El Santo Negro en La Tierra Del Petroleo PDF

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fiesta popular
OLESKI MIRANDA

EL SANTO NEGRO
EN LA TIERRA DEL PETRÓLEO
La Fiesta de San Benito en Cabimas

Resumen

El petróleo no sólo trajo consigo los miasmas y las contradicciones del pro-
greso a la región conocida como la costa oriental del lago de Maracaibo y
específicamente a la ciudad de Cabimas, situada en el oeste venezolano, sino
también, la fiesta que le rinde tributo a uno de los santos más mimados del
catolicismo: San Benito. Con este breve estudio hemos querido acercarnos
y describir esta importante fiesta de la ciudad petróleo de Cabimas, al ser
el acontecimiento colectivo más importante que se lleva a cabo cada año a
finales del mes de Diciembre y a principios de Enero. Vista desde el particular
contexto de marginalidad que vive la ciudad, esta fiesta viene a configurar
la reafirmación de cuestiones como la esperanza y la fe que vierten sus ha-
bitantes. El 6 de enero de 2006, fuimos testigos de otra de las “sacadas” de
San Benito de la catedral para pasearlo por el sector Ambrosio, Amparo y la
Misión. Acompañados con ritmo del chimbángelere, hicimos un recorrido
de varios kilómetros junto a miles de devotos que se aglomeraron en las
calles esperando el paso de la imagen, para poder tocarlo, rociarle con ron,
pedirles favores y pagarles las promesas ofrecidas. La metodología empleada
consistió en la observación participante, entrevistas semi-estructuradas, el
intercambio con las personas a través del dialogo espontáneo y la revisión
bibliográfica y hemerográfica de documentos y notas que tomaran en cuenta
el testimonio y la historia de esta fiesta en este municipio petrolero del oeste
venezolano.

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El Santo Negro y el Fervor Popular

La fiesta popular-religiosa de San Benito en la ciudad de Cabimas,


municipio petrolero del Estado Zulia, en el occidente de Venezuela,
además de ser el evento social y religioso más significativo de la ciudad;
también, representa una estrategia para la reafirmación de la fe y la
esperanza en el contexto de marginalidad que vive el municipio. Cuando
analizamos la experiencia colectiva, basándonos en las emociones,
podemos aproximarnos a los distintos discursos y definiciones de la
gente, sus motivaciones y la reconstrucción de resonancias, tanto en lo
individual como lo colectivo, siendo estas al mismo tiempo las claves
para un profundo entendimiento de la procesión de San Benito. Para
ello hemos tenido como base, el hecho de que si las emociones son
sentidas y compartidas colectivamente, es posible una interpretación
afectiva y no solo de su explícita cognición cultural (Castro Aniyar,
Miranda, 2005).

En la mañana del 6 de enero de 2006 condujimos varias entrevistas


semi-estructuradas, apoyándonos al mismo tiempo en un registro audio-
visual. Ya habíamos recopilado en el año 2004 una buena cantidad de
material audiovisual. Como se trata de una actividad que reúne a una
importante cantidad de asistentes, puede encontrarse una variopinta
mezcla de personas de todas las clases sociales, razas e incluso -a
pesar de ser una fiesta netamente sincrético-católica- de distinto credo
religioso. Los nodos en común tienden a ser la tradición cultural y la

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fe a la entidad de San Benito, aunque siempre hay quien señale que
asisten solo por diversión o para embriagarse. La procesión tiene
una gran fuerza audiovisual que se objetiva en la gran cantidad de
colores, indumentarias y artefactos que las personas usan durante su
participación. Cuando hablamos de “sentido” nos referimos a dos de
los dispositivos fundamentales que más activan la emoción humana:
la música y el baile.

Al acercarnos a la fiesta de San Benito la música del chim-


bángueles surge como uno de los elementos fundamentales de esta
actividad. Del mismo modo, el baile que ocurre entre la febril masa
humana, ya sea por pago de promesa o por disfrute, puede revelar una
gran cantidad de energía y pulsaciones entre los asistentes. Al realizar
el registro audiovisual (material fotográfico y grabación audiovisual),
presentado a manera de documental etnográfico, pudimos profundizar
en algunas significaciones de la emocionalidad o la alteridad que toma
la fe entre los cabimeros.

El testimonio ha sido la manera en que se ha conservado la me-


moria histórica de la fiesta, y en general de la localidad cabimense.
Puesto que el testimonio es inclusivo del individuo que lo enuncia y
de la cultura que lo engloba, nos remitimos a los pocos textos que
resguardan las impresiones de vasallos como Ramón Ochoa, del que
se puede considerar uno de los personajes más emblemáticos de la
cultura popular cabimense. Asimismo, la prensa escrita en los últimos
años ha hecho aportes importantes para dar a conocer la historia de
los vasallos y demás protagonista del evento religioso-popular. De allí
la revisión y consideración de una cantidad de artículos y reportajes
que aluden al tema.

Dicho en esfuerzo de síntesis, las principales vías de participación


en la fiesta de San Benito pueden agruparse básicamente en dos. Una,
como miembro de un grupo de vasallos, lo que implica tocar algún tipo

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de tabor específico del chimbángueles (requinto, medio golpe). Y la otra,
ya sea como ferviente o asistente que baila, pide favores y le rocía ron.
Nuestro rol fue de observador activo como seguidor de la acción de
los vasallos. También nos encontramos constantemente entre los que
querían tocar al santo. La posición de observador pasivo, en este caso,
no se adecuo strictu sensu al rol previsto dadas las características de
la fiesta la cual implica formas directas de participación.

Aproximación a una Fiesta Popular en la Tierra del Petróleo

El 6 de enero de 2006 nos reunimos con los demás habitantes de

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Cabimas que se congregaron para celebrar el acontecimiento socio-
cultural y religioso más importante de la ciudad. Con la fiesta de San
Benito, el desborde y pleitesía al Santo Negro, impregna a la población
cabimense tal como el petróleo que ha distinguido a esa tierra por todo
un siglo. La importancia del evento puede apreciarse en que cada año
reúne a una cantidad considerable de personas. Ese 6 de enero de 2006
se estimó la cantidad de asistentes en más de 180.000, entre los partici-
pantes locales y los que llegaron de los estados vecinos.1 La ciudad se
ubica en la zona llamada Costa Oriental del Lago (COL), circundando
meridionalmente el Lago de Maracaibo, al oeste de Venezuela.

Relata Pedro Estrada, el cronista oficial de la ciudad, que el santo


llega con las misiones franciscanas que se asentaron en la zona norte
de la ciudad, de allí que el área termina llamándose: La Misión. Pero el
origen del fervor y de la fiesta en la ciudad no parece estar muy claro.
Según la tradición oral, se habla que algunos obreros afrodescendientes
provenientes del sur del lago, de los muchos que habían migrado atraídos
por el auge de la industria petrolera, trajeron consigo sus costumbres
y creencias, al igual que los artefactos que las representaban como los
tambores chimbángueles. Se cuenta que estos usaron sus tambores para
pedirle al santo que detuviera el chorro de petróleo que fluyó por días
en el reventón de Los Barrosos en el año de 1922.

En la década del veinte la ciudad ya contaba con una producción


estable que anunciaba un futuro prominente, sin embargo la noticia de
que en ese punto del mapa nacional reventaba un descomunal chorro de
petróleo fue el detonante que puso los ojos del mundo en esta zona. Era
el pozo R-4 Los Barrosos, N.° 2., del Campo La Rosa. La fuente que
surgió del subsuelo podía verse a varios kilómetros pues alcanzaba los
30 metros de altura. Con 9 días de duración, llegó a expulsar aproxima-
damente unos 100.000 barriles diarios. Este evento dio inicio a uno de
los cambios más trascendentales en la historia del país, al abarcar no solo
la esfera económica y política, sino también cambios sustanciales en

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esferas como la demográfica y socio-cultural. El reventón del barroso
como fue conocido tiempo después, vino a significar el anuncio de
la riqueza mineral que guardaba el subsuelo cabimense.

Entre versiones encontradas, se dice que un grupo de chimbángue-


les tocaron rodeando al pozo pidiéndole a San Benito para que parara
su brote. Los matices de esta historia varían, otras de la versiones que
suelen contar los pobladores es que un zamuro (ave de rapiña de color
negro) comenzó a volar sobre el chorro de petróleo y este lentamente
fue bajando de intensidad hasta que pudieron colocarle la válvula. Las
personas pensaron que se trataba de San Benito. El pintor popular
Blanco Aparicio ha plasmado en sus cuadros la primera versión, que
es la versión que él conoce y donde incluso habla de la negativa de
los técnicos norteamericanos encargados en ese entonces.
Pero como precedente histórico, la introducción del santo, en lo
que después seria Venezuela, sucede durante el proceso de conquista
y colonización. Desde su llegada a las congregaciones católicas del
Sur del Lago de Maracaibo, en testimonio e inventarios de 1774 es-
critos por el obispo Mariano Martí, se da fe que la imagen estaba allí.
Para la iglesia, el Santo Negro servía de ejemplo para la población
esclava, como imagen al servicio de una divinidad. La intención de
la iglesia católica al usar el testimonio del fraile Benito como ejemplo
para los esclavos, dio lugar (dentro de ese proceso de iconografía), a
profundos cambios a la memoria (López, 2005). En virtud de ello, es
posible suscribir que “mientras la iglesia postula que San Benito fue
un hombre asceta, humilde servicial, abstemio y que fue la imagen
ideal para la élite eclesial de la época, el grupo comienza a redefinirlo
y lo convierte en un santo bailón, bebedor que no se le puede ofrecer
y no cumplir, porque luego te atormenta hasta que pagues lo pro-
metido. Se convirtió en una antítesis de lo que la iglesia pregonaba,
porque aquel santo servía para justificar la esclavitud, y el santo que
necesitaban estas comunidades era uno que promoviera su liberación.
(Queipo en López, 2005: 13). El periplo va de la sobriedad recatada

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al goce mundano.

El santo en sí nace en el pueblo de San Fratello al norte de la isla de


Sicilia en el año 1524, Benedetto traduce Bendito en el habla italiano.
Sus biógrafos hablan de una bella historia de libertad con su nacimiento.
Los textos biográficos narran que Vicenzo Manasseri un hacendado
de San Fratello tenía como capataz a un hombre llamado Cristóbal, el
cual se casó con Diana Lacrán una mujer que ya se había labrado su
libertad con su trabajo. La pareja para no tener hijos esclavos no quiso
consumar el matrimonio, ante tal sacrificio el amo les hizo la promesa
de que su primer hijo sería libre. Al nacer aproximadamente en 1524
el niño fue bautizado con el nombre de Benedetto (Bendito). El joven
Benito de campesino, simple cocinero, analfabeta e hijo de esclavo
preside sin ser sacerdote la comunidad y dedica su vida al servicio de
los demás. El Santo muere el 4 de Abril de 1589 en Palermo lugar que
posteriormente queda como un rasgo de identificación en su nombre.
En Cabimas cada 4 de Abril, también se conmemora su muerte con
otra procesión donde los grupos de Vasallos se reúnen en la plaza San
Benito o de los chimbángueles

La bula pontificia del Papa Pío VII se expresa de su vida en estos


términos: “Educado santamente y dotado de un carácter noble y sin-
cero, dio señales consciente de su futura grandeza”. El 20 de mayo
de 1807 es declarado santo por Pío VII, estableciendo su fiesta el 4 de
abril de cada año. Su culto en España se asienta en Galicia, por el cual
llega a México, California, Centroamérica, Chile, Brasil, Colombia y
Venezuela. Según el Diccionario General del Zulia (1999), su culto se
propaga en el Zulia a través de los mojes franciscanos, capuchinos y
agustinos que se asentaron en las distintas zonas de la región zuliana.
El culto rápidamente se sincretiza en la comunidad esclava y afro-
desendiente y se alterna con la divinidad africana de Aje, del reino
de Dahomey y el ritual presidido por el tambor del chimbángueles
que tiene su máxima expresión en las fiestas del 27 de Diciembre en

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Bobures, Cabimas y Maracaibo.

Como ya hemos mencionado el tributo que se le rinde a San


Benito no es solo la fiesta religiosa más importante de Cabimas, sino
también la actividad colectiva más significativa, ya que por encima
de toda razón religiosa o mundana, las calles de Cabimas se inundan
de multitudes que lo esperan para tocarlo, rociarle con ron y pedir
favores y el pago de todo tipo de promesas si éstas se cumplen. Los
que participan acompañan al santo rociándole con ron u otras be-
bidas alcohólicas y lo bailan a ritmo de tambores chimbángueles2,
instrumentos acuñados y coloridos que han sufrido pocos cambios y
a simple vista muestran su origen africano.
La fiesta de San Benito es una
actividad donde se manifiestan
sincréticamente la religión, la fe,
el baile, el ron y la asunción de la
alteridad al relacionar al santo con
el baile y la bebida por el color de su
piel. De igual modo, en esta mezcla
encontramos las conexiones con
elementos como la identidad, la
esperanza y la fe en el contexto de
marginalidad del cabimense. Para el
africanista Jesús García la música
del chimbángueles va más allá del
puro placer estético, pues forma
parte de un todo ritualístico que
busca satisfacer las necesidades
espirituales, individuales y colec-
tivas de los devotos. Los toques de
tambor más que agradables buscan
ser “buenos”, es decir, apropiados
y efectivos para establecer la unión

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de los planos de la existencia material e inmortal. Cuando algunos de
los asistentes entrevistados nos manifestaron sus principales razones
por la cual asisten a la procesión, cuestiones como la devoción, el
goce y la tradición se convirtieron en señales unívocas que se alterna-
ban en el discurso:

Argenis (adulto Joven)

“Vengo por devoción, me gusta el santo, eso es algo que desde


pequeños nos han enseñado. La gente se alborota, ese día nadie
trabaja, todos estamos tomando ron que es muy usado en San
Benito”

Maria (adulto Mayor)

“Hay unos que vienen y son bien devotos y otros que vienen a
divertirse”

Rodolfo (adulto mayor)

“Vengo todos los años por mis abuelos, nuestros abuelos nos dieron
esta entidad de San Benito…”

Danilo (adulto)

“Yo vengo por tradición, devoción y mucho fervor”

Mario (adulto)

“Yo sufrí una trombosis, vea como estoy, pero aquí yo lo estoy
acompañando no solamente bochincheando, sino acompañándolo
de corazón”

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En Venezuela, específicamente en la región occidental, es donde se
puede observar con mayor intensidad el fervor al santo y la tradición
del chimbángueles. Las regiones de Gibraltar y Bobures, al sur del
Lago de Maracaibo, de alta concentración de población afro-zuliana, se
considera como los asentamientos de los fieles más devotos al Santo
y donde la fiesta rebosa de un estricto carácter mítico-religioso. Sin
embargo, es en Cabimas donde la fiesta toma un carácter masivo, con
altos porcentajes de asistentes. Se trata pues de una actividad colectiva
sin precedentes, no solo por la gran cantidad de personas que asisten,
sino también por las tipologías y mezclas de raza, clase social, sexo,
edad y procedencia. Su culto es tan importante en la ciudad que incluso
una de las parroquias más jóvenes fue nombrada como el santo en el

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año de 1995. También recientemente se construyó una plaza en la
ciudad llamada la plaza de los chimbanqueles, conocida como la Plaza
de San Benito, algunos edificios públicos como dispensarios llevan su
nombre al igual que negocios como farmacias y licorerías.

Ya sea el 27 de diciembre o el 6 de enero, la procesión se inicia


temprano en la mañana, son dos los recorridos que los devotos y asis-
tentes pueden seguir, depende del día asignado, uno es el de la Avenida
Andrés Bello y otro el que se hace por el sector La Rosa. Cada año se
alternan los días de cada sector. Humberto Ochoa chimámguelero y
gran cultor del santo, señala que la costumbre de pasear a San Benito
por la Rosa o Ambrosio, es parte de una costumbre que se practicaba
en la puerta de la Catedral, donde se iniciaba un forcejeo entre los
pobladores de ambos sectores. El sector ganador lo paseaba el 27 y
el perdedor el 1 de Enero, fecha que posteriormente fue cambiada al
6 por las autoridades públicas y eclesiásticas, ante tantos problemas
de orden público que se presentaban cada primero de enero.

Apenas amanece es posible apreciar miles de personas asentadas


frente a la catedral de Cabimas, que madrugando esperan la salida
del santo anunciada con repiques de campanas y fuegos artificiales.
La caminata parte de la iglesia principal o catedral, luego de la misa
oficiada por el obispo. En los sectores por donde pasa, el golpe retum-
bante de los vasallos anuncia la cercanía del santo. Un dato importante
sobre el afianzamiento de la tradición, es que para 1930 sólo existían
2 grupos de vasallos chimbángueles; hoy se cuentan 36. Entre los más
tradicionales y conocidos se hallan: Los Ochoas, Tierra Negra, Liber-
tad, La Montañita y Las Navas, este último compuesto en su mayoría
por mujeres. Los vasallos chimbángueles son generalmente castas
familiares. Los tambores que conforman un conjunto de vasallos son:
el mayor de primera, segunda y tercera; medio golpe y requintas, lo
básico son ocho tambores. Para acompañar con melodías se utilizan
flautas, y que a diferencias de las que se encuentran en el sur del lago,

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éstas son de metales y netamente bucales. Los golpes más comunes
tocados son el de: Ajé, Chimbángueles, Vaya, Chocho y Misericordia.
Aunque no tan tradicional uno de los cantos más escuchado es:
“San Benito lo que quiere
Que lo bailen las mujeres
San Benito lo que quiere
Que lo bailen las mujeres”

Cada grupo de vasallos se identifica con una bandera que general-


mente lleva el nombre respectivo. Una agrupación de vasallos puede
variar en cuanto la cantidad de personas que lo componen; puede
tener entre 6 a 12 o más miembros. De acuerdo a una de las figuras
más importantes y conocedoras de la música del chimbángueles,
Juan de Dios Martínez, el culto de San Benito en Cabimas no se ha
regido por la estructura del gobierno del Chimbángueles el cual es
una organización que requiere de 32 personas que dan cuentan para
que un Chimbángueles salga a la calle. Según Martínez hasta los años

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setenta los grupos de vasallos de Cabimas, lograron controlar el orden
de los Chimbángueles, sin embargo con la masiva participación de las
personas se agudizó el caos hasta en muchos casos llegar a niveles
incontrolables. Para el cultor e investigador cuando en una manifesta-
ción popular participan más de 50.000 personas, es difícil controlarla
con las estructuras de música, canto y danza que dan sentido a las
festividades tradicionales. La militarización del evento fue el resultado
de un alto grado de desorden, problemas y saldo rojo que arrojaban
cada año en estas festividades en el municipio petrolero. Aunque la
violencia ha amainado aún se asimila el evento como un fiesta a la que
hay que asistir con cuidado.

Cuando sacan al santo de la catedral, las calles se llenan con


miles de personas que presencian el recorrido del santo. Estos esperan
ansiosos a los vasallos que se anuncian en la distancia con su particular
golpe de tambor, y en especial a la imagen del santo que es llevado en
manos por la gente y custodiado por los cuerpos policiales y militares.
Los creyentes, antes o durante la celebración, le van pidiendo favores
al santo, ofreciendo promesas si este cumple. Las promesas varían
de acuerdo a la edad, sexo y origen social. La manera más común de
pagarle una promesa es rociarle ron y acompañarlo con bailes de Ajé el
día de la procesión en un recorrido que puede ser de varios kilómetros
bajo el devastador sol que siempre cubre a Cabimas. El uso del ron en
esta fiesta no ha sido aceptado por la iglesia. Sin embargo, el cronista
Pedro Estrada (2006) asevera que su uso se remite a los días de la
colonia. Pero en el testimonio del hoy fallecido Ramón Ochoa, líder
fundador del famoso grupo de vasallos “Los Ochoas de Ambrosio”,
encontramos una visión distinta al respecto:

“…la versión acerca de la celebración festiva con el rociado


de aguardiente sobre el santo (…) cuando un devoto alcohólico
deseoso de deshacerse de este vicio que lo desgraciaba, pidió a
San Benito que lo ayudara con ese propósito, vaciando a los pies
del santo el contenido de la botella que llevaba. Acción milagrosa

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que se dio. Porque desde aquel momento dejó para siempre el
vicio”. (Prieto Soto, 2000:389)

El testimonio de Ochoa ofrece un punto de vista en el que se verifica


la acción curadora de la fe, en el cumplimiento de la promesa como
la reafirmación misma del poder que ejerce el santo. También le da
sentido a una acción que para la iglesia es símbolo de una apropiación
inadecuada respecto a lo que postulaba el fraile Benito. Sin embargo,
la interpretación del rocío de ron varía en la percepción de quienes
le rinden tributo. Y es que el santo es asumido como ese otro que es
igual, y que le gusta la alegría, compartir, beber y bailar:

Argenis (adulto Joven)

“La gente le paga con ofrendas, oro, les ponen collarcitos, le


echan ron y lo tocan en la cabeza. El es un santo negrito y por
eso todos les echan ron, no se que tradición dice que bebía ron
pero nosotros bebemos ron y le echamos ron”

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Lila (adulta mayor)

“A él le gusta que lo bailen mucho y que le echen mucho ron”

El santo brinda un tipo de expectativa que más que divina, es la


estrategia en la que se reafirma la esperanza. Las personas tienen en
el culto de San Benito un espacio donde se cultiva la fe objetivada en
la ritualización de su sacada de la iglesia para pasearlo por las calles
de Cabimas. A diferencia de la significación de las promesas políti-
cas, si el santo cumple se trae a los vasallos, se festeja y se le paga la
promesa; pero en caso fallido, sus devotos no le culpan e igualmente
se mantiene la fe en él. En tal sentido, San Benito se establece
como una fiesta donde se cree con fervor, donde la gente se desdobla
y aparta de la cotidianidad por un día y se llena de esperanza que al
sumarse despliegan una interesante energía colectiva el día del evento.
Los actos de fe mueven a pedir favores relacionados con el bienestar
material, la salud e incluso el amor. El favor guarda relación con el
pago de una promesa. Al cumplir se paga. De acuerdo a las sugerencias
de los entrevistados los favores más comunes estaban relacionados
a problemas de salud:

Ana (adulta mayor)

“Yo le hice una promesa sobre mi nieta, una vez que a ella le
daban unas cosas, y yo se la entregué a San Benito y desde ese
momento la fe en San Benito
es algo grande. Precioso”

Antonia (adulta)

“Todos los cabimeros le hemos pedido favores a San Benito, y


hemos obtenido la respuesta de él, por eso estamos aquí.”

En el marco de la fiesta también se negocia, se enfrenta y se

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establecen distintas formas de simbología como por ejemplo la que
representa el “robo” del santo. Aunque hoy más difícil, años atrás era
común la práctica de robarse el santo. Al apropiarse de la imagen, las
personas infieren que una vez fuera de la iglesia San Benito pertenece
a la comunidad. Quienes se roban el santo lo pasean fuera de la ruta
que debía seguir durante la procesión, ruta que es establecida por las
autoridades y la iglesia. Durante el “robo” lo llevan a casas de los
vecinos, o en algunos casos a donde hay enfermos o personas imposi-
bilitadas para asistir a la ceremonia. Si bien, al santo se le trata como
a una persona a la que se le puede invitar a bailar y a compartir un
trago de ron, en los últimos años, la imagen utilizada en la procesión
es una réplica de la original que data del siglo XIX. La madera del
santo original fue deteriorándose a causa del ron y la exposición al
sol, por lo que las autoridades eclesiásticas decidieron reempla-

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zarlo por otra, sin que afectara el fervor de la población. Ante los
muchos robos y altercados, el organismo encargado de resguardar
la imagen y la seguridad ha pasado a ser la guardia nacional, con un
gran despliegue de efectivos militares. Por lo que el robo del santo
sigue constituyendo la manera como se enfrenta a las autoridades y
como se desafían a las leyes impuestas.

En nuestro estudio la calle se convirtió en el escenario para


el diálogo. Para Dennis Tedlock, el diálogo antropológico (del in-
vestigador con sus informantes) crea un mundo, o más bien crea una
comprensión de las diferencias que existen entre las personas que
participan en ese diálogo cuando comienza su conversación.3

Entre los diálogos recogidos exponemos una breve conversación


entre dos jóvenes que han vivido gran parte de sus vidas en el municipio.
La conversación tuvo por motivo la fiesta de San Benito. Madelé y
Pedro fueron dos de los entrevistados, ellos en el transcurso del diálogo
atizaron la conversación al exponer sus ideas y reflexionar sobre la
fiesta y la ciudad donde viven. Aunque la afectividad del discurso de
Madelé fue más que las condiciones objetivas del entorno, Pedro quiso
cuestionar un poco el orgullo cabimero, al buscar razones fácticas de
ese sentimiento característico de los pobladores de Cabimas. En este
diálogo de amigos, yo simplemente sostuve la cámara y apreté el botón
de la videograbadora. La descripción del diálogo la presentamos en
un formato literario, tratando de ambientar la escena:

Pedro:
-¿Cómo estás Madelé, viniste a San Benito?
Madelé:
-Claro no me lo podía perder
Pedro:
-¿Y eso?
Madelé:

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-Vengo para compartir, me gusta compartir con ustedes con tu
familia
Pedro:
-¡Lo tuyo no es religioso!.. ¿Verdad?
Madelé:
- Bueno si un poquito, pero tampoco es que soy, este… ¿Cómo es
la palabra?
Pedro:
-¡ferviente!…
¡ ¡creyente!
Madelé:
-Sí, no soy de las que anda…
Pedro:
-Eres auténtica y vienes porque te gusta echar vaina.
Madelé:
-Bueno sí, en realidad sí.
Pedro:
-¿Crees en Cabimas?
Madelé:

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-¡Claro!.. Y tengo que creer en el Santo también- Madelé dejó
mostrar una sonrisa irónica.
Pedro:
-O sea que las dos son cosas etéreas, que no son totalmente reales
pero hay están

Madelé:
-Hay están y que más- acompañando la frase con una mueca en
los labios.
Pedro:
- ¿Te sientes orgullosa entonces?
Madelé:
-Demasiado…por supuesto
Pedro:
-Si me dices tres cosas tangibles, reales que pudieras mencionar

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acerca del por qué te sientes orgullosa ¿Cuáles serían?
Madelé:
-Tres cosas...uhh imagínate- exclamó después de vacilar un rato
al tiempo que se llevaba las manos a la nariz.
Pedro:
-Dos cosas- sugirió Pedro riendo por el desafío y quizás por el
silencio de Madelé.
Pedro:
-No hay ¿verdad?

Después de varios segundos vividos como una eternidad, nada


más se dijo. Sin mucho asombro, Pedro quebró la pausa de silencio.
Antes de soltar la risa, Madelé se dedicó a mirar a Pedro con su
cabeza inclinada y un silencio demasiado normal. Sus ojos perma-
necían escondidos tras unos lentes oscuros que cubrían casi la mitad
de su rostro, como si se hubiera preparado desde un principio para lo
que se avecinaba.

Como diálogo las palabras de Pedro y Madelé, muestran un universo


de significaciones que engloban y describen con creces esa forma de
sentimiento colectivo que caracteriza a los cabimeros. Claramente

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la perplejidad de Madelé hace del orgullo cabimero, un sentimiento
profundo y arraigado que no considera las condiciones objetivas del
entorno (marginación, pobreza, desidia, polución). Termina siendo un
sentimiento afectivo enfocado en la familia, el terruño y la fe, y que
ese día se ve simbolizado en la fiesta de San Benito. Siendo un ritual
de desdoble que aparece afianzarse cada año más, donde el jubillo y la
alegría se abre paso por sobre los miles de problemas que agobian a
gran parte de la población de Cabimas.

Dentro de esta visión, con la sacada de San Benito, fuera del re-
cinto que ocupa dentro de la iglesia, los pobladores Cabimas y demás
devotos se convierten en los protagonistas principales, dejan de ser
meros espectadores como en otras fiestas litúrgicas, asumiendo una
conciencia que les permite ser lo que la ciudad no ha sido a pesar de
todo el beneficio económico producto del petróleo que ha brindado al
resto del país. Al referirse a Cabimas el escritor, el uruguayo Eduardo
Galeano, escribió en su trilogía “Memoria del Fuego”, específicamen-
te en el último libro “El Siglo del Viento” una viva y desgarradora
descripción de apenas un párrafo fechado en 1975, en el da cuenta
de la metáfora que es Cabimas. A través de Rafael Vargas, uno de
los artistas populares más importantes que ha dado esa tierra engloba
la realidad del municipio de la siguiente manera:

“No crece la hierba en Cabimas, ciudad muerta, tierra vaciada,


ni quedan peces en sus aguas, ni pájaros en sus aire, ni gallos que
alegren sus madrugadas, pero en los cuadros de Vargas el mundo
está de fiesta, respira la tierra a pleno pulmón, estallan de frutas
y flores los verdísimos árboles, y prodigiosos peces y pájaros y
gallos se codean de igual a igual con la gente. (…) venganza y
profecía de quien no pinta la realidad que conoce sino la realidad
que necesita.”

La fiesta de San Benito presenta la imagen de ese lugar vivo y

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alegre que los cuadros de Vargas reseñan. Cada año con la celebración,
los problemas se dejan de lado y se abre paso al goce y entrega a
una de las divinidades a la que sus devotos no solo muestran un gran
fervor, sino también un encarnado y sentido afecto. Sentir que tiende
a revertir ese autártico entorno de petróleo y marginalidad presente
en la realidad diaria del cabimense. n

Bibliografía

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Martes 6 de Enero de 1998. Maracaibo, Venezuela

Citas

1 Ver María Lisette Vásquez, Nota de Prensa: “La feligresía pagó promesas
al santo negro” Diario Panorama, Sábado 7 de Enero de 2006, Año 92
N° 30.727 Maracaibo-Venezuela

2 Los chimbángueles como instrumento: “tambor o conjunto de tambores


membranófonos de las regiones afrozulianas del Sur del Lago, aunque
pueden encontrarse en todo el territorio zuliano y en parte del Estado
Mérida (y Trujillo). El término designa igualmente los golpes que se
ejecutan con esos tambores. Está íntimamente ligado a la devoción de
San Benito.” Véase Daniel Castro Aniyar (1997) “El entendimiento.
Historia y significación de la música indígena del Lago de Maracaibo”
Ministerio de Cultura de Colombia y Fondo Editorial Casas de las
Américas. La Habana-Cuba, p.117.

3 Ver Reynoso, Carlos (compilador) “El surgimiento de la antropología


Postmoderna” C. Geertz, J. Clifford y otros. Gedisa, Barcelona 1998,
pp. 39.

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