Metáforas Act.

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El objetivo es establecer el contexto de terapia y el papel que juegan dentro de ella

tanto el paciente como el terapeuta.

METÁFORA DE LOS 2 ESCALADORES


Objetivo: Subrayar la similitud entre terapeuta y cliente
en el contexto de la relación terapéutica. Establecer el
contexto de la terapia. Es como si tú y yo fuésemos
escaladores, cada uno se afana en su propia montaña.
Eso sí, las montañas se alzan cercanas una a la otra.
Yo puedo ver un camino por el que tú puedes subir tu
montaña, no porque yo la haya escalado antes, ni
porque haya coronado la cima, ni porque sea más listo
que tú, sino porque estoy situado en una posición
desde donde puedo ver cosas que no pueden verse
desde donde estás tú. Yo estoy escalando mi propia
montaña y tú, llegado el caso, podrías hacerme
indicaciones pertinentes sobre el camino que me
espera. Mi única ventaja con respecto a ti durante la
terapia será la perspectiva. Aunque hay cosas que yo
no puedo saber sobre tu montaña. Esas tendrás que
contármelas tú y yo no tendré más remedio que confiar
en ti. Asimismo, aunque yo te pueda aconsejar sobre
la senda que veo, no subiré la montaña por ti. En
realidad, tú tienes la tarea más difícil.
El objetivo además de establecer el contexto de terapia es ayudar al paciente a
vislumbrar cuáles son sus valores y cómo los está cuidando en la actualidad.

Metáfora del jardín Objetivo: Establecer el contexto de la


terapia Suponga que usted es un jardinero que ama su jardín,
que le gusta cuidar de sus plantas, y que nadie más que
usted tiene responsabilidad sobre el cuidado de sus plantas.
Suponga que las plantas son como las cosas que usted
quiere en su vida… así, ¿cuáles son las plantas de su jardín?
¿Cómo ve las plantas como jardinero? ¿Tienen flores, huelen
bien, están frondosas? ¿Está cuidando las plantas que más
quiere como usted las quiere cuidar?… Claro que no siempre
dan las flores en el lugar que usted quieres, en el momento
que lo desee; a veces se marchitan a pesar del cuidado; la
cuestión es cómo ve que las está cuidando, ¿qué se
interpone en su camino con las plantas, en su quehacer para
con ellas? Quizás está gastando su vida en una planta del
jardín. Ya sabe que en los jardines crecen malas hierbas.
Imagine un jardinero que las corta tan pronto las ve, pero las
malas hierbas vuelven a aparecer y nuevamente el jardinero
se afana en cortarlas y así, ¿es ésa su experiencia con su
problema? Surge…(cualquier problema, ansiedad, depresión
o pensamientos y recuerdos que le hacen sentir mal) y…
abandona el cuidado del jardín para ocuparse de ese
problema. No obstante, las malas hierbas, a veces, favorecen
el crecimiento de otras plantas, bien porque den espacio para
que otras crezcan, bien porque hagan surcos. Puede que esa
planta tenga algún valor para que las otras crezcan. A veces,
las plantas tienen partes que no gustan pero que sirven,
como ocurre con el rosal que para dar rosas ha de tener
espinas. ¿Qué le sugiere? ¿Puede ver sus plantas y las áreas
de su jardín donde aún no hay semillas? Algunas estarán
mustias y otras frondosas. Hábleme de sus plantas y de si las
cuida como usted quiere cuidarlas. Dígame si está
satisfecho/a con el cuidado que da a sus plantas, si las cuida
de acuerdo con lo que valora en su vida. (…)
Es importante que sepamos, los dos, que yo nunca podré
plantar semillas en su jardín, ni decirle qué semillas plantar, y
cómo crecerán mejor; que nunca podré cuidar de sus plantas.
Sólo usted podrá hacerlo. Y ahora, le pregunto si, por un
minuto, ¿podría dejar de centrarse en la planta que le
molesta, la que le ha traído aquí? ¿Estaría dispuesto/a aun
con cualquier pensamiento sobre esta planta que no quiere
hablar de las otras plantas de su jardín, de cómo están, e
incluso estaría dispuesto a hacer algo con ellas, a cuidarlas
incluso sin ganas?… Dígame, ¿qué hay entre usted y el
cuidado de sus plantas? ¿Qué le impide cuidarlas ya?
El objetivo es ayudar a comprender la experiencia del cliente y comenzar a clarificar
problemas y valores.

Y sí, la vida es como ir por las calles de la ciudad. Vas


por unas calles y no por otras, por las razones que
sean. Las calles están repletas de tiendas, de
escaparates, de sonidos y de luminosos que te invitan
a pararte, a entrar en ellas y a comprar sus productos.
Sin embargo, no es lo mismo caminar por las calles en
dirección a lo que uno quiere, que ir por las calles y no
llegar a ningún sitio porque constantemente nos
paramos a ver los escaparates y entramos a comprar
lo que allí se nos ofrece. Al cabo del tiempo, uno ve
que su vida está al arbitrio de lo que nos ofrecen estas
tiendas y parece que hemos perdido nuestra dirección
y no sabemos por dónde caminamos, ni qué dirección
vamos a tomar al llegar a la encrucijada…. excepto
que nuestra elección fuera salir a comprar. Comprar
constantemente hace que la vida esté entrecortada
frecuentemente. Y tú, ¿Por qué calles quieres ir? ¿Por
las numerosas tiendas que tienes en el camino y cuyos
productos te atrapan aunque no lo quieras? Háblate de
tus calles, a dónde te conducen, que tiendas y
productos te atrapan y si te hacen parar o cambiar la
dirección en la que quieres ir.
En ella podemos ver cómo una persona puede utilizar la estrategia equivocada para
salir de una situación difícil, y darse cuenta de ello.

EL HOMBRE EN EL HOYO.
Un hombre iba por el campo, llevando una venda en los ojos
y una pequeña bolsa de herramientas. Se le había dicho que
su tarea consistía en correr por ese campo con los ojos
vendados. El hombre no sabía que en la granja había hoyos
grandes y muy profundos, lo ignoraba completamente. Así
que empezó a correr por el campo y cayó en uno de esos
grandes agujeros. Empezó a palpar las paredes del hoyo y se
dio cuenta de que no podía saltar fuera y de que tampoco
había otras vías de escape. Miro en la bolsa de herramientas
que le habían dado, para ver si había algo que pudiera usar
para escapar del hoyo, y encontró una pala. Eso es todo lo
que tenía. Así que empezó con diligencia, pero muy pronto
advirtió que no salía del hoyo. Intento cavar más y más y más
y más rápido, pero seguía en el hoyo. Lo intento con grandes
paladas y con pequeñas, arrojando lejos la tierra o
arrojándola cerca… pero seguía en el agujero. Todo ese
esfuerzo y todo ese trabajo, y lo único que conseguía es que
el hoyo se hiciese cada vez más y más profundo. Entonces
se dio cuenta, que cavar no era la solución, no era la forma
de salir del hoyo, al contrario, cavando es como se hacen los
hoyos más grandes. Entonces empezó a pensar que quizás
todo el plan que tenía estaba equivocado y que no tenía
solución, ya que cavando no pueda conseguir una
escapatoria, lo único que hacía era hundirse más.
El objetivo es fomentar la desesperanza creativa, tratando de encontrar el sentido de
dicha desesperanza y su valor.

METÁFORA DEL GRANJERO Y EL ASNO.


(y diálogo post-metáfora).
Había una vez un granjero que tenía un asno muy viejo. Un
día, mientras el asno estaba caminando por un prado, pisó
sobre unas tablas que estaban en el suelo, se rompieron y el
asno cayó al fondo de un pozo abandonado. Atrapado en el
fondo del pozo el asno comenzó a rebuznar muy alto.
Casualmente, el granjero oyó los rebuznos y se dirigió al
prado para ver qué pasaba. Pensó mucho cuando encontró al
asno allí abajo. El asno era excesivamente viejo y ya no
podía realizar ningún trabajo en la granja. Por otro lado, el
pozo se había secado hacía muchos años y tampoco tenía
utilidad alguna. El granjero decidió que enterraría al viejo
asno en el fondo del pozo. Una vez tomada esta decisión, se
dirigió a sus vecinos para pedirles que vinieran al prado con
sus palas. Cuando empezaron a palear tierra encima del
asno, éste se puso aún más inquieto de lo que ya estaba. No
sólo estaba atrapado, sino que, además, lo estaban
enterrando en el mismo agujero que le había atrapado. Al
entrar en llanto, se sacudió y la tierra cayó de su lomo de
modo que empezó a cubrir sus patas. Entonces, el asno
levantó sus cascos, los agitó, y cuando los volvió a poner
sobre el suelo, estaban un poquito más altos de lo que habían
estado momentos antes. Los vecinos echaron tierra, tierra y
más tierra, y cada vez que una palada caía sobre el asno,
éste se estremecía, sacudía y pisoteaba. Para sorpresa de
todos, antes de que el día hubiese acabado, el asno apisonó
la última palada de tierra, y salió del agujero a disfrutar del
último resplandor del sol. (Anónimo).
Terapeuta: Me pregunto si no siente usted que los problemas
de su vida lo están enterrando literalmente. ¿Y si hubiera
alguna forma en la que usted, como el asno de la historia,
pudiera encontrar la manera de pisotear sus dificultades? Si
hubiera un modo por el cual las mismas cosas que ahora
parecen estar amenazando su existencia pudieran en
realidad usarse para elevarse, ¿podría entonces alcanzar esa
vida que tanto anhela? Me gustaría hacerle notar que en esta
historia el asno no podría haber salido del pozo de no ser por
la misma tierra que amenazaba por enterrarlo. Cliente: ¿Y
cómo puedo pisotear mis problemas? A continuación se
incluye a modo de ejemplos dos diálogos postmetáfora que
nos puede ayudar en forma de diálogo socrático a concretar
con el paciente DIALOGO POST-METAFORA DEL HOMBRE
EN EL HOYO (o metáfora del hombre del agujero) Cliente:
Entonces...no tengo solución..(Llorando o abrumado.)
Terapeuta: No, no es usted quien no tiene solución, es la
estrategia lo que no funciona, la que no tiene solución.
Cliente: Pero, no sé hacer otra cosa. No puedo soportar estar
en el hoyo... Terapeuta: Y, dígame, cavar, hacer cualquier
cosa para no estar en ese hoyo, para no ver la angustia, sus
recuerdos, su profundo malestar...
¿dónde le ha llevado?, ¿le ha sacado del hoyo o ha hecho el
hoy más grande? Cliente (abrumado, llorando): Estoy
deprimido, confuso, desorientado. Terapeuta: Eso es bueno
aquí, sea lo que sea esa confusión, esos sentimientos
contienen mucho de valor, es lo que le hace cavar. Cliente:
No sé, ¿qué voy a hacer?... Terapeuta: De momento
podemos ver qué es lo que contienen de valor esos
sentimientos que le hacen cavar, podemos ver qué ha hecho
para salir del hoyo y cómo ha funcionado... Otro cliente puede
reaccionar como sigue: Cliente: Es en el hoyo donde
seguramente quiero estar. Terapeuta: Es una opción cavar en
el hoyo y es otra estar en el hoyo. Cliente: Es igual,
seguramente ése es mi sitio, el hoyo, llevo tanto tiempo ahí
cavando o sin cavar... Terapeuta: Me gustaría preguntarte
cómo te sientes al decir esto...Me pregunto si esto que me
estás diciendo aquí y ahora, lo que estás sintiendo aquí y
ahora, se parece a lo que sientes y dices en otros momentos
de tu vida...dime qué hay. Cliente (sollozando): En parte sí...,
quizá eso es lo que quiero, es que soy así, soy perezoso, no
soy inteligente...
Terapeuta: Dime qué más viene ahora, lo que sientes...
Cliente: Un profundo vacío, como otras veces; no tengo
arreglo, tengo miedo...(llorando, cabizbajo, sin fuerzas...,
rendido...) Terapeuta: Y dime dónde te ha llevado esto que
estás haciendo ahora, esto que es tan familiar para ti...
Cliente: A nada, a peor, es horrible, no sé qué voy a hacer...
Terapeuta: ¿Y si este profundo vacío, ese miedo que sientes,
esas cosas que te dices...y si en ellas está el valor de lo que
te importa, y si estos sentimientos se quedan contigo para
siempre? Cliente (cabizbajo, llorando): No puedo, no tengo
dónde agarrarme... Terapeuta: Dime qué te gustaría hacer
ahora mismo. Cliente: Salir corriendo, ir a casa y... Terapeuta:
Y eso es lo que haces en otras ocasiones, ¿verdad? Cliente
(llorando): Sí, no tengo arreglo, ¿cómo voy a acabar con esto,
dónde voy a encontrar la solución? Terapeuta: Bien, como el
asno en el pozo, no quería la tierra que le caía pero resultaba
bien. Por lo que veo este miedo te machaca, salir corriendo
para acabar con ello, con esos sentimientos, es algo familiar.
Bien, ¿y si lo que más temes es tu gran aliado para salir del
pozo, como le ocurrió al asno?

METÁFORA DE LA LUCHA CON EL MONSTRUO (basada en Hayes et al., 1999)

El objetivo de esta metáfora ACT es plantear el problema del control de la ansiedad,


pensamientos, negativos, recuerdos, etc.

El contenido de esta metáfora puede hacerse a modo de


diálogo socrático. El contenido tiene como objetivo que el
cliente lo relacione con su experiencia de lucha. Se le
pregunta al cliente si su problema (ansiedad, preocupación,
recuerdos, culpabilidad, pensamientos negativos...o el
problema que plantee) se parece a una persona que
estuviese unida a un monstruo por una cuerda y con un foso
entre ambos. Mientras el monstruo está tranquilo, dormido,
tumbado, esa persona puede verlo, pero en cuanto despierta
se hace insoportable, insufrible, y esa persona tira de la
cuerda para conseguir tirar al monstruo al foso. A veces
parece que se calma al tirar de la cuerda, como si se diera
por vencido, pero lo que ocurre a la larga es que cuanto más
tira esa persona, más próxima está del filo del foso y, por el
contrario, más grande, fuerte y amenazante está haciéndose
el monstruo. Así la situación es que esa persona tiene que
estar pendiente constantemente de si el monstruo se levanta
para tirar de la cuerda, y además, cuando ella tira el monstruo
también lo hace, lo que a veces lleva a que ella esté al borde
del abismo. Y mientras, su vida se limita a estar pendiente de
la cuerda. A esa persona le gustaría no estar atado al
monstruo, pero eso no es algo que pueda cambiarse, de
manera que se plantea qué puede hacer basado en su
experiencia. Una posibilidad para hacer su vida es soltar la
cuerda y ver al monstruo. Otra que su vida se limite a estar
pendiente de la cuerda.
En realidad, la ansiedad, los pensamientos negativos, la
culpabilidad, los recuerdos, la preocupación es como un
monstruo que vive y se alimenta de adrenalina. Cuando algo
nos avisa de que hay un peligro, como cuando bajamos por
una escalera mucho más empinada de lo que esperábamos,
realizamos una descarga automática de adrenalina y el
monstruo de la adrenalina que estaba dormido se despierta y
hace que de forma automática nos agarremos a la barandilla
y así nos ayuda a no caernos. Nos damos cuenta de que
tenemos el monstruo dentro y que se ha quedado, porque
mientras digerimos la adrenalina todavía le queda alimento
para vivir y seguimos sintiendo ansiedad. Cuando pasa el
tiempo sin que veamos un nuevo peligro, el cuerpo recupera
su nivel normal de adrenalina y el monstruo hiberna. Cuando
es el propio monstruo el que nos da miedo y luchamos para
echarlo del cuerpo, para que desaparezca de inmediato, la
lucha nos lleva a hacer otra descarga de adrenalina. El
monstruo, encantado porque tiene más alimento, crece y se
hace más amenazador, nos dice cosas terribles como que va
a comernos el cerebro, que nos va a dañar el corazón y que
nos va a paralizar la garganta para siempre. Si aceptamos al
monstruo en nuestro cuerpo y no hacemos nada para que se
vaya, entonces dejaremos de darle alimento y el monstruo
hibernará de nuevo. La disposición a experimentar lo que sea
que la historia de uno pone sobre la mesa es la clave que
permite ser capaz de establecer y mantener compromisos
para cambiar aquello que en la actualidad no nos está
funcionando. Antes de ello enumerar verbalmente las
diferentes soluciones que el cliente ha puesto en práctica
para luchar contra sus eventos privados negativos. Se tiene
que hacer ver el esfuerzo que ha realizado, la sensación de
impotencia del cliente y la sensación de haber perdido mucho
tiempo y muchas cosas que esperaba hacer en su vida.

Dirigida a la distinción entre los contenidos del yo y el yo como contexto de todos esos
contenidos.  Tiene la función de cambiar el marco desde el que el cliente vive sus
emociones o pensamientos “negativos”, aquellos aspectos de su experiencia que le
molestan.

Metáfora del ajedrez:


se pide al cliente que se imagine un tablero de ajedrez en el
que hay fichas blancas y negras jugando una partida. Las
fichas blancas serían, p. Ej., los pensamientos "positivos" que
el paciente tiene, aquellas cosas que le gusta pensar. Por el
contrario, las fichas negras son los pensamientos, emociones,
etc. contra las que el paciente ha estado luchando, aquello
que ha intentado expulsar de su vida. Pues bien, planteada
así la situación, se pregunta al cliente quién sería él en esta
hipotética situación. Dirigida Habitualmente, las personas
suelen contestar que ellos son las fichas blancas. Ante esta
respuesta el terapeuta debería pararse y pedirle al cliente que
considere alguna otra posibilidad. Si él no fuera las fichas
blancas ¿quién sería? Se puede sugerir al cliente que tal vez
fuera el tablero que contiene tanto las fichas blancas (los
pensamientos, emociones, etc. que gustan) como las negras
(los que no gustan). De hecho, está claro que él tiene (con-
tiene) tanto aspectos "blancos" como "negros". El juego ha
sido, hasta ahora, intentar que las blancas ganen la partida;
pero este juego ha resultado muy poco fructífero y tal vez
haya traído más costos que beneficios. Otro juego posible
sería mover el tablero hacia la dirección que se estima
adecuada, vayan ganando las blancas o las negras. Tal vez
sea más difícil mover el tablero (la persona) cuando las
negras van ganando la partida; pero desde luego que no es
imposible.
La metáfora que se acaba de explicar tiene la función de
cambiar el marco desde el que el cliente vive sus emociones
o pensamientos "negativos", aquellos aspectos de su
experiencia que le molestan. DIALOGOS TRAS LA
METÁFORA DEL AJEDREZ (o “del tablero y las fichas”)
Objetivo: Distinguir los contenidos del yo y el yo como
contexto a través de la metáfora del tablero. Promover la
práctica que permite situarse en la posición de tablero.
Terapeuta: Ahora, déjeme preguntarle, en este ejemplo,
¿quién es usted? Cliente: Las fichas Terapeuta: Pero usted
pelea contra unas fichas que también están en usted.
Entonces, ¿usted pelea contra usted mismo? Cliente: Es lo
que he hecho siempre, pelear, soy el jugador. Terapeuta:
Suponga que usted no es ninguna ficha en particular ni
tampoco es el jugador; entonces, ¿quién sería? Cliente: No
sé. Terapeuta: ¿Pueden existir las fichas sin tablero, las que
le gustan y las que no?
Cliente: No, claro...entonces, soy el tablero. Terapeuta:
Desde luego, ¿dónde estarían las piezas, sus pensamientos,
sin usted para darse cuenta de que ellas están?... Las piezas
no pueden existir sin usted. Ellas no le sujetan, mejor es
usted quien las mantiene a todas. Tenga en cuenta que
desde la posición de tablero la guerra entre las piezas
realmente no importa, da igual que estén situadas de un
modo que de otro. El tablero no cambia. Es más, siendo
tablero, usted puede ver todas las piezas, estar en contacto
muy cercano con las piezas y ver cómo se mueven. Además,
usted puede moverse en las direcciones que son valiosas
para usted mientras ve tales piezas y sus movimientos. Es
frecuente en nuestros clientes que pregunten cómo
conseguirían estar al nivel del tablero. El siguiente diálogo
muestra el caso de una cliente que luchaba con sus
pensamientos de culpa, de verse imperfecta, peligrosa, de
sus recuerdos sobre la negligencia de sus hijos y el accidente
sufrido por uno de ellos: Cliente: Y ¿cómo consigo ser
siempre el tablero? Terapeuta: No lo sé, pero dime ¿en qué
dirección va el buscar algún mecanismo que le mantenga
siempre como tablero? ¿Para qué quieres estar siempre al
nivel del tablero? Cliente: Está claro, para no tocar las
fichas..., para estar segura de que esos pensamientos no me
van a hacer daño, para no sentirme mal, para acabar con
esto.
Terapeuta (cuidadosamente interrumpe esta cadena de
razones): Ya, buscar eso ¿es algo familiar para ti? Cliente: Sí,
es lo mismo de siempre, buscar algo para no volver a tener
esto nunca más. Terapeuta: Y tú lo sabes bien, ¿cómo te ha
ido? ¿qué te dice tu experiencia cuando has tratado por todos
tus medios de no volver a tener esos pensamientos, esos
recuerdos, esas sensaciones...? Cliente (llorando): Entonces,
tampoco voy a conseguir ser tablero siempre. Terapeuta: De
eso se trata; si en un momento te peleas con las fichas,
intentas controlarlas y te das cuenta y sabes por tu
experiencia dónde te conduce eso, ¿qué puedes hacer?
Cliente: Dejar de pelear con las fichas. Saltar de ahí y
ponerme como tablero. Terapeuta: Sólo una cosa es segura:
cuanto más practiques ese “salto”, más habilidad tendrás
para situarte al nivel del tablero cuando estés enfrascada con
las fichas. Es como practicar con la bici. La práctica te hace
hábil pero no te garantiza que no te caigas. Nadie puede
garantizar si uno se va a caer de la bici, se cae incluso el
ciclista más experto. Pero si uno se cae, si uno se encuentra
al nivel de las fichas, sólo tienes que saltar como tú dices, y
eso se consigue conla práctica de darte cuenta de que estás
haciendo caso a las fichas, peleando con ellas y, entonces,
abandonas la lucha, las dejas, y te resitúas en la dirección
elegida (pausa). Y luego, cuando otra vez te veas iniciando la
lucha, sólo tienes que abandonarla. La práctica es darte
cuenta de que estás peleando con las fichas. Es darte cuenta
de que al hacer caso a los pasajeros de tu autobús te has
salido de la carretera, pero como tú eres quien conduce, sólo
tienes que girar el volante en la dirección conveniente para ti.
Eso sí, oyendo a todos los pasajeros, a los que te animan y a
los amenazantes y críticos que te desaniman (pausa). ¿Qué
pasajeros tienes ahora, qué fichas andan por ahí (pausa)? Da
dos pasos hacia atrás y contémplalas desde el tablero.
El objetivo es tomar posición del yo como contexto con el fin de que la persona
experimente que él/ella no es equivalente a sus conductas.

EJERCICIO DEL OBSERVADOR.


Objetivo: Tomar posición del yo como contexto. Con el fin de
que la persona experimente que él no es equivalente a sus
conductas también se puede realizar el ejercicio del
observador de sí mismo. Este ejercicio consiste,
básicamente, en hacer que el cliente haga contacto con la
variedad de pensamientos, emociones, sentimientos, roles,
apariencias, etc. que ha tenido a lo largo de su vida. Toda
esta variedad no ha mermado su identidad personal. Cada
uno de nosotros ha seguido siendo él mismo a pesar de estar
a veces triste y otras alegre, a veces ilusionado y otras
desesperado a veces ser hijo y a veces ser padre, a veces
ser un niño y otras un adulto, etc. Hay algo que permanece
constante en cualquier experiencia que uno tiene. Así, el
ejercicio que a continuación se detallará tiene como propósito
el que la persona haga contacto con esa experiencia de
trascendencia comportamental. Para ello se solicita al cliente
que se siente en una silla cómoda y cierre los ojos. A
continuación, se le pide que haga contacto con la situación
que se presenta en ese momento. Que note el contacto de su
cuerpo con la silla y con sus ropas, con el suelo, su
respiración, los ruidos de la habitación, etc. Una vez hecho
esto se van presentando distintas situaciones. Por ejemplo,
se pide que recuerde un momento en que él era un niño de
pocos años, y también otro en que fuera mayor. O un
momento en que hubiera estado feliz y otro muy triste, etc. Lo
importante es que, a medida que realiza el ejercicio, el
terapeuta insista en que el cliente tendría que hacer contacto
con el hecho de que hay algo que en todas las situaciones
(por contradictorias que sean) ha permanecido constante:
Este "algo" es "el observador de sí mismo". A pesar de que
los sentimientos, pensamientos o roles desempeñados por el
cliente han sido muy diversos, el observador ha sido siempre
el mismo: él mismo. Se ha de insistir que no se trata de una
"creencia" racional, sino de una experiencia.
El cliente ha de experimentar, realmente, que a pesar de
haber hecho cosas muy distintas ha seguido siempre
manteniendo un aspecto que es común a todas estas
conductas: el observador. EJERCICIO No soy mis papeles
(roles), soy algo más: vamos a examinar un cierto número de
áreas diferentes de su vida. Empecemos por notar sus
facetas. Considérese a usted mismo en el trabajo, intente
visualizar una imagen de usted mismo en su trabajo. Advierta
que mientras está trabajando interactúa con otras personas y
advierta también que cuando está allí, está en su papel de
trabajador. Ahora imagínese en casa: advierta cómo funciona
como compañero y como padre. Note que puede haber una
cierta superposición, pero que también hay papeles distintos
que usted desempeña como padre, como marido. Ahora
piense acerca de su pasado por un momento. Cuando era un
niño y estaba con sus padres en el papel de hijo. Algunas
veces usted desempeñaba el papel de hijo “bueno”; otras, de
hijo travieso. Cuando iba al colegio desempeñaba el papel de
estudiante. Advierta que, ahora mismo, está interpretando el
papel de PACIENTE. Ahora note que, aunque ha
desempeñado diversos papeles, hay un yo en usted que es
consistente a través de todos ellos. Caiga en la cuenta de que
sus papeles cambian en el transcurso del día y que han
cambiado también en el curso de su vida, pero que en todas
esas ocasiones estaba ese “yo”, una persona, un sí mismo
que permanecía siempre idéntico. Esa persona que
desempeñaba todos esos papeles allí, es la misma persona
que está aquí y ahora en este lugar. Sólo por un momento,
permítase a sí mismo notar este hecho central: “aunque tengo
diversos papeles, yo no soy mis papeles”.
No soy sólo mi cuerpo, soy algo más: examinemos ahora su
cuerpo. Considere su cuerpo tal y como es ahora mismo.
Intente visualizar una imagen de su cuerpo como
adolescente, permítase deslizarse dentro de la piel de ese
adolescente. Imagine que, desde el interior de aquel cuerpo,
se mira a sí mismo. Advierta que su cuerpo de entonces es
diferente del que tiene ahora. Ahora represéntese a sí mismo
como un niño. De nuevo, déjese deslizar dentro de la piel de
ese niño por un momento. De nuevo, mire hacia ese cuerpo.
Mire esas pequeñas manos. Imagine que, al mirarse, mueve
las manos delante de sus ojos. Advierta la diferencia entre
esas manos pequeñas de entonces y sus manos actuales.
Ahora, quisiera que se representara a sí mismo en aquella
ocasión en que estuvo enfermo. Note cómo se siente ese
cuerpo. Quizá tuviera náuseas o fiebre, quizá le doliera la
cabeza o los músculos. Ahora imagine una ocasión en la que
estuviera inmerso en alguna actividad física muy vigorosa.
Permítase notar la sensación de la sangre corriendo por sus
venas, la sensación del aire entrando y saliendo de sus
pulmones. Ahora quiero que note que su cuerpo cambia
constantemente. Ha sido pequeño y grande, ha estado sano y
enfermo, activo e inactivo. Advierta que, a través de todos
esos cambios, la persona que estaba cuando era pequeño es
la misma persona que se hizo más grande. El sí mismo que
estuvo enfermo es el mismo sí mismo que ha estado sano.
Caiga en la cuenta de que, incluso si hubiera perdido un
brazo, aún serías TU, sólo que habrías perdido un brazo. Tan
sólo por un momento, advierta que aunque tiene un cuerpo,
usted no es su cuerpo. Note que aunque su cuerpo ha
cambiado en el transcurso de su vida, todo ese tiempo había
un “persona” que permanecía siempre. el mismo. La persona
que tenía ese cuerpo es la misma persona que está ahora
aquí SENTADO. Por un segundo, permítase notar este hecho
fundamental: “aunque tengo un cuerpo, no soy mi cuerpo”. No
soy mis emociones, soy algo más: ahora examinemos sus
emociones. Piense en aquel momento en el que usted estaba
tan triste como no ha vuelto a estar nunca más. Déjese
deslizar en esa experiencia por un instante. Ahora imagine
aquel momento en que estuvo más feliz que nunca. Imagine
un ejemplo concreto. Cuando lo tenga en mente, permítase
deslizarse en esa situación. Permítase sentir lo que sentía al
estar allí...al sentir aquello.
Ahora piense en alguna ocasión en la que estuviera aburrido.
Represéntese esa situación y sumérjase en ella. Recuerde
ahora alguna vez en que estuviera contrariado, indeciso.
Imagínela. Imagine estar en aquella situación. Ahora
represéntese una ocasión en que estuviera enamorado.
Sienta como sentía aquello. Las mariposas del estómago.
Quiero que note que, a través de todos esos cambios, el “yo”
que estaba triste es el mismo “yo” que estaba feliz. La
persona que estaba enamorado es la misma que estaba
aburrida. Advierta que, aunque sus emociones han cambiado
constantemente, había una persona que tenía todas esas
emociones. Sólo por un momento, caiga en la cuenta de que
aunque tenga emociones, usted no es sus emociones. Note
que aunque sus emociones han cambiado a lo largo de su
vida, en todo momento había una “persona” que permanecía
siempre. El usted que tenía esas emociones es el mismo
usted que está aquí ahora. Por un momento tan sólo, déjese
notar este hecho fundamental: “aunque tengo emociones, yo
no soy mis emociones”. No soy mis pensamientos soy algo
más: examinemos ahora un área en verdad muy peliaguda.
Examinemos sus pensamientos. Piense en cuando era
estudiante y note que usted pensaba un montón de cosas
acerca de ser estudiante. Advierta que usted puede no haber
pensado nada en absoluto de eso en los últimos años. Caiga
en la cuenta de que, en ese tiempo, usted podía tener
pensamientos acerca de sus amigos de la escuela. Ahora
recapacite cuándo fue la última vez que pensó en ellos. Quizá
no haya pensado en ellos durante años. Vea si puede
recordar alguna ocasión en la que usted pensaba que algo
era verdadero y que ahora no piensa que sea verdad. Puede
que cuando era niño pensara que existían los Reyes Magos,
pero ahora no lo piensa así. Puede que alguna vez usted
pensara que se casaría y que viviría feliz para siempre, pero
ahora no lo piensa así. Tal vez usted pueda recordar un
tiempo en el que pensaba mucho en la política, pero ahora
quizá no lo haga. O puede que sea justo al contrario, que
ahora piense en cosas.
en las que entonces no pensaba. Note que antes de esta
sesión usted podría haber estado pensando sobre qué
hablaríamos hoy. Quizá justo ahora esté pensando acerca de
este ejercicio. Intente recordar en qué estaba pensando ayer
a la misma hora que hoy. Trate de recordar qué estaba
pensando la semana pasada, a esta misma hora. Ahora,
advierta que la persona que estaba pensando acerca de eso
la semana pasada es la misma persona que está aquí, ahora
mismo, pensando en esto. Note que esa persona que una vez
creía en ciertas cosas es la misma persona que ahora piensa
de forma diferente. Esa persona que siempre ha estado ahí
eres TÚ. Caiga en la cuenta de que, aunque sus
pensamientos hayan cambiado constantemente, había un
“YO” que tenía todos esos pensamientos. Por un solo
instante, note que aunque usted tenga pensamientos, usted
no es sus pensamientos. Note que aunque sus pensamientos
han cambiado en el transcurso de su vida, todo ese tiempo
había un “YO” que permanecía INMODIFICABLE. El usted
que tenía esos pensamientos es el mismo usted que está
aquí ahora. Sólo por un momento, permítase notar este
hecho fundamental: “aunque tengo pensamientos, yo no soy
mis pensamientos”. Ahora, recapacite en lo que hemos
revisado, roles, cuerpo, emociones, pensamientos, en que
hay una corriente de cosas que han cambiado y que, sin
embargo, usted podía notar un usted que permanecía
constante. Desde esta perspectiva, advierta todas las cosas
con las que ha estado luchando (poner ejemplos concretos de
los eventos psicológicos –pensamientos, emociones, etc.-
con los cuales el cliente ha estado luchando). Advierta que no
importa cómo sean esos pensamientos, ya que hay un usted
que permanecerá a través de ellos. No importa cómo se
desarrolle la lucha, pues usted estará allí al final, siempre,
detrás de todos esos pensamientos, emociones, etc. Note
que aunque esas cosas parecen amenazarle, usted es mucho
más que todas ellas, hay una parte de usted mismo que no
está, y no ha estado nunca, realmente amenazado. Hay un
usted que persiste a todos los pensamientos, sensaciones,
recuerdos. Y ahora, en este momento, advierta ese usted que
está aquí y ahora, que está advirtiendo todo esto.

El objetivo de este ejercicio es ayudar a la persona en la consecución de sus objetivos


y metas vitales partiendo siempre de sus valores personales en las diferentes áreas
de su vida (familiar, laboral, ocio y tiempo libre, formación, etc.).

¿Cómo te ves dentro de 10 años?

«¿Cómo te imaginas físicamente dentro de 10 años?,


«¿A qué crees que te dedicas?»
«¿Qué aficiones tienes?»
«¿Con quién vives?»
«¿Qué amigos tienes?»
«¿Cómo es la relación con tu familia?»
«¿Tienes pareja?»
«¿Tienes hijos/as?»
¿Cuántos?
¿En qué trabajaras?
¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?»
«¿Eres feliz?»
«¿De qué te sientes más orgulloso/a?»

El objetivo es que la persona pueda encontrar distintas salidas a los eventos privados


respecto a los cuales su historia sólo le da una única salida: alejarse, y al hacerlo,
limitar su vida.

EJERCICIO/METÁFORA DEL GIGANTE DE LATA Y


CUERDAS.
(Basado en “Tin-can-monster exercise”, Hayes et al. 1999)
Objetivo: Que el cliente pueda encontrar distintas salidas a
los eventos privados respecto a los cuales su historia sólo le
da una única salida: alejarse, y al hacerlo, limitar su vida. En
un momento en el que el cliente haya contactado con material
muy doloroso, o esté evitando hacerlo, se le invita a hacer
este ejercicio como una parte del trabajo que alimenta la
planta de la terapia que ha de repercutir en que el cliente se
centre en las plantas importantes en su vida. ... TERAPEUTA:
...es importante notar la diferencia entre esos pensamientos y
tú. CLIENTE: Sí, noto que me agobia y lo siento, tengo esa
cosilla, pero bueno, esto es así. Es que en mi vida no tengo
nada agradable; esas cosas que me pinchan ahora las tolero
un poco, con mi madre, la veo... Ahora lo tólero pero no me
deja disfrutar de la fiesta. Me acuerdo mucho de ese ejemplo.
Si estoy muy alterada, digo, ¡uy!, que descuido el jardín... y
me freno. TERAPEUTA: Te propongo un nuevo ejercicio para
experimentar esto y darle la bienvenida, para seguir estando
abierta. Te dije que era como montar en bici, es practicar que
te veas tú y que veas tus pensamientos. Es un ejercicio que
lo llamo el gigante de lata y cuerdas, porque a veces, los
pasajeros, cuando nos asustan, vienen todos juntos, como si
fueran un gigante, muy organizados, muy insistentes, y es
difícil enfrentarse así a ellos, pero hay una manera, y es
descomponerlos en piezas. Al ser como un gigante hecho de
lata y cuerda, son pequeñas piezas, y ver una a una puede
ser más fácil. Ponte cómoda en el sillón; se trata de imaginar
y de estar abierta a lo que venga, con los ojos cerrados..., si
no estás abierta en algún momento me lo dices. Vamos a
empezar, cierra los ojos y concéntrate como siempre...,
imagina el cuarto donde estás sentada, concéntrate en mi
voz, en el ruido del aire, en la calle, los pájaros fuera, el
contacto con el sillón, la temperatura agradable de hoy,
imagínate frente a mí, en el sillón, en el despacho, y ahora te
voy a pedir que imagines una situación cualquiera del verano
pasado, cualquiera, y cuando la tengas, avisa... CLIENTE: Ya
TERAPEUTA: Bien, con quién estabas, fíjate qué ocurría, lo
que veías, qué oías.
CLIENTE: Estaba con mi madre, mal, rabia. TERAPEUTA:
Fíjate en lo que decías, y mantenlo ahí; mira esa situación
desde ese observador que eres tú, la parte de ti que estaba
allí y que está aquí, ahora, observando esa situación..., desde
esa perspectiva quiero que entres en contacto con esa rabia,
que intentes notar por dónde anda ese sentimiento de rabia...
CLIENTE: Siempre está. TERAPEUTA: Observa tu cuerpo y
señala la zona de tu cuerpo donde está localizada, dónde
empieza y dónde acaba, puedes.... CLIENTE: En el
estómago. TERAPEUTA: Nota esa tensión sin luchar contra
ella. Mantente ahí aunque no te guste, y te cueste...
¿puedes? CLIENTE: Es grande, es rabia. TERAPEUTA:
Abandona la lucha si es posible, mantén la rabia ahí, nótala,
deja estar a ese invitado, sin echarlo, aunque te cueste.
Míralo a la cara sin luchar, cara a cara, en la parte de tu
cuerpo en la que la sientas, como si fuera una mancha sobre
tu piel, la rabia, en esa zona, puedes notarla... CLIENTE: Es
grande, como una nube. TERAPEUTA: ¿De qué color?
CLIENTE: Negro TERAPEUTA: Contempla la rabia como una
nube negra, es una sensación, ni más ni menos..., dale la
bienvenida y levántate el sombrero elegantemente para
saludar a la rabia... ¿a qué se parece ahora? CLIENTE: Es
una mancha oscura, áspera. TERAPEUTA: ¿Qué más?
CLIENTE: Tiene pinchos.
TERAPEUTA: Ponla delante de ti y contémplala...,
contémplala como si fuera un cuadro y dale la bienvenida,
como lo que es, ni más ni menos, reconcíliate con ella...,
hazle sitio..., dale la bienvenida, aunque no te guste... (pausa
más larga). Ahora, te pido que pongas esta rabia a tu lado y
mires si tienes alguna otra sensación... ¿notas alguna otra...?
CLIENTE: La angustia TERAPEUTA: Nota en qué parte de tu
cuerpo está localizada, ¿en qué parte? CLIENTE: Sí, en el
estómago, ganas de vomitar. TERAPEUTA: Bien, te pido que
notes esa sensación de angustia como si fuera una mancha,
no te pido que te guste, te pido que la notes, que le des la
bienvenida, déjala estar y mírala a la cara, eres capaz de
notar dónde empieza, si tiene forma. CLIENTE: Sí, como un
muñeco. TERAPEUTA: Está ahí, nótala, desde esa parte de ti
que observa... (la cliente solloza), estás aquí notando esas
sensaciones. Desde esa parte de ti segura, que estaba allí y
que está aquí, ahora, quiero que abandones la lucha y te
permitas a ti misma observar esa mancha...Ahora, observa si
hay alguna otra cosa en alguna parte de tu cuerpo que te
molesta... CLIENTE: No TERAPEUTA: Bien, entonces vamos
a dejar esas sensaciones que se vayan cuando quieran y
dime si hay algún pensamiento que esté por ahí presente...
(indica que sí con la cabeza). ¿Qué hay? (la cliente empieza
a sollozar). CLIENTE: Mi padre. TERAPEUTA: Mantén ese
recuerdo delante de ti..., no olvides que es un recuerdo
observa ese recuerdo desde esa parte de ti que es segura y
que estaba allí con tu padre y que está aquí ahora...,
contempla a tu padre desde ese lugar..., mantenlo, haz un
pequeño esfuerzo para observarlo, estás abierta...(la cliente
niega con la cabeza)... ¿no quieres mirar esa imagen?
CLIENTE: No
TERAPEUTA: Sabes que es un recuerdo..., luchas para evitar
verlo y sin embargo anda por ahí. No sabes lo que puedes
ganar si te abres a ver esa parte del gigante... Te pido que
desde esa parte que hay en ti que te permite abrir el álbum de
tus fotos y mirarlas lo abras y mires esa foto, ¿estás
dispuesta a abrir el álbum?... (la cliente asiente). Vamos a
ello, avísame cuando hayas abierto el álbum... CLIENTE: Ya
(solloza). TERAPEUTA: ¿Quién más está? CLIENTE: Yo,
muy pequeña. TERAPEUTA (bajito): Observa esa parte del
gigante, observa esa foto y mantente notando todo lo que te
viene al mirar esa foto... (la cliente llora); no te pido que te
guste, sólo que des la bienvenida a las sensaciones que
vienen ahora al recordar..., ¿puedes?... (la cliente asiente),
contempla esa foto, nota lo que viene ahora mismo al mirar
ese recuerdo, ¿vale?... (solloza nuevamente); míralo desde
esos ojos que siempre están detrás de lo que haces y date
cuenta de lo que sientes ahora mismo al mirarlo... CLIENTE
(sollozando): Es muy duro. TERAPEUTA: Contempla
abiertamente esa foto y deja que salgan todas esas
sensaciones y pensamientos que surgen al mirarte en esa
foto... Ahora, vamos a otra pieza del gigante. Mira a ver si hay
otra foto que hayas evitado durante mucho tiempo, búscala
en el álbum... CLIENTE: Sí hay. TERAPEUTA: Te pido que la
observes desde esa parte de ti que observa... ¿con quién
estabas..., qué hacías y los demás? Quiero que notes lo que
sientes y piensas ahora, contempla todos los pensamientos y
sensaciones que te vienen ahora al mirar esa foto...,
obsérvala como un recuerdo y da la bienvenida a todo lo que
te viene al rememorar lo que pasó... (contémplalo por unos
minutos). CLIENTE: Sí. TERAPEUTA: Ahora, te pido que
vayamos a otra parte del gigante, la parte que más miedo te
da. Te pido que busques esa foto en el álbum.
CLIENTE: Sí con mi padre, pero no puedo mirar.
TERAPEUTA: Has luchado mucho tiempo contra eso. Te pido
que abandones la lucha y desde esa parte de ti que observa
te detengas a mirar con quién estabas..., qué edad
tenías(suspira). Dónde estabas..., qué hacías... (retuerce la
cara), qué pensabas..., las sensaciones que tenías... Nota
todas esas sensaciones como lo que son, te vienen al
recordar, son recuerdos que tienes aquí y ahora, no está
pasando (se toca la nuca). Te pido que mantengas la mirada
(se toca la nuca y dice ¡ay!), deja de luchar, son recuerdos
que vienen... nota las sensaciones que ocurren ahora
mismo... (dice ¡ay!), deja el álbum abierto y observa todo lo
que te viene ahora al recordar... (dice “¡ay!, no puedo”); nota
todo eso desde esa parte de ti que observa y se da cuenta de
que es un recuerdo, sólo eso, y que vienen sensaciones que
son sólo eso sensaciones... (dice “no quiero”)... Tu mente te
dice eso pero yo te pido que no le hagas caso ahora y
aunque sea menos agradable que ninguna otra foto...,
puedes hacerlo..., mira en esa foto directamente a la cara de
tu padre, no vuelvas la cabeza, mira directamente a su
cara..., ¿dispuesta? (sollozando mucho, asiente); vamos,
estoy a tu lado, avísame cuando hayas llegado a mirarle a la
cara... (la cliente asiente con temblores en las manos). Bien,
María, date cuenta de que es un recuerdo, y nota desde esa
parte de ti, desde la que miras esa foto, date cuenta de lo que
sientes ahora mismo, nota tus manos..., y déjalas estar...,
contempla lo que sientes al mirar esa cara..., y déjalo estar,
no hagas nada con lo que sientes, déjalo estar..., contempla
los pensamientos que te vienen ahora mismo al mirar la cara
de tu padre, al mirarte tú en esa foto..., déjalo estar..., deja
que salga todo lo que tiene que salir al mirar esa foto y
contémplalo por unos minutos... Dime si hay alguna otra foto
que no quieras mirar... CLIENTE: No, no hay más.
TERAPEUTA: Pues cierra el álbum... y vuelve a imaginarte
aquí, en este despacho, sentada en este sillón, concéntrate
en mi voz, en el contacto con el sillón, el ruido, mi voz, y
vuelve a abrir los ojos cuando quieras... CLIENTE: Lo he
pasado muy mal. No sé cómo he sido capaz... TERAPEUTA:
Es un bonito pensamiento que te da tu mente. Lo importante
es que has afrontado algo que te rondaba desde hacía
tiempo. María, sabes que lo hemos hecho porque te puede
servir para mirar a tu historia con más facilidad y hacer un
hueco a todo lo que sientes al recordar. No se trataba de que
lo pasaras mal por pasarlo mal.
CLIENTE: Ya, ya, es como otras veces, ha sido peor, pero
tengo una sensación extraña.

El objetivo de esta metáfora es brindar la posibilidad de considerar la aceptación como


una alternativa al control. Distinguir la aceptación del mero hecho de tolerar e incluso
de querer.
METAFORA DE LAS OLAS EN LA PLAYA.

Existe una gran diferencia entre resignarnos ante las


emociones y los pensamientos que nos surgen cuando
tenemos un problema y aceptarlos. A través de esta metáfora
se intenta enseñar a las personas a que los acepten y no
luchen contra ellos, ya que no son el enemigo a abatir. Las
personas podemos cambiar nuestra forma de actuar pero de
nada nos vale luchar contra algo que es natural en nosotros
(recuerdos, imágenes, pensamientos, emociones,
sensaciones físicas, etc.). El objetivo de esta metáfora es
brindar la posibilidad de considerar la aceptación como una
alternativa al control. Distinguir la aceptación del mero hecho
de tolerar e incluso de querer. Otro modo de presentar la
aceptación es como disponer de una gran playa de arena en
la que las olas del mar acaban rompiendo paulatina y
mesuradamente unas tras otras. Tengan la altura o fuerza
que tengan, siempre acaban deshaciéndose como si nunca
hubieran sido tan enormes. Para ello sólo hay que estar
dispuesto a tener una gran playa que acoja todas las olas
mientras uno no trata de controlarlas, sino que “ve las olas
como si estuviera en el paseo marítimo” y se implica en lo
que le importa en la vida. Hacer espacio para ver las olas
desde el paseo, tanto las más pequeñas como las que se ven
“amenazantes”, es justo lo contrario a luchar o soportar los
pensamientos, las sensaciones y otros eventos privados. Esto
último sería como bajar a la playa a tratar de controlar el
curso de las olas, sería hacer algo para interrumpir el proceso
de disolución natural, intentando eliminarlas, sujetándolas o
rompiéndolas. Implicarse en tales acciones es como estar en
el corazón de la ola, es peligroso, la ola envuelve, y desde ahí
no podemos ver nada, sólo quedar a sus expensas. Sin
embargo, haciendo el hueco preciso, o sea, sin intentar nada
para controlarlas, todas las olas entran en la playa y terminan
por deshacerse con más o menos dulzura mientras uno se
ocupa, por ejemplo, del cuidado de las plantas de su jardín,
es decir, de construir las cosas que son importantes para uno
en su vida.

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