A Pacheco Benites - La Crítica, El Discurso Innovador y La Subjetividad Productiva (UNFV) PDF

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HUMANIDADES HOY

LA CRÍTICA, EL «DISCURSO INNOVADOR» Y LA SUBJETIVIDAD


PRODUCTIVA
Mg. Alberto Pacheco Benites
Magíster en Filosofía (UNMSM) y Licenciado en Comunicación Social (UL), Profesor
investigador de la Universidad de Ciencias y Artes de América Latina (UCAL) y autor del
libro Mutaciones de nuestro Régimen informacional (2018).
«Donde hay poder, hay resistencia»
MICHEL FOUCAULT, HISTORIA DE LA SEXUALIDAD
En los últimos años, la innovación y la creatividad aparecen como denominador común
tanto en discursos propios de la academia como del mercado. Se les legitima como rasgos
indiscutibles a los que se debería «aspirar» desde diversas prácticas productivas y sociales.
En tiempos de «industrias creativas» en boga y de «metodologías innovadoras» por doquier,
se han convertido en lo que signa una –supuesta– garantía de éxito económico: ser
innovador o creativo –se dice– es un componente necesario del profesional de hoy. De allí
que, en educación, todo este «discurso innovador» las coloca como indiscutibles «valores»
que deberían ser parte de las derivas de la enseñanza, así como de los contenidos
educativos. Además, se las presenta como el componente de cualquier «trabajo ideal» propio
del contexto del Capitalismo neoliberal-digital. En cualquier caso, se trata de conceptos que
parecen recorrer su periplo lejos de las orillas de las Humanidades.
Pues bien, en lugar de inscribirnos en ese optimismo naif respecto a tales concepciones, es
menester siempre repensar cuáles son las lógicas de aquello que se pretende como
«innovador» o «creativo» hoy en día. Y es que existe una tendencia a recapturar y a
reterritorializar la potencia (incluso política) que suponen ambos conceptos. En principio, la
innovación y la creatividad suponen una lógica de ruptura y cuestionamiento que, siendo
más bien lo que se debería potenciar, termina en cambio socavada desde dos ángulos
distintos entre sí, aunque ambos estén signados por la instrumentalización, el afán
aplicativo y técnico, así como suscritos por indicadores y mediciones o derivas únicamente
metodológicas.
Dicho de otro modo, es necesario dar cuenta de cómo la idea de la innovación o de la
creatividad suele terminar traducida, en primer lugar –en su versión más «banal y
pragmática»–, en una suerte de «fórmula metodológica», ofrecida prácticamente junto con
otros menesteres de «auto-ayuda empresarial», como el coaching empresarial o el
«mindfullness para el trabajo», sin potencia crítica ni verdadero afán de cuestionamiento.
Instrumentalizada, digamos, en pos de la optimización del rendimiento económico del
sujeto, lo que en el contexto neoliberal además se endilga como el indicador de todas las
dimensiones del éxito («¡Sea innovador en cinco pasos llevando este curso!», «¡Piense de
forma creativa aplicando nuestra metodología!» y un largo etcétera de ejemplos
mercadológicos de aquello).
HUMANIDADES HOY

En segundo lugar, de forma simultánea –en su versión más «seria»–, esta idea se convierte
en indicador cuantitativo o en ratio para el estándar de producción académica o científica.
Así, se traduce la innovación o la creatividad a términos de número de patentes, de
productos, de indexaciones conseguidas, etc. Esto, además, suele ser valorado únicamente
en tanto indicadores o acreditaciones de cierto desempeño medible. Si bien se trata de algo
sumamente importante –y mucho más válido que la banalización descrita antes– implica
un traslapo de la potencia verdaderamente cuestionadora de tales conceptos.
Lo cierto es que la base de lo creativo y lo innovador reposa en la crítica, en las lógicas y las
potencias de lo crítico y en los saberes (y formas de abordaje) humanísticos. Para romper
esquemas y escapar a los vericuetos de los lugares comunes o de los paradigmas
consagrados, es necesario fomentar un espíritu crítico que pueda lidiar con la saturación y
velocidad informativa del actual régimen informacional, así como con las dinámicas del
poder que constituyen subjetividades adaptadas (¿dóciles?) a un contexto de incertidumbre
e hiper-conexión generalizada. Es necesario, pues, fomentar la crítica, en lugar de brindar
«fórmulas» y «recetas» pensadas en producción unamás óptima, ofrecidas como pseudo-
humanidades que, al final, sólo buscan delinear la subjetividad de un trabajador
contemporáneo que sea capaz de «surfear» sin problemas la precariedad y el agotamiento
propias de esta etapa del Capitalismo.
De allí que las humanidades urjan de protagonismo. Volver a una educación humanística,
no desde la nostalgia de los «valores perdidos» (para colocar a la educación en una «torre de
marfil» de cuño ilustrado), sino entendiendo que hoy más que nunca es necesario fomentar
una visión crítica que sólo puede consolidada desde los saberes humanísticos. No se trata
de un afán nostálgico, el propio mercado lo pide. Este clama por perspectivas críticas, a
razón de colocar en un lugar tan central al pensamiento innovador.
Las esferas productivas demandan una mirada crítica, pero en lugar de reforzar –a partir
de tales demandas– una educación que rescate las lógicas del cuestionamiento y del
pensamiento propio de las Humanidades, en su lugar se ha preconizado a estas erradas
«traducciones» aplicativas, metodológicas, instrumentales. Se ha recorrido la vía contraria:
la «oferta educativa» y sus praxis institucionales han decantado por derroteros únicamente
pragmáticos. En cambio, se debe retomar la idea de que la educación no debe ni des-
humanizarse (socavando así las lógicas del cuestionamiento humanístico) ni despolitizarse
(perdiendo de vista con ello se formar ciudadanos y no sujetos únicamente productivos).
Ello podría abrir una vía para devolverle a ese fuego prometeico que es lo innovador y lo
creativo su cariz verdaderamente crítico y cuestionador, que implica resquebrajar los
ordenamientos legitimados, que implica –siempre– resistir al poder y sus afanes.

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