Cimientos Del Cuidado - Fernando Ceballos PDF
Cimientos Del Cuidado - Fernando Ceballos PDF
Cimientos Del Cuidado - Fernando Ceballos PDF
de Fernando Ceballos
1
Larrosa, Jorge. Pedagogía Profana. Estudios sobre lenguaje, subjetividad y formación.
Buenos Aires. Novedades Educativas 2000.
2
Onocko Campos, Rosana. La planificación en el laberinto. Un viaje hermenéutico. Primera
edición. Lugar Editorial. Bs. As. 2007.
Fernando Ulloa, baqueano incondicional de la ternura, manifiesta que “la
ternura crea el alma como patria primera del sujeto”, situando a estos dos
últimos condicionantes como “fundamentos de la misma, y base de la
constitución del sujeto ético”. También dice que abrazándonos a la ternura es
una manera de “no ceder frente a la crueldad, ni tampoco ser sus cómplices ni
sus conniventes”. Impronta insurgente que permitirá las condiciones necesarias
para el acto de cuidar.
Empatía viene del griego εμπάθεια, significa sentir en común, y describe la
capacidad de una persona de vivenciar la manera en que siente otra persona y
de compartir sus sentimientos. Empatizar es estar en sintonía con otro. Es la
habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los
demás, poniéndose en su lugar, y así intentar responder a sus reacciones
emocionales. Pensar en el otro como otro yo, es construir al otro como mi igual,
comprender sus perspectivas, pensamientos, sensaciones, deseos y creencias
en la diferencia.
Para Richard Senett, “la empatía presta atención a otra persona en su
particularidad (…) La empatía es un ejercicio más exigente, al menos en la
escucha; el que escucha tiene que salir fuera de sí mismo (…) Desde un punto
de vista más realista, la escucha empática puede ayudar al trabajador
comunitario, el sacerdote o el maestro a mediar en comunidades en las que la
gente no comparte la raza o la etnia (…) La empatía guarda más relación con
el intercambio dialógico; si bien la curiosidad sostiene el intercambio, no
experimentamos la misma satisfacción del cierre, de lo bien atado. Pero la
empatía contiene su propia recompensa emocional”3.
Traemos la empatía para empezar a darle otro horizonte posible, más allá del
que se utiliza en la formación de enfermería, en donde la empatía aparece
como una actitud para decidir y resolver por el otro asumiendo; por un lado,
una tarea de servicio sacrificial más ligada al monje que al trabajador; y por otro
lado, un posicionamiento de poder unidireccional en donde el que es cuidado
recibe pasivamente todo lo que ese Otro le entrega. La idea entonces, es tomar
a la empatía como una estrategia que nos permita construir vínculos sociales.
3
Sennett, Richart. Juntos. Rituales, placeres y políticas de cooperación. Editorial Anagrama. 1º
edición. Barcelona, 2012.
En segundo lugar tenemos al miramiento, que para Fernando Ulloa “es mirar
con interés amoroso”. La mirada hace al sujeto, sujeto social. Enfermería es
una profesión que, atada a una práctica hegemónica, fija mucho la mirada
controlando más que observando. El miramiento nos permitirá crear ese
momento esencial en la fundación de un cuidado dándonos las herramientas
necesarias para reconocer en el otro sus sensaciones más primarias, esas que
piden alojamiento, contención y entendimiento de la situación.
“Todo empieza por el reconocimiento del otro, respeto por el semejante. Yo a
Claudio, al comienzo lo veía como algo imposible de abordar, le tenía miedo.
Hacía ademanes, hablaba solo, tiraba trompadas al aire. No sabía como
intervenir. ¿Como poder producir un cuidado con tantos prejuicios? Hasta que
empecé a hablar con él. Le dí y tomé la palabra, ahí la cosa empezó a cambiar.
Aprender desde la propia experiencia cotidiana.”4
Decididamente, nuestro horizonte es producir ternura como instancia política y
emancipadora que abraza al cuidado, más allá de sus confines técnicos, permitiéndole
convertirse en entidad terapéutica, siendo resguardo, alimento y,
fundamentalmente lo que Ulloa llama buen trato, como defensa ante las
violencias inevitables del vivir. La ternura en sí es un acto creador. No es
posible la producción de cuidado, que es un acto de creación y recreación, si
no existe ternura que lo infunda. Siendo la ternura fundamento del diálogo, es
también diálogo. De ahí que sea, esencialmente, tarea de sujetos y que no
pueda verificarse en la relación de dominación.
“Creo que la ternura es el hecho estético por excelencia, porque es la
inmanencia de una revelación que no se produce y que tal vez nunca se
produzca. Lo más probable que jamás lleguemos a la ternura, claro, eso sería
llegar a ser Dios. Pero no se trata de llegar a ella sino de ´moverse hacia ella`:
hacia el otro. Otro punto de vista, otro mar, otras tierras, otros cielos. La ternura
es una herramienta de tolerancia, que permite que la palabra ´desconocido`
deje de sonar a peligro y comience a sonar a posibilidad. Puede que la ternura
sea el único lugar posible en el cual habite el amor”5.
4
Palabras del debate realizado en las 1º Jornadas de Enfermería en salud mental. Centro de
Rehabilitación en Salud Mental “Agudo Ávila” de Rosario, provincia de Santa Fe. 22 de
noviembre de 2008.
5
Ramos, Pablo. Hasta que puedas quererte solo. 3ª ed. – Buenos Aires: Alfaguara, 2016. Pag.
34.
La ternura es un acto de valentía, es compromiso entre semejantes;
compromiso pensado como fundamento de transformación de la cotidianidad a
través de la recuperación de actos tiernos que habitan procesos de cuidados.
Dondequiera que exista un trabajador alienado por la mortificación
hegemónica, el acto de ternura va a radicar en comprometerse con su causa.
La causa de su liberación. Este compromiso, por su carácter tierno, es
dialógico y posibilitador de micropolíticas insurgentes en la cotidianidad del
proceso de trabajo.
“(…) Hablar de la ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna
ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la
necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesa
nuestros mundos6."
Que la ternura invada al poder, ese es el escenario de un sentimiento sencillo y firme: el
buen trato, término que no sólo remite a tratamiento, sino también a un trato solidario
como núcleo de cualquier relación entre los hombres.
otro, en la medida misma en que es lo otro, nos cuestiona, nos pregunta. Nos
6
Fernández, Ana María. Las lógicas sexuales: amor, política y violencia. 1º edición. Bs. As.
Nueva Visión 2009.
7
Pensamos a la hospitalidad desde el trabajo de Jacque Derrida y las reflexiones Anne
Dofourmantelle. La hospitalidad. Bs. As. 3º edición. Ediciones de la Flor, 2008.
legalidades introduciendo de esa manera la inquietud en donde tal vez nunca
donde casi siempre la rutina encuentra la respuesta rápida, justa, absoluta; allí
desnudando así nuestro propio desamparo. Ese dolor que duele, ese
sufrimiento que sufre, ese deseo que desea, esa ganas que empujan son
sostenidas desde otro, ¿Cómo recibir ese dolor, ese sufrimiento, ese deseo,
supremo de una relación hospitalaria sea ese en que uno se coloca en el lugar
que nos provoque no saber hacia donde va a salir dirigido ese encuentro. El
autoridad, un supuesto saber. Alguien que no habla como los demás, que no
sabe como los demás, que no maneja las técnicas de los demás cuestiona lo
potencia suficiente para dejarse construir por ella creando un pensamiento que
plantea que “… la hospitalidad sólo puede ser ofrecida aquí y ahora, en algún
8
Skliar, Carlos. Lo dicho, lo escrito, lo ignorado. Ensayos mínimos entre educación, filosofía y
literatura. Niño y Dávila. 1ª edición. Diciembre 2011. Madrid.
lado. La hospitalidad da como impensada en su noche, esa relación difícil,
sino al gesto mediante el cual uno da acogida al otro –incluso y sobre todo si
uno mismo no tiene morada a partir de la cual pueda ser pensada esta
acogida”9-.
9
Jacque Derrida, Anne Dufourmantelle. La hospitalidad. Bs. As. 3º edición. Ediciones de la
Flor, 2008.
Un cuidado no tiene un territorio acotado si no que se abre ante gestos
hospitalarios, hospitalidad pensada como una forma de no rechazo al
extranjero con el objeto de proteger nuestra propia coherencia.
Un cuidado es una actitud constante llevada a escuchar la palabra del otro, una
manera de dilucidar al prójimo para desentrañar una estela posible. El
argumento de la palabra, el conocimiento de las diferencias y el respeto a los
lugares reales y simbólicos donde se desarrollan las posibilidades de sentido y
entendimiento son características elementales para que la acción de cuidar se
desarrolle.
Un cuidado es una capacidad de recibimiento, compromiso excepcional en la
relación con el otro con el objetivo de transformarlo en ética personal,
multiplicando los encuentros y las ocasiones de comunicación.
Un cuidado es esa posibilidad de alojamiento al otro dejando lugar a lo
esencial, que es permitir al interlocutor, individuo o grupo, llegar al límite de sí
mismo adoptando una cualidad de intercesor haciendo circular los saberes en
juego, logrando que el último movimiento sea el de retirarse siempre ante la
libertad del prójimo. El tiempo, la espera, la escucha, el estar, el quedarse, el
aproximarse, el detenerse, la presencia de otro… son condiciones o acciones
humanas básicas que atentan contra la técnica, el automatismo y la lógica
implacable de la eficacia haciendo lugar al no-lugar artístico de la hospitalidad
que comienza a producir cuidado en la mismidad de ese encuentro.
La hospitalidad, entonces, acaece como un espacio que aloja, una posibilidad
que estimula, una errancia que potencia, un saber que se aprehende, un
movimiento que la identifica y una cicatriz que la nombra.
10
Testa, Mario. El hospital visto desde la cama del paciente. Tomado de: Mario Testa. El
hospital. En: Salud, problema y debate. Año V, N°9, 1993. Buenos Aires.
determinado, sino que además permite acceder hasta la expresión singular de
ésta en el escenario donde se cuida.
Pues bien, pensamos que cuidar va más allá del aplacamiento sintomatológico
y el encierro hospitalario de la curación de la enfermedad. El hospital en sí
mismo no produce nada, son sus lógicas de desubjetivación y disciplinamiento
las que cosifican a las personas produciendo prácticas en donde el individuo
queda reducido a un órgano, un número de cama o una enfermedad. No hay
un otro, que garantice ese vínculo esencial que determina lo social. Y queda la
técnica como vehículo estéril que interviene en lugar del cuidado.
Cuidar es decididamente un compromiso social en donde la justicia social se
transforma en su objetivo primordial. Collière sostiene que, “los cuidados de
enfermería sólo tienen sentido si se toma conciencia de que se insertan en un
contexto social que ellos imprimen y que les condiciona. Bien sea por las
tecnologías utilizadas, por el tipo de jerarquía social que crean, por las formas
institucionales que instauran, por la organización de trabajo resultante, o bien
por el alcance social del cuidado, los cuidados de enfermería tienen una
enorme influencia social, incluso si no se tiene conciencia de esta influencia o
11
Marie- Françoise Collière. Promover la vida. Interamericana-Mc Graw-Hill. 1993. pag. 326.
El cuidado, bajo esta impronta, convive permanentemente con sabores, olores,
colores, secretos, acontecimientos y estados de ánimo que están ahí prestos a
ser utilizados para enriquecerlo. No se trata de poner el cuerpo, como se dice
comúnmente, se trata en todo caso en hacer junto al otro, encontrar su mirada,
su voz, comprender su cotidianidad, adoptar su apariencia. Ni más ni menos,
asumir sus historias y sentirlas propias.
Toda persona tiene una percepción creadora, la cual enviste su vida de sentido
de vivirse. La alienación y la dependencia atentan contra esta potencia
humana, y llevan a la persona al ostracismo, al atontamiento, la alienación.
Sentirse sometido es encajar la realidad exterior en un espacio limitado,
acotado. Estar dominado creativamente es quedar atrapado en la creatividad
de un absoluto, este acatamiento desarrolla en la persona una huella mnémica
en donde se hace presente la sensación de nulidad creadora y la
desresponsabilidad invade una vida impidiéndole ser vivida dignamente.
La idea de creación la concebimos como un acontecimiento productor de
subjetividad y condición de estar vivo. La cotidianidad se puebla de creatividad
cuando los sentidos humanos la abrazan posibilitando invenciones más allá de
lo técnico que postula el arte totalizador.
Winnicott plantea “… la creatividad que estudiamos se refiere al enfoque de la
realidad exterior por el individuo. Si se da por supuesta una capacidad cerebral
razonable, una inteligencia suficiente para permitir al individuo convertirse en
una persona que vive y participa en la vida de la comunidad, todo lo que se
produce es creativo, salvo en la medida en que el individuo está enfermo o se
encuentra frenado por factores ambientales en desarrollo que ahogan sus
procesos creadores”.
Sabemos que la historia de la humanidad ha provocado los hechos más
inhumanos jamás pensados para un mortal: los campos de concentración.
Nuestra historia reciente nos convoca, y nos lleva allí donde las personas eran
sometidas a las más terribles vejaciones con el objetivo de desbastar esas
subjetividades insurgentes. Sin embargo, vimos como muchas de esas
personas resistieron a estos tormentos gracias a una capacidad creadora que
las sostuvo vivas y pensando que más allá de esa coyuntura había una vida, su
vida que merecía ser vivida. Es decir, en algún lugar de sus personalidades,
aun en circunstancias extremas de violencia y abuso, se hallaba oculta o
indestructible esa utopía creadora que fue acrecentando una destreza personal
para el vivir creador. Imaginemos espacios productores de creatividad que
desbaraten la lógica de la alienación imperante. Saber crear depende, en gran
parte, de la capacidad de navegar en aguas turbias, vislumbrar más allá de lo
común. Veremos así, como la fuerza de la presencia creadora irrumpe cuando
menos la esperamos, muchas veces agazapada espera ese momento de
lucidez y dignidad apareciendo redondamente proclamando un destino
innovador a nuestro hacer. Cuando el actuar creativo se convierte en mística,
en estética, en una ética que nace de los valores del corazón y de la pasión,
precariedades”13.
Considerado el cuidado por fuera de las presiones del pensamiento lógico, se
constituye en un escenario propicio para que libremente se desarrollen otras
formas de expresión, otras respuestas, esas que aprendidas de la experiencia
nos han llevado en el mejor de los casos, hasta el límite de nuestras
posibilidades. Poner en movimiento en la inmensidad de un cuidado el proceso
creativo es, registrar todas esas palabras interiores que fueron habitando
nuestra experiencia y ayudan cotidianamente a liberar esa imaginación activa
12
Poiesis deriva etimológicamente del antiguo término griego ποιέω, que significa "crear". Esta
palabra, la raíz de nuestra moderna "poesía", en un principio era un verbo, una acción que
transforma y otorga continuidad al mundo. Ni producción técnica ni creación en sentido
romántico, el trabajo poiético reconcilia al pensamiento con la materia y el tiempo, y a la
persona con el mundo.
13
Moccio, Fidel. “Me desperté en un estado raro”. Acerca de la creatividad humana. Pagina 12.
Psicología, noviembre de 2007.
como un acto transgresor de la realidad. Representa un instante de gran
intensidad que energiza y posibilita nuestras potencias básicas, ya que nos
recuerda que nuestra esencia como seres humanos es ser creadores.
Lo cotidiano incluye el contacto con el otro, así como también el
desplazamiento plástico en el ambiente. Cuando nos movemos y nuestros
gestos van creciendo acompañados por esa música interior que habita nuestra
subjetividad, el contexto debería seguir esos pasos como una manera de
brindar cuidados.
14
Entendido como orgullo por el propio trabajo.
15
Entendido como potencialidad de ser.
de las casas, administración y cuidado de los pequeños detalle, ruidos,
alimentación y clase de alimento, la cama y ropas de cama, la luz, la limpieza
de habitaciones y paredes, limpieza personal, charlatanería que da esperanzas
y consejo, observación del enfermo.
Este cuidado del contexto que nos impartió la que profesionalizó enfermería,
esta supeditado a las condiciones de vida de las personas. Intensificando y
ampliando mas esta mirada, podemos reflejarnos en Leonardo Boff16 quien nos
adentra políticamente en el asunto, “(…) el cuidado con el pueblo exige
conocer sus entrañas por experiencia, sentir sus urgencias, compadecerse de
su miseria, llenarse de ira sagrada y escuchar, escuchar, escuchar. Debería
haber un Ministerio de la Escucha (…) Escuchar las sagas del pueblo, las
soluciones que encontró, el Brasil que quiere. Y quiere bien poco: trabajar y,
con su trabajo dignamente pagado, comer, vivir, educar los hijos, tener
seguridad, salud, cultura y tiempo libre para apoyar a sus equipos y celebrar
sus fiestas y cantares los fines de semana. El pueblo merece ese cuidado, esta
relación amorosa que aleja el miedo, da confianza y realiza el sentido más alto
de la política.”
Cuando se propician acontecimientos liberadores del pensamiento estamos en
presencia de emancipaciones, de liberaciones que iluminan el ocaso del
totalitarismo, desenvolviendo una modalidad ontológica diferente que abreva de
una ética y una política de la vida cotidiana.
El tecnicismo enfermero propone lo acabado como elemento que no tiene
probabilidad de discusión, ya que es una verdad absoluta. No existe en ese
recinto otra voz que la del discurso hegemónico -avalado por la ciencia-
imposibilitando toda potencia de ser que intenta aparecer como acción
transformadora. La práctica rutinizada y organizada por una administración
tecnocrática nos dice cotidianamente que no hay nada que discutir, “trabajen
para eso les pagamos”. El cuidado se vende como técnica y el trabajador se
desresponsabiliza del otro como semejante, tomándolo como objeto de una
práctica que lo dependiza y lo coloniza. No hay independencia ni autonomía en
el acto de cuidar, tampoco ética ni acción política innovadora. En esa
16
Leonardo Boff. Política es cuidado. http://www.leonardoboff.com/site-
esp/vista/2002/politica.htm
encerrona quedamos aquellos que impartimos esa técnica, sin posibilidad
política de poder transformarlo.
“La cómoda posición de la enfermería víctima y sin poder no nos ayudará a
solucionar estas situaciones. Únicamente haciendo frente a nuestro entorno
cotidiano podemos encontrar otras maneras de ejercer poder que estén
sostenidas por una búsqueda de equidad y justicia social.”17
La política se refiere a lo que se ve y a lo que se puede decir, a quién tiene
competencia para ver y calidad para decir, a las propiedades de los espacios y
los posibles del tiempo. Es una delimitación de tiempos y espacios, de lo visible
y lo invisible, de la palabra y el ruido, de lo que define a la vez el lugar y el
dilema de la política como forma de de experiencia.
A partir de esta estética inicial puede plantearse la cuestión de los cuidados
como parte de la cotidianidad y no como una técnica que organiza un trabajo
rutinario, y a partir de allí poder establecer otras formas de visibilidad de la
experiencia, del arte y del oficio, del lugar que ocupan y de lo que aportan con
respecto al cuidado y al propio trabajador. Si tomamos al cuidado como una
práctica artística en sí misma, éste pues intervendrá en la distribución general
de las maneras de hacer enfermero y en sus relaciones con las maneras de ser
y las formas de su visibilidad.
Todo cuidado es una intervención política que independiza, por lo tanto pensar
ese cuidado nos compromete política y éticamente ha avanzar sobre las
condiciones en las que se produce, el marco regulatorio que lo delimita, el
conocimiento que lo promueve, la lógica que lo hace emerger socialmente. En
este mundo en donde parece todo preparado para realizar cuidados
incesantemente debido a una realidad cruel y marginadora, es urgente
empezar a cuestionar esas certezas que posibilitan un cuidado cristalizado en
la técnica sin la posibilidad de abarcar lo cotidiano, la experiencia, el trabajo, el
contexto como instancias para intervenir en la cultura.
Si el cuidado está enmarcado en el reconocimiento del otro en su cultura,
acontece como hecho político y como garante de emancipación. Es allí, en esa
vastedad en donde se alumbra la senda de un ser libre. Es allí, donde tanto el
que cuida como el que es cuidado se transforman, se mezclan, se contaminan
17
Gastaldo, Denisse. Relaciones de Poder en Enfermería y Salud Mental: Críticas y Retos para
el Futuro. Faculty of Nursing y Centre for International Health, University of Toronto, Canada.
en una relación de iguales que iguala, que posibilita. Esta manera de cuidar
19
Lee Teles, Annabel. Una filosofía del porvenir. Ontología del devenir, ética y política. Espacio
de pensamiento Editorial. Montevideo, Uruguay. 2007.
El cuidado, como atributo humano esencial para la vida, toma al cuerpo como
objeto de trabajo a oprimir o como acontecimiento para desarrollar aquellas
posibilidades negadas o controladas. Cuando sucede lo primero, el cuidado es
borrado por la técnica, lo mismo que el cuerpo por el saber. Y solo aparece una
cosificación de la persona devenida en objeto, que borra la esencia que
envuelve a cada acto de cuidar. No hay afecto, no hay historia, no hay deseo,
no hay palabra, no hay otro. El cuidado como técnica de adiestramiento del
modelo regula al cuerpo, lo atrapa, lo coloniza creando una relación de
sometimiento.
Cuando pensamos al cuidado como acontecimiento, el cuerpo es tomado como
una construcción subjetiva en donde las personas son reconocidas en su
diversidad, con sus sentires, sus acciones, sus pensares, y desde esta
convicción el cuerpo se reintegra naturalmente, no como complemento a una
cultura que lo ignora, sino como parte de un proceso concientemente integrado.
Concebido en este escenario, un cuidado toma al cuerpo como protagonista,
permite que se suelte, se mueva. Que sea productor de un verdadero proceso
creador. Esta liberación genera la posibilidad de ejercer el poder, de determinar
otros discursos, otros cuerpos. La potencia de ser aparece como corporeidad
de una relación dialéctica en donde lo ético prima por sobre lo tecnológico.
La vivencia del propio cuerpo es la consecuencia del encuentro con el otro.
Vivir el cuerpo es como un espejo sobre el cual la realidad corpórea de los
demás se evidencia. Ese reflejarse en el otro despierta y aviva la conciencia
de la propia realidad. El cuerpo propio para sí, y conocido para el otro. Ese
reflejarse revela que existe el mundo.
“Una paciente conectada a un monitor pide que le tomen el pulso. La enfermera
le explica que no hace falta porque ese aparatito lo registra en forma constante.
Sin embargo ante la insistencia de la mujer. Le pregunta: Pero ¿por qué quiere
que le tome el pulso, si no es necesario? Responde la paciente: ¡señorita, hace
21
Ulloa, Fernando. La novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica. Ed. Paidós. 1995.
Bs. As. Pag. 75.
como trabajador de acuerdo con su lugar ético-político, que incluso resignifica
lo que es la vida del otro para sí.
Debemos acostumbrarnos a bucear en las profundidades, alejándonos de esas
“distancias óptimas” que nos encierran y nos acotan otros modos de cuidar,
para empezar a tomar el sentido oculto de cada situación interrogando sobre
los posibles de un cuidado. Estas maneras de escucha nacen del desconcierto,
de la imposibilidad de arribar a un fácil entendimiento de las situaciones
cotidianas. Y a su vez habilitan una disposición a pensar; disposición que
necesita ser activada dejando atrás esa suerte de estupor paralizante que nos
provoca la irrupción de sensaciones que aún no podemos aprehender.
Pensada así la escucha, pone en escena una inconformidad22, que evita el
juicio racional de la cientificidad, recurso automático de una subjetividad
colonizada.
22
Percia, Marcelo. La Inconformidad. Arte, política y psicoanálisis. Editorial La Cebra. 1º
edición. Bs. As. 2010. “Inconformidad: potencia que habita en lo mínimo. No se puede reunir ni
enseñar inconformidad, no hay partido ni escuela de algo así (…) el devenir minoritario (ese ir
hacia, siendo lo otro) no es tanto mutar o transformarse en el extraño, sino dejar llegar lo
venidero de esas potencias minoritarias en uno.”
recuperación de lo sensible como acto dialéctico, posibilita en cada trabajador
del cuidado una visibilización de lo político a través de la deliberación y el
intercambio de conocimientos que se produce en ese instante de
reconocimiento mutuo.
“Llamo reparto de lo sensible a ese sistema de evidencias sensibles que al
mismo tiempo hace visible la existencia de un común y los recortes que allí
definen los lugares y las partes respectivas. Un reparto de lo sensible fija
entonces, al mismo tiempo, un común repartido y partes exclusivas. Esta
repartición de partes y de lugares se funda en un reparto de espacios, de
tiempos y de formas de actividad que determina la manera misma en que un
común se ofrece a la participación y donde los unos y los otros tienen parte en
este reparto.”23
Porque lo sensible se manifiesta allí, en esa permanente percepción de
sensaciones que se producen en un cuidado, allí donde la sensibilidad del
trabajador enfermero y la sensibilidad de esa persona cuidada se
entremezclan, se contaminan, se tocan creando ese recinto único potenciador
de lazo social.
23
Jacques Rancière. El reparto de lo sensible. Estética y política. LOM ediciones. Colección:
Singular Plural. 2009. Barcelona.
profesionales que conforman el equipo interdisciplinario no puede quedarse en
la sala para que enfermería venga y participe en un espacio de discusión
clínica? Nadie se movió de su lugar. A partir de este
interesante interrogante planteado por Ulloa, empezamos a reflexionar sobre
quien es el referente del paciente y quien se queda con el paciente, esto nos
permitió desde enfermería empezar a cuestionar algunas certezas
anquilosadas sobre nuestra práctica naturalizada durante años en una
institución de salud. Las preguntas que se dieron a luz tenían que ver en por
que enfermería siempre era la que se quedaba, y en ese quedarse empezamos
a ver cómo, por que y para que se quedaba. Entendemos que la historia de
enfermería dentro de las instituciones de salud tenía que ver con el orden y la
disciplina, la higiene y el confort, el silencio y el silenciamiento, que se podía
impartir hacia todos aquellos que habitan el hospital. Este mandato de neto
tinte higienista y disciplinador, con el devenir del desarrollo tecnoadministrativo
de la medicina se convirtió en biomédico, pasando de ser unos conocimientos
empíricos de centinela de la medicina, hacia un modelo de profesión que busca
en la ciencia y la técnica su identidad para querer parecerse cada vez más a la
medicina. Ambas posturas han dejado de lado el cuidado enajenándolo de las
personas, para estructurarlo en técnicas que encajan perfectamente con el
modelo de la hegemonía médica. Entonces, primero fueron acciones de control
y vigilancia, mientras otros tenían el poder de curar, para luego transformarse
en técnicas (con aval científico) mientras otros seguían potenciando ese poder
curativo. Todo esto sucede paralelamente a lo que le sucede al trabajo de
enfermería con las personas que llegan al sistema de salud con algún
sufrimiento. Otros deciden una estrategia terapéutica mientras enfermería
ocupa la institución garantizando eficiencia técnica, pulcritud, rutinización,
adiestramiento y silenciamiento quedando al margen de las decisiones
terapéuticas que se toman con cada situación que llega. Estar
afuera, es estar al margen de lo que se esta pensando terapéuticamente con
esa persona que ingresa con algún sufrimiento, pero a la vez también es
hacerse cargo de decisiones de otros, sin la posibilidad de discutirlas. Estar
afuera es estar en la impotencia, es hablar en la clandestinidad poblando de
palabras al rumor y avalando esta dicotomía entre los que deciden y los que
ejecutan. Es esa desesperación de estar suspendido esperando un guiño
avalador del absoluto para ser aceptado conceptualmente. Es estar ausente de
las decisiones, pero presente en las ejecuciones, sin posibilidad de intervención
nada más que para sostener una estructura de orden y normalización. Es ser
un híbrido que se impotentiza ante la imponencia de una organización que lo
fija a una estructura disciplinaria y de silenciamiento. Es ser forastero de otras
discusiones colectivas, sin posibilidad de participación nada más que para estar
de “guardia permanente”. Es imperiosa
la inclusión de enfermería a la discusión terapéutica interdisciplinaria, para
dejar de ser una sombra que transita el devenir de una ilegalidad legalizada por
un “estado de excepción biomédico” que habita las instituciones de salud.
Debemos dejar de ser los guardianes de las disposiciones de otros, para no
quedar desterrados en nuestro propio territorio y empezar a propiciar las
discusiones colectivas necesarias. En todo este recorrido aprendimos que
ninguna disciplina en soledad alcanza para explicar y comprender la realidad
compleja de la salud, necesitamos del encuentro de saberes y haceres para
poder abordar las situaciones de complejidad que llegan hoy a los diferentes
servicios de salud. Sabemos que la mirada absoluta de lo hegemónico acota
las posibilidades de intervenir, complementar, integrar y por lo tanto de cuidar, y
cuando las diferentes disciplinas se sostienen en acciones que sólo abarcan
respuestas disciplinarias, repiten la lógica del aparato biomédico que siempre
busca formar compartimentos estancos especializados que impidan el
reconocimiento y el intercambio dialéctico de otros saberes como portadores de
acontecimientos clínicos innovadores.
¿Por qué el cuidado queda por fuera de la discusión clínica interdisciplinaria?
En principio, la ausencia de la palabra enfermera en la discusión clínica
interdisciplinaria de una situación compleja de salud, sigue sosteniendo aquel
paradigma histórico de que el cuidado es tomado como actividad subalterna
(acordémonos de lo que decíamos anteriormente con respecto a la
feminización del cuidado en el hogar) que debe estar omnipresente para que
de ese modo se pueda garantizar el orden institucional. Por lo tanto enfermería,
teniendo esa función tan “primordial” en las instituciones de salud devenidas en
instituciones médicas, no tiene por que participar de lo terapéutico, ya que eso
está supeditado solo a disciplinas profesionales que puedan pensarlo.
Parecería ser que, como enfermería es una disciplina que realiza cuidados y,
además habita constantemente las instituciones de salud y esta presente en
todo momento (todo el día, todos los días), por ese solo hecho avala que ya se
está cuidando. Es decir, más allá de cualquier estrategia terapéutica, el cuidado
está garantizado, el cuidado es algo que está siempre. El cuidado es una
presencia permanente que permite el equilibrio de las instituciones de salud.
Esta lógica garantista del cuidado, lo piensa a éste como guardia y ejecutor de
una organización y un control de las instituciones de salud, pero no como
participante y gestor de estrategias políticas, terapéuticas e interdisciplinarias.
Garantizar el cuidado, lo mismo que la alimentación y la reproducción, en la
antigua Grecia era una labor asignada a esclavos y mujeres, quienes a su vez
estaban literalmente privados al acceso a la vida pública, a la vida política.
Entonces, siguiendo la reflexión, Silvia Bleichmar, nos dice, “(…) nuestro
problema es contraponer el sujeto ético al sujeto disciplinado.”24
¿En qué o a qué se queda ese enfermero cuando se queda en la institución?
Podríamos pensar que ese enfermero que se queda allí sacrificialmente
velando por esa persona que sufre, solo puede aportar datos empíricos que
serán valorados por aquellos saberes profesionales que lo han subalternizado,
para ver si esos conocimientos tienen algún estatus científico para ser tenidos
en cuenta a la hora de alguna discusión terapéutica.
Ahora la otra pregunta que surge, ¿Por qué se queda en esa posición
clínicamente pasiva? ¿Qué garantiza esa presencia?, lo que puede garantizar
por un lado, es soledad de una decisión hegemónica; y por otro lado, una
custodia permanente para que lo resuelto por los saberes “más aceptados
conceptualmente” se lleve a cabo.
¿Para qué, el cuidado debe ser recuperado como parte de una estrategia
terapéutica? ¿Cómo ese saber hacer cotidiano de enfermería debe aportar
clínica y terapéuticamente instrumentos de discusión que ayuden a lo
interdisciplinario?
“Sacar del olvido lo oculto en lo obvio”, nos acompaña Enrique Dussell.
24
Bleichmar, Silvia. Texto extractado de la clase Nº 1 del Seminario “La construcción del sujeto
ético”, dictada el 10 de abril de 2006.
Todo cuidado es un proceso de trabajo que sostiene parte de una estrategia y
propone acciones complementarias tendientes a sostener la posibilidad de ver
al otro como un semejante con diversas necesidades y potencialidades,
rescatando de este modo también el saber del que es cuidado, como parte de
la acción. Los cuidados, incluidos en el interior mismo de cada una de las
estrategias terapéuticas pensadas para cada una de las situaciones de salud
que nos interpelan en el cotidiano, derrumban esa lógica de la generalización
mercantilista de que todos los cuidados son iguales, y que lleva a rutinizar
nuestras prácticas y mecanizar y precarizar nuestros saberes.
“Cuando abordamos una problemática –cualquiera sea, pero, sobre todo,
cuando nos referimos a asuntos relativos al campo de la salud –, observamos
que reúne un nivel de complejidad muy grande, exigiéndonos diversas miradas
para explicarlo y entenderlo: aspectos históricos (ningún fenómeno está suelto
en el mundo), contextuales, dimensiones estructurales, relacionales,
regularidades, singularidades y, generalmente, intervenciones de los sujetos y
sus interpretaciones en la producción de la realidad. Ahora bien, en tales
circunstancias, precisamos generar informaciones cuantitativas y cualitativas
de diversos tipos que un abordaje metodológico único no permite contemplar”25.
Lo interdisciplinario es un incesante fluir de conocimientos que porfían por
sumarse en una situación compleja que amerita una demora, una
complementariedad de saberes para proponer la posibilidad de un pensar
incómodo que conmueva las certezas disciplinarias. Algo que debe ser
aprehendido en múltiples estados de existencia, dado que opera en distintos
niveles de la realidad y de conocimientos.
Ningún proceso de salud-enfermedad-atención-cuidados puede ser pensado
linealmente ni en soledad, para ello es necesario revalorizar el diálogo, el
intercambio y la combinación entre diversos saberes, apelando a la polisemia
resultante del cruzamiento de distintos discursos disciplinares que aporten
miradas complementarias, articuladas en prácticas sociales. Ir rodeando a las
situaciones problemáticas en sus diversos aspectos y descubriendo en ellas las
fisuras inteligibles por las que pueda ir siendo analizada; desmantelando cada
situación en sus componentes, elementos constituyentes, sus notas
25
Minayo MCS. Interdisciplinariedad y pensamiento complejo en el área de la salud. [Editorial].
Salud Colectiva. 2008;4(1):5-8.
constitutivas. Así, se va distinguiendo entre lo que funda o es fundado, entre lo
necesario y lo accesorio. Se va descubriendo lo que la situación es, en su
esencia y en sus modos de manifestarse. La complejidad de los procesos de
salud-enfermedad-atención-cuidados, deben dar lugar a prácticas sociales
inervadas por contradicciones e incertidumbres de territorios conceptuales
diversos pero potenciados entre sí. Es imperioso fundar condiciones de
posibilidad, algo así como ser lo posible del otro. Encontrarse en la
revolucionaria franqueza de estar haciendo aquello que elimine prejuicios y
plasme movimiento deseante. Telar de voces que interpelan, que creen, que
crean.
Me gustaría, por lo tanto, empezar a pensar en fundamentos y en necesidades
imprescindibles de cambios epistémicos y, por consiguiente, de
transformaciones de actitudes y posturas de los trabajadores, con el objetivo de
poder construir un cuidado más integrado, más protagonista y, por lo tanto,
más profundo. Por último, necesitamos estar abiertos a nuevos abordajes
teóricos y metodológicos, no como modismo, sino buscando sus más intensos
y relevantes fundamentos.
Precisamente para que toda esta construcción pueda realizarse, enfermería,
como saber comprometido en el proceso salud-enfermedad-atención-cuidados,
debe integrarse a la discusión interdisciplinaria de la mano de un cuidado que
no debe realizarse paralelamente a una estrategia terapéutica, sino formando
parte de ella e incorporando conocimientos que devienen de una construcción
cotidiana, que insiste en la irreverencia de la dificultad de orientar las
problemáticas de salud-enfermedad a través de cuidados, y no como técnicas
que se reflejan en actos curativos aislados.