El Cuerpo Lleva La Cuenta

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El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la sanación del trauma

La imaginación es absolutamente crítica para nuestra calidad de vida. Nuestra imaginación nos
permite evadirnos de nuestra existencia diaria rutinaria al fantasear con viajar, comer, el sexo,
enamorarnos o tener la última palabra; todas las cosas que hacen que la vida sea interesante.
La imaginación nos da la oportunidad de contemplar nuevas posibilidades; es una plataforma
de lanzamiento esencial para que nuestras esperanzas se hagan realidad. Enciende nuestra
creatividad, mitiga el aburrimiento, alivia nuestro dolor, mejora nuestro placer y enriquece
nuestras relaciones más íntimas. Cuando las personas se ven arrastradas constante y
compulsivamente al pasado, a la última vez en que sintieron una implicación intensa y unas
emociones profundas, sufren una falta de imaginación, una pérdida de flexibilidad mental. Sin
imaginación, no hay esperanza, no hay posibilidad de contemplar un futuro mejor, no hay sitio
adonde ir, no hay objetivo que alcanzar.

Las personas que no han compartido la experiencia traumática no son dignas de confianza,
porque no pueden entenderlo. Tristemente, esto incluye a menudo a las esposas, a los hijos y
a los compañeros de trabajo.

Trauma

hemos empezado a comprender cómo afectan las experiencias abrumadoras a nuestras


sensaciones más recónditas y a la relación con nuestra realidad física, la esencia de quienes
somos. Hemos aprendido que el trauma no es solo un acontecimiento que se produjo en algún
momento del pasado; también es la huella dejada por una experiencia en la mente, el
cerebro y el cuerpo. Esta huella tiene consecuencias permanentes sobre el modo en que el
organismo humano logra sobrevivir en el presente. El trauma genera una reorganización
fundamental del manejo de las percepciones por parte de la mente y del cerebro. Cambia no
solo cómo y en qué pensamos, sino también nuestra propia capacidad de pensar. Hemos
descubierto que ayudar a las víctimas de traumas a encontrar las palabras para describir lo que
les ha ocurrido es profundamente significativo, pero a menudo no es suficiente. El acto de
contar la historia no altera necesariamente las respuestas físicas y hormonales de un cuerpo
que permanece hipervigilante, preparado para ser asaltado o violado en cualquier momento.
Para que se produzca un cambio real, el cuerpo debe aprender que el peligro ya pasó y a
vivir en la realidad del presente. Nuestra investigación para comprender el trauma nos ha
llevado a pensar de modo diferente no solo sobre la estructura de la mente, sino también
sobre el proceso mediante el cual se cura.

Durante las rondas de la mañana, los médicos jóvenes presentaban sus casos a sus
supervisores, un ritual que los auxiliares de la unidad podían observar en silencio. Raramente
mencionaban historias como las que yo había escuchado. Sin embargo, muchos estudios
posteriores han confirmado la relevancia de esas confesiones de medianoche: ahora sabemos
que más de la mitad de las personas que necesitan asistencia psiquiátrica ha sido asaltada,
abandonada, maltratada o incluso violada en la infancia, o ha sido testigo de violencia en el
hogar. 1 Pero estas experiencias parecían dejarse de lado durante las rondas. A menudo me
sorprendía la frialdad con la que hablaban de los síntomas de los pacientes y cuánto tiempo
pasaban intentando manejar sus ideas suicidas y sus conductas autodestructivas, en lugar de
intentando comprender las posibles causas de su desesperación e impotencia. También me
sorprendía la poca atención que se prestaba a sus logros y a sus aspiraciones; a las personas
que les importaban, que amaban u odiaban; qué los motivaba y los ocupaba, qué los
mantenía bloqueados, y qué les hacía sentirse en paz: la ecología de su vida
Semrad nos enseñó que la mayor parte del sufrimiento del ser humano está relacionado con
el amor y la pérdida, y que el trabajo de los terapeutas es ayudar a las personas a «reconocer,
experimentar y soportar» la realidad de la vida, con todos sus placeres y sufrimientos. «La
principal fuente de sufrimiento son las mentiras que nos contamos a nosotros mismos», decía,
invitándonos a ser honestos con nosotros mismos con cada faceta de nuestra experiencia.
Solía decir que la gente nunca puede mejorar sin saber lo que ya sabe y sin sentir lo que ya
siente.

La curación, nos dijo, depende del conocimiento de la experiencia: solo podemos estar
totalmente al cargo de nuestra vida si somos capaces de reconocer la realidad de nuestro
cuerpo, en todas sus dimensiones viscerales.

Nuestra profesión, sin embargo, estaba yendo hacia otra dirección. En 1968, el American
Journal of Psychiatry había publicado los resultados del estudio de la unidad en la que trabajé
como auxiliar. Demostraban inequívocamente que los pacientes esquizofrénicos a los que se
había administrado solamente fármacos presentaban mejores resultados que aquellos que
habían hablado tres veces por semana con los mejores terapeutas de Boston. Este estudio fue
uno de los varios peldaños en una vía que gradualmente cambiaba el modo en que la medicina
y la psiquiatría abordaban los problemas psicológicos: de unas expresiones infinitamente
variables de sentimientos intolerables a un modelo de patología cerebral de discretos
«trastornos».

En los años sesenta, científicos de los Institutos Nacionales de Salud empezaron a desarrollar
técnicas para aislar y medir las hormonas y los neurotransmisores en la sangre y en el cerebro.
Los neurotransmisores son mensajeros químicos que transportan información entre las
neuronas, permitiéndonos relacionarnos de un modo efectivo con el mundo.

Los científicos estaban encontrando pruebas sobre la asociación entre los niveles anómalos de
norepinefrina y la depresión, y entre los niveles anómalos de dopamina y la esquizofrenia,
había esperanza de que pudiéramos desarrollar fármacos orientados a anomalías cerebrales
específicas.

Maier y Seligman también descubrieron que los perros traumatizados secretaban mayores
cantidades de hormonas del estrés de lo normal. Ello confirmaba lo que estábamos
empezando a saber sobre la base biológica del estrés traumático. Un grupo de jóvenes
investigadores, entre los cuales se encontraban Steve Southwick y John Krystal –de Yale–,
Arieh Shalev –de la Hadassah Medical School de Jerusalem–, Frank Putnam –del National
Institute of Mental Health (NIMH)– y Roger Pitman –posteriormente de Harvard–, estaban
descubriendo también que las personas traumatizadas seguían secretando grandes cantidades
de hormonas del estrés mucho tiempo después del peligro real, y Rachel Yehuda –del Mount
Sinai de Nueva York– nos confrontó con hallazgos aparentemente paradójicos, en el sentido de
que los niveles de cortisol de las hormonas del estrés son bajos en el TEPT. Sus hallazgos solo
empezaron a tener sentido cuando su investigación aclaró que el cortisol pone fin a la
respuesta de estrés enviando una señal de seguridad y que, en el TEPT, las hormonas del
estrés del cuerpo en realidad no vuelven al nivel basal una vez que la amenaza ha finalizado.

En los años setenta, Richard Solomon de la Universidad de Pennsylvania ya demostró que el


cuerpo aprende a adaptarse a todo tipo de estímulos. Podemos quedar enganchados a las
drogas porque instantáneamente hacen que nos sintamos bien, pero actividades como los
baños de vapor, correr maratones o saltar en paracaídas, que inicialmente pueden causar
incomodidad e incluso terror, a la larga pueden resultar muy placenteras. Este ajuste gradual
indica que se ha establecido un nuevo equilibrio químico en nuestro cuerpo, de manera que
los corredores de maratones, por ejemplo, logran una sensación de bienestar y de euforia
cuando llevan su cuerpo al límite.

Llegamos a la conclusión de Beecher de que «las emociones intensas pueden bloquear el


dolor» era resultado de la liberación de sustancias tipo morfina fabricadas en el cerebro. Ello
sugería que, para muchas personas traumatizadas, la reexposición al estrés puede
proporcionar un alivio de la ansiedad similar.

Los datos de Gray mostraban que la sensibilidad de la amígdala dependía, al menos en parte,
de la cantidad de serotonina de los neurotransmisores de aquella parte del cerebro. Los
animales con niveles de serotonina bajos eran hiperreactivos a los estímulos estresantes
(como los sonidos altos), mientras que los niveles de serotonina superiores reducían su
sistema de miedo, haciendo menos probable que se volvieran agresivos o quedaran
paralizados en respuesta a amenazas potenciales

El cuidado de la salud mental


en tiempos de aislamiento

¿DE DÓNDE VIENE LA SALUD?

La salud no siempre viene de los genes o los buenos hábitos.

1.- La mayoría de las veces, se genera desde la paz mental, la paz en el ❤️y en el espíritu.

2.- Viene con la risa, el buen humor aún en los peores momentos, de la aceptación genuina de
uno mismo y de los demás.

3.- La salud viene con la MÚSICA que nos alegra y acelera nuestras neuronas.

4.- Viene con el AMOR y el cuidado de nosotros mismos y la aceptación de los demás.

5.- Viene de los alimentos saludables e imprescindibles, que nos proveen de energía y no están
propiamente en un plato balanceado. Por ejemplo;

6.- En las calorías de un abrazo fuerte aún en la distancia.


7.- En las proteínas de un Te quiero, Te amo, Te adoro.

8.- En los omegas de un “Aquí estoy”.

9.- De la dopamina que genera inmediatamente un Te ves increíble.

10.- En el anti-cancerígeno por excelencia que proporcionan la honestidad indiscutible y la fiel


compañía de los amigos y familia.

11.- En todo lo anterior, siempre acompañado por los otros antioxidantes que no vienen justo
en una copa de vino rojo, si no de la conversación con esa persona especial que te escucha y te
hace sentir que ese es el momento correcto para ambos.

12.- En las bendiciones y los buenos deseos que damos y recibimos a diario y en cada
momento.

13.- En las oraciones, que elevamos por los demás y por nosotros mismos.

14.- En la sinceridad con la que realizamos nuestros actos de caridad y de bien, sin saber a
quien.

15.- En nuestra fe, en la aceptación, de que todo lo que nos sucede, aún sin entenderlo, son los
verdaderos planes de Dios para con nosotros, y que siempre estos serán mejores que nuestros
planes.

Mis Amados... seres de luz !! únicas extraordinarias

Reciban un abrazo cargado de los mejores deseos y bendiciones.

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