El Escudo de La Fe

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LECCIÓN 6

EL ESCUDO DE LA FE
El cuarto elemento de la armadura que Pablo menciona en Éfeso es el
escudo.
En Daniel 3, la Biblia registra la historia del horno de fuego ardiendo:
Los tres jóvenes miraban fijamente el lugar donde serían echados para
morir. El edicto había sido promulgado: iban a ser atados y arrojados
vivos dentro de un horno que sería calentado siete veces más de lo
acostumbrado. Todos los que miraban entendían lo que esto implicaba:
esto era una ejecución y era lo que le sucedía a quienes desobedecían al
rey.
Un momento antes, a estos tres hombres se les había dado la oportunidad
de evitar este destino fatal. Si hubiesen estado dispuestos a ceder tan solo
un poquito, podrían haber salvado sus vidas, pero se habían rehusado a
hacerlo. ¿Por qué?
El rey había construido previamente una estatua de oro de 27 metros de
altura, y había decretado que varias veces al día, todo habitante debía
postrarse y adorar la estatua cuando escuchara sones musicales. En toda
la nación, solo tres personas tuvieron la osadía de no obedecer el decreto
real. Y por aquel acto de valor, Sadrac, Mesac y Abed-nego morirían.
Cuando el rey Nabucodonosor se enteró de la insubordinación, reprendió
a los rebeldes y les dio un ultimátum: “Adoren la estatua o serán echados
en medio de un horno de fuego ardiendo”. La respuesta a esta amenaza la
encontramos en
Daniel 3:16-18: “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey
Nabucodonosor, diciendo: ‘No es necesario que te respondamos sobre
este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del
horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no,
sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la
estatua que has levantado’”.
La fe de estos tres jóvenes en Dios les permitió enfrentar al hombre más
poderoso del mundo y rehusar obedecer sus órdenes blasfemas.
Entonces, fueron lanzados dentro del horno y liberados milagrosamente
por Dios. Sin embargo, tal vez lo más sorprendente de esta historia fue la
inquebrantable dedicación a Dios de estos jóvenes frente a una suerte
desconocida. ¡Su fe era tan fuerte, que estaban dispuestos a dar su vida!
TOMANDO EL ESCUDO
Hasta ahora, la descripción que hace Pablo de la armadura de Dios se ha
limitado solo a los accesorios que usamos. Nos colocamos el cinturón, la
armadura y el calzado, y ellos se sostienen básicamente por sí mismos.
El escudo es algo diferente. Pablo nos dice que el escudo es algo que
nosotros debemos sostener y levantar. El solo amarrarlo a nuestro brazo
no es suficiente, es necesario que hagamos el esfuerzo de mantenerlo
firmemente arriba y usarlo.
¿CUÁL ERA LA FUNCIÓN DEL ESCUDO EN EL EJÉRCITO
ROMANO?
El escudo romano —el scutum— no era el clásico escudo “tipo
medieval” que se nos viene a la mente cuando escuchamos la palabra.
Era un escudo muy grande, rectangular y semicurvo, con una pieza de
metal cónica y puntuda que se colocaba en la parte central externa
(llamada umbo).
El scutum era un elemento de defensa impresionante. Debido a su
tamaño (algunos medían más de un metro de alto y casi un metro de
ancho), los soldados quedaban muy bien protegidos de sus enemigos.
Como era curvo, podía desviar los ataques sin transferir la fuerza total de
la embestida al hombre que sostenía el escudo. Debido al umbo, se
podían evitar incluso los ataques más despiadados, porque éste tenía
además una capacidad ofensiva y de un golpe podía hacer que el
enemigo retrocediera.
¿QUÉ ES LA FE?
Hebreos 11:1
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve.
Esta es la definición bíblica de la fe que aclara algunos conceptos
erróneos. Si la fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve”, entonces esto tiene implicaciones de largo alcance. La
certeza es tangible, la convicción es una prueba sólida. Por definición, la
fe no es una emoción incierta, sin fundamento real. Esta es una verdad
irrefutable. La verdad es real.
Romanos 8:24-25
Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve no es
esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si
esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

Aunque la fe se basa en evidencia sólida, no significa que ella se produce


naturalmente o de forma fácil. Pablo aquí destaca un punto obvio, pero
necesario: uno no espera lo que ya tiene. La fe requiere una enorme dosis
de confianza. Debemos examinar la evidencia y ver que Dios ha
demostrado que él no cambia y es consistente, y después debemos creer
firmemente que cumplirá las promesas que nos ha hecho.

¿DE DÓNDE NACE LA FE VIVA Y SALVADORA?


Efesios 2:8
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios …

1 Corintios 12:9
… a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el
mismo Espíritu …
Debemos creer en Dios tan pronto iniciamos su camino, ya que después
del arrepentimiento y el bautismo él nos da una fe más profunda y viva,
que crece mediante su Espíritu Santo.
¿POR QUÉ SE ASOCIA EL ESCUDO CON LA FE?
Daniel 3:17:18
He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de
fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey,
que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que
has levantado.
Un escudo defiende. Mientras que un escudo nos protege físicamente, la
fe puede salvaguardar nuestras vidas espirituales, incluso en medio de
pruebas físicas. Cuando Satanás (valiéndose de Nabucodonosor) atacó
los valores y creencias de Sadrac, Mesac y Abed-nego, ellos por su fe
fueron capaces de enfrentar firme e inquebrantablemente la situación. En
su repuesta, ellos expresaron esencialmente “Dios puede librarnos de
este destino. No sabemos si lo hará o no, pero eso no es lo relevante. Él
nos entregó sus mandamientos y los vamos a guardar sin importar las
consecuencias. Sabemos que él puede fácilmente salvarnos de la
muerte”.
Efesios 6:16
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los
dardos de fuego del maligno.
Un escudo desvía cualquier ataque. Satanás siempre nos está arrojando
sus ardientes dardos de miedo, duda y preocupación, pero la única vez
que pueden alcanzarnos es cuando bajamos nuestro escudo de la fe—
cuando dejamos de creer que Dios tiene el control; que está permitiendo
que las cosas sucedan por nuestro bien; que sea cual sea el resultado,
siempre es para mejor, aunque no parezca ser así.

Mateo 14:28-31
Entonces le respondió Pedro, y dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo
vaya a ti sobre las aguas”. Y él dijo: “Ven”. Y descendiendo Pedro de la
barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte
viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo:
“¡Señor, sálvame!” Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él,
y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”

El escudo es la primera línea de defensa. Mientras el resto de nuestra


armadura nos protege de los asaltos de Satanás, no es lo más adecuado
para absorber cada golpe. Por ejemplo, no queremos salir a la batalla a
bloquear todo con nuestra cabeza.
Cuando nuestra fe en la omnipotencia y protección de Dios es fuerte, es
imposible para Satanás atravesar nuestro escudo y lograr atacarnos. Pero
cuando permitimos que la duda nos invada, como le sucedió a Pedro y se
distrajo con las olas, nos comenzaremos a hundir. El resto de nuestra
armadura terminará maltratada, igual que nosotros. No obstante, un
escudo de fe sostenido fuerte y activamente evita esto y, por el contrario,
inhibe la fatiga.
Mateo 4:10-11
Entonces Jesús le dijo: “Vete, Satanás, porque escrito está: ‘Al Señor tu
Dios adorarás, y a él sólo servirás’”. El diablo entonces le dejó; y he
aquí vinieron ángeles y le servían.
Un escudo puede incapacitar. Cuando Jesucristo fue tentado por Satanás,
su fe en la Palabra y los mandamientos de Dios repelieron a Satanás por
un tiempo (Hebreos 4:15 nos dice que Jesús fue tentado en todo, así que
con toda seguridad este no fue el único encuentro que Jesucristo tuvo con
el diablo). El umbo (la pieza de metal en el centro) del escudo romano
permitía a los soldados desplazar a sus oponentes y aturdirlos lo
suficiente como para contraatacar inmediatamente. Nuestra fe en Dios,
como Jesucristo lo demostró, puede darle a Satanás un buen empujón y
darnos la posibilidad de defendernos haciendo la voluntad de Dios y su
obra. Dios nos dice que la fe no puede estar solo en nuestra mente, sino
que debe producir frutos —obras de obediencia y servicio (Santiago
2:20).
¿CÓMO SE PUEDE USAR EL ESCUDO?
El ejército romano poseía una táctica muy efectiva y original en el uso de
sus escudos. Cuando los enemigos lanzaban flechas u otro tipo de
proyectiles, los soldados cerraban filas en formación rectangular,
llamada testudo o “tortuga”: aquellos que estaban en los bordes de la
formación usaban sus escudos para crear una muralla alrededor. Quienes
se encontraban en el medio sostenían sus escudos sobre sus cabezas, y de
esta manera protegían a todo el grupo de los misiles aéreos. El resultado
era un formidable tanque humano, que solo podía ser detenido mediante
un tremendo esfuerzo.
Efesios 4:11-16
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos
en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el
cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se
ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe
su crecimiento para ir edificándose en amor.

Cuando el ejército romano juntaba sus escudos, se convertía en una


fuerza casi imparable. Y si nosotros en la Iglesia de Dios unimos
nuestros escudos, es decir, nos fortalecemos mutuamente con nuestra fe,
construyendo y sirviendo dentro de este cuerpo en la medida de nuestras
capacidades, seremos una fuerza muy difícil de detener, capaz de
enfrentar cualquier desafío.
Debemos recordar que cuando peleamos, no es simplemente nuestra
batalla. Es la batalla de todos nuestros hermanos en la fe, de los que
están a nuestro alrededor y en todo el mundo. Y si ganamos, será porque
pusimos nuestra fe en Dios y estuvimos juntos, hombro a hombro,
manteniéndonos firmes y unidos para “nuestra común salvación … por la
fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3).
APLICACIONES PRÁCTICAS
Nuestra fe está basada en las promesas de Dios. ¿Cuán familiarizados
estamos con estas promesas? ¿Sabe usted qué es lo que Dios le ha
prometido? Si las conocemos profundamente y confiamos plenamente
en ellas, nuestra fe será igualmente sólida. ¡Reclame esas promesas y
mantenga su escudo en alto!

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