Este clima cultural fue plasmado en el arte pop, que refleja una estética de la abundancia,
mientras tanto la psicología pro curaba liberar de restricciones e inhibiciones. Este clima
cultural dio lugar a un nuevo orden simbólico, donde el consumo es signo de éxito,
fundamentado en una ética hedonista individualista. El individuo y sus intereses son el
centro de la sociedad: cada persona siente que él y sus allegados son el centro de la
sociedad, el núcleo de la sociedad. A partir de esta convicción general y la voluntad de
satisfacción inmediata los deseos de determinados placeres —construidos y favorecidos por
la acción tecno económica son infinitos y cada uno entiende que él, sus deseos y la
satisfacción de sus deseos constituyen la clave de su sociedad.
La mujer se convierte en un "bello personaje" para el mundo del consumo y esa posición se
consolida progresivamente, afirmada en su carácter pluri–consumidor: las mujeres son
compradoras de objetos para el consumo personal, para el hogar, para los niños y, en
ocasiones, para el hombre. La mujer es destinataria de los desvelos publicitarios y es
también personaje de la publicidad. De una manera o de otra, la mujer está en el centro,
porque en el centro está la concepción de lo femenino, como lo dador de placer. Hay
publicidades para mujeres y hay publicidades con mujeres, en las que la mujer cede su
cuerpo para la connotación de los productos, tanto si ella es o no la destinataria directa. La
mujer es el gran personaje de y para la publicidad, pero ¿cuál es la imagen de la mujer que
tiende a movilizar, de forma dominante, la publicidad? (Walzer, 2003).
Hoy en día en la publicidad aparecen mujeres diversas en razas y estilos, pero todas tienen
en común una feminidad consumidora. Es decir, mujeres para quienes el acceso a los
bienes no es problemático. La mujer es el referente principal de la publicidad que se muestra
a través de la televisión porque es el público objetivo primario de los productos y servicios
que se anuncian: para las mujeres el confort del espacio privado, la decisión responsable del
bienestar familiar y la seducción de la apariencia. Las mujeres del discurso publicitario son
"para otros", se muestran para la mirada del otro y están condenadas al lucimiento. El valor
de la belleza se muestra como un imperativo para la mujer de hoy.
Gilles Lipovetsky (2004) postula la feminización del lujo como la expresión de la asignación
de la mujer al deber de agradar, de estar hermosa a cualquier precio y también agradar a su
familia mediante acertadas decisiones de compra. Para la consumidora se vuelve necesidad,
y también ocupación–compensación, sustituto de frustraciones. Las grandes compras están
bajo el dominio masculino, pero las pequeñas compensaciones cotidianas son femeninas.
El mito de la belleza resitúa a las mujeres en la sumisión, de manera similar a las heroínas
de los cuentos infantiles: la más hermosa y la más joven debe someterse a una serie de
pruebas para alcanzar la felicidad (generalmente el amor "verdadero"), pero con la condición
de la obediencia a la norma. La belleza en la sociedad de consumo se muestra en rasgos
mercantilistas y patriarcales, y favorece una representación frívola, con una imagen sexy,
flexible, despreocupada e ingenua, como una muñeca sexual, pícara y saludable. La belleza
mercancía es una belleza funcionalizada al servicio de la promoción de las marcas y del
volumen de negocios. Aunque este nuevo modelo de belleza está asociado al surgimiento
de la industria de la moda en el siglo XX, Lipovetsky (2004) advierte que con el transcurrir de
las décadas ya no es tan importante estar a la moda como mantener la apariencia esbelta y
joven, para lo cual las mujeres deben invertir mucho dinero en tratamientos para la piel,
dietas especializadas y sofisticadas rutinas de ejercicios.
En la publicidad no somos "alienados", "burlados" por temas, palabras, imágenes, sino que
somos conquistados por la solicitud persistente en hablarnos, en hacernos ver, en ocuparse
de nosotros (Baudrillard, 1969: 193).
Y a través de todos estos reclamos suavemente se genera la integración a lo social tal como
es, al statu quo, donde se omiten las contradicciones. En la publicidad las mujeres son
siempre felices y exitosas, completamente integradas y satisfechas en su feminidad
tradicional. Las diferencias (género, etnias, etc.) se reciclan y normalizan, ya no cuestionan,
se integran. Se alimenta un sistema de disuasión "banalizado", que es el que actualmente
sostienen los medios. La publicidad ha hecho consumible incluso la guerra. Es la era de los
derechos humanos, donde tan negociable es el dolor como cualquier otro producto de
consumo, con el escudo protector de lo políticamente correcto.
El movimiento de banalización que bajo las diversiones cambiantes del espectáculo domina
mundialmente la sociedad moderna, la domina también en cada uno de los puntos donde el
consumo desarrollado de mercancías ha multiplicado aparentemente los roles y los objetos a
elegir (Debord, 2000: 52–53).
Pero este seudo–disfrute del mundo esconde en realidad la represión, que permite integrar a
los humanos en una aceptación simple de lo dado o en una rebelión espectacular que
también se transforma en mercancía. Y así se perpetúa el desarrollo sin conflictos del
capitalismo y el patriarcado, en lo que Debord llama una "felicidad mercantil." El espectáculo
promete una unificación dichosa de la vida y cada producto se presenta como "un atajo
fulgurante para acceder por fin a la tierra prometida del consumo total" (Debord, 2000: 68).
Pero cuando las mercancías entran en el hogar y en la vida cotidiana, desaparece su
encanto y deben por ello surgir nuevas promesas de felicidad personalizadas en otros
objetos mercancía, así se mantiene el sistema capitalista en un constante cambio. Lo que el
espectáculo ofrece como perpetuo es el cambio.
Nuevos tipos de consumo; obsolescencia planificada; un ritmo cada vez más rápido de
cambios en la moda y los estilos; la penetración de la publicidad, la televisión y los medios
en general a lo largo de toda la sociedad en una medida hasta ahora sin paralelo; el
reemplazo de la antigua tensión entre el campo y la ciudad, el centro y la provincia, por el
suburbio y la estandarización universal; el desarrollo de las grandes redes de
supercarreteras y la llegada de la cultura del automóvil: éstos son algunos de los rasgos que
parecerían marcar una ruptura radical con la sociedad de la preguerra en que el alto
modernismo todavía era una fuerza subterránea (Jameson, 1999: 35).
Por el contrario, en esta época, ser pobre en una sociedad de consumo es no tener acceso a
una vida normal, ser un consumidor frustrado, incapaz de adaptarse y por tanto llevar una
vida aburrida, sin libertad de elección. Se marginaliza y coloca en los bordes a quienes no
consumen, está implícita la instigación a desafiar el orden y la ley para no aburrirse.
Y esta tarea de autoidentificación tiene efectos colaterales negativos; debe ser llevada a
cabo individualmente y en condiciones muy distintas y personalmente particulares.
Las mujeres en la cultura del consumo son individuos que no escapan de la ancestral norma
del sistema sexo–género, que las obliga al ser para el placer del otro, y las hace sujetas
caracterizadas por decisiones de compra, con una individuación canalizada a través de la
belleza estereotipada y legitimada por la publicidad. La vida actual está determinada por el
imperativo categórico de la modernidad líquida: la satisfacción inmediata de los deseos. Y el
deseo —dice Bauman— es un consumidor ideal porque no busca satisfacción, sino nuevos
deseos. Por eso, la necesidad de nuevos bienes, siempre nuevos, siempre distintos. La
ocupación principal es conseguir placer, por lo que la subjetividad de la modernidad líquida
es una subjetividad narcisista e individualista. El amor de sí y el cuidado de sí se explayan
en el consumo. Es la era del goce obligatorio y las mujeres —educadas históricamente para
los otros— deben cumplir también la obligación de gozar: su subordinación se continúa en la
obligación del goce y en la felicidad impuesta por la normalización del género y sus
responsabilidades.
Así la modernidad líquida ha traído la era del glamour, en la que los espectáculos y el goce
son mecanismos de control. La sensibilidad de las personas ha sido reacomodada para
adaptarlas a las cosas, que sirven para construir las identidades. La artificialidad es vivida
como verdadera. Los modelos de estilo de vida y felicidad se transmiten a través de los
medios de comunicación, de manera que lo privado coloniza el espacio público. Las
mujeres, heroínas de lo privado, son las primeras actrices de esta obra de estetización de la
vida cotidiana, donde se prometen todos los placeres que caracterizan la felicidad
estereotipada, la vida conveniente.
En este mundo contemporáneo se han producido lo que Bauman llama "residuos humanos",
constituidos por las poblaciones "superfluas" de emigrantes, refugiados y demás parias. La
globalización ha dado lugar a una cantidad seres humanos que se encuentran privados de
medios adecuados de subsistencia. Estos residuos humanos son las inmigrantes de los
mundos pobres que llegan para sobrevivir a los mundos opulentos, y allí viven invisibles.
CONCLUSIONES
El consumo es, sin duda, uno de los más importantes motores de nuestra sociedad y
su economía. Consumir, comprar bienes y servicios, es una función esencial de los
agentes económicos y una variable fundamental en el desarrollo de los países y de
las economías y en la creación de riqueza.
“En su forma original consumir significaba destruir, saquear, someter, acabar o
terminar. Es una palabra forjada a partir de un concepto de violencia y, hasta el
presente siglo tenía tan solo connotaciones negativas”
El consumismo es una tendencia que lleva a consumir cosas innecesarias”. El usuario
con el tiempo se da cuenta que cualquier producto que se compra está programado
para arruinarse y luego desecharse.
La mujer se convierte en un "bello personaje" para el mundo del consumo y esa
posición se consolida progresivamente, afirmada en su carácter pluri–consumidor: las
mujeres son compradoras de objetos para el consumo personal, para el hogar, para
los niños y, en ocasiones, para el hombre
En esta comunidad de consumidores, el principio que rige es la estética, dejando atrás
a la ética del trabajo, esta sociedad consumidora sólo se preocupa por estar en donde
abunden las oportunidades de elegir entre varios productos
BIBLIOGRAFIA
ALONSO, Luis Enrique. "Las políticas del consumo: transformaciones en el proceso de
trabajo y fragmentación de los estilos de vida", en Revista de Estudios Sociales. Universidad
Autónoma de Madrid, Madrid, núm. 4, 2004.
BAUDRILLARD, Jean. El sistema de los objetos. Siglo XXI, México, 1969.
BELL, Daniel. Las contradicciones culturales del capitalismo. Alianza, Madrid, 1977.
LEVITT, Theodore. "La miopía del marketing", en LEVITT et al. (eds.). La esencia del
marketing. Norma, Bogotá, 1995.