Texto Continuo
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El árbitro es arbitrario por definición. Es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el
ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera. Silbato en boca, el árbitro sopla los
vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la condenación:
el amarillo, que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento; y el rojo, que lo arroja al exilio.
Los jueces de línea ayudan, pero no mandan, miran de afuera. Solo el árbitro entra al campo de juego; y con
toda razón se persigna al entrar, ni bien se asoma ante la multitud que ruge. Su trabajo consiste en hacerse
odiar. Única unanimidad del fútbol: todos lo odian. Lo pifian siempre, jamás lo aplauden. Corre y jadea sin
descanso entre los veintidós jugadores; al final, la multitud lo recompensa exigiendo su cabeza.
A veces, raras veces, alguna decisión del árbitro coincide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue probar
su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores,
explicación de todas las desgracias, los hinchas tendrían que inventarlo si no existiera. Durante más de un siglo
vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores.
3. Escribir un texto corto sobre “Los errores que se pueden cometer al juzgar a otros” Sustentar tu respuesta con
mínimo 3 ejemplos.