Taller1.1. Etica y Valores 11o
Taller1.1. Etica y Valores 11o
Taller1.1. Etica y Valores 11o
Desempeño: Investigo y tomo postura crítica y ética frente a diversas propuestas desde la
filosofía, la ciencia y la teología.
Las palabras “ética” y “moral” tienen un significado etimológico semejante en sus raíces griega y
latina. En el uso común se emplean casi siempre indistintamente y, a veces, conjuntamente, aunque
quienes las usan así probablemente no serían capaces de decirnos con precisión si significan lo
mismo o se refieren a algo diferente. De todos modos, quizás para dar mayor énfasis retórico al
discurso, parece que suena bien reforzar a la “ética” con la “moral”, aun a riesgo de incurrir en una
redundancia, como ocurre si nos atenemos al significado etimológico de los términos.
En el lenguaje filosófico contemporáneo se han estipulado, sin embargo, dos distinciones y dos
clases de definiciones diferentes de estos términos. En un primer sentido se comprende a lo moral
como una dimensión que pertenece al mundo vital, o al Lebenswelt, y que está compuesta de
valoraciones, actitudes, normas y costumbres que orientan o regulan el obrar humano. Se entiende a
la ética, en cambio, como la ciencia o disciplina filosófica que lleva a cabo el análisis del lenguaje
moral y que ha elaborado diferentes teorías y maneras de justificar o de fundamentar y de revisar
críticamente las pretensiones de validez de los enunciados morales. Por eso, “coincidiendo con un
uso lingüístico no del todo desacostumbrado en filosofía, se puede usar el término Ética como
sinónimo de “filosofía de lo moral” (N. Hoerste, Texte zur Ethik). Conforme a este uso del lenguaje,
la ética puede considerarse entonces como una ciencia que pertenece al campo de la filosofía, como
la metafísica o la epistemología, mientras que “lo moral” es, en general, el objeto de esta ciencia, es
decir, lo que ella estudia.
Hay otra manera de definir y diferenciar los términos “ética” y “moral”, que se ha planteado a partir
de la crítica de Hegel a la ética de Kant, y de su fuerte diferenciación entre “moralidad” y
“eticidad”. Este otro uso de los términos se ha generalizado recientemente fuera del contexto
sistemático de la filosofía hegeliana.
En los escritos de ética de los filósofos modernos y contemporáneos encontramos planteadas dos
clases de cuestiones: a) la cuestión de lo que es bueno para mí como persona y para nosotros como
comunidad; b) la cuestión de lo que es correcto o de lo que es justo en las relaciones con los otros
(incluso especialmente con otros grupos humanos y culturas diferentes), cualesquiera sean los
bienes que cada uno se proponga alcanzar como fin. Los distintos autores se han ocupado
preferentemente de alguna de estas dos clases de cuestiones. Pero también puede considerarse que
ambas, tanto las preguntas y las discusiones acerca del bien, como las que están centradas en el
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En la filosofía de Hegel, esta distinción que él marca muy fuertemente no tiene, sin embargo, la
intención de oponer de manera excluyente la “ética” contra la moral sino de eliminar la confusión, y
de estudiar la relación dialéctica entre ambas. Distinguir para unir. Al comienzo de su Filosofía del
derecho introduce Hegel esta distinción terminológica, en los siguientes términos:
“Moralidad y eticidad, que corrientemente valen como sinónimos, están tomados aquí
como esencialmente diferentes entre sí. Por otra parte, incluso la representación [el
lenguaje no filosófico] parece distinguirlas. El lenguaje kantiano usa con preferencia
la expresión moralidad y, en realidad, los principios prácticos de su filosofía se limitan
completamente a este concepto y hacen imposible el punto de vista de la eticidad, a la
que incluso expresamente aniquilan y subvierten. Aunque moralidad y eticidad sean
sinónimos según su etimología, esto no impide usar estas dos palabras diferentes para
conceptos diferentes.”
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humana; es una ética mínima, tenue o delgada, que carece de la densidad sustantiva de las
valoraciones fuertes y de los modelos de vida virtuosa propios de cada comunidad. En este
contexto, thin no quiere decir sin embargo débil, aclara Walzer, sino que, por el contrario, es
como la escueta y descarnada estructura ósea del esqueleto que sostiene desde dentro las
bellas formas del cuerpo humano. La metáfora del esqueleto no es de Walzer, pero me
parece útil para representar las relaciones de la “ética” y la moral. La moralidad universalista
se ha comprendido a veces como un corsé impuesto desde fuera a la vida “ética” por una
racionalidad abstracta que niega las diferencias. Pero este sesgo de la moralidad universalista
queda enteramente disuelto si se abandona el método kantiano del construccionismo racional
a priori y se lo reemplaza por un procedimiento hermenéutico reconstructivo que busca
explicitar y fundamentar los principios básicos de la moral a partir de las experiencias de la
vida buena y del ethos vivido, como las condiciones normativas necesarias de su propia
existencia, o como la gramática universal de la interacción humana con sentido.
Esta es la diferencia que ha dado lugar a la formación de las teorías éticas rivales que
mencionábamos al comienzo: 1) ética deontológica, formal o de normas, o ética de la
justicia; y 2) ética teleológica, material, de los valores y de las virtudes, o ética del bien. Sin
embargo, la aparente oposición de estas teorías éticas que se presentan como alternativas,
debería resolverse en alguna forma de integración o de complementariedad, por cuanto se
trata en realidad de una diferencia que no es meramente teórica, sino que pertenece al campo
objetivo de los fenómenos morales y, en consecuencia, tanto las teorías éticas como la
educación deberían trabajar con esta diferencia. La búsqueda de la integración y de la
articulación de la moralidad universalista con los valores e ideales de la vida buena de los
grupos y culturas históricas particulares y con la problemática de las identidades y de las
diferencias es uno de los temas más significativos de las reflexiones éticas contemporáneas.
Esta distinción entre lo“ético” y lo moral se reencuentra en ambos lados: tanto en el campo
objetual, de los fenómenos morales, como en el campo epistémico de la Ética como
disciplina filosófica (que debería estudiar por separado estos dos temas de la “ética” y la
moral), o de las teorías éticas, que se concentran muchas veces en uno solo de estos campos.
Las dificultades e interrogantes globales que se han planteado sobre la educación “ética” y
moral han sido diferentes en las distintas épocas de la historia. Podríamos rememorar esos
problemas de manera elemental a través de tres preguntas. 1) En la filosofía griega antigua se
había planteado un tipo de preguntas como éstas: ¿Puede enseñarse la ética?, ¿cómo es
posible enseñar la virtud? O ¿cómo se lleva a cabo la educación del comportamiento moral?
Este primer grupo de preguntas alude a la cuestión pedagógica y metodológica de la
formación ética o moral de los jóvenes. 2) Aunque aquellos problemas clásicos sigan
ocupando todavía hoy a la pedagogía y a la psicología, en la época moderna se han planteado
otras preguntas nuevas y más álgidas: ¿Tiene derecho el maestro a inculcar a los alumnos su
concepción “ética” de la vida buena o su escala de valores? ¿Es compatible con el principio
liberal de la tolerancia y de la neutralidad del Estado concederle la atribución de diseñar
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3) Por otra parte, y no obstante la relevancia que han cobrado las cuestiones de la Ética en la
sociedad actual, este fenómeno no se refleja, sin embargo, en un incremento de la demanda
educativa en esta línea. Se ha llegado a decir incluso que las preguntas centrales que se
plantean ahora en nuestra época al respecto no son ya las clásicas preguntas antiguas y
modernas, citadas más arriba, sino preguntas más pragmáticas como estas otras: ¿Vale la
pena insistir hoy en la educación moral? ¿Cómo es posible conciliar la educación en valores
y principios ideales con el desarrollo de las aptitudes y competencias para el éxito en las
condiciones reales de la sociedad moderna? ¿Qué resultado cabe esperar de una educación
“ética” y moral en contradicción o a contrapelo de las prácticas sociales y modelos
imperantes que el niño encuentra fuera de la escuela? El tercer grupo de preguntas plantea
los problemas pragmáticos de la utilidad y la eficacia de la educación moral en la sociedad
moderna. Ya en la época de la formación de esta sociedad advertía I. Kant sobre el olvido
(entrañado en la concepción pragmática de la educación) de la formación del juicio acerca
del valor de los fines, o de la cuestión esencial del sentido, la racionalidad y la rectitud moral
de las acciones humanas. Esta tendencia se ha acentuado con la importancia creciente de la
formación científico-tecnológica y el predominio de una racionalidad puramente
instrumental que se impone cada vez más a través de la modernización de las sociedades.
En relación con este problema, la educación tiene que cuidarse de las dos deformaciones o
tendencias unilaterales opuestas que han desacreditado a veces la idea misma de la
formación moral: a) la orientación pragmatista que reduce la educación a una función
acrítica y meramente reproductiva de las pautas y de la moralidad social de hecho vigentes, y
fomenta actitudes adaptativas o de acomodamiento oportunista; b) la orientación puramente
principista, normativista, abstracta y utópica que, al no promover la reflexión sobre las
condiciones históricas de aplicación de los criterios morales, trasmite una moralidad
descontextualizada e imposible, que carece de toda factibilidad de inserción positiva en la
dinámica de la sociedad real. Frente a estos extremos es preciso cultivar el equilibrio
reflexivo de una ética de la responsabilidad que permita una inserción eficiente y a la vez
crítica en la trama de la interacción social.
A los mencionados problemas pedagógicos hay que agregar los cuestionamientos que
provienen de las propias teorías éticas filosóficas. Algunas orientaciones del pensamiento
contemporáneo, especialmente bajo la influencia del neopositivismo, y luego del
contextualismo posmoderno, han sostenido un relativismo o escepticismo ético (ya sea bajo
la forma del emotivismo o del neopragmatismo) que dejan sin sustento las perspectivas de la
educación. “Según el individualismo-relativismo ético, que ha sido dominante en la
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ideología de las democracias liberales de Occidente, cada cual es enteramente libre de elegir,
conforme a sus propias convicciones, el sistema de valores y el código moral que mejor le
parezca, sin que estas decisiones íntimas de la conciencia de cada uno deban dar cuenta o
puedan ser confrontadas, discutidas, criticadas o justificadas conforme a algún criterio
intersubjetivamente válido, más allá de la propia conciencia individual o de grupo. Ahora
bien, claro está que las decisiones de la conciencia privada del individuo (o de los grupos
sociales), así establecidas y fundadas solamente en sus preferencias subjetivas o en las
convenciones particulares ligadas al contexto social y cultural, no pueden tener pretensiones
de validez ni exigir reconocimiento más allá de la propia esfera privada de la vida individual
o del grupo social de pertenencia. Pero si se acepta esta reducción de la moralidad a la esfera
de la vida meramente privada, ¿cómo habrá de ser posible fundamentar entonces las
condiciones para que la libertad de cada uno pueda coexistir con la libertad de todos los
otros, en el marco de una ley general?”. La privatización de la moralidad le quita el piso al
propio Estado de derecho de las democracias liberales.
Se ha creído a veces que el rechazo del modelo autoritario de la educación ética de las
sociedades tradicionales premodernas, como “inculcación” de determinados valores o como
“indoctrinación” (que es el que practican todavía las sociedades cerradas y las ideologías
fundamentalistas) y que las condiciones deseables de una sociedad abierta, pluralista y
democrática tienen que llevar a prescindir de la fundamentación de principios o de normas
morales universales y a practicar una educación moralmente neutra o aséptica. ¿Pero cómo
se podrían fundar entonces las exigencias de moralidad de la vida pública y de justicia y
solidaridad social? Para responder hoy adecuadamente a estos problemas es preciso trabajar
con la diferencia conceptual enunciada al comienzo.
1) Retornando en primer lugar las preguntas antiguas clásicas sobre cómo es posible la
educación “ética” y moral, podría decirse ahora que la dificultad mayor del problema ha
estado precisamente en la no diferenciación de los campos que la filosofía contemporánea
distingue con estos dos términos, porque la respuesta es muy diferente para cada caso. El
procedimiento pedagógico de la “ética” es narrativo y hermenéutico. Como lo ha mostrado
particularmente A. MacIntyre, el método tradicional de la educación en la “ética” del bien y
de la virtud ha sido el de “contar historias” que presentan los modelos de vida y de
identificación. Como arquetipos del método narrativo de la “ética” pueden citarse la
“paideia” griega antigua, a partir de la historia de los héroes homéricos, y la “paideia”
cristiana primitiva centrada en el relato evangélico de la vida de Cristo. La liturgia de la
narración evoca y actualiza la memoria colectiva de la comunidad y reproduce la
identificación de sus miembros con el ethos trasmitido en el relato. También para R. Rorty la
ética “toma la forma de una narración [...] antes que la de una búsqueda de principios
generales”. Semejante búsqueda sería por lo demás inútil para este autor. Algunos autores
contemporáneos como los citados han reivindicado la “ética”, pero contraponiéndola a la
moral. Hay que decir, sin embargo, remedando una fórmula de Kant, que una moral sin
“ética” es una abstracción vacía, pero una “ética” sin moral es ciega y puede ser peligrosa.
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civilizada se pone en peligro. De ahí que la educación moral, que incluye los temas de la
dignidad de la persona, de los derechos humanos y del valor moral de la democracia como
método para legitimar las decisiones colectivas, es el fundamento y el núcleo esencial de la
educación moral y cívica.
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democrática. Bajo este aspecto debe hablarse de una jerarquización de la moral sobre la
“ética”, o de “la prioridad de la justicia sobre el bien”, según la conocida formula sustentada
por J. Rawls.
Actividades
Nota: la presente actividad se debe realizar con base al texto de la presente guía, recuerde
que con el presente insumo puede realizar la actividad con excepción del punto 2 y sus
respectivos literales; así mismo, la presente guía abarca los demás desempeños propuestos
para la consecución del primer periodo en el área de Ética y Valores.