RELACIÓN DEL DERECHO Y LA MORAL (Trabajo Final)
RELACIÓN DEL DERECHO Y LA MORAL (Trabajo Final)
RELACIÓN DEL DERECHO Y LA MORAL (Trabajo Final)
(UAPA)
Asignatura:
Tema:
Participante(s): Matricula(s):
Facilitador:
TEMAS PAGS.
Objetivos
Introducción
I Terminologías
1.1.- Derecho
1.2.- Moral
1.3.- Filosofía
1.4.- El utilitarismo y el pragmatismo
Conclusión
Bibliografía
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OBJETIVOS
General
Específicos
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INTRODUCCION
Por ello hay que entender que el Derecho es por sí algo que está dentro del
derecho se entiende lo que está conforme a algo o, mejor dicho, lo que está de
acuerdo con una regla, lo que la acata o cumple sin desviaciones, rodeos o
vacilaciones.
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concepción a investigar, por ello se ha auxiliado de los subtemas: derecho,
moral, filosofía y el utilitarismo y el pragmatismo.
El tema II, aborda lo concerniente al análisis sobre la ética y la moral,
desarrollando los principios fundamentales de la moralidad y la eutanasia como
situación límite del conflicto entre ética y moral.
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TERMINOLOGIAS
1.1.- Derecho
1.2.- Moral
La moral son las reglas o normas por las que se rige la conducta de un ser
humano en concordancia con la sociedad y consigo mismo. Este término tiene
un sentido positivo frente a los de ¨inmoral¨ (Contra la moral) y ¨amoral¨ (Sin
moral). La existencia de acciones y actividades susceptibles de valoración moral
se fundamenta en el ser humano como sujeto de actos voluntarios. Por tanto, la
moral se relaciona con el estudio de la libertad y abarca la acción del hombre en
todas sus manifestaciones.
1.3.- Filosofía
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Para Kant la filosofía tiene como misión suprema el conocimiento racional por
principios, pero ello exige una previa delimitación de las posibilidades de la
razón y, por tanto, una crítica de la misma como prolegómeno al sistema de la
filosofía trascendental.
El término utilitarista deriva del latín ¨utilitas¨ que equivale a utilidad; esta
doctrina o teoría moral señala como criterio ético de la conducta humana, la
utilidad que proporcione, el provecho que se brinde. En su formulación más
simple, sostiene que la moralidad de las acciones debe ser juzgada por las
consecuencias (se supone que tanto las buenas como las malas consecuencias
se pueden estimar de manera cuantitativa o matemática). A su vez, las
consecuencias de cada acción se evalúan en función de la felicidad que causa a
todas las personas afectadas; así, las acciones correctas son aquéllas que
producen más felicidad que infelicidad.
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II.- ANALISIS SOBRE LA ETICA Y LA MORAL
El hombre a diferencia de los animales nace mas frágil y es por medio de los
aprendizajes que se van dando a lo largo de la vida es lo que hace que el
hombre ponga en una balanza las cosas buenas de las malas según su criterio
pero también ahí que tomar en cuenta los criterios o antecedentes que tiene la
familia por medio del pasar de los años ya que en la actualidad las personas
tienen mentalidad diferente y algunas otras que tienen muy arraigados sus
formas de pensar y de actuar que tienen una visión de ética diferente y es
respetable por que también es ético que las personas respeten cada
pensamiento y actitudes de los demás siempre y cuando no se afecte a otras
personas.
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2.1.- Principio fundamental de la moralidad:
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utilizado absolutamente, es decir, exento, como si pudiese tener sentido fuera
de la co-determinación con los demás principios o normas éticas o morales.
Establece Gustavo Bueno en su obra ¨El sentido de la vida¨, pág. 72, que: ¨Es
un error casi infantil proceder como si un principio ético pudiese ser aplicado con
abstracción absoluta de todos los demás principios o normas morales con los
cuales ha de estar necesariamente vinculado en sumploké. Así, la misma
tradición cristiana limitaba el quinto mandamiento en los casos de ¨legítima
defensa¨¨: si alguien amenaza mi vida de un modo cierto yo podré dejar en
suspenso el no matarás y destruir a mi agresor.
Continúa diciendo Gustavo Bueno, que hay que comenzar, en efecto, por
denunciar el carácter confuso y oscuro del concepto mismo de ¨pena de
muerte¨. Si este concepto conserva algún significado es en el supuesto de que
se acepte la supervivencia del alma del ajusticiado, puesto que entonces podría
afirmarse, efectivamente, que el sujeto (el alma del ¨compuesto hilemórfico¨)
sufre la pena de perder el cuerpo (una suerte de ¨pena de mutilación¨, pero no
de muerte total). Pero solamente los animistas podrían apelar al argumento del
¨alma en pena¨ para dar un contenido, al menos intencional, a la ¨pena de
muerte¨. Ahora bien, si dejamos de lado el animismo, el concepto mismo de
pena de muerte se nos revela como un absurdo. Si la muerte penal se asocia a
la destrucción del sujeto que recibe la pena ¿cómo podríamos hablar de una
pena que determina la desaparición del sujeto penado que debiera recibirla? La
pena de muerte será pena, a lo sumo, para los familiares o amigos del difunto.
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como venganza; descartada la justificación de la pena en función de la
intimidación de otros posibles delincuentes (puesto que ello no está probado), a
fin de defender a la sociedad de un peligro cierto, habrá que tener en cuenta,
sobre todo, el principio de la subordinación de la pena a la rehabilitación del
delincuente, a fin de reinsertar a éste en la sociedad y en el intervalo de tiempo
más breve posible. Ahora bien: desde este fundamento perderá toda
justificación el intento de encontrar una ¨compensación penal¨ al crimen
horrendo, mediante la exigencia del cumplimiento de la totalidad de las penas
(exigencia que sólo podría fundarse en la venganza, salvo suponer que el
criminal es irrecuperable). Porque propiamente, desde la hipótesis de la prisión
rehabilitadora (hipótesis que se funda en la equiparación del delincuente con un
enfermo y, correspondientemente, de la cárcel con un hospital) lo que habría
que pedir no sería tanto ¨el cumplimiento íntegro de la condena¨ ni la reclusión
vitalicia del enfermo en el hospital, sino precisamente la utilización de las
técnicas más avanzadas para la recuperación del delincuente, para la curación
del enfermo en el intervalo de tiempo más corto posible.
Se establece que no existe un acuerdo sobre los contenidos que deben ser
incluidos en la ética de la función judicial; aunque dicen muchos autores que se
pueden observar que en ciertos códigos de ética judicial que se han dictado en
ciertos países se encuentran superpuestas o imbricadas, pero no claramente
diferenciados, distintas capas de normatividad moral que suelen ser objeto de
un tratamiento diferenciado en el campo de la Ética filosófica contemporánea.
Por los que hay quienes diferencian cinco niveles de análisis que pueden ser
objeto de un tratamiento sistemático relativamente independiente:
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1) El nivel de los principios fundamentales de una ética mínima, que son
universalmente válidos para toda acción humana;
2) Los lineamientos de una ética aplicada a las profesiones sociales en general;
la ética profesional es una sección importante dentro del campo de una ética
de la responsabilidad;
3) Los criterios normativos de una ética de la función pública, que son comunes
para los tres poderes del Estado, y que forman parte del campo de la ética
política;
4) La dimensión ética del derecho, que debe orientar la práctica de las
profesiones jurídicas, y
5) El núcleo de la cebolla está formado por el ethos de los jueces, cuyos
contenidos diseñan en cierto modo un modelo ideal de personalidad moral,
la forma de ser, o los valores que cada sociedad espera ver reflejados en
sus jueces y, recíprocamente, el tipo de persona que los jueces en cuanto
tales desean ser, o cómo ellos desean ser vistos por la comunidad.
El modelo que un grupo social adopta como ideal, o la forma de vida con la cual
se identifica, solamente puede ser definido de manera autónoma por los propios
miembros de esta subcultura, comunidad o profesión y estas identidades
diferentes merecen respeto en una sociedad compleja y pluralista, siempre que
sus prácticas no entren en contradicción con los principios de la moralidad
general y con los derechos de los demás.
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trabajo realizado en esta parte es, no obstante sus pretensiones bien acotadas,
muy incompletas y selectivas.
El uso de los términos “moralidad” y “eticidad” en el lenguaje filosófico
posthegeliano ha asociado algunas veces el punto de vista de la eticidad con el
historicismo y el relativismo ético, y por otro lado, en cuanto este punto de vista
se remite a las costumbres e instituciones de una tradición, presenta un sesgo
que se ha considerado también como conservador. El término “moralidad” se
asocia en cambio con la pretensión de fundamentación filosófica de principios
morales igualmente válidos para todos los seres humanos, es decir, con una
posición filosófica racionalista y universalista. El punto de vista de la moralidad
se ha considerado también como una orientación más crítica y progresista. Es
claro que los calificativos “conservador” o “progresista”, asociados a la ética de
la eticidad y de la moralidad, respectivamente, son valoraciones relativas y
polémicas. Si se atiende a las orientaciones más recientes del pensamiento
posmoderno puede decirse que estas valoraciones tienden a invertirse.
Otros filósofos actuales han redescubierto por su propia cuenta esta diferencia
entre la “ética” y la moral, independientemente de la tradición del debate de la
moralidad y la eticidad en la filosofía continental.
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El desarrollo de la conciencia moral, en cambio, y la formación del concepto de
justicia, según lo ha mostrado J. Piaget, se realizan como un aprendizaje que
los niños tienen que hacer por sí mismos en la interacción comunicativa con los
otros, entre pares. La educación moral desarrolla la aptitud para asumir los roles
y puntos de vista de los otros como sujetos morales. En sus investigaciones de
psicología moral ha estudiado Piaget los procesos de aprendizaje del respeto
mutuo y de la idea de justicia a partir de los juegos de interacción y de la
cooperación entre los niños.
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Sin embargo, las relaciones entre la moral y el Derecho son algo más
complicadas. Y por eso es conveniente que nos preguntemos sobre la
naturaleza y las funciones del Derecho: ¿es realmente el Derecho algo así como
el Ministerio de Gobierno y Policía de la Ética? ¿El derecho es simplemente un
instrumento imperativo de represión moral de las conductas sociales? Y aun si
no fuera solamente ése su papel, ¿puede imponer el Derecho limitaciones a las
actividades de los hombres en nombre de la Ética?
Todas ellas son preguntas graves que no intentaré responder concluyentemente.
Me voy a limitar a explorar la cuestión y a exponer los puntos de vista de un
abogado respecto de las relaciones entre el Derecho y la Ética.
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cosas, como puede ser una vida humana digna, el ejercicio de la libertad y otros
objetivos similares.
De la misma manera, cuando se dice que el Derecho persigue la seguridad
jurídica, tenemos que entender que la seguridad jurídica a su vez es la
atmósfera o la pre-condición para el desarrollo o el logro de otros valores
involucrados. Por tanto, la seguridad jurídica sigue siendo un medio.
Por último, se puede plantear que el Derecho tiene un valor propio, un valor
intrínseco a su propio campo y que es al mismo tiempo su fin esencial: la justicia.
Pero la justicia tampoco es un fin en sí mismo sino un medio para conseguir
otros fines en circunstancias difíciles. Porque la justicia es la forma de distribuir
proporcionalmente las ventajas y las dificultades existentes que facilitan o
impiden el logro de esos otros valores a los cuales la sociedad aspira.
La justicia quizá no sería necesaria -y ciertamente el Derecho tampoco- si
viviéramos en una sociedad de absoluta abundancia, donde todas las metas
personales pudieran ser realizadas sin referencia al problema de la escasez.
Pero como por definición los medios materiales son limitados -ya que el límite es
una condición inherente a su propia materialidad- no es posible que todos
encontremos -cuando menos con la misma facilidad o al mismo tiempo- los
bienes materiales que nos hacen falta para cumplir o lograr los fines espirituales
que nos proponemos. Ante este problema de escasez, surge la necesidad del
reparto en el espacio o en el tiempo. Si los bienes fueran absolutamente
abundantes, podríamos usarlos sin ninguna referencia al Derecho. Así sucede
con el aire, que es tan importante para la vida humana ya que su carencia
durante dos o tres minutos puede causar la muerte y que, sin embargo, su
utilización (salvo condiciones especiales) no se encuentra regulada por el
Derecho: a nadie se le dice cuándo debe respirar ni en qué forma va hacerlo. En
cambio, cuando no existe tal abundancia o cuando esa abundancia puede
ponerse en peligro, de modo que no es posible permitir un uso indiscriminado en
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común de un recurso, no queda más remedio que hacer divisiones en el tiempo
o en el espacio y otorgar asignaciones.
Esto significa que, frente a la escasez, tenemos que establecer unidades en el
espacio y/o en el tiempo y reconocer a ciertas personas derechos exclusivos
sobre esas unidades. Por ejemplo, dado que la tierra es escasa, no queda más
remedio que dividirla en propiedades y reconocer a ciertas personas la titularidad
de ciertas parcelas. En otros casos, la división la hacemos en el tiempo, es
decir, establecemos turnos para usar el mismo bien en diferentes momentos y
asignamos los turnos a determinadas personas.
En cualquiera de estos dos casos, surgen los derechos subjetivos o
individuales. Cuando se trata de bienes fungibles -que desaparecen con su
consumo- esta asignación o división es tanto más importante: si tenemos diez
naranjas y hay diez personas que necesitan comer para no morir, una noción
elemental de justicia nos dice que le corresponde una naranja a cada uno.
De manera que no ingresan al Derecho ciertas cosas porque son importantes
para el hombre; ingresan las cosas porque son escasas y, por tanto, requieren
un orden para su aprovechamiento. Otro criterio para que ciertas situaciones
sean reguladas por el Derecho es porque afectan las relaciones humanas y
ponen en peligro la vida en común; razón por la cual se prohíbe el homicidio, el
robo y otras conductas antisociales. En esta medida también -es decir, en tanto
que se refieren a la vida en común- el Derecho regula situaciones sociales a fin
de asegurar la vigencia de ciertos valores morales en los que la sociedad cree y
cuya inobservancia por unos afecta a otros: éste es el caso del Derecho de
Familia.
Por tanto, no es correcto decir que el Derecho no es sino una suerte de
transcripción imperativa de los valores morales. Ni tampoco puede decirse que
los aspectos morales más importantes son recogidos y respaldados por el
Derecho a fin de que no queden al libre arbitrio de la persona. En realidad,
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puede haber aspectos morales de la mayor importancia que no son juridizados;
sólo se incorporan al Derecho aquellos que se refieren a bienes escasos y a
situaciones que afectan la vida en común. No cabe duda de que la obligación
moral de no alimentar el deseo de matar a otra persona es tan grave e
importante como la obligación moral de no matar a otra persona; pero sólo ésta
última es incorporada al Derecho porque sólo ésta última tiene consecuencias
sociales.
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En realidad, el Derecho es ante todo y sobre todo una forma de organización de
las conductas sociales. Y ésto no se puede perder de vista cuando analizamos
sus relaciones con la moral.
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Como puede verse, esta necesidad de orden no necesariamente está en función
de realizar objetivos morales sino simplemente de una mayor eficiencia en la
obtención de lo que nos hace falta, una mayor eficiencia en la satisfacción de
nuestros deseos o intereses, independientemente de la moralidad de éstos.
Puede ser que la película que queremos ver sea absolutamente inmoral porque
contiene escenas inaceptables. Pero, pese a ello, ese Derecho espontáneo que
organiza la venta instaurando el orden de una cola, contribuye a facilitar la
satisfacción con más eficiencia del inmoral deseo de los compradores.
5.2. Rechazo a la idea del control social.
Para algunos autores el Derecho era el equivalente de una ingeniería social, es
decir, una técnica que permite construir un orden de conductas. Pero para otros,
el Derecho más precisamente en una técnica de control social; mientras que hay
autores que definen el Derecho como resultado de la propia actividad de los
hombres libres, por lo que no es un control vertical sino una forma de auto-
organización primordialmente horizontal.
Esta diferencia es muy importante desde el punto de vista de la relación entre
Ética y Derecho.
La idea del Derecho como forma de control social presupone que hay ciertos
valores superiores indiscutibles que determinan de antemano y para siempre lo
que debe hacerse con la sociedad y que son impuestos como un molde o una
plantilla sobre las conductas humanas. En cambio, el Derecho entendido como
organización espontáneamente generada no implica necesariamente una
implantación desde arriba sino una auto-coordinación de intereses y
perspectivas. Obviamente, ello no es obstáculo para que esa actividad
generativa espontánea de orden establezca a su vez un segundo nivel, que
surge de ella misma con carácter subsidiario, para dirimir las controversias y
para aplicar la coerción si fuera necesario a fin de conservar el orden auto-
creado. Pero ni la dirimencia ni la coerción se realizan en nombre de valores
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superiores y eternos sino de los resultados de esa auto-organización social con
el objeto de asegurar precisamente la horizontalidad y la libertad de las
relaciones.
En otras palabras, el Derecho como auto-organización no supone una suerte de
Código Moral superior e inalterable sino un constante burbujeo de intereses al
nivel de la sociedad civil que nacen, colisionan, concuerdan y desaparecen, y de
esta manera construyen relaciones sociales, las modifican, las destruyen y las
reconstruyen. El orden no es impuesto desde un plano superior y distinto de la
propia sociedad, sino que es auto-generado y está en continuo cambio porque
es el resultado de la actividad de individuos cambiantes; y estos individuos son
cambiantes porque están vivos, y la vida humana es movimiento y cambio en
tanto que es libertad creativa.
Esto no significa que la Ética no tenga relación alguna con el Derecho. Por el
contrario, cada decisión individual, cada conducta que da lugar a ese burbujeo,
no es una toma de posición ciega sino que, dentro de esa efervescencia
creativa, responde a una opción moral. Pero lo importante es que, si bien el
Derecho está informado por la moral en tanto que las actitudes y preferencias de
los individuos que lo construyen tienen una base moral, el Derecho por sí mismo
no es un mero mecanismo de imposición coercitiva de la moral, el Derecho no
convierte en imperativa una moral superior a él. En realidad, el Derecho es una
simple técnica para consolidar los diferentes puntos de vista de los individuos
libres.
5.3.- Las normas prohibitivas
Gustavo Bueno, nos dice: Claro que alguien podría argüir, por la vía del absurdo,
que si el Derecho es una organización espontánea, no deberían existir en rigor
normas o, en todo caso, las normas sólo deberían existir para canalizar los
intereses de los individuos pero de ninguna manera para prohibirlos: sería como
el policía de tránsito que puede hacer esperar a ciertos automóviles en una
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esquina para dar paso a otros, pero no puede impedir que un automóvil salga a
la calle ni puede prohibirle que vaya a donde quiera ir ni obligarlo a ir donde no
quiere ir.
Esta observación tiene efectivamente una cierta base; y es por ello que partes
muy importantes del orden jurídico funcionan sólo supletoriamente y no
imperativamente, como es el caso del Derecho de los contratos. Pero también es
cierto que si alguien no hace caso al policía, éste tiene que sancionar y
eventualmente prohibir la circulación de un vehículo. En consecuencia, toda
organización no está formada únicamente por prohibiciones pero implica siempre
un cierto grado de prohibiciones.
Por otra parte, no hay duda de que en ese proceso de concordancias y
discrepancias que constituye el juego social, los individuos encuentran, dentro
de cada época y dentro de cada cultura, un cierto número de valores comunes.
No hay duda también que algunos de esos valores comunes -no todos- son
indispensables para la vida social en los términos en que la sociedad quiere vivir.
Y, en consecuencia, esos valores tienen que ser impuestos por el Derecho a fin
de crear el orden que se quiere. Nuestra sociedad reconoce, por ejemplo, como
valores comunes a la vida y a la propiedad; y, por tanto, como decíamos antes,
prohíbe el homicidio y el robo como una consecuencia lógica de ese
reconocimiento.
Esta comprobación de la existencia de una imperatividad implícita en el Derecho
ha dado lugar en ciertos momentos de la Historia a que se haya pretendido darle
al Derecho el carácter de una moral armada; así se han aplicado prohibiciones
jurídicas que excedían el objetivo de lograr un mínimo de organización social y
que buscaban, más bien, lograr coercitivamente un máximo de moralidad. Estas
experiencias han dado siempre lugar a un conflicto entre el Derecho y la Ciencia
o entre el Derecho y la creatividad humana, con resultados catastróficos para la
humanidad.
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La posibilidad de que el Estado intervenga por medio del Derecho prohibiendo
conductas inmorales, dio lugar hace unos años en Inglaterra a un debate muy
intenso con motivo de la política a seguir respecto de la pornografía y del
homosexualismo.
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toda una serie de actividades como una sábana que no permite ver los matices y
las diferencias. Por ejemplo, en el caso de la clonación, parecería claro que los
valores cristianos de nuestra sociedad nos llevan a considerar intolerable que
tenga lugar en seres humanos y, consecuentemente, nos inclinamos a dar una
norma legal que la prohíba. Pero esa ley no debe prohibir la clonación animal y
otros experimentos genéticos similares, ni aun en el caso de que tales
conocimientos puedan servir para algún día realizar la clonación humana.
Porque crear por esa vía una raza de ganado vacuno que de una leche o una
carne más abundante y más nutritiva para la alimentación humana, sería más
bien una bendición de Dios que recibimos por intermedio de la Ciencia.
Igualmente, si es posible crear cerdos cuyo corazón es compatible con el del ser
humano y que dan lugar a menos dificultades de trasplantes, no solamente no
debemos prohibir la investigación sino nos corresponde alentarla y premiarla,
precisamente por razones morales.
Es muy importante que el criterio de evaluación moral que inspire al Derecho no
sea un naturalismo simplista y regresivo. En los tiempos actuales, no solamente
no debemos sino que no podemos tenerle miedo a lo artificial. El hombre ya no
es un mero producto de la naturaleza sino que es un ser inventado por sí mismo.
Basta con mirar alrededor nuestro para comprobar que vivimos en un mundo
artificial, en el sentido de que no es la pura naturaleza: nos vestimos, nos
movemos, nos sentamos, trabajamos con cosas que no son producto de la
naturaleza sino del ingenio humano. Y, lo que es más grave, si regresáramos a
un estado puramente natural, no solamente viviríamos peor sino que
probablemente no podríamos subsistir. El hombre y la naturaleza deben
desarrollar una interacción constructiva, en la que ambos resultan transformados
en beneficio recíproco, dando lugar a un enriquecimiento de la vida humana y a
una cada vez mayor complementación mutua entre lo dado y lo inventado.
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CONCLUSION
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La Filosofía del Derecho se fundamente así, por una parte, en una filosofía de la
existencia humana y, por otra, en una axiología, con lo cual se diferencia de
toda ciencia del Derecho en sentido propio, que da por supuesta la
fundamentación y atiende únicamente al contenido efectivo del derecho.
Es así, gracias a esta dimensión moral con lo que ella implica de libertad, que el
hombre no es un ente estable y estático sino que se encuentra en permanente
transformación de sí mismo y de su entorno, en constante movimiento y cambio.
Y esta condición, sublime pero riesgosa, puede llevar al hombre al Cielo como al
Infierno, lo puede elevar hasta las más altas cumbres del espíritu o hundirlo en
las profundidades abisales de la degradación, lo puede impulsar a crear de
manera cada vez más rica su propia humanidad o a destruirse a sí mismo y al
mundo que lo rodea.
En consecuencia, la dimensión ética acompaña al hombre en todos sus actos, lo
envuelve, lo obliga a tomar decisiones constantemente. Nada de lo humano es
ajeno a la ética; y, desde esta perspectiva, el Derecho tampoco puede serlo.
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BIBLIOGRAFIA
Zan, Julio De.- La Ética, Los Derechos y la Justicia.- Buenos Aires, 1995
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