Origen y Fundamentos Del Poder Político

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Origen y fundamentos del poder político

El poder y el derecho.

Este libro se dedica al estudio del poder y su relación con el derecho y la política, esto nos
invita a reflexionar acerca de las relaciones de poder.
Este estudio parte del pensamiento de que el poder y el derecho son las dos nociones
fundamentales de la filosofía política y la filosofía del derecho, consideradas por Bobbio
dos caras de la misma moneda. Ambas filosofías disciernen el poder legítimo del poder de
hecho, pero parten de puntos de vista opuestos: una del estudio del poder, otra del
estudio de la norma.
Guillermo Ferrero concuerdan con la “fórmula política” de Gaetano Mosca “en todos los
países llegados a un nivel medio de cultura, la clase política justifica su poder apoyándolo
en una creencia o en un sentimiento generalmente aceptados en aquella época y en aquel
pueblo”. Luego esta expresión seria cambiada por “principio de legitimidad”.
Según los negros del África y los bárbaros quien detente de los medios para ejercer el
poder se le será otorgado el derecho de mandar, este pensamiento cambia a medida de
que el pueblo se civiliza, ya no basta tener los medios para mandar, sino el haberlos
adquirido con base en ciertos principios y reglas, que reconocen el derecho de gobernar.
Ferrero dice que el principio de legitimidad esta para transformar la relación de fuerza en
una de derecho.
Poder y derecho son las nociones de la filosofía política y de la filosofía jurídica, siendo dos
caras de la misma moneda, el problema está en cuál es el frente y el reverso, el problema
principal del filósofo de la política es la distinción entre el poder de hecho y poder de
derecho; para el filósofo del derecho el problema está entre la distinción entre norma
valida y norma eficaz. La teoría política no puede dar paso al nulo poder, debe primar las
razones que hacen legítimo ese poder, igual pasa con la jurídica no puede dejar de tomar
en consideración el sistema normativo.
Recurrimos a Max Weber y a Hans Kelsen que llegan a la misma conclusión de que el
poder legítimo se distingue del poder de hecho ya que este está regulado por normas,
pero partiendo de puntos de vista opuestos el primero de la noción del poder que tiene
que ser regulado para ser legítimo y el segundo de la noción del ordenamiento jurídico
que tiene necesidad de la fuerza para ser efectivo.
Frente al problema de la banda de pillos que ocupa un determinado lugar e imponen el
poder por la fuerza, Jean Bodin dice que su poder no es legítimo no porque no sea
absoluto sino porque no es perpetuo, no está destinado a durar, por lo tanto no son
soberanos. Mientras que John Austin dice que para ser soberano el poder debe ser
independiente es decir que no debe estar sometido a otro poder mayor, también debe ser
habitualmente obedecido, el poder es legitimado cuando es efectivo.
Volviendo al problema anterior, se le plantea a Kelsen que ¿cómo se puede diferenciar un
ordenamiento jurídico de una banda de pillos?, puesto que ambos son un ordenamiento
coactivo. Para un iusnaturalista el problema no es complejo ya que para que sea válido
primero tiene que ser justo, pero para un positivista que piensa que el derecho es solo
coacción, una organización de la fuerza, bajo esta premisa, ambos son iguales. Kelsen
responde a esto con el criterio de la continuidad, Weber también parte de este criterio en
una de sus tres formas de poder legítimo, el poder tradicional que reduce la legitimidad a
la duración del dominio, esto no quiere decir que Weber confunda la legitimidad con la
perpetuidad del poder.
Weber menciona que el estado es el detentador del monopolio de la fuerza legítima, pero
esta fuerza debe venir acompañada de razones que den justificación a su ejercicio para
que la obediencia de los destinatarios del poder no sea solo un cumplimiento externo sino
también una aceptación interna.
Weber no elimina del tanto la perpetuidad de su criterio de la legitimidad, sin embargo la
perpetuidad no vale como fundamento sino como prueba de la legitimidad, de aquí la
pregunta “¿en el sistema Weberiano se puede concebir un poder legítimo sin
continuidad?”, esta pregunta borraría el criterio que permite diferenciar un ordenamiento
jurídico de una banda de pillos, pero no es así, es un error, considerar que la continuidad y
la duración en el ejercicio de un poder sea un mero hecho, ya que los comportamientos
dotados de sentido no deben ser solamente observados como un hecho natural sino que
deben ser en términos Weberianos “entendidos”, por lo tanto tampoco es un hecho la
consuetudinariedad como fuente del derecho porque los comportamientos que la
constituyen son capaces de producir una norma jurídica, y obligatorios solamente si son
acompañados de la intención de comprometerse.
En el proceso inverso al de la legitimación, es decir, en el proceso por el cual un
determinado poder pierde legitimidad, está la prueba de que la legitimidad y efectividad
son interdependientes. Es notorio que la desobediencia habitual y el incumplimiento de
las normas, es una de las razones principales de la perdida de legitimidad, sin embargo no
basta la no efectividad, ya que está no es un hecho observable como se percibe un hecho
natural.
Niklas Luhmann ha observado que en los sistemas políticos de las sociedades más
avanzadas se advierte el peligro no del demasiado poder, sino del “demasiado poco”
poder que es manifestado en la incapacidad del gobierno para cumplir las exigencias de
una sociedad más libre y desarrollada económicamente, esto se le conoce como
legitimación pasiva, cosa que ya Ferrero había identificado antes llamándola “cuasi-
legitimidad” y Luhmann lo ubica en la posición de apatía y fatalismo.
Independientemente de las tantas diversas respuestas al problema del fundamento de la
legitimidad, se recurre a la noción de legitimidad para justificar el poder, ya que el poder
tiene la obligación de ser justificado. Según la filosofía moral las buenas acciones no
necesitan ser justificadas, en cambio la mala conducta si, puesto que no tiene que ser
justificado el que un médico salve la vida de un paciente, de esto tiene necesidad si lo ha
dejado morir. De aquí el concepto de que la justificación es lo que hace del poder de
mandar un derecho y el obedecer un deber, dicho de otra manera transforma una
relación de mera fuerza en una relación jurídica.
Rousseau escribió: “El más fuerte jamás será lo suficientemente fuerte para ser siempre el
maestro, si no transforma su fuerza en ley y la obediencia en deber”, esta afirmación es el
presupuesto del que se basa el contrato social, que es interpretado como una de las
ilustres teorías de la legitimación a través del consenso.
El debate de los principios de legitimación es solo un aspecto del problema de la relación
entre poder y derecho, hay otro aspecto que ha ocasionado un debate secular el cual es el
problema de la legalidad del poder. Según Bobbio la legitimidad se refiere al título del
poder y la legalidad al ejercicio, esto quiere decir que cuando se pide que el poder sea
legitimo este tiene que tener el derecho de detentar dicho poder, y cuando se pide que el
poder sea legal este debe ejércelo con base en las leyes y no según sus caprichos. Para un
súbdito la legitimidad fundamenta su deber de obedecer y la legalidad su derecho de no
ser agobiado, mientras que para el soberano la legitimidad manifiesta su derecho de
mandar y la legalidad su deber. Según esta idea los principios de legitimidad justifican la
existencia de los gobernantes y gobernados, la legalidad distingue el buen gobierno del
malo. Aristóteles menciona que “Es más conveniente ser gobernados por el mejor hombre
o por las mejores leyes”, Aristóteles habla a favor de la segunda, diciendo que las leyes no
tienen pasiones como los hombres, estas encuentran su fundamento en la razón,
podemos tomar el ejemplo de las prácticas de gobiernos antiguos; el rey es sometido a la
ley en virtud del principio de legalidad porque es la ley que hace del rey el detentador del
poder legítimo.
Según este pensamiento Bobbio llega a la conclusión de que se ha venido resolviendo el
principio de la legitimidad en el de la legalidad, esto quiere decir que la legalidad no es
solo el criterio para distinguir el buen gobierno del mal gobierno sino también para
distinguir un gobierno ilegitimo de uno legítimo, por lo el poder es más legitimo en la
medida en que es más legal.
Para aclarar esto Bobbio regresa a Weber y a Kelsen. Como se conoce, de las tres formas
de poder legítimo de weber, la última que es el poder racional y legal, se caracteriza
porque su principio de legitimidad es el mismo ejercicio del poder de conformidad a las
leyes establecidas, en el poder legal se le obedece al ordenamiento impersonal
establecido legalmente. Por lo tanto para Weber el poder es legítimo cuando los
gobernados aceptan el mandato como máximo de su acción, es decir que cuando alguien
obedece el mandato de quien detenta el poder este lo hace por su valor legal formal, la
legitimidad se resuelve en la legalidad de su ejercicio.
Por lo que le concierne a Kelsen, la norma fundamental tiene su función en transformar el
poder en derecho, esto quiere decir que tiene que haber una norma que cierre el sistema
jurídico antes que por el poder soberano, porque o sino la relación entre el que manda y
el que obedece queda como una relación de poder de hecho, la norma fundamental se
vuelve criterio de legitimidad identificándose con el proceso de legalización del ejercicio
del poder en todos los niveles, hasta llegar al último que es el poder constituyente, el
poder es más legitimo en cuanto es más ejercido con normas preestablecidas y
presupuestas.
Tomándose a letra estos conceptos se podría decir que la nocion de legitimidad se
disuelve siempre en la efectividad y legalidad, pero para Bobbio esto no es así, resalta que
“ni la efectividad ni la legalidad agotan el proceso de legitimidad”, de igual manera dice
que él ha permanecido en los límites de lo que se ve y de lo que han visto los juristas de
los cuales se ha referido.

Lugares clásicos y perspectivas contemporáneas sobre política y


poder

Michelangelo Bovero empieza este escrito diciendo “El poder es la materia y la sustancia
del universo de entes llamado política”, recalca que no hay una sola manera de concebir la
relación entre política y poder, de estas Bovero menciona solo dos, la que considera la
política como con conflicto y la que la considera como concordia.
Cuando nos referimos a las relaciones de mera fuerza que poseen los centros de poder, se
alude a la política como conflicto, Clause Witz formula con otras palabras esta idea: “la
política es la continuación de la guerra por otros medios”, Karl Marx y Carl Schmitt,
simpatizan con esta noción. Frente a esta se menciona a Hobbes que se identifica con la
segunda noción, la cual se diferencia de la anterior porque está se abre más allá del
conflicto, se delinea la idea de un orden colectivo, de una organización de la convivencia
mediante las reglas o normas que impiden la disolución oponiéndose al resurgimiento de
nuevos conflictos.
Para responder a esta duplicidad de nociones Bovero menciona que la diferencia entre las
dos nociones parece más bien consistir en el hecho de que el mismo nombre “política”
viene referido a campos diferentes, de ahí que la mezcla de estas nociones se formen
ambigüedades, esto quiere decir que lo que se entiende como político con base en la
primera noción, es no-político para la segunda, y viceversa, por lo tanto Bovero llega a la
conclusión de que es un problema de perspectiva, ya que la solución que da cada uno
depende de su visión del mundo.
Se ha visto que el origen del nombre “política” está vinculado a la idea de la
“composición” de una colectividad, sobre esta idea los clásicos se han puesto a
reflexionar, por lo que Bovero les da un breve repaso a algunos puntos de la “lección de
los clásicos”.
Aristóteles se pregunta ¿qué es la polis? Y consideró que “la actividad del hombre y del
legislador gira en torno a la polis, y la constitución (politeia) en una determinada
organización de personas que habitan la polis”. Pero ¿en qué consiste la constitución del
orden colectivo? Aristóteles responde diciendo “la constitución es el ordenamiento de las
diversas magistraturas de una polis, y especialmente de la que es soberana”, ¿entonces
que distingue una aglomeración de aldeas de una poli?, en el momento en el que un
conjunto se organiza y toma forma con la aparición de una función unificante, aparecen
las figuras de gobernantes y gobernados, mostrando una relación especifica de mandato-
obediencia.
En definitiva, en esta primera figura de la perspectiva clásica es presentado el universo
“política” como el poder en forma de la relación de mandato obediencia.

Llegados hasta este punto, aparece el problema de en qué consiste el poder político y
como se puede distinguir de las demás clases de poder. Bovero menciona el problema que
plantea Locke, “cómo puede ser distinguido el gobernante de una sociedad política, de un
padre de familia y del capitán de un barco”, a lo que Locke distingue las tres formas
tradicionales de poder con base a los principios de legitimación correspondientes y
especifica la naturaleza del poder político en el consenso de los que son sometidos. En
cambio el criterio que propuso Weber ha tenido un gran éxito, en el cual el poder político
es el que detenta de los medios de coacción, lo cual lo diferencia del poder económico,
que detenta de los medios de posesión de bienes o riquezas y del poder ideológico que
detenta de los medios de persuasión. Sin embargo Weber no solo se queda en la idea de
que el poder político es poder coactivo por excelencia sino que va más allá diciendo que el
poder político maneja el monopolio de la fuerza legítima, esto quiere decir que un poder
coactivo para ser considerado político, debe ser exclusivo en el sentido de impedir el uso
de la coacción por parte de sujetos no autorizados, también debe ser considerado valido
bajo algún título y por tanto aceptado por los subordinados.
En conclusión si se quiere distinguir el poder coactivo de la organización política, frente al
poder coactivo de otros grupos, se tiene que vincular la noción de poder político a la de
legitimación. Dicho de otra forma por Kelsen, “para distinguir el mandato del estado de la
intimidación de un bandido es necesario concebir el poder político como poder
autorizado”.
La caracterización Weberiana del poder político en los términos del monopolio de la
fuerza es adecuada para la formación del estado moderno, Hobbes que se impone como
el primer gran teórico del estado moderno, para él representa un problema es, la difusión
del recurso a la fuerza para resolver toda clase de conflictos. El uso indiscriminado de la
fuerza por parte de los individuos no permite ninguna clase de relación de subsistencia,
por lo que no hay otra manera sino la de concentrar el uso de la fuerza en un solo punto,
lo que vuelve soberano al poder político coactivo. Para Hobbes el pacto de unión civil que
imagina realizado entre todos los individuos en el estado de naturaleza vale para el
soberano como la autorización para el uso exclusivo de la fuerza física. Sin embargo bajo
esta afirmación aparece el problema: ¿la institución y aceptación del poder político hacen
un derecho incondicional de mandar para los gobernantes y un deber incondicional de
obedecer a los gobernados? Este problema no puede ser resuelto sino poniendo límites al
mismo poder político, para Bovero un poder político queda limitado cuando su actividad
de emitir normas y mandatos cuya eficacia es cumplida en última estancia por la coacción,
está también regulada por normas superiores que ponen restricciones a lo que puede ser
impuesto por la coacción. Mientras que para Hobbes las cosas son más complejas ya que
los límites del poder político están establecidos en las cláusulas del pacto social, por lo que
el poder político nace limitado y solo es reconocido como legitimo cuando es ejercido en
esos límites. Cuando estos límites no se respetan cesa el deber de obediencia y nace el
derecho de resistencia.
Bovero junta los conceptos de Weber y Kelsen los que son: el poder legal, cuya legitimidad
deriva de la legalidad, y el poder jurídico como poder autorizado por una norma, en última
instancia por la norma fundamental. Para afirmar que el poder legítimo es solamente el
poder político que actúa en los límites puestos por la norma misma que lo ha instituido.
Llegados a este punto nuestro autor se pregunta qué ¿en qué sentido la legalidad puede
valer como principio de legitimidad? ¿Cuál es la norma que puede hacer legítimo el poder
político? ¿De dónde viene esta norma, de donde trae su validez? Bovero menciona que la
legalidad no es un título suficiente de legitimación para el poder político. Para explicar
esto, parte de Weber y sus fundamentos de validez de los ordenamientos legítimos, en los
que weber dice “A un ordenamiento se le puede atribuir el carácter de validez legitima, de
parte de los individuos que actúan en virtud de una legislación positiva, en cuya legalidad
se cree”. Pero al afirmar esta idea se empieza una búsqueda de la búsqueda de una
legitimidad para esta misma legalidad, entonces en el caso de la concesión basada en un
poder legítimo se pregunta cuál es el fundamento que la hace legitima y/o valida, por lo
que se busca este fundamento en una legislación superior y entonces otra vez se presenta
el problema del fundamento de validez, por lo Bovero menciona que esto lleva a un
retroceso al infinito, “mientras más buscamos el fundamento, el fundamento se va mas al
fondo”.
Si se considera el problema desde la perspectiva de Kelsen, este autor considera que el
poder es legítimo cuando es autorizado por una norma superior, de la misma manera
Kelsen dice que una norma es válida cuando es producida por un poder autorizado, por lo
que Bovero dice que está el riesgo de que caiga en un retroceso al infinito como Weber, a
pesar de esto Kelsen considera haber encontrado la solución en la norma fundamental, ya
que la validez de la norma fundamental que debe considerarse como la norma ultima que
autoriza al poder último, no es reconducible a su producción, de parte que no puede
haber un poder superior autorizado a la norma fundamental.
Bovero dice que si se mantiene la definición que se ha dado de poder político como poder
de emitir mandatos apoyados por la coacción, en términos kelsenianos este poder es
legítimo cuando es autorizado por las formas en que es conferida a los sujetos por la
norma constitucional, que para Kelsen este si es el verdadero poder último. Bajo esta
suposición el poder político queda como poder penúltimo. Si ahora se pregunta por qué
esta constitución es válida, no remontamos a otra constitución más antigua, hasta llegar a
la primera que como menciona Bovero “fue dictada por un usurpador particular o por
alguna asamblea”, pero el poder de un usurpador es ilegitimo, lo vuelve un poder de
hecho, se pude sostener que con el tiempo la creencia en la validez de la legislación
originaria, y junto a ella la costumbre de considerar legitimo todo aquello que venga de
esa legislación, en lo que Bovero cuestiona que si a eso se le puede llamar “poder legal”,
ya que es más parecido a un “poder tradicional” en términos Weberianos, por lo que
nuestro autor llega a la conclusión que “si no es posible hacer derivar una norma revestida
de poder legítimo de otro poder que no sea un poder de hecho, no ve otra manera de
sostener la superioridad de la norma sobre el poder, y el poder legal como tipo de poder
legítimo, sino es considerando la obligación de obediencia contenida en la norma como
fruto de la voluntad de los coasociados”.
Entre Weber y Kelsen se pueden descubrir afinidades en el tema del poder político
moderno, Kelsen encuentra en su estructura de la norma y poderes jurídicos una
correspondencia con el poder legal-racional, donde Weber lo considera característico del
estado moderno. Ambas teorías concuerdan en comprender y conceptualizar aspectos
fundamentales del proceso de constitucionalizacíon, que se entiende como un proceso de
legalización de los poderes del estado. Sin embargo las imágenes del poder que se reflejan
en las dos teorías estas alejadas del espíritu del constitucionalismo.
La constitución quería ser una restricción de la esfera del estado, para el provecho
absoluto de las esferas de la libertad negativa frente el estado, en las que los individuos
pudieran desarrollar iniciativas propias. A Weber le parece que el desarrollo del estado
moderno se dirigió en contraria dirección, hacia la expansión de la organización
burocrática, algunas fuentes Weberiana perfilan el destino de la burocratización integral,
como la condición de futura servidumbre. En Kelsen prima la organización sobre el
individuo, y es vista la libertad no como un derecho subjetivo original sino como la
imposibilidad del ordenamiento jurídico en regular los comportamientos humanos, ya
que, los derechos y libertades fundamentales garantizados constitucionalmente por el
Estado no son derechos subjetivos, a ellos no corresponde “algún deber del órgano
jurídico”. Por lo visto El estado omnirregulador parece un éxito necesario e inevitable de
los procesos de modernización y racionalización. No obstante también hay quienes ven
esta racionalidad como una traición a la razón.
Para Bovero las perspectivas teóricas de Habermas y Rawls que son muy diferentes entre
sí, se colocan juntas defendiendo la continuidad de la razón, para Habermas la
legitimación es vista como una justificación que solo la comunicación y discusión racional,
en la que se dan críticamente intenciones de validez, puede proporcionar a las
instituciones que pretenden ejercer poder político. Bajo esta definición se subraya que la
legitimidad es un requerimiento que contiene validez y que es del reconocimiento factual
de tal requerimiento que depende la estabilidad de un ordenamiento de poder.
La perspectiva de Habermas podría ser adoptada también por Rawls, cuyo problema es
ubicar principios racionales a la luz de los es posible evaluar-justificar o no justificar los
fundamentos institucionales de las sociedades contemporáneas. Rawls aparece son su
reproposicion en términos novedosos de la idea quimérica de contrato social. No
obstante, Bovero menciona que profundizando en el análisis, se pueden esgrimir muchas
razones de plausibilidad para la perspectiva contractualista de hoy. Y que no se debe
confundir la noción de contrato social que define la relación del iusnaturalismo moderno,
con la noción utilizada en otras perspectivas, la teoría de Rawls es normativo-prescriptiva
y no analítica-descriptiva.
La teoría de Rawls ha provocado no pocas sorpresas. Bovero dice que lo mismo le ha
sucedido en otros contextos a la teoría de Habermas, y se puede decir que es natural ya
que le sucede a casi todas las teorías.
En definitiva, puedo afirmar que este ensayo que menciona y compara los diferentes
puntos de vista de diferentes pensadores me ha ayudado a entender y comprender que
puede haber varios criterios para justificar, fundamentar y legitimar el poder político, sin
embargo dando mi opinión meramente objetiva, para mí el principio valido para legitimar
el poder es el consenso, ya que la fuerza no puede constituirse en un poder legítimo si no
cuenta con el consenso libre y voluntario de los que se someten ante ella.

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