CAMPAGNO M - GordonChilde en Egipto
CAMPAGNO M - GordonChilde en Egipto
CAMPAGNO M - GordonChilde en Egipto
Marcelo Campagno *
los más importantes dispositivos elaborados en el siglo XX para pensar la aparición de las
sociedades complejas. Medio siglo después de su formulación más sistemática, este artículo
australiano.
Abstract: Gordon Childe’s concept of Urban Revolution was one of the most important
societies. Half a century after its best formulation, this article aims to reconsider Childe’s
analysis of the emergence of Ancient Egyptian civilization at the light of the present data, not
cuyo autor era uno de los más importantes arqueólogos del siglo XX: Vere
Revolución Urbana, a pesar de los obstáculos que esa situación parecía oponer
retrospectivo señala: “la más original y útil contribución que pude haber
En ese marco, uno de los conceptos acuñados por Childe que, sin duda,
Estado. A partir de 1934, con la publicación de New Light on the Most Ancient
Mundo en las que tal revolución habría tenido lugar: Egipto, Mesopotamia y el
los análisis de las situaciones históricas indicadas por Childe? En el resto del
del Nilo egipcio. Nos interesa considerar de qué modo era abordado el proceso
3
del surgimiento del Estado egipcio por parte de los egiptólogos en tiempos de
el rótulo de Revolución.
Egipto no se extendía hacia atrás más allá del reinado del faraón Snefru, primer
rey de la Cuarta Dinastía”3 y los sucesos ocurridos con anterioridad a tal época
solamente podían ser reconstruidos a partir de los relatos de los autores clásicos.
radicalmente. Por una parte, a partir del descubrimiento del cementerio real de
mismísima Primera Dinastía. Pero, por otra parte, una serie de hallazgos en
ser despejada: esos objetos eran testimonios de una época previa a la de los
sociedad faraónica no podía dejar de ser planteada entre los especialistas. Ahora
bien, ¿qué tipo de respuestas fueron ofrecidas por los egiptólogos? Si bien ya
existía, para aquella época, una considerable serie de recursos teóricos provistos
encapsulada como para oír con claridad las voces exteriores de los
fueron ensayadas para dar cuenta de los comienzos del Egipto faraónico.
planteo era simple: los enormes cambios que inauguraron la sociedad dinástica
no habían sido llevados a cabo por los primitivos habitantes del Nilo –esos que
el propio Petrie había contribuido a descubrir– sino por unos recién llegados, una
posterioridad, y luego del ingreso de otras “razas” en la región, “arribó una raza
culturales, con viejas ideas difusionistas, que prescribían que toda novedad
inherente a lo social debía tener una cuna exterior, en alguna otra sociedad lejana
predominado sobre las de los antiguos habitantes de modo de instalar allí una
dos reinos, uno en la región occidental, con capital en Behedet y cuyo dios
Neith.
3) Una primera guerra entre los reinos del norte y del sur implicaría la victoria
4) Una primera escisión restablecería los dos antiguos reinos y el del norte
6) Una nueva secesión del sur volvería la situación política al punto previo, pero,
colocaría como nuevo dios principal a Horus, al igual que en el Bajo Egipto.
7
7) Finalmente, sería Menes quien, como rey del Alto Egipto y adorador de
dinásticos.
primera vista, parecería como si tal hipótesis asignara un rol importante a las
guerras –según se indica– habían sido emprendidas por reinos, o aun por
confederaciones de nomos. Ahora bien, nada se nos dice acerca del status
político de esas entidades. Esos reinos, esas confederaciones, ¿ya eran Estados o
que respaldaban esta teoría nos daría demasiadas pistas al respecto. Por cierto –
Estado no era el problema al que tales autores apuntaban. Nada puede ser más
cierto. Pero, entonces, la conclusión se torna obvia: durante mucho tiempo, los
disciplina impedía todo diálogo con otros ámbitos de investigación que pudieran
8
instalar en el seno de la egiptología una nueva problemática o una nueva
Cuando, a fines de los años ’70, el proceso del surgimiento del Estado en Egipto
cuarenta años que Gordon Childe había hecho escuchar su voz periférica y
pionera.
surgimiento del Estado en Egipto a partir de una doble vía de acción. Por un
suponer que alguna sociedad entre las que circundaban al Egipto prehistórico
Nilo. En este sentido, de acuerdo con Childe, “no podemos dirigirnos a ninguna
Dinástica10.
Dinastía I, Childe sostendría que “de ningún modo se puede afirmar por más
en efecto, para entonces señala: “«Menes» [el rey del Estado surgido en el sur]
ha conquistado el resto del valle y del Delta, uniendo las aldeas y clanes
de unos reinos predinásticos, cuya historicidad misma sería poco después negada
debilidades desde el punto de vista de la propia evidencia que podía ser ofrecida
como sostén empírico de cada posición. Ahora bien, el principal aporte que
tesis sobre la Revolución Urbana. ¿En que consistía tal acontecimiento? Lejos de
parte de esa población en espacios acotados, vale decir, urbanos. En palabras del
propio Childe, “las peores contradicciones de la economía neolítica –esto es, las
generadas por los trastornos naturales que podían hacer fracasar el ciclo
las nuevas tecnologías (es decir, la metalurgia del cobre) y de las más amplias
alinean en el valle del Nilo, deben haber caído bajo el dominio de una clase de
hechiceros”. Estos líderes habrían dirigido las actividades productivas pero, por
cuentas, entonces, “la monarquía egipcia debía su poder, por un lado, a las
las cuales fue la última la conquista del Delta; y, por otra parte, debía su
autoridad a las ideas [...] acerca de la inmortalidad del rey [su condición de
divinidad]”15.
13
5
una “civilización sin ciudades”16. ¿Cómo era posible, entonces, hablar allí de
reconocer los méritos del análisis childeano, habían señalado que “en lo relativo
Urbana egipcia habría consistido en la fundación de sólo una gran ciudad para
todo el valle y el delta del Nilo 19. Incluso el propio Childe había reconocido esta
detección de los cambios por sobre las continuidades, Childe había establecido
que en el parentesco21.
Egipto una población total de 350.000 habitantes hacia el 4000 a.C., que
Predinástico tardío”, en tanto que Mortensen estima, para la misma época, una
cifra de tan sólo 100.000 - 200.000 habitantes23. Si bien es cierto que existe un
valle, así como por la mayor estrechez de la llanura aluvial en el sur 24. En tal
una notable “explosión demográfica –a partir de 3800 a.C.– que proveyó las
generaba las condiciones para los inicios de una compleja división del trabajo,
así como para la aparición de una élite encargada de comandar las actividades
las regiones bajo su control26. De tal modo, las fundaciones reales constituirían
dominio en el Nilo –tanto de los bienes como de las personas–. Es cierto que,
han aparecido en Tel Ibrahim Awad tanto como en Buto: al menos el complejo
de este último sitio, parece haber revestido características sagradas “tal vez en
presentan restos que también sugieren la existencia de templos 28. Por lo demás,
la iconografía del período presenta una serie de motivos que asimismo han sido
esta serie, que luego continúan los sepulcros de las primeras necrópolis reales,
los primeros reyes de Egipto30. A todo ello, aún debe agregarse la edificación,
dedicados al culto mortuorio de los reyes 31. De este modo, existen suficientes
construcciones.
completo, presenta en Egipto una doble vertiente. Por una parte, la existencia
estatal sobre tales prácticas generaría, sin embargo, un escenario nuevo, con la
sin par de bienes de prestigio, tan útiles para exhibir superioridad como para
20
El cuarto indicador, la división de la sociedad en clases económicas y la
esas enormes tumbas, esos templos funerarios, esa concentración de los bienes
de gestión con que contaba el Estado emergente. Por una parte, tal capacidad
por las fincas y las comunidades campesinas. Esos impuestos eran fijados por
y su corte, viajando por todo el país y consumiendo parte de lo que les era
capitales provinciales, desde las que se remitía a la corte real en Menfis los
campesinos para la ejecución de tareas estatales, las cuales –de acuerdo con
élite estatal.
21
El quinto indicador, la aparición de la escritura, implicaría la puesta a
población44, se torna evidente que la propia élite era la única capacitada para
escritura trazaba una escisión en la sociedad egipcia: por un lado, los que
dominaban el nuevo sistema, los que sabían leer –es decir, los burócratas, el
Estado–; por el otro, los que no comprendían –es decir, el resto de la sociedad–
constituye otro parámetro que marca la pertenencia –aun desde una posición
sabían. Cuando los recaudadores tomaban nota del tributo obtenido ante los
distinto del mensaje captado por la élite. Ese efecto es, pues, el de sumisión a
pluralidad de motivos artísticos sin que ninguno predomine por sobre los
primero del jefe, después del rey, organizando en torno de este centro, y
del monarca y de los actos que éste lleva a cabo, se constituiría en el tema
también en el arte de la época, a partir del lugar primordial que aquél ocupaba
en tanto motivo iconográfico. Por otro lado, la huella del Estado emergente en
caracterizado por atributos que nadie más que el rey podía detentar. De esta
24
7
emerge el Estado egipcio (aun cuando no estamos ante una ausencia absoluta de
Antiguo Egipto, esto era así porque detectaba en el Nilo la presencia de todos los
evolucionistas.
nociones sin ningún rigor analítico, Childe no sólo opondría una serie de
era, pues, el nombre genérico para un profundo proceso de cambio, aquél del
valle del Nilo. Así, sin ningún contrasentido, hasta la mismísima civilización sin
***
*
Instituto de Historia Antigua Oriental, Universidad de Buenos Aires
1
Vere Gordon Childe, “Retrospección” , en José A. Pérez, Presencia de Vere Gordon Childe,
nuestra.
26
4
En efecto, desde el ámbito de la sociología, ya existían importantes consideraciones respecto de
la problemática del surgimiento del Estado. Por un lado, la tesis de la formación de la sociedad
establecido la división de la sociedad en clases, había sido sostenida por Engels en El origen de
la Familia, la Propiedad Privada y el Estado (1884). Por otro, la teoría del establecimiento de la
de pueblos nómades ya había sido planteada por Gumplowicz en 1899. De tal modo, para la
época en que comienza a plantearse esa pregunta por el modo en que emerge la sociedad de los
faraones, existía –al menos– la posibilidad de plantear el problema en tales términos teóricos.
5
William Flinders Petrie, A History of Egypt, London, Methuen & Co., 1912, 3-4. La traducción
es nuestra.
6
En relación con la teoría de la Raza Dinástica, cf., entre otros, Flinders Petrie, op. cit., 1912, 4;
D. E. Derry, “The Dynastic Race in Egypt”, en Journal of Egyptian Archaeology, 1956, 85;
Walter Emery, op. cit., 1961, 38-42; I. E. S. Edwards, “The Early Dynastic Period in Egypt”, en
und älteste Religion der Ägypter, Leipzig, Deutsche Morgenländische Gessellschaft, 1930; Emile
W. Hayes, The Scepter of Egypt, New York, Harper & Bros., 1953, 25-31; Jacques Pirenne,
86.
8
Vere Gordon Childe, Nacimiento de las Civilizaciones Orientales, Barcelona, Planeta-De
Gordon Childe. Revolutions in Archaeology, New York, Columbia University Press, 1980, 91-
128.
27
13
De acuerdo con Frankfort, las referencias de los relatos egipcios posteriores acerca de un reino
del Bajo Egipto en una relación de simetría directa con un reino del Alto Egipto sólo eran el
resultado de la concepción dual del Universo que era propia del pensamiento egipcio. En
palabras del autor, “las formas duales de la monarquía egipcia no fueron el resultado de
compone de dos partes contrarias”. Cf. Henri Frankfort, Reyes y Dioses, México, Biblioteca de
1989 [1936]. Las citas proceden, respectivamente, de las pp. 193, 164 y 195.
16
John Wilson, “Egypt through the New Kingdom, Civilization without cities”, en C. Kraeling
y R. Mc C. Adams (eds.), City Invincible, Chicago, University of Chicago Press, 1960, 124.
17
Henri Frankfort, The Birth of Civilization in the Near East, Bloomington, Indiana University
1977, 185-200; Manfred Bietak, “La naissance de la notion de ville dans l’Egypte Ancienne:
de Lille 8, 1986, 29-34; Fekri Hassan, “Town and village in Ancient Egypt: ecology, society
and urbanization”, en Th. Shaw et al. (eds.), Archaeology of Africa. Food, Metals and Towns,
Settlement in Ancient Egypt”, en P. Ucko et al. (eds.), Men, Settlement and Urbanism,
London, Duckworth, 1972, 683; Fekri Hassan, op. cit., 1993, 552.
20
Vere Gordon Childe, op. cit., 1981 [1942], 125.
21
Cf. Vere Gordon Childe, “La Revolución Urbana”, en José A. Pérez, op. cit., 1981 [1950],
272-275.
22
Cf. Vere Gordon Childe, “The birth of civilization”, en Morton Fried (ed.), Readings in
Anthropology, 2 vol., New York, Th. Cromwell Company, 1968 [1952], 631-634.
23
Cf. Karl Butzer, Early Hydraulic Civilization in Egypt, Chicago, University of Chicago
Press, 1976, 83; Bruce Trigger, “Egypt: A Fledgling Nation”, en Journal of the Society for the
28
Study of Egyptian Antiquities 17, 1987, 59; Bodil Mortensen, “Change in Settlement Pattern of
Population in the Beginning of the Historical Period”, en Ägypten und Levante 2, 1991, 29.
24
Cf. Karl Butzer, op. cit., 1976, 102-103; Fekri Hassan, op. cit., 1993, 551-558.
25
Michael Hoffman et al., “A model of urban development for the Hierakonpolis region from
Predynastic through Old Kingdom times”, en Journal of the American Research Center in
a partir de evidencias arqueológicas (Hieracómpolis, Abidos, Buto, Mendes) así como también a
partir de los relatos de los autores clásicos (fundación de Menfis por Menes). Cf. Barry Kemp,
op. cit., 1977, 196-199; Manfred Bietak, op. cit., 1986, 29-34; Toby Wilkinson, Early Dynastic
Brink (ed.), The Nile Delta in Transition. 4th-3rd Millenium, Tel Aviv, van den Brink publisher,
1992, 7. Cf. pp.1-10. Para la evidencia proveniente de Tel Ibrahim Awad, cf. Edwin van den
Brink, “Preliminary Report on the Excavations at Tell Ibrahim Awad” en Edwin van den Brink
Hoffman et al., op. cit., 1986, 184-185. En relación con los templos del Dinástico Temprano, cf.
Barry Kemp, El Antiguo Egipto. Anatomía de una civilización, Barcelona, Crítica, 1992 [1989],
89-107.
29
En relación con la evidencia iconográfica de santuarios y palacios reales en el período
Silverman (eds.), Ancient Egyptian Kingship, Leiden, E. J. Brill, 1995, 112, 121-124.
30
Para la tumba 100 de Hieracómpolis, cf. Barry Kemp, op. cit., 1992 [1989], 51-53. Para el
cementerio T de Nagada, cf. Kathryn Bard, From Farmers to Pharaohs, Sheffield, Sheffield
Academic Press, 1994, 77-109. Para las tumbas reales de Abidos y Saqqara, Walter Emery, op.
(Saqqara, Hieracómpolis) también parecen presentar evidencia en este sentido. Al respecto, cf.
Kemp, op. cit., 1992 [1989], 69-71; John Baines, op. cit., 1995, 139-140.
29
32
En relación con los contactos entre Egipto y el área siriopalestinense, cf. William Ward,
“Early Contacts Between Egypt, Canaan and Sinai: Remarks on the Paper by Amnon Ben-Tor”
en Bulletin of the American School of Oriental Research 281, 1991, 11-26; Baruch Brandl,
“Evidence for Egyptian Colonization of the Southern Coastal Plain and Lowlands of Canaan
during the Early Bronze Age I Period”, en Edwin van den Brink, op. cit., 1992, 443-477. En
relación con el flujo de bienes de prestigio proveniente de Mesopotamia, cf. Marcelo Campagno,
“Egipto en contacto: las tempranas conexiones con Mesopotamia”, en Orientalia Argentina 10,
1993, 81-97; Samuel Mark, From Egypt to Mesopotamia, London, Chatman Publishing, 1997.
En cuanto a los vínculos con Nubia, cf. William Adams, Nubia. Corridor to Africa, Princeton,
Princeton University Press, 1977, 137-141; David O’Connor, Ancient Nubia. Egypt’s Rival in
Baines, “Communication and display: the integration of early Egyptian art and writing”, en
Antiquity 63, 1989, 476-477; Whitney Davis, The Canonical Tradition in Ancient Egyptian
no-estatales. Toda sociedad posee algún modo de canalizar las decisiones que atañen a su
funcionamiento global, y que, en las jefaturas más grandes, adopta incluso ciertas jerarquías (jefe
supremo / jefes de distrito / jefes de comunidades locales). La cuestión es que sólo en las
sociedades con Estado existe un cuerpo encargado de la administración que no se vincula con la
sociedad a través de relaciones de parentesco sino que establece con ésta vínculos impersonales –
vínculos burocráticos–.
37
Barry Kemp, op. cit., 1992 [1989], 141. Cf. también pp. 141-171. Para una presentación de
30
40
Pascal Vernus, “La naissance de l’écriture dans l’Égypte Ancienne”, en Archéo-Nil 3, 1993,
92. La traducción es nuestra. Cf. también John Baines, op. cit., 1989, 472.
41
Cf. Kathryn Bard, “Origins of Egyptian Writing”, en R. Friedman y B. Adams (eds.),
Followers of Horus, Oxford, Oxbow Books, 1992, 299-300; Pascal Vernus, op. cit., 1993, 89.
42
Lo que John Baines (op. cit., 1989, 474) denomina modo emblemático de representación.
43
Los Textos de las Pirámides son, sin duda, los mejores exponentes tempranos del poder sin par
del faraón, pero ya desde los primeros testimonios escritos se hace referencia tanto a la fuerza del
monarca como a su carácter sobrenatural. Cf. John Baines, op. cit., 1989, 478-479; Kathryn Bard,
67.
45
Patrick Gautier, “Analyse de l’espace figuratif par dipôles. La tombe decorée No. 100 de
Miszellen 79, 1984, 63), la imagen que transmite el arte egipcio puede interpretarse como una
relación Sujeto-Objeto, cada uno de los cuales reviste características bien definidas: “un polo
1992, 254.
48
John Baines, op. cit., 1989, 473. Sobre el establecimiento de un nuevo canon artístico
egipcio a partir de la emergencia del Estado, cf. Whitney Davis, op. cit., 1989, 190-191.
49
Esto es, precisamente, lo que Childe hace en el mencionado artículo de 1952. Comparando
contrastes que diferencian una situación de otra, al mismo tiempo que establece los criterios
31