Las Grandes Corrientes Del Constitucionalismo
Las Grandes Corrientes Del Constitucionalismo
Las Grandes Corrientes Del Constitucionalismo
estadounidense Una vez repasados brevemente lo que creo son elementos esenciales del
concepto de Constitución, y sin abandonar la perspectiva histórica, conviene destacar que
desde los orígenes del constitucionalismo, pueden encontrarse tres “modelos” o corrientes
que, aun compartiendo las ideas y principios esenciales de Estado de derecho, separación de
poderes y derechos fundamentales, poseen marcadas características propias, sin perjuicio de
las influencias recíprocas y de las posteriores repercusiones de varios de ellos en otros
sistemas constitucionales. Se pueden apuntar algunas ideas sobre cada uno de estos modelos.
4.1. El constitucionalismo británico Inglaterra es sin duda la patria del constitucionalismo, pues
el modelo constitucional británico es el primero en el tiempo; Fundamentos actuales para una
teoría de la Constitución | 24 pero es también el más peculiar. Aparentemente, los actuales
sistemas constitucionales estarían más vinculados al modelo francés, al estadounidense o a
ambos, pero hay que tener en cuenta que estos modelos aparecen a su vez fuertemente
influidos por el constitucionalismo británico, que está, por tanto, en la base de la propia idea
de Constitución, al menos en su sentido político-garantista. Y ello en un sistema que hoy, a
pesar de la existencia de numerosos textos materialmente constitucionales, carece de una
única Constitución escrita cuyo valor prevalezca jurídicamente sobre el de las leyes; de hecho,
algunos textos del constitucionalismo inglés son precisamente leyes. Por lo anterior, si
entendiéramos por Constitución, desde una perspectiva formal, la norma jurídica escrita,
suprema, que prevalece sobre las leyes y no puede ser modificada por ellas, tendríamos que
afirmar que Inglaterra no tiene Constitución. Sin embargo, la perspectiva político-garantista
recoge otros elementos, en cuya base encontramos, en buena medida, el propio
constitucionalismo inglés. Sintéticamente, puede afirmarse que la Constitución inglesa se
caracteriza por la importancia de las costumbres y de las decisiones judiciales, que se unen a
diversos textos escritos por su flexibilidad, en tanto en cuanto esos textos pueden ser
modificados por el Parlamento, y por la soberanía o preeminencia de este dentro del sistema,
todo ello en el marco de la fuerte influencia de la tradición histórica. Las características
peculiares de este modelo pueden entenderse si se atiende a la historia inglesa. En la Edad
Media, a partir del siglo xiii, surge junto al rey la representación de los estamentos, que se
reúnen dando origen al Parlamento. Precisamente en este siglo encontramos el primer texto
que supone una limitación del monarca mediante el reconocimiento de ciertos “derechos” o
privilegios —ya que solo afectaban a una minoría de la población—: la Carta Magna del rey
Juan (1215). A partir de ahí, la historia del constitucionalismo inglés es la de la lucha del
Parlamento por restar poder a la Corona, hasta terminar afianzándose la soberanía de aquel. Y
este proceso se produce de forma básicamente continua, apareciendo los avances más
significativos en el siglo xvii; las “revoluciones” de este siglo, incluida la llamada “Revolución
gloriosa” de 1688, no son propiamente equiparables Constitución e historia: sobre el valor
histórico de la Constitución 25 | a la que un siglo después presenciaría Francia, sino que
suponen puntos de inflexión en ese largo proceso. Ciertamente, la aparición de los
parlamentos en la Baja Edad Media no es un fenómeno exclusivo de Inglaterra, y así pueden
encontrarse, con diversas denominaciones —asambleas, cortes—, en Francia o en los reinos
de Castilla y Aragón. Pero en la Edad Moderna, con el surgimiento de las monarquías
absolutas, estas asambleas dejan de ser convocadas y prácticamente desaparecen por diversos
factores, entre los cuales no es el menor el hecho de que el monarca cuenta con otras fuentes
de financiación alternativas (Hacienda Real, préstamos, oro de América…), por lo que no
necesita de forma imperiosa recabar exacciones a los estamentos representados, teniendo en
cuenta que a cambio de ello debería tener en consideración sus peticiones y aceptar una cierta
limitación de su poder. Cuando a partir de la Revolución francesa vuelven a convocarse las
Asambleas en Francia, y luego en otros Estados europeos, estas tienen ya poco que ver con los
primitivos parlamentos medievales. Sin embargo, y como ya he destacado, en Inglaterra nunca
se produce esa ruptura, siendo el Parlamento contemporáneo fruto de una evolución secular
ininterrumpida, si bien con significativos cambios producidos en el siglo xvii, que tienden
precisamente a acrecentar su papel en el sistema. Como resultado de esa configuración del
Parlamento y de sus relaciones con el ejecutivo, el constitucionalismo británico aporta al
mundo el sistema parlamentario, que tanta influencia ha tenido, sobre todo en Europa, donde
hoy es mayoritariamente adoptado en las constituciones vigentes. Según este modelo, como
es sabido, el primer ministro —que con el tiempo sustituirá en la práctica al monarca como
cabeza del poder ejecutivo— tiene un origen parlamentario y ambos poderes pueden
“derribar” o acabar con el otro, pues la confianza parlamentaria con la que ha de contar el
ejecutivo puede retirarse, haciendo caer al Gobierno en pleno; y, a la inversa, la cabeza del
ejecutivo —aunque a efectos formales lo haga el rey— puede disolver el Parlamento. Pero no
es esta la única gran aportación del constitucionalismo británico, ya que el mismo está en la
base de algunas de las ideas fundamentales presentes en el concepto de Constitución,
Fundamentos actuales para una teoría de la Constitución | 26 como son el Estado de derecho,
la separación de poderes y los derechos fundamentales. En efecto, el principio del rule of law,
aunque por su peculiaridad no tenga fácil traducción, implica en definitiva el sometimiento del
poder al derecho, y está en la base del concepto de Estado de derecho. La separación de
poderes encuentra su fundamentación en los escritos de Locke; baste señalar que la obra del
inglés es varias décadas anterior a la de Montesquieu y que el capítulo de El espíritu de las
leyes dedicado a la separación de poderes lleva por título “De la Constitución de Inglaterra”,
aunque suele destacarse que la descripción allí realizada no se correspondía adecuadamente
con el sistema efectivamente vigente en Inglaterra. En fin, por lo que se refiere al
reconocimiento de los derechos, aparte de las fundamentaciones del propio Locke, conviene
destacar que el constitucionalismo británico ofrece las primeras declaraciones, que, dejando a
un lado antecedentes más remotos, son prácticamente un siglo anteriores a las de Francia o
Estados Unidos. 4.2. El constitucionalismo francés A diferencia de lo que sucede en Inglaterra,
el constitucionalismo francés surge de un proceso plenamente revolucionario, que supone una
abierta ruptura con el régimen anterior. Mientras en Inglaterra la evolución a la que antes he
aludido había provocado que ya en el siglo xviii pudiera hablarse de monarquía constitucional,
en Francia el poder absoluto del monarca se había mantenido hasta finales de este siglo. La
Revolución francesa supone así el tránsito de la monarquía absoluta al Estado de derecho,
iniciando lo que se conoce como Edad Contemporánea. La influencia de este proceso, y del
constitucionalismo que del mismo deriva, en toda Europa continental y en alguna medida en
todo el mundo, es enorme. Los rasgos del constitucionalismo francés pasarán a ser los de todo
el constitucionalismo europeo, teniendo en cuenta, además, que en buena parte del
continente existe una situación histórico-política muy similar. Todo ello pese a que el proceso
de implantación de los valores que subyacen a la idea de Constitución fue mucho más lento y
costoso, no solo por los demasiado frecuentes periodos de “involución”, sino Constitución e
historia: sobre el valor histórico de la Constitución 27 | porque la implantación efectiva de la
idea del carácter jurídico y supremo de la Constitución requeriría prácticamente 130 años. Los
fundamentos doctrinales de todo este proceso pueden encontrarse, entre otros, en
Montesquieu, en Rousseau y en Sieyès. El primero, con su diseño de la idea de la separación
de poderes que, si bien es posterior al de Locke, es bastante más acabado que el de este, sobre
todo por lo que se refiere al poder judicial. Por su parte, Rousseau aporta la justificación del
concepto contemporáneo de ley y la fundamentación más profunda de la democracia y de la
soberanía popular, aunque sus ideas a este respecto —con su defensa radical de la democracia
directa— no llegaran a implantarse. En cambio, las ideas de Sieyès sobre la soberanía nacional
tuvieron finalmente más éxito práctico, sobre todo durante el siglo xix, y aparecen en la base
del sufragio censitario y en la idea del Parlamento como mejor depositario de la soberanía y
órgano capacitado para expresar la voluntad nacional. No es posible aquí realizar un examen
detenido de este proceso revolucionario y de las diversas constituciones y declaraciones de
derechos que el mismo conllevó. Simplemente cabe apuntar que vuelven a estar presentes las
ideas de separación de poderes, sistema parlamentario, limitación del poder del rey por el
Parlamento o Asamblea y reconocimiento de los derechos como ámbito de inmunidad o
limitación del poder. Quizá lo más interesante es destacar que, a diferencia de lo sucedido en
Estados Unidos, como resultado de este proceso no se implanta inmediatamente una idea de
Constitución como norma jurídicamente vinculante y superior a las demás, sino que finalmente
triunfa la concepción del documento constitucional como un texto de valor principalmente
político, que no vincula a los poderes públicos y, en particular, no limita efectivamente la
soberanía del Parlamento. Esta circunstancia es trascendental, porque determinará la
característica fundamental y común al constitucionalismo europeo durante más de un siglo.
Las circunstancias o factores históricos permiten quizá explicar los motivos de esta ausencia de
carácter jurídico vinculante. El objetivo fundamental de la Revolución francesa fue mermar el
poder del rey a favor del Parlamento. Y a partir de este momento se abre un proceso, con
avances y retrocesos, en el cual el Par- Fundamentos actuales para una teoría de la
Constitución | 28 lamento va ganando poder, pasando de la monarquía absoluta, previa a la
Revolución, a la soberanía compartida bajo la fórmula de monarquía limitada y, finalmente, a
la monarquía constitucional o parlamentaria; e incluso, en algunos casos, a la república. Ello
explica el auge del sistema parlamentario en Europa, ya que este modelo permite al legislativo
“entrometerse” en el ejecutivo, dando investidura parlamentaria al presidente o primer
ministro y pudiendo retirarle la confianza. Pero ello supone también, en lo que ahora interesa,
que el objetivo fundamental durante el constitucionalismo europeo del siglo xix no era limitar
jurídicamente la acción del Parlamento, sino más bien fortalecer a este poder frente al
monarca. Y para lograr este objetivo no “interesa” un texto constitucional que se interprete
como una norma jurídicamente vinculante y superior a todas las demás, en particular a la ley,
pues ello significaría, como sucedió en Estados Unidos, el control de constitucionalidad de la
obra legislativa y, en definitiva, un nuevo límite al Parlamento (por lo demás, la revisión judicial
de la ley era difícilmente imaginable en un contexto de recelo hacia el poder judicial,
proveniente del Antiguo Régimen). Para lograr el objetivo resulta más útil entender la
Constitución como un texto político dedicado fundamentalmente a establecer los límites del
poder del monarca y a regular los poderes, funciones y actividad del Parlamento. En suma,
todo el sistema se organiza en torno a la idea de fortalecimiento del legislativo, en el que
aparece representada principalmente la burguesía. Y todo ello conlleva un modelo flexible de
separación de poderes. Pero esta situación traería como consecuencias más o menos
“colaterales” la ausencia de límites jurídicos efectivos para el propio Parlamento, lo que en
definitiva supone que el reconocimiento de los derechos constitucionales —que, por lo demás,
no en todos los textos de la época se incorporaron— quedaba carente de garantía jurídica. Sin
embargo, en el primer tercio del siglo xx se inician cambios trascendentales en el
constitucionalismo europeo. Aparte de originarse lo que se puede denominar
“constitucionalismo social y democrático”, aspecto al que me referiré más adelante, surge
también la necesidad de un control jurídico de la Constitución, que empieza así a entenderse
como norma jurídica suprema. La crisis del Estado liberal —que implica el fortalecimiento
Constitución e historia: sobre el valor histórico de la Constitución 29 | del ejecutivo—, la
necesidad de garantizar jurídicamente los límites al legislador, el mayor desarrollo de los
derechos fundamentales que implica la necesidad de su garantía y la existencia o el
surgimiento de Estados federales son, entre otros, factores que están en la base del origen de
la justicia constitucional en Europa. Pero esta función no podía ya encomendarse al poder
judicial ordinario, que había renunciado a ejercerla durante más de cien años, teniendo en
cuenta, además, que en la tradición europea se había configurado el principio del
sometimiento del poder judicial a la ley, entendida esta en sentido formal, lo que supone la
imposibilidad de inaplicarla. Todo ello provoca que la justicia constitucional debiera
encomendarse a un órgano especializado, como son los tribunales constitucionales que
derivan del diseño kelseniano implantado en Austria en la Constitución de 1920, y que tanta
difusión tendría posteriormente en Europa, e incluso en América. De esta forma
sintéticamente explicada, el constitucionalismo europeo, que tuvo su origen en la Revolución
francesa, tuvo que esperar más de un siglo para entender el texto constitucional como norma
jurídica suprema. 4.3. El constitucionalismo estadounidense Los orígenes del
constitucionalismo en Estados Unidos son posteriores al constitucionalismo británico, pero
ligeramente anteriores al francés. Realizamos aquí esta breve exposición, abandonando un
criterio temporal estricto —en realidad, el proceso estadounidense y el francés pueden
considerarse casi simultáneos—, porque estimamos que de esta manera pueden apreciarse
mejor las peculiaridades de este proceso constitucional, por contraste con las existentes en
Europa. Además, y si bien las influencias pueden ser mutuas, hay que destacar que entre los
fundamentos doctrinales del constitucionalismo estadounidense —que se manifiestan en
escritos propios, como los de El federalista— está presente la influencia británica —entre
otros, Locke y el iusnaturalismo racionalista— y la francesa, por ejemplo, la de Montesquieu.
Sin embargo, en Estados Unidos el constitucionalismo adopta perfiles propios, siendo de
destacar como aportaciones más relevantes la forma presidencialista de gobierno, el
Fundamentos actuales para una teoría de la Constitución | 30 sistema federal, y la temprana
adopción de la “revisión judicial” (judicial review) de las leyes, que en definitiva implica la
supremacía jurídica de la Constitución. Estas características se explican, de nuevo, teniendo en
cuenta el peculiar contexto histórico de la independencia de las trece colonias. Estas pasan a
configurar estados independientes, pero en un breve espacio de tiempo se pasa de la
Confederación (1777) a la creación de un único Estado federal (1787). Se trata de la primera
experiencia de este tipo, si bien el modelo se extendió posteriormente por todo el mundo. Se
procede, por tanto, a la creación de un Estado ex novo, y la ausencia de una monarquía a la
que hubiera que restar poder determina la configuración de la división de poderes adoptada.
En efecto, en el esquema tripartito de la separación de poderes y ante la ausencia de
monarquía, el poder tendencialmente más fuerte era el legislativo, que expresa la voluntad
popular democrática. Por ello, y a diferencia de lo que sucede en Europa, el interés
fundamental no es fortalecer al legislativo en detrimento del ejecutivo, sino justamente lo
contrario. Se estima que el peligro fundamental podría ser la “tiranía del legislativo”, toda vez
que los otros poderes aparecen sometidos a la ley. Por ello se diseña un sistema rígido de
separación de poderes, fuertemente influido por Montesquieu, en el cual el legislativo no
interviene en la formación del ejecutivo ni puede luego hacerle caer retirándole una confianza
parlamentaria que el propio ejecutivo no precisa, pues posee legitimidad democrática directa.
Las relaciones entre los poderes se basan en la “facultad de impedir”, de tal manera que las
intervenciones mutuas son más bien de carácter negativo —veto presidencial, necesidad de
aprobación parlamentaria de ciertas decisiones presidenciales…—. Se establece así un sistema
de checks and balances —frenos y contrapesos— entre los distintos poderes. Por su parte, la
necesidad de “debilitar” al poder legislativo se manifiesta también en la existencia de dos
cámaras separadas e independientes —una de las cuales se justifica también por la propia
estructura federal del Estado—, e igualmente relacionadas entre sí por la mutua “facultad de
impedir”. Estas mismas circunstancias están presentes de igual modo en el origen de la
revisión judicial de las leyes. Si bien la Consti- Constitución e historia: sobre el valor histórico
de la Constitución 31 | tución de 1787 disponía que “esta Constitución y las leyes de los
Estados Unidos que se expidan con arreglo a ella […] serán la suprema ley del país y los jueces
de cada Estado estarán obligados a observarlos […]”, lo cierto es que no establecía
expresamente el control de constitucionalidad de la ley ni lo encomendaba a ninguno de los
poderes. No obstante, esta función fue tempranamente asumida por el poder judicial a partir
de la celebérrima sentencia de Marshall en el asunto Marbury vs. Madison (1803), instaurando
el sistema difuso de justicia constitucional, que tantas influencias ha tenido, y no solo en
América. La trascendencia de la judicial review es extraordinaria, ya que la misma implica,
junto a la rigidez constitucional también establecida en el texto de 1787, la afirmación práctica
de la supremacía de la Constitución y su consideración definitivamente jurídica, al tiempo que
justifica y manifiesta la distinción entre poder constituyente y poderes constituidos. Toda una
teoría de la Constitución llevada a la práctica. En fin, hay que destacar la enorme influencia del
constitucionalismo de Estados Unidos. En las constituciones del resto del continente
americano, y sobre todo en el siglo xix, la huella del sistema jurídico-constitucional de Estados
Unidos fue evidente, aunque también adoptaron otras influencias, en particular las europeas,
hasta configurar un modelo constitucional propio y muy interesante, digno de un estudio
específico. Pero el constitucionalismo estadounidense influyó e influye también en Europa, de
tal manera que la mutua red de influencias ha ido provocando con el tiempo una aproximación
cada vez más acusada. 5. El desarrollo del constitucionalismo: del constitucionalismo liberal al
constitucionalismo social y democrático Apuntadas sucintamente las características propias de
las tres grandes tendencias que aparecen en el origen del constitucionalismo, hay que referirse
a la evolución de las mismas. Si bien los rasgos peculiares se han mantenido, esta evolución
manifiesta una cierta aproximación, como acabamos de apuntar. Pero ahora me interesa
destacar que muchos elementos y factores Fundamentos actuales para una teoría de la
Constitución | 32 del desarrollo del constitucionalismo son comunes, si bien pueden traducirse
de forma distinta en cada uno de los modelos o corrientes. En Europa y en América, el
resultado del constitucionalismo revolucionario es un Estado de derecho que inicialmente
tiene un marcado carácter liberal en lo político y en lo económico, lo que en definitiva supone
un sistema que beneficia a la burguesía y que se mantiene así durante más de un siglo. Pero las
desigualdades sociales que inevitablemente provoca y aumenta el sistema, las ideas marxistas,
el surgimiento de una clase proletaria consciente y que comienza a reivindicar sus derechos y
el surgimiento de partidos de clase y de sindicatos, entre otros factores, hacen entrar en crisis
al Estado liberal. Esta crisis se hará más evidente en el primer tercio del siglo xx, y así, en la
Europa de entreguerras surgen alternativas a ese modelo de Estado, como los sistemas
socialistas —a partir de la Revolución rusa— y los sistemas fascistas y dictaduras autoritarias.
Ambos tipos de sistemas suponen una ruptura con los principios del constitucionalismo
encarnados en la idea de Estado de derecho y ambos condujeron, a mi juicio, a un callejón sin
salida, a una “vía muerta”, si bien esto resultó evidente mucho antes por lo que se refiere a los
sistemas fascistas. Pero lo más importante es que el Estado de derecho y el propio
constitucionalismo fueron capaces —quizá porque no tuvieron más remedio— de reaccionar
ante su propia crisis, de “reciclarse” incorporando nuevos principios y valores que vinieron a
añadirse a los que ya estaban implícitos en el Estado de derecho. No se trató, por tanto, de
una ruptura con el Estado anterior, sino de una evolución muy significativa del mismo. Sin
renunciar a las ideas de separación de poderes, Estado de derecho y garantía de los derechos
de libertad, se universalizó la participación política y el Estado se “socializó”. Desde el punto de
vista económico y social, se pasa del laissez faire al Estado intervencionista. Esto repercutió
también en la configuración y distribución de los poderes, pues un Estado social requiere un
ejecutivo y una Administración fuerte para poder hacer frente a las prestaciones que conlleva
el reconocimiento de derechos sociales y económicos, en detrimento del Parlamento.
Constitución e historia: sobre el valor histórico de la Constitución 33 | De esta forma, y en
primer lugar, precisamente en esta época se va implantando efectivamente el sufragio
universal masculino y femenino, lo que democratiza al Estado. Y, en segundo lugar, se van
reconociendo nuevos derechos de carácter social y económico (trabajo, salud, educación, etc.)
que se incorporan a los textos constitucionales, lo cual empieza a advertirse desde el final de la
Primera Guerra Mundial (constituciones de México de 1917, Weimar de 1919 o la española de
1931), pero se hace sobre todo evidente tras la Segunda Guerra Mundial (Constitución de Italia
de 1947, Ley Fundamental de Bonn de 1949 y otras posteriores). Todo ello, y aun
reconociendo las especiales dificultades para garantizar jurídicamente los derechos de
prestación, hace que el Estado de derecho liberal se transforme en un Estado de derecho
democrático y social, por utilizar la expresión de la Ley Fundamental de Bonn. En Estados
Unidos, ello no supone reformas constitucionales de relevancia, pero sí una nueva política (a
partir del New Deal de Roosevelt) y una nueva interpretación del concepto de libertad
recogido en la Constitución. En la misma época de entreguerras, en Europa se produce
también la implantación de un sistema concentrado de justicia constitucional que supone la
garantía definitiva del carácter de norma suprema de la Constitución, a partir de los textos de
Austria y Checoslovaquia de 1920. Surgen así, con diversas denominaciones, los tribunales
constitucionales, que en Europa se extenderían por España (Constitución de 1931), Italia
(1947), Alemania (1949) y otros países europeos, y posteriormente al Este de Europa, a
algunos países de Iberoamérica y a otros rincones del planeta. En fin, la evolución del
constitucionalismo no se detiene ahí, sino que los textos constitucionales posteriores,
recogiendo la herencia de toda esta evolución, van incorporando nuevos derechos y valores,
como la protección del medioambiente, o frente a los abusos de la informática desde los años
setenta o la protección frente a ciertos avances genéticos desde finales de los noventa. Van
surgiendo así “nuevos derechos”, que habitualmente son reconocidos en primer lugar por la
jurisprudencia, incorporándolos vía interpretativa a los catálogos ya existentes y,
posteriormente, van apareciendo de forma expresa en los nuevos textos constitucionales. De
esta forma, y tras la universalización en Fundamentos actuales para una teoría de la
Constitución | 34 la titularidad de los derechos, se pasará paradójicamente al reconocimiento
de otros derechos predicables de sectores específicos de la sociedad —trabajadores, mujeres,
menores, tercera edad, personas con discapacidad…—, y posteriormente a la incorporación de
otros cuya titularidad es genérica o difusa —medioambiente, protección frente a posibles
excesos de la genética que pudieran afectar a la dignidad humana…—